“La historia de un humilde pesebre” ALBERTO ACEVEDO ROJANO.
Diciembre de 1998.
Era un día común, en la pequeña ciudad de Belén, Efrata. No se hicieron fiestas ni se dio aviso a los amigos; no tenía mayor importancia: acababa de “nacer” un pesebre. “¡Que bien! —pensó el pesebre. “Creo que soy un baúl y pronto me llenarán de joyas y cosas valiosas ¡Que suerte! ... ¿¡Queeeeé!? — Ni siquiera había abierto bien los ojos cuando ya lo habían metido al establo. “¿En donde estoy? Se supone que mi lugar es dentro de la casa, esto no es justo; tanta humedad me hará daño... ¿Qué es eso que traen ahí, especias?... ¡Paja! ¡No Por favor, que soy alérgico...! ¡Atchitssssssssss!...” Pobre pesebre, lo dejaron en un rincón, olvidado entre la humedad, rodeado de animales y para colmo lo habían cubierto de paja. Todos sus sueños habían terminado el mismo día en que nació, ya no saldría de ahí, pasarían muchos años y tal vez se pudriría o serviría para alimentar el fuego de algún pastor. ¿qué importaba ya? Era un pesebre... Aquellos eran días turbulentos, de conquistas y de reyes (o más bien, de dictadores), y como a veces los gobernantes se aburrían, había que buscar algo que los entretuviera. En ese tiempo lo que les complacía era saber cuánta gente tenían bajo su dominio. Fue así que se dio una orden de empadronamiento en Israel. Cada uno tenía que volver a su ciudad de nacimiento para ser contado En Galilea vivían un hombre llamado José y María, su esposa; ámbos eran de la tribu de Judá, nacidos en Belén por lo que fueron hacia allá. Fue un viaje duro, pues María estaba en cinta y casi para dar a luz. ¡Vaya! Pero lo que más complicó las cosas es que en esas fechas se celebraba la fiesta de las cabañas, una fecha muy importante para
La historia de un humilde pesebre by Alberto Acevedo Rojano is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License. Creado a partir de la obra en www.betoacv.com.
Por:
los judíos. Todo al rededor era bullicio, gentes que llenaban las plazas, el mercado, los caminos. No cabían. Las casas estaban abarrotadas, al igual que los mesones... ¿qué podía hacer José? Era un sencillo carpintero, pobre y con la situación de su mujer... Tenía que hallar un refugio ¡Y pronto! Una choza debería ser suficiente, además era parte de la fiesta construir una, así que José puso manos a la obra. “¡Uf! Por fin quedó lista —Penso. Después acondicionó el interior lo mejor que pudo... “José —dijo María. Ya viene el niño... Así fue, pues, que vino a este mundo el salvador anunciado por los profetas: Jesús. La fiestas era lo más imporante, así que aunque los amigos se enteraron, no le dieron mayor importancia: Nació un niño pobre que no tenía cuna... “¿Qué? ¿Qué es eso que oigo? —Se preguntó el humilde pesebre. “¿De donde viene ese llanto? Tal vez sea otro con mala suerte como yo... ¡Epa! ¿A dónde me llevan? ¡No puede ser! ¡No quiero ver... ¿Qué sucede? —se dijo habriendo bien los ojos. Se siente suave... “¡Oh, es un bebé! ¿Pero quién puede ser... — En ese momento entró un grupo de pastores. “¡Oh, no! ¡Pastores...! —sollosó. Pero que sorpresa, esos pastores no venían por él. Estaban alabando porque había nacido... “¿¡Quién!? Jesús ¡El Hijo de Dios!... Ahora el pesebre tenía en su seno nada menos que al creador del universo, ¡Emmanuel! Cuando lo comprendió se llenó de gozo y ablandando su pecho cuanto pudo extendió su borde en un tierno abrazo. “¡Muchas Gracias Señor!” —dijo, y por primera vez sonrió. Esta fue la historia del humilde pesebre. Y tú ¿qué es lo que piensas? Recuerda bien que no se trata de recibir una tradición, sino a Jesús, a Cristo, el Rey de reyes y Señor de señores... Al Salvador. ¿Por qué no dejar que tu corazón sea un “humilde pesebre”? Dios te Bendiga.