Arqueología Aplicada al Estudio de los Edificios Históricos. Ultimas Tendencias Metológicas

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Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos Últimas tendencias metodológicas

Ministerio de Cultura



Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

Últimas tendencias metodológicas


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Dirección y Coordinación de las Jornadas Esther de Vega Concepción Martín Morales

Dirección y Coordinación Editorial María Domingo Fominaya Antonio J. Sánchez Luengo

MINISTERIO DE CULTURA Edita: © SECRETARÍA GENERAL TÉCNICA Subdirección General de Publicaciones, Información y Documentación NIPO: 551-10-116-X


MINISTERIO DE CULTURA テ]geles Gonzテ。lez-Sinde Ministra de Cultura Mercedes E. del Palacio Tascテウn Subsecretaria de Cultura テ]geles Albert Directora General de Bellas Artes y Bienes Culturales



Presentación

Durante los días 14, 15 y 16 de octubre de 2009 se celebró en la sede del Instituto del Patrimonio Cultural de España una reunión de renombrados especialistas en el campo de la arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos. La organización de jornadas destinadas a especialistas se enmarca dentro de las funciones principales del IPCE, una de las cuales es establecer criterios y pautas de actuación que puedan orientar la labor de profesionales dedicados a la conservación y restauración de edificios históricos. En concreto, esta iniciativa surgió desde el Área de Intervenciones en Bienes Culturales en respuesta a la demanda de información sobre esta materia ya que, en los últimos años, los estudios y análisis de edificios históricos realizados con metodología arqueológica han cobrado un valor importantísimo dentro de los equipos de redacción de proyectos de restauración, pues aportan valiosísima información para el conocimiento y comprensión del objeto arquitectónico que se pretende conservar, y se han convertido en factor indispensable en la toma de decisiones de proyecto, por ser sus conclusiones determinantes e irrefutables. Las jornadas se concibieron con un triple objetivo; por un lado, ofrecer un foro a expertos españoles e italianos donde pudieran exponer sus últimos trabajos, debatir sus métodos y plantear propuestas para el futuro; por otro lado, hacer extensivo el conocimiento de las técnicas de análisis arqueológico a los profesionales que se enfrentan a la ardua pero a la

vez estimulante tarea de desentrañar la evolución y etapas constructivas de los edificios históricos; y por último, dotarles de una herramienta práctica y operativa que facilite su trabajo y les permita extraer el máximo de información contenida en la materialidad emergente del edificio. La convocatoria de este Encuentro tuvo gran aceptación entre los profesionales de la arquitectura, la arqueología y la restauración, lo que demuestra que esta disciplina suscita gran interés para el futuro de la conservación de nuestro patrimonio. Durante las sesiones se dispuso de tiempo para la participación del público, desde donde también se hicieron interesantes aportaciones. Vaya desde aquí nuestro agradecimiento a los asistentes. Estas actas recogen los textos e imágenes que los expertos expusieron durante las dos primeras sesiones. Agradecemos a cada uno de ellos su participación en estas jornadas. Sin su esfuerzo y dedicación, el éxito de este Encuentro y la publicación de estas actas no hubiera sido posible. Sin embargo, aún queda camino por recorrer, pues está pendiente la publicación de un documento que recoja las conclusiones debatidas en este Encuentro y establezca unos criterios metodológicos consensuados que sirvan de herramienta operativa a los profesionales de la disciplina. Esperamos verlo pronto en nuestras manos. Esther de Vega García Codirectora y Coordinadora del Encuentro

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Índice

ÍNDICE

Pág. Archeology. Archeologia. Arqueología. Hacia el análisis de la Arquitectura........................................................11 M.ª de los Ángeles Utrero Agudo

La conservación del tiempo en la restauración: el proyecto estratégico...............................................................25 Pablo Latorre González-Moro

El análisis estratigráfico en la restauración del patrimonio construido................................................................51 Agustín Azcárate Garai-Olaun

La construcción de un método de intervención en el patrimonio arqueológico edificado.............................65 Alberto López Mullor

Experiencia metodológica en Arqueología de la Arquitectura de un grupo de investigación. Instituto de Historia. CSIC. Madrid..................................................................................................................................103 Luis Caballero Zoreda

Procedure di documentazione e percorsi interpretativi dell’edilizia storica.....................................................121 Gian Pietro Brogiolo

I segni della stratificazione nell’architettura costruita. Identificazione e conservazione nel restauro..............................................................................................................129 Francesco Doglioni

El análisis estratigráfico: una herramienta de conocimiento y conservación de la arquitectura................145 Camilla Mileto y Fernando Vegas


Índice

Pág. La investigación arqueológica en dificios históricos. Metodología y experiencias. El Alcázar de Sevilla.................................................................................................................................................................159 Miguel Ángel Tabales Rodríguez

Herramientas metodológicas aplicadas al estudio de un paisaje urbano fortificado: el caso de la villa de Verín (Monterrei, Ourense)............................................................................................................179 Rebeca Blanco-Roteta

Hacia una metodología de análisis de la arquitectura Romana en Augusta Emerita.........................................199 Pedro Mateos Cruz - Antonio Pizzo

Il Castello di Madrignano (La Spezia): analisi archeologica degli elevati in vista del progetto di recupero e conservazione..........................................................................................................217 Anna Boato

Diez años de Arqueología de la Arquitectura desde la empresa privada. Reflexiones y un ejemplo práctico.......................................................................................................................................237 Miguel Ángel Muñoz García

La Arqueología de la Arquitectura en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid...........................................................................................................................253 Fernando Vela Cossío



Archaeology. Archeologia. Arqueología. Hacia el Análisis de la Arquitectura M.ª de los Ángeles Utrero Agudo Instituto de Historia, CCHS-CSIC1 mariaangeles.utrero@cchs.csic.es

La autora es doctora en Prehistoria y Arqueología por la Universidad Autónoma de Madrid y está especializada en arqueología tardoantigua y altomedieval y Arqueología de la Arquitectura. Actualmente es contratada postdoctoral JAE-Doc del Instituto de Historia (CCHS-CSIC), formando parte del GI Arqueología de la Arquitectura dirigido por el investigador Dr. L. Caballero Zoreda.

tancias históricas y metodológicas con la intención de explicar cómo y por qué tiene lugar este recorrido.

Palabras clave Building Archaeology, Archeologia dell’Architettura, Arqueología de la Arquitectura, investigación, restauración, destrucción.

Resumen Se propone un análisis de la prehistoria de la Arqueología de la Arquitectura como disciplina que da sus primeros pasos de manera coetánea en Reino Unido y en Italia y es, posteriormente, introducida en España. Se exploran y se exponen las principales circuns-

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Este texto es principalmente resultado de las reflexiones y del trabajo desarrollado tanto en España como en Reino Unido con motivo del ciclo de formación Predoctoral (FPI, Ministerio de Ciencia y Tecnología) realizado en el Instituto de Historia (CSIC, Madrid), bajo la dirección de Luis Caballero Zoreda, y Postdoctoral (Ministerio de Educación y Ciencia), en el Museum of London Archaeology Service (MoLAS, Londres, Reino Unido), bajo la supervisión de Andrew Westman. A ambos, como siempre, mi más sincero agradecimiento.

Summary This paper proposes an analysis of the prehistory of the Archaeology of Architecture as discipline born coetaneously in the United Kingdom and Italy and, later, introduced in Spain. Main historic and methodologic circumstances are explored and exposed in order to explain how and why this route took place.

Key words Building Archaeology, Archeologia dell’Architettura, Arqueología de la Arquitectura, researching, restoration, destruction.

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Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

El hecho de participar en una reunión que cuenta con los principales protagonistas del nacimiento y desarrollo de la Arqueología de la Arquitectura nos lleva inevitablemente a modificar nuestra intervención, la cual debía responder inicialmente a la organización, con un estado de la cuestión sobre esta disciplina. Con la intención de evitar caer en la repetición y posiblemente en el error, pues nadie mejor que ellos podrán recorrer y hacer balance de su propia experiencia, hemos optado por retroceder algo más en el tiempo para comenzar por lo que podríamos denominar la prehistoria de la Arqueología de la Arquitectura, etapa algo menos explorada y posiblemente más esclarecedora. De este modo, las líneas que siguen a continuación no pretenden explicar la evolución de la Arqueología de la Arquitectura en nuestro país, radiografiada por otro lado en otros trabajos recientes a los que remetimos al lector (Caballero y Fernández Mier, 1997; y Quirós, 2002 y 2006), sino ofrecer una visión de su proceso de surgimiento en un marco más amplio con la intención de comprender el por qué y el cómo de su aplicación actual. 12

Veinte años después en Europa Si entendemos que el registro estratigráfico forma parte de la Arqueología de la Arquitectura, debemos contextualizar su surgimiento para entender el nacimiento de ésta. La arqueología anglosajona de posguerra, necesitada de responder con rapidez a la reconstrucción de las ciudades arrasadas en la década de los 40, implantó el uso del método estratigráfico y con él, de herramientas de documentación que se fraguaron y perfeccionaron gracias a las intervenciones dirigidas en distintos centros urbanos por arqueólogos como B. Cunliffe (1964, Winchester, Bath), M. Biddle (1968, Repton, Winchester)2 o Ph. Barker (1977, Londres). Estas experiencias subrayaron complementariamente la necesidad de establecer organizaciones profesionales de arqueología (Units) que respondieran a las urgencias arqueológicas de las ciudades en reconstrucción, fundándose entonces gran parte de ellas.

Precisamente las experiencias de M. Biddle (1968) y la síntesis de Ph. Barker (1977) sobre el sistema de registro estratigráfico sentaron las bases de la posterior sistematización elaborada por E. C. Harris (1979a)3, arqueólogo formado justamente en la Winchester Research Unit. El llamado “sistema Harris” suponía el abandono de los presupuestos metodológicos de las excavaciones de estratos individualizados arbitrariamente4 e introducía, frente a las síntesis previas mencionadas, una “matrix” o diagrama numérico que reflejaba las superposiciones estratigráficas (Harris, 1975: 114, fig. 24), siendo ésta “una imagen formalizada de la secuencia estratigráfica del yacimiento” (Hammond, 1991: 29). Este sistema de registro fue aplicado por primera vez en una ciudad por el Departamento de Arqueología Urbana de Londres (Department of Urban Archaeology, DUA; Hobley, 1985: 194), precedente del actual Servicio de Arqueología del Museo de Londres (Museum of London Archaeology Service, MoLAS). De hecho, esta misma entidad publicó inmediatamente un manual de excavación (Schofield, 1980) que, basado en el método Harris, proponía ya unas primeras fichas de registro5 (Figura 1). Sin embargo, las primeras sistematizaciones teóricas y aplicaciones al análisis de las construcciones históricas entendidas como secuencias de unidades estratigráficas, se deben en un principio a investigadores italianos. La rápida transmisión de la estratigrafía desde el ámbito inglés al italiano septentrional, puede residir en varios motivos. En primer lugar, en una tradición local que ya había solicitado la necesidad de obtener un método propiamente arqueológico para el análisis de la arquitectura histórica6. En segundo lugar, en el desarrollo pionero de la arqueología medieval7, la cual contaba con el precedente consolidado de la arqueología cristiana (Gutiérrez Lloret, 1997: 58-61). Este hecho se refleja,

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Reivindicando por primera vez las excavaciones en área (Biddle y Kjølbye, 1969: 211-213).

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Adelantada en varios artículos previos (ver bibliografía Harris, 1975, 1977, 1979b y, posteriormente, 1984). Aunque el alzado incluido en la monografía de Harris (1979: 44, fig. 12) suele ponerse como ejemplo de la aplicación de la estratigrafía a los alzados, el tema no se desarrolla en el texto. Sistematizados por Wheeler (1954). Manual y fichas de registro actualizados, hasta hoy, en dos ediciones posteriores (Spence, 1990 y Westman, 1994). Como evidencian distintos trabajos en el ámbito de la arquitectura romana (Lugli, 1957 y Lamboglia, 1958), y de la tardoantigua y altomedieval (Angelis d’Ossat, 1971). Sobre el nacimiento y desarrollo de la arqueología medieval en Italia, ver Francovich (1992) y Gelichi (2006).


Archaeology. Archeologia. Arqueología. Hacia el Análisis de la Arquitectura

por ejemplo, en las tempranas ediciones a inicios de la década de los 70 de las revistas de Notiziario di Archeologia Medievale (1971) y de Archeologia Medievale (1974), ambas series con vigencia hasta nuestros días. Y en tercer lugar, en el conocimiento por parte de la arqueología italiana del los trabajos de Ph. Barker y E. C. Harris (Ferris, 1989: 12), cuyo método era empleado por los arqueólogos británicos en las excavaciones de los yacimientos romanos del Norte de África (ejemplo de la villa romana de Settefinestre; Roure, 1992: 21). Prueba de ello es también la temprana edición del manual de excavación de A. Carandini (1981)8. En la década de los años 80, gracias a arqueólogos y arquitectos como F. Bonora (1979), T. Mannoni (1984), R. Parenti (1985), G. P. Brogiolo (1988a y

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Ed. revisada en 1991 (en castellano, Historias en la tierra: manual de excavación arqueológica, Barcelona, 1997).

1988b) y F. Doglioni (1988), se elabora una terminología específica y el concepto de Unidad Estratigráfica Muraria (UEM). Su formación e individualización, así como las técnicas de documentación y métodos de datación establecen entonces su base (Parenti, 1988a y 1988b). La primera ficha de registro propuesta por Mannoni (1976) (Figura 2) será modificada posteriormente por Parenti (1985: 63), incorporando ya el diagrama estratigráfico. Estos hechos evidencian la rápida traducción del sistema estratigráfico de registro del suelo al edificio, proceso que se oficializará como disciplina en la publicación de Francovich y Parenti (1988), una puesta al día y recopilación de diversas propuestas y experiencias llevadas a cabo por los autores arriba mencionados, que, como indica su título, se vincula ya en su fase emergente a la restauración de la arquitectura. Será a principios de los 90 (Mannoni, 1990a y 1990b: 28) cuando el término de archeologia dell’architettura unifique otros precedentes, próximos pero variados (archeologia degli elevati,

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Figura 1. Ficha de registro propuesta por Schofield (1980).

Figura 2. Ficha de registro de técnicas constructivas propuesta por Mannoni (1976).


Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

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dell’edilizia storica, del costruito), y se justifique como la arqueología “basada en los caracteres constructivos y en las transformaciones de los edificios, es decir, en el análisis objetivo de los mismos artefactos” (Mannoni, 1996: 5). Es entonces cuando la disciplina abrirá su propia vía de divulgación. Nace así la revista Archeologia dell’Architettura (1996/I), la cual, no hay que olvidar, lo hace como suplemento anual a la revista de Archeologia Medievale (1974/I), serie inaugurada más de dos décadas antes. Pero ¿por qué entonces la Arqueología de la Arquitectura surge en Italia cuando las primeras experiencias estratigráficas se dan en Inglaterra? En nuestra opinión, la razón de ello puede buscarse en varias causas. Por un lado, las ciudades inglesas fueron un buen marco para el desarrollo de una arqueología estratigráfica de suelo, condicionada por los imperativos de la urgente reconstrucción, pero no lo fueron sin embargo para la de los alzados, dada la ausencia de estructuras murarias de época antigua y medieval y, por otro lado, la notable presencia de complejos industriales, propiedad de una arqueología industrial de corte positivista y con una consolidada tradición desde finales de los años 60. De hecho, aunque la Society for Medieval Archaeology se funda en 19579, es decir, casi dos décadas antes que su homóloga italiana, la arqueología medieval encajará dentro del marco citado de excavaciones urbanas (Biddle, 1968: 110), en las cuales se incluyen gran número de iglesias y conjuntos medievales. Por el contrario, la sustancial cantidad y cualidad de los restos murarios medievales conservados en los centros históricos italianos, así como la presencia de una teoría de la restauración y de una emergente arqueología medieval, que requerían una herramienta de análisis de la arquitectura, se prestaron a su desarrollo. Es precisamente en la Italia septentrional y otras zonas carentes de grandes monumentos (Quirós y Gobbato, 2004: 190) y por ello necesitadas de otra herramienta de análisis que permitiese abordar el estudio de una arquitectura urbana y rural “anónima”, donde la arqueología estratigráfica de los alzados encuentra su sitio. En Inglaterra, el “sistema Harris” fue sometido a un proceso de reflexión que afectaba a sus herramientas.

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Publicándose el primer volumen del Journal of Medieval Archaeology un año más tarde (1958).

Evidencia de ello son las reuniones de Interpreting Stratigraphy, promovidas por las propias Units a finales de la década de los años 80 y comienzo de los 90, con el claro objetivo de servir de foro de discusión sobre la metodología y su aplicación a partir de las numerosas experiencias llevadas a cabo principalmente en suelo urbano10. Ejemplos de esta reflexión son, por ejemplo, las discusiones surgidas en torno al diagrama estratigráfico, con propuestas de diagramas de Actividades (conjuntos de UEs coetáneas) o group matrix o, por otro lado, la introducción del land use diagram (Figura 3), mediante el cual se intenta introducir la duración o longevidad de las UEs y ordenarlas en categorías mayores11. Este proceso determinó su posterior y paulatina implantación en la arquitectura. Después de un periodo de incertidumbre, con un debate interno (Ferris, 1989 y 1991; Meeson, 1989; Smith, 1989 y Bold, 1990) más centrado en el uso de fichas de documentación que en su función como herramientas útiles para determinar y organizar la secuencia ( Jones, 2000: 114), las primeras experiencias (Lea, 1985/86 (Figura 4) y Westman, 1987, en Londres) y reflexiones en torno a los grados de análisis (Ferris, 1989) o la integración de los trabajos arqueológicos en las distintas fases del ciclo de restauración del patrimonio edificado (Wood, 1994) retrasaron sus fechas a finales de los 80, inicios de los 90. Otros trabajos pioneros tuvieron lugar en el mismo entorno anglosajón, aunque en los territorios de las antípodas y de Latinoamérica, y se centraron en problemas como la identificación de las UEs y su situación cronológica12. A día de hoy, se puede decir que la aceptación de la aplicación estratigráfica a los muros comienza a ser mayoritaria13, aunque no homogénea, no faltando voces que reclaman la necesidad de particularizar la aplicación del sistema de registro al análisis de los

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Steane (1992), Barber (1993), Sheperd (1995) y Roskams (1998 y 2000), entre otros. 11 Diferentes propuestas (Carver, 1990; Spence, 1990 o Steane, 1993) pretenden resolver el problema de representar la longevidad de las Unidades. Fenómenos como la reutilización de las Actividades por otras posteriores a lo largo del proceso constructivo o de ruina o el deterioro de las Unidades y Actividades que pertenecen a distintos momentos, por ejemplo, no son representados explícitamente en el diagrama. 12 Destacamos las propuestas de Davies (1987 y 1993) sobre la introducción de símbolos de representación, y de Hammond (1991), sobre la adición de la información cronológica proveniente de analíticas de c14. 13 Trabajos recopilados en Roskams (2000).


Archaeology. Archeologia. Arqueología. Hacia el Análisis de la Arquitectura

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Figura 3 (arriba). Land use diagram según Steane (1993). OA: Open Area, B: Building, ph: phase. Figura 4 (abajo). Dibujo estratigráfico del muro N de St Mary-at-Hill (Londres) según Lea (1985-86).


Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

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edificios14. De hecho, los estudios realizados en Inglaterra pueden distinguirse por el tipo de arquitectura que analizan (Clark, 2000: 17), siendo el análisis estratigráfico propiedad casi exclusiva de los alzados medievales15. En la arquitectura excavada confluyen propuestas encaminadas a entender la arquitectura desde un enfoque socio-espacial y funcional. En la década de los 80 aparecen distintas propuestas en torno al análisis de la arquitectura excavada en los yacimientos. Arquitectos (Hillier y Hanson, 1984), arqueólogos (Sanders, 1990) o antropólogos (Steadman, 1996) afrontan el análisis de construcciones carentes o pobres de alzados, desarrollando un tipo de estudios que intenta explotar al máximo la capacidad informativa de las plantas constructivas, a menudo lo único conservado. Aspectos como la forma arquitectónica, los accesos y la visibilidad espacial, son analizados y representados en análisis gamma, planos de circulación y campos de visión. Principalmente el análisis gamma (diagramas de accesibilidad) fue notablemente criticado por obviar otro tipo de información (tamaño relativo de los espacios, esquemas decorativos de suelos y muros) que puede complementar el estudio espacial (Brown, 1990) y porque corre el riesgo de caer en la simplificación de identificar modelo espacial y modelo social (Grenville, 1997: 20). Sin embargo, hay que subrayar que este sistema interpretativo debe ir siempre precedido de uno de registro como medio para averiguar la convivencia y/o sucesión de las unidades espaciales que caracterizan los distintos momentos “espaciales” y “funcionales”. Por lo tanto, primero hay que registrar (estratigrafía) y después interpretar (análisis espacial)16. Es más, mientras la Arqueología de la Arquitectura obtiene una evolución constructiva a lo largo del tiem-

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Distintas puntualizaciones realizadas por Ferris (1989), sobre la utilización de fichas de documentación específicas para elementos arquitectónicos y elementos estructurales; Grenville (1997: 2-59), sobre la necesidad de especificar una agenda de investigación y, posteriormente, de trabajo; o por Morriss (2000: 152-155), sobre el inadecuado uso, en su opinión, del término “estratigrafía” en el análisis de los edificios. 15 Addyman y Morris, 1976 y Rodwell, 2005 como principal síntesis, con referencias previas. 16 Entre las experiencias prácticas en nuestro país, podemos citar los trabajos de Sánchez (1998 y et alii 1999) en la arquitectura ibérica meridional, de Mañana, Blanco y Ayán (2002) y Criado y Mañana (2003) en la prehistórica septentrional, de Bermejo (2009 en prensa) en la arquitectura doméstica romana y de Gutiérrez y Cánovas (2009) en la medieval (basílica de El Tolmo de Minateda, Albacete).

po, es decir, una sincronía reflejada sintéticamente en el diagrama o secuencia temporal, el análisis sintáctico de los espacios se aplica a un momento estático de esa secuencia temporal, generalmente reflejado en una planimetría, base sobre la que se representan los análisis arriba indicados. Ambas aproximaciones son, en consecuencia, complementarias. La protohistoria, carente de alzados, por un lado, y la arqueología histórica17, rica en ellos pero habitualmente ocultos por revestimientos posteriores, por otro, es decir, las etapas más antiguas y las más modernas, son los campos de aplicación que cuentan con un mayor recorrido en los análisis espaciales. Por último, el estudio de la arquitectura vernácula se rige según un método tipológico, aunque con un pronunciado énfasis en el proceso de entendimiento de la arquitectura industrial18. Estos trabajos pueden encuadrarse dentro del denominado, según Mannoni (1998), “análisis configuracional”. Se realiza una lectura arqueológica, pero no se sigue un esquema estratigráfico, teniendo en cuenta que los revestimientos ocultan gran parte de las superficies murarias de estos conjuntos, pertenecientes principalmente a época moderna y contemporánea. Se observan las características morfológicas y las variaciones tipológicas y dimensionales, siendo evidente las limitaciones del estudio. Por ello, estos trabajos deben entenderse dentro de un marco legal establecido que pone en relación la importancia del edificio, el grado de protección y los niveles de análisis (TABLA 1). Este marco garantiza el estudio en mayor o menor medida de todos los conjuntos arquitectónicos, situación totalmente ajena en España. Sin embargo, las constantes transformaciones de la ciudad y el rígido sistema de grados de protección condicionan severamente el nivel de análisis, siendo habitual la aplicación de los niveles más superficiales (niveles 1-2), de forma eventual el intermedio (nivel 3) y de manera excepcional el que implica un análisis estratigráfico pormenorizado (nivel 4). De la paulatina aceptación de la Arqueología de la Arquitectura en territorio inglés se desprenden dos

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Con un notable desarrollo en Latinoamérica, ver Zarankin (2003), Funari y Zarankin (2003) y Zarankin y Niro (2007). 18 Como evidencia el manual de Hutton (1986), trabajo centrado en realidad en la manera de realizar los dibujos de forma detallada, con un método similar al utilizado para el mismo tipo de arquitectura en América del Norte (Deetz, 1977 y Guy, 2006).


Archaeology. Archeologia. Arqueología. Hacia el Análisis de la Arquitectura

efectos positivos. Primero, la introducción del término building archaeology sustituyendo a otros anteriores (building recording, architectural archaeologists o surveyors) en 1993, como ocurre de manera casi coetánea en el ámbito italiano, con motivo de la conferencia del Buildings Special Interest Group, dentro del Institute of Field Archaeologist (IFA)19. Este hecho supone el inicio del estudio del edificio como objeto arqueológico con su propio derecho (Morriss, 2000: 14). Y en segundo lugar, la normalización de los análisis arqueológicos de acuerdo a un marco de gradación de estudio-importancia del edificio. Las normativas de análisis periódicamente actualizadas, más que unas instrucciones definitivas, deben entenderse como un amplio marco referencial20. Lejos de la bonita utopía a la que pueda conducir a primera vista la existencia de tal aparato normativo, esta reglamentación supone frecuentemente el inicio del proceso de destrucción del edificio, no de su recuperación o restauración. Es decir, se documenta el edificio que se va a destruir, idea sobre la cual volveremos al final del texto. Los efectos negativos fueron comunes a los de otros ámbitos científicos. Se produjo un enfrentamiento con una historia del arte que acusaba a la arqueología de tener un carácter confuso o engañoso al proponer unos periodos constructivos demasiado

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Con un correspondiente monográfico sobre building archaeology en la revista The Field Archaeologist (1992). 20 Standard and Guidance for the archaeological investigation and recording of standing buildings or structures, IFA, 1ª ed. 1996, rev. 2001; Recording Historic Buildings. A Descriptive Specification, RCHME, 1ª ed. 1990; o Understanding Historic Building, EH, última ed. 2006; y de protección por el gobierno estatal de los edificios catalogados, ‘PPG15’: Planning Policy Guideline: Planning and the Historic Environment.

extensos (over-extended) o infravalorar los aspectos iconográficos de los edificios (Fernie, 1988: 357). Fuera de estos reproches, más bien aislados, aunque significativos, la aceptación del análisis estratigráfico de la arquitectura parece asumida. Por lo tanto, tal vez debamos reformular la cuestión planteada unos párrafos más arriba, en la que nos preguntábamos ¿por qué la Arqueología de la Arquitectura surge en Italia cuando las primeras experiencias estratigráficas se dan en Inglaterra? La respuesta reside, en nuestra opinión, en el hecho de que la Arqueología de la Arquitectura surge de manera “natural” en aquellos ámbitos que asumen el método Harris como sistema de registro. La única diferencia consiste en que en el ámbito anglosajón, la Arqueología de la Arquitectura surgió como arqueología, mientras que en el italiano lo hizo como arqueología medieval, marcos que determinan irremediablemente su evolución posterior. Tanto la vinculación historiográfica, idiomática como patrimonial podría explicar la importación desde Italia, y no desde Inglaterra, a nuestro país. Sintetizando, podríamos decir que la Arqueología de la Arquitectura nace gracias a la renovación de la metodología arqueológica en el ámbito sajón y a su importación por parte de una arqueología medieval italiana emergente, libre por ello de una tradición consolidada y rica, a su vez, en alzados construidos. Fuera de este triángulo, se constata una presencia heterogénea de la Arqueología de la Arquitectura en otros países europeos, aunque se reconoce un paulatino incremento en los últimos años. En Portugal, la Arqueología de la Arquitectura ha sido introducida de la mano del ya extinto IPPAR (Instituto de Portugués de Patrimonio Arquitectónico), institución consciente de la necesidad de aplicar este método de cara a los proyectos de restauración en el patrimonio edificado.

Catalogación de EH

RCHM

Fechas

Grado de protección

Interés arquitectónico e histórico

Niveles de análisis

Pre 1700

Grado I

Antigüedad y excepcional interés (Act 1979 Ancient Monuments and Archaeological Areas)

Niveles 3 (analítico) y 4 (analítico comprensivo)

1700-1840

Grado I

Antigüedad y excepcional interés (Act 1979 Ancient Monuments and Archaeological Areas)

Niveles 1 (básico) y 2 (descriptivo)

1840-1945

Grado II

Particular importancia

Post 1945

Grado II

Especial interés (aprox. 90% de los edificios catalogados)

Tabla 1. Relación entre los grados de protección establecidos por el English Heritage (EH) y los niveles de análisis determinados por el Royal Commision on Historical Monuments (RCHM).

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Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

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De hecho, el primer edificio analizado estratigráficamente (Ramalho, 2004: 149) fue la iglesia de São Gião de Nazaré (Caballero, Arce y Utrero, 2003), gracias a un convenio establecido entre el IPPAR y el CSIC. Trabajos posteriores se han desarrollado en varios conjuntos monásticos (Rendufe, Tibães), amurallados y eclesiásticos (Idanha-a-Velha, Lourosa), siendo el IPPAR (actualmente IGESPAR, Instituto de Gestão do Patrimonio Arquitectónico e Arqueológico) y el correspondiente ente regional (gobierno, universidad) los habituales garantes de estos trabajos. En Francia, dentro de la llamada Archéologie du bâti o Archéologie des élévations, el interés por el conocimiento de las fases constructivas21 (Rouger, 1999 y Journot, 1999) es en gran medida deudor de la experiencia sajona (Davies, 1993 y Wood, 1994). Los materiales y las técnicas constructivas y de manera destacada las marcas de cantero, han gozado de un gran protagonismo, reflejando de nuevo la importancia de la arquitectura medieval como sujeto principal de análisis (Sapin et alii, 2008, conjunto de MontSaintMichel). Los ejemplos han sido sin embargo suficientes para poner sobre la mesa cuestiones como las dificultades de implantación de la Arqueología de la Arquitectura (Parron-Kontis y Reveyron, 2005) o la inadaptación de la legislación (Derieux, 2004: 47). En centro Europa, la Bauforschung es aún un campo de arquitectos e ingenieros civiles que aúna análisis estructurales con otros de carácter descriptivo. Las referencias que conocemos nos llevan de nuevo al periodo medieval, como ejemplifican los trabajos practicados en algunos castillos bajomedievales por el Instituto de Cultura Material del Medioevo Austriaco de la Academia de las Ciencias (Institut für Realienkunde des Mittelalters der Österreichischen Akademie der Wissenschaften) y diversas iglesias medievales del mismo entorno (Hauser, 2003 y Mittermair y Bitschnau, 2003). Aunque estas referencias son escasas como para efectuar una valoración global, la sombra de la tradición de la Arqueología Clásica de la escuela alemana así como el reducido número de alzados medievales, mayoritariamente destruidos en las contiendas del siglo XX, de manera similar al caso inglés, podrían ser algunas de las causas de esta situación.

Quince años después en España Tanto la introducción como desarrollo de la aplicación del método estratigráfico al análisis de los edificios históricos en España ha sido ya tratado en trabajos previos de síntesis general (Caballero y Fernández Mier, 1997; y Quirós, 2002 y 2006), de cuya lectura se concluye un panorama desigual sobre la puesta en práctica así como sobre la aceptación en nuestro país tanto por parte de los arqueólogos y arquitectos como de la administración. La primera puesta en común en el marco peninsular (Murillo y Sánchez Zufiaurre, 200422) permite reconocer un panorama de creciente aplicación así como una reflexión de los primeros resultados, condiciones y perspectivas que vienen a sumarse a las efectuadas ya en el ámbito internacional con anterioridad (monográfico Arqueología de la Arquitectura 2002/1 y Ayán, Blanco y Mañana, 2003). En España, la introducción del método de una manera normalizada se debe a la actividad restauradora del Servei del Patrimoni Arquitectònic Local de la Diputación de Barcelona, servicio que afronta las restauraciones una vez realizado el estudio arqueológico correspondiente. Arqueólogos y arquitectos iniciaron a comienzos de los años 80 una labor que llega hasta nuestros días y que cuenta con un extendido currículo de actuación en conjuntos edificados de distintas etapas históricas. Hay que señalar que Cataluña era probablemente el marco natural de introducción de la Arqueología de la Arquitectura, teniendo en cuenta que también las primeras experiencias de estratigrafía de suelo tuvieron lugar allí a finales de los años 70 en yacimientos de cronología romana (Roure, 1992; López Mullor, 2002: 159, villa de Vilauba, Gerona) y medieval (López Mullor, 2002: 159, ermita de Nuestra Señora de Bellvitge, Barcelona23), incrementándose el número de excavaciones de edificios de culto medievales en la siguiente década (López Mullor y González, 1991). La creación de grupos de trabajo como el Taller Escola d’Arqueologia de Tarragona (TED’A) y las reuniones sobre método (Trócoli y Sospedra, 1992) reflejan su paulatina acogida en el seno

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Algunos ejemplos indicados por Esquieu (1997), Prigent (2000) y Prigent y Hunot (2000).

Sesión de Arqueología de Arquitectura en el IV Congresso de Arqueologia Peninsular (Faro, 2004), publicada como parte de la revista Arqueología de la Arquitectura 2004/3. 23 Considerada el primer “diagrama estratigráfico” de la arqueología medieval catalana.


Archaeology. Archeologia. Arqueología. Hacia el Análisis de la Arquitectura

de la arqueología catalana. En los 80, la estratigrafía se extiende a los alzados construidos de otras tantas iglesias barcelonesas (López Mullor, 2002: 160). La afortunada combinación de lectura de paramentos y excavación, permitió obtener una comprensión completa del monumento y de su entorno inmediato en la mayoría de estos ejemplos. El Servei no sólo implantó y desarrolló una manera de hacer. Su nacimiento estrechamente vinculado a la restauración y a la arqueología de suelo dentro de un equipo multidisplinar (arquitectos, arqueólogos, historiadores) favoreció su difusión entre estos distintos profesionales, contando además con un medio de divulgación propio (Simposi). Con anterioridad al trabajo desarrollado por el Servei, las reflexiones y experiencias de investigadores como L. Caballero (1986 y 1987) y A. Jiménez (1989) habían evidenciado la necesidad de un cambio metodológico. Este salto tuvo lugar con la puesta en marcha de distintos proyectos de investigación sobre la arquitectura altomedieval hispánica, concretamente de la región castellano-leonesa, que contaban con la Arqueología de la Arquitectura como herramienta de análisis. Los primeros desarrollos teóricos así como experiencias prácticas, quedaron plasmados en dos publicaciones que suponen el inicio “oficial” de este método: el monográfico Leer el documento construido (Caballero y Latorre, 1995), publicado significativamente en una serie de arquitectura (Informes de la Construcción), y el Curso de Arqueología de la Arquitectura (Caballero y Escribano, 1996). Ambas monografías constituyeron una síntesis metodológica y una recopilación de distintas experiencias que sentaron las bases para trabajos posteriores. Con estos precedentes, la década de los 90 fue testigo del desarrollo de ciertos aspectos metodológicos24 y de la implantación paulatina del método en distintos entornos geográficos y académicos. A la consolidación de estos grupos de trabajo e investigación25, hay que sumar la fundación de la revista de Arqueología de la Arquitectura, coeditada por la UPV y el CSIC, cuyos dos primeros números (2002 y 2003) recogían las aportaciones realizadas al congreso in-

ternacional celebrado en Valladolid26, así como otras monografías posteriores surgidas con vocación de establecer una puesta al día (Ayán, Blanco y Mañana 2003 y Murillo y Sánchez Zufiaurre, 2004).

Hacia un análisis de toda la Arquitectura Como ya hemos mencionado, la habitual conservación parcial o total de los alzados de las construcciones medievales fue en un inicio uno de los principales motivos del desarrollo de la Arqueología de la Arquitectura para el estudio de los conjuntos construidos de este periodo. Dos décadas después, sus límites parecen establecerse peligrosamente en esta época, como demuestran la mayoría de los ejemplos que conocemos. Se constata igualmente un desequilibrio regional, del mismo modo que evidencia D’Ulizia (2005) para la península italiana, dependiendo los distintos trabajos realizados de los correspondientes marcos legislativos y gubernamentales y de la iniciativa de los distintos organismos públicos y privados, saliendo unas arquitecturas y unos territorios más beneficiados que otros. Pero si hay una conclusión evidente después de realizar este recorrido por la prehistoria e historia de la Arqueología de la Arquitectura es que, mientras los proyectos de investigación27 y de restauración28 han tenido en Italia y en España su principal marco de aplicación y desarrollo, el ambiente anglosajón está notablemente marcado por un proceso totalmente contrario, el de la destrucción. Del mismo modo que la reconstrucción de la posguerra actuó como acicate para la introducción del método estratigráfico, el de la destrucción ha condicionado el devenir del análisis de los alzados construidos dentro de un estricto esquema (tabla 1). La documentación arqueológica se convierte aquí en el único modo de preservar la información sobre un patrimonio destinado a desaparecer.

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Sobre cronotipología y mensiocronología, ver Quirós (1994 y 1996), Altarriba et alii (2001). Sobre micro-estratigrafía, Arce (1996) y Arce, Doglioni y Parenti (1996). Y más recientemente sobre prospección, Mauri (1995), Quirós y Gobbato (2004) y Sánchez Zufiaurre (2007). 25 Cuyos trabajos forman parte de este volumen.

En el V Congreso de Arqueología Medieval Española (Valladolid, 1999, vol. 1) se acogió una sección específica de arqueología de la arquitectura que recogía trabajos realizados en distintos tipos de conjuntos peninsulares. 27 Caballero (2002 y 2004) y Utrero (2008). 28 Distintos ejemplos en Azkarate (2002), González Moreno-Navarro (1995 y 1999), López Mullor (2002), Mileto y Vegas (2003 y 2004) y Tabales (2002a y 2002b).

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Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

Esta idea, sin olvidar los obstáculos ya mencionados (principalmente, superficialidad de los análisis en la mayoría de los casos), debería introducirse en nuestro ámbito. Es urgente no sólo romper la frontera de la arquitectura histórica, injustamente relegada a periodos pretéritos, sino afrontar su estudio de una manera arqueológica, del mismo modo que se hace cuando se excava cualquier tipo de yacimiento. Es tan errático no intervenir en un solar donde se va a construir un nuevo inmueble, como destruir un edificio sin analizar su cuerpo y entender su historia, pues este es la única manera por la cual podemos preservar su memoria. Mientras la Arqueología de la Arquitectura sirva únicamente a la investigación y a la restauración, su potencialidad como herramienta de análisis y de documentación estará claramente mermada. De este modo, la aplicación de la Arqueología de la Arquitectura como herramienta de documentación del patrimonio a destruir y, por ello, único guardián de su memoria, se sienta por el momento en la sala de espera, aunque esperemos que no por mucho tiempo, junto a su vertiente investigadora y restauradora para ser llamada por la administración y alzada a la misma categoría que la arqueología de suelo. 20

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La conservación del tiempo en la restauración: el proyecto estratigráfico Pablo Latorre González-Moro Arquitecto, Fundación Caja Madrid platorre@cajamadrid.es

Best Poster Award, CIPA 2001; Premio Europa Nostra 2002; Premio Olaguibel de Arquitectura 2006; profesor en los master de restauración de Madrid, Sevilla y La Coruña; restauración de La Torre de Hércules (La Coruña), Melque (Toledo), Trampal (Cáceres) y Catedral de Santa María (Vitoria-Gasteiz); levantamientos del Acueducto de Segovia, Catedrales de Palma y Vitoria y Cripta Guell; arquitecto del Programa de Conservación del Patrimonio Histórico de la Fundación Caja Madrid.

Resumen La historia de la restauración ha estado marcada por las limitaciones que se han impuesto a la obra para garantizar la conservación inalterada de los valores documentales, históricos y temporales. Sin embargo, no ha sido posible concretar la materialidad de los elementos que otorgan estos valores al monumento y cómo se destruyen con la obra de restauración. No puede percibirse un espacio inmaterial, ni definirse el tiempo en un espacio estático. El valor diacrónico de la arquitectura es una consecuencia del movimiento de los materiales de su estructura en su

proceso de transformación en el tiempo, que provoca la estratificación de su construcción y le confiere su condición histórica. Simultáneamente, la arquitectura histórica está dotada de unos valores sincrónicos que emanan de su propia condición como arquitectura. Definida la estratigrafía de una construcción histórica podemos proyectar la que resultará de la obra de restauración: definiendo y proyectando los depósitos que se eliminarán o cortarán, el trazado de las nuevas superficies de corte, la colocación, volumen y superficies de borde de los nuevos depósitos constructivos y las relaciones resultantes entre los depósitos históricos conservados y los nuevos construidos.

Palabras clave Espacio, arquitectura, tiempo, estratigrafía, restauración.

Abstract The story of restoration has been marked by the limitations imposed to the restoration works for guaranteeing the unaltered conservation of the documental, historical and temporal values. However, it hasn’t

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Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

been possible to establish the materiality of the elements that give this values to the monument and how are they destroyed with the restoration works. It’s impossible to perceive an immaterial space, to define the time in a static space. The diachronic value of architecture is a consequence of the movement of the materials of its structure in the processes of transformation along time, which causes the stratification of its construction and gives to it its historical condition. Simultaneously, the historic architecture is equipped with synchronical values which emanate from its own status as arquitecture. Defined the stratigraphy of an historic building we can project the one that will result from the restoration works: defining the deposits that will be eliminated or cut, the layout of new cutting surfaces, the placement, the volume and the surfaces of the edges of the new constructive deposits and the resulting relationships between the preserved historical exposits and the ones recently built.

La aprehensión del tiempo a través de la arquitectura histórica y su conservación 26

“Las ruinas producen una fascinación derivada de ser algo raro: una tragedia más sin autor. Una tragedia cuyo autor es simplemente el tiempo; nadie la ha hecho, se ha hecho”... “También las cosas gastadas muestran el paso del tiempo y en el caso de un objeto usado por el hombre algo más: la huella siempre misteriosa, de una vida humana grabada en su materia. Un cepillo usado, un zapato viejo, un traje raído, casi llegan a alcanzar la categoría de ruina. Porque ruina es solamente la traza de algo humano vencido y luego vencedor del paso del tiempo.” (Zambrano: 253).

Existe la certeza —no solo profesional—, sino generalizada socialmente y expresada a través de la literatura, la poesía, la filosofía o el arte, de que al contemplar los objetos antiguos o visitar las ruinas y los monumentos somos capaces de conectarnos con el pasado, permitiéndonos ese instante “viajar en el tiempo”. Es un recurso habitual utilizar la imagen de las piedras desgastadas y fracturadas de los monumentos; la desvaída, lamida o mutilada de las escul-

turas, o las ruinas de civilizaciones periclitadas para transmitir esta sensación, (Yourcenar: 65)1. Hace poco pude oír el comentario de un periodista radiofónico describiendo como, en el interior de una pequeña iglesia románica, “se podía oír el tiempo almacenado”; expresión que, en principio, no nos resulta chocante y aceptamos como una licencia literaria. En realidad esta evocación responde a un sentimiento muy común de la imagen que ofrecen los monumentos históricos, las ruinas y los objetos antiguos que autentifican la existencia y la actividad de las sociedades que nos precedieron o certifican la de civilizaciones desaparecidas cuando se integran ya, como un elemento más de la naturaleza y el paisaje, (Marchan: 11)2. Cada huella, mancha, raya, muesca o roto en la materia que conformó el espacio de la arquitectura y la erosión que moldeó la forma originaria de sus materiales o de los objetos usados, responde directamente a sucesos que se desarrollaron durante la vida de las personas que los habitaron o utilizaron (Fig. 01). Tampoco nos extrañamos que se confiera un valor añadido a la acción del paso del tiempo sobre las obras de arte. Frases como: “el tiempo, que es también quien pinta” de F. Goya; “la piedra más humilde de un viejo monumento, aunque haya sido desbastada por un pobre cantero rudo e inhábil, se terminó por el más potente de los escultores, el tiempo” de Anatole France, recogidas por Torres Balbás; o las de él mismo, que manifestaba cómo las restauraciones eliminaban de los monumentos “la belleza y el factor pintoresco que el tiempo les ha ido prestando en una labor secular” (Torres Balbás: 27), son expresiones igualmente aceptadas. Pero esta valoración positiva del paso del tiempo sobre las obras de arte sigue vigente y no es exclusiva del romanticismo, como delata el título del libro de Yourcenar: “El tiempo, gran escultor”.

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“… Estos duros objetos, moldeados a imitación de las formas de la vida orgánica, han padecido a su manera lo equivalente al cansancio, al envejecimiento, a la desgracia. Han cambiado igual que el tiempo nos cambia a nosotros…” “... la ruina se basta a sí misma, y la recuperación o incluso la mera invocación de su arquitectura originaria podrían contribuir a que perdiera sus encantos. Las ruinas hechizan por sus propias imperfecciones, cautivan más que el monumento acabado, en ellas se antepone lo fragmentario a lo integral. En una palabra, son asumidas desde una belleza que no poseían en sus orígenes, siendo decisiva para que aquélla brille la intervención del tiempo, la permanencia...”


La conservación del tiempo en la restauración: el proyecto estratigráfico

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Figura 1 (arriba izquierda). Ruina de una edificación abovedada en el yacimiento arqueológico de Tiermes, Soria, 1990. Foto autor. (arriba derecha). Detalle de ángel y gárgola de la fachada de San Pablo de Valladolid, 2006. Archivo Fundación Caja Madrid. Foto autor. (abajo izquierda). Edouard Valdús. Templo de Augusto y de Livie en Vienne , Lyon en 1851. Mérimée, Monum, 2003. (abajo derecha). Templo de Augusto y de Livie en Vienne, Lyon en la actualidad. Nizinha feb 2009.


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Por otro lado, desde la aparición misma de la Historia del Arte como disciplina y de la restauración como actividad, ha existido un rechazo social casi generalizado a la imagen que ofrecen los monumentos restaurados (Del Valle Inclán: 11)3, debido fundamentalmente a la pérdida de plasticidad que sufren, que se asocia con su estado alterado y degradado y, sobre todo, a su incapacidad —desde ese mismo momento— para evocar el paso del tiempo (Le Corbusier: 30-31)4. Parece un contrasentido que la restauración dirigida a recuperar la arquitectura del pasado consiga destruir esta capacidad, cuando son precisamente los edificios mejor conservados los que nos permiten trasladarnos con más autenticidad al mismo. Qué mejor que el Acueducto de Segovia o el Panteón para entender la arquitectura romana y, sin embargo, qué escasa o nula capacidad parecen tener las reproducciones de arquitecturas desaparecidas (Hernández: 29-53) o las fantasías estilísticas y tipológicas para transmitirnos esa sensación (Fig. 02). Hay que reconocer que más allá de la valoración romántica de los monumentos y las ruinas y de su exaltación plástica y poética, la historia de la arquitectura no se ha interesado en estudiar las características de la materia y la configuración degradada que confieren a un monumento su capacidad para evocar el paso del tiempo y su valor documental e histórico. Desde la óptica de los arquitectos —responsables últimos de la restauración de los bienes inmuebles— hay una cierta incomprensión hacia la documentación que puede desprenderse de los restos de transformaciones menores y de “escaso” valor arquitectónico que alteran u ocultan los espacios y la construcción de la arquitectura que más se valora y se considera “original”. Tampoco se entienden las razones que pueden existir para conservar las huellas de la erosión y de la degradación en los materiales que han perdido su forma y que impiden apreciar la arquitectura en toda su “integridad”.

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Es lógico, que aplicando la teoría y la praxis de una disciplina, cuyo objetivo es definir la geometría y la construcción del espacio arquitectónico y los mecanismos del proyecto para definirlos, el arquitecto trate de descubrir —tanto en la fase de levantamiento (Latorre 2009, en prensa), como durante la redacción del proyecto de restauración— aquellos retazos de un monumento que formaban parte de una forma reconocible de un espacio, de una arquitectura con una tipología concreta y que trate de devolver al monumento en la restauración su condición de arquitectura, recuperando los espacios mutilados por el tiempo y las formas de los materiales degradados. Desde su aparición como disciplina a principios del siglo XIX, la teoría y la práctica de la restauración monumental ha tratado de buscar una solución al problema que aparece inevitablemente cada vez que es necesaria la intervención sobre un monu-

A este respecto es muy significativa la descripción que hace Valle Inclán de la escenografía de la primera escena de la farsa infantil “La cabeza del dragón”, “...Es un castillo de fantasía, como lo saben soñar los niños. Tiene grandes muros cubiertos de hiedra, y todavía no ha sido restaurado por los arquitectos del Rey. ¡Alabemos a Dios!”. “... La iglesia Saint-Etienne, librada a su indigencia, es admirable y conturbadora; la basílica de Saint-Front, violada por los restauradores, puede considerarse arruinada. Creo en la piel de las cosas como en el de las mujeres. En Saint-Front, lo han raspado, retocado, rehecho todo, centímetro por centímetro. Todo lo han falsificado: mentirosos, falsificadores. ¿Con qué derecho? ¡Trágica confusión! Bien sé que su intención fue buena. ¡Ay, ay!...”

Figura 2. Exterior e interior de casa romana construida en la exposición de Paris de 1889 para ilustrar la evolución histórica de la tipología de vivienda.


La conservación del tiempo en la restauración: el proyecto estratigráfico

mento. Si no intervengo y conservo su arquitectura degradada, lo estoy condenando a su desaparición, aunque sea con la dignidad que le otorga la “autenticidad” de sus restos, concediéndole eso sí “las honras fúnebres del recuerdo” (Ruskin: 229). Si restauro, condeno también al monumento a convertirse en un documento mudo y, por tanto, carente de valor histórico. Esta realidad es la que ha provocado el enfrentamiento entre los profesionales y ha marcado el desarrollo mismo de la teoría de la restauración y la redacción de las cartas y legislaciones de protección que, sucesivamente, han ido ampliando las medidas de conservación como garantía de la preservación de los valores documentales e históricos y la “salvaguarda” del monumento. Entre conservar o restaurar, verdadero o falso, arqueología o arquitectura, documento o recreación, tiempo o espacio, valor diacrónico o sincrónico, etc. se abre una brecha tan estrecha y profunda que parece insalvable y que convierte en antagónicos e incompatibles estos conceptos. Esta separación parece que nos obliga en cada intervención —por pequeña que sea ésta— a declararnos partidarios de una u otra postura y elegir entre restaurar su arquitectura, recuperando la forma y el espacio alterados por el tiempo, reafirmando la verdadera autenticidad de estos valores (Hernández: 55-64); o defender la conservación a ultranza de su estructura degradada, para garantizar la preservación de la documentación y la autenticidad inherente al material y a su configuración “original”, tal y como ha llegado hasta nosotros. En los últimos años del siglo XX, hemos visto repetida la confrontación que se había producido a finales del siglo XIX. Las rehabilitaciones y restauraciones acometidas en los edificios históricos, que muchas veces se utilizaban como meros contenedores de nuevas funciones (Rivera: 167), provocaba el rechazo del mundo de la historia y especialmente del arqueológico, al ver otra vez manipulados o demolidos de forma totalmente aleatoria y muchas veces gratuita los restos conservados de las fases menores del monumento (Caballero, 1987: 29). Vivimos una época en la que se atacó la especialización en restauración, degradándola y convirtiéndola en un subproducto de la profesión y se defendió que sólo los buenos arquitectos modernos eran capaces de hacer y crear buenas restauraciones, puesto que sólo ellos eran capaces de incorporar y superponer buena arquitectura sobre la histórica, que se valoraba sólo como arquitectura y se utilizaba como parte de la composición y a la que

se negaba su valor documental e histórico, (Sáenz de Oiza: 136)5. Las incorporaciones de la nueva arquitectura se efectuaban con toda la “libertad” en el diseño que avalaban las diferentes cartas de restauro, al exigir que éstas pudiesen reconocerse distinguiéndose de las “originales”, lo que facilitaba que el resultado final de la restauración se convirtiese en una suerte de “collage” constructivo que mezclaba las fábricas históricas con las nuevas estructuras de hormigón y acero6. De hecho, las razones y los mecanismos de composición que se utilizaban eran similares a los que definía Kurt Schwitters en su trabajo, cuando reaprovechaba pequeños trozos de restos desechados, de objetos mutilados y textos rotos de periódicos, libros o revistas olvidados y despedazadas para componer sus collages (Schmalenbach: 14)7 (Fig. 03). Las distorsiones y agresiones que estas actuaciones provocaron en la percepción y construcción de la arquitectura histórica, tuvieron como consecuencia la búsqueda de soluciones que, sin renunciar a su condición “contemporánea”, fuesen compatibles con la arquitectura histórica. Con este objetivo se trató de establecer un cierto diálogo entre las fábricas antiguas y las nuevas aportaciones, mediante el intento de lograr una “diacronía armónica” o una “analogía formal”

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“... Mi tesis es: la operación de actuación sobre la arquitectura antigua es una operación de arquitectos. El objeto sobre el que trabajan los arqueólogos y restauradores es un objeto de arquitectura, que incumbe al arquitecto... al final la operación de intervención es una operación que transforma la arquitectura. La arquitectura transformada es una operación de arquitectura... Entre arqueólogos y restauradores por un lado, y los legisladores por otro, estamos entre enemigos: unos nos entregan del pasado lo que quieren, otros nos proponen lo que debe ser el futuro de las formas que soñamos...” Carta de Venecia 1964, Art. 9: “La restauración es un proceso que debe tener un carácter excepcional. Su finalidad es la de conservar y poner de relieve los valores formales e históricos del monumento y se fundamenta en el respeto a los elementos antiguos y a las partes auténticas. La restauración debe detenerse allí donde comienzan las hipótesis: cualquier trabajo encaminado a completar, considerado como indispensable por razones estéticas y teóricas, debe distinguirse del conjunto arquitectónico y deberá llevar el sello de nuestra época…” “... Por ahorro, utilizaba para expresarme todo lo que encontraba pues éramos un país empobrecido. Se puede también gritar con restos de basura y lo hice encolando y clavando estos desechos. Los denominé MERZ, eran como mi oración por el final victorioso de la guerra, pues una vez más había vencido la paz. De cualquier forma, todo estaba destruido y era válido empezar a reconstruir lo nuevo a partir de los escombros... el material es tan inesencial como yo mismo. Lo verdaderamente importante es la configuración. Utilizo cualquier material que admita el cuadro...”

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en la superposición de estilos, formas, construcción y composición arquitectónicos que se producía entre ambas (Solá-Morales: 30-38; Capitel: 47-50). Frente a las veleidades en el diseño y la composición propuesta por los arquitectos en su afán de proporcionar al monumento arruinado una nueva unidad, fuese mediante la reconstrucción estilística en el XIX o en el estilo de la arquitectura moderna en el XX, se ha propuesto de nuevo, en los inicios del siglo XXI, la mínima intervención como única vía para garantizar la conservación de la totalidad de la documentación histórica inherente a la materialidad del monumento. La repetición cíclica de la polémica histórica, ahora entre los partidarios de las reconstrucciones tipológicas (Marconi) y los conservadores (Bellini) reaparece como un espectro sin solución. En el entorno de los colaboradores y alumnos del profesor Amadeo Bellini se crea en septiembre del año 2000 la “Shy Architecture Association” que

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se acompaña con la publicación del “manifiesto para una restauración tímida” (Ermentini)8. Este documento proclama el fin de la teoría de la restauración y promueve una labor continua y planificada de mantenimiento de los monumentos, basada en la mínima aportación de material que garantice su conservación, con su configuración y estratificación conservada y con su identidad compleja y multiforme. El manifiesto se promueve acompañado de una fuerte carga irónica y entre sus alegatos reivindica las figuras de Boito, Ruskin, Brandi y Bonelli acompañados de los hermanos Marx, Chaplin, Benigni y Totto. Proponen imponer un “carnet” por puntos que el restaurador iría perdiendo al incumplir determinados preceptos (Ermentini: 21)9, un “menú” para el restaurador tímido (Ermentini: 29) y un tratamiento médico con la “famosa” aspirina “Timidina, con vitamina C” para curar los males que afectan a los restauradores, (Ermentini: 19). La publicación se acompaña de una imagen fotográfica en la que el “super-conservador” Amadeo Bellini le recomienda este tratamiento al “súper-reconstructor” Paolo Marconi para curar su grave enfermedad, con el consejo de que practique el espíritu de la “no violencia” sobre los monumentos (Fig. 04). Con independencia de las ironías terapéuticas para curar los males y las veleidades que padecen los restauradores más osados, lo cierto es que seguimos constatando cómo la “restauración” provoca de forma inexorable en el monumento la destrucción de su valor documental e histórico y de su capacidad para evocar el paso del tiempo; además, tenemos la certeza que este problema se produce siempre al manipular los materiales de la construcción del edificio conservado, lo que conduce inevitablemente —para evitar este problema— a actuar “tímidamente” y con la prudencia necesaria para garantizar la mínima intervención posible. En este contexto, parece lógico pensar que si el valor temporal asociado a la contemplación de la arquitectura histórica desaparece con su restauración, este valor necesariamente estará asociado a los materiales y a la configuración de los elementos constructivos que la componen tal y como la hemos recibido, ya que es en el proceso de su manipulación y modi-

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Figura 3. Kurt Schwitters, Merzbild 31, 1920.

http://www.shyarch.it/ “... Sanciones. Exceso de velocidad en la actuación, 5 ptos; no conceder prioridad al conocimiento del monumento, 8 ptos; uso del móvil en la obra, 2 ptos; invertir el sentido del proceso de la historia reconstruyendo el primitivo esplendor, 20 ptos, restaurar ebrio, 5 ptos, ...”


La conservación del tiempo en la restauración: el proyecto estratigráfico

ficación en la obra de restauración cuando este valor se destruye (Latorre, 1995). Este problema se acepta como irremediable sin preguntarse ni plantearse qué elementos y materiales de la configuración de una arquitectura histórica contienen su valor temporal, de tal modo que su conservación pueda manejarse como una variable con la que poder trabajar en la fase de estudio de un monumento y, sobre todo, en la elaboración del proyecto de restauración.

Espacio, materia, movimiento y tiempo “…El tiempo, como la mente, no es cognoscible como tal. Solamente conocemos el tiempo indirectamente por lo que sucede en él, por la observación del cambio y lo que permanece, por el señalamiento de la sucesión de acontecimientos entre marcos estables e indicando el contraste de varias clases de cambios…” (Kubler: 70). El espacio vacío e inmaterial no tiene límites y carece de referencias, por lo que no es perceptible, ni comprensible. Para Poincaré, el espacio vacío es amorfo, una forma flácida, sin rigidez, que es adaptable a todo y carece de propiedades por sí mismo, son los cuerpos en sus relaciones mutuas los que determinan el espacio y le dan una u otra forma (De Lorenzo: 37). Sólo podemos comprender el espacio asociándolo a la materia que lo delimita, lo configura y le confiere su tridimensionalidad, al permitir situar el origen de un sistema euclidiano de coordenadas relativo. Además, es la materia la que dota al espacio de cualidades y características: dimensiones, peso, color, textura, olor, sonido, etc. que nos permiten percibirlo, sentirlo, y experimentarlo. En definitiva, espacio y materia forman un binomio necesario: no hay espacio sin materia, ni materia sin espacio, como nos recuerda constantemente la disciplina de la arquitectura. Por otro lado, es imposible percibir un espacio inmóvil que sería simplemente un engaño de nuestra imaginación. En un espacio inmóvil e inerte sólo tendríamos una percepción estática condicionada por nuestra propia inmovilidad que lo convertiría en una foto fija en tres dimensiones y en una sensación única y permanente. Para percibir el espacio necesitamos movernos y cambiar de posición, modificando constantemente nuestras sensaciones y percepción de la materia que se sitúa en él, multiplicando nuestros puntos de vista de los espacios atravesados por la luz, que nos permitirá observar sus formas, dimensiones y color. Durante el recorrido, también percibimos el sonido del aire y del agua al rozar con los materiales, el olor que desprenden y el acabado de sus superficies al tocarlas, etc. (Zevi: 24). Sabemos que no existe un espacio estático, el universo es dinámico y todo se mueve. Sabemos también que sin movimientos de la materia no pueden producirse cambios en ésta, que son una consecuencia del

Figura 4. El super-conservador (Prof. Amadeo Bellini) receta la “Timidina” al super-reconstructor (Prof. Paolo Marconi) año 2003 (Ermentini, p. 18).

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Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

contacto, los roces y choques que se producen en su interacción. El movimiento de la materia puede tener su origen en fuerzas de carácter natural o derivarse de la acción de los seres vivos, especialmente del hombre que lo dotará de unas razones socio-culturales, decisivas en su comprensión histórica. Por tanto, es el cambio y la transformación de la materia, como consecuencia de su movimiento en el espacio el que nos permite tener constancia del paso del tiempo al establecer un antes y un después de éste.

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“… A fin de conferir determinada calidad pictórica –planteada de antemano– a una parte de la estructura, dejó que el polvo de Nueva York se acumulara en la obra. Quién conozca Nueva York sabrá qué significa esto. Durante un año y medio el gigantesco vidrio permaneció apoyado sobre tacos de madera en su taller mientras que el polvo que penetraba por la ventana que daba a Brodway se depositaba en la obra. Una vez que Man Ray lo había fotografiado limpió cuidadosamente el vidrio, con excepción de los conos sobre los cuales fijó el polvo valiéndose de un producto adhesivo…”

Como expresión plástica del cambio que provoca el paso del tiempo sobre la materia, es ejemplar la fotografía de Man Ray titulada “criadero de polvo” y en la que puede verse el efecto de la acción del polvo de Brodway sobre “el gran vidrio” de Duchamp, (Richter: 103)10. Como explica el propio Duchamp, el polvo depositado sobre el vidrio necesita de tres a cuatro meses para hacerse perceptible a la vista y crear un color y una textura traslúcida que pueda incorporarse a la obra. Uno de los subtítulos que Duchamp dio a este trabajo fue “vidrio en retardo”, concepto que implica movimiento y duración y que explica, cómo para su materialización, es necesario un proceso planificado en el tiempo de sedimentación del polvo sobre el vidrio (Duchamp: 62) (Fig. 05). Los conceptos de espacio y tiempo y sus relaciones son uno de los temas fundamentales de la historia de la filosofía, la ciencia, la literatura o el arte. A partir de Newton y Descartes, la civilización occidental ad-

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Figura 5. Cría de polvo, polvo de Brodway sobre Le Grand Verre de Duchamp. Foto de Man Ray 1920. (Duchamp, 1978, p. 103).


La conservación del tiempo en la restauración: el proyecto estratigráfico

quirió una concepción del espacio y del tiempo absoluto, matemático e infinito y la de un tiempo que fluye uniformemente en una sola dirección, desde el pasado al futuro sin interrupción, sin relación con los sucesos externos y sin retorno posible. Pero esta imagen es falsa. Afirmar que los cuerpos se mueven en un espacio y en un tiempo absolutos es pura ficción, lo que se observa realmente son movimientos relativos de unos cuerpos con respecto a otros que también están en movimiento, pero que se consideran quietos para fijar en ellos un sistema de referencia que, como hemos dicho, siempre es relativo. Poincaré insistirá en que “dadas las condiciones aquí en la tierra, la geometría euclídea tridimensional, ha sido y será la más conveniente, porque se ha mostrado como necesaria para la supervivencia de la especie humana” aunque mantiene una concepción relacional entre los cuerpos del espacio y afirma que “la única realidad objetiva consiste en las relaciones de las cosas, de las que resulta su armonía universal” (Poincaré: 119; Isham y Savvidou: 11)11. Esta concepción lineal del tiempo, de la historia y el progreso son relativamente recientes. Mircea Eliade, el gran historiador de las religiones mostró cómo los pueblos “primitivos” poseían una idea cíclica del tiempo, en el que los grandes acontecimientos repetían sistemáticamente hechos sobrenaturales y gestas protagonizadas en los orígenes míticos del cosmos por los dioses, antes de que el hombre apareciese en la tierra. Lo que hace el hombre, ya se hizo; su vida no es más que la repetición ininterrumpida de las gestas realizadas por otros (Eliade: 15). Los pueblos primitivos sentían un verdadero “terror a la historia” y tenían un sentido fatalista de la vida, por ello celebraban ritos y fiestas de “regeneración del tiempo” con el objetivo de inaugurar periódicamente un ciclo nuevo que se repetía sistemáticamente (Eliade: 79)12. La mayoría de los rituales de destrucción y reconstrucción que conocemos para la renovación de los materiales que componen una cabaña o un templo

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“... La visión relacional niega al tiempo (y al espacio) una existencia independiente de los objetos y procesos materiales... el tiempo existe sólo en virtud de la existencia de la materia y los acontecimientos materiales...” 12 “... los ritos de construcción nos descubren algo más: la imitación y por ende, la reactualización de la cosmogonía. Una “era nueva” se abre con la construcción de cada casa. Toda construcción es un comienzo absoluto, es decir, tiende a restaurar el instante inicial, la plenitud de un presente que no contiene traza alguna de “historia”.”

—como los del Santuario de Ise en Japón— no son más que la materialización de un ritual de retorno a los orígenes, asociado a la idea de regeneración, purificación y transición para destruir el paso del tiempo, alejando de nuestra existencia la proximidad de la muerte (Vegas: 32-37). Cuando la restauración trata de devolver al edificio su configuración “original”, repite de algún modo los ritos de “abolición del tiempo” que define Eliade, al “restaurar el instante inicial” de la construcción y sacrificar cualquier rastro que se conservase hasta ese momento de su proceso de reformas y transformación.

La tetradimensionalidad de la arquitectura histórica: los procesos de transformación en el tiempo “... Si uno no sabe lo que es un “suceso”, no puede entender la geometría del espacio-tiempo. Igual que las localizaciones son los lugares en un paisaje, los sucesos son los lugares en el espacio-tiempo… Un suceso es una posición en el tiempo tanto como en el espacio. Evidentemente, el mundo de tales sucesos —que llamamos espacio-tiempo— es tetradimensional. Se necesitan tres coordenadas para especificar el “dónde” de un suceso, y una coordenada para especificar el “cuándo” (Price: 21). Entendemos como suceso una acción específica que se desarrolla en un espacio determinado y en un momento concreto. Cada movimiento de la materia en el espacio (suceso) tiene una causa que lo provoca y unas consecuencias, al ocupar la materia una posición en el espacio vacío y dejar vacío un espacio que puede ocuparse nuevamente. Todos los materiales que componen un edificio histórico quedan definidos por las tres coordenadas de su posición en el espacio que establece dónde esta colocado y por una coordenada temporal que determina cuándo fue colocado. La colocación en un instante concreto de un material formando parte de un elemento constructivo, constituye un suceso. El conjunto de sucesos que se producen a lo largo de una obra y que concluyen con la construcción del edificio o su transformación, deben quedar definidos en el proyecto de arquitectura. El proyecto de arquitectura selecciona, conforma y ordena el movimiento y la colocación de los materiales en el espacio (sucesos), siguiendo un pro-

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ceso constructivo previamente planificado con una duración determinada. El proyecto es la respuesta a una serie de variables funcionales, formales, constructivas y económicas establecidas previamente por el promotor de la obra y que satisfacen unas necesidades específicas y se enmarcan en un contexto socio-cultural concreto (Latorre, 1996: 105-107). Además, el edificio al situarse en un espacio determinado deberá adaptarse a las preexistencias que lo ocupan, eliminarlas para ocupar el espacio vaciado o podrá adaptarse a éstas, integrándolas en la nueva construcción. Todos los materiales de un monumento, colocados siguiendo un mismo proyecto y en el mismo contexto sociocultural y temporal y sobre las mismas preexistencias, constituyen una fase de la construcción que se designa como “estructura” (Caballero, 1996: 41). Todos los materiales que componen una estructura, es decir que se colocaron en una misma fase de la construcción, mantendrán una relación espacio-temporal de “contemporaneidad” y compartirán una serie de características indirectas que permitirán relacionarlos, aunque en la realidad estén colocados en instantes diferentes y sucesivos. Todos estarán ordenados para configurar los espacios de una determinada arquitectura, con un estilo y una tipología concreta y compartirán unas variables de carácter técnico-constructivo como el tipo de material, la talla, la junta, el aparejo, etc., y otras de carácter morfológico como las dimensiones, geometría, forma, etc. (Azkarate, 2002: 67). La transformación de una arquitectura puede promoverse incluso durante su construcción, al demostrar su inestabilidad por errores constructivos o estructurales. También puede acometerse al finalizar la obra, cuando al ponerse en uso demuestra su incapacidad para cumplir las necesidades establecidas previamente por el promotor o sus expectativas estéticas, formales o simbólicas, poniendo en evidencia los errores del proyecto o de la construcción. Desde el mismo instante en el que una arquitectura se considera acabada y su promotor la ocupa y empieza a utilizarla, se ve sometida a la acción destructiva de la naturaleza y el hombre. La naturaleza a través de la climatología o la acción biológica provoca la erosión y la degradación lenta y continua de los materiales que puede acabar provocando fracturas, fisuras o algún colapso parcial. La acción del hombre, en el uso habitual del edificio, erosiona y deteriora igualmente los revestimientos

del interior. A esta acción se suman las de carácter traumático que pueden provocar catástrofes naturales (terremotos, incendios, inundaciones) o la acción directa y destructiva del hombre (guerras, incendios, etc.) (Fig. 06). La mayoría de las reformas se acometerán cuando la construcción se haya deteriorado o arruinado, lo que impedirá su utilización habitual y será necesaria su reparación, reconstrucción o restauración. También puede suceder que al pasar el tiempo el grupo social que utiliza el edificio haya variado en su número, cambiado sus costumbres, sus necesidades o cambie la propiedad y el uso al que se destina y el edificio sea incapaz de satisfacer las exigencias de sus usuarios, que promoverán su rehabilitación. Finalmente, puede suceder que su entorno físico o su contexto socio-cultural también hayan cambiando con el paso del tiempo, modificándose los gustos del grupo social que lo ocupa, que no se identifica con la forma o el estilo del edificio, lo que impedirá que la imagen de éste cumpla con su función representativa y simbólica y provocará su remodelación. En definitiva, toda transformación de una arquitectura preexistente se promueve cuando sus usuarios la consideran inadecuada para desarrollar su actividad habitual desde el punto de vista constructivo, funcional o formal, y se consideran con la capacidad económica suficiente para acometerla. Todo proyecto de transformación de una arquitectura preexistente se inicia con la redefinición, por parte del promotor, de las variables constructivas, funcionales o formales previas, en un contexto sociocultural distinto y con unas condiciones económicas nuevas, de acuerdo a las cuales y la estructura conservada objeto de la reforma (preexistencias), el arquitecto redactará un proyecto de intervención que ordenará los “sucesos” constructivos de la modificación proyectada. Muchas veces, especialmente cuando nos referimos a grandes obras de arquitectura, en vez de pensar en un proceso de transformación de una arquitectura previa deteriorada, debemos imaginarnos procesos de construcción muy dilatados en el tiempo y en una serie de arquitecturas sucesivas que nunca se completan. En estos casos, tenemos que suponer que la construcción del proyecto que inicia la ocupación del espacio se interrumpe y continúa después de un periodo de inactividad, reutilizando las preexistencias del periodo anterior, integrándolas en un nuevo proyecto (Azkarate, 2001)13. La adaptación y reutilización de una arquitec-


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Figura 6. Girart de Roussillon y su mujer Berthe fundando doce abadías. Miniatura del siglo XV. (Biblioteca de Vienne).


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tura incompleta es tan habitual como el proceso descrito de transformación pura de una arquitectura previa y ambos, pueden presentarse de forma aislada o combinada en el proceso de configuración de un edificio histórico.

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A este respecto es muy sugerente conocer los resultados del análisis efectuado de la Catedral de Vitoria. Este edificio empezó a construirse como un encastillamiento sobre la muralla de la ciudad que no se completó, posteriormente se construye una iglesia compuesta de sucesivas fases inacabadas y de cambios de proyecto que conducen después de 300 años a la construcción de un templo diferente al proyectado inicialmente, abovedado con madera y sin los arbotantes, botareles ni pináculos ahora innecesarios. La sustitución posterior de las bóvedas de madera por otras de piedra provoca un proceso continuo de deformación y ruina que condujo a la construcción de los arbotantes y de estribos incompletos, hasta alcanzar un nuevo equilibrio.

Los sucesos constructivos que conducirán a la transformación de una arquitectura preexistente o a la modificación e integración de una arquitectura inacabada pueden ser de tres tipos: eliminación (—) de una parte de los materiales existentes que se desechan, conservación (=) mediante el tratamiento y reparación de los materiales que se reutilizan y superposición (+) de nuevos materiales sobre los conservados, creando un nuevo depósito o “estrato” en la secuencia constructiva (Latorre 2002: 165). Entre los materiales conservados de la estructura previa y los que se colocan nuevos en la transformación se establece siempre una relación de “antero/posterioridad” evidente, unos estarán colocados “antes” y otros “después”, es decir poseerán una coordenada temporal diferente, lo que confiere a la arquitectura histórica su tetra-dimensionalidad (Fig. 07).

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(=)

(+)

Figura 7. Una ermita prerománica abovedada tras su ruina se transforma en una pequeña iglesia románica con cubierta de madera, siguiendo el proceso de transformación descrito de: eliminación (-), conservación (=) y superposición (+) de los materiales.


