Vacaciones en Monteverde

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Llega el mes de julio y empiezan las vacaciones de verano. Martina, Bruno, Daniela, Marcos, Inés y Álex, junto con otros niños, se van una semana al campamento «Monteverde». Sus padres quieren que estén en contacto con la naturaleza, que aprendan y vivan nuevas experiencias.

Monteverde está ubicado en la sierra de Huelva, en una zona donde se encuentran todas las condiciones idóneas para tener este maravilloso campamento. A pocos kilómetros hay un pueblo muy bonito, con mucha vegetación, árboles y flores de

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distintas variedades lo rodean. El campamento tiene una casa central donde se encuentra la cocina y una enorme sala multiusos en la que, entre otras cosas, desayunan comen y cenan. Al lado de la casa están las cabañas donde duermen los que van a disfrutar de este estupendo campamento. Un bonito jardín con instalaciones deportivas y una gran piscina con diferentes toboganes hace que sea un lugar muy atractivo para los niños.

Monteverde tiene su propia huerta, todo lo que puede crecer allí lo siembran. Pero si hay algo que destacar, es su original biblioteca, situada junto a la sala multiusos. Está repleta de libros, a través de los cuales se viven experiencias inolvidables como la que os voy a relatar en este libro.

Elsa es la encargada del campamento. Es psicóloga, aunque sabe un poco de todo. Es una chica simpática y con una sonrisa muy bonita. Le encanta enseñar a través del juego a los niños que vienen a Monteverde. Sabe escuchar, educar y corregir los malos comportamientos pacíficamente, con buenas palabras y dialogando, de esta forma consigue muy

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buenos resultados. Tiene buena complicidad con los niños, es algo natural en ella.

Elsa está muy implicada en la conservación de la naturaleza, y el año pasado inauguró en Monteverde un invernadero donde cultivan árboles y plantas que luego donan para repoblar los montes cercanos.

En este momento, Elsa está en el despacho esperando la llegada del grupo de niños, cuando escucha: «Pi, pi, piiii…», eso significa que el autobús con los niños ha llegado.

—¡Qué alegría! ¡Ya están aquí! —dice Elsa al personal que trabaja con ella, y todos salen a recibirlos.

Los niños bajan deprisa del autobús, con ganas de jugar y recorrer todo el campamento. Elsa les saluda:

—¡Hola a todos! ¡Bienvenidos a Monteverde! Soy Elsa, la encargada general para que todos vosotros lo paséis muy bien aquí. Cualquier cosa que necesitéis podéis decírmelo. Estoy segura de que juntos vamos a pasar una semana inolvidable y que vais a aprender muchas cosas. Ahora coged vuestras bolsas e id pasando de uno en uno por esta mesa; os daremos una tarjeta con vuestro nombre

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y el número de cabaña que os corresponde. Os la tenéis que poner en la camiseta para poder identificaros hasta que os conozcamos.

Martina y sus amigos salen corriendo hacia las mesas. En un momento les dan a todos sus identificaciones y van a instalarse. Elsa los acompaña y va explicándoles que cada cabaña tiene cuatro literas, en total ocho camas. Cada niño puede elegir la cama que quiera, y en caso de querer dos niños la misma, se les da a elegir si la sortean o si se turnan para dormir unos días en una y los otros en la otra. Elsa pretende que todos estén lo más a gusto posible. En el baño tienen cada uno un vaso personalizado con su nombre para beber agua y utilizarlo también para enjuagarse la boca después de lavarse los dientes, pues haciendo esto no se deja el grifo abierto y se ahorra agua, que nos hace mucha falta para mantener la vida en nuestro planeta.

Martina va a dormir en una cabaña con sus amigas Daniela e Inés y con otras niñas que aún no conoce. Sus amigos, Bruno, Marcos y Álex dormirán en otra cabaña con otros niños.

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En el campamento no les permiten tener teléfono móvil; el niño que lo lleva tiene que dejarlo en un armario del despacho hasta el día que se va. Elsa les explica que de esa manera se relacionan más unos con otros, como antes de tener este invento, que aunque es muy útil en muchos momentos, se ha convertido en una distracción adictiva y disminuye considerablemente la comunicación verbal entre la gente cada vez más joven. Muchos niños reconocen que cuando sus padres les dijeron las normas del campamento, protestaron y no querían ir por no disponer del teléfono móvil todo el tiempo, pero sus padres opinaron que sería bueno para ellos, así es que ahí están, dispuestos a pasar la semana lo mejor que puedan. Cuando todos los niños están instalados, Elsa los lleva a visitar Monteverde, donde van a vivir muchas experiencias, una de ellas será aprender el valor que tiene el dinero y a administrarse. Los lleva a conocer la cabaña tienda y les explica que todos van a recibir una cantidad igual de dinero del campamento, fichas blancas, rojas y amarillas, cada una tiene un valor y pueden comprar durante la semana cosas extras en esta cabaña.

