En un pueblo pequeño en medio de las montañas, la mamá de Ina entró en su habitación para despertarla.
Cariño, es hora de levantarse, hay que ir al cole expresó su madre.
Ina se dio la vuelta en la cama y esperó cinco minutos antes de levantarse.
Bajó corriendo las escaleras y se deslizó por el pasillo del piso de abajo hasta llegar a la cocina.
En la cabeza de Ina, una voz pensaba: «¡Una, dos y tres!».
¡Cuántas veces te he dicho que no vayas con calcetines por casa! exclamó su madre.
Ina siempre iba en calcetines por casa; le encantaba deslizarse por el suelo.
Camino al colegio, la voz de los pensamientos de Ina le decía: «Hoy toca Educación Física, Música, Lengua; jugaré en el recreo con Vera, María y Marcos; por la tarde iré a patinaje, acabaré la manualidad para el cumpleaños de Vera y por la noche no lo voy a pensar».
Esta voz en su cabeza paró cuando pensó en la hora de irse a dormir.
Ina, corre, que vamos a llegar tarde a patinaje dijo su madre.
Bajó del columpio, salió del patio del colegio y se subió al coche.
Hola, mamá, ¿qué tal? dijo Ina.
Muy bien, cariño, ¿tú qué tal? contestó su mamá.
Bien.
¿Qué has hecho hoy?
Todo ha ido bien respondió.
¿Estás bien? ¿Pasa algo?
—No, mamá, todo bien.
¿Seguro? Te veo un poco triste preguntó su madre.
No, mamá, yo siempre estoy bien.
La voz de Ina volvió a aparecer: «No siempre estás bien; a veces sientes cosas que no son buenas, como cuando me pongo nerviosa al hablar en público o cuando me voy a dormir».