Del 8 a l’11 d´abril de 2014
Viatge per terres de Sòria Literatura, filosofia, art, Història, geografia, botànica...
1r de batxillerat Institut Eugeni d’Ors - Vilafranca del Penedès
ÍNDEX
1. Per terres de Sòria. L’itinerari
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2. Abans del viatge: Meditando con Antonio Machado/Juan de Mairena
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3. Viatjar
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4. El formatget d’Història
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5. El formatget de Geografia
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6. Por el camino del Cid: la Soria cidiana y Medinaceli
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7. Actividades de literatura. Martes 8 de abril
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8. Antonio Machado en Soria: Campos de Castilla
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9. Fotografiar Machado
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10. Callejear por Soria. El itinerario machadiano
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11. Callejear por Soria. Otras visitas
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12. Actividades de literatura. Miércoles 9 de abril
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13. Fotografiar el romànic de Sòria
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14. Sòria: riu Duero i el bosc de ribera
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15. En Valdegeña, recordando a Avelino Hernández
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16. Tras las huellas de Bécquer: Noviercas y Soria
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17. Actividades de literatura. Jueves 10 de abril
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18. La laguna negra y la tierra de Alvar González
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19. Actividades de literatura. Viernes 11 de abril
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20. Concurso de fotografía. Por tierras de Soria.
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21. De regreso a casa. Actividades de literatura
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22. Tierras de Soria 2.0 24. Els que viatgem
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1. Per terres de Sòria. L’itinerari. Dimarts, 8 d´abril: Per terres del Cid: Medinaceli. Sòria capital: Antonio Machado i els poetes de Sòria
7: Sortida de Vilafranca 12-15.30: El Cantar del Mio Cid a Medinaceli. Dinar. 17-19.30: Sòria: Casino Círculo de la Amistad. Visita al Museo Casa de los poetas 20: Arribada a l’ Alberg Cañada Real de Abejar. Sopar i temps lliure. 22: Passejada nocturna: els cels estelats de los Pinares de Urbión. Dimecres, 9 d´abril: Per terres d’Antonio Machado. El Riu Duero i la seva vegetació. De 10.30-14.30: Campos de Castilla, de Antonio Machado Passeig por les “riberas del Duero”. L’ ermita del Mirón y el “mirador de los Cuatro Vientos”. Claustre i Arcs de San Juan del Duero. El “monte de las ánimas”. “Entre San Polo y San Saturio”. De 14.30-17: Dinar i temps lliure 17-18: Cementeri de “El Espino”: “El olmo viejo” i el record de Leonor. 18-19: Institut Antonio Machado. 19-20: Palau de la Audiència i el Collado. 21: Sopar a l’alberg. 22.30: A prop del foc, “El monte de las ánimas” de Gustavo Adolfo Bécquer, i altres històries de por i fantasmes (activitat voluntària).
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Dijous, 10 d´abril: Per terres de Sòria: Valdegeña i els pobles abandonats d’Avelino Hernández. Noviercas i Gustavo Adofo Bécquer. 10.30-13: Valdegeña, el poble d’Avelino Hernández. 13-16: Dinar a l’Hostal Mari de Matalebreras amb el fotògraf César Sanz, Ricardo, Dolores, familiars de l’escriptor Avelino Hernández. 16.30-19: Noviercas.La ruta de los Torreones i Gustavo Adolfo Bécquer. El “pozo de Román” i la llegenda de “Los ojos verdes”. El passeig becquerià i La casa de Casta Esteban. Museu de Gustavo Adolfo Bécquer. El “torreón” de Noviercas. 21: Sopar a l’alberg Divendres, 11 d´abril: Per terres d’Antonio Machado: La laguna negra. Los “picos de Urbión” i el naixement del riu Duero. De 10-15: La laguna negra i “El romance de Alvar González”. La “sierra de Urbión”. 15.30 h a 16.30 h: Dinar a Vinuesa. 21 h: Arribada a Vilafranca.
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2. Antes del viaje: Meditando con Antonio Machado/Juan de Mairena. Caminante, son tus huellas el camino, y nada más; caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. Caminante, no hay camino, sino estelas en la mar. (Proverbios y Cantares) Este poema de Antonio Machado es muy conocido. Se trata de que lo leas con atención, respetando su ritmo y su musicalidad. Tienes que meditar sobre él (y con él), tenerlo presente durante un tiempo en tu mente, leerlo varias veces y dejar que germine en tu inteligencia y en tu corazón. Luego, una vez que haya reposado en la intimidad de tu ser, escribe sobre “Caminante, son tus huellas” una reflexión de 15 a 30 líneas. ¿Cómo lo entiendes e interpretas? ¿En qué te hace pensar? ¿Te “dice” realmente algo? Déjate llevar por las palabras de Machado y escribe. Lee lo que has escrito y cambia aquello que te parezca que no esté bien dicho,
que
puedas expresar mejor. Cuida las palabras, opta por la claridad: que las líneas que escribas, recojan de la manera más bella posible tu meditación sobre el poema.
¿Tu verdad? No, la Verdad y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela.
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Juan de Mairena
Lee los siguientes fragmentos de Juan de Mairena. Los hombres que están siempre de vuelta en todas las cosas son los que no han ido nunca a ninguna parte. Porque ya es mucho ir; volver, ¡nadie ha vuelto!
El paleto perfecto es el que no se asombra de nada; ni aún de su propia estupidez.
El ceño de la incomprensión –decía Mairena, gran observador de fisonomías- es, muchas veces, el signo de la inteligencia, propio de quien piensa algo en contra de lo que se dice, que es, casi siempre, la única manera de pensar algo.
Uno de los medios más eficaces para que las cosas no cambien nunca por dentro es renovarlas –o removerlas- constantemente por fuera (…)
Por debajo de lo que se piensa está lo que se cree, como si dijéramos en una capa más honda de nuestro espíritu. Hay hombres tan profundamente divididos consigo mismos, que creen lo contrario de lo que piensan. Y casi –me atreveré a decir- es ello lo más frecuente (…)
Preguntadlo todo, como hacen los niños. ¿Por qué esto? ¿Por qué lo otro? ¿Por qué lo de más allá? En España no se dialoga porque nadie pregunta, como no sea para responderse a sí mismo. Todos queremos estar de vuelta, sin haber ido a ninguna parte. Somos esencialmente paletos. Vosotros preguntad siempre, sin que os detenga ni siquiera el aparente absurdo de vuestras interrogaciones. Veréis que el absurdo es casi siempre una especialidad de las respuestas. …Porque yo no olvido nunca, señores, que soy un profesor de Retórica, cuya misión no es formar oradores, sino, por el contrario, hombres que hablen bien 6
siempre que tengan algo bueno que decir, de ningún modo he de enseñaros a decorar la vaciedad de vuestro pensamiento. Toda incomprensión es fecunda, como os he dicho muchas veces, siempre que vaya acompañada de un deseo de comprender. Porque en el camino de la incomprensión comprendemos siempre algo importante, aunque sólo sea que incomprendíamos profundamente otra cosa que creíamos comprender (…) Nunca os jactéis de autodidácticos, os repito, porque es poco lo que se puede aprender sin auxilio ajeno. No olvidéis, sin embargo, que este poco es importante y que además nadie os lo puede enseñar. Sobre la claridad he de deciros que debe ser vuestra más vehemente aspiración. El solo intento de sacar al sol vuestra propia tiniebla es ya plausible. Luego, como dicen en Aragón: ¡Veremos! Cuando leemos en los periódicos noticias de esas grandes batallas en que mueren miles y miles de hombres, ¿cómo podemos dormir aquella noche? Dormimos, sin embargo, y nos despertamos pensando en otra cosa. ¡Y es que tenemos tan poca imaginación! Porque si vemos un perro –no ya un hombre- que muere a nuestro lado, somos capaces de llorarle; nuestra simpatía y nuestra piedad le acompañan. Pero también para nosotros, como para Galileo, la naturaleza está escrita en lengua matemática, que es la lengua de nuestro pensamiento; y la tragedia pensada, puramente aritmética, no puede conmovernos (…) El que no habla a un hombre, no habla al hombre; el que no habla al hombre, no habla a nadie.
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3. Viatjar Viatjar vol dir conèixer nous espais. Viatjar és observar que els quatre punts cardinals s’omplen de formes, colors i funcions que no coneixem. Tots sabem que les muntanyes d’Olèrdola ens separen del mar, però ¿el Moncayo, de què i de qui separa Sòria? Tots sabem, o hauríem de saber, qui és Guifré el Pilós, què és l’11 de setembre o en quin anys ens vam integrar a l’estat Espanyol. Però, ¿què sabem de Castella? ¿què sabem del seu origen? ¿Què sabem del seu art? Massa sovint els germans són els més desconeguts. Desitjem que aquestes pàgines us ajudin una mica a aprendre coses d’un país proper. Aprendre és una obligació moral que tenim tots, i més aquells que ens dediquem a estudiar. Si no aprenem, gairebé segur que ens haguem d’aplicar les paraules de Machado: Castilla miserable, ayer dominadora envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora
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4. El formatget d’Història ¡Soria fría, Soria pura, cabeza de Extremadura, con su castillo guerrero arruinado sobre el Duero; con sus murallas roídas y sus casas denegridas! Muerta ciudad de señores, soldados o cazadores. (“Campos de Soria”) Al segle VIII la Península Ibèrica era quasi en la seva totalitat un territori musulmà: al- Andalus. Al segle IX a la zona nord de la meseta, el petit regne cristià[?] d’Astúries es començà a expandir cap a l’oest (Galícia), cap al sud (Lleó)
i
cap
al
Sud-est
(les terres de
Burgos). Un riu faria de límit i de frontera amb al-Andalus: el riu Duero. Si observeu el mapa a l’est de la meseta l’expansió s’atura quasi dos segles; allà trobareu las tierras de Soria. Les muntanyes de la serralada Ibèrica per l’est i de la serralada Central pel sud separen aquestes terres cristianes de al-Andalus. Són terres de ningú, són terres de frontera, són terres de successives incursions, són terres de ràtzies; són l’Extremadura del regne de Lleó. En aquestes terres hi van a viure els més valents, o aquells a qui la necessitat i la gana els fa els més valents.
Aquestes
terres
són
poblades per famílies que fugen de la misèria i, a canvi de viure en terres de frontera, obtenen una vida lliure i una terra en propietat. En aquestes terres la necessitat de la defensa és un fet bàsic. S’hi construeixen castells, o torres de 9
PENÍNSULA IBÈRICA SEGLE X
defensa, o torreones (la ruta de los torreones la farem el dia 10). Segurament per això d’aquesta terra situada en l’eix Burgos- SòriaMedinaceli es va conèixer ben aviat amb el nom
de
Castilla.
Castella,
que
va
ser
inicialment un comtat depenent del regne de Lleó; Castella que el 960, amb el comte Fernan González al capdavant, es va declarar independent PENINSULA IBÈRICA AL SEGLE XI
de
Lleó,
i
que
finalment
absorbirà el regne de Lleó per convertir-se en
el reialme cristià més poderós de la península Ibèrica. És en aquesta Castilla i en aquest context de lluita contra els musulmans de Saragossa o de Toledo que apareixerà la figura històrica d’un cavaller, Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, exemple d’home lliure castellà, una llibertat que el portarà a enfrontar-se amb el seu propi rei.
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5. El formatget de Geografia ELS RIUS: El Jalón Ben sovint, les vies de comunicació han seguit, i encara segueixen, el trajectes dels rius. Aquest és el cas que ens ocupa quan el primer dia anem de Saragossa a Medinaceli. En aquest trajecte seguirem el riu Jalón en els seus 224 km, des de la seva
desembocadura
passada
a
Saragossa,
l’Ebre,
fins
al
poc seu
naixement prop de Medinaceli. De fet estem fent servir una de les antigues rutes que unia Madrid amb Saragossa, i per tant amb Catalunya. Situats a Medinaceli estarem just en la carena de la distribució de les aigües a la Península Ibèrica. Des de Medinaceli cap a l’est els rius van tots cap a la LA DIVISIÓ DE LES AIGÜES DE LA PENÍNSULA IBÈRICA Mediterrània, de Medinaceli cap a l’oest els rius van tots a l’Atlàntic. De fet, la serralada Ibèrica fa de separació de les
VERTENT
ATLÀNTICA
I
VERTENT
MEDITERRÀNIA
grans conques fluvials de la Península Ibèrica. ELS RIUS: El Duero Allá, en las tierras altas, por donde traza el Duero su curva de ballesta en torno a Soria, entre plomizos cerros y manchas de raídos encinares, mi corazón está vagando, en sueños. (Campos de Castilla) El riu Duero, en portuguès Douro,
neix
als
Pics
d’Urbión (al nord de Sòria) en la serralada Ibèrica a 2000m. d’alçada. Té 850 km. de llargària i la seva 11
EL
TRAJECTE
DEL
D’URBIÓN I PORTO
DUERO
ENTRE
ELS
PICS
conca té 98.000Km2. Després de passar per Almazan, Zamora i Toro desemboca a Porto, a la costa atlàntica portuguesa. Abans d’arribar a Sòria el seu curs descendeix ràpidament, desprès de Sòria va descendint lentament per la meseta. Per Machado el Duero cruza el corazón de roble de Iberia y de Castilla. Efectivament, si observeu el seu trajecte des de Porto veureu com travessa d’oest a est, quasi en línia recta tota la Meseta Nord, però quan arriba a Almazán, ja a la província de Sòria, el Duero fa una gran corba cap al nord, primer, i cap al nord oest desprès; con diu Machado Allá, en las tierras altas, por donde traza el Duero su curva de ballesta. La corba es produeix perquè el Duero es troba amb el relleu del sistema Ibèric: en el centre d’aquesta corba s’hi situa Sòria. El relleu i el Moncayo Mira el Moncayo azul y blanco; dame tu mano y paseemos. Sòria és pla i muntanya. A Sòria s’acaba la serralada ibèrica i s’inicia la planura de la meseta, si bé molt més trencada que no a les terres de Burgos, Palència o Valladolid. Que Sòria estigui a la meseta no vol dir que sigui una ciutat poc alta. Està situada a 1090m. d’alçada. És a dir, Sòria està situada en un pla que té gairebé l’alçada de Montserrat (1200m.).
Quan
tornem
el
darrer
dia
passarem de 900m de Sòria fins els només 200 de Saragossa, que està situada a la depressió de l’Ebre. La diferència d’alçada entre la meseta i la depressió de l’Ebre la podeu comprovar en aquest perfil topogràfic, tret d’una etapa de la Volta Ciclista a Espanya. Entre la meseta (Sòria) i la depressió de PERFIL D’UNA ETAPA CICLISTA ENTRE SÒRIA I SARAGOSSA
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l’Ebre
(Saragossa)
s’aixeca
espectacular El Moncayo.
gegantí
i
Aquest massís de la serralada Ibèrica compta amb tres cims que superen els 2000 metres d'alçada: el Moncayo de Castilla o Peña Negra, de 2118 m, el propi Moncayo, de 2316 m i el Lobrera de 2226 m. És una massís que limita amb l’Aragó, Castella i Navarra i que se la considera màgica des del temps dels celtes. La seva altitud fa que els fronts procedents de Castella s’hi estavellin i descarreguin pluges i nevades. La majoria d’aquesta aigua però, marxa mitjançant torrents i rius cap a l’Ebre. És per això que hi ha aquesta dita popular: Moncayo, ladrón. Mamas en Castilla y riegas en Aragón De la mateixa manera que succeeix amb Montserrat, el Moncayo té siluetes diferents depenent del punt de observació. Tant és així que, segons el punt d’observació pot arribar a semblar muntanyes diferents. La llegenda sosté que en època pre-romana, el cap bruixot d’una tribu que vivia en una terra que avui coincidiria amb part de les províncies de Saragossa, Sòria i Guadalajara tenia tres fills que no paraven d’intrigar per aconseguir la seva herència. El pare, fart de les baralles i mentides dels fills els hi va dirigir una maledicció, de tal manera que els seus fills poguessin veure’s però no parlar-se. Degut a aquesta maledicció, els fills es van convertir en tres grans pics, i avui, des de qualsevol d’ells es poden veure els altres. Dos d’ells estan situats a la serralada Central (Ocejón i Alto Rey) i el tercer pic és el Moncayo. De la llegenda a la literatura. Les terres del Moncayo van inspirar a Machado “La tierra de Alvargonzàlez”, i una part de les llegendes escrites per Gustavo Adolfo Bècquer. Prop del Moncayo està localitzat Valdegeña, poble d’Avelino Hernández Cal que us hi fixeu força el dia 10, quan anem a fer la ruta de los torreones i el dia 11 quan tornem cap a Vilafranca.
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6. Por el camino del Cid: la Soria cidiana y Medinaceli El Cantar de Mio Cid es el único Cantar de Gesta que se conserva casi completo (falta sólo la primera página del manuscrito) de toda la literatura medieval española. Según la teoría tradicionalista de Ramón Menéndez Pidal, sus autores -los que ordenaron por escrito toda la “materia” legendaria y épica que relataba las hazañas
del
héroe
castellano
Rodrigo
Díaz
de
Vivar-
podrían
haber
sido
probablemente dos juglares sorianos: el juglar de San Esteban de Gormaz y el juglar de Medinaceli. Esto explicaría la importancia de lugares y hechos muy vinculados a estas dos localidades de Soria, descritas en El Cantar del Mio Cid con inusitada precisión geográfica. Es posible que el juglar de San Esteban de Gormaz viviera en una época muy próxima al Cid y que hacia 1110, poco después de la muerte del héroe, escribiese una primera versión del Cantar del Mio Cid que destacaría por su fidelidad histórica (esencialmente lo que ahora identificamos con la primera parte del poema, “El Cantar del destierro” y el principio de “El Cantar de bodas”). Años más tarde, hacia 1140, el juglar de Medinaceli se apropiaría del poema para modificarlo de acuerdo a sus propios criterios estéticos: lo dotaría de un mayor ritmo interior, acentuaría el drama humano y lo prolongaría en la tercera parte, “El Cantar de la afrenta de Corpes”, donde abundan mucho más los elementos novelescos e irreales. “Alcubilla de Avellaneda fue el primer pueblo soriano en el que el Cid se apeó de su montura, pero la ruta cidiana en Soria tiene sobre todo tres grandes hitos: San Esteban de Gormaz, “aquella buena ciudad”, Castillejo de Robledo, donde los estudiosos sitúan la afrenta de Corpes, sufrida por las hijas del Cid, Doña Elvira y Doña Sol, a manos de sus esposos, los infantes de Carrión y Medinaceli, enclave estratégico, cuyo control se disputaron moros y cristianos. Y será justamente en Medinaceli donde iniciaremos nuestro viaje. Medinaceli se anuncia por una torre, un arco y recias murallas alzadas contra el horizonte en la cúspide de un monte enteramente desnudo. En torno se levantan por doquier simétricos alcores por entre cuyos pies fluye, fértil, el río Jalón, que envía sus aguas a Ebro en una provincia toda ella tributaria del Duero. A las puertas de Medinaceli, Salinas toma su nombre de una antiquísima factoría de explotación de la sal, que contiene un brazo de agua, todavía hoy en activo. Alfonso X el sabio (s.XIII) pagaba en sal de estos esteros las limosnas que mantenían el
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culto y los servicios de las doce iglesias, dos hospitales y tres conventos que entonces albergaba Medinaceli. Una empinada cuesta -que muchos visitantes prefieren hacer a pie por la progresiva sorpresa del paisaje que procura en cada revuelta- conduce hasta la Villa. Situada en una extensa planicie que corona un monte agudo y descarnado, la dilatada perspectiva que de ella se divisa es el primer y principal asombro del visitante: esa prolongada sucesión de serrijones pelados y valles fecundos que van entrelazando un paisaje a la vez desolador y fértil. El soberbio arco con que se abre el caserío, único de tres arquerías conservado en España y de insegura datación ¿siglos II ó III d. de C.?- habla del esplendor de la ciudad romana. Los restos arrumbados del castillo de la Villavieja informan sobre la terrible destrucción que cayó sobre la Medinacélima árabe, regida por el caudillo poeta Galib y base de operaciones y sepulcro de Almanzor. Enrique II entregó la ciudad en merced al hijo bastardo del conde de Foix, que, elevado a ducado por los Reyes Católicos, ha sido el solar de la poderosa casa que tanto peso tuvo en la historia de España. El duque Juan, en los comienzos del siglo XVI, obtuvo bula para la destrucción de las 12 parroquias que ostentaba la villa, a fin de concentrar el culto en un solo templo: la Colegiata de Santa María. Inútilmente se buscarán, pues, vestigios de arquitectura medieval. En cambio, el Renacimiento y el Barroco, además de en la Colegiata, se muestran en el Convento de las Clarisas, en la antigua Alhóndiga y en el Palacio Ducal. El beaterio de San Román, de extraña planta y carente de prebisterio y ábside, dicen que fue sinagoga de la importante comunidad hebrea que aquí tuvo asiento”. (Avelino Hernández: Soria. Anaya Touring Club, Madrid 2001).
