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CategorĂa Adultos Ganador
Miasüshii 1
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Autora: Paula Barros Galardón: Ganador en la Categoría adultos
-A las estrellas fugaces, a los que nadie sabrá nunca que pasaron por aquíLejos, Carlos Lipuana dormía un sueño trémulo y flácido.
Adriana Lipuana, su mamá, sentada en el piso de tierra no le quitaba los ojos de encima mientras lo sostenía en sus brazos. El cuerpo del niño palpitaba y luchaba. De pronto, ella alzó la cabeza y miró hacia arriba, como si pidiera algo, afuera al cielo azul sin una sola nube. Sus pechos colgaban inútiles, sin importar cuánto los exprimiera y exprimiera, no conseguía ni una gota de ellos. El sol rebotaba en la arena sacándole un brillo que no se podía sufrir sin entrecerrar los ojos. Lo que la mujer ansiaba era que éstos fueran, por fin, los últimos estertores que oía del pechito hundido y huesudo del pequeño. Pero sabía también que morirse no es cosa fácil. Un vallado de cactus alargaba su sombra sobre el frente del rancho. El niñito ya no tenía fuerzas para abrir los ojos. Antes sí. Había llorado seguido durante cinco días con sus noches. Aunque no botó una sola lágrima. Gritó y aulló mientras pudo. La diarrea con los dolores de barriga lo fueron debilitando sin darle tregua. Rafael Diógenes Jayariyu no pudo soportarlo y se fue con los tres chivos. Quién sabe para dónde y quién sabe hasta cuándo. El hijo, ¡se parecía tanto al papá! Con ojos como carbones y esa piel lisa, morena. Eran hermosos, hace tiempo, una vez. Ahora sus brazos y sus piernas eran unas ramitas secas. Su pelo que primero se volvió paja, luego se cayó. Su barriga estaba inflada y parecía que el ombligo le iba a explotar. Sus dientes, flojos. Su boca, llagada. Su piel, un pergamino antiguo. Adriana bregaba, no quería parpadear, concentraba toda su atención en ese resto de vida que se le escapaba a su hijo desde adentro. En el desierto mientras tanto todo bostezaba quieto, indiferente.
Sed en wayuunaiki Al texto únicamente se le modificó el formato, lo demás permanece igual a como fue enviado por el autor para participar en el concurso. 1 2
Ella tragó como pudo, el nudo amargo que tenía en la boca e ignoró los retortijones que el vacío le trincaba en las tripas. Entonces empezó a cantarle solo para él, una canción que no recordaba que sabía. Muy suavemente, mientras le ponía la mano sobre la cabeza pelada. La hamaca roja y desteñida, guindada de dos chamizos escuálidos, era testigo sordo del arrullo. Carlos ya no hacía ruiditos, ya no hacía nada. Una lagartija cruzó frente a ellos, se escabulló rápida debajo de la estera. Al niño se le abrió la boca seca y Adriana quedó pendiente de lo que no dijo. Cuando su cabeza se descolgó en su abrazo, ya desmadejado y frío, la mujer le siguió cantando. Lo acarició y lo arrulló con un vaivén lento, arcaico. Hasta que no pudo más. Quietos los dos. Sopló la brisa y una capa de arena caliente los cubrió a ambos como hace el polvo con las estatuas.
CategorĂa Adultos MenciĂłn de honor
Era como la luna1 Autor: Antonio José Gómez Gutiérrez Galardón: Mención de honor en la Categoría adultos Me voy cual ave, Y soy como la luna Del agua amigo. Antonio Cabezas. Jaikus inmortales. En verdad, igual que el sol amo yo la vida y todos los mares profundos. Friedrich Nietzsche. Así Hablo Zaratustra. En la página doce quedó abierto el periódico dominical. En la parte superior y con una edición milimétricamente ordenada, estaba aquel reportaje que contaba la historia de un rumano cuya extraña enfermedad lo volvió un famoso circense en Europa. Escrita con cierto tono motivacional, mostraba los síntomas de la enfermedad que sufría el showman. Así recordé aquella vieja historia que se me vino a la mente como un viejo olor conocido o como una esas canciones de Andrés Falgás de las que no recuerdo su nombre, pero sí su letra. La impresión con la que rememoré los acontecimientos fue tan intempestiva, que ya no recuerdo el titular. Probablemente era uno de esos excéntricos y llamativos que ironizan con alguna característica del protagonista de la historia. Aunque tengo la certeza de que el desenlace de los hechos de aquella historia hasta hace poco olvidada, fue muy diferente a la que se contaba en aquel tabloide. Vino intempestivamente porque vinieron a mí los recuerdos como una tempestad, como sólo el agua y la memoria pueden historias rebasar. Ésta no comienza con el inicio. No comienza con una planificada introducción digna de un cuento medieval. Como cualquier recuerdo, contaré la historia sin rodeos, o si se puede decir así, con aquella primera imagen revelada a mi memoria. Estaba quizá en segundo o tercero de primaria. Olía a ese plástico característico de los colegios en la primera semana de clase. Olor a útiles nuevos. La luz encandilaba con su brillante resplandor a través de las ventanas: sol de enero. En la mitad del salón se había hecho un camino luminoso donde antes habían pupitres: nadie
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quería estar a la intemperie de aquel espíritu incandescente. Y anticipándose a la ansiada alarma del descanso, sonó la primera advertencia de su enfermedad. Fue una advertencia seca: el golpe de un lápiz contra la mesa de un pupitre. Sonó un Clack: como si fuera una claqueta. 1, 2, 3…: como el primer beat de un metrónomo marcando el tiempo. Sonó como sólo puede sonar un lápiz que atraviesa de lado a lado la mano de un niño. Sobre el pupitre estaba la mano, mirando hacia abajo, abierta y tensa como si el lápiz hubiera interrumpido algún tejido importante, como si sus músculos intentarán deshacerse de la tersa cobertura de piel. El proyectil, disparado con frívola puntería en todo el centro del objetivo, estaba aun en manos del victimario: la mano derecha de la víctima. Pero allí no terminó todo, como si la cara de horror de la profesora, que ahora se llevaba las dos manos al corazón, no fuera suficiente. Lo más increíble de todo era que… “sí, como un desierto –dije en voz alta, interrumpiendo aquel recuerdo -, aquel niño era como un desierto en medio de una zona boscosa con alta precipitación de lluvia por metro cuadrado”. En medio de las lágrimas de sus compañeros y del sudor de la profesora que no sabía qué hacer, estaba aquel niño desolado, sin brillo alguno en los ojos que advirtiera el asomo de alguna lágrima o una gota de sudor. Tan sólo estaba sentado, calmo, sin reflejar movimiento alguno, mirando fijamente el lápiz que el