El Genial Otilio Galíndez

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El genial Otilio Galindez Primera edición ISBN: Ya201900008 ® Copyright by Belky Montilla Escalona 2020

Créditos: Concepto de Portada y contraportada: Francisco Nieto Fotos: Fernando Duque Riera, Darwin Anselmi y José Franco Pintura de Otilio Galíndez óleo sobre lienzo: Edgar Cipullo 2020


Agradecimientos A Dios Todopoderoso, amigo fiel que siempre me acompaña A mi Yaritagua querida y Santa Lucía A mis hijos, hermanos, sobrinos y nietos. Dios me los bendiga A mis amigos y coterráneos A Sergio Galíndez, quien me orientó pacientemente desde la distancia. Dios te bendiga A mis informantes favoritos: Víctor Suárez, Honorio Fernández Medina, Pancho Torres (+) y a todos y cada uno de aquellos que cada día me dan ánimo para continuar. Dios se los pague

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INDICE

Otilio Galíndez es un genio de la música

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El éxodo. Momentos tristes e inseguros

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El Servicio Obligatorio le hizo hombre

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La Universidad Central de Venezuela le cobija y una nueva historia comienza para el autor

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El encuentro de Otilio Galíndez y Rafael Montaño

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Otilio entra al Orfeón Universitario

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Otilio no se consideraba un músico de formación académica

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Otilio Galindez se va a Maracay

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La poesía y la música llegan solas a su pensamiento

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Otilio le canta al campo venezolano

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Todos los temas de Otilio Galindez tienen una historia, un cuento.

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Las canciones de Otilio se escuchan en las voces de artistas de fama

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Otilio le canta a la naturaleza, al paisaje

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Otilio le canta a la Navidad

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Felícita su gran amor

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Aunado a la música también fue corrector de textos

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La trayectoria de Otilio Galindez es reconocida en su país

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El encuentro de dos grandes Maestros

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Ha muerto Otilio. Viva Otilio

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El legado de Otilio Galíndez vivirá por siempre

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Presentación Estar en contacto con esta obra me hizo evocar gratos recuerdos, atesorados en mi corazón y rememorar aquellos momentos vividos y disfrutados junto a ese ser especial. Recordar a Otilio Galíndez es conectarse con la alegría, la bohemia, la amistad, la humildad, la conversación jocosa, la sencillez y la cotidianidad de la vida; inspiración de sus canciones. Sus “Pueblos Tristes” traen a nuestra memoria al pueblo de Ortiz; el de “Casas Muerta” de Miguel Otero Silva. Particularmente yo, asociaba esta melodía con las Ruinas de Las Carrascosa, vieja edificación erigida en Yaritagua, con esta estrofa “…y esa luna que amanece alumbrando pueblos tristes, que de historia, que de penas, que de lágrimas me dice...” Así como también de Amores que partieron con su “… Caramba mi amor Caramba lo bello que hubiera sido…”. La alegría de la Navidad con su “Luna Decembrina” y así tantas otras de sus canciones que plasman el sentir del venezolano. Mi encuentro con este personaje de la canta venezolana se dio cuando asistimos a una fiesta en la hacienda El Parral en San Antonio de Los Altos, estado Miranda, allá en la década de los 70, momentos cuando llegara un grupo de amigos de los anfitriones que pertenecían al Orfeón Universitario de la UCV y entre ellos se encontraba Otilio y cuando me lo presentaron le dije: -Mucho gusto, soy Milagros Brandy- le contesté, sin pensar ni un instante, lo que significaba para él. ¿Y de dónde eres muchachita?, con ese apellido, aroma de alegría y fiesta, me preguntó de manera interesada. Le contesté: -De Yaritagua señor Otilio, un pueblo cercano a Barquisimeto. -Caramba, yo también soy de Yaritagua, me señaló con asombro y de inmediato me tomó de la mano y me presentó al grupo como su paisana, acción que causó entusiasmo entre ellos y hasta aplausos nos brindaron, acompañados de Vivas a Yaritagua. Conversamos por largo rato, contándome cosas de su vida en Yaritagua, 5


de sus paseos por el río, cañamelares, maizales y de aquellos, cuando acompañado de su papá venían al pueblo a vender frutos del campo que los arriaban de aquellos cerros de Guaremal a la Calle Comercio al negocio de Jesús Alvarado, a quien se los vendían. -¡Qué casualidad!- Le comenté que yo era casada con Jesús María y me dijo: -Lo conozco. Cuando vaya a Yaritagua, les visito en su negocio, enfatizó. Así fue, al poco tiempo vino, visitó y saludó a Don Jesús y comentó que quería encontrarse con Jesús María, su hijo. Desde allí comenzó nuestra amistad andariega, ya que los encuentros se daban en cualquier lugar, en la plaza, en las esquinas, en un parque, en casa de buenos amigos. Muchas veces cuando le hacían alguna atención en Yaritagua nos invitaba. Recuerdo una muy agradable, aquella suscitada en la casa de Luiche Varela y su esposa Carmen Crespo de Varela, velada caracterizada por su alegría y derroche de amistad. Los 13 de diciembre que era su cumpleaños, los celebraba en su pueblo natal y después de los actos de la plaza Bolívar, el profesor Miguel Rojas Bartolomé lo invitaba a su granja La Morochera, ubicada al pie del cerro La Matica. Otilio decía siempre que el Día de Santa Lucía era la primera celebración de su cumpleaños y luego terminaba de disfrutar su onomástico en casa de sus paisanos, pero el más significativo fue el del año 2000, en su cumpleaños número 70, cuando el Maestro Alirio Díaz le brindó un espectacular recital, realizado en la Casa de la Cultura que desbordó este recinto, culminando la celebración en casa de su recordado amigo Don Jesús Alvarado (+) cuando compartió un buen rato con la familia. Por ello, les agradezco a Dios y a mi amiga de siempre Dra. Belky Montilla al permitirme escribir estas líneas en honor a nuestra amistad con el Maestro Otilio Galíndez. Milagros Brandy de Alvarado 6


Introducción Esta obra está dedicada a un ilustre cantautor venezolano, excelente poeta, nacido en Yaritagua, Otilio Galindez, quien desde pequeño mostrara ese don especial para combinar música y letra de manera magistral, gracias al estímulo de su madre Doña Felícita Gutiérrez, lo que le permitió convertirse en un genio a la hora de componer ese valioso y fructífero trabajo, legado para el mundo, en especial para los venezolanos. Breve fue su estadía en el pueblo que le vio nacer, Yaritagua, pero que dejó en él una inmensa huella que afloraba en su ser cada vez que tomaba el cuatro para componer aquellos versos que brotaban como agua del río, con la espiritualidad de la vegetación y contacto con los animales, con el ambiente campesino, con la cotidianidad de aquellos años vividos en la inmensidad del campo, de la ruralidad que caracterizó a la Venezuela de ayer. Siempre sintió nostalgia para volver a reencontrarse con sus orígenes. Siempre que nos veíamos me decía, -“…Belky consígame una casita allá en Yaritagua para guindar mi chinchorro y si Dios así lo quiere, quedarme quieto hasta morir allí”, sueño que no llegó a concretarse por múltiples causas que no vienen al caso discutir. Pero aquí en este plano tierra quedó su obra, su extenso y valioso trabajo musical que nos hace sentirnos orgullosos de ser su paisano y divulgar su vida para que no quede en el olvido: Otilio siempre Otilio La Autora

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Otilio Galíndez es un genio de la música Hay personas que vienen al mundo terrenal con dotes especiales, con dones que sobresalen a los demás, uno de ellos es Otilio Galíndez, quien fue un genio, así lo afirman con justicia algunos investigadores que han indagado y evaluado su fructífera obra, porque solo siendo un genio es como este cantautor pudo expresar su extenso y valioso trabajo musical, que además, es poesía pura con un gran contenido literario, mostrado con una candidez y una sensibilidad particular que lo distingue de otros seres, dedicados al mismo oficio o profesión. Su obra, es considerada una pieza trascendental dentro de la música popular venezolana, debido a su sencillez poética, esgrimida para describir la cotidianidad, los aconteceres diarios que para muchos pasan desapercibidos, como también porque, a través de sus composiciones se conoce en forma musical, la geografía nacional. De ellas emergen colores y sabores del pueblo venezolano que es rico en costumbres y tradiciones, celebradas durante todo el año. Según el guitarrista Eladio Mujica (2009), el Maestro Galíndez, fue creado por Dios con un don especial y afirmó “No sé por qué los científicos están empeñados en seguir buscando a los extraterrestres fuera de la tierra, cuando los tenemos aquí con nosotros. Él es uno de ellos, por ser un hombre extraordinario, como traído de otro mundo”, especificó. 8


Otros autores señalan de igual forma, que está considerado como un compositor intuitivo, cuestión que le permite fluidez en su música, tal como lo decía Jesús Soto (2001) “Otilio está a la altura de otros compositores elegidos como Guti Cárdenas, Atahualpa Yupanqui, Violeta Parra, entre otros”. Asimismo, Cecilia Tood señaló que él supo conjugar sencillez con profundidad, cosa muy difícil de lograr: “Decir mucho en pocas palabras es de genios. Igual pasa con su música, es como sentirse, libres, y mirar esas montañas”. Además agregó, “su música, es de una belleza y poesía fuera de serie”. En este mismo sentido, Hugo Álvarez Pífano (2009) escribió que Galíndez fue el creador de una música fina, que juega con el secreto de la palabra y la energía envolvente de los ritmos, igualmente, sus piezas tienen casi siempre una sutil intención social y enfatiza que, Otilio es el poeta que clama por quienes están tristes, por los niños indefensos y por los pobres. De la misma manera, María José (2012) señaló que en su música se conjuga lo hermoso y sencillo de nuestro pueblo y nuestra tierra; el amor, la alegría de la navidad, la lluvia, el río crecido, el rayito de sol colándose entre las ramas de un árbol frondoso y sobre todo, los pequeños milagros que a cada rato suceden, pero que solo, un hombre como él, con su alma sensible y amorosa podía valorar y hacerla canción. 9


