Elflein, Ada María. (1917) Paisajes cordilleranos. Buenos Aires

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CORDILLERANOS DESCl�lPClÓN DE UN \l lf'JE Por� LOS LT\GOS flNDl:iOS

r- ERNES.TO TORNQUIST J & COM' , ..-.IA LIMITADA

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Clasiflcaclól'I

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Buenos t 1rcs

1917

Nº-

J 1


OBRAS DE LA AUTORA Leyendas argentinas, 1 volumen 4.ª edición (Librería del Colegio) Del Pasado, 1 volumen 1.ª edición (Librería Martín Ciarda)


Es propicdnd de fo. nnton1. Fotogm(ins de Gcnn:;u \\'íc,¡lrrl11•l•l. Puerto \"nms, Chile. Queda ltl'Cho el �lcp6�ito t1uc mill'('rl la ley.


A la Dirección de "LA PRENSA". bajo cuyos auspicios

se realizó esle viaje.


DOS PALABRAS Suele colocarse en trabajos de esta índole, una. introducción o preámbulo de rigor, en el que se consigna la. <,superioridad del propósito>> frente a l a <•escasez,¡ o debilidad de las fuerzas. E s simple­ mente una manera de ampararse bajo la indul­ geneia del lec·tor, exagerándole unas veces la magni­ tud de los temas, cltÍdiendo otras, las responsabi­ lidades posible:,. (Jno de los personajes más po­ pulares de Dickcns, recibe a diario este consejo destinado a llevarle al éxito: <,¡Hazte pequeño, hijo mío, hazte pequeño!>>, y el éxito parece sonreír­ te realmente. cada vez que se desliza enmascara­ do de modestia y de humildad. Este achieamiento, que a menudo es un camino recto al ridículo, se impone a cuantos alguna vez se han detenido frente a maravillas de la naturaleza, y sentido luego el anhelo de describirlas; y se impo­ ne con mayor fuerza a mi espíritu todavía escasa­ mente habituado a traducir las formidables e intensas emociones que experimenté en la región andina de Neuc¡uén, Río ·cgro y la zona ve­ cina de Chile, pobladas de bosques y salpicadas de lagos. No es, pues, por modestia falsa que expreso este


-8temor. He vigto paii:mjcs y cscenns qu<' pluma ni pincel podrán ja111.ís reproducir en lodo su enrnnto íntimo o su salvaje majestad. Y 1111 "ªYª a crc<'rse que hemos andado taminos cortados por lnígi<"os ¡wecipicios u que nuestro Yinje ha sido unn a,·entu­ ra extraordinaria. Ni extraordinaria ni vulgar. Las cimas de las corclillcras, donde La nie,·e des­ carnm por siglos, no han sido hollados por nuestra1-; plantas, ni hemos mimdu al fondu de los abismos con ojo1:, espantados. Allá han quedado, tan misteriosos hoy como antes. Pero hemos recorri<lu largas y ¡wsadas sendas de ar<'na, desde las cuall'S, a 11110 y ot.ru lado tenclíase el desierto: navegado lagos azules y Yerdes Yigilados por :-,rigantes de piedra vest i. dos de fronda y cubiertos conw Gran­ des del Universo, con casquetes de cristales res­ plandecientes. Xos hemos internado <'n sombrías veredas entre busques, cruzado ríos indónútos de caudal Ycrde profundo, y las sombras de la prima noche nos han alcanzado anl(•s de salir de la mon­ taña. Y, éramos tres muj('rcs, indefensas sc�ún r.l decir de las gentes; pero defendidas por la <·td­ turn argentina que en los más remotos rincones de nuestro territorio muést r. ase a.nte propios y l'xtraños. Las autoridades nos rndearon de consi­ deraciones y respetos, y nos guiaron por nwdio de homhl'l'S ex¡wrimenta<los y seguros; los pobla­ dores nos acogieron y escoltaron con cariño; mas nad,L vimos nosotras, en la larga extensión reco­ rrida, tanto en el terrilorio argentino cuanto en el chileno, que nos hiciera sospechar un peligro.


-9Creemos, y ésta es una impres1on íntima, que a haber sido experimentadas como lo eran nuestros guías, habríamos podido recorrer las tres, sin tro­ piezos, bosq11es, lagos y 111011t,añas, tal es la tran­ quiüdatl que se siente en aquel ambiente, uonde alguna vez el alma argenLina ha de retemplarse con visiones de belleza.

Resuelta nuestra excursión, fué facilitada am­ pliamente por el director de <(La Prl:'nsa» señor Ezequiel P. Paz. Solicitamos luego los consejos de la experientia del doctor Francisco P. l\Ioreno, pues ninguno comu este caballeru conoce aquellas regiones por haberlas reconido palmo a pnl1110. T,as informaciones que nos tlió fueron eficacísimas. Presentónos tambiérl al doctor Isidoro Ruiz i\Ioreno, director de 'rcrritorios Nacionales, quien nos trazó un itinerario que publicamos al final por considerarlo útil a los Yiajero:,. Este volumen está formado con la colección de mis correspondencias, sencillas notas de viaje, que fueron publicadas en las columnas de ((La Prensa>> en }Iarzo, Abril y l\Iayo de ] 916 .

.\. l\I. E.


MESETAS PATAGÓNICAS


T DE BL1EXO,; ALIU:S A Z.U'ALA-l.f100 KILO)IETROS EX

FERROC'ARRII,

Salimos de Constitución el 16 de Enero a las seis y media de h Larde, entre lus primeros amagos ele 11na tormenta. :\feclia hora después, habíamos dejado atrás los pueblos veraniegos del sur de Bueuos Aires, y el com·oy iba int.ernánclose en lo que Darwin llamara. hace 82 años. «la llanura de­ solada,1. La nm·lie eayó de pronto, acelerada por la tem­ pestad. De vez en cuando, un silbato anunciaba una estación, y el tren crnzaba frente al andén con un estn'.•pito cÍuc me daba la extraña sensación del chast¡uido ele un fósforo colosal raspado en las aristas aceradas de una caja. El ojo avizor no descubría sino indistintamente en lu lhnura iluminada por los relámpagos. la riqueza de esta tierra transformada en labora­ torio ele oro y de raza: pero sent.iasc la palpitatión de su \'ida exuberante. Columbraba masas negras de árboles; a veces, un relámpago revelaba un maizal, un plantío de legumbres, una huerta. A la dist,anci.i, solía ru111per la espesa masa de sombras


- 12 una luz que ,.úhitamcnll• hrillaha y tle,.apnrccia. ¡Qui'.· 1•1a! ¿l"na l'�t.1m·ia( ¿Cn.1 casa dc 1wgocio? ;,lT11 ¡Htl•sto cu los lindes de una vasta prnpil•dnd? Era un alerta dc la ,·ida y dr MIS \'i¡!ilias 1•11 mcdio de la 111ortaja nocturna que iha u11ifi<'anclo todo y amah.(nmándolo. Entonces, <·uando natlü \"PÍ1111 los ojos 11111teria­ lrs, anlr los drl l'spírilu surgil'l'OII lrn; (•sfuerzos de antl•pa;-adu;;, d1• nqudlos 1¡111• !'Clifimron 1.111clms rna11do l'slo era clt•sicrto: de 111" solclatlus, fraile;; ,. com1•n·ia11tc,.. dl• la Colunia: de los ,H·arn•adorc;; �Je ganado y de sal; dl' los ,..uJdndos de lfodl'Ígul'Z, y ele Hozas Je..;¡n1i'•,;: cl al:w111i1•11to de Jo;; gana­ do;-, c1u111do Jo,.. hombn•,- cmigmban y la tiranía arrcc·iulm: la i.angn• de huma11u,1 r tic a11imah•s t•on qu1• ,..e ha ahoruHh• e:,la ti1•rrn, ho)· dL• promisión, que fui• rl N1ger puhli('llS>> re¡mrtido 1·11mo premio a lo;; ¡!lll'LTerus �· 1¡11c quedó, 1•11 fin. en 11111110;. d1• los qm• Ju all<¡11iriNun y ,·aloti1,11ron 1·011 n•1·io tra­ bajo. l,os que \'iaja11 conociemln la hi,..torin, a tra,·r-; de esta pampa que dl'ja II flor de ti1·1Ta cad:t año, I,\ 1 ic¡11c1..a rc.11 más �,y·a111l1• 1¡ue hayan podido c·ono1·t•r los trahajndores dl'I n111ndo, no poclr:ín rYitar <'"ª c,·o<'a<"iím. ya c¡m• a11uí un p1whlo ele seres fm•rtes ha vivido rn ph•110 dmma, 1•11 plc1m tragedia durante 1111 si!!lo, y ...úlo conocido por los que l'X¡>lotal,nn :,US hora:- d1• paz ..\qui )lartin Ficrrn y su amigo C'ruz, :,i111liólico:; Yag11hundos de una rpoca remota. i,por no pa,arlo tan 111111-cn t'l dc:;il'rto infinito -<<luticron tomo un bendito


-13 -con dos ('H<'l'OS ele bagual•>, y como ellos, millares ele otros iguales, y no iguales tn \'ieron que hatPr Jo rnismo pata albergarse, donde hoy sP levantan mansiones seiíorinle:; rodeadas de parques lozanos y frondosos: oasis de sombrn y plácido descanso. Con los ojos entrecerrados, paréceme ver, en el cruce de dos caminos polvorientos y alambrados a un paisano de gesto altivo, montndo en su ('aba­ llo, como ll ll rey sentndo en su trono familiar, digno y ¡.!l'U \'l '. Entre sueños, si('nto a veces que el convoy se t!eti. ent', y sucede confui-o rnmor ele voces, pasos, ruedas. Oigo gritos: <•Las Flores,>, <<Azuh>, <<Üla\'al'l'Ía>>, <<Pringles>> ... ¿Dónd(' han quedado los tiempos en que el Sala<lo era <•la frontcrn,>> mús nllá de la cual se extendía el S11r miste. rioso y terribl<'? Estamos rodando por esa región antes poblada de fáb11las, cómodam('nt.e tendidas en muelle cama. a razón de sesenta kilómetros por hora. Llega la maiíana. La luz obra sobre el paisa­ je como un ácido sohre una placa sensible. Una gran ci11<larl blanquea en el horizonte, rodeada de cha­ cras y ele qnint,ns. De la izquierda \'iene de lejos el aliento del mar y se distinguen mástiles. Entra­ mos en Bahía Blanca. De los 1.47[í kilómetros que separan a Buenos Aires de Zapala, punta de rieles del ferrocarril del Sud, hemos recorrido en una sola noche, G40 ki­ lómetros. Poco después de dejar atrás a la activa ciudad ele Bahía Blnnca. con su cinturón verde como una



- lGzagahl graciosa en el hogar de sus c::n111os, rl pa­ nornma empieza súbitament.e a eambiar. La ve­ getación frrsca de la Liena í'Ulti\'ada cede el lugar a las matas achaparradas, espinosa:-, leñosas y retorcidas de los snrlos si II agua. Ya. no es verde el paisaje: es verde gris. l�I zanjeo que 1111 día emprendiera Adolfo Alsina, allí lo lm hecho la naturaleza. Una valla invisiblr pero real, parece levantarse entre la llanura de Buenos Aires y la llanura Norte de Río Negro. EL DESIF.RTO

Horas y horas sigue corriendo el tren, y el paisaje es siPmpre el mismo. Como en otros viajes por otras regiones, siento el espíritu sobrecogido ante la inmcnsiclarl de la patria, donde todo es desmesurado: pampas y montañas, selYas y ríos, y diz que ta111bil�n los lagos... ¡Los lagos! Los ojos se vuelnn hacia el Sur; pero ningún reflejo azul o plateado da una nota ele frescma .ll horizont, ::> polvoriento. Aún nos separan de los lagos cc11tenares ele leguas que recorrere111os en tren y en automóvil. Nos avergonza111os ele nues­ tra impaeiencia, escuchando las conversaciones que vuelan de mesa en mesa, en el cómodo coche comedor. lfoy allí antiguos pobladores que cuen­ tan cómo hicieron el trayecto al Xcuquén en otros tiempos: a caballo, en sulk,v, en carretela, en ca­ rretas tiradas por eaballor-. cuando no por bueyes. Y el Yiaje, según el medio de loeomoció11 y las


-lGcondicio11cs del camino, duraba día;;. semanas, meses. Según la, épocn del aíío, la. comit.iva se as­ fixiaba entre espesas nubes ele arena o chapaleaba en pantanos sin término. La galera. marcó un pro­ greso enorme: partía de Pigué y llega.ha a Río Negro. Allí los pasajeros exhaustos, aturdidos por los saltos y sacudidas del vehículo que seis u oeho yuntas ele caballos arrnst, l'abnn a tocio galope por altos y bajos, médanos y caíiadoncs, piedra!-\ y palos y lo que h11birrn rn el <<camino>), cont.inuaban en mnla o a caballo, con el arma liüa y at.ento el ojo al acecho ele! indio o, peor todaYín, del C'rist.iano malandrín. Reclinado en los cojinef;, llevado por la fuerza. del vapor, el viajero de hoy se ríe del desierto, y toda la penuria Ml pns.1<lo se le ocurre leyenda. El Desierto... Hoy toda YÍa llamámosle así por antonomasia. l?ué la región legendaria df'I indio armado de chuzo )' bolen<lorn, que llevaba sus malones hasta la entraña de la llanura bonaeren­ se. Aquí conquistó Rozas su t.ít.ulo pomposo de Héroe del Desierto, sometiP1Hlo por la fuerza o con el prest . igio ,le ,m fascinadora pe1":;011alidncl, a los altivos caciques i11dígenas. Fué tambirn el ('amino que siguieron, casi nwdio siglo después, las columnas del ejército de línea, que redujeron para siempre al salvaje y abrieron al colono los inmenso¡:; y desconocidos territorio,; ele! Sur. Hemos cruzado el Río Colorado: ancho, cauda­ loso, de aguas t.urbias, espesas y rojizas. Serpentea entre orillas bajas, y cava su Jecho en la aren11.


-17 Crúzanlo \'arios p11cntcs. e le 'costea cl11rnntc algi'111 t.iempo y pronto i.c le pierde de vista. Sigue la soledad más profunda ním, si cabe. interrumpida por las escasas ei,tntioncs donde se ven algunas chacrm1 y grupos de sauces patagónicos. I•'uenl de eso, 7A'1nms, jarilla, cactos. Extrañas íornm<"ioncs se levanton en (') hori1.0nte: son la!\ rojos mesetas típicos del Río Xegro, las bardas, como las llaman allí. De !lupcrficie lisa como verdaderas mesas, a la distancia :-wmcjan sierros. Muy arrogirntcs se presentan al que las mira dt•sde el pie. r pun•cen a�ncharsc a,·crgonza­ dns, ante quien las contcmpl;l desde arribii. , '¡, suceden. interminables. durante el día entero, única nniaciún en el trisl e paisaje, arC'hipiélngo de islas incontables que cortan con afilados promon­ t�rios el océano sin fin de In llanura patagó111ca. AJ anoclrcccr el panorama se torno menos adus­ to. Dunas de arenn fina y blnnca como la del mar, i;c levantan a ambos lados de la \'Ía. Y de repente, un regio río, que Y11elca RU inmenso raudal por ('! llano, en cun·ai:, amplias y grandiosas, ciiic islas e islotes cubiertos ele tupidos s:111ceclalcs, st• tuerce en torno ele amarillos bancos de arena o hier\'e airado sobre piedras y troncoi1 sumcr�dos. Es el Río Negro. Tíiielo el arrebol del ocaso, y la nacarada e impetuosa corriente aparece ora cerca de Jn \'Ía, ora se pierde a I parecer definitivamente, entre du­ nas y sauces, o n1ch·e n brillar de pronto al pie mismo del talud por el cual conc el tren.


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( 'ne la 11oehe..\ la luz cll•liil r!P la lu11a neei<'n!•·, ,·ruzatnos i•I p11P1lte dPI río �,·uqut'.•11.l '11!\ t>slal'ÍÚn mÍls-( 'ipoliPI I i -y 1•111 ramo, t•n X t•11q11r11. 1·a­ pit:1 I clC'I t t•nilorio 11:1<·iona I tl,·1 111is11111 noml 1rt•. ,· donde reeihimos drl ¡_(ohC'l'llador, se11or l�lordi.. dl'mÍls auloridade,. la,- primi•m, atr1wiont':- d,• la larga ,;erir 1¡111' dehiu h:u·Pr nm·,t ro Yiaj,· :1.!!n1<lahlt• )' f1kil. Nue;;trn ln11•1m t'slrl'lla no:- había dt•parado por 1·0111pañl't'os dP ,·iajP. al t•x .!!<>IH'rn:ulor dPI Xl'uq11{•11. \ la l-(C'lllidon .Juan lgnllt'Ío .\1,-ina ;\' su srñ<>l'a.. 11•:1.a dt> a 111 hns, dt.'IH•mos at !'lll'io,w;; y II u nwros, 1,, informes ;• <latos i11tPr1•sa1111•s, La "Pñora rP­ firit',nos 1:1,, angu:-tia,, pasada, t'II viajP, dt• :111iaiw y la tristrw ,v soledad dt>I lugar l'IP¡.(idn t·omo 1110· nula, do11d1· todo había qu" nl'arlo parn podPr vivir: pero P\'Ot·a ha toclo eso 1·on t':Hiño, c·nn rx1¡11i situ rmoeiún. <·nmu suc•le r1•eonl:1r;;c• el mal qui• hu pa:-ado para no Ynl VPI'. t:uiadas por la 1•xprrie1ll'in clt•I sPi1or .H,i11a, 1·01111•mpla mos al dia ,.,iguit•nl t' PI paisaje• ent rt• Neuquen y Z1paln, y aprr11di111ns lo;; numbn•,; di' la:; sierra;: q111• rmergt•n al Nortl'. al :--ur. al ()p..,t,• 1'11 'ª" que prrdomin:1 la formu l'Úni,·a: ,.d,ihuhh,,,,. eurno reza el nomlm• inclig1•11:1. A la derec-1111 d,• In da, la si,•1Ta .-\u1·n-)lahuíd11: ni frenll•. PI l'l1:1· rhil. todos nrvado:<: 111urnlla, :1:1.111 opat'o run ul­ menns blanta,;.rreOl'tadas l'n l'I c-ielo hrillantr de


la mafütim. En torno, el paisaje típico, árido, ele l:t p1wordillern: matas c1,pinosns, jarilla, aquí allá un 1nbustito salado color verde claro llamado 7-<tmpa. )luy de trecho en trecho, unn paradc1, una casucha, un pequeiio sembmdo donde algún manantial u ojo dC' agua brota de In piedrn o surge de la arr11a. Toclo esto s(•rá un jarclin cuando llegue el riego vi ,·i ficaclor.

r

ZAP,H,A

l'n l·urioso cono rojo aparece, nislnclo, semejan­ te a un clesconrnnal hormiguero. Llámasc )Iilla­ chco, y d c-onocedor del Cttmino, sabe al verlo que está prúximo Z,1pnla. Por fin llegamos a este- pueblo, en el extremo del ferroc,trril que crnza lluenos Aires, Río Negro y Neuqul'.•11 en una extensión de cerca ele mil qui­ nientos kilómetros. El poblado se halla. en medio de una meseta llana, que limitn . n en semicirculo nbierto lmcia el Este, cadenas de montañas azules y 1)lateadas, bajo un cielo ali isimo y puro, en el c¡ue flc)tan len­ tamente gra11tlrs nubes blancas. Es una agrnpa­ ción de <·asas dr ladrillo qur se <1rxt.icnde,>- digá­ moslo así -a ambos lucios de la \'Ín. l�stá como per­ dido 1'11 la inmensidad del párnmo; no tiene un cerrn donde rcl'linarse, 1111 árbol para adornar su desnudez, un nrroyuclo para nlegrnr su tristeza. ,\.rena, arena, arena, Yiento y arena: un sol sin


- �1 piedad en verano, fríos glacinle,; en invierno: tal es Zapala. En Ncuquén nos habían anticipado que Zapnla era el fin del mundo. En Zapala nos asegur:rn desde el primer momento que en Ncuquén se aca ha todo. En realidad, ¿cuál de los dos pueblos es rl último término en matc.'ria de desolación y de tristeui.? Dejando aparte lu pintoresco, ambos tienen su importancia. :Xeuquén es futuro centro ele colonias de riego. Zapttla, emporio ele una región ganadera de porvenir; tiene acti,·idacl comer<"inl y como punta de rieles, la vida que le dá el ferro­ c-arril. Es, además, cabecera ele dos líneas de auto­ móviles del gobierno, a Las Lajas y a San :\íartín de los Andes. Constituye, pues, el punto ohli�ado de concentración de pasajeros para la Cordillera, como denominan allí toda la región nwntaiiosn, sra alta o baja. Los habitantes de Zflpala se sienten orgullosos ele' su nueva ciudad y tlejan mal parnclo al que se atreva con ese noble orgullo. ¡Cuánto alienta esta esperanza de los centro,; incipientes! Porque nadie allí duela de que Zapal:1 será un día una gran ciudad. Es admirable y her­ mosa la fe en el pon·cnir, de estos hombn•s. Zapflla no cuenta más ele tuatro a cinco años de existencia. Tiene comisaría, correos y telégra­ fos; pero falta esC'\lela fiscal para atender a la instrucción de numerosos niiíos. El hecho de llevar el itiucmrio ele ,·iaje orien­ tado en una dirección determinada, que 110 podía-



- 23mos alterar sin trastornar todo el plan, nos pnvo de visitar Pino Hachado, la región de las arauca­ rias donde hay panoramas imponentes y caracte­ rísticos, ele los que guardan memoria imperece­ dera aquellos que han podido contemplarlos. A un día de intermitentes ráfagas de viento huracanado con torbellinos de arena y piedre­ cillas-lo que, al decir ele los Yecinos, <•no era nada» -siguió un anochecer sereno. Estrellas ele un res­ plandor desconocido en la llanura del Plata, ilu­ minaron luego el firmamento. Nuestro propósito de recogernos temprano, fué anulado por el amable circulo de señoras y caballeros que se congregaron alrededor de nues­ tra mesa; y si nos hicieron sacrificar algunas horas ele sueño, la:; llenaron, en cambio, de gratos re­ cuerdos.


II DE ZAPALA A SA� ,IAHT!X DE !.OS AXDES

Es no!'lw cerrada aún cuando golpean rn la puerta de nueslra habitación para anunciar que rs hora de dejar la carna. C'urroboran el anuncio los ronquidos y explosiones del automóvil t1ue araba de salir del galpón. ¡Arriba! pue,-, rezongando contra automóviles y madrugones. A las cuatro de h mañana, por lo re�ular, la gente es poco ra­ zonable. El 111111 !tumor se disipa a medida que amanece; véncelu la alegría 1le viajar. Allí está el automóvil, un «:\fercede;,» de -:15 caballos. ancho, pintado de gris, sin elegancia; pcru plnntadu sólidamente sobre sus cuatro ruedas con cierto aire bonac ltón y segurn que inspira eu11fian1.n. Parece decir:-Subc tranquilo y no te ,uTedren médanos ni dos, pedre­ gales ni pantanos, subida¡; ni bajada,-, t1uc yo con todo eso me entiendo. Ocupamos 1111i>,-tros asientos, . Y nos iniciamos en un placer novedoso: el de viajar por caminos desconociclos en automóviles guiados por condue­ torcs que 111ancjan sus vehículos co1110 un gaucho manejaría su ca hallo. Pronto el coche que nos Ita de albergar durante un día y medio se nos antoja con-


� 26 forlable hogar. Cómodo, de asientos blandos, con capotas y cortinas que se suben o bajan a voluntad, con muelles excelentes y marcha suave, se le co­ bra desde luego cariño y una confianza absoluta, que perduran en nuestro espíritu. Es ttna mañana cristalina y helada. A pesar de la estación-mediados de cnct·o--el termómetro rnarca pocos grados sobre cero y el sol tarrla bas­ tante en caldear la atmósfera. El viento corta el aliento. El ,Lutomóvil lleva, además del <•ehauffeum y su asistente, ocho pasajeros <•y medio,>: medio pa­ sajero es la designación oficial de los niños. El asistente es un agente de policía, que va en el es­ tribo por falta de asiento . . El primer punto cid camino que ofreee interés es el cañadón ele Santo Domingo, en cuyo fondo se asienta la e:;tancia del mismo nombre, de los señores 'l'rannack. Sus hermoso:; grupos ele árbo­ les brindan desean.so a los ojos fatigados de recorrer la llanura desnuda. )las allá comienzan las cuestas, que el auto vence gallardamente. Después, un largo trecho llano en el que se corre a tocia velocidad. Alguien se manifiesta encantado con el camino liso y sin tropiezos. El cond11ct.or, que ha oído la observación, sonríe: -Ya verá más adelante. Y no bien lo ha dicho, cuando hétcnos ahí que el coche se encaja hasta los eje:; en un terrible arenal. Se hace necesario que el asistente abra otra huella con la pala, ni más ni menos que si cambiara


- 27 la vía para l'I C'léctrico; el <(chauífeur•> da toda la fuerza a la máquina, se inclina l1acia adelante y grita:-¡Yamos, nunos!-como si los cuarenta y cinC'o mballos del motor fuesen otros tantos cua­ drúpedos que pudieran uirll'. El automóvil crepita .'' zumha y demuestra su buena voluntad en toda dase de ronquidos ;• trepidaciones: pero no arrnn­ ca. -Xo ha.,· más remedio que aligerarlo y recorrer a pie el arenal o, al menos. la parte más pesada. ,\liviado de algunos centenares de kilos. logra, después <ll· 1111H.:hos esfuerzos, zafar ele aquel mal paso. y <·ot1 una espetie de grito triunfante asienta su,; ruedas en .suelo duro. Se le siente trepidar como si exlcriurizara a,;Í su alegría. l•:s un ser \'iviente <jll<' habla al t¡ue salie t•,;tuehar su voz: al correr hilYana historias del eamino: ele los viajeros que en otras l'IH>tas, no leja11as todavía, eruzaban pe· nosnmente rnétlanos y mallines a rnsta de tiem­ po, dinero y fntiµas: de enfermos que gemían en las CttlT<'tas: de negotiantes o estancieros cuya suerte d<•pendía de una hora unís o menos y que medían ansiosos el lksierto interminable; de un día en que ll<'ganm hombres de pensamiento y ac<:ión, que <·ontibieron la idPa ele la comunicatión rápida y fútil; tle los ingenieros lJllC trazaron el derrotero; dC' las cuadrillas de trabajadores que animaron la :;o]edacl, y del día memorable en que corrió por las :;icna:; del Xeuqu(•n el primer automóvil y los pobladurc,; salieron a la» puertas ele sus ran­ l'hos a euntt>mplarlu ton extraña emoción.


l'ROMONTORIO EN EL LAGO PERIBUEICO (CHrLE)


- 29 Todo eso cuenta la múqninn ... Su yoz calla de pronto. Se det.ienc. El camino aparece bloqueado por 1111:1 tropa de carretas, pesadamente cargadas de fardos de lana. Tienen que desviarse p¡irn darnos la huella; lo moderno prevalece sobre lo areaico. A los gritos de los boyeros y los aguijonazos de la picana ap:ír­ tanse los bueyes, min'i11clo11os con sus mansos y hermosos ojos asombrados. Así, el lento pasado y el presente veloz se encnentan un momento, se contemplan y se separan. Las cincuenta y cinro leguas entre Zapala y San :'lfartín de los Ancles, las ht'mos recorrido en 1111 día y medio, hora m:is, hora menos. Hemos es­ eucha<lo disensiones acalora<hs acerca de la rio­ sibilidad de hacer el trayecto en un día. Personal­ mente no lo creemos factible. Primero, resultaría una jomada muy 11esacla: después, l1ay en el ca­ mino innumenibles pendientes donde el automó­ vil sube penosamente o por las que desriende sujetado por los frenos; cada una significa pérdida de tiempo, Lo,; arenales, los mallines, los pasos de los ríos, todo drtcrrnina una demora. �I primer río de importancia que encontramos, después ele Zapala, es el ficún-leuíu. Un agente de policía se halht nllí <le guardia para indic·ar la altura de las aguas y el mejor paso. Después, hasta la tarde, no vadeamos sino arroyos, algunos con nombres trnclicionalcs: Aguada del Overo, al'royo de la China i'\Iuerta, etc. Como no hay población en el camino donde al-


-- 30 morzar, es preciso llevar vituallas dt' Zapala y huC'er un pic-nic junto a algu1m ag11ada. A t >sa altu­ ra del vi,1je se ha establecido ya cntic los pasajero;., reunidos en tan Pstrecho espacio, cierta solidaridad que resulta agradable t11undo-t·rn t•I easo nlll·st l'O -se trnta de gente culta y de buen humor. Después de media hora de descanso reanudarnos el viaje. Hay largos trrdtos 1Jc. c·amino tle tierra tan dura y gris que parece asfaltada, y donde se disfruta del placer ele la carrera ,·cloz: pero altPr­ nan con maitines, pa;.os de pi<�clra, arenales, subida,; y bajadas. Recuerdo un momento ele inh•nsa t>mn­ ción, en 1111 brusco descenso a una qucbradita por cuyo fondo corre un arroyo. 1.:11 la lllargen opuesta el c·amino presenta una vurlta <·errada y <·1 n:,1t·rnso a un cerro áspt>ro. J.;n la alt.ura, utrn vuelta ce1Ta· da para ofrecer otra ;.ubicln, y Pn p,;1• p1111to crítico uno de los peores médanos ele todo el t.ra_ vedo. Se siente, con una illlpresión netamente de­ sagradable, que al motor SP Ir at·aba rl aliento. El ayudante salta al suelo y calza las ruedas 1·011 grandes piedra� para que 1·011 <'I arranque no ruede el automóvil hacia atrá,:;. El <•chauífeum pone en marcha el motor. se inclina hacia adelante �- awza sus cuarenta y cinco caballos con el �l'ito <le <•¡ Va­ mos!, ¡vamos!>>, que es ya prrsua;.ivo, ya amena­ zador y que todo;. co ..eamos a voz en cuello, tnmbi�n inclinados hacia adelante. como si c·on la suma de nue,;tras vol1111ta<les pudiéramos imprimir a la 111:'1quina la fuerza que necesita para mu\'erse. Y debe l:!el' así, pues con un poderoso esfuerzo el atttomó-


- 31 vil libra sus rurdas del fatal abrnzo dr la arena y loma la pcnclirnte en gallardo arranque. Ya estamos en plena sierra. l�scalamos cadena tras taclcml, y di\'isamos rn las altums grandes llllnos tubil•rtos dl• fragantes pastos. A veces puc­ dt• n•rsc el camino como unn raya tirada n cordel, pPrcliéndosc a la di-;tan(·ia: :H¡ui o allá hace una turva para evitar un pantano o un médano, y \'Uekc a tomar la línea reda, asciende una sic­ rm, clcsapare(·<· en el valle y continúa en la c·ndcna siguiente, recto como el curso ele una [lecha. Hemos perdido la noción de tiempo y ele dis­ tancia entregados por t-omplcto a la emoción de viajar en <·sa forma nuPva por regiones descono­ cidas. Pero no todos los c·ompañl'ros ,·an tan con­ kntos. En el asiento trnscro viaja un mat,rimoniu alcmún con una niñita; gente dl'I pueblo, pero de cierta cultura. que va contratada a una estancia en Junin de los Andl's. Yicnen directamente de la campaña de Bueno:,; Airrs. y la jornada por sierras y vall1•s les resulta una l'Xtrnña y desconcertadora novedad. ;\o ven sino peligros, y no conciben cómo una persona en su sano j11icio puede hacer semejan­ tr viaje por puro p;usto. No comprenden que se pueda fesfrjur un imito del automóvil c-on una ear­ cujndti o. hablar. con alcgrfa impaciente, del pri­ mer río que tendremos que crn1.ar en balsa. La pobre m11jcr explica, casi con lágrimas, que si hubiese sabido lo <¡ue la esperaba, por nada en el mundo habría emprendido este viaje.



