La crítica literaria consiste en un ejercicio de análisis y valoración razonada de una obra literaria en un medio de comunicación actual; por eso cabe distinguirla de la Historia literaria o Historia de la literatura, que realiza una crítica y valoración muy a posterior y frecuentemente de forma más documentada, científica y ecléctica. Existen dos grandes modelos de crítica literaria: la que pretende ser objetiva y científica; y la que reconoce la inevitable subjetividad de su punto de vista, y con frecuencia incluso la expone abiertamente. En el fondo, la cuestión que separa estos modelos es el papel del gusto en la capacidad de análisis: ¿es algo superior al crítico, o podemos controlar su grado de influencia? Eso se relaciona, a su vez, con una de las funciones primordiales de la crítica periodística en general: educar el gusto del público. Por último, existe también la llamada «crítica impresionista», que expone las sensaciones de lectura creando una obra de arte lingüístico, en la que la estética es mucho más importante que el rigor científico o analítico. En eso casos, como el de «Azorín», la obra crítica nos permite conocer más en profundidad al propio crítico que al objeto de análisis. Hay autores que sostienen que esta es la única clase de crítica posible puesto que, como dice el dicho, «todo depende del cristal con que se mira». La función de la crítica es analizar, y muchas veces debe exponer lo que falta en una obra. Los puntos de vista de la crítica literaria, para que sea objetiva, deben ser muchos, muy distintos y eclécticos. Las metodologías utilizadas pueden ser la positivista, la semiológica, la narratológica, la psicológica, la sociológica, la estructuralista, la deconstructiva, la estilística descriptiva, genética, funcional y estructural y la estética de la recepción, entre las más importantes. Muy diferentes escuelas dentro de la estética y la teoría literaria han estudiado por otra parte el hecho literario, desde el importante formalismo ruso, el postformalismo ruso, el new criticism, el marxismo, el estructuralismo checo y francés, la narratología, el postestructuralismo, el Generativismo, la pragmática literaria, la lingüística del texto, la semiótica, la neorretórica, el psicoanálisis, el feminismo, el culturalismo, la deconstrucción, el multiculturalismo, el neohistoricismo, etc. Algunas líneas de investigación de la crítica literaria estudian la relación de la literatura con otras formas de expresión estética. Así, encontramos interesantes estudios de pintura y literatura y, más recientemente, de música y literatura. Se trata de formas de la literatura comparada.
Por último existe el método de la crítica acompasada, creado en España en el siglo XX por los críticos del Círculo de Fuencarral, relacionados con el Centro de Documentación de la Novela Española. Este método se basa en una lectura
minuciosa y atenta con intención de ir desvelando posibles fallos del texto, que por lo general se citaran de modo textual para que el lector de la crítica pueda apreciarlos. Se califica de acompasada por irse realizando al compás de la lectura. Es un método utilizado sobre todo para revelar la pésima calidad de algunos textos y se pueden encontrar ejemplos de su utilización en varios sitios de Internet, además de otras publicaciones como La Fiera Literaria.[1] [2] La crítica literaria se ha ejercido en España en forma adjetiva y ocasional como tema literario y en forma sustantiva como género, ya desde épocas muy tempranas. Casi siempre su florecimiento coincidió con el auge de alguna revolución estética importante, y así el Prerrenacimiento (Marqués de Santillana) y el Renacimiento (Cristóbal de Castillejo, por ejemplo) tuvieron sus críticos, como los tuvo el Culteranismo, el Romanticismo, el Realismo, el Naturalismo, el Modernismo, las Vanguardias y el Surrealismo.
Quizá el primer texto sustantivo en este sentido fue la Carta e proemio al Condestable don Pedro de Portugal de don Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana. Como tema ocasional ocupó una parte significativa del Diálogo de la lengua de Juan de Valdés. Durante el Siglo de Oro se mezcla con frecuencia la crítica literaria con la preceptiva retórica y poética, o la glosa de obras consideradas ya entonces clásicas, como el Laberinto de Fortuna de Juan de Mena o la obra de Garcilaso de la Vega, comentados por Francisco Sánchez de las Brozas y el segundo además por Fernando de Herrera. La crítica literaria fue también uno de los temas constantes en Miguel de Cervantes, y su presencia es notable en novelas como el Don Quijote o en poemas como el Viaje del Parnaso, por no hablar de otros textos del alcalaíno, y se encuentra en obras como el Laurel de Apolo de Lope de Vega o asociado a la sátira como en la República literaria de Diego de Saavedra Fajardo. El conceptismo tuvo a su mayor estudioso, crítico, apologista y antólogo en Baltasar Gracián, con su obra Agudeza y arte de ingenio, y sólo con los comentaristas y detractores de Luís de Góngora habría para llenar un grueso volumen. También hubo un abultado y acalorado debate con motivo del contraste que se encontró entre las fórmulas teatrales aristotélicas y el libérrimo teatro clásico español tal como fue estatuido en el Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo (1609) por Lope de Vega...
