PROPUESTA DE UNA POLÍTICA PÚBLICA DE RUMBA EN BOGOTÁ
ANTECEDENTES A pesar de ser una industria importante para las grandes ciudades y de la gran cantidad de personas que se emplean en este sector, la rumba sigue siendo estigmatizada y generalmente asociada a problemas de seguridad, consumos excesivo de alcohol, riñas y por supuesto, problemas de convivencia. Hasta ahora el análisis de ha sido muy segmentado y simplificado, concentrado toda la atención en los problemas que esta industria genera. Con la propuesta de una política pública de la rumba, no se busca defender a este sector de la economía o negar los problemas que genera, se busca añadir más variables a una análisis que estamos en mora de hacer si queremos solucionar los problemas que produce. PROBLEMÁTICA A RESOLVER La rumba se asocia con consumo indiscriminado de alcohol, con venta de licor a menores y con inseguridad, buscando resolver esos problemas se han propuesto soluciones restrictivas como la reducción del horario de funcionamiento de los establecimientos de venta y consumo de licor (sin hacer diferencias entre ellos), la restricción de la circulación de los menores de edad (llamados por algunos toques de queda para menores), la restricción de la venta de licor en licoreras hasta las 11:00 p.m. entre otras.
Esa creciente restricción a la actividad de la rumba en Bogotá, especialmente al horario, está generando problemas de seguridad y convivencia que como autoridades debemos reconocer y afrontar. El primero es el incremento de sitios clandestinos, ilegales o los famosos amanecederos. Estos lugares, además de romper la norma de horario, no brindan las condiciones de seguridad a los clientes y generalmente están asociados a otros delitos como venta de droga, bandas de escopolamina, licor adulterado, entre otras cosas. El segundo es la congestión y el riesgo que genera la salida masiva de personas a las 3:00 a.m. actualmente, más de 15.000 personas salen de los establecimientos de la zona rosa, a buscar un taxi, a buscar un amanecedero o a quedarse en la calle esperando que amanezca, estas personas salen en estado de embriaguez, razón por la cual pueden ser víctimas fáciles de robos o atracos. Adicionalmente, los taxis no pueden dar abasto y tratan de hacer rapidamente los recorridos, incrementando los riesgos de accidentes. Por más presencia policial que tengamos, no serán suficientes para cubrir esta cantidad de personas.
PROPUESTA DE UNA POLÍTICA PÚBLICA DE LA RUMBA
Para establecer una política pública es necesario conocer bien la problemática asociada, sin generalizaciones y con mayor complejización, por ejemplo, si se asume que la rumba genera problemas de seguridad, es necesario analizar que tipo de problemas genera, es decir, desagregar el concepto seguridad en sus diferentes variables y establecer cuales de ellas se afectan con la rumba, especialmente con el horario de la rumba.
La seguridad en Bogotá se mide a partir de 10 tipos de delitos: Homicidio, homicidio en accidente de tránsito, Lesiones comunes, lesiones en accidentes de tránsito, Hurto a vehículos, hurto a motos, hurto a bancos, hurto a residencias, hurto a personas y hurto a comercio. Es de esperar que algunos de ellos no se vean afectados en ninguna medida por la rumba, como es el caso del hurto
a residencias o el hurto a bancos, a menos que se establezcan causas más complejas como que los bancos los roban en la noche o que la gente sale a rumbear y deja las casas solas.
Por eso es primordial que se dejen de utilizar lugares comunes como que al aumentar el horario de la rumba se aumenta la inseguridad y se amplíe el análisis. El otro aspecto necesario para establecer una política pública de la rumba es verificar si aumentar el horario genera un incremento en el consumo de licor. En este caso lo primero que se debe establecer es que hay diferentes establecimientos de venta de licor y no todos son sitios de rumba, por ejemplo, los supermercados, las tiendas de barrios, las cigarrerias, las licoreras y hasta las estaciones de gasolina, venden licor, en principio no lo deben vender para consumo en el lugar sino para llevar pero muchos de ellos no lo hacen, pero por definición estos sitios no se consideran sitios de rumba, si descartamos estos lugares sólo nos quedan los restaurantes, los bares y las discotecas, el primero no se considera un sitio de rumba puesto que el licor sólo sirve de acompañamiento de la actividad principal que es la comida, así que sitios de rumba como tal solamente nos quedan los bares y las discotecas.
