Lecturas halloween

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INDICE DE LAS LECTURAS Graduadas por nivel: 1. La brujita buena (1º ciclo) 2. Kingtown (1º ciclo) 3. Un Halloween diferente (1º ciclo) 4. La bruja y su gato de colores (1º ciclo) 5. La bruja Malasuerte (2º ciclo) 6. La bruja cocinera (2º ciclo) 7. El origen de Halloween (2º-3º ciclo) 8. Día de los difuntos (2º-3º ciclo) 9. Los disfraces de Halloween (2º-3º ciclo) 10.

Las hogueras de Halloween (2º-3º ciclo)

11.

La calabaza (2º-3º ciclo)

12.

“Trick or treat” (2º-3º ciclo)

13.

¿De dónde viene la fiesta de Halloween? (2º-3º ciclo)

14.

Mi historia de Halloween (actividad) (2º-3º ciclo)

15.

“Leyendas” de Gustavo Adolfo Bécquer (2º-3º ciclo)

16.

Carteles varios de Halloween (1º-2º-3º ciclo)


LA BRUJITA BUENA Qué buena era la brujita Carmencita. Entre todas la brujitas que escondían los libros de los niños, les hacían comer muchos dulces y les hacían pelear, ella era la que intentaba que las malitas, como Julieta, Panchita y Dorotea se portaran mejor. Pero no, no servía de nada. Las tres brujitas malas reían y reían al ver a los niños peleándose y echándose la culpa los unos a los otros por aquel lápiz perdido, por aquel libro roto, o porque le habían pegado con la pelota por la espalda. Pero eran ellas y no los niños los que cometían tales travesuras. - ¿Qué debo hacer?, pensaba Carmencita con su gorrito muy largo rosado y su vestidito vaporoso verde y amarillo, despeinada de tanto correr de un lado a otro siguiendo a sus hermanas, las brujitas malas, tan malas que la hacían rabiar. Hasta que un día les dio una cucharada de su propia medicina. - A ver, a ver. ¡Ya está! tengo una idea genial…. Mientras Julieta, Panchita y Dorotea dormían, Carmencita tomo sus sombreros y sus varitas mágicas, y las escondió en un armario muy viejo que hacía tiempo que no abrían. Se acostó también y se hizo la dormida. Cuando se despertaron sus hermanas y fueron a ponerse sus sombreros y a recoger sus varitas mágicas, no las encontraron. Como sabían que Carmencita no hacia esas cosas, sospecharon las unas de las otras y comenzaron a pelear… - Julieta, ¿dónde está mi sombrero? - ¿Y cómo voy a saberlo yo?... ¿dónde está mi varita mágica?... ¡tú la tienes, lo sé! - Dorotea, ¿tú tienes mi sombrero?, preguntaba Panchita muy enojada. Y las tres comenzaron a pelear. En eso vieron a Carmencita riéndose muy divertida, no podía parar de reír. Abrió la puerta del armario y ahí estaban sus varitas y sombreros. Las tres muy apenadas conversaron, y se dieron cuenta del mal que les habían hecho a los niños al hacerles pelear sin razón. Unieron sus manitas las tres y decidieron ser como Carmencita desde ese momento. - Gracias Carmencita, dijeron las tres al mismo tiempo. - A su orden, contesto Carmencita muy orgullosa.

De Theira Añez.


Desde hace mucho mucho tiempo, todos los años, el día 31 de Octubre, se celebra la terrorífica noche de Halloween en el pequeño pueblo llamado Kingtown, aunque la mayoría de sus habitantes la conoce como la noche de brujas. Kingtown es un pueblo de montaña situado en lo alto de la colina, y al caer el sol, aparece una espesa niebla entre sus calles, dificultando la visibilidad de los pocos vecinos que allí viven. Hoy era Halloween, y la niebla estaba por todos lados, casi no se podía ver a la gente que se había disfrazado de zombis y brujas, que iban caminando hacia la plaza del pueblo, donde había un relato de historias de miedo.

Sin embargo, Julie que iba disfrazada de bruja, tuvo una extraña sensación que le hizo sentir escalofríos por todo el cuerpo. Según se iba acercando a la plaza del pueblo, eran más fuertes los escalofríos, aunque no conseguía ver nada, pues la niebla lo impedía… De repente, cuando estaba entrando en la plaza, vio a mucha gente disfrazada, pero todos estaban disfrazados igual “¡¡Son todos zombis!!” pensó Julie. Pasados unos minutos, se dio cuenta que todos andaban igual, y que iban caminando hacia el mismo lugar, el cementerio… “Ahhhh!“, gritó Julie cuando vio que un zombi pasó a su lado, y vio que no era un vecino disfrazado de zombi, sino que era un auténtico zombi. Julie no podía creerlo, así que fue a ver a otro zombi que pasaba a su lado para ver si realmente era un zombi, y sí, era otro más… Temblando de miedo, Julie salió corriendo de la plaza, aunque con el disfraz no podía correr muy rápido, por lo que un zombi que estaba detrás de una gran banco de niebla, la cogió por el brazo. “Socorro, suéltame, suéltame“, gritaba Julie con la esperanza de que alguno de sus vecinos pudiera oírle e ir en su ayuda. Mientras tanto, el zombi la iba llevando hacia el cementerio… pero de repente, Julie escuchó un ruido “Ring, Ring, Ringggg“. Todo había sido un sueño, Julie había tenido una pesadilla con zombis porque justo antes de irse a dormir, había visto una película de miedo la noche de Halloween. Tan mal lo pasó, que una lección aprendió y es que los niños no deben ver películas de miedo por la noche. FIN Cuentos para niños escritos por: www.cuentosinfantilescortos.net


UN HALLOWEEN DIFERENTE

Hace mucho tiempo, la mayoría de los monstruos eran seres simpáticos y golosos, tontorrones y peludos que vivían felizmente en su monstruoso mundo. Hablaban y jugaban con los niños y les contaban cuentos por las noches. Pero un día, algunos monstruos tuvieron una gran discusión por un caramelo, y uno se enfadó tanto que sus furiosos gritos hubieran asustado a cualquiera. Y entre todos los que quedaron terriblemente asustados, las letras más miedosas, como la L, la T y la D, salieron corriendo de aquel lugar. Como no dejaron de gritar, las demás letras también huyeron de allí, y cada vez se entendían menos las palabras de los monstruos. Finalmente, sólo se quedaron unas pocas letras valientes, como la G y la R , de forma que en el mundo de los monstruos no había forma de encontrar letras para conseguir decir algo distinto de " GRRR!!!", "AAAARG!!!" u "BUUUUH!!!". A partir de aquello, cada vez que iban a visitar a alguno de sus amigos los niños, terminaban asustándoles; y con el tiempo, se extendió la idea de que los monstruos eran seres terribles que sólo pensaban en comernos y asustarnos. Un día, una niña que paseaba por el mundo de los monstruos buscando su pelota, encontró escondidas bajo unas hojas a todas las letras, que vivían allí dominadas por el miedo. La niña, muy preocupada, decidió hacerse cargo de ellas y cuidarlas, y se las llevó a casa. Aquella era una niña especial, pues aún conservaba un amigo monstruo muy listo y simpático, que al ver que nada de lo que decía salía como quería, decidió hacerse pasar por mudo, así que nunca asustó a nadie y hablaba con la niña utilizando gestos. Cuando aquella noche fue a visitar a su amiga y encontró las letras, se alegró tanto que le pidió que se las dejara para poder hablar, y por primera vez la niña oyó la dulce voz del monstruo. Juntos se propusieron recuperan las voces de los demás monstruos, y uno tras otro los fueron visitando a todos, dejándoles las letras para que pudieran volver a decir cosas agradables. Los monstruos, agradecidos, les entregaban las mejores golosinas que guardaban en sus casas, y así, finalmente, fueron a ver a aquel primer monstruo gruñón que organizó la discusión. Estaba ya muy viejecito, pero al ver las letras, dio un salto tan grande de alegría que casi se le saltan los huesos. Y mirando con ternura las asustadas letras, escogió las justas para decir "perdón". Debía llevar esperando años aquel momento, porque enseguida animó a todos a entrar en su casa, donde todo estaba preparado para grandísima fiesta, llena de monstruos, golosinas y caramelos. Como que las que se hacen en Halloween hoy día; qué coincidencia, ¿verdad? Pedro Pablo Sacristán


"LA BRUJA Y SU GATO DE COLORES"

Erase una vez una bruja que tenía un gato de colores. Un día, ella se hartó de tener un gato como ese.