También Pedro Ruíz (1996) indicó, que este autor es un baquiano de su país, pues “en su canto se descubre la eternidad de la hoja cuando muda la piel”, además precisó que su ropaje es el de una persona que ha tenido que regresar del abismo para seguir teniendo como destinatario la inocencia de esos parajes lejanos que le ha correspondido visitar. Gracias a esas cualidades, su exquisita y prolífera música ha sido objeto de arreglos para coro, voz, piano, guitarra y orquesta, lo cual es un logro, no solo para su satisfacción personal sino para el universo musical venezolano, con el cual, ha traspasado las fronteras, pues sus canciones han sido interpretadas por cantantes nacionales e internacionales en todo el mundo. Realmente, este compositor es un ser único que ha podido crear diversos géneros musicales como el vals, la canción de cuna, la danza, la tonada, el merengue, el joropo, el danzón, aguinaldos y parrandas, entre los cuales se enfatiza una fuerte inclinación por la Navidad, quizás por ser el mes de su nacimiento o más bien, en recuerdo de aquellas fiestas Decembrinas cuando era niño en Yaritagua. Pueblo, al cual siempre vio lleno de luz y de encanto, con sus casas viejas que huelen a tierra, con su iglesia antigua con olor a incienso; oyendo sus campanas desde lo lejos; su plaza, con sus imponentes maporas o chaguaramos como los llaman en otros lugares; sitio que siempre visitaba cuando niño, junto a su familia, los domingos y días de fiestas. 10


Yaritagua es una localidad que guarda sus tradiciones religiosas como la celebración de alegres navidades con sus grandes pesebres donde abundan las ovejas, los pastores, los lagos de espejos, San José y la Virgen, la mula y el buey, figuras que se encontraban entre muchas casitas, elaboradas en cartón y el compartir de ricas y variadas recetas, como la confección de hallacas, la chicha, los dulces de lechosa, cabello de ángel, entre otros. Asimismo,

durante

estas

festividades

se

cantaban

hermosos

aguinaldos y parrandas en las visitas a los hogares que mantenían esas costumbres y al terminar éstas, venía el Bautizo del Niño Jesús, celebrado en enero como una prolongación de la Navidad. En esos momentos se reunían nuevamente, se compartían obsequios y se hacían compadres y comadres de deditos para toda la vida. Eran fiestas de recogimiento familiar. Pero también, este municipio Peña está lleno de cuentos y leyendas como los muertos, duendes, ánimas: -“Fantasmas de sombra y luna, espantos y aparecidos”, como el de la carreta coja que salía en las noches oscuras, el de las ánimas que rezan el rosario por las calles de tierra y caminos polvorientos; el hachador que se escuchaba en el cerro La Matica o en La Tiama; la Llorona, que se le aparecía a los borrachos y parranderos, los hombrecillos de sombrero grande y ropa de alegres colores que espantaban cerca de los ojos de agua y cañadas, entre muchas otras más. Ese es el pueblo que le vio nacer, un 13 de diciembre de 1935, Día de 11


Santa Lucía, excelsa patrona de Yaritagua desde la época colonial. La virgen de los ojos bellos, a quien aprendió a querer desde niño y a la que nunca olvidó, a pesar de estar muy lejos. Siempre en esa fecha retornaba a buscar en su terruño, su esencia, sus orígenes, a reencontrarse con su ombligo enterrado. Otilio señalaba: -“No fue nada fácil haber nacido ese día porque mi patrona se llevaba todos los honores, a ella le dedicaban misas, repiques de campana, fuegos artificiales, serenatas y mi torta pasaba a un segundo plano, hasta que fui mayor de edad y viví en otros lugares”. Pero ella, seguía plantada en su corazón, a quien siempre le rogaba cuando emergía una necesidad: -¡Santa Lucía Bendita alúmbrame el camino! -¡Virgen Santa Lucía guíame por la senda correcta!...” A través de sus anécdotas se sabe que siempre sintió nostalgia por aquellos momentos vividos, allá en San José, zona ubicada al norte de su pueblo; barriada humilde con pocas casas que se encontraban dispersas, pero que poseían grandes solares, llenos de árboles frutales y animales domésticos donde llegaban los pájaros a libar el néctar de las flores o las mariposas de múltiples colores que se posaban en los troncos o en las paredes de adobe y que a él tanto le atraían, así como el correr desgaritado de las iguanas, a las cuales perseguía y algunas veces, le tiró piedras para 12


espantarlas. Por esas destartaladas calles pasaban los burros que bajaban su rica y especial carga, de caraota, maíz, auyamas, yuca y otros rubros que descendían de aquellos cerros, rosados, morados y zafiros, llamados Guaremal, tal como los describiera otro yaritagüeño, Rafael Clemente Arráiz, (1984), quien de manera casual, también trabajara en la Universidad Central de Venezuela -UCV-, pero como rector de esta ilustre casa de estudios. De ese lugar provenían sus padres y abuelos, caracterizado por su clima agradable y fresco, debido a los grandes árboles que se entrecruzan y dan tanta sombra que siempre parece que es de noche o de madrugada fría, tal como lo escribiera en su canción, “El Niño y la Sombra”: La sombra sube el cerro despacito y no se para hasta que no duerme al último arbolito. La noche tiende entonces su cobija azul bordada con la bella luna y lindos luceritos Según cuenta Otilio, en varias oportunidades, su padre los llevó a esas haciendas de caña y café, ubicadas al norte de Yaritagua como Diego, Las Ánimas, Quebrada Honda o Sanguijuela, o a tomar un baño a Guarural, un pozo de aguas oscuras y muy frías, cercano a la quebrada mayor, que además servía de carretera o camino. -“Eran paseos muy agradables por los sonidos que de la montaña 13


surgían. El movimiento de los árboles por la fuerza del viento, emitía notas que yo guardaba en mi

pentagrama. El canto de los pájaros que

contrapunteaban allá a lo lejos. Un burro que rebuzna y un perro que ladra en la distancia, parecía música a mis oídos. Posteriormente, en las tardes, el descenso, acompañados por los cocuyos que en la oscuridad brillaban de manera intermitente: estrellitas fugaces de tímido fulgor. Todo era luz a mis ojos y música a mis oídos”. “El camino se tornaba largo y sinuoso, pero yo, a pesar de ser pequeño, no me cansaba, solo miraba, oía, olía, degustaba y en mi interior pensaba: …ya se fue la tarde cansada y llegó la noche fresquita y muda”. Esta etapa, a pesar de ser muy corta marcó su vida. Era una época que continuamente recordaba con suma alegría, pero con nostalgia. Fue una gran oportunidad que le permitió estar en contacto con la vida del campo. Otilio constantemente refirió que él era de una humilde familia. -“Soy un campesino, no se me ha quitado ni se me quitará jamás”exclamaba. -“Yo me crié en una barriada pobre de Yaritagua, llamada San José que colinda con la Calle Nueva, una calle larga con viejos caserones que tenían grandes ventanas y portones, de paredes muy altas y techos rojos”-. Asiduamente recordaba episodios vividos en esos tiempos: 14


-“A veces mi madre solía llevarnos a visitar a sus familiares a esa vetusta calle y yo recorría con la mirada, aquellos enormes zaguanes que hacían antesala a los ante portones de madera y pasillos que bordeaban el patio central, con su fuente en medio, donde se ubicaban las buenas tardes, amapolas, tulipanes, gardenias, jazmines y petunias, junto con la pasote, el culantro, la albahaca o el orégano, que le daban un rico aroma que se sentía desde que uno traspasaba el umbral”. “Otras veces salían olores a café tostado, a pan recién horneado, aromas que permanecieron escondidos en mí ser y que cuando los siento, aunque esté en otros lugares, evoco aquellos años de mi querida infancia en Yaritagua”. -“Yo siempre fui muy tímido y me quedaba sentado junto a mi mamá que pasaba horas conversando con sus comadres en aquellos amplios corredores, compartiendo galletas o amasijos con café caliente, patrones de vestidos o hilos de colores. A pesar de ello, nunca me aburría porque mis ojos merodeaban los pajaritos que llegaban a posarse en aquellas flores con colores tan marcados como los fucsia, amarillos, anaranjados, rojos, entre otros, que nada tenían que envidiarle a las rosas que plantaba mi abuela allá en el campo”. -“En otras ocasiones le ponía cuidado al perro que dormía junto al 15


viejo sofá, rodeados de mosquitos y moscas que él se espantaba con el rabo y en momentos buscaba comérselos de un mordisco, lo cual me causaba mucha risa. Tengo el orgullo de haber vivido con los animales, con las matas y con la gente”, recordaba años más tarde. -“En muchas ocasiones evoco a mamá Licha como cuando era niño cantando, declamando poesía que leía en algunos libros que guardaba en un baúl que tenía en un rincón, o aquellos juegos que inventábamos mis hermanos, Jesús, Eugenia y Mercedes en el patio de aquella humilde vivienda que albergaba a mi familia”. De la misma forma, recordaba, cuando junto a Chucho, su hermano mayor, salían de paseo y durante el recorrido iban colocándole nombre a cada mata que veían a su paso. Todo ello, de acuerdo al animal que tuviera cerca. Por ejemplo, si en el árbol o arbusto tenía mariposas; afirmaba -“esa es una mata de mariposa”- o más adelante veían una “picaflor”, el hermano decía: -“esa es la mata de pajaritos…”. -“Así comencé a aprender a leer y a escribir en contacto con la naturaleza, escuchando además, la dulce voz de mi maíta, mujer de fuerte carácter, pero de una gran sensibilidad humana, quien, gracias a Dios me acompañó durante toda mi vida”-. -“Fue mi papá y mucho más mi mamá, quienes me indujeron a tener amor a la música, a la naturaleza y a todo el trabajo del ser humano”. -“A ella 16


le debo todo”-, señaló. Como lo refirió Pedro Ruiz en su obra Premios Nacionales de Cultura, Música: Otilio Galíndez, (2006) dedicado a este compositor yaritagüeño, “… tal vez este músico nunca imaginó que de aquellos primeros años, enraizados al paisaje natal le iba a quedar para siempre, una nostalgia terruñera y unas grandes ganas de querer y cantar los pueblos tristes”: Pueblos Tristes Que piensa la muchacha que pila y pila, que piensa el hombre torvo junto a la vieja y que dicen campanas de la capilla en sus notas, que tristes parecen quejas. Y esa luna que amanece alumbrando pueblos tristes que de historias, que de penas, que de lágrimas me dice. En el fondo hay un santo de a medio peso Una vela que muere en aceite sucio Más allá viene un perro que es puro hueso Con ladridos del hambre que Dios le puso. Y esa luna que amanece alumbrando pueblos tristes que de historias, que de penas, que de lágrimas me dice.

