Nacho, la ardilla que se atrevió a volar

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El verano estaba por terminar. Nacho era una ardilla bebé que jugaba feliz en el bosque desde que salía el sol de entre los árboles y empezaba a bañar de amarillo el verde de las montañas, hasta que se ocultaba y pintaba de distintos tonos naranja el cielo y las nubes. Hacía carreras por la pradera con sus hermanos y primos. Siempre ganaba, era la ardilla más veloz de todo el bosque. Cuando iba a tomar agua al arroyito con su amigo el zorro, se lanzaba al agua y, si conseguía a algún salmón nadando corriente arriba, se animaba a intentarlo él también y algunas veces lograba llegar primero que los experimentados peces. Era una ardilla muy ágil y, sin saberlo, conseguía destacar en todo lo que hacía. Pero lo que más le gustaba era volar de árbol en árbol.

Nacho volaba porque lo hacía con Luca y sus papás, una familia de águilas que vivía también en el bosque. Los conocía desde que era muy chiquito y los quería tanto que los consideraba familia.

Un día en clase, la señorita Castor le preguntó:

—Nacho, ¿qué es lo que más te gusta hacer en el bosque cuando no estás en la escuela?

—Volar de árbol en árbol, señorita Castor —respondió sin pensarlo dos veces.

—Querrás decir saltar. Las ardillas no pueden volar, Nachito —respondió la señorita Castor con voz condescendiente.

—Ah, ¡pero es que yo vuelo todas las tardes! Me encaramo en la espalda de los papás de mi primo Luca y ¡zas!, emprendemos el vuelo desde lo más alto del álamo donde vivo.

La familia de Nacho vivía en las ramas 4, 5 y 6 de un álamo al norte del bosque. Su primo Luca y sus papás vivían a tres árboles de distancia. Una tarde, Nacho estaba merendando una nuez cuando la rama donde estaba se movió bruscamente.

—Mis papás y yo vamos a ir a estirar las alas, ¿vienes con nosotros? —le preguntó Luca.

—¡Mamá! —gritó Nacho, al mismo tiempo que lanzaba lo que quedaba de nuez por encima de su hombro—. Voy a volar con Luca y mis tíos, vuelvo para la cena.

Luca brincó hasta la punta de la rama, volteó a ver a Nacho y con voz gruesa dijo:

—¿Una carrera hasta la copa del árbol?

—¡Vale! Tú volando y yo trepando. En sus marcas, listos… ¡Fuera!

Luca llegó primero y se abalanzó sobre sus papás que los esperaban arriba:

—¡Gané por suerte! Nacho siempre me gana, es como si tuviera alas.

—Fueron apenas unos segundos de diferencia —dijo Nacho riendo cuando llegó.

—Una victoria es una victoria, así sea por un segundo —replicó Luca levantando una ceja.

—Bueno, Nacho, ¿volarás conmigo o con tu tía? —le preguntó el papá de Luca.

—¡Contigo! —A Nacho le gustaba más ir con su tío, era más divertido y arriesgado que su tía—. ¿No te importa, tía?

—Mejor para mí —dijo la tía riendo—, vuelo más rápido sin peso... ¡Alcanzadme si podéis! —dijo mientras se lanzaba en picada.

Luca, su papá y Nacho la siguieron. Nacho cerraba los ojos, no por miedo, porque casi nada lo asustaba, sino porque le encantaba sentir el aire tibio del atardecer en su pequeña naricita.

Al abrir los ojos ya estaban los cuatro juntos volando en formación sobre los árboles más altos del bosque. Desde arriba podía ver cómo los zorros perseguían a las liebres que se escabullían de milagro a sus madrigueras; a las pequeñas go-

londrinas marchando en perfecta formación hacia su nido; a unos ciervos reposando y a otros afilando sus cuernos contra la corteza de los árboles.

Cada tanto, su tío apuntaba el pico hacia el suelo para volar en picada, y Nacho sentía algo raro en su barriga.

—¡Yujuuu de nuevo! —gritaba emocionado.

—¡Intenta esto, Luca! —gritó la tía de Nacho mientras hacía tirabuzones hacia abajo.

—Me da miedo, mamá —dijo Luca, pues él no era tan atrevido como su primo. Prefería volar tranquilo.

—Hazlo tú, tío. A mí no me da miedo —le dijo Nacho en secreto a su tío para no hacer sentir mal a Luca.

—¡Sujétate!

El tío no solo hizo tirabuzones hacia abajo, sino también hacia arriba; volaban de un lado y del otro.

—¡Grandioso! —gritaba Nacho, emocionado.

La mamá de Luca se detuvo en uno de los pinos cerca del río y le siguieron los demás.

—Descansemos aquí antes de volver. Tu mamá debe estar esperándote para cenar —dijo mientras intercambiaba una mirada triste con su esposo.

—¿Qué sucede? —preguntó Nacho al darse cuenta de que sus tíos querían decirle algo que no les iba a gustar ni a él ni a Luca.

—Chicos, se acerca el otoño —comenzó la tía con voz suave—. Las águilas no podemos quedarnos en el bosque para el invierno, tenemos que volar al sur.

Nacho y Luca se vieron confundidos, no entendían lo que estaba pasando. El tío continuó:

—Nacho y su familia se quedan aquí, pero nosotros tenemos que irnos por un tiempo, Luca.

—¿Irnos? ¿A dónde? ¿Por qué? —preguntó Luca dando dos pasos hacia atrás—. El bosque es nuestro hogar, aquí está nuestra familia.

—El bosque no es un buen hogar para las águilas en los meses fríos, Luca —explicó con cariño su madre—. Si nos quedamos aquí no podremos conseguir alimento, pasaremos mucho frío y no podremos poner huevos. La migración es parte de nuestra naturaleza, chicos —terminó de decir con voz temblorosa.

—La buena noticia —interrumpió el tío para ayudar a su esposa— es que volveremos para primavera.

Nacho escuchaba con atención, no intervenía. Sentía algo raro en su garganta, unas ganas casi incontrolables de gritar, pero no lo hacía por respeto a sus tíos, los quería demasiado.

—¡No iré! —lloró Luca—. Me quedo con Nacho y su familia. No me voy, ese viaje será aburrido.

—Pero si no iremos solos, nos acompañarán las grullas, las golondrinas y muchas aves más —le dijo la mamá a Luca, y este sonrió un poco.

Esto último sacó a Nacho de su silencio:

—¿Cómo? ¿Se irán todas las aves? —dijo, tratando de aguantar el llanto—. ¿Me quedaré solo en el bosque? ¿Cómo haré para moverme entre los árboles sin las aves?

—Nacho, eres una ardilla —le dijo su tío riendo—, puedes brincar distancias larguísimas, no te haremos falta, créeme.

—¡Pues hubierais pensado eso antes de invitarme a volar en vuestras espaldas! —vociferó mientras caminaba hacia el tronco del pino—. ¡Iros si queréis, no os necesito!

Nacho bajó corriendo por el tronco y dejó a Luca y a sus papás. Luca lloraba arriba mientras veía a su primo alejarse. Sentía mucha pena por él, se quedaría solo en el bosque. ¿Qué comería?, ¿cómo soportaría el frío?

—No te preocupes, Luca —le consoló su papá—. La familia de Nacho lleva todo el verano preparándose para el invierno. Su casa estará calentita y cuando llegue la nieve se acurrucarán todos en un mismo nido para que no les dé frío. ¡Ya lo verás cuando regresemos!

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