Trasto, el perro con superpoderes

Page 1


perro el , con

Leticia Uriarte vega

s Tra t superpoderes

Ilustrado por Alejandro Mesa

CAPÍTULO 1 MARTINA Y SU FAMILIA

Martina era una niña inteligente, responsable, obediente y con un corazón de oro. Tenía el pelo castaño oscuro, los ojos almendrados y necesitaba gafas porque de lejos no veía nada. Tenía diez años y una gran imaginación, siempre estaba inventando historias. Sus hermanos pequeños adoraban sus cuentos sobre Manolito, un niño del tamaño de una papelera que se sentía tan insignificante como ella.

Leer es la mejor forma de viajar desde casa y, por eso, Martina se pasaba el día leyendo o escribiendo cuentos. Sus historias eran su forma de soñar despierta.

Todas las navidades pedía un perro a los Reyes Magos, pero estos debían estar un poco despistados y siempre le regalaban peluches. Al cumplir ocho años escribió en la carta que quería un perro de verdad y se llevó un gran disgusto cuando descubrió que un año más le habían traído un juguete de algodón. Sin embargo, no lloraba ni protestaba. Asumía que vivía en una casa muy pequeña en el centro de Madrid y que no era el lugar más adecuado para tener una mascota. De mayor quería ser veterinaria y nunca se separaba de sus peluches. Martina iba con su husky Dado a todas partes: se lo llevaba de vacaciones a la playa, de excursión al campo, dormía abrazada a él y lo colocaba debajo de su silla durante las comidas familiares.

Martina no era una niña popular en el colegio.

En el recreo la mayoría de sus compañeros intercambiaban cromos, juguetes caros o hablaban de las series de moda que nuestra protagonista no veía en su casa por no ser consideradas para niños. Hubo un año que la profesora decidió celebrar el amigo invisible en clase y propuso que cada alumno cogiera un papel con un nombre de una cesta para un regalo a esa persona por sorpresa. Martina cogió un papel y vio que le ha-

bía tocado comprarle algo a Marta. Estaba muy ilusionada y pensó muchos posibles regalos para ella. Le compró un collar y una pulsera y, como era una niña muy detallista, le hizo un joyero personalizado con cosas que tenía en casa sabiendo que le iba a encantar. A Martina le encantó ver la cara de felicidad de Marta cuando abrió sus regalos y esperó pacientemente que le tocara su turno. La caja donde estaban todas las sorpresas tenía cada vez menos paquetes envueltos. La sonrisa de nuestra protagonista comenzó a apagarse, fue la única que ese día no recibió ningún regalo.

Tampoco solían invitarla a los cumpleaños y, cuando hablaban de los planes para el fin de semana, ella sabía que no contaban con ella. Tenía asma, por lo que solían elegirla siempre la última cuando hacían equipos en gimnasia. Por todos estos motivos, solía estar siempre sola en el recreo. En una ocasión, incluso intentaron pegarle en un rincón en el patio. La acorralaron y empezaron a insultarla. Martina se escapó corriendo de allí y subió a clase donde se sentó a leer. Los libros eran su refugio.

Hay niñas que tienen una amiga imaginaria a la que le cuentan sus secretos, Martina se los

contaba a Dado, su pequeño husky de algodón.

Dado, sus hermanos y los libros, la salvaban. Clara era muy diferente a su hermana mayor.

Era rubia, tenía el pelo muy rizado y los ojos claros como el mar. Era muy guapa, presumida y graciosa. Le encantaba disfrazarse, ponerse los zapatos de su madre y bailar. El menor de la familia se llamaba Juan y tenía seis añitos. Nació prematuro y tuvo muchos problemas respiratorios durante los primeros años de vida. Su profesora de preescolar no logró sacarle ni una palabra durante todo el curso. Sin embargo, con sus hermanas sí que se comunicaba.

Pilar era reportera, pero estaba en el paro, y su marido ganaba muy poco dinero. Juan viajaba y pasaba muchas noches fuera de casa. Fueron unos años complicados e hicieron muchos sacrificios. Los niños llevaban los uniformes y los libros heredados, dormían los tres en el mismo dormitorio que daba a un patio interior con poca iluminación y los cinco compartían un único baño en su casa. Martina estudiaba en el salón y muchas veces leía o se preparaba los exámenes con la televisión puesta. Tenía mucha capacidad de concentración. Los tres crecieron en un ambiente muy pobre y se les enseñó a esforzarse

para intentar cambiar su suerte porque «la necesidad hace maravillas».

Una noche a Juanillo le dio un ataque de asma, el aire no le entraba en los pulmones y no podía respirar. Pilar estaba sola con los niños y los llevó a los tres en pijama rápidamente a urgencias.

El pequeño tenía la cara azulada, se estaba quedando sin oxígeno. Tuvo que estar varios días ingresado para que le dieran medicinas y ponerle aerosoles. Su madre le decía que era una máscara de piloto y así Juanillo se sentía especial cada vez que le ponían el oxígeno que le faltaba. Cuando salió del hospital, su madre tiró todos los peluches de Martina para evitar los ácaros del polvo. Cuando la pequeña se dio cuenta no paró de llorar. Estuvo toda la noche sollozando. Para ella no eran simples juguetes, eran sus amigos, sus confidentes, sus compañeros de juegos.

