Sala Beckett. Centro Internacional de Dramaturgia

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RehabilitaciĂłn de la antigua Cooperativa Pau i JustĂ­cia Poblenou, Barcelona

Sala Beckett

Centro Internacional de Dramaturgia Flores & Prats



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RehabilitaciĂłn de la antigua Cooperativa Pau i JustĂ­cia Poblenou, Barcelona

Sala Beckett Obrador Internacional de Dramaturgia Flores & Prats


Agradecimientos

Queremos agradecer al Ayuntamiento de Barcelona su apoyo y confianza en la edición de este libro. También a los fotógrafos Adrià Goula y Judith Casas, con quienes hemos hecho el seguimiento completo de este proceso: el edificio existente, las maquetas, la obra y los primeros meses de ocupación de la nueva Sala Beckett. A Manuel Guerrero por iniciar y apoyar la edición de este libro. A Miquel Adrià, por su constante apoyo a nuestro trabajo. Y un agradecimiento especial a la Sala Beckett. La confianza en nuestro estudio para proyectar su nueva sede se prolonga ahora dando soporte a la edición de este libro. Ricardo Flores y Eva Prats

Edición: Adjuntament de Barcelona y Arquine Consejo de Ediciones y Publicaciones del Ayuntamiento de Barcelona: Gerardo Pisarello Prados, Josep M. Montaner Martorell, Laura Pérez Castaño, Joan Subirats Humet, Marc Andreu Acebal, Águeda Bañón Pérez, Jordi Campillo Gámez, Bertran Cazorla Rodríguez, Núria Costa Galobart, Pilar Roca Viola, Maria Truñó i Salvadó, Anna Giralt Brunet.

Arquine

Directora de Servicios Editoriales: Núria Costa Galobart

Lectura de pruebas: Christian Mendoza

Dirección general: Miquel Adrià Concepto y diseño original: Flores & Prats Coordinación editorial: Selene Patlan Ajuste de diseño: Samuel Morales

Directora de Comunicación: Águeda Bañón Direcció de Serveis Editorials Passeig de la Zona Franca, 66 08038 Barcelona tel. 93 402 31 31 barcelona.cat/barcelonallibres ISBN: 978-84-9156-248-1

Sala Beckett Obrador Internacional de Dramaturgia Flores & Prats Primera Edición, 2020

Arquine S.A. de C.V. Amsterdam 163 A, Hipódromo, Ciudad de México, 06100 www.arquine.com ISBN: 978-607-9489-55-7

Portada Confecció Foto de Adrià Goula

Textos © Toni Casares © Ricardo Flores © Manuel Guerrero © Juan José Lahuerta © Eva Prats © Ellis Woodman © Entrevistas a Toni Casares, Soraya Smithson, Miralda, Sergi Belbel y ­Curro Claret, extractos del film Escala 1:5. © El resto de textos, si no está indicado, son de Eva Prats y Ricardo Flores. Material gráfico Los dibujos, maquetas, fotografías de las obras y collages que aparecen en este libro son documentos producidos y archivados en el estudio Flores & Prats Arquitectes. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, archivada o trasmitida en forma alguna o mediante un sistema, ya sea electrónico, mecánico, de reproducción fotográfica, de almacenamiento en memoria o cualquier otro, sin previo y expreso permiso por escrito de los titulares de la propiedad intelectual y de la editorial. 6


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¿Cómo tenía que ser la nueva Sala Beckett? Una decisión importante Toni Casares

SUMARIO

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Proyecto del Concurso Diciembre 2010 - Enero 2011

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La Cooperativa Obrera Pau i Justícia 1924

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Encuentro con el edificio Enero 2011

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La nueva Sala Beckett de Flores & Prats Juan José Lahuerta

64

Inventario Febrero - Julio 2011

82

Primera ocupación Julio 2013 - Julio 2014

Carpinterías, Pavimentos, Rosetones

Inventario de muebles , Colores, Rotulación, Obrador de Verano 2013, Registro de paredes

102

De 8 millones a 2.5 millones Enero - Julio 2014

116

Construcción Septiembre 2014 - Junio 2016

La disciplina de lo existente, después de la Sala Beckett

Ricardo Flores, Eva Prats

190 202

Film 44 Puertas y 35 Ventanas para la nueva Sala Beckett Febrero 2016 - Mayo 2017

208

Teatro de papel Enero 2017 - Abril 2018

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Pop-Up Octubre 2016

254

Film Un Pop-Up animado Septiembre 2017

Sergi Belbel

256

Fantasmas. El Café de la Memoria Octubre 2016

Carlota Coloma, Adrià Lahuerta / 15-L. Films

266

Film Escala 1:5 Diciembre 2017

Beckett en la Cooperativa

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Soraya Smithson

Marcas en el suelo, Demoliciones, Recuperar pavimentos, Salas de teatro, Aulas, Nueva pavimentación, Vestíbulo, Lucernario, Carpinterías, Muebles, Barandillas, Fachada, Rotulación, Pinturas