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El éxodo. Momentos tristes e inseguros Un día, su papá llegó con mucho dolor que se manifestaba en su rostro y muy acongojado porque según sus palabras, Yaritagua

había

pasado de ser un pueblo próspero con sus inmensas haciendas de caña o café; con sus grandes pulperías y almacenes, lleno de bullicio y alegría, en uno triste y empobrecido, ya no había donde trabajar para traer el sustento al hogar, por lo que había tomado una decisión que transformaría su vida y la de su familia. Tenía resuelto probar suerte en la capital. -“Allá estaremos mejor”-, decía a todos con voz entrecortada: -“Felícita, no te preocupes, que en Caracas vamos a encontrar excelentes oportunidades, ya los muchachos están grandes y hay que buscarles un mejor porvenir”- enfatizó. -“Tú sabes que no le tengo miedo al trabajo, -prosiguió- -y aunque sea de carpintero, yo le voy a echar pichón-afirmó con una voz fuerte que asustó a todos”. Otilio narraba esos momentos de incertidumbre con dejo de melancolía, a pesar de la distancia: -“Comenzamos a recoger nuestros enseres, uno a uno de mis pantalones y camisas entraron en una cajita que maíta había traído de la pulpería de Don Antonio que quedaba allá en la esquina donde íbamos a 18


hacer los mandados y nos daban una ñapa”. -“En una bolsa de tela recogí las metras, el furruco y la perinola que había elaborado mi papá con un tronco que había caído de un palo de guayaba que se encontraba en el patio. El papagayo se lo regalé al primo Claudio, el hijo de mi tía Dámaso, que a veces venía a jugar conmigo y mis hermanos”. “Fue muy triste dejar el pueblo donde nací, pero por dentro de mí, bullía la alegría de conocer otros lugares, aunque sentía la inquietud de mis padres de fracasar por allá”. -Mi abuela nos decía con voz queda, pero con fuerza: -“No se preocupen, si la cosa no sale como desean se devuelven. Mi casa siempre será la casa de ustedes”-, conminó. Agüita de hojitas verdes Perlitas madrugadoras Decime adiós que voy lejos Cantando al morir la aurora Después de un largo viaje, llegaron a la capital. Caracas se mostraba imponente con sus casas de cartón que parecían de juguete y él, al ver esos nuevos parajes de inmediato evocó, aquellos pesebres que hacían las familias pudientes en esos grandes salones que se veían desde la calle, al asomarse por las ventanas, en épocas decembrinas. 19


Fueron las parroquias Catia, San José y El Valle las que les albergaron durante su niñez. Ya para ese entonces Otilio tenía unos siete años de edad: - “En ese tiempo no tuvimos estabilidad, mi padre cambiaba de trabajo continuamente hasta que se acopló y comenzó a laborar de carpintero, oficio que yo también aprendí”. –“Dale serrucho, mi hijito, dale duro con la lija que esa madera hay que domarla para ponerla bonita”. Del taller surgieron hermosas obras que le llenaban de asombro y se convirtió en un aprendiz de carpintero al lado de su padre, sin dejar de estudiar y trabajando siempre, siempre trabajando. No obstante, este no fue el único oficio que aprendió, fue vendedor de café, de dulces, de frutas, de helados, entre otros. -“Pero, yo también fui limpiabotas, caminaba con mi cajón bajo el brazo, mirando siempre hacia abajo, buscando los pies de la gente que presurosa caminaba, todo con el fin de ofrecer mis servicios a aquellos que llevaban sucios los zapatos, sin dejar los libros olvidados, porque esa era la condición que mi mamá me imponía para poder salir a trabajar”. -¡Cómo era sabia mi vieja! “Para ella siempre fui un niño. Su niño grande que se le hizo viejo”. 20


-“Cuando llegaba al portal de la casa, allí estaba ella, esperándome. Constantemente me cantaba hermosas canciones o me recitaba un verso, o en algunos casos leyendo un libro”, rememora dulcemente-. -“Las canciones que mi madre cantaba tenían una gran categoría, un buen gusto, de verdad eran sumamente exquisitas”, afirmó. -“Yo no sabía que en realidad mi mamá me estaba dando una clase de estética, además del placer de la música diaria”. -“No lo entendí sino después de mucho tiempo, que comprendí que mi madre deseaba que yo fuera un músico reconocido de mi país, cuestión que nunca pasó por mi mente, pero ella, callada y muy insistente había marcado mi destino”. Tal como lo señaló Ruiz, (Ob. Cit.) Felícita, su mamá ya había descubierto que la música era el mejor método para no dejarse vencer en las dificultades, además de no olvidar la tierra de donde provenían, que a pesar de la pobreza había una luz en el camino. Ella poseía en su memoria un gran repertorio de música campesina que nunca faltó en la casa de la familia Galíndez, pues mientras cosía, lavaba o planchaba, cantaba o recitaba aquellos versos, venidos de no sé dónde. Su madre siempre recordó aquellos momentos iniciales en la capital, no fueron los mejores de su vida, más no por ello, dejaron que las 21


dificultades le vencieran. Siempre tuvo fe de que vendrían tiempos mejores. Asimismo, Otilio afirmó que cuando llegó a los 18 años ya eran muchos los trabajos que había ejercido; como aquella vez que salió a vender billetes de lotería por las calles del barrio y en su mente componía melodías de todo lo que veía, de los ruidos que escuchaba; su cerebro los transformaba en canción, por eso no se cansaba y de su casa salía con la ilusión y al llegar llevaba el verso en su mente, que más tarde componía. Unos me dicen Que yo no tengo porvenir Otros que vivo tan sólo Para contemplarla. ¡Ay! Agua clara Que juegas por su cuerpo tibio Cómo ignorar su hermosura Para no adorarla

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El Servicio Obligatorio le hizo hombre Transcurría el año 1953, la Patria lo llama y Otilio Galíndez fue a cumplir con el Servicio Militar en el estado Trujillo. “Allí alimenté mi musa con los valses de Laudelino Mejías, los cuales se escuchaban en un “radiecito” que me había llevado mi mamá y que yo oía con poco volumen. Así aprendió los versos de Conticinio, Alma de mi pueblo; Silencio Corazón; No me digas adiós; Heliótropo, Imposible, Maribel y Trujillo, entre muchas otras más”. Canciones que analizaba y desmenuzaba tanto que se imaginaba como su autor, las había compuesto. -“Muchas veces escribía para escapar de aquellas cuatro paredes que me ahogaban, que me hacían sentir preso, enclaustrado y subyugado. Fue una época que me marcó, pero me

hizo ser un hombre de carácter,

disciplinado, aprendí a saber ordenar mis pertenencias,…mi vida; más sobre todo, a entender a los demás; a ser solidario y a valorar la amistad”. -“Fue de esa manera como nacieron mis primeras composiciones, canciones sencillas, dedicadas a mi madre que tanta falta me hacía, a mi pueblo, que nunca olvidé, a las faenas que me correspondían cumplir, o a las anécdotas que escuchaba de mis compañeros”-. Estos primeros versos fueron rechazados por él, por pensar que no tenían consistencia poética ni musical, además en esa época no tenía a su lado ni a su tutora o más bien progenitora, ni nadie que pudiera estimular esa 23


pasión, que a pesar de la vida dura que llevaba no dejaban de fluir en su pensamiento y que luego llevaba al papel para no olvidar. La vida de soldado no fue nada fácil y muchas veces le tocó pagar plantón y fue castigado tan fuertemente que fueron varias las ocasiones que tuvo que ir a la enfermería con heridas, golpes o hematomas que doblegaron su cuerpo, más no su espíritu. Será domingo Habrá una feria El alborozo Me dará ocasión De ser valiente Para confesarte Lo más sublime de mi aspiración Más de ese paso por la ciudad de Trujillo, algo bueno hubo de quedar: sus primeros amores formales. Allí conoció a Carmen Yolanda Colmenarez, madre de sus dos primeros hijos: Tania y Sergio, nacidos en Caracas y junto a Manuel, su tercer hijo, conformaron una sólida familia a la que le entregó todo su amor. Este último hijo fue adoptado a solicitud de su madre, quien veía a su comadre Ana la Cruz, llena de hijos y muy pobres por lo que le pidió que se trajera a su casa, el último de ellos, al cual, no solo Otilio le dio su apellido sino un hogar donde se respiraba mucho amor y lo poco o mucho que llegaba era compartido por todos, sin ninguna distinción. Ya para ese entonces Manuel contaba con unos 7 añitos. 24


Según cuenta su hijo Sergio, en cuanto a su madre Carmen Yolanda, ésta era una muchacha de Trujillo que Otilio conoció en el cuartel, ya que su familia era vecina de esta institución castrense que estaban separados por una cerca de alfajol por lo que, cuando él montaba guardia hacia esa esquina, tenía la oportunidad de verla a lo lejos hasta que tuvo la ocasión de hacer amistad y entre verso y verso, la enamoró. Un amor sublime aunque tormentoso, que le acompañó durante toda su vida, manifestado en una de sus últimas canciones que le compusiera al mucho tiempo de estar separados y en el cual reconoció que su amor sempiterno fue el entregado a la madre de sus hijos. De madrugada Refugio de mis andanzas Ojitos de mis descansos Cuánto me amaste y de mi voz, ninguna canción fue tuya. Almohada de cabellera Y labios y pechos niños Es mi castigo, es mi sufrir Haberte causado penas

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La Universidad Central de Venezuela le cobija y una nueva historia comienza para el autor En 1957, a los dos años de haber pagado el Servicio Militar, Otilio Galíndez ingresó como mecanógrafo para trabajar en la Secretaría de la Facultad de Economía de la Universidad Central de Venezuela. Este compositor venezolano rememora esos momentos y exclama: -¡Qué gran oportunidad! “Allí tuve el privilegio de conocer personas que me alentaron mucho, al ver y valorar mi talento para escribir versos, por ello, me estimularon a leer y a estudiar, acción que me permitió desarrollar esa facultad innata que en mis adentros conservaba desde niño”-, destacó. Ya para ese entonces, el dictador Marcos Pérez Jiménez había inaugurado la Plaza Cubierta, el Aula Magna y la Biblioteca Central, hecho ocurrido el 2 de marzo de 1954, con motivo de la celebración de la X Conferencia Iberoamericana en Caracas. El nuevo campus se había convertido en un gran complejo urbano de alrededor de 200 hectáreas que incluyó un total de 40 edificios donde el principio rector del arquitecto Carlos Villanueva había sabido combinar el arte y la arquitectura, ambiente que le envolvía y le permitía crear sus versos, aprovechando esos espacios motivadores, llenos de sombra y de luz, de magia, de candor. 26