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Es el eterno cont.rasle de la vida; el gozo des­ preocupado y. junto a él, la angustia y las inquie­ tudes. A media tarde llegamos a C'atan Lil, donde exis­ te una importante casa de comercio rodeada de estancias, u la tp1e ncude mucha �ente, entre ella, indios de la co11ce;;iírn de Namuncurú. situada en un hermoso y f�rtil \'!lile no muy lejos de allí, y <1ue cru1.amo:- luego. Mí1s allíl de Catan Lil el C'nmino se vuch'e enda \'('7. mús pintorrsco, las sierros liC:' clenm a mayor altura. la fcr:widacl del sucio aumenta. Hav más pohla(·ión: se ,·en c·anetas cargadas; larw1� filas dt' bueyes: gente trabajando en los c·ampos. En unn loma. un joven paisano hien \'estido y de pre­ sencia, se apo�·a en ;;u caballo. rirnclas en mano, con el rcbt'nque colgado de la muiicC'a. Indiferente, casi iumó,·il, nos mirn pasar; apenas n1eh-e un poco la cabl'r.a para seguirnos un momento con los ojos bajo el ala rle su chnmber�o. lfo pleno sol, contrn un ciclo intensamente nwl. hombre �- caballo se ckstac:in en la nltu . rn cual un ¡trupo escultórico qu<' simboli1�'lra el pasado de los campos argenti­ nos. Varias ,·cccs mi_ramos hacia atrú:-, impresio­ nnclns por < >l curioso t·focto emblemátic·o del grupo. 1\.llí permanecía !IÍempre. c·inrt•lt1do en cl fondo awl, hasta qnc lo pcrclimos ele Yistn. El hermoso y profundo valle de . 'an Jgnacio se abre a nucst.ros pies. Parece que pudiera bajarse a él por escalinatas de sierras esfumadas en masas color tclcstt• liasta C<'tTnt' el horizonte.


- 34Poco tardamos después en llegar al río Cntnn Lil, que allí se divide en dos brazos alrededor de una isla baja. Lo crnzamos fácilmente, para llegar luego al ancho e impetuoso Aluminé. La confluen­ cia de ambos forma, algo más al Sur, el caudaloso Colloncm:a, principal tributm-io del Limuy. El Aluminé, desagiie del lago del mismo nom­ bre, lo cruzamos en balsa por el paso de San Igna­ cio. El balsero no se hallaba en su puesto y perdimos alrededor de una hora esperándole. La navegación en balsa resulta ciertamente extraña para quien la efectúa por primera vez. La maroma <le acero se hulla tendida oblicuamente a la corriente, y ésta impulsa la embarcación, sujeta n la maroma por gruesas cuerdas y grandes ganchos. Se tiene la impresión de la inmovilidad, y sólo la ob­ servación ele la costa, junto con la tensión del cable de acero y el hervor del agua, prueba que nos ale­ jamos de una orilla para acercamos a la otra. Ot,r a vez en tierra, subimos de nuevo al auto­ móYil y continúa la carrera. El sol ya está bajo y se trata ele llegar a J unín de los Ancles antes de oscu­ recer. l�ara ello hay que cruzar en balsa otro río, el Chimehuin; de ahí el apuro. roR BARRANCOS y CAÑADAS

Va el auto en cauera desenfrenada por barran cos y cañadas, valles y anchas mesetas, donde el viento frío trae ráfagas fragantes de hierbas y flores y en el aire hialino se destacan, con plástica pre-


- 35cisión de detalles, las crestas de las montaiías. BI sol ha desaparecido hace tiempo. y, sin embargo, no anochece; son la;; ocho y media y aún YC!llOs cla­ ramente el camino. Un poco de reflexión nos hace dar con la clnYe del mist<'rio: nos hallamos a cerca ele cinco gmdos al Sur de Buenos Afrcs y no menos de nueve o diez al Oeste. La diferencia de hora es, pues, grande, y In clariJnd de la ntmósfern en In sierra prolonga aún el crepúsculo. Esto calma un poco In inquietud que se lrn apoderado de nosotras, ante el pensamiento de rodar ele noche por los ca­ minos. Sólo la pobre alemana me toca en el hombro y mirándome con ojos azorados, interroga: -i Que­ da lejos Junin? iLlegaremos de día? ¿Falta mucho? Sé tanto como ella: pero para tranquilizarla le aseguro que dentro de un momento llegaremos. lfotretnnto, vamos a través del crepúsculo n todn velocidud. Se trata de ganarle la can('ra ul sol, y con tal de ganarla, poco nos importan unas cuantas sacudidas. Recordamos la recomendación de los arrieros mendocinos, en la excursión organizada por el doctor Jfrancisco P. )lol'Cno, cuando hubo que trepar a cabaUo un formidable cerro empinado: -<<¡Priéndm1scn, niñas!,> IIalhimos lrt recomenda­ ción de entonces, aplicable a este caso también, y nos <•prendemos>> en consecuencia. La señora alemana no comprende como puede una persona reirse en semejantes circunstancias, y casi con reproche, observa:-¡Pero esto es muy peligroso! Casi en el mismo instante, el automóvil ende-



- 37 reza hacia unn caf<a larga y baja que blanquea a In. ,·cm del l'aminu en las prinwrns so111hras de In noclw; y nos anum·ian:--<,:\r¡ui hay que parar. Huy no llc¡.(nmos n, Juuín,). Del autom(l\·il baja una co111itiva ti(•sa, acltu­ C'hada y hambrienta \llle mirn con ojos recelosos la extrema i;(•neillez del alojamiento. Es una rasa tic t·umereio con liabitationcs pnra viajl'rns, cono­ <'ida en la rcµión por <•lo de �lmdaiíu,, �- situada a corta clislaneia del río Chimchuin, a una le;!ua próximamente del pueblo de ,J1111ín de los Andt•s. El dormitorio que nos destinan tiene poi· moblaje tres o cuatro tatres, un cajón va1·ío ron una pa­ langana enlozada, 1111 t1t11deleru, 1111 cs¡wjito t,urbio col¡.(ado cerca del techo, una ventana <'Oll un vidrio rolo y media corti11a que a:-,>ita el ,·ienlo frío de la norhc. Todo eso, contemplado a la lucct·ita morte­ cina dt• una \'Pin, promete tau poco, que una de lai:; tres l'Ompañcras de \'iaje anun<·ia su propósito ele pasar la notl1c sentada en una -;iUa. Pero hemos salido de Buc•nos Ail'es C'On el propósito dr hallarlo todo bueno, y no vamos a rendir las armas a las primeras de ('ambio. Y he ahí que nos tienden los cal1·c•s C'On frnzndas y s1íbanas nuevas. las que eon­ scrvnn la etiqueta de la <:asa ele negocio; nos i;in·e11 una c·omida H!'ncilla, pero i;abrosa y abundante en una mesa puesta con mantel limpio y buenos cubiertos, y todos los rPrclos se los llevan el ape­ tito y el sueiío unidos al firme propósito de no exi�ir comodidadci; que no fuese posible obtener. )íuy temprano a la maiio.ua siguiente, el albo-


- 38roto de nuestro amigo el automóvil nos invita a seguir viaje. Atravesamos en balsa el río Cbimehuin, y poco después entramos en el pueblo de Junín de los Andes. Es uno de los más ant,iguos de la sierra, y como muchos de ellos, fué fortín en sus orígenes. La edificación es casi totalmente de madera, lo que constituye una novedad para quien está ha­ bituado a la& casas de ladrillo o adobe, propias de las regiones sin árboles. Pero Junín se halla cerca de los bosques y la madera es el material que se impone. Hay, sin embargo, algunas casas de ladrillo, y una, que por cierto nos llamó la aten­ ción, de adobe con botellas incrustadas; los discos verdes del fondo le daban un aspecto original. En Junín, el camino tórnasc realmente pinto­ resco. Ya las montañas aparecen revestidas de bosque, el que destaca, como avanzadas, hermosos grupos de árboles: maitenes, cipreses, robles. El suelo está cubierto de matas de frutilla silvestre, y las manzanas, también silvestres, maduran por doquier. Entre Junín y San Martín de los Ancles hay dos ríos importantes: el Corhué y el Quilquihue. Los pa­ sajeros cruzan ambos en bote, y el automóvil, tirado por bueyes: una yunta en el Corhué, dos en el ancho y temible Quilquihue. Este último corre al pie de una barranca imponente por la cual el automóvil tiene que subir sin carga. Por una región cada vez más bella y fértil, nos acercamos a San Martín. La vegetación ostenta el verde saturado de los.climas húmedos; a cada


- 39 paso murmura un nrroyo o salta un manantial. A la izquierda del camino se lernnta, sombrío y recio, el cerro Corral de Piedra, cuya cimn fórmala un solo peñasco monstrnoso; parece fortaleza ele roca. Más allá, un grupo nevado en parte, que cul­ mina en un hermoso cono: el Chapelco. Cruzamos u11 amplio y fértil llano, la famosa Vega de )Iaipú. Seguimos bajando en e;;;pimles y cu1Tas intermina­ bles. Trns de eada cerro espernmo,; ver a San i\fartín, pero no es sino un nue,·o ,·alle, nuevas serranías. Empeznmos a creer que San Uart ín ele los Andes es un mito, una nueva Ciudad ele los Cé,;ares, que huye eternamente ante quien la busca. ¡Pero no! Por fin distinguimos poblaciones, un molino, un llano arenoso, hileras ele casas de made­ r a entre grupos de árboles, un fugaz brillo ele agua en el fondo, y todo eso rodeado de montt>s sombríos revestidos de cipreses: ¡San :.\fartin de los Andes!



Ill �AX )IARTtX nE LOS ANDE�

San 7\fa rt ín d1· los Ande" c:, el íinal de un t.ra mo de nuestro c·amino .. \ntcsde lll'l,!ar en marcha Yeloz a t.rav{•s de batTn1H·os y serranías, ríos y valles, lo anhelábamos como un descanso plí1eido; y ya en el poblado, n pol'ns horas ele distancia de los andares en auto, estúbamos dispuestas a reanudar la marcha. Sentíamos como si :,;e hubiera rarifi­ cado el itire: ern el vértigo, cl ansia 1k andnr, que dc,,piertau los ,·iajes a través de lo desconocido y hL estupenda novedad del paisaje. Hállase sit11ndo San )lartín en d extremo oriental de una de las rndenas de lagos y ele ríos, caraderísl i('as de los :\nd1•s australes. J,;1 primer eslabón es el la¡?o Laear. De s11 hoya larga. estrecha y profunda. hundida cnl,rc rocas a pique y como cortada en pedazos por altos y abrnpto:; promonlorios, sólo cfü·isa11tos Jesde ('I })llt'blo la última había C'ircular; un ¡.,rran peñasco tapizado de ciprl'scs ondta la \'ÍSta principal del lago. El pueblo estií asentado en el fondo de 1111 valle c;¡treclao, cirnmdaclo de ekvados Ulontes cubiertos de espesos bosques, negros cuando el aire está opaco, ,·crde brillante cuando los iluuúna el sol.


-42Sobre ellos fulguran macizos nevados: el hermoso volcán Chapelco, al Sur; y más allá del Lacar, en zona chilena, asoman vigilantes las blancas emi­ nencias de la cordillera de Ipela. Al Norte el caserío 1mreee recostarse contra un macizo imponente y enhiesto, que a primera vista se presenta como un solo bloque inaccesible; y sólo a la luz de los rayos sesgados del sol, se descubren quebradas, depre­ siones, senderos, allí donde la mmalla de piedra y árboles parecía lisa y compacta. )fás abajo, en las faldas del valle, vense trazados entre la línea verde claro de los sembrados, los arroyos y ma­ nantiales que se deslizan sobre guija.nos polícro­ mos, bajo grupos de manza.nos silvestres y mantos de frutillas y trebolares. ]�nredaderas floridas vis­ ten los troncos de los grandes árboles y se ext,ienden como ca.pas bordadas sobre los arbustos. Huertas de guindas, ciruelas, frambuesas, grosellas, rodean las casas de madera del pueblo alineadas según el plan típico ele las ciudades americanas, en calles largas y tiradas a cordel, que parten al parecer de una sierra para terminar en otra. Por ningún lado escapa la mirada del círClllo de montañas. El propio lago no es visible sino desde la orilla misma, o bien, desde alguna altura. San Martín, situado a 650 metros sobre el nivel del mar, se halla en la cabecera de uno de los cami­ nos internacionales más fáciles y pintorescos; es un centro de ganadería, y agricultura con sus in­ dustrias derivadas y está rodeado de tesoros fo­ re¡,tales inagotables. Cuenta con un clima saluda-


- 43hle y libre de los ventarrones y tormentas de nrena que castigan otras regiones del Xeuquén. Con todas rstas ventajas, será en el andar del tiempo una de las grandes ciudadrs argentinas de la cortlillern. No pasarán en vano los años para ella; y alguna. vez, cuando la riqueza del pais se extienda, este pueblo, hoy humilde, será un ce11tro de atracción internacional. Fué en un principio colonia o campamento militar, fundado por el general de brigada don Rudecindo Roca, el •1 ele febrero de 1898, bajo la presidentia del doclor üriburu. Por decreto del 1 L de septiembre de H)07, la jurisdicción militar íué reemplazada por el gobierno dvil, pues yu el adelanto de la poblatión exigía la instituciói\ de autoridades propias. Hoy todavía se acaloran allí los ánimos al recordar lo que llaman <•el régimen militan>. l\'fientras algunos declaran que aquella fué época de calamidades y de abusos, otios sos­ tienen que 'an )fortín debe su rápido adelanto precisamente a la rigidez de la disciplina a que es­ tuvo sometido en sus comienzos y al aporte social y comercial que trajeron las fuerzas del ejército. Difícilmente podremos nosotros dirimir esta cuestión, que hoy carece de importancia. Sólo nos interesa saber que íué en su origen fundación mi­ litar, y luego apreciar lo que vimo;, y lo qu<' es: un núcleo ele población, tranquilo y trabajador. Predomina el elemento chileno. Siguen lue go los italianos, los españoles y los turcos, algu­ nos alemanes, ingleses, boers y :mizos. En cuanto



-45a argentinos, muy pocos son los radicados ali/, y estos poros reclaman con justificado deseo pa­ triótico que vayan más, porque más son necesa­ rios para sunmrse a las nue,·as generaciones. Aquí vimos complacidas, que el estallido de la tenible guerra europea no había cambiado las col'diales relaciones entre los súbditos de las di­ versas naciones envueltas en ella, que residen en la zona de la cordillera. Era un consuelo ver que los Ódios artificialmente atizados en lo;; grandes centros urbanos no han podido asentar su semilla venenosa en estos lejano.� sitios argentinos, donde los hombres se conocen y estiman porque trabajan juntos, iguales y libres, y también, quizá, porque en medio de esta naturaleza grandiosa y sal­ vaje parecen míseras y efímeras las pasiones de las multitudes iracundas. ALREDEDOR

DE

SA:\'

)IARTlN-LAGO

LOLOG

Nuestro it.inerario de Yiaje comprendía una serie de excursiones por los valles y las montañas de la región. La solicitud del director de Territorios Nacio­ nales y del gobernador del Neuquén, señor Elordi, nos había preparado el c,tmino. Las autoridades y los pobladores de San i\Iait.ín se brinda.ron gen­ tilmente para acompañarnos r guiarnos. )luchas horas gratas debemos a la hospitalidad en hoga­ res argentinos y ext.ranjeros. Recordamos, agrade­ cidas, las fiestas y pai;eos con que nos obsequiara


- ,1adon Domingo Ragusi, uno de los pobladores anti­ guos y prest,igiosos ele la región, que habita ('On su familia una cusa coníortable en la ladera del cer­ cano monte: y las múltiples atenciones del comisa­ rio señor Coltclla, quien en todo momento puso a nuestra disposición cuanto pudiera semos útil y agradable, durante nuestra pem1anencia en su • distrito. La primera expedición la realizamos al lago Lolog, situado a unas tres legutHl al Norle del Lacar. A caballo, acompañadas por alegre comiti,·a, emprendimos la excursión en unn mañana fresca y clara. Pronto nos vimos bajo Ja1,; sombras del bos­ que andino. Cipreses, robles, maitenes y el regio coihue, tejen sobre las ,·creclas con sus frondas, toldos verdes a través de los que filtra el sol un delicado tinte de oro. Flores silvestres, rojas, amarillas, blancas, violeta; estrellas, cálices, umbe­ las en enjambre multicolor y multiforme, brillan arriba sobre los troncos y en las ramas. fü camino algunas veces serpentea entre hileras simétricas de arbustos, cual un sendero ele parque; otras, sigue arroyos de ronco y parlero caudal, donde se balam·cn la gnwiosa cnii:i coligüe, el bambú andino, o dejo. atrás el bosque y cruza planicies iluminadas por el sol y rcfrescadus por el viento casi constante de las cumbres; planicies donde los caballos rompen a galopar como !li tam­ bién sintiesen la embringucz de la libertad y de la luz. Las montaiias, erguidas en amplio y solemne


-47anfiteatro, aparecen salpicadas de manchas de nieve que recogen los rayos i-olares y los reflejan en haces deslumbradores. A veces, el brillo de esos cristales se enturbia, cuando vela ni sol alguna nube o cuando sobre las crestas se deslizan vapores ce­ lestes y plateados como tules, que el viento esparce y de¡¡garra. Entonces la nieve se apaga, tómasc de un gris azulado opaco, que despierta sensaciones de infinita tristeza. Corre la nube o pasan los vapo­ res n�reos, brilla el sol, las manchas blancas re­ fulgen de nuevo y el paisaje cobra vida y colores de bcllew suprema. 1.ino de estos reflectores afectaba la forma ele un corazón de naipes. Dominaba, según nos dije­ ron, la casita a orillas del lago Lolog, hacia dom.le nos clirigíamo¡¡: mas, antes de llegar a ese punto, debíamos cruzar un río. ¡Rse río! Desde que salimos de San Martín, fluía ante nuestra imaginación azorada, hosco y turbulento. Era el Quilquihue, desagüe del Lolog, cuya corriente indómita habíamos cruzado en bote, más allá de Junín <le los Andes. Ahora lo íbamos a vadear a caballo; y como sabíamos por .experien­ cia propia lo que significa cabalgar a tran!s de un río de montaiia, de cincuenta o i;esenta metros de margen a margen y sembrado ele bloques de piedra, no pretenderé decir que marchábamos tran­ quilas; sobre todo, cuando nos informaron de que más de una vez había arrastrado a los que inten­ taron vadearlo Rin precauciones o en horas de cre­ cida.


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-49)fo es hl'roe quien no siente el miedo, sino el que lo vence. Nosotras Jn s<'rllimos y lo vencimos; pero declinamos el honor de qur 110s consideren heroínas. Xos internamos en el l'Ío; y tthí fué el vértigo eausndo por el riípido correr del agua; la impresión descentrada de que t!I Cttballo va a mer­ C'ed de la corriente formidable; la mü-adn vigilante y prnuta a la alarma y el oído atento a las piedras traidoras bajo la hirviente superíicir: y también el alivio sincero y alegre y la dilatación de los pethos y el esparcimiento de los espíritus, cuando la ori­ lla se acerra, cunnclo ya se siente el piso firme y sin obstác·ulos, y al último se sube al trote la ba­ rranca para dar nielta arriba y animar con voces dt> alegría a los qut> aún sortean la corriente. El vado que salvamos dc•I inolvidable Quilqui­ hue, se halla poco más auajo de sus nacientes. A los pocos minutos de marcha, vimos extenderse ante nuestra vista la superficie azulada del lago Lolog. cuyas aguas hondas y frías vienen a morir rnmorosas, en rizos sedeiios y dulcemente, en las playas de las pintorescas bahías ensenadas. Estas playas breves aparecen :1cá y allá cubiertas de guijarros y sobre ellos, In rnadem que arrastran y arrojan las aguas, brilla hlnnca, cual si íuesc11 huesos de monstruos aniquilados. Largo y angosto, el Lolog se extiende de Este a Oeste, paralelo al Lacar, ni que se asemeja algo por las cortinas de cerros y bosques; pero en el parnjc que ,·isitá­ bumos sus márgenes son llanas y entre su hoya y la montaña se el.'.ticndcn faldíls suaves, <,pampilas•>

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-50o llanuras. Al rxlremo de una arboleda divisamos un cerco hecho de raíces de michay (arbusto espi­ noso de baya negra y agridulce) y ramas arrojadas por el lago, blnnc.:tu; y rclorcidas, que afe('tun las formas mús extrnñas: serpientes, dragones, cuernos y manos nispadas. Dentro del rcC'into ya. nos sorprende una explosión de colores vivos y c·ó.lidos; 111asas densas de flores de otoiio (de vcrnno en esas latituclrs) íormabnn una marejada roja, amarilla y blanca que ondulaba alrededor de la graciosa tasita de madcrn oscura. Pero si nos so1·pren­ dió desde fuera el aspecto de esta vivienda, el interior nos dejó absortas. porque encontramos 1111 musco en el que sus amablrs dueños, los señores Fortegu, han reunido tesoros de arte de los países mtís lejanos, recorridos por ellos; estatuillas de mnríil, figuras de Tanagra, objetos de oro y de platu, cuadros de alto mérito, mros y preciosos instrumentos de música, peq_ueños mue­ hles labrados. y todo aquello que menos se espera hallar en los bosques australes. En lugar del simple almuerzo campl•stre que anticipábamos, sentados en el césped cual en una ,·crde aliombra, a la somb� de los (tr·boles, encontramos la mesa de mantel largo ndornada c-on delicado gusto. La exquii;ita cultura de los dueños de casa, arraigados defini­ tivamente en aquel hermoso y apartado paraje de nuestrn patria dcspué;; de largas nndanzas por el mundo, Ira creado allí un verdadero oasis, con todo lo que puede hacer grata la vida a person,1s que uman 111 soledad de la naturalezn sin olvidar por


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ello sus tradiciones y deberes de miembros de la sociedad civilizada. i\Iomentos inolvidables trascu­ rrieron para nosotras en aquel pequeño paraiso, entre ílores y obras de arte, a orillas del lago azul, en el que elibuji�ban caprichoso mosaico, el reflejo de nie\'es lejanas, la fronda veide de los bosques y el gris intenso dr las roras. F.L CACIQUI, A BEi, CURRUHUl:-'CA

J<:n los alrededores de , an Martín existen res­ tos de las tribus mapuches, gente mansa y asimi­ lada, hoy entregada ele lleno a las faenas del campo, a la cría de ganados y a la fabricación de mantas, ponchos y otros tejidos. En la comisaría de la. lo­ calidad tuvimos ocnsión de ver una interesante colección de objetos de alfarería, trabajos en mim­ bre y cuero, ele estos indígenas. Vimos también un <<l,rutruco,>, instrumento curioso, usado en las ce­ remonias religiosas, y que consta de una caña coli­ giie de tres a cuatro metros de longitud, partida a lo largo para quitarle los nudos y dejarla perfecta­ mente hueca. Lus dos mitades vueltas a juntar con precisión, están aseguradas con tientos; la parte ancha de un cuerno de vaca, ajustada a un extremo de lci caña, forma una boC'ina. Este instrumento, que requiere buenos pulmones parn hacerlo sonar, debe ser humedecido antes de usarse, y a causa de su largo excesivo se apoya en el hombro de un asis­ tente. Produce un sonido profundo y ugrndable. Los indígenas que viven cerca de la <•ciudad>>,


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- 53-como dicen allá ni hablar de San i\Tartín de los Andes- ,·i,,ten a la europea, con <'xcepción de alguna anciana; pero en los \'alles de (;1 ñspen1 scrrunía circundante hcmus visto rnnchcrius <londr aún se crcerín estar en plena tribu. Los hombres, es cierto. usan el traje del paisano criollo; pero las mujl-'res se cnvm•lvcn en una ¡Jrcnda suelta, sujeta en el pecho u en lo:; hombrns con !,ruches de plata; �randcs tl!Tacuclns, lambién de plata, pl'ndt•n de sus orejas. y la ml'icna corta. recia y rem•grida a pan•ee c·eñida por la h•gendaria "inclin. Las jó,·c· nes hnn acloplado, t•n gran parte, el trnje europeo, y halilan el c:,pañol. en tanto l(Ue las \'Í<•jas 110 1•11tienden si11u 1·1 <•pai::mrJO•l. o s<·a. el idioma indio (térrnirw que ks ofende). y miran ni forastero con d<':-confianza y una sonrisa enig1rnítica que nu SC' :wierla a sab(•r si es irónica o cariño"'ª · Todos son nistiunoi,;. pero eonservan usos �­ roslumbn•,; antiguas; eJttre otras, 111 firsta llamada <,,·illat 11111,1 u de las man1.a1rns, 1·elcbrada en mayo, cun tulernm·ia ele las autoridades <¡uc sc limitan a imponer al¡..:u1111s n•.,lricciones. E11 esa fiesta, lo!' <•paisanos,, ruegan ,L Dius les com·eda ab11nd11nlr cusech:t de 1111m1 ..1111as. de las cunles, como es sabi­ Jo, extnwn la c·hiclui, Pspeeic ele sidra agradablt, a I paladar, que ,:,11 muehos lw¡!arcs de la Cordi­ llera ar�e11tin:1 y chilena, reemplaza al ,·ino. La colonia nuís importante de indio� sohre el Lucar, C!iltÍ situada c•n el cerro Quilnq11i1:a a 11nm; tn•s leguas al Oeste de San :.\larlín, t•11 1.t ribera Sur Jel lago. Las familias viYen alü i;omctidas a 111


-54autoridad del cacique .Abe! Curruhuinca, quien asume la representación de su gent-,e y defiende los intereses ele la tribu, siendo responsable de su conducta ante las autoridades del Neuquén. Estas a su vez, le guardan consideraciones que, por otra parte, bien merece Curruhuinca, respetado y que­ rido por <<españoles,> (blancos) y <q)aisanos,>. Este cacique, hombre de regular estatura, porte digno, rostro grave y noble, sabe leer y escribir, se expresa con facilidad y da a sus hijos la mejor educación a su alcance. Pasamos en su alelen un día lleno de impresiones extrañas; y la más extraña de todas ellas fué oir canta• el Himno Nacional a un grupo de pequeños indígenas. Las mujerrs atisbaban cu­ riosas a la distancia, y los hombres, sombrero en mano, escuchaban gmves y reverentes el sagrado ritmo. Fué Lma emoción intensa ante la elocuente profesión de fe argentina, de gentes humildes e ignoradas a las que aú11 rodea la siniestra leyenda del salvaje sin patria. Agasajadas con lo mejor que podía proporcio­ nar la hospitalidad sencilla y cordial de Currulrnin­ ca, le ofrecimos al despedirnos nuestros buenos oficios; y han de admirnrse los que suelen formar grupos sin ideales en nuestra campaña, de lo que el cacique mapuche nos pidió: <•¡Una escuela!,¡ Una escuela en Quilaquina, donde hay un cen­ tenar de niños indigenas, que vive alejado de los centros urbanos. -<•Quiero-y éstas son las palabras de Ctmu-


-· 55 huinca, que repetimos ante el país para que hls recojan las autoridades escolares de la Nación que mi genle sepa leel' y escribir, para que pueda adelantar y no ser engañada.,¡ ¡Lejos estamos del pasado! Ya es remoto aquel instante en que los indios pedían el bre,;arÍ() y la sangre de )[ascardi en las meset,ns patngónicns; o <•¡Abarrenk, tatay!>> como a ('astelli en Tiahuanaco; o In cabeza del general Paz, a g1tisa de <•lhtpa>> en las llnnurns de , 'anta fc'e. Hoy, piden escuelas. Se puede confiar en el futuro cuando se descubre el mismo anhelo en todos los corazones.



