María, la de la Virgen

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PRIMERA PARTE

CUANDO COMIENZA

LA OSCURIDAD

Una historia para románticos sin lugar ni tiempo, que los sentimientos de cada lector decidan dónde ubicarla, es solo invención de la nostalgia y el deseo.

«No apta para señoritas».
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¿QUIÉN ES MARÍA?

Esta es una historia de amor secreta, invadida de oscuridades, pero, al fin y al cabo, de amor.

Amante o amantes, algo desconocido en María, ella siempre tierna y cándida para sus amigos, una hermosa joven de familia peculiar, aunque algo tradicional.

María, al igual que su familia, era cercana al arte y al deporte, aunque opta por una profesión clásica como medicina, donde ya inicia el segundo año de la carrera. Curioso en una joven, donde la poesía, la literatura y la música motivan su vida cotidiana, donde el atletismo y la natación complementan su tiempo libre, pero hay algo más especial. María asiste, si bien no regularmente a misa, devota de la Virgen María, lo que en un mundo cada vez más alejado de la religión se percibe como extraño para una joven.

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María, entre sus amistades, tiene una muy buena amiga, Gaby, conocidas desde muy niñas en el colegio, ambas compartían una vasta amistad como compañeras y deportistas, aunque Gaby es una humanista empedernida, dedicada a sus estudios de derecho. La familia de Gaby era más religiosa que la de María, pero ella no era entusiasta creyente.

Gaby conocía muchos aspectos de la vida de su amiga, era como su confidente, desde sus historias escolares hasta su vida universitaria, pero Gaby siempre presentía que María algo le ocultaba. En sus conversaciones siempre Gaby intentaba sacarle más historias, pero, aunque María narraba muy buenas anécdotas de su vida, esta quedaba con la sensación de que algo no contaba.

¿Cómo surgió esta inquietud en Gaby? Varias veces que se despedía de María, esta le decía que iba a su casa, la veía tomar otra ruta o no se podía comunicar uno o dos días con ella, sin encontrar una razón clara de parte de María. En una oportunidad, en uno de los tantos cumpleaños de Gaby, a los que María era la invitada principal, llega tarde y con maquillaje acentuado, más de lo común en María que solía usar colores suaves y naturales. Gaby, al verla llegar así, se sorprendió, porque no era cualquier maquillaje, sino que un pronunciado y sensual delineado negro en los ojos y un púrpura brillante en los labios, un estilo dark o gótico. Además, María llega algo agitada,

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comportamiento fuera de lo común en María que se le veía siempre reposada y sonriente.

Gaby, sorprendida, le pregunta a María:

—¿Por qué llegas tarde?

Y María le responde que venía de una junta con compañeros de la universidad. Seguidamente, Gaby le expresa a modo de interrogación:

—¿Y ese maquillaje?, ¿desde cuándo?

María le responde:

—Quise variar un poco.

—¡Un poco…! —le contesta Gaby—, te ves muy distinta.

María rápidamente cambia el tema de conversación y saluda a la familia y a los invitados de Gaby.

Gaby y María compartían principalmente con dos amigos, Esteban y Caro, el primero un muy buen y atento amigo de ambas. A Esteban lo conocían de la época escolar y con Caro, una amistad nacida de fiestas y cumpleaños desde la niñez. Caro era una hermosa joven que compartía su afición por el arte con María, lo que la hacía una mujer muy especial. También demostraba gusto por la filosofía, el cine y la natación. Caro y María, al tener muchas cosas en común, les permitió llevar una amistad paralela y algo oculta.

En su afición por el arte, María y Caro participaron mucho tiempo de un taller literario para adolescentes y jóvenes, dirigido por una conocida escritora, admirado-

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ra de la figura y obra de la literata chilena Teresa Wilms Montt. Era tal la fascinación de esta escritora que llegaron a conocer gran parte de su vida y obra, su drama y sufrimiento, pero lo que más llamó la atención a María de Teresa Wilms Montt, era su sed insaciable de amor no correspondido.

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EL TALLER

La escritora, admiradora de Teresa Wilms Montt, era Louise Becker, apellido similar al poeta romántico español Gustavo Adolfo Bécquer. Louise siempre comenzaba su taller con el poema Autodefinición de la literata chilena:

Soy Teresa Wilms Montt

y aunque nací cien años antes que tú, mi vida no fue tan distinta a la tuya.

Yo también tuve el privilegio de ser mujer.

Es difícil ser mujer en este mundo.

Tú lo sabes mejor que nadie.

Viví intensamente cada respiro y cada instante de mi vida.

Destilé mujer.

Trataron de reprimirme, pero no pudieron conmigo.

Cuando me dieron la espalda, yo di la cara.

Cuando me dejaron sola, di compañía.

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Cuando quisieron matarme, di vida.

Cuando quisieron encerrarme, busqué libertad.

Cuando me amaban sin amor, yo di más amor.

Cuando trataron de callarme, grité.

Cuando me golpearon, contesté.

Fui crucificada, muerta y sepultada, por mi familia y la sociedad.

Nací cien años antes que tú, sin embargo, te veo igual a mí.

