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EL JUEGO DEL 3 Y 3
—¡¡A cenar!! —gritó la madre de Olivia desde la cocina.
Tras este grito, comenzaba un sonido de pisadas en dirección al comedor, muy divertido. Solía haber incluso carreras por el pasillo para no ser el último en llegar.
Eran las 20:00, deberes terminados, entrenamiento de básquet superado, ducha y... ¡uff! ¡Qué hambre! Olivia salió como un rayo siguiendo el olor al inconfundible pollo especial que cocinaba su padre. Cerró los ojos para disfrutar aún más del olor a cebolla, tomate y especias, cuando de repente se chocó con algo.
—¡Hey, hermanita! ¿Otra vez en tu mundo? —dijo Nico, mientras le daba un pequeño estirón de pelo. Era especialista en pillarla siempre en sus momentos de desconexión y devolverla a la realidad rápidamente—. ¿Has mejorado tu triple o sigues fallando 2 de cada 3 veces?
—Cuando quieras, te reto al mejor de 10 y vemos quién es el que tiene que mejorar.
—¿Me estás pidiendo que te dé una clase particular? —dijo mientras se carcajeaba, corriendo hacia la cocina. Así era él, siempre bromeando y buscando pillarla en un despiste, pero a la vez pendiente de ella y de cómo había ido su día. Solo tenía 1 año y 3 meses más que Olivia y desde siempre ha habido entre ellos una conexión muy especial. Pasaban de estar discutiendo a reír sin motivo aparente durante horas. Una de las muchas cosas que tienen en común es el amor por el deporte, en concreto por el baloncesto.
—Anda, pasa y siéntate que hoy vas a alucinar con mi «3 y 3».
El juego del «3 y 3» es una de las tradiciones más auténticas de los Suárez, y que Olivia disfrutaba muchísimo. Cada noche durante la cena, cada miembro de la familia contaba a los demás las 3 mejores cosas de su día y las 3 peores. Y siempre, siempre, siempre celebraban las 3 mejores y buscaban aprender de las 3 peores. Si el día había sido bueno y los 3 momentos buenos eran muy importantes, contarlo a los demás
hacía que se multiplicara la sensación de victoria y, si el día había sido más bien malo, con los consejos y lo aprendido tras el «3 y 3», mejoraba bastante. Compartir con los demás las alegrías de la vida hace que, a pesar de los momentos no tan buenos, uno acabe sintiéndose muy agradecido. A Olivia no siempre le apetecía participar, pero ese día no veía la hora de empezar porque sabía que lo que iba a contar dejaría a Nico y a los demás con la boca abierta.
—¡Venga! ¡Que se enfría mi obra maestra! —exclamó su padre mientras servía los platos, muy orgulloso del resultado de su pollo especial. Olivia le observó durante unos segundos; su padre le resultaba muy gracioso. No siempre cocinaba él, pero cuando lo hacía sonreía de una forma muy especial, como sintiéndose el gran chef de un crucero, y servía la comida como si de una auténtica delicia de los dioses se tratara. Si Nico, Olivia o Vega notaban algo raro en el sabor, nunca decían nada porque se llevaría un disgusto tremendo.
—Papá, ¿quema o ya puedo empezar? —dijo Vega, que parecía tener aún más hambre que Olivia.
Vega es la hermana pequeña de Nico y Olivia. Tiene 5 años y muy poca paciencia para esperar. Todas las noches se quemaba la lengua. Olivia estaba segura de que le volvería a pasar porque el pollo especial era su plato favorito; así que para intentar evitarlo, empezó a cortar pequeños trozos en su plato para que se fuera enfriando. Tenía tantas ganas de empezar el «3
y 3» que no podía aguantarse. Por lo menos, mientras cortaba el pollo daría tiempo al resto a sentarse y pasaría más rápido la espera.
—¡Qué ganas tenía de sentarme! Vaya día intenso... Bueno, empecemos equipo, ¿cómo están hoy vuestros 3 y 3? ¿Quién quiere empezar hoy? —por fin su madre abría el juego; Olivia no podía esperar más, necesitaba contar ya su buena noticia o sentía que iba a explotar.
—¡Hoy empiezo yo! —se adelantó Vega.
«Pero ¿cómo es posible?», pensó Olivia, que por un momento se irritó al oír a su hermana, pero finalmente pensó que sería mejor cederle la palabra. Seguramente se armaría un buen lío porque no le gusta nada esperar, y el juego de hoy se convertiría en un caos; así que mejor esperar el siguiente turno.
—Voy a empezar por las malas: hoy en el cole Pepe me ha empujado y me he caído al suelo, y llevaba en las manos mi dibujo sobre la primavera y se me ha arrugado un poco.
«¡Ooooh!...», suspiraron todos a la vez, mirándola.
Vega estaba mirando al suelo y a punto de llorar. La verdad es que cuando se ponía triste resultaba muy tierna y adorable. Perdía todo ese carácter que le sale cuando no quiere esperar.
—Es verdad, cuando la he recogido del cole estaba muy disgustada, pero hemos planchado con las manos el dibujo y ha quedado perfecto, ¡mirad qué
bonito es! —dijo su madre, intentando animarla, señalando la pared de la cocina.
Los dibujos más especiales de Vega los colgaban en la pared de la cocina. También había algo de Nico y Olivia, sus pinturas más alucinantes, pero casi toda la pared eran dibujos o trabajos manuales de Vega.