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La estratificación constructiva: depósitos e hiatos “Los estratos antrópicos se derivan de una selección cultural: el hombre puede crear estratos a voluntad que respondan a un plan abstracto y no al devenir de la naturaleza...el material de los estratos antrópicos es transportado por el hombre y la deposición de ellos está regulada por su acción y planificación... los estratos verticales, como podrían ser los muros, constituyen formas propias y exclusivas de la estratificación antrópica... Estos estratos, al ser sólidos al menos durante un periodo de tiempo, dan lugar a nuevas formas de deposición...Los estratos antrópicos aparecieron cuando el hombre se hizo constructor...” (Harris: 65-84). La eliminación de material (—) de una estructura arquitectónica puede ser provocada por la acción del hombre o de la naturaleza. La eliminación de materiales (—) crea siempre en la estructura conservada una superficie de corte al eliminar o cortar los depósitos de las fases precedentes y las superficies que los delimitan. La superposición de nuevos materiales (+) a los conservados se apoyará en las superficies que delimitan los depósitos previos y formalizará en su contorno exterior una nueva superficie de borde. Los nuevos depósitos constructivos podrán colocarse apoyados o adosados a los depósitos históricos, cortarlos para atravesarlos, rellenar los huecos de un depósito previo, o dada su tridimensionalidad, superponerse ocultando total o parcialmente las caras visibles de éste. Estas superficies sin material —de corte o de borde—, importantísimas para comprender la secuencia histórica de la construcción, definen los saltos temporales o “hiatos” que se han producido entre los materiales de cada una de las fases de una construcción en su proceso de transformación. Las superficies de corte provocadas corresponden a una transformación proyectada del edificio y, generalmente, se repararán rellenando la superficie de corte con nuevos materiales (+) que definirán nuevas superficies de borde. Aunque son imprevistos, los cortes provocados por un accidente o una catástrofe serán igualmente rellenados en la reparación que se promoverá para evitar la ruina y permitir el uso al que está destinado el edificio. Una superficie de corte que no se repara, normalmente corresponde a un edificio

en ruinas. Un edificio está en ruinas cuando pierde su uso y la sociedad decide abandonarlo al no estimar procedente su recuperación. Dos materiales en contacto, colocados en fases diferentes, mantendrán siempre una relación de antero/ posterioridad que podrá determinarse: estarán siempre separados por una superficie de corte o de borde, definirán arquitecturas distintas y espacios diferentes, sus variables técnico constructivas y morfológicas serán diferentes y poseerán una coordenada temporal diferente. Dos materiales en contacto (mismo depósito UEM) o separados en la construcción (depósitos UEM diferentes) pero, colocados en la misma fase de la construcción (es decir pertenecen a la misma “estructura”), mantendrán una relación de contemporaneidad que igualmente podrá determinarse: responderán al mismo proyecto, definirán una misma arquitectura, pertenecerán al mismo contexto temporal y sociocultural y compartirán las variables de carácter técnico-constructivo y morfológico, lo que nos permitirá relacionarlos y entender su contemporaneidad, aunque estén separados en el espacio de la construcción y colocados en momentos distintos de la misma fase de obra. En general, cada transformación que se promueva sobre una arquitectura histórica, actuará mayoritariamente sobre la fase precedente, tanto al eliminar materiales (—), como al superponer los nuevos (+). Siguiendo la lógica de una demolición y de las leyes de la gravedad, toda transformación deberá actuar primero de arriba hacia abajo, limpiando y desmontando las estructuras precedentes para definir la superficie de apoyo del nuevo depósito y que hemos designado como superficie de corte. Como en toda construcción, los materiales nuevos se colocarán de abajo hacia arriba, construyéndose sobre la superficie de apoyo creada en las estructuras de la construcción conservada. En este proceso, los materiales de las fases más antiguas tendrán una presencia cada vez más exigua, ya que habrán sufrido un número mayor de transformaciones y una selección más intensa. Simultáneamente, este proceso provocará que estos materiales se sitúen en los niveles más próximos a la cimentación, ocultos y protegidos por los depósitos de las actuaciones posteriores, lo que favorecerá que su eliminación sea cada vez más improbable; pero además, en este proceso habrán demostrado su validez e importancia en la composición de la arquitectura conservada, lo que también les protegerá de su eliminación.

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Es necesario apuntar que, algunas veces, los procesos que se derivan de la lógica de la construcción y de las leyes de la estática pueden verse alterados por el ingenio humano. La utilización de apeos, recalces, castilletes y de todo tipo de maquinaria puede alterar el orden “lógico” de la construcción y de la estratificación, provocando que una fase más moderna rellene por debajo una más antigua que ha permanecido apeada en el desarrollo de la construcción. Además en este proceso, para integrar los materiales de los depósitos antiguos y unificar su aspecto con los nuevos materiales, los primeros pueden sufrir algún tipo de modificación superficial, ser retallados para tratar de imitar los nuevos aparejos, sufrir un proceso de limpieza y rejuntado o ser recubiertos con nuevos revestimientos, etc. La identificación de estos materiales modificados resulta especialmente difícil, ya que sus variables técnico constructivas y formales originales se han ocultado o destruido, tratando de reproducir las de las nuevos fases. En estos casos, sólo los restos que puedan conservarse en su posición, participando en la configuración de unos espacios de la arquitectura de la que proceden, nos puede permitir reconocerlos. Del mismo modo, cuando los materiales se mueven y se reutilizan en un elemento constructivo de una fase posterior, pierden las referencias espaciales de la arquitectura en la que se integraban, y sólo, las variables técnico constructivas y especialmente las morfológicas, nos permitirán relacionarlos con otros materiales coetáneos y recolocarlo en su posición original, operación que designamos como anastilosis. La repetición en el tiempo de los procesos de erosión-eliminación, conservación y superposición (—,= ,+) de materiales constructivos sobre la estructura preexistente, con la creación de superficies de corte o borde entre los materiales, provocará la estratificación de su construcción. Este proceso convierte a los monumentos en una suerte de collage constructivo, compuesto por los trozos conservados de cada una de las arquitecturas modificadas. Estos se sitúan en el espacio del edificio apoyados unos sobre otros, superponiéndose, cortándose, adosados o rellenando huecos; afectados por diferentes tipos de degradación, erosión o manchas; surcados a su vez por raspaduras, fisuras o fracturas y separados por superficies de corte o de borde, en definitiva, estratificados de los más antiguos a los más modernos, siguiendo el orden establecido por la sucesión de transformaciones ocurridas a lo largo de su historia.

Los materiales conservados de las diferentes arquitecturas que componen un monumento, nos permiten imaginar —por su forma y posición— cada uno de los espacios del que formaron parte. En paralelo, la ausencia de los materiales removidos de su posición, ocupada ahora por otros materiales con características diferentes y que delimitan otros espacios, revela la transformación y el cambio. En definitiva, el movimiento de los materiales y las modificaciones y cambios que producen en su configuración las obras de conservación, reparación, rehabilitación, reconstrucción, remodelación, restauración, etc. generan una construcción estratificada en el tiempo.

De la estratificación a la estratigrafía: el principio de inmovilidad “... La primera tarea fundamental de la ciencia histórica consiste en asegurar la realidad efectiva de los acontecimientos por ella descritos...Las “fuentes”, pues, permiten el acceso científico a la realidad histórica. Esta realidad se construye en primera instancia sobre la base de estas fuentes. Pero esto sólo es posible si las fuentes están aseguradas en su valor de fuente, es decir, si está demostrada su autenticidad. Esto se consigue por medio de la crítica...” (Heidegger: 32-33). La historia de los edificios es la historia de sus transformaciones y de las causas que las provocaron, de las sociedades que las crearon, de su cultura, de su situación económica y social, etc., y existe una relación cierta, directa y única entre su historia y el “orden” que tienen los materiales en su construcción estratificada. El palimpsesto de materiales, las huellas, las marcas y los restos de las sucesivas transformaciones y sucesos constructivos que da forma a una arquitectura histórica, dotan al espacio de la plasticidad que ha ido modelando el tiempo y constituye el único testimonio material y el único documento veraz de las sucesivas transformaciones que ha padecido. El valor histórico que emana de una arquitectura del pasado estriba precisamente en la relación directa y cierta que puede establecerse entre la configuración estratificada de su construcción y la sucesión de transformaciones que la han generado.


La conservación del tiempo en la restauración: el proyecto estratigráfico

El reconocimiento del carácter estratificado de la arquitectura histórica no es una valoración reciente, aparece sistemáticamente en los sucesivos alegatos sobre la necesidad de su conservación inalterada y en las sucesivas cartas de protección14 como apreciación de su valor documental. Camillo Boito afirmaba que “no sólo debe preservarse la pátina de los edificios antiguos, sino también las sucesivas adiciones aportadas a lo largo del tiempo, verdaderas estratificaciones comparables a las de la corteza terrestre” (Choay: 140). Torres Balbás, reconocía un “valor arqueológico” en los monumentos que se destruía con su restauración. La construcción estratificada de una arquitectura en el tiempo, abre un camino muy importante en la metodología y las técnicas de investigación de la arquitectura y su restauración, al permitirnos aplicar las leyes generales de la estratigrafía para obtener del edificio histórico —siguiendo una metodología específica— una secuencia de las fases de su construcción, ordenada en el tiempo desde la más antigua a la más moderna. Sin embargo, es importante entender que, del mismo modo que los procesos de estratificación geológica no coinciden exactamente con los de la estratificación arqueológica, tampoco éstos coinciden con los procesos de la estratificación constructiva, (Harris: 11-15). La estratificación arqueológica y constructiva es una consecuencia de la actividad humana, que los dotará de unas razones socio-culturales decisivas en su comprensión histórica. Por otro lado, el suelo arqueológico sufre procesos de excavación y construcción “similares” a los que se producen en la estratificación constructiva y que interrumpen el proceso normal de una sedimentación natural. Sin embargo, las estratificaciónes geológicas y arqueológicas son consecuencia fundamentalmente de los procesos de deposición y sedimentación, mientras que la estratificación arquitectónica únicamente está relacionada con los procesos de construcción, degradación-destrucción y reconstrucción. Para poder discriminar los cortes de la construcción, los depósitos y sus bordes, las fases de la cons-

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Carta de Venecia 1964, Art. 11: “En la restauración deben respetarse todas las aportaciones que definen la configuración actual de un monumento, no importa a qué época pertenezcan, dado que la unidad de estilo no es el fin de la restauración…”.

trucción y los procesos de transformación históricos es necesario aplicar una metodología estratigráfica específica apoyada en unos conocimientos de carácter constructivo y arquitectónico. Este cambio metodolólogico ha propiciado que desde el campo de la historia de la arquitectura se haya puesto en duda el carácter estratificado de la arquitectura histórica y de que se pueda deducir su estratigrafía aplicando una metodología similar a la utilizada para la lectura y registro de una excavación o de un corte geológico. Renato Bonelli niega la estratificación de la construcción alegando el carácter “vacío” de la arquitectura, frente al de “lleno” que tienen los estratos del subsuelo geológico y arqueológico e indica que la metodología estratigráfica se basa, precisamente, en la continuidad material entre los depósitos, ya que ésta permite definir las relaciones físicas que se producen en el contacto entre ellos. Bonelli afirma que no existe una continuidad material en el espacio entre los distintos cuerpos de una misma fase de la construcción, lo que impide realizar este análisis secuencial, que finalmente arroja resultados “pobres, episódicos y dispersos”. Para Bonelli la continuidad horizontal de los depósitos está totalmente reñida con la condición vertical de la construcción, cuya separación se produce según planos de asiento constructivo y no por hiatos como se pretende. También plantea la relativa simplicidad de los elementos documentales que aparecen en la arquitectura y la dificultad que presenta su datación, frente a la riqueza informativa que se recupera en una excavación; que los revestimientos más modernos cubren la mayoría de las superficies e impiden observar la secuencia de las fases de la construcción, y que éstas, se vuelven prácticamente indetectables en muchos elementos constructivos como pavimentos, estructuras de cubierta, bóvedas, etc. (Bonelli: 9). Los argumentos utilizados por Bonelli para invalidar la evidencia de una construcción estratificada, lo único que consiguen es describir las diferencias que existen entre la estratigrafía arqueológica y la constructiva y las dificultades que presenta el análisis de ésta, que exige para su estudio el desarrollo de una metodología específica. Bonelli niega que pueda obtenerse la estratigrafía de una construcción y argumenta que para conseguirlo es necesario fragmentar la arquitectura en múltiples elementos, preguntándose por el número de miles de UEM que resultarían del análisis de un gran monumento que, entiende, es inabarcable y sólo puede abordarse de un modo

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global, con las herramientas propias de la historia de la arquitectura (Bonelli: 9)15. En su descalificación general del “método”, Bonelli desdeña la realidad incontestable y cierta de la estratificación de la construcción de una arquitectura en su proceso de transformación en el tiempo y el valor documental intrínseco al análisis de ésta, sin proponer cómo debe afrontarse el estudio científico del proceso de transformación de un gran monumento. Este análisis, realizado sólo con las herramientas habituales de la historia de la arquitectura, puede convertirse en un fiasco, si no se contrastan sus resultados con los que pueden desprenderse del estudio de las fuentes materiales (el monumento estratificado) y sin entender la complementariedad que existe entre ambos análisis, que deben apoyarse en la búsqueda de la “verdad” del proceso de transformación arquitectónica. A pesar de los “inconvenientes” señalados por Bonelli, durante los últimos 20 años se ha puesto a punto, desde diferentes ámbitos universitarios y profesionales, una disciplina —designada como “arqueología de la arquitectura”— que ha desarrollado una metodología específica de análisis de la construcción histórica para obtener su estratigrafía, demostrando su viabilidad y que de un modo esquemático, se estructura en las fases siguientes: • Reconocimiento de las superficies de corte y borde en la estructura arquitectónica. La búsqueda de los cortes y bordes que pueden observarse en las fábricas es un modo de iniciar la fragmentación y clasificación de los depósitos que componen una construcción histórica. • Definición de las variables morfológicas y técnico-constructivas de los materiales y elementos constructivos, zonificando los conjuntos de variables definidas. La agrupación y localización en el espacio del edificio de las variables que se presentan juntas, permite delimitar los depósitos y definir las características constructivamente homogéneas de las estructuras de cada una de las fases de transformación (Azkarate, 2002: 67-69).

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“... la historia de la arquitectura trata de la comprensión de los edificios históricos a través de la restitución del proceso de creación y de los acontecimientos constructivos, mediante la lectura de las formas de su estructura y su consiguiente valoración crítica.”

• Definición de los depósitos constructivos existentes (UEM) y de sus contornos. Se define como UEM (unidad estratigráfica de muro) al conjunto de materiales coetáneos de un edificio histórico que pertenecen a un mismo contexto temporal y a una misma fase de la construcción, separados por materiales de épocas diferentes, y delimitados por superficies de corte o de borde. En la metodología de trabajo, a cada deposito debe asignársele un número y sus características deben quedar registradas en una ficha (Parenti, 1996: 79). • Definición de las relaciones estratigráficas de antero-posterioridad entre los depósitos (UEM) colindantes. La relaciones entre dos depósitos colindantes se establecen mediante las acciones constructivas que se dieron en su formación y que nos permiten definir las relaciones de antero posterioridad entre ellos: cubre/es cubierto, apoya en/se le apoya, corta/es cortado, rellena/es rellenado, se superpone a/es ocultado por, etc., son algunos de los verbos que designan las acciones que se produjeron en la formación de los depósitos constructivos (Carandini: 67-77; Caballero, 1996: 66-69) (Fig. 08). • Identificación de los depósitos coetáneos y definición de las estructuras existentes. Todas las UEM contemporáneas conservadas en una arquitectura histórica constituyen una estructura y configuran los restos conservados en el tiempo de una transformación concreta del edificio. Las UEM separadas físicamente en el espacio de una misma estructura, mantienen unas relaciones indirectas que nos permiten reconocerlas como coetáneas, al compartir normalmente las variables de carácter morfológico y las técnico-constructivas, además de configurar un mismo espacio de una arquitectura determinada, si conservan su tetra-dimensionalidad original. • Correlación, periodización y secuencias estratigráficas: elaboración de la “matriz Harris”. La matriz permite ordenar de un modo sistemático, en una secuencia de cronología relativa en el tiempo, los depósitos (UEM) y las superficies reconocidas, a partir de las relaciones de antero posterioridad definidas e identificar las relaciones redundantes o incompatibles que será necesario revisar en un proceso reiterativo hasta establecer una secuencia coherente (Harris, 147-187).


La conservación del tiempo en la restauración: el proyecto estratigráfico

• Establecimiento de fechas de cronología absoluta de las estructuras definidas, a partir del estudio documental de archivo, del estudio artístico de los elementos decorativos integrados en los depósitos y de los ensayos de laboratorio de los materiales que las componen. • Definición del proceso de transformación constructiva. Deberá aportar una explicación “científica” de la sucesión de “hechos constructivos” que han ido modelando la configuración del edificio hasta alcanzar la que presenta en la actualidad. Este trabajo deberá completarse con un análisis histórico-crítico —basado en los fundamentos de la historia de la arquitectura— que proponga la imagen de cada una de las arquitecturas reconocidas en el proceso de transformación y las sitúe en su contexto histórico. Como en todo trabajo científico, la capacidad de un observador para reconocer los “hechos” de la realidad, está siempre condicionada por sus conocimien-

tos y experiencia. Antes de que un observador pueda formular y hacer valer un enunciado deducido de los “hechos” observados, debe estar en posesión del entramado conceptual apropiado y debe saber cómo aplicarlo adecuadamente (Chalmers: 10-12). El estudio y análisis de una construcción estratificada, necesita por parte de quien la ejecute, de una práctica y experiencia para aprender a reconocer las superficies de corte y borde, los diferentes depósitos y las relaciones que se producen de contemporaneidad o de antero posterioridad, además de tener sólidos conocimientos de historia de la arquitectura, de la construcción y de las técnicas y procedimientos constructivos. A pesar de la experiencia, no siempre es posible deducir directamente de la lectura de los muros y del orden de los materiales, la totalidad de los hechos y acontecimientos sucedidos en la realidad. La correlación entre la materialidad y estratificación de la construcción y la sucesión de hechos históricos no es inmediata, está llena de lagunas, vacíos y falsifi-

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Figura 8. Croquis de campo de Caballero Zoreda (CSIC) con la individualización de los depósitos UEM y las superficies que se reconocen en el alzado norte de la Iglesia de Santa Clara en Córdoba, 2006. Fotogrametría de Latorre y Cámara, S.L. Archivo Fundación Caja Madrid.


Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

caciones y su interpretación exige una investigación minuciosa, con la conjunción de todas las técnicas históricas, para conseguir explicar cómo se ha producido este proceso y las fases por las que ha transcurrido. Para evitar interpretaciones erróneas es imprescindible que los resultados obtenidos puedan ser sometidos a una revisión crítica, para lo que deben documentarse, explicarse, y hacerse públicos. El carácter estratificado de la construcción de una arquitectura histórica la convierte en un objeto susceptible de ser estudiado con metodología estratigráfica. La principal consecuencia de esta realidad es que cualquier movimiento, eliminación o superposición de material constructivo que se produzca durante la obra de restauración, provocará la modificación de la estratificación y la alteración de las relaciones estratigráficas que se conservan en el edificio, pudiendo las existentes ocultarse o desaparecer totalmente o de forma parcial. De hecho, la pérdida del valor temporal y documental de los monumentos está relacionado con el movimiento de materiales que se produce en el desarrollo de la obra de restauración, lo que nos conducirá a negar su ejecución y a exigir la inmovilidad de los materiales para garantizar la conservación de este valor. 42

La doble condición diacrónica (histórica) y sincrónica (arquitectónica) de los materiales y el edifico histórico “... Un monumento puede ser estudiado desde el punto de vista histórico-anticuario, prefiriendo la tradición literaria (textos, inscripciones, monedas) a la lectura analítica de la realidad material. Cada óptica consiste de hecho en privilegiar un aspecto respecto otro y sólo el ojo de Dios sabe ver cada cosa de forma ilimitada... también es respetable tomar en consideración un monumento desde el único punto de vista de su decoración arquitectónica...de las técnicas constructivas... otro punto de vista es el estratigráfico, que identifica cada una de las fases de la construcción, ordenándolas en una secuencia temporal...finalmente existe la óptica que investiga el esqueleto de un monumento, su lógica estructural y su estática. Solamente la toma en consideración conjunta de todos estos puntos de vista, ... permite acercarse a la verdad de un monumento.” (Carandini: 21).

En paralelo a la valoración estratigráfica de la arquitectura histórica hay que tener presente la condición que, como objeto de arquitectura, tienen los edificios históricos. Cada transformación supone la aparición de una nueva arquitectura que responderá a las variables funcionales, constructivas o formales que hayan justificado su modificación. A diferencia de cómo se forma la estratigrafía del suelo —por niveles de ocupación y contextos claramente delimitados— en cada transformación que se produce en la arquitectura se crea un nuevo contexto en el que los materiales conservados de las arquitecturas precedentes se integran en el nuevo proyecto, formando parte de la nueva estructura que se construye y de los espacios definidos por ésta. De este modo, cada uno de los materiales de un edificio histórico, aunque conserven su tetra-dimensionalidad original (permanece inmóvil desde su primera colocación) y las variables técnico-constructivas y morfológicas de la arquitectura de la que proceden, forman parte de cada una de las fases de transformación posteriores a su colocación. Un pilar, un muro, una bóveda, un forjado, etc. pueden estar formados con materiales de diferentes periodos históricos pero cumplen una función arquitectónica determinada que habrá quedado establecida en la última transformación del edificio. De este modo, los materiales que forman una construcción histórica poseen una doble condición: la arquitectónica (el sillar forma parte del pilar), y la histórica (el sillar se colocó en un momento histórico concreto). Esta dualidad permite descomponer una arquitectura histórica en elementos constructivos (UC) y, simultáneamente, en depósitos coetáneos de materiales estratificados (UEM). En la descomposición en UC y UEM nos puede suceder que algunos materiales con escasa relevancia arquitectónica y constructiva posean, sin embargo, una importancia estratigráfica fundamental, pues representan el último testimonio de una transformación concreta del edificio o la huella que establece la relación de antero posterioridad entre dos fases que, inevitablemente desaparecerá, al desaparecer este material de su posición. De un modo paralelo, existen materiales que por su forma o posición tienen una importancia arquitectónica clave (constructiva, formal o funcional) y que, sin embargo, apenas tienen valor estratigráfico alguno. Esta dualidad de los materiales y del objeto arquitectónico mismo, que simultáneamente configuran un objeto de arquitectura y un documento histórico, ha provocado muchos de los conflictos y de las polémi-


La conservación del tiempo en la restauración: el proyecto estratigráfico

cas que han marcado la historia de la restauración arquitectónica. El edificio, como documento histórico y como objeto estratificado, no puede ni debe ser alterado, ni modificado; sin embargo, en su condición de objeto de arquitectura, tiene necesariamente que renovarse y transformarse continuamente para responder al medio físico y humano en el que se encuadra para garantizar su conservación en el tiempo. El reconocimiento del carácter estratificado de la arquitectura histórica y de la metodología que nos permite su definición, abre una vía metodológica con la que resolver este dilema —que carece aparentemente de solución— al permitirnos definir aquellos materiales que dotan al monumento de su valor temporal y son claves en el reconocimiento de los “hechos” que definen la secuencia histórica de su construcción y valorar las pérdidas implícitas a la obra de restauración proyectada. Es en este contexto, en el que la aparición y desarrollo de la disciplina designa-

da como “arqueología de la arquitectura”, ha introducido una metodología y una herramienta de análisis que permite definir los estratos de cada una de las fases y las relaciones de antero posterioridad que se producen, lo que posibilita en el proyecto tomar decisiones sobre su conservación o eliminación. Metodológicamente, la fase de análisis y de estudios previos del edificio tiene que abordarse con el reconocimiento de esta doble condición de la arquitectura histórica: el enfoque “sincrónico” que corresponde al edificio en su configuración actual, tal y como lo recibimos del pasado, entendido como una estructura arquitectónica con unas características funcionales, constructivas y formales específicas y unas patologías concretas definidas en su última transformación; y el enfoque “diacrónico” que lo estudiará, como objeto estratificado, consecuencia de un complejo proceso histórico de transformación en el tiempo (Latorre, 1995: 17) (Fig. 09).

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Figura 9. Esquema de descomposición de la arquitectura histórica en elementos constructivos (UC: Unidad Constructiva) y en depósitos y superficies estratigráficas (UEM: Unidad Estratigráfica Muraria).


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El proyecto estratigráfico y la definición de la secuencia constructiva de la restauración “Cada uno de los estratos arqueológicos es único en composición, tiempo y espacio: sólo se crean una vez y el hecho de intervenir en ellos provoca su destrucción.” (Harris: 73).

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La restauración de una arquitectura histórica representa la última secuencia de su proceso de transformación en el tiempo, al que incorpora una nueva fase de su estratificación. Ésta se promoverá si el responsable de su conservación considera que existen razones que justifican la intervención desde el punto de vista constructivo, funcional o formal y se encuadrará en un nuevo contexto socio-cultural condicionado, no sólo por las técnicas de la construcción en uso, sino también por las teorías de la restauración y las leyes de protección vigentes. Pero esta realidad, no modifica los mecanismos de transformación que hemos descrito y el proyecto de restauración igualmente tendrá que definir: qué materiales se desechan y cómo se demuelen o desmontan, qué tratamientos deben aplicarse a los materiales que se conservan y, finalmente, diseñar cómo debe ser la arquitectura que se construye sobre la estructura histórica, hasta configurar un nuevo estrato sobre la construcción. La obra de restauración modifica la estratigrafía construida, de un modo similar al que provoca en la estratigrafía del yacimiento un nuevo nivel de ocupación y sedimentación de origen antrópico. Ambos actúan sobre la estratificación previa mediante el corte y eliminación de materiales estratificados (excavación-

demolición), la conservación de los estratos inalterados y la superposición (sedimentación-construcción) de los nuevos depósitos. La gran diferencia entre la formación de un estrato arqueológico y uno de carácter constructivo es que el primero es involuntario y consecuencia de la actividad humana que se desarrolla sobre el suelo y el segundo se “construye” a partir de un proyecto previamente “diseñado”. De hecho, siguiendo los procesos de estratificación de la construcción que hemos expuesto, es posible convertir la obra de restauración en un proceso de estratificación controlado e “intencionado” (Caballero, 2004: 172). Esta realidad, permitiría “proyectar la estratigrafía”, controlando y diseñando previamente a su ejecución la modificación que la restauración provocaría en la estratigrafía existente, abriendo un nuevo campo de actuación completamente inédito del que sería necesario crear un marco metodológico para su aplicación. Del mismo modo que en el proyecto de restauración dibujamos el estado actual de la arquitectura y después la transformación que proponemos, deberíamos también acometer el estudio del estado actual de la estratigrafía conservada, para definir posteriormente el estado final de estratigrafía resultante de la restauración proyectada, lo que nos permitiría conocer y evaluar las pérdidas que se producirían. Indudablemente, el problema que plantea el reconocimiento de una arquitectura estratificada exige una respuesta verdaderamente interdisciplinar y transversal que valore simultáneamente las necesidades que plantea la restauración de la arquitectura y las alteraciones y pérdidas que ésta obra provocaría en la estratigrafía conservada, tratando de buscar un equilibrio justificado en la solución finalmente adoptada (Fig. 10).

Figura 10. Sección transversal de la catedral de Vitoria. Estado actual, lectura estratigráfica y propuesta de restauración.


La conservación del tiempo en la restauración: el proyecto estratigráfico

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Figura 10.1 (arriba). Figura 10.2 (abajo). Sección transversal de la catedral de Vitoria. Estado actual, lectura estratigráfica y propuesta de restauración.


Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

Para abordar la ejecución de este proyecto estratigráfico sería necesario realizar previamente: • Levantamiento preciso de la geometría deformada con la representación detallada de la arquitectura, la decoración, los materiales y aparejos que componen su construcción y de todos los signos de deterioro visibles (erosión, fracturas, fisuras, manchas, etc.) (Latorre, 2009). • Lectura y definición de la estratigrafía conservada e interpretación histórica del proceso de transformación constructiva, planteando desde las herramientas de la historia de la arquitectura el contexto histórico que ha originado los proyectos de cada una de las fases estudiadas. • Anteproyecto de la restauración que se prevé acometer. Disponiendo de estos documentos, el proyecto estratigráfico debería definir y evaluar: 1. En la fase de demolición y desmontaje: 46

• Definición de los materiales y depósitos (UEM) que se eliminarán y los depósitos que se cortarán. • Trazado de las superficies de corte, especificando los materiales que delimitarán sus contornos. • Relaciones de antero-posterioridad y contemporaneidad que desaparecerán o se modificarán. Las demoliciones deberán ejecutarse siguiendo los contornos de los depósitos (UEM) definidos, evitando cortarlos; sin embargo, sabemos que mayoritariamente se ejecutarán siguiendo los contornos de los elementos constructivos (UC) que son los que definen la arquitectura. 2. En la fase de conservación: • Definir la incidencia de los tratamientos de consolidación y restauración en la conservación de las variables técnico-constructivas y morfológicas de los materiales y elementos constructivos. • Establecer los materiales que serán recolocados en su posición “original”, (anastilosis).

3. En la fase de superposición: • Definir y evaluar las superficies de corte o borde y los depósitos que se ocultarán total o parcialmente con la construcción de los nuevos depósitos y revestimientos como: rejuntados, revocos, pinturas, aplacados y todo tipo de tratamientos de restauración. • Definir y proyectar las variables técnico-constructivas y morfológicas de los nuevos depósitos, estableciendo la relación con las variables de los depósitos antiguos. • Definir y proyectar los encuentros entre las superficies de los nuevos depósitos y los conservados, de tal modo, que las relaciones de antero posterioridad sean reconocibles. • Definir las nuevas superficies de borde de la arquitectura resultante. Una vez definida la estratigrafía resultante del proyecto de restauración propuesto, sería imprescindible evaluar las pérdidas que se provocarían en el proceso de la obra y si éstas no fuesen aceptables, se debería iniciar un proceso reiterativo de búsqueda de una solución que pudiese dar respuesta a las necesidades que plantea la restauración, garantizando la conservación de una estratigrafía que, por lo menos, permita documentar los hechos que definen el proceso de transformación histórico analizado. Es inevitable que la arquitectura se transforme y cambie en el tiempo para garantizar su conservación, pero el valor documental inherente a su estratigrafía nos obliga a buscar soluciones arquitectónicas que sean compatibles con la conservación de ésta. Del mismo modo que la arqueología justifica la destrucción del yacimiento por necesidades científicas o por causas de interés superior (urbanísticas, infraestructuras, etc.), hemos de aceptar que la restauración de un monumento no se acomete por causas gratuitas y aleatorias, sino que responde —en mayor o menor medida— a su supervivencia como construcción y arquitectura. En este contexto, es inevitable plantearse que la definición de la estratificación de una construcción nos permitiría (del mismo modo que se justifica en arqueología), trabajar con la misma libertad destructiva que se acepta como inevitable en ésta, siempre que siguiésemos en la obra una metodología de registro (Harris) similar a la utilizada en una excavación (Latorre, 2002: 168).


La conservación del tiempo en la restauración: el proyecto estratigráfico

Para evitar interpretaciones erróneas (Caballero, 2004: 169), es imprescindible insistir en que no estamos hablando de yacimientos arqueológicos, sino de arquitectura histórica y que tampoco estamos pretendiendo excavar monumentos, sino restaurarlos y esta realidad exige que pongamos a punto una metodología de actuación simplemente diferente. Es precisamente el reconocimiento de la estratificación de la construcción la que obliga a los responsables de la restauración a actuar con un nivel de responsabilidad muy superior y a justificar y explicar detalladamente las razones que conducen a elegir una solución que implica determinadas alteraciones de la estratigrafía conservada que deben justificarse razonadamente antes de su materialización (Latorre, 2002: 170-174). En este contexto, es necesario abrir un debate entre el concepto de autenticidad que emana de los valores definidos por el espacio y la construcción de la arquitectura y que se arroga desde diferentes ámbitos como el único valor “auténtico” por el que debe regirse la restauración, para no convertir el monumento en un “falso arquitectónico” (González, 1996); y los que, por el contrario, defienden que la estratificación de la construcción es el único valor “auténtico” que debe preservarse, convirtiendo la congelación del palimpsesto pluriestratificado, “aclarado” con un fin didáctico y documental, en el único objetivo de la restauración, “... con todas las relaciones que transporta con el paso del tiempo y que debe conservar en lo posible si no queremos que cambie de personalidad, esto es, que deje de ser auténtico” (Doglioni, 2002: 114; Caballero, 2004: 172). Inevitablemente, espacio y tiempo son dos valores consustanciales a la arquitectura histórica que deben ser valorados y documentados conjuntamente en una restauración, ya que forman parte intrínseca e inseparable de ésta. Es un error convertir el “espacio” o el “tiempo” (materializado en su estratificación) en banderas de una autenticidad mal entendida y en objetivo único de la restauración. Tan inútil es pretender la “congelación” en el tiempo de una arquitectura en un instante concreto, tratando de impedir cualquier

cambio o degradación de su configuración y convirtiéndola en un “falso arquitectónico”, como creerse que es posible recuperar el espacio “original” de una arquitectura histórica que quizá nunca existió y de la que nunca tendremos datos suficientes para garantizar una “auténtica” restauración, ya que ésta carecerá siempre de su valor temporal “original” y será un “falso histórico” o un “pastiche”. Esta realidad, metodológicamente, nos obliga a elaborar antes de cualquier intervención una documentación que registre con rigurosidad y objetividad “notarial” la materialidad conservada del estado actual de la arquitectura analizada (constructiva, funcional y formal), su patología, su estratigrafía y la recopilación de toda la información documental existente. Concluido este trabajo, es necesario iniciar una fase de investigación por un equipo de trabajo interdisciplinar que, mediante un proceso reiterativo de prueba y error, sea capaz de relacionar todos los datos obtenidos de los estudios realizados hasta obtener un modelo único de “comportamiento” del monumento que certifique la coherencia de los datos y permita elaborar un diagnóstico de los problemas detectados. A partir de este punto, el diagnóstico realizado deberá concluir en una propuesta “colegiada” de restauración, que deberá definir tanto la arquitectura, como la estratigrafía que se derivará de la transformación, garantizando la pervivencia y la viabilidad en el tiempo del monumento mediante su actualización y resignificación como documento (construcción estratificada) y como arquitectura (Azkarate y otros 2001; Lasagabaster: 148). Como manifiesta David Lowental, el pasado que imaginamos no deja de ser la reinterpretación que hacemos desde el presente de los datos que conservamos de los sucesos y hechos acontecidos y cuando restauramos no podemos evitar reformarlo y reinterpretarlo, “... el pasado y el presente no son dominios exclusivos sino inseparables... Nuestro patrimonio sólo permanecerá real, vivo y comprensible mediante el añadido y la alteración de aquello que salvamos”, (Lowental: 570-573).

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El análisis estratigráfico en la restauración del patrimonio construido Consideraciones conceptuales e instrumentales A. Azkarate Garai-Olaum Universidad del País Vasco (UPV/EHU) agustin.azcarate@ehu.es agustin.azkarate@gmail.com

Catedrático de Arqueología. Director del Grupo de Investigación en Patrimonio Construido (GPAC-GIAA), Consejero Asesor de Arquitectura del Gobierno Vasco, Consejero de la Agencia Vasca de Evaluación. Autor, coautor y editor de una docena de libros y un centenar largo de capítulos de libros y artículos de carácter científico. Fundador y director (hasta 2009) de la revista Arqueología de la Arquitectura.

Resumen Frente a las corrientes idealistas y neoconservadoras que defienden el descubrimiento de la esencia originaria de un conjunto arquitectónico por parte del restaurador como un acto individual e irrepetible, en este artículo se reivindica la consideración del patrimonio construido como depósito estratificado de una memoria social y colectiva cuya resignificación ha de hacerse de manera interdisciplinar y democrática. En la segunda parte del trabajo se explica brevemente una estrategia de trabajo que combina —de manera interactiva— tipología, análisis cluster, plataformas GIS y estratigrafía. Experimentada en la “catedral vieja” de Vitoria-Gasteiz a fines de los 90, se ha testado posteriormente, y con éxito, en contextos muy distintos, caracterizados siempre por su alta complejidad.

Palabras clave Arquitectura, restauración, memoria, estratigrafía, cronotipología.

Summary Contrary to the idealistic and neo-conservative trends that define as an individual and unrepeatable action the discovery of the original essence of an architectural site by a restorer, this paper claims the right to consider the built heritage as a stratified deposit of the social and collective memory with an interdisciplinary and democratic re-definition. The second part of the article briefly explains a working strategy that combines typology, cluster analysis, GIS platforms, and stratigraphy in an interactive way. This strategy –implemented on the “Old Cathedral” of Vitoria-Gasteiz during the 90s– has been successfully tested in very different highly complex contexts.

Key Words Architecture, restoration, memory, stratigraphy, chronotypology.

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Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

Una observación, de partida

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Hemos sido convocados a este seminario por el Instituto del Patrimonio Cultural de España con el objetivo, según reza el tríptico publicado a tal efecto, de debatir sobre las técnicas de análisis arqueológico entre profesionales que se enfrentan a la tarea de desentrañar la evolución y etapas constructivas de los edificios históricos. Se espera de nosotros, por lo tanto, que prestemos especial atención al ámbito más instrumental de la Arqueología de la Arquitectura (AA) y es de prever, en consecuencia, que durante estos tres días se prioricen —incluso se sobredimensionen— las aproximaciones funcionalistas. Se nos ha insistido, además, en que evitemos un exceso de teoría, centrándonos sobre todo en experiencias concretas que ejemplifiquen la validez y operatividad de este enfoque metodológico en el mundo de la intervención en el Patrimonio Edificado. No quisiéramos, sin embargo, que este “pragmatismo” que se nos demanda sirviera para alentar la crítica de quienes se empeñan en constreñir la AA a la pura lectura estratigráfica para, acotándola de este modo y reduciéndola a mera condición de herramienta, denunciar luego su insuficiencia hermenéutica para el conocimiento de las dimensiones simbólicas y sociales de la arquitectura y anunciar su pronta desaparición. Conviene estar atentos a estas maniobras y nada mejor para ello que reivindicar en foros como éste la multidimensionalidad del espacio como entorno físico o matriz medioambiental de la acción humana; como entorno social o medio construido y como entorno pensado o medio simbólico y defender, en consecuencia, la consideración integral de esta multidimensionalidad por parte de la AA (Azkarate, e.p.). Dicho lo cual, retornemos al objeto de este seminario y tratemos de aportar nuestro punto de vista a partir de nuestra propia experiencia personal.

Algunas reflexiones conceptuales Y de entrada, vamos a plantear la que para nosotros constituye la cuestión fundamental. ¿Por qué ha de intervenirse con criterios estratigráficos1 en el cono-

1

Es importante resaltar que, en teoría, es el conocimiento y destreza en la aplicación de los criterios estratigráficos lo que debiera tenerse en cuenta, no el tipo de titulación académica de quien los practica.

cimiento del Patrimonio Construido? ¿Por imperativo legal? ¿Por la moda de lo políticamente correcto? ¿O por alguna otra razón? Parafraseando a Cesare Brandi (1988:16) avanzamos ya que estudiar estratigráficamente la evolución constructiva de los edificios históricos constituye, desde nuestro punto de vista, un “imperativo moral”. Trataremos de fundamentar esta afirmación en las líneas que siguen. 1. Se acostumbra a decir que fueron las urgencias restauradoras en una Europa destruida por la última gran guerra las que desaconsejaron la aplicación de las laboriosas exigencias del restauro filologico de Camilo Boito y Gustavo Giovannoni y que fue debido a la circunstancia descrita como nacieron las nuevas alternativas que acabaron cristalizando en lo que se conoció como restauro critico. Aunque el argumento sea en parte cierto, no conviene olvidar que, por debajo de la mayor o menor oportunidad y eficacia de determinadas estrategias de trabajo, bullían, poderosas, nuevas corrientes de pensamiento que, desde finales del siglo XIX, venían reaccionando contra el positivismo y el naturalismo y que acabaron dejando honda huella en las teorías de restauración de la postguerra. Benedetto Croce ejemplifica bien este pensamiento. Defensor del arte como intuición —que entendía como “simpatía por la cual nos trasladamos a lo interior de un objeto para coincidir con lo que tiene de único y por consiguiente de inexpresable”— es fácil adivinar su influencia en la reivindicación brandiana de la indivisibilidad de la obra de arte y la obligación del restaurador de descubrir y respetar su “potencial unidad originaria” (Croce, 1988: 26); o en la prevalencia que Roberto Pane concedía a la instancia estética sobre cualquier otra de naturaleza histórica (Pane, 1987: 171-173). Croce se estaba inspirando, a su vez, en las ideas de quien fuera definido como “el filósofo de la intuición”, H. Bergson. Frente al prestigio de la ciencia que parecía dominar el pensamiento filosófico de los epígonos del XIX, el filósofo francés había reivindicado un nuevo paradigma en el que la filosofía se acercara más al arte que a la ciencia, puesto que “la ciencia no da de la realidad más que un cuadro incompleto, o más bien fragmentario; aprehende lo real por medio de símbolos que son forzosamente artificiales. El arte y la filosofía se mueven, en cambio, por la intuición que es la base común de ambos”2.


El análisis estratigráfico en la restauración del patrimonio construido

La influencia de Bergson será profunda, especialmente por dos de sus aportaciones principales: a) en primer lugar por su pensamiento sobre el tiempo, en el que distinguía por una parte el tiempo real, físico, el espacio-tiempo de la ciencia y, por otra, un tiempo puro, una “duración” que no es sino el tiempo de la conciencia; b) y en segundo lugar por su concepción de la memoria, derivada del punto anterior, puesto que, así como hay una duración y un espacio-tiempo, habrá también una “memoria pura” que se corresponde a la duración, y otra “memoria-hábito” que se corresponde al espacio-tiempo. Mientras que la memoria-hábito no sería sino la memoria psicofisiológica de repetición, la memoria pura constituiría la verdadera esencia de la conciencia (Huici, 1998, 2007). Nos interesa esta visión bergsoniana, espiritualista, de la intuición y especialmente de la memoria pura puesto que subyace en el idealismo, profundamente conservador, de quienes consideran la restauración como un proceso creativo-crítico cuyo único objetivo no será sino “recuperar, restituyendo y liberando, la obra de arte o, lo que es lo mismo, el complejo global de elementos figurativos que constituye la imagen y a través de los cuales se realiza y manifiesta su propia individualidad y espiritualidad” (Bonelli, 1963). Es esta una idea sólidamente anclada en el imaginario conceptual de muchos (especialmente en España), que ven al arquitecto restaurador como el único responsable de descifrar las claves individua-

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Paris-journal, 11 de diciembre de 1910. Entrevista. (García Morente, 1972: 22). La asunción de estos presupuestos está conduciendo a situaciones suficientemente conocidas por todos. En el teatro romano de Sagunto por ejemplo, permitió a los arquitectos restauradores “liberar su verdadera forma” porque “estaba allí presente, en los restos existentes” y “sólo era necesario hacerla aparecer de nuevo”, “desarrollar la ‘unidad potencial’ inmanente en los fragmentos para alcanzar la ‘unidad originaria’ del monumento” (Portaceli, 1994: 102). Grassi se había expresado en términos casi idénticos (Grassi, 1993: 47-50). Un reciente trabajo recoge una reformulación radical de estas mismas ideas reivindicando, entre otras muchas cosas, la exégesis arquitectónica como una “interpretación única, personal, que resulta de la fusión entre texto y lector, estructuras del material histórico existente y su utilización como pauta analógica del nuevo artefacto” (Esteban Chapapria, 2008: 531). Lejos de constituir una “transgresión”, como cree su autor, este tipo de propuestas no hace sino resucitar idealismos decimonónicos de raíz profundamente liberal-conservadora. Véase, por ejemplo, su reivindicación del viejo laissez faire laissez passer: “La revisión hoy del texto vigente (…) debería dejar fuera, sin matices, los criterios de actuación sobre los monumentos. Estos deberían ser recogidos en instrucciones de orden general, o de orden particular para cada monumento” (Ib.: 533); su antipositivismo crociano (Ib.: 534) o su rechazo a los “aparatos formales o metodologías explícitas” (Ib.: 540).

les de identidad y autenticidad del monumento (Sola, 2002: 132), de la misma manera que “Dédalo, el héroe minoico, el mítico primer arquitecto, es a la vez el autor de las más vivas estatuas representando a Atenea pero también es el constructor del laberinto, la complejidad en la que sólo el hilo que él le ha dado a la bella Ariadna permitirá encontrar trabajosamente el camino a través del cual será posible liberarla” (Solá-Morales, 2001). De esta forma, en un esfuerzo íntimo, individual e irrepetible, el arquitecto se enfrentará también al descubrimiento de la verdadera esencia, la memoria pura, orgulloso de que su esfuerzo crítico sea “una creación dentro de una creación” (Wilde, 1968: 44). No necesitará, por tanto, de marco conceptual o metodológico alguno puesto que la irrepetibilidad de su ejercicio restaurador exigirá que deba ejecutarse, siempre, “caso per caso”3. 2. La historia del pensamiento, por fortuna, es pródiga en reflexiones de signo contrario. Y traeremos a colación a otro francés, Maurice Halbwachs, por el fecundo debate que a propósito de la Memoria, mantuvo con Henri Bergson. Para Halbwachs no existe ningún pasado estable, ninguna esencia originaria e inmutable que haya que liberar, sino un pasado permanentemente actualizado y reconstruido en función de los intereses dominantes. Este autor rechazó, además, la memoria individual bergsoniana, debido al carácter social de cualquier recuerdo, imposible de producirse fuera de lo que él denominó “los marcos sociales de la memoria”. Según este punto de vista, cuando hablamos de memoria estamos refiriéndonos no a la evocación objetiva de lo que aconteció, sino más bien a la reconstrucción que, desde el presente, se hace en un momento determinado de acuerdo a unos intereses concretos. (Azkarate, Lasagabaster, 2006) Estaríamos, en consecuencia, ante un constructor social de significados, por tanto, cambiantes en el tiempo. La memoria en este sentido, es siempre una memoria historizada, una resignificación del pasado4.

4

En este concepto está presente la temporalidad primordial del psicoanálisis que une el pasado a las expectativas de futuro, en torno a resignificaciones siempre cambiantes, efectuadas desde el presente… Desde esa perspectiva, el pasado no se “recupera” en una supuesta “verdad objetiva” sino que se construye y se constituye todo el tiempo, en interpretaciones renovadas de los “datos” de ese pasado. (Perrés, 1999).

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Frente a la “teoría tradicional” que imaginaba una estructura del mundo independiente del cognoscente, son cada vez más los autores que, al igual que Halbwachs, defienden la idea del conocimiento como un producto social, que no puede partir de modelos normativos abstractos sino del hecho primero de la historicidad y el carácter socialmente determinado del propio conocimiento. Sin ánimo de exhaustividad, habría que recordar, al menos, a Nietzsche (uno de los primeros en negar la verdad absoluta y reivindicar el carácter interpretativo de la propia existencia humana), a Heidegger (y su propuesta de relación entre el comprender y el ser-en-el-mundo), a Gadamer, padre de la hermenéutica contemporánea y de quien el propio Habermas se siente directamente deudor (con su crítica implacable al objetivismo, a la pretensión de investigar un objeto por parte de un sujeto neutral y, sobre todo con su crítica a la deshistorización del proceso interpretativo y, más recientemente a Lowenthal y su concepción del pasado como producción, en tanto que secuencia narrativa (Azkarate, 2004; 2009). Que el pasado no exista o que toda restauración no sea sino una resignificación —ideas ambas recogidas en el reciente trabajo al que hacíamos mención5 y que nosotros también compartimos— no debería ser, sin embargo, patente de corso para justificar el individualismo más exacerbado, no sujeto a marco contextual alguno y guiado sólo por la inspiración divina del artista genial (o por la intuición bergsoniana); sino precisamente para todo lo contrario, para reforzar el pensamiento interdisciplinar, para potenciar un discurso que suministre pruebas “no de nuestra objetividad, lo cual es irrealizable, sino de nuestra imparcialidad (…), precisando lo más posible la regla o los criterios que seguimos6”. Esta imparcialidad es forzosamente social, porque la narración puede también ser construida mediante versiones alternativas e incluso antagónicas, obligándonos a desplegar un conjunto de estrategias que doten de verosimilitud a nuestro relato. 3. Restaurar significa devolver a los objetos su significado, el valor semántico que tuvieron en el pasado y ello sólo puede conseguirse contextualizándolos

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Cfr. nota 4. PERELMAN, Ch.; OLBRECHTS-TYTECA, L., 1989, Tratado de la argumentación. Madrid (Cabruna, Iñiguez, Y Vázquez, 2000: 75). La cursiva es nuestra.

estratigráficamente “porque —como nos dijo certeramente C. Castilla del Pino— un recuerdo no se ofrece como un dato aislado, sino como componente de una estructura contextual quedando como un estrato, al modo como es estratigráfica la memoria colectiva” (Castilla Del Pino, 1995). Ya lo había apuntado también S. Freud: “Tú sabes —nos dice en uno de sus escritos— que trabajo con el supuesto de que nuestro mecanismo psíquico se ha generado por estratificación sucesiva… Pues de tiempo en tiempo, el material preexistente de huellas anémicas experimenta un reordenamiento según nuevos nexos, una retranscripción. Lo esencialmente nuevo en mi teoría es, entonces, la tesis de que la memoria no preexiste de manera simple, sino múltiple; está registrada en diversas variedades de signos” (Freud, 2001). Para acercarnos a esos mundos perdidos, en consecuencia, será necesaria una metodología especial —el método estratigráfico—, porque la materialización del tiempo en un mismo espacio únicamente es posible mediante la superposición estratigráfica de los retazos de pasado que lograron sobrevivir, retazos de memoria que sólo pueden ser reordenados diacrónicamente mediante el análisis de sus relaciones de anteroposterioridad y no a través de analogismos formales o del estudio de los estilos como reiteradamente se está pretendiendo. Con el método estratigráfico podremos luchar contra las zonas de penumbra de la memoria petrificada, contra la falsa apariencia de la homogeneidad absoluta o de la descomposición indescifrable. Cuando se dice que “el restaurador no es tanto quien vuelve a escribir el pasado, sino más bien el guardián del cada vez mayor archivo del conocimiento humano” (Esteban Chapapría, 2008: 536), se está reivindicado la relación saber-poder con un atrevimiento que jamás imaginó para sí la racionalidad neopositivista, puesto que a ésta se le exige al menos la elaboración de mediadores técnicos que expliquen y justifiquen su voluntad objetivadora. El guardián del laberinto, en cambio, quiere ser “el dáidalos, el genio que conoce las estructuras de la construcción y que se arriesga a enfrentar al misterioso habitante del centro” (D’ANGELO, 2003) y todo ello sin aceptar brida alguna que sujete y guíe al sapiens-demens (Edgar Morin) que todos llevamos dentro. La contingencia de nuestras aproximaciones a cualquier objeto de estudio es de tal magnitud que estamos permanentemente obligados a redoblar esfuerzos a la hora de activar nuestras herramientas


El análisis estratigráfico en la restauración del patrimonio construido

hermenéuticas. (Azkarate, 2002), siendo conscientes, además, de que en este esfuerzo la mirada disciplinar resulta a todas luces insuficiente. La emergencia del paradigma de la complejidad concebida como una nueva racionalidad científica y una nueva forma de pensamiento, aconseja la redefinición de nuestras actitudes, el abandono de una de las caras más perversas de la cultura occidental —el individualismo— y la asunción de nuevas actitudes inter y transdisciplinares.

Algunas propuestas instrumentales Se ha escrito mucho sobre el impacto de la arqueología estratigráfica anglosajona en la arqueología hispano-italiana y sobre el proceso de traslación y adaptación de los instrumentos analíticos que funcionaban en el subsuelo a los contextos constructivos sobre cota 0. Quedamos eximidos, por tanto, de abundar en ello. Nos limitaremos, pues, a explicar una de las especificidades de nuestra experiencia metodológica, por si pudiera resultar de interés para su aplicación en otros contextos similares a los nuestros. Y para ello hemos de remontarnos en el tiempo hasta 1996. En el proyecto que se presentó a concurso para la licitación del Plan Director de la “catedral vieja” de Vitoria-Gasteiz, y debido a las notables dimensiones del monumento, nuestra propuesta sobre la lectura de paramentos se circunscribía a la ejecución de unos “cortes estratigráficos” —a modo de sondeos—, en la esperanza de que la información obtenida pudiera ser extrapolable al resto del edificio. Al poco de comenzar nuestra investigación, sin embargo, la propia complejidad del monumento nos desaconsejó continuar por aquella vía y optamos, finalmente, por abordar la lectura de todo el edificio. Con ello asumíamos un reto de tal magnitud que nos vimos obligados a diversificar y potenciar las herramientas analíticas que hasta entonces veníamos manejando (identificación de cada UE, registro individualizado de cada una de ellas, articulación de sus relaciones físicas en un diagrama estratigráfico, etc.), puesto que, habiendo demostrado su operatividad en edificios pequeños, resultaban sin embargo poco eficaces en construcciones de gran volumen y complejidad y también en edificios cubiertos por revestimientos diversos que enmascaran su articulación estructural7.

En consecuencia, necesitábamos organizar un procedimiento de trabajo que nos permitiera “comprender” el edificio en sus rasgos más generales, que nos diera una “perspectiva” de carácter más panorámico, para ir profundizando luego en sus aspectos particulares. “Partir, en definitiva, de lo general para llegar al detalle, disminuyendo progresivamente la distancia de observación”, tal y como proponía R. Parenti. Diseñamos, para ello, una estrategia de trabajo que combinaba, de manera interactiva, tipología, análisis cluster, plataformas GIS y estratigrafía. En los párrafos siguientes comprobaremos, de manera forzosamente sintética, cómo dos sistemas de trabajo —en apariencia diferentes y considerados frecuentemente como antagónicos e incluso antitéticos— se complementan (y se necesitan) entre sí (Cfr., a este respecto, Caballero, 2009: 12). a) El primero de ellos —de naturaleza tipológica—, opera decodificando (deconstruyendo) las partes constitutivas de un edificio mediante la individualización de sus distintas variables para observar luego cómo se asocian entre sí hasta conformar conjuntos constructivos (clusters) de naturaleza sincrónica. b) El segundo —de carácter estratigráfico— analizará aquellos clusters que tienen relación física entre sí para descubrir, a través de sus interfaces, su ubicación en la secuencia constructiva del edificio; su naturaleza será, por tanto, diacrónica. Explicaremos a continuación (Fig. 1) el proceso de trabajo seguido en la experiencia de la “catedral vieja” de Vitoria-Gasteiz durante 1996-1998 (Azkarate, 2002), con algunas acotaciones complementarias procedentes de las exitosas experiencias en las que se aplicó este mismo modelo; las iglesias altomedievales del territorio alavés (Sánchez Zufiaurre, 2007) y el complejo construido del Valle Salado de Salinas de Añana (Plata Montero, 2007).

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Quizá esta última circunstancia —muy extendida en la arquitectura italiana— explica las razonables advertencias de G.P. Brogiolo sobre las limitaciones heurísticas de la estratigrafía y justifica su invitación a profundizar en aspectos estructurales y formales. Efectivamente, las reservas de los colegas italianos sobre la legibilidad estructural de un edificio y las limitaciones operativas de la lectura estratigráfica habían provocado en nuestro equipo un serio debate interno. Estamos pensando, por ejemplo, en las serias objeciones de F. Doglioni (1997: 45-52), en las preocupantes apreciaciones de I. Ferrando sobre la imposibilidad de leer más allá de la “piel” del edificio (1998), o en las importantes consideraciones de G.P. Brogiolo mencionadas recientemente (1996; 1997).

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Figura 1. Esquema gráfico del modelo interactivo de análisis tipológico y estratigráfico experimentado en la “catedral vieja” de Vitoria-Gasteiz en 1996-98.


El análisis estratigráfico en la restauración del patrimonio construido

1.º Individualización de variables. Comenzamos nuestro trabajo, en 1996, identificando en la fábrica de la catedral rasgos de carácter tanto técnico como formal y metrológico, que denominamos: a) variables de carácter técnico-constructivo (tipos de materiales constructivos, tipos de aparejos, tipos de de instrumentos utilizados en la talla (Fig. 2), marcas de cantero, etc.8; b) y variables de carácter formal (tipos de puntillas de los arcos trilobulados y del antepecho del triforio, tipos de capiteles, etc.). Conviene advertir que tanto el tipo como el número de variables dependen de las circunstancias y necesidades derivadas de cada contexto de aplicación9. Como se ha dicho acertadamente, “una de las ideas fundamentales de este sistema de trabajo es la consideración de que los rasgos, de manera individual, no tienen valor diagnóstico. Son las interrelaciones entre variables las que permiten el establecimiento de categorías”. Es aconsejable, en consecuencia, ser maximalista en la identificación inicial de variables, puesto que resulta difícil predecir cuál de ellas acabará siendo pertinente (Sánchez Zufiaurre, 2007: 73).

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2.º Georreferenciación de las variables seleccionadas. Una vez identificada la existencia de estas variables y haber procedido a su individualización numérica o alfanumérica10, debe procederse a su localización en el espacio construido, es decir, a su georreferenciación en el edificio o en el conjunto construido11. 3.º Descubrimiento de clusters de variables. El paso siguiente consistirá en observar y analizar la combinación tridimensional de estas variables entre

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Han de aplicarse aquí las mismas prevenciones que se tienen a la hora de numerar las UUEE (Carandini, 1997: 81). Sobre soporte 3D en el caso de la catedral (Cámara, Latorre, 1997), 2D en las Salinas de Añana y recurriendo a documentación geométrica adapta a las distintas circunstancias en el caso de las iglesias altomedievales de Alava.

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Las aportaciones arqueométricas (estudios geológicos, análisis de morteros) fueron muy importante en esta fase. La identificación de los tipos de materiales utilizados en la construcción de la catedral, su procedencia (canteras) y su distribución en la fábrica del edificio, llevada a cabo por geólogos, resultó de una utilidad extraordinaria tanto a la hora de ir definiendo conjuntos constructivos homogéneos como de observar reutilizaciones de materiales antiguos. Y otro tanto cabe decir de los análisis de morteros, sobre cuya eficacia tuvimos algunas vacilaciones al comienzo de nuestro trabajo y que, a la postre, resultó absolutamente clarificadora en situaciones que, sin el recurso de esos estudios arqueométricos, hubieran sido difícilmente solventables. Decisiva fue también, aunque muy laboriosa, la individualización de los tipos de instrumentos utilizados en la talla de los materiales pétreos. Hay que recordar que la totalidad de la catedral estaba revestida, en su interior, por una lechada con la que el último arquitecto restaurador había impregnado su fábrica para homogeneizar su aspecto. Estudiar los tipos de talla exigió la realización de centenares de catas que permitieran observar los tipos de instrumentos utilizados (Fig. 2). En las Salinas de Añana las variables técnico-constructivas fueron 10 (aparejo, litología, mortero, terrazas, altura de las terrazas, superficie de las terrazas, acabado de las eras, superficie de las eras, pozos) y las variables espaciales 4 (cota de las terrazas, zona de distribución de la salmuera, pendiente del valle y ubicación espacial de las estructuras). En las iglesias altomedievales fueron 7 las variables técnico-constructivas (aparejo muros, aparejo esquinales, aparejo ventanas, técnicas constructivas, instrumentos de labra, morteros, cubiertas líticas), 4 las formales (ventanas, ménsulas, cabecera, otros rasgos) y 1 espacial (emplazamiento). En el proyecto de investigación, todavía en curso, que estamos llevando a cabo sobre “La cronotipología aplicada al estudio y conservación de cascos históricos” (Ministerio de Ciencia e Innovación HUM2007-65545) se están experimentando nuevas variables de naturaleza diversa: morfológicas, dimensionales, funcionales, etc. Figura 2. Frottis efectuados para la identificación de instrumentos de talla sobre las catas efectuadas previamente en los muros “enlechados”.


Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

sí hasta descubrir “conjuntos de variables” o “clusters constructivos”. Este paso es especialmente importante, porque el agrupamiento o la asociación de estos rasgos, permite identificar “conjuntos de variables” que están reflejando la homogeneidad formal que todo acto constructivo coetáneo conlleva. En otras palabras, permite descubrir fases del edificio constructivamente homogéneas.

58

4.º Análisis de las interfaces. Una vez identificado un cluster de variables es fundamental acotar sus límites, su perímetro, es decir, sus interfaces respecto a otros clusters constructivos con los que tiene contacto físico. Del análisis de sus relaciones de anteroposterioridad se inferirá la articulación diacrónica de importantes momentos constructivos en la historia del edificio o complejo de edificios. Existen contextos, sin embargo, que por su especificad pueden dificultar notablemente su aplicación. Salinas de Añana constituye un magnífico ejemplo (Fig. 3): su enorme extensión (120.000 metros cuadrados), la configuración básicamente horizontal de su arquitectura (tan distinta a la verticalidad habitual de la gran mayoría de las construcciones históricas), su estado de ruina (con estructuras ocultas bajo grandes derrumbes), etc. obligaron a aguzar el ingenio. Una vez más fue Carandini quien sirvió de inspiración12 y Alberto Plata superó con absoluta solvencia las dificultades planteadas: las variables identificadas (ver nota 10 de este trabajo) permitieron descubrir 15 clusters. Su georreferenciación, mediante la creación de planos temáticos cruzados en el GIS, posibilitó la localización de distintos lugares en el Valle Salado en los que los clusters interrelacionaban entre sí, descubriendo de este modo hasta 13 PCE (Puntos de Comprobación Estratigráfica). El estudio de las relaciones de anteroposterioridad que se observaban en dichos puntos permitió descubrir las distintas fases constructivas de un complejísimo conjunto salinero que de otra forma hubieran pasado probablemente desapercibidos (Plata Montero, 2007).

12

“El diagrama estratigráfico es como un árbol. Los recorridos a través de las ramas, formadas por la sucesión temporal de las acciones interrelacionadas estratigráficamente, determinan las secuencias. Allí donde convergen todas las secuencias hay un punto nodal. Donde lo hacen solamente algunas secuencias hay un punto seminodal, cuya eficacia en la determinación de la secuencia es menor” (Carandini, 1997: 149).

Figura 3 (abajo). Imagen aérea de la localidad alavesa de Salinas de Añana. A sus pies, el gran complejo salinero del Valle Salado: en los años 60 del pasado siglo funcionaban todavía más de 5000 plataformas de evaporación o “eras” (Plata, 2007). Figura 4 (arriba). Potencialidades interpretativas del modelo (Azkarate, 2002).


El análisis estratigráfico en la restauración del patrimonio construido

5.º Determinación de la secuencia relativa. Lo más decisivo de esta estrategia de trabajo, sobre todo por las repercusiones operativas que tiene en el proceso de estudio, es la constatación de que los conjuntos de variables, en definitiva, no están sino mostrándonos fases o períodos constructivos y sus contornos las interfaces de fase o de período. Y esta última constatación es trascendental porque de la percepción de las interfaces se deriva la articulación de los distintos clusters de variables en una secuencia estratigráfica relativa. Las potencialidades interpretativas de este sistema de trabajo son sumamente interesantes. Veamos algún ejemplo que hemos podido comprobar por nuestra propia experiencia (Fig. 4): a) Una vez establecida la contemporaneidad de determinadas variables técnico-formales, se multiplican las capacidades interpretativas de los investigadores, tal y como se aprecia en el supuesto siguiente: si las variables 1, 12, 20, 42 y 63 acostumbran a asociarse sistemáticamente entre sí (es decir, si constituyen un cluster constructivo homogéneo) y en una determinada zona del edificio faltan dos de ellas, deberemos preguntarnos por las razones de su ausencia y saber explicarlas. Puede ocurrir, pongamos por ejemplo, que la ausencia se deba a un retalla efectuada en época posterior que hizo desaparecer las marcas de cantero y la talla primitiva. b) Su aplicación permite también el descubrimiento de reutilizaciones o restituciones posteriores: la aparición de una variable aislada en un entorno de variables que no le corresponden (distorsionando la homogeneidad de una acción constructiva) puede estar reflejando, por ejemplo, una reutilización de un elemento constructivo preexistente. Hemos tenido ocasión de comprobar varias veces el cumplimiento de este principio y resulta de una gran utilidad en el análisis de un edificio. c) Pudiera ocurrir también que se diera un solapamiento parcial de algunos clusters, es decir, que coincidieran en algunas variables fundamentales, diferenciándose en otras más instrumentales, lo que nos llevaría a considerar la existencia de diversos grupos de canteros trabajando simultáneamente.

6.º Identificación de las U.E. Como ha señalado R. Parenti es tanto más fácil leer una relación estratigráfica cuanto mayor sea el número de claves discriminantes que seamos capaces de individualizar e identificar (1966, 84). Como hemos visto, la combinación de análisis tipológico y estratigráfico nos permite descubrir un número importante de estas claves, comprobar su articulación estratigráfica en conjuntos constructivos homogéneos y conocer, de este modo, los capítulos biográficos más significativos de un conjunto arquitectónico. En muchas ocasiones, alcanzar este nivel de conocimiento puede resultar suficiente dependiendo, claro está, de los objetivos previamente establecidos. Así fue, por ejemplo, en el gigantesco conjunto de Salinas de Añana y así sigue siendo en distintos proyectos en los que determinadas circunstancias relacionadas con la premura del tiempo, la financiación o la propia naturaleza de la intervención lo aconsejen. Pero en el caso de la “catedral vieja” nos habíamos comprometido a una lectura exhaustiva del edificio. Su torturada historia constructiva mostraba episodios biográficos menores que escapaban a la radiografía por fases que habíamos conseguido y que, sin embargo, podían resultar decisivas a la hora de explicar algunas de las numerosas patologías detectadas. Debíamos cambiar el objetivo de 28 mm que veníamos manejando y sustituirlo por un teleobjetivo que permitiera “acercarnos” a la microhistoria del conjunto catedralicio, a sus detalles, registrando cuantas UUEE fuéramos capaces de identificar. 7.º y 8.º Simultáneamente se estaba procediendo al vaciado de los archivos y al estudio crítico de las fuentes documentales, a los estudios epigráficos, numismáticos, estilísticos y arqueométricos para, entre todos ellos, tratar de conceder valor absoluto a algunos eslabones de la secuencia estratigráfica relativa que habíamos conseguido. Se alcanzaban, de esta manera, dos importantes objetivos: la lectura arqueológica del edificio y la consecución de una cronotipología absoluta fácilmente extrapolable a un contexto local y utilizable, por tanto, en el estudio de otros conjuntos patrimoniales. Las investigaciones llevadas a cabo, en el seno del Grupo de Investigación en Arqueología de la Arquitectura de la UPV/EHU, por Alberto Plata y Leandro Sánchez constituyen un buen ejemplo de las posibilidades hermenéuticas de este modelo. En el caso del Valle Salado permitieron comprender el desarrollo diacrónico de un paisaje construido sobre cuyo origen y evolución sólo existían propuestas de carácter

59


Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

altamente especulativo. Esta fue, sin duda, la experiencia metodológicamente más complicada, dadas las especificidades del propio objeto de investigación, pero —precisamente por ello— vino a demostrar su versatilidad como instrumento de análisis en contextos de aplicación complejos. Al inicio de la investigación iniciada por L. Sánchez podían contarse con los dedos de una mano las iglesias de fábrica adscribibles a periodos anteriores a la llamada “explosión del románico” en Álava. Al final de la misma eran 25 los templos identificados que escondían fases constructivas pertenecientes a los siglos IX al XI y que hasta entonces habían permanecido en el olvido (Figs. 5, 6 y 7).

tan rico y variado que escapa al deseo reduccionista de quienes quieren circunscribirla a la mera “lectura de alzados”. Nadie podrá negar, en este sentido, la evolución que ha seguido desde los momentos iniciales en los que los testimonios arquitectónicos no eran para los arqueólogos sino contenedores de contextos estratigráficos o recursos para establecer tipologías y fases culturales, a otros más recientes en las que se enfatiza también su capacidad para acceder a dimensiones simbólicas y sociales o se reconoce su potencialidad para participar activamente en proyectos interdisciplinarios relacionados con el patrimonio cultural. Y es en esta capacidad de adaptación y de metamorfosis, en su carácter mestizo, en su vocación por hábitats y hábitos de frontera y en sus posibilidades para responder con coherencia a nuevos retos axiológicos donde reside precisamente la potencialidad de la AA y la garantía de su futuro (Azkarate, e.p.).

Para terminar La Arqueología de la Arquitectura conforma, a nivel internacional, un universo de enfoques y de experiencias Grupo

Iglesia

Iglesia

San Miguel Montona

1

San Román Tobillas (1)

1

Iglesia

Iglesia

Iglesia

Iglesia

31

40. 43

31

40

Iglesia

1

60 2

3

4

10

20

50

San Pedro. Urbina de Basabe

4

12

22

30 (31)

40

50

La Asunción

3

12

22

30 (31)

40

50

San Miguel. Corro

5

12

San Román Tobillas (2)

2

11

21

30 (31)

40

31

40

51. 53

Andra Mari. Ullibarri-Arana

2

11

31

40

San Julián de Aistra. Zalduondo

2

11

21

31

42. 43

San Pedro de Gorostiza. Zestafe

4

13

24

30

52

San Martín. Eribe

4

13

24

30

52

San Vicent. Hueto Abajo

4

13

La Asunción. Valluerca

3

14

22

30 (31)

San Andrés. Tortura

4

14

30

Santiago. Goiuri

4

15

30

San Bartolomé.Olano

4

15

30

La Natividad. Hueto Arriba

4

San Juan ante Portam Latinam. Marinda

4

San Martín. Lugo

4

30

San Martín. Luko

4

30 (31)

50

30 55 41. 42

41

5

San Juan Bautista. Acilu La Asunción. Gopegui

30 15

30

5

14

23

30

4,5

14

23

30

41

44 54 42

54

San Lorenzo. Ondategui

4

14

23

30

42

54

San Martín. Otazo

5

14

22

30 (31)

42. 44

54

San Martín. Gáceta

4

14

22

30 (31)

42. 44

54

San Esteban. Zuazo de Vitoria

4

14

22

30 (31)

42. 44

54

6

Figura 5. Las iglesias alavesas de origen altomedieval, organizadas en 6 grupos a partir del “análisis cluster” de sus variables (Sánchez Zufiaurre, 2007).


El análisis estratigráfico en la restauración del patrimonio construido

800

825

850

?

?

?

875

900

925

950

975

1000

1025

1050

1075

1100

1125

Grupo 1

Grupo 2

Grupo 3

Grupo 4

Grupo 5

?

Grupo 6

800

825

850

875

900

925

950

975

1000

1025

1050

?

?

?

1075

1100

1125

Sillería reutilizada (variables 1. 10)

Aparejo

Sillería ex novo (variables 2. 11) Mampostería a base de material recogido (variable 3) Mampostería a base de material de cantera (variable 4) Mampostería a base de material semielaborado (variable 5)

Instrumentos de labra

T.Con.

Esquinales a base de sepulcros reutilizados Técnica de cantería (variable 31) Técnica de albañil (variable 30) Picón (variable 42) Cincel de filo cóncavo (variable 40) Cincel (variable 41) Hacha (variable 43) Tallante a 45º (variable 44)

Ventanas

Saetera rematada en arco de herradura (variable 50) Ventanas con doble abocinamiento (variable 52) Remate en arco de medio punto, con junta en clave (variable 53)

Ménsulas

Saeteras a los pies (variable 54) Ménsulas para edificios anejos (variables 60) Ménsulas para cubierta (variable 61)

Otros

Ménsulas para pórtico (variable 62) Bóveda sobre pechinas (variable 81) Presencia de zapata (variable 80)

Figura 6 (arriba). Tabla cronotipológica de los seis grupos identificados (Sánchez Zufiaurre, 2007). Figura 7 (abajo). Tabla cronotipológica de algunas de las principales variables identificadas en las iglesias alavesas de la Alta Edad Media (Sánchez Zufiaurre, 2007).

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Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

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63



La construcción de un método de intervención en el patrimonio arqueológico edificado Alberto López Mullor Servei de Patrimoni Arquitectònic Local, Diputació de Barcelona y Departament de Ciències de l’Antiguitat i de l’edat Mitjana, Universitat Autònoma de Barcelona. lopezmullor@gmail.com albert.lopez@uab.cat

La arqueología del patrimonio edificado tiene una historia relativamente larga en Cataluña. Sus antecedentes se remontan a ciertas colaboraciones entre el Servei de Catalogació i Conservació de Monuments (SCCM) i el Servei d’Investigacions Arqueològiques (SIA), ambos fundados por la Diputación de Barcelona, el primero en 1914 y el segundo en 1915. Si tuviéramos que destacar un ejemplo de esta colaboración en la etapa anterior a la Guerra Civil Española, nos referiríamos, sin duda, a las excavaciones en el monasterio de Sant Cugat del Vallès, dirigidas por Pere Bosch Gimpera y Joep de C. Serra Ràfols, director y ténico del SIA, respectivamente, entre 1932 y 1934, cuyos resultados se publicaron en 1964, después de haberse dado a conocer algún resumen en su momento (de Peray 1932, Martorell 1964). Tales trabajos proporcionaron, como hallazgo más destacable, el de una basílica paleocristiana en el subsuelo del claustro románico (Fig. 1), y precedieron a las obras de restauración que proyectó y dirigió Jeroni Martorell, arquitecto jefe del SCCM, que quedaron detenidas por el conflicto. Después de la guerra la colaboración entre el Servicio de Investigaciones Arqueológicas de la diputación barcelonesa, desde 1959 Instituto de Prehistoria y Arqueología (IPA), y el SCCM no fue frecuente. Martín

Almagro en Empúries, por ejemplo, al tratarse de un conjunto monumental declarado, optó por la actuación en materia de restauración arquitectónica de la Dirección General de Bellas Artes. Sin embargo, cabe mencionar la excavación en Sant Quirze de Pedret, dirigida en 1959 por Ricard Batista, a la que siguió la restauración de Camil Pallàs, durante la que prosiguieron las excavaciones pero sin la dirección técnica adecuada. La reorganización del SCCM en 1981, fecha en que empezó a dirigirlo Antoni González Moreno-Navarro —quien continuó ejerciendo el cargo hasta 2008— significó la refundación de este organismo, que comportó una manera distinta de redactar los proyectos y dirigir las obras, teniéndose muy en cuenta los estudios previos de toda índole, entre ellos los históricos. Tanto fue así que, a partir de 1983, primero en colaboración con el IPA y desde el año siguiente con técnicos de la propia plantilla, el Servicio empezó a llevar a cabo sistemáticamente investigaciones arqueológicas previas a la redacción de los proyectos de restauración, cuyos resultados, puestos en común con los obtenidos en estudios de otras disciplinas afines, como la historia documental y la historia del arte, servían de base para los planteamientos proyectuales, proporcionándoles información de primera mano y la posibilidad de re-

65


Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

construir las diversas imágenes que a lo largo de la historia habían adoptado las fábricas sobre las que se pretendía intervenir. Estas actuaciones no hubiesen tenido sentido si los miembros del equipo interdisciplinar en que se quiso convertir la plantilla del Servicio no hubieran tenido presente la identificación de monumento con documento, es decir la del edificio histórico como portador de abundantes datos de la misma índole. Se planteaba

pues un método de actuación arqueológica aplicado en tres etapas: el reconocimiento del edificio, su estudio y el seguimiento de las obras de restauración1.