Soy Teresa Wilms Montt y no soy apta para señoritas.

El impacto de este poema en el taller, especialmente en María, fue profundo. Preguntas y deseos inundaron su cuerpo, no solo su mente, su corazón, todo. Particularmente, el verso final: «Y no soy apta para señoritas». Para María fue una provocación, ¿qué significa eso?, no ser apta para señoritas. Este verso despertó algo oculto en María, algo que siempre estuvo, pero que no lo manifestaba, su deseo, su verdadero deseo, deseo de amar y ser amada, un deseo donde el placer y el amor eran inseparables.

María comentaba con Caro lo que sentía y lo que surgió en ella gracias al taller y a la obra de Teresa Wilms Montt. Caro, muy cercana a la filosofía, le menciona una frase de Novalis, escritor y filósofo alemán de finales del siglo xviii e inicios del xix, para explicarle a María lo que

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sentía ella en este momento: «Cuando un poeta canta estamos en sus manos: él es el que sabe despertar en nosotros aquellas fuerzas secretas; sus palabras nos descubren un mundo maravilloso que antes no conocíamos».

—¡Fuerzas secretas! —exclama María—, eso es, mis fuerzas secretas debo desatar —dice mirando con una sonrisa picaresca a Caro.

Para María, esa frase de Novalis pronunciada por Caro, fue una luz en su corazón.

—Eres maravillosa, Caro, me has alumbrado mi vida —le expresa contenta María, yéndose rápidamente.

María, al llegar a su casa, busca agitadamente a Novalis, se encuentra con otra frase del romanticista alemán: «El amor es mágico. Es el objetivo final de la historia del mundo, el Amén del universo».

—Eso es —dice María—, el amor es mágico, la magia que siempre buscó Teresa Wilms Montt, que nunca pudo encontrar, terminando con su vida. Novalis y Teresa hubiesen sido amantes.

María, preguntándose constantemente por el amor, por lo oculto que tenía dormido:

—Quiero amar, quiero que me amen, quiero desear y satisfacer mis deseos. Gracias, Teresa, Teresa Wilms Montt, mi guía espiritual.

María se despierta como un torrente de sensaciones y emociones que deseaba canalizar en sus sentimientos.

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Teresa Wilms Montt escribió: «Cuando me amaban sin amor, yo di más amor». María entendió el drama de una vida en el que la sed de amar no podía ser saciada libremente, quiero saciarme, expresaba para sí María. María sintió una liberación de sus sentimientos y emociones, desplegando una lírica de sensaciones que se fundían con lo que era ella misma, la misma María tierna y cándida, devota de la Virgen María.

María, en su lectura afanada del enamorado y apasionado Novalis, encuentra una comprensión poética de la Virgen María en los Himnos de la Noche donde recita:

A ti, mil corazones, María, se levantan. En esta vida en sombras

te buscan solo a ti.

La salud de ti, esperan con gozo y esperanza, si tú, Santa María, a tu pecho les llevas. Cuántos se consumieron en amargos tormentos, y, huyendo de este mundo, volvieron hacia ti, ellos son nuestro auxilio en penas y amarguras,

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vamos ahora a ellos, para ser allí eternos.

Para María, devota de la Virgen María, se asombra de la devoción poética de Novalis por María, Madre de Dios, llamándole profundamente la atención frases como «en esta vida en sombras», «te buscan solo a ti», lo que para María las sombras eran su amor, sus deseos ocultos, insaciables, que al igual que Teresa Wilms Montt, pide perdón a Dios, reconoce su pecado mortal, reconociéndose novia de Belzebuth. Esta petición de perdón lírico se funde en su sentimiento devoto por la Virgen María, rezando: «María, Santísima Virgen, Madre de Dios, protégeme en mi noviazgo con Belzebuth. De mis sombras, siempre recurriré a ti». María, sella su pacto con María Virgen, tatuándose en su cuerpo la imagen de la Virgen María pisando la cabeza de la serpiente.

María, en el taller, despliega sus deseos a través del arte; bajo la atención de Louise, se muestra entusiasta de la lectura, orientada igual por su amiga Caro, lo que les da una fuerte conexión afectiva y espiritual. En este proceso, María es atraída por expresiones poéticas, así se siente como propia la figura «Novia de Belzebuth».

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LA NOVIA DE BELZEBUTH

Para María, la razón nunca fue lo importante, detestaba la razón, su sentido siempre fueron los sentimientos, nutridos por la Fe, para cursar el camino oculto de sus deseos. María se tatúa una gran imagen de la Virgen María pisando la cabeza de la serpiente en el lado izquierdo de su cuerpo, desde sus costillas hasta el muslo de su pierna.

El lado izquierdo del cuerpo representa lo afectivo y lo femenino, por lo que no es casualidad que María haya elegido ese costado de su cuerpo.

El tatuaje es un sello de protección eterna, es su licencia para disfrutar del placer, de sus deseos. María desata su pasión en jornadas de arranque, donde Gaby nunca sabía dónde encontrarla, lugares no aptos para señoritas, pero donde satisfacía sus deseos con señoritas no aptas. La novia de Belzebuth disfruta de no aptas, quienes se

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