EL DÍA, Tenerife, domingo, 16 de diciembre de 1984
A mi vieja y querida Laguna
Temas isleños
Cultura y artesanía
L
A artesanía, con todo su buen y bien hacer, ha vuelto a Tenerife, a todas las Canarias. Desde la cerámica a la cestería —desde las maquetas al trabajo de quien reproduce lo que fue y ya no es— todo tiene un gran valor. Y es que, como bien dijo Pablo Neruda, lo más parecido a la poesía es un pan o un plato de cerámica, o una madera tiernamente labrada, aunque sea por torpes manos. Vuelve a la vida —buena vida— toda la artesanía isleña que, antes olvidada, apenas conocida, tiene su fundamento y futura expansión si se le da el decidido apoyo que bien se merece. Entre estos artesanos —muy buenos ciertamente— nos referimos a los maquetistas navales que, dispersos, laboran en silencio y, también en silencio, se recrean en sus obras que, por lo general, permanecen ignoradas para el público, para este público isleño tan apegado a las cosas de la mar, de esa mar que fue, es y será, toda su vida. Aquella Primera Exposición del Mar celebrada en 1956, fue —mejor, pudo haber sido— la base en que asentar y organizar una agrupación de estos maquetistas. De esto bien sabe el buen amigo Peder G. Larsen, alma de aquella exposición, Hijo Adoptivo de Santa Cruz de Tenerife y, desde luego, el mejor chicharrero nacido más allá de Punta Anaga. Luego, la Sociedad Cultural «El Casino», de Los Realejos, plasmó y enfocó en sus justas medidas, y con amplia proyección de futuro, lo que pudo haber sido y no fue. Por iniciativa de la directiva —era entonces presidente don Rafael Yanes— fueron varias las exposiciones de modelos de barcos isleños que, por lo que a mí respecta, me llevaron al conocimiento de muchos profesionales que, anónimos y dispersos, aprovechaban —aprovechan— sus horas de asueto para, en sus hogares, bien trabajar en esta hermosa tarea del modelismo naval. Aquella Exposición, que se celebró en los salones del Cabildo Insular de Tenerife, fue —por los muy notables modelos expuestos— una revelación de valores, de aquellos
muy buenos valores que en materia de modelismo naval se sabían existían —existen y existirán— en la isla que, siempre, ha vivido de cara a la mar abierta y libre. Bien pudo aprovecharse aquella oportunidad para, de una vez, lograr una agrupación que pronto hubiera dado frutos. Pero nunca es tarde y, si con las ferias de artesanía bien se aprovecha la oportunidad, el modelismo naval en Canarias volverá a ser lo que fue, a dar a conocer en todos los ámbitos su justo y verdadero valor. Ahora, recordar cuando, allá por julio de 1976, en Los Realejos finalizaron las tradicionales fiestas de la Virgen del Carmen. Allí, con las buenas marinas de Hodgson, el notable pintor del Atlántico isleño, la magnífica colección de maquetas presentada por don Pedro Rodríguez López, las goletas de la familia Castro y una «Numancia» —la fragata acorazada de nuestro almirante Antequera— cedida para la ocasión por don Isidoro Luz Cárpenter. En toda su pureza, allí se mostraban los modelos de las embarcaciones que, con el tiempo —y silenciosamente— han ido desapareciendo de nuestras aguas. Debe irse a tal agrupación de artesanos, a tal agrupación de maquetistas. La misión cultural a llevar a cabo sería —ya es, aunque aislada— conservar todo un pasado que, poco a poco y sin apenas sentirlo, se nos va de las manos. Y para siempre, ciertamente. Este trabajo, paciente y silencioso, será base para la conservación de muy buenas obras de artesanos locales de todo aquello que representó —lo hace aún— a Tenerife en la mar.— Juan A. Padrón Albornoz.
