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Andrés Sierra conversa con MATEO PÉREZ

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San La Muerte

San La Muerte

Mateo Pérez: ¿Cómo comienza tu relación con la fotografía? Andrés Sierra: A la edad de 17 años, hice un paseo con un amigo con el que solía salir a caminar cada ocho días y, por accidente, decidimos que queríamos llevar una cámara. Le pedimos la cámara prestada a alguien, una Instamatic. Y yo, de casualidad, fui el encargado de tomar las fotografías. Cuando llegamos del viaje, mi abuelo, que era fotógrafo aficionado y cineasta, vio las fotografías del paseo y le dijo a mi padre que me regalara una cámara porque, a criterio de él, yo tenía talento para la fotografía, y así comencé. Me regalaron una cámara Pentax K1000. Mi padre, que también era fotógrafo aficionado, me hizo un curso de inducción muy básica en la casa, explicándome como funcionaba el exposímetro. Empecé a fotografiar y a los seis meses me gané el primer puesto del Salón Colombiano de Fotografía. De ahí en adelante comencé vinculándome con el Club Fotográfico de Medellín, donde me incitaron a fotografiar en blanco y negro. Tuve como maestro a Alberto Montoya en la Academia Yuruparí, él me enseñó el proceso de revelado a nivel técnico. Fotografié retratos, paisajes, desnudos… en realidad, de todo un poco. Esto me tomó aproximadamente quince años, hasta que di un salto en términos de madurez en mi fotografía y comencé a trabajar en series más puntuales; la primera fue con Karmasutra.

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MP: Háblame un poco sobre cómo surge esta serie. AS: Nace de una fantasía que tuve a nivel visual. Un día estaba sentado en un bosque y comencé a visualizar una imagen que aparentemente era perturbadora pero a la vez bellísima. Era un personaje discapacitado que estaba teniendo sexo oral con una mujer. Yo nunca bloqueó mis fantasías, ni mis perversiones, ni mis pensamientos. No los cuestiono, ni los evalúo, sino que los dejo fluir. A los ocho días, ya estaba haciendo la misma fotografía tal como la había visualizado y de ese modo comencé. Quise trabajar con una sola modelo y con personas discapacitadas. Todos los modelos son personas que viven en la calle. Alquilé unas pensiones muy rudimentarias en el centro de Medellín con el fin de que los modelos se sintieran en su territorio y comencé el proyecto de esa forma. Fue un proceso

de búsqueda de modelos, de acercarme a ellos, convencerlos de que quería fotografiarlos. Es difícil porque, cuando una persona tiene una discapacidad o una malformación, es un tema que puede ser complejo y perturbador, por lo que encontrar a alguien que se deje hacer un retrato de lo que lo atormenta y lo acompleja en su vida no es fácil. Por eso, hay que tener mucho tacto y, sobre todo, ganas de hacer el proyecto. Una vez que accedían a que se les hiciera el retrato, les decía que era un retrato desnudo y luego, después de entrar en esa segunda faceta, que era la más complicada, les decía que debían estar teniendo una relación sexual con una mujer también desnuda. Y la verdad es que no fue tan complicado como podía parecer. Todos los modelos aceptaron, excepto uno que tuvo temor e inseguridad. Finalmente se hicieron unas 50 fotografías análogas, en las que yo mismo hago todo el proceso también de laboratorio.

MP: ¿Cómo se establecen esas relaciones con los modelos? ¿Qué ocurre con ellos en el proceso? AS: La gente de la calle usualmente no tiene los mismos prejuicios con respecto a la desnudez que los que no vivimos ahí. El primer paso fue explicarle muy bien a la modelo quiénes eran los personajes. Había que hablarle de la tolerancia que debía tener, pues en muchos casos las condiciones de higiene eran un poco deplorables, por lo que no era fácil para una persona estar en contacto con ellos físicamente. Es un proceso lento, en el que les tuve que explicar muy bien lo que necesitaba capturar en mi fotografía. Escogía la locación, las condiciones de luz exactas y comenzaba con una idea predeterminada a trabajar sobre las posiciones y actitudes. Mientras, la fotografía iba evolucionando y la tranquilidad de todos era cada vez mayor. La mayoría de modelos manifestaron, al terminar las fotografías, que había sido una experiencia de vida casi catártica, de una exposición a ciertos complejos corporales que tenían y que se habían sentido supremamente bien y respetuosamente tratados. Entonces, al final, terminó siendo una experiencia de mutua satisfacción.