IV DEL LAGO LACAR A VALDIVI.-\

En las primeras horas de una mañana fría y límpida, nos cmbarC'amos en el vaporcito <,Gene­ ral i\lit.re», }Jara c·n1r.ar el lago Lacar. )Iome11tos después el pueblo de San l\Iartín de los Ancle:; desapareció t.ras el primer promonto­ rio, y el gra11dioso pa11orn111a del lago fué desple­ gándose a nuestra vista a medida que avanzaba el vapor. Al frente teníamos las eumbrcs blancas de la cordillera de Ipela, ccreanas al JJarecer, remo­ las Pn realidad. Sobre la costa, n a 111bus lados, los promontorios caratterísticos del Lacar semejan bes­ tias de lomos arqueados prontas a ln11zarse al agua. A la izc1uiNda, el cerro del Abanico, peña inmensa que cae vert,ital y des11uda, con ciertas estrías o replieguPs debajo de la cumbre que le dan el as­ peeto de un abanico abierto, o mejor quizá, de una mano con los dedos apartados y las puntas hacia abajo. En la lejanía, el ceno Quilaquina, morada del cacique l'urruhuinc:a y su tribu. Habíamos llegado al medio del lago cuando el viento fresco arreció repentinamente, azotó las agus azules en la superficie, verdes en la combadura de las olas, y entonces flotillas innumerables de


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esquifes de espuma, sutiles y blancos, nos rodearon deslizándose ligeros bajo el ala del vendaval. En las costas, donde las rocas caen a pique, se quebra­ ban las rompientes y las gotas brillantes salpica­ ban las ramas bajas de los cipreses arraigados en las quebraduras de la piedra viva. Ola tras ola em­ bestían contra el vaporcito, cada vez más fuertes, más pesadas, y el pequeño y gallardo barco pasaba por debajo o saltaba por encima o se deslizaba por el medio, sacudiéndose como un potro que gozara midiendo sus fuerzas. Como existía el peligro ele que embarcáramos agua y se apagaran los fuegos, el capitán optó por buscar refugio en una ele lus muy raras caletas ele la costa Sur. Allí demoramos cerca de una hora a la espera de que amainara el vendaval, contemplando las blancas flotillas ele espumas que navegaban veloces hacia las playas, hasta que poco a poco se fueron borrando, esfumán­ dose, las arrugas ásperas del agua azotada se ali­ saron y un balanceo largo ele olas de fondo fué el anuncio ele que nuestro barco podía salir ele nuevo al medio del lago. Estas tempestades de viento son frecuentes y nadie se expone a ellas sin necesidad. Un naufra­ gio significa casi siempre una catástrofe, aun para los buenos nadadores. El agua, muy pma, sostiene poco; su frío excesivo entumece, y acobarda la enorme profundidad del lago. La extremidad occidental del Lacar está sepa­ rada del cuerpo principal por una angostura, más alli de la cual toma el nombre de lag o Nontuc,


- 59 En el confín de esta hoya pequeña se encuentra el poblado de Huahum. Al arribar a este puerto nos llenó de sorpresa un cuadrito encantador. Contra el fondo verde oscuro de la montaña destácase una casita de madera, con techo de dos aguas. Está pintada de celeste, con zócalo negro; amarilla la puerta, azul el umbral, recuadradas <le blanco las ventanas, rojas las cortinas de paño, blancas como espuma las cortinas de tul, y de mil tintas las flores que tras de los cristales y afuera en el jardín ostentan su graciosa y alegre profusión. Ancha, confortable, risueña, tiene no se qué de maternal, y pisamos casi co11 respeto el umbral azul que da acceso a un pasadizo de madera clara. Es un hogar holandés donde reinan el aseo, el orden y la cordial sencillez que son patrimonio de aquel simpático pueblo. Los dueños, señores van Dorsser, establecidos en Huahum desde hace una serie de años, han encontrado allí, como mu­ chos otros extranjeros, una nueva patria que ya comparte su afecto con la de origen. Medio día tan sólo permanecimos en la pinta­ da casita holandesa, refugio de paz familiar entre la majestad de la montaña, la gracia. del agua y la sombría belleza de la selva: medio día que bastó para encariñarnos con ella y sus habitantes y con eso solitario y pintoresco extremo del territorio del Neuquén.


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(il EL HITO-LAGO rERIIlUEICO

Las nieblas de la mañana llenaban a(m el valle y velaban los montes con sus masas blandas, al­ godonosas y elásticas, cuando mo1üamos a caballo para recorrer los 17 kilómetros que separan al lago Lacar del lago Perihueico, segundo de la serie que debíamos atravesar para llegar a Valdivia. Ibamos a internarnos en la soledad de los bos­ ques fronterizos. Para alejar hasta la sombra de un peligro y evitarnos las molcst.ias que trae apa­ rejado el cuidado del equipaje etc., en regiones donde no hay nada organizado, el gobernador se­ ñor Elordi, había dispuesto que nos acompañara Curruhninca, o bien el sargento Brondo, antiguo y meritorio servidor de la policía del Neuquén. A fin de no distraer de sus faenas camperas al cacique Curruhuiuca, el comisario señor Coltella nos hizo acompañar por el sargento, y agregó la atención de facilitarnos caballos de la policía, autorizándonos a conservarlos, si fuese necesario, hasta el momento de tomar el último vapor eu el lago Riñihue. Buena memoria conservamos del sargento: tipo criollo, de mediana edad, digno, respetuoso y servicial, inspiraba confianza desde el primer momento, y resultó excelente guía y ayuda en las pequeñas dificultades del viaje. El camino sigue en un trecho la corriente verde botella del ancho río Huahum, que llern las aguas


- G3calma de la naturaleza virgen se siente como un homenaje a los que supieron conservar la paz con su razón, su serenidad e inteligencia, puestas al servicio de ese mismo ideal. Una cabalgata que duró dos l1oras nos llevó al paso del río Huahum, río ancho y rápido cerca de su desembocadura en el Perihueico. Lo atra­ vesamos en bu. Isa. Desde la ot.ra orilla hay corta distancia al poblado de Perihueico, cabecera de la navegación del lago. Allí se nos presentó el problema de los caballos. iSería más conveniente embarcarlos en el lanchón que el vapor llevaba a remolque, o dejarlos y al­ quilar otros para llegar hasta el Riñihue? Nos habían prevenido que sería preciso regatear, y a fe que resultó cierto. Los alquiladores se vol­ vieron al fin razonables; nuestros caballos, salvo el del sargento, fueron devueltos a Huahum con un peón, y el vapor largó sus amarras. Horas calladas y luminosas navegamos en el Perihueico, tan solitario y agreste, t.an virgen y recluso, cual si jamás ser humano hubiese visto reflejada su imagen en esas aguas de cambiantes verdes y azules como el plumaje del pavo real. El moderno vuporcito parece allí una incongruencia: sólo la canoa del indígena, labrada en esbelto coihue, estaría en armonía con la soledad primitiva de tan bello y recóndito lago. El Perihueico es largo, angosto y tortuoso como un río o un <•fjord)). En las serranías circundantes, el ciprés de Chile forma bosques estupendos que



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pnrcc·rn surgir del agua misma y sobre los que se yerguen mon(airns rnco;;as tnrhonndas de nieve. A veces, alguna cumbre blanca, cumo el liermoso cerro del Encanto, asoma y se <'sÍ1111w <'11al una Yi­ sión entre el seno formado por una qucbrnda. negra de cipreses. El n<'antilado de la co,-ta aparece dPs­ ga rrndo por hondas grietas llenas de ,·¡•getlH·ió11: parceles Ycrticales, a11trns sombríos y ;;al\'ajc,- en los que la ima.!!Ína<'ión a<"umuln mi,-terios. fantús­ licos clm111as de la solcclncl y de la selva. Ora11d1•s y exfraños promonlorios a,·a11za11 PshPltos desde una costa 11 ul ra, llegando l'n orn,-iones r:a;;i hasta la opuesta, c·omo diques naturales que sólu d1•jan un pnso estrecho. Uno de ellos, c•I f'nhiPsto <"l'ITO Re­ dondo, forma una sola masa ne¡rra y compacta de roca y :írholcs, en cuya base perpendicular el agua busca en vano, murn111rantc> y aínnosn. u11a cnlcj:a o una playa s1mn•. Se expanden los pechos al dejar atrás la mole tor\'a y al ,·er otra vez libre la superficie chispeante dPI lago. Yn In mirada, mariposa erra11t1•, lrn alcanzado una nuc>Ya mara\'illa; dos cumbres blancas, C'spli>nclidas P inmaculadas, do:- bellc>zas gigantes qttr se reclinan muc>IIPmP1itc rn los cojinrs azulc>s dr 1 cielo: el volcán Choshucnco y su \'<'Ci110 t >I :\lo<"ho, cuyos conos se reflejan rn el doble rspejo de los lagos rcriliuc>ico y füiiihur. E n pleno sol, sus pc>n­ dientes suavrs. atcrciopc>ladas. 11Ín> as. C'on e;;trías celestes, invita11 a 1111 as<'l'nso fáeil y lm:.•\'e. Tras de una navrgación clr tres i,oras arribamos a Puerto Fui. Allí tomamos caballos pam scg111r


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hasta l\Iolco, sobre el lago Panguipulli, donde de­ bíamos dormir aquella noche; una distancia el() sets legumi próximamente. l'OR I.OS BOSQt;ES l'HO�TF.RIZOS

Entre Hunhum y el Perihueico habíamos crn­ zado t,rozos do bosque grandioso, y creíamos que no cabíu. u1Ht graduación en li1wn ascendente. Pcrn cuando nos internamos en los selvas que al pir de la cordillera. vue>lran su océano de fronda, y el crepúsculo nos envoh·ió en pleno día, y aÍzamos los ojos y no alcnnzamos a ,·er entre el follaje el azul del cielo; cunndo anduvimos legmt t-rns legua rntrc árboles que se lanzan hacia arrib1t c-omo columnas, y no se bifurcan hasta encontrar la luz a los quinte o veinte metros de altura; y al sttlir de uno de esos inmensos túneles Yerdes nos hallábamos frente a otro id�ntico, tan grande, tan callado, tan mis­ terioso, entonces recordamos con una sonrisa, lo que nos impn. •sionara a la mañana. Anduvimos una parte de la jornada por atajos, para ganar Licmpo. Aquello era pJ <•junglc>> de la India: cañtwernles en los que jinete y caballo desaparecían por completo, y donde sólo el temblor de los delgadoi, y flexibles tallos indicaba por don­ de se había pnsndo momentos untes. irás adelantl'. sendas de ta ladorPs, cubiertas dC' troncos caídos, raíces, ramar.ón, cniias secas y piedras, donde las lluvias habían cavado por.os y hondo� surcos. 'l'o­ das las molestias y pequeíias alarmas, empero,


- G7 -• las olviclúbamos al ¡rnnt-o cuando mejoraba el camino, y la mir:1da. hasta rntonees fija en los pasos del caballo, podía t'sparc·il'sC lihrC'mentP. La \'l'l'l'da formaba una larga linea <·larn. ya reda. ya tortumm. entre las hilt•ras i11numrrahles de tron­ !'Os, y a su vera abrían su ahanieo los ht>ll'thos y luda eomo cubierta de �otas de ,;an�re, In aljaha silvestre. Ji:11 el fondo rn1<·11rn de robles y coihues dPstndbansr el fruto rnjo, aún no sazonado. del nvellnno silvestrr, o hrillalm <·01110 1wrn<·has d<' luz PI mag11ifieo muermo. llamado allí ulmo, rn plena florn<·ión: <·nda úrbol rra u11 enornw rnmo blaneo y frngante. Por los tro1wos enr<Ísc·a11se. como ,·íborus verdes dr rojas c·a !)(';,,ns, la ¡:!'.rntiosa mi­ t.raria, y lo;; eartuehos dt· cera rn<'arnndo;; o rosados y rarísimas ,·eces blancos del <·opih111•. flnr sih-rs­ tre c·nntada en las JJoc•sías populares chilenas y que los jardines han acogido y tultivan <·orno 11110 de sus más preciados adornos. El silr11cio profundo es i11 tenu111pido tnn i;ólo por el grito airado, como de protesta. dl'i carpin­ tero, y a veces por u11 chirrido <"Omo tlC' go;rnes ahrrru111 brados: jamás i;r le w: est:í 1•11 toda'! parles, arriha en los úrbolt's, abajo entre el mnsgo, al lado C'ntrr los arbustos, invisible y ubil·uo. y In-; golprs de su piC'o resuenan 1•11 el interior cid ho:,;que, sin t¡tll' jnmás ;;r alcarlC'e a loraliw rlos. Fn rumor profundo y sonoro ('omienza a cl()­ minar la quiPtm , l itustrra de In naturnle?A'l: 1•1 rumor de a�uas tumultuosa'I. Poco cle�pués d ca mino deseml10C'a en un purnte dl' eimbm, !\Uspendido


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- 69 sobre el más hermoso y mús tenible de los ríos que en todo nuestro viaje conocimos: el río Fuí. I'or su lecho erizado de piedras avanza rulando, nial si corriese sobre ruedas. verde y blanco, deshe­ cho en espumas, en una serie no interrumpida de saltos y cascadas, con estrnendo de ca tarata, en carrera vertiginosa y salvaje. :\Iás allá del río continúa el bosque y continúan las vegas abiertas. Una sierra se alza t,ras otra. 1,;¡ sol declinante ilumina las cumbres de la Cor­ dillera que miran al poniente de rosa y oro; y tintas blandas y frías <'libren las faldas que caen al naciente. El crepúsculo llega para las alturas, mientras la no<'he envuelve va la selva. Y aún no llegamos a :\[oleo. ¡:\loko! ¿ Qué sabíamos hasta entonrcs de este punto geográfico? A hora es para nosotros más importante que para una potenC'ia en guerra alguna grar1 for­ taleza enemiga. l�I sargento, intNrogado, nos ofrece cquírnco cunsuclo:-Falta algo, poco, pero falta ... Y andando. Una casita en un <"!aro despierta fabms esperanzas. Un largo camino liso, flanc1t1eado de arbustos, parece conducir a alguna propiedad. iSerá :\[oleo? No. Cruzamos planicies de hierba fina, esmaltada de flores .Y sembrada, como un parque, de grupos simétricos de árboles y arbustos. iJiolco? Xo. Lri línea negra del bosc¡ue se acerca de nuevo otra \'ez nos hundimos en largas y lioudns gale­ rías. No es miedo lo que nos estremece, pues sa he­ mos que ni de día ni <le noche hombres ni fieras

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-· 70 nos amenazan. Lo que nos h:u-c Sl'nt.ir rs<"alofríos es la lre111e11da majestad de la hora, cuando el follaje se amalgama sobre nuestras cabezas en una bóveda negra y sólida, y las raíces cruzan el camino cmil serpientes pl'Lrifieadas, y los pare­ dones de roca que faldeamos se adivinan, más que con la mira<la, por los ecos extraños que al pasar despertamos en ellos, y los troncos gigantescos son sombras en la sombra. Los ojos se deslizan por la línea ch.trll·Oscura del canil, ansiosos y ávidos, en busca del ciclo abierto, y el pecho se siente oprimido en lo que va. pareciendo una, tumba negra. Los caballos resuellan molestos y apuran el pa:;o, sorkando los raigones y los palos del planchado. Por fin la luz brilla en el extremo del túnel, y al desembocar al llano ve­ mos un grupo ele casas y mús allá, a la última cla­ ridad del día, una vasta extensión de agua, color celeste tenue, cnt.re montañas pardas y blancas, orladas por una faja color salmón; y sobre ellas, como un diamante en una corona, el lucero radio­ so. Es el lago Panguipulli, y el grupo de casas es la ansiada y anhelada J\folco, <<Puerto Dcscad0>>, como lo baut,izamos nosotras. Un sobresalto más nos esperaba n llí. En l:t casa que nos habían indicado como alojamiento nos declararon que ya no recibían l111éspedes. Pero las lrncnas gentes se apiadaron de nosotras cuando ofrecimos coníormarnos c-011 las comocli­ <ladcs 111<\s sencillas; y si realmente se119illas fu�-


- 71 ron éstas, no por esto agradecimos menos la buena voluntad con que nos fueron brindadas. LAGO RIÑIRUE-POR TRE:s' HASTA V,\LDIVIA

Acababa de aclarar cuando montamos de nuevo a caballo para llegar basta Enco, sobre el lago Riñibue, y tomar allí el vapor que n:.wega en com­ binación con el tren a Valdivia. Dejamos el hermoso Panguipulli a la derecha, en su lecho de montañas, y continuamos por caminos parecidos al de la víspera. Llegamos al río Enco o Cbosbuenco y nos apea­ mos para esperar al balsero. De repente llegó a nuestros oídos un sonido parecido al de una sirena tocada a lo- lejos, que bien hubiera podido ser el <<trutruco,> que en nuestro honor hiciera sonar Ourrubuinca y que, por de pronto, nadie pudo determinar ni localizar. Miran­ do en derredor descubrimos al pconcito, subido en un ribazo y soplando cu un cuerno de vaca. Era la seifal para el balsero, que vive al otro lado del río. l\lientras llegaba, el sargento nos entretuvo agra dablemente, refiriéndonos que pocos días antes se habían ahogado cuatro personas en el río, debi­ do a haberse cortado la maroma de la balsa. Agre­ gó sin embargo, como respuesta a nuestras miradas investigadoras hacía ese adminículo de la embarcación, que ahora <<cst.aría fuerte no más,>. <<Fuerte no más» estaba, pues pasamos sin tro piczos, y muy poco después nos hallábamos en la


Rro l'ETRouuf: (CmLE)


- 73cubierta Jcl hermo:,;o vapor <<Riñihue,>. en el lago del mismo nombre. Anehn y abierta l'S esta gran extensión de agua. Sus costas tu mbién caen a pique en muchas p1utcs y el bosque las ensombrece: pero en otras, faldas pastosas bajan suan•nwntc. �· el amarillo y verde claro d l' l rigales y sembrados Ir hace más amable, menos imponente que el Perihueico. La mirada puede tenderse libremente por la vasta superficie, ya tersa al parecer como una placa de cristal. ya surcado de pronto como si ese cri�ral se hubiese roto y rcfll•jara el sol en millones de aristas. Azul en un momento, cúhr1•s(' en el próximo instante de grandes manchas Ycrcles. cual inmensas hojas de nenúfar: y repentinamente se YuelYC celeste púlido; pero el n�ua c¡ue corta la quilla dt•I ,·apor es siempre de un ,·e1'Clc viYo, cxtraiío e inquietante. C'arndcrizan al Hii'\ihuc �rnndcs islotes cir­ culares, morros sin playas llenos ele una vegetación impcnctrahlc. l'no de ellos cierra In perspccti,·a del lago luH·ia el Sude:..tt•, y sobre él brillan como dos focos de luz, los blancos conos del Choshuenco y del :.\locho, C'uyas líneas exc¡uisitamcnle puras ya ha­ bíamos admirado d\•:-;dc el Perihucico: el �ol re­ ,·erbera sobre su blancura polar, y el reflejo se prolonga, trémulo, en d en ucla I celeste del lago. El Ynpo1· tuerc·c hacia la izquierda y pone proa. hacia el ('Xtremo de una bahin extensa y encrrrada. Es el puerto Guaiguai, dond1• arranca la línea c;hilcna del Trasandino del Sur.


-HAl cabo de una hora y media, próximamente, llegamos a la estación Collilclfu, donde el Trasandi­ no empalma con el ferrocarril del Estado. Allí se despidió nuestro leal y caballeresco guía, el sar­ gento Brondo, para esperar la próxima combina­ ción a la Argentina, y nosotras, tras de un viaje de varias horas por bosques quemados, lindos pue­ blos veraniegos encaramados en la falda de la sierra, a través ele vegas fértiles y siguiendo el curso del pintoresco río Calle-Calle, dimos fin a la segunda parte de nuestro viaje, en la estación de Valcli­ vm.


V DE V ALIJI V JA A PUERTO )10:-TT

<1••• Todo dormía, todo vegetaba. Sobre los edi­ ficios así como sobre las imaginaciones, crecía <'on so:;iego el musgo que sólo nace y progresa sob1 e la corteza de los árboles descuidados o sobre la de aqu:,llos que sufren la última descomposi­ ción que los transforma en tierra. No hubo viajero entonces, así nacional como extranjero que al llegar a Valdivia no exclamara:-Todo lo que es obrn de la naturaleza aquí es tan grandE', tan impo­ nente y hermoso, cuanto mezquina, desgreñada y anlipática es la obra del hombre... >> Estas son las palabras que inspiró Valdivia al ilustre patricio chileno Vicente Pércz Rosales, cuando llegó en febrero de 1850 a la entonces n1Ís<'m aldea t.riste, irregular y desaseada. Hoy, a la vuelta ele sesenta y seis años, el <<Vi­ llonio>> que vió Perez Rosales es una ele las ciudades nu1s graciosas, ale�·es y activas que honran y adornan el suelo chileno. Se recibe, al recorrer sus calles llenas de tráfico, la impresión ele ·una vida ¡;ana y briosa. llfuy castigada por incendios, te­ rremotos e inundaciones, Valdivia ha resurgido giemprc, al impulso de las energías indómitas de


CA)lINO ENTRE LOS T.A00S LLANQlJlllUI·: Y Tooos LOS SANTOS (CHILE)


- 77 su població11. Ciudad gra11de y moderna, conserva, sin embargo, cierto encanto arcáico, sutil y amable. 1!:ntre las casas, to,la:; 1le madera, difícilmente se hallar .111 drn, iguak•s: cada una es una fantasía in­ <lividual. de un gusto a vcces delicado. Balcones y miradores, galerías y torrecillas, cornisas talladas o labradas como primorosos encajes, se mezclan y suceden si11 interrupción, todos distintos, todos ori¡órrnlcs, todos artísticos. los frentes de los edi­ ficios se hallan pintados de difere11tes colores: blanco, marró11, rnjizo, a,rnl, combinando a veces cliYcrso;; tintes. y el cuadro que resulta del conjun­ to de formas y tonos tau di,·ersos c•s de una armonía alegre y s,rnve, difícil ele describir. Todas las casas de familia ostentan tras de los cri,;tales <le sus ven­ tanas sin postigos, cortinas de tul o encaje, y entre las cortinas y los cristales, como en una especie de invernáculos, se abre11 begonias, geranios, claveles y flores 1•xtrañas cuyos nombres igno­ ramos, de dimen!<ioncs fantibticas y colores in­ verosímiles, cntrcmezela1las C'<>n helechos deli­ cados y aéreas t,repncloras. La ¡wrspcctiva ele a l¡! unas calles adquiere un rnnícter ori�inal, por el <•pla11chado,>. especie de afirmado de gruesas tabla;, ele roble pcllín tendidas de a<·Prn a acera. y a ,·eces en parte solamente de In calzada. Pnr esa tahlazó11 rarrns y coches saltan en carrern rnidosa y accidentada, pero segura, h:íliilmcntr cliri1:d<los por sus conductores en los pasos estrccho,; y lus YUl'ltas terrada;,. Umbrosos par1¡ues y jardines alegres alternan con los macizos


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ele construcción. los cnn1cl\"cn adornan. C'omo un testigo ele pasados siglos ¡.,ruerreros, íil7,ase a dos pasos de una de l:ts calles míis cí•ntril'as y moder­ nas, u11 toncón adusto y negro, resto de una for­ taleza española: en medio llP la vistosa y despreo­ cupada ligereza de las casas de madera no puede darse m\da más in<·on�·ue1lle <¡lll' esa mole pesada y mnC"im, espeC'ie ele Don Quijote ni n("ccho de pe­ ligros imaginarios. Uno de los print·ipalcs adornos de \":dcfü·ia es el parque nalurul, donado ni munil'ipio por el señor Reinnldo llarnec·ker, anciano c·aball('rn ale­ mán radicado allí dc•sdc su juv1•ntud. Se l,rnta de varimi hectáreas de selva virgrn. en plena ciudad, donde coihues y laureles, lingues y ciprcse.�, robles y alerces mezclan sus troncos y sus sombras, <'ntre las que brillan como punt.itos de luz roja o nnmrilla, las flore:,; de las enredaderas. L,t obra del hombre se limita a mantl'1wr abiertos los caminos, que ser­ pentean por pintoresc:ls ondubc-iones. Valdi\"ia se expl¡Lyn cnh'c' montañas lrjanas, en unn penínsuhL semicircular sobre el antho, aíml y plúcido río C'all<•-C'alle, con su intenninablc festón de muelles, cscalinntas y emharracleros. En lo nito se amontona la c-iud°ad, �alpiC'aclo su conjunto claro de p,Lrquc;:; y arboledas, y Prizado de chimeneas de fábricas qut' lan7.nn c-olu11111as de humo color de {unbar. Los tel'i1os inclinado,;, de cinc. reflrjan el c·ido, ele sue1fr que apa1·1•1·rn pin­ tados de- azul piílido. L:i \'aldi,•ia de hoy no se parece•, por cierto, ni triste conglomerado dt• rnn-