Así que el lunes, lunes, lo transformó en un conejo blanco, pero se comió todas las zanahorias del jardín.

El martes, lo transformó transformó en un cocodrilo verde, pero se comió todas sus cosas.

El miércoles,, lo transformó en un cerdo rosa, pero no olía bien.

El jueves,, lo transformó en una oruga roja y verde, pero se comió todas las plantas verdes.


El viernes, lo transformó en una ballena azul, pero le ocupaba toda la bañera.

El sábado,, lo transformó en un oso blanco, pero le desgarró todas las cortinas.

Así que, el domingo lo transformó en un gato de colores y ahora ya está tranquila.

http://desvan-lectura.blogspot.com.es/2011/12/cuentos lectura.blogspot.com.es/2011/12/cuentos-de-brujas.html brujas.html


“LA BRUJA MALA SUERTE” Suerte, era el nombre de una bruja malvada y caprichosa. Tanto daño hacía con sus hechizos, que todos temían que “la Mala Suerte” pasara siquiera cerca de sus casas. Constantemente trataban de esconderse de ella, ocultándose en cualquier lugar. Pero una noche, un joven decidió salir a su encuentro. Cuando la bruja lo vio llegar tan decidido y valiente, le preguntó sorprendida: - ¿A dónde vas tan tarde, joven? ¿Cómo es que no tienes miedo? Es que voy en busca de una bruja. La llaman la Buena Suerte- respondió el muchacho. - Te equivocas- dijo la bruja- Yo soy esa bruja, aunque me llaman la Mala Suerte. Esa que dices no existe. - Ah, claro que existe. Simplemente no eres tú. Será otra bruja con un nombre parecido. Suerte era una bruja solitaria, y como buena bruja solitaria estaba segura de que no había ninguna otra bruja en toda la comarca, y menos aún con su mismo nombre. Así que insistió. - Entonces tienes que estar buscándome a mí, a la Mala Suerte. - Que noooo -respondió obstinado el joven- ¿Has oído alguna vez que alguien busque a la Mala Suerte? ¡Claro que no! Te repito que yo busco a la Buena Suerte. La bruja se molestó un poco, pero segura como estaba que se trataba de ella, decidió investigar un poco.


- ¿La has visto alguna vez? ¿Cómo la vas a reconocer? - preguntó. - No la he visto nunca, pero será fácil reconocerla. Dicen que hace cosas buenas. - Yo puedo hacer cosas buenas- respondió la bruja-. ¡Mira! Y al decir eso, convirtió una piedra en una sabrosísima manzana, y se la ofreció al joven. - No es solo eso. La Buena Suerte protege a los que la encuentran. - ¡Pero yo también! - protestó la bruja, al tiempo que golpeaba el hombro del joven para apartar un escorpión que estaba a punto de clavarle su aguijón. Así siguieron hablando durante toda la noche. A cada cosa que comentaba el joven, la bruja trataba de convencerlo de que era a ella a quien buscaba. Cuando llegó la hora de separarse, el joven dijo. - Casi me has convencido, pero hay una cosa más. La Buena Suerte siempre espera a los que la buscan. - ¡Yo también lo haré! Vuelve mañana a buscarme - se despidió la bruja. Y aunque la bruja siguió haciendo de las suyas, cada noche volvía a esperar al joven. A veces cambiaba de sitio, o de forma, o de ánimo, o de color, pero siempre estaba allí, esperando al joven. Y a quienes se atrevan a salir a buscarla, para quienes ha reservado sus mejores cuidados y regalos. http://desvan-lectura.blogspot.com.es/2011/12/cuentos-de-brujas.html


"LA BRUJA COCINERA" Había una gran cabaña de madera en el bosque donde todo el mundo decía que vivía una bruja muy mala, muy mala. Nunca nadie se había atrevido a entrar. Un día mientras recogía hojas para un trabajo de su escuela, un chico se acercó a la cabaña. La curiosidad le llevó a entrar al jardín, y luego se acercó a una de las ventanas de la cabaña, pero no pudo ver nada. Como quería saber lo que había, pensó que no le pasaría pasaría nada, y entró en la casa. Parecía que estaba vacía que no había nadie. Pero al fondo divisó una viejecita que removía la cuchara junto al fuego. Se acercó con mucho cuidado, y la tocó en el hombro. - Buenas tardes, señora. - Hola muchacho- respondió respon ella. ¿No tienes miedo de mí? La pobre anciana estaba muy arrugada y no tenía dientes. El muchacho dijo que no. La anciana se puso muy contenta e invitó al muchacho a merendar. Le contó que de joven había sido un hada buena, pero cuando se había hecho mayor todo el mundo creyó que era una bruja, y no podía ir a la ciudad. Ya se había acostumbrado a vivir sola en aquella cabaña, pero siempre le gustaba pensar que algún día alguien entraría a verla. Como el muchacho fue tan amable con ella, le dijo que le pidiera un deseo, pues se lo concedería. Y el muchacho de buen corazón viendo a la anciana tan contenta por su visita le pidió que su jardín se convirtiera en un parque infantil para niños. Y así fue, todos los niños jugaban allí y la anciana les hacia la merienda, siendo muy feliz, muy feliz al saber que la gente ya no le tenía miedo. Y todo el mundo la llamaba cariñosamente la bruja cocinera. http://desvan-lectura.blogspot.com.es/2011/12/cuentos pot.com.es/2011/12/cuentos-de-brujas.html


EL ORIGEN DE HALLOWEEN La palabra “Halloween” es una contracción de la expresión inglesa “All Hallow’s Eve”. Literalmente, significa “Víspera de Todos los Santos”. Aparentemente, pues, esta celebración macabra y humorística anglosajona estaría vinculada a una fiesta solemne y considerada como de estricta observancia por la Iglesia Católica: el Primero de Noviembre, festividad de Todos los Santos. Pero esto no es del todo cierto.

¿Cuáles son los orígenes de Halloween? El verdadero origen de esta fiesta anglosajona es milenario y de variada procedencia. Halloween tiene una raiz céltica y otra romana. Los romanos dedicaban la fiesta denominada Feralia al descanso y la paz de los muertos, haciendo sacrificios y elevando diversas plegarias a sus dioses paganos. También los romanos dedicaban una festividad a Pomona, la diosa de las cosechas y los frutos, cuyo símbolo es una manzana -obsérvese que uno de los juegos tradicionales del Halloween es el juego de morder la manzana (bobbing for apples)-. Pero con anterioridad, ya los pueblos celtas de Irlanda, Gales, Escocia y norte de Francia, celebraban la festividad llamada Samhain. Samhain o La Samon era un festival que ocurría entre finales de octubre y principios de noviembre, un rito en que se celebraba el final de la temporada de las cosechas y el comienzo del invierno. Los druidas, auténticos sacerdotes o chamanes célticos, creían que en una determinada noche, la del 31 de octubre, las brujas gozaban de mayor vitalidad, a los propios druidas se les concedía el don de adivinar el futuro, los límites entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos desaparecían completamente, e incluso, que los fantasmas de los muertos venían del otro mundo a llevarse consigo a los vivos. Por eso, en la noche de Samhain los druidas preparaban enormes fogatas y hacían conjuros, intentando ahuyentar a los malos espíritus, y la gente dejaba dulces o comida a la puerta de sus casas, en la superstición de que los difuntos, a quienes las leyendas les atribuían la autoría de las más crueles atrocidades, se irían contentos y les dejarían en paz. En aquellas gentes, para las que cualquier hecho de la naturaleza era poco menos que profético, la noche de Samhain abría el largo y crudo invierno por el que vagaban perdidos los fantasmas de los muertos del último año en busca de cuerpos que poseer para transitar al otro mundo, hasta la llegada de la primavera cuando los días son más largos y las tinieblas menguan.

