10 minute read

CRÓNICA DE UN GALLO FRANCÉS

Jessica Obando

La ciudad de Limoges es hermosa, no lo niego, llevo algo más de 30 años viviendo allí, siempre he sido un citadino, mi padre era un famosísimo arquitecto suizo que llegó a París a sus cortos diecinueve con un imperio de construcción y gran renombre, mi infancia estuvo rodeada del codeo con grandes e importantes sujetos y mi patio de juegos eran los clubs de golf o los paseos a cualquier parte del mundo, que puedo decir; soy un Cosmopolitan. Ya en mi adultez, seguí los pasos de mi padre con mucho éxito, nunca en la vida me faltó nada, excepto tal vez, paz, esta fue una de las razones por las cuales decidí mudarme de París, ir hacia el sur e instalarme en Limoges, allí conocí a mí Joëlle de familia prestante igual que la mía, conocida por ser la heredera de doscientos años de tradición de la famosa porcelana francesa.

Advertisement

Hace poco decidimos retirarnos, jubilarnos y dejar todo en manos de nuestros hijos, y hacer lo que haría cualquier pareja de nuestra edad; adquirir una propiedad en un lugar tranquilo para pasar nuestros días de verano. La isla D’Oleron parecía un buen lugar, solo a tres horas y media de nuestra ciudad, con olas estivales y sol sonriente, alejado de lo que es la caótica urbe de cualquier país.

Pensé que en este lugar tendría por fin la paz que por tanto tiempo busqué, en nuestra primera noche danzamos con la música que solíamos bailar más habilidosamente en el inicio de nuestro amorío con Joëlle y con algo de vino de Médoc que reservé para el encuentro con mi tranquilidad, fuimos a dormir, fue a eso de las tres y treinta cuando logramos conciliar el sueño, un sueño que se sentía como el único sueño real en mucho tiempo… Y entonces sucedió, cuatro y treinta y dos de la mañana:

¡COCORICOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!

Un maldito gallo, ¡UN-MALDITO-GALLO!, al principio pensamos que sería la mera coincidencia, pero no lo fue, luego de unos 8 días el estúpido gallo seguía fastidiando nuestra estadía. Decidimos dar por terminada nuestra escapada al campo esperando que la siguiente vez el maldito gallo no estuviera, pero siempre estaba, siempre está.

Hablamos con Jacky Fesseau, el dueño de la granja, le enviamos cartas y no hubo respuesta, al parecer la que está al mando en ese lugar y la verdadera dueña de Maurice, ¡ahh, por qué le tienen un nombre al condenado animal!, es Corinne Fesseau, una cantante de pueblo, ella solo se ríe con nuestras reclamaciones por lo que decidimos tomar acciones legales sobre ella y el tal Maurice.

Sigo sin entender cómo es posible, es que es una situación tan graciosa, hace treinta y cinco años vivo en este lugar, un espacio claramente rural. Tengo a Maurice, irónicamente, desde que empecé a cantar.

El también canta, canta temprano, no como ellos dicen, dizque a las cuatro, ¡no!, su horario concuerda con mi alarma biológica, siete en punto de la mañana.

¿Qué culpa tiene el gallo? Es una cosa natural.

Imagínese, la primera vez que vinieron, Jacky me dijo:

—Cori, los vecinos quieren que le bajemos al gallo.

Yo exploté de risa, como no, pero Jacky no es un tipo de muchas bromas, y se me quedó mirando seriamente.

—¿Hablas en serio?, ¿Los vecinos nuevos? Ya han venido varias veces y no se habían quejado.

Jacky rió, creo que hasta que lo dijo en voz alta entendió lo que nos estaba pidiendo.

—Es muy en serio, ma chérie. Tu deberías hablar con ellos, tal vez entren en razón.

Nos miramos un minuto, y luego la comisura de los labios dejó escapar la risa de ambos.

—Está bien, la próxima vez que vengan hablaré con ellos.

Pues yo sinceramente creí que no volverían, pero al mes siguiente se presentaron en mi puerta, con cara muy seria y ropas muy blancas, al Monsieur solo le faltaba un monóculo y un bastón, y lo digo yo que ya soy una septuagenaria.

