Antonio tenía muchísimo miedo de la oscuridad. Bueno, de la oscuridad, no. Sino de los monstruos horripilantes que lo visitaban en su dormitorio cuando llegaba la noche. El niño temía el momento en que el sol se escondía hasta el día siguiente, porque sabía que sus papás lo mandarían a la cama para irse a dormir.
Antonio solía leer un cuento, uno diferente cada noche. Pero en cuanto el cuento acababa, el niño se ponía a temblar de miedo. Pues tocaba apagar la luz. —Buenas noches, cielo —le decía su mamá al cerrar la puerta. La casa entonces quedaba en silencio, su dormitorio, a oscuras...
Y LOS MONSTRUOS
EMPEZABAN
A SALIR…