Es de resaltar que en el claustro universitario se encontraban los hombres y mujeres más connotados e inteligentes del país, no obstante, en esos momentos, este sitio estaba ocupado entre dos bandos principales; aquellos jóvenes rebeldes ante la situación del país que se debatían entre permanecer centrados en sus estudios y otros con deseos de irse a la montaña, a luchar en la guerrilla para lograr salir de la dictadura de Pérez Jiménez. Pero, también había un tercer frente, aquellos estudiantes, dedicados a la cultura, a la literatura en general por lo que en sus tiempos libres los consagraban a la música o a la poesía, era común verlos sentados en la grama, bajo la sombra de algún árbol de aquellos espaciosos jardines. En ese bando se encontraba inmerso Otilio, ansioso de aprender cada vez más, de mejorar no solo en su trabajo como mecanógrafo sino también en la música y la composición, aunque dentro de sí, también se agitaba esa rebeldía que contagiaba a los jóvenes de ese entonces, pero pesó más sus ansias de saber, de aprovechar el tiempo perdido, sin embargo, en sus letras se percibe esa inconformidad que se estremecía en los jóvenes universitarios y en el pueblo en general de ese entonces. En la facultad donde trabajaba organizó con sus compañeros un grupo que se llamó, La Parranda de Economía y gracias a ese talento creativo que poseía y aprovechando las oportunidades que la vida le había otorgado, Galíndez empezó a poner en práctica esa capacidad de invención que hasta 27


entonces estaba oculta y es en aquel momento cuando comenzó a escribir temas con letra y música de su propia cosecha. La rima llegaba sola. No tenía necesidad de buscar en libros, ni escuchar una canción para hacer sus versos, tanto fue así que en algunas ocasiones hasta él mismo se asustaba, al observar como las notas musicales se enredaban en su mente con los versos, tratando de salir cómo cascadas que reventaban entre los peñascos y el agua salpicaba todo a su alrededor, en su propia voz señalaba: -“Hasta yo mismo me sorprendo porque las letras me vienen con música incluida y siempre miro a la Virgen y le pregunto: -¿Madre, tú me estás soplando?-Porque los versos me llegan como el agua que corre en el ríoEste autor sentía un gran respeto y devoción por la Virgen María y el Niño Jesús, cuestión que se puede entrever a la hora de componer sus aguinaldos, tal como ocurre en el que a continuación se presenta:

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Dime si es Pascua (Aguinaldo a lo divino) Pascua donde no se nombra al Mesías Dime si es Pascua José, Si no le cantan al Niño Jesús dime si es Pascua Preciosa María Allá va la mula Allá va la mula Allá va la mula llorando el olvido Allá va la estrella que llora también Allá van los reyes Dejando a Belén Pascua donde no se nombra al Mesías Dime si es Pascua José, Si no le cantan al Niño Jesús dime si es Pascua Preciosa María

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El encuentro de Otilio Galíndez y Rafael Montaño Rafael Montaño era un cantante de música folklórica venezolana, que tenía una voz muy recia, intérprete de casi todas las manifestaciones musicales del país como pasajes, jotas, décimas, malagueñas, polos y galerones. Un hombre de principios sólidos, identificado con los valores de la venezolanidad, con un afán tesonero para adentrar a sus educandos en la complejidad del existir humano al ser maestro de escuela, acción que realizaba con vivos ejemplos de vida austera. No fue por casualidad que estos enamorados del folklore se conocieran, ya Montaño era destacado y Otilio con suma humildad le ofreció sus canciones que él recibió con gran alegría y espontaneidad. Además, para esa época Montaño ya era solista del Orfeón Universitario de la UCV, entre los años 1962 y 1964, y a quien luego se le presentó la oportunidad de realizar una amplia gira por distintos escenarios de los Estados Unidos y México, entre otros países y con él viajaron las canciones ofrecidas por Galíndez, las cuales ya había difundido y hecho famosas en el país. Según algunos investigadores señalan que de ese encuentro debió haber surgido la idea de Rafael Montaño de grabar la producción discográfica, que fuera titulada como Parranderías, surgida en el año 1963. Este yaritagüeño reconoce con un gran respeto que, uno de los 30


personajes que más influyó en su carrera como compositor fue este cantante y folklorista venezolano, Rafael Montaño, quien le motivó a componer aguinaldos y afirmó que su voto de confianza le dio un impulso que eternamente supo agradecer. Es de hacer notar que Rafael Montaño es quien graba por primera vez, La Restinga, Luna Decembrina, Niño de Ojitos rayados y El Poncho Andino, canciones que se dieron a conocer dentro y fuera de las fronteras venezolanas, y al decir de Otilio, lo más impresionante para él era, que esas canciones nunca perdieron vigencia y en este sentido es de resaltar que todavía siguen sonando en cada Navidad venezolana: Prendan la luz que es diciembre, Son las doce abran la puerta Todo se despierta con la Navidad. Mi parranda está mirando Cómo se abrieron las flores Y hasta los tambores Pretenden hablar Señorita póngase la bata Tráigame una lata Para yo tocar Cualquier palo sirve de charrasca Pues nada se escapa con la Navidad.

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Otilio entra al Orfeón Universitario En 1959 se abrieron aún más las puertas de la Universidad Central de Venezuela, Otilio Galíndez fue aceptado como tenor en el orfeón de esta ilustre casa de estudios, bajo la dirección de Antonio Esteves, Antonio Lauro, Inocente Carreño, Modesta Bor, entre otros, quienes le impulsaron a crear piezas para esta agrupación, que luego fueron cantadas en todo el mundo. Indudablemente, Otilio era un genio, poseía un amplio repertorio que se discurría por los exquisitos valses hasta pasar por toda clase de ritmo como el bambuco, el galerón, el pasaje, sin dejar a un lado, las hermosas parrandas y aguinaldos que fluían sin mucha prisa, los cuales tocaba en un viejo cuatro que siempre le acompañó. En ese tiempo aprovechó para organizar junto con varios amigos, un grupo de parranda al que se bautizó con el nombre “Los Piratas”, iniciativa que dio origen a las primeras producciones navideñas que compuso para tal fin. En este grupo los ejecutantes salían con un parcho en el ojo para estar acordes con su designación. -“No podré dejar nunca de dar las gracias a esta institución, a mi Alma Mater, a la cual siempre declararé mi amor y gratitud, pues fue allí donde comencé esta carrera de éxitos musicales, que con humildad debo decir, han sido consideradas por los que saben, cómo extraordinarias y contagiosas, cuyos versos fueron escritos muchas veces en los pasillos y jardines de esa 32


magna casa de estudios”. “He tenido la suerte, gracias a la valiosísima ayuda del Orfeón Universitario, de conformar un lenguaje y un marco estético que ha podido distinguirme y así se ha demostrado, de la falsa cultura que nos presentan por diferentes medios”. Según señala Pedro Ruíz, (Ob. Cit.) es, en esos momentos cuando nacen las primeras composiciones de Otilio Galíndez, con un lenguaje sonoro de donde manan campos de miel, murmullos de agua. Asimismo, afirmó que sus canciones parecían provenientes de antiguos labrantíos, un periplo encantatorio, entonando el alba de los pueblos tristes. Aunados a una presencia constante del campo, del mar, de las mujeres y los niños donde se puede palpar el amor puro y sincero. Hermosas palabras que fueron escritas en el Cancionero Aprender de tu magia, que éste publicó en 1996, con la editorial Canora de su propiedad, la cual surgió luego de tener una conversación con Leida Navarro, quien fungía como funcionaria de cultura en la Alcaldía Girardot del estado Aragua. Esta joven, conociendo la obra de Otilio y a sabiendas de su manera humilde y austera de vivir, le ofreció ayuda para mejorar un poco su calidad de vida: -Vente a trabajar con nosotros, sin horario que te ate, podrás visitar las escuelas y enseñar a los niños tus hermosas canciones, tu manera sencilla de componer tus versos- le animó. 33


Es así como concretaron la cita y Otilio comenzó una nueva labor. Es en esas visitas a las escuela palpa la necesidad que se presentaba en las instituciones educativas donde se difundían tradiciones como el baile del Chiriguare, la Cinta o Sebucán, los Chimichimitos, entre otras, pero faltaba transmitir la literatura infantil por lo que presentó un proyecto y desde la gobernación, bajo la regencia de Didalco Bolívar se le facilitaron los recursos para montar la imprenta y gracias a la ayuda de sus amigos y familiares surgió la Editorial Canora y edita su primera obra, dedicada a los niños por medio de poesías, relacionadas con los animales, a los cuales, él llamaba “amigos irracionales”, tal como puede observarse en la siguiente estrofa: Avecilla de tierna serenata Quien pudiera tenerte el año entero Y abrazado del árbol, compañero aprender de tu magia paraulata En este libro, Otilio muestra 20 breves canciones donde están presentes los animales, concebidas de forma sencilla, con el fin de llegar al corazón de los niños y ¿por qué no también de los adultos?