La villa de Medinaceli es un cruce de civilizaciones en el que confluyen vestigios celtíberos, romanos, y musulmanes. La antigua Medinaceli celtíbera llamada entonces Ocilis, jugó un importante papel como enclave estratégico en las guerras que los celtíberos disputaron contra los invasores romanos allá por el siglo II a.C. Tras la conquista y sometimiento al 15
Imperio romano, su importancia estratégica no disminuyó ya que por ella, pasaba la vía romana que iba de principal Caesaraugusta (Zaragoza) a Toletum (Toledo). En época del gran Califato de Córdoba, Medinaceli (Medina Caelis, Ciudad del cielo para los árabes) no pasó desapercibida para los musulmanes, convirtiéndose junto a Toledo, en el principal enclave defensivo de la Marca Media. Duras y cruentas fueron las luchas libradas entre musulmanes y cristianos por sus murallas. La leyenda dice que por los alrededores murió el gran caudillo Almanzor, que llegó a Medinaceli, herido de muerte, de una de las grandes batallas en las que, unos y otros, se midieron las fuerzas. Sería finalmente el monarca aragonés Alfonso I "el Batallador" quien hacia 1124, acabó por expulsar definitivamente a los árabes de Medinaceli.
Lo que hay que ver: Arco romano. Vieja entrada de la población, por el que pasaba la vía romana. De gran valor: es el único arco romano de tres arcadas existente en toda España. l
Mosaicos romanos. Pueden encontrarse detrás del Palacio Ducal de los Medinaceli y en las mismas calles del pueblo.
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El nevero árabe. Servía hasta no hace muchos decenios para que la nieve no se deshiciese y pudiese ser utilizada en la conservación de alimentos y otros menesteres. Su origen es árabe. La Alhóndiga.
Antigua casa del concejo (ayuntamiento) la planta superior,
mientras que la
parte inferior cumplía las funciones propias de uns Alhóndiga
(lugar semejante a una lonja, donde tenían lugar transacciones y compraventas). Se encuentra en la espectacular Plaza mayor. Palacio Ducal de Medinaceli: en su interior hay un patio del siglo XVI (lamentablemente bastante deteriorado). Convento de Santa Isabel, fundado en 1528 por la Duquesa de María Silva. La fachada del convento presenta una sobria imagen, destacando en ella un cordón franciscano que flanquea la entrada. En el interior, las hermanas clarisas de clausura venden a través de un torno deliciosos dulces Convento de San Román. Ruinas de una misteriosa construcción, en la cual se encontraron, a fines del siglo XVI, los restos de varios mártires cristianos. Aquí sirvieron las Monjas Jerónimas de San Román, mujeres provenientes de la aristocracia que no tenían que obedecer reglas muy estrictas. El monasterio estuvo ocupado hasta 1939, cuando sus monjas se trasladaron a Sevilla. Su extraña planta de forma rectangular, sin prebisterio ni ábside, distribuida en tres naves, ha hecho pensar tradicionalmente que en su origen se trataba de una sinagoga y que, por tanto, había sido construido por la comunidad hebrea de Medinaceli antes de su expulsión.
Descubrid (con vuestro grupo de amigos) Medinaceli: arco romano, nevero árabe, palacio ducal, convento de Santa Isabel, convento de San Román... Recordad que, todos los días, los diferentes equipos de reporteros del blog deberán estar muy atentos tanto a las actividades que hagamos, como a los espacios que descubráis, a las personas con las que habléis, a los curiosos y pequeños detalles... (imprescindible tomar notas sobre la marcha). Es importante que, además de vuestras impresiones, tengáis el oído muy atento y recojáis las experiencias y opiniones otros compañeros. Al llegar al albergue deberéis escribir la crónica del día para incorporarla al blog “Tierras de Soria”.
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Medinaceli en El Cantar del Mio Cid “El Cid Campeador les quitó Medinaceli a los muslimes. Más exactamente fue Alvar Fáñez Minaya, en el 1104. Y ambos tuvieron la inusual fortuna de encontrar en esta tierra un buen cronista de su gesta: el autor del Cantar del Mio Cid era de aquí o de muy cerca, a juzgar por la minuciosidad con que describe cuantas veces los recorren Ruy Díaz, sus mesnadas, sus hijas o sus yernos. (Avelino Hernández: Donde la vieja Castilla se acaba, Ediciones de La Torre. Madrid, 1982).
Por el valle de Arbulejo, que yace a sus pies, pasó el Cid hacia el destierro y uno de los suyos –Alvar Fáñez Minaya- la reconquistó para la cristiandad. Parece que este Alvar Fáñez es el “caballero del sol” que flamea en el escudo de la villa, porque dicen que fue él quien se lo conquistó al jefe árabe. Jefe árabe que poco tenía que ver con aquel buena persona de Abengalbón de Molina que escoltó hasta aquí a las damas –las únicas damas- del cantar. Pedro Bermúdez y el obispo Jerónimo subieron y bajaron esta cuesta cuando iban en busca de Doña Jimena. Y esta y sus hijas, acompañadas de Alvar Fáñez, pasan por aquí camino de la Valencia conquistada por su esposo y padre. Y puestos a acoger, hasta los infantes de Carrión fueron acogidos en Medinaceli cuando ya su negro corazón era nido de víboras que incubaba la afrenta. Y todos ellos, fueran o vinieran, bajaban el Arbujuelo y descansaban en la posada de la Ansarera, que quedan ambos allá abajo, al pie del arco romano –único abierto a la grandeza del horizonte del cielo- en el entonces plácido y hoy atormentado vallejuelo por donde pasan a la vez el río, la carretera, el ferrocarril, la autovía, el tendido eléctrico, la telefonía inmóvil y, pronto el AVE. ¡Llorad, cidianos, el desconsuelo de la pérdida!” (Avelino Hernández: Myo Cid en tierras de Soria. Viaje para Claudia. Edifoat, 2001) Durante las guerras religiosas de la Edad Media, Medinaceli fue una de las fronteras entre musulmanes y cristianos. En la época del Cid señalaba el límite de los dominios cristianos, por eso cuando, “En el Cantar de bodas”, Alfonso VI -tras la toma de Valencia y la “negociación” de Álvar Fáñez Minaya- perdona al Cid y accede a su petición de que Doña Jimena, Doña Elvira y Doña Sol se reúnan con él
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en Valencia, el rey ofrece protección a la mujer y a las hijas del Cid sólo hasta llegar a Medinaceli, pues era allí donde se acababan sus dominios. 82 “Merced os demanda el Cid, que si os place, señor, a su esposa y a sus hijas deis vuestro permiso vos para salir del convento en donde el Cid las dejó e ir a Valencia a juntarse con el Cid Campeador". Entonces contesta el rey: "Pláceme de corazón. Mientras vayan por mis reinos les daré manutención; guárdenlas todos de mal, de afrenta y de deshonor (...) Álvar Fáñez de Minaya del buen rey se despidió. "¿Os vais ya, Minaya? Id en gracia del Creador. Un oficial de palacio quiero que vaya con vos. Si os lleváis a las damas, sírvanlas a su sabor, hasta el confín de Medina las guarde mi protección, desde allí en adelante la del Cid Campeador". Ya se despide Minaya, de la corte se marchó. Será en Medinaceli donde las damas esperen a los cuatro hombres de confianza del Cid (Muñoz Gustioz, Pedro Bermúdez, Martín Antolínez y el obispo Don Jerónimo) que, con cien caballeros del moro amigo Abengalbón, deberán escoltarlas hasta Valencia. 83 De San Pedro hasta Medina cinco días tardarán. A Álvar Fáñez y a las damas en Medina tenéis ya. De los que el mensaje llevan ahora pasemos a hablar: cuando de él se hubo enterado Mío Cid el de Vivar, le plugo de corazón, gran alegría le da, y así como oiréis ahora, así comenzaba a hablar: "Quien buen mandadero envía tal razón debe esperar. Tú, Muño Gustioz, y tú, Pedro Bermúdez, marchad, con don Martín Antolínez, ese burgalés leal. Vaya también don Jerónimo, sacerdote de fiar, y cien hombres bien armados por si hubiera que luchar. Por tierras de Albarracín primero debéis pasar, después seguid a Molina que está puesta más allá. Abengalbón que la tiene es moro amigo y de paz; 19
con otros cien caballeros él os acompañará, y subiendo hacia Medina, lo más que podáis andar, a mi mujer y a mis hijas, que con Minaya vendrán por lo que a mí me dijeron, allí podréis encontrar. Entonces con grandes honras conducídmelas acá. Yo me quedaré en Valencia, que mucho me fue a costar y gran locura sería dejarla sin amparar. Yo me quedaré en Valencia, que Valencia es mi heredad." Cuando el Cid esto hubo dicho empiezan a cabalgar y todo el tiempo que pueden anduvieron sin parar. Albarracín lo pasaron, en Fronchales están ya, al día siguiente llegan a Molina a descansar. Aquel moro Abengalbón, cuando supo a lo que van, muy bien que los recibió y muy contento que está: "¿Sois vosotros los vasallos de mi amigo natural? Sabed que vuestra llegada gran alegría me da". Ese buen Muño Gustioz habló sin más esperar: . "De parte de Mío Cid os queremos saludar, cien caballeros de escolta os manda el Cid preparar, que su mujer y sus hijas en Medinaceli están, quiere que vayáis por ellas y se las traigáis acá, y que hasta Valencia de ellas no os queráis separar". Dijo Abengalbón: "Lo haré de muy buena voluntad". Una gran comida a todos aquella noche les da y a la mañana siguiente empiezan a cabalgar, ciento sólo le pidieron pero él con doscientos va. La sierra bravía y alta ya se la dejan atrás, luego cruzan la llanura de la Mata de Taranz, mucha confianza tienen, sin ningún recelo van, por el valle de Arbujuelo ya se aprestan a bajar. Allí en Medina, Álvar Fáñez con gran precaución está, al ver venir gente armada gran sospecha le fue a dar, envía dos caballeros que averigüen la verdad; sin perder tiempo partieron, de muy buena gana van, uno se queda con ellos, otro se vuelve a avisar: "Son fuerzas de Mío Cid que nos vienen a buscar. Ved aquí a Pedro Bermúdez que se quiere adelantar, Muño Gustioz, vuestro buen amigo, viene detrás, 20
luego Martín Antolínez, el de Burgos natural, el obispo don Jerónimo, ese clérigo leal. El alcaide Abengalbón con sus fuerzas también va, por dar gusto a Mío Cid que mucho le quiere honrar. Todos forman una tropa, en seguida llegarán". Dijo Minaya: "A caballo. Los iremos a encontrar". Muy de prisa que montaron, no se querían tardar; cien caballeros salían, todos de muy buen mirar, en caballos muy hermosos con cubiertas de cendal y petral de cascabeles; con escudo al cuello van, sendas lanzas en las manos, con su pendón cada cual. Quiere Minaya que vean cómo se sabe portar y como trata a las damas que a Castilla fue a buscar. Los primeros batidores a llegar empiezan ya, las armas toman, se ponen con las armas a jugar. Por allí junto a Jalón grandes alegrías van. Los otros ante Minaya se iban todos a humillar. Luego, el moro Abengalbón, que mirándoles está, con gesto muy sonriente a Minaya fue a abrazar, según la costumbre mora, beso en el hombro le da. "Dichoso el día, Minaya, en que os vengo a encontrar. A esas damas traéis vos que honra nos vienen a dar, a las dos hijas del Cid, a su esposa tan leal. Tal es la suerte del Cid y todos le hemos de honrar”. 84 En Medinaceli entran, los atendía Minaya; todos quedan muy contentos de la cena que tomaran. Al oficial de palacio despedirse ya mandaban. Honrado quedará el Cid, que allá en Valencia se estaba, de aquellos ricos festines que en Medina aderezaran. Todo lo costea el rey y nada pagó Minaya. Pasada está ya la noche, ha venido la mañana, todos oyeron la misa y en seguida cabalgaban. De Medinaceli salen, el río Jalón pasaban, por el Arbujuelo arriba muy de prisa espoleaban, la llanura de la Mata de Taranz atravesaban, llegan por fin a Molina, la que Abengalbón mandaba. 21
También se alude a Medinaceli en “El Cantar de la afrenta de Corpes”. Receloso de sus yernos, Rodrigo Díaz de Vivar decide enviar con la comitiva a su sobrino Félez Muñoz, al que encargará velar por sus hijas. De nuevo Doña Elvira y Doña Sol pasarán por la hospitalaria ciudad de Medinaceli escoltadas por el “buen moro Abengalbón”, gran amigo del Cid.
126 "Escucha sobrino mío, escucha Félez Muñoz, que descanséis en Molina una noche quiero yo por saludar a mi amigo el buen moro Abengalbón; que reciba a mis dos yernos como él sepa mejor; dile que envío a mis hijas allá a tierras de Carrión; en lo que ellas necesiten, que las sirva a su sabor, y que luego hasta Medina las acompañe a las dos. Será al día siguiente cuando los infantes de Carrión pongan en pràctica la vil afrenta a Doña Elvira y Doña Sol, que llevan maquinando desde el episodio del león, cuando su cobardía suscitó las burlas de los hombres del Cid. Será en el Robledo de Corpes, que Menéndez Pidal ha situado en Castillejo de Robredo, muy cerca de San Esteban de Gormaz, cabecera de la comarca provincial de la Denominación de Origen Ribera del Duero y villa declarada Conjunto HistóricoArtístico, es la población que, con Valencia, acapara mayor número de líneas en el texto juglaresco. No os podéis perder San Esteban de Gormaz en vuestro próximo viaje a Soria.
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7. Actividades de literatura. Martes, 8 de abril Medinaceli.
Una lectura juglaresca: Medinaceli en
1.Joan Peñalver (A)
Plaza Mayor
El Cantar del Mio Cid [p.19-22]
2.Ignasi Carrillo (A) Músics: Raimon Aladro (A) i Marc Parellada (C)
Medinaceli
Película 1: El Cantar del Mio Cid
1. Robert Beu (A)
Soria: El
Visita a la Casa de los poetas.
Músic: Agustí Pauné (A)
casino de la amistad
1. Laia Blanch (B)
Recitado de poemas con acompañamiento 2. Francesc Cayuela (A) de piano [p. 45-49] 3. Ester Junyent (A)
El casino de
Recitado o canción del poema: “Del
Presentador: Nil Solà (A)
la Amistad
pasado efímero” [p.33]
1. Marta López (C)
El casino de la
Película 2: Antonio Machado (1)
1. Albert Cabré (C) 2. Laia Garcia (C)
Amistad
Todo el día Todo el día
Película 4: Por tierras de Soria: la
1.
intrahistoria del viaje (1).
2.
Blog
1. Pol Tirado (A) 2. Maria Solè (A)
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8. Antonio Machado en Soria. Campos de Castilla. Cuando ya había cumplido 31 años, Machado sigue el consejo de Giner de los Ríos (su maestro en la Institución Libre de Enseñanza) y oposita para una plaza de profesor de francés en un Instituto de Enseñanza Media. Gana las oposiciones y, en 1907, toma posesión de su plaza en el Instituto General y Técnico de Soria. A los pocos meses de instalarse en la pequeña ciudad castellana, aparece la versión definitiva de su primera obra (Soledades, Galerías y otros poemas) que contiene ya un poema “Orillas del Duero” inspirado en el paisaje soriano. Soria es entonces una ciudad humilde y provinciana de sólo siete mil habitantes, y clima inhóspito y duro. Así la ve Antonio Machado en uno de los pocos poemas que dedicó a la ciudad: Soria fría, Soria pura, Cabeza de Extremadura. Con su castillo guerrero Arruinado sobre el Duero; Con sus murallas roídas Y sus casas denegridas! ¡Muerta ciudad de señores soldados o cazadores; de portales con escudos de cien linajes hidalgos, Y de famélicos galgos, De galgos flacos y agudos que pululan por las sórdidas callejas, y a la medianoche ululan, Cuando graznan las cornejas! ¡Soria fría! La campana de la Audiencia da la una. Soria ciudad castellana ¡tan bella! Bajo la luna. (“Campos de Soria” VI)
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Los cinco años que Machado pasa en Soria marcan profundamente su vida y su obra. En el prólogo a sus Poesías completas de 1917 escribe: “Cinco años en la tierra de Soria, hoy para mí sagrada –allí me casé, allí perdí a mi esposa, a quien adoraba- orientaron mis ojos y mi corazón hacia lo esencial castellano” Literariamente, el contacto con Soria y con la Castilla rural empujan a Machado a superar su etapa modernista y a impregnarse del espíritu noventayochista. Machado escapa de sus angustiadas y un tanto narcisistas Soledades y proyecta su poesía a lo colectivo, a los campos de Castilla y a sus gentes. En este periodo cuando se gesta la segunda y más noventayochista de sus obras: Campos de Castilla. Algunos poemas, responden, según palabras del propio Machado, “al simple amor a la naturaleza, que en mí supera infinitamente al del arte”. Machado, como otros poetas de su generación, se deja seducir por la belleza tosca y sobria del paisaje castellano y la plasma en algunos poemas inolvidables. En ocasiones, la naturaleza aparece observada y vivida directamente. El poeta paseante plasma a veces lo que ve (paisaje y gentes) con tono objetivo y casi fotográfico.
Al empezar abril está nevada la espalda del Moncayo; el caminante lleva en su bufanda envueltos cuello y boca, y los pastores pasan cubiertos con sus luengas capas. (“Campos de Soria”, I)
Son versos descriptivos y realistas que no ocultarán la dureza de ese paisaje pedregoso y árido. A menudo serán los adjetivos de resonancia negativa, que tanto le gustan al Machado de esta época, los que revelan la inclemencia del paisaje: frío, duro, calvo, ceniciento, estéril, raído, marchito, sombrío, desnudo, pelado, decrépito, gris, pardo... 25
¡Aquellos diminutos pegujales de tierra dura y fría, donde apuntan centenos y trigales que el pan moreno nos darán un día! Y otra vez roca y roca, pedregales desnudos y pelados serrijones, la tierra de las águilas caudales, malezas y jarales, hierbas monteses, zarzas y cambrones. (“Orillas del Duero”) Con técnica impresionista, Machado capta el paisaje mudable, que se transforma violentamente con el paso de las estaciones. Así, en la primera de las nueve secuencias de “Campos de Soria” vemos como entre “colinas, sierras calvas y cerros cenicientos” irrumpe inesperadamente el milagro humilde de la primavera: Es la tierra de Soria árida y fría. Por las colinas y las sierras calvas, verdes pradillos, cerros cenicientos, la primavera pasa dejando entre las hierbas olorosas sus diminutas margaritas blancas. (“Campos de Soria I) En cambio, la quinta secuencia de Campos de Soria, nos enfrenta a la dureza inerte del invierno soriano: La nieve. En el mesón del campo abierto se ve el hogar donde la leña humea y la olla al hervir borbollonea. El cierzo corre por el campo yerto, alborotando en blancos torbellinos la nieve silenciosa. La nieve sobre el campo y los caminos (“Campos de Soria V) 26
En ocasiones, como en “Orillas del Duero”, el poeta tratará de apresar las transformaciones fugaces y sutiles que experimenta el paisaje con el avance del día y que también a él le alcanzan: Era una tarde, cuando el campo huía del sol, y en el asombro del planeta, como un globo morado aparecía la hermosa luna, amada del poeta. En el cárdeno cielo violeta Alguna clara estrella fulguraba El aire ensombrecido oreaba mis sienes, y acercaba el murmullo del agua hasta mi oído.
En otros poemas descriptivos, la implicación de Machado es mayor y el tono marcadamente más subjetivo: los atardeceres sugieren sentimientos de melancolía, los colores se asocian al estado de ánimo y el alma del poeta parece empapada por el alma del paisaje: “Campos de Soria (...)/ me habéis llegado al alma,/ ¿o acaso estabais en el fondo de ella?”. Machado ha conectado profundamente con la realidad de una tierra (Soria), y necesitará cantar sus ríos (el Duero), sus colinas y sus sierras (el Mocayo, la sierra de Urbión), sus árboles (encinas, robles, hayas, olmos, álamos, chopos de las riberas...), sus campos y caminos... A veces se diría, casi, que se fusiona con ellos: Colinas plateadas, grises alcores, cárdenas roquedas por donde traza el Duero su curva de ballesta en torno a Soria, oscuros encinares, ariscos pedregales, calvas sierras, caminos blancos y álamos del río, tardes de Soria, mística y guerrera, hoy siento por vosotros, en el fondo del corazón tristeza, tristeza que es amor ¡Campos de Soria 27
donde parece que las rocas sueñan, conmigo vais! ¡Colinas plateadas, grises alcores, cárdenas roquedas!.. (“Campos de Soria VII) ¡Soria...! esa tierra “guerrera y mística”, humilde y noble que Machado identifica, además, con el amor. El amor por Leonor, una casi niña de quince años, inocente como la tierra misma: He vuelto a ver los álamos dorados, álamos del camino en la ribera del Duero, entre San Polo y San Saturio, tras las murallas viejas de Soria –barbacana hacia Aragón, en castellana tierra-. Estos chopos del río, que acompañan con el sonido de sus hojas secas el son del agua, cuando el viento sopla, tienen en sus cortezas grabadas iniciales que son nombres de enamorados, cifras que son fechas. ¡Álamos del amor que ayer tuvisteis de ruiseñores vuestras ramas llenas; álamos que seréis mañana liras del viento perfumado en primavera; álamos del amor cerca del agua que corre, pasa y sueña, álamos de las márgenes de Duero, conmigo vais, mi corazón os lleva. (“Campos de Soria”, VIII) Sin embargo, no todos los poemas de Campos de Castilla se quedan en lo puramente descriptivo. Tras el paisaje laten los habitantes que lo pueblan: sus trabajos, sus carencias, sus pasiones, sus miserias morales...Como decía su admirado Unamuno, “el campo es una metáfora”.
