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La calle de la Noria —o de las Norias— cuando se encontraba, al pie de la torre, rodeada de ci
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L viejo documento gráfico tiene el sabor mordiente, fresco, del verdof, de la ilusión de una her inosura perdurable. La leve sombra parece se amontona bajo los pequeños árboles de la antigua calle.de la Noria —o de las Norias, si se prefiere— mientras entre las casas parece corre la brisa loca del entonces cercano mar. La calle de las Norias —o de la Noria, si se prefiere— está aún a la sombra de la vieja torre de la Concepción, vieja torre que, con la de San Francisco, es como todo un símbolo en piedra de la ciudad que fue, es y será. Desde esta calle, desde estas piedras, desde esta luz gastada del viejo Santa Cruz, una mirada al pasado, una mirada a la plaza en que los laureles de Indias —con la araucaria que ya no es— echan en la luz el claro verde. De aquel tiempo queda el olor y el temblor en la memoria y, cuando volvemos a la anti-
silencio
Santa Cruz de ayer y de hoy -
La antigua calle de la Noria gua calle, sentimos de pronto como si tocaran nuestro corazón con una luz profunda. Ahí está la calle con mancha de ausencias, calle que llama —con la plaza de la Iglesia y la centenaria torre— a la puerta de nuestros sueños.
ce que se recalca, más que su anchura, su carácter residencial. Aquí tuvieron casa, en efecto, algunos de los más granados comerciantes y propietarios, en el siglo XVIII principalmente.
En su «Historia de Santa Cruz», don Alejandro Cioranescu escribe: «La plaza de la Iglsia no lo es, en el sentido exacto de la expresión. Ni es plaza, siendo más bien una calle, algo ancha, por cierto; ni se sirve de la iglesia como tela de fondo, sino que se encuentra cortada en un extremo, y en cierto modo tupida, por la torre de la parroquial. Es un rincón todavía recoleto, dentro del hervidero circundante. Antes le decían Calle Grande, con lo cual pare-
En el anterior, una de sus casas había servido de residencia al obispo Bartolomé García Ximénez, de modo que la solían conocer con el nombre, algo exagerado sin duda, de Palacio episcopal. Aquí vivieron también los dos hermanos Logman, beneficiados del lugar, en casa que fue después de los Bignoni y sirvió modernamente de hotel; don Domingo Chirino Soler, marqués de la Fuente de las Palmas; los Casalón cuya casa —número 8 de la plaza— servía también de Consulado de Fran-
cia; Diego Meade, agente consular de Gran Bretaña; y el alcalde de Santa Cruz, Matías Rodríguez Carta, en una casa perfectamente conservada, quizá la más representativa de las antiguas residencias particulares de Santa Cruz. La Calle Grande se continuaba, de forma irregular, con la calle de las Norias, en que estaba la casa del capitán Pascual Ferrera, antes mencionada. En la Vera del Barranco, que le es paralela, se ha edificado en el siglo XVIII una serie de casas que se han conservado». Abajo, en la playa, entre los dos azules del cielo y el océano presentíamos una línea de rocas, solas, chorreantes, manchadas en su verde por la nieve blanca de la sal. Crecía, recta
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hacia el Sur, la Avenida Marítima, obra en la que, nueva, estallaba la delirante batalla del azul. La calle de la Noria se conserva, con muy pocos rincones rincones del pasado, en la ciudad que crece. Tiene una antigüedad llena de gracia y donaire y, en la imagen, aparece cuando sólo turbaban su paz las campanas, las lágrimas sonoras que caían desde la vieja torre. La calle se resiste a dejar de ser, a morir, a pasar a la historia de Santa Cruz. Hay que evocar sobre la sencillez de hoy, la antigua de ayer —aquella paz casera y dormida— cuando la torre estaba rodeada de ciudad y silencio. En la imagen, calle con dolor de corazones rotos, un silencio de
oro. Todo es claro y callado y, tan humana es su calma, que todo parece sumido en un sueño nostálgico. Calle palpitante de sueños, con casas como vestidas de mar, de ola profunda; es calle que viene del mar, de todas las tierras, de todos los idiomas; en la imagen, la calle hecha para recorrer con un ritmo de tristeza soñadora, con dolencia de melancolía, como cuando íbamos entre pena y pena sonriendo. En la imagen, la calle de la Noria en la época en que se vivía con lealtad. Hoy, la imagen llega a nosotros como una brisa que humildemente se deshace contra nuestros ojos. Tiene la sencillez de las cosas que animan la espontánea sucesión de los días; tiene el arte de la vida diaria —la poesía de lo cotidiano— y, al fondo, la torre de la Concepción, pura piedra de eternidad.— Juan A. Padrón Albornoz
Ayuntamiento de Puerto de la Cruz Servicio Eléctrico Municipal Comunica a sus abonados, de acuerdo con el artículo 68 del Reglamento de Verificaciones Eléctricas, que procederá a la suspensión del suministro de energía eléctrica, el martes, día 22 de junio de 1982, en la siguiente zona: Sector: Todo el término municipal de las 9 a las 1 5 horas. Las líneas y cables se consideran en tensión durante el tiempo que esté anulada la suspensión de suministros. Rogamos disculpen las molestias que puedan ocasionar las interrupciones programadas para mejoras del servicio. Puerto de la Cruz, a 2O de junio de
1982.