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Otilio no se consideraba un músico de formación académica Otilio Galíndez nació con un fino oído para la música, sin ningún estudio formal. Él siempre manifestaba que era empírico, a pesar de su paso por el Orfeón Universitario donde tuvo la oportunidad de compartir con grandes maestros, como Antonio Esteves, Antonio Lauro, Inocente Carreño, Modesta Bor, Evencio Castellano, entre otros grandes de la música venezolana, quienes vieron en él todo un torrente innato por lo que pusieron su empeño en darle forma a ese conocimiento, conformar su visión estética, fortalecer su composición para aflorar aún más sus cualidades innatas. Cuestión que este autor reiteradamente reconoció. No obstante, enfatizaba que era un músico de oído que componía de manera simultánea la música y la letra sin ningún instrumento en la mano por el temor de dispersar esa musa y diluir la magia, la candidez con la que bullían los versos que emergían como un torbellino desde lo más profundo de su ser: -“Yo tarareo la música y mis amigos que son músicos me la armonizan”, confesó-. “-Mi universidad ha sido la universidad del trabajo, de las grandes emociones por la naturaleza, la mujer, el diario convivir y las cosas más simples que lo hacen a uno llegar a cosas más grandes”, exteriorizó. En cada canción de este autor se mezclan la música con el paisaje, 35


con el sentimiento de las personas, de la candidez del pueblo que se manifiesta por medio de las costumbres y tradiciones, motivos de inspiración para este sencillo y sensible hombre que supo darle forma y así lograr interpretar hermosas melodías. Felícita, su madre narraba que Otilio cantaba incluso antes de empezar a hablar. -“La música ha sido como su vida misma”, enfatizaba y continuaba diciendo, que al mismo tiempo, que aprendió a caminar aprendió a cantar. “A veces uno escuchaba una voz cantando en el patio”: - “Acuérdate palomita cuando en mis brazos dormías” -“Era el muchachito, señaló, quien grababa con rapidez la letra y música de las canciones que yo tarareaba”-. Son más de 40 piezas musicales que tiene este cantautor en su haber, más de 20 de ellas, dedicadas a los niños como Mi Tripón, canción de arrullo, compuesta a una amiga de la Universidad Central que se encontraba embarazada y acababa de dar a luz; El Niño y la Sombra, entre otras. Sus canciones son difundidas en el mundo a partir de ser interpretadas por el Orfeón Universitario. Igualmente compuso el Himno de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UCV y el Himno Canto a la luz de Cadafe. 36


Según Yimari Deroy (1999) la obra de Otilio se desarrolla en la década de los 60’ y 70’ aunque posteriormente, compuso otras piezas por medio de las cuales puso de manifiesto su absoluta vigencia y activa potencialidad. Además, sus canciones poseen un contenido formativo y reflejan sus raíces populares, aunado a la universalidad y versatilidad de este autor. Asimismo, Miguel Delgado Esteves (2001) afirma que este cantautor era un gran creador, “hombre de suelo y de nubes” y enfatiza que es precisamente, a partir de sus composiciones cuando se inicia la neo canción venezolana, la cual es un punto de referencia a la hora de abordar nuevas formas en la música y en la poética popular. Este músico y amigo personal de Otilio señala que, él es quien rompe la cadencia musical, quien usa la temática de canciones no conocidas ni exploradas hasta ese momentoenfatizó. Al decir de este compositor y arreglista, Galíndez usa líneas melódicas que no estaban esclavizadas a los patrones naturales de armonización que él conoció, hasta ese momento, cuando comenzó a arreglar sus primeras canciones, un mundo musical y poético casi inexplicable para ese entonces. En este sentido, este músico yaritagüeño asevera con mucha humildad que sus canciones, las cuales aparentan ser nuevas creaciones, son remembranzas de su niñez, que quizás se remontan a muchos siglos de la existencia humana. 37


Una vez había mucho odio, Mucho veneno y mucha plaga Había muchas personas Oyendo cosas malas y tornábase obscena la palabra. Ya cuando todo parecía perdido Silbó de pronto el aire Armonioso y tranquilo Y todo el mundo supo Y todo el mundo dijo ¡Vinieron las guitarras!

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Otilio Galíndez se va a Maracay Desde muy joven Otilio Galíndez comenzó a visitar a la capital del estado Aragua, Maracay, la Ciudad Jardín de Venezuela, en la cual más tarde se enraizó y consideró como su segunda tierra. Sus primeros contactos con este estado fueron en el sector Tiquire Flores del Consejo, pues allí vivía su abuela y un tío, a quien siempre visitaba. En una oportunidad llegaron a esas tierras cuando finalizaba la sequía, eran tiempos caracterizados por los pastos amarillos y resecos, que al decir de Otilio no solo secaba las matas sino también los sueños, pero cuando llegó el invierno todo cambió, “los caños rebozaron de agua clara y con ellos, la gente comenzó a cantar, empezaron los charquitos en el patio”. Ahora que el invierno Se prende de las hojas Ahora que amanecen Charquitos en el patio Ahora que los caños Rebosan de agua clara Mirá el conuco verde Oí los turupiales Definitivamente, este cantautor llega a Maracay en 1971, comienza a trabajar en la Facultad de Agronomía de la Universidad Central de Venezuela y con ello, también su labor musical. Posteriormente, en 1979 ingresa a la Compañía Anónima de Administración y Fomento Eléctrico –Cadafe-, para preparar parrandones navideños y allí estuvo hasta 1996 cuando recibió la jubilación, pero mantuvo sus nexos con esta compañía y era con estos 39


muchachos que viajaba por todo el territorio del país, a pesar de ya estar cesante, esta empresa de energía eléctrica, le prestaba el servicio a donde hubiese que ir. En varias oportunidades viajó desde Maracay a Yaritagua por medio de ellos, quienes se disputaban ese privilegio de acompañar a tan ilustre venezolano. Otilio señalaba que de cada traslado siempre regresaba a su hogar radiante de alegría y de pequeños recuerdos del quehacer artesano, de la comida que degustaba, la música y todas las más genuinas expresiones del ser venezolano y sobre todo retornaba renovado y henchido de emoción por los elogios y reconocimientos que recibía con mucha humildad. En diciembre, al llegar la Navidad, la casa de Otilio en Maracay abría sus puertas, pues grupos culturales venían a su hogar a deleitarle con parrandas o serenatas, dedicadas a este consumado autor, en especial el día de su cumpleaños. Era usual que unos 4 o 5 coros irrumpieran en su barriada por lo que, los vecinos también intervenían en las atenciones y disfrute de sus actuaciones, es decir que la celebración se hacía colectiva.

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La poesía y la música llegan solas a su pensamiento Las letras de las canciones de Otilio Galíndez, además de tener un profundo contenido social, fruto de su contacto con la gente, acción de la cual supo vislumbrar su parte más humana, así como también, pudo captar el reflejo de una sociedad convulsionada, más no por ello, dejaba de reconocer que, a pesar de eso, no desistía de ser atractiva para la poesía, para la composición musical, cuestión que para él se hacía fácil, al tener la facilidad de poder adentrarse en ese mundo y comprender sus pasiones que luego plasmaba en sus canciones. Según Alberto Hernández (2009) la música de Otilio descubre y se hace evidente por lo complejo de su sencillez, la cual se manifiesta dentro de su poesía que contiene y seduce. La tierra y su gente, los pequeños milagros, la lluvia y el sol; los ríos y los pájaros que pueblan árboles gigantes, la mata frutal que revienta a diario en un patio, el niño que mira desde su inocencia y hambres, la muchacha que pila las ilusiones, el hombre bajo un sombrero, en cuyos ojos lleva a una dama, detalles que le inspiran y le permiten crear hermosas canciones, apreciadas por los venezolanos y extranjeros. De acuerdo con Eladio Mujica (2009), Otilio fue un poeta y músico sencillo, cuyas melodías maravillosas marchaban juntas a una poesía exquisita, la cual engendraba en cualquier lugar, ya fuera en pasillos de la universidad, en las calles de la ciudad, en parajes, así como también en cada 41


viaje que realizaba a distintas zonas del país, asimismo, algunas de ellas, estaban relacionadas con fechas importantes, personajes, entre otras. En este mismo sentido, Luís Ochoa (1992) escribe que la poesía y su música son una misma criatura y textualmente señala: “…Sus poesías son ramas colmadas de follaje de su música, creciendo siempre juntas, formando una unidad inseparable y se nutren de la savia de un robusto tronco de hondas cicatrices…” Se pudiera afirmar entonces que su música es poética, de alto vuelo, como su poesía de gran musicalidad, así lo expresaba Fabiola José, quien indicaba que, en su opinión, “lo más resaltante de la obra del maestro, es su capacidad de expresar en palabras tan sencillas la gran profundidad de su pensamiento y su emotividad”. Tal como se señala en los párrafos anteriores, en la obra de Galíndez se palpa la sencillez que brota de cada una de sus letras, la cual expresa con una gran frescura y candidez, dignas de un hombre que cree en las cosas hermosas y francas, tal como se lo expresara a Lisbella Páez en el año 2002, en entrevista, publicada en Yaracuy al Día en su página Yaracuy y su Gente: “-La situación de los pueblos de Venezuela que he recorrido me han hecho verlos tristes y abandonados, sin que por ello, aunque parezca contradictorio, deje de reconocer y escribir sobre la belleza artística que surge de los mismos pueblos”. (30-11-202. P. 7) 42


Otilio afirmaba que la poesía es una operación capaz de cambiar al universo, “la actividad poética es revolucionaria por naturaleza; pues revela y plasma este mundo y a su vez es capaz de crear otro muy distinto. Es un ejercicio espiritual, es un método de liberación interior” con estas palabras, este autor pareciera que más bien se revela, se descubre, se autodefine. Es que hablar de la obra de Otilio es como una explosión de poesía pura. Aunque es de reconocer que la poesía es conocimiento, salvación, poder, abandono y desapego, no obstante, no es nada fácil agrupar las ideas, la oración, la palabra para darle forma a los versos, a la composición. Sin embargo, este poeta afirma que a él le llegan las frases a tropel por lo que compone un párrafo con facilidad, si está inspirado. Allá va mi sombra Mi sombra quisiera Abrazar la tuya Aunque en sueño fuera Ese mar parece Como si supiera Ese amor por la poesía inspiró al Maestro Otilio a escribir un libro, titulado Aprendiendo de tu magia, (1999) del cual se extrae esta estrofa donde se refleja su sensibilidad, a la hora de escribir para los niños de su país:

Al mago de acuarelas primorosas La lluvia dejó gotas en suspenso El mago entonces desplegó su lienzo Y pintó el arco iris mariposas. 43


Del mismo modo, este cantautor es un compositor intuitivo, su melodía tiene mucha fluidez por lo que no se presentan sobresaltos que puedan ser criticados, además, sus versos mantienen la rima y un sabor personal que lo distinguen de los demás, en este sentido, Ruiz afirma que el silencio, el tiempo y la soledad han sido sus aliados en la conformación de su admirada obra. En este mismo sentido, Luís Mariano Rivera, afirma que la canción de Galíndez vivirá por siempre “porque nace de su adentro y lo que endulza el amor, resiste la acción del tiempo”. Más adelante afirma “Caramba, caramba, Otilio el espontáneo y creador, el que ilumina sus cantos con la luz del corazón, el que teje melodías, siempre en tono menor, porque dice que ese tono, le puso más emoción, cuando canta a la tristeza o cuando canta al amor”.

