Leer, conversar y escribir
Biblioteca IES ARICEL Escribir sobre los recuerdos:
Roald Dahl Boy (Relatos de infancia) Antes de leer -
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Preguntar a los alumnos si conocen al autor y comentar si han leído en el colegio algunas de sus obras (Charlie y la fábrica de chocolate, Matilda, Las brujas, James y el melocotón gigante…). Puede ser interesante proyectar algunas imágenes de esta página: http://www.iesxunqueira1.com/dahl/Boy.htm Hablar sobre lo que significa escribir unas memorias y hablar sobre la propia vida, a partir de la lectura del texto que, a modo de prólogo, encontramos en el libro (ver Anexo II). Leer algún pasaje que ponga de manifiesto lo que plantea el autor en dicho prólogo: cómo hay momentos que pueden no parecer importantes, pero que causan honda impresión y no se olvidan. Además, debemos explicar cómo se trata en realidad de usar las palabras para hablar de los hechos pero también de los sentimientos. Puede servir de ejemplo el pasaje -dentro del capítulo “La bicicleta y la confitería”- que recuerda la sensación que le provoca ver a “uno de los mayores, un chico de doce años, pedaleando a toda velocidad en su bicicleta” (Anexo III). Para trabajar con esto es interesantísimo este enlace: http://es.slideshare.net/felipezayas/leer-para-escribir-escribir-para-leer
Durante la lectura -
Leer juntos el primer capítulo, “Papá y mamá”, y conversar sobre lo que saben de la historia de sus padres. A partir de este diálogo, explicar el proyecto de escritura que consistirá en que vayan redactando su propia autobiografía a partir de la lectura de Boy. Es importante aclarar que no se trata de resumir o imitar al pie de la letra, sino de contar a partir de lo leído algunas vivencias de la infancia que, por alguna razón, no han olvidado: amigos, la escuela, visitas al médico… Como en el libro de
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Dahl, pueden ilustrar algunos pasajes con dibujos o fotos. Al final, deben buscar un título para su texto. Se les entregará un guion con los motivos sobre los que irán escribiendo y algunos capítulos del libro que pueden tomar como referencia (ver Anexo I). En las sesiones siguientes, alternar la lectura en voz alta y en común con la lectura individual y en casa. En ambos casos, luego, en clase, se irá compartiendo lo leído, de manera que la lectura permita hablar de cuestiones sobre su infancia que les interesen. En algún momento, si a alguien le apetece, puede leer en voz alta o comentar un fragmento de lo que va escribiendo en su diario. Al llegar al final de la tercera parte del libro, “St. Peter’s, 1925-1929 (De los 9 a los 13 años)”, explicar que aquí terminaría la parte de su trabajo dedicada a los recuerdos de la infancia. La tercera parte de Boy puede leerse de forma optativa, pero, puesto que aún no lo han vivido, no escribirán en ese sentido. Sí, en cambio, redactarán un último capítulo sobre sus expectativas de futuro y cómo imaginan los años próximos en el instituto y la universidad. Por otro lado, de esta tercera parte, podrían leerse juntos el comienzo y el capítulo llamado “Chocolates”, que inspiró luego Charlie y la fábrica de chocolate. Asimismo, podrían usarse algunos de los temas que en ella aparecen (aficiones, aquel profesor o día especial, etc.) para escribir sobre experiencias similares aunque vividas durante los años del colegio.
Después de leer -
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Pedir que revisen y lean de forma global lo que han escrito antes de entregarlo y, si quieren, que añadan ilustraciones, algún capítulo especial o el título, si aún no lo han elegido. Además, es importante decirles que pongan al final, por escrito, una pequeña reflexión sobre lo que ha supuesto la lectura del libro (fragmentos favoritos y citas) y la escritura de sus propios recuerdos. Poner en común la lectura. Esto implicará varias sesiones en las que se comentará cómo ha sido la experiencia, se enseñarán los cuadernos unos a otros y se compartirá algo de lo escrito. Lo ideal sería que cada alumno escogiera un pasaje de sus memorias para leer en voz alta. Mostrar este enlace https://www.youtube.com/watch?v=V5M_GNcy9w8 con imágenes sobre el libro y recordar que existe una segunda parte, titulada Volando solo, en la que Roald Dahl cuenta sus experiencias, ya adulto, como piloto. Alentar a que conserven ese pequeño libro de memorias y lo continúen o retomen durante y tras los años de instituto.