Cuando el Cristianismo llega a los pueblos célticos, la tradición del Samhain


no desaparece, pese a los esfuerzos realizados por la Iglesia Católica para eliminar supersticiones paganas que pudieran entroncar con el satanismo o culto al diablo. Sin embargo la fiesta del Samhain sufre alguna transformación. En el calendario gregoriano, el 1 de noviembre pasó a ser el día de Todos los Santos; el Samhain, la víspera de Todos los Santos, pasó a denominarse All-hallows Eve y, actualmente, por contracción de la expresión, Halloween; y por su parte, el Día de los Todos los Difuntos o Día de Todas las Almas pasó a ser el 2 de noviembre. Las tres celebraciones juntas, “Eve of All Saints”, “Day of All Saints”, and “Day of All Souls”, se denominan en la tradición irlandesa Hallowmas.

A mediados del siglo XVIII, los emigrantes irlandeses empiezan a llegar a América. Con ellos llegan su cultura, su folclore, sus tradiciones, su Halloween... En un primer momento Halloween sufre una fuerte represión por parte de las autoridades de Nueva Inglaterra, de arraigada tradición luterana. Pero a finales del siglo XIX, los Estados Unidos reciben una nueva oleada de inmigrantes de origen céltico. La fiesta de Halloween, en América, se mezcla con otras creencias indias y en la secuela colonial, el Halloween incluye entre sus tradiciones el contar historias de fantasmas y la realización de travesuras, bromas o los bailes tradicionales. La gente comienza a confeccionar disfraces o trajes para Halloween.

Así, en Estados Unidos, Halloween, evoluciona y se desentiende de la tradición cristiana. Halloween se convierte en una noche con aura de débil misterio, brujas, fantasmas, duendes, espíritus, pero sin que se pierda el ánimo festivo y el buen humor. Una noche de dulces, bromas, disfraces y películas de terror, perdidos ya los miedos atávicos de los viejos ancestros irlandeses.


DÍA DE LOS DIFUNTOS El Día de Muertos tal y como se conoce hoy en día en México y en las zonas de Estados Unidos con mayor población hispana, tiene sus antecedentes en las celebraciones que realizaban los pueblos aztecas burlándose de la muerte. Los colonizadores españoles, cuando llegaron a las costas de México, observaron con malos ojos este festival pagano donde la muerte era ridiculizada y un motivo casi festivo, y trataron de reprimirlo por todos los medios. En la mentalidad ultracatólica de los conquistadores venidos de España la muerte era el fin de la vida y por lo tanto un hecho digno del máximo respeto. Para los mexicas o aztecas la muerte sólo era una puerta hacia otra vida y por lo tanto, motivo de gran alegría. Para ellos, para los pueblos precolombinos del viejo México, la vida es sólo un sueño, y tras la muerte se encontraría la verdadera vida, la auténtica realidad.

Cuando dos culturas distintas se superponen en el mismo territorio, las opciones pasan por la convivencia o por la erradicación de una de ellas. El ritual de adoración a Mictecacihuatl (Diosa azteca de la muerte) era observado desde hacía al menos dos milenios, en el noveno mes del calendario solar de los Aztecas, aproximadamente a comienzos de agosto en el calendario cristiano. Los intentos de las autoridades católicas para sofocar este ritual indígena pagano y burlesco, fracasaron. Para darle un aire más cristiano, los sucesivos gobernantes, ya educados en el Catolicismo, hicieron coincidir la “fiesta de los muertos” con el día de Todos los Santos (1 de noviembre) y con el día de Todas las Almas o Todos los Difuntos (2 de noviembre). ¿Cómo se celebra el Día de los Muertos hoy?

El Día de Muertos es hoy un evento de carácter familiar con un profundo significado: los espíritus de los muertos visitan la tierra. Este hecho para ellos es motivo de reflexión. No es algo triste ni horroroso. En estas fechas, en el interior de México, la gente visita las tumbas de sus familiares y las decoran con cirios y flores. Llevan juguetes para los niños muertos y botellas de tequila para los adultos. Se acomodan en ""mantas de picnic"" al lado de las tumbas y toman la comida favorita de sus seres queridos.

En el México urbano y en Estados Unidos, la gente erige pequeños altares en sus hogares. Sobre estos altares colocan fotos de sus familiares


difuntos rodeadas de velas, candelarias y flores. También suelen poner la música favorita de los seres queridos que se han ido y colocar sobre dicho altar su comida preferida. Son humildes ofrendas que gustan a los muertos.

Otros, imitando las viejas tradiciones aztecas más primitivas, colocan sobre esos altares unas calaveras de madera, llamadas calacas, en honor de sus familiares difuntos. También realizan calaveras de azúcar, para dar a entender que el tránsito hacia la otra vida debe ser algo dulce.

¿Qué son los Muertos Chiquitos? Como curiosidad, muchos creen que en estos días (1 de noviembre y 2 de noviembre), las almas de los muertos vienen al mundo de los vivos; pero Dios quiere que el espíritu de los niños muertos, los llamados angelitos, regresen en primer lugar (sobre el 30 y 31 de octubre, según lugares), antes que las almas de los mayores. Para ellos, para los angelitos o muertos chiquitos, se construyen altares especiales, más pequeños, donde hay copas con salsa no picante y trocitos de “pan de muerto”. En este caso, el 30 o el 31 de octubre se celebra el Día de los Muertos Chiquitos.


LOS DISFRACES DE HALLOWEEN La tradición de " disfrazarse"" y de elaborarlos en la noche de Halloween es relativamente reciente. Hoy día, en la noche de Halloween, pandillas de muchachos disfrazados recorren las calles con sus calabazas hechas faroles y asaltan las casas de sus vecinos con el unánime grito " trick or treat"". Dicen que nació en Francia entre los siglos XIV y XV, durante la celebración de la " Fiesta de Todos los Santos"" cuando Europa estaba azotada por la peste bubónica. La plaga provocó entre los católicos un gran miedo a la muerte y, de rebote, exaltó su creatividad. Las "misas" en la fiesta de los "Difuntos" se multiplicaron y nacieron muchas representaciones artísticas que le recordaban a la gente su propia mortalidad. Estas representaciones eran conocidas como la " Danza de la Muerte"" y con el tiempo dieron lugar a una auténtica "fiesta de disfraces" con la muerte como denominador común. Pero también según algunos historiadores, la costumbre de usar disfraces tiene otro origen muy distinto, aunque medieval y antiguo. En la Edad Media algunos bandoleros se aprovechaban y cometían fechorías disfrazados y cubiertos con terribles máscaras, extendiendo el rumor entre los campesinos de que los espíritus eran los culpables. La credulidad de la gente


contribuyó al crecimiento del mito y también del número de forajidos que usaban máscaras para realizar tropelías. Hoy en día el hecho de disfrazarse es totalmente festivo, el símbolo de una transformación no sólo de cuerpo, si no también de espíritu. Al igual que sucede con el Carnaval, en Halloween el disfraz es una especie de talismán contra la muerte, para que pase de largo. Los disfraces son pues una burla inofensiva contra la muerte, algo que no acaba de congeniar, como ya hemos visto, con la tradición católica más puritana. Estas son algunas ideas de disfraces, para que pases la mejor noche de Halloween: - Disfraces de diferentes extraterrestres - Trajes de criaturas de las criptas - Disfraces de la Muerte Trajes del Diablo, Satán o Belcebú. - Disfraces de Hadas. - Disfraz del monstruo de Frankestein. - Disfraz monstruoso o también de “zumbado”. - El más fácil, una sábana encima y ya tienes tu disfraz de fantasma - Disfraz de vampiro, o el más conocido, Drácula. - Disfraz de Hombre Lobo. - Consigue tu disfraz de bruja. - Disfraz de zombie o muerto vivo