Todos animaron a Vega, diciendo que su dibujo era precioso, y su boca, que estaba mirando hacia abajo, se puso rápidamente mirando hacia arriba con una gran sonrisa de orgullo. «Resulta alucinante cómo los niños pequeños pasan de la tristeza absoluta a la felicidad en cuestión de segundos», pensó Olivia.
—Bueno, Vega, ya hemos visto que tu dibujo está perfecto, continúa con tus 3 malas —dijo Olivia, impaciente.
—Mis 3 malas ya las he dicho, Olivia. No te enteras. Primera: me ha empujado Pepe. Segunda: me he caído al suelo. Tercera: mi dibujo se ha arrugado. No sé qué más puede pasar para que un día sea peor...
Hubo una carcajada general; intentaron disimular para no herir sus sentimientos, pero no fue fácil porque el momento había sido muy gracioso.
—De acuerdo, Vega, ya lo hemos entendido. Entonces empieza con las buenas.
—Las buenas son que hoy había albóndigas para comer, he hecho un dibujo de la primavera muy bonito y hemos comido tarta en el cole por el cumple de mi amigo Lucas —dijo muy sonriente.
A Olivia le divertía mucho escuchar el «3 y 3» de Vega. En el fondo, envidiaba esa capacidad de los niños de su edad de ser felices con cualquier cosa. Cualquier otro día habría estado preguntando más detalles sobre esas 3 cosas buenas, pero ese día necesitaba empezar ya su explicación. El corazón le latía muy fuerte de lo nerviosa que estaba.
—Genial, Vega, ¡has tenido un día de lo más alucinante! ¡Me toca! —dijo mientras daba unas palmaditas en la mesa.
—Hermanita, te veo muy emocionada, ¿nos vas a contar que has sacado un sobresaliente en Mates? —dijo Nico, como siempre bromeando.
—Calla y escucha. Empiezo por las buenas, quiero decir, buenísimas. Lo primero es que hoy he sido la que más triples ha encestado en el entrenamiento, y con mucha diferencia de la siguiente. El entrenador me ha felicitado —dijo orgullosa.
—¡Guauuu...! —dijo su padre, que era uno de sus más fieles aficionados. No se perdía ni uno solo de sus partidos.
—Sigamos, la segunda es que la profesora nos ha dicho que al final de curso iremos de acampada a la montaña. ¡Va a ser un flipe! —Olivia estaba eufórica, y eso que aún quedaba lo mejor.
—¿En serio? Entonces en mi curso también organizarán alguna excursión, ¡vaya suerte, hermanita! —dijo Nico.
—Sí, pero espera, que vais a alucinar con la tercera —recorrió a toda su familia con la mirada, comprobando que estuvieran muy atentos, porque lo que iba a decir era demasiado importante como para que alguno de ellos estuviera distraído. Volvió a dar sus golpecitos nerviosos en la mesa y a sonreír con un tintineo de dientes.
—¡Ay, Olivia, dilo ya, que no aguanto más! —dijo su madre.
Estaban todos mirándola con toda su atención, había llegado el momento, ella también los miró muy atenta porque no quería perderse ninguna de sus reacciones. Y por fin lo soltó:
—Ha venido un entrenador del equipo regional al entrenamiento. Parece que solo era una visita sin importancia, pero al verme jugar ha dicho que tengo mucho talento. Cuando hemos terminado, ha hablado conmigo y con mi entrenador y me ha dicho que si me gustaría hacer unas pruebas para formar parte del equipo regional. —Olivia se quedó en silencio y les observó.
Silencio total. Todos la miraban con los ojos como platos y la boca abierta. Se mantuvieron así durante unos 5 segundos que se le hicieron eternos.
—¡Madre mía! —por fin su padre rompió el hielo—. Es una noticia increíble, Olivia, ¿y cuándo es esa prueba?
—En unas 3 o 4 semanas, me han dicho que nos llamarán para decirnos exactamente cuándo tenemos que ir.
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—¡Enhorabuena, hija mía! Todo esfuerzo tiene su recompensa. Siempre que uno trabaja duro y se esfuerza al máximo consigue grandes resultados —dijo su madre.
Su madre siempre repetía esa frase; a veces, Olivia pensaba que era como un disco rayado.
Olivia disfrutó de sus miradas de sonrisa y orgullo. ¡Qué ganas tenía de contarlo! Mientras estaba saboreando su momento de gloria, algo la sacó de su nube.
—Hermanita, está más que claro que eres una crack, pero ¿qué hay de tus 3 malas? —no podía ser otro que Nico el que interrumpiera su momento.
—Bueno, pues las malas son que se me han roto los pantalones jugando en el recreo, se ha cancelado la merienda de cumpleaños de Laura por la lluvia, y he sacado un 4 en el examen de Matemáticas… —esta secuencia de sucesos la dijo muy rápido y bajando progresivamente la voz. Tanto que la última noticia la dijo con voz tan bajita que tuvieron que esforzarse por escucharla.
—¿Un 4, Olivia? ¿No lo habías preparado bien? —preguntó su madre, alarmada.
—Sí que lo había preparado, estudié mucho, pero es que no entiendo muchas cosas. Las Matemáticas no tienen ningún sentido y, cuando hago los exámenes, no comprendo cómo tengo que continuar ni para qué sirve lo que estoy haciendo. —Olivia de pronto se
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