Tres obras de teatro: Creación, adaptación y traducción

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FEDRA EN UN ÚNICO ACTO: OBRA DE TEATRO

Escena primera: Fedra en el arroyo junto a su nodriza Fedra, la nodriza, y el coro de mujeres trecenias

—Nodriza: ¡Qué manchas más secas tienen tus sábanas, Fedra! —Coro: ¿Es que las restriegas contra tu pubis en ausencia de Teseo? —Fedra: ¡Por favor! Te pido que las enjuagues una y otra vez sobre la piedra. Esa espuma no estropea tus manos. Tú, además, eres joven y ágil para arrodillarte y doblar una y otra vez tu pecho hacia la ropa que mojas. 3


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—Coro: Lava las ausencias de Teseo, las sacudidas corporales de su cuerpo que arrugan la tela de la almohada, a mordiscos con el deseo. —Nodriza: Me paso toda la mañana lavando tus sábanas y debo preparar tu comida con la carne que caza Hipólito y que te ofrece para que la comas. —Fedra: Temo ser envenenada por los sirvientes de Teseo que no aceptan del todo mi matrimonio con él. —Coro: Eres la hija de Minos y Pasífae que pugnan el poder contra los helenos. —Nodriza: ¿Qué te atormenta? —Fedra: De todos es sabido la rivalidad entre Minos, mi padre, y las ciudades helénicas, siendo Teseo rey de Atenas. Mi matrimonio se ha tramitado como un pacto entre pueblos, sin contar con mis decisiones personales. —Nodriza: ¿Temes ser envenenada por los que no están de acuerdo con tu matrimonio? —Fedra: Sí, sí, vivo en una desconfianza total. Del único que me fío es de Hipólito, que me ofrece directamente su carne cazada en el bosque. —Nodriza: De acuerdo, yo volveré a preparar hoy tu comida, en cuanto acabe de lavar tus sábanas. —Coro: ¡Hipólito no traiciona a su madre! ¡La amazona Antíope!

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Escena segunda: Hipólito en el bosque junto a Artemisa Hipólito, Artemisa y coro de mujeres trecenias

—Hipólito: ¡Hola, Artemisa! Quiero que bendigas la liebre que he cazado hoy para Fedra. —Artemisa: Está ya bendecida ¿Llevas tu caza a Fedra? —Coro: ¡No conoce Hipólito los deseos de Fedra! —Hipólito: Sí, sí, venero su espíritu y semblanza. Es un deseo que no es carnal pues no quiero traicionar a mi padre. —Coro: Ni a la memoria de tu madre ¡Antíope! —Artemisa: Pero estás en tu propia batalla, entre el deseo de tu cuerpo y el de tu alma. —Hipólito: No, no, no quiero traicionar a mi padre, ni que caiga sobre mí la maldición de Afrodita, que quiere vernos sacudidos a ambos por una pasión carnal. —Coro: ¡Afrodita te maldice! No la prefieres a ella, prefieres a Artemisa. —Artemisa: Yo te apoyo para que lleves tu caza al plato de Fedra. —Coro: ¡Que no confunda Fedra la carne cazada con la carne de tu cuerpo! —Hipólito: Fedra es desconfiada, me confiesa que vive atormentada, que el matrimonio con mi padre está 5


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forzado por acuerdos colectivos entre pueblos; pero ella vive doblegada ante su amor por mí. Yo no puedo responder sus deseos más íntimos. —Coro: La maldición de Afrodita es tan grande, que la diosa Ates, en su fatalidad, gobernará el destino de Fedra.

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Escena tercera: en la sala de la casa Hipólito, Fedra, coro de mujeres trecenias

Entra Hipólito en la sala con una liebre cazada al hombro. Fedra también está allí y desenmaraña algunos rizos de sus pelos. (Silencio) —Fedra: Hola, Hipólito ¿cómo estás? ¿De dónde vienes? —Hipólito: Vengo de cazar en el bosque. Otra vez te traigo la carne para que puedas comerla. —Coro: Hipólito ha pactado con la diosa de la caza ¡Artemisa! —Fedra: Sí, sí, te lo agradezco, yo misma la prepararé hoy con mi nodriza. (Silencio) Hipólito descuelga de su hombro la liebre. Tiene el hombro manchado de sangre. Fedra alterada dirige sus manos hacia sus hombros para limpiarlo. —Hipólito: ¿Qué haces, Fedra, te vas a llenar de sangre? –Fedra: Déjame acercarme a tu piel, que mis manos sacudan tus hombros. Por las noches, en mi cama imagino que los abrazo y mi cuerpo se sacude hasta consumar mi propio placer. Si quieres vamos ahora hasta mi lecho para que me poseas. 7


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—Hipólito: ¿De qué hablas? Yo te venero, pero no puedo poseer a la esposa de mi padre. ¡No seas inmoral, Fedra! Entonces Fedra agita sus pasos repentinos hacia Hipólito y lo abraza con fuerza contra su voluntad. Sus labios apenas llegan al tacto de los de Hipólito, porque este la sacude lejos de su proximidad, la empuja. —Hipólito: Déjame libre, Fedra, iré de nuevo al bosque. Veré aparearse a los animales con más criterio que hacen los demonios y fieras humanas. Fedra grita y grita. Se escupe saliva sobre sus manos y las frota violentamente como queriendo eludir a quien antes había querido limpiar y acariciar. Llora desconsolada y se va de la sala. Hipólito deja su liebre sobre la mesa y sale agitado en dirección al bosque. —Coro: Fedra, ¡no te gobierna Artemisa, sino Ate!