LAS HOGUERAS DE HALLOWEEN Durante la noche del 31 de Octubre los druidas erigían una enorme fogata de año nuevo (para ellos el año nuevo, la nueva vida, el aumento de sus poderes ocurría la noche de Samhain). Quemaban animales, fogatas y seres humanos como sacrificio a su Dios sol y a Samhain, su divinidad de la muerte. Durante esta ceremonia diabólica la gente usaba disfraces hechos de cabezas y pieles de animales. Entonces practicaban adivinación, saltaban sobre las llamas o corrían a través de ellas, bailaban y cantaban. Todo esto era hecho para ahuyentar a los malos espíritus. Sus máscaras con sangre coagulándose y sus grotescos disfraces servirían para verse ellos mismos como espíritus malignos, y así engañar a los espíritus que entrarían ese día al mundo de los vivos y evitar ser lastimados por ellos. PUMPKIN (LA CALABAZA) Aunque no se concibe una fiesta de Halloween sin esta hortaliza, la calabaza no es un símbolo propio del primitivo Samhain ni del Halloween que celebraban los pueblos célticos de Europa. Los emigrantes irlandeses descubrieron la calabaza (pumpkin) al llegar como colonos a América (ver “Historia de Halloween”). Para conocer el origen de este fruto simbólico de la noche de las brujas y su empleo como candil terrorífico, tienes que conocer la leyenda de Jack o de Jack-o-lantern.

También te mostramos diferentes plantillas para recortar calabazas (pumpkin carving patterns), así ambientarás de forma impecable y realista la fiesta de Halloween en tu casa, lo que en los hogares estadounidenses denominan “Halloween decores”. Hoy día, en la noche de Halloween los niños norteamericanos se disfrazan y van de casa en casa con una vela introducida en una calabaza previamente vaciada. Cuando se abren las puertas de las casas estos gritan “trick or treat” (truco o trato), para dar a entender que gastarán una broma a quien no les de una especie de aguinaldo, golosina o dinero.


TRICK OR TREAT Los niños y aquellos que no lo son tanto se disfrazan, a la vez que entre ellos compiten por ver cual es el disfraz más horroroso de todos, y van de casa en casa concediendo el famoso ultimátum “trick or treat” ( truco o trato ). Conoce el origen y el significado de esta famosa expresión, sin duda la favorita de los niños en la noche de Halloween. El 31 de octubre al anochecer, Halloween entra en su apogeo. Una de las costumbres más arraigadas la noche de Halloween entre los niños (y mayores) es disfrazarse, cuanto más terrorífica y esperpénticamente mejor, y recorrer las calles al asalto de las casas del barrio. Las pandillas de niños van por la calle con sus calabazas, llaman a las puertas y cuando el inocente visitado abre la puerta, lanzan el grito unánime ""trick or treat, trick or treat"". La tradición exige que el inquilino de la casa ceda a este terrible chantaje, regalando a los niños todo tipo de dulces y golosinas de Halloween, haciendo, pues, trato (treat) con ellos. De no obrar de esta manera, el vecino moroso se expone a las temibles travesuras (tricks) de los chiquillos disfrazados de esqueletos, zombies, vampiros, momias o brujas.

Esta costumbre, trick or treat, debe su origen a la persecución de los protestantes contra los católicos en la Inglaterra de los siglos XVI y XVII.

Como consecuencia de estas persecuciones, el rey protestante James I y su Parlamento fueron víctimas de un intento de atentado pero el plan fue truncado cuando Guy Fawkes uno de los conspiradores, posteriormente ejecutado, habló bajo la presión de los verdugos y traicionó a sus compañeros de acechanza.

El hecho dio lugar a una fiesta de carácter burlesco, en que pandillas de luteranos que protegían su identidad bajo máscaras lúgubres, celebraban la fecha del descubrimiento de la traición visitando los hogares católicos y exigiendo a sus acobardados moradores cerveza y pasteles. La amenaza, se hizo popular muy pronto: ""Trick or Treat"". De esta manera el ""Día de Guy Fawkes"" llegó a América con los primeros colonos, se trasladó al 31 de octubre y se unió con la fiesta de Halloween.


¿ DE DÓNDE VIENE LA FIESTA DE HALLOWEEN? El halloween es una fiesta anglosajona, que tiene su origen más remoto en las festividades celtas por el inicio de la etapa oscura del año: Los celtas consideraban su calendario en relación a las estaciones del año, por lo que había una fiesta en cada equinoccio y solsticio; asimismo, existe una festividad más entre cada una de ellas: 1 de febrero, 1 de mayo, 1 de agosto y 31 de octubre, siendo la última de ellas el samhain (pronúncialo ""sa'veen""), que corresponde al día en que los espíritus cruzan al mundo de los vivos. Es tradicional en Escocia e Irlanda en este día derramar sal alrededor de las casas, como medida de protección frente a los espíritus, así como encender antorchas y caminar con ellas por las calles de los pueblos. Esta festividad fue cristianizada, y pasó a denominarse ""All Hallows Eve"", es decir, víspera del día de todos los santos; posteriormente, las palabras de esta denominación se unieron y formaron la palabra ""halloween"", que es la forma en que actualmente se conoce.


MI HISTORIA DE HALLOWEEN Objetivo Los estudiantes se motivarán en la creación y redacción de historias. Materiales Fragmentos de historias de terror / Hojas de papel blanco / Lapiceros / Acceso a fotocopiadora / Desarrollo 1. Divida la clase en grupos de 4 a 5 personas. Entregue a cada grupo una hoja con fragmentos de una historia espeluznante. Usted puede elegir trabajar con una sola historia para toda la clase o trabajar con dos o más historias para contrastar la actividad. Aquí le recomendamos algunos fragmentos de historia que pueden ser utilizados en la clase: a. (...) Tan pronto volteé para cerciorarme de dónde provenía la voz, escuché la puerta cerrándose tras de mí con un ruido estremecedor. Entonces corrí hacia ella para tratar de abrirla pero, por supuesto, estaba encerrado. Estaba claro que ahora no podía dar marcha atrás. De pronto, Cristian y Margarita me llamaron suavemente, casi con debilidad, fue entonces cuando comprendí que no estaba allí solo. - Si permanecemos juntos y no entramos en pánico podremos salir de aquí"dijo Margarita. - Aquí está, usemos mi correa para mantenernos unidos. Cada uno de nosotros puede coger la correa y caminaremos juntos para salir de aquí". De repente la correa voló de entre mis manos, mientras escuchaba la voz de Margarita alejarse como cayendo a algún abismo. Desorientado por unos segundos dije a Cristian:


b. La jorobada figura nos llamó a seguirla y fue entonces cuando por fin logramos entrar al castillo. Nuestros dientes temblaban y el ruido de nuestro miedo se hacía resonar en la sala llena de muebles antiguos que nos recibió a la entrada. El jorobado se giró hacia nosotros y perfilando una pequeña sonrisa nos dijo: - No se queden atrás. Mucha gente se ha perdido en estos pasillos y han muerto de hambre antes de poder ser encontrados". El decrépito hombre nos guió hacia otra sala tan grande que en la chimenea podía verse ardiendo a un árbol completo. Mientras miraba alrededor descubrí unos ojos dorados que brillaban en la oscuridad desde un rincón de la habitación. Nuestro anfitrión dijo: "No te preocupes mi niña", cuando vio mi impresión al encontrar aquellos ojos, "es tan solo Fiona y en este momento no tiene ni un poco de hambre. Ella devoró un pequeño cerdo entero esta mañana". Al escuchar la voz del jorobado, Fiona gruño dulcemente, mientras tanto él dijo: "regreso enseguida con algo de chocolate caliente. Reúnanse alrededor del fuego para que estén más cómodos mientras regreso. Pero no traten de salir de esta habitación o" ...".