Manuel Guerrero Brullet

278 Realidades construidas

Ellis Woodman

Bienal de Arquitectura de Venecia Mayo - Noviembre 2018

290 303

Contenedores 7


¿Cómo tenía que ser la nueva Sala Beckett? Una decisión importante Toni Casares Esa noche no dormí... Teníamos que tomar la decisión la mañana siguiente, en una reunión con los técnicos y los representantes de las administraciones públicas que tenían que ver de una manera u otra con el proyecto; con la aprobación de su necesidad, su viabilidad y, sobre todo, con su financiación. Una decisión consensuada, pero yo sabía que nuestra opinión —el criterio de la gente de la Beckett y de la gente de teatro— en este caso sería, naturalmente, muy respetada y tenida en cuenta. Había que elegir, de entre los cinco finalistas, qué estudio de arquitectos se haría cargo de la rehabilitación de la antigua cooperativa de consumo Pau i Justícia de Poblenou, ahora de titularidad municipal gracias a la presión de los vecinos del barrio, a fin de salvarla de la ruina y transformarla en la sede de un espacio de creación teatral: la nueva Sala Beckett. Como teatro con 20 años de trayectoria, personalidad propia e incidencia cultural suficientemente reconocida, la Sala Beckett, que hasta entonces había sido un pequeño teatro alternativo ubicado en un edificio de talleres industriales en el barrio de Gracia —primero casi marginal y poco a poco más y más integrado en el ecosistema cultural de la ciudad, hasta ser un referente—, ahora, con el cambio de sede forzado por las inclemencias de la burbuja inmobiliaria, se veía obligada a una redefinición conceptual de la cual el nuevo edificio sería, inevitablemente, estandarte y escaparate, a la vez causa y consecuencia. Al arquitecto, por tanto, y al proyecto arquitectónico, había que elegirlos con muy buen criterio y sentido de la responsabilidad. Los quién, los qué, los cómo del edificio y de sus circunstancias condicionarían y representarían nuestra manera de entender el teatro, su relación con la ciudad y la cultura en general. Estábamos, pues, en la fase final de un concurso de selección que había sido largo, complejo y muy peculiar, debido en buena parte a una cierta ingenuidad en nuestros planteamientos y reglas de juego —tal vez una ingenuidad más consciente de lo que parecía a primera vista—. Somos gente de teatro, y para la gente de teatro, en general, la buena comunicación interpersonal, el sentimiento de participación y colaboración en un proyecto común, la sensibilidad en los procedimientos, el respeto por los tempos y los ritmos íntimos y colectivos de la creación, la duda permanente, el autocuestionamiento, la confianza mutua, el equilibrio entre la elaboración conceptual y el trazo intuitivo, entre el juego y la responsabilidad, etc., son formas y actitudes necesarias o incluso imprescindibles a la hora de afrontar procesos de trabajo importantes. Un paréntesis: Hay dos decisiones que marcan definitivamente, desde mi punto de vista, el curso y el buen resultado de todo el proceso de rehabilitación y transformación arquitectónica de la antigua Pau i Justícia como sede de la nueva Sala Beckett: Por un lado, la aceptación por parte del Ayuntamiento de Barcelona, propietario del edificio, de ceder el planteamiento general de las reglas de juego previas al concurso —convocatoria, concepto, condiciones, bases del concurso, etc.— a quien después tendría que ser el usuario, y de hacerlo partícipe de la decisión, evidentemente responsable y consensuada, sobre quién sería el ganador; priorizando con confianza los puntos de vista e inquietudes de quien quizás no tiene todos los conocimientos técnicos pero sabe bien lo que quiere y qué necesita. La otra decisión importante, asumida por las tres administraciones públicas implicadas —Ayuntamiento, Generalitat y Ministerio— sería la de ceder también al futuro usuario del equipamiento —Fundación Sala Beckett— la dirección conceptual y técnica de la obra y, por tanto, la gestión y control del presupuesto, la calidad del trabajo y el calendario de ejecución aprobados previamente. Para mí, ambas decisiones son valientes y ejemplo de lo que debería ser hoy el papel de la administración pública con respecto a la política cultural: el de promover, facilitar, garantizar iniciativas de interés cultural y social ambiciosas, cediendo con confianza la conceptualización, la ejecución y la gestión, pero velando por el sentido de la responsabilidad, la transparencia y el interés común del proyecto. No se está haciendo siempre así. Cierro paréntesis. Continuemos.

