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Vega era una niña normal, como todas las demás, era divertida, amable, le gustaba estar con sus papás y con sus amigos, jugar en el parque, leer cuentos, saltar en los charcos, cantar, bailar...
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En realidad, era una niña maravillosa.
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Sin embargo, un día se despertó con una sensación rara en el corazón. Nunca lo había sentido antes. Lo sentía como vacío, como si hubiera perdido su color, y el rojo del corazón se hubiese ido a esconder dentro de su cabecita, encendiendo sus mejillas en cualquier momento ese día.
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No eran momentos especiales, eran momentos normales, en los que sus mofletes siempre se habían mantenido fresquitos, pero ahora se volvían rojos y sentía mucho calor.
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Cuando esto le pasaba, Vega se escondía detrás de su
mamá, o se iba corriendo de allí con la cabeza agachadita y las manos en la cara para que nadie le viera.
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