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Machado observará los trabajos del campo (la agricultura, la ganadería...) y les dará también dignidad poética: ¡Las figuras del campo sobre el cielo! dos lentos bueyes aran en un alcor, cuando el otoño empieza, y entre las negras testas doblegadas bajo el pesado yugo pende un cesto de juncos y retama, que es la cuna de un niño; y tras la yunta marcha un hombre que se inclina hacia la tierra, y una mujer que en las abiertas zanjas arroja la semilla. Bajo una nube de carmín y llama, En el oro fluido y verdinoso del poniente, las sombras se agigantan. (“Campos de Soria” IV) Abundan las imágenes del cotidiano vivir, de la unamuniana intrahistoria: la miseria, el hambre, la muda tristeza por el hijo muerto, los amores inocentes, la maternidad esencial: Un viejo acurrucado tiembla y tose cerca del fuego; su mechón de lana la vieja hila, y una niña cose verde ribete a su estameña grana. Padres los viejos son de un arriero que caminó sobre la blanca tierra y una noche perdió ruta y sendero, y se enterró en las nieves de la sierra. En torno al fuego hay un lugar vacío, y en la frente del viejo, de hosco ceño, como un tachón sombrío -tal el golpe de una hacha sobre un leño(Campos de Soria V) 29
Pascua de resurrección Buscad vuestros amores, doncellitas, Donde brota la fuente de la piedra. En donde el agua ríe y sueña y pasa, allí el romance del amor se cuenta (...) ¿No beberán un día en vuestros senos, los que mañana labrarán la tierra? (...) Sin embargo, no siempre es idílica la visión de Machado sobre las tierras y los hombres castellanos. A veces los poemas registran imágenes fugitivas que, como la del loco errante de “terrible cordura”, invitan a la reflexión: Un loco Es una tarde mustia y desabrida de un otoño sin frutos, en la tierra estéril y raída donde la sombra de un centauro yerra. Por un camino en la árida llanura, entre álamos marchitos, a solas con su sombra y su locura va el loco hablando a gritos. Lejos se ven sombríos estepares, colinas con malezas y cambrones, y ruinas de viejos encinares, coronando los agrios serrijones. El loco vocifera A solas con su sombra y su quimera Es horrible y grosera su figura, flaco, sucio, maltrecho y mal rapado, ojos de calentura iluminan su rostro demacrado. Huye de la ciudad...Pobres maldades, misérrimas virtudes y quehaceres de chulos aburridos, y ruindades de ociosos mercaderes. 30
Por los campos de Dios el loco avanza. Tras la tierra esquelética y sequiza -rojo de herrumbre y pardo de cenizahay un sueño de lirio en lontananza. Huye de la ciudad ¡El tedio urbano! -carne triste y espíritu villano!-. No fue por una trágica amargura esta alma errante, desgajada y rota; purga un pecado ajeno: la cordura, la terrible cordura del idiota. Junto a la evocación amorosa aparece la crítica dura y sin paliativos: los campos improductivos,
las
ciudades
muertas,
la
tierra
abandonada,
los
labriegos
embrutecidos por la miseria... Como reconoce Machado “A una preocupación patriótica responden muchas de las composiciones”
de
Campos
de
Castilla.
Es
el
tema
de
España
de
los
noventayochistas: la crítica a un presente falto de ideales y de sueños, un presente hundido en la miseria económica y moral... La contemplación del paisaje se convierte, a veces, en una invitación a meditar sobre la realidad nacional e histórica: A orillas del Duero ¡Oh tierra triste y noble, la de los altos llanos y yermos y roquedas de campos sin arados, regatas ni arboledas; decrépitas ciudades, caminos sin mesones y atónitos palurdos, sin danzas ni canciones que aún van, abandonando el mortecino hogar como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar! Castilla miserable, ayer dominadora, envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora. ¿Espera, duerme o sueña? En “La tierra de Alvar González” Machado denunciará los lastres morales de la España rural: la envidia y el cainismo.
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Mucha sangre de Caín tiene la gente labriega, y en el hogar campesino armó la envidia pelea La tierra de Alvar González es un largo poema narrativo escrito en romance, donde se relata un truculento doble crimen familiar, acaecido junto a la “Laguna negra”, que es desde entonces, tierra maldita: Aquella tarde I Sobre los campos desnudos, la luna llena manchada de un arrebol purpurino, enorme globo, asomaba. Los hijos de Alvar González, silenciosos caminaban, y han visto al padre dormido junto de la fuente clara. II Tiene el padre entre las cejas un ceño que le aborrasca el rostro un tachón sombrío como la huella de un hacha. Soñando está con sus hijos, que sus hijos lo apuñalan; y cuando despierta mira que es cierto lo que soñaba III A la vera de la fuente quedó Alvar González muerto. Tiene cuatro puñaladas entre el costado y el pecho.
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En los poemas escritos en Baeza, la crítica de Machado se hace todavía más agria y dura: Machado alzará su voz contra esa España inferior, torpe y rutinaria, que vive orgullosamente de espaldas al futuro y al mundo. En “Del pasado efímero” retratará con crueldad al “señorito andaluz”, triste imagen de la vida sin sentido y del vacío interior. El vacío, la oquedad, el cero, lo estéril, lo vano...serán palabras obsesivas de Machado: Este hombre del casino provinciano que vio a Carancha recibir un día, tiene mustia la tez, el pelo cano, ojos velados por melancolía; bajo el bigote gris labios de hastío, y una triste expresión, que no es tristeza, sino algo más o menos: el vacío del mundo en la oquedad de su cabeza (...) Otros poemas de Campos de Castilla responden a un claro propósito autobiográfico. La obra empieza con el célebre “Retrato”, donde, además de condensar brevemente su biografía, Machado definirá lo esencial de su temperamento, de su ideología y de sus principios éticos. Nos hablará, después, de su credo poético y de sus gustos literarios, de su soledad reflexiva, de cómo encara la vida y de cómo espera enfrentarse a la muerte. Mi infancia son recuerdo de un patio de Sevilla, y un huerto claro donde madura el limonero; mi juventud, veinte años en tierra de Castilla; mi historia, algunos casos que recordar no quiero. Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido -ya conocéis mi torpe aliño indumentario-, mas recibí la flecha que me asignó Cupido, y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario. Hay en mis venas gotas de sangre jacobina, pero mi verso brota de manantial sereno; y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina, soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
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Adoro la hermosura, y en la moderna estética corté las viejas rosas del huerto de Ronsard; mas no amo los afeites de la actual cosmética, ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar. Desdeño las romazas de los tenores huecos y el coro de los grillos que cantan a la luna. A distinguir me paro las voces de los ecos, y escucho solamente, entre las voces, una. ¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera mi verso, como deja el capitán su espada: famosa por la mano viril que la blandiera, no por el docto oficio del forjador preciada. Converso con el hombre que siempre va conmigo -quien habla solo espera hablar a Dios un día-; mi soliloquio es plática con este buen amigo que me enseñó el secreto de la filantropía. Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito. A mi trabajo acudo, con mi dinero pago el traje que me cubre y la mansión que habito, el pan que me alimenta y el lecho en donde yago. Y cuando llegue el día del último viaje, y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontraréis a bordo ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar. El itinerario biográfico que traza Machado en Campos de Castilla tiene como eje su experiencia del amor y del dolor por Leonor. Pocos son los poemas que aluden y narran los días gozosos y felices. En “Los sueños dialogados”, el amor es consecuencia no elegida del azar o del destino, pero, también, experiencia profunda que da identidad y enraíza en el mundo: Nadie elige su amor. Llevóme un día Mi destino a los grises clavijares Donde ahuyenta al caer la nieve fría Las sombras de los muertos encinares. (...) Mi corazón está donde ha nacido, No a la vida, al amor, cerca del Duero... ¡El muro blanco y el ciprés erguido! 34
Sin embargo, la mayor parte de los poemas de amor de Campos de Castilla nacen del desgarro que siente Machado tras la enfermedad y la muerte de Leonor. A principios de 1911, los Machado se instalan en París, donde Antonio ha obtenido una beca para perfeccionar su dominio de la lengua francesa. Son meses intensos y felices: visitas a museos, viajes, veladas literarias, amistad con Rubén Darío y su mujer. Antonio asiste a unos cursos de filosofía de Henri Bergson, que influirán decisivamente en su concepto de la temporalidad. Leonor se interesa vivamente por el trabajo de Machado y comparte con pasión su aventura literaria. En julio de 1911 una inesperada catástrofe acaba con los proyectos e ilusiones de los Machado: Leonor enferma gravemente de una hemoptisis. Aconsejados por los médicos, los Machado regresan a Soria, cuyo clima seco y benigno parece más aconsejable para las enfermedades pulmonares. La inicial mejoría de Leonor hace que Machado se aferre a la esperanza –esa esperanza que late en uno de sus mejores poemas “A un olmo seco”. En el poema alegórico “A un olmo seco”, Machado proyecta su dolor en el “olmo viejo, hendido por el rayo/ y en su mitad podrido” y se aferra desesperadamente a la esperanza, al ver que “con las lluvias de abril y el sol de mayo,/ algunas hojas verdes le han salido”. A un olmo seco Al olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluvias de abril y el sol de mayo, algunas hojas verdes le han salido. ¡El olmo centenario en la colina que lame el Duero! Un musgo amarillento le mancha la corteza blanquecina al tronco carcomido y polvoriento. No será, cual los álamos cantores que guardan el camino y la ribera, habitado de pardos ruiseñores. Ejército de hormigas en hilera va trepando por él, y en sus entrañas urden sus telas grises las arañas. 35
Antes que te derribe, olmo del Duero, con su hacha el leñador, y el carpintero te convierta e melena de campana, lanza de carro o yugo de carreta; antes que rojo en el hogar, mañana, ardas de alguna mísera caseta, al borde de un camino; antes que te descuaje un torbellino y tronche el soplo de las sierras blancas; antes que el río hasta la mar te empuje por valles y barrancas, olmo, quiero anotar en mi cartera la gracia de tu rama verdecida. Mi corazón espera También, hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera. Sin embargo, se trata de una mejoría engañosa: pronto la enfermedad se agrava y, en agosto de 1912, Leonor muere. Una semana antes había aparecido la primera edición de Campos de Castilla.La muerte de Leonor es evocada en “Una noche de verano”, un breve y sencillo romance, de punzante patetismo: Una noche de verano -estaba abierto el balcón Y la puerta de mi casaLa muerte en mi casa entró. Se fue acercando a su lecho -ni siquiera me miróCon unos dedos muy finos, Algo muy tenue rompió. Silenciosa y sin mirarme, La muerte otra vez pasó Delante de mí. ¿Qué has hecho? La muerte no respondió. Mi niña quedó tranquila, Dolido mi corazón. ¡Ay, lo que la muerte ha roto Era un hilo entre los dos! 36
Toda la tristeza contenida de Machado estalla en cuatro versos desesperados, en que la palabra “arrancar” sugiere una actitud de rebeldía y reproche: Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería. Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar. Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía. Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar. La muerte de Leonor fue un golpe durísimo para Antonio Machado. En una carta dirigida a Unamuno escribe: Yo hubiese preferido mil veces morir a verla morir, hubiera dado mil vidas por la suya y en otra a Juan Ramón Jiménez reconoce que Cuando murió mi mujer pensé en pegarme un tiro. El éxito de mi libro (Campos de Castilla) me salvó y no por vanidad ¡bien lo sabe Dios! (...) Hay que defender a la España que surge, del mar muerto, de la España inerte y abrumadora que quiere anegarlo todo. Soria sin Leonor se le hace imposible, por lo que ese mismo año Machado se traslada a Baeza. Baeza era un pueblo grande y próspero del norte de Jaén, donde, aunque permaneció casi siete años. Machado nunca llegó a ser realmente feliz. En uno de sus poemas lo describe así: Húmedo y frío destartalado y sombrío entre andaluz y manchego En Baeza, Machado escribió, sin embargo, algunos de los más bellos poemas de Campos de Castilla: los dedicados al recuerdo y a la evocación de Leonor. Desde la distancia de Baeza, Machado intenta conservar intacto el recuerdo de Leonor (con la que entabla un imaginario e interior diálogo) y de las tierras de Soria, tan asociadas a ella. De nuevo, el poeta se refugia en esos “sueños despiertos”, en los que tanto confiaba en Soledades. “Soñé que tú me llevabas” es de los pocos poemas en que se alude a algún rasgo físico de Leonor: “Sentí tu mano en la mía,/ tu mano de compañera, tu voz de niña en mi oído/ como una campana nueva”. Machado evoca la voz y la mano de Leonor, a las que califica de “infantiles y compañeras”. Se trata de un amor espiritualizado y purísimo, de trémula y emocionada ternura, sin ningún asomo de erotismo: 37
Soñé que tú me llevabas
tu voz de niña en mi oído
por una blanca vereda,
como una campana nueva,
en medio del campo verde,
como una campana virgen
hacia el azul de las sierras,
de una alba de primavera,
hacia los montes azules,
¡Eran tu voz y tu mano,
una montaña serena.
en sueños, tan verdadera!...
Sentí tu mano en la mía,
Vive, esperanza, ¡quién sabe
tu mano de compañera,
lo que se traga la tierra!
Las tierras y los paisajes de Soria aparecen ahora asociados al recuerdo de Leonor, formando parte del sueño idealizado del poeta. Pero cuando el sueño se desvanece, a Machado sólo le quedan los campos “bordeados de polvorientos olivares” de Baeza y (el contraste entre las dos partes del poema es aterrador) la conciencia pavorosa de su soledad y su tristeza: Allá, en las tierras altas, por donde traza el Duero su curva de ballesta en torno a Soria, entre plomizos cerros y manchas de raídos encinares, mi corazón está vagando, en sueños.... ¿No ves, Leonor, los álamos del río con sus ramajes yertos? Mira el Moncayo azul y blanco; dame tu mano y paseemos. Por estos campos de la tierra mía, bordados de olivares polvorientos, voy caminando solo, triste, cansado, pensativo y viejo. En la espléndida epístola poética “A José María Palacio”, interroga a su amigo periodista sobre la primavera de Soria, ese incomparable estallido de vida, recordado con minuciosidad y nostalgia (los chopos del río, los viejos olmos, las acacias, las zarzas florecidas, las cigüeñas, las abejas...), para concluir rogándole a su amigo que suba al cementerio del Espino “donde está su tierra”.Machado parece, por fin, aceptar la muerte, pero no está dispuesto a olvidarse de su amada, a la que de nuevo alude sin nombrarla, sólo con ese posesivo y rotundo su: “su tierra”.
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A José María Palacio Palacio, buen amigo,
ya habrán ido llegando las cigüeñas.
¿está la primavera
Habrá trigales verdes,
vistiendo ya las ramas de los chopos
y mulas pardas en las sementeras,
del río y los caminos? En la estepa
y labriegos que siembran los tardíos
del alto Duero, Primavera tarda,
con las lluvias de abril. Ya las abejas
¡pero es tan bella y dulce cuando llega!...
libarán del tomillo y el romero.
¿Tienen los viejos olmos
¿Hay ciruelosenflor? ¿Quedan violetas?
algunas hojas nuevas?
Furtivos cazadores, los reclamos
Aún las acacias estarán desnudas
de la perdiz bajo las capas luengas,
Y nevados los montes de las sierras.
no faltarán. Palacio, buen amigo,
¡Oh, mole del Moncayo blanca y rosa.
¿tienen ya ruiseñores las riberas?
allá en el cielo de Aragón, tan bella!
Con los primeros lirios
¿Hay zarzas florecidas
y las primeras rosas de las huertas,
entre las grises peñas,
en una tarde azul, sube al Espino.
y blancas margaritas
Al alto Espino donde está su tierra...
entre la fina hierba? Por esos campanarios
Machado permanece en Baeza hasta 1919, en que obtiene el traslado a Segovia. Allí concluye la versión definitiva de Campos de Castilla (1917), incrementándolo conn 66 poemas: los dedicados a la memoria de Leonor y a la evocación del paisaje castellano, los de crítica y sátira social, bastantes “Proverbios y cantares”.
Los proverbios y cantares son breves meditaciones acerca de los enigmas del hombre y del mundo, donde se combinan lo filosófico y lo popular. Entre los temas tratados destacan la realidad y el sueño, el problema del conocimiento y la verdad, Dios y el amor, el tiempo, la preocupación cívica y patriótica... En estos breves proverbios Machado reflexiona sobre la vida, identificándola con la célebre imagen del camino o definiéndola como un desproporcionado combate frente al mar (casi siempre asociado a la muerte en Machado). En otros proverbios verá, con pesimismo, a los hombres hundidos en la ignorancia. El tema de la incultura preocupa especialmente a Machado, tal vez porque para él sólo la pasión por aprender puede justificar esta existencia que a veces parece sin sentido.
En algunas coplillas se desmarca del deslumbraniento vanguardista de los poetas del 27, que apuntan más a lo conceptual, a lo metafórico o a lo lúdico y se alejan 39
de su concepción de la poesía llana empapada de emoción y alma. Otras coplillas nos introducen en el tema del desdoblamiento y la otredad, que Machado desarrollará ampliamente en sus escritos en prosa y que plasmará en sus dos heterónimos o complementarios, Juan de Mairena y Abel Martín. Y también hay proverbios que nos hacen partícipes de sus luchas interiores. Caminante, son tus huellas El camino, y nada más; Caminante, no hay camino, Se hace camino al andar. Al andar se hace camino, Y al volver la vista atrás Se ve la senda que nunca Se ha de volver a pisar. Caminante, no hay camino, Sino estelas en la mar. Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar. Cuatro cosas tiene el hombre Que no sirven en la mar: Ancla, gobernalle y remos, Y miedo de naufragar. Morir... ¿caer como gota de mar en el mar inmenso? ¿O ser lo que nunca he sido: uno, sin sombra y sin sueño, un solitario que avanza sin camino y sin espejo? El ojo que ves no es ojo porque tú lo veas; es ojo porque te ve. ¡Ojos que a la luz se abrieron un día para, después, ciegos tornar a la tierra, hartos de mirar sin ver! 40
Nuestro español bosteza. ¿Es hambre? ¿Sueño? ¿Hastío? Doctor, ¿tendrá el estómago vacío? El vacío es más bien en la cabeza. De diez cabezas, nueve Embisten un una piensa. Nunca extrañéis que un bruto Se descuerne luchando por la idea. Ya hay un español que quiere vivir y a vivir empieza, entre una España que muere y otra España que bosteza. Españolito que vienes al mundo te guarde Dios. una de las dos Españas ha de helarte el corazón”. Nuestras horas son minutos Cuando esperamos saber, Y siglos cuando sabemos Lo que se puede aprender. No extrañéis, dulces amigos, Que esté mi frente arrugada, Yo vivo en paz con los hombres Y en guerra con mis entrañas. Lo ha visto pasar en sueños... Buen cazador de sí mismo, siempre en acecho. Nunca perseguí la gloria ni dejar en la memoria De los hombres mi canción; Yo amo los mundos sutiles, Ingrávidos y gentiles Como pompas de jabón. Me gusta verlos pintarse De sol y grana, volar 41
Bajo el cielo azul, temblar Súbitamente y quebrarse Tengo a mis amigos en mi soledad; cuando estoy con ellos ¡que lejos están! Mas busca en tu espejo al otro, Al otro que va contigo. Busca a tu complementario, Que marcha siempre contigo, Y suele ser tu contrario. Cantores, dejad palmas y jaleo para los demás. Despertad, cantores: Acaben los ecos, Empiecen las voces. Le tiembla al cantar la voz Ya no le silban sus coplas, que silba su corazón. -¿Mas el arte? - Es puro juego, que es igual a pura vida, que es igual a puro fuego.
Veréis el ascua encendida. Crea el alma en sus riberas montes de ceniza y plomo sotillos de primavera. Prefiere la rima pobre la asonancia indefinida. Cuando nada canto el canto acaso huelga la rima. Encuentro lo que no busco: 42
las hojas de taronjil huelen a limón maduro Y te enviaré mi canción: “Se canta lo que se pierde”, como un papagayo verde que la diga en tu balcón Con el tú de mi canción no te aludo, compañero ese tú soy yo. Poned atención: un corazón solitario no es un corazón. No es el yo fundamental eso que busca el poeta, sino el tú esencial.