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Carta de Samuel Beckett a José Sanchis Sinisterra del 23 de Marzo de 1987, en la que acepta que la Sala lleve su nombre.

Paris S A MUE L BE CKE T T 23.3.87 Querido Señor Sinisterra Gracias por su carta del 19 y por recordar ese lejano Viernes Santo (!). Me gustaría ser uno de los vuestros el próximo mes, pero desgraciadamente ni hablar, terminados para mí los viajes. Mis mejores deseos para su Oh les B.J. Acepto con mucho gusto que su sala lleve mi nombre. Y que sus Gestos para Nada me sean dedicados. Estoy verdaderamente honrado. Afectuosamente a todos. Samuel Beckett

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Aquella mañana, por tanto, técnicos, políticos, pero también “teatreros” tendríamos sobre la mesa los cinco proyectos finalistas que, después de que cada uno de nosotros los hubiera podido mirar y remirar durante días —qué poco explica un único plano en un único panel de cartón-pluma, y cómo cuesta entenderlo si no estás acostumbrado!— serían defendidos por sus autores durante sólo unos minutos breves —10 o 15 minutos para explicar todo un edificio que debe responder a todo un proyecto cultural...?!—. Luego, en reunión a puerta cerrada, deberíamos tomar la decisión final del ganador. “Qué procedimientos tan poco efectivos, tan poco amables y tan poco respetuosos con el trabajo ingente que hemos pedido a todos estos profesionales, y qué desajuste con la importancia de la decisión que tenemos que tomar!”—, pensaba yo en ese momento. Hubiera aplazado el dictamen hasta haber hablado todavía unos días más, unas semanas, unos meses, vaya a saber cuánto, con cada uno de ellos... Pero no se podía alargar más y ya les habíamos hecho reflexionar demasiado, pobres arquitectos, a causa de las condiciones y procedimientos de una convocatoria en la que los criterios de valoración estéticos y filosóficos implícitos en el proyecto parecía que debían tener casi más importancia que los técnicos y profesionales, habituales en un concurso de estas características. No era del todo así, pero la verdad es que suerte de algunas de aquellas estrambóticas condiciones que inventamos para resolver el concurso. Como la reunión colectiva de todos los aspirantes, juntos alrededor de una misma mesa, en la que durante toda una tarde tuvieron que escuchar las explicaciones sobre la filosofía de la Sala Beckett y opinar (!) sobre la importancia de la dramaturgia contemporánea y su sentido social en Cataluña. O la visita también obligadamente conjunta de todos al edificio objeto del concurso. O, finalmente, también como condición obligatoria, que recibieran al director de la Sala Beckett en su propio estudio, un día cualquiera, para explicarle en vivo y con “palabras sencillas que se entiendan” la forma en que trabajaban y las líneas generales de la propuesta que presentarían. Condiciones de teatreros para construir un teatro. Parece obvio pero no es habitual. ¿Qué había detrás de esta algo falsa ingenuidad; detrás de estas condiciones al parecer poco habituales en un concurso de rehabilitación arquitectónica; y también, no lo olvidemos, detrás de la apuesta valiente y confiada de las administraciones? Había la conciencia, como ya he apuntado anteriormente, que la forma arquitectónica de una nueva Sala