-79 chos que conociera Pércz Rosales. El hombre ha <::ompletado la obra de la naturale7.a: ha creado �n medio de un marco grandioso, un centro de vida, actividad y cultura, digno de tal marco. Otra cosa hay, empero, fuera del paisaje, que at,rac la atención del forastero cu Valdivia: es el carácter esencialmente alemán de los vecinos. Yo no ignoraba que en esa ciudad se hubieran arrai­ gado muchos germanos, y me imaginaba encontrar algo así como nuestro barrio de Belgrano, donde la población alemana es numerosa, aunque ele nin­ gunn. manera exclusiva. Pero en Valdivia hay mo­ mentos en que uno podría creerse trasportado a una ciudad de Alemania. Los letreros de las ÍÍI· bricas y de las grandes y lujosas casas ele comercio ostentan nombres alemanes, en ese idioma hablan el noventa por ciento de las personas bien vestidas que cruzan nuestro camino, y aún la gente del pueblo lo domina o entiende a menudo. Artículos alemanes se exhiben en las vidrieras, y árboles y flores han seguido a los emigrantes desde la patria en el No,t .e de Europa, al nuevo hogar en el Sur chileno. Hemos tenido ocasión de conocer a varias familias de esa cultísima sociedad, alemana de sangre, habla y costumbres, leal y honradamente chilena en su ,·ida cívica y sus afectos patrióticos. Sus antepasados fueron llamados a la vecina He­ pública por la ley de inmigración de 18'15, firmada por el presidente Bulnes y su ministro i\Iontt. Re­ fiere Pérez Rosales, agente ele inmigración en Val­ clivia cuando llegaron los primeros alemanes, que


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-81\lna comisión de éstos tu\·o con él una entrevista, y <<Satisfecho con los informes y seguridades reci­ bidos, se alzó <le su asiento el respetable y :,mbio profesor don Carlos Anwandter, que la presidía, y lleno de emoción dijo estas seneillas y sentidas palabras:-Seremos chilenos honrados y laboriosos como el que más lo fuere. Unidos a las filas de nuestros nueYos compatriotas, defenderemos nues­ tro país adopt,ivo contra toda agrC'sión extranjera, con la decisión y la firmeza del hombre que de­ fiende a su patria, a su familia y a sus intereses.>> RIO \'ALD!\'IA·-PUEHTO CORRAL-:-.lEBLA

Una de las camctcrísticas de ValdiYia es su activo tráfico fluYial. Durante el día entero, el vaivén de vapores, lanchas y botes mant.iene a la ciudad en comunicación con los pueblos ribereños, con Puerto Cona!, en la boca de la ría donde anclan los transatlánticos, y con los pintorescos canales e islas del delta y los ríos tributarios: Cruces, Futa, Angachilla, Tornagaleones, que gracias a la gen­ tileza de amigos germano-chilenos pudimos vi­ sitar. El elegante vaporcito <,Corrah> se desliza rápido entre la isla Teja, poblada de casas blancas disemi­ nadas en el verdor de su vegetación, y la ciudad escalonada sobre la barranca. Callejones y calle­ juelas descienden hasta el río, con puentccillos y muellecitos donde juegan niños descalzos y mo­ renos: cada rincón es un pequeño cuadro caracte-


- 82rístico de vida popular. En el extremo de h1 isla Teja desemboca el río Cruces; desde allí se deno­ mina Valdivia el río Calle-Calle. Las márgenes so11 alt.a s, boscosas y variatla!5, pobladas de alegres residencias de verano, ranchos de pescadores o chacras cuyos !;embrados forman dibujos verde-claro en la tierra colorada de la roza. A. lo lejos trazan las montañas curvas blandas y azuladas, y la. bruma am . barina de las quemazones de bosques vela las aJt.as cumbres remotas. En la brisa fresca que juguetea con las olas se mezcla poco a poco un hálito peculiar. El vapor, que hasta entonces se deslizaba. sin sacudimientos, comienza a balancearse: es el mar que se anuncia. Ya se abre a la izquierda el hermosísimo aníitea­ tro de la bahía de Corral con h1 isla l\lancera, y al frente, Puerto Corral escalonado en ese-arpado cerro; a l,1 derecha, el promontorio de Niebla con su gracioso y blanco caserío. Y de repente nos ha­ llamos frente a la boca del río, que a través de inmenso y gmndioso portal de rocas se une con el mar, sin choques ni violencias, tranquilo y majes­ tuoso como un príncipe que abandona sn castillo almenado. Allá, sin una ola que rice su planicie inmóvil, se tienden azules y doradas bajo el sol. las aguas del Pacífico. Hemos cruzado el conti­ nente ele océano a océano. Una punta boscosa se interpone, y momento;; después <lesemb:ll'camos en Puerto Corral. Eu este pedacito ele suelo chileno se aglomeran los motivos más CLll'iosos y pintorescos, variado:;


- 83 hastn lo infinito. Las calles tortuosas son empina­ das cuestas que terminan dr repente en In ladera de un ceno o en el borde de un pret'ipicio: ambos, ceno y precipicio, tapizados de exuberante ,·e­ getación. Las casas, blancas u oscuras, tienen los techos pintados de rojo, y n ellas se asciende desde In calzada por escalones de piedra. ]fo cada esqui­ na se abre urm perspectiva nueva; hacia In bahía, hacia la montaña, ha< >ia un callrjón de pintadas <"nsitas sepultadas entre masas de flores de tintes <>úlidos. En un extremo de In població11 existe una gruta. sombría. de cuyo techo y paredes brotan heleclros en profusión innudita y c·uya rntrnda estú easi oculta por cortinas espesas de hiedra y zarza­ mora. Por todos lados <> I bosque y el mar afirman su proximidad, y segura en su doble abrazo, la linda población pttrece sonreir ni forastero <"omo una mue-hacho coqueta y traviesn. :Frente a Puerto Corral, en la banda Norte del río, se halla Niebla, población veraniega muy fre­ (·uentacla. Por lindas florcstM se emza desdP las playa1< del río lrn�ta <'I acantilado que cae sobr<• el mar, entre las murallas de un ant.iguo fuerte español. Nada más solemne y triste a la vez qu<' estos restos de un poderío extinguido. En lns negras <·scnrpas iL pique, verdnderns cascadas de flores srlVt'stres numt'ntan, si rabe, la impresión de lo irre,·ocable­ mentc tcrminndo. ¡ Flores en una fortalew !. .. No las plnntaron allí los -valient<'s defensores ei,pañoles; ni las plantó Cochrnne, el glorioso corsario del Pa-



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cifico. )fientras mis ojos Yagan por la extrnsión del m1u quieto y solitario, imagino ver las blancas velas dr una pl'<¡ueña e,:c11:1elrilla chill'na; penetran en la ría erizada ele caiíoncs, dc,;pmbarcan en sus hutt•:; homhrcs que se hmlar.ín ele la muerte y se lanzar,'.111 al asalto del <.Clibraltor de ,\méri<:m>, a la voz del marino nuís tL·mcrariu c¡uc januís sur­ cara las ondas salada:-. \'aklivia y Cochrn1w son dos nombres que la historia ha soldado para siempre con el fuego de la ¡.doria; es preciso contemplar aqul'I puerto con sus costa,; frago:,as y casi i1wxpug­ nal,lrs. sus tupidas s!'h-as, sus rnnalcs y ,;u,; i:-h1s, para cumprcmlcr la fant.i,-tica audat·ia de la <'m­ presa del almirante in:.d{>.,. Lu población de Niebla se halla di:-e111i1rnda entre quinta,-. pec¡ueños pamíso,- dl' flores y ht·lc­ chos t•n mcdit1 de la ,;elva virgen. Un faro s<• le­ vanta en la costa, y una rstatua dt· C'aupolil'11n, el hrroe araucano. adorna 1111a plazm•la; n su pil·, un cniíonc·ito ele lus <•tiempos del rey,, s<· acULTU<·a con hosrn humi !dad de \'!'twidu. En los verdes prados y en los sendt•ros orlados de flun•,; juega11 11iiíos rubios de ojos azule:;: 1•1 idioma al<·111ún su1•11;1 por doquier en sus más niriados diak•ctus; alt-mana es la merienda que nos sirven y ak•mún, como en Valdivia. es todo lo qn1• nos rod1•:1.

oson:-.o , 'emanas t•1iteras tlebe consagrar a Ynldi\•ia y :;u:; alreclcdorc,; <'I que los <¡uiera conocer a fondo,


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Nosotros no disponíamos de tant-0 tiempo, y, ade­ más, sentíamos ya el misterioso desasosiego, el ¿qué habrá más adclantc1 que imprime a cuerpo y espíritu el irresistible afán de seguir. Kuestro ca­ mino iba al Sur, y el primer objetivo era la ciuad de Osorno. Los viajes por tren cu Chile no resultan siempre cómodos. Los convoyes suelen ser cortos, y por numerosos que sean los pasajeros, uo se agrega ningún coche. Los ele primera se llenan a tal extre­ mo que muchos pasajeros con boletos de esa clase tienen que viajar en la segunda-en Chile hay tres clases-y en ésta el público es muy mezclado. Además de estos inconvenientes, existe el de que las empresas ferroviarias no conducen equipaje libre, de suerte que, por razones de economía, cada pasajero lleva consigo en el coche cuantos bultos pueda hacer caber. Bn los puntos de empal­ me, Antilhuc, por ejemplo, liay largas y fastidio­ sas paradas en espera de la combinación; y la ausencia ele lm; coches-comedores es otro inconve­ niente, mal subsanado por los <<eantincn)S)) que en el tren venden fruta, bebidas, etc. En desquite ele tales incomodidades, el paisaje que recorre el tren entre Valdivia y Osorno es tan grandioso y variado que tocio se olvida en su con­ templación. Desde el empalme de Antilhue, la vía tuerce directamente al Sur y se interna en un macizo de montaña, que recuerda los paisajes sal­ teños en la vía del Central Norte; teniendo en cuen­ ta siempre la diferencia de la vegetación. Tan prou-


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to el tren faldea una sierra como se lanr.a por 1111 túnel, trep,1 jadeando una cuesta o �e desliza n•loz hacia el valle, cut.re el rechinar de los frenos. Un momento pasamos entre la triskr.a inn•rnal del bosque quemado y en el siguiente nos encierran nnmdlas C'ompactas de selvn v:rgen. Unns veces los ojos se elen111 hacia cimas alti,·as y otras se hunden en oscunts y h(11ncdos hondonadas, donde crece exuberante la di¡ótal multicolor y ,·enenosa, y ht r.arza mora, lit terrible plaga C'hilenit, altnga bajo su manto espinoso campos y bosques enteres. Puentes innumerables sobre harrancos preripi­ cios, ríos y arroyos cruza el tren en el espacio de pocas horns. El cielo estaba velado por el humo de bosques incendiados, modo de rozar bárbaro. pero rápido. Al salir de la sicrm vimos tum puesta de sol fantástica: una bola purpúrea ardiente sin rayos cstalm suspendida en la brnma parda; dos fojas delgadas dr nubl·S negras la ceiíían por el ecuador: parc<.:Ía Saturno con sus anillo;;. Las montaiías fueron quedando utrús; campos con haciendas y lomas redondeada,-, amarillas de trigalt·s, las rccmpla;mban, proelamando l!L riqurza de la tierra. La L T nión. ciudad activa e impo,1:ante <le pintorc1mi edificaC'ió11 de madera, se hundió en el c-rcp(1sC'ulo. Lle¡:mmos a Osorno. Esta ciudad del Sur es menos nmablc y atra­ yente que Valdiviu. Tiene jardines magníficos y la fragancia de lai; rosas inYade las calle;1: pero ;1u belleza queda entristecida IJtH' polvaredas grises.

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-89 Hay rincones somnolientos, plazuelas y rinconadas silenciosas y asoleadas; cusas cuyos fondos cubier­ tos de musgo miran sobre el río de altas barran­ cas, cruzado por puente::; <le madera. En las calles céntricas se desarroll¡1 la vida popular, animada por interesantes grupos a pie o a caballo, que com­ pran y venden, regatean, discuten, charlan y se hacen retratar por alguno de los numerosos fo­ tógrafos ambulantes, que apuntan a sus clieutcs con una especie de ametralladoras de tamaño y edad igualmente re::;petaulcs. Dan una nota curio­ sa y pintoresca las amazonas indígenas, vc;,tidas de colores chillones, a horcajadas, descalzas, pero todas con sombrero: lucen trt•nzas a veces asombro sas, atadas con cintas rnjas o verdes. La poulación alemana es numcrosfaima, aunque no predomina como en Valdi,·iu. Después de breve permanencia en Ü::;orno proseguimos viaje hacia el Sur, a Puerto Varas, sobre el lago Llanquil1ue. El liu111u de las quemazones enturbiaba siempre la. atrnó;;fcru y la lejanía se adivinaba vagamente. Pern entre esos vapores amarillentus, algo se di­ bujó de pronto hacia el Este: una especie de so111Lra ulancu, que parecía pintada. en el ciclo, tan púlida y pura era su ;;ilueta. 1\lguicn pronunció un nombtc que eorrió de boca en boca:-¡EI Osorno! Tocias las miradas se fijan en ht blanc,i visión que v a surgiendo de las brumas desgarradas por el viento de la tarde: un cono aislado, de base oscu­ ra y cumbre nevada, de un,1 belleza inefablemente


-- 90 serena. A I cont.cmplarlo, un nombre mencionado en los <•Sitios de la Cordillenu>, de 1 [umboldt. acude de pronto a mi lllemoria: el cerro de la 'uma Paz, en los Andes colombianos. No sé cual pudo haber sido el origen de esa dcnomiuación; pero sé que ella cuadraría, como ninguna otra, al maravilloso \'Ol('án que brilla sobre las aguas intensamente azules del lago Llanq11ibue. PUERTO

VARAS

Al atardecer llegamos a Puerto Varas, pcqueiia <'iudad encantadora asentada en la cur\'a de una baliía, cuyos promontorios a,·an1,an rectos ('Ual brazos de un sillón. Las casas son de madera tam­ bién y alegremente pintadas, de c·onslrm:ción di­ versa a la que sr emplea nuís al Nork. En lugar de largos tablones liorizontalcs, allí se estilan la­ bias cortas, superpuestas ,·erticalmenle y termi­ nadas en fcstonl'S, de suerte que tienen un poco la apariencia de escamas de pescado. El pueblo se halla. escalonado en el ángulo Sudoeste del gran lago, en terrenos conquistados al bosque que pur tres Indos la rodea. Es¡>('sas humaredas se ele­ van de las selvas durante el día, y en la noche las llamaradas anu1l('ian el tnígico fin de sus gigantes, sacrificados a In nl·<·esiclad liumana ele vivir en espac·ios abiertos. bajo la luz del sol. El idioma alemán prcclominn. Una curiosa división, que de religiosa se ha lomado política, va borrándose grnclunlmentc entre los habitantes


- 91 católicos de Varas Nuevo y los protestantes de Varas Viejo, situado más al interior de la baliía. Puerto Varas es uno de los lugares de veraneo más frecuentados en el Sm· chileno. El lago Llan­ qttihuc, con sus lindos pueblos costaneros y pano­ ramas grandiosos, ofrece sorpresas siempre reno­ vadas. Su vasta extensión parece agrandada aún por el humo y las neblinas que suelen velar Jas costas; a veces diríase ilimitado como el mar. En días claros, empero, vense briUar las heladas almenas del lejano y gigantesco Tronador; al Sur el hcrmo:;o cuanto terrible volcán Calbuco; el volcán Yate, más hacia el Sur, todos ellos levan­ tados como castillos de mármol sobre un ftmdamcn­ to de cerros pardos veteados de blanco; y al frente, llenando el cuadro con su esplendor, sereno y soberbio, el Osomo. Una. lancha automóvil nos conduce eu tres ho­ ras a La Poza, laguna tributaria del Llanquihue. Se entra por un arroyito insignificante, entre pla­ yas de guijanos, y muy luego se encuentra la lan­ cha en un angosto canal bajo glorietas de follaje y flores que le da estrecho paso. Ensánchase luego, y un pequeño lago de belleza, salvaje 1;e tiende verde y atcreiopelado entre montañas revestidas de bosque. Un islote alto y de forma circular, bautizado isla Loreley, forma un mirador natural, desde el cual se divisa el Calbuco, que altanero y caprichoso, déjase acariciar por las nubes errantes, mostr, ando u ocultándose hasta que de pronto queda revelada toda su mole torva e imponente. Termina la laguna



- 93como un pozo hondo y oscuro, al pie de murallas de roca a plomo, que desaparecen bajo densa ve­ getación. PUERTO )tONTT

A hora y media de tren de Puerto Varas se halla Puerto )Iontt. Cercanos están los dos pueblos, como estuvieron en vida los dos nobk•s e ilustres amigos cuyos nombres perpetúan. Visitamos a Puerto i\fontt un domingo. La grande y elegante estación rebosaba de público, ent.re el que se destaraba el elemento militar. La misa había terminado, y las familias paseaban por la plaza a los sones de la excelente banda del re­ gimiento. i\Cucha animación reinaba en la 1:uga y tortuosa est,recha calle principal, que forma un recodo y presenta hileras no int.errumpiclas de casas de comercio, galpones, depósitos y escritorios de compai'iías y empresas navieras y comerciales. Puerto i\Iontt es capital de la extensa provin­ cia de Llnnquihne. Tiene buenos edificios públicos, escuela normal, liceo, seminario, tentro, bibliote­ ca y varias iglesias, todo de madera y cinc estam­ pado. Frente a la plazn adornada con un busto de )Tanuel Rodríguez, el agente de San Martín, avan­ za un largo muelle, paseo favorito de la sociedad de Puerto i\lontt. Un cuadro fascinador de rnnr y montaña se abarcit desde ese punto. La ciudad sigue el semicírculo de la bahía. A su espalda, en elevado cerro, se levanta el edificio de la escuela normal,


rodeado ele jardines. Coqu('tOs chalets flanqu('nn la marina, y más ullá casuchas desvencijadas y pardas forman rinconadas en las <¡uc parecen sostcneri,e unas a otras y protegerse contru las furias del viento y del mar. Ilal"ia el Sur, azul, bhlnco y violeta, bajo un ciclo que a su vez parece un mar cubierto de blanc1ls rompientes, ábrc1<e t'I Seno de RelonciLvÍ, extensa bahía flanqueada por monlaiias bos<·osas, dominadas al Este por las cumbres de los Ande:1. Los picos más cercanos son el Osorno y el temido Culbuco, eterna amena:w para aquellui:i regiones. )fús allá blanquea el Yate y la muralla azulada se prolonga hacia el, m·, donde parece hundirse rn el mar. A lo largo de la costa OC'cidental se alinean tres islas grandl's, también embosquecidas: Tenglo, Mayllen, y Huar. Las olas del Pacífico se precipitan contra los malecone;; de madera, clestruídos en partC', con bronco resollnr, y r-;11s espumas llueven en blancos c-opos sobre In avC'nida del puerto, mientras afuera en la lJahía, lanchas y botes buscan el r('fugio el<- las calctns y lns gaviotas lnnzan su agudo grito de salvaje libertad. Yoh·imos a Puerco Yaras al caC'r la tarde. _Bajo las luces de los últimos rayos del sol, habínsc tornado el lago azul hrillan:.c, y las montañas, tam­ bién azules, ciaban In ilusión dc ser pedazos de ciclo solidificado. Grnclt,nlmente, un tono rnsndo coral se deslizó como un rnbor sobre la nicvr del Osorno, se detuYO hrr\•es instnntl's y palideció hasta des­ vanecerse en el gris lila del crepúsculo: y en ese


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fondo opaco y plateado, la cima nevada del vol­ cán lucía con blancura espectral, más ténue por momentos, hasta que pareció disolverse en rl aire.


CERRO Tt:Cl!AUO n�:SOE T,,\ L�OUNITA ot:r, ENCANTO {C1111,E)


DEL I.LA1'Q\Jllll"E Al, XAllllEI. lll1AL'l

8ohrr la ancha l'Xl<•nsión ,lrl lago Llanquihue 11ncl11Jaban ncl,lina,; grisr,.; y t·,q>l'S:ts. ,\ intf'l'vaJ,,s . el sol filtraba n tran'·.� de la hímwda ma,a gri,.; perla, un dóbil rayo qu" st' r<> ílPjnha en l'I ai,.:nn ate·· rada con un brillo lunar. El vapor <•Santa Ro,-a,>. de la <'lll)ll'l'sa .\ndina del Sm, iba costeando la rilwrn mrriclin11,1) ,le-) lago y recalando en los numerosos puerlos para t,JJ11ar ca.rga. pasajPro,- y cnnespmulell(·ia. Ln na,·,·gaeiún nos resultaba rnonútona. 1mes en r:<las enstas, nunqne pinton•seas, 110 disl ingníamos tonos 11i relieve;; divcr,;os a los vn <·mwc·iclos. La brunrndm velaba In corclillern y ·oeultnha tambil'n rl pnnn· rnma eomplrtn del lago haeia el Nort<': sólo divi­ sál.iamos la bahía de redos promontorios. en cuyo srno se reclina PuPrto \"aras. lha11w;; <•11 dP111a111la del puel'to J•;nsenacla, t•n Pl :íngulo :-;ucl<'sle del Llanquihm•, primel':l < > tapa d(• nurstn, ,·iajt• dt· regreso a la Argrntinn. En el eurso dl' t•stP ,·injP debíamos <'1'117.fll'. a<lem:'ts cl<·I lago 110111braclo. lo,; lagos Todos lo,; R:111tns, )<'rías y Xa hw·l Truapi. y eomu nos aseg11 rn ron con i nsisle11eia q 111· \'<'tía mo,; maraYillns l'1>t11pe11tlas, estúha nw,; un Jll>C'O impa-


�s - cientes y t.rat:ibamos de pcnetr:ir el ambiente gris que nos rodeaba. Por fin, un aire sutil barrió las neblinas y empe­ zó a brillar el sol. En el ámbito . claro y despejado most,róse la cumbre redondeada del Calbuco, y sus faldas smcadas por ríos amarillos de la.va sólida y fría, huellas present,es de funestas aet.ividades; y haeia ot.ro rumbo, la blanca campana del Osorno, asen­ tada sobre una base tolor añil. Tomamos tirrra en gnsenada y pisamos la áspera y negra capa de aquC'llos ríos de lava; impresión extrnña, por cierto, pa r. a los que estamos habituados a hollar el humus de las cam­ piñas pampt'anas o los t1ubalcs del bosque patagó­ nico. A poco de em1wzar a recorrer la distancia de 15 kilómetros que media entre Ensenada y el puer­ to de Petrohué, sobre el lago Todos los Santos, nos hallamos en plena región volcánica. La pre­ sencia ele las montañas de fuC'go no se olvida en ningún momcnto . desde que se inicia este camino y <-a usa, al que no está habituado a ella, una c;uriosa y sorda inquieLud, que constituye casi un encanto más. El suelo es lava friable, desmenuzada hasta parecer polvo ele carbón. Grandes bloques gris<>s o negro:<, llenos ele poros y celdillas, como mons­ t.rnosos avisperos, forman una especie de pitmpeto a la vera del camino. Isletas tle coihues altos y finos. flpnos de extrañas excrecencias, son los res­ tos ele grandiosos bosc¡ues aniquilados por los tu-


- 99 ncntes ígneos del Osorno o el Calbuco. En medio de los troncos descansan enormes trozos de escorias que los años han vestido con espesa y aterciopela­ da capa de musgo, y cuyas grietas están llenas de helechos. Entre las isletas de monte yacen anchos ríos de lava, llamados impropiamente <<arenales,>. Nada abruma y desconsuela más que la <>spantosa esterilidad de estas abras en las que un día se volcaron las olas inflamadas de los vol­ canes. Tristes son las travesías de Neuquén y Río Negro, melancólicos los salitrales de San Luis y 1\Tendoza y los pedregales de la precordillcra; mas tienen la serena tristeza de lo que reposa aletarga­ do: se sabe que un caudal de riego tr(Lsformará un día, como por obra de magia, su aridez en fertili­ dad. Pero estos campos de lava son la imagen de lo definitivamente muerto. En vano cae sobre ellos la lluvia fecundadora; en vano envíales el sol la luz que los hace brillar cual polvo de vidrio: nnda brota en la mortaja negra. Sólo en el curso de lar­ gos siglos los vientos piadosos irán llenando con par! ículas de tierra vegetal los intersticios de las escorias, y cntonrcs re�iacerán los bosques y las ílores; pero la capa de lava misma quedará inmu­ table, seca y estéril. Los caballos, rnbustos y descansados, con gran­ des esfuerzos arrastraban el coche liviano por la huella profunda y suelta. Fuerte era el calor que sentíamos y los túban0s zumbaban en derredor nuestro por millares, compañeros de viaje voraces y molestos. Ot,ros cornpaiíeros de viaje hay, feliz-


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l'Am�o ESTltF. Pt:L'LL\ \ l',1-;\ P.\:-l(ll1E {('mu:)


-101 mente. más gratos. Allí. a la derecha del camino, salta entre anecifes, hañandu la base de una mu­ rnlla colosal y aparentemente tontínua de monta­ ña embosquecida, el caudaloso y turbulento río reLruh\1é, om celeste eomu el cielo, ora verdoso <·01110 mar, ora blan<'o romo leche, <¡uc lleva sus aguas al magnífico <•fjord,> ele Rcloncaví. ¡\ llí se encumhra11 cah-as moles de granito, en las <1ue el hosquc se ha detenido a mcdiu cami110, comu <les esperado de conquistar las alturas. Allí se levanta, en un extremo, al parecer de ancha y larga aveni­ d.� de lava, el Ü:-;orno, visihle d<'sde sil hase negra ceñida ele bosque, hasta su cúspide refulgente y maravillosa. Rara vez s11cccle q11c lo admirado en la leja­ nía conserve su encanto vi;;;to de cerc:a; pero el Osurno resiste a la prneba. Es tal la pa::;mosa per­ fección ele sus líneas, tan et('rcu toda ·su apariencia, que parece imposible que sólo sea un amontona111ie11t.o colosal ele lavas y escorias muertas 1·01110 las que nos rodean, y c:uya áspern tristeza la nie­ ve suaviza. La ima�rinación, desdeñando el fríu rncio('i11io de la i11teligc11C'ia, ve en ht hcllísima mon­ taña algún nuevo Olimpo, mornda esplendorosa y olvidada de exti11guidos dioses. El ca111i110 que emcr�e dt•I hosque tuerec 1111 recodo, y, repentinamente, sin que nada, nos hi­ ciera sospechar 1111 C'llmhio nos hallamos frente al cerro más extraño y fant:'tstico que imagimíra­ mos: el Puntiagudo. De Corma cónica en su base, vuélve:;e poligonal hacia arriba, como una pirámi-


-102de que se hubiese retorcido, para rematar en una especie de moharra afilada, blanca y celeste, que corta la atmósfera clara y brillante. Tiene no sé qué de absoluto, ele terminante, plantado allí en el paisaje frente a la blanca y seductora gracia del Osorno. Y para completar el círculo mágico ' en que estamos encerradas, asoman sobre varios maciws que les sirven ele escalones, las cúspides deslumbradoras del Techado y del Tronador. Dice Humboldt, en sus <,Sitios de la Cordillern•>, que en los Andes, a pesar ele su elevación real y gigantesca, no se recibe la impresión positiva y palpitante de enormidad que se tiene, por ejemplo en los Alpes o los Pirineos, cuya altura no alcanza a menudo ni a la mitad de aquellos. Ese fenómeno es debido a la elevación de las mesetas de las que surgen los principales picos andinos. En estas re­ giones no cabe la observación del sabio alemán, quien no visitó el Sur de Chile. La altura sobre el nivel del mar aquí no es superior a 150 metros, y los nevados, varios de ellos visibles desde la base hasta la cumbre, aparecen en toda su imponente majestad. LAGO TODOS LOS SANTOS

Llegamos al lago Todos los Santos, al que los chilenos suelen llamar laguna Esmeralda. Como todos los espectáculos en regiones monta­ ñosas, donde la mirada vaga prisionera, apareció ante uoisotros de improviso. Y no recuerdo haber


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rccil,i<lo impresión semejante en ninguna ocasión, en ningún viuje. Estábamos, tomo diría Huskin, frente n una de las <•C·atedrales de la Xattu·alcz:1>>. Bit el marco ya conocido de selvas, peñasc·os y neveros, que allí llega a lo sublime, se tiende y retuerce entre islas y promontorios dominados por el Osorno y el Puntiagudo, un lago <le un pas­ moso color verde, cual el ele la piedra preC'io::a qu<• le dió su :;egun<lo nombre. Xada más extraño que ese linte crudo, ese verde constante con sol o con tormentas, que no reíll•ja el azul ni el gris del c:it•lo, y sólo repite en su foz brillante, las uulws c·olor ele rosa que vagan al atardecer. Xos cmbnrcnmos en el vnporcito <•Tronador,>, y muy pronto nos crcímm; t.rasladadas a una región de ensueños donde se hubieran a('umulndo lo,, efec­ tos más singulares y fo ntfü,ticos de color y ele luz. Un conglomerado de nubes formaba hac·ia el po­ niente, sobre el albo O»orno, como el techo de una cavcrua negra con estalactitas de oro. ,En ella M· hundía el sol, trasformado e11 u11 disco rojo y som­ bdo, del cual partían l1acia todos los rumbos haces que ernn regueros de ::mngre. En el cenit. el ('iclo brillaba claro, apenas surcado por nuhl'H polícro­ mas. De oriente venía en mnrtlia una ton11e11t11, en la que cerros y nube1; se coníundían en tonos pardos. amarillentos o lí\'i<los, que algunos ra­ yos del sol declinante iluminaban con hwl's espcc­ trnles, rnient ras en las regione:1 ni tas, relámpugos verdes y rojizos trawban caprichosos tajos y rai­ gambres ígneas. Y parn colmar e:,ta orgía de colo-


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- 105 -res, un doble arro-iri;; te11día sil tramo aéreo sobre el lago, por los flanco:-; nrvados del Puntiagudo parecían c·otTt'r río,; dt• fuegu, y subre su afilada euml,re viuws raer un haz desl11111hrador de rayos \'iolados. A bordo, 11ada se uíu fuera del ritmo Lk la m.í11uina. Voces y cotnl'tlt-arius en11111decieru11 ante alpt('l]a fantasmagoría i11vcrosí111il, que t.raslada­ da al lie11zu ltubirrn parec:idu en�endro de un cerebro enh,quceidu, y que, altura en el recuerdo, vive comu una visión o 1111 ,meiiu pC'rturbatlur e irn•al. :X1wstra 11avegación debía terminar en el puer­ to de Peulla; pero fué interrumpida en la penín­ sula l'untiaguLlo, por la invitaeión del señor Ri­ c-ardo Rotl1-1111u de lus directores de la empresa Andina del Sur para desembarcar y pasar la 11ol'l1e e11 su casa de familia. Aceptamos la hospi­ talidad ofrecida, cun la alc�•Tía y gratitud de pc1-.�011as c¡uc clurant.<• cerca de un mes !tan hec· lw vida de ltutcles. La ltiu·iL•ncla de• los señores Roth se extiende al pie Llcl Puntiagudo y esh't 111011tacl.1 a la moderna. 1�11 esas ,;uledudes, el bombre civilizado, íuera de su t,rn bajo, sólo ticn<• su hogar; y por eso, las casas de familia allí suelen ser templos donde se rind<' culto a la helleza, a la ciencia, al arte, a cuanto enaltece y dignifi<'a a la humanidad. Tal era aquel hogar en el que pa,m111\1,; una velada inolvidable. A la maiiana siguiente vimos desplegada bajo un sol glorio:;o, la magia imponderable del lago.