1

Véase el esquema metodológico final y el epígrafe “Metodología” en el anexo bibliográfico sobre las intervenciones arqueológicas de nuestro Servicio. Sobre los métodos y técnicas de restauración utilizadas en las obras, puede verse un amplio resumen con bibliografía anterior en González *.

66

Figura 1 (arriba, izquierda). Planta de las excavaciones realizadas en el claustro del monasterio de Sant Cugat del Vallès, bajo la dirección de P. Bosch Gimpera y J. C. Serra Ràfols. Fondo documental SPAL, 1934. Figura 2 (arriba, derecha). Vista aérea del conjunto monumental de Empúries. En primer término, parte de la ciudad romana, con las termas y diversas residencias privadas. A la derecha, el museo, la ciudad griega y el malecón de época republicana. Foto: Museu d’Arqueologia de Catalunya-Empúries, 2007. Figura 3 (abajo). Sección estratigráfica de la “excavación hispano-italiana” en el kardo A, antes llamado decumanus A, de la ciudad romana de Emporiae, según Almagro y Lamboglia 1959, fig. 1.


La construcción de un método de intervención en el patriminio arqueológico edificado

La estratigrafía y la introducción de los nuevos métodos de registro A la hora de establecer el camino seguido hasta la construcción del actual método utilizado por nuestro equipo, es estrictamente necesario referirse a sus antecedentes próximos. La excavación estratigráfica de los yacimientos de época clásica se inició en España en las ruinas de Empúries (Fig. 2). Fue fruto de la colaboración entre Martín Almagro Basch, director del Museo arqueológico de Barcelona y de las excavaciones de este sitio, y Nino Lamboglia, director de las excavaciones de la ciudad romana de Albintimilium (Bordighera). Así como en Empúries, Emili Gandía, que dirigió los trabajos sobre el terreno entre 1908 y 1937, y Manuel Cazurro, inspector de los mismos entre 1908 y 1913, se habían planteado tímidamente el uso del método estratigráfico, a base de interpretar en algunos puntos la estratificación artificial que denotaban los trabajos (Gandía, Cazurro 1913-1914), en Albintimilium y su Hinterland, Lamboglia aplicaba el método perfectamente (p.e. Lamboglia 1938, 1950 a y b), en paralelo a lo que estaban haciendo colegas anglosajones, entre ellos el celebérrimo Mortimer Wheeler (1954). De esta suerte, en el momento de colaborar con Almagro su experiencia era considerable y propició la rápida introducción del método en nuestro país, que enseguida se vio reflejada en diferentes publicaciones (Almagro 1947, Almagro, Lamboglia 1959, Lamboglia 1955) (Fig. 3). Al poco tiempo (1947), se iniciaron, con la colaboración de Lluis Pericot y la Universidad de Barcelona, los denominados cursos de Empúries, que todavía continúan, para difundir, entre otros conocimientos, las nuevas tendencias metodológicas.

Nuestra larga experiencia en el equipo de Empúries, dirigido por Eduard Ripoll, nos hizo partícipes de la utilización y didáctica del método estratigráfico, llamémosle tradicional, hasta 1979, aunque ya en 1977 se había producido una reorganización de los trabajos de campo y del curso. Aquel año tuvimos la ocasión de contactar con Pierre-Jean Trombetta, director de las excavaciones del Grand Louvre, quien nos instruyó sobre los sistemas de registro utilizados en este yacimiento (Trombetta 1986, 1987), derivados directamente de los propuestos en los primeros artículos de Edward C. Harris (1975, 1977, 1979 a y b) y en los de un grupo de medievalistas polacos e italianos (Maetzque et al. 1977). Se trataba del mismo año en que llegó a nuestras manos la monografía Ostia IV, que contenía el famoso capítulo de Andrea Carandini (1977), ilustrado con sus fichas estratigráficas, al que siguieron su manual de excavación arqueológica (1981) o sus publicaciones sobre la villa de Settefinestre, donde se aplicaba el nuevo método de investigación y registro (Id. 1984, Carandini, Setis 1979). Por nuestra parte, a finales de 1979 iniciamos un pequeño ensayo del nuevo sistema de registro en la excavación de la ermita de Ntra. Sra. De Bellvitge (L’Hospitalet de Llobregat) (Fig. 5)2 y, desde 1980, se puso en práctica en los trabajos que se llevaban a cabo en la ciudad romana de Emporiae, dirigidos por Eduard Ripoll, Enric Sanmartí y quien suscribe (Fig. 4)3.

2

3

Tanto la bibliografía referida a este yacimiento, como la de los restantes cuya investigación hemos dirigido o supervisado, pueden verse en el anexo correspondiente, por orden cronológico de intervención en los mismos. Cabe citar que, paralelamente a los ensayos en las excavaciones de Empúries, se llevaron a cabo otros en lo no muy lejana villa romana de Vilauba (Camós, Girona). P.e.: Castanyer, Tremoleda 1999, Nolla, Castanyer, Tremoleda 1992.

Figura 4 (Izquierda). Perfil estratigráfico del sondeo “Cisternas 11”, en la agrupación de tabernae del norte del foro de Emporiae. Foto del autor, 1981. Figura 5 (Derecha). Excavación en la ermita de Nuestra Señora de Bellvitge (L’Hospitalet de Llobregat) con el empleo del método de registro popularizado por E. C. Harris. Foto del autor, 1980.

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Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

No conviene pasar por alto, antes de seguir adelante, el hecho de la introducción de la arqueología medieval en Cataluña por parte de Alberto del Castillo, en los años cincuenta del siglo XX. Uno de sus discípulos, Manuel Riu, siguió sus pasos y, después de algunas experiencias en Andalucía, aprovechando su puesto como profesor en la Universidad de Granada, llevó a cabo una meritoria labor desde la de Barcelona. Sus aportaciones al método arqueológico en este campo o al estudio de los materiales pueden ejemplificarse en sus trabajos en el despoblado de Caulers (Caldes de Malavella, Girona), publicados en 1975.

La aplicación del método estratigráfico en el patrimonio edificado La excavación en extensión

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Las nuevas propuestas de registro estratigráfico de Harris-Caradini obedecían, entre otras razones, a la popularización de la excavación en extensión en un gran número de yacimientos europeos. La “estratigrafía”, sinónimo de sondeo estratigráfico en los albores de la aplicación del método Wheller-Lamboglia, había ido dejando de ser un instrumento de constatación cronológica, más o menos frecuente, utilizado en el marco de trabajos más amplios desarrollados con mayor celeridad y menor rigor, tal y como ocurría en los decenios centrales del siglo XX, para convertirse en un sistema general de investigación de los yacimientos. No obstante, esta tendencia no se había trasladado al campo de la arqueología del patrimonio edificado. En los edificios en restauración no se abrían más que sondeos puntuales, en la mayor parte de las

ocasiones paralelos a las obras, que poco o nada podían aportar a los criterios con que éstas se llevaban a cabo y, si proporcionaban información suplementaría, lo hacían, las más de las veces, demasiado tarde. Por tanto, nuestro interés fue enorme cuando, desde el SCCM, se solicitó la colaboración del Museu Arqueològic de Barcelona, de cuya plantilla técnica formábamos parte, en una serie de excavaciones en edificios en restauración, que debían llevarse a término no precisamente antes del comienzo de las obras pero sí en un momento inicial de las mismas. En mayo de 1983 emprendimos los trabajos en la iglesia de Santa Càndia d’Orpí (Barcelona) (Fig. 6)4. Como puede verse en la figura 7, en un principio fueron sondeos, que aparecen en la periferia de la foto —en el centro se observa un campo de silos anterior a la iglesia—, pero bien pronto llegamos a la conclusión de que el protocolo arqueológico utilizado hasta entonces en los monumentos aportaba una información demasiado sesgada y decidimos, de común acuerdo con el arquitecto director del Servicio y de la obra, A. González, pasar a la excavación en extensión. Además, la escasa potencia de este yacimiento hubiese sido arrasada al colocarse un nuevo pavimento que figuraba en el proyecto: Santa Càndia era una iglesia en pleno uso y necesitaba un suelo practicable y resistente.

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Por definición todas las obras del Servicio de la Diputación de Barcelona se ejecutan dentro de esta provincia, por lo que en lo sucesivo nos abstendremos de citarla y sólo consignaremos el término municipal donde se encuentran los distintos yacimientos enumerados.

Figura 6 (izquierda). La iglesia gótica de Santa Càndia d’Orpí desde el sur, al final de su restauración. Foto: Joan Francès Estorch, SPAL, 1985. Figura 7 (derecha). Excavación extensiva en la nave de la iglesia de Santa Càndia d’Orpí. Foto: Joan Francès Estorch, SPAL, 1983.


La construcción de un método de intervención en el patriminio arqueológico edificado

La exploración de las cubiertas En julio de 1983, cuando la excavación de Santa Càndia todavía continuaba, codirigida por Àlvar Caixal y Javier Fierro, iniciamos simultáneamente los trabajos en Sant Vicenç de Malla y Sant Vicenç de Torelló, en la primera con la colaboración de Ramon Domingo y en la segunda con la de Mercedes Juan. En ambas pusimos en marcha excavaciones en extensión que abarcaban todo el interior del edificio y algunos sectores de su entorno inmediato. En Malla, además, se excavaron las bóvedas de origen románico. No era la primera vez que en un monumento en restauración se ejecutaban trabajos de esta índole. Baste recordar la intervención de Jordi Ambrós en la iglesia de Sant Miquel de Terrassa, en 1980, donde encontró in situ ánforas colocadas para aligerar las bóvedas (Ambrós 1980, 1982 a y b). Esta magnífica evidencia, que en su momento fue discutida, precisamente por no haberse vaciado la cubierta con método arqueológico y que recientemente ha sido

reivindicada (García, Moro, Tuset 2009, 25-26), nos marcaba el camino a seguir. Los provechosos conjuntos estratigráficos cerrados y depositados bajo las cubiertas y en los senos de las bóvedas de edificios históricos podían servir para algo más que para extraer y estudiar la cerámica que algunos contenían, tal como ya había hecho Juan Bassegoda (1977). En Malla entendimos que su referente cronológico absoluto se podía extrapolar, a través de la cadena estratigráfica, a la interpretación global del edificio. Un ejemplo de este modo de proceder fue la excavación de las cubiertas de la iglesia de Santa Maria del castillo de Castelldefels, cuya imagen puede verse en la figura 8. En otros artículos (1986, 1990) nos hemos referido a las estrategias más o menos novedosas de la excavación en edificios. Hemos insistido en los trabajos extensivos, en la exhumación de las capas estratificadas allí donde se hallen, como por ejemplo en las cajas y las cimentaciones de los puentes (Fig. 9-12), o en el cuidadoso estudio de las necrópolis asociadas a los numerosos edificios religiosos excavados. También he-

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Figura 8. Detalle de la excavación en la cubierta del brazo meridional del transepto de la iglesia del castillo de Castelldefels, antigua parroquial de Santa María. Foto: Montserrat Gumà, SPAL, 1991.


Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

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Figura 9 (arriba). Puente de Pedret (Cercs). Figura 10 (abajo). Alzado del puente de Pedret (Cercs) por el lado de aguas arriba, con y sin el despiece de la fábrica, indicándose las actividades estratigráficas. 2000.


La construcción de un método de intervención en el patriminio arqueológico edificado

mos intentado avanzar en la cronotipología de la cerámica medieval utilitaria catalana, poco conocida en los albores de nuestros trabajos. En este campo, además de elaborar un buen número de estudios monográficos, que nos abstendremos de citar para no engrosar el ya voluminoso apéndice bibliográfico, baste recordar la organización por parte de nuestro Servicio de sendas mesas redondas en Barcelona (1995) y Badalona (1996) —la segunda en colaboración con el museo de esta ciudad y la Universidad de Barcelona— que fueron publicadas al poco tiempo (López Mullor, Caixal, Fierro 1997, Comas et. alii. eds. 1997). Las monedas halladas en nuestras excavaciones dieron, además, origen a un monumental trabajo de recopilación, clasificación y estudio por parte de Maria Clua (2002).

El reconocimiento de la estratigrafía mural Sin embargo, desde el primer momento, nos vimos ante la alternativa de tener que implementar un sistema de lectura coherente de las superficies construidas. Su estructura pluriestratificada saltaba a la vista, de tal manera que las conclusiones de nuestros traba-

jos en subsuelo, bóvedas y cubiertas, requerían la imprescindible presencia de secciones del edificio, donde se constatara la continuidad del yacimiento por encima de la cota 0, como puede verse, por ejemplo en las publicaciones dedicadas a Santa Càndia d’Orpí o Sant Vicenç de Torelló. Por otra parte, el sistema de representación de los horizontes cronológicos del yacimiento/edificio se reflejaba invariablemente en sucesiones de plantas detalladas. La nueva intervención del Servicio en la iglesia de Sant Quirze de Pedret (Cercs) (1989-1995) (Fig. 8), cuyas conclusiones incluían series estratigráficas de la parte aérea del edificio (Fig. 11), sirvió para formalizar lo que hasta entonces no se recogía de forma gráfica sino de manera literaria en las conclusiones de los trabajos realizados. Como hemos apuntado más arriba, Pedret ya había sido objeto de una primera restauración por parte del Servicio, dirigida entre 1959 y 1964 por el entonces arquitecto jefe, C. Pallás. Previamente se llevó a cabo una “estratigrafía” dirigida por R. Batista, desplazado al lugar por la Comisaría Provincial de Excavaciones Arqueológicas. Más tarde, ya durante la obra, la excavación se amplió notablemente sin control científico alguno, allegando una información básica, de la que se vieron pri71

Figura 11. Alzado del puente de Pedret (Cercs) por el lado de aguas abajo, con y sin el despiece de la fábrica, indicándose las actividades estratigráficas. 2000.


Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

vados los investigadores. Por fin, Pallás (1962) publicó un articulo sobre Sant Quirze de Pedret y Sant Vicenç d’Obiols, otra iglesia altomedieval en la que intervino a la sazón, en el que se sentaban las bases de la evolución y la cronología de ambos edificios. Ello generó una polémica en cuanto a la interpretación de la tipología primitiva de la iglesia, que continuaba en 1989. Para paliar esta serie de carencias, que condicionaban gravemente la restauración del edificio, nuestra primera medida consistió en la reexcavación de una gran parte de su interior, donde quedaba algún testigo intacto, y de todo el entorno inmediato, poco afectado por los primeros trabajos (Figs. 14-16). Tal acción, complementada con la feliz recuperación de los “diarios” de la primera restauración, incluyendo los de la excavación alegal, que guardaba Manuel Buchaca, constructor de aquellas obras5, nos proporcionó una gran cantidad de información acerca del subsuelo y la cimentación de la iglesia. Teniendo en cuenta la importancia de la misma y la citada polémica sobre su apariencia prístina, que los nuevos traba-

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Quien nos cedió este material generosamente.

jos parecían dar por zanjada, nos aplicamos a extender la lectura y, sobre todo, el registro estratigráfico a cuantos elementos formaban el yacimiento: paños de pared, cubiertas, vanos, etc., además de los estudiados tradicionalmente, como estratos, tumbas, silos, muros arrasados, etc. Fruto de este trabajo fueron las secciones como la que pueden ver en la figura 16, o la recreación volumétrica de las fases del edificio, no por estar hecha a plumilla menos rigurosa desde el punto de vista geométrico o histórico. En las figuras 17 y 18 pueden verse las perspectivas correspondientes a las dos primeras etapas de la iglesia, de finales del siglo IX y mediados del X, respectivamente.

La determinación de una estratigrafía general y concatenada6 Pedret había servido para poner en práctica el concepto de estratigrafía única e interconectada de todas las unidades estratigráficas presentes en un edificio; tanto de las definidas de este modo en los registros puestos en marcha a partir de los años setenta, como de aquellas consideradas “arquitectura”, sobre las que se podía hipotetizar, especular o discutir, pero que no era habitual

Figura 12. Alzados del puente de Pedret (Cercs) con indicación de los horizontes cronológicos. 2000.


La construcción de un método de intervención en el patriminio arqueológico edificado

incluir en el registro estratigráfico general, con todas las consecuencias cronológicas que ello comportaba. Tal modo de proceder se estaba aplicando simultáneamente en otras intervenciones del Servicio, como la villa romana e iglesia de Sant Bartomeu de Navarcles (1985-1986), y desde entonces fue norma general, como puede verse en las secciones y alzados que presentamos de la iglesia de Sant Jaume Sesoliveres (Igualada, 1993), en el Camino de Santiago catalán (Figs. 19-22). En aquella época ya estábamos al tanto de los avances experimentados en este campo por nuestros colegas de la Universidad de Siena, con Roberto Parenti (p.e. 1985, 1988 a y b) y Pietro Brogiolo (1988 a y b) a la cabeza, o de los grupos de investigación del CSIC y de la universidad del País Vasco dirigidos respectivamente por Luis Caballero (1980, 1987, 19911992) y Agustín Azkarate (1995, 1997, 2001, 2004). En Cataluña, sin embargo, los nuevos métodos de lectura e interpretación edilicia no acababan de introducirse, lo que nos llevó a organizar una jornada divulgativa, El monument document, que tuvo lugar en Barcelona, en 1994, publicándose en 1996.

La representación gráfica de las conclusiones cronológicas Las memorias arqueológicas de finales de los años setenta o los primeros ochenta del siglo XX solían ilustrarse con una serie de secciones estratigráficas, algunas plantas de situación y, en algún caso particular, una planta general del yacimiento con numerosas tramas —siempre en blanco y negro, según determinaba la tecnología de la época—, en la que se intentaban representar las diversas fases cronológicas y/o arquitectónicas del sitio objeto de estudio. La publicación de la iglesia de Santa María de Melque, por parte de Luis Caballero y José Ignacio la Torre, en 1980, constituyó para nosotros un revulsivo comparable al de los libros editados bajo la dirección de A. Carandini dedicados a la villa de Settefinestre (1984). Orientados por éstos y otros ejemplos, en las primeras publicaciones de las

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Entre nosotros, las nociones tipológicas constituyen hasta la fecha una especie de acervo tradicional cuyo vehículo de transmisión es la tradición oral. De tal suerte que los más expertos identifican y datan con soltura una serie de aparejos medievales y modernos, aunque sobre ello sólo hayan visto la luz algunas pequeñas síntesis, como las debidas, por ejemplo, a Eduard Junyent (1983) y Xavier Barral (1981).

Figura 13 (arriba). La iglesia de Sant Quirze de Pedret (Cercs) desde el sudeste, después de la última restauración. Foto: Montserrat Baldomà, SPAL, 1995. Figura 14 (centro). Interior de la iglesia de Sant Quirze de Pedret (Cercs), después de su reexcavación, en 1989. Foto. Josep Soler, SPAL, 1989. Figura 15 (abajo). Excavación del entorno inmediato de la iglesia de Sant Quirze de Pedret (Cercs). Foto: Montserrrat Baldomà, SPAL, 1990.

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Figura 16. Sección arqueológica del subsuelo y de la fachada meridional de la iglesia de Sant Quirze de Pedret (Cercs), con indicación de las unidades estratigráficas. 1989.

Figura 17 y 18. Perspectiva de la restitución volumétrica de la primera y segunda fases de la iglesia de Sant Quirze de Pedret (Cercs), que datan del siglo IX avanzado y de mediados del siglo X, respectivamente. 1991.


La construcción de un método de intervención en el patriminio arqueológico edificado

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Figura 19 (arriba). La iglesia de Sant Jaume Sesoliveres (Igualada) desde el suroeste, después de su restauración. Foto: Montserrat Baldomà. SPAL, 1995. Figura 20 (abajo). Sección axial de la iglesia de Sant Jaume Sesoliveres (Igualada) con indicación de las unidades estratigráficas del subsuelo y las actividades paramentales. 1993.


Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

excavaciones promovidas por el Servei de Monuments, nos afanamos por insertar, a manera de conclusión gráfica, series de plantas evolutivas y en algunos casos secciones generales en las que aparecían unidas las partes aéreas del yacimiento a las descubiertas en su subsuelo. Ya hemos visto las presentadas en Sant Quirze de Pedret (Figs. 13-16) o Sant Jaume Sesoliveres (Igualada) (Figs. 19-22), que se fueron perfeccionando hasta conseguir las imágenes utilizadas en el estudio del conjunto del Castillo de Castelldefels (Figs. 24-33), compuesto por un poblado ibérico (s. IV-I a.C.), una villa romana (fines s. I. a.C. - s. VII-VIII), una iglesia (t.p.q. s. X - s. XVIII) con casa parroquial (s. XIV-XIX) y el castillo stricto sensu (s. X-XXI), cuyos paramentos se analizaban al mismo tiempo que se llevaban a cabo excavaciones de diversa índole, muy extensas donde la restauración era inminente y puntuales donde los trabajos se preveían lejanos en el tiempo. Algunos de estos últimos, referidos a la fortaleza propiamente dicha, se están llevando a cabo, siempre bajo control arqueológico, en el momento de redactar estas líneas.

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La determinación de horizontes cronológicos en los paramentos El primer paso de la sistematización de la información proporcionada por la parte construida de los yacimientos vino determinado por la identificación de los horizontes cronológicos. Se trataba de una técnica empleada de un modo asistemático pero frecuente en la arqueología clásica, que habíamos tenido oportunidad de aplicar en diversos yacimientos, y a la que tampoco era ajena la Historia del Arte. En primer término consistía en la delimitación de las diferentes fábricas, a partir de su discriminación tipológica.7 Una vez identificadas y clasificadas las fábricas y elementos constructivos del yacimiento, siquiera desde el punto de vista de la microtipología, estábamos en condiciones de sistematizarlas dentro de la estratigrafía general, asignándolas a los diferentes horizontes cronológicos. En seguida, el sistema se combinó con la determinación de unidades estratigráficas y actividades y pudimos llegar a representar de una manera prácti-

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Cf. La reciente publicación de Josep Maria Vila y Ainhoa Pancorbo (2009), en la que se resumen los resultados de un trabajo encargado y supervisado por nuestro Servicio en 2007*.

Figura 21 (arriba). Alzado occidental de la iglesia de Sant Jaume Sesoliveres (Igualada) con indicación tramada de sus horizontes cronológicos. 1993. Figura 22 (abajo). Alzado septentrional de la iglesia de Sant Jaume Sesoliveres (Igualada) con indicación tramada de sus horizontes cronológicos. 1993.


La construcción de un método de intervención en el patriminio arqueológico edificado

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Figura 23 (arriba). Alzado axial de la iglesia de Sant Pere de Serrallonga (Alpens) con indicación cromática de los horizontes cronológicos determinados. 1996. Figura 24 (centro, izquierda). El conjunto del castillo de Castelldefels desde el norte, con la fortaleza restaurada por primera vez. Fotopostal, cliché de Grau Missé, fondo documental del SPAL, entre 1897 y 1909. Figura 25 (centro, derecha). Vista general desde el sur del conjunto del castillo de Castelldefels. Foto: Montserrat Baldomà, SPAL, 1995. Figura 26 (izquierda). Planta general del castillo de Castelldefels con indicación de las zonas del subsuelo excavadas en la primera fase de la intervención (1989-1991).


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Figura 27. Fachada norte del castillo de Castelldefels. Foto: Joan Francès, SPAL, 1987.


La construcción de un método de intervención en el patriminio arqueológico edificado

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Figura 28 (arriba). Fachada norte del castillo de Castelldefels con indicación de las actividades identificadas. 1992. Figura 29 (abajo). Fachada norte del castillo de Castelldefels con indicación cromática de los horizontes cronológicos identificados. 1992.


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Figura 30 (arriba). Alzado de la fachada meridional de la iglesia de Santa Maria de Matadars con indicación cromática de los diferentes horizontes cronológicos. 2007. Figura 31 (abajo). Alzado de la fachada septentrional de la iglesia de Santa Maria de Matadars con indicación cromática de los diferentes horizontes cronológicos. 2007.


La construcción de un método de intervención en el patriminio arqueológico edificado

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Figura 32 (arriba). Perspectiva del castillo de Castelldefels hacia el segundo cuarto del siglo XVIII, época de su máxima expansión arquitectónica. 1993. Figura 33 (abajo). Pequeño centro de interpretación en el interior de la iglesia del castillo de Castelldefels. Pueden verse la seria de maquetas de evolución del conjunto, elaboradas por Anna Álvaro, a partir de los resultados de las investigaciones. 1996.


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camente mecánica el comportamiento estratigráfico de todo el yacimiento = edificio, extrayendo las oportunas conclusiones sobre su génesis y posterior evolución. A este propósito pueden verse, por ejemplo, las citadas representaciones de Sant Jaume Sesoliveres (Figs. 1922), las del castillo de Castelldefels (Figs. 28-29) o las de la iglesia de Santa María de Matadars (El Pont de Vilomara i Rocafort) (Figs. 30-31). La representación tridimensional de los horizontes cronológicos

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La mecanización de los numerosos datos proporcionados por el estudio arqueológico de los edificios, así como la asequibilidad actual de las aplicaciones gráficas con calidad similar a la fotogramétrica, han popularizado en poco tiempo vistosas representaciones tridimensionales, alejadas de los trabajos a plumilla de Sant Quirze de Pedret (Figs. 17-18) o de la primera parte de la intervención en el castillo de Castelldefels (Figs. 32-33). Actualmente, existen las condiciones para fijar recreaciones volumétricas, como la de una de las fases del castillo de Callús, que puede verse en las figuras 46 y 47. También es posible aplicar la estratigrafía al desarrollo urbanístico, recreando en planta las distintas etapas de un núcleo histórico de población, como el de Granollers, llegándose a poder representar edificios o conjuntos de edificios históricos, a partir del estudio de lo conservado, de los vestigios del subsuelo y de la información documental8.

Arqueología en otros lugares Hasta aquí hemos explicado brevemente los procedimientos más habituales en el estudio arqueológico del patrimonio edificado. No quisiéramos dejar de lado, sin embargo, la extensa labor llevada a cabo en elementos no siempre considerados como idóneos para el análisis estratigráfico. Me refiero al gran número de puentes que nuestro Servicio ha restaurado en los últimos decenios, situados mayoritariamente en la cuenca del Llobregat. El primero de ellos, el Pont Vell de La Pobla de Lillet, en el curso alto del río, se estudió en 1984 y 1985. La primera dificultad que conllevó su investigación procedía del campo administrativo. La Generalitat de Catalunya no veía el motivo de concedernos el preceptivo permiso para realizar una actividad arqueológica que entonces no estaba considerada como tal. Quizá, ésta y otras peticiones poco corrientes hicieron

reflexionar a la Administración autónoma que, en el siguiente decreto sobre intervenciones arqueológicas, promulgado en 1990, hacía referencia de una manera explícita a las que pudieran llevarse a cabo en monumentos en restauración. Por supuesto esta concepción ha permanecido en la legislación vigente, el Decreto 78/2002, en el que pocas cosas se dejan al azar en el campo de la práctica arqueológica. Al puente de La Pobla de Lillet siguieron los de Pedret (Cercs), Periques (Puig-reig), Pont Nou de Manresa, Pont de Vilomara y Castellbell i el Vilar, citados en orden descendente a lo largo del río. Además de los puentes, cabe mencionar elementos aislados en los que se ha intervenido, tales como campanarios, en los que se ha realizado únicamente la excavación del subsuelo (p.e. Sant Boi de Lluçanés, Santa Eulàlia de Riuprimer) o también se han explorado sus bóvedas y cubiertas, tal y como ocurrió en la basílica de Santa Maria de Vilafranca del Penedès, en cuyo coronamiento se alojaba un tubo de plomo con un escrito que daba noticias sobre su reconstrucción en el siglo XVIII. Ilustramos nuestros estudios en estos yacimientos con algunos alzados estratigráficos del puente de Pedret, cuyo origen se remonta al siglo XIII y se alza entre los términos de Berga y Cercs, en el curso alto del río Llobregat (Figs. 9-12).

Una arqueología de la arquitectura de bajo coste No siempre se dispone de una dotación óptima de medios a la hora de estudiar un edificio desde el punto de vista arqueológico. Las actuales circunstancias lo evidencian, pero también, en numerosas ocasiones, esta falta endémica de medios en investigaciones promovidas por particulares o, en ciertos casos, por entes públicos, se debe a la carencia de una legislación específica al respecto. Los yacimientos arqueológicos gozan de una protección amplia y eficiente por debajo de la cota 0. No así los edificios históricos, que a nuestro modo de ver también constituyen verdaderos yacimientos, por su estructura pluriestratificada y su evidente carga informativa, además de artística, tipológica o significativa. Por tanto, en el Patrimonio Arquitectónico, la lectura arqueológica no es preceptiva y hay quien la considera innecesaria. Como ocurría hace algunos decenios con la arqueología medieval, pues entonces, al decir de algunos, se creía que la documentación escrita “era suficiente como fuente de información histórica”.


La construcción de un método de intervención en el patriminio arqueológico edificado

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Figura 34 (arriba, izquierda). Vista aérea de la antigua casa parroquial de Castellnou de Bages, antes de la intervención de nuestro Servicio. Foto: fondo documental del SPAL, 1997. Figura 35 (arriba, derecha). Detalle de un paramento con diversas hiladas de opus spicatum conservado en la fachada norte de la antigua casa parroquial de Castellnou de Bages. Foto del autor, 2000. Figura 36 (centro). Las ruinas de la antigua casa parroquial de Castellnou de Bages consolidadas y convertidas en cementerio municipal. Foto: Montserrat Baldomà, SPAL, 2001. Figura 37 (abajo). Pequeño centro de interpretación del conjunto habilitado en los bajos de la antigua casa parroquial de Castellnou de Bages. Foto: Montserrat Baldomà, SPAL, 2001.


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Figura 38 (arriba). Planta de la antigua casa parroquial y posible castillo de Castellnou de Bages, con indicación cromática de los horizontes cronológicos diferenciados. 2000. Figura 39 (abajo). Alzado de la fachada meridional de la antigua casa parroquial y posible castillo de Castellnou de Bages, con indicación cromática de los horizontes cronológicos diferenciados y diagrama estratigráfico. 2000.


La construcción de un método de intervención en el patriminio arqueológico edificado

Así las cosas, la voluntad de ciertos promotores, institucionales o particulares, y la dedicación de algunos profesionales, ha dado lugar a una arqueología de la arquitectura de bajo coste. El sistema se basa en realizar las operaciones que, en el anexo metodológico que presentamos, incluimos dentro de la fase de reconocimiento, unidas, cuando es posible, a una serie de sondeos paramentales y del subsuelo. A partir de aquí, siempre con la ayuda de la historiografía y los datos tipológicos y/o estilísticos, se pasa a establecer las conclusiones y a dibujarlas. La intervención del Servicio en la antigua casa parroquial de Castellnou de Bages (Figs. 34-39) se desarrolló de este modo y tuvo como principal virtud la salvaguarda de las ruinas de la propia casa, prácticamente condenadas a la piqueta, que una vez valoradas y fechadas a partir del siglo X, se convirtieron en sede del nuevo cementerio municipal. También hemos tenido oportunidad de llevar a la práctica este sistema en otros trabajos, como la restauración de la antigua masía de Can Saragossa, promovida por el ayuntamiento de Lloret de Mar (Girona) y dirigida por José Luis González, de la ETS de Arquitectura de la Universitat Politècnica de Catalunya. También en este caso una inversión moderada proporcionó resultados ilustrativos, que cumplieron gran parte de las expectativas puestas en el estudio arqueológico, siendo de considerable utilidad en la subsiguiente obra de restauración (Figs. 40-44).

La divulgación A lo largo del último cuarto de siglo hemos intentado difundir por todos los medios posibles los resultados de nuestras investigaciones. Por una parte, a través de la publicación de monografías y artículos, una selección de los cuales puede verse en el anexo bibliográfico adjunto, y corresponde tanto a la participación en publicaciones ajenas como, sobre todo, en las que la Diputación de Barcelona ha ido creando a partir de 1982. Su relación puede verse en nuestra página web (www.dibe.es/spal), donde, a partir de 2005, figuran en formato pdf los últimos libros aparecidos en las series Quaderns Científics i Tècnics, Monografies y Recursos Culturals. Todavía dentro del campo de las publicaciones, debe destacarse la muy extensa serie de folletos impresos con motivo de la finalización de las obras en cada uno de los monumentos restaurados. Un crecido número de éstos se ha reeditado sirviendo de apoyo a la visita de tales lugares.

Además, en ciertos conjuntos de especial significado se han habilitado centros de interpretación o recursos didácticos, de mayor o menor envergadura. Pueden citarse como ejemplo los del castillo de Castelldefels (1995) (Fig. 45), las termas romanas de Sant Boi de Llobregat (1997), la antigua casa parroquial de Castellnou de Bages (2000) (Fig. 37), el Monasterio de Sant Llorenç prop Bagà (Guardiola de Berguedà) (2008) o el del oppidum ibérico y mas medieval del Turó del Montgròs (el Brull) (2008). Por otra parte, el Servicio ha organizado, desde 1984, una serie de simposios, mesas redondas y reuniones científicas, en general de gran resonancia, a las que en este momento se da continuidad con diversas jornadas especializadas que tendrán lugar entre finales de 2009 y el primer semestre de 2010.

La difusión metodológica universitaria Desde el curso 2007-2008, en el departamento de Ciencias de la Antigüedad y de la Edad Media de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), se imparte una materia dedicada a la arqueología de la arquitectura. Hasta el momento forma parte del programa de la licenciatura en Historia y, desde el curso de 2010-2011, pasará al grado de Arqueología, cuya andadura se ha iniciado en el curso actual y que, por ahora, en Cataluña se cursa sólo en la UAB. También, desde hace tres años, estas enseñanzas forman parte de los estudios de máster de la misma universidad. Ni que decir tiene que tal formación básica resulta imprescindible para el avance de esta modalidad de la investigación. Se trata, sin embargo, de una apuesta a largo plazo que intentamos complementar con otras acciones. Así, en 2010, nuestro Servicio ha propuesto una jornada sobre la lectura histórica del Patrimonio Arquitectónico, dirigida básicamente a técnicos municipales de cultura y arquitectura. Por otra parte, la labor desarrollada hasta el momento en la formación de becarios-colaboradores, que se inició hace veinticinco años, puede verse complementada en breve con la realización de prácticas en nuestras intervenciones por parte de estudiantes del grado de Arqueología. Además, en este momento se inician los contactos con el Servei d’Arqueologia de la Generalitat de Catalunya para colaborar en actividades orientadas a la formación permanente de arqueólogos y a la de estudiantes en prácticas.

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Figura 40 (arriba). Foto de la fachada principal de Can Saragossa (Lloret de Mar, Girona), con indicación de las actividades arquitectónicas identificadas. 2003. Figura 41 (abajo). Alzado de la fachada principal de Can Saragossa (Lloret de Mar, Girona), con indicación de las actividades arquitectónicas identificadas. 2003.


La construcción de un método de intervención en el patriminio arqueológico edificado

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Figura 42 (arriba). Alzado de la fachada principal de Can Saragossa (Lloret de Mar, Girona), con indicación cromática de los horizontes cronológicos identificados. 2003. Figura 43 (abajo). Alzado de la fachada principal de Can Saragossa (Lloret de Mar, Girona), con indicación cromática de los horizontes cronológicos identificados y propuesta de restitución del edificio primitivo. 2003.


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Figura 44 (arriba). Sucesión de alzados de la fachada principal y plantas esquemáticas de los diferentes estados de la masia de Can Saragossa, desde su fundación hasta mediados del siglo XX. 2003. Figura 45 (abajo). Pequeño centro de interpretación en el interior de la iglesia del castillo de Castelldefels. Pueden verse la seria de maquetas de evolución del conjunto, elaboradas por Anna Álvaro, a partir de los resultados de las investigaciones. 1996.


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Figura 46 (arriba). Planta general del área excavada del castillo de Callús, con indicación cromática de los horizontes cronológicos diferenciados. 2004. Figura 47 (abajo). Restitución hipotética del castillo de Callús hacia el primer cuarto del siglo XIII. Intepretación: Àlvar Caixal, Alberto López Mullor. Aplicación informática: Roger Cortés.


Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

Esquema de la aplicación metodológica

Conceptos de partida 1. El monumento, documento. 2. La arqueología como herramienta para el conocimiento histórico del edificio = yacimiento.

Definición: Conjunto de estudios históricos llevados a cabo por un equipo interdisciplinar con anterioridad a la redacción del proyecto de restauración: • Estudio de la historiografía y de las fuentes documentales. • Estudio historico-artístico. • Estudios fisico-constructivos. • Investigación arqueológica integral. 90

Fases del proceso 1. Reconocimiento • Observación detenida del yacimiento. • Levantamiento esquemático de planos y elaboración de reportaje fotográfico extenso. • Formulación de hipótesis sobre la cronología relativa de las fábricas. • Informe previo. En caso de intervención de bajo coste, además: • Estudio historiográfico y tipológico. • Sondeos paramentales. • Sondeos básicos por debajo de la cota 0. • Definición y fichaje de, al menos, las actividades arqueológicas. • Establecimiento de horizontes cronológicos o fases evolutivas. • Conclusiones literarias y gráficas, cuando menos sobre base fotográfica.


La construcción de un método de intervención en el patriminio arqueológico edificado

2. Intervención arqueológica • Excavación extensiva del yacimiento o de puntos concretos significativos. • Los trabajos se llevan a cabo en todos aquellos lugares susceptibles de poseer sedimentos estratificados: subsuelo, senos de bóvedas, cubiertas, etc. • Sondeos paramentales. • Estudio de los materiales. • Trabajos de Ciencias concurrentes: Palinología, Termoluminiscencia, Antropología física, etc. • Colaboración en estudios físico-constructivos: geotécnico, “carta del color”. • Lectura estratigráfica de los paramentos. • Microtipología de aparejos y elementos constructivos. 3. Seguimiento y control arqueológico de la obra de restauración • Visitas periódicas. • Excavación en lugares concretos de difícil acceso o que deban ser alterados en virtud del proyecto de restauración. • Acopio de datos para la lectura estratigráfica de paramentos desvelados en el curso de las obras. • Resolución sobre el terreno de dudas proyectuales. 4. Conclusiones • Confrontación de los resultados de la intervención arqueológica con los de las Ciencias concurrentes, así como con los de los estudios histórico-documental, histórico-artístico y físico-constructivo. • Determinación de las fases evolutivas del yacimiento: cronología relativa y cronología absoluta. • Relato histórico del devenir del sitio, desde su fundación hasta el presente. • Recreación tridimensional o imágenes históricas. 5. Divulgación • Artículos científicos. • Monografía. • Guía del sitio o folleto explicativo. • Centro de interpretación. • Recursos audiovisuales.

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Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

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Experiencia metodológica en Arqueología de la Arquitectura de un grupo de investigación. Instituto de Historia. CSIC. Madrid Luis Caballero Zoreda Instituto de Historia, CCHS, CSIC luis.caballero@cchs.es

Arqueólogo. Doctor en Historia (Universidad Complutense). Conservador de Museos (Museo Arqueológico Nacional). En la actualidad investigador científico. Responsable del Grupo de Investigación Arqueología de la Arquitectura. Especialista en Arquitectura tardoantigua y alto medieval.

Summary

Resumen

Key words

Síntesis de la metodología —especialmente, estratigráfica— seguida para el estudio arqueológico de los edificios históricos, con sus principales características, normas que afectan al Patrimonio construido, resultados y problemas.

Archaeology of Architecture; wall recording; historic building; legal regulation; archaeologist; architect; restoration.

Palabras clave Arqueología de la Arquitectura; lectura de paramentos; edificio histórico; normativa legal; arqueólogo; arquitecto; restauración.

Synthesis of the applied methodology —mainly, stratigraphy— to study archaeologically historic buildings, with their main characteristics, rules affecting building Heritage, results and problems.

Tras un cuarto de siglo de desarrollo de la llamada Arqueología de la Arquitectura (AA) en nuestro país, es de evidente interés una reunión como ésta para aclarar posturas y armonizar criterios a la hora de su utilización como un instrumento de la intervención restauradora. De acuerdo con la petición que se ha hecho me centro en el método o instrumento utilizado para el análisis arqueológico del edificio, a partir de mi experiencia y sin entrar en cuestiones de carácter teórico y científico.

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Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

Nuestro grupo tiene un recorrido de 18 años y cerca de 40 intervenciones. Nuestro interés por esta metodología es de carácter científico, esto es como Ciencia histórica, en relación con la arquitectura monumental tardo antigua y alto medieval. Apenas tenemos experiencia real sobre su aplicación en la intervención restauradora, a pesar de estar interesados por este aspecto. Nunca hemos intervenido en la gestión del proyecto de restauración y siempre hemos sido considerados como “estudio previo”, algo con lo que estamos radicalmente en desacuerdo (Cuadro pág. 113).

Qué entiendo por Arqueología de la Arquitectura. Definición y Finalidad

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Definición. La Arqueología de la Arquitectura es la aplicación del método arqueológico al estudio de un objeto concreto, el edificio histórico. Entiendo por edificio histórico (EH) un objeto construido a lo largo del tiempo, que por lo tanto es pluriestratificado y pluritipologizado; que posee un doble valor, como documento y como símbolo o signo; y que es fuente de información para la Historia y sus disciplinas y para la Arquitectura, especialmente para la intervención restauradora. La Arqueología de la Arquitectura “documenta el documento construido”, en un doble sentido, “documenta” o registra los valores del edificio histórico, que se expresan a través de una forma y una estructura materiales; y lee, comprende, el significado del “documento” construido, que es un documento significativo. El edificio histórico forma parte de lo que se denomina “Cultura material” o sea, es un objeto, resto material de la Cultura, materia de estudio de la Arqueología. En este sentido su registro o documentación se interesa por los tres horizontes de la Cultura material: espacial, temporal y social. Finalidad. La Arqueología de la Arquitectura tiene como finalidad: Conocer (finalidad científica), Conservar (finalidad arquitectónica, restauradora) y Transmitir (finalidad comunicativa) los valores patrimoniales del edificio histórico, como documento y como signo o símbolo, que se expresan a través de una forma y una estructura materiales. Valores y expresiones que competen a todo el edificio y a cada una de sus partes y que también se deben conservar y transmitir (Figura 1). Figura 1. Conocer, conservar y transmitir. San Isidoro de León. (A, Fotógrafo desconocido, Fondo general, IH, CSIC. hacia 1900. B, Lectura de paramentos, GI Arqueología de la Arquitectura IH, CSIC. C y D, fotos, José Ignacio Murillo). 1996.


Experiencia metodológica en Arqueología de la Arquitectura de un grupo de investigación. Investigación de Historia. CSIC. Madrid

Estas finalidades son un derecho del edificio histórico y una obligación social con respecto a él que, por lo tanto, deben estar recogidos como norma legal, igual que lo están desde hace tiempo para el yacimiento del subsuelo; su expresión mínima diría: “Al menos hay obligación de documentar arqueológicamente antes y durante la intervención en el edificio histórico, para salvaguardar su integridad documental”.

La intervención. El proyecto Promotor y encargo. El permiso de intervención

La promoción del proyecto puede ser administrativa o privada, científica o restauradora. En cualquier caso, derivado de su necesaria protección legal, todos los proyectos se deben encuadrar en la legislación y la normativa administrativa del Patrimonio, acordes con las características de la AA, resueltos los problemas que hoy se plantean. Por lo tanto deben contar con un permiso administrativo. Objetivos

Las finalidades de la AA reivindican la intervención en la materialidad del objeto para poder ejecutarlas y se deben expresar a través de unos objetivos. Investigación arqueológica. Todo proyecto que se quiera desarrollar de AA y de carácter científico debe expresar los modelos explicativos previos y las hipótesis, predicciones de partida o enunciados a verificar, sin cuyo planteamiento no es posible desarrollar el proceso de conocimiento. El proceso

de estudio arqueológico desarrollado en el edificio “descubre” nuevas hipótesis científicas que deben ser definidas y expresadas por el equipo. Restauración arquitectónica. Los objetivos o enunciados investigadores deben tener su correlato en unos criterios de restauración que también deben expresarse previamente en el proyecto de restauración. Del mismo modo que no existe investigación sin unos modelos y unas hipótesis, la restauración arquitectónica no existe sin unos criterios asumidos por el arquitecto. No se restaura sin plantearse antes qué significa lo que vamos a restaurar y cómo se puede restaurar, conservar y transmitir ese significado. Por ello hay restauraciones puristas, intervencionistas o conservadoras que se corresponden con distintos conceptos de Patrimonio construido y con sus finalidades. La definición de Arqueología de la Arquitectura depende de un concepto de edificio histórico considerado “contexto de contextos”, pluriestratificado y pluritipologizado con una finalidad concreta que se ha de corresponder por tanto con unos criterios específicos de restauración, adecuados a ellas. Este planteamiento es el que creo que asume especialmente Francesco Doglioni en concreto con su “principio de la autenticidad” (Figura 2). Igual ocurre con la transmisión social. Proyecto y Equipo

Proyectos. Se debe conseguir una política de vinculación positiva entre los tres tipos de equipos y de intervención que se dan en el edificio: la Arqueología del yacimiento, excavación arqueológica; la Arqueo-

Figura 2. La finalidad restauradora, purista o conservadora. Frómista (Palencia; foto, Francisco Moreno). San Pedro de Arlanza (Burgos; foto, Luis Caballero).

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Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

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logía del edificio, AA; y la Restauración, intervención arquitectónica en el yacimiento y en el edificio. Las estratigrafías del edificio y el yacimiento no se sustituyen, son complementarias. Normalmente existe una secuencia previa a la del edificio. Pero siempre una parte importante de las secuencias del yacimiento y el edificio son coetáneas, de tal modo que sus unidades estratigráficas (UE) se correlacionan entre sí perteneciendo a las mismas actividades (A). Se debe procurar que el equipo de intervención en el yacimiento y en el edificio sea el mismo o, de no ser posible, que realicen un análisis y presenten un resultado común. La AA no es un “estudio previo”, necesario para un buen proyecto de restauración. Independiente de él tanto en su desarrollo como en sus conclusiones, se puede afirmar que la intervención restauradora supone la destrucción parcial del documento construido (limpieza, arranque de revestimientos, demolición de tabiques, apertura de vanos, desmonte de cubiertas y forjados, etc.). Esta destrucción debe realizarse como registro arqueológico, con el mismo criterio que la excavación del yacimiento. Por ello, el análisis arqueológico del edificio, iniciado siempre antes de que se efectúe la intervención restauradora, no termina con este registro previo, sino que se tiene que prolongar durante toda la intervención restauradora como intervención arqueológica. Las decisiones del proyecto de restauración se deben tomar de mutuo acuerdo con el proyecto de AA de modo que se asegure la salvaguarda de los elementos materiales que transmiten los valores históricos del edificio. Equipo. El equipo tiene que estar dirigido y formado por expertos en metodología de la AA ya sean arqueólogos o arquitectos. La presencia de arqueólogos y arquitectos en el mismo equipo beneficia el trabajo común, dadas las aportaciones diferentes que unos y otros pueden hacer. El método de la AA es propio también del arquitecto restaurador y, por tanto, el arquitecto puede efectuar la AA con pleno derecho siempre que esté formado y sea experto en la utilización de sus instrumentos y metodología (normativa). Se debe tener en cuenta, sin embargo, que la AA es un método propio de la Historia, que el edificio es un documento histórico y que el arquitecto no es per se un historiador. En el equipo del proyecto tienen que participar además, siempre, historiadores documentalistas y, en su caso, arqueómetras o analistas. Formación. Instrumentos y método no se deben utilizar sin una formación adecuada y una experien-

cia previas. No se debe dejar al voluntarismo la formación común de arqueólogos y arquitectos en AA. Se debe enseñar la compatibilidad de la metodología para el yacimiento y el edificio y la aplicación de la AA a la restauración. El edificio histórico Los edificios históricos poseen características muy diferentes. Son grandes o pequeños, están aislados o forman conjuntos urbanos, como ermitas, catedrales o murallas, manzanas o barrios. Se componen de materiales y se han construido con estructuras resistentes o con materiales y estructuras inestables. Pueden permanecer aparentemente como en su época originaria; en uso o abandonados y en ruina; profundamente transformados o martirizados, o incluso desmontados y trasladados. La intervención que se va a hacer sobre ellos puede ser urgente e inmediata o haber sido programada con tiempo y a largo plazo. Todas estas características y otras del EH inciden en el tipo de intervención arqueológica que se efectúe.

Metodología El edificio como objeto de estudio

Principios estratigráficos. Al ser el edificio histórico un edificio pluriestratificado son característicos de él los principios estratigráficos que también se consideran los principios de la metodología estratigráfica. En tanto que la formación de la tipología depende de la estratigrafía, los principios competen también a las demás estrategias. Los principios tal como los expongo proceden de la Estratigrafía Geológica ya que no están correctamente recogidos ni explicados por E. C. Harris y Andrea Carandini. 1. De la superposición, sucesión y continuidad. 2. De la horizontalidad original y continuidad lateral (cuencas de deposición). 3. De las relaciones de cruce o corte. 4. De los fenómenos de discontinuidad o de la mayor importancia de los hiatos. 5. De la identidad tipológica y los fragmentos incluidos (tipología). 6. De la interdependencia de las acciones. 7. y 8. Del actualismo y el uniformismo y del catastrofismo y el gradualismo.


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Los materiales que componen el edificio se pueden diferenciar como constructivos y decorativos. Ambos se combinan formando aparejos. Estos materiales pueden haber sido fabricados para el edificio o la construcción originaria o haber sido reutilizados. La Unidad Estratigráfica (UE), como en el yacimiento, puede ser: 1. Volumétrica. 2. Superficie, discontinuidad o interfaz; positiva (cara del elemento, superficie de contacto, que en el edificio tienen mucha importancia por corresponder al paramento del muro o a la fachada del edificio) o negativa (corte de ruina, saneado); de etapas de obra, de uso y de estructuras. Los cortes pueden ocultar lagunas estratigráficas o vacíos erosionales correspondientes a UE perdidas. 3. De revestimiento. Las UE del edificio se diferencian de las del yacimiento en que son construidas, “aparejadas”, y por lo tanto se forman tipologías no sólo con los artefactos o fósiles que forman parte de ellas, sino con ellas mismas. Las UE se agrupan en actividades (A) componiendo un mismo conjunto constructivo o de uso. A su vez las A se pueden agrupar en estructuras o restos de edificios correspondientes a una misma fase o etapa histórica que finalmente componen el edificio histórico.

Hacia un protocolo. Organización del trabajo

Roberto Parenti propone organizar el trabajo en cuatro estrategias, dos propiamente arqueológicas y dos auxiliares (a las que se pueden añadir otras) que actúan a la vez como indicadores cronológicos: Estrategias Arqueología

Auxiliares

Otras

Estratigrafía Tipología Fuentes escritas, documentalismo Arqueometría, analíticas

Cronología Relativa > Absoluta Relativa > Absoluta Absoluta o relativa Absoluta o relativa

Historia de Arquitectura (estructura) Historia del Arte (estilo)

A. Estrategia documental de fuentes escritas Tanto de fuentes históricas como de fuentes historiográficas. La historiografía permite reconocer los modelos explicativos previos. Ambas ofrecen datos sobre la historia del edificio que pueden orientar la investigación arqueológica, datar y explicar sus resultados. (Figura 3) B. Estrategia estratigráfica Diferencia, ordena y data las fases constructivas, des-

Figura 3. Las fuentes documentales, contextualizadas, pueden ofrecer información única. Santa Clara de Córdoba (Lectura de paramentos, GI Arqueología de la Arquitectura, IH, CSIC; documento, Archivo Histórico Nacional, Estado 3223).

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tructivas y reconstructivas por las que han pasado los edificios hasta llegar a su estado actual, analizando todos los elementos que los componen y las acciones mediante las cuales se les añadieron históricamente. La estratigrafía, primus inter pares. La contextualización. –La principal estrategia es la estratigráfica porque define y diferencia los contextos que componen el edificio y adscribe los distintos materiales a cada uno de ellos, los “contextualiza”. La estratigrafía es previa a las demás estrategias, cuyo verdadero valor cronológico se obtiene por esta “contextualización estratigráfica”. Las tipologías se construyen correctamente a partir de secuencias estratigráficas y, una vez construidas, dependen de ellas para sus sucesivas renovaciones y mejoras. Esto no obsta para que tipos y analíticas sirvan como criterio que ayude a diferenciar los estratos. El valor como indicador cronológico absoluto para las UE de las fuentes auxiliares (fuentes escritas, análisis y formas estructurales y estilísticas) es aparente. Esto es: sólo se puede referir a una UE concreta si antes se asegura su contextualización estratigráfica; en caso contrario la datación se agota en sí misma. El método estratigráfico, a pesar de su desarrollo e importancia, no debe confundirse con la AA. Método Harris. Registro riguroso, detallado, completo y relacional. –La AA se basa en el llamado “método Harris” de registro estratigráfico, preparado para la excavación del yacimiento. Este método facilita la diferencia contextual estratigráfica al imponer el mayor rigor posible en el registro del documento material, de sus partes o más adecuadamente de sus relaciones. En su petición de principio del mayor rigor posible, se diferencia de la Historia del Arte y en el de lo más detallado posible se diferencia de la Historia de la Construcción. Lectura rigurosa, detallada, completa y relacional que tiene como consecuencia la ordenada secuencia de la construcción del edificio. Valor instrumental. –La metodología estratigráfica es de carácter instrumental. Lo importante es conseguir unos resultados lo más rigurosos y veraces posibles, lo que significa que se puede variar el instrumento metodológico en función del fin que se pretende. (No se trata de manipularla, sino de adecuarla al proceso de análisis). 1. Instrumentos La estratigrafía necesita de unos instrumentos a los que nos iremos refiriendo en adelante: Planimetría, fichas analíticas, diagramas y listados.

2. Documentación gráfica Planimetría. Representación gráfica completa del edificio y sus partes, necesaria previamente a la realización del análisis estratigráfico. Planos de paramentos o alzados. Se puede realizar con cualquier sistema pero es evidente que cuanta mayor precisión y calidad gráfica tenga será más útil y facilitará el trabajo. Frente al yacimiento, donde el dibujo (horizontal) se efectúa según avanza la excavación que va descubriendo las distintas UE; en el edificio, la representación es previa al estado actual del edificio, aunque durante el registro se completa marcando los límites de las distintas UE o con las nuevas UE descubiertas. Al finalizar el registro hay que pasar a limpio y completar la planimetría de base. (Figura 4) 3. Lecturas detalladas y veloces Frente al yacimiento, donde no se puede decidir la excavación exclusiva de los estratos correspondientes a una etapa, en el edificio es posible analizar una etapa determinada y dejar las demás. De acuerdo con ello, Gian Pietro Brogiolo propone una lectura gradual de acuerdo con los objetivos del análisis, diferenciando unas unidades de referencia (complejo arquitectónico, cuerpo de fábrica, alzados, unidad funcional y UE). Nosotros hemos empleado siempre la lectura completa y detallada del edificio. Una lectura parcial supone provocar lagunas estratigráficas por el principio de “los fenómenos de discontinuidad”. Igual que ocurre con los “cortes” del yacimiento frente a la “excavación en área”, supone analizar una secuencia parcial del yacimiento. El análisis parcial de un edificio no asegura la obtención de su secuencia completa. 4. Zonas. Trabajo en equipo Cuando los edificios son de tamaño grande, el trabajo se organiza por zonas que integran exterior e interior, de modo que cada zona es responsabilidad de un grupo del equipo. En todos los casos, sea unitariamente o por zonas, se lleva una discusión en común de los problemas. El registro sólo se da por terminado cuando se ha consensuado por todo el equipo. 5. Observar La diferenciación de unidades (UEM). La primera fase del registro estratigráfico es la dife-


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renciación de UE, para lo que se siguen los criterios propuestos por Parenti. Se pretende la diferenciación de estratos y superficies y de las acciones que las crearon. Son los criterios de: — Individualidad formal. Se diferencia por principio la situación y forma de cada elemento, de modo que se supone que cada pared o cada elemento singular puede corresponder a una UE distinta aunque aparentemente parezcan similares. — Homogeneidad o heterogeneidad de los componentes de cada elemento (modo constructivo o aparejo que se pueden considerar como discriminantes tipológicos o variables; los “clusters” de Agustín Azkárate). — Acción constructiva, cuando la observación de sus relaciones indica la sincronía o diacronía del elemento con respecto a los que le rodean.

6. Describir: la ficha analítica La descripción de cada UE y de las relaciones que mantiene con otras UE se efectúa mediante una ficha analítica que se rellena por cada UE. Las fichas tienen siempre los mismos campos, aunque su presentación y detalles pueden variar (Figura 5): 1. Identificación. Nombre del edificio a que corresponde, número de la UE y de la A a que se asigne, zona y si es volumen o superficie. 2. Descripción. Nombre de la UE, que se considera su definición sintética, y descripción propiamente dicha. 3. Relaciones estratigráficas. Relaciones directas e indirectas. Diagrama de ficha. 4. Interpretación. Hallazgos o materiales singulares. Interpretación propiamente dicha. Datación propuesta y definitiva. 5. Referencias. Responsable. Trasera. Se utiliza para esquemas aclaratorios.

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Figura 4. Planimetría. Santiago del Burgo (Zamora). A y B, fotografía apoyada por topografía y despiece de sillería (autor: Topcal). C y D, Lectura estratigráfica (GI Arqueología de la Arquitectura, IH, CSIC).


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Figura 5. Ficha estratigráfica (GI Arqueología de la Arquitectura, IH, CSIC).


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Campo de identificación Numeración. Diferenciadas las UE, se les da un número de orden. Este número de orden, único para cada UE, se anota en una lista auxiliar (lista de números) para evitar su repetición. Se procura no dejar números en blanco. Si hay varias zonas se puede reservar series de miles para cada zona (zona 1, del 1.000 al 1.999; zona 2, del 2.000 al 2.999; etc.). A la numeración se le da un valor instrumental de modo que sirve para diferenciar tres niveles distintos de elementos jerárquicos: unidades y decenas (del 1 al 99) se reservan para fases y etapas; centenas, actividades (del 100 al 999), para actividades, colocando una A delante; y millares, unidades estratigráficas (del 1.000 en adelante), para UE, con UE delante. El orden de numeración en el edificio es aleatorio. Frente a la numeración en la excavación del yacimiento, donde sigue estrictamente el orden inverso a su deposición original, de modo que el número mayor equivale al último excavado y al primero depositado. Campo de descripción Nombre. Identifica a la UE. Debe indicar su situación, ser adecuado y sintético. Se debe procurar que no incluya la descripción de otra UE o su número. Descripción. Una lista de ítems ordena la descripción. Ésta debe ser clara, no reiterativa, apropiada, no prolija y ajustada. Describe el elemento material y las acciones, positivas o negativas, que lo produjeron. Se debe procurar presentar datos y evitar argumentaciones. Cuando la UE aparece en distintas zonas se puede rellenar una ficha por zona, manteniendo el mismo número de UE y reflejando en el item de zona solamente a la que se refiere la descripción. El campo de “Referencias, a otras fichas” permite reconocerlas. Es optativo incluir en una misma ficha, con un solo número de UE, varias UE cuando forman parte del mismo acontecimiento y no hay duda de su coetaneidad (“Nave norte. Parte superior. Recrecido y ventanas”). Sin embargo, se deben diferenciar las UE que pertenezcan a acontecimientos distintos y nunca se deben sustituir grupos de UE por la A a que pertenezcan. Es preferible rellenar una ficha de más que tener que desechar una ficha y rehacerla de nuevo para dar un número nuevo con el fin de separar una UE que se ha incluido en ella incorrectamente. Campo de relaciones estratigráficas Esta operación supone observar las relaciones espa-

cio/temporales entre los elementos que derivan de las acciones que las construyeron. Las acciones constructivas (colocar el mortero y sobre él el ladrillo, enfoscar, cortar, etc.) conllevan relaciones espaciales (al lado, encima, debajo) y temporales estratigráficas. Las relaciones pueden ser: — Directas, seguras (en contacto). Mediante un cuadro de doble entrada. Anterioridad/posterioridad: apoyar, cubrir, cortar, rellenar. Contemporaneidad: unir. — Indirectas (sin contacto). Igual a (misma UE), equivalente a (igualdad), en relación con (semejanza). Campo de interpretación. La interpretación argumenta sobre contexto, actividad, estratigrafía, hallazgos y datación. Debe ser clara y sintética. No debe incluir descripciones. 7. Relacionar La secuencia temporal. Los Diagramas o matrices Los diagramas documentan las relaciones temporales (una “cuarta dimensión”) entre los elementos o grupos de elementos diferenciados en el edificio histórico. Después de haber descompuesto el edificio en sus elementos menores, el diagrama recupera la unidad del edificio secuenciada y sintética. Se componen de columnas (relaciones diacrónicas) y líneas (relaciones sincrónicas). Los nodos juegan un papel importante, elementos a donde convergen y desde donde divergen las líneas de relación. Operaciones de construcción de los diagramas (Figura 6): 1. Base. Diagramas simples de UE o de ficha. Tienen un espacio reservado junto al cuadro de relaciones en la ficha analítica. 2. Adición. Diagramas de zona de UE. Mediante la suma de los diagramas de UE o de ficha. 3. Simplificación o reducción. Supresión de relaciones redundantes de los diagramas de zona. 4. Correlación (o analogía, Gian Pietro Brogiolo). Diagramas de zona de A. Síntesis de los diagramas de zona mediante la conversión por correlación de las Unidades Estratigráficas en Actividades. Se entiende por Actividad un conjunto de UE que pertenecen a un mismo y concreto fin constructivo. En esta operación se salta de los diagramas de UE a los de A.

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5. Adición. Diagrama único y final del edificio, de A. Mediante la suma de los diagramas de A de zona. 6. Periodización o puesta en fase. Ordenación de la secuencia diagramática del edificio en Etapas y Fases datadas. Utilización de la lógica estratigráfica y de los indicadores cronológicos. Situación “ascensor”. Buen número de elementos (UE y A) que componen el diagrama no tienen valor cro-

nológico absoluto, sino sólo el relativo que les asigna su lugar en la secuencia, por lo que su adscripción a una Etapa o a una Fase es dudosa o aleatoria y provisional, pudiendo ocupar cualquier situación entre los elementos de su misma columna que presenten algún tipo de datación absoluta por encima y por debajo (“techo” y “suelo”). Comprobación de errores. Las sucesivas adiciones de diagramas suponen un “cierre lateral” que conlleva un

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Figura 6. Construcción de diagramas, base, adición, simplificación (HARRIS, E. C. 1989: Principles of Archaeological Stratigraphy, Academia Press Limited, London).


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sistema de comprobación y corrección del diagrama final ya que permite observar si las UE o las A saltan de fila. Cuando la correlación de UE da lugar a la presencia de una sola A por Periodo, el diagrama de Actividades se convierte en una sencilla columna donde cada escalón alberga una Actividad, o sea, equivale a la sucesión de Periodos. Pese a lo que pueda parecer, esta situación es correcta sobre todo si el listado ofrece la relación de UE correspondientes a cada A. 8. Contraste y conservación de los datos. Uso social y comprobación científica Memoria y publicación Si queremos que el trabajo realizado tenga un valor científico, debe posibilitarse el contraste científico. Así se explica también la necesidad de rigor del registro estratigráfico. Para ello hay que conservar y poner a disposición de la comunidad científica los datos y los instrumentos de análisis, lo que conlleva su depósito en un archivo, la redacción de una memoria y la publicación. Se suele suponer que la memoria tiene un valor administrativo, por lo que basta con la descripción de los datos y el proceso de trabajo sin entrar en el análisis, mientras que la publicación conlleva el argumento y discusión de las hipótesis o predicciones. Pero si el proyecto de trabajo obliga al planteamiento de hipótesis previas, la memoria debe incluir la solución de las predicciones. El núcleo del trabajo y su principal argumento consiste en buscar y conseguir relaciones entre los datos, agruparlos y datarlos argumentándolos con indicadores cronológicos. Condiciones de la memoria. La memoria y la publicación en todo caso debe incluir: 1, la descripción del edificio que resulta de la lectura estratigráfica efectuada; 2, el diagrama final del edificio, de A; 3, los listados de UE y AE y; 4, la planimetría. La falta de alguno de estos elementos invalida el trabajo pues impide contrastar los datos con el edificio real. Memoria y archivo deben ser de acceso público. Descripción. Organizada por Fases y Etapas, citando las UE y A que corresponden a cada una de ellas. La menor o mayor complejidad del edificio y la correspondiente a los Periodos o Etapas permitirá basarla sólo en éstos u obligará a organizarla por subperíodos o Fases o incluso Actividades. Listados. Para asegurar el contraste de los datos por los colegas científicos es necesario ofrecer a éstos los datos

recogidos en las fichas analíticas de UE. La memoria administrativa debe acompañarse de las fichas de UE originales o de sus copias si las originales se depositan en un archivo científico. Los listados son un instrumento que sustituye a los centenares o millares de fichas de UE que es imposible incluir en una publicación científica. Los listados se ordenan por Fases y Etapas, A y UE e incluyen en una línea los datos sintéticos de cada ficha de UE. Periodo Número Nombre Número Nombre (coetaneiA A UE UE dad)

Posterior a Anterior a A y UE A y UE

Situación (zona y plano)

Planimetría. Finalizado el proceso de registro, se pasan a limpio y completan la planimetría de base para incluir en ella los nuevos detalles obtenidos del edificio, los perímetros de las UE y las A y las numeraciones que las identifican. Además se suelen diferenciar las fases y etapas por colores o tramas. Consecuentemente es necesario borrar los detalles recogidos en la planimetría de base que han servido para diferenciar las UE pero que ahora hacen confusa la lectura del plano. Por ello, cuando la planimetría base tiene la suficiente calidad y detalle, se deben publicar dos juegos de planos, el de base (estado inicial) y el estratigráfico, de modo que ambos se puedan contrastar con el estado actual del edificio y con el análisis efectuado. 9. Argumentar, comentar, comparar Memoria y publicación Tanto la memoria como la publicación deben argumentar la demostración o falsación de las predicciones. Se comentarán los resultados con lo conocido y con lo hipotetizado. De estos argumentos o del mero comentario del proceso de lectura y análisis saldrán novedades que deberán resaltarse; nuevas hipótesis, bien sobre el tema que ha convenido o ha dado lugar al trabajo o bien abriendo nuevos campos de investigación con nuevos objetivos y con el planteamiento de nuevos proyectos de investigación. También se deben comentar las limitaciones encontradas en el desarrollo del estudio. Se deben efectuar comparaciones con datos anteriores conocidos, obtenidos o publicados de otros edificios. Se deben señalar los cambios conseguidos en la comprensión de los datos. Lo mismo se debe efectuar con respecto al estado físico del edificio, los criterios de restauración, la secuencia de los daños del edificio y la incidencia de las distintas restauraciones históricas y contemporáneas. Las conclusiones incluirán por tanto el resumen de los

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Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

puntos de interés, de las conclusiones por apartados y el listado de recomendaciones generales. 10. Crítica, validez y límites del método El método no es infalible. La situación espacial es segura (un elemento está junto a otro, al lado, encima o debajo); mientras que las relaciones temporales ofrecen cierto grado de inseguridad (¿la relación espacial corresponde a una relación temporal de anterioridad / posterioridad y en qué sentido, o de contemporaneidad?), siendo este punto clave para un correcto análisis estratigráfico. La explicación histórica (¿qué significa?) entra en el campo de lo aleatorio. No se puede afirmar que el método sea más o menos objetivo. El método arqueológico, concretamente la estratigrafía, es más riguroso que el tradicional (Historia del Arte). El rigor es propio de la metodología, mientras que la objetividad o subjetividad corresponde al investigador, al campo de la argumentación histórica. Uniformidad profesional. La experiencia y la capacidad analítica de cada arqueólogo o arquitecto o de cada equipo que realiza AA y las características de Es-

cuela, esto es, las variaciones o diferencias metodológicas que éstas han desarrollado, inciden directamente en la calidad del trabajo. En este sentido se debe aceptar que la AA en cuanto que análisis estratigráfico tiene un carácter profesional, de modo que el tratamiento y el proceso de trabajo de todos los grupos deben mantener una uniformidad profesional, aún a pesar de su carácter instrumental que permite un margen de variabilidad para amoldarse a cada circunstancia concreta. C. Estrategia tipológica La comparación de características formales de elementos (singulares como ventanas, puertas; decorativos; aparejos; estructuras; edificios) y su agrupación en tipos permite formar series con valor cronológico. La formación de la serie conlleva un proceso en que los elementos aportan sus distintos valores cronológicos relativos y absolutos, contextualizados con secuencias estratigráficas, de modo que la serie tipológica pasa de tener un valor relativo a uno absoluto que se contrasta y mejora constantemente con posterioridad. Así se obtienen atlas regionales formados

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Figura 7. Planimetría y diagrama cronológico. Santa Clara de Córdoba (GI Arqueología de la Arquitectura, IH, CSIC).


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con distintas tablas tipológicas que se convierten en indicadores cronológicos absolutos que, entre otros objetivos, sirven para poner en fase los diagramas estratigráficos (Figuras 7 y 8). Fichas tipológicas analíticas: — Aparejo. Puesta en obra. Descripción. Elementos constructivos. — Materiales. Tipo, elaboración, dimensiones, huellas de herramientas. — Acabados. Morteros. La mensiocronología es una tipología específica de las medidas de elementos manufacturados en serie. Para la consecución de series se necesita el apoyo de instrumentos estadísticos (media, regresión, tendencia). Para conseguir series mensiocronológicas se necesita obtener muestras con las que formar un banco de datos. El análisis histórico/social de las tipologías permite investigar sobre cronología, producciones, especializaciones, movilidad de técnicas y expertos, comercio, etc. D. Estrategia analítica. Arqueometría La aplicación del análisis de Ciencias Naturales permite obtener: — Datos de los componentes que conforman los elementos. — Fechas que datan series cronológicas flotantes, momentos de uso o de fabricación del elemento. Para los datos cronológicos de carácter “absoluto” se deben tener en cuenta las mismas apreciaciones que para los datos obtenidos por medio de las fuentes escritas; esto es, se deben contextualizar previamente.

para obtener o corregir sus catalogaciones. Aparecen características que antes pasaban desapercibidas por el peso de modelos explicativos previos y que obligan a replantear las preguntas sobre ellos o sus cronologías. Se descubren edificios que no son lo que parecen, por ejemplo una iglesia catalogada como románica, pero que realidad se construyó en el siglo XVI. Ruptura del punto muerto historiográfico. Casos asimilables a los de “descripción y catalogación correcta”. El subjetivismo investigador impone la fecha del edificio basándose en ordenaciones de “estilo”, provocando un punto muerto en la investigación. El análisis efectuado con un instrumento de análisis más adecuado al problema que se tiene que resolver sirve para refutar o confirmar los modelos previos. El edificio pluritipologizado. Los procesos productivos. Los procesos homogéneos de producción se distinguen por similares características, variables o discriminantes tipológicos. A cada conjunto temporal (contexto, UE o fase) corresponde un grupo de variables tipológicas características que permiten extrapolar su cronología a otros conjuntos. La tipología, utilizada como criterio de homogeneidad / heterogeneidad para definir las UE, permite describir objetos construidos de gran tamaño, difíciles de analizar con el criterio de las relaciones estratigráficas. El producto constructivo. La contextualización. El EH como objeto construido también se presenta como un sistema de relaciones o un conjunto de contextos que ofrece su propio proceso de “producción del producto”. El “producto”, homogéneo y coetáneo, aparece como pluriestratificado y pluritipologizado (cada estrato / tipo corresponde a una función).

Para qué sirve. Principales resultados La Torre de Babel En edificios cuya única documentación material es el propio resto conservado, desaparecido su yacimiento o si éste no se puede excavar. La única secuencia que se puede conseguir es la propia estratigrafía del edificio. Los elementos secuenciados se podrán comparar con los atlas regionales tipológicos y con los indicios cronológicos (Figura 9). En el edificio pluriestratificado. Descripciones y catalogaciones correctas. Sometido al método, el análisis estratigráfico ofrece una descripción correcta, completa, secuenciada y neutra que permite reconstruir con rigor las estructuras originarias. Las contextualizaciones obtenidas permiten aplicar los indicios cronológicos

Termino planteando algunas cuestiones que denomino como nuestra “Torre de Babel”, la tendencia por diferenciar grupos cerrados que amenazan con escindir una metodología común; o por considerar como importantes cambios de base lo que son variantes metodológicas o terminológicas, que deben ser entendidas como instrumentales dentro de un modelo profesional común. Con respecto a la tendencia a diferenciar el trabajo del arqueólogo y del arquitecto en la intervención en el EH, en relación con la intervención con metodología AA, considero dos cuestiones principales:

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Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

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Figura 8. Tipología de aparejos constructivos. Santa Clara de Córdoba (GI Arqueología de la Arquitectura, IH, CSIC). I, fin del s. X; II, a. 1236; III, s. XIV; V, a. 1380; V, s. XIX; VI, a. 1962-1973.