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Otilio le canta al campo venezolano Sin lugar a dudas, la historia de la música venezolana dio un vuelco cuando aparecieron las composiciones de Otilio Galíndez, cargadas de tradición, de esa vida que enfrenta cada día el campesino, el trabajador del campo, el hombre del barrio, expresadas en un lenguaje rico de metáforas con dejo de melancolía por tener tiempos mejores, más no por ello, cargadas de cosas desagradables, todo lo contrario, de ellas emanan ese amor que él siente por la música, por la poesía, por su Patria. En este sentido, Lorena Almarza señala que en su música está lo hermoso y sencillo de nuestro pueblo y nuestra tierra; el amor, la alegría de la Navidad, la lluvia, el río crecido, el rayito de sol colándose entre las ramas de un árbol frondoso y sobre todo, los pequeños milagros que a cada rato suceden, pero que solo él, con su alma sensible y amorosa podía valorar y hacerla canción. Su entorno fue protagonista de cada composición, obras que parecían haberlas vivido en algún momento o extraídas del alma pura del pueblo, lo que puede evidenciarse cuando en sus canciones describe paisajes, costumbres, todo ello, a través de la comparación, la cual aprovecha para darle cabida a la lluvia, dedicadas a las flores, a los pájaros, las mariposas, la brisa, las aguas del río, entre otros elementos naturales. -“Me recuerdo jugando con la tierra y el conuco”. 45


En sus canciones se siente esa nostalgia que existía en los pueblo venezolanos. En todas sus obras se encuentra presente el paisaje, en ellas siempre ha habido ríos, caños, acequias, de antes y de ahora porque su infancia estuvo llena de mucho amor. Tuvo el privilegio de haber vivido con los animales, con las plantas y con la gente. Este cantor yaritagüeño reconoce que parte de su patrimonio musical venezolano le ha sido transmitido de manera oral por parte de Felícita, su madre, como también el saber entender a las personas, además de mostrar por convicción, solidaridad y amor por el necesitado, por los menesterosos, por los pobres. Tal como lo señalara Ruíz (2006) su canto se talló a campo abierto y en las grandes y convulsionadas ciudades del siglo XX venezolano, pues constantemente se mostró como un cultor que mantuvo un diálogo permanente con las tradiciones de los pueblos, las cuales tenía grabada en su memoria y afloraban permanentemente, cuando llegaba la musa y comenzaba a componer, a escribir, a soñar desde el mismo pueblo por lo que su obra tiene la liviandad del tucusito y la fuerza del río que es uno y múltiple. Mariposita de primavera Alma con alas que errante va Por los jardines de mi quimera Como un suspiro de amor fugaz

Todos los temas de Otilio Galíndez tienen una historia, un 46


cuento. Las creaciones de Otilio Galíndez surgen de ese contacto que este autor mantiene con su entorno, por ello, cada una tiene una historia, un cuento, una anécdota. Con respecto a la canción El Poncho Andino es de hacer notar que surgió durante un viaje que hiciera a la población de Mérida. Cuando iban en el autobús una de las muchachas del Orfeón Universitario cada vez que tomaba la palabra hablaba de un encargo que le había hecho una sobrina y decía que no se le podía olvidar el poncho andino, fueron tantas las veces que lo dijo que sus compañeros cada vez que ésta conversaba le decían en coro: Con un poncho andino. Igualmente, Candelaria tiene que ver con una muchacha que él conociera, a quien dedicara esos hermosos párrafos que hablan de la sensibilidad, de ese torrente amoroso que fluía de dentro de su ser que lograba plasmar, a través de la poesía y el canto. Asimismo, Mi Tripón es una canción de cuna que escribiera para una amiga de la Universidad Central de Venezuela que se encontraba embarazada, recordando a aquellos niños enfermos que se mostraban barrigones por la anquilostomiasis y que vivían en su pueblo por lo que allá eran llamados tripones. Mi Tripón 47


(Canción de cuna) Duerme mi tripón Vamos a engañar la lechuza Y engañar al coco Que ya no asusta Duerme mi tripón Que mañana el sol Brillará en tu cuna Y te contará Cómo fue que un día Perdió la luna Duerme mi tripón Ya se fue la tarde cansada Y llegó la noche Fresquita y muda Duerme mi tripón Abrirá tus ojos La luz del alba Y te enseñará Ríos y caminos Y la montaña

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Las canciones de Otilio se escuchan en las voces de artistas de fama Otilio Galíndez tuvo la oportunidad de presenciar el reconocimiento que los cantantes venezolanos le dieron al interpretar sus canciones, las cuales viajaron por todo el país, ya que muchos coros, individualidades y agrupaciones incorporaban a sus repertorios las canciones de este yaritagüeño. De ellos se recuerda a Lilia Vera, quien grabó un disco con arreglos para piano; Soledad Bravo, Morella Muñoz, Jesús Sevillano, Simón Díaz, Esperanza Márquez, Cecilia Todd, Mercedes Sosa, Ilan Chester, Nancy Toro, Francisco Pacheco, Biella da Costa, María Teresa Chacín, Ignacio Izcaray, Miguel Delgado Estévez. Del mismo modo, agrupaciones como el Orfeón Universitario, el Quinteto Cantaclaro, Ensamble Gurrufío, El Cuarteto y muchas otras agrupaciones polifónicas. De la

misma manera, muchos cantantes

internacionales le dieron vida a sus creaciones como Silvio Rodríguez, Mercedes Sosa, Pablo Milanés, entre otros. Galíndez recuerda que en una oportunidad estando en un pueblito del interior venezolano, escuchó cantar Pueblos Tristes por un paisano como si fuera una obra de su propia inspiración y en esos momento pensó que no había arado en el mar, pues sus canciones formaban parte de la memoria de su pueblo y con ello entendió que ese es el mejor regalo que un compositor puede recibir al sentir que sus creaciones dejan de ser propias para ser 49


colectivas. Que piensa la muchacha que pila y pila Que piensa el hombre torvo junto a la vieja Y que dicen campanas de la capilla En sus notas que tristes parecen quejas. La sencillez y humildad de este autor no solo se manifiesta en su obra sino también en su forma de vida, le encantaba dormir en un chinchorro, bajo la sombra de un árbol, sentir el trinar de los pájaros, pero también es de resaltar que sentía regocijo al dar un consejo a tiempo, los cuales estaban llenos de sabiduría, así como también disfrutaba al cantarle a los encarcelados por lo que era usual que visitara las cárceles, donde los presos se aprendían sus canciones y recibían con alegría su palabra.

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Otilio le canta a la naturaleza, al paisaje Otilio Galíndez es un hombre sensible a todo lo que le rodea, a pesar de haber vivido en la urbe, siguió enamorado de la naturaleza, de los árboles, del paisaje; será que en el fondo continúa siendo aquel niño que nació y vivió en el campo, capaz de conocer el canto de cada uno de los pájaros, de los que continuamente estuvo rodeado, con los cuales mantenía conversación y gran regocijo de poder entender o comprender su lenguaje, así lo indicó en su obra Aprender de tu magia, publicado en 1999. De este texto se extrajo que este autor siempre estaba en comunicación con las aves, las cuales, reconoce, tienen más facilidad de trasladarse que los demás animales por lo que siente una predilección por ellos, en especial de la paraulata que con su canto llama a la lluvia y anuncia que acabó el verano. “Mi obra es el paisaje, y la mujer y el hombre adentro de ese paisaje, todos en conjunción armónica”. El sol pintor del aire ya se ha ido A retocar las nubes de Occidente Y quizás por error Por impaciente Dejó los cardenales encendidos Este autor se inspiraba por medio de la naturaleza, con las cosas sencillas de la vida, de la solidaridad y amor por el necesitado. 51


Otilio le canta a la Navidad Otilio Galíndez esperaba de manera impaciente cada año que llegara diciembre y con él, la Navidad porque ese era el tiempo del resurgir de sus canciones que la radio venezolana y de otros países hispanos no deja de sonar, como si éstas fueran sinónimo de esa época alegre que invita a la fiesta, al compartir. Es que en Venezuela, la celebración del nacimiento de Jesús es una fiesta que perdura por más de 30 días cuando se siembra ilusión, entusiasmo y regocijo en aquellos que la comparten. Sin embargo, el significado que tiene para los niños va más allá del ambiente festivo que la caracteriza; para ellos es sorpresa, regalos, magia, diversión y es que la Navidad se hace sentir desde el mismo momento en que el olor a hallacas, el sonido de los aguinaldos y las gaitas desbordan el gozo que se respira en las calles de casi todos los pueblos venezolanos. Ya lo decía este yaritagüeño, que la Navidad comienza con la tradición familiar, tal como lo aprendiera en su pueblo, Yaritagua donde esta fecha tiene un significado muy especial, sobre todo en los menores que esperan al Niño Jesús, a las doce de la noche del 24 de diciembre de cada año. Como se señaló anteriormente, allí se erigen grandes y hermosos pesebres que invaden los enormes salones de esas casas de estilo colonial donde vivía la gente adinerada y que los muchachos iban a ver desde las 52


ventanas o al acompañar a algún grupo de parranda, pues era en esos momentos cuando se abrían las puertas y portones para formar el parrandón en todo el hogar. Este compositor señalaba que sus canciones navideñas se las dedicaba a los más pequeños “porque ellos son los más inocentes y creen en el Niño Jesús y en los Reyes Magos”. Enseñanzas que vienen de padres a hijos y es importante mantener esta tradición que en Venezuela, primordialmente, en nuestros pueblos del interior tienen una connotación especial como en su lar nativo, donde las fiestas de su amada patrona se unen con la Navidad. ¿Quién le iba a decir a Otilio, que años más tarde, sería él quien vendría con sus canciones a encender los fuegos artificiales, a colocar los adornos de las tiendas y de las casas, quien motivaría a los niños, jóvenes y adultos a formar parte de algún grupo musical para cantar aguinaldos y parrandas, ya sea para visitar los hogares, instituciones o en las iglesias católicas y evangélicas? Prendan la luz que es diciembre Son las doce Abran la puerta Todo se despierta Con la Navidad