- 106 -Fulguraban cual antorchas blancas sobre las aguas verdes, el Osorno y el .Puntiagudo; a la vuelta de un promontorio, los planos inclinados y cubiertos de nieve del imponente Techado, y un momento después, hacia el lado opuesto, Su Majestad el Tronador. Al recordar ahora los cuatro monarcas , que se dividen la región entre el Llanquihue y el Nahuel Huapi, cada uno de ellos aparece con relieve individual. El Cal buco es la fuerza maciza y pesada; el Puntiagudo, la audacia rebelde que se lanza al asalto del ciclo; el Tronador, la altivez salvaje, so­ lita.ria e inabordable; el Osorno, la belleza perfecta, el reposo absoluto, la <•Suma Paz•>. PEULLA-CASA PAXGUE

El puerto de Peulla está situado frente al Te­ chado, en el extremo Nordeste del higo Todos los Santos, donde éste muere entre juncales. Es un lugar encajonado; el bosque y la montaña cmpiezan a pocos pasos detrás del hotel, que con el muelle y las bodegas pertenecen a la empresa Andina del Sur. Una pintoresca cascada se descuelga por una grieta de la montaña, y el arroyo que alimenta sal­ ta hacia el lago entre helechos y las hojas mons­ truosas del pangui, cuyos tallos llamados nalca., de un sabor ácido, son estimados como refrescantes por los campesinos. De Peulla, el camino sigue a lo largo del río del mismo nombre hasta el lugar llamado Casa Pangue, donde se toman mulas para pasar la cumbre, cuya altura es ele 1.050 metros.


- 107 -Partimos de Peulla en coche. �:1eda este entre hermosos bosques, que a me­ nudo abren perspectivas sobre la Corclillcra. Arriba., rocas y nieve; en las ·regiones inferiores los árboles seculares parecen clcsclc lejos blanda capa de musgo. El macizo del Techado, que realmente semeja un techo de dos aguas, va destacándose aislado; es­ trías de nieve corren por sus flancos, como rayos ondulados. Repentinamente asoma el Tronador a la derecha del camino: tres picos formidables de hielo, que parecen cincelados en el cielo azul oscu­ ro; uno de ellos me recuerda la destruida piedra movediza de) Tandil. Las últimas lluvias habían henchido el río, y las aguas de éste, destruido a trechos el camino al salir de madre. El viaje resultó así en parte una navegación en coche, con numerosos banda­ zos a babor y estribor. La visible resistencia ele los caballos para entrar en el agua y el choque de las ruedas contra piedras y palos sumergidos, imprimían a la jornada sensaciones fuera de pro­ grama, las que se hicieron más pronunciadas, cuando vimos al cochero y a un jóven empleado de la empresa, que nos acompañaba, bajarse en un istmo entre dos lagunas y arrojar piedras al agua, para medir la profundidad de la que nos faltaba cruzar. -¿Hay peligro?-preguntamos al joven. -¡Oh, ninguno!-exclamó con el énfasis del que dice lo contrario de lo que piensa; y para co­ rroborar lo dicho, agrcgó:-Pcro es bueno agarrarse.



-109 No¡; atuvimos a la Reg1111da pnrt.e ele su respues­ ta; y a fe qnl' lti1·inws bien, pues al salir de un caudalrn;o brazo del temible Peulla, fnltáronles fuerzas a los caballos para arrastrar ni coche cuesta arriba, y é.,t.e quedó eolgado con las rnedas tra­ seras en el agua, en posició11 pintoresca, pero pre­ tana. -¡Xos bajamos? -)lejor fuera.-respondió el coehero, y In tripulación abandonó el bureo terrestre por la proa, es decir, por el pescante. Se pidió euarta por 111erlio de un tiro de revóh·er. De Casa Pangue fueron enviados dos peones montados. y sin más percances llegamos a esa P8tación. Desde el lecho del l'Ío, que parecr ancha calle pe­ dregosa. dominase al Tronador en toda su >1alvaje majestad. y el ventisquero que baja serpenteando desde su cumbre como una rampa azul celeste. Las alturas glaciales puras del colosal ma<"i;i;o fueron para los indios asiento de dioses Yengadores, cuya voz de trueno reprendía y cuyos aludes sepult.aban al forastero que llegara <•con dos rorazones», vale decir; ocultando siniest.ras intenciones bajo sua­ ves palabras. Desde Casa Pangue, un excelente l'amino <<plan­ chado» se interna en t•I Paso Pércz Rosales, antigua senda de dese u bridores, misioneros, mercaderes y c-ontr. abantlistns. que subt• en espirales hacia la cumbre, donde \'olveremos a cruzar la frontera. Una arclor0sa impaciencia se apodera dl' nosotras a medida que nos aproximamos al hito. Cuando lo

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- 110 divisamos entre los árboles, tuvimos In impresión neta de haber regresado a la patria; impresión que una de las tres compnñcras tradujo ingenuamente con la exclamación espontánea y consoladora: -¡Ay, ya estamos en cnsr1! (�n casa! Unos 2.000 kilómetros nos separaban todavía del hogar en Buenos Aires; pero, á pesar de. saberlo, y a pesar de ser el paisaje de bosque y montaña idéntico a ambos lados de la frontera, sabíamos también que estábamos en la casa ar­ gentina. El camino planchado recorre una distancia de catorce kilómetros y termina a orillas del lago Frías. Esta pequeña hoya figura en los mapas y es designada por los habitantes de la región, indis­ t.intamente, con los nombres de lago Frío o la­ guna Fría. El verdadero nombre actual es lago ll'rias, como lo bautizó el doctor Francisco P. More­ no, en honor y memoria de don Félix Frías. Hacemos constar el error y la enmienda. LAGO FRIAS-PARQl;.E NACI0:SAL

En ningún lago, ni aún en el Perihueico, ostcn­ t� la naturaleza tal grandiosidad salvaje y sombría como en esta cuenca honda, n la cual rodean mu­ rallas de granito. Cruzámosla en bote a remo, y la travesía duró tres cuartos de hora. La pequeña embarcación se deslizaba a lo largo de costas ina­ bordables con promontorios torvos cuyas sombras :;e proyectan negras o violadas en la faz del lago,


- 111 semrjante a una placa de vidrio verde. De una es­ carpa colosal y desnuda baja un resplnndecicntc río de nieve, encauzado en una enorme grieta. J3ríllab11 el sol meridiano; pero no alrgraba a aquella profundidad recóndita, callada y solita 1fa. A cada golpe de remo, a cada palabra pronunciada en voz alta, respondía al punto el eco. El aire se poblaba de ,·oces: a los lados, a popa, a proa, bo­ gaban canoLH1 invisibles, cuyas palas hendían el agua, cuyos remeros conver:mban en murmullos quedos, mirntras desde la costo, en la nrgrura del bosque impenetrable, los espirilus de In rnontaíia parccian darse alertas con extrnños gritos, al punto que nos crríamos en un mundo de fantasmas. De ese lago hechizado salimos en Puerto Alr­ grc, donde (•xiste una casita desvencijada: a pesar de su nombre halagüeíio, no no· hubiéramos asom­ brado al ver salir ele ella la bruja del cuento qu<' se alimentaba de c,tminantcs extraviados, tan triste y sombrío es rl paraje. Sin embargo, nada sobrenatural nos salió al paso. Se ensillaron mulas, y al punteado suave de su trote nos llevaron por el cam:no de cuatro kilómetros ele largo que llega ha!'lta Puerto Blest. sobre el lago Nabucl Huapi. Este trayecto se hacía antes en un curioso vehículo, especie de chata que corría sobre rieles de rnadem y era arrastrada por un buey; medio de locomoción conoeido por los nombres de buey-carril, auto-buey, cornornóvil y otras denominaciones acuñadas ex-profeso. A hora ha desaparct:ido, y nosotros lo lamrntarnos sinccranwntc.



- 113 Todo ese tre<"ho concluc(• a trn vés de regios bosques donados por el gobierno ni doctor )[oreno por los scn·ic·ios prestados a I país en In demarC"nción de lí111itcs c-on Chile, y devueltos a la Xnción por rl agraciado para sen·ir de base a un parque rrncio1111I. Un día, cuando el gu,ito de los \'iajes esté más clc•snrrnllndo c•ntre nosotrm,, y ma­ yorrs comorlidad<'s formrn un aliciente para mu<•hos que se arrrdrnn por la ínlta dr elln'-. ningún arg<'ll­ tino drjará ele visitar r:,;c prdazo de suelo, clondr la naturnleza ha aruontonado en conjunto est,upendo, dentro de un espacio relntirnmente pequeiío, belle1.ns que suele11 ('tleontrnrsc <liseminadas n travt'•s de tocio un c•onlinente. Lo único qur empaiinba el plac·<'r, largo ti<'mpo anticipado, ele conocer nm'.-1lro parque nacional. era In pla¡_(u deR<'sperante ele• tábanos, que morti­ íicab,1 por igual 11 jinetes y rmrlas. 8ólo el paso rá­ pido. trote o galnpe. noi:; libmba de ellos. Encont.rnmos el río lhfas, verclP, tmbio y plá­ cido, bajo enramadas íloridas. Poc-o despufa surgió frente a nmmtros 1111 cerro extraño, de roen rubicrtn de musgo, <·uya rnbcu1 huLiPrn sido partida por dos hnehazos rlc gigante en tres cúspides redondea­ das. <·nsi id611ticas. , 'e llama Los Tres tformanos y rstá situado frentr a Puerto Blest, en el extrC'mo Oes1·p del lngo rII hul'I Tiuapi. H:1híamos llegado al m:ís extenso y hermoso de los lagos nrgf'ntinos; a nurstros pies murmura· ban :sus 011d:1s suaYes. nrnn�as. scclt:ñas.


-U.1PUERTO l3LEST-LOS CANTAROS

En una le11�11a de t.icrrn formada por la dcsem­ bo<'adura del río Frías en el Nahucl Huapi se levan­ tan el hotel, las pocas casuchas y depósit.os de la empresa, tocio lo que const,ituye el poblado de Puerto Blcst.. No se divisa desde allí sino una cnseniula del gran lago que se oculta, como el Lacar en San )fortín de los Andes, tras de un boscoso promontorio. Puerto Blest, es el punto de partida para una excursión a la laguna Los Cántaros. Cruzamos en bote a h1 banda Norte del Nahuel IIuapi, estrecho en su confín, y tomamos tierra-llamémoslo así­ en un amontonamiento de troncos caídos, por los cuales hay que trepar, deslizarse o salt.ar como se pueda. Gradualmente, al avanzar por la vereda abierta en el bosque, se va sintiendo el tumulto de aguas que eaen. Son los rápidos del río Los Cán­ taros, que se preeipit:a en magnífico salto doble: el sup<'rior se desliza por una peña enorme, plana y suavemente inclinada, sobre la que el agua bnja c-omo una masa sólida, mientras en el segundo se enreda en un labC'rinto salvaje de peñascos y árbo­ les desplomados, donde se revuelve furiosa, deshe­ eha en espumas, que hierven y burbujean con siseos y ronquidos como algún filt,ro maléfico en caldero de maga. Siguiendo hacia arriba el curso del río, llegamos al pequeño lago que le da naeimiento. Lo vimos al anochecer, desde el balcón de una ca-


- ll5 sita abandonada ent,rc el bosque de cipreses, nler­ ccs y coihues: una casa como las que figuran en las novelas de misterio y crimen, desvencijada, llena de e<·os de toda rlasc de posibilidades si­ niestrns y ext,rniias que acel'hnn en rincones, alti­ llos y pasadizos. El agua, a esa hora en que ya no la hcsahn el sol, era <le uu nzuJ claro. Paredones pardos, lisos y pulidos, rncierran su hoya: y no sé si atribuirlo n In hora ('repuseular <1ue Yrln y rn­ turbia la rralid11d, o al ;;ilencio absoluto y pesatlo que reinaba en torno, el lago Los ('¡íntaros nos pa­ reció misterioso y tnígiC'o. Un día nos detuvimos en Puerto .Bl<•st. ,\ la tarde siguient<• nos embarc·amos en el vapor i,Cóndon>, que navega el N'ahuel Huapi, y proa ni naciente nos dirigimos n San l'11rlos <l<' Barilo­ che.

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Vil EL LAGO XAllt;F.I, llt::API

Xo erl'Íamos que pnnorama alguno pudiera im­ presionarnos todavía. despul'.•s de Itabcr ria \'l'gndo Todos los Santos. la joya de los lagos c·hilcnos, aumt•ntacla su l'splcndorosa bcllcim por :-.ingulares r·omhinaeiones de luce:;, de sol y ton11cnta, <le arco­ iris y relámpagos. Pero el Nahuel I iuapi nos pro­ dujo la impresión de 1111 nuevo prodigio, tan abso­ lutamente distinto de• cuanto ltnbíamos visto l1ast11 entonces. tnn sohPrbio y único, qu<· otra vez nos :;cnti111os cn\'ueltas en un torbellino de podero­ sas (•mociones, y tuvimus que dejar para momentm; más serenos la cnurncrnC"ÍÓn de clct11llcs. En sute­ sión variada y continua desfilaron panorumas nue­ vos ll cada virada del vapor. Este lago asombroso rPunc cu sus dominirn; las lwllczas dC' todos los <1ue hc111os crlllmdo: (·ombina la gracia cid Lacur con la majestad agreste del Periliurieo. los lwrizoulrs amplios y alegrrs del Riñihue y Llanquihue c·on el encanto del Frías y <·I mistNio di· Los ('1íntaros. _\ todos ellos volvemos a em·ontrar l'n el curso de nuestra naveg:H'ÍÓn a bordo del <,t'óndon>; írnica­ mcnlc el Todos los , 'anlos no se Llalla l'Pproduc·ido en este cuadro cstuprndo. ]�I lag o chileno es el


-118uiuco rival del lago nrgcnt,i110. l<'11('ra imposiblC' y caprichoso compnrarlos. Como dos piedras pn•­ c·iosns distintas, cll' igual perfección en sus aguas y cu sus luces. cada cual tiene su belleza caraclr­ rística y propin, su valor absoluto, su pasmosa [ul­ guración. El Nahucl] lu,ipi está situnclo entre los 40° ·12* y cllº 8' latitud Sur y los 71c, U' y 71" .[!)' long;tud Oeste, a. una nllura de 767 metros sobre el nin�! del mur. Es mwrgable en toda su extensión hasta los c01úincs de sus numcroi,;os b1·azos. caletas y <•fjords>>. En sus aguas límpidas y azules se refleja;, las costas nhrnptas de pórfido. b:1salto y granito, peñascos colosales erguidos como gigantes guar­ dianes vesl,idos con túnica ele fronda y deseubi(•r­ tos en su,; C'imus, religiosos, hieráticos. Aquí y allá emergen islas del fondo, entre ellas la Yieto­ ria. de la <·ual. ai,;Í lo dicen ciertas le�·endas, arran­ ca el nombre de Nahuel Huapi. por la forma de <,tigre <le! agua,¡ o nutria que para al�1111os prese11tu. La cordillcrn vigila al Orsl,e, y tarde a t.nrcl,• el sol le despliega sobre sus hom brns pét.reos y li­ t.inico;;. el maulo de púrpura de su soberanía. En las costas, donde la:; ngu:1s cantan dull'l'S baladas, 111usil:1n plegarias o llrnan el ámbito con las ro11tas notas de los coros profundos de tor­ menta, sr abren ensenadas fnnH1sticas en su hc­ llcza, rP<·ó11ditas, misteriosas, calladas, umbro­ sas, o se proyectan promontorios enhiestos cnµa­ lanado;; con la saya primorosa de la selva o ulti-


-ll!)vamente desnudos como ghdiadorcs vil'torimius. De todas pa1-t.es caen hilos de ngua pndcrn y eris­ talina, y dr la exh'nsa hoya sale el Íl·cun<latlor de la llanura, el gran río que dcsdl' si¡.dos 11cm al ,\thin­ tico el eco de la grandeza dt' los Andes: PI Limay, con su muchedu111hre de nílucntes. El NahuPI Jlunpi es la gema csplencloros:l de esta corona de lagos de nuestro pat.1·imonio argentino. Alguien frente a c•sta suc·c•sión de paisajes de bosque, montnña. nieve, agua y ,mi, tm·o la ocurrencia de llamar a la región dl' los lago.� t'Ordillernnos, e.fa , 'u iza Argentina,>: pero 110 d: que se haya fundado cu otrn cosa t¡uc en el color de la linfa y en el conjunto de bosques y mon­ tes nevado¡¡. El doctor l\[orcno dice que Suiza es una reducción habitadn de In Patap;onin, en c>.�la fosr de los lagos. Ruskin, n quien cito clr memoria, casi segura do 110 incurrir en error, llam6 a los Alpes itúlil'<>s <<mcmorablt• and perpetual hi'.ls•>, montañas men111rables y eternas, recordando en admirable 1es11111t'n los picos a los cuales para si<•mpre se vinculó la historia dr lii humanidad: lst'ran. qul· arrojó. cual una mo1taja, su nieve en torno de la marcha de Aníhal; el ('enis, qu<· alumbró con la elaridad de su vent.isqul'ro el tit'scenso de Carlomngno: Parn­ diso, que acechó el á¡:n1ila gala que bajaba hac·ia �In rengo... Cicrtauwnte, grnndcs ct.ernas Pminencins conmemomtirns son aquellas de los Alpes, mira­ das de uno o de otro lado�· enlrl' siglos de inh·n·n-

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-- 121 Jo: bellos también hu,,,ta producir la scnsacton de lo i-uhlime, sus lagos que sólo he podido sentir n trn\'Í'S de los espíritus que all:1 se extasiaron. En los .\ndt•s au:-.trales. la historia dr las trn­ g(•di1ts y drnmas liumano;; 110 escribió capítulos innh·idabll·s de glorias y de frneasos (·umo en los .\lpt•s, ni huy en e,-tas cuelll·as, en estas faldas, en esto¡,¡ n1l1Ps, en (•stos bosques y nc\'ados, otm oLm <Juc la de la Nn l um lew. Anón i 111ns l111c•sl ps indígenas liquitlarnn en otrus ti<·mpo:-., en sangril'n· tas t·amil'crías sus odius tradicionalc,., yendo y n•fluyendo por el 111ismu paso que nosotras en;. ZUIIIUS )' por olru,; llll\S austrnll'S que 110 COHOZl'O: por las mi:-.nrns ,·credas rntrnron en enfilada los rs­ c-uso:, conquistaclorl's que de España ,·inicron, los avcnturerus harraµ-11 np,- que In braron lu epope,rn de los ca111i11ante:-., dc los héro<•:,; humildt·:- n los qt11• el mundo dt>IJP un 1·jt•mplo no n•petido de nuclal'ia y de valor, pero a lo.� que 110 ensalza porqul' 110 los rodeú la �loria d<' A11íbal 11i el 1•:-plendor tll' ('arl11111a¡!nu. 'l'udas las belll'z.ts _Y em·antus en el Nal1t1<'I Iluu pi se rcí1111den l'n su majestuosa 11aturalezi1. El hombre. si no hu dejado 1·n el pa:;ndo remolo la huella 1•sple11denlt• de u11a acciún i11oh·idal,ll', tampoco hu lo¡!rado t·n el pn•st•nte C'onstruir su hogar de UIIU lfüllll'n\ dl'finitirn )' !'lll'!lCIPrÍstiC'U. Todo es nuc-,·o e impro,·i�aclo frente a la ell'l'll!l grandiosidad del pai:-.ajc: y cualquiern sea la nr­ l¡uilcdura que el ho111l,rc adopte aquí, ha ele i111pcmr la dl'I bosc1ue y la munlaíla con su euritmia


- 122sublime, que algún día vendrán a ca11tar los ·poe­ tas de la patria. En la extremidad del brazo o seno del Nahul'l Huapi que termina en Puerto Blest, el agua pre­ senta un tono verde profundo, y verde sigue siendo a lo Ja.rgo de la costa do11de se refleja la cortin¡i. espesa de los bosques: pero lejos de la orilla es de un tinte azul zafiro i11tenso y refulgente. :\Iurallas enormes, erguidas perpendicularmente, ensombre­ cen zonas vast.as de agua; algunas de ellas se mues­ tran partidas por hachazos formidables, por myos o conmociones volcánicas; en sus costados y tajos se aferran con sus raíces tenaces a grietas y pro­ tuberancias. cipreses y coihucs, prole parlera. de gi­ gantes mttdos. En las claras tardes de sol brilla la nieve en cumbres y laderas, cual las techumbres de plata de los palacios de los imaginarios Césares. Hecordemos que aquí palpitó una leyenda, aquella que perduró durante siglos acerca de la «ciudad de los Césares•>, tras la cual, empeñados e11 trasfor­ marla en realidad, corrieron los aventureros y cre­ yentes de la colonia. E;;tas aguas fueron surcadas, esos bosques cruzados y tramontados esos tcni­ bles peñascos, por l\foscardi, el valeroso jesuita mártir, descubridor del lago, y tantos después de él en busca de la ciudad encantada, la que ya l'Omo fundació11 de 11áufragos españoles, ya como colo­ nia de incas dispersos o morada de seres sobrehu­ manos, inmortales y bicnavent,urados como los dioses, ern colocada unas veces a orillas del lago mismo de Nahuel Huapi, otras, en una. isla en su


- 123 centro, en el interior de los hosques, en quebradas tan escondidas que únicamente l'I sol y las Úl.(uilas llegalmn hasta ella, o en lus cimas de montaiias inaccesibles. í cuando llegaron hasta aquí los mi­ :iíoncros, los conquistadores. los a \"lmtureros, la leyenda los empujó más lejos. h.wia t•I mar; y ull.'.i fueron a buscada :\lnscnrcli. IIernan<lnrias y otros, por distintos rnmbos y l'll diversas <'.•pocas, dando crédito a fas fábulas dt> los indios y a los rumores que volaban. <·npri<·hosos. li;:teros r rnmbiadizos. por bosqurs y desil•rtos, a traYés de las <·olonias españolas. como un ceo perdido, ora aquí. ora allá. Pero C'I sitio gencrnlmcnte aceptado de la fantás­ tica ciudad de los ('(•sarrs. íué aquí en las márgenes del Nnhuel Huapi; y no puede imaginarse para ella marco mái; esplendoroso. A medida que se avanza hat·ia el l�stc, el bos­ que vn baj:wdo a lns fo lelas, las montaiias npa­ recen desnuda:- en ,-u emine11<·ia. <·omo pulidas por aguas del c.:ielo y vil'ntos de la llanura lejana. C:mnch.•:,; isl,1s, de la cual la mayor, la isla Yic­ toria tienl' dos leguas de longitud, alzan del agua azul su:; lomos negros y largos, cual de inmensos cetáceos. J�n la banda Sur :-obresale la <<'l'abla,1. peñasco ai,;Jado y poligonal, unn. de cuyn.s en.ras forma gignntl'i,Ca <'scarpa lisa: a lo largo de la al"Ísta resgu,ll'dnla, desde la cumbre hasta cNca de la base. una pirc,l natural de granito h'l·is. Los pardos y blanco:-; montes de la alta cordille­ ru, <•montones de montones amontonados•>, según lu expresión curiosumentc gráfica del jesuita es-

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f'AllQl't: ;\ \CIOS.\L E:>TllE 1.0S l,,\GOS F1tf \l> Y �.\IIL'l'.L, UF,\PI (lh:I'. ARG.)


- 125 pañol Ros1drs, sr destacan 1t OC<"iclcntc ,;obre 11n fondo amarillo yema y rosa vit•jo. Di,·ísamos pla­ yas de casc:njo, donde <·I bosque ha rctrccedido en semiC'Írculo y parece acechar el momento de re­ conc¡11istar Jo perdido. En la orilla Norte extién­ dese un mar de sierras peladas. cuyas últimas 011dulaciones :-e esfuman en el horizonte. azuladas, lila o color arena, según los eaprichos de sol y sombt:1. C'uando el crepúsculo llega y sazona lns horns, derrama por el firmamento colon•s y tintas, los diluye, los funde. los descompone y los trnsnrnta en la púrpura au�ural ele dioses. c·ua1Hlo colora el col11mnaje de los bosquei- y l11Pgo lernnta las sombrns r11 espesos bat:,llones desde el p1ílido es­ pejo drl lago hasta las <·umhres radiantes, en esa hora mística, el alma se saturn de religión, la i111n­ ginarió11 viste alos y la mente ,;e puebla de extra­ ñas ideas que l11<·han por enc·nrnarse en palabms exac-tas; ptro todo en el ambie11tt, tórnase vago e impreciso, luz y rnidos, formas �- dimensiones. y mecidas por el clulce lmlancco de laR olas nos dP­ jamos llevar, sercnn y ap:1ciblemcnt<', por un mun­ do de ensuciios. En la dPlicacla bruma. gris que sc va Pspesando hacia <'I oriente, brilla de repente la luz \"iva de focos eléctricos: San Carlos de Barilochf'. Desembar­ camos, entrnda In nol'he, gentilmente recibidas por mucl1os vecinos y familias que nos esperaban en el muelle.


