Todas las noches, desde que era pequeña, escuchaba el mismo cuento, el de La cigarra y la hormiga. ¿Sabéis cuál es?
El cuento era sobre una hormiga que se pasaba el verano entero trabajando, cargando granos de maíz para llevarlos al hormiguero; pero cada día se encontraba con una cigarra que, con su guitarra en la mano, lo único que hacía era meterse con la hormiga: «Hay que ver las hormigas, qué les gusta trabajar, la la ri, la la ra…».
La hormiga le decía siempre que, en vez de meterse con las hormigas, lo que tendría que hacer era trabajar un poco y preparar sus provisiones para el invierno; pero la cigarra no hacía caso.
Así que cuando llegó el frío y la hormiga se vio en su casa calentita y rodeada de comida rica,
la cigarra se vio sola, con frío y sin nada que comer.
Así que la cigarra fue a buscar a la hormiga para que le diera algo de comer, pero la hormiga le dijo que no, que hubiera trabajado. Y la cigarra aprendió la lección mientras se pasaba el invierno tiritando de frío.