mismo había disparado contra su mano, como un desierto en medio de una zona precipitada. Después de ese primer evento vinieron unos macabros, otros un tanto divertidos. Recuerdo perfectamente el día en el que llegó la madre del niño y lo regañó, probablemente como solo lo saben hacer las mamas, por ningún motivo. Lo cogió del brazo y le pegó en la mano con la regla que se asomaba convenientemente del bolso del niño. Y para sorpresa de la mama (un tanto decepcionada de que sus disparates no hayan surtido efecto) y de los espectadores de tal regaño, no hubo una sola queja y ni una sola lágrima por parte del niño. Todos los que estábamos ahí, con esa sonrisa maliciosa que se escapa por la comisura de los labios, celebramos la titánica derrota de la madre. Síndrome de Sjögren. Repetí en voz alta, sin saber muy bien que es un síndrome y como se pronunciaban aquellos dos puntos sobre la “o”. Así se llamaba aquella enfermedad que sufría el circense rumano, y razón por la que su show no consistía más que en mortificaciones más o menos parecidas a las practicadas por los faquires indios; caminar por carbón caliente o vidrio picado, recostarse sobre una cama de puntillas y clavos y encima ponerle peso, atravesarse la piel de la espalda con dos garfios y suspenderse o atravesarse la mejilla con cuchillos. Aquella extraña enfermedad, descubierta por algún científico o médico ávido de dejar su apellido en la historia de su disciplina, impedía que las personas lloraran o sudaran. Sufrían de resequedad en los labios y en los ojos y de escasa salivación. Muchas veces, en ocasiones o casos extremos, las personas eran incapaces de expulsar los líquidos de su cuerpo, por lo que era necesario recurrir a diálisis constante. Posesión demoníaca. Eso dijo mi mama al escucharme pacientemente titubear la historia. Después vinieron los chismes de las otras mamás que, triangulados con las confesiones de los niños que presenciaron el acontecimiento, llevó a la inquisitorial conclusión de todo el pueblo: el niño está poseído.
Por supuesto, el padre Ríos, días después del acontecimiento hizo los preparativos para el exorcismo. Medía un metro y cincuenta centímetros (o por lo menos, le decían cariñosamente “monseñor metro y medio”) por lo que se paraba encima de un banquito detrás del altar para poder dar la misa. Fue unos días antes de la semana santa cuando el padre pasó por la calle en dirección a la casa del poseso, con un séquito de ancianos envalentonados dispuestos a ejecutar la peligrosa ceremonia. Iba con una biblia debajo del brazo y con un frasquito de agua bendecida. Hacía un ventarrón de esos que arrullan con el silbido y al padre, como peleándose contra el viento, el cabello blanquito le bailaba sobre la cabeza, como si la tempestad estuviera avisándole que no se arrimara a la casa endemoniada. A los cinco minutos el escuadrón de viejitos salió de la casa con cara de decepción. No miraron a ninguna de las ventanas del vecindario, detrás de las cuales estaban los espectadores de lo que fue, el primer intento de exorcismo de monseñor Metro y medio. Después llegaron los rumores. Resulta que no estaba poseído. ¿Cómo lo iba a estar un niño que ni se inmutó de la entrada del sacerdote (es decir, el enemigo del poseído) a su habitación? ¿Y dónde estaba la voz imponente de aquel demonio? ¿Acaso las posesiones demoniacas eran tan apacibles que ni el niño lloró o habló en idiomas luciferinos? De hecho, los rumores del pueblo decían que el niño sólo habló para pedirle al padre que le echara en el rostro un poquito más de esa refrescante agua bendita, y hasta donde sabemos, gracias a las películas hollywoodenses, los poseídos no disfrutan de aquel líquido sagrado. Elijo creer que aquel niño no estaba poseído, y por convincente que pueda parecer la otra alternativa, tampoco sufría síndrome de Sjögren. Luego vino el olvido, Pero el olvido no hace su trabajo de tiempo completo, es intermitente. Algunas veces veía a aquel niño en el parque, con pantalones de cargadera y camisita a cuadros y con esa carita de no haber sentido nunca nada. Sin miedo a caer del columpio, o a tirarse por el deslizadero, sin miedo la muerte. Un año después lo volví a ver por última vez. Mi mama me fue a recoger al colegio y más adelante, entrando a una pequeña casita cuya fachada decía «Consultorio Psicológico», estaba aquel niño. Mi mama, obligándome a dejarlo atrás, me tiró por el brazo y me hizo pasar la calle. Nunca supe que sucedió con aquel niño. Se desapareció del pueblo y nunca se volvió a hablar de él. Pero para mí fue importante, tanto que decidí no guardarlo en la memoria, tanto que olvidé su nombre y su enfermedad, hasta ahora… Porque las cosas que son más importantes son aquellas que se dan por sentadas. Nadie se acuerda del aire que respira, sólo hasta que le falta. Debo decir que gracias a él estoy aquí, en mi casa, un domingo, como profesor de filosofía, pensando, respirando. Todos los que se dedican a mi profesión empiezan con preguntas trascendentales: ¿Existe Dios? ¿Qué hay después de la muerte? Gracias a él, mis primeras preguntas filosóficas fueron más profanas: ¿se puede vivir sin llorar? ¿Se puede vivir sin sudar? ¿Un cuerpo puede vivir cuando no es capaz de expulsar ningún líquido de su cuerpo? Respuesta rotunda: No. Vivir es, precisamente, ser una fuente de agua: el llanto del recién nacido, las lágrimas del primer amor no correspondido, la humedad en las manos de aquella persona que decide no soltártelas, el vapor húmedo del sexo. Vivir es, habitar en diferentes alturas. Vivir es, ser una placa tectónica que desciende desde lo más alto hasta llegar a lo más bajo, hasta ser
terreno desertificado. Dicen que los cadáveres son fríos: yo siempre me los he imaginado calientes, tan carentes de vida, como el Sahara. Mientras tocaba la palma de mi mano izquierda, en todo el centro, y sobrevolaba con la yema del pulgar derecho aquella antigua cicatriz, como un estigma, recordé a aquel niño que decidí olvidar. Todos tenemos un desierto en expansión, un proceso de desertificación llamado muerte. Entre lo más frío y lo más caliente existe la vida. Como la Tierra, que existe entre la Luna y el Sol, tan carentes de vida, tan carentes de agua. Los dos astros, son del agua amigos, la llaman de todas las formas y maneras: una la atrae con su fuerza gravitacional, pero no la consigue del todo, apenas generando una marea; el otro solo puede aspirar a atraer el agua, evaporizándola. Los dos aman los mares, pero sólo se ama lo que no se tiene.
CategorĂa Infantil Ganador
DÍAS NUBLADOS1 Autor: José Manuel Otálvaro Henao. Galardón: Ganador en la Categoría infantil Las gotas se adhieren al vidrio y se deslizan lentamente hasta que mueren al chocar contra el asfalto. Jueves, son las seis de la tarde y todos los que pertenecemos al rubro bajo de la burocracia regresamos a nuestras casas. Las calles están solitarias pues la lluvia es prominente y el frio se ocupa de disipar cualquier humanidad expuesta a su virtud. Mi espacio es reducido y me proporciona una sensación calórica bastante acogedora, a mi alrededor las personas permanecen lo suficientemente juntas para que ello sea así durante el resto de mi viaje; el vehículo, a pesar de que es algo grande, excede su capacidad cuando la lluvia arrecia en la ciudad y las horas de salida de los trabajadores de distintas empresas y demás lugares de empleabilidad, coinciden; como la primera parada del autobús, luego de que abandona la estación central, es justo en aquella que queda en frente de mi oficina, pude alcanzar un asiento aledaño a la ventana y a la puerta, para así hacer menos monótono mi traslado a través del centro, y es que, en los días cálidos, cuando al salir de una extenuante jornada laboral, sorprendo al sol aún sucumbiendo el atardecer, me gusta caminar hasta mi casa, redescubriendo este infinito mundo que encierra la urbanidad de las calles y las casas, pasar de un barrio a otro como viajar entre países, viviendo entornos distintos, es una hora caminando, pero también es una hora de deleite; por otro lado, he de admitir que no son menos agradables los días grises, dicen que las personas con buen intelecto aman los cielos nublados, y aunque no me considero como tal, me gusta también cuando a mis espaldas, sentado en el reclinable, esperando que el reloj marque la hora en que podré marcharme, escucho el constante golpear –como piedritas que allí arrojan- de las gotas en la ventana, y salir rápidamente a tomar el autobús, que me llevará descansadamente, protegiéndome de la intemperie. Hoy me veo en una situación como tal, solo que ya van varias paradas atrás y son muchas las personas que, sin el mayor animo de contraer una enfermedad, ni de verse envueltas en ropas empapadas, toman el ómnibus de regreso a casa. La mayor parte del recorrido la paso con la cabeza recostada en el cristal, fijado en el fluir del agua y abrazando mi maletín, pero hoy, me descubro mirando indistintamente a la mujer que está sentada a mi lado, reparando, la extraña forma de sus labios. – Ha de besar incómodamente- pensé, –Nunca había visto una boca así-. Luego supe que hasta que no tuviese la oportunidad de hacerlo, no lo sabría, y fue en ese momento cuando me llenaron las insaciables ganas de hablarle, para pedirle que me besase, pero algo así, además de estúpido, sería atrevido, como era una chica a la cual acababa de conocer Al texto únicamente se le modificó el formato, lo demás permanece igual a como fue enviado por el autor para participar en el concurso. 1
no me fue difícil olvidarle aun teniéndola a mi lado. Procuré mantener la mirada hacia el exterior, cuando entonces, me asaltó la duda si ella, igual que yo, disfrutaba del sonido de la lluvia, pero luego, -¿acaso quien no ama esa melodía?- podría ella perfectamente no hacerlo, y si fuese así, no sería de mi tacto social, y no encuadernaría una amena conversación, por lo que preferí no hablar, de nuevo; me quedan cuarenta minutos aquí, a pesar de estar en un medio mecánico, que por simple suposición, me llevaría más rápidamente, este se ve obligado a hacer innumerables paradas, por lo que en ocasiones, incluso, tardo más de lo que me tomo al caminar. En este segundo intento por ignorarla me doy cuenta de que no paro de pensar en ella; elaborando un escrutinio de las veces que cosas similares me han pasado, para así saber qué hacer, pues me encuentro en una situación incómoda, y no quiero permanecer en ella, hallo que nunca antes me había enamorado de alguien de quien solo poseo una impresión, que podría ser errada. Me urge saber cómo se llama, cuales son las letras que componen ese haikú, himno de mi circunstancial felicidad. He viajado en el autobús con muchos personajes, de diversas características, casi todos hombres, una que otra mujer de belleza poco llamativa, pero ella, maldita sea, ¡qué dama! El conductor anuncia que se detendrá algunos metros más adelante, -¿Y si es esta la parada en la que ella desciende de nuestro idilio? Bueno, de mi idilio- me pregunto mientras la miro para evaluar si organiza sus pertenencias para bajarse; es una localidad humilde, existen tantas posibilidades de que viva en cualquiera de estos domicilios como de que no sea así, creo que sería mucho más fácil la vida si el transporte estuviese organizado para tomarse por estratificación social, como ocurre en todos los ámbitos de la sociedad, a manera despreciativa, pero, me refiero a que los de la cúspide de la pirámide se agruparan en un gremio de buses y quienes no vamos en ese sindicato, en otro, y si hay quienes puedan estar bajo nosotros, se movilicen de otras formas, aunque técnicamente así es, pues existen los autos particulares, taxis y las bicicletas, pero yo hablo de los buses, en particular, de aquellos que gustan de estos gigantes del camino, que hagan eso, así no estaría yo en esta incertidumbre si mi amada se va de mi lado o no, -¿Por qué no soy alcalde de esta ciudad?, así todo aquel que se encuentre en mi misma situación, se daría por bien servido y sería un punto de favorabilidad en las encuestas-. Bueno, empiezo a caer en pensamientos estúpidos que poco vienen al caso. El autobús se detiene y con el mi respiración, cierro los ojos; es un comportamiento infantil, de eso soy consciente, pero los niños lo hacen cuando se ven sumergidos en circunstancias desconocidas para ellos, y vaya si nunca he estado en este tipo de circunstancias. A la expectativa, puedo sentir unos movimientos y me giro. Ella me está mirando. -¿Te bajas aquí?- Preguntó. Un aire helado recorrió mi cuerpo y me quedé a media voz, susurrando un no entre dientes. Qué hermosa voz tiene, podría dar un discurso de la manera más incoherente y apática y aun así terminaría convenciéndome de lo que dice. Ahora veo que soy un hombre bastante susceptible, pero, ¿Quién se resiste al encanto de tener la compañía de una mujer bellísima, bajo el agua en un hermoso día gris? Sospecho que ella no abandonará mi costado en un buen tiempo, pues ha dejado caer la penumbra sobre sus ojos y creo que dormirá. Al final, es lo que me toca, lo que tenemos como seres humanos,
una multitud de efemérides de las que somos testigos a diario, abrir puertas, cerrar ciclos; romper, alimentar o crear estigmas. Quien se atreve, quien lo intenta será acreedor del éxito no importa cuán difícil sea la adversidad que tenga que combatir; por otro lado, estamos los que le hablamos a la vida esperando que responda, quienes creemos en el destino y le contamos nuestros miedos a la lluvia, de nosotros me es difícil hacer una lectura, pues siempre permanecemos sin ir al encuentro de nuestras propias metas, sino que pretendemos que la esencia del mundo nos alcance en su trasegar. El autobús se va quedando vacío progresivamente, en cada estación una cantidad considerable de personas con caras extenuadas descienden de él; ya la noche ha acaecido sobre la ciudad, hay un espectáculo maravilloso de luces. Ya he cruzado en frente de mi casa y la he pasado desapercibida, o es eso lo que quiero hacer creer a mi subconsciente, para que no me embargue con sentimientos de culpabilidad, pues la verdad es que me he quedado en mi asiento, para ver dónde vive ella, así poder venir la próxima semana, quizá con unas flores y decirle: - Hola, soy el hombre que sentó a tu lado el jueves de la semana anterior, te traje estas rosas porque quería alagarte y además decirte que eres hermosa.- pero, sé que no lo haría, y si me decidiese por lo menos a hacerlo, las palabras no fluirían y de nuevo un idiota que se congela en el azul profundo del mar de sus ojos. Ya son las ocho de la noche y ella repentinamente se despierta, al parecer sabe en qué preciso momento dormir para despertar justo cuando el chofer anuncia la última estación, su lugar de destino. Con movimientos bastante sutiles, ella se acomoda su gabardina y toma su bolso. Cuando nos detenemos, ella se pone de pie y se baja, luego lo hago yo. La lluvia aun es torrencial y no tengo paraguas, para mi fortuna ella sí, qué suerte tendría si tan solo me invitase a resguardarme junto a ella, toda mi existencia cobraría sentido; pero ella no lo hace, abre su a propósito, inmenso paraguas, y camina gallardamente por la acera, supongo que por su mente no se cruza la idea de ver atrás y dedicarme una última mirada, cargada de odio, de recelo, de indiferencia, de asombro o por qué no, de amor, al final, proveniente de ella. Inclino la cabeza para intentar olvidar que estoy sumido bajo el agua, huyendo de mi propia realidad por seguir a una mujer de la que nada sé y que perfectamente podría resultar todo lo opuesto a los prototipos que manejo en mi mente. Hay una de las casas en la que la luz del pórtico está encendida y un niño y un hombre esperan impacientes, ella, entra en el domicilio que queda justo al lado de aquel, una morada solitaria, y qué no daría yo por encenderla produciendo fuego con nuestros cuerpos, pero bueno, ella acaba de cerrar duramente la puerta y creo que aquí termina todo. Tengo toda la noche de camino hasta mi casa para retratarle a la lluvia lo que acaba de ocurrir, para contarle sobre esta corta vida que he vivido en este día, para aconsejarle sobre qué hacer, si le llega a ocurrir algo similar; para darle las gracias porque, de no ser por ella, nada hubiese pasado, y además por ambientar tal travesía permaneciendo en el fondo, como telón del teatro. Si me apresuro tal vez llegue a ese momento en el que le digo. – Y aquí estamos, vos y yo, compañeros en los días nublados-. Así que comenzaré ahora. -Lluvia, represéntate que hoy, me he enamorado de una mujer de la que nada sé. Pero vaya si la mala suerte me persigue, ha escampado.
CategorĂa Infantil MenciĂłn de honor
Dalit 1 Autora: Schelsy Peña Portillo Galardón: Mención de honor en la Categoría infantil Año 2077. El mundo está en crisis; el agua se agota, las multinacionales no saben qué hacer y la humanidad no entiende la magnitud del problema. El nuevo régimen ha comenzado a reclutar a los jóvenes para convertirlos en los nuevos guardianes del agua, pero los líderes opositores se niegan rotundamente a entregar a sus Akive o protegidos, como ellos los llaman. Apollyon (Un Destructor); el nombre que el pueblo le ha dado al nuevo régimen envía espías a infiltrarse en la resistencia. Cuando por fin logran tomársela, se llevan a todos los niños y jóvenes a un campo de concentración para entrenarlos. Tres años después Hava, Jaken, Cham están aparentemente listos para enlistarse con los guardianes del agua, pero antes hay una prueba, una iniciación a la que nadie puede escapar. La iniciación consiste en pasar una serie de pruebas que ponen a cualquiera al límite. Hava (Aliento de vida) es la primera de su grupo en hacer la prueba. Ella aparentemente es una niña indefensa, pero durante estos tres años ha tenido que hacerse fuerte, ahora la llaman la pequeña muerte, se ha convertido en una bella pero letal guardiana. Algo que nadie sabe es que antes de que la reclutaran ella había aprendido con su madre a sanar a los enfermos con medicinas naturales. Después de Hava siguió Jaken (Sabio), quién se había convertido en un maestro de la estrategia de guerra. En tercer lugar estuvo Cham (Caliente) quien se había vuelto en un profesional en el arte del combate, más aún con toda el área de las armas destructivas. Una vez que ellos se recuperaron del las lesiones de la iniciación los pusieron en el mismo escuadrón pues hacían buen equipo. Un día los enviaron a la periferia, un lugar desolado, lleno de contaminación, recuerdos y desolación;
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tierra de nadie. En ese lugar, en medio de la nada y de todo Hava se hizo una pregunta que cambiaría su vida y la de todo aquel que intentara seguirla; “¿Por qué?” ¿Por qué hacía ella todas esas cosas crueles y deshumanizadas? ¿Sería posible que ya no fuera humana? ¿Sería posible que ya no tuviera alma? “Dios, ayúdame.” Dijo ella en su desesperación por encontrar una respuesta. Cuando regresaron de la periferia algo en ella había cambiado, ya no quería matar, no quería hacer daño a personas inocentes que sólo querían un poco de agua, ya no estaba dispuesta a dañar su propio corazón por un poco de esa agua que estaba manchada de la sangre de miles de personas que la merecían más que ella e indudablemente más que Apollyon. -¿Qué sucede, Hava?-le preguntó Cham. -Todo y nada-le respondió ella con la mirada perdida en el vacío. -¿Qué es todo y qué es nada?-preguntó él confundido por su respuesta pues ella siempre era directa cuando hablaban acerca de cualquier tema. -Todo: el agua. Nada: el agua. Ambos son lo mismo, ambos son lo mismo porque no hacemos nada al respecto. -¿Cómo que no?-le dijo él muy molesto-. Somos los guardianes del agua, cuidamos el agua para que no se la lleven y todos nos quedemos sin ella. -¿Crees que sólo por no dársela a quienes la necesitan la estamos cuidando? De quienes deberíamos cuidar ese valioso tesoro es de esos buitres que tenemos por amos y no de esas personas que saben apreciarlo. -¿Quieres decir que hemos estado haciendo todo mal? -Sí…-respondió ella con pesar. Él no dijo nada, pero ambos sabían que debían hacer algo para poner todo en su lugar. Mientras los días pasaban Cham se sentía más y más inquietado por su conversación con Hava, sabía que ella haría algo al respecto, pero… ¿Y él? ¿Él sería capaz de hacer siquiera el intento? Se sentía como un cobarde. Y bueno, tenía razón en estar seguro de que Hava haría algo para cambiar las cosas; ya había reclutado a casi todos en su escuadrón, sólo faltaban dos, Jaken y él.
Hava no estaba muy segura de ambos, ellos siempre habían sido muy leales a Apollyon, nunca había incumplido una norma o fallado en algo. Cham supo sobre los planes que tenía Hava, tuvo la intención de delatarla, pero algo lo detuvo, ¿Dios? Quizá, aunque podría asegurarlo, él es el único capaz de cambiar corazones de piedra por corazones de carne, sensibles, piadosos, bondadosos, fuertes y sobre todo valientes. Cham reclutó a Jaken pues eran buenos amigos. Hava no sabía cómo comportarse cuando ellos llegaron a las filas, estaba muy feliz de que ellos decidieran ayudar en tan noble pero arriesgada y sobre todo peligrosa causa. -¿Cómo lo piensas hacer?-preguntó Jaken. -No lo sé… Cham y yo somos los de la fuerza bruta, tú eres el inteligente, para eso te necesitábamos-dijo ella un poco apenada. -Idearé algo, pero estén seguros de que saldrán lastimados. Estamos luchando contra los dueños de todo. Nuestros carceleros. -El agua es nuestro objetivo. Dios sabrá ayudarnos. -¿Ahora crees en Dios? -No solo creo en él, sino que también le creo a él. -Bueno, pues más te vale orar mucho para que tu buen Dios nos libre de una muerte segura-dijo Jaken con sarcasmo. Una vez terminada su conversación cada uno se fue a dormir. A la mañana siguiente todo el escuadrón se despertó unas horas antes para la primera reunión. Todos estaban ansiosos, pero decididos a salvar el agua. -Lo primero que necesitamos es un líder. -Yo propongo que sea Hava, fue su idea, ¿No?-dijo Cham de repente. -Bueno… pues el que llevará la inteligencia será Jaken así que… -Ambos lideremos, tú en el terreno de infiltración, y yo en la inteligencia o estrategia… y pues Cham también puede ayudarnos en cuanto a armas; después de todo es el mejor de todos en ello.
-Trato hecho-dijo Cham emocionado. Hava ya no estaba tan segura, pero había algo que la impulsaba a seguir adelante… ¿Dios de nuevo? ¿De nuevo era él? ¿No serían ya ideas suyas? Estaba convencida de que no era así, estaba convencida de que era él; nadie más podría ayudarnos sino él se dijo así misma tratando de convencerse. -¿Cómo piensan infiltrarme?-dijo de la nada obligándose a escapar de sus pensamientos. -Eres la pequeña muerte, ¿Lo olvidas?-dijo Jaken descaradamente-Además, el líder de Apollyon, nuestro muy odiado Abitub te ha mandado a llamar, recuerda que debemos dar un reporte… -No lo recordaba…-respondió pensativa. -Intenta encontrar algo, cualquier cosa… podrían ser coordenadas del próximo ataque, la posición exacta o aproximada de las reservas, las cantidades, porcentajes… no sé. Algo-dijo Jaken con un deje de desesperación. -Lo intentaré. Minutos después sonó la alarma; hora de ponerse en marcha para la acción, pero como era día de pasar reporte todos pasaron al comedor antes de ir a los campos de entrenamiento. Todos los jefes de escuadrón fueron rápidamente a la planta alta del edificio principal. Uno por uno pasó el reporte, algunos salieron muy tranquilos, otros muy tensos y unos pocos no lograron salir, al menos no ese día. Cuando alguno de los jefes de escuadrón no salía por un tiempo del cuartel los reclutas le llamaban el rapto, una vez que salían no volvían a ser los mismo… Hava estuvo a un paso del rapto, pero algo sucedió, algo muy grande sucedió poco antes de que se la llevaran al calabozo, desde ese momento comprendió que su madre no había creído en vano en un Dios que aparentemente no existía, en ese momento supo que él era real, que la había escuchado, y que realmente la cuidaba. Cuando llegó el turno de Hava uno de los jefes más poderosos salió de la oficina, pasó por su lado y tropezaron, en un segundo él puso algo la mano derecha de Hava, el jefe no se detuvo y ella se quedó un poco desconcertada. Para no levantar sospechas metió con mucho cuidado lo que sea que le haya dado el chico en su bolsillo trasero. Tomó aire y se obligó a sí misma a respirar profundo y dar paso por paso hasta llegar a la puerta, cuan-
do lo hizo ahí estuvo la prueba de fuego; empujarla y entrar. En segundos, nunca supo cómo, pero en segundos estaba frente al horrible jefe de Apollyon; Abitub. ¡Dios! ¿Qué hago ahora? Preguntó anhelando una respuesta. -Hola, Hava-dijo Abitub con esa típica sonrisa falsa y engañosa. -Hola…-respondió Hava dudosa. -Quiero tu reporte-dijo con voz grave. -Claro. Aquí está-puso sobre la mesa una carpeta negra con un símbolo de una gota de agua y una espada, ambos dorados. -Muchas gracias-dijo mientras tomaba la carpeta. Mientras examinaba el reporte miraba de vez en cuando a Hava y sonreía grotescamente. En cuanto a Hava buscaba discretamente con su mirada algo que le señalara un punto débil. Justo antes de que el horrible jefe, o más bien, carcelero terminara con su reporte ella notó un mapa y una ruta bastante larga trazada sobre él. Tuvo el impulso de preguntar para qué era pero supuso que Abitub nunca se lo diría o bien la castigaría. -Muy bien Hava, tu escuadrón es el segundo de todo el campo, te felicito. Aunque te aconsejo que cuides más el frente, eres fuerte pero cualquiera de los de afuera podría degollarte en un segundo. -Lo tendré en cuenta. -Puedes irte. -Muchas gracias. Cuando salió de esa oficina sintió que volvía a respirar. Ella sabía de las atrocidades que el mismo Abitub era capaz de cometer con sus propias manos; durante los primeros siete meses de su estadía en el campo de entrenamiento ella fue la protegida de Abitub, y por ello tuvo que ver todo lo que ocurría cuando alguien traicionaba, rompía las reglas o sencillamente se equivocaba. Cuando Hava regresó se encontró con que muchos de los otros escuadrones se habían unido a esa causa que la estaba llevando al límite de la locura. Ya no estaba sola. Con tanta gente estaba segura de que triunfarían.
Todos se pusieron firmes y a cada persona se le dio una función. Cuando todos estuvieron listos se tomaron el campo, fue una batalla sangrienta, pero vencieron. Hava junto con otros de los líderes tomaron el control de Apollyon y abrieron las puertas a los de afuera. Muchos murieron en la lucha, pero también se salvaron muchos. Hace varios años que se fundó una nueva patria a la cual llamaron Dalit, que significa Dibujo de Agua, ya que una vez que los verdaderos guardianes del agua la recuperaron dibujaron con agua la vida de muchos que ya se sentían más muertos que vivos.
CategorĂa Juvenil Ganador
13 DIAS1 Autora: Camila Mazo Palencia Galardón: Ganador en la Categoría juvenil DIA 1 Así que bien, aquí estamos, hoy, 3 de noviembre del 2038 muriendo deshidratados lentamente, viendo cómo se matan los unos a los otros por el tan preciado líquido que en un pasado no valoramos y hoy… Hoy anhelamos aunque sea una gota, pero la realidad, es que no la tenemos quienes aún la conservan huyen por sus vidas, se esconden cual rata de alcantarilla, como si hubiesen cometido el peor de los delitos y estuviesen prófugos de la justicia, pero la realidad es muy distinta. Aquí estoy yo, una simple reportera, encerrada en mi sótano, para no ser asesinada por quienes a falta de este preciado líquido quieren saciar su sed con la sangre de los demás, y yo? Bueno yo aún conservo algo de agua y por eso precisamente me escondo. Les comentare, mientras viva claro está, mientras el agua me dure, como fue que llegamos a esto, todo comenzó hace aproximadamente unos 30 años las personas ingenuas en medio de su ignorancia no hicieron caso a las advertencias y empezaron a cuidar el preciado líquido muy tarde ya, creyeron que este proceso tardaría mucho más pero fue, más rápido de lo que todos lo esperábamos, me cuenta mi madre como hacían campañas de concientización a cerca del cuidado del agua, pero nadie, ¡NADIE! Hacía caso, pobres… No sabían lo que les esperaba y seguían despilfarrando el agua; contaminándola como si esta fuese eterna, seguramente eso pensaban. Todos hicieron caso omiso a las advertencias y esos precisamente son quienes hoy están muertos porque las personas se desquiciaron y lo mataron para beber su sangre y así mitigar esa sed que los enloquece. Y yo me pregunto, ¿Que pasara cuando ya no haya más personas para asesinar y beber su sangre? Es incierto lo que pase de aquí en adelante. DIA 2 Hoy tuve el valor de subir a la sala de mi casa y con mucho cuidado por la rendija de la puerta logre observar como degollaban viva a mi vecina, como la colgaban de cabeza y en un balde vaciaban su sangre y dejaban su cuerpo a merced de los gallinazos otra ave carroñera, es como un apocalipsis zombie, así como los que muestran en las películas solo que aquí los caníbales, no son zombies, son personas y no mueren de hambre si no de sed. Mi madre quiso salir y ayudarla, pero yo no la deje,
Al texto únicamente se le modificó el formato, lo demás permanece igual a como fue enviado por el autor para participar en el concurso. 1
seria correr el riesgo de que la mataran frente a mis narices y no, no es egoísmo, ES SUPERVIVENCIA. Bajamos de nuevo al sótano ella leer sus novelas y yo, a seguir relatando esta masacre, mientras recuerdo con nostalgia como de niña iba al rio con mis abuelos, nos pasábamos horas bañándonos y jugando, hoy quieren saber que fue de ese cristalino y caudaloso rio en el que me divertía tanto? Se secó, que novedad ¿no? DIA 3 Hoy me levantaron los gritos de ayuda de mi vecina suplicándole a estos insaciables asesinos piedad, al parecer lo pensaron porque no la degollaron inmediatamente, pensé que se salvaría, pero justo en ese preciso instante logre escuchar un grito desgarrador y después un silencio sepulcral, adivinen qué? Sí, efectivamente LA MARTARON… cruel y despiadadamente al igual que con el resto. DIA 4 Hoy mi madre, se levantó inquieta por los fuertes alaridos de alguien que golpeaba incesantemente nuestra puerta pidiendo ayuda, tal vez fue su terquedad o su instinto maternal lo que la llevo a querer abrir la puerta, nuevamente tuve que enfrentarme a ella y hacerle caer en cuenta de que su vida esta primero, constantemente esa es nuestra pelea diaria, ella queriendo salvarle la vida a todo el mundo, y yo tratando de salvarle la vida a ella, hoy he comenzado a notar como poco a poco se agota el agua, esto está empezando a preocuparme… DIA 5 Los gritos desgarradores y el consiguiente silencio sepulcral ya se volvieron parte de mi día a día, el caos esta apoderado de la ciudad y nadie puede hacer nada para evitar este horrido e inevitable declive al que nos enfrentamos, no hay servicio de transporte, no hay forma de escapar todos tenemos los días contados a unos nos que más que a otros, pero de algo si estoy completamente segura TODOS MORIREMOS. Hoy nuevamente decidí sacar toda mi valentía a flote y observar el aberrante panorama, pase de tener una linda vista al barrio residencial en el que vivo, a ver una morgue llena de NN rodeando mi casa y los alrededores del barrio, esto es más aterrador que cualquier film de terror y saben porque? Porque esta mis queridos lectores es la realidad ala que nos enfrentamos por derrochar y acabar con este recurso hídrico indispensable para nuestras vidas. DIA 6 El olor a putrefacción es cada vez más intenso e insoportable, la mezcla de olores que me rodea está apunto de destruir mi olfato, al no haber agua por obvias razones no hay servicio sanitario así que con mi madre hicimos un pozo séptico que da al jardín, y el intenso calor hace que los olores del mismo salgan a flote y haga que nuestros olfatos estén al borde del colapso, y el agua se sigue agotando, con cada segundo que pasa nuestro inminente y trágico final se acerca… DIA 7
Hoy, pasó lo que tanto temía que pasara, me quede sin agua, mi pregunta es, ¿ahora que va a suceder con nosotras? ¿Qué será de mi madre y de mí sin una sola gota? Es desesperante solo llevamos unas pocas horas sin agua y ya se está volviendo una completa tortura, he discutido toda la mañana con mi madre, pues la falta de líquido y los malos olores la están afectando y me recrimina a mí que nos hayamos quedado sin una gota, temo que en medio de su desespero quiera salir y arriesgarse o peor aún, que se desquicie y quiera matarme. DIA 8 Hoy completamos 24 horas sin una gota de agua, tanto mi cuerpo como el de mi madre empiezan a sentirse más débiles, exhaustos pero sobre todo SEDIENTOS, MUY SEDIENTOS. Al despertar me asuste al ver que mi madre bebía alcohol etílico para calmar su sed, a su edad es más fácil perder los estribos y esta falta de agua a ella comenzaba afectarle de sobremanera. DIA 9 Anoche mientras dormía en la lejanía logre escuchar susurros y ruidos extraños, cuán grande fue mi sorpresa al ver a mi madre con un tenedor en la mano abalanzarse sobre mi mientras de una forma enferma y con una mirada desquiciada susurraba –agua-. Ella comienza progresivamente a perder la razón y yo cada vez temo más por mi vida. DIA 10 Hoy en la madrugada a eso de las 4 escuche a mi madre llorar, al levantarme pude verla contarse la muñeca y dejar caer su sangre en un vaso y posterior a esto beberla, ella empezaba a tener el aspecto de estos desquiciados asesinos de los que nos ocultábamos, su tez pálida, su mirada perdida sus labios rojos de sangre, es espeluznante en todo el sentido de la palabra. Hoy me siento más débil, mas cansada mis labios comienzan a agrietarse por la deshidratación ya casi no tengo fuerza, las condiciones extremas de sed me llevaron a beber mi orina, sí, mi orina y es eso lo que no me ha dejado desfallecer. DIA 11 Apenas si tengo fuerza para escribir, mi cuerpo ya no da abasto, mi madre quiso matarme de nuevo y por mi debilidad casi lo logra, alcanzo a hacerme una incisión de unos tres milímetros en el brazo y tuve que tomar una decisión antes de que ella termine conmigo, me duele sí, pero es lo mejor para ambas, tome una cuerda y la ate al borde la cama además de ponerle cinta en la boca, así poder dormir unas horas en paz. DIA 12 He despertado y para mi sorpresa no está mi madre por ningún lado, la he buscado en cada rincón de la casa sigilosamente y no está que se supone que haga, ¿salir? En mi cabeza no cabe esa posibilidad eso sería ponerme en bandeja y ser el almuerzo de los asesinos, pero… y mi madre que!...