-12G SAN CARLOS DE B.UtILOCllE

La verdarlera forma de estc, nombre indígena (que es el de 1111 ant.iguo paso a Chile), es Vmiloche, que un error ortográfico en el acta de fundación trocó en Bariloche. A pesar ele las protest.as ele muchos geógrafos y exploradores, que no encuen­ tran objeto en la nlterac·ión arbitraria de nombres tradicionales, la designación nueva se ha vulga­ rizado. San Carlos, como también le llaman a menudo, se halla en el territorio de Río Xcgro, en la 111ar�en Sur del Nahuel Huapi. Sus pintorescas casas de madera, en las que se albergan de 800 a 1.000 habit.ant.es, están edificadas parte a orillas del lago, parte en lo alto de una cuesta. arenosa y em­ pinada. l�or agria que esta cuE'st.a sea, vale la pena vencerla. Desde arriba se goza de uno de los pa­ noramas más amplios y grandio,;os, en <·ualquier momento; y si se alcanza a divisarlo, como noso­ tras, en una mañana de verano, sin nubes, la me­ moria lo guardará como uno de sus tC'soros más pre­ ciosos. Es un cuadro en C'I que no hay sino tres colores maravillosamente combinados: azul, verde y blanco, si se exceptúan las casas grises u oscuras del pueblo. El lago se ext.icnde en su hoya irregu­ lar, deRgarrada por penínsulas, islas y cabos, entre los que se int,ernan brazos y enflcnaclas innumera­ bles: sobre el azul radioso ele sus ondas, el sol teje redecillas de oro. En hemiciclo imponente ro-


- 127 deiínlo las montañas como tr. ozos de cielo nu'ts opn­ co y oscuro, y la línea de las nie\'es sobre ellas brilla y se aíiligrana c·omo las espuma:; en las cres­ tas de las ola-;. LTn cerro, l'Hyo lomo alargado parece un inmenso alero nrvado, se yergue en primer término: y más allá, un toloso de hielo y granito, erizado de torres y agujas: el espléndido Ceno Catedrnl. El ,·erde, yn claro, ya sombrío, ya mn­ tiwdo de lus st•lvas. forma una zona intermedia entre los dos azules distintos del agua y de In mon­ taiín. como cfü·ide la nieYe el color índigo de ésta. del azul lumino;,o del cit'lo. A nuest,rns pies. la pequeña eiuclacl está encaramada en la bananca entre flores y árboles frutales: el alegre estrépito del trabajo de sus aserraderos y molinos sube a \·cc·es con el viento brioso y puro. Campos llanos o ligeramente ondulados bajan en declive hacia el gste. y la orilla opuesta del lago, muy distante, se vislurnbm apenas rntre ligeras brumas nrgen­ tinm1. En una ele las culles altas se levanta el símbo­ lo ele Bnrilochc, (<el \·encrnblt> del lago,,. como le llama en sus recuerdos de exploración el cloclM :.\Iorcno. Es un enorme ciprés, a <·uyn sombra acam­ paron largas generaciones de salvajes ha tiempo extin�uidas, y donde una leyenda tenaz como PI [u·bol mismo. quÍ('l'e que los indios hayan prC'ndido y atado ni do('tor �foreno, en tiempos clrl poderoso Shaihucque. El hecho sucedió realmente en 1·1 lugar llamado hoy Playa Bonita, n algunos kiló­ metros al Oeste ele Bariloche; pero los colonos han Yincnlaclo el patriarca sobreYivientc ele la selva,



-12!)rohu...to y pc•1·r111ui. con rl nombn• d1•I ar_!!l'ntino que 1•xploró y t•studió a<¡twlla,; conum·as. Cuidan el cipn\., l'omo una rl'liquia, y l'omo gl'ato pl'<'SPntt• obse<111ian al íorm,ll•ro 1·011 una ramita drl árbol histÓl'Íl'tl, En lu pobl1ll'ió11 d1• Barilocl1<' S<' mez1·lo PI elcnwnto argentino c·on <·hilt>nos y 11111111•ro,-os 1•uro­ pcus: l'spañole,-, suizos, alt•mane:-, franc1.>,;es, itu­ liano�. turcos. La l'ccl11ma1·ión constante' e-; allí como 1'11 , 'an :\lartín d1• los .\ndl•,,; ¡ Pobladorc:;, nuís pobladores argentino,-! Tmlo:;, rmpcro, pro­ pios y cxtraiios, gual'dan la mejor armonía y :-e unen 1•11 Ml amor poi' el );nhuel II11api. Ticnl'n hi mi,,nm fe ltermo,-a en <'I pon·enir �· la :ni:,ma con­ Yiccií,n de la bondad del s11Plo de :;u.s rnriños, <¡uc he podido obspn·ur rn toda" las ciududc•.s nnciPntr-; de la ('ordillem. Xo hay. M'�Ún ellos, dima 11wjo1: en in\'it'rno -;uclt•n t·aer uno o dos tnl'I ros ele nil•,·c: pcrn :-.i PI intrrl111'utor lo ndmite. aiindirá qui• flo­ rec·cn las rosas y madurnn los duruznos. Y aunqup en su leii:itimo ¡,atrioti,mo lol'al in<·urran <'ll al­ guna pequeña 1•xagt>raciún <'X<·11snhlr, lo del 1·linm eil'rta lllPll te p1U<'<'t' <>xa!'to, a j IIZ!.(11 l' por las meji­ llas rosadas de lo:; niño;, <¡111' ,·imos <·ongrrg11dos en [a.., dn, C;,,Clll'ln, di' _Barilndw. .\puntaremos el nnliPlo dr los ,·N·inus, d1• \'Cr lt'vantaclo el pro111etido eclific·io cs1·ol11r de matrriul y una sun1r...al clt•I Banco d1• la Xac·iím. Amho, ccli­ ÍÍl·ios, hanco y r,1·m•la, si�nific:arían parn lbrilm·hl', ac:tivo <'t'tllro d1• ntlturn, d<' <·omt•reio l' indu-.tria, "lUl prn�·l·�o nc<·1·�1uio y :lllsiado.


nu Al,Rl;;or-:DOR llEI, XAHUJ::L HL'Al'l

El ing(•niero ;,l'iior F:milio Frey, quien 1·1•sidc Barilo<'lw, 110;:. hahia prt>parado 1111 pro¡.(rama ele 1•xc11rsiones por el .Xahud lluapi ,\' :-ns aln•<le­ dores. Nadie mús c·ompelrnte ni autori1.aclo para hac¡•rlo: pues el sci'íor Fn•y fué 1·ompaiicrn dPI do<'­ tor i\lureno en numi•rosns ,·iajes di• explora1·ió11. y ta mhién JHiem bro de la c·o111isiún dPmarC'adom de limites con C'ltile: tonon· pues aquel laberinto d1• montaiias, h1¡.(<h, ríos y lm,quPs. ha:-ta en sus últimos n•pliP¡.(U('S. ('01110 él mi:-mo s1• hallara ausente 1le Barilo­ <"hc en tlesemperio de ,-us fu1wionl's profe¡;ionales. ínmilias amigas s<· encargaron a su pedido. de• lu11·1'l'IHIS eumplir una parte del progmma. En gi•ntil C'ompaiiia nos cmbartamos en In In 1wha 1L 1111 fta, que, como los auto111ó,·ile,-, drpendt• de la gohrrn:11·ión d<'I Xeuqurn �- fué pm•sta a nuestra disposil'ión por la amahilidad del s1•ñi11· g1onli. 1 fasta hace pocos aiios. lo.� 1·010110,- qui• p11Pl1la11 los tlilntadas nuírgencs d1•I Xaln1rl lfuapi vivían C'asi aislndos. Sus <·omunicaeiones se• h111·in11 por tierrn a trn,·é,; de largos y e;,;eahro�os rnminos,

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5


<·t11111dn 110 di,,ponfan de t•mhan·:H'ionl's propias . •\hora, la lancha a nafta cf1•<·tím la rin·tmna\'cga­ ción <lt•I lugo dos ,·ect•s por me,-, para llernr y re1·og1•r pasajeros y COITl'spondent'ia. El )iahucl Hunpi, \'isto en rl mnJl.t, tiene la forma dr u11 c11ormr pulpo que <.•xlic11de hrnzos en toclns dircrc·ion<'s. Nos intt•rnnmos 1•11 muchos de dios, y conoc·imos Íni im1tmcntP 1t c,,t• lngo fas­ cirn1dor y capri<·lwso, que tit•nr c,wantos de luguna de ptu<1m• e ir,h de m·éano; que rom1w sus a�rttas contra p111·amC'11tos ¡wr¡wmliculan•s dr grnnito y de pórfido o nt·111·itia, mimcho y murmurante•, la'! playas dr pintados guijarros. Lo hrmos \'isto a m,•diodia, tan trr�o <' inmó­ vil, que ('] trillado sí mil dt•I t•s1wjo 1,c imponiri, 11 prsar de lodo, inrludible 1• i111¡wrio,-amcnte. Lo;; cerros i:;c rcproducia11 en In linfa con :,;ui; ínfimos detalle.�, 1•11 urdrn i1wrrso: 1•11 rl fondo ,·cíansc la,;; mancl1as hlnncns de Ju niew. en sl'guidn. el nrdi­ nrgm ele In v1•gctac·ió11. y ('Usi a flor dt• af,!ua, hl piedra gris cl1• lit rosta. La c·laridud dcslmnhrnntc del sol llrnaba t'I cielo i11ma1·uh1clo, rrv('t'berahti en el lic1ui<lo cri,.,tnl, <·cntelleaha rn los pi1·0:; helados del Cerro Catedral y se diluía t•n lontanan1.a en tonos celt•,tcs y plakado-.. Hqwntinamente, un :-opio se dt•-.lizó por la suprrfü·ie c-omo el \'Uclo fugaz de uu :lYt•; y las a¡..rm1s dormida,; �t· ri1�non, surcoc; y hoyo., li<' abril'ron rn ellas, y l.'ll poC'O� monwntos el la¡!o mnnso y quieto desprrtó 1i tumultmm vida. Las olas rodabnn, »e dc::.li1,11ba11 unas sobre otras, hC nhuecnban como grandeh y cstrindns conchas


- 1:.H azules y se quc•hrah:tn con esln'.•pito bajo la q11ill1L ele nuestra lancha. Poco (l<-spurs, t'I viento ealmó, la respinwiún agitada del lago "I' aq11il'tó y otm vez parecía11us q11<' el harto rc•shalafnt sobre una su­ perfitie sólida, tasi in,·isihh•. Pudimos c·o11oter. en el rurso di' ac¡uella exn1r­ sió11. Puerto Siíbnna, Puerto �lanzano, t·u�·fü; t1guus ,;ercnas jn1111ís agita te1111wstnd nlgu11a, In pl'11i11suhL Beatriz, Pu1•rto Anchorena, en 111 pintorestn islit \'il"toria. eerro Pnorme ." saI rn jc•mpnte agrietnclo, en el que se lc\'antan otros l"l'JTos que eneit•1Tan la!!unas hondas r calladas, 1•11 comunic·a1·ión subtP1-r:Ínl'a, quizí1. con el ¡.:mn lago <'Írcundantc. l.,\C:O ('OltHt,;I\TOSO.

T,A(H)

GU'l'IERHEZ

Las sierras quP l"irc·nntl:rn In <'xtcnsa y prof11n1la cuen<"a dl'I .Xahucl Huapi. eshín cuajadas cll' lagos mcnon•s. tributarios de uqu�I: lioyas largas y estn•t·has por lo grnernl, simns p1n·orosas qm• un día en p11�11dai; Pdadcs, se ahriPron en el nrn1·izn de la cordill11 rn y fueron lle11ndus por deshielos y tl:;!Uas i;ulitPrr,1 neas en a tPrr11dor tropel. Todas esas caYicladPs. la)!os actualnwntt >. et.tán esc·alo11a­ clas pn diversos ni,·<>les: su ('(11Jj11nto podría compa­ rarse a 1111a suC'esión clr l'sc·alinatns e,;tup<·mlu:;. euyas grndrríns ora suben ll las mayores alt11r11s. m·n clrs1·iendP11 al nivel d<'I 11rn1·. C'onoeín 1110s ya dos de t•sos t 1·ibutarios, di' esos vasallos de un solwrano sin Í)!ual: el lago Frías �· el de los Cántaros, )!t·nwlos pnr su hermosura


- 135sombría y por su posH·1on, pnes <:on sus ríos de dc;;agii<' forman los lado,i de un ángulo obtuso, euyo ,·{•1ti<·c estú en el extremo <lel brazo de Pu!'rto Blest. En el ángulo Nortr del Xuhucl Iluapi ,-e halla en nito nin!l el ('oncntoso. �e sube hasta él por .bpcro,i senderos <lt• bosque. entre árboles rnonstrnosos. Al salir de la espesura no,; encontramos ch• pronto nntr un espl•cláeulo fantústico: un hosqu<' <le filigrana de plata. Eran lns urholedns quemadas, e11 .n1 blarwa rama1.ón dc.�nudn dibuja delit·ados arabescos sohre t'l fondo awl del firmamento: la nrn<•rtc misma Ci- bclh� cn la naturale1.a. Desde la alturn se domina de improviso la superfi,·ic azul, chispeunlt• y scn'1111 drl lago Correntoso, que »1.• extiende l111cia t'I :Knrtc entre altas montañas, en línea C'asi recta. La mirada ll<>ga h asta lo,; 1w vudo:- J¡,janos de la 01 :illa opu;.,ta, . . a trn ,·ps de una prnturcsea an�osturn. hn las margr­ nt•., dt• esh' lago existen numerosa,; poblaeiones indígenas, t·uyos momdon's se decli<·an a las fat>mls clPI campo y a la:- traclicionalPs industrias mscrns: muntu,. puncho». matrus �· alforja,- ch> cx<·elent� material Y vistoso,; rolor!'l'l. Al ,·u'ln•r dPsde el C'orrentoso a lu playa cid Nahucl Huapi. pudimos l,(OZllr d(• un l'spedáeulo c·u1ioso: nuestra lmwha pHr(•c·ía flotar rn t-1 aire. Es tan cristalina el 11g11a, qm• la ,·i:;ta ¡wnetra a 111uchos metros debajo de la i<upcrficie, dond<' pn•­ domina un color \'CnlP elaru. \'eíamo;;; así la <1uilla del barC'n: y en l'I fundo, la an•na <·011 su" menorrs


tiALTO DF.L mo Los (',\NTAHOS (R"r. r\.w.)


- 13i surcos y piedrecillas, palos y numerosos peces. )Iás lejos de la orilla, la sombra verde se espesa y llena el abismo. Cuéntanmc que a centenares de metros se quebró una sonda en rl Nahuel Huapi sin alcanzar el fondo. Xos quedamos sin visitar numerosas bahías y puertos; el Pincón, el )Iachete, los dos lagos Moreno y, lo que más lamentamos, el tétrico golfo Tristeza, del que me dicen que es lm tajo hondo y sombrío ent.re imponentes paredones a pique. Regresamos a Barilocbc por la tarde. El sol declinante tocó con su varilla de mago el paisaje y tomó color de rnsa lo que había sido azul por la mañana. Um1 pendiente de montaña, que se despeña como una catarata cOJwcrtida en piedra, aparecía con una corona de oro y un manto de terciopelo violeta. Llegó la noche, y en sus sombras el gran lago se dilató, misterioso e inmenso como el mar. En In. banda Sur del Nahuel Huapi y a una altura de 33 metros sobre su nivel, se halla otro lago, el Gutierrcz, distante de Bariloche algo más de tres leguas. Hacia alJí nos cliri6rimos una mañana, invitadas por el médico de Barilochc, doctor Ver­ ecrtbrngghen, para conocer su establecimiento de campo situado a orillas de aquel lago. El camino costea en un trecho el Nahuel Huapi, semejante a vasta llanura ligeramente ondulada de esmalte azul, encerrada e11 ,tn bellísimo semi­ círculo de montañas que ostentan los colores ar­ gentinos, claros y puros. Un sendero de bosque,


- J:38 dondt' nlternnn robles, c·oiltucs ;,' 11u111za1ws sil­ ,·csln•s con t•I �ral'ioso maitén. nos n·C'ibr cle,.pués en su sombra vc)'(IP acut·hillada de 010. A tn•C'hus, HI' per<'ibe la frngiulcin re,.;inosa qtw los l'iprci<t'S 1•xhalan al C'alor ch•I sol. Pasadn la zona arholadn. la huella sc1·¡H•11tea por <·nmpos llanos ,\' nhiPrtos. �·a cnlrc pastizalrs y frulillan•s, �·a por arcnal1•s o pedriscales st•mbrndos dP malas y urbu,lo,; espi­ nosos. rntre los cuulrs el rrta11111 tiendP al ,·il•nto ,;u des:-,ri·eiiada C'abellt•ra verdt•-gri,;. Limitan PI ho­ rizonfr nltas y desnudas s1•rrtt11ías pardas y ama­ .rillentas, en 1·uyos riscos, sua,·i1.ados por la IPja­ nía, las sombras fugacPs de las nubes dp;;fil1111 cual prncesiones d1• fantasmas en,·11<.•ltos en manto-1 negros, azuf¡•s o amati;;tn. Es un (ípic·o paisaje andino. otrn vez visto en 8an .Juan v 1•11 :\ll·ndoza, mús familiar .Y qut•rido para no,mtr.;s r-n su solem­ nidad st•veru e inmutahlt•, en i-11 aridc•z dc•,it•rta y luminosa. que• la lujurinnlt• hrrmosuna dr los bo,1q11es llr11os dP penumbrn _v 11,i,;terio ('llYº telí111 inmenso se d,·�plirgn rntrr Cltile �- la .\rg<'nlina. El galopl' di' los eaballos nos llern lm l111<'Ía lus monta iias. kilúmet ro trni- kilóml'll'O. sin a(·1•r<·111'11os 1•n aparirncia a ellas, ni se ahría ante 1111!'sl1n ,·i,.;ta ningún paso. ninguna qu!'brada en PI C'Ír('11)0 d1• piedra tl!'rltrn del c·11al nos mm·íamns desd<· hada !toras, 11 i dist inguíumos l raza II l¡r1111a clf•I lng-n q 11<' ansiá b:1111os 1·1mor1•r. Lo di\'i;;nmos de pronto tlt'sdl' tllla nlturn. pltíeidament<' explayado hajo el ,.;ol. ¡ Habíamos ,·isto ya tn11to� lagos! Y, ;;in t'lllhaq:ro, la primera


,.¡,.,lumbre del C:util'.•1Trz nos 1·:111,,ó la misma 11n­ prPsión dP non,dnd 4ue c•l higo Lnca r. pri­ mero en que se posaron nuc,;tros ojo,;. Ln,; gra11cl1•,; cxtensione-; ele U¡.(1111 circundadas di' montañas o clcfcnclidas por sc•h·ns y hosc¡ue,;, ejt>rc·en :-.iemprt• <'Sil fa,;l'innción. En una hahía cor1adn e11 el Pxtremo Norte d1•l lago. próxima a su de;;agiie. 1•n medio ele regio:-; hosques. luíllase situaca la propiedad de nuestro nnfitrión. <·nhallt'ro bell-(a ele• nal'imicnto, tonoc:r­ clor ele las n•gione,; 1111ís bellas del mu111lo y que s1• ha estahlt•<·iclo en aquel punto (citamo., sus pro­ pias pulabrns) por la hermosura del ambiente y la libertad ele q11P se goza !'11 nues1 ro país. 811 hogar es otro de ('sos peqm•ño:,; centros de culturn t·o11 los que 1•1 sorprendido \'iajno sul'lt• tropezar 1•11 las :,;olt>dacles 1·orclillera11a:-i. I11vitncl11s por la familia de este Íllcultativo nos Pmbar<·amos 1•n una la1lC'l1ita a nafta ele :-iu propiedad, �· nan•ga mos el lago. Fué desl"U hierto por el dod or )lorPIHl en t•m·­ rn de H,HO y bauliimdo por él r-11 mrmoria del <•nun­ <·a ol\'idado reC'tor ele la L' ni\'ersidatl dl' Buenos .\ires. filó,ofo. lill'rato. poeta. ;:ahio,,, clo11 .Juan )!aria Uutifrrez. La dirección ).(l'll<'l'al dc ht cuenca l'S de Sur n .Nortl'. Prl'senta paisajes i11fi11ilamcnh' ,·ariado:-;: pla:·as alegres :· asoleadas: �lorietas enal'<"ada:-i ;;obre arrorul'los .Y de la;; que penden lns florP:-i c·omu cai n•les: d<•spcñadcros sal\'ajes, hosqm•s ya frps­ l'OS :' tupidos. ya destruidos por el ÍUC';!O. do11de



- • 1 11 los lrom·os muertos pnreC'en coh1mrn1s de mármol bla11<·0 veteado de 1ll'gro. En la costa Oeste se remonta hasta una altura de 2.110 metros un colo­ sal amontonamiento ck peñascos, cuya proximidad abrnmn y all'l'ra: e,- í:l <·e1To ('atedral. L.� mirada se drsliza t rmerosa por sus oscuros y tétricos precipicios, bu.-:ea <·omo eompensación consola­ dora las cornis:1s n1ladizns que saltan ele los lienzos de muralla griscR o negros y queda presa por íin, extátira, cle:-;lumbrada. <·n la inextricable multitud de pináculos, chapih·l<'i\, saetillas, agujas y mara­ villo:ms molduras cclcstes y alab11strinas, que coro nan su sobemnn arquill'etura. Enfrente, otro marizo refleja su mole gris en el esp<•jo azul del lago; el eeJTo ele T,a Y en lana, que muc>�t.rn en los arquitrnbes ele su domo un ,·a.no formado por un enorme peñasco en fig11ra de gorro puntia�udo. Es tan grande esa (<V<'ntana,1, que días después la dist.inguíamos como un punto brillante desde el camino de automóviles. más allá de Bari­ locl1c. lln bOSlJllP espeso Yiste la base OC'<"idental y trepa por los rstrihos del Catedral. En In margen opue...ta. la� sil'ITa;, lenintanse ¡>l'laclas y ostentan aquí y allá i,.:rnndcs manchas rosadas, metfüicas, como las montañas frente a Titeara, en la quebrada de Humahu:u.:tl. La ho�·a dt• este lugo mué,.( rase nuí.s estrecha a mrdida que nos internamos hacia In abrupta serranía. Xo tiene> comunicación c·oi1 d lago :\Ias­ .cardi, situado hacia t•l 8udocslt• ,. separado del


- 112C:uti&rrez por 1111a llanurn <le gran\. Pur las nuír­ gen!'s de amhos y del lago Guilld1110, mfü, ni Sur todavía, '"ª l'I earniuo al Bolsóu, hondo \'ullt• res­ guardado de los ,·ientos, e-un un dima mu<·ho más templado del que se :,o:<pccharíu, dada su posi­ <'ión geugráfil'a. El snPlo de ('S(' rnlle es Íl'l'UZ y prncluce l'erenll's, l<> gumbres y írulns eu abundan­ cia: ,·iajcro:, 1¡11e han poclido admirarlo .r que lo n•<·orda ban <'ll :,us <·onver:,ac·iorws con nosotros, lo llnman <'I \'('1'/.(el de In cordill<'rn. )[ás ad<•lante, cuando las c11n111nieac:io11l's sean f.ic-iles y <:xistan cvmoclidades pnia los \'Íajeros por esta:- admira­ bles regiunPs, l'i Bolsó11 ser[t. s<'gÚn tudas las afir­ nrnciorw;.;. uno de Jo;:: ;,,il ios más \'isitados. l'or el 1110111t•nto. hn y en el C'llmino pasos tale'\ que los hombres suelen ap<'at'l'l' <h• Mis t11halh•rías para crnzarlos a pi<•, porqu<' nna pil'drn que n•shnla e, u11 rl'pcnt.illo golpe el<· virnto ¡nwcle precipitar al abismo a ¡!Íncle y montura.�:! ,·iuje a l'ahalln desde c:stc punto a Bariloclw dura dos días.. \:-imi,.;1110, un paisa110 a quie11 intr1-rogamos aeerea d(' su pro­ eeclcnc·ia, nos <"ontestó qu<· era d(•I Bobón. <<cerca de Bariloche,>. l<:sto da una idl·a ele l o qtH' llaman �ccr<'a>> en unn rP�ión donclt > el ÍC'rroca1Til nírn no ha afinado la;; no,iorws de r:1pidez. Es muy común oir dPtir qu<> tnl punto queda <•c·¡•rquita no rrnís,,. a tn•:... niatrn n (·Ín<·o leguas <11' dio;tnncia. 1\ ,·<'ces a�rrgan que wortando•> M' más r:ípido. Es prC'ciso ,·<·r lo q11<' llaman <·ortnr y los <'aminos quP se ton,-idt >ran pnH'I ic-a bles. No-; dij<'ron, por cjl•mplo, qui• hny un c·amino a C'hile que t·ostea

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la margen X111te del .Knhucl Jíuapi. Preguntamos si ern una picada abierta r In úni<'a r·unte,;tal'iún fué esta:- -<<Donde har tnballo, hin- c·amit11M. 1-'<·uiPndo <'ti <·uenta que un C':{bullo srrrano v habituado a los bosques, puc>de realmente trepa;.. tl<•slizurse o salta!' por los sitio;; nuís imposibles, rnlija l'I IP<·lur lo que en l:t cordillPra se con,idem, nún hoy, uu <·amino regular. No alcanzó el tiempo para retmTer los <liPz kilóml'tros h:1,-ta <·1 extremo Sur d<•I lago t:utií•­ l't'ez. 1·uyo C'auclal sen•no veíamos psfunrnl'sr a la cli-;b111c·ia.•\1 po,wr la Jane-ha proa ha<"ia <·1 Xort1·. clivi,m1110.-, por 1111 ahra un cordón l1·jano d ( • mon­ tañas. rumo somhms azules, y sohre rsl' fundo tre;; formas t·u1 ios:1s, t n•s pi<·o;; li¡t<·ranwnte in­ dinados qul' s<•mejaban sere;; humano;; tlr propor­ <·ione;; gigant¡•scas. cubiertos clr n<'gros mantu., �· dublcgados hnjo rl peso ele honda:- meditneiorws o de h•rriblP, n•mordimientos. A hu u clonamos <·un ¡w,mr l'Ste hc•rmo:-so lago, <¡ne pnt > de rin1fü.:1r con cualquiera otrn por la grandiosi<lad de sus panoramas. Posel'. adPmás. 1111 tesmo qur sení 1111 alrar-tin, <'n t>I pm \·e11ir: le;.riune:; innumrrahle., ele salmon<•s, ln1c-h11s eriollus ,. t rnchas salmonadas. Jü•mos vi,; ­ to pe"c·ar. e11 m�nn... ele tinco minutos. una trucha salmonada dt• <"asi medio lll<'tro de largo�· muchos kilos d<• pc•:-so. Es p,ta una (u<•11tc d1• riqu<'zn qm: nl¡.!ún di·1 sení rac-ional111t•nle <'Xplotnda, y pnclrán mtonr-<·:: parli<"ipar de ella los ltnbitante:< dt• leja­ nas n·�innes :Hf!entinas.



-J.15VAr.T,E DEL LJ�IAY

Por el excelente camino de automóviles que costea la margen .'ur del Xahuel Huapi nos di­ rigimos una maifanu en demanda de una estancia en el valle del Limny, en territorio del Xcuquén. Alravei<amos campos llanos cubiertos de neneo, planta espinosa que crece en grandes matm; cir­ t"1tlares lisamente redondeadas �· cubiertas de un t·urioso dibujo regular, como pequeños cuadrados en cuyo centro esltín chLYadas las púas. Esta mata verde gris, de f101·t•citas amarillo pálido, cubre le­ guas y leguas de cuestas y valles. 1,;1 ganado come con a,·idez las ílorrs; prro éstas comuni<·an a la C'urne un �sto desugradal,lr, por lo cual es nece­ sario usar de algunas precauciones al c-arnear animales que hayan pastado en campo� de nC'nCO. Singular profusión de flores alegra el paisaje; e11 su mayor parte una <'sper·ic de margarita muy grandt•. blanca, rosada o dt• w1 anaranjado ,·iyo, que brilla cntre el pasto como pequeñas llumamdas. De trecho en trecho del ramino encontramos mon­ lecillos de maitme:1 o cipreses; pedregales y lethos de arroyos cuya, m:tdrc es un apretado y perfecto alicatado de extraños dibujos y colores vistosos . .Más allá del río Ñirchuan nuestro coche aban­ dona el camino de automóviles y se dirige hacii� el Norte, para llegar poco dC'spués a las nacientes del Limay.