Beckett marcaría, al menos en Barcelona, una determinada manera de concebir el teatro contemporáneo y su relación con la sociedad en las próximas décadas; y que debíamos, a todas luces, que esta forma no fuera arbitraria, ni individual ni caprichosa, sino consecuencia de una filosofía artística y social compartida que, entre otras cosas, conecta con décadas anteriores —El Teatro Fronterizo y José Sanchis Sinisterra son los inspiradores—, vincula gente diversa y de diferentes generaciones y apunta con respeto y emoción hacia imaginarios que aún no conocemos. No es cualquier cosa. Y había también un sentido de responsabilidad política: La Beckett, que para sacar adelante su proyecto de crecimiento se convertía en una Fundación que garantiza el interés público de sus objetivos y la total transparencia de su gestión, necesitaba asegurar también que mantendría la coherencia y la ambición de sus planteamientos estéticos y socioculturales, que entre otras cosas han justificado las ayudas públicas recibidas desde su creación. Y que, a pesar del cambio de dimensiones a los que aspiraba con este concurso, la Beckett no perdería su especificidad dentro del conjunto del sector teatral y cultural del país. Tampoco esto es cualquier cosa. ¿Qué teatro queremos? ¿En qué teatro creemos? ¿Para qué lo necesitamos? ¿Cómo queremos que se relacione con la sociedad, con el barrio, con el país? ¿Quién lo tiene que hacer? ¿Para quién? ¿Quién vendrá? ¿Por qué vendrá? ¿Cómo se hace hoy el teatro? ¿Hay una sola manera de hacerlo? ¿Cuántos otros teatros hay en esta ciudad? ¿Dónde están? ¿Qué hacen? ¿De qué hablamos cuando hablamos de teatro contemporáneo? ¿Qué lenguajes, qué disciplinas, qué códigos, qué verosimilitudes, qué herramientas creativas? ¿Qué es la dramaturgia? ¿Quien la usa? ¿Cómo será dentro de unos años el teatro?... Cada una de estas preguntas y tantísimas otras estaban detrás de la decisión que tomábamos ese día. De hecho, las mismas preguntas ya habían estado bien presentes cuando elegimos el edificio de la antigua Pau i Justícia como sede ideal para la nueva Beckett y continuarían también presentes en las decisiones futuras, cuando empezáramos a trabajar con los arquitectos seleccionados. ¿Poblenou? El barrio de Poblenou, de tradición obrera y cooperativista, con una fortísima vitalidad asociativa, cultural, activista, resistente a operaciones especulativas y despersonalizadoras, amenazado por la ofensiva turística y la gentrificación —de la cual, no lo obviemos, nosotros mismos podíamos correr el riesgo de ser cómplices— también nos la habíamos cuestionado, claro, desde el estúpido reparo de nuestra visión centralista: Poblenou, —sufríamos—, ¿no será demasiado lejos? Y nos preguntábamos quién vendría. ¿Una antigua cooperativa? ¿Dónde es que nos metemos exactamente? Lo único que aún se vislumbraba de lo que había sido Pau i Justícia quedaba resumido en un triángulo que, para nosotros, sería fundamental para nuestra propia redefinición: un bar, un teatro, una escuela. El edificio, él solo, nos indicaba el camino. A partir de aquí ya no sabría decir qué hay del edificio original en el proyecto teórico y estratégico de la nueva Sala Beckett y qué hay de la antigua Sala Beckett de Gràcia en el nuevo edificio; no sabría decir qué hay de arquitectónico

