Dicen que lo más preciado que tiene una persona son los recuerdos. Los recuerdos se almacenan en nuestro interior y nos convierten en personas felices, y a veces, nos hacen estar un poco tristes. Uno de los animales que almacena más recuerdos es el elefante, pues al parecer tiene una memoria prodigiosa. De hecho, los recuerdos que guarda un elefante son tantos que no podrían caber en un cuerpo humano, por eso son tan grandes y majestuosos.
Una vez, mamá me contó que una elefante acumuló tantos tantos recuerdos que se formó una nube muy muy grande en su memoria. Se llamaba Mälu, y era la madrina de un grupo de elefantas que habitaba en la selva africana. Al principio, la nube la visitaba solo por la mañana temprano o cuando Mälu estaba un poco cansada de buscar pasto. Nadie se daba cuenta de su presencia, ya que era sigilosa, y a pesar de que Mälu alguna vez la había visto de refilón, le daba un poco de vergüenza que alguien supiera que la perseguía.
Al poco tiempo, Mälu fue notando que la nube estaba cada vez más con ella.
Las demás elefantas también lo comenzaron a notar.
—¿Habéis visto esa nube encima de la cabeza de Mälu? —decía una pequeñita elefanta.
Aquella nube era algo peculiar, cambiaba de tamaño y textura sin un patrón estable. Un día, la nube era dulce y delicada como un algodón de azúcar.