- 1'16No sé porqué este río tuvo para mí siempre una fascinación especial. Quizá fuera por la enor­ me cfo;tancia que lo separa ele Buenos Aires y que se me antojaba insalvable; tal vez por el eco si­ niestro ele sus crecientes que, de cuando en cuando, llegaba hasta los hogares tranquilos y seguros ele la capital. De todos modos, para mí el Limay era un misterio. Lo distinguimos al pie de su eleva.da y abrupta barranca pedregosa. y desde entonces dejó de ser una expresión geográfica para con­ vertirse en realidad a nuestra vista. Es ciertamente un río bello y terrible. A pocos pasos de su cuna en Nahuel Huapi, se desliza ancho y profundo como no son muchos ríos en su des­ embocadura: de corriente vertiginosa, sin olas, apenas interrumpida por la espiral espumosa de algún remolino o la línea blanca de un rápido; liso, oscuro y compacto como si fuese un ca.mino rodante, como si todo su inmenso caudal fuese una sola masa sólida que resbalara por un plano inclinado. Corre hacia la llanura, alegre y joven como el mancebo de la <•Luna Nueva,> de Rabindranath Tagorc, el poeta hindú: <<El río alegre rompe todos los diques y se va cantando. La montaña se queda, y lo recuerda y lo sigue con amon>. En una balsa pasamos a la otra banda;la maroma se estira con cimbreo inquietante y la correntada. hierve furiosa alrededor del pesado obstáculo que la va cortando tercamente..Junto a la orilla vi­ mos baiíar un caballo; no tocaba fondo, y en el agua transparente y verde pudimos observar los


-117 movimientos de nlltar.ión de sus patas, a las que la fantasía agregaba fácilmente nletns, como a los col'(·rles de Neptuno. �n la margen iz<¡uierda se halla el peqtwño poblado ele .Xa lnwl Huapi. ,\llí nos espera ha �fr. Neil, el amable duciío de la estancia. Nos pusimos en marcha. Dejamos el río atrás para encontrarlo de nuevo más abajo, <'ll nucst.r o camino, y nos intrrnamos por extrañas se­ rranías. Hasta ahora habíamos <·onociclo en divenms region('S de la C'ordillera, distintos tipos de monta­ ñas: conos, llirámides, cúpnlus, sierras dentadas. Nunca. sin embargo, liubíamos \'isto los cerros basiílticos que velan en el vnlle del Limay y que la \'isión coll\·icrtP en castillos, en atalayas, en mi­ radores y templetes, esfinges y troncos d<' árbo­ les, dedos gigantescos que se alzan amenazadores, en <'olumnatas y portentosas Jigums de monjes y penitentes de pasmosa semblanza humana. Todas las fontústil'as formaciones en estas mese­ tas son obra de los hielos, que rn épol'as rrmotas cu­ brían las montañas y llegaban hasta el nivel del agua. Por el fondo fértil del \'111le, de:;de d C"ual se ve d volcánico cerro Carmen, el río se retuerce en ,·iolcntas y caprichosas ,·m,lta,:, como inmensa y hrilluntc tarasca de escamas ,·ercles, azules y plateadas. Puéblanlo millares ele pcc¡ueüas aves acuúticns, especie ele patitos de C"uerpo wis, cabe­ za negra y pic·o amarillo, graciosas y ,·in,ccs.



- 1.rn -

rn

plácido llano se encoge de pronto, los playas bajas desaparecen y dos grupos gemelos de rora forman un portal sombrío por el que se precipita el río en u11a curva brusca, hirviendo alrededor de hajos y t•mbos11uecidos islotes. El lugar se Uama el Rincó11 Grande r es el escogido para un futuro embal,;e del Limay, c¡ue permitirá regular el caudnl y aproYechar su incalculable fuerza hidruúlica. Allí se encuentra la casa de nurstro anfitrión. l\lás abajo, el río continúa por un desfiladero o cañó11 que parece una suntuosa C'iud:1d de gigantes, con palaeios y rastillos. c·ircos y plazas que un conjuro hubiera convertido en piedra gris, mientras sus habitantrs, sorprendidos por la misma maldi­ ció11 en medio de sus actividades, esperan inmó­ viles en sus terrazas o ei;rnlinatas, el momento en que haya dr clestrnirse el hechizo. H;, por demás cxtraiio e impresionante ese paisaje que remeda episodios de vida huma11a petrificada: trncmos, en presencia de las mudas imá­ genes de J'O('I\, la sensación inquietante y vaga de que pudieran de pronto despertar de su mágico letargo, hahlarnos r11 lenguas ignotas y arrcbatar­ nos n sus t·aRtillos c·o1tados en la roca viva, alrede­ dor de l'uyas almc11ns flotan las nubrs y se eicrncn las á:rnilas. J)esde el borde superior de una meseta que cae sobre el río. nuestra mirada se precipita de pronlo hastn el fondo de un grandioílo n1úiteatro, alre­ dedor de cuyas c·ombas, rojas estrías paralelas y pequeñas matas verdes brotadas con maraYillo-


-150 sa regularidad. semejan hileras sobre hileras de espectadores :sentados t'n sus ba neos que mirn 11 hacia la are11a. Es esta una eu1Ya del río mismo; en el centro, un grupo de pintorescas islas forman plazoletas, y los rctorcicl0;; trnncos y ramas de los árboles bien pudieran ser los cuerpos de l11<'hado­ res en ext.rnñas y atormentadas posturas. Llaman a este sit.io el Anfiteatro, y hay rnrios a lo largo del Limay. 1 nternán<lonos en la sierra, penet.ramos en una quebrada llena de Yegetaciún variada y alegre, y seguimos un estrec·ho i'-endero suspendido, como una cornisa, u media altura entre dos prt><·ipi<"ios, donde se mmina, según la disposición personal de cad:1 uno, en dos o más pies. Al ext .remo de este <<camino)) (es preciso dar un nomhrP, ¡;;iquiera fi¡:n1raclo, a <"adn cosa) encon­ tramos la <•Casa dl' ' Piedra)), caYerna de roca Yi,·a cuya bóveda perfecta fórmala un solo p1�ñasto monsl, ruo. De piedra son también las paredes, piedra el piso. Fn·ntt' a la entrada cae desde el teeho o sea la cumbre del pei1asco, un graC'ioso chono de agua que <.'l viento dispersa en fina lluvia eltispeantc sohrt> los manzanos sih·estres que cre­ cen en torno. Despu{•s ele un día agradable pa;;ndo en la estancia de l\fr. Xt,il, regresamos a Bariloehe. para preparar la partida al N'euquén. Esp(•níhn11os un viaje de dos días en automóvil.


IX UE

B,\IUI.OCIIE

A

;).El'Ql'E:-;

Llegó una mai1ana de impresiones a la vez 111e­ Ia11<·ólieas y :rratas: mela1u·ólicas, porqt11• era pre­ <·iso de('ir illlió;i a la región de inC'omparable <'n­ eanto clond<' durante ,·arins scmu11i1s nos habíamos ;;aturado de belll'w: y /.!ratas, JH>n1ue frrnte a la pu<'rta del hotel nos saludaba con sus ak'gres ('re­ pitac·iones .,· chasquidos. nue,,Jro ami /.!º el nutomó­ \'il. dispursto a c·cmclutirnos d1• nue\'o a travé-, de c-enten,il'cs de kilónwtros de tiPrra pal ria, t'n dir(•c-rión a nuestro ho¡rnr . Comprobamos c¡11e era rl número :3. 1•) mismo <·orlw en que hitiérnmos (•l viajl' ele Za¡,aln a 81111 )lnrtín. y t·sc solo detalle nos dió la se11sa!'ión d,, dominio >' de se¡!uriclad indi,,pensuhlPs para eliminar eualquicr sobrc•s1.dto. Ocnpamos. por túc-ito c·orwenio, los mismos asit•n­ tos que Pntonces hahíamos ocupado, �- no,¡ a1·omo­ damos en ellos corno qui1•11 se instiila en c·nsa en su ri1wón Íll\'orito. [-;ta ,·rz debíamos pa:-ar bajo la capota gris dd autonH'n·il dos días c•ntero,, y rec·o1Ter -!83 kilónwtros. ¡Las distancia::; ,•11 In pntria argm tina!


PLAYA DE LA n:'IÍ:-¡sULA BEATfUZ, LAGO NAHUEL HuAPr (REP . .-\Ro.)


.\ p<'sar de Ju horn temprana, al sentir el cst,l'é­ pito de la máquina muchas figuras amigas apare­ cieron en el breve <'fl mi no a tn.1, vé.� de las calles del puehlo de Barilod1e. paru e1wiamos un últi­ mo saludo. Hahíamos prometido que no spría dc­ íinitirn nurst rn de,-pcdicla. pues <'11 las ciLsitas de madera de nquC'I ful uro <'mporio de l'Íl(tteza, pa­ samos horas amabl<·s y aparte de' ello, IJl'bimos en los ln�u,.: el filtrn del l'<'CU<·rdo imborrnhlc. Por última \'Cz nhan·nmos el panorama des­ lumbrador del Xahm•I liuapi: lus aguas azul<'s donde pare<·c•n n'tozar blancos cuerpos de náyades y sirell!ls: !ns isbs. cual mannua de ;.aurios pre­ diluvianos sur�iclos del fondo del la�o para asolear sus monst 1·uosos cuerpos; la cordi­ llen1, que traza all'eclcdor del lngo sus lineas de i.u­ prerna armonía y cuya nieve el ,mi tiiie de rosa en la hora ele nuestra cl1•spedida. .'í, l'iertamente, recorcla1·emm; sicmpl'C los hechizos de estas regio­ nes; pel'O entretanto... ¿quí· hahrú nllá hacia donde vamos? ¿Allá. donde C'I eaminu sub<' y <·ne y vuelve a aparec·er c·ual ;;i e.�111\'icsc trazado en la í11z del mar? La fiebre de la mn1·clm nrdc olrn Yer.. y c·ou jú­ bilo aspiramos el ,·icnto íresC'o t¡ue lcnrnta <'I auto­ móvil ('11 su C'amino. Scntimo>1, vibrando también, las Yibn1cio11es del poderoso motor, cuando arran­ ca cuesta arriba ton un bordoneo graYe como un rezongo que lur�o s<' drfine en una 11ota clani, larga y sostenida. ('rn7.amos el río :R rehuau y dejamos el Limay a la izquierda. Poco después


- l!il 1·11lrnt11th otra n•i t•n 111-. ,;Ínra-. parda-. 11 haya:-, do111l«• los in,Í!!III'"' e,t·ulton•, dt• la 11,1111ral1•1.a, a¡!lla", ,·i«>11t1i... l' ln<'lo,-, 11.111 labrado fu111a...111a­ ¡_(orÍ11s: fortnh•1.as alnwnadas c·on lialuur!Ps ,. · tn­ rn•oiu•.... obl'li,,c«i-.. :'irhoJ«•,, �- animah•s lwníldi,·o,.., hón•dns .,· l'Xlraii:i-, fi ).(" Ul'tis l111mana-. que• a)!Unirnn 1·011111 1·1•11ti1wla-. a la \'l'ra f11•I «amino. l"na dt· l.is toha:-. 1111Í-; c·urio,.;a,, es In 1m·clrn c·onutida «·011 1•1 11nmh1·1• cll' ,,San ,\11to11im: 1·� prc•1·i-.o l'-.tnr juntu a din, pam 1·011,·1•111·1•1,;1• d1• <¡lll' "l' trata el«· un jm'!!O di• la natural«'7-1 , 110 ck una P-.tatun . .\J.j... atll'l,111t1· l'lll't111ir.1mo ... 1111 i11111f'11,11 hlo,¡ul' <'11 Íorma d1• IIC'rrndura, dl' t<•d111 plano: 1111 portal alm,,l'clnclo da 1•11t nula a 1111a lll'!:.'l'll ,·a,,c•rna. d«·­ lanh• d1• la nrnl 1111 l'otTal de• 1•spinns y pil'lhm, inrli«·,1 'IIH' ,1lli '-l' han in,taladu al!!un,,... ltaliitantt•,. Dt•jathns arní" l.1 1-wrrn y nos lmntlimo" 1•11 \'11111•,.; bú1111•do,.;, en junrnlPs clnnclc In liut>lln no sp disti11;..:111• ;;1110 1·om11 111111 <lohh• li11Pa drl¡.nula d,• hrillu plakado c1111mlo PI \'ÍC11to 11\\IC'\'l' lo,; tallo" finos de• lo, j1111t·o,. �.,hltlth dt• 1•,11, 111alli1,.-, �- 1·rnza1m,, 1·nmpos 1k pnston•o dr i:(l'Urnit•,- 1•stanc-ins pol,ladas de �unaclo-.:. 11 ,·n,ta-. 1•xte11,io11Ps «·uhil'rtas d1• 11e11eo \' una l !anta olorosa el,• ílon•, dt• 1111 ama1illo ,·in,. Trr­ pam,,... un 1·1'no rojo y rmpinadn. aln•clnlt ;· del cu 11 1•l l'at11ino se arrolla 1·orno l,1,., «•-.p11al1•-. dt• 1111 bzu, y no,; hallt11110s en 11\ rn alt iplanic·ir t•rixadu de• nurY:u, ,-il•rr,1-., dr 11111•,·11-. �- :-Ín).!1tla1c•, nmo11t1111a111ientos d1• rn1·11, cles!!nstadn,. En un n•t·odo "º" «•111·1111\ ra­ mo, d,• n•p1•t1tl' «·11 la h<H·a dl' 1111a c¡m•hrada ,alnijl', c·u,·01- c·ostaclos Ínrman por 1111 lado 1111 11111ro Ji,,<>


-- 1!35 -y n•rtic·al de r<'nh'nares de metros de ultum y cuhierlo, 1·111110 PI Íl'P1üe el<' un t<•mplo hindú. de raras �- <'xtrnrn¡rantes figura,,; y por d otru, tahi­ qtws parah,los y uhlicuamenl<' disp11es1os. rnal los bnsticlore., ele un tC'u tro, de un conglomerado t:ln ás1wro y nrrugado. 1111e paree<· lava. En el fondo y a la dista,u·ia. 11110 l ras otro, leqíntanse altos <"<'· nos aislados. <"ncla uno coronado dr 1111 <·astillo l'll rni1u1:,;. C'omo :-i íurran aquellas las millas dd R hi11: tenues lí1wa,; c·Plcsl <·s y lila sigu1•11 íic·l nH'nt e t-Us dentados c-ontornos. qu<' la luz hrillantr dC' 1111 día manwillnsam<'ntr c:laro clcstaen 1·011 aclnti­ rahlc plai;ti1·idatl. Ül' todos los rnriaclos �- ¡rrnnclio· sos paisajes del Río Ne¡rro oc-ci<lC'nlal, ninguno se �·rnhó ( ºOll tal nitidC'ZC'll mi lll('lllOJ'ia. COlllO('SC'd(•S­ filadern solitario. lleno dt' sol y de silcn<·io. <1ue pa­ re<·Ía el palio d(' un ¡:!igantesc·o pnlac·io d<•slruido, drl <·uul no qut•chnan en pi<' sino las <':-<culpitlas mu­ rallas. PILC.\�1,·i,:x -Cl'MAl,T.0-1,ACUNA BLAXCA-)a:XCllE

.\ nll'diodía ll<'gamos al purblo de l'ilc-ani;·l·n, empalmP <lP las lí1was d(' automóviles rntl·t· NPu­ quén. lfariloclu•. 1 ü ele Octuhrr y C'huhut. g,.t :í nsPntaclo rn PI íondo ele un valle rndt•ado dr t{•­ tri1·as si1•1Ta,. rojas. eri1.adas de matas dt• pa;.to duro y di-.pucstas en aníitcatro: a trrchos nos rrcm•r­ dan la,- desolada,; montañas que li111ita11 los piha­ mo� de .Juju_\· :' Bolivia. Yn no \'emo;:; aquí las irrn­ ciosns <·onstrue<"iont•s de madera ele In frontcni


PAlSAJ 1; E:( l'u t:ll'rO ANCIIOI\E!<A, Js1. \ \·ccron1, (HEP ..\Ht;.)


- ]!;7 chilena. Todos los cdifü·ios son ele adobe enlucido; y no hay nada más trisl(' que el bla1wo crndo de la cal tontm ese cielo ele desierto, azul y duro co­ mo una cúpula el<' cobalto. Pilc:aniycn, :t pcsnr de esa nota de lristcza, es un centro comercial y ganadero ele importantia. Se halla en el radio de la compañía ele Tierras d('I Sm Limitado, poderosa so<·icelad in¡¡:lcsa, cluciía ele lcgw1s �' leguas de campo aquí donde los po­ blador<•s indígenns no poseen ni un met.ro de tierra. El tráfico de pasajeros que van y Yienen en los automó\'iles, constituye otro elrmcnto ele vida. )Iientras almorzáhamo,.;, llegó rl coche del Chu­ but con numerosos \'injeros. Los que seguían pura Buriloche ci 16 de Octubre debían esperar l'll Pil­ caniyen la combinación; los que se dirigían a Neu­ quén partieron una hora después en el mismo co­ che en que habían llegado. Dos fueron pues, los i1utomóviles que se pu­ sieron en mnrcha a lns 2,30 ele In tnrclc, ambos to­ talmente ol'upaclos, lo que da la idea ele la impor­ tancia que 1·eyi,.;te estr servil'io de comunicaciones retientcmen te inanituraclo. Dunintr toda aquella tarde nt.ravesamos se­ rrijones, mesetas y quebradas. Hallábamos un extraño encanto en los pequeños valles desiertos, ent'ajonados y calientes, entre cerros rojos que pa­ recen amontonamientos artificiales de piedras surlt.as, ele todo tamaño y forma, dispuestas de mnnem absolutamente distinta de sierra en sierra y que chispeaban al sol como trozos de vidrio.


- Hi8Salíamos de uno de esos laberintos y cruzábamos métla11os y mallincs. Aquí y allá veíamos casas de comercio; algún rancho mi;,erablc; constniccio­ nes de adobe con muros sin vanos, como fortale­ zas: un alfalfar color esmeralda en el marco gris del arenal y sobre el que revoloteaban p1illares de gorriones. Antes de llegar a Cumallo at ,ravesó la máquina un vasto juncal completamente liso donde se lanzó a toda velocidad por la huella recta, sintiendo al parecer, como nosotros, el acicate del vértigo. Cruzamos varias veces un río de curso tortuoso, de barra11cas altas, escarpadas y areno­ sas. Sobre el caudal del río hállase en constrntción 1111 puente. Nosotros en la capital, poco nos cuida­ mos de scmeja11tes cosas: el lector de diarios que tropiece con la noticia de la inauguración de un puente sobre el río Cumallo, buscará quizá un ins­ tante en su memoria ese nombre geográfico, y si no da con él, pasará con indiferencia . al próximo artículo. ¡Un puente cualquiera sobre un arroyo cualquiera en la inmensidad del territorio argen­ tino! Poco sabe el lector ele lo qu� signifi('a i;eme­ jante obra para el poblador de la remota región: paso seguro en toda época del año por un curso de agua molesto siempre, infranqueable a menudo; ahorro ele tiempo y de dinero, t•liminación de in­ convenientes y peligros; un progreso de imponde­ rable valor para arrancar de su aislamiento a núrleos de población esparcidos por nuestro suelo . .Después de Cumallo, el paisaje se presenta más árido. La altiplanicie aparece blanca de sali-


- 159 tre. o nmarilla de arenn, o roja de óxido d<· hierro: a veces, a la clistnntia, es V t>rcl<' como N,polvo1 i­ zada <·on cardenillo o acetato de cohrr, que al acer<·nrnos tructa su ,·crde en gris. De,-pués vienen má.-; ,ueseta;;, <'n las que ;:;e alzan grandes bloques ernHitos. Pasamos una laguua cuyos bordes están sembrados de piedras blancas que de lejos semejan cisues. Llegamos al poblado de Laguna BlanC'a, <lond t' en grupos intrresantcs ,·irnos pNfiles 1·aucásicos y bronceados rostros indígenas. Ha:v en esas re­ gio11e1, mu<'ho elemento que no se corn;iclcrn argen­ tino a pesar ck serlo de nacimirnlo, por ejemplo <· chilrnos•> que jamás hu11 estado en Chile y que se decln rnn tales porque lo son sus padres. 1 ln y tra­ bajo allí para los cvung«'lizadorcs de la escuela y de la nacionalidad y es preciso 110 percl!'r estéril­ mente el tiempo. Attirdccía. l�I día hubía sido ele un mm esplen­ dor: una sola vez aparc><·ió en el ci€'1o una nubeci­ lla blanca como una vda en el mnr y se dc,wane­ ció en lo;; abismos azules. , obr(' lns lomas al Oeste el horizonte tomó el color dorado de la:,¡ llrasas, y el firmamento entero se convirtió en un :-olo in­ men�o 1ll'to-iris de brillo vivaz al prineipio, el que pnliclecicndo poco a poco se íundió en la líquida c:laridnd de la luna l1!'1rn. Nucstro destino aquella no<"he. era )lcncu�. punto del cunl nos separaban al decir cid <,chauí­ feur>>, <mnas cuantas leg11aS>>. Sabínmos yn por ex­ periencia, que i,1111as c·uantas•> podía significar lo


CERRO CATEDRAL DESDE EL DESt\00.E DEL LAGO )!ORE�O (REP. Alto.)


· 161 mism,J C'inc·o que diez: en e»le raso, se acertaba más a dit•z que a c·in('(). X uest ro cond11<·tor no Pn<:endió los farnlcs, del'larnndo que su luz. al mezc·larse l'On la de la luna. rc--ultaba demasiado enµañoi,a. En cambio, cl auto que nos "C'�uia hahí!L encendido los suyos y <·01TÍa clet rás de> nosotros ('01110 una fipra jadeante dr ojos de fueµo. Alrededor ele nuestro coche re­ voloteaha PI atajac·amino. CMI t'xtraña a \'e noctur­ na lJll" vuela bajo y en amplio;; giros delante del qut> c·amina por los campos al anorhecer, como para cerrnrle el paso. Divis1ib:1mos el paisaje como a tran\, <ir aguas awladas. Ya nos parecía correr por la suprrficie platcada de 1111 río, o por blancos puentes nércos 1,usprndidos sohre pavorosos abis­ mos: grupos de roeas erráli<·n,; emergíun ele pronto desde l'I fondo cll' In nochl', <·11al mom,truos que se nhalanz.amn sobre nosotro;. y se hundieran otra vez en la:- i,ombrns: una casa larga, lmja y so­ liiaria tan hlanca bajo la luz de l a luna C'omo ,i estll\·iese neYada, brilló un instante y quedó atrás; y »rguimos por euestas y currns, arnri<"iadas por In brisa inefablemente pura de la noche serrana. hasta qm• Yimos brillar en el tenue trrpúsculo lunar qui• llenaba <·1 fondo del Ynlle lus luces dt• i\lcncué. Dc;;crndimoi;. c·an1,adas, aunque no rendidas, por e:;a jornada sin tropit•zos. llena de impre­ sione, nue,·as r intere,.:antl'8 y herlia más agra­ dable tndad,i por In presenC'ia de gentiles l'OmI panero:-.


- lü2Lo primero (1ue vimos en el come<lor de la tasa. de hospedaje fué una. t >spt>eic <k uso negrn, pro­ visto de un bozal y ed1aclo en el sudo. Le insi­ nuamos una caricia y descubrió, a pesar del bozal, un formidable c-olmillo reluciente y afilado. D<'s­ pués de eso, nos pareció inútil toda manifestación de nut >stro afecto. Las comodidades yue hallamos en esa última noche de viaje fueron idénticas a las que había­ mos encontrado en la primera, tamino de J unín de los Andes: modestísimas, pero no desprecia­ bles. Las est ,ábamos comentando en la nwsa, cuando apareció el perrazo negro, esta vez si11 bozal, y tomenzó a rondar en tomo de nosotros. El joven que i;ervía, al ver nuesLrn sobresalto, observó en tono tranquilizador: -No hace nada, es muy cariñoso. -Pero, ¿y el bornJ? -¡Oh, el bozal!...• 'e le pone pun1ue a vetes <<sabe>l ir;;e sobre los paisanos de poncho. Pero es muy tariiíoso. Recordando las manifestaciones de <<cariñcm de la fiera 1wgra, O}ltamos por obrar según el consejo del proverbio alemán, <<a can malo doble ración,1: colmamos un plato y dimos de comer al perrazo. para propic·iarnos su mansedumbre.


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1,.\ TR.\\'E:0:1.\

t'ontinua111os Yinje a las siete y media de In. mañana, c.lispuestos a rodal' d11runtC' 1111a scmnna <'n auto111ó,·il. si fuera necesario. El pai1:,aje st' tornaba !'adn vez más {u·ido y melan<·ólicu; sr ::il'nlÍa la proxi111idad de la trav1·­ si:1 .•�in e111hal'go. hay hastantc población: casas de co111ercio, propiedad tle tureos, i hilianos y cs­ pañoh•s; ranc-hus o casuehas grises. plantados en medio del erial como bloques <•rníticos, sin moti,·o aparente para no hallarse cien metros más aniba o dos1·il'ntos má,_ abajo, <·nn un coJTalito, 1111 pozo y unas cuantas c81acas <·lavadas en rl sucio, abru­ madores en su mclancolí:1 y desnudt•z, qui• ni 1111a ramita, ni una e11redad1,rn, ni hortaliza. ni ílorc­ eilla alegra 1·on 8U frescura. i<'uán lejos <·.�tamos de los lagos! Tuvimos at¡uPlln maiíana oportunidad de pro­ bar agua mineral en 111111 fuente que• hrota a po<'OS pasos del rnmino, c·onocida por la Aguada Good­ mau o Gutmann o Guzmán. sin que pueda dl'cir ru..íl de los tres nornbrl's es ('orrecto, si alguno lo 1•s. El manantial forma varios depósitos <·irl'ularc;; en un l<'c:ho dr rntn; es fría y c·ristalina y s11 sabor muy parecido al del agua Apollinaris. Me dijeron que un:t firma de Buenos ,\ires había traído mues­ tras a la capi tal. Huc·ia mrdiodfa di,·isamos un <·C'rro l'Xtrnño, largo tic,mpo es¡wrado <·on c11riosid11d. Lhímnnlo


CERROS C,\T�;l)R,lL y hlrr.LAQUEO DESDE l'OERTO ANCHORENA, Ts,.A VIC.'TOIHA (REP. Ano.)


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ceno de la Policía, pues allí, según cuentan, en años anteriores una partida de policía, parapetada, se defendió contm toda una borda de indios y aca­ bó por exterminarla. Da la ilusión perfecta de una pirámide egipcia, con aristas y escalones de color rojizo, como todas las :.ierras ele Río Nrgro. Es el anunciador de la travesía para los que vienen de hi cordillera, y de regiones más benignas para los que llegan ele Neuquén. Las ruedas se entierran en arenales pesados y profundos; el automóvil rezonga y :.e sacude y salta, como fastidiado, lo que arranca a un compa­ ñero de viaje la exclamación espontánea: <<¡l\fatungo bellaco!>> Despertaron las carcajadas. ¡Ah, espíritu crio­ llo, que en nuestra épocit de vapor y nafta, de elec­ tricidad y motores, no puedes olvidar al caballo, antiguo amigo y tesoro del argentino! Habíamos llevado provisiones por consejo de antiguos expertos del camino, y nos detuvimos }larn almorzar a la somhm de al1:,'1.mos álamos y tamariscos, que vivían merced a algún manantial rodeando una casa de comercio. Un pequeño al­ falfar, algunas legumbres, luchaban contra la a1·c­ na y morían ahogados, a pocos met.ros de la casa. Dei;pués nos internamos en la. t.nivesíu, en l a <U"egión que se atraviesa» sin detenerse, porque falta en ella el elixir de la vida, el agua. El paisaje es de una aridez espantosa. Una pla­ nic-ie lisa como una mesa que atravesamos, está c11hie1ta de salitre blanco y brilluntic. Pronto


- 166nos vimos en pleno desie1to: en los bordrs de las lagunas turbias y aniargas ehispea la sal. Nada brota que no sea espina, jarilla o ncneo, y aún éste es más escaso. La t.ierra es ya amarilla, ya colorada; en los bajos la recit >nt .e lluvia ha dejado barro, el que, seco. se arrolla como virutas de cedro: pa­ rece que la tierra se est.ll\·iera <lescai;carando. Entre los matotTales blanquean por centenares los l111esos de animales caídos, algunos ya deshechos, otros enteros; cráneos de caballos muestran sus dientes amarillos en risa horrible, y C'alaverns de bueyes nos ntiran con la cuenca vacía de sus ojos. Y, sin embargo, en medio de la muerte palpita la Yida: perdices, zorros. zo1Tinos. brillantes lagartijas y pájaros pueblan d desierto. ¿Dónde <'ncuentran agua? Sólo ellos lo saben. Allí est.ín: los vemos co­ rrer y deslizan;¡, entre los montículos <le arena, y pensamos, absortas, cuán distinta Ps la travesía contemplada desde el tren .r observada de c·erca. Revela mil <·ncantos íntimos, detalles dP color, -efectos de luz, bellezas jamás sospechadas. Siempre me habían fasrinado los paisajes ele desierto; esta vez, lle¡.,11il• a an1.1rlos. ¡ Horas ele extraiio eleleite, de Yida intensa v vibrante. mient.ras volábamos \·e­ · )ores por la tnl\ ·esía de Río Negro saturada ele sol, suavemente araricia das por el viento, admirando nuevas maravillas a cada giro de rueda, mientra;; el autom{l\·il rnntaha lu canción del eamino! Otra sorpresa nos aguardaba. Mús allá del punto llamado Rente ría. el eamino rorA'l el borde superior de una eleYacla mC'i-Pta sPmbrada de <·m1rzos de


-167 color: en scmic·írnilo ene é.;, ta sohre la llanura; y ('str st>miC'Írculo es la más fantástica sucesión ele saltos o ea;;('adas ele tierra dura, roja y hlanea, <>striadas con pe1 fe<"ta simr•tría y imlpi('adas dr 111a1whas verdes que son matas de pasto. Llaman n PH' c·apri('ho de la naturaleza el Anfiteatro tle Rentería. Dese!<• lejos pare('e una eiudad de cuento oriental. tallada en la rorn y ennobleC'icla con torres .'° palaC'ios: los viajeros de,-criben a,;í las rojas y desiertas montañas <le Egipto. Seguimm; subiendo y lmjando por las meseta� interminables, al!!una;.; bastante c•levaclas .\' mu­ ('has de ella;; teñitlas con la misma 1egularidacl singular que el A nfit<>at,ro. tlt> rojo y hlanC'o. Desde la altura de una de estas «bardas>>, ('Omo se llama a esta,; mesetas, cli,·isamos de pronto el Limay. Después ele int<.'rnarnos f'n un último la­ lwri nto de clt>sfilacleros. atra Yc.,ar un tenaplé11 alto y est,redw clond1• ('ahe precisamente la máqui­ na. y bajar en curvas n trcvidas y c·1•rrndas, 11<.'ga­ mos a las márgenf's del gran río que ha recorrido ya un trcchn de mús de quinientos kilómetros. Rus orillas ;c;on hajas .,· Ycrdcs, y ton sus islas y las harram·as un poco retirada;.; de la pla:vas. nos trae recuerdos del Pammí. Las aguas han perdido el h<'rmoso color wrde que tt•nían al brntar del Kal111Pl Huapi: ahora son espesas�; limosas. El en­ cargado ele la hal,a el<' S(•11illos11, que evidente­ mente eonsicleraba rl río como de su propiedad, nn:,; <'xpliC'Í>:-<<RP mr entmhió ch• prnnto a las dos d<' In tarde•>.