La intimidad de la fotografía es bastante importante, yo siempre trabajo solo, no trabajo con asistente, ni nadie que me acompañe en las fotografías. Vale la pena aclarar que la única persona que me ha ayudado desde siempre, especialmente en la consecución de modelos, es Papá Giovanni, un gran amigo nacido en la calle, criado por prostitutas, que pasó por la cárcel, pero finalmente se recuperó y ahora tiene una fundación que ayuda a otros indigentes. Es mano derecha del director de cine colombiano Víctor Gaviria y él mismo acaba de lanzar su primera película. Su colaboración ha sido fundamental desde hace quince años.

En el Recinto, que es un tipo de pensión de mala muerte, estamos los modelos y yo, lo que ayuda mucho a la intimidad. Esto no es un trabajo en el que quiero hacer un comentario acerca de la sexualidad de la gente discapacitada. Tampoco es un trabajo documental. Por el contrario, es una puesta en escena donde el aspecto documental no es importante, se trata más bien de una abstracción de un aspecto de la vida de estas personas.

MP: ¿Existe algún detonante, referentes teóricos, visuales, cinematográficos que hayan influenciado a esta imagen preconcebida para desarrollar la serie? Pienso en Hans Bellmer, Roger Ballen, Joel Peter Witkin. Pero, también, en una aproximación que ha sido connatural con el desarrollo de la fotografía y es su fascinación con lo abyecto, lo repulsivo y lo que nos conmociona de alguna manera. AS: Evidentemente los referentes siempre existen, desde el momento en que uno nace. Mi forma de crear es mi interior, por ponerlo de alguna manera. Yo soy partidario de pensar que toda la educación que uno tiene, los traumas, la cultura, la experiencia a nivel educativo influencian

la manera en la que uno piensa, lo que uno es. Las películas que uno ve, lo que lee, sus amigos, todo eso va nutriendo el banco interior de información. Para mis creaciones, parto de ahí, no trato de buscar referentes, qué han hecho con respecto a esto o aquello, no trato de buscar en libros si el trabajo ya se hizo o no. No caigo en esa trampa. Yo pienso que probablemente ya todo está hecho. Particularmente con el karmasutra no he visto referentes parecidos. Siempre dejo que las fantasías que todos tenemos surjan, maduren y cojan fuerza y forma. Eso si, tanto Joel Peter Witkin como Roger Ballen son maestros de la fotografía que conozco y admiro. Tuve la oportunidad de exponer junto a Ballen para Fotográfica Bogotá en 2015 en la Galería Garcés Velásquez. Y también he escuchado con atención las conferencias que dictó Witkin en Bogotá, en las oportunidades en las que ha venido, como también he disfrutado las exposiciones que montó. A ninguno de los dos los conozco personalmente, pero estoy seguro de que podríamos ser buenos amigos. Usualmente, la gente señala a Joel Peter Witkin como un obvio referente de mi trabajo, en la medida en que él se ha compenetrado en su trabajo con gente malformada, muertos y transgéneros. Además, hay algo a nivel estético que nos une. Debe haber fotógrafos que trabajen con personajes que tengan algún tipo de mutilaciones y malformaciones físicas, pero la verdad no lo sé, pues no miro libros desgraciadamente. No es que me sienta orgulloso de eso, sino que no soy capaz de leer, nunca he leído absolutamente nada, y soy muy poco aficionado al computador y al internet. Yo soy un personaje que no ve televisión desde hace diez años, no se nada de la actualidad. A duras penas se quién es el presidente. Soy un defensor, como te digo, de los resultados, de todo ese banco de información que hay en nuestro interior. Esa es mi forma de crear. Por otro lado, soy enemigo del raciocinio, soy puramente intuitivo, espontáneo, casi como un animal. Le hago caso a mis fantasías. No me gusta buscar reflexiones teóricas que expliquen mi trabajo. Eso no me interesa en lo absoluto, no es mi modus operandi.