Cómo no me iba a reír, cuando había una forma tan elaborada de hablar sobre el canto de un gallo. Obviamente Monsieur Biron no aguantó mi sugerencia sobre ir a dormir más temprano, no se lo tomó muy bien, se volteó tan bruscamente que se le despeinó todo el canerío que tenía tan finamente peinado.

Lo vi alejarse mientras su mujer lo seguía por el lindo sendero que he preparado con flores trepadoras por años.

Cuando pensé que ya todo había quedado bien y que de verdad habían empezado a dormir más temprano o que simplemente se habían rendido a madrugar por quince días al año, recogí una carta del buzón:

Citatorio de acción legal

TRIBUNAL DE ROCHEFORT

NOTIFICACIÓN PERSONAL

Señora: Corinne Fesseau

Dirección: 219 Rue du Cluzeau - Saint-Georges-d’Oléron, Nueva Aquitania

Fecha 04//06//2019

Servicio postal autorizado

RADICADO No. 1002582

Naturaleza del proceso: PERJUICIO SONORO

Demandante (s) Demandado (s)

Jean-Louis Biron y Joëlle Andrieux | Corinne Fesseau y su gallo Maurice

Le comunico la existencia del proceso en referencia y le informo que debe comparecer a esta dependencia ubicada: COUR TRÉVILLE, RUE CHANZY, 17300 ROCHEFORT, FRANCIA

A los diez (10) días de presentada esa citación a las 14 horas.

Arrugué el papel, y miré la casa de los Biron desde el portón,

—¡Pero qué par de patanes!

Grité, pero claro, no había nadie en esa casa, ellos solo venían dos veces al año. Luego me reí tan frenéticamente que ese día más tarde pensé que debí haberme visto como una loca.

Como era posible, yo había hecho esfuerzos que no tenía que hacer, por ejemplo, construí un lugar oscuro para Maurice, con paredes gruesas para que su potente canto no dañara el sueño de los reyes de la merde. Incluso algunos días desperté a las cuatro de la mañana y me senté al lado de la mansión de Maurice, y nunca cantó antes de las siete.

El citatorio desencadenó la ira de Jacky, y ya les digo yo que es algo muy difícil, esa tarde demoró más de lo habitual.

—¡Hablé con el alcalde!

Estuve muy molesto con todo este tema, podría usar otros calificativos para expresar lo que sentí cuando Monseiur Jacky Fesseau vino a mí despacho y me comentó la situación, claro, usarlos no sería muy diplomático de mi parte, en especial ahora que estoy en mi segundo mandato.

El caso de Maurice me dejó muy triste y enojado, en especial porque aquí, en Saint-Pierre-d’Oléron siempre hemos abierto las puertas a los turistas y más a nuestros conciudadanos, este es un lugar muy especial, con ese toque veraniego que todos buscan, pero sobre todo somos una población con olor a campo, con el amor por lo rural.

De primer momento me pareció un absurdo el suceso que Jacky trajo a mis oídos, pero cuando finalmente me convencí de que era cierto, hice lo que cualquier alcalde decente haría, ¡defender a mis ciudadanos! Contacté a una periodista local muy comprometida con nuestro bello rincón del mundo y le pedí que hiciera un seguimiento a la historia y que empezara por publicar mi carta abierta.

Ella aceptó de inmediato, las declaraciones que di hicieron el caso viral, muchas personas querían venir a ver a Maurice, ese año hubo un incremento grandioso de turismo, en fin, diré lo que le dije a Cosette y al mundo en mi carta:

“El canto del gallo, los ladridos del perro, la campana de la iglesia o el canto de los pájaros no pueden ser silenciados, es más, considero que deberían ser patrimonio nacional. ¡Que nadie pueda interponer una demanda contra ellos! Esto es el colmo de la intolerancia. Uno tiene que aceptar las tradiciones locales”.

Esta manifestación llevó a los locales a unirse a la causa, fue hermoso.

Un movimiento que reunió a todos, recordó a Francia entera el valor del campo y la idiosincrasia del rural francés, debió haber estado aquí, la gente incluso puso carteles satíricos en las paradas indicando que había gallos en la zona.

