MI NOMBRE ES
JUANA
Hola, mi nombre es Juana. Juana Trastámara,
Reina de Castilla, Aragón, Valencia, Mallorca, Sicilia, y Cerdeña, Señora de Vizcaya, Condesa de Barcelona, Duquesa titular consorte de Borgoña y Archiduquesa de Austria.
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Pensaréis, seguro que tiene un apodo, imposible que cada vez que alguien quiera llamarle tenga que decir todo eso, nadie puede acordarse de un nombre tan largo (ni siquiera yo me acuerdo a veces) y es que tengo tantos títulos ¡que no me caben ni en el carné de identidad! Pues sí, tengo un apodo. Pero no es Juanita, ni su Alteza Real, ni señora, ni la más molona, ni nada parecido. Tantos títulos y sin embargo todo el mundo me conoce como «La Loca», Juana la Loca. ¿Que por qué me llaman así? Juana por mis abuelos, Juan y Juan. ¿La Loca? Pues la verdad, no tengo ni idea. A veces oigo cosas: que si cuando era pequeña prefería jugar a ir a misa, que si no me apetecía ir a la guerra contra los pobres comuneros (unos señores que vivían en mis tierras y a los que mi hijo les estaba quitando el dinero para gastárselo en vete tú a saber qué), que si tenía demasiado poder y se me había subido a la cabeza… En fin, que les molestaba y quisieron quitarme mis derechos. Así que me encerraron en Tordesi-
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llas, durante casi cincuenta años con la excusa de que se me había ido la cabeza. El pueblo era muy bonito, pero no tanto como para no salir nunca más de allí. Alguna cosa rara hice, eso sí lo voy a reconocer. Por ejemplo, fui a una fiesta embarazada de casi nueve meses y tuve al bebé sin querer en el baño. Pero ¿qué hay de malo en que una chica quiera divertirse? Me diréis que igual no era el momento adecuado e igual tenéis razón. ¡Pero yo me encontraba bien! Al margen de que hiciera cosas raras o no, yo he venido hoy aquí para reparar mi reputación, porque ya me he cansado de seguir siendo «la Loca». Que no es justo que yo sea la chiflada de la familia, más teniendo en cuenta de la familia de la que provengo. Hay unas historias de cada miembro… ¡si os las contara, alucinaríais! Oye, ¿y por qué no os las iba a contar? Así veréis que el título de «Loca» es totalmente injusto e injustificado. ¡Sí! Lo he decidido. Prepararos para unas historias de lo más extrañas. Aunque bueno, antes de empezar igual os debería presentar a mi familia.
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Empiezo con mis padres, Isabel y Fernando. O como todo el mundo los conoce: los Reyes Católicos (un apodo mucho más chulo que el mío). Fueron los primeros Reyes de España, pues con su boda unieron el Reino de Castilla (que era de mi madre) y el Reino de Aragón (que era de mi padre). Luego están mis hermanos: Isabel (Reina consorte de Portugal, Princesa de Asturias e Infanta de Aragón, Castilla y Sicilia) Juan (Príncipe de Asturias y Gerona, Duque de Montblanch, Conde de Cervera y Señor de Balaguer), María (también Reina consorte de Portugal e Infanta de Aragón y Castilla) y Catalina (Infanta de Castilla y Aragón, Princesa de Gales y Reina consorte de Inglaterra). Unos pesados con muchos títulos, pero… ya os hablaré de ellos. En mi familia paterna hay mucha gente, como me pusiera a hablar de todos, se nos haría el día siguiente. Pero os hablaré de mi tío Carlos y mi abuelo Juan. Unas personas estupendas y muy cariñosas, ya lo veréis. Con mi familia materna pasa un poco lo mismo. En este caso os hablaré de mi tío Alfonso y mi tío Enrique, que también tienen lo suyo.
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Y por último, os hablaré de mi marido Felipe Habsburgo, o como lo llaman por aquí Felipe el Hermoso (ya me podrían haber puesto a mi «la Hermosa»…). Un chico nacido en Bélgica, que como era Duque de Borgoña, mis padres decidieron que se tenía que casar conmigo. Ya ves tú. ¡Menuda pieza! Ahora que ya os los he presentado preparaos para reíros, porque ¡menuda familia de locos!
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MI PADRE COME MOSCAS
Empecemos por mi padre, Fernando, un señor de
lo más guapo. Y si no me creéis mirar fotos suyas en internet, que os va a encantar (bueno, cuando me refiero a fotos, quiero decir a pinturas y cua-
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dros, que ya sabéis que en mi época lo de la fotografía aún no estaba inventado. También os digo que mejor, porque para lo que hay que ver por aquí…) Total, que mi padre era príncipe de Aragón, hijo del Rey Juan II (el de Aragón, que hay que diferenciar con mi otro abuelo, ya os hablaré luego de él), pero aunque no era su primer hijo, cuando se murió mi abuelo se quedó con todo su reino. Mi padre era un tío muy fardón. Siempre andaba con los jovencitos de Aragón de fiesta en fiesta y bailando alguna que otra Gallarda. Pero poco a poco el hombre se fue haciendo mayor (como es normal) y como ya no podía hacer tantas cosas como antes, se desanimó muchísimo. Total, que pasaron los años y al pobre hombre no había manera de levantarle el ánimo. Encima como se había muerto mi madre, pues se había puesto más triste aún. Se mudó a Italia, y nada. Se casó con una señora muy maja, y nada. Y como estaba tan soso, pues los demás tampoco querían irse de marcha con él. Pero un día, llegó un brujo a Nápoles (donde vivía en ese momento mi padre porque también
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era el Rey allí). Brujos no teníamos muchos; brujas, bastantes, pero el nuevo género era novedad, así que mi padre lo invitó a palacio a ver si le contaba algo que le pudiera hacer gracia. El hombre enseguida se dio cuenta de que mi padre estaba deprimido e intentó animarle. —Majestad, tengo un producto que igual le interesa —dijo muy enigmáticamente. —¿Interesarme para qué? —respondió mi padre. —Para levantarle el ánimo, señor. Mi padre se incomodó, no le gustaba que nadie hablara de lo triste que estaba. —Bueno, en qué consiste ese producto —dijo finalmente. —Se trata de lo que llamamos mosca española, señor —contestó. —Ja, ja, ja… —se rio mi padre—. ¿Mosca española? ¿Qué se supone que es eso? Entonces el brujo sacó una cosa verde de su bolsa de viaje. —¿Eso es una mosca? —se extrañó mi padre—. Hasta donde yo recuerdo, siempre habían sido negras.
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