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Felícita el gran amor de su vida El profundo amor que sintió Otilio Galíndez por su mamá Rosa Felícita Gutiérrez de Galíndez se dejó notar siempre en sus palabras cuando era entrevistado en la radio o por la prensa, en una de ellas señaló: -“Mi novia actual y la de siempre es mi madre, con ella no me siento solo, estoy enamorado de mi madre, de su manera de ser, de su forma de enfrentar la vida, aún en situaciones adversas.” Él reconoce que ella fue una gran mujer como muchas de las madres venezolanas, capaces de criar a su prole con dignidad y respeto, además era portadora de una bagaje de conocimiento de la poesía y de la música, pues ella atesoraba e interpretaba canciones de las primeras décadas del siglo XX, las cuales afloraban de manera espontánea en el hogar, en la cotidianidad del día a día; cuando estaba en la cocina, elaborando sabrosas recetas. “Siempre a la hora de planchar o limpiar de sus labios se escuchaban poemas o canciones antiguas que no se oían ni en la radio ni en la televisión”, aseguró. Este compositor indicaba que su madre fue su maestra en cuestiones de canciones, pues ella le reavivó la vena poética y musical, además le trasmitió de manera oral parte del patrimonio musical venezolano como también la solidaridad y el amor por el necesitado: -“Ella es la voz tutelar en mi tránsito artístico y humano”. Refirió. 54


Otilio recuerda que aunque siempre vivieron con estrechez económica celebraban el Día de las Madres con mucha alegría por lo que preparaban ricos platos para rendirle honor a quien tanto les había dado, su madre. En una oportunidad, para esa fecha había poco dinero para los obsequios y brindis y los nietos se sentían tristes al no poder corresponder con la festividad, por lo que Galíndez se retiró a su alcoba donde solo se escuchaba el sonido del rasgar de un cuatro. Después de un buen rato, Otilio salió lleno de emoción, le había compuesto una obra, especialmente para su mamá y le cantó esta canción: Salve, mi bella dama Carísima figura de amor y pecho Que me enseñó a danzar Entre mil cosas más Nunca podré pagarle Ni un solo beso (repite) Oye tesoro mío Este danzón robado Del viejo libro de tus recuerdos De tus arrullos y de tus cuentos Felícita, mujer sensible, recibió su obsequio con mucho amor, llena de empatía al ver como su hijo había resuelto la situación ante sus nietos que se encontraban tristes. -“A ella le debo todo, decía Otilio”Su madre le acompañó a lo largo de su vida, ya había llegado a sus 97 años y se encontraba ciega, a raíz de la diabetes, por lo que a su hijo le correspondió dedicarse a su cuidado, lo cual hizo con mucho esmero, con 55


todo el amor del mundo como una manera de devolver todo ese candor, esos cuidados que ella le prodigó a granel. Rosa Felícita se fue buscando al viento el 3 de octubre de 2007 dejando a su hijo lleno de dolor y en profunda depresión por la separación. Solamente dos años sobrevivió Otilio sin su gran amor: Su madre.

Nada más te pido Si el adiós llegara, Nada más te pido Cuando ya no sientas La emoción de un beso No decir palabras Y si viertes llanto Lo hagas en silencio Y en silencio partas Imitando al río Que bañó tu cuerpo Y jamás retorna A besar tu piel Y como el aroma De la flor primera que nos trajo el viento Y hacia el viento fue

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Aunado a la música también fue corrector de textos No debiera ser extraño que Otilio Galíndez también fuera corrector de libros por su gran dominio del idioma, profesional, oficio que tiene a su cargo analizar un texto escrito, no solo desde el punto de vista de la ortografía y la gramática, sino también con el objetivo de señalar sugerencias para mejorar la estructura del contexto. En este sentido, una buena revisión literaria tiene en cuenta la posibilidad de alcanzar una lectura más clara, concisa y armónica, además agrega valor a la escritura. De acuerdo con el editor alemán Kurt Wolff, los requisitos para ser un editor son, entre otros, tener un nivel educativo superior al universitario; familiaridad con la literatura universal; capacidad de juicio independiente y bien fundada con respecto a los valores literarios, combinada con la capacidad de distinguir lo original y lo imitativo, lo auténtico y lo artificial, y sentido del olfato y comprensión frente a las tendencias visionarias de su tiempo y es precisamente por esas grandes facultades a la hora de escribir y redactar, a pesar de no ser universitario, que tuvo la oportunidad de trabajar como

corrector

de

textos

para

reconocidos

economistas

y

otros

profesionales, en Caracas, a los cuales conoció en los pasillos de la UCV. Según el también músico Miguel Delgado Estévez, señala que sólo Otilio podía hacer, de excelente manera, ese arduo trabajo, gracias a que él había leído gran variedad de libros, desde los más sencillos como los 57


cuentos de vaqueros de Marcial Lafuente Estefanía que cargaba siempre en el bolsillo, hasta Cervantes y Kafka. Asimismo, leyó la Madre de Máximo Gorki, El Romancero Gitano, El Lobo Estepario de Herman Hesse, el señor Presidente de Miguel Ángel Asturias, la poesía de Antonio Machado a Juan Rulfo y muchos otros, lecturas que influyeron en él y en su vida, a partir de ello. Es bueno recordar que para 1957 cuando este músico vivía en Los Jardines del Valle hizo grandes amistades con Eduardo Liendo, entre otros, donde surgían grandes tertulias, acompañados de la música de Alfonzo Ortiz Tirado, Juan Arvizu, Mario Landa, Caruzo y otros y de la misma forma, compartían buenos libros que leía ávidamente como La Ilíada, La Odisea, El Quijote, los cuales tuvo la oportunidad de leer por primera vez, en esos tiempos.

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La trayectoria de Otilio Galíndez es reconocida en su país El antiguo dicho, “nadie es profeta en su pueblo” no aplica en este caso, pues es este sentido, Otilio Galíndez tuvo la oportunidad de sentir el reconocimiento que personas e instituciones le tributaban a lo largo y ancho del país. En cada ocasión en que era invitado sacaba su maleta, junto a su baúl de sueños y se enrumbaba al occidente, al oriente, al llano, al centro o a cualquier punto por muy lejano que fuera, a recibir con mucho amor, la admiración que sus paisanos le prodigaban. Es incontable la lista de galardones y homenajes que recibiera desde 1972, los cuales atesoraba y guardaba con mucho aprecio, acción que le estimulaba a continuar por esa senda que le marcó la vida: la música. Una de esas primeras distinciones fue la otorgada en 1972 por la Asociación de Empleados Administrativos de la UCV, el cual tuvo como escenario el Aula Magna y posterior a ello, vino el del Taller Escuela Los Grillitos de Maracay, el Movimiento Cultural Nivarense en 1983, en el Teatro Nacional de Caracas por la Coral del Grupo Consolidado, por la Escuela Básica de la Fuerza Armada Nacional en Maracay, en Guárico por el Ateneo Guardatinajas, entre otros. Asimismo, Cadafe organiza un sentido homenaje en la Región Centroccidental Lara-Yaracuy, otro por la misma institución, esta vez en 59


Falcón, también la Gobernación del estado Yaracuy hizo lo propio, organizado por la Secretaría de Cultura en 1988. Cada año ecibe más y más homenajes y reconocimientos, tanto por instituciones culturales como entidades y poblaciones, en especial en Yaracuy donde fuera homenajeado en varias oportunidades por el Instituto de Cultura, el Ateneo de San Pablo, por la población de Aroa. También fue reconocida su labor durante los Juegos Nacionales de Abogados de Venezuela, por la Universidad Autónoma de Yaracuy UNEY que no perdía oportunidad para tributarle su amor, al igual que en su pueblo natal Yaritagua en la década de los 70´, en el año 1983, 2000, entre otros. Gran satisfacción para él y todos los venezolanos fue en el año 2001 cuando recibió el Premio Nacional de Cultura, Mención Música Popular como reconocimiento al deber cumplido; ya eran más de cuatro décadas, dedicadas a mostrar en su poesía hechas canción, las bondades del pueblo venezolano, de esa tierra rica y productiva del campo de donde él era originario, al igual que muchos de aquellos hombres del país que todavía salen en las madrugadas de sus hogares a cultivar su conuco con la esperanza en la lluvia. Azabache, Piñatita, blanca espuma Canta la lluvia, Se acabó el verano blanca espuma Flor de Mayo 60


Es importante, también recordar que en el 2011, a dos años de su partida terrenal fue puesta en escena una obra de teatro, combinada con música, danza y poesía en su honor y para ello, estos artistas se inspiraron en su canción Candelaria, cuya creación y dirección estuvo en las manos de Loida Pérez, realizada en la Sala José Félix Ribas del Complejo Cultural Teresa Carreño En este evento, más de 40 artistas participaron magistralmente, musical que recrea la vida de Candelaria, una muchacha humilde del pueblo, a quien Galíndez, le compuso una canción donde le reclamaba que no lo mirara porque su cara se le ponía colorá como el color púrpura granadino o rubí, parecidas a aquellas semillas dulzonas que habían en el patio de su casa, por lo que su amor escondido sería descubierto. Además, reconocía que sus ojazos despertaban grandes pasiones que salían como un torrente desde lo más hondo de su ser que le hacían palpitar y aceleraba los latidos de su corazón. “No me mires que tus ojos tienen fuego para mí”. No me mires Candelaria Que la cara se me pone Cual purpúrea granadina Toda llena de rubor No me mires que mirando Se despiertan los amores Y aceleras el latir de mi corazón, De mi corazón 61


No me mires Que tus ojos Tienen fuego Para mĂ­ Porque abrazan de amor Candelaria Y tornan mi cara Color de rubĂ­