En el siglo XVIII existe, por un lado, la crítica literaria satírica entre los componentes de la Ilustración en general como son José Francisco de Isla, Juan
Pablo Forner o José Cadalso. De forma más objetiva, fueron críticos literarios importantes José María Blanco White, Leandro Fernández de Moratín, Pedro Estala o José Marchena, entre otros.
Ya en el siglo XIX destacaron especialmente el cervantista Diego Clemencín, Leopoldo Alas, que hizo célebre su sobrenombre de Clarín, Eduardo Gómez de Baquero, más conocido como Andrenio, Emilia Pardo Bazán, Rafael Altamira, Manuel Cañete, Manuel de la Revilla, Emilio Bobadilla, Luís Bonafoux y filólogos eminentes como Marcelino Menéndez Pelayo, cuyos gustos clasicistas y su interpretación prioritariamente católica y tradicionalista de lo que era literario influyeron negativamente en el aprecio de la rica, multiforme y multilingüística realidad literaria española, configurando un canon literario significativo, pero restringido y bastante pobre de lo que era la literatura española.
En el siglo XX, y entre los miembros de la Generación del 98, José Martínez Ruiz ejerció la crítica impresionista en obras como Al margen de los clásicos entre otras muchas obras. Miguel de Unamuno ejerció una crítica fundamentalmente deconstructiva en su Vida de don Quijote y Sancho. El filólogo Ramón Menéndez Pidal hizo más bien historia de la literatura con sus estudios sobre el Cantar del Mío Cid, la literatura medieval y la del Siglo de Oro. Entre los miembros del Novecentismo destacan como críticos Eugenio d'Ors, Ramón Pérez de Ayala (Las máscaras, Nuestro Séneca y otros ensayos etc.), Rafael Cansinos Asséns y sobre todo Américo Castro, Juan Ramón Jiménez y José Ortega y Gasset, este último con obras tan importantes como Ideas sobre la novela, La deshumanización del arte o Meditaciones del Quijote, por citar sólo unas cuantas. Los escritores de la Generación del 27 no descuidaron esta faceta, pues muchos de ellos fueron profesores de literatura española. Grandes críticos fueron Pedro Salinas (La poesía de Rubén Darío, 1948, Literatura Española. Siglo XX, 1941), Jorge Guillén (Lenguaje y poesía, 1962) y Luis Cernuda (Estudios sobre poesía española contemporánea 1957 o Poesía y literatura, I y II 1960 y 1964), pero Dámaso Alonso hizo una contribución notable al crear, junto a Amado Alonso, toda una escuela de crítica literaria, la Estilística. Fueron muy leídos críticos literarios como Enrique Díez Canedo, Federico de Onís, Guillermo de Torre, el mayor experto en terrenos como las Vanguardias literarias del siglo XX, Carlos Bousoño, descifrador de los misterios del Surrealismo literario, y José María Valverde, entre otros muchos. Está por estudiar la crítica literaria de otros autores como José Bergamín, Gerardo Diego etc. En la actualidad existen importantes críticos como Luís Antonio de Villena, José Luís García Martín, Rafael Conte, Luís Suñén, Miguel García-
Posada etc. y numerosas revistas (Ínsula, Revista de libros, etc.) y suplementos literarios de periódicos (El Cultural, Cultural, Babelia etc.) consagrados en exclusiva a la crítica literaria, aunque no siempre responden a dictados objetivos y con frecuencia su crítica va orientada por grupos de presión, capillas intelectuales o intereses económicos de empresas editoriales. A finales del siglo XX aparece en España el método de la crítica acompasada, de la mano de Manuel García Viñó, escritor y colaborador de periódicos como El Alcázar o La Razón.