Alta Costura en el S. XIX
LA ALTA COSTURA FRANCESA DEL S. XIX: DE JOSEFINA BONAPARTE A EUGENIA DE MONTIJO. Michel Muñoz García. Arqueólogo Especialista en Restauración Arquitectónica.
El Pret a Porter, enten-
la burguesía tras la Revolución
mo, ya que también quiere dis-
dido como la moda fabricada
Francesa. La nueva clase so-
tinguirse de las clases bajas
en serie por altos modistos con
cial es más numerosa que la
mediante la apariencia. Ahora
categoría de “creadores”, tiene
aristocracia del antiguo régi-
bien, no son solo cifras econó-
su origen en la Alta Costura de
men, y por lo tanto, se hace
micas y condicionantes socia-
mediados del S. XIX que a su
mayor el capital disponible pa-
les lo que definirá este fenóme-
vez se remonta al ascenso de
ra invertir en bienes de consu-
no cultural, sino la forma final 1
Alta Costura en el S. XIX en que se constituye una determinada manera de vestir es un complejo proceso en el que se ven implicados factores ideológicos, religiosos, y por supuesto estéticos, con condicionantes tan puntuales como el prestigio en sociedad de un determinado individuo o sus propias relaciones personales. En los años previos a propia la revolución francesa ya se observan tímidos intentos de liberar el cuerpo de humanos de artificios, dada la tendencia por el retorno a la naturaleza
que
preconizan
ciertos sectores de la Ilustración. De este modo, desaparecieron los aparatosos maquillajes que cubrían tanto manos como rostros de mujer y varón, destacándose expresiones faciales pálidas que revelan sencillez y emociones naturales. El vestir aunque se vuelva un poco más espontáneo en apariencia al dejar la arruga al viento, tendrá que esperar los gritos revolucionarios de libertad, igualdad y fraternidad para deshacerse de tantas capas y puntillas que lo aprisionaban. La reacción fue la supresión de tantos vuelos de falda que hacían tan dificultoso el paso de la mujer, sustituyéndose
por
una
única
Dama símbolo revolucionaria con telas ligeras y gorro jacobino. Detalle de “Libertad guiando al Pueblo”. Eugene Delacroix Museo del Louvre.
prenda de tela única – con 2
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EL DANDISMO DE BEAU BRUMMEL. Si la moda femenina en la centuria del ochocientos estuvo marcada por las directrices francesas, la masculina viene de la mano del gusto inglés, muy influenciado por las prendas militares. De este modo, llamaron Raglan a una forma de adherir una manga al cuerpo de la prenda y Cardigan a un tipo de chaqueta deportiva, nombres que vienen de los mandos castrenses reales que llevaron a la brigada ligera al combate en el valle de Balaklava. Pero al genio británico debemos sobre todo el fenómeno del dandismo, que prácticamente quedo configurado con el personaje de Georges Bryant Brummell, llamado Beau. Nacio en 1778 y desde niño estuvo ya muy preocupado por su aspecto, estudio en Eton y allí es donde trabó amistad con el príncipe de Gales y futuro Jorge VI. Fue su cercanía a la cabeza de la sociedad inglesa lo que hizo que su estilo de vida fuera imitado y consagrado como el del perfecto y elegante gentellman. Su modo de vestir contrastó con la aparatosidad de su época y se inclinó por la simplicidad, colores oscuros y buen corte. A pesar de todo, el cuidado personal era llevado a extremos como el tener tres peluqueros (uno para la frente, otro para las sienes y el otro para la nuca), tardar dos horas en afeitarse o cambiarse cuatro o cinco veces de ropa al día. Aún así, lo más sorprendente es que todos estos cuidados iban destinados a pasar desapercibido que para Beau Brummel era la clave de la elegancia. Una vez le felictaron en Ascot por su apariencia, a lo que replico: “No puedo estar elegante, si es que usted lo ha notado”.
inspiración neoclásica -
que
te de Tallien que tanto hizo por
to del rostro donde se marcó la
cubre desde el pecho hasta los
derrocar el terror de Robespie-
novedad, pues el carácter el
pies y se ciñe bajo el pecho. La
rre, se hizo famosa por sus
gusto morboso por el mundo
revolución no solo suprimía los
túnicas que no pasaban de la
de los muertos unido al carác-
privilegios feudales sino tam-
rodilla y los cortes laterales
ter enfermizo de grandes poe-
bién el propio atuendo, su
desde la cadera al suelo. Las
tas románticos, hizo que los
símbolo era una mujer vestida
modas del romanticismo mar-
maquillajes buscaran aspectos
con túnica y tocado jacobino.
caron en la mujer esta misma
pálidos y tísicos, como si ge-
Ello se encarnó en personajes
tendencia de talle alto, corpi-
nialidad y mala salud fueran
como Josefina Bonaparte o la
ños cortos y escotados y colas
causa de genialidad literaria.