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en cada uno de los estrenos y actividades regulares que ya estamos haciendo en el teatro o qué hay de teatral en cada pared, cada baldosa, cada ventana... Pero es evidente que hay un entendimiento, un diálogo, una preocupación, una inquietud compartida, un tiempo pensado y vivido intensa y conjuntamente en cada decisión tomada. Este tiempo respetado y compartido, luchado por tantísima gente es lo que salpica y se deja ver en las viejas y nuevas paredes de la actual Sala Beckett, es lo que la hace, todo el mundo lo dice, poderosamente atractiva. El tiempo de los antiguos y antiguas cooperativistas que construyeron y llenan de sentido el edificio, el de las autoras y autores teatrales y actrices y actores y escenógrafos de los veinte años anteriores de la Sala Beckett de Gràcia; el tiempo de los carpinteros y los albañiles de la reforma, el de los constructores y los ingenieros, el de los miembros del Patronato de la Fundación, los técnicos de teatro, los gerentes, directores, políticos que intervinieron directamente en el proceso de pensar y diseñar el proyecto y el edificio; y el tiempo de los nuevos dramaturgos y dramaturgas, los nuevos actores y actrices y los espectadores y los alumnos y la gente del barrio y de más lejos, y los que están por venir y el de todo el equipo de gente que trabaja en la Beckett. Diría que la palabra tiempo toma un valor específico y se dispara en múltiples direcciones dentro de la antigua Pau i Justícia, desde que decidimos que Eva Prats y Ricardo Flores nos ayudaran a convertirla en la nueva Sala Beckett. Una determinada manera de relacionarse con el tiempo: esto es lo que nota y entiende cualquiera que visite el estudio de arquitectura Flores & Prats en la calle Trafalgar. Una manera que tiene mucho que ver con el tiempo del trabajo artesanal y que tiene una curiosa conexión con la teatralidad. Trato de no hacer poesía barata: hay en su estudio, de entrada, tiempo almacenado con amor y respeto. Memoria de su pasado y del de los demás. Maquetas y planos de proyectos antiguos guardados con máximo cuidado en cajas de madera, y explicados delicadamente en hileras interminables de libretas. Hay el tiempo de la duda y el del error en forma de botes llenos de lápices y de gomas de borrar en cada una de las mesas de trabajo. Hay, bien a la vista, el tiempo de su relación directa, corporal, con la obra propia en proceso, porque hay cartones y pegamentos y fotografías pegadas en las paredes y reglas y escalímetros y planos y jóvenes arquitectos concentradísimos, hay el tiempo del café que nunca dejan de ofrecerte cuando llegas para poder hablar con calma, sin prisas, de esto y de aquello, del más pequeñísimo y concreto detalle de la obra, al más general y abstracto. Y hay, eso es definitivo, el tiempo del juego: ¡colecciones enteras de maquetas de todos los tamaños! Maquetas en todas partes y para cualquier decisión que se deba tomar. Maquetas y maquetistas fabricando respuestas provisionales. Ante una duda, ¡una maqueta! La maqueta no es que sea sólo un objeto atractivo por lo que tiene de artesanía, que también; no es que sea sólo una buenísima manera de entender el volumen y las proporciones de un espacio, que también; es que, además de todo esto, una maqueta es un teatrito. Un juguete perfecto para empezar a imaginar los habitantes de un espacio concreto y las historias que se vivirán. Denle una maqueta a un Teatrero y se pasará la tarde entera. Tiempo que se detiene para la imaginación. Y otra cosa me sedujo de entrada del trabajo de Flores & Prats, aún mucho antes de poder visitar su estudio. Entre las fotografías que acompañaban su dossier de presentación profesional —cuando aún ni los conocía— había la obra de rehabilitación, entonces todavía inacabada, del Casal Balaguer de Palma de Mallorca. Una de estas fotografías era el detalle de un fragmento de una escalera de concreto en línea curva, solitaria entre paredes antiguas, con un pasamanos de madera y un rayo de luz que entraba por un lucernario también hecho de madera. Contraste entre frialdad y calidez de los materiales, amabilidad de aquella línea en curva iluminada, e incertidumbre mágica del momento fijado en la fotografía. Reconozco esa sensación de equilibrio, hospitalidad y extrañeza como un leve impacto estético que invitaba a imaginar un posible cambio en las formas estéticas y relacionales de un espacio como la Beckett: pasar de la oscuridad del escondite underground a la naturalidad y el coraje de una luz generosa y compartida, de la dureza rectilínea y minimalista a la amabilidad y hospitalidad de las curvas, de la obsesión por la novedad al respeto y el aprecio por la memoria de unas paredes vividas y, sin perder una pizca de ambición de complejidad en la mirada, mantener el gusto por la incertidumbre de los espacios abiertos e indefinidos. Como si nos fuera necesario “conquistar” un derecho, un estado anímico más desvergonzado, abierto, valiente y sin complejos para el teatro contemporáneo y por la cultura en general en la sociedad de nuestro tiempo. A efectos más prosaicos convenían otras cosas, como saber mantener la teatralidad propia del pequeño o mediano formato y comprender que el crecimiento de la Beckett tenía mucho más que ver con dignificar la creación y la experimentación teatral, incrementando al máximo el número de espacios de trabajo y de encuentro entre profesionales, mejorando las condiciones técnicas de estos espacios —locales de ensayos, aulas de teoría, espacios-laboratorio, etc.— que con el tamaño de los espectáculos que ofrecemos y producimos o con el aforo de las salas de exhibición. Sirva como anécdota significativa que el día que un importante personaje del teatro más comercial de la ciudad vino a visitar las obras de rehabilitación, una vez vistas las reducidas dimensiones de la Sala de Abajo, me dijo con todo el cariño: “Casares, estáis volviendo a hacer un teatro deficitario...”. Pero cabe decir que seguidamente añadió: “... deficitario, pero muy necesario”. O también convenía asumir que el cambio de dimensiones de la Beckett —de 900 a 3 000 m2— nos llevaría a abrirnos y relacionarnos con más gente y seguramente de una manera diferente. No digo que tuviéramos que cambiar la manera que ya teníamos de relacionarnos con el público a través de nuestros espectáculos, pero aquella intuición de la apuesta por la luz y la amabilidad espacial de la que he hablado antes puede que tuviera que ver, un poco sí, con la necesidad de abandonar determinadas actitudes un punto elitistas, o en todo caso una cierta tendencia a sobrevalorar el encriptamiento artístico; actitudes de los que se ha acusado a menudo el teatro de los noventa y en particular el que se hacía en la Sala Beckett. 11