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ANEXO I
Mis recuerdos_DIARIO DE LECTURA Punto de partida 1. Papá y mamá: el comienzo de nuestra historia. 2. Parvulario: Guardería o infantil, 1922-1923 (4-6 años): más sensaciones que recuerdos.
La Escuela de la Catedral de Llandaff/St. Peter’s: La escuela primaria, 1925-1929 (6-12 años). 3. La llegada al colegio: los mayores, las chucherías, el listillo del grupo… 4. Una travesura: “El gran complot del ratón” o “Tabaco de cabra” 5. Vacaciones. Los abuelos. 6. Ir al médico: “Una visita al médico”, “El automóvil”, “Nostalgia”o “Ellis y el furúnculo”. 7. Los castigos: “La celadora”, “El capitán Handcastle” o “El director”.
Repton y Shell: el instituto, 1926-1936 (13-20 años). 8. La llegada al instituto: de nuevo los mayores (“Los auxiliares”, “Los asistentes” o “Atuendo para la escuela superior”). 9. Aquel profesor o aquel día especial: “Chocolates” o “Corkes”. 10. Nuestras aficiones: “Deportes y fotografía”. 11. Nuestro futuro: “Adiós a la escuela”.
(Extras: “El cajón particular” o “Cartas a la familia”).
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ANEXO II
«Una autobiografía es un libro que escribe una persona sobre su propia vida y por lo general está lleno de tediosos pormenores de toda clase. Esto no es una autobiografía. Yo nunca escribiría una historia de mí mismo. Por otra parte, durante mis días mozos en la escuela y nada más salir de ella me sucedieron unas cuantas cosas que jamás he olvidado. Ninguna de estas cosas es importante, pero todas causaron en mí una impresión tan viva que ya nunca he sido capaz de quitármelas de la cabeza. Cada una de ellas, tras un lapso de cincuenta y a veces hata de sesenta años, ha permanecido bien grabada en mi memoria. No he tenido que esforzarme mucho por recordarlas. Me ha bastado con espumarlas de la superficie de mi conciencia y escribirlas. Algunas son divertidas. Otras son lastimosas. Las hay desagradables. Supongo que a ello se debe el haberlas evocado siempre tan a lo vivo. Todas son verdad.» R. D.
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ANEXO III
“[No] es mucho lo que recuerdo de los dos años que asistí a la escuela de la Catedral de Llandaff, entre los siete y nueve años de edad. Sólo dos momentos subsisten claramente en mi memoria. El primero no duró más de cinco segundos, pero jamás lo olvidaré. Era mi primer curso y volvía a casa solo y a pie, atravesando la plaza del pueblo después de clase, cuando, de un modo imprevisto, me veo venir a uno de los mayores, un chico de doce años, pedaleando a toda velocidad en su bicicleta carretera abajo a unos treinta pasos delante de mí. […] El chico bajaba lanzado por la cuesta, y al pasar como una exhalación por mi lado va y se pone a pedalear muy rápido hacia atrás, de forma que el mecanismo de piñón libre de su bici hizo un ruido vivo y trepidante. Al mismo tiempo, retiró las manos del manillar y se cruzó de brazos como si tal cosa. Yo me quedé clavado en el sitio, mirándolo sin pestañear. ¡Qué chaval tan estupendo! ¡Qué resuelto, y valiente, y gallardo con sus pantalones largos, y sus pinzas en las perneras, y su gorra escolar colorada puesta tan airosamente al bies! Un día, me dije, un día glorioso tendré yo una bici como ésa, y llevaré pantalones largos con pinzas en las perneras, y la gorra puesta así de lado, y bajaré zumbando por la cuesta, pedaleando hacia atrás, fuera del manillar las manos! Os juro que si en aquel momento me hubiese agarrado alguien por el hombro y me hubiera dicho: “¿Cuál es tu mayor deseo en la vida, chiquillo? ¿Cuál tu ambición suprema? ¿Ser médico? ¿Músico famoso? ¿Pintor? ¿Escritor? ¿O primer ministro?”, habría yo respondido sin vacilar que mi única ambición, mi esperanza, mi máximo anhelo era poseer una bicicleta como aquella y bajar por la cuesta zumbando sin manos en el manillar. Eso sería algo fabuloso. Me estremecía de emoción sólo pensarlo.”
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