1. Una vez cada grupo tenga su fragmento de historia, invítelos a que entre ellos construyan la continuación del cuento. 2. Cuando los grupos terminen su tarea, socialice las diferentes versiones, lea en voz alta las historias creadas y comparta las impresiones de los estudiantes acerca de la experiencia de escribir historias de suspenso.


Leyendas Gustavo Adolfo BĂŠcquer RECURSOSEP wordpress.com


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El Monte de las Ánimas La noche de difuntos me despertó a no sé qué hora el sonido de las campanas. Su sonido aburrido y eterno me recordó esta leyenda que oí hace poco en Soria. Intenté dormir de nuevo. ¡Imposible! Para pasar el rato, decidí escribirla. Yo la oí en el mismo lugar en que ocurrió y la he escrito girando algunas veces la cabeza con miedo, cuando sentía crujir los cristales de mi balcón, estremecidos por el aire frío de la noche. Pase lo que pase, allá va, como el caballo de copas.

CAPÍTULO I —Atad los perros, tocad las trompetas para que se reúnan los cazadores y volvamos a la ciudad. La noche se acerca, es día de Todos los Santos y estamos en el Monte de las Ánimas. —¡Tan pronto! —Si fuera otro día, acabaría con ese rebaño de lobos que las nieves del Moncayo han arrojado de sus madrigueras; pero hoy es imposible. Dentro de poco sonará la oración en los Templarios, y las ánimas de los difuntos comenzarán a tocar su campana en la capilla del monte. —¡En esa capilla ruinosa! ¡Bah! ¿Quieres asustarme? —No, hermosa prima. Tú ignoras lo que sucede en este país, porque hace menos de un año que has venido desde muy lejos. Frena tu yegua, yo también pondré la mía al paso, y mientras dura el camino te contaré esa historia. Los pajes se reunieron en alegres y bulliciosos grupos. Los condes de Borges y de Alcudiel montaron en sus magníficos caballos, y todos juntos siguieron a sus hijos Beatriz y Alonso, que dirigían la comitiva a bastante distancia.

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Mientras caminaban, Alonso narró de esta manera la prometida historia: —Ese monte que hoy llaman de las Ánimas pertenecía a los templarios, cuyo convento ves allí, a orillas del río. Los templarios eran guerreros y religiosos a la vez. Cuando se conquistó Soria a los árabes, el rey los trajo de tierras lejanas para defender la ciudad por la parte del puente, ofendiendo con ello a sus nobles de Castilla, que habrían sabido defenderla solos, igual que la conquistaron. Entre los caballeros de la nueva y poderosa orden y los hidalgos de la ciudad fue creciendo durante años un odio profundo que acabó por estallar. Los primeros reservaban caza abundante para satisfacer sus necesidades y contribuir a sus placeres. Los segundos decidieron organizar una gran cacería en el coto, a pesar de las severas prohibiciones de los clérigos con espuelas, como llamaban a sus enemigos. El desafío llegó a oídos de todos, y nada consiguió detener a unos en su manía de cazar y a los otros en su empeño por evitarlo. El proyectado enfrentamiento se llevó a cabo. Aquello no fue una cacería. Fue una batalla espantosa: el monte quedó lleno de cadáveres. Los lobos, a quienes se quiso exterminar, tuvieron un sangriento festín. Al final, el rey impuso su autoridad: el monte, que había ocasionado tantas desgracias, se declaró abandonado, y la capilla de los religiosos, situada en el mismo monte se convirtió en ruinas. Desde entonces, dicen que cuando llega la noche de difuntos se oye doblar sola la campana de la capilla, y que las ánimas de los muertos, envueltas en sábanas, corren como en una cacería fantástica por entre la maleza y las zarzas. Los ciervos braman espantados, los lobos aúllan, las culebras dan horrorosos silbidos, y al día siguiente se han visto sobre la nieve las huellas de los descarnados pies de los esqueletos. Por eso en Soria le llamamos el Monte de las Ánimas, y por eso he querido salir de él antes de que caiga la noche. El relato de Alonso concluyó justamente cuando los dos jóvenes llegaban al extremo del puente que da paso a la ciudad por aquel lado. Allí esperaron al resto de la comitiva a la que se incorporaron para después marchar a las estrechas y oscuras calles de Soria.

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CAPÍTULO II Los sirvientes acababan de quitar la mesa; la alta chimenea gótica del palacio de los condes de Alcudiel despedía un vivo resplandor, iluminando a grupos de damas y caballeros que conversaban familiarmente alrededor de la luz, y el viento azotaba los vidrios del salón. Solo dos personas parecían ajenas a la conversación general: Beatriz y Alonso. Beatriz, sumida en sus pensamientos, seguía con los ojos los caprichos de la llama. Alonso miraba el reflejo de la hoguera chispear en las azules pupilas de Beatriz. Ambos guardaban silencio desde hacía rato. Las dueñas contaban, acerca de la noche de difuntos, cuentos de terror cuyos protagonistas eran espectros y fantasmas; mientras, las campanas de las iglesias de Soria doblaban a lo lejos con un tañido aburrido y triste. —Hermosa prima —exclamó al fin Alonso, rompiendo el largo silencio en que se encontraban—, pronto vamos a separarnos, tal vez para siempre; sé que no te gustan las áridas llanuras de Castilla, sus costumbres toscas y guerreras, sus hábitos sencillos y patriarcales; te he oído suspirar varias veces, quizás por algún enamorado de tu lejana tierra. Beatriz hizo un gesto de fría indiferencia: todo un carácter de mujer se reveló en aquella despreciativa contracción de sus delgados labios. —De un modo u otro, presiento que no tardaré en perderte... Al separarnos, quisiera que te llevases un recuerdo mío... ¿Te acuerdas de cuando fuimos al templo a dar gracias a Dios por haber recuperado la salud en esta tierra? La joya que sujetaba la pluma de mi gorra llamó tu atención. ¡Qué hermosa estaría sujetando un velo sobre tu hermosa cabellera! Ya ha sujetado el de una novia; mi padre se la regaló a mi madre, y ella la llevó al altar... ¿La quieres? —No sé— contestó la hermosa—, pero en mi país un regalo recibido supone un compromiso. Solo en un día de ceremonia debe aceptarse un presente de manos de un pariente…

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El acento helado con que Beatriz pronunció estas palabras desconcertó un momento al joven que, después de tranquilizarse, dijo con tristeza: —Lo sé, prima; pero hoy se celebran Todos los Santos, y el tuyo entre todos; hoy es día de ceremonias y presentes. ¿Quieres aceptar el mío? Beatriz se mordió ligeramente los labios y extendió la mano para tomar la joya, sin añadir una palabra. Los dos jóvenes volvieron a quedarse en silencio, y volvió a oírse la cascada voz de las viejas que hablaban de brujas y de espíritus y el zumbido del aire que hacía crujir los vidrios de las ventanas, y el triste y aburrido doblar de las campanas. A los pocos minutos, se reanudó el diálogo de este modo: —Y antes de que termine el día de Todos los Santos, en que así como el tuyo se celebra el mío, puedes dejarme un recuerdo, ¿lo harás?— dijo él clavando una mirada en la de su prima, que brilló como un relámpago. —¿Por qué no?— exclamó ésta llevándose la mano al hombro derecho como para buscar alguna cosa entre las pliegues de su manga de terciopelo bordado de oro... Después, con una infantil expresión de sentimiento, añadió: —¿Te acuerdas de la banda azul que llevé hoy a la cacería, y que su color me dijiste que era la insignia de tu alma? —Sí. —Pues... ¡se ha perdido! Se ha perdido, y pensaba dejártela como un recuerdo. —¡Se ha perdido!, ¿y dónde?— preguntó Alonso incorporándose de su asiento y con una indescriptible expresión de temor y esperanza. —No sé... en el monte acaso. —¡En el Monte de las Ánimas!— murmuró dejándose caer sobre el asiento. Luego prosiguió con voz entrecortada y sorda:

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—Tú lo sabes, lo habrás oído mil veces; en la ciudad, en toda Castilla, me llaman el rey de los cazadores. La alfombra que pisan tus pies son de fieras que he matado con mi mano. Yo conozco sus guaridas y sus costumbres; y he combatido con ellas de día y de noche, a pie y a caballo, solo y en batida, y nadie dirá que me ha visto huir del peligro en ninguna ocasión. Otra noche volaría por esa banda, y volaría gozoso como a una fiesta; y, sin embargo, esta noche... esta noche. ¿Para qué ocultártelo?, tengo miedo. ¿Oyes? Las campanas doblan, la oración ha sonado en San Juan del Duero, las ánimas del monte comenzarán ahora a levantar sus amarillentos cráneos entre las malezas que cubren sus tumbas... ¡las ánimas! Mientras el joven hablaba, una sonrisa imperceptible se dibujó en los labios de Beatriz, que cuando hubo finalizado exclamó con un tono indiferente y mientras el fuego del hogar resplandecía, donde saltaba y crujía la leña, arrojando chispas de mil colores: —¡Oh! Eso de ningún modo. ¡Qué locura! ¡Ir ahora al monte por semejante tontería! ¡Una noche tan oscura, noche de difuntos, y cuajado el camino de lobos! Al decir esta última frase se pasó la mano por la frente, como para arrancarse el miedo que estaba en su cabeza y no en su corazón, y con voz firme exclamó, dirigiéndose a la hermosa, que estaba aún inclinada sobre el hogar entreteniéndose en revolver el fuego: —Adiós Beatriz, adiós... Hasta pronto. —¡Alonso! ¡Alonso!— dijo ésta, volviéndose con rapidez; pero cuando quiso pararle, el joven había desaparecido. A los pocos minutos se oyó el rumor de un caballo que se alejaba al galope. La hermosa, con una gran expresión de orgullo, prestó atención a aquel rumor que se contaba, que se perdía, que se desvaneció por último. Las viejas continuaban en sus cuentos de ánimas aparecidas; el aire zumbaba en los vidrios del balcón y las campanas de la ciudad doblaban a lo lejos.

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CAPÍTULO III Había pasado una hora, dos, tres; la media noche estaba a punto de sonar, y Beatriz se retiró a su oratorio. Alonso no volvía, no volvía, cuando en menos de una hora pudiera haberlo hecho. —¡Habrá tenido miedo!— exclamó la joven cerrando su libro de oraciones y acercándolo a su lecho, después de haber intentado murmurar algunos de los rezos que la iglesia ofrece en el día de difuntos a los que ya no existen. Después de haber apagado la lámpara y cruzado las dobles cortinas de seda, se durmió; se durmió con un sueño inquieto, ligero, nervioso. Las doce sonaron en el reloj del Postigo. Beatriz oyó entre sueños las vibraciones de la campana, lentas, sordas; tristísimas, y entreabrió los ojos. Creía haber oído pronunciar su nombre; pero lejos, muy lejos, y por una voz ahogada y doliente. El viento gemía en los vidrios de la ventana. —Será el viento— dijo; y poniéndose la mano sobre el corazón, procuró tranquilizarse. Pero su corazón latía cada vez con más fuerza. Las puertas del oratorio habían crujido de forma aguda. Primero unas y luego las otras más cercanas, todas las puertas que daban paso a su habitación iban sonando por su orden, éstas con un ruido sordo y grave, aquéllas con un lamento largo. Después silencio, un silencio lleno de ruidos extraños, el silencio de la media noche, con lejanos ladridos de perros, voces confusas, palabras ininteligibles; ecos de pasos que van y vienen, crujir de ropas que se arrastran, suspiros que se ahogan, respiraciones fatigosas que casi se sienten, estremecimientos involuntarios que anuncian la presencia de algo que no se ve y cuya aproximación se nota no obstante en la oscuridad. Beatriz, temblorosa, adelantó la cabeza fuera de las cortinillas y escuchó un momento. Oía mil ruidos diversos; se pasaba la mano por la frente, volvía a escuchar: nada, silencio. —¡Bah!— exclamó, volviendo a poner su hermosa cabeza sobre la almohada de raso azul del lecho—; ¿soy yo tan miedosa como esas pobres gentes, cuyo corazón palpita de terror bajo una armadura?

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Y cerrando los ojos intentó dormir... Pronto volvió a incorporarse más pálida. Ya no era una ilusión: unas pisadas lentas sonaban sobre la alfombra; el rumor de aquellas pisadas era sordo, casi imperceptible, pero continuado, y además se oía crujir una cosa como madera o hueso. Y se acercaban, se acercaban. Beatriz lanzó un grito agudo, y envolviéndose en la ropa que la cubría, escondió la cabeza y aguantó el aliento. Así pasó una hora, dos, la noche, un siglo, porque la noche aquella pareció eterna a Beatriz. Al fin se hizo de día: vuelta de su temor, entreabrió los ojos a los primeros rayos de la luz. Después de una noche de insomnio y de terrores, ¡es tan hermosa la luz clara y blanca del día! Separó las cortinas de seda, y ya se disponía a reírse de sus temores pasados, cuando de repente un sudor frío cubrió su cuerpo, sus ojos se desencajaron y una palidez mortal descoloró sus mejillas: sobre su silla se encontraba sangrienta y desgarrada la banda azul que perdió en el monte, la banda azul que fue a buscar Alonso. Cuando sus criados llegaron horrorizados a contarle sobre la muerte del primogénito de Alcudiel, que a la mañana había aparecido devorado por los lobos entre las malezas del Monte de las Ánimas, la encontraron inmóvil, con las manos a una de las columnas de la cama, desencajados los ojos, entreabierta la boca; blancos los labios, muerta; ¡muerta de horror!

CAPÍTULO IV Dicen que después de este suceso, un cazador despistado que pasó la noche de difuntos sin poder salir del Monte de las Ánimas, y que al otro día, antes de morir, pudo contar lo que viera, relató cosas horribles. Entre otras, cuenta que vio a los esqueletos de los antiguos templarios y de los nobles de Soria enterrados en el atrio de la capilla levantarse al punto de la oración con un ruido horrible, y caballeros sobre caballos, perseguir como a una fiera, a una mujer hermosa, pálida y despeinada, que con los pies desnudos y sangrientos, y arrojando gritos de horror, daba vueltas alrededor de la tumba de Alonso.

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Maese Pérez el organista En Sevilla, mientras esperaba que comenzase la misa del Gallo, oí esta leyenda a una señora del convento. Como era normal, después de oírla esperé impaciente que comenzara la ceremonia. Nada menos increíble que la melodía del órgano de Santa Inés que tocaba su organista aquella noche. Al salir de la misa dije a la señora de forma burlesca: —¿A qué se debe que el órgano de maese Pérez suene ahora tan mal? —¡Es que ése no es el suyo! —me contestó la vieja. —¿No es el suyo? ¿Qué le ocurrió al suyo? —Se rompió a pedazos hace años. —¿Y el organista? —No ha vuelto a aparecer por aquí desde que colocaron al que ahora lo sustituye.

CAPÍTULO I —¿Veis ese señor de la capa roja y la pluma blanca en el sombrero? Pues ése es el marqués de Moscoso, enamorado de la duquesa de Villapineda, que se encuentra viuda. Se dice que antes de gustarle esta dama había pedido en matrimonio a la hija de un rico y tacaño señor... ¡Calla! Ahí se acerca, ¿veis aquel que viene con una capa oscura y acompañado de su criado con una linterna? Mirad cómo la gente del pueblo le abre paso y lo saluda. Toda Sevilla lo conoce por su gran fortuna. Mirad, mirad ese grupo de señores enfermos, y ese caballero que solo va a la iglesia a escuchar la música... ¡También están las gentes del duque de Alcalá! Vamos, vamos, ya comienzan los golpes... Pero, ¡calle! ¿Qué es eso? ¿Qué resplandor es aquel?