En todo caso, y para esquivar otro de los riesgos estéticos propios de los espacios y equipamientos culturales que nos precedían a la ciudad, en el extremo opuesto de lo que ya he mencionado, también puede ser significativa una de las primeras condiciones que nos autoimpusimos arquitectos y teatreros en el inicio del proyecto: “Huyamos tanto como podamos de la solemnidad”. La nueva Beckett no debe ser un templo ni un palacio ni un espacio de magnificencia. El lugar de la creación y la cultura contemporánea ya no es un lugar sagrado ni elevado al que se acerca el pueblo obediente y respetuoso para ser iluminado por la verdad del creador... No. El lugar de la cultura y el del arte y el del pensamiento compartido, por más ritual que sea la ceremonia del teatro, es un lugar doméstico, democrático, cómodo, en el que los ciudadanos nos sentimos como en casa, protagonistas de nuestras propias historias y nos atrevemos a mirarnos a la cara para reírnos y llorar y rebelarnos contra el mundo y contra nosotros mismos. A la cultura no se accede, la llevamos dentro, nos define, forma parte de nuestra propia condición. Es nuestra excepcional capacidad de sabernos ver desde fuera y compartir en comunidad este descubrimiento, sin vergüenzas, sin prejuicios, sin jerarquías. Necesitamos los espacios y los mecanismos para desarrollar juntos esta capacidad con libertad, con dignidad y sin complejos. A ello debe responder un teatro hoy, entre tantas otras cosas. También el respeto y la confianza en el creador han sido, lo digo de verdad, una de las claves de la filosofía de trabajo de la Sala Beckett desde sus orígenes. Si Sanchis Sinisterra es un pedagogo excelente, un auténtico referente de la pedagogía teatral, es en buena parte porque sabe cómo insuflar confianza a sus alumnos. Sabe darles las herramientas para superar el terror de la página en blanco y esquivar el peligro de la excesiva autoexigencia o de la trascendencia desmedida, en la iniciación a la escritura y la dramaturgia. La nueva Beckett también debía responder a esta confianza, arquitectónicamente hablando. El creador; los autores y las autoras sobre todo, pero también los actores y las actrices, el público-creador y el resto de usuarios, es necesario que se sientan cómodos y abiertos al intercambio, la creatividad, la imaginación... Las circulaciones del edificio, el tipo de espacios de trabajo y de encuentro, las visuales desde cada rincón, los colores, los materiales... están pensados para facilitarlo. Al igual que está pensado también —¡grandísima decisión, ésta!—, el hecho de bajar el bar de la planta de arriba donde estaba antes, en tiempos de la Cooperativa, a la planta baja y, ocupando toda una esquina, amplio, agradable, cálido, luminoso, sencillo y sobre todo abierto al barrio y a todo el que quiera entrar, ofrecerlo como espacio de encuentro y de conversación para propiciar el contacto y la mezcla entre todo tipo de gente y de intereses: artistas consagrados con aprendices de artista y periodistas y profesionales de diversas disciplinas y profesores de lo que sea que pueda enseñarse y técnicos de la escena y economistas y aficionados al teatro y a la ornitología y con quien sea que quiera encontrarse con su propio tiempo y con el de los demás. Gente del barrio y gente de más allá del barrio. La gente del barrio... Que tiene perfectamente presente la memoria de un edificio que se ha salvado gracias a ellos y que estima su pasado —muchos se han conocido, se han formado, se han reunido, se han divertido, se han peleado o emocionado o habían ido a comprar o han oído tanto hablar a los padres, a los abuelos, a las tías...— y al que no podíamos fallar de ninguna manera dejando perder tantas emociones, tanta vida; nosotros, que somos gente de teatro y que hacemos de la emoción motor de comunicación y de inteligencia. No podíamos fallarles. Era necesario que el concurso, la decisión sobre cómo reformar este edificio, tomara en consideración todas estas cosas. Sensibilidad estética pero también social. Pensamiento sobre el lugar del teatro en la sociedad contemporánea. Ideas y soluciones pensadas con tiempo y colectivamente. Antes de poner en marcha las obras definitivamente nos permitimos habitar durante un año la planta de arriba del edificio. Conociéndolo, escuchándolo, recorriéndolo... Haciendo actividades con y sin público. Y tomando decisiones con técnicos, dramaturgos, gerentes, políticos, personal de oficinas, representantes del distrito, artistas. Sentido de la responsabilidad y la ambición perfeccionista que se corresponde. No cualquier cosa. Durante todo el proceso que este libro explica, tuvimos que ir modificando el proyecto varias veces, pasar de los ideales a la realidad, renunciar a muchas cosas, detenernos, pelearnos, dudar, equivocarnos. Mucha gente nos decía: “No es el momento, no es la manera, hoy algo así ya no es posible... ¿A dónde váis a parar? ¡Qué ingenuidad!” “Poco a poco y buena letra” —les decíamos nosotros. Sí; Flores & Prats, Eva y Ricardo tenían —tienen— la mirada y la expresión ingenua. La inteligencia, las manos, la sensibilidad, las palabras, las herramientas permanentemente abiertas y atentas a cualquier posibilidad. Son artistas artesanos. Se arremangan, se ensucian, dudan, se equivocan. Escuchan, preguntan, proponen, borran, corrigen. Siempre están ahí. ¡Siempre! Tienen el tiempo guardado en su estudio, ya lo he dicho. Y saben jugar. Con sus maquetas juegan a imaginar el mundo. Estaban preparados para un compromiso profesional y personal de esta magnitud. Y en la mirada se notaba que les hacía una ilusión que parecían niños. Niños a punto de hacer un teatro. Backstage de la instalación Liquid Light en la Biennale di Venezia 2018. Fragmento de presentación de la Sala Beckett y el concurso para su nueva sede en Poblenou. 12