LAao GuTIERREZ (REP. ARo.)


- 169 Un,l urnjutla de -1.úOO ov<•jas, procedentes tle l\faquinchao, se empujaba balando, en los breles de la margen ,-·ur, esperando su turno para cru;mr el río. Los automóviles tienen precedencia sobre cuulquicr vehículo, jinete o tropa, y la lanuda c·o­ mitiYa tuyo que aguardaL el regreso de la balsa. En la banda izquierda del Lima.y, el camino corre paralelo a la vía del ferrocanil, en 1111 trecho de cerca de cincuenta kilómetros. Está desgarrado por hondos surcos producidos por las últ.imns lluvias torrenciales. Pasamos entre colonias de riego, entre campos de <(pájaro bobo,> que exhalaban su fragancia extraña y delicio;;u, mezrlada con el olor acre de aguas estnncadas. Al caeL" la noche, entrúbnmos en Neuquén. Habíamos ccrrndo el círculo.


X

Jlu,-ta ahom, los paisaje.� s<' habían sucedido cada día rmb grnndioso"', ha,,ta nrlminnr en la sohPrnna bcllr.za del l•!smcralda r del NahuPI Huapi. Dcspuí·.�. clurant·r dos día¡.; n¿� st·ntirnos do­ minadas por t•I he<·hizo extraño clt•l desierto. Ha­ bíamn,; cru1�'ldo 1·omo t•I prínci1)(' ele una leyenda india, h rc¡.!iún encantada de los trece ríos y los siel(• nHnes, situa<la tras el dcsirrto de Tt•pantar; pPro h:1bíamo,- n•conido el camino a la irwersa. Allá q11cdaba11 lasprinccsm, c•n1·1111tadas. :.· nosotras de rPgrcso c11 p] 111u11do r(•nl, nos c•ncontníbamos en Xem¡uén. E,; fácil eat•r en injusticia al mencionar la in­ cipiPntc capital del territorio, tnando S(· vuch·e de la t·•lrdillcm y de la n•gión de• los lagos. La na­ turalt•;,�1 se mm•stra en r-,,tas zona,., neuqucnianas tan decidida nwnte l,ostil, que la lnl'lta del hombre e:ont,rn Pila se impone i11íat .igabl1· .,· continua. El sucio 1•,; un dt•solado urrnal: las dunas sr forman al n,pricho dl'I ,·iento en medio (lp las tal;,.adas, en las :1<·Pras, junto a lns parede.,;, más all1� o más acá. dPstrn�·c·rHlo las murall,ls. ahogando In ,·e�c­ tac·iún tlond1• In <>m·urni ran. El podcro.-<o <,:\fcrcc-


-- 172 <l<',+ c¡1t<' 110:. h,il,i., 1 raído 1h•.,cl1• Ba1 il,wlH'. ll'<·u­ rrit•ndu el lar:,!O 1·amino sin tropiezo;. �· :-alvaudo lUl trnmo de 2i:í li·l,(UIIS dl' t,1·11 Vl'><ÍII, l\11 1'(' ti tl'('Vió a nrrimn11,t• a la iu·pm ch•l hntPl domlP clc•bÍllmos alojar. pup,; c·on i.1 1•1 p<'li!!nt dP <¡uedar 1•1wajado en una clunn n•tiP111t•111enl<' formada allí . .\ mrnudo lev1ínt11n,w \'1•mlarnlt•s qui• dunrn din11 .r enton­ ces la Yicla sr , lll'h-e pm·u llll'IH)'i que intoll'ra­ hlt,, pm•,; la arcnu <'11 rcmoli1111,;, <'nturhia 1•1 nire, penclrn 1•11 las rnp11s y por lns 1t'1Hlijas dt• JHH'rtas y \'l'lltnn11s C'ntm 1•11 las habi1;1ciones nwjor c·e­ rrnda-;, :1111arilla, :bpPr:t. frnaz, d1':-esp1•rnnt1•.• \1redcdor 1h•I incipi1•nt1• voblado "'' 1•xti(•nd1• rl l'l'Ínl vcrdt> ¡..•ris, limitado t'n upnric1ll'ia, por la, rojizas «IMrda,.,f o h:H-ran1·n, d<'l río :X1•11quén ,'1 Xonc• y las del Limay. al Sur. Pudinw,.; nlli re¡wlir una ob­ serv11rió11 qrn• ya l111biamos li¡•cho otras v1•1·es, a11nq111• no tan prnn11ntiada111rnte: q111• un pai,ajc nwla1wúli1·0 nun1·a lo e-, nuí, t¡ur 1•n turno a po­ bhu·ione, lrnmana". Lo-, ,·1•1mos :-nlitro"º" cuhier­ tos do raquítica, ve�rtació1111murgn, que lmhínmos n•<·o1Tidu, ernn dt' una cle,,ola<·icín grandio.,n .,· st•­ Yrra: prro en 1·11:rnto �" ni)!in 1•n medio clt· :-11 i'O· Jedad 1111 rantho, 111111 \'ivi1•11da 1·u:1lquicra. -.11 tri,­ tt-za "'' , ol\'Ía ahru madorn, n1u1tn l. i.�PrÍil imprP­ sión d1•bicln a la mrzc¡uindad dt• la ohm cid (11,n1hrc? Apunto la --c11suc·i611 y n•pito quP 1•11 ).°l'n<¡uén lh•gaha a ser oprc•,-ota. \'nnnnwntP hthc·ah1111 nues­ rm,. ojo,. las ,.ilut'l:h de la,. montañas c¡ut• no, ha­ híamus hnhit unclo II n•r. !'-úlo fa._ 1111•st•t:1-.. 1·01110 t1•n·aplPm•1, o grnd,•rías :-.in fin, intl'1Tt1lllp1•11 la


-- 173 llanura y se pierden en la luz brillante que tiembla !!obre ilimitados liol'izo11tes. Existe. sin rmbargo, a col'ta distancia ele la ciudad, sobre el río Limay, u11 pnnto muy pi11to­ resco. Es un bo;;que dr sauces colorados o pata­ gónicos, fromlrn;os, corpulentos, todo,; inclinados hacia ol'ientr por el constante empuje de los Yien­ tos del Oeste: ofrece el aspecto inquietante de vastas columnatas que un sacudimiento de tierra hubiera volteado a medias, dejándolas en claudi­ cante n¡uilibrio. Bajo su sombra espesa, fria y egoísta, ni arbustos ni flores brotan; ape11as si verdean algunas matas de hierba. 1\ l pie de esa alta harranca boscosa se desliza el río, formando remansos, bajíos o islotes, estos últimos también cubiertos de sauces. Se Ita discutido mucho la situación de la ciudad de Neuquén. )Iientra;; unos sostienen que la <"011flue11('i,t de los dos grandes ríos, Neuquén y ] ,imay, será un día el emJJalnl<.' ele todo el tráfico fluvial y terres­ tre de Neuquén y Río Negro, otr, os alegan que jamás podrá pl'osperar allí una ciudad que no esté arti­ ficialmente animada por la vida administrativa; es decir, r¡ue trasladando a ot,ro punto el gobierno del lel'l'itorio, Neuquén acabaría en tapera. ,:i tal co;;a se hiciera en estos momentos, qui7,á resultaría cierta la lúgubre profecía. Pero no es probable <JLie :,;e haga, y, entretanto, la región va transfol'mándose paulati, namente. Esa con­ fluencia será algún día, por el recio t.rahajo del



175 hombre, una bellísima rc¡:rió11. 1•;11 los alrcclcclorcs, a mayor o llll't1or distaneia de la planta 11rba11u, uua red de l'anales y acequias tÍl'IHle en médanos y pedregales sus hilos el<· plata c-ada díu nuís nu­ mcro,;os. Colonias de r(•gadío- alfalfares, trigales, ,·iñcdos, bul•rtos-ostenlan el verde brillante caral'terístico de la vegelaeión artificialmrntc pro­ vocad11. Ahorn, ¿podrá el riego llegar hasta la ciudad misma, para mitigar 1·011 arboledas y jar­ dines su prest•1lte tristeza? E"la pregunta mía recibfa respurstas cont rndictorius: algunos ase­ gurabon que eso sería imposible; otros, qul' serfa la cosa má:; ftkil del mundo. El po1Tcni1· cliní cuál de las dos opiniones es la Yc1·dudera, y mientras lle¡.,111c el momrnto, Ncuquén cleber1i conl<'ntar:,;e con ser In pobre callezn de un currpo exuberante de belleza y de vida. También In cuestión de la navegabilidad d<· los dos graneles ríos gl•mclos preocupa los :'inimos en la ciudad de la l'nníluen­ cia. El Limay lia sido remontado, aunque con difi<·uh1HI y }Jl'ligro, l1asta la drsembocad11ra del Collon<"ura, ya en ple11a siena. i\Iuchas son también las ¡wrsonas que bajan <ll•sde el Nahuel Huapi en bote. En cuanto al río :Xeuqué11, <'s objeto de estu­ dios por parte de ingenieros y particulares. Cuando las corrientes ck a�ua s<•an gobernadas y medidas y orientadas a voluntad, c·uan<lo se Yuelquen sobre los an•nales y los fetundi<·en, cuando a la vera de las an•quias se eleven lns arboledas cual inmensas cortinas de defensa, euando el hombre con la om1ú­ pote1wia ele '-U brazo y de su espíritu modifique


-176 el :suelo y el ambiente y lo haga a SlL voluntad, florecerá el pon·enir de este sitio y ele esta zona que hemos te,ticlo la oportmúclnd ele visihu·, para volverla a ver bella y rieute en breves años más. Agréguese a las ventajosas coucliciones geográ­ ficas, la de :ser· aquí el aire tan scc·o y puro como el de Egipto, hasta el punto de rcaliz.'lL' verdaderos milag1:os ele curación en casos de cn(ermcdacles pulmonares, lo que tal vez dará lugar a la funda­ ción ele sanatorios, r se VC'rá que no son meros soñadores los que preclicrn para Neuqué>n tuHi. prosperidad ilinútacla. CIPOLLF.TTI-CUEXC..\

\'TDAL

Como en todo nuestro viaje por hu, zonas cor­ dilleranas, fuimos objeto en Neucp1é11 de aten­ ciones por parte de las autoricl:lcles del territorio. Acompañadas por el secretario de la gobernación señor :Miguel Alier, visitnmos los alredeclon's del poblado. La primera excursión Iué al pueblo ele Cipo­ lletti, para llegar al cual utiliznmos l:1 balsa a po­ len que atraviesa el l'Ío Ncuquén. El pnso por el río turbio y a11cho sería posible en aquel parujc, a no ser por mm corriente formi­ dable que banc a lo largo de la margen cle,·echa. Es muy curioso el aspecto de esa foja, no muy ancha, ele agua cu vertiginoso movimiento, que parece un río dentro de otl'O río, pues diríase que una ba­ nrra invisible la separa drl resto del cn.udal, rl que


-177 aYanza 11111s serenanwnte. Vimos una \'a<·a que ha­ bí:t nuzado, en parte eaminanclo, en parte nadando, 1ocio el l1•d10 del do; pero cuando entró en la co­ rriente junto a la orilla dere¡·Jm, fué arrnstrnda por largo tret·ho. �· sólo despuf-i ele grandes esfuerzos logró po1wr:;e en s1th·o en uno cJp los numerosos hancos el!' arena qu<· hoy forma y mniiana des­ hace PI <'11priclmso e imponC'nte hijo de la cor­ dillera. En Cipolletti, puehlecillo pequeño, pero bas­ tante animado, fuimos amnhlemente atendidns por los señores Peuser. propi<•tarios d<• una de las fincas m:'1s importantes de la reiión. Visitamos alfalfar<•s, \'iñas. huerta,: y jardine.�, todos ellos <'n sitios del tlesíel'I o transformado por medio dc•I rÍe!!o. E11C·P1Tados por <'I erial, mustio y hostil, hrillaha d nrcl(• ti<'rno de los cultiYmi rí'sguarda­ dos pnr largas .r ::iltas hilrrns de girasolC's como por tapias tlr oro; el sol sereno de la tarde hada chis­ pear ('omo láminas de acero los tallM d<· la hierba y correr :trrnyuelos de fuego en los c·anales y ac<'­ quias qtH' mm·murnlmn alegre;, canciones de vidn )' nqUC'i',:lS. A In mañana si�uiente no'i dirigimos n la Cuenc-a \' ida], pnrn cono(•(•r las grandiosa;, ohm::; ele em­ balse del río Neuquén. Hi1·imos el rrcorrido en autorriel o autoYÍa, n ¡,,•Tan velocidad. Demasiadas ve<·e,; han sido descriptas las obras de Cuenca Vida 1. pnra q m· nosot ms prPtendamos añadir nada lllU'\'O; y por ciC'rto no ht•mos de en­ trar en detalles técnicos.



-179 Guiadas por el señor Cambo, entonces ingeniero diredor. visitamos las constrnccionrs de hierro y c·oncr ctu. los terraplenes revestidos con capas de mul­ ticolores guijas cubiertas de tejido de alambre; lns f ormidable,., t·ompuertas, los hlancos pilares, arco:. y pu<•ntcs que serán prisiones del río, cuyas aguas turbias se deslizan alrededor de sus bases lenta \' callndanwntc, como desconfiadas; exactamente �·omo perros que olfatean un sitio desconocido. )� 11 un futuro 11 0 l<•jano, <•llas fonna nin un extenso lago allí donde ahora l.'I desierto exhibe su parda tristczn, y quintas, C'lmcras, <·stancias r arholcdns rcflejan\n en el cristal n10\·ible tocios los matices dt>l verdor. Pura apresurar esta tra 11 sformaeión, t.rn bajan día y 11ocl 1c centenares de obreros, todos o casi to­ dos ·italiano:;. Sus vivi<•ndas t·onstiluycn un puc­ hlccito, y sus niiíos reciben instrucción escolar. Es proh;ul<· que muchos de esos obreros se armi­ �uen allí, una vez terminado el dique, parn cul1 i\·ar un pedazo del sucio que ellos han ayudado a fertilizar. Dos días después nos despedimos de Ncuquén, y al atardecer nos hafüíbamos de nuevo en Babia Blanca, donde el humus de Buenos Aires y la arena d<.' H io X egro se toean eterna mente y no se c·ompenetrnn jnmás. Brisas frescas y húme­ das no� aC'aritiabnn. y maizalrs r alfalfares satu­ rados de savia ludan suave mente 1� ambos lados de la vía. Pero nuestros ojos se Yolvían hacia el Oeste con extraña insistencia: hacia horizontes


-180 lejanos, donde el sol se bunclía ahora en un cielo azul sombrío, sobre mesetas desiertas, sobre sie­ rras rojas y áridas, sobre eriales que parecen la morada de la mu<'rte y que son paraíso de mil seres pequeños y humildes y ofrecen detalles de una belleza nunca imaginada ... Refiere Na.11se11, el célebre explorador nurnego, que al cabo de un viaje <le dos meses a través de los hielos <le Groenlandia, llegó felizmente a po­ blado con sus compañeros. Fueron recibidos y festejados como héroes por los colonos; pero a pesar de todos los agasajos y del gozo derivado de las comodidades tanto t.icmpo echadas de menos y de la satisfacción por haber vencido en la deman­ da, se mezcló a su alegría una vaga sensación de pesar: era la nostalgia ele los hielos. Del mismo modo sent,íamos nosutrns la nostalgia de la t.ra­ vesía. Duró hasta que vimos brillar bajo el sol <le la ma ñ . ana, las torres de Buenos Aires. l\Ii VJUJe ha terminado, y al lector que di­ recta o disimuladamente me haya insinuado la pregunta de si no he exagerado siquiera en algo la belleza de lo que ví, o atenuado los peligros co­ rridos, responderé con las palabras de Ulrico Schmi­ dcl, aquel soldado historiador de la conquista española en nuestras tierras: <<Y el que de esto dudare, que alltt vaya, y en yendo se convencerá de que es asfo.


- 181 rr1.n:RARIO DE!. \' IAH:

Hr at 1uí la derrota de mH•stro viaje. c·uya pu­ hlirarión anunciamos al init·inr e,-tas 1·onrs1)1tn­ drncias, creyéndola de intrrés para los que deset·n cmpn•nder l'l mismo camino. Salida dP I'laza l'onstil ut·ión p�íra Zapa111. llliérrult•s o sábado, a las fi.38 p. m. (horario dr ,·e­ mnu drl Ferrocarril <lel Sud). Llegada a lapula. \'il•rnrs u lun!'S, a las 10.:JO a.m., o 12.13 p. m., :,rgún el día. En Zapnla ha�· un hol !'l. Salida en automó,· il para 8an )fortín <le lo,­ .\ndrs, a las 5 a. 111. Llegada a dicho punto el día :..iguiente, a mediodía. He duerme en .J unín de lo:.. .\ ndes, o, trnís prubahl1•me1lll', en 111 casa de 1·0ltlerciu de )lcndaiíu, uml lPgun antes <le llegar ll at1uel pueblo. Desde flan :.\fortín de los .\ndes se realizan rxct11'l',iones: Al lago Lulog, ü leguns ida y ,·ut'lta. a ('aballo. .\ los laµrn; Mcliquinn, )lacl1eni1·0, Carmen y Hermoso, en total(.\ Jcguas, ida y vuelta, a <·aballo. Esta excursión supone tres días de penna1wn1·ia ante» d<· continuar ,·injr a Chile. Salida de ,'an i\lartín de lo,; Andes para Val­ divia (2 días de Yiaje). , 'r pas:1 por los lago:.. Lacar. Prrihueico y Riñihue, l'n \'Rl)C>l'<'S de la C'o111paiíín C:enernl San 1\fartín. Entre los lagos laay M'Cciones de varias leguas que es menester recorrer a caballo.


QuEBl!AOA E� Rlo KEGRO (Rt:I'. .-\RG.)


- 18:3 l�n Huohum lmy un pc<¡uPiio hotel hoh1ndés. :-i lmbi1•,l• po,ihiliclad dl· tiempo, ir al lago Qu1•ñi. tributario 1h•I L:wa1. en el 11ur hu�· Ílll'llt<', <le agua, 111t•d itinall's y 1•,;plí•ndidos p:1.1101·u 111as. \' endo dc•I Jugo L:11·ar al Pt•ril111eiC'o. l'I lago Queiii q1wcla a la izq1111•rda cl1• h h1t<•lla. 11 1111:1 legua. l•:ntrc lo,. lago:,; Prril1tll'ÍC'O �· llii1ih1w. vrr PI lago P.1ng11ip11lli. 1111<' ttlll'da Jl(l<·ci,.. rt•nt1•11are-. 111• nwt ros n la ch•re1·l1:1 del 1·.1 mino. Hobre PI lago Hiiiihu<' Pstú C:11nig11ni. d1111d1• :,11• tomn un tn•n 1¡ul' 111•¡.m n ('olli!Plí11. ])p,de p,;tr punto tomar 1·! tl'Pn qu(• ,·11 por Antilhue a \'nldt\'ill (po1·11" horas). ]),.,.d,• \'nldivin, 1•x1·ursi{111 11 P111•rt n ('ornll y X1ehla (1•11 1•! día). 1•11 \':tpor. l>esd<' \'aldi\'in, ir por tre11 a Pm•rto \'nras (un día): 11uiz.í�. '-<'gÍm el din en <111r :,;e \'iajl'. huya qm• dormir 1•n l.i 1·iud:1cl dt• 0,urno (:J:;,O(lfl hahi tantrs). l lna ,·,•¡,; rn l'ut'l'to Ynrn..;. Pxc·u1-,.iú11 a P111•rt11 )lontt. l'll 11'1'11 o 1•11 rarrunj1• (una hora). lle P1wrto \'11rns n Bnriloc·hr, 2 din", l'll 111 ,.,ig11ie11t1• forma: �l'Slle port•l lago Llanquihut•, en 1•! que ,,. 1rn,·1•g:1 1 o :; horns, ,egím las es1·ala" 11uc• ha¡!a t•I ,·apor: ,..., IIPga n l•'.n,enada. dondP "l' aln1upr7,a r11 < > I hnt<.>I. ])p�cJe ullí se> c·onl inúa faJdpando .,¡ \'11ldn O,orno Pnl rt• hosqlll'" qm• sigul'II PI 1·urs11 ch•I río l'c•trohuí•. dur11ntc 2 y 1/2 horas, t•n hreak o n rnlmllo. fit• l11•g11 a Prtrohul'.• . ,· alli :,,p embar<'a y ,.,,. na,·<'gn 1•1 lago E,nwrnld:t II Tmlo,- los �.111tns. dnranlP I hora:­ ha,.ta llegar a J'1•111la. D1•sdc e"te lago. uno d1• los nub hermo�o.s d1•l mundo, sr di,·i,:un los voku1ws


-18·1 O,mrno, C'alh11co, Puntiagudo y el cerro Trorrn­ dnr. En Pntlb hny una l>t•lla l':lscadn; se <·ome y duerme en 1111 buen lrotel. Al día sigui<'ntc st' sal<• tt > 1 11prann en 1·oehe o a 1·ahallo, se 1·o�tea por en­ t n• grundes bosq11c•s el río Peull:1, y s(• Jleg11 en 2 lrora,- a l'asa Pang11I'. Desde allí es posibl1• ir en 1•xtmsi{m ni ,·entisquero del Tro1111dor (un día). En ('asa l'ang11e se conti11{111 en mula durante l y l/2 hon.1, hn»tn nuzar el hito. Se llega al lago l"ríns. que s1• 11trnviesn rn bote n remo en 40 mi­ nutos, r luego M' v:1 a Pm•rto Blest, sohre <'I lago Nahuel l luapi. a pi<• o en m11ln, bajo bosqut•s dr :'irholes c-olosalC>s (Parque Xacional). 1•11 un trnyeC'to d(• 30 cuaclrus. 1•311 <'1 hotel del Puerto Blest. se n1muerz.'l, :,· l11r(!o se navega ·1 y 1/2 ho1·as en el lago Nahuel 1Iuapi, hm,ta San Carlos d<' Barilod1 r, a<lo11<le SI' llega ni 1·ap1· la tnrcle. DPscle P11rrlo Blest. i-r ,·isitiln las ra:;raclas r!Pl río Los C':íntaros y 1•1 Jugo dt• dirhn 110111lirc (111m hora, ida y vuelta). Jlny una empresa <pie trasporta los pnsajPrns y ('tp1ipnjt•s clesd1• Puerto Vnrns a Bariloc·he. En BariloC'hc. tomar la landia dr la goberna­ <·iún del .Kcuquén. qur s11le los dí1 1 s 1.o y 15. h11c·er 1•1 viaje ele• cirrunna,·c•gación del l11go X:d111el 1 !11api. 1.;11 e:,,te Yiuj1•, hnjnr en Puerto .\nrhorena, (i;;Ja Virtoria). Puerto i\lnnzano, Península Bea­ triz. l•'.I C'orr<'ntoso (ver <·1 lago ele r,-te nombn', ·10 minutos. ida y Vlll'lta.), El Rincón. r si hubicr<' tiPmpo. el lago Espejo (2 legnns, ida .,· vuelta). l�sla cxc·ursión dura dos clíni;.

r


- 18!} Dcsdt, Bnriloeht•, hat·Pr excursión, a l'abullo, al lago C:utiérrcz '(:3 le�ua,. ). y a las pc•nínsula,­ Sa II Pedro � · Llao Llao, pa,ando por los lagos �lo­ rcnn Este• y �lorl'nu Üc >stc, y llcl-(,ll' hasta 1•1 brnzu Tri,.kza (un día) . En Hariloche. tomar c> I n11to111Í>­ \"ÍI que ,;a]p los día,- jucvci-, a las 3 11. m...,· llega al Ncuqué11 los viel'IH'S. a la,- (; p. m.

Fl:-' DEI, T,lBHO PAIS.\H:S

('01<ntLLEH.\:'\OS


ÍNDICE l'Agiua.

Dos valabras...................... . ... ..... J.-De Buenos Aires ,1 Zapula.-1500 kilómetros en ferrocarril................ .. ...... .. El dC'siert-0. ............. ............ En KeuquP-n......................... Z,ipala .... ........... ... ............ LI.-Dc Znpalu n 81111 illartín de los Andes.. . . .l'or ba rrancos y cuiiadas.............. l lI -San l\íartín de los Andes............... Alrededor de San l\la rtin.-1..ago Lotog. El cacique A bel Curruhuinc,1........... IV.-Dcl Lago Laca r a Valdivia.............. El hito.-L<1go Pcrihucico............. l'or los bosq ucs frontcri7.0S............ Lago Ri1iihuc.-Por t1'<'n hast.1 Valcliviu V.-De Valdivia a l'u<'rto .l\Iontt............. Río Va ldivia.-l'ucrto Corml.-);'iebla . Osorn o.............................. Puerto Varas .............. . . . ....... Puerto :\[ontt........................ . VL-Dcl Llanquihnc ni Xahucl Huapi........ Ligo Todos los ."antos................ Pculla.-Casa Pangue................. Lago Frías.-Pa rqm' ?\acional......... Puerto Blcst.-Los Címh1ros .......... VIL-El ÍM'lgo Xahucl Htmpi................ San Carlos de Barilochc...............

7 11 15 l!J 20 25 :l-l 41 4G 51 57 fil Gil i1 i5 Sl 85 !JO !J:l 97 102 106 110 11-1l li 126


I8t-\ Póglun.

VfTI.-Alrcdedor del Xnl111cl Huapi .......... L:lr.(O Corrcntoso.-Lngo Guticrr<·z...... Vullc del Limnv.................. . . . . lX.-Dc Barilochc a :'\<•uquén . . ............. l'ilc11niyt·n.-Cumallo.-[ A'll,(UJ1n Blanca.

131 134 145 151

La tr:n-c,;ía.. . ....... ...... ... . . . ....

16: l

-i\foncué .......... . ............. .

X. -Xeuquéu..............................

('ipollctti.-Cuencn Vid::.!.............. lt.i1wrario del viaje ..... .. ............

155

170

176 181



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