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EMO por ti, mi vieja y querida Laguna, Temo porque sé que estás llamada a desaparecer, frente a la pujanza de una urbe joven, la nueva Laguna, que, poco a poco, va sustituyendo tus casas semi derruidas —refugios que fueron de mañanas heladas, que cortaban con su finura nuestro aliento— por confortables edificios de hormigón^1 que algunas veces pretenden recordar, imitándola, a tu señorial arquitectura. El oscuro asfalto, como un magma abrasador, ha ido purificando el pecado de tus calles adoquinadas, que ofrecían generosas sus charcos, guardados con celo y mal disimulada complicidad, para dar de beber a insignificantes aves de paso. Ya se agazaparon en el recuerdo tus alegres lecheras, de piernas regordetes y sempiternos pómulos enrojecidos por el frío del invierno, que correteaban por entre aceras maltrechas para alcanzar al tranvía de la Capital y su jardinera —también en el olvido—, cargadas con sus cacharros y sus cestas y de presagios de encuentros con el fielatero, o con el municipal que descubría sus ilícitos trasiegos. Eras La Laguna de frecuentes toques de campana, ora madrugadores llamando reiterativos a misa, ora alegres y bullangueros, asustadas las espadañas por el estruendo de los fuegos de artificio en honor a tu Cristo. O doblando, tristes y espaciados, para comunicarnos, sin pronunciar su hombre, la desapariqión —más bien el deseado tránsito a la Felicidad— de uno de los pocos amigos o conocidos que componían entonces tu población. Te recuerdo desde mi niñez, saltando por los campos de El Rincón, trepando por los árboles y apresurando la caída de su fruta; aspirando las brisas que, en mi ilusión, empujaba hasta allí el Teide, adornado ya de blanco. La Mesa Mota, en la que aprovechaban los pastizales —aún sin hollar por el cemento y el aluminio de las nuevas construcciones— la rica cabana ganadera... Las bicicletas rodando fugaces por infinidad de senderos, sin temor a una circulación enloquecida. La era, la trilla, el entusiasmo con que nos subíamos al trillo, el agua fresca de los pozos... Luego, los años de estudiante y los cursos de invierno de la Milicia, que recortaban nuestra libertad, pero forjaban, con la disciplina, nuestro temple humano... Más allá, los amoríos de las parejas en el Camino Largo, abrazadas por las palmeras y bendecidas por la oscuridad. La Laguna temprana, con aromas de campo mezclados con el del incienso. Celajes claros, reclamo de veraneantes, o nubarrones amenazadores que les obligarían, remisos, a vol ver a su lugar de origen. Silencio y soledad por entre sus callejuelas, con el solo testigo de la mirada enhiesta de los verodes, arropados en lo alto por las tejas, llenas ya de grietas, de arrugas cargadas de años.
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«La Laguna temprana, con aromas de campo mezclados con el del incienso. Celajes claros, reclamo de veraneantes, o nubarrones amenazadores que les obligarían, remisos, a volver a su lugar de origen. Silencio y soledad por entre sus callejuelas, con un solo testigo de la mirada enhiesta de los verodes, arropados en lo alto por las tejas, llenas ya de grietas, de arrugas cargadas de años» Hoy he vuelto a esta calle después de largos años inclusive. ¡Aleluya! ¡Aleluya!) a vivir como un huésped, a transitar por ella, para ese hermanamiento que, en mi solar querido otros seres extraños quieras o no, te están prepavan dejando a su paso la señal de otra huella. rando tus padres adoptivos, y que necesitas por imperativo De la mansión que habito, evoco con cariño de la diosa Razón. esta dulce añoranza bajo el azul risueño: La casa en que naciera, el rincón donde niño Pero para mí, que aún sosforjé la dulce urdimbre de mi primer ensueño. tengo un hálito de romanticismo —ya en desuso para esta geDe aquel zaguán parece que surge la figura neración, que venera, casi en del venerable abuelo; su voz toda ternura exclusiva, al sentido práctico— pobló de villancicos mis pascuas infantiles. seguiré considerándote como eras: como te cantaron los poeContinuarás, Laguna, con tu lo que con justicia te han otortas Antonio de Viana, Manuel olor a nobleza y sabor a cultura gado los que han estudiado tus Verdugo, Gutiérrez Albelo, Ta- propios, que has acumulado gestas, nombrándote Muy Nobares, Izquierdo, Romeu Pala- desde tu puesta de largo en la ble, Leal y Fiel y de Ilustre Hiszuelos. De Hernández Amador, Historia como Ciudad, en 1510. toria. que me enseñó en sus clases a Eterna será la inmaculada limEso, mi vieja y querida Laamar la Historia (como mi ma- pieza de tus gentes, su educa- guna, todo eso, es indestructidre me enseñó a amar las le- ción y caballerosidad; tus pala- ble. tras), recuerdo unas estrofas, cetes blasonados y desafiantes Federico Frías Pía dedicadas a la calle de Viana, en el tiempo, y el alma grande Foto del autor antigua calle de El Pino, que re- de los nacidos en tu recinto. LuRev. E. Lens cirás por siempre, con orgullo, pito ahora en tu homenaje:
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Es inevitable tu caída, mi vieja y querida Laguna. Ya no podrás defenderte de los embates del Progreso. Tendrás que morir, antigua Ceres, como fecunda semilla, para que pueda germinar, con tu sacrificio, el fénix de tu eterna esencia. Soplan también, para precipitar tu ocaso, aires de triunfalismo. Los pregoneros gritan, a los cuatro vientos, eruditos mensajes, con indudable sana intención, resaltando las enormes ventajas de tu unión con la desbordada Capital, Todos serán beneficios (hasta fiscales,
El Estado ingresó 340.570 millones por renta e impuestos de petróleo Madrid.— El Estado recaudó 340.570 millones de pesetas en 1983 en concepto de beneficio de la renta e impuestos sobre productos petrolíferos, según el informe anual de la delegación del Gobierno en Campsa. Dicha cantidad supera en 85,000 millones de pesetas la
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