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El discurso de Machado en San Saturio Antonio Machado no volvió a Soria hasta veinte años más tarde, cuando, en octubre de 1932, se le otorgó el título de hijo adoptivo de la ciudad. En la plazoleta de San Saturio, hoy el “Rincón del poeta”, Don Antonio pronunció un sobrecogedor discurso. Con unas pocas de sus emocionadas palabras queremos finalizar este itinerario-homenaje a Antonio Machado, que empezó en el Institut Eugeni d’Ors de Vilafranca del Penedès el 18 de marzo de 2013: “…Soria, sobre un paisaje mineral, planetario, telúrico. Soria, la del viento redondo con nieve menuda que siempre nos da en la cara, junto al Duero adolescente, casi niño, es pura… y nada más. Soria es una ciudad para poetas. Gustavo Adolfo Becquer, aquel poeta sin retórica, aquel puro lírico, debió amarla tanto como a su natal Sevilla; acaso más, que a su admirable Toledo. Un poeta de las Asturias, de Santillana, Gerardo Diego, rompió a cantar en romance nuevo a las puertas de Soria: “Río Duero, río Duero/ nadie a acompañarte baja,/nadie se detiene a oír/ tu eterna estrofa de agua”. Y hombres de otras tierras que cruzaron sus páramos no han podido olvidarla. Soria es, acaso, lo más espiritual de esa espiritual Castilla. Nada hay en ella que asombre o que brille y truene. Todo es sencillo, modesto, llano. Contra el espíritu redundante y barroco que sólo aspira a exhibición y a efecto, buen antídoto es Soria que siempre nos invita a ser lo que somos y nada más. ¿No es esto bastante? Hay un breve aforismo castellano; yo lo oí en Soria por primera vez, que dice así: “nadie es más que nadie”. Cuando recuerdo las tierras de Soria olvido algunas veces a Numancia, pesadilla de Roma, y a Mio Cid Campeador, que las cruzó en su destierro y al glorioso juglar de la sublime gesta que bien pudo nacer en ellas, pero nunca olvido al viejo pastor de cuyos labios oí ese magnífico proverbio donde a mi juicio se condensa todo el alma de Castilla; su gran orgullo y su gran humildad, su experiencia de siglos y el sentido imperial de su pobreza. Soria es una escuela admirable de humanismo, de democracia y de dignidad.”
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9. Fotografiar Machado
A l’any 2007, per a celebrar el centenari de l’arribada de Machado a Sòria, el fotòfraf César Sanz va fer una important exposicició que va titolar
Campos de
Castilla. L’any pasat vem tenir la sort que aquesta exposició s’instal.les a Capella de Sant Joan de Vilafranca. Molts de nosaltres vem veure amb sorpresa, primer, i admiració posterior, el maridatge entre fotografia i poesia. Us proposem que intenteu ser els protagonistes d’aquell maridatge. En què consisteix el treball? El treball és voluntari i individual. Es tracta de presentar una, o més, fotografies que responguin o identifiquin a algun dels fragments dels poemes Campos de Castilla que es presenten a sota. Els fragments es refereixen sempre a la natura d’aquesta terra que visitarem, i són una tria personal, i, per tant, si qualsevol de vosaltres vol aïllar alguns més dels versos presentats que no dubti en fer-ho. En aquest aspecte heu de ser totalment lliures. Per tal que poema i fotografia es puguin maridar cal, en primer lloc, entendre els fragments de poesia, en segon lloc està atent al paisatge que ens envolta i, finalment fer moltes provatures per tal que de la quantitat en pugui sortir l’excel·lència. Estem segurs que si ho intenteu, us pot sortir força bé i, alhora, valorareu molt més la feina que ha portat a terme en Cèsar Sanz. Sobre los agrios campos caía un sol de fuego (“A orillas del Duero”) Yo divisaba, lejos, un monte alto y agudo, y una redonda loma cual recamado escudo, y cárdenos alcores sobre la parda tierra -harapos esparcidos de un viejo arnés de guerralas serrezuelas calvas por donde tuerce el Duero para formar la corva ballesta de un arquero en torno a Soria. (“A orillas del Duero”) El Duero cruza el corazón de roble de Iberia y de Castilla (“A orillas del Duero”) 45
¡Oh tierra triste y noble, de los altos llanos y yermos y roquedas, de campos sin arados, regatos y arboledas; decrépitas ciudades, caminos sin mesones (“A orillas del Duero”) Hoy ve sus pobres hijos huyendo de sus lares; la tempestad llevarse los limos de la tierra por los sagrados ríos hacia los anchos mares; y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra. (“Por tierras de España”) ¡Primavera soriana, primavera humilde, como el sueño de un bendito, de un pobre caminante que durmiera de cansancio en un páramo infinito! (“Orillas del Duero”) Entre cerros de plomo y de ceniza manchados de roídos encinares, y entre calvas roquedas de caliza iba a envestir los ocho tajamares del puente el padre río que surca de Castilla el yermo frío. (“Orillas del Duero”) ¡Oh Duero, tu agua corre y correrá mientras las nieves blancas de enero el sol de mayo haga fluir por hoces y barrancas mientras tengan las sierras su turbante de nieve y de tormenta y brille el olifante del sol, tras de la nube cenicienta (“Orillas del Duero”) ¿Quién ha visto sin temblar un hayedo en un pinar? (“Las encinas”)
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¡Encinares castellanos en laderas y altozanos, serrijones y colinas llenos de oscura maleza, encinas, pardas encinas: humildad y fortaleza! (“Las encinas”) El alto roble parece que recalca y ennudece su robustez como atleta que, erguido, afinca en el suelo. (“Las encinas”) Los chopos son la ribera, liras de la primavera, cerca del agua que fluye, pasa y huye, viva o lenta, que se emboca turbulenta o en remanso se dilata. (“Las encinas”) Son de abril las aguas mil. Sopla el viento achubascado, y entre nublado y nublado hay trozo de cielo añil (“En abril, las aguas mil”) A través de la neblina que forma la lluvia fina, se divisa un prado verde, y un encinar se esfumina y una sierra gris se pierde. (“En abril, las aguas mil”)
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Montañas de violeta y grisientos breñales, la tierra que ama el santo y el poeta, los buitres y las águilas caudales (“Fantasía iconográfica”) Una larga carretera entre grises peñascales, y alguna humilde pradera. (“Amanecer de otoño”) En la tierra de Soria árida y fría. Por las colinas y las sierras calvas, verdes pradillos, cerros cenicientos, la primavera pasa. (“Campos de Soria”) La tierra no revive, el campo sueña. Al empezar abril está nevada la espada del Moncayo; (“Campos de Soria”) He vuelto a ver los álamos dorados, álamos del camino en la ribera del Duero, entre San Polo y San Saturio tras las murallas viejas de Soria –barbacana hacia Aragón, en castellana tierra(“Campos de Soria”) ¡Álamos del amor cerca del agua que corre y pasa y sueña, álamos de las márgenes del Duero, conmigo vais, mi corazón os lleva! (“Campos de Soria”) Al olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podido, con als lluvias de abril y el sol de mayo, algunas hojas verdes le han salido, (“A un olmo seco”)
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Antes que te derribe, olmo del Duero, con su hacha el leñador, y el carpintero te convierta en melena de campana lanza de carro o yugo de carreta. (“A un olmo seco”) Yo sé la encina roja crujiendo en tus hogares, barriendo el cielo helado tu campo empedernido; y en sierras agrias sueño -¡Urbión, sobre pinares! ¡Moncayo, blanco, al cielo aragonés erguido!(“Recuerdos”) ya verdearan de chopos las márgenes del río. ¿Dará sus verdes hojas el olmo aquel del Duero? Tendrán los campanarios de Soria sus cigüeñas. (“Recuerdos”) ¡Oh, en el azul, vosotras, viajeras golondrinas que vais al joven Duero, rebaños de merinos, con rumbo hacia las altas praderas numantinas, por las cañadas hondas y al sol de los caminos; hayedos y pinares que cruza el ágil ciervo. (“Recuerdos”) Adiós, tierra de Soria; adiós el alto llano Cercado de colinas y crestas militares Fantasmas de robledos y sombras de encinares (“Recuerdos”)
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10. Callejear por Soria. El itinerario machadiano LA ERMITA DEL MIRÓN Y LOS CUATRO VIENTOS Los Cuatro vientos es uno de los miradores más populares de la ciudad. Desde allí se puede contemplar muy bien “la curva de ballesta que traza el Duero en torno a Soria” y que cantó Machado. El paisaje es magnífico: las “lomas plateadas”, los “cerros cenicientos”, los “grises alcores”... La visita al Mirón, por la carretera de la Rioja, es un agradable paseo por la loma prolongada del monte al pie de cuya ladera derecha rebulle la ciudad. Hay en su cima un templo barroco precedido de recargada columna que sostiene al patrón, San Saturio, hay un moderno restaurante dedicado a la mujer de Don Antonio. Y hay si se avanza más allá en el paseo por campo abierto, una de las vistas más sugestivas e inéditas sobre la hoz del Duero lamiendo los pies de las viejas murallas; y al fondo el color cárdeno de la Sierra del Alba. (Avelino Hernández: Soria). Junto al Palacio de Gómara para subir al Mirón estaba la plaza del Pozo Alvar, que era el centro medieval de la villa. Esta subida al Mirón no conviene despreciarla y antes de bajar al río podemos tirar por ella para ver desde arriba lo que luego pasearemos entre los álamos. La subida es algo pina, por una carretera que deja a un lado casas y huertas. El paseo del Mirón es una meseta murada, buena para hacer ejercicio y para meditar, con su calle de árboles y sus bancos de piedra. La iglesia es barroca y ante ella se eleva la columna de San Saturio, cuya imagen
-
como siempre- es de medio busto sobre una peana con pétreos farolillos. La vista es estupenda tanto hacia Numancia como hacia el río y la ciudad. Algo más adelante se ven ruinas de fortificaciones y desde la plazoleta que llaman de los Cuatro Vientos se ve el río a los pies, rodeando la roca, amurallado en un paso de tremenda energía y sequedad hasta que la ribera se relaja y verdea. (Dionisio Ridruejo: Guía de Castilla la Vieja). POR LAS RIBERAS DEL DUERO El Duero se hace poeta lírico a los pies de Soria, al pasar por su puente, entre San Juan y San Polo, más que el Tajo de Garcilaso o el Tormes del Lazarillo. Con sus nueve arcos y su lomo ligeramente curvo para no olvidarse del origen románico, cruza el puente desde una plazoleta de arrabal urbano a una plazoleta rural casi 50
escondida por las frondas. El camino de San Juan de Duero va a la izquierda, secándose al subir un recuesto. El de San Polo y san Saturio discurre fresco entre álamos elevados y cantores. (Dionisio Ridruejo: Guía de Castilla la Vieja). CONVENTO SAN JUAN DEL DUERO El itinerario del Duero tiene personalidad propia. Arranca en la Calle Real, en el viejo convento de San Agustín –donde fray Luis de León estuvo dos años-, hoy transformado en bar que, con el tiempo bueno atrae al mocerío a beber en porrón entre el frondoso emparrado; posee un sencillo embarcadero que permite surcar en barca, remando, la mansedumbre del río. Se cruza el puente medieval y, apenas cruzado, a la izquierda, queda la discreta finca que entre álamos guarda el admirable claustro de San Juan del Duero –monumento nacional desde 1882-. Es lo que queda del convento de monjas de San Juan de Jerusalem. Diversas piezas de interés ocupan el espacio del templo. Pero el asombro procede del claustro sin cubierta, con cuatro órdenes distintos de arcos en cada lado y puertas mudéjares en las esquinas. Raro ejemplo arquitectónico sin precedentes ni en el arte cristiano ni en el musulmán (fines del siglo XI, inicios del XII). Desde San Juan el recorrido se prolonga hacia San Polo y San Saturio. Es el paseo lírico de Soria por excelencia: don Antonio señaló en acertada aliteración el sonido de las hojas secas de los álamos, Gerardo Diego lamentó que nadie viniera aquí a acompañar al Duero; Bécquer lo escogió como escenario de la leyenda del monte de las ánimas. (Avelino Hernández: Soria).
Entre la iglesia y el río hay un poco de prado y la arboleda es muy soñadora. San Juan lo es más. Es la ruina por excelencia, la ruina preciosa, evocadora, cerrada por tapiales con trepadoras, como un huerto donde el parral es de piedra labrada. San Juan del Duero fue de la Orden de los Hospitalarios de San Juan de Acre y su claustro es, junto al de San Miguel de San Esteban de Gormaz, el más vivo manifiesto orientalizante del románico soriano. Lo primero que viene a la memoria al ver el entrecruzamiento de sus arcos maravillosos son las construcciones de Palermo o Amalfi, donde Bizancio, el Oriente Medio Islámico y el Norte de Europa trenzaron el románico más refinado que se pueda pensar. Parece ser que los altares de la iglesia se acomodaron al culto griego y de ahí vienen los curiosos templetes cubiertos por unas desconcertantes cúpulas persas. Los baldaquinos de San Juan son únicos, completos perfectísimos y hay que verlo para creerlo. Los capiteles son de gran fantasía, con caballeros armados que cabalgan sobre quimeras, atacan monstruos o degüellan inocentes. Otros, más tranquilos representan escenas 51
evangélicas de paz. Cada grupo angular es de un orden distinto. Uno de los grupos angulares es de fractura románica corriente, de dobles columnas sobre podio con capiteles y arcos de medio punto. Parece el más antiguo. Otros presentan arquería entrecruzada en tres variantes: con clave adornada en arco de herradura, con arcos planos y claves sin adornos, con arcos entrelazados que descansan en el capitel por el lado contrario al vuelo de su curva. La influencia normanda de alguna de estas formas parece tan evidente como los elementos orientales que las complican. (Dionisio Ridruejo: Guía de Castilla la Vieja). ENTRE SAN POLO Y SAN SATURIO San Polo es hoy una envidiable casa particular. Las referencias de que San Polo fue iglesia de los Templarios son insistentes. Era en todo caso de ábside cuadrado como la ermita de Clunia. Su discreta belleza queda valorada por su admirable situación en la Alameda, entre el río y el Monte de las Ánimas. Inspiró a Bécquer la leyenda “El rayo de luna”. Más y más ameno se hace el curvo sendero arbolado hasta San Saturio. Es el paseo que caminó con su melancolía a cuestas Antonio Machado y que siempre se recuerda con sus versos, que es todo lo que un poeta grande puede desear: que sus palabras realicen las cosas; que las cosas ya no puedan ser sin sus palabras. San Saturio es una pintoresca ermita dieciochesca montada sobre las peñas huecas donde el santo hizo su vida de eremita hacia el siglo IV. El busto de San Saturio con barba florida está bien en su camarín, donde las mocitas ponen alfileres para casarse. Los laberintos internos de roca excavada tienen encanto novelesco y los ojos que abre la peña sobre el río ofrecen belleza a raudales. (Dioniso Ridruejo: Guía de Castilla la Vieja). San Polo fue monasterio templario y el sencillo edificio que hoy resta (siglo XIII) era la capilla del mismo; sobre las ruinas se edificó inmemorial vivienda, y en torno se circunvoló una hermosa quinta. Todo tiene en ese rincón el halo del romanticismo que inspirara a Gustavo Adolfo Bécquer. De la ermita de San Polo a San Saturio el camino desciende a ras de las aguas del Duero entre soberbios álamos blancos. Un via crucis de piedra acompaña al paseante.
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San Saturio es el patrón de la ciudad. Santo de origen visigótico que ejerció de eremita en la profunda cueva sobre la cual se le ha elevado templo; hasta su imagen evoca reminiscencias de cultos más pretéritos. El sinuoso y sorprendente recorrido
por
la
ermita-cueva
refuerza
esta
impresión,
impregnándola
de
milagrosos portentos: la ventana desde la que cayó un niño que el santo salvó, la grieta que manaba aceite y hoy cura los dolores de cabeza... La hagiografía del patrón se halla pormenorizadamente narrada en las pinturas al fresco de la abigarrada iglesia octogonal que corona la roca bajo la que se abre la cueva. Es hermoso asomarse, desde cualquiera de los escasos vanos del edificio, para contemplar el río remansado a los pies del perfecto conjunto de peña, cueva y templo. (Avelino Hernández: Soria)
EL ÚLTIMO SANTERO DE SAN SATURIO Ibas paseando tan líricamente por el camino de chopos junto al Duero entre San Polo y San Saturio y te sorprendía de pronto en la pared de roca un épico “Gora el Santero” en spray negro. Las malas lenguas decían que lo había pintado, para atraer la atención, el propio vitoreado (era tiempo de vascos en la cárcel de Soria). Pasabas la cancela y te paraba un cartelón rotulado –“Óbolos para el anacoreta”sobre un capazo de esteras para recoger las aportaciones voluntarias. Tuve la voluntad de aportar cinco duros, que al cohcar con el resto surtieron el mecánico efecto de hacer surgir tras una puerta al ermitaño; era menudo, con sayal gris y los ojos vivarachos. Cuando a requerimiento de los presentes parecía que iba a narrar su propia vida de asceta y la historia de aquella ermita en la cueva, dijo: “Llevo veintiocho años de religión. Punto”. Y como tras prolongado silencio yo mismo le instara a proseguir, díjome con monacal recogimiento: ¿Y cree usted, hermano, que puedo decir más por cinco duros?”. Luego te enseñaba la ermita con unción. Te contaba milagros del santo y aventuras propias de cuando era guardia contra los maquis en el valle de Arán. Te daba información de las pinturas murales que ibas viendo y de la cuantía escasa que por cuidar la ermita le asignaba el ayuntamiento. Encendía velas ante todas las imágenes y te preguntaba cuánto costaba una televisión en color porque quería cambiar la de blanco y negro. Y recordaba oportunamente entre el castellano palabras de latín y catalán. Sorprendido quizás de que un soriano pudiera
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entenderle y contestarle en el idioma de la Generalitat, me despidió con un efusivo y bautizado “Salut i força al braç”. Me dijeron que hace poco lo habían echado del eremitorio. Porque al tiempo que escribía estampas y opúsculos sobre la ejemplar vida de San Saturio les regalaba la vieja televisión para su local a los comunistas... (Avelino Hernández. Donde la vieja Castilla se acaba). EL ESPINO En el camposanto del Templo de la Virgen del Espino –a cuya entrada hay un olmo seco- descansa Leonor. A continuación prosigue el recorrido por la calle de los Caballeros, donde todavía se pueden contemplar algunas buenas fachadas de su viejo esplendor. (Avelino Hernández. Donde la vieja Castilla se acaba) EL COLLADO Soria es una ciudad tranquila propicia al paseo y el Collado, el punto de reunión y charla por excelencia de los sorianos, la espina dorsal de la ciudad, su “calle” por excelencia. Así la describió Gerardo Diego: “Paseo de Portales./ Horas dulces y lentas./ Mirar, charlar, soñar/ y dar vueltas, más vueltas”. En Collado 54 estaba la primera casa en la que vivió Antonio Machado al llegar a Soria en 1907. Poco después se trasladó a la calle Teatinos. EL CASINO CÍRCULO DE LA AMISTAD El Casino Círculo de la Amistad Numancia se fundó en 1848 y más de 160 años después continúa casi intacto, por lo que entrar hoy en el Casino Círculo de la Amistad es hacer un verdadero viaje en el tiempo y respirar un ambiente parecido al que conocieron Antonio Machado y Gerardo Diego. Durante los cinco años que estuvo en Soria, Antonio Machado frecuentaba con bastante asiduidad el casino para leer, tomar café y participar en alguna que otra tertulia literaria. Era una de sus paradas habituales a la vuelta del paseo entre San Polo y San Saturio, aunque su sitio preferido para tomar café era El Recreo (hoy la cafetería Zeus). Al parecer, Machado frecuentaba el salón de la planta de calle (hoy el “Salón de Machado y Leonor”), mientras que otro de los poetas que estuvo en Soria casi una década después, Gerardo Diego, acudía a la planta superior, donde tocaba el piano, un Stenway de 1869 que todavía puede verse. 54
LA PLAZA MAYOR: EL PALACIO DE LA AUDIENCIA Al final de El Collado, en la Plaza Mayor se encuentra El Palacio de la Audiencia, antiguo ayuntamiento, cuyas campanas darán para siempre la una en un poema de Antonio Machado: “¡Soria fría! La campana/ de la Audiencia da la una./ Soria ciudad castellana/ ¡tan bella! bajo la luna”. Fue construido en 1769 y es de estilo neoclásico. Posee soportales y reloj en el remate de la fachada. Al igual que la actual Casa Consistorial, la construcción se caracteriza por tener un amplio pórtico con dos pisos sobre él. Sobre la última planta puede observarse todavía el reloj al que cantó Machado: «el sonido de sus horas nos dice que el tiempo pasa inevitablemente». En la iglesia Santa María la Mayor, que se encuentra también en la plaza mayor, se casaron 1 de enero de 1910 Antonio Machado y Leonor Izquierdo. EL INSTITUTO ANTONIO MACHADO El actual Instituto Antonio Machado está situado en el centro de Soria, en la calle Insituto 12, muy cerca de El Collado. Comenzó siendo un colegio de jesuitas en el año 1585, aunque un posterior incendio en 1740 dañó buena parte del edificio. De la restauración que se hizo a mediados del siglo XVIII procede la bella fachada barroca. Durante los años siguientes fue fábrica de hilos, cuartel y hospital de tropas. En 1840 se produce apertura como centro educacional, llamado entonces Universidad Catalina. Siete años más tarde será ya el Instituto General y Técnico de Soria, hoy Instituto Antonio Machado Antonio Machado trabajó como profesor en este instituto de Soria de 1907 a 1912. Tenía 32 años (era el año 1907) y daba clases de lengua francesa a jóvenes de 13 y 14 años. Los que tuvieron la oportunidad de ser sus alumnos decían que era un profesor tímido, pero fantástico por su bondad y amabilidad, por sus clases memorables (a menudo lecturas comentadas de los poetas simbolistas franceses) y también porque nunca suspendía a nadie (algo raro en aquella época). Siempre dijo que para él lo más importante no era la acumulación de datos y conceptos, sino “sembrar inquietudes” y que sus alumnos aprendieran a pensar.