propia Teresa Cabarrus, aman-
finas y largas. Fue en el aspec-
Cierto es que al mode3
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EL MAQUILLAJE DE LA BURGUESA. En la primera mitad del S. XIX, Las mujeres burguesas de las provincias francesas nunca se sintieron identificadas con las modas palidecientes que tenían las damas parisinas acordes con el gusto romántico, que según se decía “tomaban baños de tinta azul”. Relegas al hogar no se las permite demasiada ostentación, solo se atreverá a maquillarse con un fondo de líquido blanco o cold cream, polvos de arroz y un toque de colorete en las mejillas las morena, o de rosa las rubias. Se pintarán discretamente la raya de los ojos y usarán brillantina en las cejas. No se exponen a las brisas marinas, protegiéndose con sombrilla, sombrero o velete. Debe tener aspecto natural, reservándose solo la sombra de ojos
para fiestas nocturnas. El cabello irá recogido en un moño acorde con la discreción que exige a su imagen. Lo más importante es el cabello, rizado y recogido en un moño. Sin embargo, esto también lleva sus cuidados, pues como decía un manual de belleza de 1885, escrito en primera persona: escribe «Al contrario de lo que afirman las nostálgicas, en ningún otro tiempo nos habíamos maquillado tanto como ahora.»
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LA EMPERATRIZ DE LA ALTA COSTURA. La célebre Eugenia de Montijo nació en Granada durante el año 1826, hija de don Cipriano Guzmán y Portocarrero, conde de Teba y de Montijo, Grande de España, y de su esposa, doña María Manuela Kirkpatrick. Desde muy pequeña se trasladó a París donde se educo con las monjas del Convento de la Santa Cruz, de las que recibió una profunda devoción que le acompañarían toda su vida. Aún así, eso no le hizo enclaustrarse ya de mayor su belleza y gracia fueron bien conocidas en Paris, y en consecuencia, se hizo muy popular en todo tipo de eventos. Fue incluso invitada los bailes organizados por el Presidente de la Republica en el Eliseo, donde un Luis Napoleón Bonaparte quedó prendado de ella, de manera que tras cortejarla tuvo que pedir permiso a la Asamblea para casarse. Siendo ya emperatriz, intervino activamente en la política de su marido, especialmente en la exterior, siendo regente de Francia en tres ocasiones. Parece que la fallida invasión de Mexico y la guerra contra Alemania que supuso la caída del segundo imperio se debieron mucho a su empeño. También apoyo muy estrechamente la obra de Louis Pasteur que fructificaría en la vacuna contra la rabia. Después de su derrocamiento se exiliarían a Inglaterra, en 1879 sucedió la muerte de Luis Napoleón en Africa, mientras que Eugenia no fallecería hasta 1920. De su gracia Granier de Cassagnac escribiría: “El rasgo distintivo de la Emperatriz era la elegancia en todo; en el espíritu, en los gustos, en el trato y en el vestir ... Era bella y graciosa para todos y en todas partes, lo mismo entre las damas aristocráticas que entre las aldeanas, en París y en Biarritz ... Ninguna mujer de las favorecidas por la fortuna y por la Naturaleza, logró igualar el esplendor ni la gracia femenina de la Emperatriz”.
lo de la musa romantica – en el
régimen
afecto
en Francia fue la iglesia católi-
que podemos ver encarnada a
básicamente a las altas élites
ca, pues prácticamente se le
Mary Shelley autora de la no-
sociales e intelectuales.
anularon todas las prerrogati-
puesto
que
vela Frankenstein – le surgió
La mujer burguesa me-
vas que le vinculaban a la polí-
su contrapunto en la figura de
dia era conservadora como la
tica; de ahí, que tuviera que
“leona”
George
clase a la que pertenecía, moti-
bajar de las tribunas de los
Sands, es decía la amazona
vada en buena parte por la
últimos
cazadora con falda larga, fusta
influencia que el clero todavía
(1789) a los confesionarios de
y fusil al hombre. Sin embargo,
mantenía en las costumbres
las pequeñas parroquias, y por
esta moda todavía está más en
cotidianas. El gran perdedor la
tanto, utilizar el comportamien-
consonancia con el antiguo
abolición del antiguo régimen
to de un individuo guiado por la
que
refiere
Estados
Generales
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Alta Costura en el S. XIX
Maquina cardadora para lana larga.
moral religiosa para mantener
lla
hasta los pies, marcando
se convierta no solo en indus-
su influencia social. Mientras
muñecas y cuellos con punti-
tria de la moda, sino también
era desigual la asistencia a
llas discretas y buscando la
en un subsector económico
misa por parte del pueblo bajo,
figura del reloj de arena que
aparte con complicadas ramifi-
el burgués mantenía el ritual
marcaba una cintura estrecha y
caciones. Apuntemos que en
social de asistir los domingos a
exuberante
en torso y en la
1851, Isaac Merrit Singer per-
la iglesia, y la esposa confesar
zona de las extremidades. Aquí
feccionó las máquinas de coser
sus pecados una vez por se-
se utilizan grandes faldones
que llevarían su marca, y en
mana; algunos sacerdotes le
primero que cubren distintas
1856 William Henry Perkin ob-
inculcaron ideas un tanto cho-
capas de enaguas primero y
tuvo la anilina, el primer tinte
cantes hoy en día, como que
luego por la crinolina, una úni-
sintético que uniformaría los
era pecado tener sexo con su
ca pieza ancha realizada en
colores de las burguesas, inno-
marido si el fin no era procrea-
crin de caballo y que daba el
vaciones estas que serían pre-
ción. En este panorama la mu-
vuelo deseado.
