La metaliteratura no existe

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Metaliteratura


La metaliteratura no existe Por Enrique Vila-Matas Letras Libres, Marzo 2002 Una famosa escritora española responde en una entrevista: "Tengo todo el cuerpo metido en la ficción". Me quedo helado, me pregunto por mi alma. La castiza respuesta es un episodio más del notable embrollo que han creado algunos críticos españoles —que han enmarañado aún más algunos periodistas— en torno a las relaciones entre realidad y ficción en la novela. Ahora a todos los que escriben les preguntan por esta cuestión, después se les pide que opinen sobre literatura y mercado y, finalmente, por supuesto, se les pregunta si la novela ha muerto. Desde hace unos días no hago más que responder, de forma ya casi mecánica, a estas tres cuestiones tan "trascendentales". He podido comprobar que, en mi caso, hay una cuarta pregunta esperándome en el fondo del corredor de la muerte (¿de la novela?). Es una pregunta añadida, a veces dicha en tono acusador: "¿De dónde le viene tanta afición por la metaliteratura?" Bien, vayamos por partes. La literatura no tiene ninguna relación con la realidad. Como decía Manganelli, la realidad es una palabra que encubre una intimidación moral del lenguaje. El concepto de realidad es una amenaza, pero no es un concepto. La literatura no tiene relación con la realidad como tal, es una realidad en sí misma. Para mí, la literatura tiene sus relaciones, su sentido, su coherencia. La literatura tiene una habitación propia en un lugar extraño, que ni siquiera sabemos si existe. Un viejo proyecto: escribir un libro que se titule La literatura sin domicilio. Literatura y mercado. Se ha puesto de moda decir que el mercado tiene la culpa de todo. Sólo hasta cierto punto es cierto. Es verdad que, por ejemplo, un joven autor con ambiciones literarias lo tiene difícil, se le exigen resultados inmediatos. Es verdad que


triunfa, de una forma obscena, la Novedad. Pero el culpable no es sólo el mercado. Los autores tienen mucho que ver con esto, la mayoría carece de ambición literaria. Esta ambición para mí consiste, entre otras cosas, en tratar de inventarte con tus libros un nuevo lector. La literatura, es obvio, se ha banalizado. Por otra parte, la ignorancia pública es hoy devastadora. ¿Círculo diabólico de la industria cultural? Pues sí, pero ha ocurrido siempre. Ya decía Schopenhauer que hay en todas las épocas —suenan sus palabras como escritas ahora— "dos literaturas que caminan de una manera bastante independiente, la una respecto a la otra: una literatura verdadera y una puramente aparente. La primera se desarrolla hasta alcanzar la categoría de duradera. La otra, cultivada por gentes que se hacen pasar por escritores, va al galope a través del ruido y de los gritos de aquellos que la practican, y presenta cada año millares de obras en el mercado. Pero al cabo de unos años, uno se pregunta: ¿Dónde están? ¿Qué ha sido de su renombre tan rápido y ruidoso? Así es que puede calificarse a esta última como literatura pasajera y a la otra como literatura permanente". Parece preocupante la situación para la literatura verdadera, pero no hay para tanto. Cierta clandestinidad forma parte de la propia naturaleza de la literatura, que está acostumbrada a las catacumbas, a ser subversiva, vanguardista, abusiva, excéntrica. Lo que sí existe últimamente es un problema nuevo. Lo señalaba hace poco Ricardo Piglia cuando, en entrevista con Ana Nuño, decía que no existe la metaliteratura y que esta es un cliché crítico que ha servido para enfrentar una tradición compleja de construcción de historias con una supuesta tradición de un tipo de narrativa "normal" que "todo el mundo entiende". Sin embargo, detrás de


todo esto se esconde un conflicto más profundo, dice Piglia. De un lado, estaría el neopopulismo antiintelectual de la cultura de masas, con una serie amplia de escritores que se adaptan, que se someten a esa tentación antiintelectual y se presentan (para no asustar) como personas sencillas, que de ninguna manera deben ser vistas como intelectuales. Para entendernos: si quieres vender un libro no digas que estás en la línea de un Musil, un Walter Benjamin o un Claudio Magris. Si quieres vender, toma el aspecto normal de un Sardá (si este fuera escritor, pronto lo será) o de una ganadora del Planeta que escribe como si Madame Bovary y siglo y medio de sutiles proezas literarias no hubieran existido nunca. En oposición a esto, ha aparecido una tradición que está resistiendo en interesantes catacumbas a la tentación de presentarse como antiintelectual y que —tal como sucede cuando alguien que escribe verdaderamente literatura se encuentra con otro que se dedica también a lo mismo— conversa sobre libros y se interroga acerca de cuestiones relacionadas con la realidad misma de la literatura, en busca siempre de nuevas formas que ayuden a encontrar la salida a tantas palabras gastadas y bovarys mal repetidas. En cuanto a la muerte de la novela, me viene ahora a la memoria un recuerdo universitario de John Updike, el de un día en el que los estudiantes le oyeron decir a un escritor invitado, John Hawkes: "Cuando quiero que un personaje vuele, únicamente digo: Voló." Al comentar esto, Updike dice que los novelistas —al igual que los dramaturgos neoclásicos, cautivos de las tres unidades— son prisioneros de convenciones que les impiden imaginar la salida. Pero que en realidad para hacer volar a la novela sólo es necesario que alguien se le acerque y diga: "Vuela".-


