entrevista a xelucho.LaVOZ

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BERGANTIÑÁNS en su rincón XELUCHO ABELLA CHOUCIÑO

«Estudar non é meter cousas na cabeza, senón a cabeza nas cousas» Malpicán de nacimiento y pontecesán de residencia, fue profesor de Filosofía en tres institutos casi 30 años, aunque antes dirigió una oficina del ISM Una experiencia política en dos municipios Xelucho Abella, junto al paseo del río Anllóns, en Ponteceso, por donde camina a diario Autor de la imagen: | CASAL Malpicán de nacimiento y pontecesán de residencia, fue profesor de Filosofía en tres institutos casi 30 años, aunque antes dirigió una oficina del ISM Autor: S. Garrido Localidad: carballo/la voz. Fecha de publicación: 4/12/2010

Lo primero: Xelucho está bien. Fueron, y son muchos, los que se preocuparon por él. Amigos, conocidos, antiguos alumnos. Ha mejorado mucho, y sigue mejorando. Tuvo un problema grave de salud y la evolución es buena. Cada día camina junto al río Anllóns, en Ponteceso, que es donde vive. A escasos metros del puente. Los médicos le mandan caminar y él aprovecha esa zona, que es una de las que más le gustan y que además elige como rincón. Pudo haber sido otro. «As Illas Sisargas», aclara. Pero no está el mar, ni Xelucho, ni siquiera el fotógrafo para navegar hasta el archipiélago, y Xelucho habla despacio al lado del río. «Gústanme as Sisargas en conxunto e o río Anllóns en conxunto, polo significado que teñen», dice este bergantiñán de pura cepa. De sangre, residencia, pensamientos, investigaciones. Lo de Xelucho viene de Rogelio. Rogelucho derivó en Xelucho. Su nombre es Germán Rogelio, aunque pocos lo saben. Su abuelo también lo era, y le quedó ya para siempre. Nació en O Ventorrillo de Malpica, pero porque su madre fue allí a dar a luz, donde estaban los abuelos. En realidad, su infancia y adolescencia se desarrolló en torno a la rúa da Igrexa. Eran años duros. Él siempre tuvo que comer, pero no todos pueden decir lo mismo. «Había rapaces que,


cando vían a outro comer unha mazá, pedíanlle que lles deixase o carozo». La pobreza contrastaba con un pueblo que «daquela era moi bonito». De Malpica pasó al Seminario de Santiago. Primero el menor y después el mayor, porque iba para cura. Acabó, pero no se ordenó. Está muy satisfecho del poso que le dejaron aquellos años. «Ao Seminario débolle moito, estoulle moi agradecido. Pola formación persoal, polo trato, polos recordos tan bos, polo interese e delicadeza en educarnos. Sobre todo, no Menor», explica. Vocación Fue en Santiago donde le vino su vocación por la filosofía. Estudió la carrera en Salamanca (entonces no la había aún en Santiago), ciudad de la que guarda unos recuerdos excelentes. Quedó tan encantado con la ciudad (incluidas las impresiones de los duros inviernos, como aquel en el que estuvieron a siete grados bajo cero) que, si pudiese, se la traería a Galicia. Es la única de la que dice eso. Los primeros tres años, seguidos, y los otros dos, poco a poco. En medio, sacó una oposición para dirigir el ISM de Malpica, donde estuvo once años, «intensos e bonitos». Después acabó la carrera y optó a la enseñanza. Sacó la plaza y lo destinaron al instituto de Monelos, donde estuvo un año. Eso fue en el 82. Después estuvo en el instituto Alfredo Brañas durante 14 años, y ya en Ponteceso otros 15. Está muy satisfecho de su experiencia como docente. «Aos que máis agradecidos lles estou é aos alumnos». Xelucho era de los que se enfadaban cuando terminaban las clases. Le gustaba enseñar. Daba Filosofía, pero también religión. Los chavales llegaban de colegios de la zona y se sorprendían con sus métodos, afables y directos, con los que enseñaba a pensar y les hablaba de cosas hasta entonces impensables. Xelucho es de los que reflexionan largamente sobre la docencia y la educación. «No proceso educativo construímos a nosa personalidade como quen constrúe un barco, e por iso os pais e profesores temos unha grande responsabilidade porque, segundo como eduquemos, en moitos casos así serán os nosos fillos». Liga esto a su propia experiencia: «Na miña infancia había moitas estreiteces. É normal que moitos pais digan que non queren que os seus fillos pasen polo que eles pasaron, e non lles falta razón, pero, pese a iso, creo que non lles viña nada mal a algúns rapaces de agora pasar polo que nós pasamos», reflexiona. Vuelve al barco de antes: «Igual que ao barco, aos fillos hai que facerlles as probas de flotabilidade e marcarlles un rumbo. É o que máis importa, o rumbo, saber cara onde van, porque neste mundo non é só saber quen es, senón quen queres ser». Considera que algunos padres, equivocadamente en ciertos casos, «proxectan sobre os profesores a súa incapacidade para educar, e póñense de parte do rapaz contra o profesor, algo que en moitos casos é inxusto, e en todo, antieducativo». Recuerda los años de su infancia en los que el maestro les advertía de que podía hablar con sus padres para que se atemorizasen. «A arboriña nova pode ser endereitada, pero dende que se fai robusta, xa non é posible. Por iso, se a cimentación non é firme, o edificio derrúmbase», comenta en la zona del Recheo de Ponteceso, en un día frío y lluvioso. Y ofrece una lección a los estudiantes que ahora ya no tiene: «Estudar non é meter cousas na cabeza, senón a cabeza nas cousas. Entender, probablemente do latín inter legere , ou sexa, ler dentro, é coñecer as cousas por dentro».


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