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El encuentro de dos grandes Maestros Fue precisamente en la tierra que le vio nacer, donde una tarde, Día de Santa Lucía y de su cumpleaños número 65 cuando se encontraron por primera vez estos dos valiosos hombres de la música venezolana: Otilio Galíndez y Alirio Díaz. Fue mutua la alegría y la emoción que sintieron al verse y estrechar sus manos. Los elogios iban y venían como un contrapunteo. Cada uno, con grandilocuencia hacia el otro, resaltaba las cualidades de su maestría y a su vez con humildad, ambos recibían esos elogios sinceros, anteponiendo la grandeza del otro. La casa de la cultura José Blanco Peñalver de Yaritagua fue testigo mudo de aquella escena que nunca se borró de la memoria de Otilio. Un magistral concierto de guitarra se inició, tras abrirse las cortinas del pesado telón azul donde primero se puso de manifiesto la maestría del gran Alirio Díaz al sonar las primeras notas de su guitarra con tres piezas del Renacimiento, luego La Gavota en mi mayor de Juan Sebastian Basch, Andate y Minveto de Fernando Sor para luego interpretar dos valses de Laudelino Mejía. Su mentor, como si supiera de la admiración que Galíndez sentía desde su juventud por este autor andino y por último, cerró con tres pasajes del Indio Figueredo. No había terminado aún su puesta en escena cuando los cohetes retumbaban en el oscuro cielo yaritagüeño. Un árbol pirotécnico en homenaje 63


a Santa Lucía, la virgen de los ojos bellos se escuchaba a lo lejos. Una vez más su Patrona le había ganado el protagonismo de la fecha. No obstante, subió al escenario con suma alegría, junto al guitarrista y allí sin haber ensayado previamente, comenzó uno de los más bellos episodios que nunca olvidó. Él comenzó a cantar Caramba y la guitarra punteaba, de manera tímida al principio y después con fuerza y seguridad, acoplada a la voz del tenor y autor de la pieza en unión celestial y aquel público que vino a participar de aquel recital inédito, llenó de aplausos el auditorio que esa noche se hizo pequeño para albergar a los paisanos y algunos barquisimetanos que sintieron el llamado a disfrutar de este espectáculo. En el aire quedó una promesa de parte del guitarrista caroreño: -“Maestro, me comprometo a montar una de sus piezas”–exclamó- y al año siguiente, en ese mismo escenario de la Casa de la Cultura José Blanco Peñalver de Yaritagua, interpretó una de sus canciones, adaptada para la guitarra por el mismo Maestro Alirio Díaz y dedicada al yaritagüeño Otilio Galíndez que aunque no estuvo presente, sus paisanos supieron apreciar tan hermoso obsequio.

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Ha muerto Otilio. Viva Otilio Otilio vivió sus últimos años acompañado de su familia, su madre Felícita quien era la reina de su hogar, una artista consumada que sabía recitar y cantar, “Yo me levanto cantando. Es que la música es tan importante para los seres humanos, es tal vez como el pan, es alimento del espíritu. En esta casa diariamente se canta”, siempre reflexionaba sobre ello y llevaba con sumo interés la teoría a la práctica, -señalaba. De ella, este compositor recibió todo su amor que siempre fue correspondido. A su madre le cantó muchas veces y no se cansaba de decir que ella era todo para él. De noche eres el ángel de mis sueños Al despertar la aurora, vida mía, Eres el sol que alumbra mi existencia Eres el rostro que mi senda guía El néctar de tu amor llena mi vida. Su mamá padecía de la enfermedad más dulce, la diabetes que él heredó y que supo convivir con ella a lo largo de sus últimos años de vida. Asimismo, en su casa habitaba, su hijo Sergio, que como él, heredó su amor por la música y hoy día guarda con celo sus pertenencias, sus recuerdos, su legado. Fueron 74 años celebrados con la satisfacción del deber cumplido, dejando

numerosos

temas

al

repertorio

tradicional

venezolano, 65


composiciones donde fluye el ritmo alegre sincopado, distinguido con sus cortes, paradas y contratiempo. Es de señalar que Otilio inicia en el país la neo canción que da un vuelco en el pentagrama venezolano. Sin duda alguna este autor se convierte en un punto de referencia con su nuevo estilo a la hora de presentar su obra, caracterizada por la fina prosa y particular música con una intuición innata y una gran sensibilidad social que le permite capturar y expresar vivencias de la vida cotidiana, mostrada con una gran sencillez y dejo de frescura que involucran sus recuerdos de aquellos primeros años, vividos en un ambiente rural y bucólico de su amada Yaritagua. Este compositor siempre expresaba que quería representar una fiel expresión del ser venezolano hasta el último sol que le alumbrara sobre la tierra. Acción que cumplió hasta el amanecer del 13 de junio de 2009 cuando el país se sorprendió con la noticia de su desaparición física. Decía su hijo Sergio, sobre el día de su partida terrenal: -Anoche se acostó después de despedirse lleno de alegría, como siempre y al amanecer ya no despertó. Se fue callado sin hacer bulla, una muerte tranquila como él continuamente había deseado-. Otilio Galíndez partió en silencio imitando al río que baña el cuerpo y jamás retorna, como el aroma de la flor primera, traída por el viento y con él se va, para nunca regresar. Se fue, pero dejó un gran legado que hablará por 66


él y nunca permitirá ser olvidado. Tal como lo señala Alberto Hernández (Ob. Cit.), este gran compositor venezolano deja uno de los legados más hermoso que hombre alguno haya creado: sus canciones, su bondad, su inteligencia, sus bromas, su bohemia. Caramba mi amor caramba Lo bello que hubiera sido Si tanto como te quise Tú a mí me hubieras querido. Caramba, mi amor, caramba, pasar este invierno triste mirando caer la lluvia que tantas cosas me dice. Caramba, mi amor, caramba. Caramba, mi amor, caramba, las cosas que nos perdimos, los chismes que solo escucho entre las piedras del río. Caramba, mi amor, caramba, el viento con las espigas, aroma de caña fresca y amargos de mandarina Caramba, mi amor, caramba.

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El legado de Otilio Galíndez vivirá por siempre La obra del Maestro Otilio será recordada continuamente en su país, cada 13 de diciembre para celebrar su natalicio o los 13 de junio, fecha de su muerte cuando en todo el territorio venezolano, su música es y siempre será difundida por el espectro radial y su biografía, reproducida por la prensa, en revistas y en la Web, pero especialmente, sus aguinaldos y parrandas que suenan en la radio desde el mes de noviembre cuando se acerca la Navidad como sinónimo de alegría. No obstante, sería necesario plantear y ejecutar algunas estrategias que permitan mantener su vida y obra en la memoria venezolana y transmitirlas a las nuevas generaciones por lo que sería importante difundir todo su legado en las escuelas, liceos, universidades y otros espacios. Realizar estudios permanentes de sus canciones, de su poesía por medio de cátedras libres, charlas, conversatorios, investigaciones, asimismo, promover la elaboración de micros, videos, exposiciones, carteleras, entre otras actividades en las escuelas y liceos, por lo que el Ministerio para la Educación Turismo y Deporte debería agregar en sus planes y programas, el estudio de la vida y obra de Otilio Galíndez como Ilustre venezolano. Igualmente, una recomendación para su pueblo natal, Yaritagua donde convendría hacer una investigación exhaustiva para dar a conocer lugares emblemáticos, relacionados con sus primeros años de vida, erigir un monumento o edificación, un parque o un bosque que lleve su nombre, 68


promover cátedras libres y concursos de música en su honor, recopilación de sus canciones para su divulgación, crear un parrandón en cada una de las escuelas existentes y otras instituciones para difundir sus aguinaldos en Navidad, fundar una orquesta típica con su nombre y/o una estudiantina, fomentar el análisis de sus poesías, murales, obras teatrales con sus canciones, entre otras acciones al respecto. En Maracay estado Aragua, lugar don murió y vivió por tanto tiempo se debería rescatar la casa de habitación para crear un Museo donde se resalte su vida y obra. Colocar su nombre a una avenida, entre otras actividades que exalten su memoria. Otilio Otilio siempre Otilio Soñador de alto vuelo Que puso rima al poema Y dio consuelo a su pueblo Escribió de sus paisajes Del mar, arroyos y ríos Del tripón y el comején Del hombre y de su amorío Las parrandas y aguinaldos Que cantaba en Navidad Siempre serán escuchadas Por su ritmo sin igual. Belky Montilla E.

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Referencias Bibliográficas ARRÁIZ, Rafael Clemente. (1984). Yaritagua. Prólogo de Crónicas y otras cosas de Yaritagua, escrito por Roberto Mujica. Editorial Boscán. Barquisimeto. Lara. Venezuela. DEROY, Yemary. (1999) Poesía y Música Popular de Venezuela. Otilio Galíndez. Gráficas Mariño. Caracas. Venezuela GALÍNDEZ, Otilio. (1996) Cancionero. (1999) Aprendiendo de tu Magia. Editorial Canora. Maracay. Aragua. Venezuela. OCHOA, Luís. (1992) Las Canciones de Otilio Galíndez Elecentro. Maracay. Aragua. Venezuela. RUÍZ, Pedro. (1996) 27 Canciones de Otilio Galíndez. Universidad Central de Venezuela. Caracas. Venezuela. (2006) Otilio Galíndez 2001. Premio Nacionales de Cultura. Música. Fundación Editorial el perro y la rana. Gobierno Bolivariano de Venezuela. Ministerio de la Cultura. Caracas. Venezuela SOTO, Jesús. Citado por Ruiz, Pedro. (2006) Otilio Galíndez 2001. Premio Nacionales de Cultura. Música. Fundación Editorial el perro y la rana. Gobierno Bolivariano de Venezuela. Ministerio de la Cultura. Caracas. Venezuela Hemerográficas: DELGADO ESTEVES, Miguel. (2009) citado por Páez, Lisbella. En: Desde ayer se apagó la voz de Otilio. Yaracuy al Día. 15-06-2009. San Felipe. Venezuela PAEZ, Lisbella. (2001) Pocos músicos y autores populares han surgido económicamente. Foro. Yaracuy al Día 08-07-2001. San Felipe. Venezuela RIVERA, Luís Mariano. (2009) citado por Ojeda William en Otilio Galíndez sigue alumbrando la navidad venezolana. Yaracuy al Día 20-122009. San Felipe. Venezuela. 70


TOOD, Cecilia. (2010) La ternura de Otilio era infinita. MEDIOS el 25/09/2010

Digitales: ALMARZA, Lorena. (2018) //Memoria//Música.

Todos

cantan a

Otilio.

//Lorena

Almar

ALVAREZ Hugo. (2009) Muere en Maracay el poeta y cantor Otilio Galíndez. Letralia. Tierra de Letras. En: https//letralia.com/212/0613galindez.htm Fabiola José. Citada por ALMARZA, Lorena. Todos cantan a Otilio. HERNÁNDEZ, Alberto. (2009) Diciembre, el mes de quien sigue cantando, Otilio Galíndez. Letralia. Tierra de Letras. En: https//letralia.com/212/0613galindez.htm MUJICA, Eladio (2009) Otilio Galíndez en talentovenezolano.blogspot.com.

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