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Proyecto del concurso Diciembre 2010 - Enero 2011 Nueva Sala Beckett. Flores & Prats

Aceptar la disciplina de lo existente, un fantasma que está presente durante toda la vida de un edificio, como la calidad física que el tiempo otorga a las cosas.

El edificio Paz y Justicia tiene una estructura espacial que fácilmente aceptaría volver a ser ocupada con el programa propuesto por la nueva Sala Beckett. Lo que nos interesa para la futura ocupación es reconocer esta estructura, y a partir de ella organizar el nuevo proyecto. Entendemos que el reciclaje del edificio debe comenzar por su estructura espacial y después devolver la calidez que pueden dar los diferentes elementos que recuperamos. De este modo, fachada e interior se corresponden, y al acceder a un edificio con apariencia antiguo, encuentras un interior con rastros de calidad de las diferentes ocupaciones que ha tenido. La voluntad es conseguir un edificio donde todo funcione a la vez, donde no se distinga lo viejo de lo nuevo, donde haya señales de ocupaciones anteriores, pero TODO esté actualizado al nuevo uso, edificio y decoración funcionando a la vez. La ampliación necesaria del edificio original para acoger todo el programa se quiere hacer de manera unitaria. Así como en su interior el edificio se organiza alrededor del pasaje de acceso, también se busca que su aspecto exterior muestre hacia la ciudad dos cosas: que ha crecido respetando las preexistencias y que lo ha hecho de manera unitaria. El resultado no se pues un apilamiento de programa, sino algo más: en el interior el gran vestíbulo público, en el exterior una gran cubierta que convierta la antigua cooperativa en una gran casa: la casa de los dramaturgos.*

* Extractos de la memoria del concurso, enero 2011. 14


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Maqueta urbana escala 1:200, enero 2011.


Estudio de modificación de las cubiertas existentes. Planta y secciones escala 1:200. EP, diciembre 2010.

El mundo de las cubiertas: crecer en esquina

Actualmente sobre la primera planta están los grandes volúmenes que ocupan las cubiertas a dos aguas, de 4 m de altura, y también está la antigua casa del presidente de la cooperativa. Este mundo actual es el que se debe transformar y ampliar para dar cabida al resto del programa. Una de las naves, la de la Sala de Exhibición-Obrador, quedará con su silueta original. La otra cubierta, la de la esquina, crecerá dos plantas para contener las dos Salas de Ensayo, apilándolas sobre las Aulas de Dramaturgia. El volumen construido se carga hacia la esquina de la parcela, liberando de altura el patio de manzana, volviendo a cubrir reutilizando las antiguas cerchas de madera. Las dos Salas de Ensayo se han ubicado arriba buscando que tengan buena luz y ventilación natural, preparadas para largas jornadas de trabajo. *

Maquetas a escala 1:200 de la antigua Cooperativa Pau i Justícia y la nueva Sala Beckett, enero 2011.

El traslado desde un interior de manzana en el barrio de Gràcia a un edificio en esquina del Poblenou aportaba a la nueva Sala Beckett un valor nuevo dentro de la ciudad, convirtiéndolo en un centro de dramaturgia más público y vinculado al barrio. Cerca, a menos de cien metros, está Can Felipa, un centro cívico en el que también a veces se hace teatro, un edificio industrial de carácter francés con una cubierta enorme en mansarda. Pensamos que, con sus nuevas cubiertas, la Sala Beckett sería un buen compañero. El programa elaborado por la Sala Beckett para el concurso sumaba 4 435 m2. Incluía dos salas de ensayo, dos salas de teatro principales, aulas de uso teórico y de dramaturgia actoral, talleres para técnicos y almacenes, y residencias para artistas invitados. Como la antigua cooperativa tenía una superficie de unos 3 000 m2 construidos, el edificio debía crecer. En nuestro caso, el proyecto crecía tanto por debajo —con un sótano para almacenes, talleres y salas de máquinas—, como por encima —con las dos salas de ensayo y las residencias para invitados. 17


Estudios de la organización del nuevo programa en el viejo edificio, plantas a escala 1:200. EP + RF, diciembre 2010.