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— La metodología AA es propia tanto de arqueólogos como de arquitectos. El arquitecto puede utilizar la metodología AA como un instrumento auxiliar en el necesario análisis del EH. Y si no la utiliza personalmente, al menos debe conocer cómo funciona. Este derecho del arquitecto no merma la labor del arqueólogo, experto en cuestiones históricas y en la datación de los materiales arqueológicos. — Las decisiones sobre la conservación y el tratamiento de los elementos que conforman la secuencia histórica del EH en el proyecto arquitectónico competen por igual al arquitecto y al arqueólogo. Este derecho del arqueólogo no merma la labor del arquitecto como experto en el tratamiento de la estructura arquitectónica. Existe una falsa comprensión de la Arqueología del yacimiento como excavación destructiva y otra también errónea de la AA como lectura no destructiva. La Arqueología, en sus dos vertientes del yacimiento y el edificio, se define metodológicamente como un sistema de registro, al margen de que, para ello, nece-

site destruir o pueda conservar. En consecuencia, se debe aceptar que la intervención en el EH es también destructiva y que el desmonte y demolición de sus elementos debe ser efectuado por arqueólogos y sometido al método de registro arqueológico. La metodología AA y en concreto su estrategia estratigráfica no se debe considerar un “estudio previo” de la intervención arquitectónica. En este sentido no es lógico considerar el análisis estratigráfico del EH como parte de su “levantamiento”, (término referido tradicionalmente a la documentación planimétrica del edificio). La metodología AA debe participar en todo el proceso de intervención restauradora en el EH, para registrar las transformaciones que se ejecuten en su materialidad. El estudio de los procesos constructivos forma parte de la AA, sin que sea necesario diferenciar “Arqueologías” específicas dedicadas a etapas históricas determinadas, por ejemplo a la romana, más “constructiva” que “arquitectónica”. Es inútil pedir al método estratigráfico resultados más allá de su función. Es inútil que registre proce-

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Figura 9. También se puede analizar un edificio trasladado. San Pedro de la Nave (Zamora). Arriba a la derecha, reconstrucción una vez trasladado (foto, Iberduero 1932, de MATEOS RODRÍGUEZ, M. A. 1980: San Pedro de la Nave, Colegio de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Zamora, Zamora, foto n.º 14). Resto de ilustraciones, lectura del alzado longitudinal, planta de excavación, reconstrucción (GI Arqueología de la Arquitectura, IH. CSIC).


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sos dilatados en el tiempo que no correspondan al proceso de construcción / destrucción / restauración, como los de deterioro producidos por procesos biológicos o naturales. El método sólo podrá registrar el inicio del proceso, algún momento intermedio documentado casualmente, y el final o su situación actual. Igual ocurre con el registro de estructuras. Se pueden efectuar diagramas que intenten explicar cómo eran las estructuras resultantes en cada momento de destrucción / reconstrucción, pero o se circunscriben a los datos que poseemos y por lo tanto no añadirán nada nuevo al diagrama de partida, o necesitarán imaginarse cómo eran los elementos desconocidos, perdidos, con lo que se escaparán del campo de datos registrables. El método de registro seguido por la Escuela de Francesco Doglioni (Venecia) parece que obliga a considerar una dualidad de instrumentos contradictorios en el registro de las relaciones estratigráficas: la Edificio

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que utiliza el plano-crítico con simbología gráfica y la que utiliza la ficha analítica y el diagrama. Se debe reconocer que la tipología está estrechamente vinculada a la estratigrafía, tanto en su construcción como en las necesarias revisiones a que se debe someter posteriormente. De esta manera se puede entender, por ejemplo, el método de los “clusters” de Agustín Azkárate (Vitoria), una ingeniosa y necesaria instrumentalización del criterio de “homogeneidad y heterogeneidad” para la diferenciación de UE en un edificio de tan difícil tratamiento como es la Catedral de Vitoria, probablemente el EH de mayor volumen hasta ahora así estudiado. Se debe corregir algún caso de diversidad terminológica, potenciando el término que se considere más ajustado a su sentido. Por ejemplo, la divergencia entre el término “proceso”, empleado por Miguel Ángel Tabales (Sevilla), y el tradicional de “actividad” (asimilable a conjunto sincrónico).

Año

Promotor

Objetivo

Repercusión

1

Santa. Eulalia de Mérida *

1991

Junta de Extremadura

I

I / Didáctica

2

Torre de Hércules *

1992

Ministerio Obras Públicas y T.

I

R

3

San Pelayo de Arlanza *

1993

Autofinanciación

I

I

4

San Pedro de la Nave *

1996

Autof. / Proyct I+D / Junta Castilla y León

I

I

5

San Juan de Baños *

1996

Proyect I+D / Junta CyL

I

I

6

Parroquia Valdetorres Jarama

1996

Comunidad de Madrid

R

R

7

San Vicente del Valle *

1997

Junta CyL

I

I

8

Santa María Arcos Tricio *

1997

Proyecto I+D

I

I

9

San Miguel de Escalada I

1998

Proyecto I+D

I

-

10

Santa Comba de Bande *

1999

Xunta de Galicia

R

I

11

San Estevo de Atán *

1999

Xunta de Galicia

R

-

12

Santa Lucía del Trampal *

1999

Autofinanciación

I

I

13

São Gião de Nazaré, Portugal *

2001

IPPAR, Mnstr. Cultura. Portugal

R

I

14

San Millán de la Cogolla,

2002

IPHE, Ministerio de Cultura.

I

I

15

Torre San Pedro Viejo, Madrid *

2003

Equipo de restauración

R

-

16

San Pantaleón de Losa *

2003

Junta de Castilla y León

R

R

17

San Martín de Arlucea *

2003

Diputación Foral de Álava

R

R

18

La Asunción de Viñaspre

2003

Diputación Foral de Álava

R

-

19

Sé Idanha a Velha, Portugal *

2004

Proyecto I+D

I

I

2004

Universidad

R

R

2005

Proyecto I+D

Suso *

20 Universidad Alcalá de Henares 21

Ermita Los Santiagos Alburquerque *

22 Conjuntos industriales, Londres

2005/2007

23 Monasterio Santa María La Real, Valdeiglesias

2005/2007

24 San Miguel de Lillo * 25 Colegiata San Isidoro de León

MoLAS / entidades privadas

I

I

R Constrc.

R R

Comunidad de Madrid

R

2006

Proyecto I+D

I

I

2006/2007

Junta de CyL

R

I/R

26 Basílica de Segóbriga

2006

Otro grupo de investigación

I

I

27 Convento Sta. Clara, Córdoba

2006

Fundación Caja Madrid

R

R

28 Cartuja Santa María de la Defensión

2007

Equipo de restauración

R

R

29 Santiago del Burgo *

2007

Junta de CyL

R

R/I

30 Santiago, Villafranca del Bierzo

2007

Junta de CyL

R

R

31

2007

Otro grupo de investigación

I

I

Murallas de León

Cuadro. Intervenciones. GI Arqueología de la Arquitectura, IH. CSIC. I: investigación; R: restauración


Experiencia metodológica en Arqueología de la Arquitectura de un grupo de investigación. Investigación de Historia. CSIC. Madrid

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(*) Esta numeración corresponde al orden que aparece en el cuadro de la página anterior.

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Procedure di documentazione e percorsi interpretativi dell’edilizia storica Gian Pietro Brogiolo Università di Padova

Riassunto L’intervento discute alcune procedure sperimentate nell’analisi dell’edilizia storica dal gruppo di ricerca che attualmente lavora all’Università di Padova, in relazione con i contenuti delle Linee Guida per la valutazione e riduzione del rischio sismico del patrimonio culturale, emanate dal Ministero per i Beni e le Attività Culturali, in particolare per quanto riguarda la descrizione delle Unità stratigrafiche murarie (USM) e la loro collocazione nel contesto dell’edificio. L’obiettivo è di collegare l’analisi stratigrafica ai metodi analitici di documentazione degli equilibri statici, in rapporto ai problemi del rischio (non solo sismico) e del Restauro.

Parole chiave Archeologia; stratigrafia; architetture storiche; prevenzione sismica; restauro.

Didascalia immagine Diagramma rappresentante i percorsi di analisi archeologica e strutturale di un edificio storico.

Nel mio intervento discuterò alcune procedure sperimentate nell’analisi dell’edilizia storica dal gruppo di ricerca che attualmente lavora all’Università di Padova, in relazione con i contenuti delle Linee Guida per la valutazione e riduzione del rischio sismico del patrimonio culturale, emanate dalla Direzione generale per i beni architettonici e paesaggistici del Ministero per i Beni e le Attività Culturali, in particolare per quanto riguarda la descrizione delle Unità stratigrafiche murarie (USM) e la loro collocazione nel contesto dell’edificio. L’obiettivo è di collegare l’analisi stratigrafica ai metodi analitici di documentazione degli equilibri statici, in rapporto ai problemi del rischio (non solo sismico) e del Restauro. Come è ampiamente noto, in Italia l’applicazione dei metodi stratigrafici alle architetture, sperimentata da architetti e archeologi in Liguria, Toscana, Lombardia, Veneto e Lazio tra la fine degli anni ‘70 e l’inizio

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Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

del decennio successivo (per una sintesi D’Ulizia, 2005), ha trovato poi una sede di confronto e di verifica metodologica nel convegno di Pontignano del 1987 (Francovich, Parenti, 1988), nel quale sono emerse due distinte posizioni: (A). Da un lato, gli stratigrafi puri che, sull’onda dell’entusiamo per le nuove teorie, erano giunti a teorizzare il valore assoluto del metodo che nella “prima parte dello studio (...) non ha bisogno di tenere in alcun conto l’importanza storica dei diversi strati” (Harris, 1983: 79). Veniva perciò applicato all’edilizia come a qualsiasi deposito archeologico sepolto, senza alcun adattamento specifico (Parenti, 1985; Parenti, 1988). Contro questa invasione di campo si sono mosse le prime critiche, fino al rifiuto radicale da parte di alcuni architetti (Bonelli, 1986).

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(B). Dall’altro, chi sottolineava la complessità e la ricchezza informativa insita nelle stratificazioni di un edificio, che non potevano essere colte con gli schemi harrisiani concettualmente rigidi (Doglioni, 1988; Doglioni, 1997). In quella lunga fase formativa della disciplina, il metodo che ancora oggi utilizziamo a Padova è frutto dei lavori e delle sperimentazioni condotte tra 1984 e 1986 con alcuni architetti in analisi stratigrafiche finalizzate al restauro (la più importante delle quali ha riguardato il complesso di Valmarina a Bergamo) e alla pianificazione urbanistica (nei casi di Pescarzo e Oneta, due centri storici, rispettivamente, in provincia di Brescia e Bergamo). Il metodo è stato presentato al Convegno di Pontignano del 1987 e pubblicato in modo più sistematico nel 1988 nel manuale ‘Archeologia dell’edilizia storica’ (Brogiolo, 1988), rimasto fino ad un paio di anni fa l’unico in Italia. I principi su cui si basava tale metodo erano quattro: 1. Staccandosi dalla teoria di Harris (1983), sosteneva innanzitutto le differenze della stratigrafia sepolta, che si forma sulla base di leggi deterministiche, rispetto a quella in elevato, in larga misura artificiale. 1. Ribadiva la necessità, per una corretta comprensione dei valori formali e funzionali di un edificio, non solo dell’analisi stratigrafica, ma

anche di un parallelo percorso storico-architettonico. 1. Introduceva una serie di Unità di Riferimento che collocassero le Unità stratigrafiche in contesti via via più generali. 2. Proponeva una gradualità della documentazione, da adattare alla dimensione dell’analisi (da un singolo muro ad un intero centro storico) e alla qualità dei rilievi (dai fotopiani alle fotogrammetrie) e delle schede (oltre a quelle di USM proposte da Parenti veniva introdotta una ‘Scheda di archiviazione veloce’ per le analisi speditive. Gli anni ’90 sono caratterizzati dalla definitiva affermazione della disciplina, pur attraverso la proposta di nuove idee, emerse in numerosi seminari e convegni attraverso il dibattito tra archeologi e architetti restauratori. Sui temi del dibattito, sviluppatosi nella seconda metà degli anni ’90 sulla pagine della rivista ‘Archeologia dell’Architettura’, fondata nel 1996 con Tiziano Mannoni e Roberto Parenti, e nei convegni, rimando alla sintesi che ho presentato nell’incontro del 2002 a Vitoria (Brogiolo, 2002). Mi limito a ricordare una seconda fase di sperimentazione, avviata anche questa in collaborazione, presso l’Università di Padova, con architetti e ingegneri strutturisti. Da un lato proponevamo (Brogiolo, 1997) differenti percorsi interpretativi ricostruibili stratigraficamente: (1) delle murature, (2) degli intonaci, (3) delle parti lignee, di orizzontamenti e coperture; (4) degli equilibri statici (5) del degrado (come attività postdeposizionali: Leonardi, 1992), (6) delle tecnologie, ossia di processi e cicli produttivi, (7) delle forme, intese come distribuzione gerarchica (spatial archaeology of houses) degli spazi e dei percorsi, (8) delle funzioni. Dall’altro sperimentavamo la concreta applicazione del metodo stratigrafico nei percorsi di analisi degli equilibri statici e del degrado (Cagnoni, 1996; Faccio, Masciangelo, Zeka Lorenzi, 1997). I risultati vennero presentati in un convegno a Pontignano organizzato con Roberto Parenti il 21-22 marzo del 1997 e che aveva come tema: “Archeologia e Restauro del Monumenti: dieci anni dopo”. Il convegno è rimasto inedito; mi limito a ricordare gli interventi di Paolo Faccio (Stratigrafia strutturale) e di Giovanni Leonardi con Giovanni Cagnoni (Unità Stra-


Procedure di documentazione e percorsi interpretativi dell’edilizia storica

tigrafiche e Unità Stratigrafiche di Trasformazione: processi post-deposizionali, degrad,, etc.), in parte recuperati negli articoli pubblicati nel secondo numero della rivista “Archeologia dell’Architettura”. Questa impostazione, che non ha avuto seguito allora per la diaspora del gruppo di lavoro che l’aveva sviluppata, è stata ripresa recentemente nelle Linee Guida per la valutazione e riduzione del rischio sismico del patrimonio culturale. Le “Linee Guida” sono il risultato dei lavori di una commissione, istituita dal Ministero per i Beni e le Attività Culturali, composta unicamente da architetti ed ingegneri, che hanno peraltro introdotto nel documento quei principi della stratigrafia in relazione al restauro, emersi nel dibattito della metà degli anni ‘90. Le “Linee guida” sono previste obbligatoriamente per gli edifici storici soggetti a vincolo, ma il documento auspica l’applicazione all’intero patrimonio storico architettonico. A completamento di questa normativa, una seconda commissione, della quale fanno parte questa volta anche gli archeologi, sta lavorando alle procedure di valutazione del rischio del patrimonio archeologico conservato allo stato di rudere, strutture con differenti tipologie edilizie, dagli edifici di spettacolo romani, alle mura, agli acquedotti; dalle chiese ai castelli. Nel periodo intercorso tra queste due commissioni, un terzo gruppo di lavoro, patrocinato dalla “Direzione archeologica” del medesimo Ministero per i Beni e le Attività Culturali, ha prodotto un suo documento, scritto da S. D’Agostino, F. Cairoli, M.L. Giuliani, E. Conforto, E. Guidoboni, dal titolo Raccomandazioni per la redazione di progetti e l’esecuzione di interventi per la conservazione del costruito archeologico. In questo documento, a differenza delle “Linee Guida” non vi è che qualche fugace accenno alla stratigrafia, alla quale non si riconosce peraltro alcun ruolo normativo. Come si esplicita nell’introduzione, il documento intende supplire alla lacuna delle “Linee Guida” che non trattano dei Beni Archeologici. Rimarca peraltro che ‘le recenti normative strutturali vanno applicate con estrema cautela al tessuto archeologico e ciò vale anche per le recenti linee guida per la valutazione e riduzione del rischio sismico del patrimonio culturale del Ministero per i Beni e le Attività Culturali che si rivolgono al patrimonio storico, ignorando le specificità di quello archeologico’. Esattamente il contario di quello che propongono le “Linee Guida”. Il percorso di conoscenza che viene proposto è inoltre basato su una generica elencazione di indagini non inserite in un iter logico che preveda schede e un

sistema informativo in grado di garantirne la gestione (p. 33): 1. un’analisi storico-critica ottenuta tramite ‘rilievo geometrico ed eventuali analisi metrologiche (…) l’analisi tipologica, il lessico costruttivo (…) la conoscenza delle tecniche e dei materiali’; 1. la rappresentazione sul rilievo ‘di eventuali danni strutturali e del degrado di superficie’; 1. una ‘anamnesi ragionata e documentata delle trasformazioni, manomissioni, interventi di restauro e di manutenzione; 1. un’analisi delle ‘proprietà meccaniche e chimico-fisiche dei materiali in opera; 2. un’analisi dei dissesti. In queste proposte analitiche non si fa mai cenno alla necessità di un’indagine stratigrafica del manufatto, che viene anzi rinviata alla fase di cantiere, nella quale è possibile ‘l’aggiornamento della conoscenza scientifica di ciascun manufatto, mediante i rilievi archeologici e architettonici, gli scavi stratigrafici, l’osservazione diretta dell’opera costruita, la diagnostica’. Partendo infine dal principio che l’edilizia storica è ‘difficile da inquadrare in una casistica anche approssimativa’, il gruppo di lavoro esprime un giudizio aprioristicamente e pesantemente negativo nei confronti ‘della nuova ingegneria strutturale che tende a reinterpretare, non conoscendoli, gli antichi organismi’. Ne biasima altresì ‘l’irrazionalità di applicare teorie e modelli di calcolo concepiti per le strutture moderne al patrimonio storico e/o archeologico’. Per concludere che ‘il calcolo strutturale fondato sulla meccanica razionale, che utilizza, per interpretare la natura, modelli teorici semplificati e formulati analiticamente, si presta a una sempre più spinta specializzazione che allontana il progettista dalla pratica di cantiere e rende difficile l’apprezzamento di leggi e potenzialità del costruito storico tanto da potersi definire dannoso il tentativo di forzarlo a rispondere esclusivamente agli schemi propri del calcolo e alla ineluttabilità della normativa. Solo recentemente lo sviluppo del calcolo agli elementi finiti ha consentito di approssimare in modo più puntuale il comportamento statico delle antiche costruzioni, facendo

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Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

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intravedere la possibilità di superare la inconciliabilità tra approcci epistemologici tanto diversi’. Per gli estensori del documento l’alternativa è di ricorrere alla ‘sensibilità culturale ed alla capacità professionale del progettista (in grado) di interpretare opportunamente il quadro normativo, leggendolo nella puntuale specificità del contesto archeologico in un serrato confronto con l’Ente di tutela’. Sulla base di queste premesse, appare difficile garantire che gli interventi di manutenzione e restauro siano finalizzati al ‘rispetto della concezione costruttiva del manufatto archeologico e all’uso di materiali e tecniche compatibili con la reversibilità’. Generica è infine la definizione dei concetti teorici di vulnerabilità (‘predisposizione ad essere danneggiato o dal suo stesso stato di degrado (fino al collasso) o da un possibile evento ambientale (terremoti, frane, dissesti) o antropico’), pericolosità (‘frequenza e la grandezza di eventi in grado di compromettere l’integrità del manufatto’) e rischio (eventualità/probabilità di subire danni). In particolare, per quanto riguarda la vulnerabilità, la distinzione tra una componente “intrinseca”, legata alla concezione costruttiva dell’opera e al processo di modificazione avvenuto nel corso di lunghe vicende storiche, e una componente “aggiunta” causata dallo stato di degrado, appare inopportuna perché si tratta di fenomeni tra loro collegati in una sequenza unica. A differenza delle “Raccomandazioni” che ripropongono un percorso di consocenza tradizionale dell’architettura, l’importanza delle “Linee Guida”, sul piano teorico, sta nel riconoscere ufficialmente che la conoscenza dell’edificio non può prescindere da un’analisi complessa, attraverso una pluralità di percorsi di cui centrali sono l’analisi stratigrafica e l’analisi strutturale. I due percorsi di analisi stratigrafica e strutturale sono fondamentali non solo per la prevenzione (dalla valutazione del rischio al restauro) ma anche per la conoscenza esaustiva di un edificio. Anche il secondo (quello relativo all’analisi strutturale) produce informazione storica, in quanto consente di conoscere: (1) le tecniche inizialmente adottate per assicurare un equilibrio statico; (2) quando e in che modo questi equilibri sono stati alterati (a seguito di evento distruttivo naturale o per decisione del proprietario); (3) quali presidi sono stati attivati per rimediare a tale rottura. Il secondo percorso si inserisce dunque, sulla base della sperimentazione della metà degli anni ’90, nell’impianto teorico della disciplina, anche se occorre introdu-

rre specifiche procedure di analisi e interpretazione, che sperimenteremo nel lavoro della commissione ministeriale. In uno specifico contributo, che verrà pubblicato nel prossimo numero di “Archeologia dell’Architettura”, entrerò nel dettaglio di come il metodo da noi utilizzato a Padova debba essere modificato per integrarsi con le proposte delle “Linee Guida”. In questa sede mi limito a definire concettualmente il problema, riallacciandomi all’impianto teorico-metodologico impostato tra 1984 e 1997. In un convegno, organizzato nei giorni 25-27 settembre 2010 a Gavi (Piemonte), se ne tornerà a discutere con un gruppo più ampio di studiosi. Punto di partenza di questa riflessione, risultato di un confronto dal quale è nata negli anni ’80-‘90 la disciplina, è che l’Archeologia dell’Architettura è un indirizzo di confine tra differenti ambiti disciplinari, sia per la conoscenza, sia per le ricadute. Non può dunque arroccarsi in un proprio spazio chiuso, dove peraltro molti vorrebbero confinarla, ma deve misurarsi con chi studia gli aspetti strutturali e di degrado di un edificio. Il suo fine è certo, prioritariamente per un archeologo, la conoscenza storica, ma i suoi risultati devono essere parimenti utili alle discipline del Restauro. Se non fa questa scelta, è destinata a divenire un semplice strumento utilizzato da altre discipline. Ribadire la sua autonomia significa riconoscersi in pochi principi condivisi:

1. I criteri di conoscenza storica, in architettura, non possono che partire da un’analisi stratigrafica. Questa si fonda sul riconoscimento delle unità stratigrafiche e dei relativi rapporti, in base ai quali costruire una sequenza organizzata in un diagramma. Il risultato sono sequenze integrate di: costruzione originaria (ricostruendo la storia del cantiere dal progetto alla realizzazione: Mannoni, Boato, 2002); trasformazione (fasi successive di demolizione e ricostruzione, compresi interventi di consolidamento/restauro); degrado/dissesto naturale ed antropico; cambiamenti negli equilibri statici. Queste ultime, concettualmente definite fin dagli anni ’90 come ‘unità postdeposizionali’, comprendono il degrado, le deformazioni e le fessurazioni: sono particolarmente importanti ai fini della comprensione dell’eventuale condizione di rischio del manufatto stesso. Nella sequenza potranno talora risultare il momento di avvio e, se l’azione è conclusa, anche di risoluzione del danno, eventualmente a seguito dell’introduzione di specifici presidi. Questi


Procedure di documentazione e percorsi interpretativi dell’edilizia storica

ultimi saranno riconoscibili nelle catene, nei barbacani, nelle cinture metalliche ecc. , unità stratigrafiche che vanno documentate e inserite nella sequenza complessiva al pari delle altre, anche se la loro valutazione sarà di prioritario interesse per chi dovrà poi progettare la messa in sicurezza del manufatto. In altre parole, l’analisi stratigrafica così concepita avrà come risultato tre storie intrecciate tra loro: della costruzione, del degrado/dissesto e dei restauri. A queste sequenze documentate in alzato, e che possono essere ulteriormente articolate come ho sopra indicato in sequenze di intonaci (Arce, Doglioni, Parenti, 1996), parti lignee (Serafini, 1996) ecc., sono da aggiungere le stratigrafie sepolte naturali e antropiche su cui insiste il rudere, oggetto in alcuni casi di un’indagine parallela che va condotta unitamente a quella degli alzati.

2. Se si accetta il principio sopraesposto, uniformare le procedure è un auspicio, non una necessità imprescindibile. In Italia lo si è tentato senza successo alla metà degli anni ’90, ma forse allora i tempi erano prematuri. Ora che l’analisi stratigrafica è accettata anche a livello ufficiale, i tempi sono forse più adatti e proprio le indicazioni delle “Linee Guida”, per la loro cogente normativa, potrebbero fornirne lo spunto, ma, ribadisco, non è imprescindibile.

3. Lo studio delle architetture non può essere disgiunto da quello delle tecniche costruttive (delle singole murature e della struttura architettonica dell’edificio nel suo complesso); è dunque opportuno, seguendo la strada indicata da Tiziano Mannoni fin dal 1976 (Mannoni, 1976), costruire banche dati, su base regionale, a partire dall’edito e sulla base di apposite schede, che tengano conto non solo degli aspetti materiali ma anche di quelli strutturali (infra).

4. Chi studia le architetture non si può esimere dal sostenere un ultimo principio, sul quale molto si è impegnato Riccardo Francovich (Francovich, 2008, in particolare: 149-170) un principio che potremmo definire di etica culturale nella conservazione e nel Restauro: occorre preservare lo spessore informativo storico di una architettura, il che significa realizzare solo gli interventi di presidio indispensabili, facendo in modo che siano ri-

conoscibili e reversibili e praticando eventuali sacrifici a vantaggio di una miglior conoscenza del manufatto. Accettati questi principi, il percorso analitico, aperto a tutte le discipline coinvolte nello studio delle architetture, deve proporsi la raccolta di una pluralità di informazioni, organizzate in schede, rappresentate quando necessario in rilievi bi e tridimensionali e inserite in un GIS, nel caso di progetti complessi, come ad esempio, lo studio delle architetture residenziali di Padova, nel quale siamo attualmente coinvolti. In questo progetto, le informazioni sono così articolate: (a) Fonti storiche (edite ed inedite), cartografiche, catastali, bibliografiche, relative alle fasi di costruzione, uso, trasformazione, restauro del manufatto. (b) Individuazione dell’edificio nelle sue condizioni attuali, all’interno di un complesso architettonico e nella sua articolazione in corpi di fabbrica, setti murari distinti tra perimetrali e divisori interni, collegamenti verticali quali scale, ecc., altri elementi strutturali portanti, orizzontali (archi di aperture e di scarico) e verticali (pilastri, colonne), fondazioni (quando osservabili). (c) Analisi stratigrafica, attraverso i metodi codificati dall’archeologia dell’architettura, individuando le singole unità stratigrafiche che compongono il manufatto, riconoscendone i rapporti e in base a questi proporre una sequenza periodizzata. (d) Analisi archeometrica delle tecniche costruttive murarie, individuate in base all’analisi stratigrafica. Un manufatto può averne una soltanto o tante quante sono le sue fasi costruttive. Di ciascuna vanno definiti i parametri: materiali e loro lavorazione, dimensione, disposizione dei corsi nei paramenti e tessitura complessiva, natura, consistenza, spessore dei leganti. Le singole tecniche costruttive vanno dunque documentate non solo come tessiture superficiali (paramenti), ma come un insieme tridimensionale di connessioni in cui la muratura si lega a seconda dei diversi componenti della stessa. (e) Descrizione delle connessioni. Oltre alle connessioni all’interno della singola muratura, vanno individuate e descritte quelle tra setti (nelle

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Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

angolate), tra pareti e orizzontamenti, tra collegamenti verticali (tra setti e pilastri/colonne), tra distinti corpi di fabbrica. Le connessioni sono infatti importanti per determinare l’attuale equilibrio statico dell’edificio; la loro mancanza, come discontinuità costruttiva o interfaccia di demolizione o distacco a seguito di cedimento e/o fessurazione rivela gli elementi critici del sistema costruttivo osservabile in elevato. A questi dati, di per sé sovente già significativi, vanno peraltro aggiunti quelli documentabili nel sottosuolo, attraverso prospezioni, carotaggi e lo scavo stratigrafico.

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(f) Stratigrafie del sottosuolo. Le condizioni statiche di un edificio sono in stretta relazione con la condizione geologica del sottosuolo. Nel caso dei ruderi archeologici è presumibile che la parte superiore del deposito sepolto corrisponda a livelli antropici, che vanno indagati stratigraficamente. Questo significa che la collaborazione tra archeologi e ingegneri/architetti deve essere stretta anche in questa fase conoscitiva, sia essa circoscritta a carotaggi, o estesa a sondaggi o a scavi su ampia superficie. Ai primi interesserà soprattutto una ricostruzione storica in relazione alla vita del manufatto e ad eventuali preesistenze, secondo le epistemoologie della ricerca archeologica; ai secondi, oltre ad una valutazione della resistenza sismica attuale, l’individuazione di eventi traumatici storici, quali alluvioni, frane e altri disastri ambientali. L’insieme di questi dati, raccolti in un sistema schedografico implementato nel GIS, rappresentato per quanto riguarda le sequenze in un diagramma stratigrafico e descritto in una relazione preliminare, ha una duplice valenza: da un lato rappresenta una conoscenza storica approfondita, nella quale i differenti elementi possono essere ricondotti alla sequenza complessiva del manufatto; dall’altro forniscono informazioni indispensabili per la successiva tappa interpretativa, nella quale i percorsi si biforcano. Raccolte le informazioni attraverso l’aggregazione delle specifiche competenze, nella fase interpretativa, archeologi da un lato e ingegneri/architetti dall’altro si separeranno, provvisoriamente in realtà, perché, come vedremo, li attende ancora una fase operativa comu-

ne. I primi, in base al loro interesse prevalentemente storico, a partire da una serie di modelli interpretativi (di storia politica, di storia socioeconomica, di storia delle tecnologie o di storia ideologico-culturale come è di moda oggi in una fase post-processualista che mi pare stia comunque tramontando) cercheranno di ricomporre i dati analitici in una narrazione storica. Per gli altri il percorso interpretativo si traduce in questa fase nella costruzione, attraverso opportuni algoritmi, di modelli meccanici finiti che spiegano perché gli equilibri statici consentano all’edificio di stare su e quali sono le lacune, le discontinuità che ne mettono in crisi la stabilità. L’analisi interpretativa dell’archeologo ha due potenziali ricadute: può infatti risultare non solo un contributo alla conoscenza in sé e al dibattito storiografico in corso su temi inerenti la storia delle architetture, ma anche un racconto (non necessariamento scritto, ma anche sotto forma di ricostruzione grafica o multimediale) accessibile ad un largo pubblico di potenziali visitatori, in altre parole finalizzato ad un ‘uso pubblico della storia’ sui cui significati si è soffermata Andreina Ricci (Ricci, 1996; Ricci, 2006), in grado di attrarre l’interesse del pubblico non specialista. Premessa questa indispensabile per una corretta valorizzazione, senza la quale il rudere non resterà che un ingombrante e incompreso mucchio di sassi. Sull’altro versante, il risultato della valutazione degli equilibri statici è costituito dai progetti di manutenzione programmata e di interventi puntuali. C’è peraltro, come dicevo, un ulteriore momento di confronto comune a conclusione dei due percosi: è il controllo della perdita di spessore stratigrafico che si può operare attraverso interventi di restauro/ manutenzione (Franceschi e al., 2000). Se questi non partono da una conoscenza stratigrafica è assai probabile che vadano a incidere sullo spessore storico del manufatto, cancellando ad esempio, anche in interventi dichiaratemente di conservazione, parametri rilevanti, come intonaci stratificati o leganti originari, o nascondedo quei nessi stratigrafici tra una unità e l’altra che ci consentono di ricostruire la sequenza, premessa indispensabile per qualsiasi valutazione storica o strutturale (Treccani, 2000). Tanto più è necessario conservare la visibilità di questi elementi, se operiamo su un manufatto architettonico che si qualifica per il suo spessore storico oltre che per il suo aspetto formale e dimensionale.


Procedure di documentazione e percorsi interpretativi dell’edilizia storica

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I segni della stratificazione nelle’ architettura construita. Identificazione e conservazione nel restauro Francesco Doglioni Università IUAV di Venezia doglioni@iuav.it

Francesco Doglioni è professore associato di Restauro Architettonico presso la Facoltà di Architettura dell’Università IUAV di Venezia. Sul tema dei rapporti tra lettura stratigrafica e restauro dell’architettura ha pubblicato nel 1997 il testo “Stratigrafia e Restauro. Conoscenza e conservazione dell’architettura”.

comparazione dei diversi tipi di bordo nelle diverse culture costruttive, e in particolare di quelli legati all’attività del cantiere. Affronta le questioni del rapporto tra stratigrafia e restauro attraverso l’autenticità per relazione”, e richiama la questione del “rischio architettonico”, ossia di assetti nascosti sottostrato e della conseguente necessità di accertamento attraverso saggi e demolizioni mirate.

Riassunto Dopo aver proposto la sinergia descrittiva delle parole “costruzione” e “stratificazione”, lo scritto affronta la questione dei reciproci apporti tra stratigrafia e testo architettonico di cui essa esamina la materia. Sviluppa il tema degli adattamenti metodologici e operativi dell’impianto di Harris, per applicarlo più efficacemente all’architettura e per renderlo funzionale al restauro. Tratta la questione dei “punti probanti” e delle “superfici di trasferimento” come elementi fondativi della conoscenza e del restauro, e mette a fuoco le diversità epistemologiche e operative legate alle due diverse finalizzazioni. Illustra una “semeiotica dei punti di contatto stratigrafico” come tecnica di rilevamento delle evidenze, articolata in diversi tipi di bordo, limite e interfaccia. Propone una lettura e

Parole chiave Costruzione, topografia storica, semeiotica dei contatti, autenticità, restauro

Abstract After the proposal of a descriptive synergy of the words “construction” and “stratification”, the piece of writing deals with the matter of the reciprocal contributions between stratigraphy and the architectural text whose material is investigated. The paper develops the topic of some possible methodological and

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operational adjustments of the Harris system, in order to let it be better applicable to architecture and functional to restoration. It deals with the matter of the “convincing points” and of the “transfer surfaces” as the foundations of knowledge and restoration, and focuses on the cognitive-aimed and operational differences which are linked to the two different goals. It illustrates a “semeiotic of the stratigraphical contact points” as a survey technique for the stratigraphical evidences, which is articulated in some different kinds of edge, limit and interface. It suggests a comparative reading of the different kinds of edge in the different constructive cultures, particularly in those ones which are reated to the construction-site activity. The paper handles the matters of the relationship between stratigraphy and restoration by means of the concept of “authenticity through realtionship” and points out the issue of the “architectural risk”, that is the presence of hidden structures underneath the layer, so as to require some verification tests and apposite demolitions.

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Nel riflettere sul ruolo che la stratigrafia va assumendo nello studio interpretativo delle architetture, siamo tentati di utilizzare le parole costruzione e stratificazione come sinonimi. Anche se può apparire un uso forzato, l’immagine del gesto ritmico con cui il muratore posa una pietra sull’altra ci ricorda che ogni fabbrica è costruita e trasformata realizzando strati —o formando interfacce— in una data sequenza. Inoltre, se la stratificazione è formata dalla posa in successione di entità in sé omogeneamente costruite ma tra loro distinguibili, che chiamiamo strati, il modo con cui ciascuno strato è deposto, ossia costruito, gli deriva dalla cultura costruttiva che lo ha prodotto e varia al variare di questa, sia pure entro certi limiti. Da questa interdipendenza deriva comunque una evidente sinergia descrittiva nell’utilizzo dei due termini, costruzione e stratificazione, a designare letture necessariamente complementari dello stesso processo, e rivolte in definitiva a conoscere e descrivere l’anatomia della fabbrica nella sua evoluzione formativa: l’una —costruzione— maggiormente rivolta ai modi con cui è stata compiuta ciascuna azione costruttiva; l’altra —stratificazione— più interessata alla sequenza con cui è stata formata/deposta. Ne consegue una sorta di circolarità continua, in cui per saper riconoscere e interpretare i segni della stratificazione dobbia-

mo conoscere i modi della sua costruzione, ma per comprendere come la costruzione è stata realizzata nel tempo dobbiamo saper riconoscere come è stata deposta/stratificata… Una constatazione appare evidente: la caratterizzazione conoscitiva dei modi costruttivi dell’architettura, delle culture materiali di aree e di tempi diversi, ha tratto da questo intreccio un vigoroso impulso1: da un lato perché la stratigrafia svolge un ruolo esegetico nell’interpretare i diversi documenti costruiti —tali ci appaiono, sempre di più, i monumenti— ed è in grado di formare in ciascuna costruzione la sequenza delle diverse espressioni di cultura materiale in essa presenti. Rappresenta dunque, per lo studio delle culture costruttive, un fondamentale strumento d’ordine, che Luis Caballero in questo incontro ha definito come il valor instrumental della stratigrafia. D’altro lato, l’accresciuta conoscenza dei modi costruttivi permette di capire meglio che cosa è uguale e continuo e che cosa è diverso e discontinuo, ossia contribuisce a identificare gli strati in base alla specifica caratterizzazione costruttiva di ciascuno: dunque offre essa stessa alla lettura stratigrafica uno strumento essenziale di individuazione prima e di descrizione/comparazione poi, necessario tra l’altro a condurre con rigore la prima semplificazione interpretativa della complessità stratificata, ossia l’istituzione dei rapporti di correlazione tra unità non contigue. Non vogliamo certo ridurre l’architettura a somma di strati di materia costruita, ma proponiamo la stratigrafia come una delle letture possibili delle architetture reali, complementare ad altre letture, funzionale soprattutto a chi intenda entrare in contatto diretto con la materia e la logica costitutiva di ciascuna; e questo passaggio, pur importante per chi vuole conoscere a fondo una data architettura, è indispensabile per chi intende restaurarla conservandole il patrimonio di tracce e di materie significative. Luis Caballero in questo incontro ha proposto la stratigrafia come primus inter pares tra gli strumenti di lettura delle architetture costruite. Concordo pienamente, per il motivo che la stratigrafia produce di per sè un contenuto conoscitivo (la suddivisione in strati/parti e la loro sequenza) in grado di diventare il contenitore di altre conoscenze, le quali possono

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Tra i contributi recenti vedi, in Italia, Fiorani, Esposito, 2005; in Spagna, Azkarate, Quirós, , 2005.


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fruire così di una struttura d’ordine tratta dalla costruzione stessa e capace di rappresentarla con schemi efficaci. Qualsiasi conoscenza mirata al dettaglio —si pensi alla datazione con radiocarbonio di un legno inserito in una muratura—, se collegata a una data unità stratigrafica, si incardina in un punto preciso della sequenza; il sistema relazionale della stratigrafia può così diventare il sistema d’ordine di tutti i dati e di tutti i risultati delle ricerche archeometriche operate sulla costruzione. A loro volta i dati, che ricevono nuova forza dall’essere così incardinati, arricchiranno la sequenza e potranno interagire tra loro e con la sequenza stessa, e talvolta metterla in discussione, ponendo nuovi dubbi o consentendo più articolate verifiche e costruzioni interpretative. Solo la stratigrafia, credo, è in grado di formare la “topografia storica” delle materie degli edifici alla quale collegare le ulteriori analisi e conoscenze archeometriche. Queste, simmetricamente, sono in grado di dare nuovi contenuti e significati ai singoli strati e, attraverso questi, all’intera costruzione. Proprio per la responsabilità che deriva da questa funzione cardine, la stratigrafia deve essere condotta con rigore, dichiarando il proprio metodo, i protocolli e le convenzioni interpretative su cui si basa. E, soprattutto, non deve ricercare a ogni costo la completezza quando si riveli irraggiungibile se non a prezzo di forzature, e denunciare di continuo i dubbi, la diversa attendibilità dei dati su cui si fonda e la quota interpretativa che l’operatore ha introdotto. Sarebbe opportuno, a questo proposito, che si sviluppassero gli esperimenti di reciproco “collaudo” delle letture stratigrafiche compiute in modo indipendente da più studiosi su uno stesso oggetto. Forse inizieremmo a litigare di più di quanto non facciamo ora, e potremmo constatare la legittimità di letture anche profondamente diverse, ma sarebbe un modo utile a far crescere questa tecnica analitica; individuando i punti di concordanza-discordanza, potremmo esaminarne in profondità la natura, mettendo alla prova la possibilità teorico-metodologica e concretamente operativa di giungere a una interpretazione condivisa. La stratigrafia osserva la materia costruita di una architettura e non l’architettura tout-court, e questo ha almeno due conseguenze. Esaminando i possibili apporti alla conoscenza di una architettura, la stratigrafia è in grado di accertare quale rapporto esiste tra le componenti materiali di un manufatto che ne determinano l’attuale configurazione visibile. I rapporti cronologico-costruttivi tra

le singole parti e la sequenza stratigrafica di insieme costruita in base ad essi possono essere utilizzati per una esegesi storico-cronologica del testo architettonico: esisteva (la materia che forma) quella finestra al momento della costruzione iniziale, o è stata demolita/costruita successivamente? La natura sincronica di una configurazione osservabile, se le materie costruite che le danno forma appartengono alla stessa fase costruttiva, o il suo rivelarsi come l’esito di un processo diacronico che ha mutato nel tempo le materie e di conseguenza le configurazioni, sono due esiti diversi, entrambi significativi, dell’esegesi della fonte materiale dell’architettura che la stratigrafia —spesso, non sempre— consente. Questa sorta di filologia della materia costruita si estende, come includendole, alle configurazioni architettoniche che attraverso la materia sono state realizzate nel tempo. La sequenza stratificata di immagini ricostruttive di una stessa fabbrica diviene quindi un contributo propedeutico alla sua storia, e la verifica compiuta ne consente un utilizzo più pertinente e affidabile per la storia dell’architettura di quanto non lo siano immagini di manufatti non sottoposti a questo vaglio.2 Ma c’è un effetto di ritorno dall’architettura alla stratigrafia che vuole studiarla. Proprio perchè formati da materie costruite allo scopo di raggiungere precise configurazioni, gli strati di una architettura sono fortemente caratterizzati, soprattutto in superficie; ed è proprio questa caratterizzazione intenzionale che, a mio avviso, non può non entrare nel processo di riconoscimento e caratterizzazione degli strati e dei loro contatti, influenzando i modi e gli strumenti della stratigrafia quando applicata all’architettura. A questo proposito, riassumo alcuni adattamenti del percorso di rilevamento e interpretazione dei dati stratigrafici per l’architettura, da me proposto alcuni anni fa3. Dichiaro che la mia visione è certamente influenzata dal fatto di collocarsi all’interno del circuito continuo “conoscere per conservare”, in cui la conoscenza è intesa come fondamento dell’azione conservativa, e “conservare per conoscere” (Torsello, 1988),

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Sul tema della lettura stratigrafica di manufatti altamente formalizzati sotto il profilo architettonico, e della connessione tra lettura stratigrafica e fonti bibliografico-archivistiche, vedi la ricerca compiuta sul Teatro Olimpico di Vicenza in Danzi (in corso di stampa). Su questo e su altri temi trattati in questo testo, vedi in particolare Doglioni, 1997.

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in cui il fine della conservazione è costituito dal mantenere aperta la possibilità di conoscere l’architettura attraverso la materia che la forma. Non sono dunque un archeologo “puro”, ma sento e pratico la responsabilità di agire nel campo del restauro di architetture, senso di responsabilità che cerco di trasmettere ai miei studenti. Pur considerando fondamentale il riferimento alla metodica stratigrafica harrisiana concepita per lo scavo archeologico (Harris, 1979), ho constatato nell’applicarla alle costruzioni l’insorgere di alcune difficoltà, concettuali e operative, legate alle differenze tra stratificazione costruita e deposito archeologico. Ho osservato in primo luogo come la stratigrafia concepita per lo scavo non tenga pienamente conto di alcune peculiarità qualitative che caratterizzano l’architettura fin dalla sua costruzione; o, meglio, ne tiene conto descrivendole poi nelle schede di unità stratigrafica, assai meno nella fase di individuazione degli strati e della loro sequenza. Agli aspetti qualitativi della materia costruita —ossia relativi ai “modi” della costruzione— il restauro deve essere particolarmente attento proprio per poterli conservare; è naturale che alla stratigrafia, applicata alla materia dell’architettura, richieda di includerli organicamente nel proprio schema d’ordine per poter fare pieno affidamento su di esso, non fosse che per evitare di formarne un altro separato e difficilmente comunicante. Ho dovuto prendere atto che la leggibilità stratigrafica di una costruzione, considerata in fase “statica”, ossia così come si presenta senza saggi stratigrafici o azioni assimilabili allo “scavo”, dipende dalla natura delle superfici che offre alla vista e dai contatti al margine tra le diverse superfici di strato osservabili; è perciò necessariamente parziale, e dipende in larga misura dalla presenza o meno di strati di rivestimento unificanti, dal degrado e dal dissesto, ossia da fattori che possono ridurre o accentuare la visibilità delle superfici di strato e delle discontinuità tra di esse. Inoltre le diverse tracce attraverso cui si manifesta la stratificazione, presenti e visibili su superfici e perimetri, e che interessano solo una quota, a volte piccola, del totale delle superfici, non hanno tutte la stessa evidenza e capacità di risoluzione; alcune sono così evidenti che la loro lettura immediata e istintiva viene confermata dall’esame razionale e obiettivo, con nulle o limitatissime possibilità di trovare argomenti a favore di una interpretazione diversa. In questi casi si può affermare che la traccia assume il significato di dato stratigraficamente probante, costituisce la prova

evidente della sequenza con cui è avvenuto un processo. Altre invece sono incomplete, difficilmente interpretabili quando non apparentemente contraddittorie, e hanno comunque natura indiziaria; ossia richiedono una quota di valutazione interpretativa via via maggiore, dando più spazio a dubbi e a argomenti contrari che vanno attentamente presi in esame. Riteniamo che la diversa evidenza e capacità di risoluzione informativa delle tracce fisiche debba essere registrata insieme al dato stratigrafico, in modo da segnalare la presenza di una più o meno marcata componente interpretativa. Dunque, se pure l’informazione stratigrafica è presente su tutta la superficie osservabile, solo in un numero limitato di punti raggiunge l’auto-evidenza, che possiamo definire come la capacità autonoma di dimostrare univocamente un rapporto tra strati generando così un tratto di sequenza cronologica, e al tempo stesso sbarrando la strada a falsificazioni, ossia a interpretazioni diverse o contrarie del dato materiale. Su questo, mi pare vi sia accordo di sostanza tra più studiosi: Agustín Azkarate ha parlato di punto de comprobación estratigráfica, Fernando Vegas e Camilla Mileto di informazione in pochi centimetri quadrati. Questa constatazione ha più conseguenze. L’estensione e la chiarezza della leggibilità stratigrafica di una costruzione è data dalla compresenza di due elementi: l’esistenza di un numero significativo di “punti stratigraficamente probanti” ben osservabili, e la presenza a vista di superfici unitarie e continue “di trasferimento” dell’informazione da un punto probante a un altro. Una superficie “di trasferimento” è tale se ci permette, con l’evidenza dovuta alla sua accertabile continuità costruttiva, di porre in relazione il tratto di sequenza desunto da un “punto stratigraficamente probante” su un suo margine con il tratto di sequenza di un altro “punto” posto su un altro margine della stessa superficie. L’informazione stratigrafica, in una costruzione, può essere paragonata a un flusso che transita sulle sue superfici senza essere interrotto, per effetto di una sorta di “conducibilità” informativa, paragonabile a quella elettrica. Ci accorgiamo così, al tempo stesso, di quanto potente possa essere l’informazione stratigrafica e di quanto fragili siano i suoi elementi conduttori: è sufficiente una quota anche piccola, se ben conservata e leggibile, delle superfici di una costruzione, per consentire il flusso informativo, ma per interromperlo basta un colpo di martello in un punto probante, o una cazzuola di malta che lo copre. Quale responsabilità per i restauratori!


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Se è dunque vero che le tracce non sono equipotenziali, ossia non offrono dati con la stessa evidenza e capacità di risoluzione ai fini stratigrafici, va anche detto che alcuni di essi hanno una componente narrativa maggiore rispetto ad altri: non dicono solo quale parte è precedente e quale successiva, ma, per esempio, quale forma aveva una finestra poi tamponata, o come era rifinita una superficie poi ricoperta. Apportano perciò dati preziosi anche ai fini della lettura della configurazione e qualificazione architettonica dell’edificio nel tempo, e manifestano un senso formale comprensibile. Vi è il rischio, nella pur legittima tensione a porre in sequenza strati e interfacce nella matrice di Harris (HARRIS, 1979) di perdere parole importanti del racconto architettonico, e a questo il restauro deve essere molto attento; ma si rischia anche, non tenendo conto degli aspetti qualitativi della traccia, superficie di strato o margine che sia, di ridurne la risoluzione strettamente stratigrafica: un intonaco che riveste uno spigolo al quale si è affiancata una muratura —un punto probante, dunque— documenta una intenzione di configurazione e finitura importanti per la storia della fabbrica, ma costituisce anche un elemento in grado di rafforzare la capacità probante della sequenza fino a “dimostrarla” attraverso un dato che non dà spazio a letture diverse. La stratigrafia propria dell’archeologia di scavo si fa carico di riconoscere e registrare la sequenza relativa tra due strati (o interfacce) contigui: copre/ è coperto, rompe/è rotto, si appoggia a, si lega a, formando poi la rete di rapporti tra gli strati scavati. Alla conoscenza materiale di una architettura è necessaria, in più, l’osservazione dei “modi” del contatto tra le superfici di due strati nei “punti probanti” e la qualificazione delle superfici, sia per dedurne forme e qualità intenzionalmente espresse, sia per utilizzare queste per riconoscere più efficacemente la stessa sequenza di posa. Perché la conoscenza stratigrafica contribuisca a guidare l’attività conservativa, ponendosi come sua premessa e come fine possibile (conoscere per conservare, conservare per conoscere…) deve fornire in primo luogo la mappatura esatta dei punti probanti e delle superfici di trasferimento, sia per conservarle con la loro forza narrativa, sia per evitare di danneggiarle come dati fondamentali. Da molto tempo, il restauro deve arrestarsi dove ha inizio l’ipotesi, ossia non deve mettere in atto una interpretazione, storiografica o archeo-stratigrafica che sia. Non è molto interessato dunque, sotto il profilo

pratico, alla parte ipotetica e fortemente interpretativa delle restituzioni architettoniche: non può e non deve metterle in atto nella fabbrica. È interessato, invece, al “senso” che queste interpretazioni possono dare alla fabbrica, e al significato enigmatico, di documento non ancora del tutto decifrato, di cui risulta caricata la traccia che a queste interpretazioni dà appiglio. Lo sviluppo della conoscenza costituisce dunque una vita parallela della fabbrica, e il restauro deve, come ha detto efficacemente Paolo Torsello, tutelare la possibilità del conoscere (Torsello, 1988). Per questo, come restauratore, non mi risultano necessarie conoscenze “complete” e “definitive”, pur se della conoscenza ho bisogno; provo qualche scetticismo di fronte ai diagrammi quando troppo complicati e perfetti, e non perché non ne condivida il metodo o la tensione a realizzarli, ma in quanto rischiano di essere frutto di una “ubris” conoscitiva; preferisco diagrammi a segmenti spezzati ma affidabili, a maglie mantenute aperte da molti punti interrogativi, e che non superano le difficoltà interpretative o le mancanze di dati con un salto troppo lungo; coltivo, in me stesso e nei miei studenti, tanto il dubbio quanto la ricerca della certezza. In tutto questo credo consista la “diversità epistemologica” tra stratigrafia come pura conoscenza archeologica e stratigrafia dell’architettura come parte —iniziale e conclusiva— del processo di restauro. Credo, inoltre, che l’inserimento organico della qualità dell’informazione, del dubbio interpretativo e della falsificabilità all’interno del metodo stratigrafico di impianto harrisiano costituiscano una sfida importante per la sua applicazione in architettura. Ancora, per applicare all’architettura il metodo stratigrafico, dobbiamo tener conto che alcuni fattori e condizioni operative sono diverse rispetto all’archeologia di scavo, per la quale il metodo è stato concepito. In primo luogo, in architettura rimuovere uno strato di una costruzione costituisce l’eccezione motivata e non la regola, mentre all’opposto nell’archeologia è la conservazione di uno strato a costituire l’eccezione motivata. Ne consegue che di un edificio possiamo esaminare le superfici esterne e i margini di contatto tra di esse, non de-costruirne tutti gli strati rilevando contestualmente il rapporto con gli altri, se non per mezzo di saggi mirati, in grado solo di offrire informazioni puntuali. Come abbiamo già detto, questo spinge a concentrare l’attenzione sulle superfici esterne, anche perché in architettura queste hanno ricevuto di

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per sé un surplus di lavorazione rispetto al corpo dello strato, tale da renderle particolarmente ricche di dati e di qualità intenzionali impresse dal costruttore, caratteristica più rara nella stratificazione archeologica. La lettura delle qualità impresse dalla lavorazione su una superficie di strato è funzionale alla stessa lettura stratigrafica. Sono queste le qualità che fanno delle superfici architettoniche intenzionali le migliori e più nitide “superfici di trasferimento” dell’informazione da un punto probante all’altro: di per sé più difficilmente imitabili, sono generalmente rimaste a vista per lungo periodo per effetto della loro superiore cura costruttiva iniziale, e dunque recano segni di degrado “avvalorante”, che testimonia l’avvenuto passaggio del tempo su di esse; è ben riscontrabile ogni alterazione, interruzione o manomissione successiva alla posa iniziale. Sono davvero queste le superfici autentiche di una fabbrica. Di più, la qualità impressa in superficie rappresenta una quota importante della modalità deposizionale —la costruzione— la cui conoscenza è comunque necessaria all’archeologo per leggere la stratificazione. Per realizzare la stratigrafia dell’architettura è dunque necessario far leva anche su queste qualità di superficie. Inoltre, alcune regole valide per l’archeologia di scavo, quali l’anteriorità di uno strato più profondo rispetto a un altro superficiale, vanno riformulate in architettura, dove la presenza di vuoti interni —gli ambienti— e l’utilizzo di materiali adesivi —le malte, le vernici…— consentono di deporre-costruire anche dal basso verso l’alto o dall’esterno verso l’interno; è dunque superata, sotto certi aspetti, la legge di gravità, presupposto fisico del formarsi della stratificazione al suolo e al tempo stesso regola prima attraverso la quale decodificarla; resta valida ma acquista nuovo significato la legge dell’impenetrabilità dei corpi. Tutto questo ci spinge a mettere a fuoco la “diversità operativa” tra stratigrafia “statica” applicata all’architettura nel restauro e stratigrafia nello scavo archeologico. Il complesso di peculiarità epistemologiche e operative della stratigrafia applicata all’architettura mi ha spinto ad alcune varianti nel rilevamento della stratificazione osservabile. In primo luogo cerco di attenermi al principio di separare la trascrizione dei dati letti obiettivamente, di per sé, che permangono sulle superfici della fabbrica finché non le modifichiamo, dalla loro interpretazione, pur consapevole che le convenzioni di lettura e la trascrizione introducono comunque una quota interpretativa.

A questo scopo, ho da tempo rivolto il mio interesse a formare una semeiotica dei punti di contatto (Doglioni, 1997) con cui leggere/trascrivere i “punti stratigraficamente probanti”- tra diversi strati costruiti, fondamentali per riconoscerne la relazione costruttiva e la sequenza stratigrafica. Ho attribuito un nome convenzionale ai diversi tipi di segno presenti nella mia biblioteca mentale, formando uno stringato lessico; a ciascuno ho collegato un simbolo grafico convenzionale, in modo da consentirne l’individuazione-segnalazione sui rilievi (piante, sezioni e prospetti) e sui fotopiani che documentano le superfici della costruzione. Si tratta dunque di una tassonomia, per rimarcare il significato che i diversi tipi di margine e i diversi tipi di superficie rivestono se esaminati di per sé sotto il profilo stratigrafico-costruttivo. Questo apparato —inizialmente denominato rilievo critico-stratigrafico, poi stratigrafico-costruttivo— vuole essere appunto, prima di tutto, un rilievo, o, per utilizzare un termine di recente coniato da Tiziano Mannoni, un mezzo dell’archeografia (Mannoni, 2005) una registrazione topografica il più possibile obiettiva e codificata dei segni osservabili della stratificazione costruita. A nostro avviso, il procedimento proposto presenta il vantaggio di raccogliere progressivamente gli elementi su cui si baserà l’interpretazione stratigrafica, i contatti tra coppie di superfici di strato, e di rendere dunque ogni interpretazione maggiormente verificabile proprio a partire dai dati su cui si basa, nel caso emergano ulteriori dati o sia effettuata una lettura diversa di quelli già disponbili. Popper, forse, avrebbe considerato ripetibile e “falsificabile” una simile lettura, intendendo questo come requisito fondamentale di una indagine scientifica. L’archeologo può permettersi questo lusso solo in piccola parte, perché rimuove lo strato nel momento stesso in cui lo individua osservandone il corpo e i contatti stratigrafici, e quindi non può ripetere l’osservazione; ha maggiori possibilità di lettura nel corso dello scavo e più limitate possibilità di verifica successiva. All’inverso, nella lettura di una costruzione la leggibilità è ridotta alle superfici di strato e ai punti di contatto tra di esse, ma è “statica”, perdura finchè non viene modificata la fabbrica; dunque è opportuno che ai meno numerosi contatti stratigrafici visibili si dedichino maggiori e specifiche attenzioni, e si sfrutti la possibilità di verificarne il significato. Tengo ancora a precisare che tutto questo non mira a mettere in dubbio o a sostituire la sistema-


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tizzazione harrisiana, all’interno della quale comunque si colloca; rappresenta semmai uno strumento preliminare di registrazione localizzata del dato, utile almeno a due fini: -Rendere ripetibile l’osservazione delle “superfici di trasferimento” e dei “punti probanti” che testimoniano il rapporto tra diverse superfici di strato, e consentire la verifica —come condivisione o come dissenso— del passaggio iniziale da “traccia” a “dato/ documento” caricato di un preciso significato da parte di altri operatori; il facilitare la “falsificabilità” della prima lettura del testo stratificato, mettendo di conseguenza in dubbio le interpretazione basate su di essa, rafforza la struttura scientifica della stratigrafia. -Permettere al restauro, che della conservazione di queste tracce porta la responsabilità, di disporre della precisa indicazione di quali sono le superfici e i “punti probanti” già individuati, interpretati univocamente o meno, ai quali è principalmente affidata la leggibilità stratigrafica della fabbrica, con tutto quello che ne consegue; si tratta di un ausilio strumentale che tuttavia permette al restauro di guidare concretamente gli impatti e gli apporti sulla fabbrica, tenendo conto di quanto già si conosce, e mettendo in atto attenzioni conservative mirate. È fondamentale, per il restauro, poter disporre di una topografia tematica dei dati stratigrafici presenti sulla fabbrica alla quale sovrapporre gli effetti di tutte le azioni che via via si sommeranno su di essa: opere di consolidamento, di risarcimento/riparazione, di integrazione, di adattamento funzionale, di dotazione impiantistica… Non è possibile progettare i nuovi interventi su una scheda di unità stratigrafica o su un Harris Matrix, anche se potrò utilizzare questi strumenti come mezzo di verifica, precisazione e “collaudo” delle conseguenze stratigrafiche dell’intervento; posso invece progettarli/localizzarli su un rilievo tematico, o su un fotopiano che mi segnali le “zone minate”, e valutarne poi l’impatto su un Harris Matrix in cui siano inserite le nuove interfacce e unità positive, verificando la leggibilità residua di quelle preesistenti. Perché, teniamolo presente, il restauro deve negoziare la conservazione delle tracce con altri contenuti del progetto, quali la restituzione del decoro visivo: è comunque una immagine più o meno profondamente rinnovata quella che si chiede al progetto, e solo una attenta progettazione/simulazione visiva sulla base dell’immagine iniziale (MILETO, VEGAS, 2006) è in grado di gestire questa sorta di ossimoro, mutamento (dell’immagine) e conservazione (della materia e dei dati).

Solo così si possono porre le basi per tentare di conciliare la conservazione della stratificazione e della sua leggibilità con le opere di restauro. Le stesse schede di unità stratigrafica possono costituire il sistema d’ordine anche per fornire istruzioni operative di restauro da applicare punto per punto e superficie per superficie, ma sempre entro il quadro di controllo dei mutamenti costituito dai grafici di insieme. Ma non posso progettare l’immagine su un diagramma di Harris, pur utilissimo ad altri scopi. L’operatore del restauro deve sapere in ogni momento che cosa perde compiendo una data azione. Solo così si riduce il rischio gravissimo del “fuoco amico”, delle azioni che nascono da intenzioni conservative ma diventano involontariamente distruttive nella sostanza, anche perché ignorano il significato speciale del punto che vanno a colpire. Bordi, limiti e interfacce rappresentano le principali tipologie di questa semeiotica attraverso la quale leggiamo/trascriviamo i punti di contatto interni alla stratificazione costruttiva, punti che ci permettono di risalire a essa. In più, questi segni —non tutti, e alcuni in misura maggiore— esprimono anche una qualità intenzionale dell’architettura, e ne costituiscono un elemento lessicale. Un “vero bordo” è anche un profilo e un elemento primo della configurazione architettonica, così come la “vera superficie”, prima ancora di essere la superficie esterna di uno strato, è la superficie di una architettura. Per questo insieme di motivi, ho proposto che la redazione dell’analisi stratigrafica delle architetture sia basata anche sulla caratterizzazione qualitativa dei margini della superficie visibile nei punti di discontinuità e di contatto tra diverse superfici di strato (DOGLIONI, 1997). Operiamo perciò una distinzione dei tipi di margine (o perimetro) delle superfici di strato, la loro mappatura insieme alla corrispondente qualificazione delle superfici, annotando i dati osservati con segni grafici convenzionali applicati al rilievo o, meglio, al fotopiano della superficie esaminata. Indichiamo anche, segnalandoli come tali, i perimetri che non riusciamo a interpretare perchè confusi, alterati o seminascosti, o in cui permangono dubbi. Questi segni grafici, applicati separatamente sui margini di entrambe le superfici contigue lungo la linea di discontinuità che ne forma il perimetro, vengono utilizzati per registrare “che cosa” riteniamo di riconoscere nella traccia che abbiamo di fronte, in base alla nostra biblioteca mentale di segni.

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Si tratta quindi della ricerca e lettura codificata, tendenzialmente ricondotta all’obiettività, del singolo dato locale, che non esclude ma cerca di confinare la quota di interpretazione soggettiva, e che precede e sostiene con il tessuto di dati così formato gli sviluppi interpretativi successivi, estesi a catena dal rapporto tra coppie di unità —punti stratigraficamente probanti collegati tra loro da superfici di trasferimento— fino a descrivere la cronologia relativa delle parti dell’insieme, almeno fino al punto in cui si arresta la “conducibilità stratigrafica” delle superfici. In estrema sintesi, secondo la proposta che ho avanzato, il manifestarsi della stratificazione costruttiva in architettura è riconducibile a un modesto numero di tipi di segno, il cui aspetto varia in rapporto al materiale e al modo con cui sono costruiti; diversamente denominati, costituiscono figure di senso del costruire o del trasformare. Il vero bordo, per usare un’espressione tratta dalla geometria, è la linea dei punti in cui la superficie si articola, si modula, cambia piano o si interrompe con una regolarità e un disegno intenzionale. Costituisce dunque, in un certo senso, il primo elemento esplicito di contatto tra costruzione e configurazione architettonica. Il bordo di attesa rappresenta il modo intenzionalmente modulato di interrompere la costruzione di uno strato per facilitarne la prosecuzione in un tempo successivo. Il bordo termine costituisce la mera interruzione costruttiva non modulata. Il falso bordo nasce dall’appoggio di uno strato a un elemento che preesiste e di cui assume, a calco, la forma. Il bordo di interfaccia negativa costituisce il margine di arresto di una demolizione operata su uno strato, e rappresenta esso stesso un vero bordo se operata a taglio mirato, capace di dare un profilo accurato e regolare con la sola azione di incisione, o un bordo termine se irregolare, dovuto a mera demolizione andante. Il limite costituisce il margine in cui cessa la visibilità della superficie di uno strato perché ricoperto da un altro. Le superfici hanno una qualificazione del tutto simmetrica e coerente con i bordi: — Vera superficie o superficie definitiva. — Superficie di attesa. — Superficie al grezzo.

— Falsa superficie o superficie formata in appoggio. — Superficie di interfaccia negativa a taglio mirato o andante. Anche nell’analizzare i tipi di bordo e di superficie constatiamo un forte legame tra lettura stratigrafica e lettura costruttiva. I diversi tipi di bordo, limite e interfaccia rappresentano, come già detto, figure di senso del costruire/stratificare alle quali possono essere ricondotti la maggior parte dei contatti ai margini tra strati, ossia in grado di descrivere/leggere i puntos de comprobación estratigráfica di cui parla Azkàrate. Osserviamo però che il modo di manifestarsi di ciascun tipo di bordo nelle diverse culture costruttive e nei diversi materiali può essere anche profondamente diverso, pur avendo lo stesso significato agli effetti stratigrafici. Un bordo di attesa in un intonaco è molto diverso da un bordo di attesa in una muratura, un bordo di attesa in una muratura di mattoni è diverso da un bordo di analogo significato in una muratura di pietra…; e tutto questo varia in rapporto ai luoghi e alle culture materiali nel tempo, e costituisce una componente caratterizzante del costruire che è necessario conoscere per poterle attribuire, in ogni luogo, il giusto significato stratigrafico. Si profila dunque un campo di osservazione davvero intermedio tra stratigrafia e costruzione: lo studio di come si realizzano i bordi, veri, falsi o di attesa, di come si realizzano le interfacce di demolizione, mirata o andante… Questo può dar luogo a una casistica che sia al tempo stesso il risultato di osservazioni operate su singoli manufatti e uno strumento per osservarne altri che fa leva su una esperienza progressiva: un catalogo dei diversi tipi di bordo, di interfacce, di superfici, può costituire anche uno strumento di diffusione didattica oltre che di contatto tra studiosi e operatori diversi, chiamati così a confrontarsi sul significato attribuito a ciascun punto de comprobación estratigráfica. Pensiamo, ed è una proposta, ad esaminare con specifico dettaglio i segni del cantiere: le tracce di interruzione di breve e lungo periodo, i bordi di attesa di volte, solai, rivestimenti in pietra, mostre di porte…; pensiamo, alla possibilità offerta da questi segni affascinanti e stratigraficamente ambigui di costruire immagini della fabbrica ancora in cantiere e parzialmente già in uso. Perché è pur sempre vero che le sequenze e i diagrammi prendono vita e senso se forzate a diventare immagini, talvolta inaspettate, della fabbrica.


I segni della stratificacione nelle architettura construita. Identificazione e conservazione nel restauro

In un incontro per me molto stimolante e significativo, svolto a Vitoria alcuni anni fa, ho proposto alcune costruzioni logiche (“sillogismi”) per indagare il rapporto tra stratificazione e restauro, soprattutto attraverso l’autenticità (DOGLIONI 2002); o, meglio, attraverso quella autenticità per relazione che deriva alla fabbrica dal fatto che le parti di cui è composta sono legate tra loro da nessi di sequenza costruttiva, i quali generano nella fabbrica una struttura “ad arco” in cui le parti si sostengono reciprocamente, avvalorando l’identità storica di ciascuna rispetto all’insieme. Il “sillogismo principale” era così formulato: — Se il restauro ha come fine primo (in alternativa: come condizione) la conservazione dell’autenticità dell’edificio. — Se attribuiamo alla stratificazione il ruolo di condizione costitutiva e di struttura relazionale dell’edificio, in quanto costituisce il sigillo reciproco tra le sue parti, le qualifica e le pone in relazione tra di esse e rispetto all’insieme. — Allora la stratificazione costruttiva costituisce il nesso che rende verificabile l’autenticità e contribuisce a descriverla, e la sua conservazione è un fine primo (in alternativa: una condizione obbligata) del restauro che intende rispettare e mantenere verificabile l’autenticità. A questo seguiva il Sillogismo n. 2:

— Se le trasformazioni del passato sono oggi riconoscibili attraverso la stratigrafia in quanto realizzate come stratificazioni (strati ed interfacce). — Se il restauro vuole rendere riconoscibili in futuro le proprie azioni. — Allora il restauro può applicare alla fabbrica le proprie azioni come stratificazione intenzionale (strati e interfacce) di cui viene mantenuta la leggibilità ai bordi, adottando la stratigrafia come strumento per consentire la distinguibilità futura delle azioni di restauro. Si voleva aprire la strada all’utilizzo, nel progetto di restauro, del metodo e della mentalità stratigrafica al fine di rendere più nitida la riconoscibilità futura degli interventi positivi e negativi che compongono l’opera di restauro, attraverso una “deposizione-costruzione”

in grado di tener conto di quali sono i fattori e le condizioni che permettono il riconoscimento stratigrafico di un processo avvenuto. Va rimarcato che, mentre la cultura del restauro ha elaborato principi, metodi e soluzioni di riferimento per l’integrazione di lacune di manufatti ad alta figuratività, concentrando su questi la propria attenzione, l’intervento di apporto sulle parti “solo costruite” è proporzionalmente molto più trascurato —se si escludono i manufatti dell’antichità— anche se rappresenta il campo di intervento quantitativamente preponderante. Vorrei richiamare alcuni principi o accorgimenti che consentono, nel restauro delle costruzioni stratificate, di confermarne la natura polimorfa e di mantenerne la leggibilità stratigrafica. Per primo, si devono conservare i “punti stratigraficamente probanti”. In secondo luogo, è necessario che le superfici conservino la capacità di “trasferimento” dei dati, mantenendo la capacità “conduttiva” tra i punti probanti ai margini. È questo un tema che richiede grande attenzione. In una muratura di pietra o di mattoni —elementi separatamente lavorati fuori opera— il tessuto connettivo dello strato costruito, e in special modo della sua superficie, è costituito dai giunti di malta stesi contestualmente alla posa in opera di ciascun elemento o rifiniti in superficie al termine della costruzione. Questi giunti costituiscono il reticolo che fa di un muro a vista una efficace superficie di trasferimento, in quanto ciascuno di essi diviene, all’interno dello strato, una sorta di “punto probante” circa la continuità stratigrafico-costruttiva esistente tra due supporti in pietra o in mattone, che altrimenti potremmo considerare tra loro separati. È l’insieme di quei giunti che permette al flusso di informazione stratigrafica di attraversare senza ostacoli l’intera superficie. Questa caratteristica viene meno se i giunti sono del tutto perduti e sostituiti, ma spesso si mantiene anche se i giunti iniziali sono conservati anche solo in parte, con una disposizione tale da farli diventare comunque “punti di trasferimento” del flusso di informazione relativo alla continuità muraria. È molto frequente che un muro a vista, il cui punto maggiormente aggredibile è costituito proprio dai giunti di malta, ne perda buona parte a causa del degrado. Spesso la ricerca di una “omogeneità visiva”, nel restauro, spinge a rimuovere anche i giunti superstiti e a ricostruirli per intero. Dal punto di vista stratigrafico, e non solo, ritengo sia un grave errore, in quanto l’intervento

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Fig. 1 e 2. Fronte di Palazzo Gritti Badoer a Venezia. Mappa con la qualificazione dei bordi al margine tra superfici diverse (fig. 1), e mappa con la qualificazione delle superfici (fig. 2), con relative legende. Elaborati di M. Interlandi, E. Recchia, M. Di Stefano, M. Venturi, studenti del Laboratorio di Restauro IUAV di Venezia, docente F. Doglioni, 2002-2003.


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Fig. 3. Contatto stratigrafico tra merlature delle mura di Caceres. La presenza di un intonaco a superficie rifinita all’interno del nodo rende inequivocabile la sequenza (non sarebbe stato possibile rifinire la superficie se fosse già stata presente la merlatura sulla destra), e dà una preziosa informazione storicoarchitettonica circa la finitura della merlatura antica.

Fig. 4. L’apertura sulla sinistra è coeva alla muratura e alla finitura a malta: il contatto a “falso bordo” della malta sui contorni in pietra della finestra indicano che queste sono state poste in opera prima della finitura, mentre la regolarità degli elementi in pietra osservabili al contorno rende altamente improbabile l’esistenza di una interfaccia nascosta, poi ricoperta dalla malta. Tra muratura, spalle di finestra e malta di finitura si può considerare certo il rapporto di contemporaneità, (si lega a), e dunque gli elementi (muratura in pietra, spalle di finestra e finestra e finitura a malta semicoprente appartengono a un assetto architettonico sincronico. L’apertura sulla destra, invece, è successiva: si osserva l’interfaccia di rottura delle pietre e della malta e il contatto “a falso bordo” tra l’intonaco delle spalle e la muratura con la malta semi-coprente. Da notare che è proprio il contatto visibile tra interfaccia di rottura e falso bordo accostato delle spalle che rende inequivocabile il rapporto stratigrafico tra la muratura e la finestra; non sarebbe stato altrettanto evidente se l’intefaccia fosse stata nascosta dalla malta più recente. La grande nitidezza della superficie muraria semi-intonacata, che funge da efficace “superficie di trasferimento”, rende evidente la successione stratigrafica e architettonica tra le due aperture. Caceres, Palacio de Los Toledos Monteczuma.

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Fig. 5. Il trattamento della malta che copre parzialmente gli elementi in pietra della muratura presenta una superficie “al grezzo” e una finitura del bordo “a bordo termine”, apparentemente interrotto senza speciali cure. Ma l’osservazione di insieme (vedi fig. 4) consente di comprendere come questa articolazione dei bordi e delle superfici, apparentemente poco curati, sia in realtà l’esito di una precisa volontà formale, e dunque la superficie è nel suo insieme una “vera superficie”, di elevato significato architettonico. Questa osservazione ci richiama all’importanza di tener conto, nella lettura stratigrafica, degli specifici caratteri della cultura costruttiva regionale. Caceres, Palacio de Los Toledos Monteczuma.

Fig. 6 e 7. La comprensione di quale rapporto esiste tra le due parti di muratura in una discontinuità verticale è affidata, più che alla forma dei supporti, sostanzialmente simmetrica, o ai reciproci adattamenti, alla malta conservata nei giunti (in pochi centimetri quadrati…). Nel particolare (fig. 7), segnalato nella fig. 6, si osserva come al giunto a destra, più chiaro, e alla pietra sottostante ad esso legata, si sovrapponga “a falso bordo” la malta della muratura a sinistra, che dunque risulta successiva: non poteva assumere la forma di una pietra che ancora non c’era, e della sua malta già consolidata. Caceres.


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Fig. 8, 9 e 10. Il rondello cinquecentesco del Castello di Ossana (Trento), nella foto precedente al restauro (fig. 8) e nella foto successiva (fig. 9). Le immagini appaiono molto simili, tanto da far dubitare siano state effettuate operazioni. In realtà (fig. 10) sono stati accuratamente conservati i giunti di malta esistenti, sigillandone con micro-iniezioni e con limitati apporti di malta il contatto con le pietre del paramento, e sono stati risarciti con malta in profondità ove del tutto perduti. I contatti tra i tratti di malta antica e la malta nuova sono “a falso bordo” (malta nuova) sull’interfaccia, sempre mantenuta leggibile, della malta vecchia. Ritengo che l’intervento realizzi la protezione dalla disgregazione muraria dovuta all’acqua e al gelo, mantenga la “conducibilità stratigrafica” della superficie e conservi visivamente al torrione il naturale carattere di “rudere in formazione”.


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ha un effetto “disgregativo” sullo strato murario, che perde quella sorta di “coesione” data dall’accertabile continuità costruttiva tra malta e supporti. Nella migliore delle ipotesi, la qualità dell’informazione risulta declassata e meno affidabile, e richiede un maggior apporto interpretativo, basato sulla natura, forma e disposizione dei supporti sul paramento murario. È soprattutto a causa di errori come questo che l’analisi stratigrafica di un edificio già restaurato è sovente considerata o impossibile o impervia, comunque deprimente per chi vuole compierla. E pur è vero che il giunto, in quanto componente strutturale e sistema di difesa contro l’ingresso dell’acqua, se perduto va nella maggior parte dei casi reintegrato; ma è opportuno che le tecniche siano attentamente affinate per salvare la residua componente di “conduttività stratigrafica” della superficie. Le parti superstiti del giunto devono perciò essere consolidate con opere da restauratore (microiniezioni nei distacchi, limitate sigillature di fissaggio a malta nelle lacune intercluse, ecc.); le parti mancanti vanno risarcite con malta affine che ricerca con i tratti superstiti un contatto “a falso bordo”, ossia complementare e accostato, non coprente. Continuando con i principi e gli accorgimenti da adottare nel restauro, ogni contatto nuovo/antico va concepito e realizzato come “punto stratigraficamente probante”, evitando la formazione di “limiti” e adottando ove possibile il contatto “a falso bordo” come quello maggiormente funzionale. Ogni nuova superficie va concepita come “superficie di trasferimento” attraverso la sua accertabile continuità costruttiva. I contatti ai margini, in ogni caso, devono essere nitidi e non confusi, il che non significa ostentazione, ma solo accuratezza esecutiva e pulizia al contorno. Le interfacce negative non vanno mai coperte o dissimulate. Va evitata il più possibile la formazione di “veri bordi”, perché introducono la propria involontaria formalità architettonico-percettiva. Il rapporto progettuale con la stratificazione costituisce dunque uno specifico tema del restauro, e può adottare impostazioni anche profondamente diverse tra loro, legate al contributo che la natura stratificata dà al carattere di una architettura e al suo stato: ruolo che possiamo leggere come pregnante e formativo, oppure come occasionale e negativo. Ma questo è un discorso più vasto. (Doglioni, 2008) Anche in architettura la stratigrafia può superare in taluni casi la sola lettura “statica” delle superfici visibili, ed essere utilizzata come metodo di scavo che indiriz-

za e documenta saggi e rimozioni di parti. Può trattarsi di demolizioni “necessitate”, collegate alla realizzazione di opere di consolidamento o di adattamento nel restauro, oppure “intenzionalmente progettate”, per riscoprire assetti precedenti all’ultimo visibile, conservati sottostrato o perduti in tutto o in parte. Ritengo, in un caso e nell’altro, che il tema delle demolizioni, forse perché giudicato imbarazzante e “politicamente scorretto”, sia poco affrontato o eluso; sostengo da tempo, al contrario, che dovrebbe essere sviluppato in tutte le sue implicazioni metodologiche e operative soprattutto nei manufatti del tessuto urbano dei centri antichi tanto fortemente stratificati quanto soggetti a radicali trasformazioni. Gli edifici di molte città europee presentano un elevato “rischio archeoarchitettonico” che è in realtà una straordinaria potenzialità, da affrontare sotto il profilo concettuale e normativo. I casi di restauro come riscoperta di stratificazioni architettoniche nascoste, pur con tutti i rischi che questo comporta, possono rappresentare un terreno fondamentale per lo sviluppo di una archeologia dell’architettura profondamente collegata al restauro. Va detto che qualsiasi azione di restauro anche rigorosamente conservativa è inevitabilmente in re: si accosta, tocca e a volte modifica parti della fabbrica rimaste inesplorate, o che erano state osservate troppo da distante per poterne comprendere la natura e i possibili significati. L’opera di restauro viene perciò investita di una doppia responsabilità: non disperdere questo potenziale informativo, riconoscendo tempestivamente le tracce che lo recano in sè, conservandole e evitando di danneggiarle inutilmente —perché comunque le danneggerà—; raccogliere per quanto possibile i dati via via riconosciuti o emersi, documentarli e interpretarli, per arricchire la conoscenza storica e i significati dell’opera. Spesso, e su questa condizione dovremmo riflettere più di quanto non si faccia, l’incalzare dell’opera edilizia, rivolta a pur importanti aspetti conservativi, strutturali, d’uso..., e pressata da fattori economici e burocratici, fa passare in secondo piano la ricerca e lo studio dei dati che del restauro deve essere un fine primario oltre che una condizione. Basti pensare che, salvo rare eccezioni, non è istituzionalmente presente nei cantieri di restauro una figura che compia una attività paragonabile al riconoscimento, alla registrazione in corso d’opera e alla interpretazione e restituzione post-scavo che è obbligatoria per gli archeologi al termine del proprio lavoro, documentazione nella quale trascrivono i dati raccolti e le loro


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interpretazioni, insomma la conoscenza che ritengono di aver raggiunto. A quando l’archeologo dell’architettura nel cantiere di restauro e nello staff di direzione dei lavori? La stratigrafia ci ha abituato a riconoscere la forza che possono avere in sé, e trasferire all’opera, segni anche piccoli e minuti, apparentemente senza storia. Di tutto ciò il restauro deve saper tenere conto, considerando le tracce della stratificazione costruttiva come segni potenti della molteplicità che l’architettura può narrare. Viene alla mente Italo Calvino, quando propone, a proposito della molteplicità, «il romanzo contemporaneo come enciclopedia, come metodo di conoscenza e soprattutto come rete di connessione tra i fatti, tra le persone, tra le cose del mondo». Riferendosi a Gadda, Calvino scrive: «Nei testi brevi come in ogni episodio dei romanzi di Gadda ogni minimo oggetto è visto come il centro di una rete di relazioni che lo scrittore non sa trattenersi dal seguire, moltiplicando i dettagli in modo che le sue descrizioni e divagazioni diventano infinite. Da qualsiasi punto di partenza il discorso s’allarga a comprendere orizzonti sempre più vasti, e se potesse continuare a svilupparsi in ogni direzione arriverebbe ad abbracciare l’intero universo». (CALVINO, 2005). La ricerca stratigrafica potrà fare di ogni architettura un romanzo?

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El análisis estratigráfico: una herramienta de conocimiento y conservación de la arquitectura Camilla Mileto y Fernando Vegas Universidad Politécnica de Valencia cami2@cpa.upv.es

Resumen Este texto sobre el método del análisis estratigráfico, en su adaptación a la disciplina de la arquitectura y su influencia en el mundo de la restauración arquitectónica, pretende subrayar la validez del mismo y las grandes posibilidades que derivan de su empleo abierto y flexible en el ámbito del estudio de la arquitectura. No se trata de un método cerrado a aplicar mecánicamente para obtener un resultado matemático, sino de un método que, además de facilitar la gestión de la gran cantidad de datos que surgen en el estudio de las fábricas arquitectónicas, proporciona a quien lo aplica una sensibilidad hacia la materialidad de la arquitectura y una conciencia de su riqueza como documento histórico. Esta sensibilidad hacia la historia material del edificio resulta especialmente importante para el arquitecto quien, a la postre, podrá conservar o borrar las huellas de la historia de la arquitectura histórica que restaura.

Abstract

Palabras clave

Keywords

Análisis estratigráfico de la arquitectura, Arqueología de la Arquitectura, conocimiento, conservación de la arquitectura, restauración arquitectónica.

Stratigraphical analysis of architecture, Archaeology of Architecture, knowledge, architectural conservation, architectural restoration.

This paper on the methodology of stratigraphical analysis, its adaptation to architecture and its influence in the world of architectural restoration aims to underline its great value and vast possibilities if used in a open and flexible way architectural surveys. It is not a closed methodology to be mechanically applied in order to obtain mathematical results, but a way to research that teaches special sensibility towards architectural materiality and awareness of its richness as historical document. Besides, it allows to manage a great amount of data that comes out from the study of the architectural fabrics. This sensibility towards the material history of the building becomes specially important for the architect who will conserve or cancel the traces of history on the buildings to be restored.

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Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

Introducción En España, se puede detectar un aumento del uso en número y frecuencia de términos como arqueología de los paramentos, lectura de los paramentos, arqueología de la arquitectura, estratigrafía muraria o parietal, estratigrafía de la arquitectura, etc., al menos, desde unos quince años a esta parte. Con independencia de la terminología utilizada, todos ellos hacen referencia a un mismo corpus de conceptos que a su vez remiten al método que deriva de la aplicación de la arqueología estratigráfica a la arquitectura histórica. El potencial de análisis y la capacidad de organizar los datos históricomateriales en un sistema de relaciones han convertido al análisis estratigráfico de la arquitectura (según el término que los autores prefieren utilizar) en una parte esencial del estudio de los edificios históricos, especialmente dirigida al conocimiento previo a la intervención.

Se trata de una herramienta muy potente de estudio del documento construido que, a través del análisis de las huellas de los diversos avatares, desvela la historia compleja de las transformaciones y modificaciones que el edificio ha sufrido a lo largo de su vida. De hecho, muy raramente se encuentran edificios históricos homogéneos que posean una sola etapa constructiva. En algunas ocasiones, una de estas etapas destaca respecto a las demás, aunque en la mayoría de los casos, el edificio constituye el resultado de una suma de etapas constructivas y transformadoras que, en el transcurso de su vida, lo han llevado a su conformación actual (Figura 1). El análisis estratigráfico se propone como la herramienta más adecuada para la documentación de estas etapas constructivas, a través de la observación y la interpretación de las huellas dejadas por las acciones que, con el tiempo, han transformado el edificio.

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Figura 1. La arquitectura se estratifica en el tiempo. Castillo de Monzón (Huesca). Fotografía: C. Mileto y F. Vegas


El análisis estratigráfico: una herramienta de conocimiento y conservación de la arquitectura

Además, el análisis estratigráfico de la arquitectura se propone como una herramienta fundamental para ampliar el conocimiento de la construcción histórica. Gracias a la observación directa de los materiales y técnicas constructivas, el análisis estratigráfico permite observar y aprender de los materiales históricos de la construcción , las fases de obra, la puesta en obra, etc., conocimiento fundamental para la práctica del proyecto y ejecución de la restauración de la arquitectura. Por lo mismo, es verdadero también lo contrario: es necesario un amplio conocimiento de construcción histórica para poder interpretar correctamente las huellas estratigráficas. Por tanto, cuanto más conocimiento de construcción histórica se atesore más se podrá comprender la estratificación arquitectónica pero, al mismo tiempo, este conocimiento continuará ampliándose en la medida que el método se siga aplicando. Además del conocimiento como objetivo en sí mismo, el análisis estratigráfico de la arquitectura desempeña un papel fundamental también en el desarrollo de la capacidad conservativa del arquitecto proyectista, a través de la formación de la mentalidad estratigráfica, expresión utilizada por primera vez por Francesco Doglioni (Doglioni, 1997: 289). En primer lugar, esta mentalidad permite entender la arquitectura como estratificada y valorarla como tal, es decir, como una arquitectura compleja que ha adquirido su configuración actual a través de los avatares de su historia. En segundo lugar, la comprensión y valoración de la arquitectura por su estratificación en el tiempo desarrolla también una relación más serena con la fragmentación y la incompleción de esta arquitectura como esencia misma de la arquitectura estratificada y carácter definitorio tendente a conservarse en la obra de restauración. Cada fragmento constituye la parte que se conserva de la unidad perdida no recuperable que, por su misma naturaleza de fragmento, sugiere el todo a través de la parte. En tercer lugar, la apreciación de la arquitectura estratificada conlleva la aceptación de la mutabilidad de la arquitectura en el tiempo: la arquitectura no es estática sino se modifica en el tiempo tanto por la acción antrópica como por la acción natural de los agentes atmosféricos. Por tanto, el arquitecto restaurador entra a formar parte de este mismo proceso: el arquitecto desarrolla su proyecto como una fase más de la vida del edificio, pero con la conciencia que su fase no será ni la última ni la más importante. Además, la mentalidad estratigráfica que deriva del ejercicio del análisis estratigráfico de la arquitectura proporciona la posibilidad de

controlar y reducir la pérdida o la eliminación de esas mismas huellas, mediante un proyecto de restauración que respete la materialidad del edificio. El proyectista puede medir el impacto de su intervención no sólo en la estratificación sino también en la materialidad del documento histórico construido.

Aproximación metodológica al análisis estratigráfico de la arquitectura La aplicación del método del análisis estratigráfico a la arquitectura utiliza una serie de conceptos fundamentales de la estratigrafía arqueológica y los adapta al estudio de las construcciones arquitectónicas. El proceso de definición de este método y de su aplicación ha ocupado en los últimos veinte años a numerosos investigadores entre los cuales recordamos sobre todo Harris, Carandini, Francovich, Parenti, Brogiolo, Mannoni, Doglioni y en España las escuelas de Caballero y Azkárate. A través de sus reflexiones se ha llegado a establecer una primera definición de los conceptos fundamentales del método estratigráfico aplicado a la arquitectura. La mayoría de los conceptos fundamentales nace de la aplicación de la estratigrafía arqueológica a la arquitectura. Sin embargo, la complejidad de la arquitectura y su peculiaridad obligan a prestar especial atención a las técnicas constructivas y a los procesos de su construcción como elementos base para poder entender e interpretar la arquitectura desde el punto de vista de la evolución y modificación de la misma. En consecuencia, no se puede entender la estratigrafía aplicada a la arquitectura si no se tienen en cuenta las peculiaridades constructivas de la misma que obligan a una adaptación o concreción del método. Tanto el estudio estratigráfico de la arquitectura como su paralelo en la arqueología se realizan en dos fases que se deben mantener rigurosamente separadas: la documentación de los datos y la interpretación de los mismos. Para el desarrollo de la primera fase se deben conocer una serie de conceptos básicos (la estratificación, el estrato, la interfaz, la unidad estratigráfica y las relaciones estratigráficas) que constituyen la base de los datos a documentar a través del levantamiento estratigráfico. Para el desarrollo de la segunda fase se deben conocer los procesos de periodización de la secuencia y de datación de la misma.

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Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

Los conceptos fundamentales

La estratificación El método del análisis estratigráfico nace de un paralelismo que se estableció entre la estratificación geológica y la arqueológica. Si la estratificación geológica es el resultado de procesos de erosión y acumulación, la estratificación arqueológica se puede considerar como el resultado de procesos de formación de estratos y excavación por parte del hombre, sumado, además, a la acción de los agentes naturales (Harris, 1979: 70-71). Por tanto, una estratificación arqueológica es como define Brogiolo (Brogiolo, 1988: 9-10), el producto de actividades antrópicas y naturales, que se pueden resumir en procesos de acumulación (acciones positivas), de erosión (acciones negativas) y de transformación (acciones neutrales). Realizar el análisis de una estratificación arqueológica o análisis estratigráfico significa estudiar los procesos naturales y antrópicos que la han generado, con el objetivo de identificar las condiciones históricas y ambientales que han contribuido a su formación.

En paralelo, actualmente se entiende el análisis estratigráfico o estratigrafía aplicada a la arquitectura como el estudio de la estratificación arquitectónica. La estratificación arquitectónica (Figura 2) es el conjunto de fases constructivas y periodos de uso que un edificio ha tenido a lo largo de su historia (Doglioni, 1997: 53-64). Las fases constructivas se caracterizan por acciones positivas de construcción, acciones negativas de demolición y acciones transformativas que modifican lo existente. Los periodos de uso que se interponen entre las fases constructivas sucesivas se caracterizan por el desgaste antrópico debido al uso del edificio y por el deterioro natural debido a la acción de los agentes atmosféricos. Estrato e interfaz En la estratificación arqueológica, Harris identifica dos tipos de estrato: el estrato arqueológico (Harris, 1991: 209), aportación deliberada de la acción humana, y el estrato vertical (Harris, 1991: 209), muros y depósitos similares que se encuentran en la excavación arqueológica. Los estratos tienen super-

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Figura 2 (izquierda). Estratificación arquitectónica. Castillo de Monzón (Huesca). Fotografía: C. Mileto y F. Vegas. Figura 3 (derecha). Estratos e interfacies. Sala de la Barbería en la Alhambra de Granada. Fotografía: C. Mileto y F. Vegas.


El análisis estratigráfico: una herramienta de conocimiento y conservación de la arquitectura

ficies, contornos, relieve, volumen y masa. Además, Harris (1991: 85-99) define la superficie en sí como el resultado de la destrucción de un estrato o de parte del mismo. Paralelamente, la estratificación arquitectónica se manifiesta en una serie de estratos, esto es, partes remanentes de las diferentes acciones de aportación que se han producido a lo largo de la historia del edificio e interfaces negativas, que son las huellas de las demoliciones. En el caso de la arquitectura el estrato puede ser una cimentación, un muro, un forjado, una cubierta, un enlucido, etc. Cada fase de construcción de una parte del edificio aportó un estrato con las características que lo definen (Figura 3): un cuerpo de estrato (la masa del estrato) y unas superficies que lo delimitan. En el caso de la construcción arquitectónica, los estratos se pueden dividir por su naturaleza, según Doglioni (1997: 65-72), en estratos principales, o estructurales (cimentaciones, muros, forjados, cubiertas, etc.), y en estratos secundarios que se apoyan en los estratos principales (enlucidos, pavimentos, etc.). En el caso de la arquitectura las

superficies de los estratos, principales y secundarios, constituyen a menudo la única parte visible del estrato (las dos caras de un muro, la superficie de un enlucido, etc.) y, por tanto, la única parte que se puede documentar y estudiar. Unidad estratigráfica La unidad estratigráfica es el término general que abarca estratos e interfaces negativas ya en arqueología (Harris, 1979: 68; Carandini, 1981: 51-52). En el caso de la arquitectura, se puede definir la unidad estratigráfica arquitectónica como una zona homogénea, realizada según una única voluntad activa de construcción, demolición o transformación. Las unidades estratigráficas se distinguen entre ellas por sus materiales y técnicas constructivas, por su color, composición, acabado, labra superficial, etc. La unidad estratigráfica está delimitada por un perímetro que la separa de las unidades estratigráficas próximas. Es en este perímetro donde se pueden identificar las relaciones existentes entre las diferentes unidades estratigráficas colindantes. Las relaciones estratigráficas se reconocen en el tipo de relación de dos unidades que se tocan entre ellas. 149

Relaciones estratigráficas Progresivamente, a través de una serie de textos (Parenti, 1986; Parenti: 1988; Brogiolo: 1988), se han venido adaptando las relaciones estratigráficas arqueológicas al estudio de la arquitectura. Las relaciones estratigráficas pueden ser de contemporaneidad (dos unidades construidas o realizadas dentro de la misma obra de construcción) o de anterioridad / posterioridad (dos unidades construidas o realizadas en dos diferentes fases constructivas sucesivas). Las relaciones de contemporaneidad son se liga a, en el caso de dos unidades que han sido realizadas conjuntamente (por ejemplo dos muros trabados entre ellos) e igual a en el caso de dos unidades que han sido realizadas contemporáneamente pero no establecen un contacto físico entre ellas (por ejemplo una serie de ventanas todas iguales insertadas en un mismo momento en un muro preexistente). Las relaciones de anterioridad / posterioridad son se adosa / se le adosa donde la unidad que se adosa es posterior a la unidad a la que se le adosa (por ejemplo un muro que se adosa a otro muro es posterior a éste) (Figura 4); cubre / cubierto por donde la unidad que cubre es posterior a la que está cubierta (por ejemplo un enlucido que cubre un muro es posterior a éste); corta Figura 4. Relación estratigráfica se adosa / se le adosa (el muro de la derecha se adosa al de la izquierda). Castillo de Monzón (Huesca). Fotografía: C. Mileto y F. Vegas.


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/ cortado por donde la unidad que está cortada es anterior a la unidad o interfaz que corta (por ejemplo la acción de demolición es posterior al muro que se demuele); rellena / rellenado por donde la unidad que rellena es posterior a la que está rellenada (por ejemplo el tapiado de una ventana es posterior a la ventana misma) (Figura 5).

La documentación de los datos

El análisis estratigráfico de la arquitectura o estratigrafía de la arquitectura constituye el estudio de la estratificación, o sea, la identificación de los datos materiales que se realiza directamente in situ sobre el edificio y que necesita un proceso de transcripción o levantamiento estratigráfico (Doglioni, 1997: 131), que consiste en el registro de las observaciones recogidas en forma de texto, dibujo o esquema (Figura 6). Es

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importante tener siempre clara la necesidad de la separación entre una primera fase de identificación de los datos y transcripción de los mismos, y una segunda fase de interpretación. Si la identificación consiste en la observación directa de los estratos, superficies, perímetros y relaciones entre ellos, la transcripción debe albergar la documentación escrita y gráfica de las observaciones realizadas, mediante una serie de documentos de la mayor objetividad posible (dibujos, fotografías, fichas, etc.). La documentación gráfica La primera operación necesaria para la transcripción de los datos es la elaboración de un soporte gráfico o fotográfico. El dibujo o el esquema se considera la base gráfica para la identificación de las zonas homogéneas y deberá representar todos los datos necesarios de manera objetiva. En realidad, el dibujo, como representación icónica, es inevitablemente una interpretación de la realidad, o sea, una selección de datos con lo que se corre el peligro de olvidar información y detalles para la lectura estratigráfica. Este límite se puede superar con el auxilio de la fotografía o, mejor todavía, de la ortofotografía. En la fase de observación directa del edificio, se trazan los perímetros de las unidades estratigráficas identificadas sobre esta base de los dibujos, fotografías o esquemas. Es evidente que el dibujo deberá tener un grado suficiente de detalle para poder albergar este tipo de información, que, muy a menudo, requiere un nivel extremadamente minucioso de representación. La numeración de las unidades Cada unidad reconocida en su dimensión a través de su perímetro en los planos de levantamiento, deberá estar a su vez identificada de manera que se pueda hacer referencia inequívoca a la misma. Por tanto, cada unidad, positiva o negativa, deberá numerarse individualmente en una serie única sin que el orden corresponda al orden de la secuencia estratigráfica. Las fichas de documentación La documentación de los datos materiales identificados en el análisis estratigráfico se puede completar con la elaboración de unas fichas de descripción de las unidades, con todos sus calificadores, y de las relaciones que mantienen con las unidades a su alrededor. Los investigadores han experimentado, en arqueología, diversos tipos de fichas, desde las pri-

Figura 5. Relaciones estratigráficas corta / cortado por, rellena / rellenado por, se adosa / se le adosa. Edificio en Gubbio (Italia). Fotografía: C. Mileto y F. Vegas.


El análisis estratigráfico: una herramienta de conocimiento y conservación de la arquitectura

meras (Harris, Barker, Carandini), hasta las institucionales (Ministero dei Beni Culturali e Ambientali de Roma). En el estudio de la arquitectura, es interesante utilizar una ficha de archivación rápida, parecida a la que propone Brogiolo (Brogiolo, 1988: 40-42) que recoja la siguiente información: número de la Unidad Estratigráfica Constructiva, breve descripción de la misma (insertando cuando existen los datos relativos a los ensayos de caracterización de materiales y de los estudios de tipo constructivo y recogiendo el número de la ficha o análisis correspondiente) y las relaciones estratigráficas (anterioridad, posterioridad y contemporaneidad) de manera detallada. El levantamiento estratigráfico-constructivo Siempre en el ámbito de la documentación del análisis estratigráfico de la arquitectura resulta de gran interés la experiencia llevada a cabo por Doglioni con el levantamiento estratigráfico-constructivo (Doglioni, 1997: 131-160). Con este tipo de representación se intentan combinar las observaciones derivadas de la

práctica del levantamiento crítico con las emanadas del análisis estratigráfico. Como destaca el autor, se trata de enriquecer el levantamiento estratigráfico, planos dibujados o fotografías, con una serie de símbolos, por una parte ligados al análisis estratigráfico, cualidades de superficies y perímetros de las unidades estratigráficas constructivas y de las relaciones existentes entre ellas, y, por otra parte, vinculados a las huellas identificables en las masas murarias (esquinas, jambas englobadas en el muro, cierres de aperturas, muros trabados o no, etc.). La aplicación de este tipo de levantamiento permite volcar en el mismo soporte gráfico-fotográfico una gran cantidad de datos relacionados con diferentes niveles de observación, desde los más generales que atañen a las grandes masas de muros, hasta los referidos a las unidades estratigráficas, añadiendo, además, la información relativa a las relaciones, los materiales y técnicas constructivas y los tipos de superficies. Este tipo de representación ayuda a relacionar los datos para facilitar la posterior fase de interpretación de los mismos.

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Figura 6. Croquis de campo de un levantamiento estratigráfico. Castillo de Monzón (Huesca). Autores: C. Mileto y F. Vegas.


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La interpretación de la estratificación

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La secuencia estratigráfica Una vez identificadas las relaciones estratigráficas entre las diferentes unidades se establece la secuencia estratigráfica donde se ordenan las unidades desde la más antigua hasta la más reciente (Harris, 1991: 153-154). Esta secuencia, u orden de posición de las unidades estratigráficas, se determina mediante la aplicación de las leyes de la estratigrafía arqueológica: la ley de superposición, ley de horizontalidad original, ley de continuidad original y ley de sucesión estratigráfica (Harris, 1991: 51-64). La herramienta que se utiliza para ordenar la secuencia estratigráfica es el diagrama estratigráfico o Matrix Harris, una matriz inventada por el arqueólogo Edward Harris que permite ordenar de forma metódica todas las unidades. El diagrama estratigráfico representa la transcripción gráfica de las relaciones físicas de contemporaneidad y de anterioridad y posterioridad que existen entre las diferentes unidades estratigráficas. La redacción del diagrama no supone todavía ningún tipo de interpretación de los datos sino simplemente una transcripción y una organización de los mismos. La aplicación de este instrumento al estudio de la arquitectura, según Brogiolo (Brogiolo, 1988: 28), resulta directa y eficaz si se tiene en cuenta la tridimensionalidad que caracteriza la estratificación arquitectónica. Periodización y cronología relativa La construcción del diagrama estratigráfico conlleva la construcción de un orden de las unidades estratigráficas según una cronología relativa donde las unidades se disponen entre ellas en una relación de anterioridad y posterioridad. De esta forma, el estudio estratigráfico proporciona una secuencia de unidades ordenadas entre ellas de la más antigua hasta la más reciente (Figura 7).

Figura 7. Diagrama estratigráfico periodizado. Sala de la Barbería en la Alhmabra de Granada. Autores: C. Mileto y F. Vegas.

Esta secuencia de unidades se puede periodizar, es decir, dividir entre diferentes fases (Harris, 1991: 210) que corresponden a agrupaciones de unidades estratigráficas ejecutadas en un mismo momento o, en el caso de la arquitectura, durante una misma fase de obra. A su vez, las fases se pueden agrupar entre ellas en periodos (Harris, 1991: 210) que, en el caso de la arquitectura, corresponden a los diferentes periodos constructivos de la historia del edificio. La periodización se basa en la posibilidad de ordenar de forma lógica las diferentes intervenciones dentro de la secuencia: por ejemplo la construcción de un forjado y su posterior demolición pertenecen por evidentes razones a dos diferentes y sucesivos periodos constructivos y, por tanto, las unidades estratigráficas relacionadas con estas intervenciones se podrán colocar en los periodos correspondientes. Sin embargo, a diferencia del momento de la construcción del diagrama estratigráfico, la periodización ya presupone una primera interpretación de los datos estratigráficos. Por tanto, mientras la secuencia estratigráfica nace de la transcripción de los datos, su interpretación mediante la periodización de la misma supone un ejercicio de hermenéutica que en un futuro y a la luz de nuevos descubrimientos podría necesitar de una revisión o de una nueva interpretación. Cronología absoluta Como se ha dicho anteriormente, la secuencia estratigráfica, aunque periodizada, tendrá simplemente valor de cronología relativa y no de cronología absoluta. En otras palabras, significa que las fases o los periodos detectados sobre la base de las observaciones estratigráficas no se corresponden con periodos históricos, sino simplemente expresan un orden temporal. El objetivo principal de un análisis estratigráfico aplicado a la arquitectura radica en la construcción de una secuencia relativa basada en los datos estratigráficos del objeto estudiado. Sin embargo, resulta siempre de gran interés poder solapar a la cronología relativa una cronología absoluta que permita la datación de las unidades estratigráficas o, al menos, de una parte de ellas, y, por tanto, de las fases constructivas del edificio. Se trata, por tanto, de compaginar la cronología relativa, obtenida a través del estudio estratigráfico, con la información derivada de estudios históricos o estudios de carácter material, que permitan la datación de las unidades. La arqueología de la arquitectura proporciona al análisis estratigráfico una datación absoluta, obtenida


El análisis estratigráfico: una herramienta de conocimiento y conservación de la arquitectura

según una serie de métodos que han sido desarrollados a partir de las características propias de las unidades estratigráficas, ligadas al estudio de los materiales, las técnicas constructivas, las dimensiones y las formas de los elementos, etc. Para la datación de la arquitectura histórica, tanto monumental como menor, Mannoni (1984: 396-403) define una serie de indicadores cronológicos que derivan de fuentes tanto indirectas (documentos históricos, cartográficos, iconográficos, orales) como directas (legibles directamente sobre el mismo edificio). Las fuentes directas pueden proporcionar dataciones relativas (según una secuencia temporal) o absolutas según el tipo de elementos analizados: — dataciones relativas: nacen a su vez, por una parte, del estudio de las mismas estructuras de los edificios (estratigrafía horizontal y vertical, tipología formal y dimensión de los elementos arquitectónicos, tipología constructiva, tipología distributiva, técnicas constructivas), y, por otra parte, del estudio de los hallazgos encontrados en los terraplenes (cimentaciones o niveles de utilización) o en las estructuras (rellenos de bóvedas y pavimentos, elementos estéticos o funcionales). — dataciones absolutas: los métodos de datación absoluta que se pueden emplear en la arquitectura son, por una parte, los que utilizan las propiedades naturales de los materiales de documentación del tiempo, como el radiocarbono y la dendrocronología, para la estructuras de madera, y la termoluminescencia, para los ladrillos, y, por otra, los métodos de recogida de información dejada por el hombre, como las dataciones escritas en los edificios y la mensiocronología. Entre los métodos directos e indirectos debe tenerse en cuenta que existen métodos que están ligados a claves cronológicas locales y métodos cuya datación es totalmente independiente del contexto local. Entre los primeros se encuentran todos los sistemas de datación relativa basados en la tipología (constructiva, distributiva, etc.) y en la dimensión de los elementos arquitectónicos, y los métodos de datación absoluta como la dendrocronología y la mensiocronología.

Entre los segundos se hallan el método de datación relativa de la estratigrafía y el método de datación absoluta a través de las fechas escritas en los edificios. Independientemente de estas advertencias, todos los métodos pueden proporcionar una ayuda indispensable para el conocimiento de las fases constructivas de los edificios históricos, actuando como respaldo de la historia de los grandes monumentos o como única fuente existente para el conocimiento de la evolución histórica de los edificios anónimos.

La aplicación de la estratigrafía a la arquitectura Aunque los conceptos y definiciones de la estratigrafía de la arquitectura nacen de la estratigrafía arqueológica es fundamental tener presente que el método debe adaptarse a las peculiaridades de la arquitectura para que realmente sirva como método de comprensión de la misma. Según Brogiolo (Brogiolo, 1993: 103), se pueden vislumbrar tres tendencias de pensamiento: por un lado, los autores que consideran que la aplicación del método estratigráfico a la arquitectura no tiene que asumir ninguna especificidad, pudiendo proceder directamente a la aplicación del método estratigráfico a las fábricas construidas (Manacorda y Parenti, Caballero); por otro lado, se encuentran los autores que, aunque están completamente de acuerdo con la aplicación del método a la arquitectura, consideran necesario estudiar su especificidad, tanto en el plano teórico como en el metodológico (Doglioni y Brogiolo); por último, se encuentran autores que rechazan completamente la posibilidad de aplicar el método a la arquitectura, denunciándolo por inadecuado como método de la historia de la arquitectura (Bonelli). Siguiendo la línea de pensamiento propuesta por Brogiolo y Doglioni, consideramos que el análisis estratigráfico se puede aplicar a la arquitectura teniendo en cuenta las inevitables adaptaciones debidas a la especificidad de la estratificación arquitectónica. En primer lugar, se deben considerar algunas diferencias fundamentales. Una primera diferencia importante de carácter conceptual entre la estratificación arqueológica y la estratificación arquitectónica es el sentido de la deposición de los estratos: en el caso del yacimiento arqueológico los estratos se deponen según las leyes de la gravedad apoyándose sobre los

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estratos más antiguos de manera que el estrato superior es más reciente que el estrato inferior; en el caso de la estratificación arquitectónica, sin embargo, los estratos se estratifican en todas las direcciones creando mayores dificultades para la interpretación del orden de deposición. Existe una segunda diferencia de carácter operativo en la aplicación del método en el ámbito arqueológico y en el ámbito de la arquitectura. La investigación arqueológica contempla la progresiva eliminación (excavación) de los estratos presentes en el yacimiento ya que cada estrato se superpone horizontalmente sobre el inferior y de mayor antigüedad escondiéndolo completamente. Al contrario, en el caso de la arquitectura, el método estratigráfico investiga la estratificación que se ha depositado desde la cota del terreno hacia arriba, es decir, el edificio que todavía se mantiene erecto. En este caso, generalmente no se contempla la eliminación de los estratos ya que cada estrato es parte del edificio actualmente existente y constituye parte de la integridad del mismo, sus estructuras, acabados, espacios, etc. Este factor tiene una importancia fundamental a la hora de entender la lectura estratigráfica de una arquitectura ya que en ningún caso la estratificación se podrá leer en su totalidad, puesto que siempre existen partes ocultas. En consecuencia, muy difícilmente en arquitectura se podrá concluir o cerrar completamente una secuencia estratigráfica sin arriesgar peligrosas elucubraciones. De esta segunda diferencia deriva el concepto de legibilidad de la arquitectura, según el cual, existen arquitecturas con diferentes niveles de legibilidad estratigráfica. No será prácticamente posible realizar una lectura estratigráfica de una arquitectura donde un enlucido continuo y homogéneo cubre completamente todos los paramentos, mientras que aumenta la legibilidad de la misma al aumentar el número de los paramentos descubiertos o la degradación de los enlucidos que permite identificar la superposición entre las diferentes fábricas o entre las fábricas y los estratos de revestimiento. Existen además una serie de peculiaridades de la estratificación arquitectónica que derivan del empleo de determinados materiales y técnicas constructivas. De hecho, el éxito del estudio estratigráfico de la arquitectura está fuertemente ligado al conocimiento de los materiales y las técnicas constructivas. El proceso de construcción conlleva la formación de una serie de huellas debidas a las diferentes acciones que se verifican y es necesario conocer profundamente las

modalidades de construcción, o estratificación, para poder identificar correctamente las diferentes fases constructivas. Los materiales y las técnicas constructivas se relacionan de una forma específica según la puesta en obra y las herramientas de trabajo que dejan huellas interpretables sólo si se conocen previamente. Las fábricas arquitectónicas poseen un diferente potencial de formación de las huellas estratigráficas en función del tipo de material empleado. El mortero, los enlucidos, las tapias, las fábricas de ladrillo, mampostería o sillería, los pavimentos de cerámica y todas las técnicas constructivas que prevén el empleo de materiales húmedos (materiales que adquieren fuerza en el momento del fraguado), crean un estrato compacto y continuo que, en el momento que se rompe, genera una cicatriz que difícilmente se puede disimular como en el caso de un sello de lacre. Además, los materiales húmedos se adosan a los elementos preexistentes adaptándose a su forma como un calco, de manera que siempre es posible distinguir entre el elemento preexistente y el calco superpuesto y posterior. Gracias a estas dos propiedades en la mayoría de los casos se puede distinguir la parte de muro que se ha construido antes (el mortero del muro construido después se plasma sobre el muro preexistente), se identifican las demoliciones y reconstrucciones, se manifiestan la inserciones de elementos posteriores, etc. (Figura 8). Más compleja es la posibilidad de interpretar las fases constructivas en los materiales secos (madera, cañizos, paja, piedra en seco, etc.), es decir técnicas constructivas que no necesitan en su construcción del auxilio del mortero y que se basan en la yuxtaposición o en la conexión de piezas entre ellas. En estos

Figura 8. El mortero como material húmedo documenta todo tipo de transformación. En este caso el mortero blanquecino de la fábrica inferior demuestra la contemporaneidad entre ésta y la fábrica superior. Sala de la Barbería en la Alhmabra de Granada. Fotografía: C. Mileto y F. Vegas.


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casos la falta del mortero como material sigilante (que se adapta al elemento preexistente) implica que las piezas se pueden eliminar o sustituir sin dejar huellas claras de esta sustitución. A menudo, encontramos casos en que un elemento de madera, por ejemplo una vigueta o una tabla de una cubierta, ha sido sustituido sin dejar rastro en los elementos cercanos que han podido ser desmontados y remontados con facilidad en la misma posición. Para identificar la sustitución de la pieza se debe entonces recurrir a otras observaciones que emplean métodos no sólo estratigráficos sino también cronotipológicos, ligados al tipo de material, de tratamiento superficial, de labra del elemento, de forma del mismo, etc. En la mayoría de los casos las relaciones estratigráficas de los materiales secos se pueden establecer gracias al punto de contacto con un material húmedo: la inserción o la demolición de un forjado o de una cubierta en la mayoría de los casos se puede leer en el punto de contacto con la fábrica (la formación del mechinal contemporáneamente o posteriormente al muro), la inserción o la transformación de una carpintería se puede también entender a través de la observación de la fábrica en que se inserta, etc. (Figura 9). Es evidente, por tanto, el papel fundamental que el mortero y los demás materiales húmedos desempeñan en la posibilidad de interpretar correctamente la estratificación arquitectónica. La eliminación, sustitución o manipulación del mortero en sus diferentes formas (juntas, enlucidos, encalados, capas de regularización, tapias, etc.) distorsiona, al menos parcialmente, la posibilidad de interpretar correctamente la estratificación arquitectónica. Por ejemplo, el rejuntado completo de una fábrica conlleva la eliminación de las relaciones estratigráficas entre los elementos

Figura 9. Jaldeta de madera con hendiduras con diferente inclinación para la introducción de las tabicas. La jaldeta, por tanto, ha sido reutilizada y además ha cambiado su inclinación. Iglesia Parroquial de Benifassá (Castellón). Fotografía: C. Mileto y F. Vegas.

cerámicos o pétreos que la componen, mientras se puede intentar solventar a las necesidades de conservación de la fábrica a través de un rejuntado selectivo que aporte material sólo donde es necesario sin eliminar la junta existente. Esta observación abre el paso a la reflexión sobre la relación entre el estudio estratigráfico de la arquitectura y el proyecto de restauración arquitectónica.

Estratigrafía y restauración arquitectónica Como se ha introducido al principio de este texto, el análisis de la estratigrafía aplicada a la arquitectura surge como disciplina arqueológica. Sin embargo, el objeto de su estudio es la arquitectura y, por esta razón, ya los primeros experimentos llevados a cabo por los arqueólogos, llamaron la atención de los arquitectos que se ocupaban de arquitectura histórica y de restauración arquitectónica. Si el estudio de la estratigrafía es, por un lado, vehículo de conocimiento en sí mismo, conocimiento de la materialidad del edificio y de su historia (Caballero, 1995: 37), por otro lado, puede proporcionar al campo de la restauración arquitectónica la capacidad de ponderar sus intervenciones y los efectos de las mismas (Brogiolo, 1996: 184-185). En realidad, las posibles relaciones entre estratigrafía y restauración arquitectónica se han ido definiendo más específicamente en el tiempo: desde la importancia que el estudio estratigráfico asume como fuente de datos para la redacción de un estudio histórico, la capacidad de la estratigrafía de proporcionar un conocimiento de la materialidad del edificio favoreciendo su conservación y la posibilidad de relacionar el estudio estratigráfico con otros estudios previos a la restauración con el objetivo de llegar a una redacción más consciente del proyecto de restauración, hasta la posibilidad de tratar las intervenciones en obra con un lenguaje estratigráfico que permita la conservación de las huellas de la historia constructiva del edificio. Ya desde principios de los años ochenta, se evidenció la necesidad de que la obra de restauración arquitectónica respete la estratificación arqueológica, tanto horizontal como vertical, muy a menudo olvidada en las intervenciones realizadas tanto en el tejido urbano como en los monumentos. Se trata de reconocer la importancia de un estudio preliminar a la intervención, redactado con el objetivo principal de un profundo conocimiento de lo existente para su

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correcta conservación. El estudio de las transformaciones que ha sufrido el edificio en el tiempo debe ser parte fundamental de estas investigaciones, como base para la intervención de restauración. El tema de la relación entre análisis estratigráfico y proyecto de restauración arquitectónica nace ya desde los primeros momentos en que se aplicó el método estratigráfico al estudio de la arquitectura. Fue Francovich quien, en 1987, introdujo el tema de la necesaria colaboración entre la figura del arqueólogo y la figura del arquitecto restaurador. Se trata de una colaboración necesaria para la realización de un proyecto más compatible con el edificio y más consecuente con los conocimientos adquiridos durante la fase de estudio, un proyecto redactado con el conocimiento de la potencialidad destructiva de la obra de restauración. En esa misma ocasión, Doglioni propuso la posibilidad de acoplar a las unidades estratigráficas unas unidades de proyecto que permitan el control del impacto que cada operación puede generar sobre las unidades estratigráficas (Doglioni, 1988: 233-239). El mismo autor, en los años sucesivos, subrayó una serie de temas extremadamente importantes: en primer lugar, la trascendencia que el análisis estratigráfico puede tener en la restauración arquitectónica a través del concepto de autenticidad por relación, o sea una forma de autenticidad de la materia basada en la posibilidad de leer las relaciones entre las unidades adyacentes que se autentifican recíprocamente; en segundo lugar, la posibilidad de leer con ayuda del método estratigráfico la consecuencia de las intervenciones de restauración y el grado de conservación de las relaciones, vehículo de la autenticidad, o el nivel de interrupción de las mismas relaciones que diferentes tipos de intervención pueden alcanzar; y, por último, la posibilidad de pensar en la obra de restauración como fase de estratificación intencional en el edificio, llevada a cabo mediante una serie de intervenciones y técnicas con la misión de mantener las relaciones existentes. A raíz de estas reflexiones, podemos afirmar que la estratigrafía arquitectónica puede adquirir un papel importante en el desarrollo del proyecto de restauración. La estratigrafía enseña las modalidades de la estratificación de los materiales y muestra las huellas que las intervenciones históricas han grabado en la materia. El proyecto de restauración que pretenda conservar la materialidad de la arquitectura histórica puede utilizar las modalidades estratigráficas para su-

perponerse a las preexistencias y estratificarse como una fase más de la compleja existencia del edificio sin borrar las huellas de las fases precedentes. El conocimiento de las modalidades estratigráficas permite, por una parte, identificar los puntos y huellas claves de la historia del edificio que se deberán proteger y conservar durante la restauración y, por otra parte, permite concebir el proyecto de restauración como una adición a la historia constructiva de lo existente. La restauración de esta forma se empieza a entender como un conjunto de acciones que añaden historia al edificio sin eliminar u ocultar la historia de las etapas anteriores. La diferencia en este caso sólo reside en las modalidades que se emplean para realizar una misma acción: rejuntar completamente una fábrica conlleva la pérdida de los datos estratigráficos, mientras que el rejuntado selectivo aplicado sólo a las lagunas permite la conservación de la materia histórica y el cumplimiento de objetivos de decoro, de conservación material y de eficiencia estructural (Figura 10). La práctica de la estratigrafía desarrolla en el arquitecto proyectista una mirada cada vez más sensible y atenta a las modalidades de la construcción, a los materiales y técnicas constructivas, a las huellas de herramientas e instrumentos de acabado. Esta mirada sensible a la historia material aprecia las diferencias, la multiplicidad de las soluciones constructivas, la complejidad de la historia, el paso del tiempo que envejece los materiales. El proyecto de restauración se beneficia de esta sensibilidad que es capaz de conservar la materia de la arquitectura como garante de la historia, guardián de la memoria, y testigo del paso del tiempo.

Figura 10. El mortero de la intervención se adosa al mortero antiguo rellenando las lagunas. Campanario de la Iglesia Parroquial de Vistabella del Maestrazgo (Castellón). Fotografía: C. Mileto y F. Vegas.


El análisis estratigráfico: una herramienta de conocimiento y conservación de la arquitectura

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La investigación arqueológica en edificios históricos Metodología y experiencias El Alcázar de Sevilla Miguel Ángel Tabales Rodríguez Departamento de Construcciones Arquitectónicas-2 tabales@us.es

Doctor Arqueólogo y Catedrático de Escuela Universitaria. Profesor de Historia de la Construcción y Arqueología y Construcción en la Escuela de Arquitectura Técnica de Sevilla. Dirige el proyecto de investigación Arqueológica del Real Alcázar de Sevilla desde 1997. Sus principales líneas de investigación se centran en la Arqueología de la Arquitectura, tema sobre el que ha escrito numerosas publicaciones. La construcción medieval y la arqueología del período islámico son el hilo argumental en el que se insertan la mayor parte de sus investigaciones y proyectos. Destacan los estudios en apoyo a la rehabilitación de edificios emblemáticos como el Alcázar de Sevilla, Catedral de Sevilla, Conventos del Carmen, San Clemente, Santa Clara y Santa María de Jesús en Sevilla, Palacios de Conde de Ibarra, Castillos de Jimena de la Frontera o San Romualdo en San Fernando, Hospital de las Cinco Llagas de Sevilla, etc.

análisis actualmente en uso por el grupo de investigación sobre Construcción Patrimonial del Departamento de Construcciones Arquitectónicas 2 de la Universidad de Sevilla. El modelo seguido (Tabales, 1997) ha sido puesto en práctica en numerosos inmuebles durante las dos últimas décadas, con resultados positivos fundamentalmente en su vertiente operativa, al estar diseñado como herramienta de apoyo a la restauración arquitectónica e insertarse en las fases proyectuales y de ejecución desde los primeros momentos hasta la publicación final de resultados. El alcázar sevillano como conjunto monumental complejo, trasciende las características habituales de un inmueble en rehabilitación al uso, por lo que nuestro sistema se ha visto condicionado por situaciones igualmente complejas que han servido para verificar su adaptabilidad.

Palabras clave Resumen Presentamos un ejemplo de estudio arqueológico de un edificio histórico complejo, el Alcázar de Sevilla, donde se viene aplicando desde 1997 el sistema de

Alcázar, paramentos, Sevilla, pluriestratificación, arqueología

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Abstract We present an archaeological study example of a complex historical building, the Alcazar of Seville, in which the research group of heritage from the Department of Architectural Constructions 2, University of Seville is applying its own analysis system. The following model (Tabales 1997) has been implemented in numerous buildings over the past two decades with positive results. These results found are mainly in its operational aspect as a supportive tool of the architectural restoration and inserted into the Projects stages from the earliest phase to the final publication of the results. The Sevillian Alcazar, as a monumental group of buildings, transcends the usual features of a building in rehabilitation. This is the reason why our system has been conditioned by complex situations which have served to verify its adaptability.

Keywords Alcázar, walls, Seville, pluriestratification, archaeology 160

El método de intervención y los registros de datos conforman el segundo pilar de la estructura. Respecto al primero, se sigue el sistema Harris con ciertas puntualizaciones, a la par que se establecen unos criterios de representación gráfica esenciales; todo ello en el marco de un modelo de fichas de control y de registro generadas para la ocasión. El tercer fundamento del sistema trata de los equipos de trabajo en el marco de la relación interprofesional: selección de los miembros esenciales del equipo y sus actividades, los estudios multidisciplinares, la priorización de los trabajos en el marco de los condicionantes habituales en la rehabilitación, etc. Por otro lado, el conjunto descansa sobre unas premisas conceptuales que impregnan todo el discurso; entre estos principios destacan la vinculación esencial entre el análisis histórico arqueológico y la rehabilitación, el estudio generalizado del inmueble, la comprensión diacrónica, la inserción geohistórica y tipológica en el entorno, así como el análisis selectivo primando lo general sobre lo anecdótico. El sistema se basa, desde el punto de vista de la organización y dejando al lado los fundamentos metodológicos, en las siguientes pautas:

Sistema de análisis de edificios Presentamos un modelo de estudio bajo la premisa de su utilidad como herramienta operativa a la hora de intervenir arqueológicamente sobre un edificio histórico sea cual fuere su naturaleza, sobre todo si, como es habitual, el requerimiento de dicha actividad viene de la mano de un programa de rehabilitación o restauración. En síntesis el sistema propuesto descansa sobre tres preceptos esenciales: una estrategia global de intervención en la que tiene un papel preponderante una propuesta de auscultación inicial del inmueble mediante las oportunas comprobaciones estructurales y tipológicas que desembocan en la elaboración de las primeras hipótesis; esta estrategia descansa además sobre un desarrollo metódico en el que los análisis de paramentos (estudios estratigráficos-análisis tipológicos-estructurales) tienen una relevancia jerárquica, al igual que una división en tipos de actuaciones en el subsuelo fundamentadas en las necesidades dictadas por el estadio en el que se encuentra la indagación (sondeos estratigráficos-cortes prospectivos y extensivos) (Tabales, 2002: 109).

1. Acercamiento inicial al edificio. — División zonal, identificación de “unidadesguía” y estancias. — Estudio previo y pormenorizado de la estructura emergente. — Estudio de los sistemas de adosamiento y contacto entre alineaciones. — Análisis edilicio provisional (constatación de los tipos de muro). — Realización de un programa de muestreos edilicios. — Cumplimentación de las observaciones tipológicas. — Registros de elementos artísticos o susceptibles de conservación. — Elaboración de una hipótesis evolutiva inicial. 2. Análisis de paramentos. — Estudios estratigráficos. — Análisis tipológicos. — Constatación de los principales eventos constructivos.


La investigación arqueológica en edificios históricos

3. Estudio del subsuelo. — Realización de cortes estratigráficos. — Apertura de cortes prospectivos. — Realización de cortes con carácter “extensivo”. 4. Control de Obras. — Control de las actividades de restauración. — Control de las obras de rehabilitación. Los principios que justifican el sistema son los siguientes (Tabales 2002: 97): • Vinculación esencial entre el estudio arqueológico y la rehabilitación, es decir, el análisis debe contemplarse integrado dentro de la renovación del inmueble. No debe entenderse como una indagación previa y desconectada del resultado final. • Comprensión diacrónica del edificio. Éste, como organismo que ha ido transformándose, se rige por unas pautas procesuales que deben ser captadas como prioridad básica de la investigación. En un segundo plano estarán las distintas lecturas en extensión de cada fase constructiva; no se debe dar prioridad a procesos concretos si antes no se ha desentrañado la secuencia completa ya que esto alejará a la arqueología de su principal justificación dentro del engranaje de la rehabilitación. • Inserción geohistórica y tipológica en el entorno. El edificio se encuentra imbuido dentro de una lógica urbanística e histórica. En las actividades del investigador debe estar presente el estado científico de la cuestión del entorno, única garantía de la valoración correcta de las evidencias rescatadas.

• Atención prioritaria a la arquitectura. Al investigar edificios en pie, el análisis sistemático debe partir de una serie de actividades preferentes entre las que destaca el estudio de lo elevado, ya que éste será el objeto fundamental de la rehabilitación. Las operaciones constructivas se verterán sobre lo que permanece y por tanto no deben dejarse de lado los aspectos edilicios o estratigráficos esenciales para el posterior diseño. La excavación no es un complemento sino un pilar básico, pero por lo general su implicación real con la rehabilitación será menor. • Análisis selectivo primando lo general sobre lo anecdótico. Las posibilidades de estudio histórico sobre cualquier edificio son muy variadas. Dependerá del tipo de trabajo a realizar el adoptar una estrategia determinada dentro de la cual debe existir una premisa prioritaria: no ahondar en la recogida de datos hasta el punto de perder posibilidades efectivas de adquirir una interpretación global de la secuencia. • Mantenimiento de la investigación mientras existan remociones o alteración de lo preexistente, para lo que se adoptarán sistemas de análisis eficaces que propicien la recogida sintética del registro aunque la intervención arqueológica sistemática haya concluido. Si dicha actividad no se contempla, el arqueólogo quedará excluido del proceso de toma de decisiones final. • Debe existir una coordinación del arqueólogo director de la investigación sobre los restantes estudios multidisciplinares que redunden en la comprensión histórica final. Sólo una multidisciplinaridad dirigida en la misma línea de lo argumentado hasta ahora, justificará una vinculación real y no anecdótica con el proceso de obra.

• Análisis general del inmueble. La parcialidad en la investigación es contraproducente en todos los niveles y terminará por convertir en anecdótico lo que debe ser el armazón de las soluciones de rehabilitación posteriores.

El proceso de intervención

• El sistema de análisis arqueológico debe ser ágil y sistemático. Para aspirar a comprender un inmueble histórico desde una óptica secuencial debe tenerse en cuenta la vertiente estratégica de la investigación. Dentro de ella se propone avanzar hipótesis que determinen la posterior indagación sistemática y para ello se deben realizar aproximaciones previas claramente prefijadas.

Es imprescindible que el acercamiento al edificio sea directamente proporcional a las posibilidades económicas de la intervención, aunque en un primer momento puede ser difícil de precisar debido a la complejidad a la que esté sujeta cada actividad en concreto. No obstante, todo lo anteriormente expuesto no resulta óbice para que puedan existir ciertas opciones que ayuden a un correcto planteamiento de

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los trabajos. Es por esta razón por la que resulta fundamental una primera fase de estudios previos de carácter muy general, o al menos, si no fuera posible hacerlos, unos estudios previos esenciales que permitieran en unos pocos días valorar dos parámetros tan importantes como son el tiempo y el equipo necesarios para la realización de la intervención (Tabales, 1997: 65). Así pues, los estudios de esta naturaleza deberían contemplar las siguientes cuestiones:

una de las alineaciones principales que configuran el esqueleto del inmueble, es indispensable para empezar a tener un dictamen sistemático de su evolución. Partimos de la evidencia, en la mayoría de los casos, de pluriestratificación y de reformas ornamentales desconectadas de los procesos constructivos, lo cual supone desde el inicio del trabajo una desvinculación de las noticias de carácter histórico o las generalmente superficiales interpretaciones artísticas.

1. Obtención de un fichero completo en el que se refleje el estado previo del edificio antes de la rehabilitación. Para ello se realizará estancia por estancia, centrando nuestra atención en solerías, muros, vanos, detalles decorativos, etc.

4. Acceder a la fábrica de los muros en las zonas de unión mediante el llagueado de al menos un metro cuadrado continuado, o varios puntos separados. No olvidemos que en muros pluriestratificados, como es el caso de gran parte de los edificios históricos sevillanos, se da el caso de superposiciones continuas que contactan evidentemente de manera diferente con el paramento contiguo. Por ello como objetivo sistemático, siempre que las posibilidades económicas lo contemplen, debe aspirarse a un picado arqueológico integral de la estructura. Éste debe realizarse posteriormente a un programa de catas en los enlucidos que descarte cualquier posibilidad de destrucción de pinturas o cualquier otro elemento paramental de interés artístico o arqueológico. Llegado a este punto es importante distinguir el interés artístico del arqueológico, ya que este último valora principalmente los aspectos referentes a la interpretación evolutiva de la estructura; es decir, en un muro de varias capas de pinturas murales superpuestas, la capa pictórica puede considerarse poco importante desde el punto de vista artístico si la pintura ha desaparecido, pero la disposición de su intónaco puede resultar esencial en la lectura estratigráfica. Por ello esa operación debe llevarse a cabo por un restaurador. Sólo tras el dictamen especializado de los expertos podrá libremente, y siempre expuestos a cualquier sorpresa, procederse al picado y llagueado de los muros. En el caso de que existan obras de arte, pinturas o impedimentos de cualquier tipo para poder descarnar y llaguear el muro, deberemos acudir a la excavación o a la interpretación de los contactos en la techumbre, y si esto tampoco fuera posible, recurrir en última instancia a la habitual reflexión analógica.

2. Paralelamente, se identificarán numéricamente los ámbitos o estancias y daremos numeración a los “Paramentos Guía”, es decir, a las alineaciones principales que conforman las crujías y compartimentos más destacados. Serán las primeras unidades estratigráficas de la lista que luego continuaremos. Es aconsejable la separación entre unidades guía y unidades estratigráficas, ya que con esto estamos trazando una primera hipótesis evolutiva inicial que sirve de punto de partida para obtener ciertos elementos de juicio y así enlazar inmediatamente con el estudio general posterior. 3. Tras esta identificación, se procede al análisis de los distintos “tipos de adosamiento”. Estos pueden ser variados (simple, con encastres simples o complejos, coetáneos). Para ello utilizamos una simbología ideada para tal fin y compuesta por tres signos esenciales acompañados por una flecha que indica el orden de construcción, es decir, el apoyo o la yuxtaposición. — Paramentos coetáneos. — Encastrados. — Adosamiento simple. Mediante la aplicación de estos tres tipos resumidos de contacto entre paramentos-guía de manera sistemática y global, o sea, contacto tras contacto y estancia tras estancia, obtendremos una primera planta con una lectura general clara. Por lo general, el orden de los adosamientos y su tipología suelen definir con muy pocos cambios los procesos constructivos del palimpsesto. La comprensión del modo en que contactan cada

5. Identificación de las divisiones edilicias generales: se procede a rellenar sobre una planta con


La investigación arqueológica en edificios históricos

las unidades paramentales guía, aquellos componentes fundamentales del muro: tapiales, ladrillo, piedra, mixtos etc. caracterizando cada uno con una trama distinta. Con ambos estudios, el de adosamientos y esta identificación de fábricas esenciales, ya pueden establecerse las primeras hipótesis de trabajo. Éstas deberán plasmarse en una planta secuenciada en la que se otorgue a cada fase constructiva una trama distinta, acompañada de una matriz Harris interpretativa, con la secuencia cronológica provisional. Todas las actividades expuestas hasta ahora son factibles a lo largo de los primeros días de trabajo o a lo largo de la primera semana para el caso de

edificaciones muy complejas. Tras ese período ya dispondremos de una primera hipótesis de partida, y además habremos valorado cronológica y económicamente el proceso restante. Una segunda fase correspondería a las actuaciones que forman parte de la investigación propiamente dicha y por tanto estarán sujetas a todo tipo de consideraciones estratégicas vinculadas a lo observado en la anterior fase de estudios previos. Es decir, ya se sabrá qué muros son prioritarios y cuáles no, para analizar en cuáles se realizarán muestreos, o qué zonas deberán centrar nuestra atención. El objetivo específico es claro: sea cual fuere el resultado final, no debemos gastar esfuerzo ni tiempo en aspectos tangenciales, por muy interesantes que pudieran resultar ante nuestros ojos.

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Figura 1. Análisis estratigráfico de la Primitiva Puerta del Alcázar de Sevilla sita en la casa n.º 16 del Patio de Banderas (Tabales 2000).


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En un tercer momento se dedicaría el máximo esfuerzo al control arqueológico y a los catálogos citados: — Registro de elementos de interés artístico, en el que se reflejarán todos aquellos detalles dignos de consolidación o al menos de documentación, por su interés estilístico. — Registro de seguimiento de obras. En este fichero se plasmará, paso por paso, cada momento de la rehabilitación, al margen de la investigación, con el fin de sistematizar de este modo todo lo ocurrido en el solar desde sus primeras ocupaciones hasta la culminación de las obras.

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Respecto a los otros ficheros, el de muestreos y el tipológico, el uso de fichas específicas se hace imprescindible debido a varias razones. Por una parte necesitan de una gama de datos estratigráficos que si bien podrían asumirse en las fichas de unidades, están sujetos a clasificaciones muy distintas, no vinculadas a la estratificación y sí a cuestiones de índole tipológica. Esto nos aconseja un uso de registros diferenciados. En el de Muestreos Edilicios, se ficha cada tipo distinto de aparejo, analizando a fondo sus elementos y relacionándolos estratigráficamente con otras unidades adyacentes, adjuntando número de muestra, medidas medias de los distintos elementos configurantes, esquemas de ubicación de la muestra, etc. Respecto al Fichero tipológico, con la intención de completar las tipologías edilicias, se registran por tipos cada vano, arco, suelo, cimiento y aparejo, enfatizando las cuestiones métricas y en general todos los paralelos y cronologías asociadas en otros edificios locales. Se completa con un apartado gráfico y otro fotográfico. A continuación, y cuando los aspectos relacionados con la catalogación ya han sido superados, se acometen los estudios paramentales, divididos en dos enfoques diferentes, uno de tipo tipológico-constructivo y otro estratigráfico o evolutivo, en la totalidad de los paramentos o en una selección (en las zonas de especial interés) (Figura 1). Los análisis estratigráficos de los paramentos siguen el sistema Harris simplificado en cuanto a las relaciones entre unidades, relacionándolas por bloques con tramas aplicadas a una misma “fase” constructiva, no necesariamente cronológica. Para la comprensión

evolutiva de la estructura se procederá al estudio minucioso de los alzados aún en pie. Este estudio se concentrará en aquellos paramentos en lo que se observen reformas claras o en aquellos que por su homogeneidad resulten básicos para el estudio global. El sistema empleado para este análisis consiste en: • Estrategia previa de picados de muros, llagueados o limpiezas de determinados elementos. • Dibujo de cada paramento individualizado a escala 1:50 preferentemente. • Dibujo exacto de las discontinuidades y los contornos de las unidades principales y simplificadas de las secundarias. Esto es variable según el caso, tendiéndose a la esquematización a medida que subimos la escala. • Dibujo esquemático de los interiores de las unidades (fábricas murarias, rellenos, tapiados), salvo cuando presenten características particularmente interesantes, como en el caso de las reformas de las fábricas. • Utilización de tramas para cada época. Preferimos simplificar los eventos cronológicos en un número reducido de fases mucho más comprensibles. • Numeración de las actividades o unidades principales, simplificando en un número aquellas que forman parte de un grupo homogéneo y coetáneo, como los mechinales de un forjado o las vigas de un techo. A este respecto la simplificación del método Harris, al igual que la excavación, nos permite concentrar nuestra labor de investigación en la globalidad del edificio. Los estudios estructurales (o crítico-descriptivos) se dividen en dos: 1. Constructivos: Estableciendo, mediante una simbología basada en Doglioni-1988 y desarrollada en nuestras intervenciones, las relaciones físicas más importantes (rupturas, erosiones, adosamientos, grietas, etc.) 1. Tipológicos: Mediante un código creado al efecto, se identifican: — Tipos de aparejo. — Tipos de vanos. — Tipos de enlucidos. — Tipos de añadidos.


La investigación arqueológica en edificios históricos

En el caso del aparejo, se subdivide en 4:

El estudio del Real Alcázar de Sevilla

1. Ladrillo, con una subdivisión tomando como base a Clairac y Parenti, añadiendo tipos sevillanos identificados hasta el momento. 2. Piedra, siguiendo a Parenti, complementados con algún tipo. 3. Mixtos, Siguiendo a Parenti, complementado por nosotros. 4. Tapial, 4 tipos (de momento) identificados en Sevilla.

El Alcázar de Sevilla se asienta en el límite meridional de la ciudad histórica. Es una compleja estructura militar y palatina que comprende diferentes palacios y defensas urbanas aún en pie. El carácter especial de este complejo está reforzado por el hecho de su preeminencia jerárquica a nivel arquitectónico desde el siglo XI hasta el siglo XVI, dentro de la península. Fue palacio del principal reino taifa español, sede del majzen en la capital del imperio almohade, palaciosede de la monarquía castellana durante la Baja Edad Media, Casa del Rey durante la Edad Moderna, etc. (Tabales 2000: 13). Partiendo de la necesidad de llevar a cabo una investigación arqueológica continua, como herramienta básica de su gestión y concepción patrimonial, como primer paso fueron proyectadas una serie de actividades preferentes, encuadradas en un programa sistemático de investigación que permitiera obtener una cantidad de información histórica razonable en virtud del valor y la complejidad del edificio. Las ventajas de una investigación ordenada eran claras; algunas estrictamente históricas y con el edificio como principal objeto de estudio; otras con la ciudad como sujeto de análisis desde el siglo VIII a.C. Pero sin duda, una de las mayores ventajas radicaba en la anticipación organizada respecto a futuras (y continuas) obras de rehabilitación y urgencias arqueológicas previsibles en los años venideros (Tabales, 2003 a). Entendiendo esta necesidad, el Patronato del Real Alcázar apostó por esta vía de estudio, garantizando el mantenimiento anual tanto de las operaciones derivadas de las excavaciones y estudios paramentales como de las posteriores obras de consolidación, restauración, puesta en valor y musealización de los restos. Al investigarlo iniciamos una política de ordenación arqueológica de gran parte de la ciudad, dando un paso de gigante que ya ha comenzado a dar frutos. No debe olvidarse que el subsuelo del Alcázar encierra, de manera hasta ahora inalterada, una gran parte de las claves topográficas y ocupacionales de la ciudad antigua y es por ello por lo que se han incorporado al análisis general toda una gama de estudios multidisciplinares como la geoarqueología o los estudios paleobiológicos, centrados principalmente en las fases históricas no representadas en alzado. Las cuestiones prioritarias planteadas en nuestro programa fueron de tipo histórico-urbanísticas y cons-

En el caso de los vanos, hemos establecido una clasificación sustentada en nuestra experiencia en Sevilla, al igual que en los enlucidos. El estudio del subsuelo puede realizarse a la vez que el de los alzados, sin embargo en nuestra opinión es preferible su posterioridad, ya que existen muchos datos paramentales vinculados a éste que deben conocerse antes de excavar con el fin de no desaprovechar el tiempo. Además, aunque es buena la especialización de uno de los miembros del equipo en las tareas de análisis de lo emergente, es beneficioso para la investigación que el mismo sujeto que ha estudiado los alzados de una zona, se encargue también de los trabajos de excavación. De estos cortes, al menos uno será “estratigráfico”, es decir, profundizando hasta lo posible y excavando con técnica arqueológica sistemática, analizando minuciosamente todos los elementos del registro y edafológicos, sin selección alguna de materiales. El resto de cortes arqueológicos serán de tipo zanja o cuadrícula, aunque cuando se considere necesaria una extracción de tierras (preparación para suelos, sótanos, cimentaciones, pozos) se procederá a una limpieza arqueológica previa o bien a un seguimiento exhaustivo a pie de obra. El sondeo estratigráfico se realizará en la zona menos peligrosa del edificio. El resto se distribuirá estratégicamente en la mayoría de las estancias, atendiendo en principio a la búsqueda de los niveles guía (fases constructivas previas y cotas sucesivas), para lo cual se comenzará con la realización de Cortes prospectivos en áreas dispersas y alejadas, preferiblemente con usos funcionales diferentes. Los cortes restantes serán seleccionados a partir de ese momento y tendrán un carácter extensivo, es decir, no serán sistemáticos en cuanto a la recogida de elementos de registro para concentrarse en el conocimiento en extensión de las fases previas.

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Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

tructivas. Desde la perspectiva del análisis histórico se han intentado resolver los siguientes interrogantes:

• Recuperación de elementos dignos de estudio e interés patrimonial derivada de los distintos trabajos en el conjunto.

• El origen de la ocupación humana de la ciudad.

• La dinámica de contactos entre los distintos ámbitos.

• La delimitación del recinto protohistórico (Bronce Final Tardío) localizado en el sector Norte del conjunto. • La constatación de la existencia de una acrópolis urbana en época romana. • La localización y estudio de las vías de acceso y necrópolis de la ciudad antigua. • La comprensión del proceso de transformación de la ciudad antigua (posibles usos religiosos en época visigoda). • El conocimiento y valoración de las defensas urbanas. • La constatación de la topografía original e histórica en esta zona limítrofe con el puerto fluvial de la ciudad imperial. • La detección de basureros y estudio científico de sus componentes. 166

• La evolución constructiva general: pautas y significado político y socioeconómico. • Inserción general en el contexto científico del entorno físico y cronológico. • Análisis de los registros, sobre todo el ceramológico ante las carencias taxonómicas y su incidencia en la estratigrafía.

Por otro lado las cuestiones vinculadas con la construcción del conjunto se han centrado en: • Identificación básica del urbanismo según las fases históricas desde la perspectiva de la relación Ciudad-Alcázar. • Definición de las pautas constructivas por fases, fábricas, aparejos, etc.

Las investigaciones arqueológicas realizadas por nuestro equipo en el Alcázar entre 1997 y 2005 responden a un esquema de intervención progresivo, desarrollado en diferentes fases desde las primeras urgencias hasta la ejecución de diferente Proyectos Generales de Investigación y la formalización de un Plan Especial de Protección. El esquema de análisis del conjunto ha sido, en cualquier caso, el derivado del modelo de análisis arriba presentado, de modo que, partiendo de una hipótesis inicial, se han podido desarrollar los estudios paramentales y a posteriori los análisis estratigráficos y prospectivos del subsuelo para, finalmente, proceder a la excavación en extensión y recuperación de horizontes arqueológicos concretos como el Patio de las Doncellas o el edificio romano del Patio de Banderas (Tabales, 2009). — Trabajos de apoyo a la restauración: • 1997. Excavación arqueológica en el Patio de la Montería. • 1998. Control de obras de repavimentación del Patio de la Montería. (Tabales 2001 b). • 1999-2000. Intervención arqueológica de apoyo a la recuperación de la Puerta Primitiva del Alcázar (Patio de Banderas n.º 16). (Tabales 2002 a) (Tabales 2002 e). — Trabajos planificados puntuales: • 1998. Diagnosis general y estudio de paramentos. (Tabales 2003 a). • 1999. Intervención Puntual: “Estudios estratigráficos y análisis constructivos”.

• Caracterización tipológica diversa. • Dataciones absolutas de los distintos edificios en pie. • Comprensión de la dinámica constructiva desde el punto de vista topográfico y arquitectónico. • Localización de espacios y estructuras crípticas y valoración.

— Trabajos sistemáticos: • 2000-2005. Proyecto General de Investigación: “Análisis arqueológico del alcázar”. — Campaña 2000. Sondeos estratigráficos. (Tabales, 2002 d). — Campaña 2001. Analíticas 2000.


La investigación arqueológica en edificios históricos

— Campaña 2002. Sondeos Patio Doncellas. (Tabales, 2003 b). — Campaña 2003. Analíticas Patio Doncellas. — Campaña 2004. Excavación Patio Doncellas. (Tabales, 2005 a,b,c). — Campaña 2005. Patio del León y analíticas. (Tabales, 2006 a). — 2006. Memoria Científica de las Campañas 2000 - 2005. (Tabales, 2009). • 2006. Intervención Puntual en el Jardín Inglés. (Tabales, 2008: 6-39).

Resumen de resultados Los conocimientos hasta ahora obtenidos a partir de nuestro estudio se sintetizan en la obtención de una secuencia arqueológica continua desde el siglo VIII a.C. hasta el siglo XIV, momento en el que las operaciones constructivas dejarán de alterar sustancialmente el conjunto arquitectónico:

• 2009. Intervención Puntual en el Patio de Banderas.

• Bajo el Alcázar se detectan alteraciones de las cotas vírgenes y probables estructuras que podrían marcar un límite urbano prerromano desde el siglo VIII a.C. (Tabales 2001a: 6-35)

• 2010-2015. Proyecto General de Investigación: “Análisis arqueológico del alcázar 2. Investigaciones en el Recinto Primitivo”.