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11. Callejear por Soria. Otras visitas SANTO DOMINGO Construida en varias fases que van del siglo XII al XVI, tiene la mejor fachada del románico español. Con influencias francesas de la zona de Potiers (como reflejan las dos hileras de arquerías ciegas), sorprende sobre todo por la minuciosa decoración de las cuatro arquivoltas del pórtico, una auténtica narración del Antiguo y Nuevo Testamento. El primer arco lo forman los veinticuatro ancianos del Apocalipsis tocando diversos instrumentos; el segundo, escenas de degollación de los Santos Inocentes; el tercero, escenas de la vida de la Virgen y del Niño Dios y el cuarto, momentos de la Pasión de Cristo. SAN JUAN DE LA RABANERA La iglesia de San Juan de Rabanera (finales del siglo XII) es un auténtico capricho de la arquitectura románica, que funde influencias orientales, recuerdos clásicos y tanteos ojivales y que asombra a los visitantes por sus peculiaridades estilísticas. Tiene planta de cruz latina de una sola nave y transepto de igual altura que aquélla. Destaca sobre todo su peculiar ábside con ventanas, dos vanos apoyados e interesante decoración de motivos vegetales. EL PALACIO DE LOS CONDES DE GÓMARA Construida a mediados del siglo XVI, es una verdadera joya de la arquitectura civil renacentista. Destacan su monumental portada, con motivos heráldicos, su fachada de piedra de sillería y su gran torre; así como el claustro del templo que se encuentra en su interior. En la actualidad, el Palacio de los Condes de Gómara es la sede de la Audiencia Provincial. LA DEHESA O ALAMEDA CERVANTES Parque municipal siempre verde. En torno al popular “Árbol de la música”, la gente pasea, los niños juegan y los jóvenes charlan tumbados en la pradera, cerca de la Rosaleda.
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12. Actividades de literatura, miércoles 9 de abril Soria: Ermita del
1. Colinas plateadas [p.27-28]
Presentador 1: Nil Solà
Mirón y los cuatro
2. Allá en las tierras altas [p.38]
1. Jèssica Saumell (B)
vientos.
3. Una noche de verano [p.36]
2. Àurea Fernández (B)
3. Nil Soler (B) Hotel Leonor
Retrato [p.33-34]
Presentador 1: Nil Solà 1. Nil Campamà (A)
San
Juan
del
Duero
1. Señor ya me arrancaste [p.37]
Presentador 1: Nil Solà
2. Soñé que tú me llevabas [p.38]
1. Marta Romeo (C) 2. Lorena Gallardo (B)
Entre San Polo y
1. He vuelto a ver los álamos dorados [p.28]
Presentador 1: Nil Solà
San Saturio
2. Los sueños dialogados: Nadie elige
1. Anna Claramunt (B)
su amor [p.34]
2. Neus Jiménez (C)
3. Discurso de Machado en el homenaje de 1932 en San Saturio [p.44]
Palacio de la
Soria fría, Soria pura [p.24]
Cementerio
del
Espino.
1. A un olmo seco [p.35-36] 2. A José María Palalacio [p.39]
Antonio
Machado
[p.40-43] 1.Caminante, son tus huellas 2.Todo pasa y todo queda 3.Cuatro cosas tiene el hombre 4.Morir... ¿caer como gota 5.El ojo que ves no es 6.Ojos que a la luz se abrieron 7.De diez cabezas, nueve
Instituto Antonio Machado
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Jansà (C) Presentadora 2: Aina Trotonda (B)
Audiencia
Instituto
3. Marta Monfort i Judit
8. español bosteza 9.Españolito que vienes 10.Nuestras horas son minutos
Presentadora 2: Aina T. (B) 1. Eloi Lewy i Xavier Luiz (B)
2. Balma Bellès (A) Presentadora 2 : Aina T. (B)
1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14.
11.Nunca perseguí la gloria
15.
12. No extrañéis dulces amigos
16.
13. Tengo a mis amigos en mi soledad
17.
14. Mas busca en tu espejo al otro
18.
15. Busca a tu complementario
19.
16. Lo ha visto pasar en sueños
20.
17. Cantores, dejad
21.
18. Le tiembla al cantar la voz 19.-¿Mas el arte?... 20. Crea el alma en sus riberas
22. 23. 24. 25.
21. Prefiere la rima pobre
26.
22. Encuentro lo que no busco
27.
23.Con el tú de mi canción 24.Y te enviaré mi canción 25. Poned atención 26.Tengo a mis amigos 27. No es el yo fundamental Soria
Película 2: Antonio Machado
Abejar
Relato o puesta en escena de ”El monte de las ánimas” de Gustavo Adolfo Bécquer
1.Ester Junyent (A) 2.Cristina Mata (A)
[p.88-95]
3.Aleksandra Pavlinova (A)
Película 5: Gustavo Adolfo Bécquer
1. Mireia Garcia (C)
Abejar
4. Ferran Sadurní (A)
2. Berta Miralles (C)
Soria
Película 4: Por tierras de Soria: la intrahistoria del viaje.
Todo el día
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Blog
1.Aleksandra Pavlinova (A)
2.Ferran Sadurní (A)
13. Fotografia el romànic de Sòria Us proposem ferun reportatge fotogràfic – si es vol amb vídeo- sobre el romànic de la ciutat de Sòria: San Juan del Duero, Santo Domingo, San Juan de la Rabanera. El treball cal que sigui ben documentat, és a dir, que la majoria de les imatges han d’estar informades. Cal que les imatges no es treguin d’internet –que n’hi ha- , per tant la vostra presència com a protagonistes del reportatge cal que es noti. El treball es pot presentar en format PWP o similars i seria convenient que es pogués penjar a Youtube. Quan us plantegeu fer el reportatge cal que, a banda d’imatges generals dels diferents edificis, us centreu en els elements bàsics del romànic, tot vigilant en no posar en el reportatge elements arquitectònics posteriors al romànic. D’altra banda cal que en el reportatge feu servir lletra, o bé àudio per ajudar a entendre’l. A tall d’exemple us posem un llistat d’elements en els que us podeu fixar: Visions globals de l’edifici Absis Contraforts exteriors Voltes i/o cúpules Trompes Arcs: (atenció que n’hi ha de diversos tipus depenent de l’edifici: mig punt, apuntat, de ferradura, entrellaçats, cecs...) Arquivoltes Timpans decorats Capitells. Ha de ser un punt essencial del reportatge. Hi ha capitells vegetals, però n’hi ha que expliquen històries, la majoria d’elles bíbliques o d’històries de sants Tipus de columna Rosetons Per si voleu trobar informació complementària, us passem alguna adreça: http://www.arteguias.com/romanico_soria.htm [Consultada el 8/II/2012] http://www.arquivoltas.com/13-Soria/01MapaSoria.htm [Consultada el 8/II/2012] http://www.amigosdelromanico.org/inventario/espana/inv_romanico_soria.html 59
14. Sòria: el riu Duero i el bosc de ribera En el nostre viatge per Sòria estarem prop d’un riu, el Duero, a la mateixa capital i a los Picos de Urbión, on s’ubica el naixement del Duero i la impressionant Laguna Negra.
Com tot ecosistema el bosc de ribera dóna vida a un conjunt d’animals que s’alimenten, s’amaguen i es reprodueixen entre la seva vegetació. Serà fàcil trobar ocells que visquin en contacte directe amb l’aigua del riu, i també altres especies que intentarem identificar i fotografiar.
Les riberes dels rius tenen un gran valor ecològic per la singularitat dels seus hàbitats, gràcies a que la presència contínua d’aigua permet la formació d’un microclima
diferenciat. El
bosc de ribera
desenvolupa
unes funcions molt
significatives dins l’ecosistema fluvial:
L’erosió i la sedimentació a les riberes es veu afectada pel moviment de l’aigua d’escorrentia (torrents, rierols…) i superficial (del propi riu). Aquest fet influeix en la composició i l’estructura de la comunitat vegetal i a l’inversa, la vegetació de ribera amb les seves arrels estabilitza els marges del riu davant les seves crescudes i així contribueix a la forma i el traçat del riu. La vegetació de ribera frena la velocitat de l’aigua i afavoreix la sedimentació dels materials sòlids transportats pel riu sobre els terrenys inundats.
La vegetació de ribera forma part de l’ecosistema fluvial i participa activament en l’ intercanvi de matèria i d’energia. La fullaraca, els branquillons, les flors, els fruits, etc. proporcionen matèria orgànica que cau a l’aigua i què és font d’aliment per a molts éssers vius. El sistema d’arrels de la vegetació riberenca ajuda a depurar de substàncies tòxiques la capa d’aigua freàtica i també la superficial.
La vegetació de ribera ben estratificada proporciona gran quantitat d’hàbitats diferents on poden trobar protecció un gran nombre d’éssers vius tant aquàtics com terrestres. Els ecosistemes riberencs tenen un major nombre d’espècies i d’individus que els del seu voltant. A més el bosc de ribera actua com a zona de transició entre la terra i l’aigua, el que li dona gran importància com a corredor biològic.
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Si el bosc de ribera està ben conservat, la vegetació ombreja el riu (bosc en galeria) de forma que l’exposició de l’aigua al sol és molt minsa i per tant les variacions tèrmiques diàries i estacionals són molt menors. Que l’aigua sigui freda a més de neta fa que la quantitat d’oxigen dissolt sigui més gran i per tant afavoreix la vida dels organismes aquàtics, alguns dels quals són en aquest aspecte molt exigents.
La limitació de llum posa fre al creixement de les algues i a l’escalfament de l’aigua fet que afavoreix la presència de determinades espècies, amants d’aigües fredes (i amb molt oxigen) com les truites, els barbs, les perles…
Finalment les riberes tenen una gran bellesa i per tant un elevat valor paisatgístic.
Les principals comunitats de ribera que es troben a prop dels nostres rius són:
La verneda. És un bosc de ribera típic de torrents, i del curs alt i mig dels rius. Es troben a les riberes allà on la disponibilitat hídrica és sempre molt elevada i l’ambient és fresc. És un bosc dens on hi domina el vern (Alnus glutinosa) acompanyat del freixe de fulla petita (Fraxinus angustifolia), l’avellaner (Corylus avellana) i de l’om (Ulmus minor). A l’estrat arbustiu hi trobem el saüc (Sambucus nigra) i el sanguinyol (Cornus sanguinea). Apareix a rieres i torrents d’influència centreuropea.
La salzereda. Ocupa els marges dels rius i afavoreix l’enlentiment de l’aigua en moments d’avingudes i la retenció del sòl, encara que també en pateix les conseqüències. Són representatius la sarga (Salix eleagnos), salze blanc (Salix alba), el saulic (Salix purpurea), etc. Es troba als rius i rieres de tots els estatges exceptuant el subalpí, quan la capa freàtica és molt fluctuant.
La pollancreda. Es troben a prop dels marges, on el nivell freàtic és molt alt. Apareixen el pollancre (Populus nigra), el freixe (Fraxinus angustifolia), i l’om (Ulmus minor). L’estrat arbustiu està dominat pels esbarzers (Rubus ulmifolius), l’arç blanc (Crataegus monogyna), etc.
La gatelleda. Es desenvolupa a la zona que pateix l’empenta de les avingudes i que s’inunda freqüentment. És formada pel gatell (Salix attrocinerea), el càrex
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(Carex pendula i Carex remota), i la cua de cavall (Equisetum telmateia) entre altres. És d’influència submediterrània i centreuropea IMATGES D’ ARBRES
Vern Salze blanc
Pollanc re
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Freix e
Om
saulic
Platane r
Falsa acĂ cia
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Avellane r Avellaner
Gatell
Til路ler
Ar莽 blanc
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lledoner
Alber
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Vimetera
Sabina
15. En Valdegeña, recordando a Avelino Hernández “Por el camino que vas pasa un ramal interesante de iglesias románicas que podrás ver, sin desviarte, a derecha y a izquierda. A la izquierda Fuensaco. A la derecha Tozalmoro. A la derecha Omeñaca, a la izquierda Valdegeña. Por cierto que si subes a ver la iglesia de este pueblo, entra en la cantina del José, que es la primera puerta pasada la fuente, pídele un vino y dile que te lo apunte a mi cuenta. Si te dice “bueno, oiga usted, ¿pero cómo es esto?, dile que lo pone en este libro. Y él te explicará por qué. En los pueblos por este camino la gente está habituada a que se paren coches a ver las iglesias. Y dan para conversación. En uno pregunté. -Es bonita la iglesia ¿eh? -Aún vale En un otro dije a un hombre que cuántos vecinos eran. -Aquí estamos la mitad.” (Avelino Hernández: Donde la vieja Castilla se acaba) “Valdegeña es un pueblo castellano como tantos otros: un centenar de casas de labranza derramadas en la ladera raigal de la Sierra del Madero, en las estribaciones de Moncayo. Dominándolas –y dominando el horizonte que se pierde en el azul- un templo románico. Al pie el terreno de cultivo del cereal; y la dehesa para el ganado, en donde nace un río que cuando nace, nada más nacer, ya es grande. Cerca de mi pueblo vivieron unos hombres amigos de los numantinos. Se llamaban celtíberos. Y luego hubo moros, porque en una cueva que hay en el monte encontró una vez el tío Antonio una olla de ochavos morunos enterrada. Y hay un pozo romano. Y un puente medieval. Y un convento de cuando el Cid.” (Avelino Hernández: Una vez había un pueblo) Avelino Hernández nació en septiembre de 1944 en Valdegeña. El pueblo tenía entonces 300 habitantes (hoy en invierno apenas hay cinco casas abiertas) y estaba, como todos los de su entorno,
dedicado a la agricultura. De esa infancia rural,
extrajo Avelino algunos de sus valores más esenciales: el vínculo, inseparable e íntimo, entre vida humana y naturaleza; la necesidad de libertad; el goce de los pequeños placeres, que al final son siempre los más importantes (hablar, ver, 66
escuchar, sentir, pasear, escribir, leer, reír...), el sentido de la igualdad ("nadie es más que otro, si no ha hecho más que otro", era una de sus frases preferidas); el respeto al otro y esa solidaridad elemental y firme, que se aprendía en la calle y en los trabajos rurales. En algunos de sus libros de narrativa infantil, Avelino Hernández refleja no sólo las vivencias felices del "niño de pueblo" que fue, sino la urdimbre de este sistema de valores que orientó su vida y su literatura: Una vez había un pueblo, Silvestrito, El Valle del Infierno. Todos estos valores los recoge asimismo en Mientras cenan con nosotros los amigos, verdadero compendio de su pensamiento y de sus principios estéticos. En esta singular novela póstuma, Avelino Hernández trata de responder a la única pregunta que se planteó permanentemente: “¿Cómo vivir?”. Aunque la respuesta es compleja, Avelino Hernández pensaba que “profundizando en la libertad, escogiendo, arriesgando”, es posible adecuar nuestras circunstancias, a los deseos y a los sueños más altos. Sólo arriesgando, creía, es posible optar a una vida más plena y satisfactoria. Algunas de las historias que cuenta en Mientras cenan con nosotros los amigos lo ejemplifican y demuestran. Gracias a la generosa y acertada intervención artística del escultor Carlos Colomo, podemos recorrer Valdegeña siguiendo la estimulante senda de los libros de Avelino Hernández: 1. Valdegeña tambien es mi pueblo “Amigo lector, el Valle del Infierno existe. Está en la Sierra del Madero, a treinta kilómetros de Soria por la carretera que lleva al Moncayo, en un pueblo que se llama Valdegeña. Ion ha vuelto muchas veces, desde entonces. Si vas tú alguna vez, diles a las gentes que eres amigo suyo o nómbrales al autor de este libro. Verás entonces que bien te acogen y cómo te enseñan todo lo que aquí te he contado. Seguro que al marcharte tú también prometerás volver. Y, si vuelves, acabarás llamando “mi pueblo” a Valdegeña, como ahora hace Ion cuando habla con los amigos: «Valdegeña también es mi pueblo»”. (Avelino Hernández: El valle del infierno)
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2. La iglesia de San Lorenzo “La iglesia de Valdegeña está en un monte. Para llegar a ella hay que subir muchas escaleras, grandes, de piedra. Sesenta y dos”. (Avelino Hernández: Una vez había un pueblo). 3. El camposanto. Seguir vendimiando la vida (30 de mayo) “Ayer, frente al portalón del camposanto en el otero que da a las mieses, mientras enterrabais al padre, descubrí una tierra donde el morir tiene exactamente su sentido. Era uno de esos días espléndidos con sol de la primavera castellana, cuando atardece. Tenía el rosal en la fachada de vuestra casa todas las flores que le cabían aquel año. La paz de la última luz se derramaba por los trigos tiernos. Llegaba desde los huertos un murmullo distante de pájaros alborozados. Y los hermanos estabais allí, removiendo con el azadón la tierra en las orillas del hoyo, sembrando al padre con vuestras manos. La hermana plantó brotes tiernos de lirio en la tierra fresca de la tumba acabada. “Para que vuelva a brotar la vida”, dijo. Y nos fuimos. Acabar, morir, sembrar, rebrotar, crecer, dar fruto; acabar, morir, sembrar, rebrotar, crecer... La vida es eso. Y esta tarde lo he aprendido”. (Avelino Hernández: Mientras cenan con nosotros los amigos) 4. La casa “En mi casa hay una piedra muy larga encima de la puerta; que es un dintel. Hay en ella unos versos que dicen: “Por cierto, muy mal haría/ quien en esta casa entrare/ y por descuido dejare/ el decir Ave María.” (que antes, como no había
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timbres, se llamaba a las puertas diciendo en voz alta desde la calle: “Ave María Purísima”). Eso es lo que pone en un lado de la piedra”. (Avelino Hernández: Una vez había un pueblo) “Era el séptimo de siete hermanos, César Cayo, en una familia de campesinos. El hermano mayor y dos hembras se quedaron en el pueblo; el hermano cuarto tuvo que buscar trabajo lejos de la casa paterna, que no daba más; la quinta hermana se fue a servir, lejos; al hermano sexto lo hicieron fraile. Sólo César Cayo pudo estudiar. El año en que terminó la enseñanza secundaria, el hermano cuarto, emigrante en el arrabal de Barcelona, halló por fin un buen trabajo: fundir campanas doce horas al día por treinta y dos pesetas. Aquel sábado de fin de mes en que cobró su primer sueldo, feliz como un muchacho, invitó a vermouth con sifón y aceitunas a los compañeros; le pagó los atrasos a la mujer que le alquilaba la habitación; y, con lo que le quedaba, subió por la tarde a la ciudad para cumplir un sueño: comprar dos relojes con rubíes en los ejes de los que anunciaban por la radio. El primero se lo dio al padre; el otro se lo regaló al hermano pequeño, porque con quince años acababa de concluir con bien el bachillerato. El del padre se lo dejaron en la muñeca cuando lo enterraron. El de César Cayo te lo dio un día a ti, cuando os queríais. Lo llevas siempre, en la mano izquierda. Y una vez me aseguraste que no quieres llevar otro ya en tu vida; porque es un símbolo. «¿Del amor perdido de Cayo» -te pregunté. «No; del gesto del hermano cuarto, que no conozco»”. (Avelino Hernández: Mientras cenan con nosotros los amigos). 5. Nadie es más que nadie
Aquí vivía la espigadora pobre
Cuando cogían el trigo, los Hombres dejaban que se les cayeran adrede algunas espigas. Para que las recogieran las espigadoras. Eran las más pobres del pueblo. Había tres.
Casa de Isabelita la bandolera
Y entonces la Isabelita dijo: -Desde ahora, yo seré vuestra capitana... Mi nombre será más temido que el del Rubio. 69
Casa de Ángel el cabrero
Cuando llegaba la noche, Ángel el Cabrero regresaba al pueblo con el rebaño. Volvía siempre tocando su caramillo por los caminos.