CAPÍTULO 2

UN NUEVO MIEMBRO EN LA FAMILIA

La vida de Martina dio un vuelco el día de su décimo cumpleaños. Toda la familia se fue en coche a Toledo para celebrarlo. El vehículo avanzaba por las estrechas calles de un pueblo perdido y había tramos por los que apenas cabía.

—¿Adónde vamos? ¿Falta mucho? —preguntó el pequeño Juan.

—Vamos a un sitio muy especial para darle una sorpresa a vuestra hermana —dijo Pilar sonriendo. Hacía tiempo que su madre no sonreía así. Juan, por el contrario, iba refunfuñando. No le gustaba nada conducir y menos los fines de semana. Con-

ducía a diario para ir a trabajar y decía que tenía que hacer muchos kilómetros y aguantar muchos atascos. Juan frenó delante de una finca bordeada por una valla verde oscura. Todos se bajaron del automóvil y Pilar llamó a alguien por teléfono. La puerta se abrió con un chirrido y salió una mujer morena y bajita con una gran sonrisa acompañada de dos perros preciosos de color negro azabache. Los niños corrieron a saludarlos y los perros empezaron a lamerles con cariño moviendo sus rabitos.

—¡Qué bonitos! Me encantan —gritó Martina emocionada.

—Pues acompañadme dentro que os voy a enseñar algo que os va a gustar todavía más.

Los niños siguieron a la anfitriona hasta su casa. Subieron unas escaleras y llegaron a una habitación llena de luz donde había una preciosa labrador retriever tendida en una camita amamantando a cinco cachorros. Había dos machos negros como el carbón, dos hembras color canela y un macho marrón oscuro.

—¡Mamá, queremos uno! —suplicó Juanillo.

—Por favor, seremos superbuenos. ¿Nos podemos quedar con un cachorrito? Sería el mejor regalo de cumpleaños para mí. Un sueño hecho realidad —dijo Martina.

—La verdad es que son todos preciosos —reconoció Pilar—. ¿Con cuál os quedaríais?

—Tenemos que quedarnos con el que nos elija

—dijo Martina con seguridad.

Uno de los cachorros era el más glotón e intrépido. Trepaba por encima de sus hermanas para tomar más leche. Tan solo tenían cinco semanas. Eran pequeños como la palma de la mano y abrían los ojitos con dificultad. Tenían el pelo muy suave, más que los peluches. Al principio no se separaban de su madre, pero después de un rato el cachorro más inquieto se alejó de ella y se acercó tímidamente hacia Martina. El pequeño se colocó en el regazo de Martina y comenzó a lamerla con ternura.

—Creo que nos ha elegido —dijo Martina con lágrimas de emoción en los ojos.

—Sí, claramente te ha tomado como su ama —le dijo la dueña de la camada.

—Nos llevamos a este —le dijeron los padres de la familia ilusionados de ver a sus niños tan felices.

El chiquitín bostezó, se desperezó y se levantó moviendo el rabito hacia la puerta.

¡Vaya! Parece que nos ha entendido —comentó Pilar.

—Los labradores son unos perros muy listos. Son excepcionales: dóciles, inteligentes y cariñosos. Tienen un problema y es que son muy comilones y pueden desarrollar…

—Displasia de cadera —dijo Martina que conocía todas las características de todos los perros.

—Exacto. ¡Qué niña más lista! —exclamó la dueña.

—Siempre me han encantado los animales, especialmente los perros.

Los padres de Martina estaban encantados. Generalmente era una niña muy tímida que apenas hablaba. Sin embargo, allí estaba risueña y comunicativa. Le dio un beso al pequeño labrador y luego a su dueña.

—Voy a cuidarlo muchísimo —prometió la niña.

—No lo dudo —contestó la dueña con ternura.

El cachorro empezó a olisquear el suelo y se acercó hacia un cuenco donde había comida para los gatos. Este alimento era húmedo y olía a pescado, pero estaba muy sabroso. Se lo comió de un bocado y empezó a relamerse con gusto.

—Menudo trasto estás hecho —dijo Pilar riéndose.

¡Trasto! Me gusta mucho el nombre —dijo Martina—. Así le vamos a llamar.

La vida de Martina da un vuelco el día de su décimo cumpleaños. La llegada de Trasto a casa de los González es todo un acontecimiento. Este simpático labrador acompañará y ayudará a su amita a superar sus problemas familiares y escolares. Nunca se separa de ella ni de su pelota de tenis. Es bueno, fiel, cariñoso, protector, obediente, juguetón, comilón, leal…

Gracias a sus superpoderes se comunicará con ella y se convertirá en su mejor amigo. Juntos conocerán nuevos amigos perrunos: Ryo, Ayla, Ace… y a sus dueños.

Además, Supertrasto será un apoyo muy importante para los niños con cáncer evitando que estos pierdan su sonrisa. Este cuento está basado en hechos reales, aunque tiene partes de ficción.

Si no lo leo no lo creo

Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.