• Tenemos constancia de la presencia humana bajo el Patio de Banderas y el Patio del León entre los siglos VIII y VII en un ambiente de ladera

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Figura 2. Restos de un edificio romano localizado durante las excavaciones en el Patio de Banderas (Tabales 2009).


Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

recién antropizada y parcialmente transformada. Aunque los datos son aún escasos, sabemos por la cerámica asociada a niveles posteriores que la actividad constatada se mantuvo durante el período turdetano hasta el período romano (Tabales, 2002 d: 212). • Desde el siglo I a.C. se aprecian estructuras romanas que, como en el Patio de Banderas, juegan con la topografía suavizándola y dominándola. En el Alcázar se han localizado edificios de difícil interpretación y estructuras murarias de sillares que delatan un urbanismo sofisticado en las inmediaciones del puerto. Algunas piezas conmemorativas y arquitectónicas localizadas en este sector sugieren la presencia de edificios de interés, bajo lo que luego sería Patio de Banderas. (Tabales, 2002 a) (Figura 2).

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• El urbanismo romano desaparece en el siglo IIIIV (se abandonan edificios privados, termas, murallas, calles, etc.) El desuso, abandono, destrucción y en cualquier caso, la desaparición de los edificios públicos y privados en este sector en el siglo III-IV, se debe a un cúmulo de factores entre los que no debe ser circunstancial la pérdida del peso específico e influencia de la ciudad en el contexto peninsular y de su puerto en particular, tras la pérdida de la jurisdicción de la annona en el siglo III. • Aparecerán nuevas funciones periurbanas en el siglo IV que durarán hasta bien entrado el período islámico, entre ellas la probable iglesia bajo la muralla Norte del posterior Alcázar, y el cementerio cristiano, que articularán un urbanismo nuevo fundamentado en el culto religioso. Dentro de las necesidades del período tardío y visigodo, es la función religiosa la que sin duda marcará las operaciones constructivas de mayor relieve. Por ello junto al río, allí donde se inician los caminos hacia el Sur y donde antaño se distribuyeran los almacenes y estructuras portuarias, ahora se organizará un cementerio de grandes dimensiones tal vez vinculado total o parcialmente a la iglesia de San Vicente, cuya vida de siglos impedirá cualquier intento de transformación posterior del espacio dado su carácter sagrado. (Tabales 2006 b: 180). • Se asiste a una disminución progresiva de la función funeraria desde el siglo VI para dar paso

a muladares y basureros a la par que la acción fluvial va homogeneizando la topografía suavizando desniveles. Que tras las necrópolis se sucedan basureros, escombrados y muladares entre los siglos VII y X junto a la vieja iglesia cristiana, podría delatar entre otras posibilidades, que el puerto, pulmón de la ciudad, continuara en una localización alejada de este sector. • El panorama topográfico sufrirá notables transformaciones de origen natural que afectarán sobre todo a este sector de la ciudad antigua y en especial entre los siglos IV-X, época en la que se advierten subidas de nivel y deposiciones limosas en el sector más meridional por influencia del arroyo Tagarete, cuya consecuencia principal será la subida de cotas y la homogeneización del terreno respecto al sector septentrional. (Tabales, 2000: 13) • Aparecerán en el siglo X los primeros aprovechamientos islámicos de amortización, como el aljibe del Palacio Arzobispal y los alfares como el localizado bajo el Palacio de Pedro I, en uso hasta el siglo XI. El carácter secundario y perimetral del sector se hace ahora patente. • La construcción del Alcázar, o al menos de las murallas que hoy se conservan, se produce en un momento no anterior a mediados del siglo XI, advirtiéndose una ampliación inmediata, y tras ella la aparición de un gran arrabal a su abrigo, mientras que intramuros se edifican nuevos barrios, que al menos en el sector inmediato se modificarán poco hasta nuestros días. No es casual que sea ahora cuando alfares, basureros, iglesias y cementerios sean borrados drásticamente para recomponer un espacio que pretende erigirse con la construcción del alcázar en el nuevo foco político de una ciudad en expansión y en obra continua. (Tabales, 2006 a: 7) (Figura 3). • Construido el Alcázar, con una ciudad saturada y en pleno retroceso del río hacia el Oeste, y sobre todo, tras la pérdida del carácter militar del Alcázar y su transformación palatina gracias a sus obras de embellecimiento y ampliación, está plenamente justificada la construcción espontánea de un arrabal de grandes dimensiones en el espacio ubicado entre las murallas, el Alcázar y el río. • Se produce una bajada del río hasta su cauce actual varios cientos de metros al Oeste hasta su


La investigación arqueológica en edificios históricos

encauzamiento definitivo en el siglo XII, lo que permitirá ganar para la ciudad un espacio de varias hectáreas que será habilitado institucionalmente por los almohades. (Figuras 4 y 5). • Se detectan reformas almohades que racionalizarán el urbanismo adecuándolo al nuevo límite con el río-puerto y a la nueva jerarquía y rango de la ciudad, para lo cual se levantarán los distintos recintos, organizándose así como corazón representativo y religioso de la nueva capital. Como colofón de ese espíritu constructivo y tras la capitalidad almohade, éste será el lugar elegido para la organización del poder local y territorial y esto se traducirá en la destrucción del arrabal para levantar una alcazaba que pasará de

dos a diecisiete hectáreas en un siglo, a la vez que se reorganiza el puerto en las inmediaciones. (Figuras 6 y 7). • Los conquistadores castellanos se adaptan al espacio islámico, tras lo cual se asiste a la consecuente transformación-degradación de los edificios interiores del Alcázar. Destaca en esa época la construcción del Palacio Gótico y la adaptación de los palacios almohades hoy destruidos bajo el palacio de Pedro I y los patios de la Montería y el León. (Figura 8). • Se documenta la reorganización del Alcázar por el rey Pedro I de Castilla entre 1355 y 1366, y con ella la consecuente alteración de cotas, des-

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Figura 3. El alcázar de Sevilla en la ciudad abbadí (siglo XI). Contexto urbano hipotético.


Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

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Figura 4. El alcázar de Sevilla en la ciudad almohade inicial (a mediados del siglo XII). Contexto urbano hipotético.


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Figura 5. El alcázar de Sevilla en la ciudad tardoalmohade (inicios del siglo XIII). Contexto urbano hipotético.


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Figura 6. Reconstrucción hipotética del palacio almohade de la Montería tras las excavaciones de 1998.


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Figura 7. Hipótesis de distribución de los principales edificios almohades situados en el área central del alcázar.


Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

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Figura 8. Transformación del alcázar tras la conquista castellana (tras 1248).


La investigación arqueológica en edificios históricos

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Figura 9. Transformación del alcázar durante la Baja Edad Media. Obras de Pedro I (circa 1356).


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trucción de edificios previos y cambio sustancial del sistema de accesos. La dinámica de reformas emprendidas por Alfonso X y culminadas por Pedro I en el siglo XIV marca el fin del Alcázar como centro inequívoco y primario de la monarquía y su frustrada conversión en palacio real, sede efectiva de la corte castellana. (Figuras 9,10). Finalmente los trabajos arqueológicos en el Alcázar se han materializado en un estudio general de los muros del conjunto y en una estratigrafía básica, así como

en una treintena de publicaciones y la recuperación y puesta en valor de diversos espacios como la primitiva puerta del alcázar islámico, el patio bajomedieval de las Doncellas, la Puerta de Yahwar, el Palacio de la Montería, etc. Investigaciones, recuperaciones y conocimiento en general, que han servido de base para la redacción del Plan Especial de Protección del Sector 6 “Real Alcázar”, herramienta indispensable para el planeamiento de las futuras investigaciones en el conjunto y su entorno, así como norma reguladora de las nuevas cautelas arqueológicas.

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Figura 10. El Patio de las Doncellas del Palacio de Pedro I tras las excavaciones de 2004.


La investigación arqueológica en edificios históricos

Bibliografía arqueológica generada en el Alcázar TABALES, M. A. (2000): “Investigaciones arqueológicas en el Real Alcázar de Sevilla. Notas sobre evolución constructiva y espacial”, Apuntes del Alcázar, n.º 1, Sevilla 13-45. — (2001 a): “Las murallas del alcázar de Sevilla. Investigaciones arqueológicas en los recintos islámicos”, Apuntes del Alcázar, n.º 2, Sevilla, 6-35. — (2001 b): “El palacio islámico localizado bajo el Patio de la Montería del Alcázar de Sevilla” en A.A.A./ 1997. — (2001 c): “Cronología y distribución en los recintos islámicos del Alcázar de Sevilla”. Fortificaciones en el entorno del Bajo Guadalquivir, Alcalá de Guadaira, 265-276. — (2002 a): La primitiva puerta del Alcázar de Sevilla. Memoria Científica. Ed. Ministerio Medio Ambiente. Madrid. — (2002 b): “El alcázar de Sevilla” en Las Edades de Sevilla. Sevilla. — (2002 c): “La transformación palatina del Alcázar de Sevilla”en Anales de Arqueología cordobesa, pp. 195-213.Córdoba. — (2002 d): “Sondeos estratigráficos en el alcázar de Sevilla. Campaña 1999” en A.A.A. 1999, pp. 212-233. Sevilla. — (2002 e): “Investigaciones en la primitiva puerta del Alcázar de Sevilla”. A.A.A. 1999, pp. 195-211. Sevilla. — (2002 f): “El alcázar islámico de Sevilla”. Castillos de España n.º 125, pp. 39-48. Madrid. — (2002 g): “Investigaciones arqueológicas en el Alcázar de Sevilla. Campaña 2000.” en A.A.A. 2000. Volumen 2, pp. 45-69. Sevilla. — (2003 a): El alcázar de Sevilla. Primeros estudios sobre estratigrafía y evolución constructiva. Ed. Consejería de Cultura y Patronato del Alcázar. Madrid. — (2003 b): “Investigaciones arqueológicas en el Patio de las Doncellas. Avance de resultados de la primera campaña- 2002”. Apuntes del Alcázar de Sevilla. N.º 4, Sevilla. 6-25. Sevilla. — (2003 c): “Investigaciones arqueológicas en el Alcázar de Sevilla. Campaña 2000”. A.A.A. 2000, II, pp. 45-69. Sevilla. — (2005 a): “El patio de las Doncellas del Palacio de Pedro I de Castilla. Génesis y transformación”, en Apuntes del Alcázar de Sevilla N.º 6, Sevilla, 7-43.

— (2005 b): “La construcción del Patio de las Doncellas del alcázar de Sevilla. Historia de un proceso truncado”, en Congreso Internacional de Historia de la Construcción. Ravena, Italia, 2005. — (2005 c): “Los patios medievales del alcázar de Sevilla” en Seminario sobre urbanismo islámico, Granada 2005 (en prensa). — (2006 a): “Investigaciones arqueológicas en la Portada de la Montería” en Apuntes del Alcázar de Sevilla n.º 7, Sevilla, 7-39. — (2006 b): “Algunas notas sobre el urbanismo islámico en el sector meridional de Sevilla” en La catedral en la ciudad (II) De Isidoro a Abd Ar Rahman. Aula Hernan Ruiz. Sevilla, 180-216. — (2008): “Excavación arqueológica en el jardín inglés” en Apuntes del Alcázar n.º 9, pp. 6-39. Sevilla. — (2009): El Alcázar de Sevilla. Reflexiones sobre su origen y transformación durante la Edad Media. (Memoria de Investigación Arqueológica 2000-2005). Sevilla.

Bibliografía sistema arqueológico TABALES, M. A. (1993): Metodología arqueológica aplicada a la rehabilitación de edificios históricos. Intervención en el Convento de Santa María de los Reyes de Sevilla. Tesis de Licenciatura inédita. Depto. De Prehistoria y Arqueología. Universidad de Sevilla. — (1997): “La Arqueología en edificios históricos. Propuesta de intervención y análisis global a través de la experiencia sevillana”, Boletín del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, n.º 20. Sevilla 1997, pp. 65-85. — (1999a): “Análisis arqueológico de paramentos. Aplicaciones en el patrimonio edificado sevillano”. Spal, rev. del Depto. de Prehistoria y Arqueología Univ. de Sevilla. 1999. — (1999b): “Análisis de paramentos en Sevilla” en V Congreso de Arqueología Medieval Española, Valladolid. 1999. — (1999c): “La arqueología y las técnicas constructivas medievales” en La Construcción medieval. Escuela Universitaria de Arquitectos Técnicos de Sevilla.1999. — (2002a): Sistema de análisis arqueológico de edificios históricos. Monografías del Instituto de Ciencias de la Construcción de Sevilla. Sevilla 2002. — (2002b): “Arqueología y rehabilitación en Sevilla. Desarrollo metodológico y práctico.” Rev. Arqueología de la Arquitectura n.º 1, pp. 193-206. Vitoria.

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Herramientas metodológicas aplicadas al estudio de un paisaje urbano fortificado: el caso de la villa de Verín (Monterrei, Ourense) Rebeca Blanco-Roteta Laboratorio de Patrimonio (LAPA) - CSIC rebeca.blanco-roteta@iegps.csic.es

Introducción Este encuentro tiene entre sus objetivos analizar el método que distintos profesionales vienen aplicando en el estudio e interpretación de los edificios históricos desde una perspectiva arqueológica. Es por ello por lo que de entre los trabajos desarrollados por el Laboratorio de Patrimonio (LaPa) – CSIC, hemos seleccionado aquel que por sus implicaciones metodológicas considerábamos que podía tener un mayor interés para los objetivos de esta reunión. Normalmente los trabajos que desde la Unidad de Arqueología de la Arquitectura del LaPa se vienen desarrollando en los últimos años, están vinculados a la elaboración de proyectos de rehabilitación, restauración o puesta en valor de edificios o conjuntos históricos, solicitados por administraciones públicas, estudios de arquitectura, empresas de restauración o particulares. De hecho podríamos decir que, en España, la Arqueología de la Arquitectura muchas veces viene de la mano de la Restauración Arquitectónica. El caso que aquí presentamos difería ligeramente de este tipo de proyectos, ya que surgió a partir de la denuncia de un vecino de la villa de Verín (provincia de Ourense, Galicia) en relación con la

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obras que se iban a ejecutar en un solar de este lugar, concretamente un proyecto arquitectónico para la realización de viviendas de nueva planta con la consiguiente demolición de las edificaciones que en él se conservaban. En este solar había constancia, gracias a los estudios realizados por Taboada Chivite en los años 40 del siglo XX, de la posible existencia de un baluarte que formaría parte de la fortificación moderna de la villa. Una vez efectuada esta denuncia, la Dirección Xeral de Patrimonio Cultural de la Xunta de Galicia nos solicitó la realización de un estudio arqueológico que permitiese contrastar la existencia en este solar de dicho baluarte, de manera que se pudiese tomar una decisión adecuada sobre el proyecto arquitectónico y su viabilidad; es decir, si era conveniente o no derribar las construcciones que se conservaban en función de los resultados del estudio arqueológico. Esta intervención se llevó a cabo en el año 2005. Del emplazamiento de esta villa, localizada al SE de la provincia de Ourense, perteneciente a la Comarca de Monterrei y atravesada por el río Támega, caben destacar dos aspectos que influirán en su historia durante el periodo que nos interesa, su localización a los pies del Castillo de Monterrei, y su proximidad a


Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

la frontera con Portugal; concretamente de la vila de Chaves lo separan unos 25 km. Debemos añadir que a priori este baluarte era uno de los escasos restos que se conservaban de la fortificación de la villa en época moderna, realizada con motivo de la Guerra de la Restauración Portuguesa (1640-1668). Un elemento que se había invisibilizado completamente en el trazado urbano de Verín. (Figura 1).

Planteamientos del proyecto arqueológico El proyecto inicialmente se centraba en un solar de la calle Elle, y sus objetivos eran documentar y registrar las estructuras arquitectónicas conservadas: analizar su técnica constructiva, secuencia constructiva, datar las estructuras y determinar su funcionalidad. Pero una vez comprobado que se trataba efectivamente de un baluarte de la fortificación moderna de la villa, se hacía necesario intentar delimitar el conjunto fortificado en su entorno inmediato y por ello los estudios se ampliaron a la totalidad del casco urbano de Verín. Taboada Chivite (1949) había propuesto el trazado de 180

Figura 1. Localización y emplazamiento de la villa de Verín.

la muralla que circunscribiría lo que actualmente se considera el casco histórico de la villa, aunque ampliándolo por el E, el NW y el lado N, con un trazado prácticamente rectangular. Únicamente el estudio de Taboada, algunas referencias puntuales, la toponimia de alguna calle o la memoria oral y el entusiasmo de algunos estudiosos y vecinos comprometidos, permitieron que el papel que Verín había jugado durante la Guerra de la Restauración Portuguesa no cayese en el total ostracismo. La intención última de nuestra investigación era intentar reconstruir ese pasado atendiendo fundamentalmente a la arquitectura que de esta época se podía conservar y cómo ésta había influido en el trazado urbano de Verín y cómo se articulaba con su entorno. Por otro lado, no podíamos olvidar que esta fortificación había que ponerla en relación también con toda una serie de puestos fronterizos que se construyeron tanto en Galicia como en Portugal en torno al Valle del Támega y nuestra intención era llegar a conocer también la influencia que la Guerra de la Restauración había tenido tanto en Verín como en su entorno inmediato, haciendo especial hincapié en la


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evolución arquitectónica de los elementos que habían sido objeto de este fenómeno, en la evolución urbanística de la villa o en la articulación de la arquitectura de defensa en la parte gallega de la frontera y su relación con su homóloga portuguesa. El estudio de esta zona se realizó desde los planteamientos teórico-metodológicos de la arqueología de la arquitectura y la arqueología del paisaje, combinando varias técnicas de registro y análisis que han permitido obtener un conocimiento exhaustivo del fenómeno fronterizo, así como recuperar la evolución del paisaje urbano en la villa de Verín.

Desarrollo metodológico Tras una primera visita y teniendo en cuenta los objetivos del proyecto, decidimos establecer una estrategia de tipo zoom, yendo de lo más concreto a lo más general, estudiando en primer lugar las arquitecturas que se emplazaban en el solar y que eran el objetivo principal de la intervención, para después entenderlas en el conjunto de la villa y finalmente, en el

sistema general de la fortificación en esta zona de la frontera durante el periodo de contienda.

El punto de partida. El solar n.º 14 de la Calle Elle: de Torreón a Bodega. (Figura 2).

En cuanto al estudio de conjunto arquitectónico del solar de la calle Elle, decidimos llevar a cabo las siguientes actuaciones: el levantamiento planimétrico y la lectura estratigráfica de todas las estructuras conservadas, la realización de sondeos arqueológicos y el vaciado documental de fuentes primarias y bibliográficas que hicieran mención al solar pero también a la villa. La intención era cruzar el mayor número de datos posibles que permitieran reconstruir la evolución constructiva de este espacio. • Levantamiento planimétrico En este caso decidimos realizar el levantamiento mediante el uso de una estación total topográfica Leica, TCRM-1105plus. Con esta herramienta se recogieron en campo todos los contornos de las construccio181

Figura 2. Localización del solar sobre la fotografía aérea de la villa.


Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

nes (volúmenes generales y vanos, así como detalles de interés para el estudio posterior) y se levantó la planta y alzados interiores y exteriores de todas estas estructuras. Dado que en el solar las construcciones se encuentran muy próximas entre sí, fue necesario establecer una red topográfica de puntos de control que permitiera barrer la totalidad de las estructuras arquitectónicas. Una vez obtenidos los datos en campo, a través del software denominado SECO1, se clasificaron y ordenaron los datos extraídos de la estación total, para posteriormente ser manejados en AutoCAD. Los resultados del levantamiento se presentan como herramienta de representación, recuperación volumétrica y análisis de las construcciones. (Figura 3).

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• Lectura estratigráfica de paramentos Además de la estratigrafía que a primera vista se observaba en los posibles restos del baluarte, debía tenerse en cuenta que sobre él se emplazaban una serie de construcciones y era necesario hacer una lectura completa de todo el conjunto, al menos del que se encontraba imbricado con el elemento para entender los procesos postdeposicionales que le habían afectado. La finalidad era fundamentalmente la de recuperar la secuencia estratigráfica de las mismas, lograr su datación, inicialmente relativa, así como determinar su funcionalidad. (Figura 4). La metodología empleada2 fue el denominado análisis estratigráfico de paramentos, que adapta el estudio estratigráfico arqueológico a través del “Método Harris” al plano de las construcciones históricas y permite identificar, ordenar y datar las diferentes etapas por las que ha transcurrido la vida del edificio desde su construcción hasta el momento de su estudio mediante un análisis pormenorizado de sus elementos, actividades y procesos constructivos. El producto final obtenido con esta metodología es la secuencia constructiva del edificio. Como el levantamiento planimétrico se realizó de manera solapada con la lectura estratigráfica, todo el registro se efectuó plasmando las unidades estrati-

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Separador Conversor (SeCo) desarrollado por Iván Suárez Gómez, anteriormente técnico informático de la Unidad de Tecnologías de la Información del Laboratorio de Arqueología, IEGPS (CSIC-Xunta) (actualmente LaPa – CSIC). Caballero 1995 y 1996.

gráficas (en adelante UE) sobre fotografías. Posteriormente, los resultados se plasmaron sobre los alzados y permitieron realizar una reconstrucción tridimensional de la secuencia y entender la multiplicidad de espacios en los que estaban divididas las construcciones y cómo éstos habían evolucionado en el tiempo. • Sondeos arqueológicos Aunque a posteriori podemos decir que hubiera sido conveniente llevar a cabo sondeos arqueológicos en otros puntos del solar, sobre todo en la zona en la que se localizó un torreón posiblemente bajomedieval, los sondeos se plantearon como una herramienta que nos permitiese documentar los sistemas constructivos del baluarte y se ciñeron a este elemento. En este sentido, hasta que la lectura estratigráfica del baluarte no estuvo avanzada no seleccionamos las zonas en las que éstos se debían llevar a cabo. Nuestra intención era sondear en aquellos puntos en donde parecía que se conservaba la muralla original de este elemento, concretamente en el interior se efectuó un sondeo adosado al ángulo capital para documentar si se trataba de un baluarte del tipo lleno o no, y otro en el exterior, en la zona de la cimentación próxima al ángulo entre la cara y el flanco E del baluarte para documentar el sistema de cimentación. (Figura 5). Los sondeos se realizaron siguiendo las UE, debidamente documentadas a través de su registro escrito (en fichas analíticas) y gráfico (fotografía, planimetría y georreferenciación)3. Estos sondeos estaban encaminados a recuperar la secuencia estratigráfica exterior e interior del baluarte, determinar su adscripción cronológica, documentar su técnica constructiva, así como a documentar, si existieran, la presencia de otras estructuras previas, coetáneas o posteriores al baluarte. • Estudio documental Este estudio englobaba no solamente la búsqueda de información relativa al solar, que realmente no pudimos rastrear más allá de mediados del siglo XIX, sino a la villa en general, al castillo de Monterrei y a otros emplazamientos del entorno que estuvieron relacionados con la defensa de la frontera en época moderna. Se vaciaron fuentes bibliográficas y fuentes

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Para revisar la metodología empleada ver Parcero, Méndez y Blanco 1999.


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Figura 3. Proceso del levantamiento planimétrico, desde el primer tratamiento digital en CAD hasta la reconstrucción tridimensional, en la que se representan con colores las distintas fases constructivas.


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Figura 4. Lectura estratigráfica de la cara SE del baluarte de Elle y de uno de los paramentos de una estancia de la bodega.


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primarias, tanto gráficas como textuales, procedentes de varios archivos municipales, regionales, estatales y privados, destacando los archivos de fondos militares. Todos los documentos localizados fueron transcritos, analizados y cotejados con los datos que íbamos extrayendo a través de otras herramientas metodológicas. Gracias a la información recuperada pudimos datar las estructuras documentadas en el solar y en otras zonas de la villa. (Figura 6). Como conclusiones a esta parte del proyecto, podemos decir que los restos emplazados en el so-

lar constituyen el elemento de mayor entidad que se conserva de la fortificación de Verín en época moderna. La intervención llevada a cabo en ellos, fundamentalmente los sondeos arqueológicos y el análisis estratigráfico de alzados, han permitido recuperar la evolución de este solar, que empezaría con los restos de un torreón vinculado a unas posibles defensas anteriores y finalizaría con la construcción de varias edificaciones dedicadas a almacenamiento y procesado de vino, tal y como se observa en la figura 7.

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Figura 5 (arriba). Sondeos arqueológicos llevados a cabo en el baluarte. En la imagen de la izquierda en final del sondeo 001, en el que se documenta el interior de la cara del baluarte con un aparejo más desconcertado que el exterior. En la imagen de la derecha el final del sondeo 002, donde se aprecia el sistema de banqueta que refuerza las esquinas del baluarte y el sistema de piedras perdidas que rellenan la fosa de cimentación. Figura 6 (abajo). Algunos de los documentos localizados no sólo hacían mención al baluarte sino a la existencia en el solar de un torreón.


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En torno al año 1646 se lleva a cabo la construcción de la fortificación de la villa, a la cual corresponde el Baluarte de Elle, que representa la fase II dentro de la evolución constructiva del solar. (Figura 8). La documentación y análisis de todos los elementos que componían el baluarte y su comparación con este tipo de figura en los tratados de fortificación abaluartada, nos llevaron a ratificar la propuesta de Taboada de que efectivamente se trataba de un baluarte. El problema siguiente era relacionar esta figura con la fortificación que en época moderna debió defender Verín. Hasta el momento hemos localizado únicamente la representación de la villa fortificada en el Mapa de las Minas de Estaño del Valle de Monte Rey del año 1786, donde se dibuja esquemáticamente la fortificación abaluartada de Verín. Sin embargo, gracias a esta representación y a las descripciones posteriores que se conservan, se sabe que la fortificación discurría por el W, paralela a la ribera del río. En ese caso la unión entre el flanco W y la cortina existente hasta el siguiente baluarte no se efectuaría en ángulo, sino siguiendo una línea recta. Desde el baluarte la fortificación se abría hacia el SE. En esta zona se ha localizado mediante fotointerpretación la presencia de un baluarte de mayores dimensiones, por lo que el flanco E del Baluarte de

Figura 7. Reconstrucción de las fases identificadas en el interior del solar.

Elle debía unirse con una cortina que giraba hacia el SE, hasta encontrase con este otro baluarte. Tanto los elementos que íbamos analizando en esta zona de la villa, como la representación de la cerca de Verín en el mapa de 1786, apuntaban que la fortificación parecía corresponder a un polígono irregular. A partir de 1851 comienza la transformación del interior del baluarte con la construcción de una primera bodega que reaprovecha la estructura del torreón de la fase I y que sufrirá distintas modificaciones y ampliaciones en los años siguientes. El paisaje urbano de la villa de Verín en época moderna

Una vez obtenida la secuencia del solar y corroborada la existencia de un baluarte, creíamos que era importante entender qué papel había jugado en la fortificación general de la villa. Sin embargo, la configuración urbana de Verín no dejaba entrever la preexistencia de una fortificación. Tan sólo el baluarte, los nombres de algunas calles o la memoria de algunos vecinos que todavía recordaban topónimos como el de las Puertas de Madrid, hacían referencia a este elemento. Es por ello por lo que decidimos extender el estudio a la totalidad del casco histórico, combinando varias


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metodologías como la prospección arquitectónica, la fotointerpretación y la revisión de la toponimia del callejero actual o proveniente de fuentes históricas u orales. Los resultados de estos trabajos fueron comparados con la representación de la fortificación documentada en el Mapa de las Minas de Estaño de 1786, en la que, aunque no reproducía con precisión la planimetría de la villa, sí se observa la configuración urbanística de Verín enmarcada dentro del trazado de una muralla abaluartada, las principales vías de comunicación que partían de ella y la conexión con el Barrio de San Lázaro. Todos estos elementos fue-

ron digitalizados y superpuestos sobre una fotografía satélite de Verín. (Figura 9). • Prospección arquitectónica Un casco histórico se caracteriza por ser un elemento diacrónico, un elemento mixtificado en el que las construcciones se adosan, solapan, suprimen, reaprovechan, ocultan etc. en definitiva, van conformando la trama urbana a lo largo del tiempo, de una forma diacrónica y heterogénea. En las ciudades amuralladas o fortificadas este fenómeno es especialmente visible. Raros son los casos en el que las murallas se han mantenido exentas y la

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Figura 8. Fotografías del exterior e interior del baluarte; reconstrucción del Baluarte de Elle en el que se han indicado las partes que lo constituyen; y croquis con la sección de los dos sondeos realizados en la cara SE, que permite ver el sistema constructivo documentado.


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ciudad crece intra y extramuros sin modificarla. Se produce además de manera bastante frecuente, el fenómeno de venta de la misma o de la piedra que la compone, a partir del siglo XVIII o XIX, dependiendo de la zona, destruyéndose ésta, reaprovechándose como parte de la construcción u ocultándose por la superposición de nuevas construcciones. (Figura 10). Éste sería el caso de Verín en el que se documentó la subasta en el año 1849, momento a partir del cual la muralla comienza a sufrir una demolición masiva a favor del urbanismo de nueva planta. Sin embargo, se conservaba un fósil de la misma en el solar objeto de estudio y había que determinar, a través de una metodología arqueológica adecuada, si éste era el único resto conservado de esta fortificación, lo que además contribuiría a su delimitación y posterior estudio. En su momento consideramos que el mejor método de análisis era realizar un estudio extensivo de la zona a través de la prospección arqueológica, adaptada en este caso a un objeto netamente diferente a los que se suelen documentar en las prospecciones sistemáticas, un centro vivo, que requiere por lo tanto, una adaptación de esta metodología. Para la propuesta metodológica que se llevó a cabo en la prospección arquitectónica del casco histórico de Verín, se siguió el trabajo realizado por Quirós y Gobatto 20034, ya que su experiencia en este campo suponía una interesante aportación al estudio extensivo de la arquitectura. Una de las cuestiones que formulan estos autores es, si en el caso de los análisis extensivos, sería posible trasladar de forma directa al análisis de la arquitectura algunas técnicas de prospección, o si es preciso acudir a estrategias diferenciadas. Los autores consideran que si bien sí es posible recurrir a una parte de esta metodología “[...] existen diferencias relevantes que condicionan los procesos de análisis y documentación debido a los propios procesos formativos de los depósitos [...]” (id.: 6). Debe tenerse en cuenta que en el estudio de los asentamientos vivos, los depósitos se encuentran siempre contextualizados. En algunas fases de trabajo se podrá recurrir a criterios desarrollados para las prospecciones sistemáticas, pero desde un punto de vista instrumental deben realizarse algunas consideraciones de carácter conceptual (id.: 7). En lecturas realizadas en asen-

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Titulado Prospección y Arqueología de la Arquitectura.

tamientos vivos, existen otros condicionantes que deben tenerse en cuenta, como: que las lecturas no pueden ser destructivas o que “[...] la visibilidad del registro arquitectónico puede estar en ocasiones muy comprometida por intervenciones recientes y por la propia complejidad estratigráfica [...]” (id.: 7). Los instrumentos a los que se refieren los autores en este tipo de intervenciones son: estratigrafía, tipología y el análisis configuracional. Para el caso de Verín por diferentes motivos como la falta de tiempo, las características de la zona de estudio o la ausencia de estudios tipológicos intensivos, incidimos únicamente en el primer punto, ya que se consideró la opción más válida para llevar a cabo la prospección arqueológica que aquí se plantea. Como comentamos arriba, consideramos que es necesario ampliar estos trabajos que en su momento excedían el objetivo inicial del estudio. En el caso de la estratigrafía, los autores definen una estrategia de lectura estratigráfica jerarquizada a distintos niveles: •

Lectura estratigráfica horizontal lineal “[...] basada en la identificación de las relaciones existentes entre las distintas unidades constructivas (Cuerpos de Fábrica) que componen las manzanas o bloques compactos, estableciendo de esta manera su diacronía constructiva [...]” (id.: 7). Lectura horizontal en área, empleado en edificios aislados donde el crecimiento de los cuerpos de fábrica es horizontal. Permite obtener una primera secuencia relativa de grandes volúmenes. Lecturas verticales de paramentos. A la lectura de cuerpos de fábrica deben integrarse las lecturas estratigráficas verticales de los paramentos que permiten identificar procesos posteriores de trasformación.

En el caso de Verín se hizo una lectura selectiva, es decir, se siguió, por una parte el trazado propuesto en 1949 por Taboada Chivite, se amplió este trazado teniendo en cuenta la representación de 1786 y se revisaron todas aquellas zonas de la villa en las que se documentaron topónimos que podían estar relacionados con elementos de una fortificación. En estas zonas se registraron aquellos elementos que podían tener relación por su técnica constructiva, su emplazamiento, su forma en planta, etc. con una cerca y sus componentes y se relacionaron con los cuerpos de fábrica adyacentes.


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Figura 9 (arriba). Extracto del Mapa de las Minas de Estaño del Valle de Monte Rey (1786). Figura 10 (abajo). Estructuras identificadas durante la prospección del casco histórico. En la imagen superior izquierda el muro con saetera, en la inferior derecha el muro en talud de la calle Mariano Carrero. Las otras dos imágenes corresponden a las estructuras identificadas en la Calle Muralla.


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La prospección arquitectónica proporcionó escasas evidencias materiales del trazado de la fortificación, correspondiéndose por otro lado a dos periodos cronológicos distintos: un muro realizado en un aparejo de sillería irregular en el que se conserva una saetera, situado muy próximo al solar analizado en el que se conservaba parte de un torreón. Tanto esta estructura como la del solar se han puesto en relación por su proximidad, su aparejo y la tipología de sus saeteras y se consideraron los restos de dos torreones que podrían funcionar de forma conjunta, protegiendo el paso sobre el río Támega. Por otra parte, en la calle Mariano Carrero, próxima a las Puertas de Madrid, se localiza un muro realizado en un aparejo de mampostería que tiene un perfil en talud y que se reutiliza en la construcción de una casa. Este muro sigue el trazado de la muralla de época moderna, con la que se ha puesto en relación tanto por su aparejo, su perfil ataludado como por su localización. Finalmente, se han localizado otros dos elementos reutilizados en sendas construcciones de la calle Muralla que podrían estar relacionados también con la fortificación moderna ya que siguen el trazado de la muralla. En este caso, su vinculación con la fortificación es más dudosa. • Fotointerpretación Derivada de las necesidades de llevar a cabo la prospección arquitectónica, se planteó la opción de utilizar la fotointerpretación como método de análisis complementario a aquélla. En el estudio de un espacio urbano, las variaciones sufridas en los últimos cincuenta años han afectado sobremanera a los restos materiales que conformaron las ciudades en el pasado, lo que hace muy complicado identificar las estructuras que formaron parte de su evolución histórica utilizando únicamente las imágenes actuales de los mismos. En el estudio de Verín se revisaron imágenes tomadas en diferentes momentos para conocer cómo había sido su evolución urbanística y poder delimitar el recorrido de la fortificación que aparecía mencionada en la documentación de distintas épocas. Las imágenes con las que se trabajó fueron de dos tipos: fotografías tomadas en diferentes vuelos (“vuelo americano” de la década de los cincuenta del siglo XX y el vuelo del Instituto Geográfico Nacional que se realizó en los primeros años de la década de los ochenta de ese mismo siglo) e imágenes tomadas por satélite.

El estudio de estas imágenes se realizó utilizando la metodología común para ello, con el uso de estereoscopio de espejos para conseguir el mayor aumento y nitidez posible. Se tuvieron en cuenta el tamaño de los objetos, la forma, las sombras, el tono, textura y la distribución de los elementos. Se utilizaron las imágenes satélite5 más contemporáneas para situar en ellas las estructuras y variaciones urbanísticas localizadas en las imágenes más antiguas, de forma que la ubicación en el espacio concreto que ocupaban fuera reconocible con mayor facilidad. Con ello, se ha pretendido determinar dónde y cómo ha variado la villa para poder llegar al por qué de estas variaciones y determinar si en ellas ha tenido o no que ver el trazado de la muralla. En cuanto a los resultados de la fotointerpretación, se pueden destacar diferentes elementos que indican con claridad la existencia de la fortificación abaluartada que ha condicionado, en cierta medida, las características urbanas actuales de Verín. (Figura 11). La muralla abaluartada de época moderna estaba circunscribiendo un espacio añadido a la villa hacia el Sur del casco antiguo. En esta zona se documenta lo que podría ser un baluarte que estaría en conexión con el de Elle. En la zona Norte6 también se conserva una configuración que podría estar continuando la traza de diferentes cercas o murallas que habrían ido ampliando el espacio urbano en esta franja. En las imágenes de 1957 se localizan los restos de la cerca o muralla como delimitación de las parcelas, cierres estos de mayor envergadura en el recorrido lineal que el resto de los muros de cierre de las propiedades en el entorno de la Calle Foso. (Figura 11). A su vez, esa muralla pudo estar reaprovechando en el frente Oeste (hacia el Río Támega) el trazado de otra anterior, el cual abarcaría un espacio menor intramurallas y podría corresponderse con la planta de un primer asentamiento delimitado o cercado. En esta primera cerca no se incluiría el terreno ocupado por la Alameda, el cual quedaría incluido en la segunda cerca con el topónimo Alameda de Adentro7. Resultó difícil contrastar los resultados obtenidos de la fotointerpretación, tanto por los cambios físicos

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Tomadas de diferentes fuentes: Sixpac, Sitga y Google Earth. Hay que tener en cuenta que en esta zona la toponimia mantiene fuertes referencias a la existencia de una fortificación, como son las calles Muralla y del Foso. Topónimo recogido en el Catastro de Ensenada.


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Figura 11. Resultados de la fotointerpretación de la fotografía aérea de 1957. Arriba posible baluarte al S-SE del Baluarte de Elle; abajo trazado de varias líneas de muralla que delimitaban Verín hacia el N.


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que desde 1957 hasta el momento de estudio había sufrido Verín, como por la imposibilidad de acceder a algunas propiedades privadas. Lo mismo sucede con aquellas informaciones orales o toponímicas que hacen referencia a diferentes estructuras relacionadas con la muralla y que no ha sido posible identificar en las imágenes fotográficas. Es el caso de la localización de las posibles puertas que desde la muralla darían acceso a los terrenos del Convento de la Merced o de los topónimos relacionados con puertas, portillos o accesos, recogidos en el Catastro de Ensenada. Por ello, creíamos que debíamos ser bastante cautelosos a la hora de establecer la delimitación de la fortificación moderna y plantear únicamente por el momento una reconstrucción hipotética de su trazado (ver figura 12) que habrá que verificar a través de otro tipo de actuaciones arqueológicas.

para entender la historia de Verín y su fortificación en época moderna, debíamos encuadrarla en un contexto territorial más amplio y en el papel que jugó en el desarrollo de la Guerra de la Restauración Portuguesa en esta zona de la frontera. Este último nivel de análisis que suponía una escala territorial más amplia, se basó por un lado, en los resultados del estudio documental al que ya hemos hecho referencia, por otro, en la prospección de la dorsal de San Salvador en la que se emplaza el castillo de Monterrei8 (a cuyos pies se localiza Verín, ver figura 1), que incluyó la documentación de las estructuras arquitectónicas conservadas en la dorsal que tenían relación con la fortificación y en la fotointerpretación de las fotografías aéreas y satélite de distintas épocas. Gracias a la documentación sabemos que en los años 1644 y 16459 se elaboran varios informes sobre

Una vía de tránsito fortificada. Entre Verín-Monterrei y Chaves

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Del mismo modo que considerábamos que no podíamos analizar de forma aislada el Baluarte de Elle sin tener en cuenta el resto de la fortificación de la villa,

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Esta prospección se amplió posteriormente, en el marco de un proyecto de investigación desarrollado en el LaPa que estudia los paisajes de frontera, a aquellas poblaciones gallegas y portuguesas a las que se hacía mención en la documentación histórica por su participación en la defensa de esta zona o por la existencia de construcciones relacionados con esta defensa. Soraluce Blond 1985: 191-192.

Figura 12. Elementos documentados en el trazado urbano que corresponden a distintas épocas e hipótesis del trazado de las cercas de épocas medieval y moderna.


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las fortificaciones de Monterrei y Verín, en torno a estas fechas Verín era una villa cuyo perímetro estaría atrincherado, pero no abaluartado, que servía como apoyo logístico a Monterrei, ya que se sitúa en el acceso a la fortaleza desde el valle del Támega, en una zona que suponía un cruce de caminos desde Portugal, Castilla y otras zonas de Galicia. Del mismo modo, en las menciones que hace Fernández Alonso10 en su relato sobre la Guerra Hispano-Lusitana (id. 1893)11, Verín siempre se vincula a la fortificación de Monterrei, uno de los principales bastiones fronterizos de la provincia. Eran de interés para el estudio las referencias constantes que hace Alonso a lo largo del relato a la villa de Verín y la plaza de Monterrei, lugares frecuentemente amenazados por las tropas portuguesas que acuarteladas en la plaza de Chaves, planeaban la toma de la llanuras de

Verín para luego apoderarse de la fortaleza de Monterrei. Para contribuir a la defensa de esta zona de la raya, desde los ejércitos gallegos se mandaban constantemente tropas, lo que conllevaba la necesidad de contar con almacenes y cuarteles así como tener que proporcionar armas y avituallamiento a los soldados. Suponía también, el reclutamiento constante de paisanos12 y la continua recaudación de tributos (Fernández 1893: 72-73). La dilatada duración de la guerra hacía necesaria una constante reparación de las fortificaciones de ambas villas. En torno a 1644-164613 se decide reforzar las defensas de Verín siguiendo los planteamientos de la fortificación abaluartada. Hasta estas fechas la fortificación de la villa podría, por una parte, reutilizar elementos conservados de algún sistema anterior (como los torreones a los que nos hemos

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Cronista de la Provincia de Ourense. Este relato narra los hechos acaecidos en la provincia entre los años 1640 y 1713, relacionados con las guerras mantenidas entre España y Portugal.

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Que debían abandonar sus trabajos cotidianos desatendiendo así la propia economía de sus casas y haciendas. La fecha de 1646 aparece grabada en un sillar reutilizado en una de las reformas del Baluarte de Elle.

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Figura 13. Planta de la Plaza Fuerte de Monterrei, fechada e el siglo XVIII (Soraluce 1985: 193).


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referido anteriormente) y, por otra, componerse de trincheras, tal vez construidas a medida que avanzaba la Guerra como corresponde a una fortificación de campaña. No obstante, aunque en torno al año 1646 pudiera iniciarse el abaluartamiento de Verín, no debió concluirse ya que se han documentado referencias en fechas posteriores en las que se sigue haciendo mención a la necesidad de fortificar la villa. De todo ello se desprende que la fortificación de Verín fue creciendo, consolidándose y reparándose de forma constante con el propio discurrir de la guerra. En todo caso, en algún momento situado entre mediados del siglo XVII y principios del XVIII Verín queda completamente abaluartado. Chaves en Portugal y Monterrei en Galicia constituyen las plazas fuertes principales de esta parte de la frontera y ambas se rodean de una serie de fortificaciones que, bien protegen el acceso a las mismas, o bien las defienden desde una zona elevada. Nos interesaba para el desarrollo del proyecto conocer cómo se había articulado la defensa en torno a Monterrei. Éste constituye la principal fortificación del sistema y en su entorno inmediato se fortifican otros enclaves destinados a proteger puntos concretos del castillo o del acceso al mismo. (Figura 13). En el valle se localiza Verín defendiendo el acceso a Monterrei desde el Norte, Este y Sur, concretamente los accesos desde Portugal y Castilla. En la ruptura de la dorsal se sitúa el Castillo de Monterrei, que ocupa el promontorio más elevado, aunque las defensas y recintos se han ido ampliando con el tiempo, formando un polígono irregular con varios medios-baluartes y un hornabeque en la zona N. La Atalaia es una construcción de planta cuadrangular que se sitúa a unos 420 m al NNW del castillo y se orienta hacia la entrada al valle desde Portugal, aunque al situarse en una cota inferior no permite ver el valle del Támega situado al E de la dorsal. Desde ella se defiende el flanco más débil de la pla-

za y la fuente de agua potable que quedaría fuera del recinto principal de Monterrei comienza a construirse en 1640 y se remata en 1664 (Dasairas Valsa, 2008: 19). La última fortificación se sitúa a 1.600 m al NNW de Monterrei, en el Alto de San Salvador. Se trata de un fuerte de planta estrellada de cinco baluartes. Según Dasairas (2008: 19) este fuerte se proyectó pero nunca llegó a construirse, sin embargo se ha documentado gracias a la fotointerpretación y todavía hoy pueden verse los restos del mismo, que únicamente conserva un baluarte completo y la mitad de otro. (Figura 14).

Conclusiones Gracias a la combinación de los trabajos realizados en este proyecto, se ha podido recuperar un sistema fortificado más complejo que el que hasta el momento se conocía para esta zona, que corresponde claramente a los planteamientos de la fortificación abaluartada: en el valle, protegiendo el acceso a Monterrei desde Portugal y la Meseta castellana, se localiza Verín, que se abaluartúa en este momento, aunque debe adaptarse a la existencia de una estructura urbana anterior. Ya en la dorsal, se emplaza en el extremo SE el castillo de Monterrei, el cual se dota en este momento de nuevas líneas de muralla abaluartadas que protegen la anterior fortificación medieval y amplían la estructura defensiva del castillo hasta la rotura de pendiente antes del descenso de la dorsal hacia el valle. Hacia el NW del castillo, en una zona más deprimida, un collado situado entre el propio castillo de Monterrei y el Alto de San Salvador, se localiza la Atalaia desde la que se domina visualmente la zona de acceso desde Portugal. Finalmente, en el Alto de San Salvador, se ha documentado otra estructura de planta estrellada con cinco baluartes localizada en el punto más elevado de la dorsal, desde el que se tiene un dominio visual de todo el valle. (Figura 15).


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Figura 14. Construcciones emplazadas en la dorsal de San Salvador relacionadas con la defensa de la frontera en el valle del Támega.


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Figura 15. Reconstrucción 3D del Valle de Monterrei, basado en un modelo digital del terreno y fotografía aérea vertical. En él se han marcado los emplazamientos de varios puntos relacionados con la fortificación del valle en época moderna.


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Hacia una metodología de análisis de la arquitectura Romana en Augusta Emerita Pedro Mateos Cruz Instituto de Arqueología-Mérida p.mateos@iam.csic.es

Antonio Pizzo Università di Roma-La Sapienza. Dipartamento Radaar1 antoniopizzo@iam.csic.es

Resumen

Palabras clave

Las experiencias acumuladas en la gestión, documentación, investigación y conservación del patrimonio arqueológico de Augusta Emerita han llevado a la definición de una praxis operativa y metodológica que ha evolucionado sustancialmente en los últimos quince años de actividades. En esta contribución se explican la génesis, la trasformación y la consolidación de un sistema de actuación en relación con una serie de proyectos y trabajos multidisciplinares que abren nuevas perspectivas a la investigación sobre la arquitectura romana de la ciudad. Una de las novedades a destacar se relaciona con la aplicación del método estratigráfico en el análisis de los procesos y dinámicas constructivas de edificios tradicionalmente observados desde la óptica de la historia del arte.

Documentación arqueológica, Scanning 3D, arquitectura romana y estratigrafía, arqueología de los espacios políticos, arqueología de la construcción.

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Contrato posdoctoral financiado por la Junta de Extremadura.

La reflexión sobre la metodología empleada en el análisis de la arquitectura romana no ha tenido avances sustanciales en los últimos tiempos. A diferencia de otros contextos vinculados sobre todo con la arqueología medieval, donde se debate continuamente sobre los métodos para una correcta clasificación y gestión de la información arqueológica, los estudios de arquitectura romana se han mantenido anclados, salvo excepciones, a tradiciones historiográficas antiguas. La importancia de los elementos estéticos asociados a la arquitectura, fundamentalmente las decoraciones arquitectónicas y los programas iconográficos, pesaba demasiado en la interpretación general de un edificio, ofreciendo un corpus de datos amplio y rico de detalles que facilitaba comparaciones y cronologías a la carta. El método comparativo, con su proceso sistemático de búsqueda de similitudes formales entre los objetos estudiados, ha conseguido

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construir un modelo de “Arquitectura Romana” en el que se identifican templos, foros, teatros, según una mentalidad estandarizada que producía edificios parecidos en contextos geográficos muy diferentes. Esta situación inicial se asocia, evidentemente, a una idea del edificio como un producto históricoartístico que ha generado, en ocasiones, una visión estilística de la arquitectura. Una de las causas de esta visión es, en nuestra opinión, la priorización del resultado respecto a las indicaciones ofrecidas por el proceso de análisis arquitectónico, desfase que provoca, en la mayoría de los casos, investigaciones independientes, con metodologías propias y objetivos separados del soporte de procedencia (la estructura material). Los estudios epigráficos, iconográficos y de decoración arquitectónica, debido a la tradición historiográfica en la que se apoyan y por la capacidad de definir “fácilmente” cronologías absolutas, constituyen campos fundamentales para el análisis de un edificio romano. Sin embargo hay que lamentar que, generalmente, estos análisis preceden o se realizan posteriormente al análisis arquitectónico y técnicoconstructivo de un edificio. A pesar de que la aproximación estilística a un conjunto monumental no es obligatoriamente un componente metodológico negativo, sobre todo si se relaciona con un tipo de análisis arqueológico, creemos que ha faltado la capacidad de transformar los conocimientos globales acumulados en estas disciplinas y de instaurar planteamientos teóricos y metodológicos claros. El impulso para la discusión sobre los métodos deriva, casi exclusivamente, de los conocimientos personales de los investigadores, más que de la implantación de verdaderas escuelas2. El proceso de estudio de los edificios como documento, tan válido como las fuentes literarias o epigráficas, se desarrolla a partir de casos específicos, a menudo aislados del resto del panorama científico, que pretende comprender la estructura como producto artístico irrepetible. Los trabajos relacionados con la resolución de problemas técnicos3 permanecen como experiencias aisladas, relevantes para la comprensión de la tecnología arquitectónica romana, pero a veces cargados

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Pizzo, A. 2010 (e.p.). Rivoira, 1921; Cozzo, 1928; Giovannoni, s.f; De Angelis D’Ossat, 1943; Lugli, 1957; Crema, 1959; Ward Perkins, 1974; Giuliani, 1990, Ginouves, Martin, 1985; Ginouves, 1992, 1998; Adam, 1996.

de una idea de la misma demasiado centrada sobre el papel de originalidad de los grandes monumentos. En el territorio hispánico no aparecen trabajos técnicos sobre la arquitectura de época romana, pero a partir de los años 50 se evidencia un cierto interés hacia las problemáticas técnicas. Así se genera una serie de actividades orientadas a la comprensión de diferentes aspectos de la arquitectura. No se asiste a una difusión homogénea de nuevas metodologías o de nuevas formas de analizar la arquitectura, pero se producen trabajos rigurosos que proponen, en algunos edificios romanos significativos4, una aproximación diferente respecto a la inserción en un esquema artístico tradicional. En nuestro caso la exigencia de formular una praxis metodológica propia, operativa en el sentido de la gestión de una gran cantidad de datos acumulados, nace con la experiencia y las actividades arqueológicas realizadas en la Iglesia de Santa Eulalia entre los años 1989 y 1991. En esta intervención, fundamental para la creación de un grupo de investigación actualmente activo, se dieron los primeros pasos hacia una nueva forma de entender el análisis de la arquitectura y el urbanismo con la introducción de nuevas estrategias de análisis, derivada de la necesidad de llevar a cabo una secuencia cronológica de las numerosas estructuras existentes en las excavaciones. En Sta. Eulalia, la realización continua de enterramientos en el interior de la iglesia a lo largo de época moderna y contemporánea eliminó, salvo contadas excepciones, cualquier posibilidad de documentar estratigrafías horizontales que permitieran establecer una diacronía para los restos hallados. Solamente la

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Garcia y Bellido, 1953: 414 ss. en el caso del puente de Medellín; Hütter, 1973; La Torre et alii, 1991: 129; Bello Diéguez, 1991:175 para la torre de Hercules; Almagro Gorbea, 1979: 165-188 en el teatro de Sagunto. Desde el punto de vista de la aplicación de una metodología utilizada sistemáticamente al estudio y al registro de los edificios se recuerdan los trabajos desarrollados en el Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid, dirigidos por M. Bendala. En este ámbito se organiza una verdadera escuela que actúa con una notable profundización en los análisis arquitectónicos de varias ciudades de la Bética y de la Lusitania, recurriendo, en todos los casos, a un sistema de registro estructurado sobre la base principal del examen de las técnicas constructivas. Los trabajos más importantes de este equipo se presentan en los años 90, abriendo una línea de investigación novedosa en el panorama de la ciencia arqueológica española. Entre los estudios más interesantes se recuerdan Roldán Gómez, 1987, 1992, 1994. Rodríguez Gutiérrez, 2004; Durán Cabello, 1998, 2004. Bendala Galán, 1992; Bendala, Rico, Roldán, 1998 (Eds.).


Hacia una metodología de análisis de la arquitectura Romana en Augusta Emerita

utilización del método estratigráfico para las estructuras murales, continuamente sujetas a trasformaciones a lo largo del tiempo, permitió realizar una secuencia cronológica que nos ayudó a comprender la evolución ocupacional del espacio (Fig. 1). Bajo la codirección de L. Caballero y P. Mateos, coetáneamente a los trabajos realizados en Italia por R. Parenti, se utilizó el método Harris aplicado a la arquitectura. En el año 1990, en España, esta aplicación constituía una novedad que permitió conocer, en buena medida, la secuencia estratigráfica y las características arquitectónicas de las estructuras de la iglesia e integrarlas, posteriormente, con los resultados de la epigrafía y las fuentes históricas, con el fin de establecer una secuencia cronológico-ocupacional definitiva5.

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Los resultados de los trabajos en la iglesia de Santa Eulalia coincidieron con la exigencia de desarrollar para la ciudad un proyecto de gestión de la arqueología urbana que ha dado continuidad y ampliación al equipo y a la metodología citada, extendiendo el protagonismo de la estratigrafía arqueológica a la totalidad de las intervenciones y proyectos de investigación6, haciendo de la gestión y difusión de nuestras actividades arqueológicas un modelo a seguir7. Una vez establecidos los presupuestos para el registro, organización, gestión y difusión de los datos procedentes de la abundante cantidad de intervenciones de excavación, se evidencia una exigencia nueva con respecto a la problemática de la investigación en la ciudad. Las premisas metodológicas y los resultados obtenidos en más de una década de actividades y proyectos crearon la necesidad de la presencia de una institución que respaldara y activara la investigación

Mateos, 1999. 6

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Esta información se puede consultar en las publicaciones de la serie Memoria que anualmente realiza el Consorcio de Mérida desde 1997. Diferentes ciudades e instituciones han seguido la senda del proyecto emeritense independientemente de la forma administrativa escogida para ello (Consorcio, patronato, convenios …).

Figura 1 (izquierda). Ejemplo de lectura estratigráfica muraria efectuada en las excavaciones de la iglesia de Sta. Eulalia. Figura 2 (derecha). Organización actual de la documentación del yacimiento arqueológico emeritense mediante un SIG urbano.

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Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

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realizada en el yacimiento de Mérida a escala nacional e internacional. Con esta premisa y debido a la evolución de la arqueología emeritense se crea el Instituto de Arqueología de Mérida (IAM) que, bajo la dirección de Luís Caballero, primer director del centro, establece una nueva etapa en la investigación de la ciudad, ampliando los objetivos generales a ámbitos cronológicos, metodologías y sistemas operativos muy diferentes8. Estas experiencias se materializan alrededor de una institución que nace de la colaboración de tres diferentes instituciones, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, la Junta de Extremadura y el Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida, entidades con prioridades distintas que enriquecen la organización y los objetivos científicos de nuestro instituto. La colaboración institucional permitió la organización de la documentación en un soporte nuevo basado en un sistema de gestión de la información patrimonial (SIG Urbano) que rediseña totalmente el antiguo funcionamiento de los procesos de registro activados en los años anteriores. Hasta el año 2004 la documentación patrimonial emeritense custodiada por el Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida, presentaba algunos problemas de gestión en relación con la desvinculación de las diferentes informaciones y, como consecuencia de ello, la falta de agilidad en su uso. El incremento del número de proyectos de investigación relacionados con el patrimonio emeritense a raíz de la creación del IAM plantea la necesidad de poner en funcionamiento un sistema que integrara y activara toda la documentación existente, permitiendo además su utilización conjunta por distintas instituciones (Fig. 2). El nuevo soporte realizado reelabora la documentación del Consorcio y la gestiona de forma única y normalizada en una base de datos que incluye todas las intervenciones arqueológicas de los últimos 17 años. En este soporte informático confluyen planimetrías arqueológicas digitales georreferenciadas, además de la cartografía del municipio, de la Junta de Extremadura con sus catálogos de Patrimonio Arqueológico y Arquitectónico, los datos catastrales de la ciudad y su término municipal, con ortofotos del área de estudio.

Con todo ello, entre el Consorcio de la Ciudad Monumental y el IAM se ha estado diseñando y configurando un sistema basado en la tecnología de los sigs, cuya puesta en funcionamiento permite en estos momentos la gestión integral de la información, utilizando internet como plataforma de consulta y difusión de la aplicación diseñada9. Estos nuevos soportes informáticos facilitan el estudio de la arquitectura histórica y su contextualización urbana. En concreto, nuestra contribución se estructura sobre una línea de investigación, “Arqueología de los Espacios Políticos” que tiene como objeto de estudio el análisis de la ordenación, la gestión, y la transformación de los espacios como resultado de la organización socio-política que en ellos se implanta. La arquitectura —en particular la arquitectura monumental— y el urbanismo (entendida la ciudad como espacio político por excelencia), adquieren, de ese modo, especial protagonismo. En el marco de la línea cabe un planteamiento cronológico de carácter diacrónico, desde las primeras manifestaciones arquitectónicas hasta el surgimiento y desarrollo del fenómeno urbano y sus problemas. Desde el punto de vista conceptual, la arquitectura es entendida como la más clara expresión de la apropiación antrópica del espacio, pero también como un proceso tecnológico y productivo, que liga íntimamente al edificio, a la ciudad y a su entorno mediante factores ideológicos y simbólicos. De ahí que los enfoques metodológicos que se puedan efectuar sobre el espacio edificado sean de múltiple naturaleza. Atendiendo al tema de este encuentro de “Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos: últimas tendencias metodológicas”, centraremos el análisis en los aspectos de la arquitectura relacionados con la producción y la tecnología de la arquitectura de época romana, y la integración de estos factores con los trabajos epigráficos, iconográficos, topográficos y urbanísticos. La aplicación del método estratigráfico a ámbitos cronológicos distintos, arquitecturas de diferente entidad y estado de conservación (en nuestro caso la época clásica) necesita, en nuestra opinión, una discusión nueva de carácter metodológico sobre las

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9

www.iam.csic.es recoge toda la información actualizada en relación con las líneas de investigación, proyectos, agenda científica, publicaciones, etc., del centro.

Los detalles del nuevo sistema de información en Arroyo, Barrientos, Mateos, 2010 (e.p).


Hacia una metodología de análisis de la arquitectura Romana en Augusta Emerita

posibilidades de emplear la estratigrafía según las premisas originales de la arqueología de la arquitectura. Consideramos indiscutible la aproximación a un edificio histórico con la evaluación estratigráfica de las actividades de construcción, uso, trasformación y abandono que lo caracterizan, a pesar de que, en ciertas ocasiones creemos necesario revisar algunos conceptos y contenidos que diferencian ligeramente nuestro acercamiento analítico, respecto a una visión comparativa tradicional de la arquitectura de época romana. Las premisas metodológicas sustentadas por la línea de investigación citada y las experiencias de la actividad arqueológica en la ciudad han orientado nuestros recursos hacía dos aspectos relevantes:

1. La búsqueda de las tecnologías adecuadas para la correcta representación gráfica de los edificios antiguos como método fundamental para la documentación arqueológica 2. La integración-homogeneización de los diferentes estudios (historiografía, epigrafía, iconografía, análisis técnicos, arqueometría) en proyectos unitarios y grupos de trabajos multidisciplinares. Ambas prioridades se materializan en una serie de estudios y proyectos de investigación cuyo desarrollo se asocia constantemente a una reflexión metodológica nueva y diferenciada sobre las estrategias a seguir.

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Figura 3. Reconstrucción de la planta de Augusta Emerita en la que aparecen reflejados el teatro y el anfiteatro y, en sombreado, el foro (1) y el Conjunto Provincial de Culto Imperial (2).


Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

En la actualidad una aproximación global a un edificio histórico no se entiende si no es desde la base de un acercamiento multidisciplinar que observe los restos desde distintas ópticas de análisis, previamente a la definición de hipótesis históricas generales. Este planteamiento, que sobre todo en la arqueología medieval, supone una premisa incuestionable desde hace ya varios años, parece abrirse camino en parte de la investigación ligada a la arqueología clásica de nuestro país. Con esta premisa, la documentación, el análisis, la interpretación y la contextualización urbanística del edificio, siguen siendo los pilares básicos desde los que desarrollar una investigación integral que ayude al conocimiento real, en nuestro caso, de la arquitectura pública romana. El empleo de nuevas tecnologías para la representación gráfica de los edificios y su documentación resulta fundamental en el yacimiento arqueológico urbano emeritense donde ya existe desde varios años una unidad en el Sistema de Registro para todo el ya-

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cimiento, que permite almacenar y procesar los datos arqueológicos en su conjunto. La realización de proyectos de investigación en los principales espacios públicos emeritenses de época romana ha permitido desarrollar aspectos interpretativos sobre ámbitos complejos de la ciudad, tan representativos como las áreas forenses o la zona de los edificios de espectáculos (Fig. 3). La inversión que se realiza en el trabajo de documentación es prioritaria al inicio de nuestra investigación, con el objetivo de mejorar el resultado final y restituir una planimetría exacta para una correcta contextualización urbana. El proceso se inicia incluyendo en los ámbitos urbanos analizados la totalidad de los restos documentados en la zona, aportando la información necesaria tanto desde el punto de vista planimétrico como en lo referente a su documentación historiográfica o registro arqueológico, ya sea proveniente de excavaciones u otro tipo de intervención. Esta fase de la documentación fue vital, por ejemplo en el caso de proyectos como el del conjunto provincial de culto Imperial10 o el del foro de la colonia11. En ambos casos, restos de estructuras que se encontraban diseminadas en zonas muy amplias y topográficamente distintas pudieron ser relacionadas gracias a su incorporación en el SIG urbano, lo que permitió elaborar una primera planta potencial de restos arquitectónicos con la finalidad de iniciar un largo proceso de investigación, que ha llevado a un cambio sustancial en la configuración ideal que se tenía de toda la zona central de la ciudad romana (Fig. 4). Dentro de este proceso de documentación de la arquitectura pública emeritense han resultado fundamentales los datos aportados por el estudio historiográfico de los edificios. En una ciudad como Augusta Emerita, donde muchas de las estructuras se han conservado en alzado, reutilizadas en otros edificios de época posterior o dispersas en el paisaje urbano, esta fase de recopilación es necesaria para el conocimiento original y las continuas transformaciones derivadas de su reutilización. La existencia de intervenciones antiguas en distintos puntos de la ciudad supone una fuente inagotable de datos que deben ser analizados e insertados gráficamente en el área objeto de estudio. La integración del análisis historiográfico con los datos procedentes de las excavaciones arqueológicas y la creación de nuevas planimetrías preceden al 10 11

Figura 4. Ejemplo de utilización del SIG urbano en la recogida de información sobre un espacio de la ciudad romana: el foro.

Mateos Cruz 2006 (Ed.). Ayerbe, Barrientos, Palma 2009 (Eds.).


Hacia una metodología de análisis de la arquitectura Romana en Augusta Emerita

análisis arquitectónico y urbanístico, sirviéndose de distintas herramientas para la representación gráfica. Tras diversos ensayos y atendiendo, por un lado, a la optimización de los recursos y el tiempo disponible, y por otro, a los objetivos científicos planteados, hemos optado por el empleo de técnicas diferenciadas basadas en la complejidad del objeto de estudio: • Realización de planimetrías y alzados a partir de la ortorrectificación de imágenes para las representaciones bidimensionales de las fábricas de los edificios. • Empleo del scanner láser 3D para estructuras complejas que lleven asociados estudios de reconstrucción volumétrica en tres dimensiones. La rectificación fotográfica es una técnica que transforma un fotograma en fotoplano conjugando el rigor métrico con la complejidad de las informaciones típicas de la fotografía. En la actualidad existen varios software que permiten ejecutar esta operación que, desde el punto de vista teórico, resulta muy sencilla y se repite en la totalidad de los programas existentes

en el mercado. La fase de rectificación y restitución fotográfica es la más extensa de las operaciones de documentación gráfica efectuadas en los edificios12. La creación de un registro de imágenes digitales tomadas a corta distancia, hace posible una primera descomposición de los edificios en elementos funcionales (pilares, contrafuertes, muros, arcos, bóvedas, etc.) que previamente han sido analizados desde el punto de vista técnico-constructivo, y sucesivamente integrados en la reconstrucción de las fases de edificación, uso y trasformación del edificio. Este sistema de documentación en ámbitos arquitectónicos, limitados o parciales, resulta eficaz y preciso al igual que el levantamiento fotográmétrico tradicional, más costoso en tiempo y recursos. No obstante debemos reseñar que la precisión geométrica de los levantamientos fotográficos depende, en buena medida, de la precisión de la fase de registro de las coordenadas topográficas y de su precisa correlación con las imágenes (Fig. 5).

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Las primeras aplicaciones en la arquitectura romana de Mérida en Pizzo, 2005: 587-593; Pizzo, 2008; Pizzo 2009.

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Figura 5. Ejemplo de uso de la fotorrectificación aplicada al llamado arco “de Trajano”.


Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

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La técnica del Scanning 3D es relativamente novedosa en su ámbito de aplicación en la arquitectura histórica, mientras que sin duda, su empleo en la arquitectura de época romana hispánica se ha planteado por primera vez en los edificios de Augusta Emerita, con el objetivo citado de encontrar para cada estructura una técnica específica de representación gráfica. El empleo de este soporte tecnológico ha abierto un dialogo nuevo entre arquitectos y arqueólogos, favoreciendo la puesta en común de una serie de problemáticas y objetivos tradicionalmente vinculados con la actividad de grupos de investigación separados. En este sentido, los edificios de la ciudad se han convertido en un laboratorio para la experimentación tecnológica y la discusión de contenidos relacionados con los resultados de la investigación. Las diferentes percepciones de las cuestiones históricas por parte del arquitecto y el arqueólogo han llevado a definir en un nivel interpretativo único, los elementos vinculados con la idea o la materialización del proyecto arquitectónico, los cambios de estrategias en los procesos de construcción y las trasformaciones relacionadas con factores históricos determinantes en el conocimiento de la ciudad. Sin extendernos en la explicación del funcionamiento del scanner laser, ampliamente tratado en otras contribuciones más específicas13, nuestro equipo de investigación cuenta con una relación institucional y científica estable con el Dipartamento di Rilievo, Analisi, Disegno dell’Ambiente e Dell’Architettura (RADAAR) de la Università di Roma-la Sapienza. El equipo RADAAR participa en todos los proyectos de nuestra línea de investigación desde 2006 desarrollando el levantamiento arquitectónico de edificios como el teatro y el anfiteatro de Mérida; el arco de Jano en el foro Boario; o los teatros romanos del Mediterráneo elegidos en el marco del proyecto de investigación del programa Euromed Heritage poniendo a disposición de todos los recursos humanos y tecnológicos del departamento, en un proceso de colaboración que se va extendiendo y reforzando continuamente. A partir de esta relación científica, RADAAR desarrolla la toma de datos topográficos, arquitectónicos y planimétricos, realizando las distintas nubes de puntos que, en un largo proceso de selección en laboratorio

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y gracias a la integración real entre arquitectos y arqueólogos disecciona la información necesaria para la realización de la documentación gráfica requerida. La importancia de esta colaboración se manifiesta en la continua experimentación de aplicaciones tecnológicas sobre nuestros edificios —creación de software específicos para el tratamiento de las nubes de puntos, realización de alzados, secciones y plantas mediante la vectorialización de puntos seleccionados, aplicación de fotografías de alta resolución a los modelos tridimensionales etc.— que se convierten en el centro de la atención de una rama de la tecnología, tradicionalmente vinculada a otros campos disciplinares (Fig. 6). Desde el punto de vista de la metodología arqueológica, la precisión obtenida en la documentación gráfica de la arquitectura mediante el Scanning 3D permite plantear nuevas cuestiones respecto a argumentos no reconocibles en una planimetría tradicional (por ejemplo en el reconocimiento del proyecto arquitectónico, su ejecución, materialización, etc.). Anticipando algunos resultados sobre el proyecto en curso en el teatro y anfiteatro de Mérida, objeto de dos campañas distintas de escaneado, se han podido observar una serie de problemáticas de carácter constructivo relacionadas con el tipo de planificación geométrica y modular empleada en la edificación de los edificios en relación a la idea original y a la sucesiva ejecución del proyecto. El uso del scanner láser garantiza una precisión geométrica con un margen de error inapreciable que posibilita el estudio volumétrico del edificio y la creación de modelos 3D, fundamentales no solamente en la difusión pública de los resultados, sino también en el proceso interpretativo de la fisonomía real de los edificios.

Bianchini 2004: 62-69; Campana, Francovich, 2006 (Eds.); Docci et al. 2007; Docci, Maestri, 2009.

Figura 6. Imagen, nube de puntos del teatro y anfiteatro de Augusta Emerita mediante Scanner laser 3D.


Hacia una metodología de análisis de la arquitectura Romana en Augusta Emerita

Con esta relación institucional basada en un convenio de colaboración entre el IAM y la Università di Roma-la Sapienza, creemos haber superado los grandes obstáculos que supone enfrentarse a edificios tan complejos y de difícil representación. La misma colaboración se lleva a cabo en otro de nuestros proyectos de investigación, el del Arco de Jano en el Foro Boario en Roma14, donde la dificultad de representar el edificio ha sido obviada con la introducción de un nuevo escáner que ha facilitado, mediante la correlación de imágenes digitales de altísima definición, la restitución de detalles arquitectónicos de gran importancia que servirán no solamente para la lectura y estudio del edificio, sino también para la presentación de un nuevo proyecto de restauración, tras la finalización de las campañas de excavaciones arqueológicas y el análisis arquitectónico del arco (Fig. 7). Nuestro grupo de investigación participa, también, como partner en un proyecto internacional muy ambicioso titulado Ancient Theatres Enhancement for

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“Roma y las capitales provinciales de Hispania. El arco de Iano y la influencia de la urbs en la arquitectura pública de Augusta Emerita” (Ref: HAR 2009 – 14314 – C03 – 02)

New Actualities15 sobre los teatros antiguos del Mediterráneo en el marco del programa Euromed Heritage. Se trata, en este caso, de extender la colaboración institucional citada a un nivel más amplio, involucrando centros de investigación y universidades europeas, americanas y del norte de África. El objetivo de este proyecto es el análisis global de una serie de teatros emblemáticos —Cartago, Petra, Taormina, Siracusa, Mérida, Gerasa— bajo la óptica de la multidisciplinariedad y de la integración de resultados diferentes —análisis geométricos, arquitectónicos, técnico-constructivos, patrimoniales, impacto medioambiental, acústica, restauración, programas de reutilización para espectáculos, adecuación a las visitas etc.— (Fig. 8). La participación de nuestro grupo avala la realización de las actividades arqueológicas y los análisis arquitectónicos y técnicos constructivos, en relación con la utilización de la metodología de análisis que se ha llevado a cabo en los proyectos de investigación, por ejemplo, sobre el teatro romano de Mérida o el de Medellín. En el ámbito de este proyecto se realizarán una serie de actividades novedosas que plantean, por primera vez, el análisis arqueológico de la totalidad de los edificios elegidos, sobre la base de una documentación gráfica realizada ex novo y con las mismas premisas metodológicas y restitución volumétrica, mediante el empleo de la misma técnica de Scanning Laser 3D. La homogeneización de las restituciones gráficas y la integración con una misma metodología de lectura estratigráfica de teatros geográfica y cronológicamente muy distintos, permitirá un nuevo ensayo general sobre las problemáticas constructivas, económicas e históricas relacionadas

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Figura 7. Vista general del arco cuadrifronte del Foro Boario de Roma.

EuropeAid/126266/C/ACT/Multi.

Figura 8. Vista general de la escena del teatro de Taormina.

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Figura 9 (arriba). Toma de datos mediante Scanner laser 3D del arco cuadrifronte del Foro Boario de Roma. Figura 10 (abajo). Puente romano de Mérida. Análisis estratigráfico de su estructura.


