La pandilla salva la selva

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La

Pandilla salva la

SELVA

Juan Torres Lรณpez Con la colaboraciรณn de

Ilustraciones de

Micaela Wainstein

Lina Torres Gรกlvez



Spot, El Pequeño Guepardo

Spot era un guepardo de dos meses, y

con esa edad ya corría y saltaba sin parar. No se podía estar quieto, y solo tenía permiso para alejarse unos pocos metros de su casa, rodeando la zona donde sus padres cuidaban de él y de sus demás cachorros. Y eso era lo que hacía constantemente, porque Spot decía que 3


quería empezar cuanto antes a recorrer toda la selva para descubrir sus rincones. —Mamá, papá, cuando yo sea mayor quiero ser un guepardo investigador, para viajar mucho y conocer todo lo que pasa en la selva y a todos los animales que viven con nosotros. —Eso está muy bien, Spot —le dijo su madre—. Pero, de momento, no te puedes alejar de nuestra guarida. Te perderías con toda seguridad, y luego sería imposible encontrarte. Suponiendo que vivieras para contarlo. —Mamá, no será para tanto —le contestaba siempre Spot. —¡Ni hablar de eso! Te lo tengo dicho. Ni se te ocurra alejarte. En la selva somos todos hermanos, pero unos hemos de vivir a costa de los otros, y a veces nos ocasionamos muchos pro4


blemas. Ya los conocerás cuando te vayas haciendo mayor... ¡Pero ahora no te alejes nunca! Y avísanos siempre que salgas a pasear. Aunque a duras penas, Spot obedeció siempre a sus padres. Pero un día que tuvieron que salir más tiempo del habitual, lo dejaron solo junto a sus primos y hermanos, casi todos más pequeños que él. Entonces fue cuando le vino a la cabeza la idea de escaparse a explorar, y no lo pudo evitar... Al poco rato de irse sus padres, Spot salió de su casa y comenzó a andar por el camino que tantas veces había soñado recorrer.

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Salti El Chimpancé, Su Compañero

Spot estaba fascinado con todo lo que

veía. Nuevas plantas, hojas de colores distintos, mariposas que nunca podía imaginar que tuviesen tantos lunares y que fueran de tamaños tan diferentes, bichos pequeños, medianos, incluso algún conejo salvaje que huyó de él como si hubiera visto al mismísimo diablo. 7


Pasó tanto tiempo mirando a un lado y otro que llegó un momento en que ya no sabía ni cuánto había andado ni a dónde había llegado. Solo cuando sintió los primeros pellizcos de hambre y sed en el estómago, comenzó a pensar que probablemente se había alejado demasiado, pero no le dio importancia y siguió caminando. Hasta que, de pronto, se vio enfrente de un riachuelo. No era muy grande y no parecía que fuese muy profundo, pero el agua corría tan fuerte que estuvo a punto de caerse y salir rodando río abajo cuando intentó cruzarlo por su propio pie. Apurado, Spot miró hacia atrás para volver, pero entonces no reconoció el camino por el que había venido, y no supo a dónde ir para llegar de nuevo 8


a su casa. Empezó a sentirse solo y de pronto tuvo miedo: estaba perdido y no sabía qué hacer. Se le habían saltado ya las lágrimas cuando a su lado apareció de un salto un chimpancé. —¿Qué te pasa?, ¿por qué lloras? —Me he perdido. Quería volver a mi casa y no sé por dónde es. Creo que tengo que pasar el río, pero cuando he ido a cruzarlo casi me lleva la corriente. —¡Natural! —le dijo el chimpancé. Los ríos que bajan de las montañas de la selva tienen mucha fuerza. Pero yo puedo cruzarte si quieres. Me llamo Salti. —Yo, Spot. Pero dime, ¿cómo vas a cruzarlo si eres casi tan pequeño como yo? —¿Qué? ¿Cómo que pequeño? ¡Oye! Que yo tengo ya dos años y he 9


saltado ríos mucho más grandes y desde sitios más altos. —Perdón, es que no sabía... —Vale, vale. No pasa nada. Lo saltaremos agarrados a una liana. —¿Agarrados a una diana? ¿Dónde hay aquí una diana y cómo vamos a usarla para cruzar el río? —Ja, ja, ja... ¡No, una diana no! ¡¡¡Una liana!!! ¿No sabes lo que es? Ya veo que no. Es una de esas cuerdas que caen de los árboles. Los de mi especie las usamos para ir de un sitio a otro por los aires rápidamente. ¿No has oído hablar de Tarzán? Mi abuelo Manolo, que volaba estupendamente, fue el que le enseñó a usarlas. —¿Y no es peligroso? A mí me parece que es imposible colgarse de esas cuerdas sin pegarse un buen tortazo. —¡Qué sabrás tú!... Venga, sube. 10


—¿Que me suba dónde? —A mi espalda. ¿Qué quieres, viajar por la selva en taxi? Spot estaba maravillado y comenzaba a descubrir lo que era de verdad la vida salvaje, y no solo el trozo de tierra limpio, ordenado y bien vigilado donde sus padres cuidaban de él. —Vamos, súbete a cuestas. Tú agárrate lo más fuerte que puedas, que yo haré todo lo demás. —¡Ay, madre! —dijo Spot cerrando los ojos, y se apretó lo más fuertemente que pudo a Salti. De pronto, sintió que el aire abrazaba todo su cuerpo y que el pelo que lo cubría se arremolinaba. —¡Estoy volando, estoy volando! —gritó el pequeño guepardo soltando su pata delantera derecha. 11


—Oye, peque, calla y agárrate que esto no es un columpio —le dijo Salti dando el último salto antes de caer sanos y salvos en la otra ribera del río. —Muchas gracias, amigo —dijo Spot, emocionado, cuando se vio en el suelo—. Todavía no tengo seguridad de volver a ver a mis padres, pero sin tu ayuda es seguro que ya no los vería nunca más. ¡Me has salvado! —¡Para eso estamos! Pero ahora no te preocupes. Te acompañaré un rato hasta que te orientes, porque no te veo yo a ti muy preparado para andar solo por la selva. Los dos tomaron el camino que Salti creyó que era el mejor de los tres o cuatro que salían del río, y estuvieron andando un buen trecho sin descansar. El chimpancé no paraba de ha12


blar y de contarle cosas a Spot, y este solo pensaba en que no podrĂ­a olvidar nada de lo que estaba oyendo.

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Un pequeño guepardo se escapa de su casa para descubrir los secretos de la selva. A medida que avanza se va encontrando sorpresas y peligros, aunque también nuevos amigos con quienes llega a formar una curiosa pandilla de animales salvajes. Cuando las cosas se ponen feas y la vida de todos ellos corre un grave peligro, solo podrán salvarse con la ayuda de todos los habitantes de la selva y con la de otra pandilla, formada por un grupo de niñas y niños que se encuentran en un campamento cercano.Actuando en equipo las dos pandillas, la que formó el guepardo y la de los niños y niñas, consiguen salvar la selva.

Valores Implícitos La amistad, la ayuda mutua y la generosidad son los valores que permiten superar los peligros a los que se enfrentan los protagonistas del cuento. Y el ingenio y la inteligencia será lo que les permita resolver un conflicto y defender la vida por medios pacíficos, sin necesidad de recurrir a la violencia.

ISBN 978-84-18499-64-7

9 788418

499647


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