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Escena cuarta: en el jardín de la casa Fedra, Teseo y coro de mujeres trecenias

—Fedra: ¿Has regresado ya de tu batalla bélica? —Teseo: Sí, por fin en mi hogar, tras cuatro meses de ausencia. —Coro: La traición gobierna tu destino ¿Qué provocación carnal pretendes silenciar? ¿Qué pudor pretendes rescatar? Fedra rompe a llorar y Teseo se dirige a ella abrazándola. (Silencio) —Coro: Deja de abrazarla y sacude sus hombros. —Teseo: ¿Por qué sollozas? —Fedra: Unas vivencias con tu hijo me atormentan. —Coro: ¡Al honor recuperado! ¡Al honor recuperado! ¿Por dónde camina, Fedra, tu reputación? —Teseo: ¿Qué te ha sucedido con mi hijo? Le dejé a él encomendado el gobierno de mi casa mientras yo estuviese fuera. —Coro: ¡Traición! ¡Traición! —Fedra: Ayer me volvió a entregar su carne cazada en el bosque. Me dijo que la carne de sus animales es la misma carne de mi cuerpo destinada a saciar sus deseos tan ardientes. 9


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—Coro: Le ha dicho a Teseo que intentó reclinarla mientras sacaba agua del pozo, y a la par que, arrodillado sobre ella, intentó poseerla. —Teseo: ¡Cómo! ¡Tu hijastro traicionando el legado de mi memoria! —Coro: ¡No es así! ¡Que es traición! —Teseo: Yo le maldigo con los designios de Poseidón. —Coro: ¡Un monstruo, Hipólito, será dueño de tu destino! ¡Un monstruo, Hipólito, será dueño de tu destino!

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Escena quinta: en el olivar Hipólito, Coro de mujeres trecenias

—Hipólito: ¿Qué ha sucedido? No he traicionado la causa de mi padre. ¡Es inmoral que yo posea a Fedra! Es mi madrastra y no he querido pronunciar el dicho que admite: «madrastra con nombre basta». —Coro: ¿Qué pasión consume a Fedra? ¿Qué diosa la gobierna? —Hipólito: ¡Está poseída! ¡Se ha vuelto loca! —Coro: ¡Que no, que no! ¡Que es el discurso del libre albedrío ante su elección! ¡Las mujeres deben ser libres ante sus designios! —Hipólito: ¿Qué va a suceder con la maldición de mi padre ante Poseidón? Debo huir al bosque, desatar mi ira contra los ciervos y liebres. —Coro: ¡Eso sí! ¡Eso sí!, que se pudra esta carne en los montes, que sean piezas de carroña. —Hipólito: Yo también la he deseado, pero no quiero usurpar el lecho de mi padre, sobre el que cae rendida ante las hazañas que yo tengo que tomar como ejemplo. —Coro: ¡No agites tu carro de ira! ¡No sacudas tu carro de cólera! Vas a chocar contra un olivo ¿Qué diosa te gobierna ahora? ¿Es Ate como a Fedra? 11


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—Hipólito: ¡Corred caballos entre las lindes! Mi carro surca vuestras caminos perversos. —Coro: Y se le escaparon las riendas. El choque fue mortal. Las mujeres ya no claman libertad en sus destinos. ¡Están presas de las normas sociales!

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Escena sexta: en el dormitorio de Fedra Fedra, Coro de mujeres trecenias

—Fedra: ¡Ay de mí, qué desgracia me avasalla! —Coro: Todo fue por borrar tu infortunio. —Fedra: No hay culpa que me deje tranquila, ni consigo vivir en paz. —Coro: Todo ha sido por eximir tu remordimiento. —Fedra: He querido lavar mi honra culpando a Hipólito. Teseo invocó a Poseidón y la fuerza de sus monstruos han desbocado el carro de Hipólito. —Coro: ¡Qué cruel choque con el tronco de un olivo! —Fedra: Y no murió de repente, su agonía fue lenta invocando al séquito de criados de Teseo. —Coro: Pero le llegó su último aliento y expiró. —Afrodita: Maldita sea tu casta. Hipólito prefirió a Artemisa y a mí me rechazó, y se han consumado mis maldiciones y todas las desgracias de Ate. —Coro: ¡Mas Fedra no quiere seguir viviendo! —Fedra: He de tomar esta pócima de cicuta. —Coro: Y el veneno corroerá tus entrañas. —Fedra: Vuelvo a decir que he de tomar la cicuta. —Coro: Y el veneno quemará tu boca. —Fedra: Ya lo tomé. —Coro: Ya se avecina tu muerte. 13


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—Fedra: Es mi condenaaaaaaaaaaaa… —Coro: Ya yace perpetua. Ya las mujeres se han quedado sin libre albedrío, sin pasión. FIN

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