UN REMANSO DE QUIETUD

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EL DÍA

Las

DIARIO INDEPENDIENTE DE LA MAÑANA

Un remanso de quietud

~~ Editor: JOSÉ RODRÍGUEZ RAMÍREZ Director: JOSÉ MANUEL DE PABLOS CQELLO x

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ESDE la centenaria y hermosa ciudad de La Laguna se iba —sé va— hacia los montes y tos surcos, hacia 10$ amaneceres de siembras y las noches de bosques. Sobre las piedras llena d« siglos y de soles, campanas que repican alborozadas de gloria y, arriba, la ffiesta ,tfó fas estrellas. La centenaria y hermosa ciudad de Agüere tiene la bondad del buen trigo que duerme en el pan, caminos de viejas y sanaras piedras, montes bajo un a!z#l extendido y, también, tiá susurro verde en su vega.

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ArneriCanarias

La «mata culebra», en el Carnaval de Santa Cruz E

L otro día, en un número de «Antena dominical», he leído que uno de los ritos más famosos del Carnaval de Tenerife es el denominado «matar la culebra». Si no es en el campo o en otra isla de la provincia, tai número del programa tinerfeño ya no se lleva por aquí, a pesar de lo que dice el comunicante, que seguramente no sabe lo que es pisar terreno firme. De la muerte de la culebra se ha ocupado Fernando Díaz Cutillas en su trabajo «Cuba y Canarias: relaciones musicales». En efecto: en La Palma, zona de Barlovento, aún es posible encontrar ciertas reminiscencias de antiguas danzas de origen negroide, seguramente trasladadas por nuestros emigrantes desde Cuba. Escribe Díaz Cutillas: «La caringa -nombre que deriva de la calenda— es una danza de pareja suelta en la que el varón trata de conquistar a la dama, que le rehuye. Mata culebra es un trasunto del culto de la cobra que existe en Dahomey y cuya supervivencia toténica parece inconfundible». Tal rito de mata culebra era típico de las comparsas ñañigas, especie de agrupaciones que tenían carácter secreto y de las que ya nos ha hablado Alejo Carpentier. Se iniciaron en 1833, como sociedades de socorros mutuos, una especie de masonería de carácter popular que también realizaba ceremonias, juegos y rituales, con importante afiliación española al ñañiguismo. Sin embargo, Caro Baroja no incluye a la culebra entre los animales que son manteados y perseguidos durante las Carnestolendas, como son los casos del gallo, el pero, el gato o el burro. Es famosa la parte del

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Temas isleños

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riñas

«Guzmán de Alfarache», cuando confiesa: Comenzaron a levantarme en el aire, manteándome como a perro en Carnestolendas. ¡Y lo que son las cosas! He encontrado en uno de aquellos tomitos, que publicaba don Leoncio Rodríguez en su preciosa y fundamental colección de bolsillo de «Biblioteca canaria», un pasaje que tiene mucho que ver con el rito de matar la culebra en los Carnavales. Marcos Pérez, en su jugoso trabajo sobre El Carnaval de antaño en Santa Cruz, nos describe con pelos y señales tal ceremonia ñañiga, siempre a cargo de un negro llamado Benito, hombre de buena conducta, aunque de baja estofa. Se dedicaba a barrer las calles. Tenía la costumbre en los carnavales de «matar la culebra», juego muy generalizado en Suramérica entre la gente de su raza. Según Marcos Pérez, «la culebra consistía en una mala imitación del reptil, hecho con tela negra y con dos cuentas del mismo color imitando los ojos; no le faltaba más que el veneno para hablar. Ponía en el centro de la calle la culebra. j Lagarto I {Lagarto sea! Y los chicos se encargaban de hacer el corro enseguida. Benito se ayudaba con un palo, más corto que un bastón, con el que, en sus graciosos recitados y cantos, movía la culebra, dando vueltas a su alrededor, fingiendo miedo y diciendo entre otros recitados: i Mírale esos ojos, mírale esos dientes. María Santísima, dame «való», San Antonio bendito, dame «fuezas»! Y después de muchos rodeos y circunloquios mataba la culebra, dándole un palo en la cabeza. Después salía, calle adelante, con toda la chusma, y con Benito a la cabeza, mos-

