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CAPÍTULO 23. Glinda otorga a Dorothy su deseo
CAPÍTULO 23
Glinda otorga a Dorothy su deseo
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Empero, antes de que pudieran ver a Glinda, los condujeron a una estancia del castillo donde Dorothy se lavó la cara y peinó, el León se sacudió el polvo de la melena, el Espantapájaros mejoró su forma y el Leñador lustró su cuerpo y aceitó sus coyunturas.
Cuando estuvieron presentables, marcharon con la joven soldado a una amplia sala donde la Bruja Glinda se hallaba sentada en un trono de rubíes.
Era joven y hermosa, de abundosos cabellos rojos que caían en ondas sobre sus hombros, y estaba ataviada con un vestido de un blanco inmaculado. Sus ojos azules miraron bondadosos a la niñita.
—¿Qué puedo hacer por ti, pequeña? —preguntó.
Dorothy le relató su historia, explicándole cómo el ciclón la había llevado al País de Oz, cómo había hallado a sus compañeros y de qué modo hicieron frente a los peligros que les salieron al paso.
—Lo que más deseo ahora es regresar a Kansas —finalizó— , pues mi tía Em debe temer que me ha sucedido algo terrible, lo cual la hará ponerse luto y, a menos que las cosechas hayan sido mejores que el año pasado, estoy segura de que tío Henry no podrá hacer ese gasto.
Glinda se inclinó hacia adelante para besar el dulce rostro de la niñita.
—¡Bendita seas! —dijo— . Claro que puedo indicarte el modo de regresar a Kansas... Pero si lo hago tendrás que darme el Gorro de Oro.
—¡Con gusto! —exclamó Dorothy— . La verdad es que ya no me sirve, y cuando lo tengas tú, sólo podrás dar tres órdenes a los Monos Alados.
—Y creo que necesitaré sus servicios sólo esas tres veces —respondió Glinda con una sonrisa.
La niña le entregó entonces el Gorro de Oro y la Bruja preguntó al Espantapájaros:
—¿Qué harás cuando Dorothy se haya ido?
—Volveré a la Ciudad Esmeralda, pues Oz me nombró su gobernante y la gente me quiere —fue la respuesta— . Lo único que me preocupa es la manera de cruzar por la colina de los Cabezas de Martillo.
—Por medio del Gorro de Oro ordenaré a los Monos Alados que te lleven a las puertas de la Ciudad Esmeralda —declaró Glinda— , pues sería una lástima de privar a sus ciudadanos de un gobernante tan maravilloso.
—¿Lo soy de veras? —preguntó el hombre de paja.
—Eres poco común —repuso ella. Volviéndose hacia el Leñador, le preguntó:
—¿Qué será de ti cuando Dorothy se vaya de este país?
Él se apoyó en su hacha mientras meditaba un momento. Al fin dijo:
—Los Winkies fueron muy bondadosos conmigo y, cuando murió la Bruja Maligna me pidieron que fuera su gobernante. Si pudiera regresar a la región de Occidente, nada me gustaría más que regir sus destinos.
—Mi segunda orden para los Monos Alados será que te lleven a la tierra de los Winkies —prometió Glinda— . Tu cerebro quizá no sea tan grande como aparenta el del Espantapájaros, pero en realidad eres más brillante que él... cuando estás bien pulido... y estoy segura de que sabrás gobernar a los Winkies con sabiduría y bondad.
Entonces se volvió la Bruja hacia el enorme y peludo León, y le preguntó:
—¿Qué será de ti cuando Dorothy haya regresado a su hogar?
—Al otro lado de la colina de los Cabezas de Martillo se extiende una selva muy grande y añosa —respondió el felino— , y todos los animales que viven en ella me han nombrado su Rey. Si pudiera regresar allá, viviría feliz el resto de mis días.
—Mi tercera orden para los Monos Alados será que te lleven a la selva —manifestó Glinda— . Luego, cuando haya agotado el poder del Gorro de Oro, lo devolveré al Rey de los Monos a fin de que él y sus súbditos queden libres para siempre.
El Espantapájaros, el Leñador y el León agradecieron a la Bruja Buena toda su bondad. Luego exclamó Dorothy:
—¡Por cierto eres tan buena como hermosa! Pero todavía no me has dicho cómo puedo regresar a Kansas.
—Tus zapatos de plata te llevarán por sobre el desierto —contestó Glinda— . De haber conocido su poder, podrías haber regresado a casa de tu tía Em el mismo día que llegaste a este país.
—¡Pero entonces no habría obtenido yo mi maravilloso cerebro! —exclamó el Espantapájaros— . Me habría pasado toda la vida en el maizal.
—Y yo no tendría mi bondadoso corazón —intervino el Leñador— . Todo oxidado, habría permanecido en el bosque hasta el fin de los siglos.
—Y yo sería por siempre un cobarde —declaró el León— , y ninguna bestia de la selva podría decir nada bueno de mí.
—Todo eso es verdad, y me alegro de haber sido útil a estos buenos amigos —manifestó Dorothy— . Pero ahora, todos ellos tienen lo que más anhelaban, y, además, cada uno posee un
reino para gobernar. Por eso creo que me gustaría regresar ya a Kansas.
—Los zapatos de plata tienen un poder maravilloso —le explicó la Bruja Buena— , y una de sus cualidades más curiosas es que pueden llevarte a cualquier parte del mundo con sólo tres pasos, y cada paso se da en un abrir y cerrar de ojos. Todo lo que tienes que hacer es unir los tacones tres veces seguidas y ordenar a los zapatos que te lleven donde desees ir.
—Si es así —dijo la niña con gran alegría— , les pediré que me llevan de regreso a Kansas inmediatamente.
Echó los brazos al cuello del León y lo besó al tiempo que le palmeaba la cabeza con gran cariño. Después besó al Leñador, el que lloraba de manera muy peligrosa para sus coyunturas. Al Espantapájaros lo abrazó con fuerza en lugar de besar su cara pintada, y descubrió que ella
también lloraba al despedirse así de sus queridos camaradas.
Glinda la Bondadosa descendió de su trono de rubíes para dar a la niña el beso de despedida, y Dorothy le agradeció por los beneficios que había concedido a ella y a sus amigos.
Después tomó a Toto en sus brazos y, habiendo dicho adiós una vez más, unió los talones tres veces seguidas.
—¡Llévenme de regreso a casa de tía Em!
Al instante se encontró girando en el aire, tan velozmente que no pudo ver nada ni sentir otra cosa que el viento que silbaba en sus oídos. Los zapatos de plata dieron tres pasos y se detuvieron luego con tal brusquedad que la niña rodó varias veces sobre la hierba antes de descubrir dónde estaba.
Luego, al fin, se sentó para mirar a su alrededor.
— "¡Dios bendito!" —exclamó.
Pues se encontraba sentada en medio de la extensa llanura de Kansas, y frente a ella se veía la nueva casa que el tío Henry había construido después que el ciclón se llevó la otra vivienda. El mismo Henry se hallaba ordeñando las vacas en el corral, y Toto habíase alejado de Dorothy y corría hacia el granero ladrando a más y mejor.
Al ponerse de pie, la niña descubrió que sólo calzaba medias, pues los zapatos de plata se le habían caído durante el vuelo y estaban perdidos para siempre en el desierto.