En esta plaza vendía aguardiente Juanito Ladela
Juanito Ladela decía: -Yo sirvo diez vasos de agua de anisetes y uno de la Fuente ¿estamos? Al que le toque el de la fuente se calla... 6. La escuela “Y nos contó también su recuerdo de la Pobre Veneranda: «Vivía en la casa que daba a la escuela. Una casa con un camastro y una chimenea en la parte de atrás, junto a la cuadra... Allá vivía. No tenía nada más; era espigadora y hacía el rebusco de la vendimia y recogía las hierbas útiles del campo y la limosna que le daban. Pero todas las mañanas temprano iba a la fuente 1. Y traía dos cántaros de agua. Para tener algo que darnos a los niños cuando a media mañana salíamos al recreo; porque todos los niños de la escuela, mientras jugábamos, íbamos a casa de la Pobre Veneranda a que nos diera agua.» «Nunca he olvidado el sabor de aquella agua.» «Nunca he olvidado a la Pobre Veneranda ni a Matías el Carpintero.» «Me ha ido bien en la vida. Y siempre he alimentado un mismo sueño: descubrir la fuente de donde brotan los manantiales de la bondad, de la ternura y de la risa. Tengo 79 años, me está llegando la hora y no he logrado descifrarlo. Heerido volver con la esperanza de hallar al viejo carpintero y a la pobre, por si acaso ellos hubieran sabido decirme»". (Avelino Hernández: Mientras cenan con nosotros los amigos)
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16. Tras las huellas de Gustavo Adolfo Bécquer: Noviercas y Soria Soria (y el monasterio Veruela, que aunque pertenece administrativamente a Zaragoza, se encuentra justo en los límites de la provincia castellana) es sin lugar a dudas, una de las “geografías íntimas” del poeta romántico Gustavo Adolfo Bécquer. Muchos son los topónimos sorianos que adquieren dimensión poética y legendaria en su obra: Pozalmuro, Yanguas, Beratón, Noviercas, Torrubia, Gomara, Almenar, el Moncayo (que contemplaba admirado desde Veruela) y Soria ciudad: El Monte de las Ánimas, San Juan de Duero, San Polo, San Saturio ... La importancia de Soria en la vida y en la obra de Bécquer sólo es comparable a la que tuvieron otras tres ciudades: Sevilla (donde nació en 1836), Madrid (donde vivió desde los 18 años y se formó como escritor y periodista) y Toledo (donde, tras una crisis conyugal con Casta, se instaló en 1867, con su hermano Valeriano y sus respectivos hijos, y que pronto convirtió en uno de sus territorios míticos). La vinculación de Gustavo Adolfo Bécquer con Soria se explica por diferentes motivos: Soria fue una de las provincias que Bécquer recorrió, en los años 1857 y 1858, para un magno y truncado proyecto: el libro Historia de los templos de España, donde se proponía inventariar y recuperar el rico y abandonado patrimonio arquitectónico del país. Además de tomar datos sobre iglesitas olvidadas o evocadores claustros que se desmoronan, el poeta (que comparte esa fascinación de los artistas románticos por el “genio” popular, por la cultura anónima y tradicional) recopila las leyendas orales que han ido creciendo asociadas a esos misteriosos lugares: en el claustro de San Juan del Duero, la leyenda de “El monte de las ánimas”, en las ruinas del monasterio templario de San Polo, “El rayo de luna”... Gustavo Adolfo y Valeriano, su hermano pintor, se hospedaban en casa de un tío suyo que, instalado en Soria desde los años 50, vivía entregado al cuidado de un hijo deficiente y a una afición con la que entretenía a sus huéspedes: el teatro de títeres. En 1861, Gustavo Adolfo Bécquer se casa con Casta Esteban, hija de un médico soriano. Desde ese año hasta 1867 (cuando se produce la ruptura del matrimonio, después de una novelesca y misteriosa infidelidad de Casta con un bandolero soriano al que apodaban “El Rubio”) son constantes los viajes de la familia Bécquer a Noviercas, el pueblo donde viven los padres de Casta. Fue allí donde nació, en 1862, su primer hijo, Gregorio Gustavo.
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En 1863 y 1864 los dos hermanos Bécquer se instalan en las celdas del monasterio cisterciense de Veruela. Gustavo Adolfo con Casta y su primer hijo, y Valeriano, -ya separado de Wifreda, su esposa inglesa- con sus dos hijos habitan el destartalado monasterio gótico. Los Bécquer descubren en la inaccesible Veruela un lugar barato donde poder vivir sin tantos apremios, aunque parece que el pincipal motivo para tan radical cambio de vida fue la preocupación por la salud de Gustavo Adolfo, muy quebrantada desde que en 1858 padeciera una grave enfermedad (seguramente una explosiva combinación de tisis y “mal” venéreo) cuyas secuelas padeció hasta su muerte el 22 de diciembre de1871. Y efectivamente, el clima seco de un lugar alto y frío como Veruela (“Todos los males se curan / con los aires de Veruela”, se decía) le fue a Bécquer muy beneficioso. Así lo explica el propio Gustavo Adolfo Bécquer: “Estuvimos, a causa de estar yo enfermo, un año en el monasterio de Veruela, completamente aislados”. En 1864 con la llegada al poder del general Narváez, Bécquer consigue uno de los pocos oficios bien pagados que desempeñó en su corta vida: es nombrado censor de novelas, por lo que la familia se instala de nuevo en Madrid. Pero en 1865, cuando el conservador Narváez es desplazado por el liberal O’Donnell, Bécquer pierde su empleo. Los dos hermanos vuelven a Veruela, pero Casta se queda en Madrid esperando dar a luz a Jorge, su segundo hijo, y cada vez más desasosegada por las ausencias de su marido. La influencia que ejerció Soria en Bécquer, queda patente en la localización en esta provincia castellana de cinco de sus más hermosas Leyendas: La corza blanca, en Beratón (a las faldas del Moncayo y muy cerca de Veruela. El pueblo más alto de la provincia de Soria: 1395 metros y actualmente sólo 36 habitantes). La promesa, en la villa de Gomara. Los ojos verdes, ambientada en las inmediaciones de Almenar, según algunas fuentes; en “el pozo Román” de Noviercas, según otras. Situadas en Soria capital están El rayo de luna, en las ruinas del monasterio templario de San Polo, y El monte de las ánimas en el monte de las Ánimas, situado frente al de Santa Ana, cerca de las ruinas de San Juan del Duero.
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La sosegada e introspectiva vida en Veruela de los dos hermanos Bécquer dará sus frutos y tanto Valeriano (el pintor) como Gustavo Adolfo (el poeta) vivirán un momento de plenitud creadora que se plasmará en tres obras fundamentales del Romanticismo español: los álbumes plásticos Expedición de Veruela y Spanish Sketches de Valeriano Domínguez Bécquer y Cartas desde mi celda de Gustavo Adolfo Bécquer. ¿Qué sucedió en el verano de 1868? “Está documentado que Casta Esteban llegó en el mes de febrero de 1869 a la casa que el matrimonio Bécquer tenía en el número 19 de la calle del Baño de la localidad soriana de Noviercas, de donde ella era oriunda; traía consigo a sus dos hijos: Gustavo Adolfo Gregorio, de seis años y Jorge Luis Isidro, de tres. El padre quedaba en Madrid, ocupado como censor de novelas en la administración conservadora del ministro González Bravo –ocupación que, por primera vez, podía aportar alguna alegría económica a los siete años de pareja. Hilarión Borobia era igualmente de Noviercas. Tenía veintisiete años, la misma edad que Casta, con la que frecuentemente jugó cuando eran niños. Labrador de mediana hacienda, también estaba casado; y tenía asimismo dos hijos. Era un cuerpo poderoso y bien formado. Le apodaban “el Rubio”. La presencia de Casta, sus hijos y su marido el poeta era frecuente en Noviercas, donde los padres de ella tenían casa desde que el doctor Esteban ejerciera de médico en la comarca. Se sabe incluso, por testimonios fidedignos, que eran bien queridos. ¿Qué pudo ocurrir, pues, aquel invierno? ¿Qué dramáticas novedades vino a traer aquella primavera? No faltarán en las aldeas de la comarca voces que les aporten a ustedes -¡tan dados a esos juegos del rumor ambiguo!- las versiones policromas transmitidas por la tradición oral. Yo tengo que atenerme a lo comprobado. Es cierto que las relaciones de la romántica pareja atravesaban un mal momento. Las estrecheces económicas se hacían sentir crudamente en la modesta vivienda madrileña alqulada del matrimonio. Incapaz de atajarlas, Gustavo se refugiaba cada día más en el ensueño de la fama y la vida noctámbula y bohemia. A la todavía muy joven Casta –y ya doblemente madre- hacía tiempo que se le había
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roto el embeleso de haber sido la preferida, con sus dieciocho años, por el más prometedor poeta del momento. En estas circustancias, en el mes de febrero de 1868, tuvo lugar el viaje antedicho de aquella mujer y sus dos hijos a la casa que el matrimonio Bécquer poseía en la localidad soriana de Noviercas. Bécquer vino a reunirse con su esposa en el mes de julio. Entonces supo que estaba embarazada. Y alguien le habló del Rubio... La rima LXII está fichada en aquel mes de agosto: Cuando me lo contaron sentí el frío de una hoja de acero en las entrañas, me apoyé contra el muro, y un instante la conciencia perdí de donde estaba. Cayó sobre mi espíritu la noche, en ira y en piedad se anegó el alma, ¡y entonces comprendí por qué se llora! ¡y entonces comprendí por qué se mata! Pasó la nube de dolor... con pena logré balbucear breves palabras... ¿Quién me dio la noticia?... Un fiel amigo... Me hacía un gran favor... Le di las gracias. Apoyándose en Valeriano, el hermano pintor, Gustavo Adolfo tomó consigo a los dos hijos del matrimonio y fue a refugiarse en la vivienda número 15, planta 2ª, de la plaza de Herradores –hoy de don Ramón Benito Aceña- en esta ciudad de Soria. Era la vivienda de su tío Francisco Domínguez, residente en la capital desde 1856, al cargo de un hijo disminuido. De allí ambos hermanos pasarían a establecerse en Toledo. Cuatro meses después, el 15 de diciembre, Casta Esteban, abandonada del poeta, daría luz a su tercer hijo.” -¿Y el Rubio?- se limitó a inquirir, seguro de que nuestro interlocutor estaba aguardando la pregunta. Como, en efecto, así debía ser, a juzgar por la inmediata aportación de la respuesta. 74
“El día 8 de febrero de 1874, la banda del Chupina perpetró uno de los últimos y más sonados lances del bandolerismo provincial: el robo de Beratón. Tres de los bandoleros murieron en el enfrentamiento con el vecindario armado. Hilarión Borobia fue uno de ellos. Así consta en el libro quinto de defunciones de la parroquial de Beratón, folio 55: “El 10 de febrero de 1874, con el permiso del señor Juez de 1ª Instancia de Ágreda, mandé dar sepultura eclesiástica en el camposanto de nuestro lugar al cadáver de Hilarión Borobia, adulto, que murió de un tiro por robar y huir al monte con otros comapñeros el día 8 anterior por la tarde, de treinta y tres años, sin recibir ningún auxilio espiritual. Es natural y vecino de Noviercas, casado con Robustiana Torroba García.” La firma rubricada, que yo mismo he comprobado a mis expensas, es de Juan Rubio, cura beneficiado, No haría bien dar por concluida mi información sin añadirles el dato, escasamente conocido, de que, dos años antes, el Rubio había matado con su propia arma en Noviercas a Manuel Rodríguez Bernardo, segundo esposo de Casta Esteban, el hombre con quien trataba de rehacer su vida y la de sus tres hijos después de que el 22 de diciembre de 1870 muriera en la absoluta miseria Gustavo Adolfo Bécquer...” (Avelino Hernández: Una casa en la orilla de un río, Espasa Calpe )
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Y recorreremos Noviercas, releyendo a Bécquer En el paseo becqueriano: “Volverán las oscuras golondrinas” Volverán las oscuras golondrinas
Lo que Bécquer tenía de poeta le
en tu balcón sus nidos a colgar,
faltaba de naturalista, ya que las
y, otra vez, con el ala a sus cristales
oscuras
golondrinas
jugando llamarán;
realidad
vencejos,
pero aquéllas que el vuelo refrenaban
golondrinas
tu hermosura y mi dicha al contemplar,
claro. Además tampoco cuelgan
aquéllas que aprendieron nuestros nombres...
sus
ésas... ¡no volverán!
quienes lo hacen son los aviones
nidos
tienen de
los
son, pues el
en las
vientre
balcones:
comunes. Claro que... ¡a ver Volverán las tupidas madreselvas de tu jardín las tapias a escalar, y otra vez a la tarde, aun más hermosas, sus flores se abrirán; pero aquéllas, cuajadas de rocío, cuyas gotas mirábamos temblar y caer, como lágrimas del día... ésas... ¡no volverán! Volverán del amor en tus oídos las palabras ardientes a sonar; tu corazón, de su profundo sueño tal vez despertará; pero mudo y absorto y de rodillas, como se adora a Dios ante su altar, como yo te he querido..., desengáñate: ¡así no te querrán! (Rima LII)
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quién rehace ahora la rima!
En el torreón de Noviercas: “Tú eras el huracán”
Tú eras el huracán y yo la alta
El movimiento romántico recuperó la
torre que desafía su poder:
imagen idealizada del medioevo,
¡tenías que estrellarte o que abatirme!…
presente también en la obra del
¡No pudo ser!
poeta, quien encontró excelentes
Tú eras el océano y yo la enhiesta
referentes en los numerosos torreones
roca que firme aguarda su vaivén:
y castillos que delatan el pasado
¡tenías que romperte o que arrancarme!…
medieval de estas tierras. La torre de
¡No pudo ser!
origen árabe de Noviercas data del
Hermosa tú, yo altivo: acostumbrados
siglo X.
uno a arrollar, el otro a no ceder; la senda estrecha, inevitable el choque… ¡No pudo ser! (Rima XLI)
Frente al Moncayo: “El gnomo”
“Cuando el Moncayo se cubre de nieve,
Aunque el Moncayo sigue siendo el
los lobos arrojados de sus guaridas, bajan
mismo desde que Bécquer lo
en rebaño por su falda”. (“El gnomo”)
contempló por primera vez, no todo permanece igual: si Bécquer volviera a escribir “El gnomo”, debería suprimir esta alusión, ya que no quedan lobos en el Moncayo. En la actualidad, tampoco nos consta la presencia de gnomos.
En la casa de los padres de Casta Esteban: Cartas desde mi celda. Gustavo Adolfo Bécquer escribe en el monasterio de Veruela Cartas desde mi celda. Las nueves cartas que integran Cartas desde mi celda (publicadas semanalmente en El Contemporáneo, de mayo a octubre de 1864) son un valioso testimonio de la profunda experiencia personal y creativa, así como del sobrecogedor proceso de maduración interior, que ese año de soledad significó para Gustavo Adolfo Bécquer. 78
Escrita tras la experiencia límite de la enfermedad (que se agrava en los primeros meses de su estancia en Veruela), la tercera carta se convierte en un conmovedor examen de conciencia, que concluye con la estoica aceptación de las limitaciones de la existencia. “Cuando yo tenía catorce o quince años y mi alma estaba henchida de deseos sin nombre, de pensamientos puros y de esa esperanza sin límite que es la más preciada joya de la juventud; cuando yo me juzgaba poeta, cuando mi imaginación estaba llena de esas risueñas fábulas del mundo clásico (...) Yo soñaba entonces una vida independiente y dichosa, semejante a la del pájaro, que nace para cantar y Dios le procura de comer; soñaba esa vida tranquila del poeta que irradia con suave luz de una en otra generación: soñaba que la ciudad que me vio nacer se enorgulleciese con mi nombre (...) Las palabras amor, gloria, poesía, no me suenan ya al oído como me sonaban antes. ¡Vivir!... Seguramente que deseo vivir, porque la vida, tomándola tal como es, sin exageraciones ni engaños, no es tan mala como dicen algunos; pero vivir oscuro y dichoso en cuanto es posible, sin deseos, sin inquietudes, sin ambiciones, con esa felicidad de la planta que tiene a la mañana su gota de rocío y su rayo de sol; después, un poco de tierra echada con respeto y que no apisonen y pateen los que sepultan por oficio; un poco de tierra blanda y floja que no ahogue ni oprima; cuatro ortigas, un cardo silvestre y alguna hierba que me cubra con su manto de raíces, y, por último, un tapial que sirva para que no aren en aquel sitio ni revuelvan los huesos. He aquí, hoy por hoy, todo lo que ambiciono: ser un comparsa en la inmensa comedia de la Humanidad y, concluido mi papel de hacer bulto, meterme entre bastidores sin que me silben ni me aplaudan, sin que nadie se aperciba siquiera de mi salida”. (Cartas desde mi celda). En el pozo Román: “La leyenda de los ojos verdes” Hace mucho tiempo que tenía ganas de escribir cualquier cosa con este título. Hoy, que se me ha presentado ocasión, lo he puesto con letras grandes en la primera cuartilla de papel, y luego he dejado a capricho volar la pluma. Yo creo que he visto unos ojos como los que he pintado en esta leyenda. No sé si en sueños, pero yo los he visto. De seguro no los podré describir tal cuales ellos eran: luminosos, transparentes como las gotas de la lluvia que se resbalan sobre las hojas de los árboles después de una tempestad de verano. De todos modos, 79
cuento con la imaginación de mis lectores para hacerme comprender en este que pudiéramos llamar boceto de un cuadro que pintaré algún día. I -Herido va el ciervo..., herido va... no hay duda. Se ve el rastro de la sangre entre las zarzas del monte, y al saltar uno de esos lentiscos han flaqueado sus piernas... Nuestro joven señor comienza por donde otros acaban... En cuarenta años de montero no he visto mejor golpe... Pero, ¡por San Saturio, patrón de Soria!, cortadle el paso por esas carrascas, azuzad los perros, soplad en esas trompas hasta echar los hígados, y hundid a los corceles una cuarta de hierro en los ijares: ¿no veis que se dirige hacia la fuente de los Álamos y si la salva antes de morir podemos darlo por perdido? Las cuencas del Moncayo repitieron de eco en eco el bramido de las trompas, el latir de la jauría desencadenada, y las voces de los pajes resonaron con nueva furia, y el confuso tropel de hombres, caballos y perros, se dirigió al punto que Iñigo, el montero mayor de los marqueses de Almenar, señalara como el más a propósito para cortarle el paso a la res. Pero todo fue inútil. Cuando el más ágil de los lebreles llegó a las carrascas, jadeante y cubiertas las fauces de espuma, ya el ciervo, rápido como una saeta, las había salvado de un solo brinco, perdiéndose entre los matorrales de una trocha que conducía a la fuente. -¡Alto!... ¡Alto todo el mundo! -gritó Iñigo entonces-. Estaba de Dios que había de marcharse. Y la cabalgata se detuvo, y enmudecieron las trompas, y los lebreles dejaron refunfuñando la pista a la voz de los cazadores. En aquel momento, se reunía a la comitiva el héroe de la fiesta, Fernando de Argensola, el primogénito de Almenar. -¿Qué haces? -exclamó, dirigiéndose a su montero, y en tanto, ya se pintaba el asombro en sus facciones, ya ardía la cólera en sus ojos-. ¿Qué haces, imbécil? Ves que la pieza está herida, que es la primera que cae por mi mano, y abandonas el rastro y la dejas perder para que vaya a morir en el fondo del bosque. ¿Crees acaso que he venido a matar ciervos para festines de lobos?
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-Señor -murmuró Iñigo entre dientes-, es imposible pasar de este punto. -¡Imposible! ¿Y por qué? -Porque esa trocha -prosiguió el montero- conduce a la fuente de los Álamos: la fuente de los Álamos, en cuyas aguas habita un espíritu del mal. El que osa enturbiar su corriente paga caro su atrevimiento. Ya la res habrá salvado sus márgenes. ¿Cómo la salvaréis vos sin atraer sobre vuestra cabeza alguna calamidad horrible? Los cazadores somos reyes del Moncayo, pero reyes que pagan un tributo. Fiera que se refugia en esta fuente misteriosa, pieza perdida. -¡Pieza perdida! Primero perderé yo el señorío de mis padres, y primero perderé el ánima en manos de Satanás, que permitir que se me escape ese ciervo, el único que ha herido mi venablo, la primicia de mis excursiones de cazador... ¿Lo ves?... ¿Lo ves?... Aún se distingue a intervalos desde aquí; las piernas le fallan, su carrera se acorta; déjame..., déjame; suelta esa brida o te revuelvo en el polvo... ¿Quién sabe si no le daré lugar para que llegue a la fuente? Y si llegase, al diablo ella, su limpidez y sus habitadores. ¡Sus, Relámpago!; ¡sus, caballo mío! Si lo alcanzas, mando engarzar los diamantes de mi joyel en tu serreta de oro. Caballo y jinete partieron como un huracán. Iñigo los siguió con la vista hasta que se perdieron en la maleza; después volvió los ojos en derredor suyo; todos, como él, permanecían inmóviles y consternados. El montero exclamó al fin: -Señores, vosotros lo habéis visto; me he expuesto a morir entre los pies de su caballo por detenerlo. Yo he cumplido con mi deber. Con el diablo no sirven valentías. Hasta aquí llega el montero con su ballesta; de aquí en adelante, que pruebe a pasar el capellán con su hisopo. II -Tenéis la color quebrada; andáis mustio y sombrío. ¿Qué os sucede? Desde el día, que yo siempre tendré por funesto, en que llegasteis a la fuente de los Álamos, en pos de la res herida, diríase que una mala bruja os ha encanijado con sus hechizos. Ya no vais a los montes precedido de la ruidosa jauría, ni el clamor de vuestras trompas despierta sus ecos. Sólo con esas cavilaciones que os persiguen, todas las mañanas tomáis la ballesta para enderezaros a la espesura y permanecer en ella hasta que el sol se esconde. Y cuando la noche oscurece y volvéis pálido y fatigado 81
al castillo, en balde busco en la bandolera los despojos de la caza. ¿Qué os ocupa tan largas horas lejos de los que más os quieren? Mientras Iñigo hablaba, Fernando, absorto en sus ideas, sacaba maquinalmente astillas de su escaño de ébano con un cuchillo de monte. Después de un largo silencio, que sólo interrumpía el chirrido de la hoja al resbalar sobre la pulimentada madera, el joven exclamó, dirigiéndose a su servidor, como si no hubiera escuchado una sola de sus palabras: -Iñigo, tú que eres viejo, tú que conoces las guaridas del Moncayo, que has vivido en sus faldas persiguiendo a las fieras, y en tus errantes excursiones de cazador subiste más de una vez a su cumbre, dime: ¿has encontrado, por acaso, una mujer que vive entre sus rocas? -¡Una mujer! -exclamó el montero con asombro y mirándole de hito en hito. -Sí -dijo el joven-, es una cosa extraña lo que me sucede, muy extraña... Creí poder guardar ese secreto eternamente, pero ya no es posible; rebosa en mi corazón y asoma a mi semblante. Voy, pues, a revelártelo... Tú me ayudarás a desvanecer el misterio que envuelve a esa criatura que, al parecer, sólo para mí existe, pues nadie la conoce, ni la ha visto, ni puede dame razón de ella. El montero, sin despegar los labios, arrastró su banquillo hasta colocarse junto al escaño de su señor, del que no apartaba un punto los espantados ojos... Éste, después de coordinar sus ideas, prosiguió así: -Desde el día en que, a pesar de sus funestas predicciones, llegué a la fuente de los Álamos, y, atravesando sus aguas, recobré el ciervo que vuestra superstición hubiera dejado huir, se llenó mi alma del deseo de soledad. Tú no conoces aquel sitio. Mira: la fuente brota escondida en el seno de una peña, y cae, resbalándose gota a gota, por entre las verdes y flotantes hojas de las plantas que crecen al borde de su cuna. Aquellas gotas, que al desprenderse brillan como puntos de oro y suenan como las notas de un instrumento, se reúnen entre los céspedes y, susurrando, susurrando, con un ruido semejante al de las abejas que zumban en torno a las flores, se alejan por entre las arenas y forman un cauce, y luchan con los obstáculos que se oponen a su camino, y se repliegan sobre sí mismas, saltan, y huyen, y corren, unas veces con risas; otras, con suspiros, hasta caer en un lago. En el lago caen con un rumor indescriptible. Lamentos, palabras, 82
nombres, cantares, yo no sé lo que he oído en aquel rumor cuando me he sentado solo y febril sobre el peñasco a cuyos pies saltan las aguas de la fuente misteriosa, para estancarse en una balsa profunda cuya inmóvil superficie apenas riza el viento de la tarde. Todo allí es grande. La soledad, con sus mil rumores desconocidos, vive en aquellos lugares y embriaga el espíritu en su inefable melancolía. En las plateadas hojas de los álamos, en los huecos de las peñas, en las ondas del agua, parece que nos hablan los invisibles espíritus de la Naturaleza, que reconocen un hermano en el inmortal espíritu del hombre. Cuando al despuntar la mañana me veías tomar la ballesta y dirigirme al monte, no fue nunca para perderme entre sus matorrales en pos de la caza, no; iba a sentarme al borde de la fuente, a buscar en sus ondas... no sé qué, ¡una locura! El día en que saltó sobre ella mi Relámpago, creí haber visto brillar en su fondo una cosa extraña.., muy extraña..: los ojos de una mujer. Tal vez sería un rayo de sol que serpenteó fugitivo entre su espuma; tal vez sería una de esas flores que flotan entre las algas de su seno y cuyos cálices parecen esmeraldas...; no sé; yo creí ver una mirada que se clavó en la mía, una mirada que encendió en mi pecho un deseo absurdo, irrealizable: el de encontrar una persona con unos ojos como aquellos. En su busca fui un día y otro a aquel sitio. Por último, una tarde... yo me creí juguete de un sueño...; pero no, es verdad; le he hablado ya muchas veces como te hablo a ti ahora...; una tarde encontré sentada en mi puesto, vestida con unas ropas que llegaban hasta las aguas y flotaban sobre su haz, una mujer hermosa sobre toda ponderación. Sus cabellos eran como el oro; sus pestañas brillaban como hilos de luz, y entre las pestañas volteaban inquietas unas pupilas que yo había visto..., sí, porque los ojos de aquella mujer eran los ojos que yo tenía clavados en la mente, unos ojos de un color imposible, unos ojos... -¡Verdes! -exclamó Iñigo con un acento de profundo terror e incorporándose de un golpe en su asiento. Fernando lo miró a su vez como asombrado de que concluyese lo que iba a decir, y le preguntó con una mezcla de ansiedad y de alegría: -¿La conoces?
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-¡Oh, no! -dijo el montero-. ¡Líbreme Dios de conocerla! Pero mis padres, al prohibirme llegar hasta estos lugares, me dijeron mil veces que el espíritu, trasgo, demonio o mujer que habita en sus aguas tiene los ojos de ese color. Yo os conjuro por lo que más améis en la tierra a no volver a la fuente de los álamos. Un día u otro os alcanzará su venganza y expiaréis, muriendo, el delito de haber encenagado sus ondas. -¡Por lo que más amo! -murmuró el joven con una triste sonrisa. -Sí -prosiguió el anciano-; por vuestros padres, por vuestros deudos, por las lágrimas de la que el Cielo destina para vuestra esposa, por las de un servidor, que os ha visto nacer. -¿Sabes tú lo que más amo en el mundo? ¿Sabes tú por qué daría yo el amor de mi padre, los besos de la que me dio la vida y todo el cariño que pueden atesorar todas las mujeres de la tierra? Por una mirada, por una sola mirada de esos ojos... ¡Mira cómo podré dejar yo de buscarlos! Dijo Fernando estas palabras con tal acento, que la lágrima que temblaba en los párpados de Iñigo se resbaló silenciosa por su mejilla, mientras exclamó con acento sombrío: -¡Cúmplase la voluntad del Cielo! III -¿Quién eres tú? ¿Cuál es tu patria? ¿En dónde habitas? Yo vengo un día y otro en tu busca, y ni veo el corcel que te trae a estos lugares ni a los servidores que conducen tu litera. Rompe de una vez el misterioso velo en que te envuelves como en una noche profunda. Yo te amo, y, noble o villana, seré tuyo, tuyo siempre. El sol había traspuesto la cumbre del monte; las sombras bajaban a grandes pasos por su falda; la brisa gemía entre los álamos de la fuente, y la niebla, elevándose poco a poco de la superficie del lago, comenzaba a envolver las rocas de su margen. Sobre una de estas rocas, sobre la que parecía próxima a desplomarse en el fondo de las aguas, en cuya superficie se retrataba, temblando, el primogénito Almenar, de rodillas a los pies de su misteriosa amante, procuraba en vano arrancarle el secreto de su existencia. 84
Ella era hermosa, hermosa y pálida como una estatua de alabastro. Y uno de sus rizos caía sobre sus hombros, deslizándose entre los pliegues del velo como un rayo de sol que atraviesa las nubes, y en el cerco de sus pestañas rubias brillaban sus pupilas como dos esmeraldas sujetas en una joya de oro. Cuando el joven acabó de hablarle, sus labios se removieron como para pronunciar algunas palabras; pero exhalaron un suspiro, un suspiro débil, doliente, como el de la ligera onda que empuja una brisa al morir entre los juncos. -¡No me respondes! -exclamó Fernando al ver burlada su esperanza-. ¿Querrás que dé crédito a lo que de ti me han dicho? ¡Oh, no!... Háblame; yo quiero saber si me amas; yo quiero saber si puedo amarte, si eres una mujer... -O un demonio... ¿Y si lo fuese? El joven vaciló un instante; un sudor frío corrió por sus miembros; sus pupilas se dilataron al fijarse con más intensidad en las de aquella mujer, y fascinado por su brillo fosfórico, demente casi, exclamó en un arrebato de amor: -Si lo fueses.:., te amaría..., te amaría como te amo ahora, como es mi destino amarte, hasta más allá de esta vida, si hay algo más de ella. -Fernando -dijo la hermosa entonces con una voz semejante a una música-, yo te amo más aún que tú me amas; yo, que desciendo hasta un mortal siendo un espíritu puro. No soy una mujer como las que existen en la Tierra; soy una mujer digna de ti, que eres superior a los demás hombres. Yo vivo en el fondo de estas aguas, incorpórea como ellas, fugaz y transparente: hablo con sus rumores y ondulo con sus pliegues. Yo no castigo al que osa turbar la fuente donde moro; antes lo premio con mi amor, como a un mortal superior a las supersticiones del vulgo, como a un amante capaz de comprender mi caso extraño y misterioso. Mientras ella hablaba así, el joven absorto en la contemplación de su fantástica hermosura, atraído como por una fuerza desconocida, se aproximaba más y más al borde de la roca. La mujer de los ojos verdes prosiguió así: -¿Ves, ves el límpido fondo de este lago? ¿Ves esas plantas de largas y verdes hojas que se agitan en su fondo?... Ellas nos darán un lecho de esmeraldas y corales..., y yo..., yo te daré una felicidad sin nombre, esa felicidad que has soñado 85
en tus horas de delirio y que no puede ofrecerte nadie... Ven; la niebla del lago flota sobre nuestras frentes como un pabellón de lino...; las ondas nos llaman con sus voces incomprensibles; el viento empieza entre los álamos sus himnos de amor; ven..., ven. La noche comenzaba a extender sus sombras; la luna rielaba en la superficie del lago; la niebla se arremolinaba al soplo del aire, y los ojos verdes brillaban en la oscuridad como los fuegos fatuos que corren sobre el haz de las aguas infectas... Ven, ven... Estas palabras zumbaban en los oídos de Fernando como un conjuro. Ven... y la mujer misteriosa lo llamaba al borde del abismo donde estaba suspendida, y parecía ofrecerle un beso..., un beso... Fernando dio un paso hacía ella..., otro..., y sintió unos brazos delgados y flexibles que se liaban a su cuello, y una sensación fría en sus labios ardorosos, un beso de nieve..., y vaciló..., y perdió pie, y cayó al agua con un rumor sordo y lúgubre. Las aguas saltaron en chispas de luz y se cerraron sobre su cuerpo, y sus círculos de plata fueron ensanchándose, ensanchándose hasta expirar en las orillas.
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En el albergue de la Cañada real, junto al fuego o en El salón del ayuntamiento: “El monte de las ánimas” La noche de difuntos me despertó a no sé qué hora el doble de las campanas; su tañido monótono y eterno me trajo a las mientes esta tradición que oí hace poco en Soria. Intenté dormir de nuevo; ¡imposible! Una vez aguijoneada, la imaginación es un caballo que se desboca y al que no sirve tirarle de la rienda. Por pasar el rato me decidí a escribirla, como en efecto lo hice. Yo la oí en el mismo lugar en que acaeció, y la he escrito volviendo algunas veces la cabeza con miedo cuando sentía crujir los cristales de mi balcón, estremecidos por el aire frío de la noche. Sea de ello lo que quiera, ahí va, como el caballo de copas.
I -Atad los perros; haced la señal con las trompas para que se reúnan los cazadores, y demos la vuelta a la ciudad. La noche se acerca, es día de Todos los Santos y estamos en el Monte de las Ánimas. -¡Tan pronto! -A ser otro día, no dejara yo de concluir con ese rebaño de lobos que las nieves del Moncayo han arrojado de sus madrigueras; pero hoy es imposible. Dentro de poco sonará la oración en los Templarios, y las ánimas de los difuntos comenzarán a tañer su campana en la capilla del monte. -¡En esa capilla ruinosa! ¡Bah! ¿Quieres asustarme? -No, hermosa prima; tú ignoras cuanto sucede en este país, porque aún no hace un año que has venido a él desde muy lejos. Refrena tu yegua, yo también pondré la mía al paso, y mientras dure el camino te contaré esa historia. Los pajes se reunieron en alegres y bulliciosos grupos; los condes de Borges y de Alcudiel montaron en sus magníficos caballos, y todos juntos siguieron a sus hijos Beatriz y Alonso, que precedían la comitiva a bastante distancia. 88
Mientras duraba el camino, Alonso narró en estos términos la prometida historia: -Ese monte que hoy llaman de las Ánimas, pertenecía a los Templarios, cuyo convento ves allí, a la margen del río. Los Templarios eran guerreros y religiosos a la vez. Conquistada Soria a los árabes, el rey los hizo venir de lejanas tierras para defender la ciudad por la parte del puente, haciendo en ello notable agravio a sus nobles de Castilla; que así hubieran solos sabido defenderla como solos la conquistaron. Entre los caballeros de la nueva y poderosa Orden y los hidalgos de la ciudad fermentó por algunos años, y estalló al fin, un odio profundo. Los primeros tenían acotado ese monte, donde reservaban caza abundante para satisfacer sus necesidades y contribuir a sus placeres; los segundos determinaron organizar una gran batida en el coto, a pesar de las severas prohibiciones de los clérigos con espuelas, como llamaban a sus enemigos.
Cundió la voz del reto, y nada fue parte a detener a los unos en su manía de cazar y a los otros en su empeño de estorbarlo. La proyectada expedición se llevó a cabo. No se acordaron de ella las fieras; antes la tendrían presente tantas madres como arrastraron sendos lutos por sus hijos. Aquello no fue una cacería, fue una batalla espantosa: el monte quedó sembrado de cadáveres, los lobos a quienes se quiso exterminar tuvieron un sangriento festín. Por último, intervino la autoridad del rey: el monte, maldita ocasión de tantas desgracias, se declaró abandonado, y la capilla de los religiosos, situada en el mismo monte y en cuyo atrio se enterraron juntos amigos y enemigos, comenzó a arruinarse. Desde entonces dicen que cuando llega la noche de difuntos se oye doblar sola la campana de la capilla, y que las ánimas de los muertos, envueltas en jirones de sus sudarios, corren como en una cacería fantástica por entre las breñas y los zarzales. Los ciervos braman espantados, los lobos aúllan, las culebras dan horrorosos silbidos, y al otro día se han visto impresas en la nieve las huellas de los descarnados pies de los esqueletos. Por eso en Soria le llamamos el Monte de las Ánimas, y por eso he querido salir de él antes que cierre la noche. La relación de Alonso concluyó justamente cuando los dos jóvenes llegaban al extremo del puente que da paso a la ciudad por aquel lado. Allí esperaron al resto de la comitiva, la cual, después de incorporárseles los dos jinetes, se perdió por entre las estrechas y oscuras calles de Soria.
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II Los servidores acababan de levantar los manteles; la alta chimenea gótica del palacio de los condes de Alcudiel despedía un vivo resplandor iluminando algunos grupos
de
damas
y
caballeros
que
alrededor
de
la
lumbre
conversaban
familiarmente, y el viento azotaba los emplomados vidrios de las ojivas del salón. Solas dos personas parecían ajenas a la conversación general: Beatriz y Alonso: Beatriz seguía con los ojos, absorta en un vago pensamiento, los caprichos de la llama. Alonso miraba el reflejo de la hoguera chispear en las azules pupilas de Beatriz. Ambos guardaban hacía rato un profundo silencio. Las dueñas referían, a propósito de la noche de difuntos, cuentos tenebrosos en que los espectros y los aparecidos representaban el principal papel; y las campanas de las iglesias de Soria doblaban a lo lejos con un tañido monótono y triste. -Hermosa prima -exclamó al fin Alonso rompiendo el largo silencio en que se encontraban-; pronto vamos a separarnos tal vez para siempre; las áridas llanuras de Castilla, sus costumbres toscas y guerreras, sus hábitos sencillos y patriarcales sé que no te gustan; te he oído suspirar varias veces, acaso por algún galán de tu lejano señorío. Beatriz hizo un gesto de fría indiferencia; todo un carácter de mujer se reveló en aquella desdeñosa contracción de sus delgados labios. -Tal vez por la pompa de la corte francesa; donde hasta aquí has vivido -se apresuró a añadir el joven-. De un modo o de otro, presiento que no tardaré en perderte... Al separarnos, quisiera que llevases una memoria mía... ¿Te acuerdas cuando fuimos al templo a dar gracias a Dios por haberte devuelto la salud que viniste a buscar a esta tierra? El joyel que sujetaba la pluma de mi gorra cautivó tu atención. ¡Qué hermoso estaría sujetando un velo sobre tu oscura cabellera! Ya ha prendido el de una desposada; mi padre se lo regaló a la que me dio el ser, y ella lo llevó al altar... ¿Lo quieres? -No sé en el tuyo -contestó la hermosa-, pero en mi país una prenda recibida compromete una voluntad. Sólo en un día de ceremonia debe aceptarse un 90
presente de manos de un deudo... que aún puede ir a Roma sin volver con las manos vacías. El acento helado con que Beatriz pronunció estas palabras turbó un momento al joven, que después de serenarse dijo con tristeza: -Lo sé prima; pero hoy se celebran Todos los Santos, y el tuyo ante todos; hoy es día de ceremonias y presentes. ¿Quieres aceptar el mío? Beatriz se mordió ligeramente los labios y extendió la mano para tomar la joya, sin añadir una palabra. Los dos jóvenes volvieron a quedarse en silencio, y volviose a oír la cascada voz de las viejas que hablaban de brujas y de trasgos y el zumbido del aire que hacía crujir los vidrios de las ojivas, y el triste monótono doblar de las campanas. Al cabo de algunos minutos, el interrumpido diálogo tornó a anudarse de este modo: -Y antes de que concluya el día de Todos los Santos, en que así como el tuyo se celebra el mío, y puedes, sin atar tu voluntad, dejarme un recuerdo, ¿no lo harás? dijo él clavando una mirada en la de su prima, que brilló como un relámpago, iluminada por un pensamiento diabólico. -¿Por qué no? -exclamó ésta llevándose la mano al hombro derecho como para buscar alguna cosa entre las pliegues de su ancha manga de terciopelo bordado de oro... Después, con una infantil expresión de sentimiento, añadió: -¿Te acuerdas de la banda azul que llevé hoy a la cacería, y que por no sé qué emblema de su color me dijiste que era la divisa de tu alma? -Sí. -Pues... ¡se ha perdido! Se ha perdido, y pensaba dejártela como un recuerdo. -¡Se ha perdido!, ¿y dónde? -preguntó Alonso incorporándose de su asiento y con una indescriptible expresión de temor y esperanza. -No sé.... en el monte acaso.
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-¡En el Monte de las Ánimas -murmuró palideciendo y dejándose caer sobre el sitial-; en el Monte de las Ánimas! Luego prosiguió con voz entrecortada y sorda: -Tú lo sabes, porque lo habrás oído mil veces; en la ciudad, en toda Castilla, me llaman el rey de los cazadores. No habiendo aún podido probar mis fuerzas en los combates, como mis ascendentes, he llevado a esta diversión, imagen de la guerra, todos los bríos de mi juventud, todo el ardor, hereditario en mi raza. La alfombra que pisan tus pies son despojos de fieras que he muerto por mi mano. Yo conozco sus guaridas y sus costumbres; y he combatido con ellas de día y de noche, a pie y a caballo, solo y en batida, y nadie dirá que me ha visto huir del peligro en ninguna ocasión. Otra noche volaría por esa banda, y volaría gozoso como a una fiesta; y, sin embargo, esta noche... esta noche. ¿A qué ocultártelo?, tengo miedo. ¿Oyes? Las campanas doblan, la oración ha sonado en San Juan del Duero, las ánimas del monte comenzarán ahora a levantar sus amarillentos cráneos de entre las malezas que cubren sus fosas... ¡las ánimas!, cuya sola vista puede helar de horror la sangre del más valiente, tornar sus cabellos blancos o arrebatarle en el torbellino de su fantástica carrera como una hoja que arrastra el viento sin que se sepa adónde. Mientras el joven hablaba, una sonrisa imperceptible se dibujó en los labios de Beatriz, que cuando hubo concluido exclamó con un tono indiferente y mientras atizaba el fuego del hogar, donde saltaba y crujía la leña, arrojando chispas de mil colores: -¡Oh! Eso de ningún modo. ¡Qué locura! ¡Ir ahora al monte por semejante friolera! ¡Una noche tan oscura, noche de difuntos, y cuajado el camino de lobos! Al decir esta última frase, la recargó de un modo tan especial, que Alonso no pudo menos de comprender toda su amarga ironía, movido como por un resorte se puso de pie, se pasó la mano por la frente, como para arrancarse el miedo que estaba en su cabeza y no en su corazón, y con voz firme exclamó, dirigiéndose a la hermosa, que estaba aún inclinada sobre el hogar entreteniéndose en revolver el fuego: -Adiós Beatriz, adiós... Hasta pronto. -¡Alonso! ¡Alonso! -dijo ésta, volviéndose con rapidez; pero cuando quiso o aparentó querer detenerle, el joven había desaparecido.
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A los pocos minutos se oyó el rumor de un caballo que se alejaba al galope. La hermosa, con una radiante expresión de orgullo satisfecho que coloreó sus mejillas, prestó atento oído a aquel rumor que se debilitaba, que se perdía, que se desvaneció por último. Las viejas, en tanto, continuaban en sus cuentos de ánimas aparecidas; el aire zumbaba en los vidrios del balcón y las campanas de la ciudad doblaban a lo lejos.
III Había pasado una hora, dos, tres; la media noche estaba a punto de sonar, y Beatriz se retiró a su oratorio. Alonso no volvía, no volvía, cuando en menos de una hora pudiera haberlo hecho. -¡Habrá tenido miedo! -exclamó la joven cerrando su libro de oraciones y encaminándose a su lecho, después de haber intentado inútilmente murmurar algunos de los rezos que la iglesia consagra en el día de difuntos a los que ya no existen. Después de haber apagado la lámpara y cruzado las dobles cortinas de seda, se durmió; se durmió con un sueño inquieto, ligero, nervioso. Las doce sonaron en el reloj del Postigo. Beatriz oyó entre sueños las vibraciones de la campana, lentas, sordas, tristísimas, y entreabrió los ojos. Creía haber oído a par de ellas pronunciar su nombre; pero lejos, muy lejos, y por una voz ahogada y doliente. El viento gemía en los vidrios de la ventana. -Será
el
viento
-dijo;
y poniéndose la
mano sobre
el
corazón, procuró
tranquilizarse. Pero su corazón latía cada vez con más violencia. Las puertas de alerce del oratorio habían crujido sobre sus goznes, con un chirrido agudo prolongado y estridente. Primero unas y luego las otras más cercanas, todas las puertas que daban paso a su habitación iban sonando por su orden, éstas con un ruido sordo y grave, aquéllas con un lamento largo y crispador. Después silencio, un silencio lleno de rumores extraños, el silencio de la media noche, con un murmullo monótono de agua distante; lejanos ladridos de perros, voces confusas, palabras ininteligibles; ecos de pasos que van y vienen, crujir de ropas que se arrastran, suspiros que se 93
ahogan, respiraciones fatigosas que casi se sienten, estremecimientos involuntarios que anuncian la presencia de algo que no se ve y cuya aproximación se nota no obstante en la oscuridad. Beatriz, inmóvil, temblorosa, adelantó la cabeza fuera de las cortinillas y escuchó un momento. Oía mil ruidos diversos; se pasaba la mano por la frente, tornaba a escuchar: nada, silencio. Veía, con esa fosforescencia de la pupila en las crisis nerviosas, como bultos que se movían en todas direcciones; y cuando dilatándolas las fijaba en un punto, nada, oscuridad, las sombras impenetrables. -¡Bah! -exclamó, volviendo a recostar su hermosa cabeza sobre la almohada de raso azul del lecho-; ¿soy yo tan miedosa como esas pobres gentes, cuyo corazón palpita de terror bajo una armadura, al oír una conseja de aparecidos? Y cerrando los ojos intentó dormir...; pero en vano había hecho un esfuerzo sobre sí misma. Pronto volvió a incorporarse más pálida, más inquieta, más aterrada. Ya no era una ilusión: las colgaduras de brocado de la puerta habían rozado al separarse, y unas pisadas lentas sonaban sobre la alfombra; el rumor de aquellas pisadas era sordo, casi imperceptible, pero continuado, y a su compás se oía crujir una cosa como madera o hueso. Y se acercaban, se acercaban, y se movió el reclinatorio que estaba a la orilla de su lecho. Beatriz lanzó un grito agudo, y arrebujándose en la ropa que la cubría, escondió la cabeza y contuvo el aliento. El aire azotaba los vidrios del balcón; el agua de la fuente lejana caía y caía con un rumor eterno y monótono; los ladridos de los perros se dilataban en las ráfagas del aire, y las campanas de la ciudad de Soria, unas cerca, otras distantes, doblan tristemente por las ánimas de los difuntos. Así pasó una hora, dos, la noche, un siglo, porque la noche aquella pareció eterna a Beatriz. Al fin despuntó la aurora: vuelta de su temor, entreabrió los ojos a los primeros rayos de la luz. Después de una noche de insomnio y de terrores, ¡es tan hermosa la luz clara y blanca del día! Separó las cortinas de seda del lecho, y ya se disponía a reírse de sus temores pasados, cuando de repente un sudor frío cubrió su cuerpo, sus ojos se desencajaron y una palidez mortal descoloró sus mejillas: sobre el reclinatorio había visto sangrienta y desgarrada la banda azul que perdiera en el monte, la banda azul que fue a buscar Alonso.
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Cuando sus servidores llegaron despavoridos a noticiarle la muerte del primogénito de Alcudiel, que a la mañana había aparecido devorado por los lobos entre las malezas del Monte de las Ánimas, la encontraron inmóvil, crispada, asida con ambas manos a una de las columnas de ébano del lecho, desencajados los ojos, entreabierta la boca; blancos los labios, rígidos los miembros, muerta; ¡muerta de horror!
IV Dicen que después de acaecido este suceso, un cazador extraviado que pasó la noche de difuntos sin poder salir del Monte de las Ánimas, y que al otro día, antes de morir, pudo contar lo que viera, refirió cosas horribles. Entre otras, asegura que vio a los esqueletos de los antiguos templarios y de los nobles de Soria enterrados en el atrio de la capilla levantarse al punto de la oración con un estrépito horrible, y, caballeros sobre osamentas de corceles, perseguir como a una fiera a una mujer hermosa, pálida y desmelenada, que con los pies desnudos y sangrientos, y arrojando gritos de horror, daba vueltas alrededor de la tumba de Alonso.
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17. Actividades de literatura. Jueves, 10 de abril
Valdegeña
1.Valdegeña también es mi pueblo [p.67] 2. La iglesia de San Lorenzo [p.68] 3. Seguir vendimiando la vida [p.68] 4. En mi casa hay... [p.68-69] 5. Era el séptimo de siete hermanos [p.69] 6. Nadie es más que nadie [p.69-70] 7. Y nos contó también... [p.70]
1. 2. 3. 4. 5. 6. 7.
Laia Canals (C) Aina Soler (C) Laia Albacete (C) Guillem Tenorio (C) Paula Nadal (C) Martí Civill (B) Noelia Mejía (B)
Valdegeña
Película 3: Avelino Hernández
1. Neus Mill (A) 2. Ferran Sadurní (A)
Valdegeña/Abejar
Película 2: Antonio Machado
Valdegeña 1. 2. 3. 4. 5.
Al empezar abril [p.25] Aquellos diminutos pegujales [p.26]
Presentador 1: Nil Solà (A)
Las figuras del campo sobre el cielo [p.29]
Un viejo acurrucado [p.29] Pascua de resurrección [p.30]
Noviercas/Abejar
Película 5: Gustavo Adolfo Bécquer
Noviercas: Paseo becqueriano/Torre de Noviercas/Casa de Béquer
1. 2. 3. 4.
Noviercas: Pozo Román
Relato de la leyenda de Bécquer: “Los ojos verdes”
Todo el día
Película 4: Por tierras de Soria: la intrahistoria del viaje
Abejar
1. Un loco [p.30-31] 2. A orillas del Duero [p.31-32]
Presentadora 2: Aina Trotonda (B) 1. Martí Bolet (A) 2. Maria Blanch (C)
Abejar
1. Es la tierra de Soria árida y fría [p.26] 2. La nieve en el mesón del campo abierto [p.26]
Presentador 1: Nil Solà (A) 1. Marta Contreras (C) 2. Maria Blanch (C)
[p.27]
3. Aina Soler (C)
Volverán las oscuras golondrinas [p.77] Tú eres el huracán [p.78] El gnomo [p.78] Cartas desde mi celda [p.79]
3. Era una tarde, cuando el campo huía
Todo el día
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Blog
1. 2. 3. 4.
Gonzalo Martínez (A) Joan Vallès (A) Joan Vallès (A) Mark Bocanegra (A)
Olga Martínez (con los colaboradores que elija)
1. Laia del Cerro (C) 2. Aina Trotonda (B)
18. La laguna negra y “La tierra de Alvar González” de Antonio Machado El 5 de octubre de 1910 Antonio Machado inició, con unos amigos, un viaje a las sierras más elevadas del Sistema Ibérico. Tenía un objetivo claro: conocer las fuentes del Duero (ese río que le acompañaba cada día en sus paseos vespertinos por Soria) y que nace a muy pocos metros de la cumbre del pico Urbión. Fue en esa excursión de montaña cuando se topó con la laguna negra, un embalsamiento natural de origen glaciar y misteriosas aguas verdosas, que inmortalizaría en la leyenda “Las tierras de Alvar González” y en el largo poema narrativo de parecido título “La tierra de Alvar González”. Tanto la leyenda en prosa, como el trágico romance son, a la vez, un homenaje amoroso y una dura crítica a las rudas gentes de esa zona, que debían sobrevivir en un entorno inclemente y duro a más de 2000 metros del nivel del mar. Espíritu noventayochista en el estado más puro. La leyenda “Las tierras de Alvar González” apareció, en 1912, en la revista Mondial Magazine que dirigía Rubén Darío en París. Machado cuenta que, en el trayecto que hizo en coche hasta Cidones, iba sentado y entre «un indiano que tornaba de Méjico a su aldea natal, escondida en tierra de pinares, y un viajero campesino que venía de Barcelona, donde embarcara a dos de sus hijos para el Plata». Trabó algo de amistad con este último y, en el tramo que hicieron a caballo entre Vinuesa y Covaleda, el campesino le habló de Alvargonzález. Al dejar atrás la aldea de La Muedra, el campesino, «señalando a su diestra», extendió la mano para indicarle a don Antonio que el sendero que allí se abría llevaba hacia las tierras de Alvargonzález, el nombre de un rico labrador que vivía en una pequeña aldea que se llamaba igual que él. Al preguntar el poeta, el campesino se refirió a la leyenda de una laguna insondable cuyas aguas escondían el secreto de crímenes terribles. Todavía podían distinguirse a veces las sombras inquietas de los dos hijos traidores, arrastrando entre los pinares el cadáver de su padre desde la fuente hasta el agua de la laguna. Mientras remontaban las nacientes del Duero, por el bosque se escuchaba el eco delator del crimen –«el que la tierra ha labrado, no duerme bajo la tierra»–, un eco que brota de las aguas del lago para multiplicarse una y otra vez sobre los murallones de granito que abrazan el circo glaciar. Todavía hay por aquí rastros de envidia cainita y de sangre traidora, que han manchado para siempre los troncos de estos pinares. La laguna negra es de una belleza onírica sobrecogedora. Hay quien dice que las aguas de la laguna tienen vida propia, que por secretos pasadizos se comunican
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con las aguas del mar y que por eso a veces se producen inexplicables oleajes. Hay quien dice que una bella muchacha atrae desde el fondo a los hombres, incapaces de resistir su hechizo... Y también hay quien dice que esta hermosa laguna es obra de las fuerzas portentosas de la naturaleza. En concreto, de los movimientos glaciares que, allá por el cuaternario –hace unos dos millones de años– acabaron por modelar el relieve de la sierra de Urbión. Es decir, gigantescas lenguas de hielo y tierra que en su marcha implacable desde las alturas al llano fueron socavando las laderas montañosas dando lugar a circos glaciares como los que acogen las aguas de las lagunas Negra, Helada y Larga. Restos de aquella actividad orogénica son las acumulaciones de tierra y rocas que cierran la Laguna Negra por la parte opuesta a los farallones rocosos, formando un evidente promontorio que evita el desagüe. Por esa zona es por la que una pasarela de madera conduce la visita al enclave. También son evidencia de aquellos movimientos ciclópeos los enormes bloques
graníticos
desplomados
de
los
farallones
que
rodean
la
laguna,
desordenados, caóticos y en algunos casos tan amenazantes que parecen a punto de echarse a rodar ladera abajo. O incluso detenidos en precario equilibrio por el empeño de un pino forzudo. Por estos parajes de la sierra de Urbión se extiende una de las mayores masas boscosas de toda la península, formada especialmente por pino silvestre o albar (Pinus sylvestris) como especie predominante, aunque en las umbrías se localizan también con facilidad importantes rodales de haya, que rompen la monotonía cromática de los pinares sobre todo al alcanzar el otoño. Un abultada lista de especies animales pululan por estas frondas. Entre los mamíferos más habituales se encuentran ardillas, garduñas, zorros, comadrejas, tejones, ciervos, corzos y jabalíes. Y entre los alados es fácil observar los ajetreos de piquituertos, carboneros palustres, chochas, el agateador común, el trepador azul o el pinzón vulgar. El acceso más frecuente a la laguna se realiza desde la localidad de Vinuesa, de obligado alto en el camino para disfrutar de una población con solera y buenas muestras de arquitectura tradicional. Su abundancia de casones y escudos nobiliarios en las fachadas habla de un pasado bien próspero, muchas de cuyas fortunas se tejieron en tiempos de la Mesta, con el comercio de la lana y su acarreo como
principal
actividad.
(Adaptación
de
un
artículo
http://www.larioja.com/ocio/rutas/laguna-negra.html).
98
de
Javier
Prieto.
99
100
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102
103
19. Actividades de literatura. Viernes, 12 de abril Laguna negra
La tierra de Álvar González
Presentador: 1.Marta Romeo (C) 2.Marta López (C) 3.Marta Contreras (C)
Laguna negra
Película 2: Antonio Machado
Todo el día
Película 4: La intrahistoria del viaje
Todo el día
Blog
1.Mark Bocanegra (A) 2.Martí Bolet (A)
104
20.
Concurso
de
fotografía:”
POR
TIERRAS
DE
SORIA”
en
Instagram ¿Vas a Soria y te gusta la fotografía? Pues venga, activa tus dotes de artista, de creador
y
anímate
a
participar
en
el
concurso de fotografía que te proponemos. Busca
un
encuadre
diferente,
una
perspectiva desigual, el momento preciso, la
luz
adecuada,
aparentemente
el
carece
detalle de
que
solo
interés,…,
la
originalidad de tu mirada, tu sensibilidad peculiar,…, enfoca y… ¡Acción! Bases del concurso: Del 24
de marzo al 7 de abril: Fase de presentación (período previo para
familiarizarse con instagram)
Creación del perfil
Cada alumno debe ser un único usuario de Instagram.
El perfil ha de ser visible para poder interactuar con otros usuarios. Del 8 de al 17 de abril: Fase de concurso
Las fotos deberán llevar la etiqueta (hashtag) #TdSoria (es necesaria para seguir y contabilizar todas las fotos publicadas).
El contenido de la foto ha de estar relacionado con el viaje cultural a Soria.
Cuatro apartados temáticos
A) Naturaleza y paisaje con la etiqueta #naturaleza B) Los pueblos abandonados con la etiqueta #pueblos C) Arte: el Románico (lee las sugerencias de la página 60) con la etiqueta #románico D) Fotografiar a Machado (lee las sugerencias de la página 46) con la etiqueta #machado Habrá una foto ganadora de cada tema y un premio muy especial para sus
autores.
Se valorará la originalidad, la creatividad, el contenido útil
Las fotos se publicarán cada día en statigr.am/TdSoria .
105
21. De regreso a casa. Actividades de literatura 1. Un diario de viaje Avelino Hernández siempre llevaba en el bolsillo un cuaderno para anotar lo que le le parecía hermoso, curioso o revelador, todo aquello que no quería olvidar. De esas anotaciones, hechas un poco a desgaire, se alimentaba luego su escritura. También tú llevarás un cuaderno de notas en tu mochila cuando recorras las tierras de Soria. Durante el viaje verás paisajes distintos, oirás palabras que te sorprenderán, y vivirás seguramente buenos y estimulantes momentos. Te proponemos que describas o narres el día, el lugar, el personaje, la anécdota, la conversación, la reflexión... que más te hayan impactado, emocionado y sorprendido: aquel momento luminoso que te gustaría rescatar del olvido. Sólo tienes que escribir una pàgina, pero la debes trabajar mucho, el contenido y la forma. Debe ser un texto muy cuidado estéticamente. 2. El diccionario del viaje Sigue el consejo que nos da Machado en uno de sus proverbios: Ya se oyen palabras viejas. –Pues aguzad las orejas. Elige cinco palabras que hayas aprendido en el viaje (sobre todo en las conversaciones con la gente, en las calles y pueblos, aunque también puedes recurrir a los textos de los autores y al dosier) e incorpóralas al Diccionario del viaje. La entrada de cada palabra seguirà esta estructura:
Definición
Fuente o lugar
Cita
Frase inventada.
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22. Tierras de Soria 2.0, 2014 Durante el viaje a Soria deberéis realizar diferentes actividades relacionadas con las nuevas tecnologías: 1. El viaje día a día Al llegar al albergue, el equipo de redactores del día realizará un resumen de los hechos más relevantes de la jornada con el fin de realizar una entrada diaria en el blog Tierras de Soria (http://tierrasdesoria.blogspot.com). Así las familias y los amigos podrán seguir vuestro viaje puntualmente.
Martes 8 Miércoles 9 Jueves 10 Viernes 11
Pol Tirado, Maria Solé Ferran Sadurní, Aleksandra Pavlinova Laia del Cerro, Aina Trotonda Mark Bocanegra, Martí Bolet
2. El diccionario del viaje Una vez corregidas, debéis incorporar las cinco palabras que habéis aprendido en tierras sorianas en un documento tipo Excel en Google Docs, detallando en cada entrada la definición, la fuente, la cita y añadiendo una frase inventada donde aparezca la palabra. Para poder acceder y trabajar en Google Docs necesitáis disponer de una cuenta de Gmail activa. Una vez finalizado, el glosario del viaje se colgará en una tabla, y se incorporará en el blog Tierras de Soria. 3. El diario del viaje Una vez corregido por la profesora, debéis incorporar vuestro “Diario de viaje”, en el blog “Tierras de Soria”, bajo la etiqueta Soria en la memoria. 4. Álbum de fotos En diversas actividades del viaje deberéis realizar reportajes fotográficos. Y seguro que también vosotros querréis inmotalizar otros momentos y lugares que os han gustado especialmente.
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Una selección de todas estas fotografías las podéis recoger y compartir en álbumes, gracias a la aplicación de Google Picasa. Los álbumes se publicaran en el blog Tierras de Soria bajo la etiqueta Nos ha quedado en la retina.
5. Concurso de twits Las
redes
sociales
pueden
ser
también
una
herramienta
educativa
para
comunicarnos, compartir y trabajar. Para potenciar este uso educativo de las redes sociales, pondremos en marcha un concurso de twits sobre cualquiera de las actividades realizadas durante el viaje (podéis escribirlos tanto en catalán como en castellano). Bases del Concurso de twits “Tierras de Soria” Del 24
de marzo al 4 de abril: Fase de presentación (período previo para
familiarizarse con twitter)
Creación del perfil
Hacerse seguidor (follower) de @TierrasdeSoria i @BiblioEugeni
Cada alumno debe ser un único usuario de twitter
El perfil ha de ser visible para poder interactuar con otros usuarios.
Del 5 de al 17 de abril: Fase de concurso
Los twits deberán llevar la etiqueta (hashtag) #TdSoria (es necesaria para seguir y contabilizar todos los twits publicados).
El contenido del twit ha de estar relacionado con el viaje cultural a Soria.
Se valorará la originalidad, la creatividad, el contenido útil (enlaces, fotos, vínculos, chekings).
Los twits se publicarán cada día en roller del blog: http://tierrasdesoria.blogspot.com/
Premios Se otorgarán tres premios. Fecha de entrega: 8 de mayo
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24. Els que viatgem
1. Raimon Aladro 2. Balma Bellés 3. Robert Constantin Beu 4. Mark Bocanegra 5. Martí Bolet 6. Nil Campamà 7. Ignasi Carrillo 8. Francesc Cayuela 9. Ester Junyent 10. Gonzalo Martínez 11. Cristina Mata 12. Neus Mill 13. Agustí Pauné 14. Aleksandra Pavlinova 15. Joan Peñalver 16. Ferran Sadurní 17. Enric Sánchez 18. Nil Solà 19. Maria Solè 20. Pol Tirado 21. Joan Vallés 22. Laia Blanch 23. Martí Civill 24. Anna Claramunt 25. Àurea Fernández 26. Lorena Gallardo 27. Ferran Guinovart
31. Jèssica Saumell 32. Paula Sigüenza 33. Nil Soler 34. Aina Trotonda 35. Laia Albacete 36. Daniel Ayora 37. Maria Blanch 38. Albert Cabré 39. Laia Canals 40. Marta Contreras 41. Laia del Cerro 42. Mireia Garcia 43. Laia Garcia 44. Judit Jansà 45.Neus Jiménez 46. Marta López 47. Berta Miralles 48. Marta Monfort 49. Paula Nadal 50. Marc Parellada 51. Marta Romeo 52. Aina Soler 53. Guillem Tenorio 54. Laia Chavalés I els professors:
28. Eloi Lewy
Joan Blasco
29. Xavier Luiz
Imma Cuscó
30. Noelia Mejía
Olga Martínez
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Aquesta guia didàctica per al descobriment de les terres de Sòria ha estat elaborada per un equip de professors de l’Institut Eugeni d’Ors, de Vilafranca del Penedès: Olga Martínez (Literatura), Jesús Gómez i Caterina Farreres (Filosofia), Teresa Coll i Assun Savall (Botànica), Jordi Vidal (Història, Geografia i Art) i Conchi Hito (Noves Tecnologies). Volem agraïr les valuoses suggerències i aportacions d’Eduard Barrobés, Isabel Boada, Montserrat García, Jean Paul Gonzales, Ricardo Hernández, Teresa Ordinas, César Sanz i Pepe Sanz.
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Paco Robles,