trando al público la culebra muerta. El negro cantaba «la culebra se murió», y el coro decía «jo, jo, jo, jo». Benito vivía «cariñosamente» con Elisa, que de un susto que recibió su mamá cuando le traía de París, se quedó «ebanizada», cual Benito. Cuando éste llegaba a su casa y encontraba a Elisa malhumorada, por celos u otros motivos, le preguntaba en jerga «ebanista»; —Elisa, ¿tú ta «fandangá?.

En 1909, don Miguel de Unamuno escribió que «en la vieja ciudad de los Ade-1 lantados, la de la Universi dad en un tiempo, recordaba cuanto en escritores americanos he leído de las vifjas ciudades coloniales. Dicen que La Laguna parece una ciudad castellana, y algo kay de est§: algo también de castellano, pero efe la Castilla montañesa, tiene el campo serene- que la rodea». Don Miguel bien describió las calles fictas y espaciosas, iodo afuelio en que se adivina una creación señorial del siglo XVÍL Pero, ante el documento gráfica de Domingo Sierra, volvemos al texto del rector de Salamanca: «Hoy tiene la ciudad de La Laguna, como resto de su antiguo esplendor, además del obispado de Tenerife, uno de los dos de las islas, el Instituto de segunda enseñanza de estas mismas islas. Ocupa el local de un antiguo convento y en

donde estuvo algún tiempo la Universidad canaria. Es un rincón de singular sosiego, un remanso de quietud que solicita al estudio —al estudio, sí, pero ¿por qué no decirlo, también a la siesta— una isla de espíritu. El patio es un encanto. Allí, en aquel retiro, ¿quien no se decidiría a escribir una larga, muy larga, y minuciosa, muy minuciosa, crónica contando las mil pequeneces dé aquella vida soñolienta y larga, tal cual se pudiera ir sacando de viejos atrcEivc^s y de la memoti,a de algunas venerables señoras? En la imagen, el patio que, hace años, también cantó la prosa de don Leoncio Rodríguez, el patio que inspiró a poetas, el patio que siempre da sensación de paz. Palpitante de sueños —en las mañana de olor frío, con sus fuerzas en gris— el viejo patio pone en las almas tristeza de lluvia serena, silenciosa, de esa lluvia

lagunera que nos trae el aroma sereno de la tierra mojada. Hoy, la vieja imagen del patio vuelve como una brisa qué humildemente se deshace contra nuestros ojos. Sentimos, hondo, el río de los años y, al propio tiempo, una dulzura honda en el corazón. En el viejo convento —pura piedra de eternidad— ráfagas de niñez y juventud, de aquella creación señorial que bien apuntó Unamuno. Cpil el recuerdo del patio nos viene el del ptoríto plateado y lloviznéis, £l del viento desgranado éíi las calles tranquilas, el mismo que ponía risa de oro y voz de cristal en la verde y amplia vega de la Ciudad de los Adelantados. Recuerdos de dardos del sol y besos de la lluvia. Recuerdos de la centenaria y entrañable Ciudad de los Adelantados, de la que da a los campos su gracia de primavera.— Juan A. Padrón Albornoz.

Hasta aquí la jugosa descripción de Marcos Pérez. El rito de mata culebra ha desaparecido del Carnaval tinerfeño, porque Benito, el negro, no dejó herederos ni imitadores. Sin embargo, alguien tuvo que sacar la serpiente en estos Carnavales, como hacen los miembros de la tribu australiana de Anula, cuando quieren que llueva...— Elfídio Alonso.

ACADEMIA RITMAN Taquigrafía, mecanografía y test psicotécnico. Se comunica a los alumnos y al público en general el traslado a su nueva sede sita en la calle La X, 3, 3°, puerta núm. 22, semiesquina plaza de Weyler, a partir del lunes, 21. Horario continuo de 9 mañana a 8 tarde.

El patio del antiguo Instituto de Canarias

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