Analizando el tipo de consumo y la cantidad consumida se puede verificar que la mayor cantidad de licor no se vende en los sitios de rumba, puesto que son sitios más costosos y con mayores restricciones para la venta, especialmente para los menores de edad, mientras que las tiendas, supermercados, etc. son los responsables de la mayoría de las ventas, esto valdría la pena verificarlo con cifras de empresas como Bavaria y las licoreras departamentales, así como importadoras como Diagio, pero en general es cierto.
Si son los sitios que no son de rumba los que más licor venden, por qué se le atribuye a la rumba el incremento en el consumo de licor, no será necesario analizar otros factores en este tema. Sería necesario analizar por ejemplo, por qué no existen en Colombia las licencias de licor, es decir, permisos que autorizan la venta de licor y que establecen seguros de responsabilidad civil en caso de daños a terceros. También sería importante preguntarse por qué los impuestos al licor en el país no le cobran más a los tragos con mayores grados de alcohol, de forma que se promueva el consumo de los licores suaves y por el contrario los licores importados gozan de bajos aranceles (supuestamente para evitar el contrabando) En resumen, la problemática del consumo excesivo de alcohol es mucho más compleja que el horario de la rumba, incluye temas de salud pública que es necesario tratar.
Teniendo el panorama más completo se pueden proponer medidas de corto, mediano y largo plazo que permitan resolver las problemáticas asociadas a la rumba y el licor, por ejemplo: En el corto plazo se puede pensar en el sistema de certificaciones que ha venido funcionando en Medellín y que premia los valores agregados que un establecimiento le da a la ciudad, por ejemplo, sistemas de emergencia (salidas, señalización, personal preparado para atender primeros auxilios), instalaciones adecuadas (baños suficientes, espacio para salidas, no ocupación del espacio público), seguridad para sus clientes (convenios con taxis seguros, personal de logística entrenado y que sepa manejar riñas, cámaras), campañas de consumo responsable (apoyar las campañas del Distrito, crear campañas propias, dar capacitación al personal del bar y a los meseros para identificar señales de intoxicación) Estos ítems le otorgarían un puntaje y de acuerdo al mismo se puede permitir que funcionen una hora más o dos o más. La certificación no la daría ninguna entidad del Distrito, en el caso de Medellín lo hace el Icontec y eso garantizaría su objetividad y es muy probable que no distorsione el mercado porque precisamente lo que están ofreciendo es mayor calidad y eso siempre tiene unas ventajas (los amanecederos cobran más pero no garantizan nada). Nuevamente volviendo a los ejemplos internacionales, en Estados Unidos las
licencias de licor son más costosas a medida que se busca vender durante más tiempo, por ejemplo, las licoreras tienen licencias más económicas que los bares pero sólo pueden funcionar hasta las 12 p.m. los bares pueden funcionar más tiempo pero deben pagar más y una discoteca tiene la licencia más cara de todas y funciona hasta la mañana siguiente, eso no significa distorsionar el mercado sino segmentarlo.
En el mediano plazo es necesario pensar en las licencias de funcionamiento para los establecimientos que venden licor, no es posible que seamos de los pocos países en el mundo que permitan que abrir una licorera, un bar o una discoteca sea tan fácil como abrir una papelería o una tienda de barrio, claramente un establecimiento de este tipo está generando unas externalidades negativas, dichas externalidades deben ser cubiertas por un seguro (similar al SOAT que pagan los automóviles) que cubra esos posibles riesgos. Las licencias son una manera de controlar los problemas generados por el consumo de licor y reducir el número de negocios irresponsables que aumentan sus ganancias a costa de venderle licor a menores, venderle a conductores o incluso vender licor adulterado.
En el largo plazo se puede pensar en medidas que incluyan impuestos especiales para los establecimientos que vendan licor cuya destinación sea el pago de una policía especial dedicada al tema, de esa manera no ocupamos a los policías regulares en este tipo de problemáticas y los mismos sitios pagan los efectos negativos que generan. También se debe pensar en campañas masivas de reducción del consumo del licor, campañas que logren cambios de hábitos similares a los que se lograron con el cigarrillo y de esta manera cambiar la cultura actual que premia al bebedor y lo hace ver como un superheroe (incluso hay publicidad que muestra el alcohol como el premio al trabajo). Los problemas en el consumo del alcohol no se reducen al horario de la rumba sino a una cultura permisiva en la cual los padres les "enseñan" a tomar a sus hijos desde los 12 o 13 años y se festeja su primera borrachera, así que dichas campañas son indispensables.
Todos estos aspectos merecen un debate amplío que ponga a pensar al país y de eso se trata esta propuesta, de generar una sana polémica que permita en el mediano plazo encontrar soluciones consensuadas a un tema común y que de una u otra manera nos afecta a todos y a todas.