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—Vedlo qué hermoso está con sus hábitos morados... Dios le conserve en su silla tantos siglos como deseo de vida para mí. Pero, vamos, vecina, vamos a la iglesia, que algunas noches como ésta suele llenarse y no cabe ni un grano de trigo... Buen negocio tienen las monjas con su organista... ¿Cuándo se ha visto el convento tan beneficiado como ahora? También puede decirse que le han hecho a maese Pérez propuestas magníficas: hasta el señor arzobispo le ha ofrecido montes de oro por llevarlo a la catedral... Pero él, nada... Primero dejaría la vida que abandonar su órgano favorito... ¿No conocéis a maese Pérez? Seréis nuevas en el barrio... Pues es un santo y pobre varón... Sin más pariente que su hija, ni más amigos que su órgano... ¡Cuidado que el órgano es viejo!... Pues nada; él se da tal destreza en arreglarlo y cuidarlo, que suena de maravilla... Porque no sé si os lo he dicho, pero el pobre es ciego de nacimiento... Y, ¡con qué paciencia lleva su desgracia!... Cuando le preguntan que cuánto daría por ver, responde: Mucho, pero no tanto como creéis, porque tengo esperanzas. Ya tengo setenta y seis años y por muy larga que sea mi vida, pronto veré a Dios— añade, sonriendo como un ángel—. ¡Pobrecito! Y si lo verá..., porque es humilde como las piedras de la calle, que se dejan pisar de todo el mundo... Su padre tenía la misma profesión que él. Yo no lo conocí, pero mi señora madre dice que lo llevaba siempre al órgano consigo para darle a los fuelles. Luego a la muerte de su padre él heredó el cargo... Siempre toca bien, pero en semejante noche como ésta es una maravilla... El tiene una gran devoción por esta ceremonia de la misa del Gallo, y a las doce en punto las voces de su órgano son voces de ángeles... En fin, ¿para qué tengo que contarle lo que está noche verá? Y no se crea que sólo la gente que sabe reconoce su mérito. Todas esas bandadas que veis llegar con velas encendidas, cantando villancicos a gritos y al compás de sus instrumentos, callan como muertos cuando pone maese Pérez las manos en el órgano, de todos los ojos caen enormes lagrimones y al finalizar se oye un suspiro inmenso, que no es más que la respiración del público contenida mientras dura la música... Pero vamos, vamos; ya han dejado de tocar las campanas, y va a comenzar la misa.

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CAPÍTULO II La iglesia estaba iluminada, los pajes, envueltos en sus capas de color de oro, cogieron el libro de oraciones de manos de sus dueñas y formaron un brillante círculo alrededor de la verja del altar. Junto a aquella verja se encontraban también los caballeros veinticuatro, que parecían formar un muro para defender a sus hijas y a sus esposas del contacto de la gente. Esta, acompañada del sonido de las sonajas y los panderos, al mirar aparecer al arzobispo echó por tres veces la bendición al pueblo. Era hora de que comenzase la misa. Transcurrieron algunos minutos sin que el organista apareciese y la muchedumbre comenzaba a inquietarse por su impaciencia. —Maese Pérez se ha puesto malo, muy malo y será imposible que asista a la misa de medianoche— comentó un familiar. La noticia se propagó rápidamente y comenzó a notarse tal bullicio en el templo, que los alguaciles entraron a rogar silencio. En aquel momento, un hombre con mal aspecto y bizco se adelantó hasta el sitio que ocupaba el arzobispo. —Maese Pérez está enfermo—dijo—. La ceremonia no puede empezar. Si queréis, yo tocaré el órgano en su ausencia, que si maese Pérez es el primer organista del mundo, ni a su muerte dejará de usarse este instrumento por su falta. El arzobispo hizo una señal de afirmación con la cabeza, y algunos comenzaban a quejarse ya que conocían a aquel personaje por un organista envidioso. De repente se oyó en el atrio un ruido espantoso. —¡Maese Pérez está aquí!... Maese Pérez, pálido y desencajado, entraba en la iglesia en un sillón que todos discutían por llevar en sus hombros. —No— había dicho—. Esta será la última vez que toque el órgano, lo sé, y no quiero morir sin visitarlo esta noche. Vamos, lo quiero, lo mando. Vamos a la iglesia.

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Sus deseos se habían cumplido. Los asistentes lo subieron a la tribuna y comenzó la misa. En aquel punto sonaban las doce en el reloj de la catedral. Por fin llegó el momento en que el sacerdote toma con sus dedos la Sagrada Forma y comienza a elevarla. Una nube de incienso llenó la iglesia. Las campanas repicaron con un sonido vibrante y maese Pérez puso sus manos sobre las teclas del órgano y el órgano comenzó a sonar hasta que el sonido se perdió poco a poco. El sacerdote inclinó la frente y, por encima de su cabeza cana, apareció la Hostia. En aquel momento, la nota que maese Pérez sostenía se abrió y una armonía conmovió la iglesia. En todos los ojos había una lágrima. El órgano siguió sonando, pero sus voces se apagaban gradualmente como una voz que se pierde de eco en eco, se aleja y se debilita al alejarse, cuando de pronto sonó un grito en la tribuna, un grito desgarrador, agudo, un grito de mujer. El órgano emitió un sonido extraño, semejante a un lamento y quedó mudo. La gente se reunió rápidamente a la escalera con preocupación. —¿Qué ha sucedido? ¿Qué pasa?— se decían unos a otros, y nadie sabía responder. —¿Qué ha sido eso?— preguntaron las damas al asistente, que pálido, se dirigía al puesto donde lo esperaba el arzobispo. —¿Qué sucede? —Que maese Pérez acaba de morir. En efecto, los primeros fieles vieron al pobre organista caído de boca sobre las teclas de su viejo instrumento mientras su hija, arrodillada a sus pies, lloraba entre suspiros y lamentos.

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CAPÍTULO III —Buenas noches, mi señora Baltasara. ¿También viene usted esta noche a la misa del Gallo? Por mi parte, pensaba ir a oírla a la parroquia pero desde que murió maese Pérez... ¡Pobrecillo! ¡Era un santo!... Aún conservo un pedazo de su chaleco como recuerdo... Parece cosa hecha que el organista de San Román, aquel bizco que siempre está echando pestes de los otros organistas, va a tocar esta Nochebuena en lugar de maese Pérez. Ya sabrá usted que nadie quería comprometerse a hacerlo, ni su hija. Y era natural: acostumbrados a oír aquellas maravillas, cualquiera otra cosa había de parecernos mala. Cuando la iglesia había decidido, como muestra de respeto, que el órgano permaneciera callado esta noche, este hombre se presenta para tocarlo... Cierto que la culpa no es suya, sino de los que lo consienten. Cualquiera diría que nada ha cambiado de un año a otro. Los mismos personajes, el mismo lujo, la misma animación en el atrio, la multitud en el templo... ¡Ay, si levantara la cabeza el muerto! Se volvía a morir por no oír su órgano tocado por manos semejantes. Lo que él no sabe es que las gentes del barrio le preparan una buena broma al intruso: cuando llegue el momento de poner la mano sobre las teclas, comenzarán a sonar panderos y zambombas... Pero, calle, ya entra en la iglesia el héroe de la función. Vamos, vamos, que hace ya rato que llegó el arzobispo y va a comenzar la misa... Vamos, que me parece que esta noche va a darnos que contar para muchos días. Ya comenzaba la ceremonia. El templo estaba tan brillante como el año anterior. El nuevo organista había subido a la tribuna, donde tocaba una pésima melodía. Entre la gente se oía un rumor confuso: —Es un listo que no hace nada bien— decían los unos. —Es un torpe, que después de haber puesto estropeado el órgano de su parroquia, viene a probar el de maese Pérez —decían los otros. Y mientras éste se preparaba con el pandero y aquel percibía sus sonajas, todos se disponían a hacer ruido.