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Eso de tener su propio dinero para gastárselo en lo que quieran, les sacó a los amigos una gran sonrisa.

Elsa les señala de lejos el huerto y el invernadero, que al día siguiente visitarán detenidamente. Los dirige a la biblioteca y, cuando entran en ella, se quedan impresionados. Tiene una altura de dos pisos, las estanterías están llenas de libros variados, hay muchos que se pueden leer en menos de una semana, que es el tiempo que normalmente permanecen en Monteverde. La biblioteca es muy luminosa. Todo un lateral es de cristal, a través del cual se ven los árboles del jardín.

A Martina es a la que más le impresiona la biblioteca, pues le gusta mucho leer. Se queda mirando ensimismada las estanterías y, de repente, ve que uno de los libros de la parte de arriba emite un pequeño destello de luz blanca.

—Chicos, vamos a ir pasando al comedor, es la hora de comer —dice Elsa.

Martina sigue mirando el destello del libro, se dirige a Elsa y le pregunta:

—Perdona, Elsa, hay un libro que me ha llamado mucho la atención porque se ilumina un punto que parece una estrella ¿Puedo leerlo después de comer?

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Elsa sonríe y piensa: «El libro la ha elegido».

Mira la tarjeta de identificación que lleva en el suéter y le dice:

—Martina, esta noche después de cenar vienes a la biblioteca y te dejaré el libro.

—¡Muchas gracias, Elsa!

En el comedor cada cabaña tiene su mesa asignada, los niños solo tienen que buscar su número de cabaña y sentarse.

Hablan de lo chulo que está el campamento y de las ganas que tienen de ir a la piscina.

Martina comenta lo del libro, pero no le hacen mucho caso, en ese momento no es lo que más les interesa del campamento. Cuando terminan de comer, Elsa les dice que vayan a sus cabañas a deshacer las maletas, que se pongan el bañador y que esperen a que les llamen por megafonía para ir a la piscina. Les enseña el punto de encuentro que está en el centro del jardín; ahí es donde tienen que acudir cuando les llamen.

Se les da un tiempo razonable para que se organicen sus cosas, y en cuanto oyen por megafonía

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que acudan al punto de encuentro, salen todos corriendo de sus cabañas.

Las monitoras les dan las normas para utilizar las instalaciones deportivas y, sobre todo, en la piscina:

—Primero: daos una ducha rápida y siempre cerrad bien el grifo.

—Segundo: respetad el turno en los toboganes.

—Tercero: esperad a que el que se ha tirado antes haya salido de debajo del agua.

—Cuarto: compartid todos los juegos.

En un momento la piscina se llena de niños, de risas y de gritos, y pasan su primera tarde de campamento con juegos de agua y tirándose por el tobogán.

Después de cenar, unos van a la biblioteca y otros se quedan en la sala multiusos. Martina busca a Elsa y, en cuanto la ve, corre junto a ella.

—¡Elsa, ya estoy aquí! ¿Puedo leer el libro ahora?

—Sí, ¡vamos! —le dice Elsa con una gran sonrisa viendo la ilusión que le hace a Martina tener ese libro en sus manos.

Elsa se sube a la escalera que hay en la biblioteca para alcanzar el libro; cuando lo tiene se lo da a

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Martina que, dándole las gracias, se lo lleva a una mesa para leerlo. El libro no es grande, mide unos veinte centímetros, es antiguo, de cuero, tiene en el lomo una estrella repujada y en la cubierta un título: PUEDES SER FELIZ.

Martina vuelve a mirar la estrella, y se pregunta por qué ha visto que brillaba si es solo de cuero. Como no le encuentra explicación, deja el libro bien puesto sobre la mesa y lo abre.

En la primera hoja y en letras grandes, lee:

PUEDES SER FELIZ Y ENSEÑAR A OTROS A QUE LO SEAN.

Emocionada, pasa la hoja y sigue leyendo lo que está escrito en el libro:

«Lee despacio este libro, no es un libro como los demás y no lo has encontrado por casualidad».
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