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con arquitecturas funcionalmente idénticas y, sin embargo, muy diferentes. Ambas técnicas de documentación, orto-rectificación y scanning 3D, resultan básicas a la hora de crear el soporte gráfico para desarrollar el análisis estratigráfico y arquitectónico de los edificios, representar sus técnicas constructivas o crear y comparar tipologías de aparejos y procesos constructivos (Fig. 9). En la ejecución del análisis estratigráfico de los edificios se emplean los instrumentos y el proceso metodológico definidos en el ámbito de la arqueología de la arquitectura16. Sin embargo, la experiencia acumulada en el estudio de distintas estructuras de Mérida y el resto de la Lusitania nos indica que el empleo del análisis estratigráfico tradicional puede resultar redundante en aquellos complejos arquitectónicos con problemáticas estratigráficas limitadas. La mayoría de los edificios públicos romanos de Mérida, por ejemplo, presentan un estado de conservación relacionado con el momento de abandono o destrucción voluntaria de sus estructuras. La tarea de distinción de unidades estratigráficas, actividades de replanteamiento o remodelación, se realiza en la totalidad de los contextos a pesar de la conservación de un único proceso constructivo. En estos casos, la lectura estratigráfica se centra en el registro de un mecanismo productivo homogéneo correspondiente a la construcción y uso del edificio. A pesar de la escasa complejidad estratigráfica típica de varios conjuntos monumentales de época romana, entendemos la necesidad de seguir una metodología adecuada para la lectura de las características técnicas de los edificios a través del análisis estratigráfico, aunque en la mayoría de los casos estas lecturas sirven para establecer, “únicamente”, los pasajes de las distintas fases constructivas de las estructuras, potenciando el estudio del edificio con los detalles de tipo técnico relativos al proceso de edificación17. Esta cuestión no impide el desarrollo de estudios estratigráficos en edificios como el Arco de Trajano, el Puente romano o el Templo de Diana, objeto de numerosas reformas a través del tiempo, que se perciben en un análisis de su estructura actual. En la

mayoría de los casos, son edificios públicos abandonados a principios del s. V, en los que la huella de su existencia a lo largo de los siglos se mide por los procesos de expolio de los que han sido objeto (Fig. 10). En este sentido, no es casual que las superposiciones estratigráficas verticales más significativas se documenten en restos de construcciones que, por varias razones, han pervivido, en su funcionalidad, con continuas adecuaciones y restauraciones (Fig. 11). El análisis estratigráfico resulta fundamental; se trata, por tanto, simplemente de revisar o adaptar el mismo método y simplificarlo, sin modificarlo desde el punto de vista teórico. El problema deriva, además, de la idea de utilizar un método que no es propio de la arquitectura de época romana. La arqueología de la arquitectura nace como método funcional para solucionar la complejidad específica de la arqueología medieval que, a diferencia de la romana, cuenta con una serie de informaciones escritas añadidas que resultan muy útiles de cara a la complejidad de las lecturas de los paramentos18. A pesar de la escasa complejidad estratigráfica típica de los conjuntos monumentales de época romana, se reconoce la utilidad de seguir los pasos canónicos para la lecturas de las características técnicas de los edificios a través del análisis estratigráfico, aunque en la mayoría de los casos estas lecturas sirven para establecer, exclusivamente, los pasajes y las modalidades de las distintas fases constructivas de las estructuras, potenciando, de esta forma, el estudio del edificio con los detalles de tipo técnico relacionado con el proceso de edificación. Mediante la aplicación del método de lectura estratigráfica de los paramentos se ha podido evidenciar la sucesión de las operaciones y de las fases de construcción de estructuras muy sencillas y otras más complejas, registrando, de manera sistemática, la tipología de los paramentos, de los materiales y sus dimensiones en relación con la funcionalidad desarrollada. En este sentido creemos haber incorporado una contribución a la metodología estratigráfica, orientando el análisis también a cuestiones de carácter puramente constructivo que permanecen como una asignatura pendiente del estudio de la arquitectura clásica. Según los parámetros y los indicadores es-

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Mannoni, 1984: 396-403; Brogiolo, 1988; Parenti, 1988: 249-279; Mannoni, 1994; Brogiolo, 1996; Caballero Zoreda, 1996: 55-74; Parenti, 2001: 41-45; Caballero Zoreda, 2002: 83-100. 17 Los detalles de esta problemáticas en Pizzo 2009a, 2009b.

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Pizzo 2009a; 2009b.

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tablecidos en el seno de la misma arqueología de la arquitectura por T. Mannoni y A. Boato hemos practicado un viraje sustancial en la aproximación a la arquitectura de época romana, respecto a la tradicional contextualización comparativa de los grandes edificios clásicos. De este modo, en el análisis arquitectónico del edificio histórico adquiere gran importancia la arqueología de la construcción, campo disciplinar que trata la arquitectura bajo el prisma de las tecnologías constructivas y las dinámicas edilicias (soluciones constructivas, aspectos jurídicos, análisis del proyecto arquitectónico, etc). Esta definición, lejos de formulaciones teóricas nuevas y debates nominativos que puedan introducir elementos distorsionantes, nace como aproximación específica a las problemáticas productivas y tecnológicas que, desde nuestro grupo, hemos querido analizar respecto a la arquitectura romana de Mérida. En esta tarea se ha creado, además, un grupo de trabajo internacional que ha generado

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Figura 11. Templo “de Diana”. Análisis estratigráfico de su estructura.

una buena base operativa para el estudio y la difusión de temáticas19 tradicionalmente descuidadas en la búsqueda exclusiva de paralelos lejanos y comparaciones entre estructuras, muchas veces construidas con problemáticas económicas muy diferentes. En este sentido, la historia de un edificio se considera desde la óptica de su realización, prestando particular atención al reconocimiento y a la reconstrucción del proyecto arquitectónico, y a las soluciones técnicas empleadas en la edificación de estructuras aparentemente estandarizadas. Las temáticas citadas se vinculan con la organización de una obra edilicia, las peculiaridades existentes en su realización, la difusión de las prácticas constructivas provinciales, la circulación de los conocimientos técnicos, los niveles tecnológicos regionales y las even-

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Camporeale, Dessales, Pizzo 2008a (Eds.); 2008b: 9-12; 2009 (Eds.).


Hacia una metodología de análisis de la arquitectura Romana en Augusta Emerita

tuales interrelaciones entre las distintas áreas geográficas del mundo romano. El estudio de estas cuestiones que generalmente no está presente en los trabajos de arquitectura romana, nace como una necesidad real para entender el proceso de construcción de un edificio. Con esta premisa, buscamos en los estudios de los procesos constructivos una fórmula complementaria que se integra con el cuadro general de la arqueología de la arquitectura, respondiendo, en ciertos casos, al problema de la complejidad estratigráfica de los alzados (escasa en los edificios romanos abandonados en época antigua) y a su vinculación con el reconocimiento del proceso de construcción. En el desarrollo de los proyectos citados anteriormente se ofrece esta nueva visión analítica para la arquitectura de época clásica que defina la dinámica productiva, las modalidades, los tiempos y la organización del trabajo, los sistemas de aprovisionamiento de los materiales o la calidad y cantidad de la mano de obra. En el ámbito de esta definición se incluyen distintas fases de un proceso constructivo: el proyecto inicial; la preparación del área edificable; las infraestructuras vinculadas con el desarrollo de los trabajos; la adquisición y elaboración de los materiales; las tareas constructivas; los acabados y las decoraciones; las alteraciones y reformas de un conjunto arquitectónico; la difusión de las prácticas constructivas en los distintos lugares del Imperio; la identidad y entidad de los promotores y ejecutores analizadas en el campo de la arquitectura pública y privada; la circulación de la mano de obra; las relaciones entre las distintas tipologías de los materiales; la capacidad de construir con conocimientos tecnológicos aparentemente estandarizados y la dimensión económica de la obra20. El análisis de estos otros factores conduce directamente a consideraciones de carácter social y económico que, en arqueología clásica actual, son territorio exclusivo de la epigrafía y del estudio de las fuentes escritas. Analizando estos aspectos de la arquitectura es posible completar las conclusiones tradicionales con la reconstrucción de los procesos, los autores y los detalles de un contexto que, en la mayoría de los casos, permanece oculto bajo la comprensión del fenómeno histórico general. En este sentido y a raíz de estas experiencias o marcos de investigación, se ha querido encontrar

una nueva fórmula de registro de las características arquitectónicas de una amplia tipología de edificios, con el objetivo de poner las bases, a partir de la clasificación, para reflexiones futuras sobre el ambiente socio-económico y los promotores que producen determinadas tecnologías edilicias. La observación detallada de la arquitectura de época romana, la clasificación de sus formas, técnicas y decoraciones, por ejemplo, no representa sólo un método de análisis de las construcciones, sino que se convierte en un nuevo instrumento de resolución de la problemática cronológica de los monumentos, de la determinación de las fases mismas de la construcción y de las fases de trasformación del edificio. De ahí que los enfoques metodológicos que se puedan efectuar sobre el espacio edificado sean de múltiple naturaleza. Tras el análisis estratigráfico-constructivo se aborda el análisis tipológico y el significado del propio edificio. Frente a la aversión o el rechazo generado por algunos investigadores hacia cualquier tipología, es necesario subrayar su importancia formando parte intrínseca de nuestra metodología arqueológica. La búsqueda de similitudes formales, estructurales y funcionales en una arquitectura como la romana, tan cargada de ideología en su “lenguaje constructivo” constituye, sin duda, un examen fundamental a la hora de su interpretación histórica, su funcionalidad o cronología. Solo así se entienden y contextualizan, por ejemplo, las características arquitectónicas del templo provincial de culto imperial de Mérida, de cella barlonga, realizado en época de Tiberio y similar en su planta y concepción arquitectónica al templo de la Concordia de Roma, restaurado por Tiberio en el foro romano veinte años antes de la construcción de la copia emeritense21. Del mismo modo hemos podido definir las características arquitectónicas y urbanísticas de los principales edificios del foro de Augusta Emerita a partir del conocimiento real de su estructura y su vinculación con modelos como el templo del Divo Iulio en Roma entre otros22. Como señalábamos anteriormente, una aproximación global a un edificio histórico no se entiende si no es desde la base de un acercamiento multidisci-

21

20

Véase también Pizzo 2009: 31-45.

22

La problemática histórico-arqueológica general en Mateos Cruz 2006 (Ed.). Ayerbe, Barrientos, Palma 2009 (Eds.).

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plinar que vea el edificio desde distintas ópticas de análisis. En este sentido, la aportación de los estudios epigráficos e iconográficos ha desempeñado un papel fundamental en el conocimiento real de los edificios vinculados con nuestra investigación. El análisis epigráfico realizado en el conjunto provincial de culto imperial, por ejemplo, ha sido la clave para valorar en su justa medida la funcionalidad del complejo, la autoría de la obra o la implicación imperial, a través de la Provincia, en el desarrollo del proyecto urbanístico del espacio23. En el caso del Foro de Augusta Emerita, los datos para conocer las características fundamentales de los edificios existentes en el área y su contextualización urbanística, han venido de la mano de una documentación arqueológica exhaustiva, un análisis pormenorizado de cada uno de los restos arquitectónicos conservados y una plasmación rigurosa de los resultados en la planimetría general de un espacio forense en el que, a través de la epigrafía y la iconografía, se percibe el verdadero alcance del proyecto arquitectónico e ideológico del conjunto24. Por último, en el teatro y anfiteatro la aportación de ambos estudios resulta indispensable a la hora de valorar los aspectos cronológicos y de funcionalidad de estos edificios y de las distintas estancias relacionadas con el Culto Imperial25. En esta concepción de nuestra línea de investigación entendida como el estudio de la ordenación, la gestión y la transformación de los espacios como

23 24 25

Mateos, Peña, Stylow, Ventura, 2010 (e.p.). Ayerbe, Barrientos, Palma 2009 (Eds.). El teatro y el anfiteatro de Augusta Emerita: Documentación, investiga ción y presentación de dos edificios de espectáculo de época romana (Ref.: 3PR 05 A 104).

resultado de las estructuras de organización sociopolíticas que en ellos se implantan, adquiere un especial protagonismo la contextualización urbanística de la arquitectura pública de época romana y de los espacios en que se insertan. Arquitectura y ciudad poseen en época romana una íntima correlación en la medida en que los ambientes arquitectónicos y técnicos son los que conforman la progresiva caracterización de la ciudad, del conjunto de la vida urbana y de los propios ciudadanos. El medio por el que los espacios públicos adquirían su especial significación fue esencialmente su tipificación, clave para que los edificios no fueran simples contenedores, sino realidades cargadas de significado. De esta manera, la arquitectura pública supone una realidad urbana con un alto componente ideológico. Esta íntima relación hace que no podamos entender las claves ideológicas, sociales, políticas, productivas y económicas de una ciudad sin conocer las características de su arquitectura pública; del mismo modo, resulta imposible entender el carácter real de un edificio sin integrarlo en el espacio estructural que lo envuelve y, sobre todo, sin el marco de referencia del ámbito urbano al que da significado. Al final, este es el objeto de nuestra investigación actual, la ciudad como espacio político en el que entender la arquitectura pública a partir de un proceso de documentación, análisis, interpretación y contextualización urbanística del edificio histórico.


Hacia una metodología de análisis de la arquitectura Romana en Augusta Emerita

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Il Castello di Madrignano (La Spezia): Analisi archeologica degli elevati in vista del progetto di recupero e conservazione Anna Boato Dipartimento di Scienze per l’Architettura. Università degli Studi di Genova aboato@arch.unige.it

Architetto, ricercatore di Restauro e professore aggregato dell’Università di Genova, è responsabile del Laboratorio di Archeologia dell’Architettura, attivo presso tale Facoltà. Tra i numerosi lavori pubblicati si segnalano i volumi Costruire “alla moderna”. Materiali e tecniche a Genova tra XV e XVI secolo (Firenze, 2005) e L’archeologia in architettura. Misurazioni, stratigrafie, datazioni, restauro (Venezia, 2008).

Introduzione Nel 2007 la Soprintendenza per i Beni Architettonici e Paesaggistici della Liguria ha avviato la progettazione del recupero del Castello di Madrignano, situato nel piccolo Comune di Calice al Cornoviglio (La Spezia), nella parte orientale della Liguria (Fig. 1). Il Castello, di proprietà del Comune, è da molto tempo in abbandono, e il suo stato di conservazione è assai precario. Benché sia in gran parte ridotto a rudere, con murature talvolta al limite del crollo per instabilità, rimangono però alcune zone con ambienti abbastanza integri, che si è pensato potessero essere nuovamente utilizzati tramite un intervento di recupero non troppo invasivo.

Il Comune, proprietario del Castello, ha quindi deciso di avviare il restauro dell’intera struttura, destinando la parte meglio conservata del complesso a sede amministrativa (con l’Ufficio del Sindaco e altri uffici comunali) e in minor misura a sede espositiva, mentre le restanti parti, semplicemente consolidate e messe in sicurezza, sarebbero rimaste monumento di sé stesse, testimonianza della storia plurisecolare del Castello e dell’adiacente borgo, feudo dei marchesi Malaspina fino alla seconda metà del Settecento. Si tratta di una scelta per molti aspetti coraggiosa, poiché il Castello, date le sue condizioni e la sua posizione piuttosto decentrata, non sembrerebbe l’edificio più idoneo ad ospitare una tale funzione. Una delle motivazioni che hanno spinto a tale scelta è quella di rendere il complesso vivo e utilizzato con continuità, ciò che sembra rappresentare la migliore garanzia per la futura conservazione e manutenzione dell’intera struttura. Esistono inoltre questioni politiche e amministrative derivanti dalla situazione territoriale del Comune, suddiviso in diversi piccoli nuclei abitati (tra cui, appunto, Madrignano) e nel cui capoluogo si trova un altro castello utilizzato come sede comunale museale e di piccola ricettività turistica. Si trattava quindi

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Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

di immaginare per questo secondo castello una funzione complementare e diversa da quella dell’altro e differente anche da quelle meramente turistiche solitamente pensate per tale tipo di edifici, anche perché nella zona i castelli non mancano1 e non riescono quindi ad essere, di per sé, abbastanza attrattivi. Senza addentrarsi nei dettagli delle questioni decisionali, economiche e finanziarie, basti dire che al momento dell’avvio del progetto le risorse disponibili, garantite da un insieme di diversi piccoli finanziamenti, erano comunque piuttosto limitate. Le problematiche da affrontare e da risolvere, al contrario, erano numerose e difficili: condizioni statiche assai precarie in un territorio soggetto a rischio sismico; destinazione d’uso pubblica che rende tale

rischio in qualche modo più significativo; notevole stratificazione delle strutture, soggette nel tempo a continui ampliamenti, modifiche e adattamenti, a cui corrisponde una altrettanto notevole diversificazione delle tecniche murarie e una conseguente maggiore difficoltà nella valutazione del comportamento strutturale delle parti e dell’insieme; accessibilità garantita solo da percorsi pedonali non molto agevoli, con conseguenti difficoltà non solo per la utilizzazione futura ma anche per la gestione e l’organizzazione di un cantiere. La complessità del manufatto dal punto di vista stratigrafico e la delicatezza della questione statica hanno indotto i progettisti, arch.i Mauro Moriconi e Michele Cogorno2, e il Soprintendente arch. Giorgio

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Il territorio della Lunigiana ne è particolarmente ricco, in virtù della plurisecolare dominazione dei Malaspina e delle modalità di successione di tale famiglia, in cui ad ogni generazione i feudi venivano suddivisi tra tutti gli eredi maschi, determinando così una fortissima frammentazione dei possedimenti e una proliferazione delle sedi residenziali e di potere.

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Fig 1. Fronte ovest del Castello di Madrignano prospiciente il sottostante borgo.

Una sintetica presentazione del progetto è in Moriconi, Cogorno 2009.


Il Castello di Madrignano (La Spezia): Analisi archeologica degli elevati in vista del progetto di recupero e conservazione

Rossini, a richiedere specifici approfondimenti conoscitivi. A tale fine sono stati coinvolti da un lato il Dipartimento di Ingegneria Civile, Ambientale e del Territorio (DICAT) dell’Università degli Studi di Genova, nelle persone dell’ing. Sergio Lagomarsino e dell’ing. Stefano Podestà e dall’altro il Dipartimento di Scienze per l’Architettura della stessa Università, nella persona della scrivente3. Il livello di importanza storica e architettonica del manufatto e le condizioni in cui si sono svolte le indagini rendono la situazione di lavoro in cui ci si è trovati a operare in qualche modo esemplare. Dal punto di vista storico il Castello è sicuramente interessante, ma non è certo eccezionale: costruito nel Medioevo, probabilmente tra il XIII e il XIV secolo, è stato parzialmente distrutto in almeno due occasioni a seguito di conquiste e delle successive operazioni di demolizione e smantellamento volute dai vincitori. È stato quindi oggetto di ricostruzione, ma anche di adeguamenti funzionali e tecnici dettati sia dall’evoluzione dei sistemi offensivi e difensivi, sia dalle mutate esigenze dei suoi proprietari, che probabilmente solo da un certa epoca in poi vi stabilirono la propria residenza. Si tratta dunque di un manufatto degno di nota, vincolato in base alla normativa vigente in Italia e quindi sottoposto al controllo del Ministero dei Beni Culturali, tramite la Soprintendenza, che è uno dei suoi uffici periferici, ma non tale da concentrare su di esso particolari attenzioni, tenuto conto anche della vastità e della qualità del patrimonio architettonico italiano. Ciò ha determinato una scarsità di risorse per il progetto e per l’intervento che possiamo quasi definire endemica, scarsità che si è naturalmente riflessa anche sulla quantità di risorse, assai limitate, che è stato possibile destinare alle indagini conoscitive preliminari. La differenza rispetto ad altre situazioni è stata che in questo caso la Soprintendenza ligure era sicuramente più interessata ai risultati e più sensibile di quanto non

siano la gran parte dei committenti e dei progettisti, che spesso trascurano o sottovalutano l’importanza e l’utilità della conoscenza e non sempre sono consapevoli delle potenzialità delle analisi archeologiche degli elevati. Con un budget di poche migliaia di Euro e con i tempi ristretti tipici dei lavori a carattere professionale non era certo possibile pensare di poter condurre uno studio esauriente dell’intero Castello. Era quindi indispensabile ridurre al massimo gli obiettivi conoscitivi e concentrarsi soprattutto su quelle parti dell’edificio e su quegli aspetti che per diversi motivi sembravano più significativi o più urgenti, sperando naturalmente di poter approfondire le ricerche in un secondo momento. In una siffatta situazione la chiarezza delle domande risulta essenziale. La definizione degli obiettivi è nata di concerto tra i diversi soggetti: in primo luogo i progettisti della Soprintendenza, portavoci non solo delle esigenze della tutela ma anche delle richieste dell’Ente proprietario e delle proprie idee progettuali; in secondo luogo gli strutturisti, che per poter avanzare dei suggerimenti di consolidamento statico e di miglioramento sismico più corretti e motivati avevano bisogno di approfondire la conoscenza di alcuni “nodi” strutturali e di alcune parti del manufatto considerate a rischio; in terzo luogo gli archeologi dell’architettura, che essendo i migliori conoscitori degli strumenti della disciplina potevano meglio valutare la compatibilità tra le domande, le risorse economiche e le possibilità operative; in ultimo, ma non per ultimo (last but non least), il Castello, oggetto di studio ma anche unico vero soggetto, da interrogare in modo appropriato e a cui dovrebbe spettare un ruolo da protagonista, non essendo un semplice contenitore da riempire di nuove funzioni e da piegare a esigenze estranee alla propria natura, ma un testimone della storia e delle culture del passato, che tale dovrebbe rimanere anche dopo un qualsivoglia intervento. Si trattava quindi di:

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Alle indagini sul terreno e alle elaborazioni dei dati hanno partecipato, oltre alla scrivente, l’arch. Gianluca Pesce (che ringrazio per l’aiuto fornito nella preparazione del presente lavoro) e l’arch. Carolina Lastrico. L’arch. Daniela Pittaluga ha eseguito le analisi mensiocronologiche dei mattoni ai fini della loro datazione e il dott. geologo Roberto Ricci ha svolto le analisi mineralogico-petrografica delle malte ai fini della determinazione della loro composizione e di una migliore definizione delle unità stratigrafiche e del loro confronto.

1. Elaborare un quadro preliminare delle evidenze archeologiche e stratigrafiche, esteso all’intero complesso. 2. Elaborare un quadro analitico di maggior dettaglio limitatamente alla porzione sud-est del Castello e, nello specifico, ad una parete “in bando”

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Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

su cui erano previsti i maggiori interventi di consolidamento (Fig. 2). 3. Individuare e segnalare le parti del manufatto che sembravano necessitare o meritare approfondimenti di tipo storico-archeologico nel corso delle successive fasi di cantiere. 4. Analizzare in modo speditivo i principali o più significativi fenomeni di degrado dei materiali e delle superfici. A tale fine nel contratto di ricerca stipulato tra la Soprintendenza e il Dipartimento erano previste le seguenti indagini ed elaborazioni, ognuna delle quali da condurre al livello di approfondimento possibile, in base alle premesse sopra enunciate: • Analisi stratigrafica degli elevati. • Esame empirico dei materiali e delle tecniche costruttive con eventuale caratterizzazione dei materiali mediante prelievo e analisi di laboratorio (in particolare analisi mineralogico-petrogra-

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Fig 2. Lato interno della parete sud (parete 1-I).

fiche delle malte allo stereomicroscopio in luce riflessa). • Datazione delle tecniche, degli elementi costruttivi e, ove possibile, dei materiali mediante l’utilizzo degli strumenti archeologici e archeometrici propri dell’archeologia dell’architettura (cronotipologia, mensiocronologia, analisi delle tecniche murarie). • Interpretazione dei risultati e sintesi critica delle indagini condotte, tenuto conto anche di eventuali risultanze di indagini bibliografiche e archivistiche esistenti. Si trattava di un programma in qualche modo aperto: non erano infatti indicate le modalità di esecuzione delle varie indagini, il tipo di schede da utilizzare, le forme grafiche degli elaborati finali… per i quali era lasciata piena libertà di scelta agli esecutori. Ciò anche perché in Italia non esistono, nell’ambito dell’archeologia applicata allo studio degli edifici storici, protocolli, documenti guida o modi normali-


Il Castello di Madrignano (La Spezia): Analisi archeologica degli elevati in vista del progetto di recupero e conservazione

zzati di esecuzione delle analisi e di redazione degli elaborati di sintesi a cui attenersi. Al contrario, da quando l’archeologia degli elevati si è diffusa in Italia, prima nell’ambito delle ricerche a carattere puramente storico-archeologico e poi nell’ambito delle indagini conoscitive preliminari agli interventi, vi è stato un proliferare di sistemi di codificazione e di proposte metodologiche tra loro alternative, benché tutte riconducibili ai principi generali del metodo stratigrafico. Se per certi versi questo può creare qualche problema di comunicazione dei risultati delle analisi, soprattutto se non vengono illustrate le simbologie e le forme di rappresentazione di volta in volta adottate, vi è però anche il vantaggio di non indirizzare le ricerche entro percorsi predeterminati, che difficilmente possono tenere conto della varietà e molteplicità delle situazioni reali, a cui occorre fare riferimento per scegliere il percorso di indagine più adeguato al singolo caso. Questo non significa che non debba esistere un sistema generale di riferimento o che sia lecito condurre le singole analisi in modo arbitrario, ma piuttosto che il ruolo e l’importanza di ciascuna di esse può cambiare a seconda dell’oggetto e che alcune indagini (tra cui la stessa lettura stratigrafica) possono essere condotte in modo sommario o approfondito, parziale o completo in relazione agli obiettivi, ai tempi e ai modi dell’indagine, purché siano chiaramente indicati i limiti e le incertezze derivanti dalle eventuali semplificazioni adottate. La serietà e il rigore del percorso e dei risultati raggiunti non ne risentiranno, se saranno chiaramente esplicitati i dati di partenza e i criteri con cui sono stati selezionati, le modalità di svolgimento delle analisi e delle elaborazioni eseguite e i ragionamenti su cui si fondano le conclusioni (sempre provvisorie) a cui si è pervenuti. È proprio la coscienza della provvisorietà di qualsiasi interpretazione storica, anche derivante dall’analisi più completa e sofisticata, che deve comunque suggerire prudenza quando si tratta di utilizzare gli esiti di un’indagine archeologica ai fini di un progetto. Se infatti possiamo aspirare a conoscere gli aspetti materiali di un manufatto architettonico nel suo attuale stato di fatto (cosa comunque non così semplice come potrebbe sembrare, data la quantità di parti nascoste che ogni manufatto ha), molto più difficile e aleatorio è ricostruire ciò che è stato e non è più, a partire dalle poche tracce che ne rimangono. È quindi indispensabile basare le scelte di progetto su una buona conoscenza dei materiali e delle strutture

esistenti, delle loro caratteristiche e del loro comportamento, mentre è sempre rischioso (o quantomeno problematico) fondarle su discriminazioni derivanti da attribuzioni delle varie parti a particolari epoche o autori.

Consistenza e condizioni del manufatto Il Castello ha un’estensione di circa 500 metri quadrati (escludendo i resti murari più esterni) e si sviluppa sostanzialmente su due livelli. È dotato di un cortile interno, su cui si affacciano alcune parti della cortina perimetrale e diversi ambienti e che contiene i resti di una scala esterna che conduceva al piano superiore. Due torri circolari inquadrano la parete rivolta verso il paese e i resti di una terza torre sono a malapena riconoscibili sul lato opposto. A una quota inferiore si intravedono i resti di una cinta esterna, dotata di baluardi o torri di fiancheggiamento ad andamento circolare. Il complesso presenta la quasi totalità delle sue strutture a vista. Solo poche porzioni degli ambienti interni e dei paramenti esterni sono intonacate e ciò facilita evidentemente la lettura stratigrafica delle murature. Per contro alcune zone dell’edificio risultano nascoste a causa della vegetazione infestante, dei cumuli di macerie e degli interramenti, mentre altre sono poco o per nulla visibili a causa della loro posizione rispetto ai punti di osservazione e della difficoltà o pericolosità di accesso. Ciò è in stretta relazione con la natura e la collocazione arroccata dell’edificio, le cui pareti esterne sono quindi piuttosto alte e svettanti (fino a 15 metri circa in corrispondenza dell’angolo sud-ovest), e con l’assenza di una buona parte degli orizzontamenti interni, che impedisce di avvicinarsi a molte delle pareti interne (ma che, per contro, permette di osservarle nella loro continuità). In mancanza di ponteggi o di altri mezzi per raggiungere le parti alte delle murature risulta impossibile eseguire campionamenti, misurazioni od osservazioni di dettaglio, spesso indispensabili per risolvere quesiti stratigrafici e per procedere a datazioni assolute. L’utilizzo di strumenti semplici e poco costosi quali apparecchi fotografici dotati di opportuni obiettivi o di binocoli può in alcuni casi aiutare, ma non sempre è sufficiente a dirimere i dubbi, anche in relazione alla fissità dei punti di osservazione e delle immagini che ne derivano, talvolta ingannevoli.

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Arqueología aplicada al estudio e interpretación de edificios históricos

Modalità di indagine e di registrazione delle osservazioni Di seguito si cercherà di illustrare in che modo è stata condotta l’indagine, in relazione ai diversi punti in cui essa doveva articolarsi. Per quanto concerne il punto 2 (approfondire l’analisi per quanto riguarda la grande parete “in bando” del fronte sud, tenuto conto dei problemi statici da cui è contraddistinta) si è deciso di intraprendere una analisi stratigrafica di dettaglio, procedendo innanzitutto alla individuazione e mappatura di tutte le unità stratigrafiche riconoscibili sui lati esterno (E) e interno (I) della parete (denominata parete 1) (Fig. 3). Per

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Fig 3. Mappa delle unità stratigrafica della parete sud, lato esterno (parete 1-E).

quanto riguarda il lato interno l’operazione di mappatura sistematica è stata però limitata alla parte “libera” della parete stessa, al di sopra della quota del solaio del primo piano, trascurando le porzioni di parete visibili all’interno di due ambienti del piano terreno. Ciò ha consentito di velocizzare e semplificare il lavoro grafico senza perdere informazioni significative, in quanto la parte inferiore della parete risulta poco stratificata e tutte le unità stratigrafiche presenti sono comunque visibili anche sul paramento esterno. La parte superiore della parete si diversifica invece sui due lati, dando addirittura l’idea di essere costituita da due muri accostati l’uno all’altro. Era anzi proprio l’evidente scollamento dei due paramenti esterno e interno in corrispondenza della zona centrale del


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fronte interno a destare la massima preoccupazione degli ingegneri strutturisti, che si chiedevano pertanto come classificare tale muratura dal punto di vista tecnico e come valutarne il comportamento nell’ambito delle verifiche statiche e per il rischio sismico. In assenza di un rilievo “pietra a pietra” del manufatto, per avere una base affidabile, ma economica e veloce, per la mappatura delle US, si è proceduto ad un raddrizzamento non geometricamente rigoroso delle fotografie di insieme dei due fronti mediante un programma di elaborazione delle immagini (Photoshop). Il risultato di tale operazione, benché piuttosto rozzo e in alcune parti incompleto o distorto, è stato comunque più che sufficiente per tracciare con precisione i perimetri delle US e per riportare ogni annotazione ritenuta utile tramite la simbologia prescelta4. Contemporaneamente alla perimetrazione e numerazione progressiva delle US si è proceduto alla compilazione delle corrispondenti Schede di Unità Stratigrafica (per un totale di 80 schede) (Fig. 4). Per tali schede non esiste un modello unificato e condiviso. Anche nell’ambito del gruppo di lavoro genovese dedito alle ricerche di archeologia dell’architettura5 non esiste un modello definitivo, ma di volta in volta si prepara la scheda adattando quelle già in uso agli specifici scopi e alle nuove possibilità offerte dagli strumenti informatici. Mentre la compilazione in situ è stata fatta su carta, mezzo sempre disponibile, economico e veloce, la compilazione finale delle schede, intese come archivio ordinato di dati, osservazioni, commenti e interpretazioni rivolto sia agli stessi archeologi sia ai progettisti, è stata fatta con l’ausilio di un database elettronico (FileMaker Pro). Utilizzare un database è vantaggioso sia perché consente ricerche semplici o multiple nei vari campi predisposti, sia perché permette di apportare tutti gli adattamenti grafici e addirittura di struttura che si desiderano, anche nel corso del lavoro, senza perdere o compromettere i dati già inseriti (si possono ad esempio modificare le dimensioni dei campi, inserire nuovi campi, eliminare campi non uti-

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Nel nostro caso si è adottata sostanzialmente quella illustrata in Boato 2008, molto semplice ed essenziale. Tale gruppo fa capo da una parte all’Istituto di Storia della Cultura Materiale di Genova, nell’ambito del quale si sono avviate negli anni 70 tali ricerche sotto la guida del prof. Tiziano Mannoni, dall’altra alla Facoltà di Architettura di Genova, presso cui Mannoni ha insegnato dagli anni ‘80 alla fine degli anni ’90 e dove lo stesso ha fondato il Laboratorio di Archeologia dell’Architettura.

lizzati, predisporre report di stampa differenziati, aggiungere o correggere titoli o intestazioni…). La scheda utilizzata contiene tutte quelle informazioni che si possono ritenere essenziali in un’analisi stratigrafica, in particolare: caratteristiche della US ; rapporti stratigrafici chiariti (anteriorità, posteriorità, contemporaneità) e non chiariti; relazioni di tipo indiretto (analogie e uguaglianze); datazioni assolute; campionamenti effettuati. Si contraddistingue da altre per essere volutamente “amichevole”: si tratta infatti di una scheda discorsiva a struttura aperta, corredata da molte fotografie (è prevista la possibilità di aggiungere alla pagina principale una o più pagine di foto), utilizzabile per tutti i tipi di US. La scheda non ha caselle di descrizione rigidamente predisposte e fortemente analitiche, ma un unico campo descrittivo-interpretativo, il cui ampio spazio consente di riportare anche i dubbi, le incertezze di lettura e qualsiasi altra annotazione del rilevatore. In questo campo sono state tra l’altro segnalate le situazioni da approfondire (punto 3 del programma), corrispondenti in genere, per il muro 1, a porzioni dello stesso la cui unitarietà e continuità era dubbia, ma che non era possibile perimetrare in modo più accurato senza un’osservazione ravvicinata. È quindi una scheda “da leggere” e non solo una scheda di archiviazione e consultazione riservata agli esperti. Date le condizioni di lavoro e le numerose incertezze di lettura stratigrafica è sembrato prematuro tentare di redigere un diagramma di Harris o qualsiasi altro grafico di sintesi finale. L’analisi eseguita, piuttosto speditiva, ha consentito però di evidenziare alcuni punti chiave e di rispondere ad alcune domande. È innanzitutto stato possibile spiegare agli strutturisti il perché del doppio paramento non ammorsato e ipotizzare la sua estensione: si è infatti capito che ad una certa altezza il muro più antico, di epoca medievale, si restringeva per la realizzazione di una merlatura sommitale (riconoscibile solo a fatica) e che in alcune zone, sottostanti la ipotizzata merlatura, era stato spogliato del suo originario paramento in pietre sbozzate mettendo a nudo il nucleo interno. In una successiva fase di trasformazione del muro di cinta medievale nel muro perimetrale di un edificio residenziale, parte di questa parete a sezione ridotta venne poi ispessita, portandola sullo stesso filo del muro sottostante. Il fatto di non avere potuto spiegare tutte le numerose piccole modifiche subite dalla parete nel corso della sua storia non costituisce comunque un grande problema: il progetto prevede infatti di mantenerla nella sua situazione attuale, semplicemente pulita e

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Fig 4. Scheda di Unità Stratigrafica.


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Fig 5a. Scheda di Parete o Struttura.


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Fig 5b. Scheda di Parete o Struttura.


Il Castello di Madrignano (La Spezia): Analisi archeologica degli elevati in vista del progetto di recupero e conservazione

consolidata, accostandovi le nuove strutture di progetto. Approfondimenti di analisi potranno quindi essere condotti sia nelle fasi di cantiere (e potranno quindi meglio indirizzare gli interventi conservativi necessari), sia successivamente. Per quanto riguarda il punto 1 (elaborare un quadro preliminare delle evidenze archeologiche e stratigrafiche esteso all’intero complesso) si è proceduto utilizzando le strategie e gli strumenti di indagine e di lavoro elencati di seguito. A. Individuazione delle principali continuità-discontinuità di tipo stratigrafico lungo tutto il perimetro murario esterno e lungo le pareti interne (in connessione con il punti D - riconoscimento delle tecniche murarie). Tale lettura stratigrafica a livello di pareti o strutture, che il manufatto rendeva possibile per la sua specifica natura e consistenza, è stata facilitata dalle condizioni di degrado: le sconnessioni tra le pareti rendevano infatti molto evidenti gli addossamenti; la mancanza di rivestimenti o di stuccature dei giunti permettevano quasi ovunque una chiara leggibilità delle tecniche murarie (abbastanza diversificate )e dei limiti di costruzione.

B. Redazione di Schede di Parete o Struttura (39 schede) (Fig. 5), con caratteri simili alle schede di US, il cui campo descrittivo / interpretativo è stato articolato in due parti: 1) Elementi pertinenti alle fasi più antiche, 2) Principali trasformazioni subite. Mancando la mappatura di dettaglio, l’individuazione dei vari elementi citati nella descrizione si appoggia, mediante puntuali rimandi, alla documentazione fotografica. Nelle schede sono annotati sistematicamente: i rapporti stratigrafici con le altre pareti o strutture (vedi punto C); le proposte di datazione mensiocronologica, cronotipologica o di altra natura (punti D, F, G e H) relative a parti o elementi appartenenti alla parete studiata e il ruolo di tali parti rispetto al contesto; gli eventuali aspetti non chiariti; le situazioni che necessitano di una lettura stratigrafica di dettaglio; la presenza di elementi o “segni archeologici” poco visibili, poco evidenti o poco riconoscibili per i non esperti e quindi potenzialmente a rischio (punto I). C. Mappatura dei rapporti stratigrafici esistenti a livello di pareti o strutture sulle planimetrie fornite dalla committenza (Fig. 6). Il rilievo del Castello, derivante 227

Fig 6. Planimetria con individuazione delle Pareti o Strutture oggetto di schedatura e con indicazione dei rapporti stratigrafici alla quota del cortile interno.


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dall’aggiornamento e dalla rielaborazione di un lavoro eseguito nel corso di una tesi di laurea, non è risultato sempre corretto a livello di dettaglio, ma è stato comunque sufficiente rispetto agli obiettivi dell’indagine archeologica, nel corso della quale sono state anche segnalate alla committenza alcune discrepanze. Le “piante stratigrafiche” sono il primo passo verso la ricostruzione della “stratigrafia orizzontale” di un complesso edificato: evidenziano infatti le aggiunte di nuovi corpi di fabbrica, l’inserimento di nuovi setti murari, il crollo o la demolizione di porzioni murarie e, in generale, tutti gli ampliamenti o le modifiche della conformazione planimetrica di un edificio. Sono quindi molto utili in situazioni come quella qui indagata, mentre non lo sarebbero altrettanto nel caso di edifici aventi una estensione orizzontale e una “densità muraria” sostanzialmente invariata nel tempo (come potrebbe avvenire, ad esempio, nel caso di lotti edilizi le cui maggiori trasformazioni si verifichino a livello di alzati).

fornire delle datazioni post quem o possono dare informazioni sulle caratteristiche delle aperture o delle murature di fasi precedenti.

D. Individuazione delle tecniche murarie. Tale individuazione è servita sia per il riconoscimento delle parti costruttivamente omogenee, sia per la datazione delle stesse, mediante confronto con quanto già si conosce delle tecniche murarie della Liguria e, più in particolare, della Lunigiana. Per la differenziazione e la classificazione delle murature si sono presi in considerazione, come di consueto: i materiali utilizzati (pietre / laterizi / malte di allettamento), le loro caratteristiche (natura, forme, dimensioni, lavorazioni / modalità di produzione dei singoli elementi, composizione delle malte), le modalità di posa in opera (tessitura generale, distribuzione degli elementi quando sono eterogenei, assemblaggio, soluzioni delle parti speciali quali cantonali, stipiti, ecc., dimensioni e caratteristiche dei giunti di malta), gli eventuali trattamenti della superficie. La presenza in alcune murature di elementi di probabile o evidente reimpiego (quali elementi sbozzati o squadrati nell’ambito di murature di pietrame non lavorato, pezzi di architravi, stipiti di porte o finestre) è stata oggetto di particolare attenzione, sia in quanto carattere peculiare della specifica muratura e del cantiere ad essa relativo, sia come ausilio per una cronologia relativa delle diverse murature e per una ricostruzione dei caratteri formali dell’edificio nelle diverse fasi della sua storia. È infatti più che probabile che gli elementi di reimpiego provengano dalle parti demolite o distrutte per eventi bellici dello stesso castello: possono quindi

F. Classificazione tipologica e, ove possibile, ipotesi di datazione crono-tipologica delle aperture (finestre, feritoie e simili, portali) (Fig. 7). Una delle possibilità di datazione delle varie parti del Castello e, quindi, delle fasi costruttive, è data dalla presenza di un certo numero di aperture tipologicamente caratterizzate. Le diverse forme delle feritoie (da frecce e balestre o da armi da fuoco dei diversi tipi) rimandano all’evoluzione delle armi stesse e dei modi di difesa e offesa adottati nel corso del tempo; i contorni delle finestre e delle porte di accesso degli edifici residenziali, con le loro diverse modanature e caratteristiche dimensionali e di finitura, permettono di ipotizzare datazioni per confronto con aperture sicuramente datate dello stesso territorio. Le ricerche crono-tipologiche in Italia si sono avviate proprio in Lunigiana alla metà degli anni ’70 del secolo scorso, con particolare riguardo agli edifici residenziali a carattere rurale e semi-urbano6. Grazie anche alle successive ricerche condotte da Nicola Gallo sui castelli dello stesso territorio7 e a quelle di Tiziano Mannoni, Enrico Giannichedda e Antonio Quirós Castillo (con altri membri dell’Istituto di Storia della Cultura Materiale e

E. Individuazione planimetrica delle parti (pareti, insiemi di pareti, porzioni di parete o strutture) aventi caratteri di prevalente continuità o uguaglianza costruttiva. I risultati delle osservazioni stratigrafiche (punti A e C), dell’analisi delle tecniche murarie (D) e della classificazione tipologica delle aperture (F) sono stati quindi messi a sistema (vedi anche G) per fare un primo passo verso l’individuazione delle fasi costruttive. Si tratta di visualizzare la sequenza stratigrafica relativa in un primo quadro di insieme, che serve di guida e di riferimento per i successivi approfondimenti analitici puntuali e che, nel caso specifico, è stato fornito alla committenza nel primo stato di avanzamento delle indagini (data l’urgenza, era infatti previsto di aggiornare periodicamente i progettisti e di fornire nel corso del lavoro risultati ed elaborazioni preliminari).

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Ferrando Cabona, Mannoni, Pagella, 1989; Ferrando Cabona, 1990. Gallo, 2004.


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Fig 7. Elaborato di classificazione tipologica delle finestre.


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con i laureandi della Facoltà di Architettura di Genova), aventi come oggetto edifici e insediamenti della Lunigiana e della Liguria di Levante, disponiamo oggi di un patrimonio di conoscenze solo in parte edito che ci permette di datare le diverse aperture con una discreta approssimazione. Anche laddove i confronti non permettono datazioni sicure o in periodi di tempo sufficientemente ristretti per consentire una discriminazione tra le diverse fasi storiche, è comunque essenziale procedere a un esame attento e minuzioso dei caratteri architettonici e decorativi dei diversi elementi costruttivi. Essi talvolta rivelano differenze poco percepibili (ad esempio nella sequenza delle modanature, nella lavorazione superficiale, nella forma di alcuni dettagli) ma assai significative, che possono rimandare a maestranze diverse agenti contemporaneamente, ad attardamenti o evoluzioni del tipo, a tentativi di imitazione antichi e recenti. Anche quando non è possibile giungere a una puntuale datazione, è importante ricordare che le osservazioni e i confronti tipologici forniscono un aiuto fondamentale nella individuazione delle unità stratigrafiche e delle loro eventuali analogie o uguaglianze. La notevole varietà di sottotipi riscontrata nel Castello, che sia stata o no documentata e interpretata, è e resterà sempre testimonianza materiale dello “spessore storico” dell’architettura, a meno che non venga volutamente o inavvertitamente stravolta. Qualsiasi sostituzione (ad esempio per ovviare a rotture o altre forme di degrado) o completamento (nell’ambito di integrazioni o ricomposizioni) è quindi da condurre con la massima cautela. G. Associazioni tra tipi murari e aperture per una verifica dell’attendibilità delle datazioni tipologiche proposte. Le datazioni assolute che si basano sul confronto con abachi di tipi datati, come quelle delle tecniche murarie o delle aperture, sono sempre di tipo probabilistico, con un maggiore o minore grado di certezza a seconda della quantità dei casi datati e della qualità delle datazioni di riferimento. Anche per questo è sempre utile poter verificare le ipotesi di datazione incrociando i risultati di più strumenti di datazione usati indipendentemente gli uni dagli altri. Quando più datazioni si confermano vicendevolmente la sovrapposizione delle finestre temporali indicate da ogni strumento permette di precisare l’epoca di probabile realizzazione. Se, viceversa, le datazioni non corrispondono, questo può dipendere da una non affidabilità degli strumenti impiegati (non ancora

“maturi”), da errori di valutazione commessi dal ricercatore o da reimpieghi. La congruenza di datazione tra le tecniche murarie e le aperture considerate “in fase”, costituisce la prima e più consueta verifica anche rispetto alla lettura stratigrafica, che non sempre è così sicura e oggettiva come si potrebbe sperare. H. Analisi mensiocronologica dei rari mattoni presenti (e raggiungibili) per precisare la loro epoca di produzione. Una ulteriore possibilità di datazione si ha, per il territorio dell’antica Repubblica di Genova, grazie alla mensiocronologia dei laterizi8. In questo caso lo strumento mensiocronologico non ha avuto grande rilevanza, data la scarsità di laterizi presenti. I. Individuazione di segni “labili” e potenzialmente a rischio di perdita. L’osservazione attenta e ravvicinata delle superfici visibili di un qualsiasi manufatto architettonico porta spesso a scoprire particolari mai notati, date o altre epigrafi collocate in luoghi nascosti, particolarità costruttive… arricchendo l’architettura stessa di dettagli talvolta storicamente significativi, talaltra inspiegabili e curiosi. Ciò è successo anche nel caso del Castello di Madrignano, dove su una delle rare porzioni di intonaco della torre nord, poco al di sopra del cordolo lapideo che conclude il basamento a scarpa, si è notata la presenza di una serie di piccole incisioni, che di sfuggita potevano sembrare frutto del degrado (Fig. 8). Incuriositi dalla loro regolarità geometrica, ad una osservazione più attenta è apparso chiaro che si trattava del disegno del cosiddetto “spino secco” (un ramo spinoso privo di fiori), presente nello stemma dei Malaspina feudatari di Madrignano. Chi abbia tracciato tale disegno, e perché, rimane un mistero. Anche per questo sarebbe un peccato se tale labile traccia scomparisse inavvertitamente nel corso degli interventi di restauro. L. Risposta a domande o “curiosità” specifiche della committenza. Come si è detto le richieste della committenza vertevano innanzitutto sulla comprensione dei problemi strutturali e, in secondo luogo, sulla individuazione delle principali fasi di costruzione e della loro estensione e localizzazione. Alcuni parti del Castello avevano però suscitato fin da subito qualche curiosità, per la loro apparente stranezza. Anche su queste, pertanto, si è concentrata l’attenzione della committenza. Ad esempio

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Mannoni, Milanese, 1988; Pittaluga, Ghislanzoni, 1992.


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nell’angolo esterno formato dalla torre nord e dal fronte ovest (cfr. fig. 1) si notavano una serie di morse di pietra sporgenti dal filo del muro, alcuni livelli sovrapposti di buche da ponte o da solaio e delle aperture tamponate. Dovendo cercare uno spazio in cui collocare una scala di comunicazione tra il secondo e il terzo piano, ora assente, ci si chiedeva se in quella zona esistesse un corpo di fabbrica crollato e se avesse senso proporne uno nuovo in quello stesso luogo. Pur nella convinzione che i risultati di una analisi storica non avrebbero potuto di per sé fornire giustificazioni o motivazioni sufficienti per le scelte progettuali, era comunque importante cercare di chiarire la situazione, per non trovarsi a modificarla senza avere nemmeno provato a comprendere le ragioni del suo essere tale. La conclusione a cui si è arrivati è che in quella zona, presumibilmente nell’ultima fase della residenza Malaspina (XVIII secolo), fosse prevista la costruzione di un corpo di collegamento mai realizzato. Nell’attuale progetto si è poi deciso, a prescindere da tale ipotesi di lettura, di collocare il sistema di risalita entro la torre più piccola. Veniamo ora al punto 4 - Analisi speditiva dei principali o più significativi fenomeni di degrado dei materiali e delle superfici. Non essendo possibile mappare dettagliatamente il degrado delle superfici, ci si è limitati a individuare le forme di degrado presenti se-

condo il lessico normalizzato in uso in Italia9 e a registrarne gli aspetti peculiari in apposite schede (Fig. 9), per un totale di 19 fenomeni singoli o associati. Dato che l’analisi del degrado era svolta nell’ambito di una indagine archeologica, si è però pensato di porre l’accento sulle interazioni esistenti tra processi di degrado, intervento di restauro e leggibilità attuale e futura dei dati materiali (stratigrafici o di altra natura) utili alla ricostruzione della storia del manufatto. Oltre alle indicazioni consuete (caratteristiche, intensità, localizzazione e diffusione, cause e possibile evoluzione) si sono perciò inseriti nella scheda due ulteriori campi, dedicati rispettivamente agli “Effetti del degrado sulla leggibilità dei ‘segni archeologici’ ” e ad alcune sintetiche “Indicazioni per la conservazione dei ‘segni archeologici’ ”. Nel caso, ad esempio, della esfoliazione delle superfici lapidee si è sottolineato come la perdita di uno straterello di materiale da superfici già prive di tracce di lavorazione non abbia la stessa importanza e gravità di una analoga perdita sui conci spianati, in quelle parti che ancora conservano i segni degli strumenti utilizzati. Nel caso della erosione dei giunti di malta si è sottolineato come un eventuale intervento di stuccatura indifferenziato e continuo possa, tra le altre cose, compromettere o rendere difficoltosa la lettura dei contorni delle US e dei loro rapporti stratigrafici. Tali questioni, scontate per chi pratica quotidianamente la stratigrafia e la lettura degli indizi archeologici, non lo sono altrettanto per chi conosce tali strumenti solo come spettatore, né lo sono per la maggior parte dei professionisti incaricati dei progetti di recupero degli edifici storici. Vengono quindi spesso trascurate per inconsapevolezza, più che per insensibilità.

Sintesi critica delle indagini condotte Per giungere ad una prima conclusione delle indagini archeologiche, provvisoria, senza dubbio, ma anche il più possibile completa, si è esaminata la documentazione storica già nota e di più immediata reperibilità, come previsto anche dal contratto. Il confronto tra lo stato di fatto e le fotografie storiche (in gran parte

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Fig 8. Piccola e schematica rappresentazione del simbolo dello Spino secco della famiglia Malaspina, inciso sull’intonaco della torre Nord.

Raccomandazione NORMAL 1/88 Lessico per la descrizione delle alterazioni e degradazioni macroscopiche dei materiali lapidei (documento della Commissione nazionale NORmativa MANufatti Lapidei), confluita nella Norma UNI (Ente Nazionale di Unificazione) 11182:2006 Beni Culturali - Materiali lapidei naturali e artificiali - Descrizione delle forme di alterazione - Termini e definizioni.

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conservate nell’archivio della stessa Soprintendenza) ha chiarito la funzione e il significato di alcuni resti murari, appartenenti a parti crollate e/o demolite nel corso del Novecento, e ha soprattutto mostrato alcune importanti modifiche apportate alla parte ovest dell’edificio nei restauri del 1967-69, nel corso dei quali sono state tra l’altro inserite alcune solette in cemento armato, a protezione degli ambienti ormai privi di coperture. In tale occasione le sommità delle torri e del corpo prospiciente il paese sono state demolite e ricostruite in pietra, ad imitazione delle parti adiacenti, ma con una diversa altezza e conformazione: vorrei sottolineare come sarebbe stato difficile individuare l’estensione e la portata di tale intervento, in assenza della documentazione fotografica. Per i periodi precedenti si sono invece esaminate le fonti bibliografiche, tra cui si ricordano qui solo il dettagliato lavoro di uno storico ottocentesco sulla Lunigiana feudale e un recente e documentato volume sulla storia del Comune di Calice al Cornoviglio10. La lettura di tali testi ha consentito di redigere una cronotassi di

riferimento comprensiva degli avvenimenti storici e politici, delle vicende proprietarie e di alcune notizie più strettamente inerenti le fasi costruttive e distruttive, che è servita di sfondo alla lettura stratigrafica e alle datazioni assolute a carattere tipologico. Le fonti dirette (il manufatto) e quelle indirette (fonti scritte e grafiche di vario tipo) sono altrettanto utili e spesso complementari ed entrambe, quando possibile, devono concorrere alle interpretazioni storiche. La sintesi delle indagini sopra elencate è stata a questo punto illustrata tramite una breve relazione scritta, con capitoli relativi alle diverse fasi costruttive individuate in ordine cronologico ed una planimetria di riferimento (Fig. 10). Nella relazione si sono messi in evidenza i principali risultati raggiunti e i punti problematici, senza più entrare nei dettagli analitici e di metodo, descritti e discussi in elaborati specifici

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Branchi 1897 (in particolare i capitoli “Dei feudi di Calice, Veppo e Madrignano”, pp. 527-535 e “Di Madrignano in particolare”, pp. 565-617); Ferrari 1989.

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Fig 9. Tavola di sintesi con prima indicazione delle fasi costruttive per grandi scansioni temporali.


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(le schede sopra menzionate e gli allegati dedicati alle varie analisi: delle tecniche murarie, delle malte, mensiocronologica e cronotipologica). È a mio parere importante che i risultati delle indagini specialistiche vengano organizzati per livelli di lettura differenziati, in grado di catturare l’attenzione anche in modo

progressivo e di non scoraggiare l’utente meno esperto, pur senza perdere il necessario rigore. Questo si può ottenere fornendo, oltre agli indispensabili dati di partenza e ai risultati delle singole analisi, le loro interpretazioni contestualizzate e discusse criticamente, senza perdere mai di vista gli obiettivi generali e le

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Fig 10. Scheda di individuazione dei principali fenomeni di degrado dei materiali e delle interazioni esistenti tra il degrado, la leggibilità dei “segni archeologici” e la loro conservazione.


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esigenze degli interlocutori. In caso contrario si corre il rischio che le analisi, per quanto accurate, vengano lasciate in un cassetto e allegate al progetto solo per conferirgli maggior credibilità, senza riuscire a svolgere la funzione ausiliaria al progetto che invece dovrebbero avere. Se le indagini archeologiche, come nel caso in oggetto, saranno state di tipo parziale e speditivo, esse potranno servire come ipotesi di lavoro da approfondire e verificare in tempi successivi (in fase di cantiere o dopo i restauri) e, pertanto, dovranno spingere il progetto verso la conservazione il più possibile attenta di tutto l’apparato indiziario che le analisi preliminari saranno riuscite a mettere in luce.

In conclusione

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Possiamo a questo punto porci la seguente domanda: può esistere un metodo di analisi archeologica degli edifici esistenti universale e universalmente applicabile, che di per sé garantisca la correttezza e la completezza dei risultati conoscitivi? Se con ‘metodo’ intendiamo una sequenza di azioni da svolgere in un ordine predeterminato e senza trascurarne nessuna, un modo di procedere standardizzato, una tecnica unificabile di attuazione dell’indagine archeologica, mi sentirei di rispondere in modo negativo. Ho voluto mostrarlo proprio attraverso l’esempio del Castello di Madrignano, in cui, al di là dei condizionamenti economici, temporali e ambientali, è stato seguito un percorso che non avrebbe avuto gli stessi esiti in un diverso tipo di edificio (in uso anziché abbandonato, integro anziché ruderizzato, rivestito da intonaco anziché “nudo”) e che avrebbe potuto essere molto diverso se le domande iniziali fossero state altre (pur restando altrettanto legittime e pregnanti). Se con ‘metodo’, invece, intendiamo un complesso di principi (comprendenti obiettivi, intendimenti, criteri di comportamento, percorsi concettuali…), in base ai quali svolgere una qualsiasi attività teorica o pratica, riterrei di grande importanza provare a individuare un metodo comune, condiviso e condivisibile, poiché questo darebbe maggior forza e autorevolezza alle ricerche archeologiche svolte nel settore del restauro, sia al suo interno sia nei confronti della società o delle comunità a cui esse cercano di rivolgersi. Credo che questo metodo debba incentrarsi sull’acquisizione, da parte dei suoi utilizzatori e fruitori, di quella che chiamerei “mentalità stratigrafica” e, più in generale, di una “sensibilità archeologica” ad

ampio spettro. Credo inoltre che, in quanto metodo archeologico, debba essere inteso non come sommatoria di strumenti, ma come discussione critica che, a partire da dati descrittivi “oggettivi” (archeografia) e da analisi mutuate dal modo delle scienze esatte (archeometria), senza trascurare gli strumenti di esegesi e interpretazione delle fonti indirette, tenti di arrivare ad alcune conclusioni storiche. La portata di tali conclusioni sarà di volta in volta differente (i progressi conoscitivi sono fatti di piccoli e grandi passi), ma sarà sempre significativa, se gli esiti delle ricerche saranno resi noti, discussi e utilizzati anche da altri (divulgazione). Alla base del metodo dovrebbe esservi la disponibilità e la propensione ad utilizzare strategie e percorsi flessibili, senza preclusioni verso altri campi disciplinari e punti di vista e senza affezionarsi troppo alle strade già note e percorse (praticando, quindi, se necessario un “cambio di metodo al bivio”11). L’ “adeguatezza” del percorso conoscitivo sarà comunque sempre da valutarsi in relazione alle domande, agli obiettivi e alle risorse disponibili. Per quanto riguarda i modi di indagine la stratigrafia mi sembra allo stato attuale il più potente strumento di lettura archeologica di cui disponiamo, ma non dobbiamo dimenticare che esistono moltissime situazioni (si pensi agli edifici stratificati, ma intonacati, dei nostri centri storici) in cui l’apporto della stratigrafia è di fatto trascurabile. Non possiamo certo per questo rinunciare a studiarli, o renderli adatti a una lettura stratigrafica scarnificandoli. Ritengo quindi essenziale che vengano potenziati e incrementati quanto più possibile gli strumenti di datazione assoluta, in particolare quelli a carattere tipologico (di più facile ed economico utilizzo), e che si elabori uno strumento di lettura e di interpretazione delle evidenze archeologiche adeguato anche agli edifici con strutture portanti non visibili (ad esempio strutturando e perfezionando l’analisi configurazionale proposta a tale proposito da Tiziano Mannoni12). A questo scopo occorre incrementare anche le conoscenze “di base” relative alle caratteristiche e proprietà dei materiali da costruzione, alle possibilità e impossibilità operative nell’ambito delle tecniche costruttive, alle regole e alle pratiche del costruire seguite nei diversi ambiti culturali, che sono alla base sia delle letture stratigrafiche, sia della possibilità di individuazione di sempre

11 12

Mannoni, 1990. Mannoni, 1998.


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nuovi strumenti di datazione e di confronto. Che ruolo può avere l’archeologia dell’architettura nel progetto e intervento di “restauro” (nelle varie accezioni del recupero / rifunzionalizzazione / conservazione / consolidamento…)? Viviamo in paesi (l’Italia, la Spagna…) che hanno un esteso patrimonio immobiliare storico, in un momento in cui il peso percentuale degli interventi sull’esistente nel settore edile è cospicuo. Le architetture del passato non sono solo oggetto di studio storico ma anche di molteplici altri interessi, che vedono coinvolte molte diverse figure. Per chi crede nell’importanza della tutela delle testimonianze del passato, la conoscenza approfondita degli edifici storici non è solo la via per decidere un qualsiasi “da farsi”, ma è la strada per giungere a una maggiore consapevolezza e per mettere coloro che dovranno decidere di fronte alla responsabilità che ciò comporta. Non esiste infatti intervento che non modifichi la situazione esistente. Un’analisi archeologica condotta in vista di un intervento di restauro ha come propri diretti referenti il progettista e il committente, con le loro esigenze, ma anche con le loro curiosità. La prima scommessa da vincere è allora quella di saper loro rispondere in modo convincente ed esauriente, ma anche chiaro e diretto, traducendo il linguaggio da iniziati che l’archeologia spesso adotta, in una forma adeguata ai diversi interlocutori. Se la maggior parte di tali interlocutori (in particolare i progettisti —architetti, ingegneri, tecnici— e i responsabili della tutela) avranno avuto una formazione in tal senso, sarà più facile dialogare. D’altronde una preparazione nel campo dell’architettura e del restauro architettonico, e non solo dei materiali e delle tecniche costruttive, sarebbe utile per quegli archeologi che si cimentano con lo studio degli edifici esistenti, soprattutto quando lo fanno in vista di un progetto di restauro. La scommessa è che si diffonda nel futuro, partendo dal momento della formazione e dell’istruzione, una reale interazione tra competenze diverse, basata sulla conoscenza e sul rispetto reciproco delle spesso opposte esigenze e sensibilità di cui ognuno è portatore (Boato 1998, Boato 2008a).

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Diez años de Arqueología de la Arquitectura desde la empresa privada. Reflexiones y un ejemplo práctico Miguel Ángel Muñoz García ARES, Arqueología y Patrimonio Cultural C.B.

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Arqueólogo especialista en Restauración Arquitectónica, Licenciado con Grado en Historia Antigua y Arqueología Clásica y Licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Salamanca, ha desarrollado su carrera profesional desde la empresa privada, destacando intervenciones en el Castillo de San Felices de los Gallegos, el Almudí y el conjunto catedralicio de Cuenca junto al conjunto histórico de Moya. Ha impartido numerosos cursos en centros de profesores e instituciones universitarias como la José Saramago de la UCLM, y realizado numerosos documentales y programas divulgativos en televisiones locales.

Resumen El texto que aquí presentamos pretende incidir en la experiencia de hacer arqueología de la arquitectura desde la empresa privada, dibujar el perfil del arqueólogo que debe intervenir en restauración arquitectónica y culminar con un ejemplo práctico, el del edificio Almudí de Cuenca.

Palabras Claves Control Arqueológico, Arqueología de la Arquitectura, Historia del Arte, Restauración Arquitectónica, Pósito

Summary The text presented here is intended to affect the experience of doing archaeology of architecture from private enterprise, draw the profile of the archaeologist to be involved in architectural restoration and culminate with a practical example, the building Almudí of Cuenca City.

Keywords Archeological Control, Archaeology ot the Architecture, History of Art, Architectural Restoration, Granary.


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Distinguir elementos hasta lo más irreducible en un edificio, ordenarlos en fases de construcción sobre una matriz de Harris y después datarlos, es decir con otras palabras, lo que autores como Parenti y Caballero han definido como método de análisis estratigráfico de la arquitectura. El primero afirma que la estratigrafía es la columna vertebral de la Arqueología de la Arquitectura, sin embargo, ésta no es la disciplina al completo. Para adquirir categoría de ciencia debemos añadirle la interpretación del hecho edificado en su contexto histórico. Si la utilizamos para comprender un determinado ciclo de producción arquitectónica, un hecho político que en la Edad Media motive la construcción de un castillo, el análisis de la vida cotidiana en una época elegida o cualquier otro objetivo que nos marquemos, es algo que ya sólo depende de los planteamientos científicos del arqueólogo. Pero sea cual sea su punto de mira, no sólo debe considerar aspectos estructurales y constructivos que prefiguran la forma final del edificio, sino también la funcionalidad del mismo, pues define la condición social de usuarios, promotores e incluso sus constructores. Reclamamos que la estética arquitectónica debe ser colocada en su justo lugar, pero nunca olvidada. A los factores subjetivos que la configuran, casi siempre se le adhieren elementos simbólicos que remarcan significados sociales e ideológicos. En realidad, Vitrubio ya lo remarcó en el siglo I a.C. al afirmar que la arquitectura es “Utilitas, Firmitas, Venustas”. Y en el siglo XXI, tras siglos de pensamiento científico, hemos construido una arqueología de la arquitectura que constituye una verdadera máquina de rayos x, pues permite conocer el historial médico del paciente edificado. Su electrocardiograma no es otro que la propia matriz de Harris, y en el mismo se lee tanto su nacimiento, crecimiento, desarrollo vital, enfermedades, tratamientos anteriores, y muerte en caso de haberse producido el derribo del edificio. Es más, en manos de un arquitecto competente, el método estratigráfico puede diagnosticar las patologías que sufre la construcción analizada en el presente, y de este modo, aplicar un remedio con suma precisión. Ahora bien, la Arqueología de la Arquitectura no es ni el proyecto de arquitectura basado en la estratigrafía, ni otras técnicas arqueológicas aplicadas a la edificación histórica —como sondeos y excavaciones en área bajo techo—. El primero tiene como objetivo la conservación del edificio, no su historia; en cuanto al segundo, la exploración del subsuelo reduce parcialmente el análisis a la cimentación obviando el res-

to. En los últimos tiempos, la cata muraria acompaña al sondeo terrestre en muchas intervenciones realizadas en conjuntos y edificios históricos. Las causas son las profundas capas de revestimiento que pueden superponerse tanto al interior como al exterior de un hecho edificado. Si los resultados de ésta se limitan a documentar enlucidos y fábricas sin contemplar la globalidad de la construcción, estaremos otra vez ante un análisis parcial, que sí puede ayudar a tomar decisiones a la dirección facultativa, pero rara vez, será capaz por si sola de documentar toda la historia del edificio. ¿Está usted diciéndome que un control arqueológico con sondeos en un edificio histórico es algo que no termina de paliar la ausencia de una completa lectura de paramentos? Querido amigo, los pies de un profesional liberal de la arqueología caminan sobre un libre mercado de oferta y demanda, y muchas veces circunstancias de muy diversa índole, condicionan una intervención de este tipo, que en teoría y práctica abarca sólo lo que se transforma en el edificio. Hoy en día son más numerosos los controles arqueológicos que las lecturas completas de los edificios, y nuestra experiencia no es una excepción. Es una realidad, con la cual, ni arquitectos sensibilizados ni arqueólogos concienciados estamos del todo contentos. No obstante, todo tiene su lado positivo: si no podemos analizar la totalidad del edificio con nuestras particulares radiografías estratigráficas, bueno es que se documenten exhaustivamente todas aquellas partes objeto de obra, de manera que pueda asegurarse la elaboración de un estudio completo en una futura investigación más ambiciosa. —¡Bien dicho, señor escribano, pero si se da el caso de una siguiente fase de restauración, diferente a la que usted ha intervenido, igual que constructora, arquitecto y aparejador no tienen que ser los mismos que ejecutaron la primera, tampoco tiene por qué serlo el arqueólogo!—. Cierto, por ello, la responsabilidad final de una exhaustiva labor recae en la administración competente que autoriza la intervención arqueológica. Ésta debe cuidar que el titular recién llegado se empape de los resultados anteriores, al mismo tiempo que exigirle respeto por las unidades y fases constructivas dadas en anteriores trabajos, así como su integración en las nuevas matrices de la intervención presente. Tristes frases en boca de estresados colegas se oyen más a menudo de lo deseable. Desconfiar a priori de anteriores arqueólogos, frecuentemente, esconde la actitud indolente de no


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querer gastar tiempo en leerse informes anteriores. Ello no solo demuestra pereza, sino poca elegancia hacia el trabajo de un compañero. La arqueología de la arquitectura, como disciplina con método propio, comenzó a gestarse con Baker y Harris a finales del siglo XX. Las posibilidades de la aplicación de los principios de la estratigrafía al edificio histórico ya fueron señaladas por el arqueólogo norteamericano, y de hecho, fueron aplicadas con todo rigor, seriedad y humildad científica por el Servei de Restauración de la Generalitat de Cataluña. Los italianos Parenti y Brogiolo acabarían por sistematizar el método y reflexionarían sobre su aplicación en restauración arquitectónica. Es esto lo que ha hecho que muchos arquitectos incorporen el método a la hora de proyectar. Ahora bien, convertirse en arqueólogos arquitectos es algo más complicado; no se consigue de la noche a la mañana una formación humanística en historia social y arqueología, cimentada además por la experiencia de los años. De ahí que sea más frecuente ver la asociación arquitecto y arqueólogo convertidos en la pieza de engranaje del proyecto de restauración. Ejemplo de ello es la célebre restauración de la catedral de Santa María en Vitoria que, por otro lado, es prueba incontestable de las altas cotas que ha conseguido la “escuela española”. También es motivo de celebración nacional que la integración de la arqueología del paisaje y la Arqueología de la Arquitectura se haya teorizado y desarrollado desde el Instituto de Patrimonio Gallego. El nivel de especialización alcanzado por la Arqueología de la Arquitectura, y su satisfactoria aplicación en la restauración de edificios, requiere de profesionales con un perfil muy específico. Aunque ya derramamos palabras a este respecto en otros foros, el debate actual sobre el tema provoca mi insistencia al respecto. El motivo es obvio: un arqueólogo que no ayude al arquitecto a comprender el edificio, puede hacer que se pasen por alto aspectos que desembocan en una restauración desafortunada. Todavía está por estudiar cuántas malas restauraciones se deben a mal asesoramiento arqueológico; el día que se haga, a más de uno se le bajarán los humos orgullosos que normalmente lucimos el gremio de arqueólogos. El patrimonio cultural arquitectónico y arqueológico son bienes no renovables, es lícito exigir una determinada formación y unas determinadas garantías en todo profesional que realice diagnósticos, tratamientos o cirugía sobre un edificio histórico. Debido a ello, completos y rigurosos son los protocolos y per-

misos arqueológicos que ya se firman en comunidades autónomas como Andalucía. Es garantía de un satisfactorio trabajo final y evita la picaresca técnica, que inevitablemente va asociada a una liberación de la profesión arqueológica. Uno de los últimos casos lo viví en propia carne. Permítanme ser discreto y no decir nombres: fui subcontratado por un determinado contratista arqueológico para realizar una lectura de paramentos sobre un monumento que entonces se restauraba. Mi sorpresa fue mayúscula cuando el patrono promotor – una institución dedicada a la recuperación del casco viejo de una ciudad Patrimonio de la Humanidad – me llamó la atención sobre lo incompleto del documento entregado. Lo revisé y faltaban matrices, la mitad del texto y los alzados de interpretación en colores; lo que estaba en mis manos sólo contenía un plano con unidades estratigráficas y un simple listado de las mismas. ¿Acaso el disco CD que entregué tenía un virus inteligente que cercenaba los estudios por capítulos?. La explicación era más mundana: el arqueólogo contratante temía que a partir de entonces se le exigiera la entrega de matrices y de documentos que su empresa no sabía hacer. No obstante, como amante legítimo de mi profesión, afirmo con furia que el número de pícaros no es ni mayor ni menor que en otras actividades productivas presentes en esta sociedad, y si la arqueología funciona es porque hay más elementos competentes que piratas. Naturalmente, en mi experiencia profesional también me he encontrado con resistencia y reacción. Esto no es nada nuevo, pues antes o después, cualquier profesional liberal de la arqueología la experimenta tratando con algunos empresarios o técnicos de la construcción. Son hasta cierto punto actitudes lógicas que pretenden defender unos plazos de obra y unos presupuestos, que a sus ojos, la arqueología amenaza con encarecer y alargar. Pero señores míos, las leyes se hacen para cumplirlas, y tan seguro como que el sol sale todos los días, que he conocido personajes de este estilo, saltándose o intentándose saltar las normas una vez tras otra. Ahora bien, este antiguo recién licenciado, con ilusiones por contribuir a que sus conciudadanos vivan mejor con su Patrimonio Cultural, nunca se hubiera esperado hostilidad por parte de historiadores del arte o incluso de arqueólogos formados en prehistoria. El escepticismo de los últimos se explicaba por haberse formado en unos departamentos que supeditaban la arqueología a mera técnica con muchas

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limitaciones, pues en el fondo sólo tenía relevancia cuando se aplicaba a las sociedades que carecían de escritura. Que llegase un novato exponiendo cronologías en matrices cuando no existían textos que lo corroborasen, motivó algún comentario jocoso: se me definió con la extraña patología de “datador compulsivo”. No obstante, estos mismos calificadores callaban cuando quien exponía era algún “peso pesado” de la Arqueología de Arquitectura, que por los años 90 del siglo XX ya empezaban a conocerse. Afortunadamente, el hecho de que la disciplina se cimentara en leyes análogas a las de la estratigrafía de deposición terrestre, ha hecho que a día de hoy pocos sean los compañeros arqueólogos que se atrevan a cuestionar los fundamentos del método. Sin embargo, esto no ha sucedido todavía con los historiadores del arte; de hecho su actitud inicial fue mucho más virulenta de lo esperado. La Historia del Arte no se ha renovado, y técnicamente no responde a los desafíos de la conservación de los Bienes Culturales, con la misma profesionalidad que arquitectos, aparejadores, arqueólogos, restauradores, bibliotecarios, museólogos y archiveros. De hecho, así lo reconocen de facto la mayoría de las leyes españolas, que relegan la figura del historiador del arte a los reglamentos sobre el funcionamiento de las comisiones de patrimonio. La única excepción que conocemos son las oficinas ARI (Área de Rehabilitación Integrada) instituidas en los conjuntos históricos de la Comunidad Autónoma extremeña. Esa falta de preparación técnica explica su comportamiento ante el arqueólogo: simplemente niega por las buenas la validez de la arqueología en el análisis de la edificación histórica. Argumentos en contra de la estratigrafía muraria no aporta, simplemente se cierra en banda y mira hacia otro lado enfadado. Hace dos años, un historiador de una comisión de patrimonio manifestó su contrariedad por la presencia de arqueólogos en la restauración de los muros de una iglesia del siglo XVI. Según él, nuestra profesión sólo puede tener voz en cronologías inferiores al año 476, en que cae el imperio romano de occidente. Era un historiador del arte el que tenía que estar subido en los andamios. ¡Qué defensor más osado y valiente de su ciencia! No le importó quedar de ignorante con tal de mantener su baluarte; ignorante por el desconocimiento de la leyes que obligan a la presencia de un arqueólogo, allí donde se presuma la existencia de restos arqueológicos (Ley 4/90 del Patrimonio Histórico de Castilla la Mancha, Art. 21); ignorante porque

de sus palabras se podría deducir que no sabe de la existencia de una arqueología medieval, otra post medieval y otra industrial, además de la disciplina de la arqueología de la arquitectura; e ignorante porque la historia del arte sabe muy poco de materiales, estructuras arquitectónicas en profundidad, y mucho menos estratigrafía. Pido excusas si mis palabras parecen demasiado ácidas, pero créame querido lector si le digo que todavía escucho argumentos que desafían la inteligencia de un niño de ocho años. Y por justicia también debo romper lanzas por historiadores como Gonzalo Máximo Borras Gualis que han evolucionado del axiomático comentario de diapositivas, a campos como la historia social y cultural. ¡Gracias por exponer sus anécdotas, amigo arqueólogo, pero sea más concreto y dígame ya cual es ese perfil profesional de arqueólogo que reclama usted en restauración arquitectónica! Paciencia estimado lector, paciencia, que contestaremos en el siguiente punto.