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Al fin llegó el esperado momento en el que, después de inclinarse y murmurar algunas palabras santas, tomó la Hostia en sus manos... Las campanillas repicaron y el órgano sonó. Todos los instrumentos sonaron, aunque sólo duraron algunos segundos. El segundo acorde se sostenía aún, llenando la iglesia de una armonía inagotable y sonora. Cantos celestes, notas sueltas de una melodía lejana que suena a intervalos... todo lo expresaban las cien voces del órgano con más fuerza que jamás antes lo habían expresado... Cuando el organista bajó de la tribuna, la muchedumbre que se acumuló a la escalera fue tanta que el asistente tuvo que mandar a algunos de sus alguaciles para que le fueran abriendo camino hasta llegar al altar mayor, donde el prelado lo esperaba. —Ya veis —le dijo este último cuando lo trajeron a su presencia—. Vengo desde mi palacio sólo por escucharos. ¿Seréis tan cruel como maese Pérez, que nunca me dejó tocar la Nochebuena en la misa de la catedral? —El año que viene prometo daros gusto— respondió el organista. —¿Y por qué?— interrumpió el arzobispo. —Porque es viejo y malo, y no puede expresar todo lo que se quiere— añadió el organista. Todos se marcharon, pero cuando la demandadera se disponía a cerrar las puertas de la entrada del atrio, se divisaban aún dos mujeres que después de santiguarse rezar una oración siguieron su camino. —¿Qué quiere mi señora doña Baltasara?— decía la una—. Ese hombre no puede haber tocado lo que acabamos de escuchar... Si yo lo he oído mil veces en otras parroquias, y el señor cura ha tenido que echarlo por malo. Recuerdo a maese Pérez cuando, en semejante noche como ésta, bajaba de la tribuna después de tocar el órgano. ¡Qué maravilla!

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CAPÍTULO IV Había transcurrido un año más. La abadesa del convento de Santa Inés y la hija de Maese Pérez hablaban en voz baja. —Ya lo veis— decía la monja superiora— no hay nadie en el templo. Toca el órgano, tócalo sin miedo... ¿Qué os pasa? ¿Qué tenéis? —Tengo... miedo— exclamó la joven con un acento profundamente conmovido. —¿Miedo? ¿De qué? —De algo sobrenatural... Anoche pensé arreglar unos registros del órgano para la misa; vine sola, abrí la puerta de la tribuna, las campanas estuvieron sonando todo el tiempo... La iglesia estaba desierta y oscura, y en el fondo, brillaba la luz de la lámpara que arde en el altar mayor... Allí vi a un hombre que tocaba el órgano. Sentía en mi cuerpo como un frío glacial, y en mis sienes fuego... Entonces quise gritar, pero no pude. Aquel hombre había vuelto la cara y me había mirado, digo mal, no me había mirado, porque era ciego... ¡Era mi padre! —¡Bah! Hermana, no cuentes fantasías y reza conmigo. Ve a ocupar la tribuna del órgano; la misa va a comenzar, y ya esperan con impaciencia los fieles... Vuestro padre está en el cielo, y desde allí bajará a inspirar a su hija en esta ceremonia solemne. La hija de maese Pérez abrió con mano temblorosa la puerta de la tribuna para sentarse en el banquillo del órgano, y comenzó la misa. Comenzó la misa y siguió sin que ocurriera nada notable hasta que, de repente, sonó el órgano, y al mismo tiempo que el órgano, un grito de la hija de maese Pérez. La superiora, las monjas y algunos de los fieles corrieron a la tribuna. —¡Miradlo! ¡Miradlo!— decía la joven. El órgano estaba solo y seguía sonando como los ángeles.

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—¿No os lo dije una y mil veces, mi señora doña Baltasara? Oídlo. ¿no estuvisteis anoche en la misa del Gallo? Pero sabréis lo que pasó; en toda Sevilla no se habla de otra cosa... El señor arzobispo está hecho una furia... Haber dejado de asistir a Santa Inés... ¿y para qué?... Para oír un escándalo, porque personas que lo oyeron dicen que lo que hizo el dichoso organista de San Bartolomé en la catedral no fue otra cosa... Si lo decía yo. Eso no puede haberlo tocado nada más que el alma de maese Pérez.

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A

ctividades: El Monte de las Ánimas

1

Asocia cada diálogo al personaje correspondiente:

—Atad los perros, la noche se acerca y es día de Todos los Santos. —¡Tan pronto! —Hoy es imposible, las ánimas de los difuntos comenzarán a tocar la campana en la capilla del monte.

—¡En esa capilla en ruinas! ¿Pretendes asustarme? —No, hermosa prima, hace poco que has venido desde tu país y no lo comprendes.

2

Indica si las siguientes afirmaciones son verdaderas (V) o falsas (F) y, después, corrige las falsas: Los condes de Borges eran los padres de Alonso. Alonso y Beatriz eran primos. Alonso regaló a Beatriz un collar heredado de su madre. La banda azul que fue a recoger Alonso no apareció más.

3

¿Por qué Alonso decide salir del Monte de las Ánimas antes de que anochezca?

4

Mientras sonaban las campanas de las iglesias de Soria, Alonso y Beatriz se encontraban en palacio de los condes de Alcudiel. Allí, también se encontraban unas ancianas junto a la chimenea. ¿Qué estaban haciendo?

5

Responde a las siguientes cuestiones:

a) ¿Qué pretende regalar Alonso a Beatriz? b) ¿Por qué decide entregarle eso? c) ¿Por qué no quiere aceptar el regalo? d) ¿Por qué termina aceptándolo? e) ¿Qué quiere regalarle Beatriz a Alonso? f) ¿Por qué no se lo entrega?

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6

El ambiente de terror se consigue con la sucesión de ruidos que percibe Beatriz entre sueños. Numera del 1 al 5 el orden en que Bécquer recoge estos elementos:

Puertas que crujen y se cierran. Silencio con rumores extraños. Vibraciones de las campanas. Viento que gime en los cristales. Voz que parece pronunciar el nombre de Beatriz.

7

Después de leer la leyenda y tras meditar sobre el comportamiento de Beatriz, descríbela nombrando sus rasgos físicos, vestimenta y carácter.

8

Al terminar la terrible noche, Beatriz se levanta y descubre la banda azul sobre su silla. ¿Cómo fue a parar allí? ¿Cómo estaba?

9

Busca en la sopa de letras 10 palabras relacionadas con esta leyenda:

C R I R O D S E C A P D S E L

A E M I L I G L E S I A I R I

M A E D U C U D O P A O Z O E

P P E I O A E X E O G E O D C

A A P A S O R U I D O S A P O

N D O F L C A U P A L C I U R

A A R L N O C H E O L F B E T

S D U A S N N U D I A E E F I

T O T O D L A S A E B E A I N

L R U N U E E P O I A J T P A

I O M U R A B I D E C A R U S

F E B A E D O J E R A O I R U

O C A O U P E E A O S E Z O I

G R U A B A N D A U E Ñ U L R

E P E O H I U L E O T O G U Q

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A

ctividades: Maese Pérez el organista

1

Di si las siguientes afirmaciones son verdaderas o falsas:

Maese Pérez se quedó ciego con el paso de los años. El padre de maese Pérez trabajaba como director de coro en el convento de Santa Inés. Siempre que maese Pérez toca el órgano la gente comienza a llorar. El marqués de Moscoso se encuentra viudo.

2

Maese Pérez sabía que pronto moriría, así que se dirigió al convento a tocar por última vez su órgano. Mientras tocaba se escuchó un grito de una mujer. ¿De quién era ese grito? ¿Por qué?

3

Pasado un año desde la muerte de maese Pérez, ¿cómo estaba la iglesia?

4

Cuando terminó de tocar el pésimo organista, la gente se quedaron con la boca abierta. Di qué quiere decir esta expresión y relaciónala con el contexto dentro del capítulo III.

5

¿Qué oficio desempeñaba la hija de maese Pérez tras la muerte de éste?

6

Describe lo que le contó la hija de maese Pérez a la abadesa del convento de Santa Inés.

7

¿Quién resultaba tocar el órgano finalmente?

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