Recordé lo que le dije a ella hace unos días, no es egoísmo es SUPERVIVENCIA y su manera de sobrevivir fue irse así que la mía será cuidarme a toda costa así que me desprendí de todo lazo fraternal para enfocarme en mi seguridad, trabe cada puerta de la casa cada ventana cada ruta de acceso y aquí estoy sentada en la cama escuchando los desgarradores gritos de mis colegas que hasta hace un momento vivían al parecer, mi olfato ya es inmune al olor a descomposición, ya eso no es una molestia para mí, seguramente mi cuerpo ya se adaptó a ello. Morir de sed es como un cáncer, uno que te carcome lenta y dolorosamente, mi pregunta hoy en medio de esta agonía, es ¿Por qué? ¿Por qué no reaccionamos a tiempo?, porque desperdiciamos la vida, y si digo claramente eso porque eso es el agua, EL AGUA ES VIDA! Finalmente gota a gota la vida se nos agota. DIA 13 Seré muy breve no tengo mucho tiempo, están aquí, todos ellos incluida mi madre puedo oír su voz, me buscan cual gato a un ratón, ya saben que estoy aquí, puedo oírlos buscarme en toda la casa, ya no tengo escapatoria, están abriendo la puerta, son muchos y están bajando la escalera… YA ESTAN AQUÍ…
CategorĂa Juvenil MenciĂłn de honor
Día de charcos1 Autora: Yolima Monsalve Carvajal Galardón: Mención de honor en la Categoría juvenil Me llamo Adriana y tengo veintiuno, pero hoy me desperté como de la edad de cinco años. Había amanecido en la casa de un padrastro que tuve ahora tiempos; con mi mamá y él durmiendo en una cama diferente a mi cambuche ya orinado por la noche, claro. No es que no me haya aguantado, es que había estado soñando con una alucinante piscina llena, no de pelotas, sino de agua; mucha agua que en este lugar no nos llega mientras no sea la vecina quien nos regale un baldado. Razones: los servicios mantienen cortados, con decirle que ya no hay forma ni de poner contrabando. Yo sinceramente, pienso que eso de estar sin agua y levantarse orinado, es de lo peorcito que le puede pasar a uno. Pues aparte de ser el agua indispensable pa’ cepillarse los dientes después de comer atún o sardina, refrescar la garganta cuando hace mucha sed en un bochorno, darse un duchazo cuando se llega a la casa sudando, lavarse las manos después de una orgía, etc., etc., esto de levantarse orinado, representa una urgencia que requiere netamente de su estadía en el hogar, su salida inminente por la llave del baño o el lavadero, su toque frío al instante o en el mejor de los casos, caliente por obra y gracia de la famosísima tina que faltaría mucho pa’ yo conocerla y disfrutarla hasta casi quedarme dormida de placer en el baño. Por lo pronto, surgen par dudas: ¿acaso aquellos que vienen a mochar los servicios de las casas así como así y aparte ponerle tapón a los contadores, saben algo de niños que sueñan con piscinas llenas de agua en las noches y como consecuencia, se levantan en las mañanas todos mojados nadando en su propia orina?, ¿no se les pasa por la cabeza lo incómodo e insoportable que esto resulta?, ¿lo malo que es no tener con qué lavarse o limpiarse, oler todo el día a eso? Por el amor de Dios, deberían considerarnos. Mi mamá obviamente se enteró de que yo estaba orinada cuando pasó por mi lado para ir al baño que ha de oler peor que yo mil veces; por eso será que mi padrastro salió con que hoy, aprovechando que es un domingo, el plan es irnos pa’ charcos. Seguro la única opción que encontraron porque si no aquí aparte de morir posiblemente de un mal de olores de esos que no se conocen, no nos bañamos quién sabe hasta cuándo. No ve que el esposo de la vecina dijo el día anterior -o sea ayer, digamos-, que no más, que conchudos, que paguen el agua mejor… Yo no es que tuviera mucha ropa y que tales, pero algo encontré pa’ cambiarme; aunque bien que seguí 1 Al texto únicamente se le modificó el formato, lo demás permanece igual a como fue enviado por el autor para participar en el concurso.
oliendo a puro berrinche... –Ni modo –me dije. Después de mucho andar y mucho sol aguantar porque qué verraco día tan caluroso (no parece el 2000 sino el 2016 con el calentamiento global que lo caracteriza), llegamos a los famosos charcos, tan frecuentados que son; y yo con mi olor… qué pena. Viendo apropiado el momento, me acerqué a la orilla de un charco que percibía infinito pensando en mi sueño nocturno, en la alucinante piscina que ni recuerdo haber disfrutado; entonces mi cerebro empezó a recitarme palabras leídas en el futuro “¿Piscina? Para qué piscina teniendo allí no más en las afueras un don de la Naturaleza de agua entradora y cristalina, ¡buena para los nervios, para la piel!” eso lo dijo la mona en Qué viva la música de Caicedo, claro. –Cuánta razón –pensé para mis adentros sin darle mayor importancia a la procedencia de la frase, mientras despedía mi mal olor a berrinche y me iniciaba en el descubrimiento de la buena vida en el agua; esa agua de charco, con la cual por primera vez tenía contacto. Allá nos bañamos, lavamos y dejamos secarse la ropa; nos dieron sancocho, el sol se esfumó, el cielo se oscureció, todo el mundo se quiso ir ya porque se avecinaba la lluvia (irónicamente tan aclamada por estos días) y yo que también cogí rumbo de vuelta, todavía me siento ahí, a la orilla del charco aquél, contemplando el agua que corre de arriba pa’ abajo llevándose todo consigo… lo mismo que el tiempo.