El arqueólogo de la resturación arquitectónica La primera característica la adivinarán ustedes: es obvio que hay que dominar la estratigrafía muraria —o “de lo elevado” como gustaba llamarla mi maestro el profesor Parenti (Parenti, 1988: 124-135)—. La mente de un veterano arqueólogo de la arquitectura está entrenada para emitir diagnósticos evolutivos provisionales en las primeras visitas al edificio. Aunque sea una intervención parcial, instintivamente ordenará la documentación obtenida de sondeos y controles arqueológicos en fases constructivas, aunque no nos haya sido posible individualizar en unidades estratigráficas toda la estructura de la construcción en que se interviene. Además, un excavador que domine la técnica de la Arqueología de la Arquitectura documentará y comprenderá mejor los restos de construcciones cubiertos por niveles de deposición terrestre. Si me hubiera limitado a aplicar las normas más básicas contenidas en principios de estratigrafía arqueológica de Harris en la excavación del Convento de San Agustín de Salamanca, hubiera sido imposible detectar tantas fases constructivas en pavimentos y muros arrasados; y mucho menos interpretar la forma que tendría el coro de la iglesia, en base a los nervios y claves de bóvedas de crucería, azulejos, soportes y demás elementos, hallados sobre las losetas de este


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espacio (Muñoz García, Jiménez González, Gutiérrez Millán, 2002: 81-128). La segunda es el manejo fluido de otro dominio histórico: el de las ciencias y disciplinas históricas empezando por mi objetada Historia del Arte. Puede que su propia epistemología la reduzca a lo estético, a lo externo, a lo epidérmico, ocupándose sólo de los aspectos más superficiales de la arquitectura histórica. Sin embargo, no es menos cierto que a fecha de hoy, la arqueología de la arquitectura todavía no ha sido capaz de escribir una historia de la construcción, que sustituya la sucesión cronológica de estilos que ofrece esta ciencia envejecida. Prueba de ello, es que los primeros diagnósticos evolutivos de un edificio que hace un crítico arqueólogo como yo, se basan en los estilos artísticos que contiene. La iglesia parroquial de Montejo de Salvatierra en la provincia de Salamanca conserva un artesonado ochavado de tipo mudéjar (Muñoz García 2002). La historiografía tradicional lo fechaba en el siglo XVI, al final con la lectura estratigráfica realizada lo situamos en el siglo XVIII. Algo que al final nos venía a corroborar la tratadística. No olvidemos que el Breve Compedio de la Carpintería de lo Blanco de Diego López Arenas se publicó en 1633, y sin duda estuvo a disposición de maestros de madera durante el siglo XVIII. Se recogería el testigo en 1893, por parte de Arias y Escala, cuando redactó Carpintería Moderna y Antigua. Pero a nuestros efectos, era secundario que las primeras interpretaciones fuesen erróneas, lo importante es que nos dio una primera hipótesis de la que se sirvió nuestra lectura de paramentos. Beber de la historia social es algo que también debe hacer el arqueólogo de la arquitectura. De no ser así, difícilmente comprendería edificios que en sí mismos son gestos políticos, ideológicos o religiosos como una muralla, un palacio real o una catedral. Además internet pone a disposición de todo usuario un amplia gama de documentación, que evita horas de búsquedas en archivos y bibliotecas. Felicito desde aquí a la Escuela Técnica Superior de La Coruña, que en la página web de la universidad, ha puesto a disposición de todos los usuarios una buena colección de tratados de arquitectura en formato PDF. El tercer requisito es el también dominio de los sistemas de representación, tanto tradicionales como digitales. Un buen plano con sus unidades estratigráficas, u otro con fases constructivas, facilita la comprensión de nuestro trabajo en cualquier informe que se nos requiera, además de ahorrar un gran número

de líneas escritas, que no puedes redactar con la premura que se requieren los informes preliminares. Sobre el campo, un buen croquis suple con honor la falta de mejores planimetrías a la hora de estudiar cualquier otra parte del edificio histórico. Añadimos más, también tiene que saber procedimientos arquitectónicos, tanto de obra como de las distintas teorías de restauración. Es obvio que no sólo hay que decir qué conservar sino también cómo hacerlo, y hacerlo acomodándose a los medios de que se disponen en ese momento, sin salirse de las directrices generales marcadas por el proyecto arquitectónico. Todo esto suena muy bien, cuando la obra sigue su curso sin contratiempos; el problema es que constantemente aparecen elementos nuevos, que bien mirado enriquecen el resultado final de la acción restauradora, pero en el momento de su descubrimiento trastocan el plan inicial. Tomar una decisión rápida y correcta puede significar la renuncia al criterio primigenio expresado en el proyecto de arquitectura, y si así se produce, hay que responder inmediatamente con otro adecuado. El equipo arqueológico es quien mejor valora los elementos históricos del edificio, tanto los ya conocidos cómo los que aparecen en el transcurso de los trabajos; de ahí que sea también su responsabilidad ver cómo encajar aquellos que tienen suficiente entidad o significado para ser conservados. —¿Me está usted diciendo que el arqueólogo puede proponer un modificado que altere considerablemente los criterios iniciales?— naturalmente que sí, pero proponer no significa hacer, es la dirección facultativa quien toma las decisiones finales. Entidad y significado, interesantes conceptos… ¿Cuál prima sobre otro?, ¿Debemos conservar los palomares de tapial con valor tradicional sobre los pináculos de la catedral de Burgos, o el mobiliario del campanero en la Torre de la Campanas del conjunto catedralicio de Salamanca, en detrimento de recuperar una sala de exposición con bóvedas medievales? Para el primer caso, ya existen muchos palomares similares esparcidos por el campo circundante que no afectan a la estructura de un edificio gótico excepcional. El segundo requiere de más meditación, pues la revalorización de la cultura popular es algo que caracteriza nuestra actual filosofía de recuperación patrimonial. Personalmente pienso que la mejor solución es la integración de ambas, pero también la práctica me enseña que las soluciones ideales no siempre son posibles. Seguramente, cualquier opción bien argumentada sería aprobada por la administra-

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ción competente, siempre que quedaran bien documentados los elementos que se desechan del espacio. Pero la cosa se complica más en el claustro de la catedral de Cuenca. En el 2009 se derribaron una serie de pabellones de los años 90 del siglo XX, que sin ningún pudor se habían colocado en medio de la panda norte; funcionaron como despachos y aulas para una escuela taller promovida por el obispado de Cuenca. La verdad es que los mismos se levantaron protegiendo el enlosado calizo original del siglo XVI y sin tocar ninguno de los cuerpos de fábrica de dicho claustro. Tras su retirada apareció una montea cortada a la mitad, y extendida sobre una capa de yeso asentada en cemento. Representaba un tímpano con rosetón en arco apuntado, de la cual se extrajeron las medidas para las piezas que se aparejaron en la entrada lateral norte de la actual fachada catedralicia. El cotejado del mortero, los diseños y apuntes menores sobre la misma, así como las fotografías históricas sobre la restauración poco ortodoxa del siglo XX, nos llevó a la conclusión de que la misma no pertenecía a las campañas de Vicente Lampérez de las primeras décadas de centuria de 1900, sino a los años 50 del siglo XX, siendo su arquitecto González Valcarcel. Así pues era

más reciente de lo que parecía y, dado que nunca fue realizada con ambiciones duraderas, presentaba numerosos y complicados problemas de restauración. En un primer examen no había ni antigüedad ni entidad que no impidieran su retirada; es más, de realizarse así, el ambiente interior de un claustro clasicista no se vería interrumpido por una adición cercana en el tiempo. Hasta aquí un buen argumento, pero éste se vio languidecido por un estudio más minucioso de la montea. Sus autores siguieron a pies juntillas los diseños del primer arquitecto, y aunque tardío, se demostraba como un documento esencial que ayudaba a comprender una de las restauraciones más ideales practicadas sobre el patrimonio eclesiástico español. Fueron estos argumentos los que llevaron a promotores —Ministerio de Cultura— y dirección facultativa a decidir su conservación en vistas a su futura musealización. Son muchos los factores que confluyen en una elección de este tipo, y sólo la preparación y conocimientos de los que la toman es la garantía de un buen resultado. Por último, el arqueólogo que interviene en una obra de restauración arquitectónica ha de ser un buen comunicador. Se ha de hacer entender tanto por el culto arquitecto como por el práctico operario

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Figura 1. Fotointerpretación de la montea del claustro de la catedral de Cuenca, fechada en la segunda mitad del siglo XX. Michel Muñoz García.


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y, si procede estar presto a responder a las preguntas de la prensa, que no tiene por qué saber restauración ni arqueología. Pero su principal obligación es hacer comprender de una manera clara y breve el desarrollo histórico del edificio a directores facultativos y jefes de obra. No podemos esperar que todos se lean farragosos proyectos o informes técnicos llenos de tecnicismos propios del gremio arqueológico. Además, las incidencias descubiertas por el titular del permiso de intervención se tienen que comentar durante el transcurso de una visita técnica, y entonces no hay tiempo para lecciones magistrales. Por otro lado, es un hecho que la sociedad actual no sólo exige la restauración material del hecho edificado, sino también la restauración del conocimiento histórico. El trabajo de investigación que lleva aparejado, ha de divulgarse a un ciudadano que hace del Patrimonio una actividad de ocio, y más aún, si los recursos empleados proceden de sus impuestos. La divulgación hoy en día no es sólo científica, y los cauces de la misma cambian a la velocidad de las nuevas tecnologías, por ello el típico artículo en una revista común de historia, puede verse suplido por un programa de diez minutos en una televisión local, del mismo modo que al arqueólogo

también se le puede pedir que redacte, e incluso realice directamente la señalética a pie del monumento. —Vaya, vaya, no sólo hay que ser arqueólogo, sino saber historia del arte tradicional, ser historiador, dibujante y topógrafo, saber de obra y arquitectura, conocer teoría de la restauración y ser además museólogo y un gran divulgador. ¿No son demasiadas cosas?—, sí demasiadas para un recién licenciado, por ello, la carrera profesional del arqueólogo restaurador es una constante formación motivada por un objetivo concreto: preservar la salud de la edificación histórica, un paciente complejo del que en principio podemos desconocer casi todo.

El almudí de cuenca. Un ejemplo práctico Seguidamente, completaremos este artículo con un caso práctico inédito, representativo de las intervenciones comunes hoy en día en los procesos de restauración arquitectónica. En el año 2001-2002, la escuela taller municipal de Cuenca procedió a la restauración 243

Figura 2. Cata muraria 1 en el edificio Almudí. Michel Muñoz García.

Figura 3. Cata muraria 2 en el edificio Almudí. Apréciense los revestimientos de imitación marmórea (UEM 92). Michel Muñoz García.


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del edificio Almudí o Alhorí: el antiguo Pósito del siglo XVIII que se encontraba en estado íntegro a pesar de todos los usos que había tenido (Muñoz García 2002). La infraestructura municipal se construyó sobre la muralla medieval que disponía de antemural y cinturón principal; de hecho el edificio integraba a un cubo de la antigua cerca. Disponía de unos sótanos que se conformaban en dos naves de medio cañón aisladas, y un piso superior dividido también en dos naves separadas por pilares y con bóvedas de arista con lunetos en yeso. Por si la secuencia no fuera suficientemente rica, bajo este edificio se excavó también un refugio antiaéreo entre 1936 y 1939, que se integraría en el estudio final. Todo ello le valió ser incoado como BIC en el año 2002. Los bajos estaban ocupados como consultas médicas, por lo que la obra se limitaría a la planta superior. Esto implicaba la ausencia total de movimientos de tierra en el subsuelo, y una comisión territorial de Patrimonio autorizó el proyecto sin seguimientos arqueológicos. Visitas posteriores a las cubiertas —es decir, el espacio entre la bóveda y el tejado—, hicieron que se constatara la existencia de cerámica moderna enterrada en las pechinas a fin de obtener mayor sonoridad. Ante esto la oficina técnica de la delegación de la entonces Consejería de Educación y Cultura de la Junta de Castilla la Mancha prescribió un control arqueológico. Se me comunicó que también debía realizar una serie de catas murarias, además del control arqueológico en el saneado de los tejados. A mi cabeza se le hizo extraño emitir conclusiones sólo con estos últimos cortes de muro y el desmonte de las cubiertas; decidí proceder a una lectura total de todo

Figura 4. Individualización estratigráfica de la cimentación en el cubo (cf. 10) de la muralla medieval fagocitado por el edificio Almudí en el siglo XVIII. Michel Muñoz García.

Figura 5. Individualización estratigráfica del cuerpo de fábrica 1 en el edificio Almudí. Michel Muñoz García.


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el edificio. De la misma se extrajeron las siguientes fases constructivas: Fase I (a partir de 1177): identificamos la construcción del cubo medieval, cuyo adarve es hoy un mirador del propio edificio Almudí. Corresponde al momento de reforma de la muralla pleno-medieval de la villa de Cuenca. Apuntamos la fecha de 1177, en que tiene lugar la toma de la ciudad por parte del monarca castellano Alfonso VIII, y da comienzo el proceso repoblador, al cual va íntimamente ligada la propia cerca. La cimentación de este cubo con basamento en sillería escuadrada (UEM 77), un talud en mampostería concertada (UEM 78), y una hilada también en piezas escuadradas (UEM 79), no sólo revelaba técnicas del mos quadratum introducido por el románico, sino también soluciones constructivas de talud en basamentos de cubos, que remite a paralelos en fortificaciones francesas, concretamente castillos de Rochenport y Roquetaillade y las murallas de Carcasonne (Tealdi, 1988). Fase II (1751 - 1808): tiene lugar la construcción del edificio del Pósito, tal y como lo conocemos hoy, pues la presente intervención evaluó que son mínimos los añadidos posteriores. Las fechas de construcción (1751-53) son dadas por la documentación de Libro de Capitulares municipales de 1750-1753. Cerramos el periodo en 1808, año del inicio de la Guerra de la Independencia, que supuso el final del Antiguo Régimen, y por tanto, la del Pósito como institución municipal vinculada a este sistema. La cata muraria 1 demostró que el edificio no se levantó sobre otro anterior como sospechaba cierta historiografía, mientras que la número seis dio muestras de la rica decoración

interior estucada. La utilización de decoración en paneles de imitación marmórea tiene su origen en Italia y se extiende por toda Europa a principios del siglo XVII. Nosotros mismos hemos detectado decoraciones similares, fechadas en torno a 1625 entre los restos del Convento de San Agustín de Salamanca (Muñoz García, Jiménez González, Gutiérrez Millán, 2002: 81-128). Fueron comunes en muchos edificios conquenses durante el siglo XVIII. Sirva de ejemplo los restos parietales que todavía se conservan en la Iglesia de San Pedro o la sacristía de la misma catedral. Más interesante era la UEM 8 que representa a 12 arcos formeros con diseño en arco apuntado. Para una estricta historia del arte basada en un excesivo culto al estilo, parecía contraproducente para el siglo XVIII, sin embargo fueron más frecuentes de lo que parecen. Sirva de ejemplo los arcos laterales del propio ayuntamiento de Cuenca construido en esta misma centuria por Jaime Bort. Fase III (1808 - 1936): se señalaron aquellas Unidades Estratigráficas Murarias (UEM) producto de estos años, representantes de los usos que se le da al Almudí. Entre los mismos destaca la de almacén municipal y hospital psiquiátrico. Además se incluyen las obras de 1906 para mejorar el acceso a la ciudad vieja, que afectan a la fachada Oeste del mismo. Fase IV (1936 - 1939): construcción del refugio de la Guerra Civil en la margen del río Huécar. Fase V (1939 - 2000): usos culturales como primer Museo Arqueológico de Cuenca promovido por D. Francisco Suay y como Sala de Exposiciones. La parte baja fue adaptada, después de la Guerra Civil, para cárcel municipal.

Figura 6. Individualización estratigráfica en la secciones del edificio Almudí. Michel Muñoz García.

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Recapitulación y conclusiones

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En lo que respecta al significado de las técnicas empleadas en la cimentación del cubo medieval, el modo constructivo que introdujo el estilo románico en el siglo XI alcanza un gran desarrollo en la época de Alfonso VIII. Durante su reinado se impulsa el estilo del Císter, a la vez que se concibieron y terminaron templos de una monumentalidad destacada como San Vicente y San Pedro en Ávila. Sabemos que algunos de estos edificios estuvieron bajo la dirección de maestros franceses: entre éstos estarían el mismo maestro Fruechel de la catedral de Ávila, que según Yarza reprodujo la cabecera reformada de Santa María de Velezay en Borgoña, Francia (Yarza, 1990: 260262). En el reino de León, Johanes Francus se hizo cargo de las obras inacabadas de la Catedral Vieja de Salamanca a partir de 1200 (Sánchez Sánchez, 1991); su propio nombre es suficientemente elocuente. La difusión de estas ideas, no debe explicarse sólo por el deseo de estar a la última moda o de contar con la tecnología más puntera sino que debemos añadir la predisposición de las clases privilegiadas y la propia monarquía castellana de equipararse a la cultura “cristiana” del resto de Europa, frente al enemigo infiel que supone el Islam asentado en la península ibérica. También hay factores de índole personal: las relaciones del reino de Castilla con Europa se vieron favorecidas por el matrimonio de Alfonso VIII y Leonor Plantagenet, hija de la no menos célebre Leonor de Aquitania (Martínez Díez, 1995). Cierto es que la arquitectura fortificada no depende tanto de los gustos estéticos, pero ello no la exime de una gran carga simbólica. En las Partidas de Alfonso X el Sabio, las defensas perimetrales de una población son de hecho las que otorgan el grado de ciudad, al afirmar que es “todo aquel lugar que es cercado de los muros, con los arrabales et los edificios que se tiene con ellos” (Partidas VII, título XXXIII, ley VI). Esto hace que la cerca en una villa de realengo dé tanto prestigio como su arquitectura sacra, y por tanto, su erección sea un motivo de preocupación del monarca. La influencia francesa es un hecho también en la construcción de defensas durante este periodo y obviamente se ve favorecido por la política expansionista del monarca castellano Alfonso VIII, que tiene la necesidad de retener lo conquistado. Y al igual que en el caso de otras arquitecturas, es también probable que la difusión de las ideas sobre poliorcética se efectuara por la acción directa tanto de maestros como personajes destacados ultrapirenaicos.

Si aceptamos la citada fecha de 1189 para la mejora de las defensas de esta parte de la ciudad, esta acción contribuyó decisivamente en la conformación del ciclo productivo canteril o industria de la construcción en la villa de Cuenca, si es que no es el factor directo de introducción del mismo. Por entonces, ya se estarían planteando la construcción de las parroquias románicas de la ciudad, si es que algunas no se habían comenzado ya (López Rubio, 1999: 212). Llegados a este punto, ¿debemos ver un maestro francés detrás de la gran madurez técnica que presenta la cimentación (UEM 77, 78 y 79) del cubo defensivo del edificio Almudí? Sería aventurado afirmarlo, pero sin duda, el que lo diseñó estaba al tanto de los últimos avances de fortificación que se ejecutaban más allá de los Pirineos. Pasando a la Edad Moderna, el documento que manda erigir el nuevo Pósito en 1751, nos habla de las necesidades a las que debe responder la nueva infraestructura. En el mismo se refiere explícitamente la delicada situación del grano que por entonces se guardaba en la Real Casa de la Moneda espuestos a perderse por la mucha humedad que les presta la prosimidad de las aguas del Río Júcar, que la baten por el norte, y no menos de la Huerta de Santiago (Archivo Municipal de Cuenca, leg. 334, fol. 45 r” del año 1751). Su construcción se vio favorecida también por la coyuntura política de mediados del siglo XVIII, pues una reforma administrativa del año 1749 estableció intendentes en todas las capitales de provincia, por lo que el corregidor pasó a ser también Intendente General de las Rentas Reales. Así, D. Pedro Quintana y Acevedo, nombrado Corregidor en Enero de 1750 para Cuenca, presenta los títulos de Intendente Provincial y Superintendente de Millones y Rentas. Se explica pues que el mismo Almudí sea conocido con el título de “Real Pósito”, y su escudo central sea el del Reino de Castilla, como símbolo de la autoridad directamente emanada de la monarquía. Sin embargo este control de las rentas reales por parte de los corregidores tendrá fecha de caducidad: en 1773, el nuevo corregidor D. Antonio Fernández de Calderón ya no tendría el cargo de Intendente (Aliod Gascón 1997: 91-92). La disposición de estas contribuciones reales por parte de estos cargos explica que se construyese el nuevo edificio en un plazo relativamente corto. La obra es entregada dos años después de su inicio, en 1753, habiendo sido su maestro José Rubio. Respecto a este último profesional, no hemos encontrado ninguna referencia a su especialidad, pero


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Figura 7. Individualización estratigráfica sobre las bóvedas (izquierda) y en la armadura del tejado (derecha). Michel Muñoz García.

lo más probable es que fuera cantero, dado el trabajo que implica realizar las bóvedas inferiores y la “caja del edificio”. Su función también era coordinar las diferentes especialidades de carpintería, albañilería y yesería que confluyeron en su ejecución. Pensemos que las bóvedas interiores en yeso debían encontrarse bajo techo, para asegurar que las inclemencias del tiempo no afectaran a su fragua. Por otro lado, es de suponer que un complejo sistema de cerchas fuera dispuesto en el interior para la ejecución de las mismas. El análisis de la armadura de madera con piezas tan largas y gruesas dan fe de una buena operación de abastecimiento, que debemos explicar por el control directo que ejerce el Concejo de Cuenca sobre la explotación de los bosques adyacentes. En cuanto a los revestimientos exteriores (UEM 72) y los escudos (UEM 116), con toda seguridad también se realizaron después de tejar la parte superior. Ello también es síntoma de planificación, pues el estuco debía realizarse en temporada estival para asegurar su secado. Si la obra se entrega el 6 de noviembre de 1753 es muy posible que ese mismo verano se hubiera decorado su fachada. El programa decorativo de despiece de sillares y escudos muestra a un José Rubio como maestro acorde con los gustos que imperaban en la ciudad entonces.

Además, los arcos apuntados del interior (UEM 8) son ejemplo de la experimentación o exploración creativa que estaba desarrollando la arquitectura del siglo XVIII, y que en una ciudad como Cuenca dio muestras tan numerosas y variadas a la vez. Además, el edificio es óptimo ejemplo de lo que la industria de la construcción conquense de la centuria de la Ilustración podía realizar cuando se encontraba bien abastecida y apoyada institucionalmente. Como infraestructura municipal, en su tiempo tuvo un papel destacado que trasciende de lo funcional a lo simbólico. Durante el motín de subsistencia de 1766, el señor Iruela, Interventor del Real Pósito, se vio obligado a entregar las llaves del mismo a los insurrectos, y en los días sucesivos la posesión de éstas se convierten en moneda de cambio para los distintos sectores sociales implicados ( Jiménez Monteserín, 1997: 31). Respecto a la funcionalidad que presentan las diferentes estancias que alberga, una relación informal de Rentas y Arbitrios del Ayuntamiento de Cuenca, fechada en 1786, nos informa de su uso. En su parte inferior, las dos naves con bóvedas de medio cañón (unidades funcionales 6 y 5), eran empleadas como carnicerías públicas con una bodega de aceitero en la que existen varias tinajas a prevención para cualquier caso que a

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Figura 8. Individualización estratigráfica en la planta del edificio Almudí. El cuerpo de fábrica 18 es la entrada al refugio del Guerra Civil. Michel Muñoz García.


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Figura 9. Matriz general del edificio Almudí. Michel Muñoz García.


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la Ciudad le ocurra de prevenirse a falta de abastecedor de esta especie (AMC. leg. 109, Exp. 11, fol. 48, 7 de febrero del año 1786). Estas tinajas es muy posible que se hayan conservado hasta bien entrado el siglo XX según testigos que nos informaron. El gran ancho de sus muros exteriores e interiores puede explicarse tanto por la necesidad de mantener un ambiente fresco para los abastos allí almacenados, como por las necesidades constructivas de cimientos sólidos que debían soportar la presión de las pendientes sobre las que se asienta el edificio: junto a la cuesta que baja desde la propia calle del Almudí, debemos señalar la situación del edificio justo en el borde del río Huécar. A la hora de concebir este edificio, las autoridades conquenses no descuidaron la tradición de ventas de carnes que históricamente se ubicaba en esta parte de la ciudad: por lo menos desde 1423 se conocen tablas dedicadas a ello junto a la Puerta del Postigo (AMC. Leg. 40, Exp. n.º 1. 1423). En el documento citado fechado en 1786 también menciona que en la misma trasera de la construcción analizada se situaba el matadero de la oveja (AMC leg. 109, Exp. 11, fol. 48, 7 de febrero del año 1786). No es extraño que en la Edad Moderna, carnicerías y pósito se encuentren muy próximos unas de otro. En San Clemente (Cuenca), ambos edificios de bien entrado el siglo XVI comparten medianera en la misma plaza de la Iglesia. Quizá fue esto lo que llevó a pensar a algún autor que la planta superior del Almudí se levantaría sobre

una construcción abovedada anterior (Rokiski, 1999: 348-353). Sin embargo, ya vimos que la cata muraria 1 demostró un paramento en mampostería concertada (UEM 23) unitario y continuo, sin suturas ni unidades interfaciales que pudieran mediar entre distintas fases de construcción. A falta de evidencia, no se ha señalado en la matriz fase alguna enmarcable en la centuria de 1500. La planta superior se destinaría a la burocracia y venta, la oficina según la documentación (A.M.C. leg. 109, Exp. 11, fol. 48, 7 de febrero del año 1786), que se encargaba de la distribución de cereal por la ciudad. Se ha apuntado la originalidad del diseño de dos naves paralelas (unidad funcional 2), disposición extraña a un edificio de estas características. Pensemos en los pósitos de Almagro (Diez Baldeón, 1993: 329) o Villanueva de los Infantes (Henares Cuellar y López Guzmán, 1993: 197), que se organizan en torno a un patio central. Lo cierto es que las dos naves paralelas del Alhorí conquense permiten una gran flexibilidad funcional, pues una u otra puede adaptarse como acopio de grano en contenedores, o para usos de despacho burocrático, según convenga a periodos de mayor o menor actividad mercantil. Es muy posible que algunas transacciones de mercancías pudieran haberse realizado con procedimiento de subasta pública. De todos modos, la sonoridad perseguida al enterrar piezas cerámicas dentro de la UEM 134 y sobre las enjutas de las bóvedas, se puede expli-

Figura 10. Escudo real UEM 112, sobre revestimiento UEM 72. Michel Muñoz García.


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car por la simple necesidad de comunicación dentro del gran espacio abovedado que es la unidad funcional 2. Sobre las lozas halladas en el control arqueológico rebotarían las ondas sonoras producidas por la voz, facilitando de este modo una mejor audición. Como se ha visto, la esencia de esta operación consistió en integrar los resultados de un control arqueológico y catas murarias en una lectura general del edificio. Con ella se obtuvo la matriz, la radiografía del edificio. Sin embargo, con la obra en marcha, ésta no sirvió ni para diagnosticar las patologías del paciente edificado, ni para influir en el plan inicial de la obra. Pero el tratamiento aplicado propició el rescate de la historia del edificio convaleciente. Sobre los elementos ordenados cronológicamente, se practicó un sano ejercicio de inferencia histórica contrastándola con documentación, tipologías constructivas y artísticas, estudios cerámicos y bibliografía. Con ello una construcción declarada BIC pudo ser reconsiderada y revalorada en base a: • Conservar una de las más elocuentes soluciones constructivas medievales en torres defensivas, que pone de manifiesto la influencia de las corrientes poliorcéticas punteras de más allá de los Pirineos en la segunda mitad del siglo XII. • Ser testigo material de las deficiencias de las sociedades del Antiguo Régimen en el abastecimiento de la población. Constituir uno de los edificios mejor resueltos, en cuanto a plazos y solidez constructiva se refiere, por la industria de la construcción conquense en el siglo XVIII. • Representar un destacado ejemplo de la gran experimentación arquitectónica del siglo de las luces, que no contento con la tradición clásica, incorpora nuevos elementos en el lenguaje arquitectónico como el arco apuntado. • Conservar en su subsuelo un refugio antiaéreo de la guerra civil de 1936, símbolo de uno de los episodios más traumáticos en la historia de España. Dicho y hecho, Arqueología de la Arquitectura pura y dura, el edificio Almudí de Cuenca consiguió su restauración histórica.

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La Arqueología de la Arquitectura en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid Fernando Vela Cossío Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid fernando.vela@upm.es

Doctor en Geografía e Historia por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor Titular de Historia de la Arquitectura y el Urbanismo del Departamento de Composición Arquitectónica de la Universidad Politécnica de Madrid. Arqueólogo especialista en conservación, intervención y restauración de edificios históricos.

Resumen A lo largo de los últimos años la arqueología ha ido extendiendo de forma progresiva su campo de acción al ámbito de la historia de la arquitectura y de la construcción, convirtiéndose en un instrumento imprescindible del trabajo de toma de datos, análisis y diagnosis que precede a la redacción de los proyectos de restauración arquitectónica. La Escuela Superior de Arquitectura de Madrid tiene una extensa y arraigada tradición en la enseñanza de la historia de la arquitectura y los monumentos españoles que ha favorecido tanto la incorporación de materias relacionadas con la arqueología en sus planes de estudio, como la inclusión de la didáctica del análisis arqueológico de construcciones históricas en la formación específica de postgrado.

Palabras clave Arqueología. Historia de la Arquitectura. Historia de la Construcción. Conservación y Restauración del Patrimonio. De entre las muchas disciplinas científicas que tienen como campo de aplicación la investigación y la intervención en el Patrimonio Edificado, la arqueología ha sido, entre las de naturaleza histórica, la que ha conocido un mayor desarrollo en España a lo largo de los últimos veinte años. La principal consecuencia de este fenómeno en el ámbito académico de la enseñanza superior, ha sido la progresiva incorporación de diversas materias relacionadas con la disciplina arqueológica a los programas y planes de estudio de nuestras Escuelas de Arquitectura, sobre todo en los niveles de postgrado. La Escuela de Arquitectura de Madrid —en la que se está desarrollando un ambicioso programa de especialización en conservación y restauración del Patrimonio Arquitectónico y urbano y se han implantado distintos cursos de postgrado en este campo— no ha sido ajena a este proceso, reafirmando así una arraigada tradición en el estudio histórico de la cultura material edificada por parte de los arquitectos españoles.

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Un proyecto de restauración riguroso que permita la correcta intervención del edificio histórico requiere del conocimiento completo de todas sus cualidades. El levantamiento del inmueble, paso previo a cualquier actuación, requiere la colaboración coordinada de un equipo de técnicos y científicos numeroso y diverso, en el que la interdisciplinaridad de sus componentes (arquitectos, arqueólogos, geólogos, historiadores, ingenieros, topógrafos, químicos, etc.) debe contribuir a la recuperación y procesado posterior de toda la información que sea posible extraer del conjunto edificado. Un buen conocimiento morfológico y métrico de la construcción histórica, el adecuado análisis metrológico, con referencia a las unidades de medida originales con las que fue creado, la recopilación del material documental y bibliográfico que se refiera a su localización, sus características y sus artífices, el estudio histórico-constructivo, con definición de los materiales, técnicas y sistemas de construcción originales, y una evaluación técnico-patológica con la valoración de su estado de conservación y de las circunstancias que han contribuido al mismo, son premisas fundamentales para un trabajo de restauración o rehabilitación bien hecho. Es en este contexto en el que se desarrollan hoy las actuaciones de investigación arqueológica de los monumentos y es por ello habitual la presencia del arqueólogo en los trabajos de restauración desde el momento mismo de su comienzo, es decir, desde el inicio de las primeras labores de toma de datos previas a la redacción del proyecto de intervención. La arqueología ha adquirido así un papel protagonista en los propios trabajos de toma de datos y se ha convertido en una de las herramientas más importantes para el análisis y la interpretación del edificio histórico. Las actuaciones arqueológicas en edificaciones históricas requieren el desarrollo de estrategias y procedimientos concretos de trabajo, de manera que se ha ido configurando a lo largo de los últimos treinta años un cierto tipo de especialista en trabajos de arqueología de la arquitectura. Este nuevo perfil profesional debe sumar a la formación convencional del arqueólogo (métodos y procedimientos de excavación, conocimiento de la cultura material, procedimientos de datación, arqueometría, fotografía arqueológica, etc.)

una serie de técnicas y conocimientos específicos entre los que pueden encontrarse los métodos de levantamiento y reconstitución, las técnicas de rectificación de fotografía digital, el reconocimiento, caracterización y ensayo de materiales de construcción histórica, la historia de la ciudad, el arte y la arquitectura y, por supuesto, la historia de la construcción. Desde finales del siglo XX, sobre todo a lo largo de los años noventa, se han venido desarrollando distintas experiencias relativas al empleo del método de análisis estratigráfico para el conocimiento y la interpretación de los edificios históricos. La arqueología estratigráfica, definida en su día por Edward Harris —quien ya se refirió en su libro Principios de estratigrafía arqueológica a la posibilidad de efectuar lecturas de paramentos verticales (Harris, 1991)— ha ido extendiendo su campo de acción al ámbito de la historia de la arquitectura y de la construcción, y se ha convertido en uno de los instrumentos más útiles para llevar a cabo el trabajo de toma de datos que precede inevitablemente, a un buen proyecto de restauración arquitectónica. Esta nueva especialidad de la arqueología, que se conoce genéricamente con el nombre de arqueología de la arquitectura y que se dedica al análisis de las construcciones históricas, ha conocido un desarrollo muy notable en Europa, siendo Italia uno de los países en los que ha cobrado más fuerza y ha producido un mayor número de especialistas, aunque se ha ido extendiendo enseguida a otros muchos lugares, ocupando España una posición importante en la difusión y utilización del método. Los primeros trabajos en los que se abordan de manera más o menos sistemática los problemas metodológicos y de aplicación de lo que habitualmente se ha denominado lectura estratigráfica de paramentos, están reunidos en ediciones italianas, de entre las que debe destacarse el resumen del curso celebrado en la Universidad de Siena en septiembre y octubre de 1987 (Francovich y Parenti, 1988) así como los trabajos posteriores del propio Roberto Parenti y de otros autores como G. P. Brogiolo, F. Doglioni o T. Mannoni, entre otros. A las primeras publicaciones italianas han seguido otras muchas que nos van permitiendo perfilar, desde diferentes ópticas y posiciones teóricas, los confines metodológicos y de aplicación práctica de este sistema de descripción, análisis e interpretación de los complejos edificados. Cabe aquí destacar el importante crecimiento de las contribuciones españolas a lo largo de los últimos veinte años, que se han materializado en aportacio-


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nes muy interesantes tanto desde el punto de vista de la investigación, como en lo referente a la presencia de la disciplina en los diferentes foros de formación y de debate. Así, en 1995 la revista Informes de la Construcción, que edita el Instituto Eduardo Torroja del CSIC, preparó un interesante número monográfico sobre Arqueología de la Arquitectura al que seguirían, en los años siguientes, distintas publicaciones que contribuyeron a fortalecer el arraigo de la disciplina en España. En una síntesis que nos permita muy brevemente trazar su recorrido, podríamos destacar las Actas del curso Arqueología de la Arquitectura: El método de estudio aplicado al proceso de estudio y de intervención en edificios históricos, seminario promovido por la Junta de Castilla y León en 1996, y la celebración en Vitoria en 2002 del Seminario Internacional de Arqueología de la Arquitectura, cuyas Actas se publicaron ese mismo año en la revista Arqueología de la Arquitectura, que edita desde entonces la Universidad del País Vasco y el Instituto de Historia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y de la que se han publicado hasta la fecha cinco números, con periodicidad aproximadamente anual. En ese primer número de la revista, Juan Antonio Quirós Castillo presentaba un cuadro general sobre la disciplina en España que nos ha proporcionado una exhaustiva bibliografía con las principales aportaciones españolas, dando cuenta del importante desarrollo de la arqueología aplicada a la investigación de edificaciones históricas en nuestro país en los últimos años (Quirós Castillo, 2002). Transcurridos casi ocho años desde las jornadas de Vitoria, la última reunión que acaba de celebrarse por iniciativa del Instituto del Patrimonio Cultural de España en octubre de 2009 ha servido para hacer balance de la situación actual y ha dejado constancia del vigor e interés con el que se mantiene la disciplina en España y sus muchos progresos en el campo de su didáctica y difusión entre arquitectos. A la vista de este panorama cabe preguntarse, en primer lugar, sobre qué tradición se ha cimentado la experiencia docente e investigadora en el campo de la arqueología en nuestras Escuelas de Arquitectura. Para ello nos servirá como referencia la propia Escuela de Madrid que, como continuadora del espíritu de la Academia, ha mantenido siempre, como una parte substancial del quehacer de sus alumnos y profesores, el estudio de la historia de la arquitectura y el levantamiento riguroso de los monumentos españoles.

La enseñanza de la historia y de la arqueología en la Escuela de Arquitectura de Madrid Desde su creación como Escuela Especial en 1844, la Escuela de Arquitectura experimentó un constante proceso de renovación de sus planes de estudio, que se fueron actualizando desde 1858, dando comienzo a una larga y arraigada tradición experimental que nos acompaña hasta el momento presente. En la Escuela, que quedaría separada definitivamente de la Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1857, el estudio de la Historia (del Arte y de la Arquitectura) se convertiría en una materia substancial para la educación del arquitecto y en objetivo preferente de los intereses científicos de la propia institución. El plan de estudios de la Academia de 1821 ya definía los estudios mayores de arquitectura como la “enseñanza metódica” que formaba para el ejercicio de la edificación “civil e hidráulica”, basándose en las reglas de sencillez, unidad, decoro y buen gusto que proporcionaban los modelos de la antigüedad, que los alumnos copiaban a la aguada de motivos arquitectónicos y escultóricos grecorromanos vaciados en yeso. Casi todos los planes incluyeron el estudio de la Estética y la Teoría del Arte y la Historia del Arte y de la Arquitectura. Los propios cursos de composición se organizaban en el siglo XIX en un curso de copia de detalles, otro de copia de edificios y conjuntos y un tercero de invención de edificios de primer orden, los de carácter público o monumental, para definir su distribución y su decoración, lo que pone de manifiesto el fuerte enraizamiento del estudio de los estilos históricos durante la segunda mitad del siglo XIX, periodo en el que quedó plenamente de manifiesto cómo la enseñanza de aquellos monumentos ajenos al clasicismo iba calando lentamente en las escuelas. De la temprana inclinación de la Escuela hacia la enseñanza y el estudio de la Historia de la Arquitectura, da cumplida cuenta la propuesta que en el año 1848 elevó Aníbal Álvarez Bouquel (1806-1870), profesor de Teoría del Arte y Decoración de Edificios, solicitando a la Real Academia su intercesión para que el Gobierno pensionase a los alumnos con el objetivo de realizar el estudio de los monumentos españoles. Obtenida la ayuda del Estado, los viajes dieron comienzo en 1849 y tuvieron como destino en primer lugar la ciudad de Toledo, a la que se rea-

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lizaron dos viajes para levantar y estudiar, entre otras edificaciones, la Puerta de Alfonso VI, la propia Catedral o el monasterio de San Juan de los Reyes. A los viajes a Toledo (1849-1850) siguieron los de Segovia (1851), Salamanca (1853), Guadalajara (1854) y Granada (1856). Participaron en la organización de estas expediciones, además del mencionado Aníbal Álvarez Bouquel, otros profesores arquitectos como Antonio de Zabaleta (1806-1864), Narciso Pascual y Colomer (1801-1860), Jerónimo de la Gándara (18251877) o Francisco Jareño y Alarcón (1818-1892). Antonio de Zabaleta representa fielmente el compromiso del pensamiento liberal con el Patrimonio Nacional. Exiliado en Francia desde 1823, regresa a España hacia 1836. Enseguida le encontramos como arquitecto-fontanero en Santander, entre 1838 y 1842, y después, desde 1845, como uno de los profesores de la recién creada Escuela Especial de Arquitectura de Madrid, donde coincide con Aníbal Álvarez Bouquel. Catedrático de Arquitectura Legal y Práctica de la Construcción desde 1845, alcanzará en 1854 el cargo de Director de la Escuela. Desde 1852 había ocupado el cargo de Secretario de la Comisión Central de Monumentos Históricos y Artísticos, terreno en el cual le encontramos desde el comienzo mismo de su carrera. Se le debe considerar como uno de los protagonistas decisivos en la puesta en marcha del proyecto de Monumentos Españoles y, desde luego, en la preparación de las expediciones a Toledo de 1849 y 1850. Narciso Pascual y Colomer, alumno y titulado por la Academia, fue profesor y director de la Escuela Especial de Arquitectura (1852-54) y finalmente director de la Escuela Superior de Arquitectura entre 1864 y 1868. Arquitecto en 1833, viaja a Francia e Inglaterra con ayuda de la Academia entre 1836 y 1838, incorporándose enseguida como profesor a la Escuela, en la que enseñó Teoría General de la Construcción (Navascués, 2007: 25-33). Como restaurador de monumentos hay que destacar sus trabajos en la Iglesia de San Jerónimo el Real de Madrid (1848-1851), en una de las primeras restauraciones en estilo que tienen lugar en España, alentadas por el Decreto de 1850, en el que se señalaba que en las obras sobre los monumentos “se respetará el pensamiento primitivo, acomodando las renovaciones al carácter de la fábrica, procurando que las partes antiguas y modernas se asemejen y parezcan de una misma época”. Jerónimo de la Gándara, nacido en Ceceñas (Santander), es uno de los profesores de la Escuela de

Arquitectura con mayor implicación en la colección Monumentos Arquitectónicos de España. Pensionado en Roma, como Jareño, por Real Orden de 25 de noviembre de 1848, disfrutó de cinco años de estancia en esta capital, incorporándose a la Escuela como profesor ayudante en 1853. Se trata de un arquitecto bien conocido por sus aportaciones a la tipología teatral del siglo XIX, pues es autor del Teatro de la Zarzuela de Madrid (1856) y de otros dos en la ciudad de Valladolid. Aunque en su trayectoria destacan aquellos trabajos donde muestra una marcada inclinación hacia el neogriego, como ya señalara Cabello y Lapiedra en 1901, fue uno de los primeros arquitectos que utilizó el gótico en construcciones funerarias, estilo en el que construye un panteón en el cementerio de San Isidro de Madrid en 1866 (Navascués, 1973: 117). En todo caso, de su actitud ecléctica dan cuenta las muchas referencias históricas que encontramos en su trabajo, pues a los ejemplos citados se suman otros de distinta procedencia, como el pabellón español de la Exposición Universal de París de 1867, que se inspira en el palacio de Monterrey (Salamanca). Por lo que respecta a Francisco Jareño y Alarcón, hay que recordar que forma parte de la primera generación formada en la Escuela de Arquitectura, en la que se tituló en 1852. Pensionado para viajar a Inglaterra y Alemania, ganó la cátedra de Historia del Arte en 1855 e inició una fructífera carrera profesional fuertemente determinada por su inclinación al historicismo. Director de la Escuela en 1874-1875, es autor de edificios notables como el Tribunal de Cuentas (1863), la Escuela de Veterinaria (1877) o el Instituto Cardenal Cisneros (1881). Pero su obra más importante es el Palacio de Bibliotecas y Museos, iniciado en 1866 bajo proyecto del año 1862 (Navascués, 1973: 120) y cuyas obras se extienden después de la propia inauguración, que tuvo lugar en 1892. Aunque sus trabajos se encauzan en el respeto al clasicismo, ya sea éste de procedencia un tanto diversa, también muestra alguna inclinación hacia los estilos medievales, como en el Hospital del Niño Jesús (1879-1885) o en la restauración de la Casa de los Lujanes. La actitud de esta primera generación de profesionales formados en la Escuela de Arquitectura, de la que cual forman parte tanto Jareño como Gándara, puede contribuir a explicar el modo en que se produjo en España el desarrollo del historicismo y el despertar de la restauración de los monumentos como actividad propia y específica del arquitecto. Si el clasicismo académico se había sentido fuertemente


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identificado con el estudio de las antigüedades grecolatinas y con la propia actividad arqueológica, el despertar del historicismo contribuiría durante el siglo XIX a inclinar a los jóvenes arquitectos al estudio de la Edad Media, entendida ahora como un nuevo y fresco repertorio compositivo a considerar. El vigor del neogótico en muchos países europeos, como el Reino Unido, donde se levantaba en estilo gótico el nuevo conjunto del Parlamento Británico desde 1838, o Francia, que asiste en estos años al nacimiento de la restauración de monumentos de la mano de autores tan señalados como Eugène Emmanuel Viollet-le-Duc (1814-1879) o Jean-Baptiste Lassus (1807-1857), alentará en la España de la segunda mitad del siglo XIX una nueva forma de entender la arquitectura en la que se abren paso las referencias medievales, góticas y románicas pero también hispanomusulmanas y mudéjares, en una arraigada sensibilidad que alcanzará el primer cuarto del siglo XX. Autores como Juan de Madrazo y Kuntz (18291880) o Demetrio de los Ríos (1827-1892), titulados por la Escuela en 1852, constituyen ejemplos muy representativos de esta clase de formación. Su obra se inclina más al gótico y al racionalismo de procedencia francesa, y en lo que ahora nos interesa destacar, muestra una clara preferencia hacia el trabajo de levantamiento de los monumentos. Demetrio de los Ríos fue profesor de Dibujo Topográfico en Sevilla hasta 1869 y formó parte muy activa de la Comisión de Monumentos (Navascués, 1997: 262). Excavó en Itálica, publicando una Memoria arqueológicodescriptiva del Anfiteatro de Itálica en 1862, y dirigió desde 1880, después de la destitución de Madrazo, las obras de restauración de la catedral de León, un edificio que, como nos recuerda Pedro Navascués, constituye “la escuela en la que se formaron algunos de los más importantes restauradores españoles” (Navascués, 1997: 377). Algunas de las actuaciones más señaladas de la historia de la restauración monumental en España tendrán lugar durante este periodo final del siglo XIX y puede leerse en ellas el debate entre los restauradores en estilo y los conservadores arqueológicos, seleccionados todos de una nómina de arquitectos precursores de la actividad restauradora tan importantes como Manuel Aníbal Álvarez, Juan Bautista Lázaro, Ricardo Velázquez Bosco o Arturo Mélida y Alinari. Manuel Aníbal Álvarez (1850-1930) lleva a cabo entre 1895 y 1904 una de las actuaciones restauradoras en estilo más conocidas y discutibles de la his-

toria de la restauración monumental: la de la iglesia románica de San Martín de Frómista (Palencia). De esta iglesia dice Manuel Gómez Moreno en 1934 que “lleva sobre sí una restauración tan a fondo, que parece toda nueva” (Gómez Moreno, 1934) y basta la observación de la litografía de F. J. Parcerisa (18031875) de la colección Recuerdos y bellezas de España para comprender la profunda huella de una restauración que se encuentra guiada por la búsqueda de un edificio románico prístino que, desde luego, nunca existió. También son obra suya las intervenciones en la iglesia visigoda de San Juan de Baños (Palencia), en el Hospital de Santa Cruz de Toledo o en la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid). En cambio, otros arquitectos como Juan Bautista Lázaro (1849-1919), se significan en esta etapa como firmes críticos de la restauración en estilo. Nacido en León y titulado desde 1874, Lázaro se forma con Madrazo y Federico Aparici (1832-1917), también notable medievalista. Con esta formación no es extraño que trabajase después en la restauración de la Catedral de León (1892) y sea autor de distintas obras de enraizadas referencias historicistas, como el asilo de San Diego y San Nicolás (Madrid 1903-1906), el colegio de Nuestra Señora de Loreto (Madrid, 1889-98), la Iglesia de los Redentoristas (Madrid 1892-97) o la Iglesia de La Milagrosa (Madrid, 1900-1904) en la que colaboró con su discípulo Narciso Clavería (n. 1869), con quien desarrollaría también otros muchos trabajos. Para algunos, la Iglesia de La Milagrosa, situada en la madrileña calle de García de Paredes, constituye uno de los conjuntos más característicos y logrados de la obra de Lázaro (González Amézqueta, 1969). Añadida a la Casa-Misión de San Vicente de Paúl, la Iglesia de La Milagrosa fue uno de los más conocidos y celebrados edificios de este arquitecto que resuelve el interior en estilo neogótico literal, mientras utiliza el recurso ornamental del ladrillo visto en clave neomudéjar para revestir exteriormente la estructura. Lázaro, que se había formado en el racionalismo de ascendencia francesa, era ferviente seguidor de las líneas conservadoras, defensoras de la mínima intervención, en la restauración de los monumentos. Como restaurador intervendrá, en colaboración con Ricardo Velázquez Bosco (1843-1923), en la pequeña iglesia prerrománica de Santa Cristina de Lena durante el periodo 1885-1892; también actúa después en San Miguel de la Escalada (1894), mostrando siempre esta actitud austera y rigurosa en la restauración. Pero será el ya mencionado Ricardo Velázquez Bosco el

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encargado de llevar a cabo las intervenciones restauradoras más importantes de finales del siglo XIX. Sus trabajos en Asturias y en la Catedral de Burgos y, sobre todo, su labor como Inspector de Monumentos de la Zona Sur, le sitúan en algunas de las actuaciones más importantes en este periodo, como las primeras excavaciones arqueológicas en Medina-Azahara o la restauración de la Mezquita de Córdoba, donde trabajará hasta su muerte en 1923. Muestra en todos los casos, gran interés por el “método histórico” emprendido en Italia por Lucca Beltrami (1854-1933) y que combate las arbitrariedades de las restauraciones en estilo indiscriminadas. Distinto a los de Lázaro y Velázquez Bosco es el perfil de Arturo Mélida y Alinari (1849-1902). Artista versátil, buen pintor e ilustrador, Arturo Mélida representa el epígono historicista de la arquitectura española del siglo XIX. Es autor de obras neomedievales en estilo gótico final, como el Monumento a Colón de Madrid (1881-85), el Pabellón Español de la Exposición del Centenario en París (1889) o la Escuela de Industrias Artísticas de Toledo (1882), un edificio ciertamente ecléctico que combina el gótico Reyes Católicos, con el que tanto se familiariza nuestro autor durante su etapa de trabajo en San Juan de los Reyes, con la arquitectura en ladrillo de tradición mudéjar. Por lo que se refiere a la intervención en monumentos, Mélida debe ser recordado por su trabajo en el claustro de San Juan de los Reyes de Toledo, al que llega en 1881 por encargo del ministro de Fomento, Juan Luis Albareda. El proyecto de Mélida para el claustro constituye, siguiendo a Navascués, un documento de inestimable interés, «no sólo porque permite reconocer la obra que se llevó a cabo en el siglo XIX, sino por el propio documento en sí, redactado en caracteres góticos sobre pergamino, con tintas de varios colores, miniaturas, y conteniendo unos magníficos dibujos a pluma sobre las partes a restaurar» (Navascués, 1972: 236). El título de su discurso de ingreso en la Academia: Causas de la decadencia de la arquitectura y medios para su recuperación (1899) deja muy clara su personal inclinación hacia la restauración. Vicente Lampérez y Romea es a comienzos del siglo XX la figura más importante en la enseñanza de la Historia de la Arquitectura en la Escuela de Madrid. Catedrático de Teoría del Arte desde 1901, con la jubilación de Ricardo Velázquez Bosco, pasó a ocupar en 1918 la cátedra de Historia del Arte. Lampérez promoverá el magisterio de una historia de la arqui-

tectura muy rigurosa y operativa en una línea teórica de naturaleza histórico-arqueológica, muy necesaria para afrontar la urgente necesidad de restauración de los monumentos españoles. Autor de la espléndida Arquitectura civil española de los siglos I al XVIII (Madrid: Saturnino Calleja, 1922), el trabajo de Lampérez se extiende en excelentes trabajos durante todo el primer cuarto del siglo XX, como la Historia de la arquitectura cristiana (Barcelona: Juan Gili, 1904) o los trabajos sobre el Castillo de La Calahorra (Madrid: Hauser y Menet, 1914), la catedral de Burgos (Barcelona: J. Thomas B. 1913), los monasterios españoles (Madrid: Saturnino Calleja, 1920). El 1 de junio de 1916 D. Vicente Lampérez y Romea ingresó en la Real Academia de San Fernando con la lectura del discurso sobre Los Mendoza del siglo XV y el Castillo del Real de Manzanares, con contestación de D. José Ramón Mélida. Fue Director de la Escuela Superior de Arquitectura entre 1920 y 1923. Aunque hoy nos parezcan discutibles los criterios empleados por Lampérez en muchas de sus intervenciones, lo cierto es que fue uno de los primeros teóricos españoles en el campo de la restauración de monumentos. En ese periodo se desarrolla en España el corpus legislativo y normativo inicial que permite afrontar la difícil labor de conservación y restauración del olvidado Patrimonio Monumental. Desde 1900 se desarrolla la confección del Catálogo Monumental de España del que aparecen los volúmenes dedicados a León, Zamora y Salamanca (Gómez Moreno), Cádiz (Romero de Torres), Huesca (del Arco), Barcelona (Ainuad i Gudiol) o Zaragoza (Abad). De entre todos ellos, la figura esencial es, desde luego, la del historiador del arte D. Manuel Gómez Moreno, autor de trabajos innumerables acerca de la arquitectura española que se extienden especialmente por el arte medieval y el del Renacimiento. Se restauran en este periodo, con fortuna desigual, importantes edificios históricos, como San Martín de Frómista (Manuel Aníbal Álvarez, 1894) y dan comienzo los trabajos de intervención de la Mezquita de Córdoba (Velázquez Bosco, 1891-1923) y de la Alhambra de Granada, últimos episodios vinculados a la tradición decimonónica (Navascués, 1997: 398). Los cambios de orientación en la arquitectura española desde la Gran Guerra fueron constantes y progresivos. Bernardo Giner de los Ríos en su espléndido libro Cincuenta años de Arquitectura Española II, comenta que han sido las dos postguerras (la de la Guerra del Catorce y la de la Guerra Civil) las que han hecho caminar a saltos a España en las Bellas Artes (Giner de los


La Arqueología de la Arquitectura en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid

Ríos, 1980: 13). Los años veinte, sobre todo en su segunda mitad, gracias al concurso de los autores ya citados alumbraron para la arquitectura española. Estos autores encontraron un ambiente extraordinariamente complejo y hubieron de partir de la reforma de la propia tradición en una etapa que, en palabras de Torres Balbás, “era un periodo de indecisión entre un glorioso pasado que continuar y un arte moderno y sugestivo que iniciar” (Torres Balbás, 1918: 31-34). La creación misma de la nueva Ciudad Universitaria de Madrid está íntimamente ligada a la introducción de los criterios de la moderna arquitectura europea en España, en una nueva actitud reformadora y de progreso de la que el extraordinario conjunto de la universitaria de Madrid y el propio edificio de la escuela son muestras bien representativas. El propio Teodoro de Anasagasti (1880-1938), que había sido profesor auxiliar de dibujo de la Escuela y que obtuvo en 1923 la Cátedra de Historia General de las Artes Aplicadas e Historia de la Arquitectura (Navascués Palacio, 1995: XI-XV), en su obra sobre la Enseñanza de la Arquitectura se refiere a “aquel destartalado caserón de la calle de los Estudios, el más detestable de los edificios madrileños destinados a la enseñanza” en un ejercicio de naturaleza metafórica que viene a poner en tela de juicio la organización de la enseñanza de la arquitectura, a cuya orientación para un moderno plan destina este libro extraordinario que tan acertadamente reeditó la escuela en 1995. Sofía Diéguez, en su libro sobre la Generación del 25 (Diéguez Patao, 1997) recuerda las palabras de Blanco Soler que, en la misma línea que Anasagasti, se refiere al ambiente de la escuela: “el viejo caserón de la calle de los Estudios estaba en consonancia con las ideas de aquel tiempo. Profesores de evidente prestigio y experiencia enseñaban, sobre todo, a confeccionar bellas estampas. Nadie creía en la necesidad de una crítica inteligente y abierta, que hubiera evitado ‘seguir respirando el mismo aliento’ y hubiese despertado nuevas ideas”. Durante el breve lapso de la II República también se renovó la enseñanza de la Escuela. El Plan de 1933, un poco más largo que el anterior, pues constaba del ingreso, un curso complementario y cinco más, alcanzó hasta bien superada la posguerra, y llegó vigente al año 1957. Este plan de 1933 apenas contribuyó al desarrollo de la arquitectura moderna con anterioridad a la Guerra Civil, sin embargo fue crucial en la formación de las primeras generaciones de la posguerra (Baldellou, 1997: pág. 10), estudiadas con acierto por Ruiz Cabrero en su libro El Moderno en España. Arquitectura 1948-2000. En el análisis de la situación de la arquitectura, y de su enseñanza, en esos años no puede obviarse el

ámbito de la restauración y conservación de los monumentos históricos. Como señala también Giner de los Ríos (1980: 121) se trata de un aspecto de la arquitectura española contemporánea que no puede omitirse. En 1923 es nombrado arquitecto conservador de La Alhambra Leopoldo Torres Balbás. Discípulo de D. Manuel Bartolomé Cossío en la Institución Libre de Enseñanza, Torres Balbás —que entre 1918 y 1923 había trabajado en teoría y crítica de la arquitectura, como demuestra su abundante producción escrita en esos años— proseguirá en este gran conjunto nazarí las orientaciones de D. Ricardo Velázquez Bosco, que había sido responsable del Plan de Restauración del monumento del año 1917. Queda así enlazada la primera generación de restauradores e historiadores del arte españoles con la generación central que gestiona la extensión en nuestro país de los modernos criterios científicos de intervención en el Patrimonio. Desde 1929 Torres Balbás sumará al trabajo de conservador de La Alhambra el de responsable de la sexta zona monumental (que incluía las cuatro provincias de Andalucía oriental, más las de Albacete, Alicante y Murcia) y aunque su producción científica declina con respecto a las etapas anteriores, sigue publicando en la revista Arquitectura y comienza sus trabajos para Archivo Español de Arte y Arqueología, Arte Español y otras revistas científicas (Muñoz Cosme, 2005: 99). En 1931 obtiene Torres Balbás la cátedra de Historia de la Arquitectura y las Artes Plásticas de la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid, a la que concurría igualmente Francisco Íñiguez Almech. Se inicia así una extensa labor académica y formativa que le acompañará hasta el final de su vida; Fernando Chueca Goitia, que fue alumno suyo y después colaborador, dice del maestro que «el arquitecto restaurador, el medievalista, el investigador, llevaba otra vocación que difícilmente podía ser reprimida, la de pedagogo. Don Leopoldo, como hijo predilecto de la Institución Libre de Enseñanza, creía por encima de todo en la educación del pueblo y en la regeneración de un país tan maltratado por la suerte, por medio de la cultura» (Chueca Goitia, 1991: XI). El trabajo de Torres Balbás como restaurador, como investigador y como profesor constituye uno de los aspectos más importantes de la historiografía de la arquitectura española contemporánea y sirve a la perfección para explicar la transición entre la etapa de la República y la Guerra Civil con la posguerra. El caso de Leopoldo Torres Balbás es un ejemplo representativo de lo sucedido entonces. Sorprendido por la Guerra Civil fuera de Madrid, Torres Balbás se encontraba el 18 de julio en Soria, por tanto, en la zona sublevada, ciudad en la que permaneció buena

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parte de la guerra ejerciendo de profesor de historia y de dibujo en el Instituto de Segunda Enseñanza de la capital castellana. En 1937 se le encomienda la restauración de la Catedral de Sigüenza, una labor que desarrolla hasta el término de la guerra, cuando la Dirección General de Regiones Devastadas se hace cargo de la dirección de los trabajos, que recaen finalmente en Antonio Labrada. Después de la Guerra Civil Torres Balbás sufre, como tantos españoles, la apertura de varios expedientes de depuración por sus supuestas responsabilidades políticas a favor de la República. Aunque salió indemne de estos expedientes, fue apartado de su cargo de conservador de La Alhambra y de la sexta zona (1936) y estuvo al borde de perder la cátedra. La extraordinaria labor docente y de investigación que lleva a cabo Leopoldo Torres Balbás en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid durante este periodo —labor reconocida en las numerosas distinciones y nombramientos que recibe: Jefe de Sección del Instituto Arias Montano del CSIC en 1940, director del Instituto Valencia de Don Juan en 1949, Académico de Bellas Artes en 1954— es ineludible en un proyecto docente del área de conocimiento de Composición Arquitectónica. Catedrático de Historia del Arte desde 1931 hasta su jubilación en 1960, fue maestro de historiadores y de excepcionales profesores de la Escuela, entre los que hay que destacar a Fernando Chueca Goitia. La labor investigadora de Torres Balbás desde los años cuarenta se concentra en torno a la arquitectura y la ciudad hispanomusulmana y constituye una de las aportaciones más importantes al desarrollo científico de la disciplina histórica en el campo de la historia de la arquitectura y de la ciudad, que tanto le deben. La labor docente de Francisco Íñiguez Almech (19011982) y de Fernando Chueca Goitia (1911-2004) explica el desarrollo de la enseñanza de la historia de la arquitectura en la Escuela de Madrid en la segunda mitad del siglo XX. El primero fue profesor de Teoría y Composición e Historia del Arte y la Arquitectura de la Escuela de Madrid desde 1931 hasta 1965, de la Escuela de Arquitectura de Navarra entre 1965 y 1982, Comisario del Patrimonio Artístico Nacional (1939-1964), Director de la Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma (1950-1957) y responsable de la restauración del conjunto de la Aljafería de Zaragoza. Por lo que respecta a Fernando Chueca Goitia, profesor de la Escuela desde 1954 y catedrático de la misma desde 1968, es autor de una notable producción histórica desde 1947, cuando se publica Invariantes castizos de la arquitectura española, una obra señaladísima a la que seguirían trabajos decisivos sobre la Catedral de Valladolid (1947), Juan de

Villanueva (1949), la arquitectura del siglo XVI (1953) o Andrés de Vandelvira (1954). Traductor del espléndido resumen que constituye la Historia de la Arquitectura Española de Bernard Bevan (1950) con el que aprendió historia de la arquitectura una generación entera de arquitectos —formados en la Escuela desde los años cincuenta hasta los primeros sesenta— y autor de la Historia de la Arquitectura Española. Edad Antigua y Edad Media (1965), con la que se formó la generación siguiente, el profesor Chueca Goitia marcó la enseñanza de la historia del urbanismo y de la arquitectura hasta bien entrados los años ochenta. Discípulo de Torres Balbás, conoció un extraordinario reconocimiento académico por parte de las instituciones españolas y extranjeras, recibiendo, entre otras distinciones la Orden de las Letras y las Artes de la República Francesa, la de la Society of Architectural Historians de Norteamérica o la de la Academia delle Arti e del Disegno de Florencia (Navascués Palacio, 2001: 9). Los últimos años de docencia de D. Fernando Chueca Goitia, hasta mediados de los años setenta, nos llevan a la incorporación de una nueva generación de jóvenes historiadores del arte a las cátedras de historia de la Escuela de Arquitectura de Madrid, profesores comprometidos en la elaboración de una historia de la arquitectura y de la ciudad renovada cuyos programas contaban con una gran transversalidad que ha fortalecido las raíces de la enseñanza científica y rigurosa de la historia que se practica hoy en las Escuelas de Arquitectura españolas.

La enseñanza de la arqueología de la arquitectura en la Escuela de Arquitectura de Madrid Como ya hemos tenido ocasión de señalar, a lo largo de los últimos veinte años se ha venido incrementando de forma señalada el número de cursos de postgrado y de seminarios sobre arqueología celebrados en las Escuelas de Arquitectura españolas. Uno de los centros pioneros en la implantación de esta clase de enseñanzas ha sido la propia Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, en la que se han venido impartiendo distintas materias relacionadas con la restauración monumental y la conservación del Patrimonio Edificado que han incluido, de forma variable como ahora veremos, el estudio de materias relacionadas con la arqueología.


La Arqueología de la Arquitectura en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid

Por lo que respecta a las enseñanzas vigentes lo primero que se ha de destacar es que la puesta en marcha del Plan de Estudios de 1996 —consecuencia de las reformas de la enseñanza universitaria española alentadas inicialmente por la LRU (1983)— ha significado para nuestros estudiantes de los últimos quince años un aumento extraordinario de las posibilidades a la hora de cursar materias optativas y de libre elección. En este contexto, en la Escuela de Madrid se establecieron distintas Líneas de Especialización donde se reúnen y organizan este conjunto de materias que complementan a la oferta general de asignaturas troncales y obligatorias, existiendo una línea concreta de Conservación y Restauración del Patrimonio que incluye, entre otras, la asignatura de Teoría y Técnicas de la Restauración, una materia en la que se incluyen distintas lecciones sobre la incidencia de la arqueología en la intervención de monumentos. Otras asignaturas a destacar en este sentido son las de Historia de la Construcción (I y II), la dedicada a Técnicas de Interven-

ción en Edificios Históricos, la de Determinación y Restitución Gráfica de la Arquitectura, una sobre Análisis y Consolidación de Estructuras Antiguas, un Taller de Cantería y un Taller de Construcción Gótica; además, en esta misma línea se incluye desde el año 2007 una asignatura específica sobre Arqueología Industrial. Sin embargo, más singularizada y rica ha sido la presencia de la arqueología a lo largo de estos años en la enseñanza de postgrado que se ha desarrollado en la Escuela. El curso Máster en Restauración Arquitectónica que impartía el Departamento de Construcción y Tecnología Arquitectónicas de la UPM, un curso de postgrado fuertemente consolidado del que se celebraron nada menos que diecisiete ediciones entre 1991 y 2007, incluía hasta el curso 2001 un módulo específico dedicado a la incidencia de la arqueología en la restauración. A partir del año 2002, y por iniciativa del catedrático de materiales de construcción Luis de Villanueva Domínguez, entonces codirector del máster, este módulo se

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Figura 1. Lienzo de la muralla de Toledo en el área de la Puerta de Alcántara. Fotografía rectificada. Alumnos: Enrique Daza Pardo, Desiree García Paredes, Julieth A. Raballaty y Víctor Rodríguez Balseiro.


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Figura 2. Detalles de aparejos del área de la Puerta de Alcántara. Dibujo. Alumnos: Enrique Daza Pardo, Desiree García Paredes, Julieth A. Raballaty y Víctor Rodríguez Balseiro.

convertiría en un curso de especialidad, con personalidad propia dentro del máster, acompañando así a los de patología de la edificación y técnicas de intervención, y al de teoría y práctica de la restauración. También el curso Máster en Conservación y Restauración del Patrimonio Arquitectónico y Urbano que impartía en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid el Instituto Juan de Herrera incorporaba en su programa algunas clases sobre arqueología. Del curso de postgrado de Especialista en Arqueología de la Arquitectura se han celebrado nueve ediciones entre 2002 y 2010, por lo que bien se le puede considerar el decano de la Universidad española en su especialidad. Desde su creación incluye, como parte substancial para la formación de los alumnos, el desarrollo de un ejercicio práctico de campo. Así, hemos tenido ocasión de realizar prácticas de lectura y análisis de paramentos en conjuntos históricos tan interesantes como el Alcázar de Guadalajara (2001), el Castillo de las Peñas Negras de Mora, Toledo (2002 y 2003), las murallas y puertas de la ciudad de Toledo

—donde, a lo largo de varios años, se pudieron estudiar las áreas de la puerta del Vado (2004), puertas de Bisagra Vieja y Valmardón (2005), Puerta de Alcántara (2006), Puerta del Sol (2007) y Puerta del Cambrón (2008)— o las Iglesia s segovianas de Sequera de Fresno y Aldeanueva del Campanario (2009), estando previsto para el año 2010 el análisis de la Iglesia de Nuestra Señora del Manto de Riaza (Segovia). Estos ejercicios prácticos incluyen siempre el desarrollo de trabajos en equipo, normalmente de carácter interdisciplinar dada la variedad formativa de los alumnos que siguen el curso y entre los que se encuentran arqueólogos, arquitectos y arquitectos técnicos, historiadores, restauradores y conservadores de bienes culturales, geólogos y otros titulados en disciplinas afines. Se llevan a cabo tareas de levantamiento en el conjunto elegido mediante el empleo de procedimientos convencionales y también con aplicación de técnicas de rectificación de fotografía digital, y se programan labores de toma de datos puramente estratigráficos, con elaboración de las correspondien-


La Arqueología de la Arquitectura en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid

Figura 3. Detalles de aparejos del área de la Puerta de Alcántara. Fotografía digital rectificada. Alumnos: Enrique Daza Pardo, Desiree García Paredes, Julieth A. Raballaty y Víctor Rodríguez Balseiro.

tes fichas de unidades estratigráficas individualizadas, y de análisis de la construcción histórica estudiada, con propuestas de secuencias estratigráficas y cuando es posible, de cronotipologías de aparejos. A lo largo de todos estos años, la estructura de estos cursos master en Restauración Arquitectónica y en Conservación y Restauración del Patrimonio Arquitectónico y Urbano y del curso de especialidad en Arqueología de la Arquitectura ha permitido contar con la presencia en la Escuela de destacados especialistas españoles y extranjeros, entre los que podemos encontrar nombres tan señalados como los de Luis Caballero Zoreda (Consejo Superior de Investigaciones Científicas), Francesco Doglioni (Universidad de Venecia), Alberto López Mullor (Diputación de Barcelona), Roberto Parenti (Universidad de Siena), Miguel Rivera Dorado (Universidad Complutense de Madrid) o Juan Zozaya (Museo Arqueológico Nacional). Con la creación en el curso académico 2007-2008 del nuevo Master Oficial en Conservación y Restauración del Patrimonio Arquitectónico y Urbano, la

Escuela de Arquitectura de Madrid ha venido a reafirmar su fuerte vocación en la enseñanza de la restauración monumental. La estructura de este nuevo curso máster de 90 ECTS, que recoge la larga experiencia de los cursos citados y en el cual se han integrado sus cuerpos docentes, consta de cuatro grandes módulos: teoría e historia, documentación, construcción y taller de restauración. En el módulo de documentación, que imparte docencia en los dos primeros semestres del curso, se encuentran las asignaturas de Métodos de Documentación (1 ECTS), Levantamiento y Fotogrametría (3 ECTS), Lectura histórico-documental (2 ECTS) y Arqueología de la Arquitectura (2 ECTS). En el módulo de Documentación se programan trabajos prácticos de documentación histórica y de lectura y análisis de paramentos. En 2008 las prácticas se centraron en el conjunto histórico de Talamanca de Jarama (Madrid), donde se estudiaron tanto el recinto amurallado, las torres y puertas que conserva —llamadas de la Tostonera y de Uceda— como la iglesia parroquial, un bello ejemplar de ábside románico de gran interés.

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Figura 4. Alzado norte de la Iglesia de Talamanca de Jarama (Madrid). Alumnas: Catherine Rangel, Karenina Urriola, Susana Tres.

Figura 5 (izquierda). Levantamiento ortofotográfico del alzado exterior la Puerta de San Andrés. Alumnos: David Domingo Marazuela, Alejandro García Hermida y David Sánchez Bellido. Figura 6 (derecha). Estratigrafía del alzado exterior de la Puerta de San Andrés. Alumnos: David Domingo Marazuela, Alejandro García Hermida y David Sánchez Bellido.


La Arqueología de la Arquitectura en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid

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Figura 7. Estudio de aparejos del muro norte de la Iglesia de Talamanca de Jarama (Madrid). Alumnas: Catherine Rangel, Karenina Urriola, Susana Tres.

En 2009 las prácticas se han desarrollado en colaboración con la oficina del área de rehabilitación integral del centro histórico de Segovia, dependiente de la Concejalía de Cultura y Turismo. Se han estudiado las Puertas de Santiago, San Cebrián y San Andrés, el portillo de San Juan de los Caballeros y la Iglesia de San Nicolás, además de un conjunto de edificios próximos a esta última. Los resultados han sido muy satisfactorios. La consolidación de los nuevos estudios de postgrado oficiales, que cuentan como hemos visto con extensos antecedentes en lo que se refiere a la didáctica de la conservación y la intervención en el Pa-

trimonio Histórico, constituye una parte substancial del conjunto de reformas que acompañan al llamado proceso de Bolonia. Restaría ahora establecer —de cara a la elaboración del nuevo Plan de Estudios de la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid que debiera implantarse a lo largo del año 2010— el alcance e importancia que la enseñanza de la Arqueología y de la Historia de la Arquitectura vayan a tener para la formación de los futuros arquitectos españoles. Dependerá sin duda del conocimiento, el respeto y la admiración que los profesores y alumnos de hoy sentimos hacia las muchas generaciones formadas en la Escuela desde hace más de un siglo y medio.


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Figura 8. Ficha de unidad estratigráfica muraria correspondiente a la Puerta de San Andrés. Alumnos: David Domingo Marazuela, Alejandro García Hermida y David Sánchez Bellido.


Diez años de arqueología de la arquitectura desde la empresa privada. Reflexiones y un Ejemplo Práctico

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