Metaliteratura: libros sobre libros Bloc: El búho entre libros http://elbuhoentrelibros.blogspot.com.es/ novembre 2013 Aunque no siempre lo practiquen, los editores tienen fórmulas que con un mínimo de promoción les permite un éxito de ventas casi seguro (falta el casi). Una fórmula infalible es una buena dosis de sexo entre sus páginas (no hay más que ver el éxito arrollador de Grey con sus sombras). Otra, al estilo Dan Brown, es mezclar misterios históricos con bellos escenarios, mucha acción y una buena dosis de anticatolicismo. No otra cosa son El código da Vinci o Ángeles y demonios.Otra fórmula, aunque para aplicarla es necesario alguien que sepa escribir medianamente bien y haya leído un poco, es hacer un poco de metaliteratura: convertir libros o literatura en los protagonistas de la novela. Es lo que he denominado menos técnicamente libros sobre libros.

En este post os ofrezco unos cuantos ejemplos de este subgénero. Hay más, muchos más, pero aquí sólo cito libros que he leído, por lo que seguramente vosotros tendréis otros ejemplos que muy bien podéis añadir en los comentarios. Seguro que alguno de los que


ponéis lo he leído y se me ha pasado por alto, por lo que sin ningún rubor lo añadiré actualizando este post. Son libros que transmiten amor y pasión por la literatura, por los libros, por la palabra escrita. Libros de todo tipo, porque pueden versar sobre autores, bibliotecas, librerías o tener un libro conocido como protagonista. Algunos ejemplos de esta literatura son: El cuento número trece de Diane Setterfield, con la novela del siglo XIX como protagonista.

Firmin la rata bibliófila y bibliobulímica de Sam Savage Un final feliz de Mathew Quick nos plantea el dilema optimismo frente a pesimismo en la literatura. ¿Debe la literatura inclinarse en uno u otro sentido? Porque si consideramos la lectura como una actividad evasiva, probablemente lo que menos busquemos como lectores o espectadores sea terminar una lectura con una sensación de tristeza, que demasiado mal van las cosas como para encima deprimirnos más en nuestras actividades lúdicas.Da un pequeño repaso a algunas de las novelas que se enseñan a los estudiantes estadounidenses. Un vistazo a algunos de sus


autores como Hemingway en los que el pesimismo es su nota predominante. Que se suicidara no es raro como piensa el protagonista con semejante pesimismo.

La ladrona de libros de Markus Zusak, ambientada en la Alemania nazi y cuya protagonista roba un libro aún antes de saber leer, algo que marcará su interés por aprender a leer. Toda una pasión devoradora de libros la de esta niña. Imprenta Babel de Andreu Carranza es todo un ejemplo del amor a los libros (y al ser un autor español con una visión muy cercana a la nuestra) y a un oficio, el de impresor, que los hace posibles Ladrones de tinta de Antonio Mateo Sagasta nos lleva a Madrid y a la publicación por parte de Avellaneda de una segunda parte del Quijote


El Club Dumas de Arturo Pérez-Reverte nos presenta el mundo de los bibliófilos de la mano de Lucas Corso, un cazador de libros por cuenta ajena Las aventuras de un libro vagabundo de Paul Desalmand, nos presenta todo el recorrido de un libro desde su nacimiento en la imprenta, hasta su muerte.

