TENDèNCIES
EL MUNDO. DIJOUS 13 D’ABRIL DE 2017
CIUDAD
EN LAS ANTÍPODAS DEL EIXAMPLE Un laberinto de calles que suben y bajan. Un caos de edificios, herencia de la autoconstrucción de los 60. El Carmel sigue siendo uno de los barrios más auténticos de Barcelona. Aunque a veces ni parece Barcelona. Y Alejandro Santos lo dibuja.
VANESSA GRAELL
No es evidente llegar al Carmel. O Carmelo, como lo han llamado –y lo siguen llamando– muchos de sus habitantes de toda la vida. Entre colinas, travesseres y rondas, vive de cara a la ciudad y de espaldas a la vez. Con las mejores vistas, pero lejos del ordenado Eixample, el Carmel es un barrio a parte, con su propia (y muy callejera) mitología: la de los bares Manolo hoy regentados por chinos pero con los mismos tipos que se piden carajillos a las 10 de la mañana y fuman en la puerta, la de las señoras mayores que se encuentran en la acera con los carritos de la compra y comentan la visita al médico bloqueando la acera y sin dejar pasar a los de-
más vecinos, la de las chicas con aros dorados y chándales satinados –en rosa y demás colores chillones– sentadas en un bordillo, la de los chavales con camisetas de tirantes y casco en mano (con la moto a menudo trucada), la de los yayos jugando a cartas en el bar... Y mil estampas vecinales más, desde la temida subida de Conca de Tremp (de una verticalidad casi imposible) hasta las mil y una farmacias del barrio (es el tipo de comercio más abundante). El Carmel ya tuvo quien lo escribió. La mítica Últimas tardes con Teresa le valió a Juan Marsé la biblioteca del barrio, aunque él nunca vivió ahí, sí subía a menudo a la Montaña Pelada. Y ahora ya tiene su carnet de voyage, un género en sí mismo de la narrativa de viajes: Desembolicant el
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LLL «Siempre puedes divi-
sar la ciudad entera para ti, que es lo que ellos se pierden», escribe Alejandro Santos. Ese ‘ellos’ son los de la ciudad, los de ‘abajo’. Desde las colinas del Carmel, se extiende toda Barcelona, a veces enmarcada entre bloques de edificios o en toda su dimensión desde ‘los búnkers’, como llaman popularmente a las Baterías Antiaéreas del Turó de la Rovira (arriba). Un lugar que ha dejado de ser de ‘ellos’ para convertirse en un a veces tedioso peregrinaje de turistas en busca del ‘selfie’. Otros enclaves del barrio: el ‘delicioso’ –por caótico– pasaje de Ceuta (abajo, dcha.) y el tiburón de billetes de 100 falsos hecho por Blu (abajo, izq.), uno de los mejores artistas de ‘street art’, anónimo como Banksy.
Carmel i Can Baró, editado por el Ayuntamiento de Barcelona en la colección de barrios dibujados que ha impulsado la editorial Zahorí de Ideas. Durante meses, Alejandro Santos se ha pateado el Carmel para dibujarlo. «Es Barcelona. Y no lo parece. Hay zonas completamente irracionales, que son las antípodas del Eixample», dice el ilustrador, que ha dado una visión distinta del barrio, que incluso roza la abstracción. «El sketching ha causado furor en todo el mundo. Pero, en el fondo es un dibujo muy convencional: pluma, tinta y relleno de color. Se puede ir más allá, asimilar todo el arte del siglo XX y usar un lenguaje menos obvio y menos objetivo, para reflejar una atmósfera, un ambiente», considera Santos, que nada más salir del metro del Carmel vio el barrio como uno de los cuadros de George Grosz: anárquico, de tonos expresionistas. «El mismo caos geométrico, el mismo polvo irracional, que lo desordena todo. El Carmel y Can Baró son un laberinto con mil salidas», compara. Porque después del Carmel se internó aún más adentro, en Can Baró, que era –y es– el gran barrio olvidado. Tierra de contraste, con una pareja que pasea a un cerdo vietnamita con collar, vecinos que los domingos se juntan en la Rambla del Carmel con sus jaulas de canarios, los turistas despistados que no encuentran el Park Güell (hay una zona crítica en la que apenas hay cobertura en los móviles)... «En el fondo, se trata del ejercicio contrario a un cuaderno de viaje: mostrar lo conocido y lo cercano con la misma intención del que se va a una isla tropical», explica Santos. Aunque el Carmel está lejos de lo tropical, en cierto sentido sí es una isla. En la montaña. Y siempre lo ha sido.