MP: ¿En qué proyectos estás trabajando actualmente o piensas desarrollar a futuro? AS: Después del Karmasutra, que fue un trabajo de hace aproximadamente doce años, hice una serie de treinta fotografías llamada Retratos de los más afortunados. Luego, hice una serie llamada Perras en calor y luego una que se llamó Atempo. Ahora estoy haciendo una serie sobre los modelos web cam, trípticos de 3 metros de largo y algunos de 2 metros. Desde hace algún tiempo he estado experimentando con la técnica del colodión húmedo, que es una técnica de 1850 bastante interesante. Comencé una serie que se llama Imperfecciones Técnicas, en donde me salgo un poco del puritanismo estético que siempre he tenido, intervengo las fotografías con nitrato de plata y genero algunas aberraciones técnicas. El nombre de Imperfecciones Técnicas obedece más a la imperfección del contenido de la imagen, pero es un juego de palabras, porque la fotografía técnicamente tiene imperfecciones con respecto a las normativas puritanas del blanco y negro. Estas obras cambian con el tiempo debido a la reacción del nitrato de plata con el ambiente. Yo las llamo obras vivas, pues muy lentamente van cambiando, van transformando. Todas mis series han sido desarrolladas analógicamente. Yo trabajo con película blanco y negro y hago todo el proceso de revelado y ampliación en mi laboratorio.

MP: ¿Sigues en contacto con los modelos de Karmasutra? ¿Cómo transcurre la vida de ellos? AS: La mayoría de mis modelos ya están muertos pues son personas que viven en condiciones bastante adversas. Cuando los nuevos modelos llegan a mi casa y ven las fotos de mis series anteriores, siempre hay comentarios como: ”a este lo picaron, a este otro lo tiraron al Río Medellín, este

murió de tuberculosis, aquel lo atropelló un carro.” Todas son historias muy impactantes. Con algunos de ellos sigo teniendo contacto y suelo repetir algunos modelos en mis proyectos porque a todos los modelos a los que les propongo ser fotografiados en mi casa, todos, sin excepción alguna, piensan que los van a matar. Es un fenómeno increíble. Yo lo entiendo, es como que te digan que alguien te quiere fotografiar y tienes que subirte a un carro y que te lleven a la montaña, porque yo vivo en la montaña a las afueras de Medellín. La inseguridad o el pensamiento de que les van a hacer es algo evidente. Mucho más con los indigentes, que son tan maltratados. El indigente siempre es abusado por los policías y por la gente en general. Uno suele tenerle miedo, pero los indigentes son personas demasiado frágiles, ellos son los verdaderos yoguis de la humanidad que viven en el presente. Realmente, son budistas puros.

Traté siempre de trabajar con una sola mujer durante el proceso de Karmasutra, pero tuve que cambiarla por temas de seguridad, pues ella estaba siendo perseguida por paramilitares y la iban a matar. Un día, me dijo muy honestamente que yo estaba corriendo peligro juntándome con ella. Ella tenía que salir de la ciudad muy pronto y, antes de que se fuera, alcanzamos a hacer algunas fotografías medio clandestinas. Cambié la modelo y, con la que terminé el proyecto, nos volvimos amigos y desde entonces me ha ayudado con algunas series y a hacer nuevas fotografías. Muchas veces ocurre que trabajas con una persona que te fascina y al otro día lo tratas de ubicar nuevamente y ya es imposible de encontrar. Trabajar con personas de la calle es una cosa muy complicada. Uno no puede ponerse una cita con un indigente para una foto otro día. Es un proceso de búsqueda y toma inmediata.

MP: ¿De dónde proviene ese gusto por el peligro? AS: Yo creo en las vidas pasadas… Sin duda, fui indigente. Fui reciclador y chatarrero. Yo siento una fascinación increíble por ese tipo de atmósferas, me siento en confianza y tranquilidad con los indigentes. No es fácil para la gente entender que yo traiga a mi casa un carro con doce personas que son recogidas directamente de la calle, sin bañarse, drogados, gente que yo no conozco ni me conocen, a excepción de que repita algún modelo. Que entren a mi territorio, donde vivo, donde me baño, donde habito. El robo nunca ha existido, nunca se ha perdido absolutamente nada en mi casa, no he vivido situaciones de peligro con ellos. En general, son personajes encantadores, pero a veces es complicado conservar la concentración. Hay mucha adrenalina para que la concentración se mantenga, por tratar de darle cuerpo a un pensamiento, una fantasía. Algunos modelos han llegado agresivos y desconfiados, pero la energía se controla y cuando entras en un estado donde la energía es positiva, eso se transmite y ellos la absorben… Yo también.

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