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Álbumes

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San La Muerte

San La Muerte

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Texto PAZ ENCINA

En algún momento, el álbum familiar donde estaban mis fotos de infancia se perdió. Siempre supuse que una de mis hermanas se quedó con él, pero ella lo niega a muerte hasta el día de hoy. Recuerdo bien que era un álbum marrón, de cuero, y estaban en él hasta las cartas que los reyes magos nos dejaban junto a nuestros zapatos.

Durante un tiempo, fui yo quien custodió ese álbum. En mis años de estudio de cinematografía, fui su dueña. Custodiaba esas fotos a sabiendas de mis otros cuatro hermanos. A ellos no les importaba mucho, pero para mí, era “la infancia, nuestra infancia”. Cuando desapareció, sentí, quizá de forma un poco dramática, que parte de mi vida había desaparecido con él, y que mi intención de hacer algún trabajo videográfico de autorretrato de infancia había quedado truncado. Ahora, que vuelvo a pensar en esto, veo que no fue un poco dramático, fue muy dramático este sentir, que ocurrió alrededor del año 2004, cuando con mucho más dramatismo todavía, pensé: esto siempre pasa en todas las familias, siempre alguien se queda con todas las fotos y además, niega.

Pasó el tiempo. Hice otras cosas, hasta que en el año 2010, decidí sin saber muy bien, volver a ver mi infancia. Decidí estudiar “El archivo del terror”.

Paraguay, soportó una dictadura muy larga. Entre los años 1954 y 1989, el Gral. de Ejército Don Alfredo Stroessner presidió esta dictadura, que terminó con un golpe de estado, realizado por su consuegro, el entonces Gral. de Caballería Don Andrés Rodríguez, quien llamó a elecciones democráticas a días del golpe en aquel 1989. Yo tenía 18 años y había pasado toda mi infancia y adolescencia en dictadura como hija de un opositor dos veces exiliado y varias veces preso. Las siguientes elecciones presidenciales fueron en el año 1993. Meses antes de estas elecciones, se encontraron “sorpresivamente tirados” en una comisaría, documentos de la dictadura efectuados por la policía. Ean archivos policiales, no militares. Esto causó una conmoción en todo el país y, a partir de ese momento, esas imágenes empezaron a ser nuestras. Miles de rostros de opositores fichados, cédulas de identidad de desaparecidos, folios de entradas y salidas, fotografías… cientas… miles… millones…

Comienzo a estudiar el Archivo del Terror desde las fichas efectuadas por la policía. Eran fichas con un formato ya elaborado, donde la policía debía de dar cuenta las características del oprimido: color de ojos, tamaño de pómulos, forma de las dejas, boca, y tenía demás a lado superior derecho una foto tamaño carnet. Comienzo a ver los rostros de hombres, mujeres y a veces hasta niños y niñas que habían sido reprimidos. Reconozco en ellas a mis profesores de facultad, a desaparecidos, a familiares. Esas fotografías eran perfectas. ¿Quién tomó estas fotografías? Fue lo primero que me vino a la mente. Eran fotografías bien tomadas. Sentí que tenían el oficio de alguien que se dedicaba a eso; el blanco y negro estaba bien, era un buen encuadre y una buena copia. Penso que, además, en la época del analógico esto debería de necesitar cierta urgencia, habrían sido tomadas, reveladas y copiadas en horas. Sigo mirando y mientras encuentro al cotidiano del opositor de aquel tiempo: fotos de velorios, marchas, fronteras y aeropuertos eran los escenarios más comunes; todas, desde un punto de vista vil, cobarde, escondido. Sigo mirando, sigo estudiando y comienzo a ver que las fotografías cambian de tono, comienzo a ver que las fotografías tienen intimidad y empiezo a entender que la delación no solamente tenía el

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