La nueva gran sala. Las grandes naves que definen los muros principales del edificio original tienen tamaño

suficiente para poder imaginarse el nuevo programa dentro. Pero uno de los elementos fundamentales del programa, la Sala de Exhibición-Sala Beckett, es la única pieza que no puede insertarse de forma directa dentro de esta estructura existente. Y hemos aprendido que, para que esta sala sea polivalente y puedan cambiar las relaciones escena-público según la obra a representar, debe tener un mínimo de 15 m de ancho, esto es: 4 de gradas + 7 de escena + 4 de gradas. Nos encontramos con que las naves de la antigua cooperativa son de unos 11 m de ancho...

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Por eso colocamos la gran sala donde el edificio lo sufrirá menos: donde las dos crujías principales terminan, al fondo de la parcela, ocupando lo que fue una última ampliación. Esta pieza, fundamental para la nueva Sala Beckett, se coloca en planta baja, a nivel de calle para facilitar el acceso del público y mercancías. Colocar esta pieza dentro del edificio actual ha sido la primera decisión de dibujo, y ha guiado la distribución del programa directamente vinculado a ella: el vestíbulo-bar que le dará acceso desde la calle, el área de carga y descarga, el área técnica, el almacén de escenografías, los camerinos... * 19


Una planta baja muy pública. En la planta baja se concentra el programa público, los espacios públicos del proyecto: el bar, el vestíbulo, lugar de encuentro y espera, la entrada al teatro. Al Bar en esquina le queda la responsabilidad de conectar con el barrio. Desde ahí se puede acceder al vestíbulo, que a la vez es foyer de la Sala Beckett. Los tres espacios —bar, vestíbulo y teatro— funcionan en continuidad para poder absorber la gran cantidad de público que puede ocupar la planta baja en noches de representación.

Plantas a escala 1:200 de la primera versión del proyecto del concurso. EP, enero 2011.

Los diversos accesos al edificio. Personas con objetivos diferentes accederán al edificio, por eso dividimos los accesos en: - Público y participantes en talleres: cercano a la esquina, por las grandes puertas que desde la calle Pere IV se abren al pasaje interior y al Bar, el gran vestíbulo central. - Personal de la Sala Beckett y actores acceden por Pere IV, independientemente del acceso del público. - Artistas invitados van a sus apartamentos por una puerta independiente que da a la actual escalera cuadrada de la calle Batista. - La carga y descarga de material está en el extremo de calle Batista por lo que no interfiere con el público. *

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Ricardo and Eva under the skylight of Sala Beckett in Venice. Installation Liquid Light at Le Corderie, Arsenale. Venice Architecture Biennale 2018.


“En la nueva Sala Beckett, los residua y los detritus del edificio en ruinas que Flores & Prats se encontraron quedan investidos de los valores cívicos y morales que les otorga su redención a través del valor de uso, y que los convierte en lo verdadero. Tengamos en cuenta una cosa muy importante: el edificio de la antigua Cooperativa Pau i Justícia, en el que la Sala Beckett iba a instalar su nueva sede, no tenía, en términos oficiales, ninguna cualificación o protección patrimonial. Una decisión posible habría sido derribar el edificio existente, con todos sus restos —sus detritus y residua—, para dejar un solar limpio en el que levantar un teatro completamente nuevo: ni los arquitectos ni la dirección del teatro tenían ninguna obligación de conservar ni siquiera su recuerdo. Y sin embargo decidieron hacerlo. Esta es una decisión proyectual de la mayor importancia ideológica: aquí empieza, en verdad, este extraordinario proyecto”. Juan José Lahuerta

La Cooperativa Obrera Pau i Justícia del Poblenou, muy activa durante gran parte del siglo XX, había cerrado sus puertas a finales de los años noventa y su edificio había quedado abandonado y en avanzado estado de ruina. La Sala Beckett, uno de los espacios motor del teatro catalán desde su fundación a finales de los ochenta, se queda sin su sede del barrio de Gràcia, a mediados de los años 2000. A partir de un concurso público, en 2011 el equipo de la Sala Beckett y el estudio Flores & Prats emprenden un proceso de rehabilitación del edificio de la antigua Cooperativa para convertirlo en la nueva Sala Beckett / Obrador Internacional de Dramaturgia. Se trata de la recuperación de un patrimonio físico pero también de un patrimonio social, ya que el edificio, abandonado durante más de veinte años, estaba todavía muy presente en la memoria de los vecinos que vivían a su alrededor. El resultado final contiene el tiempo de la Cooperativa, el tiempo de abandono, y el tiempo de la nueva Sala Beckett. La Sala Beckett fue Premio Ciudad de Barcelona de Arquitectura y Urbanismo 2016.


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