sentadas en las exposiciones
jer había ser recatada hasta en
Pero este no era el
su pose diaria: se debía mante-
único factor con el que definir
(1851) y Paris (1855). La red
ner siempre erguida y evitar
el vestir hacia mediados de
de ferrocarriles y la navegación
reclinarse en los respaldos
1850, pues la tecnología, la
a vapor permiten comprar la
cuando
en
finalización de las grandes vías
materia prima de lana y lino en
público. Su cuerpo se ve total-
de comunicación y las mejoras
países de producción más ba-
mente cubierto desde la barbi-
de los transportes hacen que
rata, a la vez que estos mis-
estaba
sentada
internacionales
de
Londres
6
Alta Costura en el S. XIX mos medios sirven para expor-
(primavera-verano
otoño-
ñador añadió lazos y comple-
tar el producto final. No será
invierno) y son presentados por
mentos además de los borda-
nada extraño, que a las colo-
modelos vivientes, será sine-
dos en oro que hicieron las
nias africanas o a la California
cuanime la acción de una con-
preferencias de la propia Euge-
de la fiebre de oro, lleguen di-
desa española convertida en
nia e Isabel de Austria. De
rectamente catálogos y moda
emperatriz de Francia, Eugenia
hecho, la Alta Costura derivó
directamente importada de Pa-
de Montijo, aliada al modisto
en la especialización de com-
ris.
Charles Woth, el primero que
plementos con firmas como
Sin embargo, si bien
alcanzó el grado de celebridad
Guerlain en perfumería, Cartier
estos factores explican la eclo-
en su profesión y firmaba sus
en joyería o Revillon en pele-
sión de la nueva industria del
creaciones como si de una pie-
tería, que todavía hoy perviven.
tejido, en lo que llamamos Alta
za de arte se tratara. Inglés de
Si bien ya fue de gran
Costura, es decir, una casa de
nacimiento, este último puso su
peso la intervención en la polí-
diseño y fabricación ligada a la
propia casa de modas en la
tica de Napoleón III, la influen-
genialidad de un creativo que
Rue de la Paix en Paris en
cia de Eugenia de Montijo en el
organiza sus colecciones en
1858. Al vestido tradicional que
vestir de su tiempo es abruma-
dos
hemos descrito antes el dise-
dora, pues aportó la imagen de
temporadas
anuales
y
Maquina de coser Singer, modelos 1851. 7
Alta Costura en el S. XIX elegancia y finura al gobierno y acciones de su esposo, contagiando su estilo a toda Europa. Es elocuente a este respecto que la reina Victoria de Inglaterra y la emperatriz de Austria dejaran de usar la crinolina, porque corría el rumor que la mujer del emperador la había sustituido por la cage, que consistía en una jaula de aros metálicos. También señalamos que durante el estreno de la ópera Aida de Verdi con motivo de la inauguración del Canal de Suez en 1869, la emperatriz Eugenia puso de moda el color verde, pues encargó un vestido del color que presentaba el río Nilo. Posiblemente, su origen español pesó en que Worth introdujera en la moda de París, los boleros, las redecillas en el pelo, los escotes que lucían los hombros e incluso los pocos higiénicos vestidos de cola que arrastraban la suciedad de las calles. Todas estas prendas que causaron furor en el vestir de medio mundo, en realidad, debían su éxito a la atracción por lo español presente en la cultura europea desde los primeros viajes de Lord Byron por la península ibérica. El
eslogan
“España,
país romántico” hizo que los europeos buscaran en ella la alternativa a la tendencia clásiBurguesas en un café parisino a mediados del S. XIX.
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Alta Costura en el S. XIX
ca de la cultura europea, de
presionistas llegaran a estudiar
las clases obreras hasta con-
manera el historiador Jonathan
la obra de Velázquez como
vertirse en las clases medias
Brown, afirma acertadamente
inspiración de sus creaciones.
actuales, junto a la progresiva
si bien en los S. XVII y XVIII
Pero, la Alta Costura
liberación de abalorios y atadu-
puede hablarse de una cultura
también trajo los grandes alma-
ras en el cuerpo de la mujer,
franco-italiana en el continente,
cenes en el que la clase media
evolucionarían hasta la eclo-
durante el S. XIX deberíamos
burguesa encontraba precios
sión del Pret a Porter en la
formular
más asequibles
década de los años 50 del S.
un
gusto
franco-
que también
español; buena prueba de ello,
proporcionaban el estilo que
no son el éxito que causó la
lucían las altas esferas. Poste-
apariencia de Eugenia de Mon-
riormente, el paulatino creci-
tijo, sino también que los im-
miento del poder adquisitivo de
XX.
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