Un papel muy destacado juegan los libros en la serie de Carlos Ruiz Zafón con su cementerio de los libros olvidados. Una librería en torno a la cual transcurre la vida de sus protagonistas en la archifamosa La sombra del viento o en El prisionero del cielo.En El juego del ángel, la segunda entrega, la librería no tiene ese papel protagonista, pero sí los libros, pues es el proceso de la escritura de un libro y la venta del mismo la que transforma el alma del protagonista de la novela. Los ojos amarillos de los cocodrilos de Katherine Pancol es otra vuelta de tuerca sobre el tema anterior, pues nos habla del proceso de creación de un libro, más concretamente de una novela histórica, por más que dicha novela sea un recurso de la autora


La serie del Capitán Alatriste de Arturo Pérez Reverte siempre se ha considerado como una novela histórica de aventuras. Pero es mucho más que eso. Es todo un repaso a la literatura de aquella época. No solo por la presencia de Quevedo como protagonista en muchos de los lances, con lo que sus poemas están siempre muy presentes, sino porque se incluyen citas de muchos poetas de aquella época.

Farenheit 451 de Ray Bradbury es un clásico imperecedero. Es la historia de los hombres libro, personas que se aprenden un libro de memoria para evitar su desaparición, pues todos los libros son quemados por las autoridades. Auténticos resistentes de la sabiduría La bibliotecaria de Austwitch de Antonio G. Iturbe. La historia de una niña en el campo de exterminio de Auswitch, de una niña y su amor por los libros, pues es la encargada de proteger y prestar siete libros. Un tesoro incalculable en un lugar en que la tenencia de un libro supone la muerte.


El lector de Bernhard Schlink, otra interesantísima propuesta sobre la lectura y el amor a los libros. Porque ¿es necesario leer para amar los libros? ¿Acaso un ciego aunque no pueda leer no puede amar los libros? A fin de cuentas no se trata del hecho de leer en si, sino del contenido de los libros, de sus palabras, de los sentimientos que contienen las mismas, de las emociones que transmiten, de los conocimientos que aportan Entre los libros con un autor como protagonista, lo cual no quiere decir que aparezca como tal en la novela, sino que gira en torno a su persona o su obra, Mathew Pearl parece haberse especializado en el tema. Nos ha demostrado su amor por los libros, dedicando cada uno de los que ha publicado a la obra de un autor, desde El Club Dante (Dante Alighieri), La sombra de Poe (Edgar Alan Poe) a El último Dickens (Charles Dickens).

Aunque no hace falta irse muy lejos para encontrar un ejemplo, pues Almudena Grandes nos ha dejado dentro de sus Episodios Nacionales El lector de Julio Verne. El título no engaña. El protagonista se convierte en un ávido lector de las novelas de Julio Verne, haciendo Almudena un especial hincapié en Miguel Strogof


Podemos encontrar libros que giran en torno a una novela concreta. Es el caso de: El Señor Pip de Lloyd Jones, con Charles Dickens y su libro Grandes esperanzas como eje central El mapa del tiempo de Félix J. Palma que toma como partida a H. G. Wells y su libro La máquina del tiempo

El mapa del cielo de Félix J. Palma es la continuación del anterior y en él el libro gira en torno a otro libro de H. G. Wells: La guerra de los mundos. En realidad los dos libros podríamos incluirlos también en aquellos que toman la vida de un autor, aunque en este caso lo hace de un modo totalmente fantasioso Hay bastantes ejemplos de libros con librerías como protagonistas, aunque solamente me viene a la memoria uno que yo haya leído: Libros de Luca de Mikel Birkegaard, título que no hace referencia a un autor sino al nombre de una librería


Y entonces sucedió algo maravilloso de Sonia Laredo, que transcurre en torno a una librería: Locus Docendi, en un pueblo apartado en el camino de Santiago a la que llega una editora de libros en paro, que busca rehacer su vida

Aunque parezca una apuesta segura, no está exenta de riesgos porque si una novela gira en torno a un libro que no conoces, o es muy clara la exposición de dicha novela o como lector es muy posible que te sientas perdido y decaiga el interés por la novela que estás leyendo. Y no digo nada si empiezan a citarte libros que no conoces de nada, como ocurre en La elegancia del erizo, de Muriel Barbery, una de cuyas partes más pesadas es precisamente la que dedica a la literatura Todo la reflexión anterior viene a cuento de la publicación de Y entonces sucedió algo maravilloso de Sonia Laredo. Una novela que reúne varios de los puntos anteriores, pues es la historia de una editora de libros (aunque no se explaya sobre esta importante fase de la creación de un libro), que termina trabajando en una peculiar librería de un pequeño pueblo en medio de la nada pero por el que pasan los peregrinos del camino de Santiago. Además de numerosas citas literarias, hay numerosas reflexiones sobre libros. ¿Conocidos? Conocidísimos, pues buena parte de los cuentos infantiles desfilarán de un modo u otro por las páginas de esta novela.


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