Confío mucho en el alcalde Christophe Sueur, sonará raro viniendo de mí, me la paso criticando el sistema porque evidentemente está mal, pero sin duda alguna Sueur es la excepción a la regla, es un tipo comprometido, y cuando se desató el boom de Maurice, él me dio la oportunidad de darle voz a un gallo, incluso más voz de la que sus vecinos querían, ja, ja, ¿si entiende?

Una vez fue publicada su carta abierta yo hice lo que mejor se hacer, unir la masa, ¿Cómo no podría hacerlo? Mi nombre, ¿Sabe lo que significa? Cosette, ¿no?, ¿No le suena? ¿Les Miserables?, bueno como sea, significa “la victoria del pueblo” Busqué a todos los que podrían estar interesados en el tema, muchos otros en situaciones similares se reunieron conmigo como Patricia Vozel, de 61 años, y su hija Aurélia, de 40, ellas tenía muchos gallos y nunca tuvieron problemas, pero el miedo de los nuevos vecinos era inminente, junto a ellas hicimos una petición en el rocheford sudouest, diario en el que trabajo y en el Mes Opinions, logramos unas ciento cuarenta mil firmas, incluso un tipo montó su negocio con camisas que decían “support Maurice” y siempre gritaba en frente del juzgado.

—¡¿Qué sigue ahora? ¿Van a prohibir que canten las gaviotas o el sonido que hacen las palomas?!

¡UNA LOCURA!

Cada vez que los abogados de la parejita de citadinos, hacían una declaración medianamente buena a su favor, ahí estaba yo para sabotearlo con una entrevista nueva. Por ejemplo, una vez el abogado Vincent Huberdeau salió en televisión y por varios medios locales diciendo:

“Mis clientes tienen 68 años, están jubilados y solo quieren tranquilidad cuando vienen de vacaciones a su casa en la isla de Oléron”

Y yo no perdí el tiempo, conseguí a un petit de cuatro añitos, vecino de los Fesseau quien declaró:

“Maurice canta bonito, pero a esa hora yo duermo, así que pocas veces lo he oído”.

Iban a perder ese juicio, cualquier persona con dos dedos de frente lo habría notado desde el inicio, por lo que no fue una sorpresa para nadie cuando el tribunal de la ciudad de Rocheford, falló en favor de Maurice e incluso ordenó a los Biron a pagar cerca de mil cien dólares en daños a los Fesseau.

Yo estaba afuera del Tribunal d’Instance, vi a Corinne con Maurice bajo su brazo, su rostro era alegría y seguía teniendo ese gesto picarón que sostenía siempre que hablábamos del caso, llegué a ella entre simpatizantes que se atumultuaban en la entrada y buscaban su saludo.

—Cori, ¡CORI! ¿Qué quiere decirle al mundo?

Todos enmudecieron esperando la respuesta…

—El campo debe permanecer como es y no deben decir: “Deberíamos silenciar los ruidos del campo”, hoy Maurice ganó una batalla para toda Francia.

Todos celebramos su frase, había júbilo, fue mágico, claro que noté a Maurice triste, ya le había expresado mi preocupación a Cori…

Ella tenía razón, un gallo debe cantar, debe vivir feliz, soy como el sol, él sale cada mañana, es así como debe ser.

Me alegro que todo haya salido bien, al final me siento como el abanderado de una segunda revolución francesa, toda esa gente tenía camisas con mi foto. Al principio me costaba entender, pero luego me vi, claro, ese era yo.

Debo admitir que no me he sentido muy bien, me daba miedo cantar, pero tengo un impulso dentro de mí que no puedo parar, viene lento como una vibración y de repente ¡COCORICOOOOOOOOOOOOOOOOO!, con Cleo, la única gallina del corral, hacíamos bromas.

Debe ser algo heredado del tiranosaurio rex.

Entonces yo ponía mi pecho hacia delante y perseguía a la pobre Cleo que se asustaba como una gallina, como la gallina que era.

Pero después del cuarto oscuro ese chiste ya no tuvo más gracia.

Está bien por Cori, y está bien por Jacky y también está bien por todo lo que soy ahora, nunca pensé que fuera algo más que un gallo que canta en el paisaje francés, todos salimos ganando, menos los vecinos claro está, pero creo que se alegrarán porque a partir de mañana no cantaré más.

This article is from: