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4 TURISMO DE ESPACIOS LITORALES E INSULARES Antoni Albert Artigues
El turismo litoral e insular Distribuci贸n mundial del turismo litoral El turismo de cruceros El turismo lacustre
4.1 4.2 4.3 4.4
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Parte II: Los tipos de turismo
4.1. El turismo litoral 4.1.1. Evolución histórica del turismo litoral a mediados del siglo xvIII, y tras la publicación de diversos tratados médicos sobre los efectos saludables de los baños de mar, la balneoterapia inició su desarrollo puntual en las costas del Canal de la Mancha y del Mar del Norte; fue el momento en que surgieron los primeros balnearios litorales (Scarborough, Brighton, Margate, en Inglaterra; Ostende, en Bélgica; Boulogne-sur-Mer, en Francia; más tardíamente, Scheveningen y Zandvoort, en Holanda). a lo largo del primer cuarto del siglo xIx estos centros litorales, y otros que con el paso del tiempo se irían añadiendo en las costas bálticas y en el Cantábrico, suplantaron, primero tímidamente, luego con empuje, las estaciones termales del interior: será el paso de centro balneario clásico al centro litoral. este cambio de localización preferente estuvo acompañado de una ampliación social de los usuarios, pasando de la aristocracia a la alta burguesía del incipiente capitalismo industrial; así como de una funcionalización cada vez más claramente de ocio y recreo, quedando en un segundo plano el carácter terapéutico (un periódico inglés de la época comentaba en este sentido: “Carreras por la mañana, champagn, derroche, y ruido y falta de sentido, junta estas frases y tienes una completa demostración de todo lo que está pasando en Brightelmstone [antiguo topónimo de Brighton]” (cit. en Dewailly, 1989). en el tránsito de la Ilustración a la revolución Industrial, y en relación a la formación y ampliación de la cultura de los jóvenes, las clases pudientes desarrollaron, asimismo, la práctica del viaje iniciático hacia las riberas del Mediterráneo, en particular en dirección a la “Italia del renacimiento” pero también hacia el Levante (Grecia, turquía, egipto), lo que se dio en llamar, en el lenguaje de la época, el Grand tour. es la época del viajero romántico, preferentemente centroeuropeo, que descubre el exotismo del sur (lord Cavendish en el litoral francés, que luego se denominará “Côte d’azur”; lord Byron en Grecia; la pareja Chopin-Sand en Mallorca). algunos de estos viajeros al publicar sus experiencias e impresiones como crónicas de viaje reforzaron la atracción del litoral meridional. Pronto, en lo que hasta entonces habían sido pueblos costeros y de pesca, los viajeros de alta condición social fueron estableciendo sus villas y palacetes de columnatas,
amplias escaleras, pérgolas y balaustradas, en los que pasar las temporadas invernales buscando la clemencia meteorológica. es la génesis de las primeras rivieras en el Mediodía francés (Niza y Cannes) y en el litoral de la Liguria italiana (Bordighera, rapallo, Portofino, San remo). a diferencia del actual turismo litoral, de sol y playa, los centros pioneros antes mencionados lo fueron en función de la benignidad del clima en invierno, pues el baño sólo se recomendaba como práctica curativa y la moda exigía la blancura de tez. Se estaba aún muy lejos del turismo masivo; la mayor parte de la población estaba implicada como fuerza de trabajo en el proceso de industrialización, desarrollando jornadas de doce y más horas sin derecho a días de descanso. Pero a medida que se producía el desarrollo de las fuerzas productivas y se dejaban sentir los efectos de las organizaciones obreras en la reclamación de sus derechos, empezaba a tomar cuerpo la posibilidad de extender un tiempo de ocio remunerado a la población trabajadora. entre 1850 y 1875, en Inglaterra, gradualmente y por sectores de actividad, se dieron las primeras iniciativas que reconocían la media jornada del sábado como “día de vacación”; por ejemplo, la Bank Holiday act de 1871 (Burton, 1997). así como la difusión de la revolución Industrial aparece ligada al establecimiento de las redes ferroviarias, el desarrollo turístico dependió, en gran medida, del ferrocarril (Lozato-Giotart, 1990). el nuevo medio de transporte facilitaba el desplazamiento en tiempo y coste, además de poner al alcance de masas cada vez más numerosas los incipientes destinos de la costa. antes del ferrocarril se empleaban 35 horas en el trayecto París-Boulogne, y casi dos días entre Londres y Brighton; con la implantación de las líneas férreas estas mismas distancias-tiempo pasaron a ser, respectivamente, de 4 y 2 horas (Dewailly, 1989). Con el tren y la implantación de la jornada y media de descanso se inició a fines del pasado siglo un rápido e intenso crecimiento del turismo interior de fin de semana, desde las ciudades industriales a los centros litorales ya establecidos y a otros que fueron organizándose. es el caso de Bournemouth en el sur de Inglaterra, Le touquet en la región del Pasde-Calais (Francia), Lubmin en el Báltico prusiano; o, en estados Unidos, atlantic City como lugar de ocio para las metrópolis de Philadelphia y Nueva York.
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Con la ampliación social del tiempo de ocio en el primer cuarto del siglo xx, y en paralelo a la diversificación de los centros turísticos de litoral, se desarrollaron pautas de segregación socioespacial en los núcleos costeros. en el turismo de la vertiente europea atlántica, el pier, malecón al que se podía acceder previo pago de entrada, fue el medio más frecuente de selección de los usuarios-turistas (Dewailly, 1989). en la vertiente mediterránea, las clases acomodadas desarrollaron un turismo de lujo apoyado tanto en hoteles exclusivos que han quedado como imagen del turismo elitista (el Negresco en Niza, o el Carlton en Cannes), como en la multiplicación de equipamientos de ocio (casinos, hipódromos y clubes de polo, teatros de opera, yacht-club). La numerosa afluencia de grupos de población de clases medias urbanas favoreció la fragmentación del paisaje costero y la edificación de casas de veraneo. a lo largo del período 1860-1914, el doble arco de la riviera franco-italiana se convirtió en el principal foco de turismo litoral en europa; mientras que en el resto del Mediterráneo apenas si había desarrollo turístico alguno, excepción hecha de focos puntuales en la Costa Brava catalana y en la Bahía de Palma. Los que durante la época del viaje romántico habían sido destinos turísticos en el litoral oriental del Mediterráneo quedaban conectados sólo a través de la línea férrea de lujo del Orient express, y las costas norteafricanas se veían afectadas por las ocupaciones coloniales. La primera Gran Guerra (1914-1918) y sus inmediatas consecuencias supusieron un retraso para el desarrollo turístico y modificaron la distribución geográfica de las áreas litorales para el ocio, frenándose los flujos de turistas hacia el Mediterráneo Oriental (conflictos balcánicos y griegos, descomposición del Imperio otomano) y en menor medida los del Mar del Norte. Sin embargo, el período de entreguerras (1918-1939), salvo en los años negros del “gran crack” económico (19291932), fue un tiempo en el que el turismo de litoral conoció una revitalización y ampliación. Diversos factores incidieron en esta nueva etapa del turismo litoral. Por un lado se generalizó, sobre todo a partir de los años treinta, el derecho a las vacaciones pagadas y en consecuencia aumentó la demanda de servicios turísticos, abriéndose el abanico social hacia la incipiente clase media urbana. De otro, la difusión del automóvil para los destinos costeros nacionales o extranjeros más próximos, la mejora de los medios marítimos, así como el desarrollo de la nave-
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gación aérea para los focos de larga distancia extendieron las áreas costeras turísticas. en el Mediterráneo crecieron y se consolidaron áreas como la Costa Brava, Mallorca, incipientemente el Levante español, la costa central italiana, junto a las clásicas de las rivieras franco-italianas. Fue el período de esplendor para los viajes transatlánticos, con buques míticos (titanic, Olympic, Mauretania, Lusitania) de afamadas navieras (Cunard, Statendam, etc.) que unían los puertos franceses e ingleses con los del este norteamericano. en el Nuevo Mundo, el turismo de raíz hidrorrecreativa se amplió a las riberas de los Grandes Lagos, y Cuba recibía en número importante de norteamericanos en busca de exotismo, playas y juego en casinos. La Segunda Guerra Mundial y sus graves efectos sociales y económicos significaron la paralización del crecimiento turístico hasta bien entrada la década de los cincuenta, cuando los esfuerzos de reconstrucción y recuperación empezaron a producir los primeros resultados positivos. el desarrollo económico acelerado en Occidente a partir de los años sesenta sentó las bases precisas para la actual configuración del turismo de masas. además, después de 1945, los períodos vacacionales remunerados se habían adoptado ya en toda europa y américa del Norte, y los niveles de renta crecientes en los países de desarrollo industrial (europa Central y atlántica, escandinavia, estados Unidos, Canadá, más tardíamente Japón, australia y Nueva Zelanda) configuraron un centro polinuclear de emisión de turistas en dirección a las costas de la extensa periferia (Pearce, 1981 y 1995; Burton, 1997). en los países del centro, con la aplicación de las políticas que habían de conducir a los llamados estados del Bienestar, los sectores de población jubilados tuvieron también la oportunidad de añadirse a las amplias capas de la sociedad (trabajadores, clases medias y altas) que se convertirían en sujetos de un fenómeno nuevo en la historia de la humanidad, a saber, la movilización a gran escala para demandar espacios habilitados con fines recreativos y de ocio, en los que el clima y el mar eran los elementos naturales básicos. el resultado fue la irrupción de un fenómeno hasta entonces desconocido: el turismo de masas. La ampliación de la demanda y el aumento de escala del negocio turístico condujo a que la organización del ocio y la recreación en los destinos litorales no fuese sólo ni principalmente controlada por las iniciativas individuales o de pequeña empresa. Nuevos agentes con capacidad económica internacional
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pasaron a gestionar la demanda y la oferta turística: así, al turismo de masas le corresponde el touroperador como forma de organización empresarial. estos nuevos agentes actuaban y actúan “horizontalmente” en el mercado del turismo, por ejemplo agrupando líneas aéreas o formando cadenas hoteleras; o integraban “verticalmente” distintos subsectores de la actividad turística, controlando y vendiendo en un mismo paquete el desplazamiento y el alojamiento. Con el fin de que efectivamente el uso-consumo de los espacios litorales para ocio y recreación fuese posible, hubo que ocupar y densificar con el imprescindible alojamiento tramos cada vez mayores de las costas. La oferta hotelera se diversificó social y espacialmente, desde los establecimientos de menor categoría a los más lujosos, y de los que ocupaban el tramo inmediato de la línea litoral a aquellos que se situaban en los espacios vacantes hacia el interior. La ocupación y densificación hoteleras no eran suficientes si sólo se daban en extensión; por ello fue preciso, desde la racionalidad económica de maximizar los beneficios, que la planta hotelera creciese en altura proyectando una pantalla sobre la costa. Junto a estos cambios cualitativos y espaciales de los hoteles, el nuevo fenómeno de turismo masivo, apoyado en la cada vez mayor movilidad de los usuarios-turistas, desarrolló nuevas modalidades de alojamiento: los clubes residenciales (con el Club Mediterranée como ejemplo más acabado), la extensión de las residencias secundarias (ligada, sobre todo, al crecimiento del turismo interno), los campings y, sobre todo, los bloques de apartamentos. el resultado final de este proceso ha supuesto en algunas de las costas más densamente utilizadas por el turismo (caso del Mediterráneo español) la conversión del litoral en continuo de urbanización turística, lo que se ha dado en llamar el muro o la pantalla de hormigón. Los cambios cuantitativos y cualitativos introducidos en las formas de alojamiento para el turismo en las costas exigieron que el espacio litoral se transformase de forma más completa, con el necesario desarrollo de la oferta complementaria que fijaba y atendía a la demanda en estos espacios. De este modo, al crecimiento de los alojamientos le acompañó proliferación de restaurantes, comercios de todo tipo, áreas deportivas, piscinas, discotecas y clubes nocturnos y parques de atracciones. el turismo de masas ha sido posible a partir de cambios sustanciales en la accesibilidad a los destinos litorales. Para las áreas costeras nacionales y para
las más próximas en términos internacionales, la motorización también masiva de las sociedades occidentales y el desarrollo de las correspondientes infraestructuras (viaductos y red europea de autopistas, por ejemplo) han resultado fundamentales, cambiando el patrón de desplazamiento anterior a 1950 en que el predominio del ferrocarril resultaba claro (figura 4.1).
% del total 100 90 80 70 60 50 40 30 20 10 0 1960
1970 automóvil autocar
1980
1990
tren otros
FIGURA 4.1. Distribución entre medios de transporte en desplazamientos vacacionales. Reino Unido, 1960-1990. Fuente: adaptado de Burton, 1997.
también para las áreas geográficas más cercanas a los focos emisores del turismo de masas, pero de modo muy particular para la ampliación del turismo de litoral a regiones cada vez más remotas, fue fundamental el desarrollo de la aviación comercial a reacción (jets). en 1950, el touroperador británico Horizon Holidays vendió el primer vuelo chárter en dirección a una isla del Mediterráneo, Córcega (Dewailly, 1989), y desde entonces la práctica del paquete combinado transporte-alojamiento ha sido una de las claves en el desarrollo contemporáneo del masivo turismo litoral. La moderna aviación comercial ha extendido a escala planetaria el radio de influencia del turismo de sol y playa, integrando en particular los destinos insulares tropicales, y, además, ha reducido enormemente las distancias-tiempo y los correspondientes costes de viaje. a medida que las áreas litorales más cercanas a los focos emisores han ido alcanzando el estadio que Butler denomina como de saturación (cit. en Burton, 1997), el turismo de masas se ha internacionalizado
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aún más. Costas “exóticas” y lejanas islas que en los años setenta eran refugio para turismo de elite, son en la actualidad destinos cada vez más abiertos al turismo de masas.
4.1.2. El concepto de espacio turístico litoral Desde hace casi un siglo pero sobre todo hoy día se identifican con frecuencia vacaciones y orilla del mar buscando un ocio y recreo de sol y baño (las tres s anglosajonas de sun, sea y sand). De esta forma, litoral y mar, junto con las condiciones climáticas, se configuran probablemente como los recursos básicos del desarrollo de la moderna actividad turística (Burton, 1997). Pero, obviamente, no todos los litorales, por el simple hecho de serlo, se convierten en espacios demandados por el turismo. el litoral turístico debe reunir un conjunto diverso y complejo de condiciones que pueden clasificarse en cinco categorías: condiciones físicas, accesibilidad, propiedad del suelo, marco legal y sociopolítico, y entorno sociocultural. Para la mayoría de modalidades turísticas las condiciones de temperatura, precipitaciones, insolación y viento resultan de todo punto influyentes, pero en el caso del turismo litoral esta repercusión es, si cabe, más determinante. en particular, la media de días soleados, la escasez de lluvias y las temperaturas moderadas-cálidas son los rasgos climáticos más favorables para la implantación y estacionalidad del turismo a las orillas del mar. Las dimensiones y características geomorfológicas de las riberas, así como el oleaje, la nitidez y limpieza de las aguas y el régimen y magnitud de las mareas, junto a las diversas cualidades paisajísticas, son los principales factores geonaturales para el ocio y recreo costeros. La mayoría de las mencionadas condiciones físicas coinciden, a escala mundial, con las regiones de litorales arenosos y con aquellos que poseen características climáticas más adecuadas para el desarrollo de la actividad turística, esto es entre los 20 y los 40 grados de latitud Norte y Sur. Se añade a estas regiones el hecho de que son las de oleajes menos intensos y de mareas más moderadas. efectivamente, todo viene a coincidir con los principales mares cerrados, entendiendo por tales los grandes conjuntos de aguas marinas ligadas a océanos pero separadas de ellos por la configuración de las masas continentales (figura 4.2). a las indudables ventajas naturales de estos mares cerrados de las latitudes medias (el Medite-
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rráneo, el Caribe, el Meridional de la China, fundamentalmente) hay que contraponer su mayor fragilidad ecológica frente a las diversas formas de contaminación (urbana, industrial, vertidos o accidentes en el transporte de crudos, etc.). Sin embargo, la utilización turística de las condiciones geonaturales más favorables no es factible sin el acceso a estos espacios; se requieren, pues, dos tipos de accesibilidad. Por un lado, como es natural, el acceso físico al área litoral en cuestión, más o menos fácil en la medida que lo permiten las infraestructuras existentes (carreteras, autopistas, líneas ferroviarias) o la proximidad a centros de llegada de transporte (puertos, aeropuertos). Por otro, la accesibilidad en términos de mercado, esto es, la proximidad relativa de los litorales a los focos emisores de demanda, distancia medida en términos de tiempo de desplazamiento o de coste económico. Dependiendo de la accesibilidad, considerada en toda su complejidad, el espacio litoral desarrolla un cierto potencial de demanda turística. La franja litoral del territorio es, por definición, una banda reducida de espacio; de ahí que la propiedad y los derechos de adquisición del suelo sean prerrequisitos básicos en el desarrollo de cualquier proyecto turístico. La forma de propiedad del suelo puede condicionar, hasta cierto punto, el modo en que se conforma el espacio turístico en las costas. así un patrón de propiedad individual muy fragmentada deriva, en muchas ocasiones, en un espacio turísticolitoral de configuración espontánea y afectado por procesos especulativos; mientras que la propiedad pública acostumbra a ser la base para proyectos turísticos de planificación urbanística o integral. aunque probablemente, más que la propiedad, resulta fundamental la determinación de la renta del suelo en condiciones de usos contrapuestos (en particular, uso agrícola frente a uso turístico). La localización y desarrollo de los espacios turísticos en el litoral también depende de las condiciones fijadas por el marco jurídico-legal que sea de aplicación en el territorio. Las regulaciones legales pueden ser excluyentes o, por el contrario, favorecedoras de la explotación turística de los márgenes marítimoterrestres. Las limitaciones o incentivos legales para la ocupación recreativa de estos espacios guardan cierta relación con las formas de propiedad del suelo. así, es común la asociación entre propiedad pública y espacio litoral protegido, mientras que la propiedad individual y el uso turístico de la costa se relacionan
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FIGURA 4.2. Distribución mundial de los principales mares cerrados. Fuente: Elaboración propia.
en términos de libre mercado (con restricciones legales más o menos severas). Igualmente de carácter social son otras consideraciones para la existencia y promoción de los espacios turísticos de litoral: la disponibilidad de infraestructuras y servicios colectivos tales como alumbrado, agua potable, alcantarillado, centros de atención médica; la existencia de la necesaria fuerza de trabajo, considerando tanto su cualificación como sus costes; las ventajas comparativas en los precios para toda clase de bienes y servicios; la adaptabilidad cultural de las poblaciones receptoras, así como su permisividad para con ciertas conductas de los turistas.
Comoquiera que sea, hay un aprovechamiento de diversos factores del territorio como un recurso global para el ocio y el recreo. Dicho aprovechamiento supone el uso y consumo específico del espacio litoral, que sólo son posibles si se ha adaptado y transformado en alguna medida el ámbito geonatural para funcionalizarlo turísticamente (Sánchez, 1985). De este modo, dotar de función turística al litoral es transformar este imprescindible soporte geofísico en un medio más o menos humanizado para que las actividades de ocio y recreación puedan desarrollarse. La adaptación y transformación, que suponen la funcionalización turística del ámbito costero, se dan en un
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Capítulo 4: Turismo de espacios litorales e insulares
doble sentido: por un lado, se diseña y recrea el litoral como espacio de ocio y recreación (preparación y limpieza de las playas, hamacas y parasoles, paseos arbolados en primera línea); por otro, se estructura y organiza el espacio para poder acoger y mantener al turista usuario de la franja costera (hoteles, apartamentos, servicios de restauración, equipamiento comercial y deportivo). el rasgo espacial dominante en todo litoral con función turística es su linealidad, directamente ligada a demandas turísticas específicas como la proximidad al medio acuático o la visión paisajística de la costa (que en términos coloquiales se denomina “vistas a primera línea”). Se genera así una situación de contradicción entre las necesidades de expansión y ocupación que demanda el desarrollo turístico y la exigüidad de la franja costera, contradicción que se resuelve con la extensión del turismo litoral hacia el interior en un proceso de sucesivos estadios desde la concentración lineal en la ribera hasta la difusión interior. B. Young (1983) y r. a. Smith (1991) (cit. en Burton, 1997) han propuesto modelos de esta secuencia evolutiva que se inicia con instalaciones puntuales, más o menos inscritas en un núcleo de población preexistente o ubicadas en relación a algún elemento natural del paisaje (colina, cabo, bahía), y que sigue con la ocupación lineal, más o menos aleatoria, para dar paso posteriormente a la mezcla de centros antiguos y recientes, con sus secuelas de densificación inmobiliaria, crecimiento en altura, expansión en segundas líneas, culminando todo ello en la “colonización” de los espacios adyacentes al complejo turístico litoral, bajo la forma de conjuntos inmobiliarios, urbanizaciones o marinas (figura 4.3). La estacionalidad, factor presente en muchas áreas de turismo litoral, condiciona también la organización espacial y el funcionamiento del mismo en el sentido que las puntas de demanda marcan los niveles de equipamiento y dotación de plazas. esta inflación o sobreequipamiento se manifiesta espacialmente en la ocupación in extenso y en la densificación de la construcción, generándose de una parte la monoespecialización turística del litoral afectado, y de otra la subutilización de la oferta espacial y económica en las temporadas bajas. esta contraposición sobredotación/subutilización es inherente a la funcionalización del litoral al servicio de la racionalidad económica; lo que Lozato-Giotart (1990) denomina el paso de la costa como decorado al litoral como objeto de consumo. Precisamente, para ser consumido el espacio tiene que
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ser parcelado y sometido a la multiplicación de alojamientos, residencias secundarias, infraestructuras y ofertas complementarias. Pero raramente el espacio natural costero estructurado como espacio turístico litoral es autosuficiente. Con frecuencia, requiere la provisión externa de la mayoría de recursos, y sólo el propio medio natural, soporte de la actividad turística, es internamente provisto. Los litorales son espacios dependientes del resto del territorio, cercano o alejado, lo que implica que la extensión y profundidad de las adaptaciones y transformaciones, que suponen el turismo litoral, se prolonguen más allá de la estricta costa (algunos autores como Cazes, 1975; Sánchez, 1988, o Wackermann, 1993, prefieren utilizar expresiones tales como espacio dominado o periférico). La costa con función turística depende primeramente de la demanda externa al propio espacio, así como de los recursos materiales (alimentos, materiales de construcción, etc., y a veces, incluso, el agua potable), humanos (mano de obra), de capital, y también de modelos de gestión. La elección que los turistas hacen de cierto destino turístico litoral no es un hecho enteramente aleatorio o casual. es, además, un hecho socialmente configurado, canalizado por los medios de comunicación y de transporte, estandarizado por los promotores en una cierta “imagen de marca” (por ejemplo, la campaña internacional de fomento del turismo español bajo el lema “everything under the sun”) y conformado por lo que pueden denominarse “cualidades técnicas” del espacio turístico funcional (sol, playa y discoteca en ciertas áreas de Baleares; o sol, playa y náutica de recreo en Niza). Finalmente, el espacio turístico litoral es dependiente del equilibrio entre necesidades de provisión de servicios de ocio y recreación, por una parte, y, por otra, de las exigencias de calidad medio ambiental que son su primer fundamento.
4.1.3. Las formas de los espacios turísticos litorales Como ya se ha dicho, a diferencia de otras formas de turismo, el de litoral es muy dependiente del uso y consumo de un conjunto de elementos geonaturales; básicamente mar, playa y sol. en este sentido, la morfología adoptada en cada caso por los centros de turismo litoral no es en modo alguno indiferente a las características del medio natural. Por otra parte, como se indicó en el primer apartado de este capítulo, han
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Parte II: Los tipos de turismo
Estadio inicial: núcleo de población tradicional, primeras residencias de veraneo.
Segunda fase: primeros hoteles, desarrollo lineal.
Tercera fase: centro turístico establecido, nuevo comercio, aumenta la planta hotelera, espacios comerciales, expansión residencial.
Cuarta fase: desarrollo comercial, primeros hoteles de lujo, expansión hacia el interior (urbanizaciones).
Quinta fase: desarrollo hotelero, comercial y residencial en segunda línea.
Sexta fase: crecimiento y expansión interiores, transformación del núcleo primitivo, puerto deportivo.
núcleo primitivo equipamiento hotelero
urbanización vía principal de accesos
residencia turística comercio y servicios
puerto deportivo calle, vial
FIGURA 4.3. Modelo de evolución de un centro turístico litoral (adaptado de Young y Smith, cit. en Burton, 1997).
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Capítulo 4: Turismo de espacios litorales e insulares
A) Morfología de espacio turístico litoral y uso del suelo Los centros turísticos litorales son asentamientos urbanos definidos por el rasgo de la linealidad de la playa y la costa. esta marca espacial obliga a que el desarrollo y organización del asentamiento tenga que hacerse en un arco de aproximadamente 180° y no en 360°, como en el caso de la mayoría de núcleos urbanos interiores. De este modo, a partir del frente definido por el contacto mar-tierra, se constituyen tres áreas diferenciadas en el modo e intensidad de uso del suelo (figura 4.4). Una primera zona frontal de playa o línea de costa, muy especializada, en la que se localizan las instalaciones propiamente turísticas de alojamiento (hoteles, apartamentos) y de servicios complementarios (restaurantes, bares); así como comercios de temporada y gama de productos relacionados con el ocio (material deportivo, prendas de baño, complementos), artesanía local más o menos estereotipada y con la extendida manía del recuerdo turístico. Por analogía con algunos modelos anglosajones en los que a la zona central urbana dedicada a negocios se la denomina CBD o Distrito Central de Negocios (Central Business District), en las ciudades de turismo litoral este frente de mar es denominado en ocasiones Distrito recreacional de Negocios o rBD (Recreational Business District). en esta zona, el uso residencial y el alojamiento turístico tienen lugar sobre suelo de precio elevado, con lo que la edificación es
precio del suelo
densidad 1ª ZONA 2ª ZONA
3ª ZONA
residencial de baja densidad
residencial -comercial C.B.D
equipamiento turístico R.B.D
distancia
litoral
sido muchas y variadas las pautas históricas que han dado lugar a los núcleos turísticos costeros en todo el mundo. Por consiguiente, hay una gran diversidad de formas de turismo litoral que ha sido abordada por varios estudiosos en el intento de definir modelos espaciales estándar de turismo litoral. Pueden distinguirse, por un lado, los autores anglosajones (Barrett, Stansfield, rickett, ashworth, Pigram, r. a. Smith, D. Pearce), que priman en sus análisis el enfoque del uso del suelo (land-use); de otro, los francófonos (Barbaza, Lozato-Giotart, Dewailly), que emplean como referentes las dicotomías de polivalencia frente a especialización y planeamiento frente a espontaneidad. Por último, no faltan los enfoques que encuadran los análisis morfológicos en los correspondientes procesos y contextos socioeconómicos y políticos (Gormsen, Peck, Lepie, Jurdao arrones) (todos ellos cit. en Callizo, 1991; Burton, 1997; Pearce, 1995).
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FIGURA 4.4. Usos del suelo y morfología de espacio turístico litoral (elaboración propia y adaptaciones de Barret y de Lavery, en Burton, 1997).
intensiva y en altura (siempre que la normativa urbanística lo permita), de forma que se busca proporcionar el mayor número de plazas turísticas y obtener rentas tan elevadas como sea posible. tras esta primera zona frontal puede distinguirse una segunda área residencial y comercial, que se correspondería en una ciudad no turística con el ámbito propiamente urbano central y con el antes mencionado CBD. aquí, con precios del suelo inferiores a los de la primera línea, se reduce la intensidad de la ocupación, y tanto las viviendas como los establecimientos corresponden a categorías medias. Finalmente, se cierra el centro turístico litoral con una tercera área residencial que, si la orografía no lo impide, también discurre en paralelo a la costa, y que se caracteriza por una densidad decreciente conforme aumenta la distancia que la separa de la primera línea marítimo-terrestre. Como se ha señalado, los centros turísticos litorales se ordenan en función de su principal referente, a saber la playa y el mar. Con frecuencia esta línea de frente marítimo ha inducido a que el desarrollo del centro turístico sea en paralelo a la misma, y ha condicionado una trama viaria reticular, quedando el con-
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junto ordenado en damero. Pero esta configuración general tiene muchas variantes (Pearce, 1995). La situación más común es aquella que deriva de la ocupación espontánea y obsesiva del frente litoral por los edificios a la búsqueda de las ya citadas tres s anglosajonas (sun, sea, sand), de forma que se produce lo que los autores francófonos denominan centros turísticos con los pies en el agua (pieds dans l’eau). en algunos casos (atlantic City, en estados Unidos; o las recientes remodelaciones de S’arenal y de Calvià, ambas en Mallorca), la primera línea queda reservada como zona peatonal para el paseo de los turistas, retrocediendo a un segundo plano las edificaciones y el viario. Sin embargo, en otros centros, como Brighton, Niza o Palma de Mallorca, el frente marítimo se ha cedido al tránsito rodado, con lo que, junto a los problemas usuales de tráfico congestionado, se produce una ruptura espacial del continuo litoral en dos franjas aisladas y diferenciadas: la propiamente de ribera, destinada al baño y al ocio, y la de segunda línea, dedicada a alojamiento y comercio. Cuando se trata de centros turísticos en áreas con cordones litorales (la Manga del Mar Menor, Cancún, Miami Beach) es frecuente que la ocupación residencial y hotelera se dé en la zona de laguna interior o sobre el cordón, reservando el acceso de circulación por detrás de las edificaciones. Sustancialmente diferentes son los complejos turísticos denominados marinas (como Port Grimaud o Marines de Cogolin, en la Provenza francesa) y los centros litorales de planeamiento reciente en ámbitos tropicales (en Hawái o en Bali, por ejemplo), en los que el tráfico de vehículos está restringido y los espacios entre alojamientos y mar son para el disfrute peatonal, entre los embarcaderos en el primer caso o entre muestras de arquitectura folclorizada y vegetación natural en el segundo de los supuestos. B) Morfologías de espacio turístico litoral según su especialización y espontaneidad Desde una perspectiva más formal y menos funcional que la expuesta anteriormente, diversos autores (Barbaza, Lozato-Giotart y en menor medida Dewailly) han propuesto tipologías de espacios turísticos de litoral atendiendo al grado de especificidad de los mismos, a sus pautas de desarrollo, así como al tipo de relación social y espacial que mantienen con el resto de la región en que se insertan (cuadro 4.1).
Por su nivel de coexistencia con otras áreas y actividades, sean éstas complementarias o no de las de ocio y recreación, los espacios turísticos litorales pueden ser polivalentes o especializados. De acuerdo con sus pautas de desarrollo pertenecen al tipo planificado o, en su defecto, espontáneo. Finalmente, atendiendo a su exclusividad espacial y social se contraponen los abiertos frente a los cerrados.
CUADRO 4.1 Tipología de espacios turísticos de litoral Criterio especificidad pauta de desarrollo exclusividad socioespacial
Tipo de espacio polivalente espontáneo abierto
Turístico especializado planificado cerrado
Fuente: Elaboración propia.
Muchos de los centros litorales más tradicionales se encuadran en el tipo polivalente abierto, ya que se han organizado a partir de pequeños núcleos urbanos de carácter no industrial y han evolucionado desde la bipolaridad antigua ciudad/barrios residenciales de turistas aristócratas hacia una multipolaridad de espacios turísticos y no turísticos diversificados. Por esta multipolaridad, generada por la irrupción en ellos del turismo de masas, no dependen exclusivamente de los espacios de sol y playa, sino que más bien combinan los atractivos naturales de la costa con otras ofertas que constituyen su “imagen de marca” (puerto deportivo, como en Cannes; casino, en Mónaco; pueblos residenciales, en ajaccio). Gracias a la diversidad de polos de atracción turística de que gozan, incluso en el inmediato traspaís (por ejemplo, en vallauris el museo Picasso), y a la diversidad de conexiones infraestructurales con otros espacios regionales, son centros litorales abiertos. Los centros litorales del tipo antes mencionado, a medida que son de menor entidad reducen su polaridad (es decir, la cantidad de polos de atracción turística de que disponen) y se convierten en binucleares o mononucleares. Benidorm o el algarve portugués formarían parte del primer grupo, ya que se ajustan al esquema de un núcleo residencial turístico desarrollado junto a un núcleo ribereño inicial en el que se localizan la playa, el puerto, los comercios y otros equipamientos. Por el contrario,
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Capítulo 4: Turismo de espacios litorales e insulares
en la Costa Brava catalana son frecuentes núcleos menores o mononucleares, que concentran en el mismo polo la actividad más o menos tradicional y las derivadas del turismo litoral. a diferencia de los centros litorales polivalentes, existen otros exclusivamente en función del turismo, su principal actividad y razón de ser de la ocupación de todo el espacio: son los centros especializados. en esta categoría caben los balnearios marítimos de tradición aristocrática (Deauville, Biarritz, Sandgate, Ostende, rímini, etc.) surgidos de la colonización del anterior espacio rural-marítimo, ordenados en cuadrícula y que han evitado los muros de hormigón en primera línea. en razón de su tipo de demanda, en ocasiones se han ido convirtiendo en multipolares al añadir al recurso litoral otros como hipódromos, casinos, residencias y hoteles de lujo. Desde una perspectiva más formal, Dewailly (1989) clasifica este tipo de centros en función de su perfil transversal (figura 4.5), indicador de su inserción en el paisaje. el más antiguo de estos modelos es el denominado “inglés” (Scarborough, Brighton, Folkestone, Margate), caracterizado porque el frente marítimo de suave pendiente ha ordenado la edificación en sucesivos niveles, si bien las funciones de ocio y recreación tienden a concentrarse en primera línea, con el pier o malecón como referencia principal. el tipo “holandés”, propio de la región de Zeeland (Domburg) aunque extendido a la Frisia alemana y al Báltico, consiste en la densificación turística de antiguos pueblos situados al abrigo de un sector de dunas litorales, protegidas con cercados que delimitan el acceso a la playa. Por último, el tipo “belga”, en el que el cordón litoral ha sido colonizado dejando el frente marítimo como paseo, y en el que la ocupación decrece hacia el interior (Ostende, Koksidje, Le touquet). algunos centros litorales, más recientes en la historia del turismo que los anteriores, aúnan cierto carácter exclusivista con la ocupación masiva (ancona, la Costa del Sol y Marbella en particular), ofreciendo polos lúdicos de diversión nocturna, puertos deportivos restringidos (Puerto Banús) y espacios residenciales de alta categoría. asimismo, pueden diferenciarse centros litorales especializados mononucleares. Se trata de lugares que, hasta su incorporación al turismo de masas, eran pueblos de pescadores o pequeños puertos, y que se han reorientado completamente hacia el monocultivo turístico, muchas veces sólo de sol y playa. esta tipología presenta una amplia distribución, aunque es en
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las costas ibéricas y, aún más, en las insulares de Canarias, Baleares o Córcega donde su desarrollo se ha manifestado con mayor claridad. Las marinas y los clubes residenciales son formas de turismo litoral igualmente especializado, pero a diferencia de los antes mencionados también se caracterizan por su exclusividad social y espacial. Las marinas, puertos deportivos ligados a complejos inmobiliarios debidos a proyectos privados con mayor o menor participación pública (casi siempre de ámbito municipal), son más bien centros náuticos que balnearios, reservados a una clientela internacional acomodada (Port-Grimaud en antibes, Costa esmeralda en Cerdeña, vale de Lobo en el algarve). Los clubes residenciales, de los que un poco Club Mediterranée es el paradigma, son núcleos turísticos costeros especializados que se organizan en función de dos polos, la playa y el alojamiento parahotelero que imita y estandariza la arquitectura original del lugar (ejemplo desgraciado puede ser la pseudoarquitectura estilo ibicenco), recibiendo una clientela internacional que adquiere el llamado paquete integrado (vuelo chárter más estancia) y que se aísla totalmente del espacio y la sociedad próximas. Otro tipo de espacio litoral reservado y especializado lo constituyen los centros planificados en territorios hasta hace poco agrícolas o pesqueros. Se trata de complejos costeros de intensa concentración, debidos a la combinación de la iniciativa privada y pública (de orden estatal o regional), y con una organización ex nihilo generalmente en damero. el espacio se parcela intensamente, vendiéndose en lotes para residencias secundarias, y se completa con áreas de camping, puertos deportivos, equipamientos comerciales, etc. La acción de planeamiento de la costa de la región del Languedoc-roussillon (sur de Francia) constituye probablemente el ejemplo más acabado. también son centros litorales resultado de la intervención premeditada, en los que la oferta se adelanta a la demanda turística, los complejos desarrollados en el Mar Negro (Mamaia, Mangalia y eforie en rumanía; Droubja, Zlatni Pjassac y Slancev Brjag en Bulgaria) durante el período de regímenes comunistas. Por supuesto, en este caso la iniciativa fue exclusivamente estatal, intentando el doble objetivo de abrir su potencial turístico a los grupos privilegiados (nomenklatura) de los países afines y, por otro, el efecto propagandístico y de emulación del “trabajador socialista”. a diferencia de los centros occidentales resultado del planeamiento regional, son núcleos
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Parte II: Los tipos de turismo
barrio residencial
Tipo inglés
frente marítimo comercios, apartamentos equip. de ocio pier
Tipo belga grandes edificios colectivos paseo
apartamentos y hoteles
playa
residencias
camping
Tipo holandés dunas litorales con cercados pueblo con densificación turística playa
FIGURA 4.5. Clasificación de centros balnearios a partir del perfil transversal (según Dewailly, 1989).
menos equipados aunque igualmente inconexos con el espacio regional circundante. Finalmente, otro modelo de centros litorales de planeamiento son los que, en los últimos tiempos,
grupos de inversores extranjeros han promovido en destinos costeros tropicales de países en desarrollo (Cancún, en México; Bali, en Indonesia y otros en el Sudeste asiático).
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Capítulo 4: Turismo de espacios litorales e insulares
C) Morfología de espacio turístico litoral y procesos socioeconómicos Diversos autores han asociado las características morfológicas de los espacios turísticos litorales con los distintos factores de índole social, económica y política presentes en las diversas fases de su desarrollo. así, Gormsen (cit. en Callizo, 1991) plantea un modelo en el que se pone de manifiesto la relación existente entre las características de los centros turísticos, principalmente en cuanto a los alojamientos ofertados, con la procedencia de las inversiones y las iniciativas turísticas (según sean éstas exógenas o endógenas) y con la mayor o menor exclusividad social de la demanda. el resultado es un modelo espacio-temporal de carácter evolutivo por el que a medida que se diversifica la oferta de alojamiento mayor es la presencia de las capas sociales medias y bajas, y más endógeno deviene el crecimiento turístico. esta pauta histórica se cumple con gran precisión en las áreas europeas de larga tradición en el turismo litoral, donde los alojamientos están muy diversificados (hoteles, apartamentos, segundas residencias, campings, etc.), la inversión es en gran medida de la propia sociedad local y grandes capas de la población pueden acceder a los servicios ofertados. Por el contrario, en los focos turísticos más recientes en el tiempo y localizados en zonas de escaso desarrollo socioeconómico, el alojamiento se reduce casi exclusivamente a la planta hotelera, las inversiones son casi en su totalidad externas, y la demanda se reduce a clases altas de los países del primer mundo. Por último, el modelo propuesto por Peck y Lepie (cit. en Callizo, 1991) expone una taxonomía de espacios recreativos litorales que pone el acento en el ritmo, agentes y efectos del desarrollo turístico. así, se distingue entre centros de crecimiento lento, con agentes locales, estabilidad e introducción pausada de cambios; centros de desarrollo transitorio; y centros de rápido crecimiento, con financiación exterior, y acelerados e intensos efectos en la comunidad local.
4.1.4. Las islas como espacio turístico A) Islas y archipiélagos, un esbozo de definición Las islas y archipiélagos constituyen, a escala planetaria, un numeroso, diversificado y particular subconjunto de las tierras emergidas. en el intervalo com-
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prendido entre los 100 y 1.000.000 de km2 de superficie se calcula que hay 1.085 islas en el mundo (Depraetere, 1991), siendo la de Nueva Guinea la de mayor extensión (786.000 km2 repartidos entre los estados indonesio y de Papúa-Nueva Guinea), e Indonesia como primer estado insular en cuanto a magnitud territorial (127 islas de más de 100 km2). Un territorio insular es aquel que se define por la conexión tierra/mar y este hecho marca el espacio isla tanto en su relación con las restantes tierras emergidas como en sus mismos rasgos espaciales. en definitiva, el territorio insular es en esencia una línea litoral continua y encerrada en sí misma, de forma y superficie variables según su génesis estructural (por ejemplo, islas aproximadamente circulares lo son con frecuencia las resultantes de fenómenos volcánicos recientes, o los atolones presentan formas más o menos anulares). La extensión y la distancia a las tierras continentales son dos factores fundamentales en la caracterización de las islas. La superficie insular, de forma más acusada que en otros espacios, supone límites estrictos en cuanto a los recursos disponibles y a la ocupación y utilización humanas que de ellos quiera y pueda hacerse uso; por eso la mayoría de espacios insulares presentan ecosistemas de delicado equilibrio en los que los endemismos son un rasgo propio. Considerando esta variable, las islas pueden clasificarse en una amplia gama de tipos, desde los territorios microinsulares hasta las islas continentalizadas (dejando aparte verdaderos continentes como australia o Groenlandia). en cuanto a la distancia del territorio insular al continental tiene un sentido básicamente relacional, esto es, supone la medida de las posibles relaciones entre ambos espacios, de forma que cuanto mayor es aquélla menores o más costosas son éstas. en función del espacio que media entre la isla y el continente y de las formas en que puede ser superado, se genera un mayor o menor grado de insularidad y, por consiguiente, de dependencia de la ínsula para con el continente. aunque lo cierto es que, con la moderna revolución de los transportes y las comunicaciones, las islas son cada vez “menos insulares”, integrándose de forma cada vez más intensa en circuitos sociales y económicos globales. estas restricciones (bien es cierto que ni absolutas, ni determinantes) de extensión y distancia a tierras vecinas, tienen sus efectos en la demografía y en la magnitud económica de los territorios insulares. Con relación a la superficie, cada isla y archipiélago pue-
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Parte II: Los tipos de turismo
de contener una determinada masa demográfica susceptible de inducir ciertos efectos socioeconómicos y espaciales; y en función de la extensión, distancia y población, en las islas pueden reunirse las condiciones previas para un cierto desarrollo y dinamismo económico, tanto más importante en términos absolutos (PIB) como relativos (renta per cápita) cuanto menor sea la insularidad física y de relaciones. B) El espacio turístico insular Dadas estas características, la utilización de las islas como espacios turísticos es históricamente posterior a la funcionalización de las costas continentales, y se ha producido en buena medida, gracias a la intensificación contemporánea de las conexiones marítimas (ferries y en menor medida cruceros) y aéreas (vuelos regulares, pero también chárters) que enlazan las tierras a un lado y otro del mar (figura 4.6). aun cuando esta inserción de los espacios insulares en el turismo
de masas ha sido un fenómeno relativamente reciente (desde 1950, en general), ha acontecido con unos ritmos más intensos y rápidos que los habidos en los litorales continentales. Los territorios insulares han devenido espacios de ocio y recreación a partir de la marcada orientación helio y balneotrópica del turismo de masas servido por los modernos medios de transporte. el desarrollo turístico en las islas depende, en primer término, de la disponibilidad, casi siempre reducida a unos pocos focos, de aquellas infraestructuras que permiten el acceso, por aire y por mar, al territorio insular en cuestión. el factor accesibilidad, fundamental en cualquier espacio turístico, resulta más trascendente, si cabe, en el turismo insular, tanto porque condiciona el potencial de demanda a través de los costes de desplazamiento y la duración media de la estancia del turista, como porque induce a que el patrón de la actividad turística en islas y archipiélagos sea poco diversificado en sus modalidades y concentrado en su localización. La práctica del paquete
Conectividad aérea internacional (n.º de conexiones con el extranjero) Carácter turístico (millones llegadas)
Alta conectividad (141-284 conexiones)
Intensa conectividad (70-141 conexiones)
Gran destino tipo I (>5.000.000 llegadas)
Singapur
Baleares Hawái
Gran destino tipo II (entre 2.000.000 y 5.000.000 llegadas)
Indonesia nodos internacionales
Puerto Rico
Gran destino tipo III (entre 750.000 y 2.000.000 llegadas)
Antillas Holandesas nodos regionales Sri Lanka
Chipre Sur Canarias Malta
Conectividad media (35-70 conexiones)
Mínima conectividad (<18 conexiones)
Islas Jónicas
Córcega
Cícladas y Dodecaneso
de masas internacionales Bahamas Sicilia R. Dominicana Creta
de masas y regionales
Cuba
Antigua-Barbuda intermedios Martinica Barbados Guam
Destino medio (entre 190.000 y 750.000 llegadas) Destino menor (<190.000 llegadas)
Baja conectividad (18-35 conexiones)
Seychelles minoritarios
Granada Reunión
Azores Polinesia Francesa Dominica distantes Papúa-Nueva Guinea Samoa Caimán Salomón
FIGURA 4.6. Clasificación de destinos turísticos insulares (elaboración propia).
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Capítulo 4: Turismo de espacios litorales e insulares
todo incluido (billete de ida y vuelta más estancia de una semana en hotel al borde de la playa) responde a esta accesibilidad limitada y al orden espacial muy focalizado del turismo insular. el proceso de inserción en el fenómeno turístico se ha visto favorecido en aquellos casos en que las islas y archipiélagos tienen una situación agrupada y próxima a los núcleos continentales que son punto de partida o de enlace portuario o aeroportuario para la demanda turística (Baleares en el Mediterráneo Occidental o las antillas Septentrionales en el Caribe, por ejemplo). Por el contrario, cuando los conjuntos insulares están esparcidos y alejados en las extensiones marítimas, el uso turístico del espacio insular tropieza con la dificultad de desplazamientos costosos ya que los turistas se ven obligados a realizar saltos de isla en isla (por ejemplo, los archipiélagos del Pacífico Sur, y en menor medida los del egeo). Sin embargo, la lejanía de ciertas islas no siempre es un inconveniente claro; también puede ofrecerse como un atractivo potencial (Gay, 1991) a partir del cual los touroperadores y agencias de viajes han elaborado una “imagen de marca” del turismo insular para los mercados continentales: la isla es el espacio diferente, por alejado, que remite a estereotipos como los de “la calma”, “la vida salvaje” (del buen salvaje roussoniano), “la huida a la libertad” (se entiende, de los tabúes occidentales), o “el descubrimiento” (sea el de Colón o el de James Cook). La extensión del espacio insular tiene, asimismo, un importante efecto sobre el posible desarrollo de las actividades turísticas, puesto que, así como una reducida población significa un débil mercado interno, una superficie limitada comporta la escasez del recurso-base para el turismo, esto es, el espacio geográfico. esta relación supone, para las islas de menor extensión, tener que abordar el dilema “todo turismo” (funcionalización de la franja costera y estructura espacial del conjunto a partir de las exigencias de la actividad turística), o limitar cuantitativa y cualitativamente el crecimiento de la oferta turística. Por el contrario, en el caso de los espacios insulares de gran área la dependencia espacial y económica del turismo puede atenuarse con la diversidad sectorial de la actividad económica. La limitación superficial y demográfica de las islas menores contribuye de un lado a que su mercado turístico doméstico sea reducido y, de otro, relacionado con el anterior, a que la dependencia del turismo extranjero sea más notoria que en los destinos
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turísticos de los litorales continentales. en este sentido ritchie (cit. en Pearce, 1995) ha señalado que la dependencia insular respecto del turismo extranjero atraído por las tres s (sun, sea, sand) no es distinta de otras formas de dependencia económica del exterior y, del mismo modo que puede afirmarse que hay intercambio desigual y subordinación en la estructura mundial del comercio de materias primas, es pertinente señalar cómo numerosos destinos insulares dependen del monocultivo turístico y de la exportación de un bien relativamente escaso como es el espacio turístico. en muchas islas y archipiélagos, dependencia del turismo y escasa entidad territorial conllevan añadidos ciertos problemas graves. en primer lugar, la limitación de espacio susceptible de ser adaptado y modificado para su uso turístico genera, de forma más aguda que en otros ámbitos geográficos, la explotación abusiva y el sobreequipamiento del espacio turístico insular en función de las alzas estacionales de la demanda. Otra consecuencia derivada consiste en que tal dependencia de la demanda extranjera es gestionada, desde y para los focos emisores, a través de los touroperadores y agencias de viajes, asumiendo los agentes turísticos insulares un papel complementario al de aquéllos. Sin embargo, este papel secundario que resta a los agentes locales en la gestión del turismo insular no deja de ser relevante en algunos casos, como por ejemplo el de los poderes públicos, ya que son éstos los que deben velar por el acondicionamiento de la franja costero-turística o por la construcción de las infraestructuras, aspectos imprescindibles para que pueda resolverse adecuadamente la oferta turística en sus territorios insulares (Pearce, 1995). en términos generales, la localización del alojamiento turístico en los espacios insulares responde bien a la concentración en unas escogidas franjas litorales (Bahía de alcudia en Mallorca, costa de Kaanapali en Maui, Hawái), bien a la aglomeración en torno a los principales centros urbanos y áreas adyacentes (San Juan de Puerto rico, Pointe-à-Pitre en Guadalupe, Playa de Palma en Mallorca). el predominio de una de estas dos pautas de localización turística en cada isla guarda una relación muy directa con el nivel de saturación en los centros urbanos, que conduce a la necesaria diversificación espacial (por ejemplo, el desplazamiento de la oferta turística que se ha producido en la isla de Gran Canaria desde Las Palmas de Gran Canaria hacia destinos de la
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Parte II: Los tipos de turismo
costa meridional como Maspalomas), así como a la extensión de las franjas litorales con condiciones adecuadas (es el caso de la concentración costera en el norte de Mahé, Seychelles). Sea cual sea la pauta dominante, diversos autores (Hill y Lundgren, Weaver, Britton; cit. en Pearce, 1995) apuntan que el modelo territorial del turismo en las islas y archipiélagos se ordena a partir de la intensa relación con el centro urbano principal, foco de gestión y provisión de la mayoría de elementos funcionales de la estructura turística y detentador de las infraestructuras portuarias y aeroportuarias. el turismo insular es sobre todo turismo de litoral, con unas morfologías muy similares a las que se desarrollan en las costas continentales. Pequeña o grande, la playa es el factor de localización básico, y en aquellos espacios de alta frecuentación turística se produce el fenómeno de muro de hormigón en primera línea de costa. el tipo de litoral, recortado y abrupto o lineal y llano, limita o favorece, respectivamente, la implantación continua del alojamiento y de la oferta complementaria de la actividad turística. asimismo, dependiendo de la superficie de la isla, el modelo de localización turística se reduce a un anillo costero (islas menores) o se amplía hacia el espacio interior. en éste, el turismo es, en la mayoría de las ocasiones, un fenómeno de menor magnitud y más difuso que en las franjas litorales. Con frecuencia, la práctica del turismo intrainsular se fundamenta en atractivos medioambientales (montaña, parques naturales, etc.), culturales y arqueológicos, inductores de recorridos de una jornada y regreso al hotel de playa. en el caso de los archipiélagos, esta modalidad de turismo interior adopta la forma de excursiones marítimas o mini-cruceros de corta duración. asimismo, en función de la saturación turística del litoral, el espacio interior de las islas se convierte en espacio de reserva turística enfocada hacia formas de turismo alternativo (trekking o rafting, pero principalmente turismo rural y de residencia secundaria).
4.2. Distribución mundial del turismo litoral Para comenzar, hay que señalar la correspondencia entre las principales regiones del turismo mundial y los litorales de los mares cerrados a los que se hizo referencia al definir el espacio turístico de litoral (véase figura 4.2). efectivamente, la cuenca mediterránea,
el Caribe y el Mar Meridional de la China son a modo de macro-lagos alrededor de los que se concentra la mayor parte del turismo mundial en su modalidad litoral. Como puede verse en la figura 4.7, para europa, el Mare Nostrum es el área primordial del turismo basado en los alicientes de la ribera marítima. en este mar hay que distinguir tres subconjuntos por lo que a la actividad turística se refiere: la subregión del Mediterráneo Occidental, el Mediterráneo Oriental y el Mediterráneo Meridional, ribereño de los países del Magreb pero funcionalmente ligado a los mercados europeos. el Mediterráneo Occidental, que se extiende desde el estrecho de Gibraltar hasta Sicilia, cuenta en sus costas continentales e islas con la mayor capacidad y variedad de alojamiento turístico, así como con toda clase de ofertas complementarias, por lo que es el foco de destino principal. Los tres estados situados en sus márgenes (Italia, Francia y españa) recibieron cada uno en 1997 más de 34 millones de turistas, siendo por ello líderes, junto a estados Unidos, del turismo mundial (OMt, 1998); en todos los casos se trata de un turismo muy claramente orientado al mercado europeo, en particular hacia alemania y el reino Unido. el Mediodía galo es, con diferencia, la principal región turística del estado francés y una de las primeras del mundo. Une a sus condiciones climáticas y paisajísticas gran variedad de atractivos culturales (museos Matisse, Cézanne, Picasso), históricos (Palais des Papes en avignon, por ejemplo), y recreativos (casinos de Cannes y Mónaco). Pueden distinguirse dos sectores principales de costa turística: la Côte d’azur, al este de la desembocadura del ródano, que se extiende desde Saint tropez hasta Niza y que ha evolucionado desde el turismo selecto de hibernada del siglo pasado al turismo de masas actual; y la Costa del Languedoc-roussillon, ribera occidental del Golfo de León, desde argèles-sûr-Mer hasta Cap d’adge, objeto de planeamiento turístico integral desde la década de 1960, en la que los complejos tipo marina y las residencias secundarias son las modalidades principales de uso turístico del litoral. el litoral italiano presenta rivieras diferenciadas tanto por sus características naturales como por su desigual desarrollo turístico. La más tradicional de ellas, con una oferta muy diversificada (planta hotelera, puertos deportivos, campings, residencias secundarias), ocupa el golfo de Génova en dos tramos: riviera di Ponente (ventimiglia, Imperia) y riviera di
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Capítulo 4: Turismo de espacios litorales e insulares
Levante (rapallo, La Spezia). también con una dilatada historia como región turística y actualmente en una situación de relativo declive por saturación, se halla en el adriático la riviera de rímini-Cattolica, que se prolonga hasta los lidi venecianos. algo más reciente es la costa de amalfi, entre Nápoles y el golfo de Salerno, pero igualmente variada y sobreocupada. La costa romana (Lido di Ostia) tiene un carácter de espacio turístico dominado por la metrópoli capitolina. Por último, el sector de menor desarrollo turístico es el del litoral meridional de la península Itálica. el rápido crecimiento del turismo en españa, de mínima expresión antes de 1950 y con 43,4 millones de llegadas en 1997 (OMt, 1993) tiene su fundamento geográfico en el litoral mediterráneo continental (1.670 km de longitud que suponen casi el 43% del perímetro de costas españolas), así como en sus archipiélagos: Baleares (852 km de costa) en el Mediterráneo, y Canarias (1.064 km de perímetro litoral) en el atlántico frente al sur de Marruecos. el largo eje mediterráneo español, de Port Bou, en la frontera franco-española, al estrecho de Gibraltar, conexión natural de las aguas mediterráneas con las del océano atlántico, se resuelve en una alternancia de dos tipos de costas: unas recortadas por la inmediata proximidad de conjuntos montañosos, con acantilados, calas y pequeñas playas; y otras lineales y llanas, de carácter sedimentario. Del primer tipo son la Costa Brava (norte de Cataluña), la Costa Blanca (al sur del País valenciano y Murcia) y la Costa del Sol (andalucía, entre Málaga y Gibraltar); características del segundo son la Costa Dorada (sur de Cataluña) y la Costa del azahar (País valenciano). Cada uno de estos sectores litorales está organizado a partir de grandes ciudades y de sus aeropuertos: la Costa Brava y la Costa Dorada, en relación a Barcelona; Costa del azahar y Costa Blanca, en función de valencia y alicante; y la Costa del Sol, funcionalmente relacionada con Málaga. Las costas catalanas, en razón de su proximidad a la frontera y de su dotación viaria, tienen su primer mercado en Francia y combinan los complejos hoteleros con el turismo de camping (49% del total estatal de este tipo de plazas). el litoral valenciano (Costa del azahar y Costa Blanca) ofrece alojamiento hotelero y de apartamentos, tanto a las demandas británica y alemana como, en particular, al turismo interior (“Benidorm es la playa de Madrid”, se indica coloquialmente). el sur, con la Costa del Sol, ofrece complejos hoteleros y residenciales de turismo de masas junto
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a urbanizaciones de alta categoría, siendo sus mercados preferentes el británico, el norteamericano y minorías de los países petroleros del golfo Pérsico. Complementariamente al arco litoral del mediterráneo español y más allá de Gibraltar, se halla el algarve portugués, zona litoral entre el cabo de Sâo vicente y la desembocadura del río Guadiana, que, con amplias playas y oferta de alojamiento diversificada, supone más de la mitad del turismo en Portugal. Como se indicó anteriormente, una parte importante del turismo litoral en el Mediterráneo Occidental se realiza a través de la funcionalización turística de sus islas y archipiélagos (figura 4.8). en este sentido, destacan muy por encima de cualquier otro destino insular en esta parte del mundo las Baleares, con más de 9 millones de turistas en 1997. este archipiélago, que inició tempranamente su orientación turística con algunos enclaves a principios de siglo, constituye un caso paradigmático del turismo de sol y playa en destinos insulares, tanto en su organización espacial (sectores costeros con equipamiento masificado dependientes de las conexiones aéreas, con 67,8 plazas/km2, cuando en Hawái esta ratio es de 4 plazas/km2) como en su estructuración económica (monocultivo sectorial, demanda internacional gestionada por tourperadores extranjeros, acusada estacionalidad), así como también por su dilema, cada vez más agudo, entre uso/consumo turístico del territorio y conservación de los frágiles ecosistemas insulares. Las restantes islas del Mediterráneo Occidental presentan niveles de ocupación turística menos masivos. Sicilia, que ha desarrollado su actividad turística sobre el litoral meridional, de Siracusa a Marsala, tiene sus más destacados focos en el noreste (Costa esmeralda, entre Olbia y Porto Cervo); mientras que la vecina Córcega tiene su principal sector de turismo litoral en el sudeste (Porto vecchio) (Huetz de Lemps, 1989). el área del Mediterráneo Oriental, entre el canal de Malta y las costas libanesa e israelí, presenta una relativa menor intensidad como destino turístico de litoral. en 1991, la antigua Yugoslavia, Grecia y Chipre superaron en conjunto los 10,8 millones de llegadas turísticas (OMt, 1993). Sin embargo, tras los recientes conflictos bélicos, las costas adriáticas de la actual Croacia (que ha heredado los principales núcleos turísticos de la desaparecida Yugoslavia) han perdido buena parte de su incipiente desarrollo como destino, situándose en los 3,8 millones de llegadas en 1997 (OMt, 1998). Por su parte, Chipre, tercera isla mediterránea en cuanto a extensión, tras su escisión
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FIGURA 4.7. Distribuci贸n mundial del turismo litoral. Fuente: Elaboraci贸n propia.
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Parte II: Los tipos de turismo
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Capítulo 4: Turismo de espacios litorales e insulares
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Espóradas Chipre (anex. Turquía) Cícladas
Malta
Corfú
Cerdeña
Creta
Chipre (Sur)
Córcega
Rodas
Sicilia
Baleares
0
FIGURA 4.8. Islas del Mediterráneo. Llegadas turísticas (1991). Fuente: adaptado de Burton (1997).
en dos estados en 1974 ha concentrado su turismo litoral en las costas meridionales (actual zona de control greco-chipriota) superando en conjunto los 2 millones de llegadas. en Grecia, el turismo de sol y playa tiene sus principales focos en los diversos conjuntos insulares (islas Jónicas, Dodecaneso, espóradas y Cícladas) más que en las riberas continentales (véase figura 4.8), excepción hecha de la zona más próxima a atenas, entre el Pireo y epidauros. Del conjunto de destinos insulares griegos, rodas (la mayor del Dodecaneso), gracias a su diversificado equipamiento de alojamiento y complementario, concentra el 22% de las pernoctaciones que se producen en la Hélade y es el verdadero centro de turismo litoral en Grecia. también en este espacio regional del levante mediterráneo hay que incluir los complejos turísticos desarrollados en el litoral del Mar Negro (Mamaia, Mangalia, eforie en rumania; y Droubja, Zlatni Pjassac, Slancev Brjag en Bulgaria) durante el período de regímenes comunistas y ahora en un forzoso proceso de reconversión y apertura al exterior. asimismo, anotemos las playas libanesas e israelíes, otrora importantes en el Próximo Oriente, ahora menos concurridas debido a la inestabilidad política de la zona y a la amenaza del terrorismo. Finalmente, dentro del ámbito mediterráneo, hagamos referencia a las costas del Magreb, aunque en el
1.400 1.200 1.000 800 600 400 200 0 Azores
2
Madeira
3
Las Palmas de Gran Canaria
4
Tenerife
5
continente africano, relacionadas en su historia y funcionalidad con los mercados europeos. Los problemas sociopolíticos que últimamente han afectado a argelia han retraído la llegada de turistas europeos; no obstante, Marruecos, entre tánger y al Hoceima, y de forma especial, túnez, desde tabarka a Cartago, en el norte y desde Hammamet hasta la pequeña isla de Djerba, en el este, constituyen sectores de primer orden en el turismo litoral (túnez, 4,3 millones de llegadas en 1997; OMt, 1998). al referirse al turismo de playa en Marruecos hay que incluir sus zonas atlánticas, tanto al norte de rabat (asilah, Larache) como al sur (essaouira y sobre todo agadir). Y en este mismo sector del Océano atlántico, no pueden olvidarse los destinos insulares de Canarias y Madeira, pertenecientes respectivamente a los estados español y portugués, que, por sus características climáticas subtropicales y sus conexiones aéreas con europa, se convierten en destinos turísticos fundamentales durante la temporada baja de las playas mediterráneas (figura 4.9).
llegadas turísticas (en miles)
llegadas turísticas (en millones)
6
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FIGURA 4.9. Islas del Atlántico Norte. Llegadas turísticas (1991). Fuente: adaptado de Burton (1997).
en las costas septentrionales de europa Occidental, los principales focos de turismo litoral son aquellos que se conformaron como centros balnearios en
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Parte II: Los tipos de turismo
el siglo pasado. así, una primera zona de importancia se localiza a un lado y otro del Canal de la Mancha, la región de Calais en Francia y el sudeste de Inglaterra, con una orientación turística más dirigida al paseo y a los baños de sol que al disfrute del mar, con frecuencia frío y revuelto. Por esta razón, son regiones excluidas del turismo masivo que prefiere el Mediterráneo, y en las que la demanda actual es en buena medida de residencia secundaria para las poblaciones de las grandes áreas metropolitanas próximas (París y Londres). Similares características se dan en las costas belgas y holandesas, desde Zeeland, al sur, hasta Frisia, al norte, así como en los diferentes centros del mar Báltico (Mediodía de Jutlandia, costa polaca, la región de Skåne y la isla de Gotland en Suecia). Contrastando con una europa políticamente dividida en 38 estados, lo que comporta que el movimiento turístico sea fundamentalmente internacional, en américa del Norte, con tres grandes estados de estructura federal (Canadá, estados Unidos y México), los flujos turísticos son mayoritariamente de carácter intrarregional y nacional (casi el 50% del total de llegadas turísticas a estados Unidos procedían, en 1997, de sus vecinos canadienses y mejicanos; OMt, 1998). Para los mercados canadiense y de estados Unidos, las costas atlánticas son el eje vacacional para millones de turistas nacionales, en su mayor parte procedentes de la Megalópolis. Se trata de la zona comprendida entre Portland (Maine) y Norfolk (virginia), pasando por atlantic City (Philadelphia), antiguo centro recreativo que ha declinado en favor de las otras regiones litorales norteamericanas. Más al sur el desarrollo turístico topa con los inconvenientes de un litoral en el que la presencia de albuferas y zonas pantanosas es muy frecuente. De este modo, la Península de la Florida, que constituye el otro gran foco turístico del atlántico norteamericano, se ha desarrollado a partir de una oferta de ocio litoral de espaldas al mar (complejos hoteleros dotados de piscinas) complementada con atractivos de carácter cultural y recreativo (DisneyWorld, epcot Center, Sea World, Centro espacial de Cabo Cañaveral). La otra gran ribera marítima de estados Unidos, la del Pacífico, se ha convertido en la primera región turística del país. Se trata de una larga y estrecha franja (1.600 km de longitud y 400 de ancho, como promedio), que discurre de norte a sur desde eureka hasta San Diego, en la que se distinguen tres zonas principales. el sector más septentrional, en torno a la
bahía de San Francisco, debido a la corriente marina fría californiana y a los frecuentes bancos de niebla, presenta un desarrollo turístico menor que los tramos central y meridional. estos últimos, centrados en Los Ángeles, suman a los centros costeros clásicos (venice, Santa Mónica, Malibú, Long Beach) múltiples y diversas ofertas (Hollywood, Disneyland, surf y otros deportes náuticos, etc.). en México, pero funcionalmente muy ligada al turismo estadounidense, el espacio antes mencionado se prolonga en la península de Baja California (tijuana, ensenada, La Paz). además de estos focos litorales, las costas mexicanas del Pacífico, con centros de cierta historia como acapulco y otros más recientes (Manzanillo, Mazatlán, Puerto vallarta), así como la vertiente atlántica, en torno de la península de Yucatán (Cancún, islas Cozumel y Mujeres) han conocido un importante desarrollo turístico gracias tanto a la demanda europea, cada vez más significativa, como a la relativa facilidad de conexión terrestre (ferrocarriles, red de carreteras) con el vecino mercado estadounidense. el área litoral e insular del mar Caribe es, con relación a estados Unidos, un espacio turístico análogo al Mediterráneo para los europeos. el conjunto de las islas antillanas registraron en 1997 más de 14 millones de llegadas de turistas, atraídos por la imagen de las playas tropicales y una oferta hotelera de planta reciente, resultado en muchas ocasiones de las inversiones extranjeras (figuras 4.10, 4.11 y 4.12). el grado de dependencia del mercado estadounidense que afecta a estos destinos insulares y costeros, con ser en general muy importante, es variable en función de la proximidad y la existencia de un pasado colonial que relacione a éstos con sus anteriores metrópolis europeas (cuadro 4.2). Correspondiente a lo que hemos denominado el centro del turismo litoral en el mundo frente a la periferia subdesarrollada, aunque localizado en el Pacífico Norte sobre el imaginario eje del trópico de Cáncer, hay que consignar la importancia del archipiélago de Hawái. el conjunto de islas volcánicas que lo forman es el principal destino turístico del Pacífico con 7 millones de llegadas en 1997 (OMt, 1998) y presentan también un acusado nivel de concentración en lo que a la demanda se refiere (en 1991, el 89,6% del total de los turistas procedía de estados Unidos y Japón). La tercera gran región mundial del turismo litoral se desarrolla en el Sudeste asiático, en las costas e
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3.000
600
2.500
500
llegadas turísticas (en miles)
2.000 1.500 1.000
300 200 100
500
Bonaire
Curaçao
Turks y Caicos
Haití
Is. Vírgenes (RU)
Caimán
Cuba
Is. Vírgenes (EUA)
Jamaica
Rep. Dominicana
Bahamas
Puerto Rico
FIGURA 4.10. Caribe septentrional. Llegadas turísticas (1991). Fuente: adaptado de Burton (1997).
Trinidad y Tobago
0
0
FIGURA 4.12. Caribe meridional. Llegadas turísticas (1991). Fuente: adaptado de Burton (1997).
islas bañadas por el Mar de la China Meridional (en conjunto, 16,6 millones de llegadas turísticas en 1997; OMt, 1998). en relación al origen de la demanda pueden diferenciarse dos tipos de destinos: por una parte, en Singapur, Filipinas, tailandia y australia, el mercado turístico es fundamentalmente interregio-
600 500 400
CUADRO 4.2 Llegadas turísticas procedentes de Estados Unidos
300
Destino insular del Caribe
200
–25%
Curaçao, Dominica, Martinica, St. Vicent
25-50 %
Antigua, Barbados, Bonaire, Granada, Monserrat, St. Kitts y Nevis, St. Lucía, St. Maarten, Trinidad y Tobago
50-75 %
Anguila, Aruba, Vírgenes, Haití, Jamaica, Puerto Rico, Turks y Caicos
+75 %
Bahamas, Bermudas, Caimán
100
Monserrat
St. Eustatius
Saba
Anguila
Dominica
St. Vicente
St. Kitts-Nevis
Granada
Sta. Lucía
Guadalupe Antigua y Barbuda
Martinica
Barbados
0 St. Maarten
llegadas turísticas (en miles)
111
400
Aruba
llegadas turísticas (en miles)
Capítulo 4: Turismo de espacios litorales e insulares
FIGURA 4.11. Caribe oriental. Llegadas turísticas (1991). Fuente: adaptado de Burton (1997).
Fuente: Elaboración propia.
cap.04:cap.04 17/06/09 11:06 Página 112
112
Parte II: Los tipos de turismo
nal, esto es procedente de focos emisores de otras regiones continentales (europa, américa del Norte y Japón); por otra, en Indonesia y Malasia, siendo significativa la magnitud de llegadas procedentes de focos emisores distantes, la orientación es más claramente de carácter intrarregional (tránsito cruzado y de Singapur, en especial) (figura 4.13).
llegadas turísticas (en miles)
3.500 3.000 2.500 2.000 1.500 1.000 500
Filipinas
Taiwan
Indonesia
Macao
0
FIGURA 4.13. Islas del Mar de la China. Llegadas turísticas (1991). Fuente: Elaboración propia.
Indonesia y tailandia son los dos estados del Sudeste asiático con mayor proyección en el mercado turístico mundial, merced a centros litorales e insulares que se han convertido en imágenes cliché de los atractivos de la región; es el caso de la isla indonesia de Bali, con centros como Nusa Dua y Samur, y los complejos hoteleros, muy sobreexplotados, de Pattaya (tailandia), en el golfo de Siam. tanto en un caso como en otro, recientemente se ha procurado la diversificación de la oferta con nuevos destinos (Sulawesi, Biak o Lombok, en Indonesia; las islas al este y oeste del Istmo de Kra, Phuket y So Kamui, en lo que concierne al reino thai). en Malasia el turismo depende en más de un 60% de la demanda procedente de Singapur, un pequeño estado insular al sur de la península de Malaca, centro financiero y de rutas de crucero e[n la región, y con el islote de Sentosa como principal centro turístico. Los centros turísticos malayos se localizan preferentemente en el litoral occidental (Penang, Langkawi, Melaka), siendo la isla tio-
man el destino turístico sudoriental. Filipinas, archipiélago de más de 7.000 islas e islotes, con un perímetro costero similar al de estados Unidos, tiene un moderado desarrollo turístico, en el que más que la atracción de sol y playa cuenta con un consentido “turismo sexual” (300.000 hospitality girls en el país; Burton, 1997). aunque formalmente parezca una isla, australia, con sus más de 7,6 millones de km2, alcanza las dimensiones de un continente, dotado de gran diversidad de atractivos naturales y humanos para toda clase de modalidades turísticas y del mayor nivel de desarrollo en el conjunto de Oceanía. a la ventaja de su localización en el hemisferio Sur, que supone poder ofrecer sol y playa veraniegos durante los meses de invierno en los focos emisores del hemisferio boreal, se contrapone su alejamiento de estos mismos focos. Con todo, en 1997 se registraron más de 4,3 millones de llegadas turísticas (OMt, 1998), siendo el principal mercado el japonés (un 24% del total), seguido del de la vecina Nueva Zelanda, del reino Unido y de estados Unidos (17, 11 y 10 por ciento, respectivamente). tres son las zonas que destacan por su turismo de litoral: la costa nororiental de la Gran Barrera coralina (Great Barrier Reef), la ribera sudeste, y el litoral del sudoeste. La Great Barrier Reef es un destino turístico especialmente privilegiado para las prácticas subacuáticas y deportivas, pero asimismo constituye un ecosistema frágil ante la presión del turismo masificado (500.000 turistas en 1986; Burton, 1997). el turismo costero estandarizado (el de las tres s) tiene su mejor localización alrededor de Brisbane (Sunshine Coast y Gold Coast), mientras que en el sudeste, de Sidney a Melbourne, el clima algo más frío reduce las posibilidades del ocio litoral. Mejores condiciones climáticas, de tipo mediterráneo, se dan en el sudoeste, pero la costa centrada en torno a Perth paradójicamente ha desarrollado en menor medida la actividad turística. La periferia de los conjuntos continentales hasta aquí comentados, sólo recientemente ha empezado a contar en el turismo litoral mundial, si bien algunos centros muy concretos conocen un proceso evolutivo algo más avanzado. en cualquier caso, los destinos turísticos de la periferia adolecen de debilidad y de dependencia. Debilidad porque el subdesarrollo económico que caracteriza a estos espacios genera la falta de las condiciones precisas, no ya para la extensión generalizada del ocio y recreación de sus propias poblaciones (mucho más pendientes de la subsisten-
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Capítulo 4: Turismo de espacios litorales e insulares
cia diaria, en no pocos casos), sino incluso para el mantenimiento autóctono del turismo foráneo. Dificultades infraestructurales en transportes y comunicaciones, ciertamente, pero también escasez de bienes y servicios, en general, son dos poderosos frenos para la evolución presente de la periferia hacia el turismo de masas. el subdesarrollo completa su faz con la dependencia exterior; en la situación de marginalidad mundial, la periferia no puede sino ofrecer su espacio y su mercado turístico a la inversión extranjera. así el turismo periférico, diseñado desde y para el centro, estandariza las culturas autóctonas y condiciona el uso del medio ambiente (por ejemplo “visita al brujo del poblado”, “artesanía nativa” o “reserva marina para el buceo” son reclamos usuales en la oferta que touroperadores occidentales hacen de estos destinos periféricos). Marginalidad también geográfica, puesto que en su mayoría son destinos turísticos que obligan a viajes de larga distancia, por vía aérea, y consiguientemente costosos en tiempo y dinero; de aquí, que la demanda de estos centros sea de clase media-alta y alta, procedente de los países del centro, que deja atrás sus propios litorales saturados y a la búsqueda de “paraísos exóticos”, “salvajes” y “del sur”, eterno mito del norte. Sin embargo, no puede negarse que en algunos casos el turismo constituye una auténtica oportunidad para el crecimiento económico y para sentar futuras bases de desarrollo en estos países de la periferia mundial. en particular, cuando las autoridades nacionales se involucran en la tarea de hacer compatible turismo y medio ambiente (Costa rica, por ejemplo), así como cuando el turismo no es la única fuente de divisas. Dos unidades continentales y otras dos regiones subcontinentales forman esta periferia del turismo litoral en el mundo: américa Latina y África, de un lado, y de otro el asia monzónica y el Pacífico insular. Centro américa, región ístmica entre el norte y el sur del Nuevo Mundo y con una superficie equivalente a la de la península Ibérica, supone en su conjunto tan sólo el 0,45% del turismo mundial. esta marginalidad se revela más clara por cuanto cerca de la mitad de los turistas son intrarregionales y la concentración de la demanda interregional depende en más de un tercio del mercado estadounidense. región castigada con regímenes totalitarios, guerrillas y conflictos civiles, tiene en Belize (antigua colonia británica en el Yucatán) y en Costa rica sus principales
113
áreas de turismo litoral, ambas orientadas al Caribe y con barreras coralinas que han favorecido la demanda de deportes náuticos y submarinismo. el país hispano supone el 27% de las llegadas turísticas de la región (OMt, 1998) y sus más afamados centros son Playa Limón, tortuguero y Cahuita. Belize concentra el 11% del turismo regional, dirigido en particular hacia los cayos Caulker y ambergis (esta barrera coralina es la segunda del mundo tras la Great Barrier australiana). américa del Sur es un gran continente, rico en toda clase de recursos, pero en términos generales aún inmerso en un grave subdesarrollo (la renta per cápita media de américa Latina es inferior a los 2.000 dólares estadounidenses). Sólo los países con ciertos fundamentos consolidados de progreso económico se hallan en disposición de entrar en los circuitos mundiales de turismo litoral; es el caso de argentina, Uruguay, Brasil y Chile. el turismo litoral sudamericano está muy unido a la imagen de las playas del centro y sur del Brasil, desde San Salvador de Bahía a Porto alegre, pasando por las míticas playas de río de Janeiro (Ipanema y, en especial, Copacabana). en el Cono Sur, los centros litorales de la vertiente atlántica se localizan en referencia a la amplia desembocadura del río Paraná (Punta del este, en Uruguay; Mar del Plata, en argentina). en la costa del Pacífico, el turismo casi se reduce, por condiciones climatológicas y por la fría corriente marina de Humboldt que asciende desde el Círculo Polar antártico, al área mediterránea del centro de Chile (viña del Mar, valparaíso). el África subsahariana es otra gran región mundial que forma parte de este rompecabezas que es la periferia turística (recuérdese que en su momento nos referimos al Norte de África por estar funcionalmente integrado en el turismo mediterráneo) (cuadro 4.3).
CUADRO 4.3 Distribución del turismo en África Subsahariana (1991) Región África Oriental Sur de África África Occidental África Central Fuente: OMT (1993).
Llegadas (miles)
% sobre el total
2.943 2.583 1.315 409
40,5 35,6 18,1 5,8
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Parte II: Los tipos de turismo
en el África Oriental pueden diferenciarse dos tipos de centros litorales: de una parte, aquellos que funcionan como un complemento en los circuitos de safari fotográfico y turismo de naturaleza; de otra, los que son complejos hoteleros insulares. Los primeros se localizan en las costas de Kenia (Mombasa, Malindi, Lamu) y de tanzania (Zanzíbar, Pemba) y dependen de una fracción del turismo que viaja a estos países inducidos por otros atractivos, como ya se ha dicho. Los segundos, más recientes en el turismo mundial al que se conectan desde los aeropuertos kenyatas de Nairobi y Mombasa, son los destinos localizados en las remotas islas del Índico: Mauricio, reunión, Seychelles y Comores. en todas ellas, la nueva planta hotelera se localiza concentradamente en un sector del territorio o en alguna de las islas (al oeste y sur de Mauricio; en victoria, isla capitalina del archipiélago de las Seychelles) (figura 4.14).
350
llegadas turísticas (en miles)
300 250 200 150 100 50
Comores
Seychelles
Reunión
Maldivas
Mauricio
Sri Lanka
0
FIGURA 4.14. Islas del Índico. Llegadas turísticas (1991). Fuente: Elaboración propia.
también de carácter complementario a otros atractivos y ofertas, cabe considerar el turismo litoral en el Sur de África, prácticamente reducido a dos centros de la república Sudafricana: al sur, en torno a Ciudad del Cabo, y al este, en aguas del Índico, alrededor de la ciudad de Durban. Más parecido al modelo de turismo de sol y playa estándar es el que se desarrolla en el África Occidental.
en esta subregión, las playas de Dakar, capital del Senegal, constituyen el primer centro de turismo litoral, al que se añaden las ofertas hoteleras, resultado de importantes inversiones extranjeras, de Banjul, en el centro de Gambia. el golfo de Guinea, y muy en particular las riberas de Costa de Marfil (San Pedro, Grand Bassam, abiyán), Ghana (takoradi, accra) y Nigeria (Lagos), es la segunda zona clave del turismo de playa en el África Occidental. aquí, a diferencia del África Oriental, los atractivos costeros son primordiales y los de orientación étnica y ecológica complementarios de los primeros. en el asia índica el turismo litoral tiene sus principales referentes en dos destinos insulares, Sri Lanka y el archipiélago de las Maldivas (véase figura 4.14). el antiguo Ceilán, con más de 1.500 km de costa y clima tropical, reúne buenas condiciones para el turismo de sol y playa, pero el subdesarrollo y la intermitente guerra hindú-tamil son sus principales frenos. Sus principales centros se distribuyen en el sudoeste (Negombo, Galle) y son focos de hibernada para el mayoritario turismo europeo. Las Maldivas son un inmenso archipiélago (más de mil islas e islotes) repartido en una extensa área oceánica a 850 km dirección sudoeste de Sri Lanka. Del conjunto sólo unas cincuenta islas están acondicionadas para la actividad turística, muy centrada en las prácticas subacuáticas, siendo su dispersión un inconveniente añadido que dificulta los desplazamientos (por ejemplo la capital, Male, y el aeropuerto se localizan en islas distintas). La magnitud del océano Pacífico (aproximadamente un 35% de la superficie terrestre) obliga a que nos refiramos a él como una región turística diferenciada. Precisamente como efecto de la extensión, el transporte resulta muy costoso, tanto económicamente como en tiempo (de Los Ángeles a tokio, diez horas; de Santiago de Chile a Sidney, 19 horas de vuelo). De este modo, los destinos turísticos del Pacífico, todos ellos insulares intertropicales, son catalogados como de larga distancia, con lo que de selección de la demanda tiene, y a lo que se puede añadir la imagen de distintos paraísos del de los Mares del Sur (figura 4.15). Dejando aparte el archipiélago de Hawái, al que ya nos hemos referido con anterioridad, el dilatado conjunto de islas del Pacífico puede clasificarse en tres grandes grupos: Micronesia, Melanesia y Polinesia. Los espacios insulares que forman Micronesia son los más cercanos al extremo Oriente, de ahí que resulten destinos muy dependientes de Japón, la potencia eco-
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llegadas turísticas (en millones)
Capítulo 4: Turismo de espacios litorales e insulares
115
7
4.3. El turismo náutico y de crucero
6
4.3.1. Rasgos generales del turismo de cruceros
5
a lo largo de la historia de la humanidad, océanos y mares han sido escenarios fundamentales de todo tipo de intercambios económicos y culturales, además de constituir una prolongación estratégica del poder establecido en las tierras emergidas. también en el desarrollo histórico del turismo de masas, la vía marítima ha sido un medio geográfico de primer orden. esta relación entre actividad turística y vía marítima se ha concretado en el producto turístico denominado turismo de crucero. La génesis del turismo de crucero data de las primeras décadas del siglo xx, cuando el progreso alcanzado en las máquinas de vapor pudo combinarse con los avances habidos en la ingeniería naval, permitiendo la construcción de grandes naves destinadas a las travesías de conexión entre los principales puertos europeos (Le Havre, Londres, Porstmouth, rotterdam, etc.) y los destinos de américa del Norte. Como ya se comentó, fue por este carácter de cruce de un extremo al otro del atlántico por lo que los grandes paquebotes (Bremen, Lusitania, Olimpic, Normandie, titanic, Queen Mary, entre otros) recibieron la denominación genérica de transatlánticos y, durante los años veinte y treinta constituyeron un símbolo del turismo internacional de alto nivel. a partir de la Segunda Guerra Mundial y a medida que el transporte de pasajeros en largas distancias, merced a la aviación comercial de reactores, pudo hacerse más frecuente, más rápido y menos costoso, las grandes líneas de crucero trasatlántico conocieron un inevitable proceso de reconversión en el que buques emblemáticos de este turismo que había sido selecto (France, Queen elizabeth) tuvieron que quedar definitivamente amarrados y ser reutilizados como oferta turística complementaria (restaurantes, salas de fiesta, museos) en sus últimos muelles. Desde la década de los setenta, el turismo de crucero ha venido definiéndose como un producto turístico específico, en primer lugar porque en él el viaje es elemento integral y esencial de la experiencia de recreo, y, en segundo lugar, porque es en sí mismo un producto turístico completo, al reunir en el medio de transporte las ofertas de alojamiento, restauración, ocio y recreación en las más diversas formas (solariums, piscinas, deportes individuales y de equipo, casino, atracciones y espectáculos, baile). De hecho,
4 3 2 1
Otras
Tonga
Samoa [EUA]
Papúa-Nueva Guinea
Cook
Samoa Occ.
Vanuatu
Polinesia Francesa Nueva Caledonia
Fiyi
Guam
Marianas
Háwai
0
FIGURA 4.15. Islas del Pacífico. Llegadas turísticas (1991). Fuente: adaptado de Burton (1997).
nómica regional (concretamente es el caso de Guam y las Marianas, donde las inversiones niponas en el sector hotelero han sido muy importantes). Globalmente atrajeron más de un millón de turistas en 1997 (OMt, 1999). Las islas de Melanesia (Papúa-Nueva Guinea, Salomon, vanuatu, Fiyi, tonga, entre otras) forman un cinturón insular al noreste de australia, de donde proceden las mayoría de clientes turísticos (500.406 globalmente en 1997; OMt, 1998). el archipiélago de las Fiyi es el primer destino melanesio y nudo de transporte aéreo para el resto de la subregión. Finalmente, las islas de la Polinesia están repartidas entre el centro y sur del Pacífico, en una extensión marítima algo menor a la de europa. Son el destino turístico insular más remoto, lo cual reduce mucho el volumen de su demanda (285.557 llegadas en 1997; OMt, 1998), mayoritariamente francesa al tratarse de cinco archipiélagos bajo administración de este país europeo. este importante grado de concentración de la demanda turística se compensa, de algún modo, con inversiones en alojamiento e infraestructuras, así como con facilidades de conexión aérea (vuelos directos ParísPapeete, capital polinesia en la mítica tahití).
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Parte II: Los tipos de turismo
los cruceros actuales pueden considerarse auténticos complejos turísticos flotantes. asimismo, aunque relativamente, el turismo de crucero actual no tiene el sello de exclusividad de otrora y, respondiendo a su inserción en el turismo internacional de masas, ha tenido que incrementar sus capacidades de pasaje y organizarse a partir de puertos centrales próximos a aeropuertos de significativo tránsito internacional (“flycruises” se denomina esta modalidad organizativa). Pero el turismo de crucero como variante del turismo de masas representa aún una pequeña fracción de la demanda turística mundial. en el paso del elitismo del crucero transatlántico al turismo de crucero actual se ha producido también,
en términos geográficos, una reorientación. así de la casi unidireccionalidad europa-américa del pasado, se ha llegado a la regionalización de las áreas mundiales de turismo de cruceros.
4.3.2. Principales rutas del turismo de cruceros Los mares interiores de las regiones climáticas subtropicales y templadas cálidas constituyen las más importantes áreas mundiales en las que transcurren las rutas de crucero. Con ser significativo el factor climatológico, no es único en la configuración de dichas áreas, ya que además éstas también se definen por su vínculo muy directo con los principales focos gene-
1 área del mar Caribe 2 área del Mediterráneo y mar Negro 3 área del Mar de China Meridional
FIGURA 4.16. Principales regiones de crucero en el mundo.
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Capítulo 4: Turismo de espacios litorales e insulares
tras una época inicial (1950-1960) de predominio neoyorquino, es en la actualidad Miami, que mueve más de un millón de pasajeros en cruceros a lo largo de todo el año, aunque preferentemente en la época estival (Burton, 1997). a partir de esta ciudad se dirigen flujos de turistas en tres tipos de rutas de crucero, diferenciadas en su duración y alcance geográfico. Una primera clase la conforman los cruceros de menos de una semana que tienen como destino las Bahamas y las Islas vírgenes. Como un segundo tipo se desarrollan las rutas de duración aproximada a los siete días recorriendo las antillas situadas al norte de Puerto rico y el golfo de México hasta Yucatán, o bien las islas meridionales, desde Saint Kitts-Nevis hasta aruba, pasando por trinidad y tobago. Finalmente, las rutas de crucero de mayor duración son las que circunnavegan el conjunto antillano. tanto para esta clase de cruceros como para la anotada en segundo lugar, San Juan, la capital portorriqueña, constituye un foco complementario en la organización del turismo de crucero en el ámbito caribeño (figura 4.18). Los cruceros turísticos en el mar Mediterráneo, de dilatada historia, tienen sus focos emisores principales en el puerto francés de Marsella y en el ita-
radores del turismo de masas. así pues, el Caribe, el Mediterráneo, el Negro y el de China Meridional son los mares interiores que concentran el grueso del turismo mundial de cruceros, zonas ligadas respectivamente a los mercados norteamericano, europeo y australiano-japonés (figura 4.16). en correspondencia con la evolución histórica del fenómeno turístico a escala mundial, la primera de las grandes zonas de crucero turístico fue la mediterránea. Cuando los conflictos en el Próximo Oriente alcanzaron su mayor intensidad, a finales de los sesenta, y sobre todo cuando la amenaza terrorista afectó al turismo de crucero mediterráneo (el luctuoso incidente del achille Lauro), el eje principal de este turismo en travesía se desplazó hacia el Caribe, región preeminente en la actualidad para esta modalidad turística. La configuración del espacio caribeño como ámbito del turismo de crucero responde básica, si bien no exclusivamente, a la magnitud de la demanda norteamericana (tanto de estados Unidos como canadiense) que busca paraísos tropicales en la amplia diversidad de sus espacios insulares más próximos (figura 4.17). el puerto a partir del cual se articula la organización y salida de cruceros en la región antillana,
1.800 1.600 1.400 1.200 1.000 800 600 400 200
FIGURA 4.17. Caribe: pasajeros en crucero (1989). Fuente: adaptado de Burton (1997).
Cuba
Dominica
Bonaire
Monserrat
Trinidad y Tobago
St. Vicente
Aruba
St. Kitts-Nevis
Is. Vírgenes (RU)
Guadalupe
Rep. Dominicana
Sta. Lucía
Granada
Curaçao
Antigua y Barbuda
Barbados
Martinica
Caimán
Jamaica
St. Maarten
Puerto Rico
Is. Vírgenes (EUA)
0 Bahamas
Llegadas turísticas (en miles)
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Parte II: Los tipos de turismo
FIGURA 4.18. Principales rutas de crucero en el mar Caribe.
liano de Génova, siendo complementarios a éstos los de Barcelona y Sète. en conjunto, el flujo de turistas de crucero en el Mediterráneo fue en 1987 superior a los 100.000 usuarios (Lozato, 1991), demanda centrada básicamente en rutas de corta duración. Contribuyen a este tipo de demanda, sobre todo europea, dos factores: por un lado, las travesías de los ferries que comunican las orillas mediterráneas tienen un componente menor de crucero y son utilizados por cerca de dos millones y medio de turistas; por otra parte, el crucero en el Mediterráneo se caracteriza por una intensa complementariedad mar-
tierra, es decir, se trata de navegaciones de placer organizadas a partir del atractivo de los numerosos puertos continentales de ambas riberas, así como de los insulares. Otra característica propia de las rutas de crucero en el Mediterráneo es la comunicación que se establece entre puertos origen del Norte postindustrial emisor de demanda turística y puertos destino del Sur periférico en vías de desarrollo, en el que se localizan atractivos turísticos de diversa índole: natural, étnica y cultural, histórica, etc. De este modo se produce la integración de puertos como los
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Capítulo 4: Turismo de espacios litorales e insulares
tunecinos (en particular, la isla de Djerba), los malteses o los chipriotas. además, el Mediterráneo como mar de cruceros ofrece la posibilidad de conexión entre sus lugares ribereños y otros localizados en otras aguas. en este sentido, cabe reseñar las rutas de crucero que desde el Mediterráneo pasan al atlántico hacia las islas Canarias (con escalas en Gibraltar y tánger), hacia el Mar rojo (desde alejandría, a través del Canal de Suez), y principalmente en dirección o viniendo del Mar Negro (Odessa, es el puerto central) a través de los estrechos de los Dardanelos y Bósforo, con el atractivo específico de la “puerta de Oriente” que es estambul para los europeos (figura 4.19). Los mares y costas en las latitudes septentrionales, como los de alaska, del Norte y Báltico, son inevitablemente zonas en las que el turismo de crucero es de segundo orden en relación a los antes mencionados mares interiores, ya que el rigor y la larga duración de los inviernos, con temporales intensos y presencia de bloques de hielo, limitan en mucho su posible desarrollo. Por consiguiente, se trata de zonas de crucero eminentemente estival, cuando al disfrute de los paisajes de las costas recortadas (recuérdese, por ejemplo, los fiordos noruegos) se añade el atractivo turístico del llamado sol de medianoche. Bordeando las costas de escandinavia se desarrollan
119
cinco circuitos de crucero distintos. Partiendo de Oslo, en dirección norte, las rutas de crucero se dirigen hacia los fiordos del litoral del Mar del Norte y, yendo más allá, a través del Mar de Noruega, cruzan el Círculo Polar Ártico hasta alcanzar el cabo Norte. también desde la capital noruega, o bien desde Copenhague o la alemana ciudad de Kiel, tienen lugar los cruceros del Store Baelt. estocolmo es el punto de partida para el circuito que bordea en sus vertientes sueca y finesa el golfo de Botnia, y San Petersburgo es el más oriental de los puertos desde los que recorrer el mar Báltico (figura 4.20). Singapur, en el Sudeste asiático, constituye el centro a partir del que se organizan las rutas de crucero en el Mar de la China Meridional. en este mar, los cruceros tienen una función complementaria para con otras modalidades turísticas y su ámbito es marcadamente regional, dependiendo sobre todo de las demandas japonesa y australiana. tres son los ejes principales: el que se dirige hacia las islas indonesias de Java, Bali, Celebes y Flores; el que sirve al principal centro de turismo litoral tailandés, Pattaya; y los rumbos que atraviesan el estrecho de Malaca con destino a las islas turísticas de Penang y Phuket (figura 4.21). Los cruceros del Pacífico Sur, dadas las grandes distancias entre islas y archipiélagos, presentan una
FIGURA 4.19. Las rutas de crucero en el mar Mediterráneo.
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Parte II: Los tipos de turismo
FIGURA 4.20. Principales regiones de rutas de crucero en Escandinavia.
marcada orientación de servicio intrainsular, antes que de conexión interregional. Los principales recorridos tienen una duración que, usualmente, no sobrepasa la semana, siendo Suva y Papeete, las capitales de Fiyi y la Polinesia Francesa respectivamente, los principales puertos para circuitos que suelen tener sus destinos en las cercanas islas de vauna Levu o Moorea.
La llamada última frontera del turismo contemporáneo, la antártida, es también alcanzada por viajes de crucero que saliendo de los puertos chilenos de Punta arenas y Puerto Williams, o desde Ushuaya, la más meridional de las ciudades argentinas, realizan la travesía en unos diez días. en esta ruta se mezclan los alicientes característicos del crucero con las imágenes del turismo ecológico.
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Capítulo 4: Turismo de espacios litorales e insulares
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rutas a Indonesia rutas a Thailandia rutas del estrecho de Malaca
FIGURA 4.21. Principales rutas de crucero en el Mar de la China Meridional.
4.4. El turismo lacustre Las regiones interiores, peninsulares y continentales más o menos alejadas de la costa marina, tienen en lagos y lagunas el principal ámbito geográfico para el desarrollo y práctica de las distintas modalidades asociadas al turismo de carácter hidrorrecreativo. a estos espacios acuáticos modernamente se han añadido los
embalses y lagunas artificiales, aun cuando su función primordial sea diferente a la del ocio de masas. Las riberas de lagos y lagunas, muchas de ellas espacios de antigua instalación humana para el aprovechamiento de sus diversos recursos naturales (agua, pesca, fibras vegetales, etc.), conocieron, en europa, desde el siglo xvIII su apertura a usos recreativos, cuando la aristocracia instalaba en sus proximidades
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Parte II: Los tipos de turismo
palacios y fincas de recreo. el espectacular desarrollo del turismo de masas en los litorales marítimos a lo largo de la presente centuria ha inducido la ocupación alternativa de los espacios de franja lacustre. Sin embargo, a escala planetaria, lagos y lagunas tienen una utilización turística mas bien escasa, ya que se localizan mayoritariamente en espacios en los que se dan ciertas circunstancias naturales subóptimas para el ocio y la recreación. Los principales inconvenientes naturales de cara a la funcionalización turística de los ámbitos lacustres son: — el relieve complejo y abrupto en el que se localizan muchos lagos y lagunas, lo que dificulta el desplazamiento a estas zonas; — el clima de alta montaña, que reduce la práctica hidrorrecreativa en estos ámbitos a los meses de los cortos veranos; — la distancia a los grandes focos emisores de turismo de masas, lejanía a menudo superada con reducidas posibilidades de transporte. La frecuentación turística de lagos y lagunas deriva, en los países desarrollados, muy directamente de la proximidad a grandes núcleos urbanos de interior (Balaton, al oeste de Hungría, en relación a toda la europa Central y, muy en particular, la región de los Grandes Lagos para la frontera norteamericano-canadiense). Por otra parte, la configuración de los complejos turísticos de invierno en la media y alta montaña ha encontrado, en las orillas de los lagos de génesis glaciar (por ejemplo los alpinos Lucerna, Lugano, Maggiore, Como, Garda), la posibilidad de ampliar el espacio turístico durante los meses de verano. Otros lagos en el mundo tienen una función turística menos intensa debido a su relativa lejanía de áreas metropolitanas o porque, en los destinos del ter-
cer Mundo, se inscriben en circuitos en los que el atractivo principal es el “descubrimiento” de medios naturales y humanos exóticos (victoria y turkana en Kenia, titicaca en Bolivia). Los centros turísticos lacustres en las áreas desarrolladas presentan morfologías similares a las de otras zonas litorales, es decir, una ocupación básicamente lineal de la ribera, situándose en primera línea los principales complejos hoteleros así como otras ofertas anexas (casinos, centros de congresos, etc.). en el caso de los lagos de montaña (Locarno en Suiza, Interlaken en austria) la localización del alojamiento (hotelero y de residencia secundaria), así como la oferta complementaria, puede adoptar una disposición en “anfiteatro” aprovechando tanto los márgenes lacustres como las inmediatas laderas. Los lagos naturales inscritos en las grandes reservas naturales de destinos periféricos (Kenia, tanzania o Zambia) presentan una ocupación turística más incipiente y discontinua, con una combinación de formas de alojamiento propias del turismo de aventura (tiendas de campaña, bungalows sencillos) y otras más sofisticadas como los lodges (entre un albergue de aventura y un hotel caro, especialmente diseñado para disfrutar de la naturaleza en enclaves escogidos). además de los ámbitos lacustres naturales, los embalses constituyen, cada vez más, importantes focos de desarrollo turístico, generalmente asociados a diversas prácticas de ocio y deporte náuticos (vela ligera, motonáutica, ski acuático, canoa). Javier Callizo, siguiendo a reparaz (Callizo, 1991), diferencia entre aquellos lugares de esta clase que añaden la función turística a otras primigenias (riego, abastecimiento de agua potable o producción hidroeléctrica) y los que incorporan el uso recreativo como alternativa a utilizaciones anteriores ya abandonadas.
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5 TURISMO EN ESPACIOS DE MONTAÑA Y NATURALES Diego A. Barrado Timón y Mireia Vila i Nardi
Antecedentes y precisiones conceptuales Turismo de nieve y estaciones de esquí Turismo deportivo y de aventuras en la naturaleza El ecoturismo
5.1 5.2 5.3 5.4
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Parte II: Los tipos de turismo
5.1. Antecedentes y precisiones conceptuales La apreciación de la naturaleza como recurso estético y más tarde turístico no es algo nuevo, sino que con características parecidas a las actuales hunde sus raíces al menos hasta el movimiento romántico, como ya se comentó en el capítulo 3. Durante el siglo xviii la ilustración había impuesto una concepción de la naturaleza basada en el orden, cuyo máximo exponente es el sistema de clasificación de especies de Linneo. Esta concepción ideológica se traducía igualmente en una apreciación positiva de los paisajes cultivados y ordenados gracias al trabajo humano y en los que las fronteras con lo verdaderamente natural estaban claras, frente al rechazo de lo salvaje e inculto que sólo se entendía como fuente de peligros y como obstáculo al progreso. Por el contrario, el romanticismo dio pie a una visión orgánica y dinámica de la naturaleza en la que lo salvaje y lo no hollado por el hombre dejan de provocar repugnancia (Hall, 1998). Y al transformar la concepción de la naturaleza en las sociedades occidentales, cambian con ella las preferencias estéticas de sus ciudadanos, que empiezan a interesarse por los escenarios salvajes que antes rechazaban, y que en Europa ya entonces se encontraban prácticamente restringidos a las montañas y al litoral. De la novedosa emergencia de este sentimiento de aprecio por la naturaleza virgen fue perfectamente consciente el escritor e historiador del arte John Ruskin, al comentar su primer contacto con los Alpes en 1833 a la edad de catorce años: “unos pocos años antes, quizá menos de cien, ningún niño se hubiese interesado por las montañas” (cit. en Rybczynski, 1991). Además, este nuevo aprecio se produce de modo paralelo al desarrollo de la industrialización y al crecimiento de las grandes ciudades en Occidente, que rápidamente se vuelven más y más insalubres. Esto provocó que una parte de la sociedad comience entonces a ser consciente tanto de su progresiva separación de lo natural como de los efectos perturbadores que en el medio físico pueden provocar las acciones humanas, como de forma casi premonitoria puso de manifiesto G. P. Marsh en su libro Hombre y naturaleza, o la Geografía Física como ha sido modificada por la acción humana, publicado en 1864. El resultado de ambos fenómenos es que en el siglo xix la naturaleza empieza a ser valorada por la burguesía y la nobleza europeas como recurso y escena-
rio para sus prácticas recreativas, y que rápidamente se empiezan a colonizar turísticamente algunos de los espacios donde ésta alcanza mayor grandiosidad, especialmente los valles alpinos. En un principio, estas estaciones balnearias tenían un carácter exclusivamente de residencia veraniega, apoyada en la climatología, la belleza de los paisajes y los tratamientos termales. Sin embargo, poco a poco algunos de estos centros, con Saint Moritz como pionero, comenzaron a atraer un turismo invernal que paulatinamente fue convirtiendo los deportes de nieve en la principal actividad de esta temporada, hasta dar lugar, como se verá más adelante, a las primeras estaciones de esquí. Y también en este momento comienza a aparecer el interés deportivo y aventurero por las altas cumbres, cuyo primer referente son los clubes alpinos que se fundan en Gran Bretaña, Suiza, italia, Francia y Austria; y cuyo antecedente científico podría situarse en la pionera ascensión de Horace Bénedict de Saussure al Mont Blanc en 1787. Por tanto, el turismo en espacios de alto valor ambiental no es ni mucho menos un fenómeno reciente. Pero lo que sí resulta más novedoso es que, desde hace algunas décadas, ese deseo de conocer los espacios naturales o de realizar en ellos actividades recreativas se haya generalizado, convirtiéndose en una de las motivaciones para el viaje de mayor crecimiento. El resultado es que se están superando rápidamente los estrechos límites nacionales en que se movía hasta hace relativamente poco tiempo este segmento, para ir incorporando destinos y periferias turísticas cada vez más alejadas de los principales centros de demanda; al mismo tiempo que las motivaciones se hacen más variadas y, ligados a ellas, van surgiendo nuevos productos específicos, más complejos y sofisticados. Las múltiples razones que explican este auge actual pueden agruparse básicamente en dos grandes conjuntos. Por un lado, lo que algunos autores han denominado el desarrollo del paradigma eco (vera Rebollo et al., 1997) y la creciente preocupación ambiental, aspecto que impregna cada vez más todos los ámbitos de la vida, y de un modo especial al turismo. Pero, también, el cansancio que los mercados turísticos más maduros experimentan hacia los destinos, recursos y formas tradicionales de organizar los viajes, lo que lleva a privilegiar destinos y recursos alternativos, así como formas de organización más libres. Si a esto le sumamos que gran parte de los practicantes de este tipo de actividades
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Capítulo 5: Turismo en espacios de montaña y naturales
son turistas de un cierto nivel cultural y económico, acostumbrados a viajar, podemos comprender cómo la periferia del turismo de naturaleza se hace poco a poco más lejana, a la búsqueda de zonas mejor conservadas, real o supuestamente inexploradas, y de experiencias nuevas. Evidentemente, a esta reciente explosión de productos de naturaleza no puede ser ajena la evolución de la propia industria turística, que al igual que otras muchas ha asumido y mercantilizado los paradigmas ecológicos en boga. El resultado ha sido la incorporación masiva de este segmento en los catálogos de los touroperadores tradicionales y la aparición de otros especializados, aunque en muchos casos se estén simplemente vendiendo productos masivos con una nueva etiqueta verde que facilita la comercialización. Esta última argumentación lleva a plantearse el problema de si este segmento puede ser considerado realmente como una actividad turística alternativa, es decir, opuesta conceptualmente al turismo de masas que hasta hace poco ha dominado sin discusión el panorama mundial. O, dado el uso que hace de espacios de alto valor ambiental, si es una actividad sostenible en el sentido expresado por la Comisión Mundial para el Medio Ambiente y el Desarrollo, es decir, aquella que “satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades” (CMMAD, 1988). Lo cierto es que las respuestas a las preguntas del párrafo anterior no son ni mucho menos fáciles. En primer lugar, porque al hablar de un modo genérico de espacios naturales se están incluyendo territorios de muy diferente valor, capacidad de absorción de impactos, consideración social, grado de intervención humana, etc., aspectos que influirán en el efecto que las actividades turísticas provoquen en ellos. Pero, además, es que dentro del gran grupo de lo que de modo general y un tanto simplista se consideran actividades turísticas de naturaleza y montaña existe una enorme variedad de motivaciones y prácticas que pueden ir desde las más convencionales (caso del esquí) a otras claramente alternativas (ecoturismo), con lo que su análisis conjunto resulta totalmente irreal. Así pues, antes de continuar, parece imprescindible realizar una serie de precisiones conceptuales en lo referido tanto a la tipología de actividades y motivaciones de los turistas como a los recursos utilizados.
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5.1.1. Motivaciones y actitudes del turismo en la naturaleza y la montaña En cuanto al modo de relacionarse con los recursos naturales, las prácticas turísticas en la naturaleza y la montaña pueden dividirse al menos en tres grandes grupos: • Un primer grupo incluye todas aquellas modalidades turísticas que utilizan recursos naturales muy concretos, pero con formas de explotación y patrones de implantación territorial y ambiental convencionales y que requieren la construcción de instalaciones en el medio natural, caso del esquí alpino. • Una segunda motivación consiste en el uso de determinados elementos de la naturaleza para realizar actividades deportivas o de aventura, como por ejemplo montañismo, alpinismo, piragüismo, senderismo, etc. Frente a los anteriores, no necesitan instalaciones ni la transformación de los recursos naturales; y la propia naturaleza, su estado y sus características, representa un papel importante en la satisfacción final que el turista alcanza. • Finalmente, el tercer grupo y el último en consolidarse está formado por las actividades que más estrecha relación guardan con el medio físico, dado que su motivación principal para la visita a los espacios naturales es apreciar y conocer la naturaleza y el paisaje en conjunto, o bien fenómenos específicos como por ejemplo manifestaciones geológicas, algún tipo de vegetación, de fauna, etc. Se trataría de todas las prácticas relacionadas con la investigación o lo que recientemente se ha dado en llamar ecoturismo. En resumen, una gradación de motivaciones que permite distinguir desde los turistas más interesados por la naturaleza y preocupados por el impacto que puedan causar en ella, hasta los que demandan la transformación y adecuación de los recursos naturales a sus necesidades, pasando evidentemente por una enorme variedad de situaciones intermedias. El primer grupo de actividades turístico-recreativas, entre las que se incluye el esquí alpino y sus variantes, mantiene con el medio físico una relación puramente instrumental. Es verdad que requiere unas condiciones ambientales muy específicas, como una
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Parte II: Los tipos de turismo
altitud, climatología y topografía que aseguren descensos y nieve suficiente; pero en realidad la naturaleza no es más que un mero contenedor que se limita a acoger de forma pasiva una serie de usos en los que lo verdaderamente importante en última instancia no son los recursos naturales o el paisaje, sino la calidad de las instalaciones y servicios imprescindibles para la práctica deportiva. No sólo es que no haya una valoración previa de la naturaleza, sino que las prácticas realizadas provocan la transformación e incluso la degradación de los valores naturales, ya que mantienen unos patrones y unas formas de implantación territorial agresivas con el medio natural y social, correspondiéndose conceptualmente con el modelo turístico más convencional basado en la explotación de determinados recursos, y no en la valoración cultural de la naturaleza. Así, cualquier actividad turística que requiera la transformación dura del espacio o la creación de instalaciones y de determinados elementos mecánicos no sólo como apoyo a la estancia (alojamientos, sistema de transporte, etc.), sino como factor indispensable para la práctica, puede realizarse en la naturaleza, pero en ningún caso es motivada por ésta de forma directa, por lo que no podrá considerarse de naturaleza (Barrado, 1999). Sin embargo, en los últimos tiempos se están consolidando otras prácticas que bajo denominaciones como ecoturismo, turismo verde, ecológico, de aventuras, etc., plantean formas de relación alternativas con los recursos naturales, por lo que sí podrían considerarse verdaderas actividades de naturaleza. Se trata de nuevos modelos turísticos en los que el medio forma parte intensa de la experiencia recreativa como fin en sí mismo, y que establecen, al menos en teoría, relaciones sostenibles tanto con los recursos como con las sociedades de acogida. Básicamente, este tipo de prácticas se puede dividir a su vez en dos grandes subconjuntos: el ecoturismo y el turismo deportivo y de aventuras. En cuanto al ecoturismo, son muy numerosas las definiciones que se han hecho de él (véanse Pérez de las Heras, 1999a y 1999b, y Azócar, 1995), por lo que no se pretende aquí ni ofrecer una propia, que sin duda aportaría muy poco, ni hacer una recopilación más o menos exhaustiva. Una de las más completas es la de H. Ceballos-Lascuráin, uno de los autores que más ha investigado sobre este tema, que lo definió en 1996 como: “viajar a áreas naturales con el objetivo de apreciar los recursos, en un proceso controlado que
garantice el mínimo impacto ambiental negativo, asegurando la participación de las poblaciones locales, para que se convierta en un instrumento de conservación y en una herramienta de desarrollo sostenible” (cit. en Pérez de las Heras, 1999b). Como queda claramente reflejado en la definición arriba recogida, el ecoturismo (o turismo ecológico, que sí podría considerarse un sinónimo) no sólo busca recursos naturales más o menos intactos, sino que conlleva además una doble perspectiva. Por un lado, es el disfrute, contemplación y conocimiento de esos recursos la motivación primaria y principal del viaje turístico: el paisaje, la naturaleza o alguno de sus elementos es lo que genera el deseo de viajar. Pero, además, no sólo es que el uso deba realizarse de manera controlada con el fin de no degradar los recursos, sino que la propia actividad turística debe convertirse en garante de su mantenimiento a lo largo del tiempo, generando beneficios que en parte puedan reinvertirse en conservación y que permitan la supervivencia de las sociedades locales que tradicionalmente han sido los gestores de esos espacios. Finalmente, encontraríamos aquellas actividades deportivas o de aventuras en las que la naturaleza representa un papel importante, tanto porque provee de los elementos necesarios para su práctica (cursos fluviales, relieve, nieve, etc.) como porque forma en mayor o menor medida parte de la experiencia recreativa, al ser el contacto y la estancia en el medio natural un elemento importante de la satisfacción final del turista. Se trata, al igual que el ecoturismo, de actividades que sí pueden considerarse específicamente de naturaleza, puesto que parten de una valoración de ésta, pero con un carácter esencialmente lúdico frente al educativo y científico que caracteriza al ecoturismo. Por tanto, habrá actividades claramente ecoturísticas desde un punto de vista estricto (observación de fauna, conocimiento de la flora, interpretación del paisaje, etc.) y otras que tan sólo podrían considerarse de aventuras o deportivas (descenso de cañones, rafting, etc.); pero lo cierto es que un número importante de prácticas pueden encajar en ambos grupos, ya que combinan la actividad con la observación de la naturaleza que se recorre o visita (senderismo, cicloturismo, recorridos hípicos, montañismo, etc.). La diferencia última entre ambos grupos es que para los ecoturistas lo importante no es la actividad en sí misma sino el contacto con la naturaleza, mientras que otros turistas se ven atraídos específicamente por la
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Capítulo 5: Turismo en espacios de montaña y naturales
propia actividad y las emociones que ésta produce, valorando mucho menos el entorno, sus características y estado. Por tanto, hay determinadas actividades que según quién las practique y cómo las practique podrían considerarse o no ecoturísticas. Entendido de este modo, la línea de separación entre una modalidad y otra es sutil, y tiene que ver más que con las formas externas que adopte con las actitudes (predisposición a valorar positivamente lo natural y a asumir determinadas pautas de comportamiento) y aptitudes (en relación con las capacidades culturales para valorar y apreciar la naturaleza) tanto de los turistas como de los oferentes de las actividades. Como afirman E. Carter y G. Lowman (1994), el ecoturismo sería tanto un producto como un principio o un patrón de conducta, que incluye la conciencia y la responsabilidad del turista y del empresario. A modo de resumen, podría hablarse de una serie de círculos concéntricos (figura 5.1) en cuyo núcleo se encontraría el ecoturismo, a continuación las actividades de naturaleza (deporte y aventuras) y finalmente las actividades turísticas en la naturaleza (esquí). De este modo, todo el ecoturismo forma parte del grupo mayor de turismo de naturaleza, y éste a su vez forma parte del turismo en la naturaleza; sin embargo, la lectura de fuera adentro no es posible, es decir, no todo el turismo en la naturaleza es de naturaleza, y no todo este último grupo puede ser considerado ecoturismo.
LA NA TU O R E NATU D R O M
TUR IS
ZA
ECOTURISMO
IS
LE
EZA AL
TUR
A
M
EN
FIGURA 5.1. Esquematización de la actividad turística en el espacio natural. Fuente: Elaboración propia.
En cuanto al cada día más habitual concepto de turismo sostenible, aunque se emplea a veces para hacer referencia a actividades que tienen como atractivo principal la naturaleza, debería ser entendido de
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un modo amplio como introducción del paradigma de la sostenibilidad en el desarrollo de todas las motivaciones y prácticas turísticas, incluidas las más tradicionales o masivas como el sol y la playa o el esquí alpino. De hecho, éste es el criterio general tanto de la OMT como de varios organismos encargados del medio ambiente (UiCN, PNUMA), como claramente lo demuestran la Agenda 21 para los Viajes y el Turismo (documento en el que se trasladan a la actividad turística las propuestas de la Agenda 21, un compromiso para avanzar en el desarrollo sostenible surgido de la Cumbre de Río de Janeiro de 1992) y la Carta del Turismo Sostenible redactada en la Conferencia Mundial de Lanzarote en 1995, en la que se señala que todo “el desarrollo turístico deberá fundamentarse sobre criterios de sostenibilidad, es decir, ha de ser soportable ecológicamente a largo plazo, viable económicamente y equitativo desde una perspectiva ética y social para las comunidades locales”.
5.1.2. La naturaleza como recurso para el turismo En la elección de los espacios naturales como destino tiene una enorme influencia la especialización e intereses del turista. Cuanto mayor conocimiento de la naturaleza tenga, elegirá espacios más valiosos desde criterios ambientales y ecológicos, aun cuando presenten un nulo reconocimiento turístico. Por el contrario, el turista de naturaleza más ocasional y menos informado se guiará más por criterios de espectacularidad, reconocimiento social y accesibilidad; o bien por la posibilidad de realizar un mayor número de actividades más allá de la simple contemplación y estudio: senderismo, escalada, baño, navegación, caza fotográfica, etc. De hecho, hoy día se sigue manteniendo en gran medida una visión y una idea de la naturaleza atractiva que procede del romanticismo, y que privilegia los hitos paisajísticos y los escenarios grandiosos, la alta montaña, los cortados rocosos y las diferencias altitudinales bruscas, las cumbres nevadas, espacios forestales siempre verdes, cursos fluviales, cascadas y lagos, etc., o bien elementos de gran efectismo como volcanes, desiertos o la fauna de gran tamaño. Por el contrario, otros espacios naturales como los humedales o el bosque mediterráneo, por citar tan sólo dos ejemplos de ecosistemas importantes en España, están siendo reconocidos muy recientemente por el turista
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Parte II: Los tipos de turismo
de naturaleza menos especializado, a pesar de su innegable valor ecológico, ambiental y paisajístico. Finalmente, los practicantes del esquí alpino no se distribuyen en razón de la existencia de recursos naturales como la nieve y la topografía, sino por la disponibilidad de servicios e instalaciones específicas para su aprovechamiento. Esto privilegia no los lugares más idóneos para el esquí desde el punto de vista físico, sino aquellos que cuentan con las infraestructuras adecuadas, principalmente en los sistemas montañosos cercanos a los centros emisores y en países con alta capacidad de inversión y desarrollo técnico. De todas maneras, esta separación de espacios según los intereses del turista no es estricta, pues como advierten muchos autores el concepto de ciclo de vida de los destinos se puede aplicar también al turismo de naturaleza. Según esta argumentación, los viajeros más interesados en el medio ambiente actuarían como punta de lanza, descubriendo espacios valiosos e intactos cuyo conocimiento poco a poco se va trasladando al gran público, hasta que finalmente se convierten en destinos masivos o de gran reconocimiento, como ha sucedido por ejemplo con Doñana a nivel europeo o con algunos ecodestinos muy lejanos y remotos desde los principales núcleos emisores, caso de las selvas tropicales. Pero quizá una de las variables más importantes para explicar la diferencia de uso turístico entre espacios que incluso pueden ser muy similares, no estriba tanto en los recursos naturales que posean sino en si cuentan o no con una situación legal de protección. De hecho, los espacios protegidos en razón de sus valores ambientales se han convertido en uno de los destinos privilegiados para el turismo de naturaleza, concentrando en su interior y entorno la mayor parte de los flujos y servicios turísticos ligados a lo natural. La preferencia por estas áreas protegidas se deriva en gran medida de su mejor conocimiento por parte del gran público. Son lugares que generalmente concitan la atención de la prensa y se convierten en objeto de controversia, cuentan con información turística propia y son inexcusablemente incluidos en las guías; y, sobre todo, tienen una etiqueta legal de protección que parece confirmar ante los visitantes menos especializados e informados que se encuentran ante un lugar único y de excepcional valor (aunque esto no sea necesariamente cierto), lo que le otorga prestigio como destino vacacional. Por tanto, atraen des-
de los turistas más especializados hasta aquellos visitantes circunstanciales, lo que en ocasiones les convierte en destinos casi masivos como sucede en algunos parques de Estados Unidos y Europa; suscitando la controversia sobre la dificultad de compatibilizar la conservación, que es su función prioritaria, con el deseable uso público. Pero el espacio natural no atrae turistas sólo por los elementos y recursos objetivos que posea (clima, agua, vegetación, pendientes, etc.) y que permiten una serie de actividades, sino también por la imagen que de él se transmite por múltiples cauces. De hecho, en los últimos tiempos, y en un contexto de continua revalorización de lo ecológico, se está produciendo a través de la actividad y la publicidad turística un proceso de idealización de la naturaleza, que ya no se presenta solamente como un lugar real donde pasar las vacaciones sino como una especie de idílico Jardín del Edén. Las playas con palmeras o cocoteros, las selvas tropicales de abundante vegetación o las culturas que han mantenido sus costumbres ancestrales no son tan sólo recursos naturales y culturales de los que aprender y disfrutar, sino una especie de recuperación del paraíso perdido frente a la complejidad y agresividad de nuestra vida urbana (Barrado y Castiñeira, 1998). visitarlos sería, según esta ideología, mucho más que un simple viaje en el espacio: sería, sobre todo, un auténtico viaje en el tiempo.
5.2. Turismo de nieve y estaciones de esquí Dentro del segmento de turismo de nieve se incluyen todas las actividades y manifestaciones deportivas cuya principal característica es aprovechar este elemento para el deslizamiento. Como ya se comentó, y salvo algunas prácticas como el esquí de travesía, estos deportes requieren una serie de infraestructuras que se concentran en núcleos de actividad turística denominados estaciones de esquí, que cuentan con las siguientes áreas principales: pistas, instalaciones deportivas, transportes y accesos, servicios comunales, servicios de alojamiento y restauración y otros servicios complementarios. Por tanto, aun cuando se trata de una actividad dependiente de unos requerimientos espaciales y ambientales muy concretos (nieve y topografía), lo cierto es que su puesta en el mercado como producto turístico requiere implementar una serie de ins-
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Capítulo 5: Turismo en espacios de montaña y naturales
talaciones y servicios complejos y diversificados (figura 5.2). Es decir, no se comercializa directamente el aprovechamiento de los recursos naturales sino una serie de servicios e infraestructuras que permiten su uso con unas determinadas condiciones (remontes, servicios de enseñanza, alojamiento, accesibilidad, servicios complementarios, etc.), lo que ha supuesto que los principales centros turísticos de esquí se sitúen mayoritariamente en los sistemas montañosos de países desarrollados, que son los que cuentan con la capacidad inversora y técnica para ponerlos en marcha.
Espacio Clima
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ducción del snowboard (tabla de nieve) está generando una transformación de las pistas y de la oferta complementaria, adecuándose para esta modalidad y para el nuevo segmento de mercado que conlleva, con un perfil más joven y muy diferente en sus gustos al del esquiador tradicional. El esquí de travesía se sitúa a un nivel muy inferior, siendo una minoría la que practica este deporte. La última novedad es el carving, esquís más cortos y anchos, mucho más fáciles de maniobrar y que permiten a las personas que se introducen en este mundo aprender más rápido que con el esquí convencional. En los próximos análisis se vera reflejada principalmente la evolución y características del esquí alpino, ya que dada su mayor importancia ha sido el factor decisivo para el desarrollo de los deportes de invierno y de los espacios a ellos dedicados.
Nieve Vistas espectaculares
Aptitud del terreno Espacio Natural
Paisaje
5.2.1. Introducción histórica del turismo de nieve A) Europa
Seguridad Fragilidad ecológica
Habilidad física personal Adiestramiento deportivo y práctica Instalaciones y equipamientos
Servicios
Emplazamiento
Acogida Accesibilidad Distancia
Mercado FIGURA 5.2. Sistemas de turismo y deportes de invierno (Keller, 1998).
Dentro de los deportes de invierno hay distintas modalidades, siendo el esquí alpino la principal (70 millones de practicantes en 1996). Otras variantes importantes son el descenso en trineo, los deportes sobre hielo y el esquí de fondo. Actualmente, la intro-
La historia del desarrollo de los deportes de invierno en Europa se remonta a mediados del siglo xix. Con anterioridad, los pueblos alpinos eran ya centros turísticos de verano para la aristocracia y la alta burguesía, pero poco a poco fue tomando importancia la temporada invernal que, frente a la de verano, tenía un matiz más activo y de riesgo. El primer deporte en practicarse fue el bobsleigh (trineo tripulado que desciende por un tobogán de hielo), pero poco a poco los esquís se fueron poniendo de moda a partir de la travesía a Groenlandia de Fridtjol Nansen, lo que significó un cambio sustancial en las estaciones de invierno y la progresiva adaptación de estos centros y sus servicios para las nuevas demandas de este mercado. En los inicios del siglo xx la práctica del esquí aumentó, dando lugar a una serie de instalaciones de soporte (Chamonix, Francia) e innovando en las formas de deslizarse por la nieve. En 1924, en Chamonix, se celebró la Semana de los Deportes de invierno, que más tarde fue considerada como los primeros Juegos Olímpicos. En estas pruebas el esquí alpino no estaba contemplado, pero sí el nórdico, de fondo y los saltos. La progresiva motorización de la población y el aumento del nivel de vida dejó entrever el importante potencial de crecimiento de estas estaciones
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Parte II: Los tipos de turismo
invernales y de la práctica de deportes en la nieve. El primer remonte mecánico se construyó en 1932 en la población de Davos, y en 1936, en Alpe d’Huez, se levantó el primer telesquí desembragable. A finales de los años treinta, el esquí alpino era ya el principal atractivo de las vacaciones de invierno, relegando a las primeras prácticas arriba mencionadas. Durante este decenio se crearon nuevas estaciones de esquí, normalmente promocionadas por una persona representativa de la sociedad (val d’isére), dando inicio a un era de intensa especulación del territorio de montaña y a la construcción de estaciones alejadas de las poblaciones existentes (Alpe d’Huez). Pero fue en los Alpes italianos donde la empresa FiAT construyó la primera gran estación de masas, Sestrières, que disponía ya de tres teleféricos, dos hoteles, remontes, albergues, una galería comercial, escuelas y restaurantes. No fue hasta la celebración de los vi Juegos Olímpicos en innsbrück cuando se reconoció el esquí alpino como deporte olímpico, iniciándose la industrialización de este producto. Continuó el importante crecimiento de nuevas regiones y estaciones, equipadas especialmente para el esquí alpino, produciéndose pronto un boom del turismo de invierno. Durante los años sesenta, Europa se recupera de la Segunda Guerra Mundial y el esquí empieza a ser más asequible económicamente para distintos públicos, adquiriendo de forma progresiva un carácter de masas. Se modernizan las instalaciones y se crean y arreglan carreteras, disminuyendo de esta forma la utilización del ferrocarril que hasta entonces había sido el principal medio de acceso a las estaciones. Aparecen las llamadas estaciones integrales, que por primera vez crean núcleos de población a gran altitud totalmente separados de los asentamientos tradicionales, y con una marcada especialización en el esquí alpino. Éstas estaban equipadas con grandes infraestructuras tanto de deporte como de alojamiento y oferta complementaria (La Plagne). Finalmente, y con la unión en altitud y a través de las cumbres de distintas estaciones para ofrecer mayor dominio esquiable, se ha llegado hasta la situación presente. B) América del Norte El desarrollo de las estaciones de deportes de invierno siguió el mismo proceso que en Europa. La práctica se inició en el siglo xix como consecuencia
de la llegada de inmigrantes procedentes de Escandinavia, que utilizaban tablas de madera para desplazarse por la nieve. Los centros tradicionales de veraneo en la alta montaña vieron la posibilidad de incorporar estas nuevas actividades invernales a su oferta para conseguir de este modo prolongar la estancia de sus clientes, iniciándose la creación de instalaciones a partir de los años treinta (por ejemplo Aspen en 1936). Cabe destacar la importancia de la Unión Pacífic, una compañía ferroviaria que construyó una estación nueva en Ketchum (idaho), llamada Sun valey, como complemento a la explotación de las líneas férreas, lo que significó el impulso definitivo del turismo invernal. Esta estación disponía ya de todos los elementos indispensables para la práctica del esquí (alojamiento, escuela, remontes mecá nicos). La rápida aceptación de estos deportes de nieve se vio demostrada cuando en 1932 se celebraron los iii Juegos Olímpicos en la localidad de Lake Placid (al norte del estado de Nueva York), no incluyéndose aún ninguna prueba de esquí alpino. Posteriormente, en Aspen, antigua ciudad minera y luego centro veraniego, se celebró en 1950 el i Campeonato Mundial de Esquí en América del Norte, incorporándose las primeras pruebas de eslalon gigante. Después de este gran éxito, aumentó aún más el interés por la creación de nuevas estaciones, muchas de las cuales adoptaban características semejantes a las suizo-austríacas (el caso más representativo es vail), equipadas con tiendas de gran lujo a lo largo de las zonas peatonales. En el este también proliferaban las estaciones de esquí, siendo la más importante la de Stone, anecdóticamente llamada la Megève de la Costa Este. Durante los años sesenta aumentó la competitividad entre estaciones, obligando a la introducción de innovaciones en el mundo del esquí. Se crearon las primeras máquinas de preparación de pistas, que más tarde se trasladaron a Europa, y se introdujo la fabricación de nieve artificial, ayudando a cubrir los vacíos que se producían en épocas de innivación escasa. En la década de los setenta el esquí ya era considerado un deporte de masas, presentando uno de los indicadores de productividad más importante de toda la industria turística. El resultado de esta constante expansión son las aproximadamente 507 zonas de esquí localizadas en 40 estados de Estados Unidos. Sin embargo, el principal segmento en crecimiento
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Capítulo 5: Turismo en espacios de montaña y naturales
actualmente no es el alpino sino el snowboard, que representó, en la temporada 1996-1997, el 17,7% del total de visitas en las estaciones (Goeldner, 1998). En la actualidad, éstas ofrecen gran variedad de productos, destacando el esquí de pista y de fondo, el patinaje, el snowboard, el telemark y el tuber.
5.2.2. Modelos de desarrollo turístico de las estaciones de esquí Los modelos de desarrollo turístico se pueden analizar desde varias ópticas. En este apartado se hará referencia a dos de los autores que han representado un papel más importante en el campo de investigación en turismo de nieve. Sin embargo, cabe resaltar la significación de otros investigadores en la definición del desarrollo de espacios turísticos, como Préau (primera clasificación del desarrollo de campos de esquí, 1968), Barker o Guérin (véase Callizo, 1991). A) Clasificación según Douglas Pearce Pearce propone una clasificación simple basada en la responsabilidad de los agentes encargados del proceso de desarrollo. La elección de este criterio refleja la dificultad de evaluar las zonas de desarrollo turístico desde el punto de vista territorial, por lo que se prefiere atender a un criterio social y económico como son las distintas formas de promoción (Callizo, 1991). — Modelo de desarrollo Integrado En este modelo un solo promotor desarrolla el centro turístico (Cumin, 1970), disponiendo de recursos financieros y técnicos adecuados. Suelen ser grandes empresas no locales, quedando los habitantes permanentes alejados del negocio turístico excepto como mano de obra. La coordinación técnica y financiera por parte de una sola unidad de administración permite una mejor planificación y un desarrollo rápido y equilibrado. Se concentra todo en un mismo centro turístico delimitado y compacto, facilitando la integración física de las instalaciones; de esta forma los
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servicios y las infraestructuras se sitúan al pie de las laderas, que se localizan por encima de la población permanente. La calidad de las instalaciones y servicios en este tipo de estaciones suele atraer a una clientela de alto poder adquisitivo, por lo que a lo largo del tiempo se han ido convirtiendo en los centros más elitistas. El ejemplo más significativo de este modelo de desarrollo es la estación de La Plagne (Francia). Esta antigua población dedicada a la explotación minera de plomo sufrió en los años sesenta un declive económico muy importante. Ante este hecho, se creó una pequeña sociedad regional para la explotación turística, que tras su quiebra fue retomada por unos bancos parisinos. Esta nueva sociedad, con mayor poder económico, adquiere en exclusiva los derechos de construcción tanto de los remontes y sistemas mecánicos como de los alojamientos, mediante una concesión por treinta años. En 1968, tan sólo siete años después de su inicio, se habían construido ya 5.000 camas y remontes para 9.000 esquiadores/hora. Estas últimas instalaciones no fueron rentables en un principio, situándose el principal negocio de la estación en la venta de apartamentos (Callizo, 1991). La construcción del alojamiento se situó por encima de los 2.000 metros, quedando la población local excluida de la promoción y forzada a la búsqueda de negocios o trabajos alternativos al esquí. — Modelo de desarrollo Catalítico En este modelo un solo promotor actúa como catalizador, estimulando desarrollos complementarios posteriores. Sus características son: • inicialmente existe un sólo promotor, normalmente exógeno, que sienta las bases para la continuación del desarrollo del centro turístico (instalaciones básicas, infraestructuras superiores de alojamiento, publicidad y promoción). • Esta actuación atrae a una nueva demanda y fomenta el desarrollo de instalaciones complementarias (instalaciones recreativas, alojamiento, tiendas, etc.), permitiendo la participación de la población local. • Y conlleva la continuidad de la actividad por
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parte de todos los implicados de forma planificada y equilibrada. En general, los centros de desarrollo catalítico están ligados a un núcleo de población existente, por lo que los residentes locales no sólo se insertan en el negocio turístico como mano de obra dependiente, sino que también se convierten en pequeños inversores. El resultado es una mayor variedad en la tipología de alojamientos y servicios que en los desarrollos integrados, con lo que la demanda de estas estaciones también es más heterogénea y diversificada frente a la exclusividad y el elitismo de las anteriores. El ejemplo característico es la estación de vars. Después de la Segunda Guerra Mundial la población sufre una grave crisis económica, y hay un éxodo demográfico hacia las ciudades más cercanas. Gracias a la respuesta del alcalde (1958) se forma una sociedad local con empresas financieras, para desarrollar vars como centro turístico. La población local cede los terrenos, previo contrato, para construir las instalaciones necesarias (alojamiento, servicios, etc.). Más tarde, los habitantes construyen, renuevan y crean nuevas empresas de servicios. Por tanto, hay una implicación directa de la administración local y la población.
a) Estaciones de primera generación (Chamonix, Courmayeur) 2.000-2.500 m Telecabina
1.000 m
b) Estaciones de segunda generación (Megève) 2.000-2.500 m Telecabina
1.000 m
c) Estaciones de tercera generación (Isola 2000, La Plagne) 3.000-3.500 m Subestación 2.000-2.500 m
B) Clasificación de Jean-Pierre Lozato-Giotart Lozato-Giotart (1990) establece una tipología de estaciones de esquí basándose en criterios geográficos, a diferencia de Pearce que como se vio utilizaba factores socioeconómicos. Este autor francés clasifica los distintos espacios turísticos según el modo de ocupación del territorio por parte de las actividades y las instalaciones turísticas. De este modo, distingue entre ocupaciones más o menos polinucleares (según el número de núcleos o de localizaciones turísticas diferentes) y más o menos multipolares (según existan uno o varios factores de atracción turística diferentes). Aplicados estos criterios a las estaciones de esquí, se definen cuatro tipos principales: • Estación de montaña y deportes de invierno bipolar y polinuclear de primera generación. • Estación de deportes de invierno bipolar y polinuclear, en parte urbanizada y con intensa edificación, de segunda generación. • Estación de deportes de invierno integrada unipolar, mononuclear o con subestaciones de altitud integradas, de tercera generación.
Telecabina Frente de nieve 1.500-2.000 m
d) Estación pueblo polivalente y de cuarta generación (estaciones de la Saboya, Austria y Canadá) 2.500-3.000 m Telecabina 1.000 m
Pueblo Residencias secundarias individuales y hoteles de lujo Urbanización turística Hábitat mixto (individual, hoteles y colectivo)
FIGURA 5.3. Tipos de estructuras espaciales de las estaciones de deportes de invierno. Fuente: Lozato-Giotart (1990).
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Capítulo 5: Turismo en espacios de montaña y naturales
• Estación pueblo bipolar y polinuclear de cuarta generación. a) Las estaciones de primera generación Las estaciones de primera generación se caracterizan por estar localizadas en un antiguo pueblo agropastoril, situado en una terraza o en el fondo del valle, como máximo a 1.000 m de altitud. La también llamada estación polinuclear y multipolar tradicional aprovecha el entorno de un antiguo núcleo rural y balneario para la práctica de senderismo, excursionismo y para el esquí, por lo que no cuenta con un solo factor de atracción turística sino con varios. En el centro de la estación se concentra la oferta hotelera, mientras que las segundas residencias se encuentran dispersas por los alrededores. Actualmente aún existe este tipo de estaciones, pero se han ido modificando con el tiempo y hoy están mucho más equipadas en servicios y en número y variedad de pistas, con el fin de mejorar la oferta existente en origen. Los ejemplos más significativos de las estaciones de primera generación son Chamonix (Francia) y Courmayeur (italia) (figura 5.3a). b) Las estaciones de segunda generación La creciente afición hacia los deportes de invierno obligó a crear nuevas áreas para la práctica del esquí, la mayor parte de ellas después de la Segunda Guerra Mundial (figura 5.3b). La construcción de nuevas pistas se localizó por encima de las esta ciones y núcleos de población ya existentes, superando los 1.000 m de altitud iniciales. La estructura espacial acentúa más la polinuclearidad y la multipolaridad (Megève, Francia), o, por el contrario, confirma una nueva forma de ordenación que reúne en un mismo espacio todos los núcleos de alojamiento y los polos de actividad (Aple d’Huez, Francia). La diferencia entre las de primera y segunda generación estriba principalmente en que las últimas tienen una especialización en el esquí más acentuada que las tradicionales, quedando marginadas el resto de las actividades turísticas de montaña (LozatoGiotart, 1990). Las estaciones de segunda generación se caracterizan por un mayor consumo del espacio montañoso y una marginación del medio rural de acogida, creando centros binucleares (desdoblamiento del viejo pueblo
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rural que queda al margen del nuevo centro turístico para el esquí) y unipolares (reservados únicamente al esquí). Francia, con la multiplicación de este tipo de estaciones, se convirtió en el principal espacio de esquí del mundo. c) Las estaciones de tercera generación Surgidas en Francia en los años sesenta, se conocen también como estaciones integradas. Se trata de estaciones planificadas por un solo promotor, que cuentan con un único núcleo y están dedicadas exclusivamente a las prácticas deportivas en la nieve, especialmente al esquí alpino. Con el fin de conseguir los mejores dominios esquiables, se sitúan a gran altitud en los pastos alpinos (al menos a 1.500 o 2.000 m de altitud), y se equipan totalmente con remontes las mejores vertientes con el fin de absorber al mayor número posible de esquiadores. Se trata de grandes núcleos que en ningún momento pretenden integrarse ni ambiental ni paisajísticamente en el territorio de montaña que ocupan. En realidad, siguen un modelo urbano con grandes edificaciones y equipamientos muy consumidores de energía. Se trata, por tanto, de espacios exclusivamente dedicados al esquí y enclavados dentro del medio rural de montaña. Todos los servicios, tanto deportivos como complementarios (alojamiento, diversión, compras, otros deportes, etc.) se localizan en un único núcleo muy compacto y perfectamente organizado, con grandes áreas de aparcamiento a la entrada de la estación que permiten la creación de zonas exclusivamente peatonales en su interior. Pero como la demanda de esquí siguió creciendo, se crearon núcleos-satélites a mayor altitud que la estación original, pasándose de una estación de esquí de tercera generación con un solo núcleo a otra polinuclear. Se les llamó fábricas de esquí, en gran medida con una acepción negativa, ya que fueron muy pronto acusadas de desestructurar el medio natural con el único beneficio para los especuladores. Pero, aunque es verdad que suponen un enorme impacto ambiental a gran altitud, también es cierto que este modelo de desarrollo consume menos espacio (concentración de los edificios), y ha evitado la edificación dispersa y desorganizada que caracteriza a otros desarrollos.
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Las estaciones que sirven como ejemplo son isola 2.000 y La Plagne (figura 5.3c). d) Las estaciones pueblo-polivalentes o estaciones de cuarta generación Como reacción a las grandes y despersonalizadas estaciones de segunda y tercera generación, surgen a principios de los setenta las denominadas estaciones pueblo-polivalentes de la Saboya (Francia), en las que se pretendía conservar la personalidad rural y sus tradiciones. Se crearon leyes de urbanismo para frenar las edificaciones vacacionales, manteniendo de esta forma la estructura inicial del pueblo y con ello sus negocios (comercios, actividades económicas, etc.). Las pistas partían directamente de la periferia del pueblo y se especializaron en un turismo familiar y verde. Se crearon enlaces con las estaciones vecinas para evitar sobrepasar la capacidad de carga, dando lugar a un espacio turístico bipolar (el pueblo más las pistas de esquí) y polivalente, como puede verse en la figura 5.3d (actualmente la agricultura y el artesanado sobreviven). Este nuevo modelo presenta una mayor preocupación por los aspectos ecológicos, así como la búsqueda de un mayor equilibrio entre distintas formas de turismo y otras actividades económicas. Con ello surge un nuevo modelo de centro turístico que son las estaciones de cuarta generación. Son una mezcla de las anteriores estaciones de primera generación (poblaciones tradicionales) y las de tercera (estaciones integradas). Su arquitectura intenta recrear un antiguo pueblo de la región y su gestión ya no depende de un solo promotor, sino que cuenta con participación de la población local. La mayoría de los negocios los gestionan los locales y se reinvierte en la mejora constante de los servicios y las instalaciones. En estas estaciones se ofrecen productos de esquí y la vuelta de los primeros deportes de invierno, pero también otras actividades turísticas no directamente relacionadas con el deslizamiento por la nieve, lo que permite a su vez una menor estacionalidad. Se caracterizan por ser estaciones bipolares y polinucleares. Los mejores ejemplos se encuentran en la zona de la Saboya, Austria y Canadá.
5.2.3. Impactos del turismo de nieve El desarrollo del turismo de nieve ha provocado
múltiples cambios económicos, sociales, ecológicos y culturales, siendo el espacio el principal afectado con consecuencias múltiples. La diversidad de impactos exige analizar los tres parámetros más importantes que marcan actualmente el desarrollo sostenible de una región o estación: • Utilidad económica y rentabilidad (sostenibilidad económica). • Conservación de los valores naturales y paisajísticos (sostenibilidad ecológica). • integración de la sociedad local, defendiendo sus valores y costumbres (sostenibilidad social). El punto de equilibrio entre los tres parámetros convierte una estación o un destino en el punto óptimo para el desarrollo del turismo de nieve. A) Impactos económicos El turismo de invierno depende en gran medida del mercado interno y del extranjero próximo. Para analizar el volumen del mercado mundial de este sector hay que apoyarse en estimaciones básicas de llegadas de turistas internacionales o transfronterizos, de los cuales se supone que aproximadamente el 3-4% se debe al turismo de invierno. Las llegadas de residentes locales deben ser, al menos, el cuádruple de las primeras (Keller, 1998). Un alto nivel de ingresos por turista hace del esquí en sus diferentes modalidades una de las ramas más lucrativas de la industria turística. Para algunas regiones y estaciones el turismo de nieve supone la principal fuente de ingresos, representando un papel vital para el desarrollo de estas áreas (en Suiza el turismo de nieve representa dos tercios de la facturación turística). El desarrollo del turismo condiciona y potencia, en la mayoría de las regiones, la creación de otras ramas de la economía y de otros puestos de trabajo indirectos a la actividad turística. Sin embargo, este modelo turístico también puede propiciar algunos efectos económicos negativos en las zonas de montaña. En primer lugar, es posible que frente a la diversificación que se apuntó arriba como un factor positivo, en determinadas zonas se tienda hacia el monocultivo económico, con el consiguiente riesgo que esto conlleva si se produjese un retroceso de la actividad turística. Además, en algunos casos el esquí propicia importantes diferencias de renta entre
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la población local que se integra en el negocio turístico y la que queda al margen, que sin embargo tiene que sufrir igualmente los altos precios que generalmente propicia la avalancha de turistas invernales. B) Impactos ecológicos Durante los últimos años el medio ambiente está representando un papel muy importante para el desarrollo de las estaciones invernales o de cualquier otro tipo de destino, llegando a ser un criterio esencial por el que los turistas escogen un lugar u otro para pasar sus vacaciones. La realidad es que, aunque actualmente el control ambiental es mayor, en el momento de la creación de las grandes estaciones estos criterios no se tuvieron en cuenta, con lo que los centros de esquí se convirtieron en fuente de todo tipo de impactos ambientales. Esto ha sido especialmente grave, máxime si tenemos en cuenta que se trata de áreas muy frágiles, y que dado su escaso nivel de humanización debido a la altitud, presentaban hasta la aparición del esquí niveles de conservación muy superiores a los de la mayor parte del territorio. En los casos más extremos, el nivel de degradación ambiental que han supuesto las mayores estaciones ha llegado hasta el punto de impedir la frecuentación fuera de la temporada invernal y con otras motivaciones diferentes a los deportes de nieve, lo que supone un importante problema a la hora de intentar la diversificación y desestacionalización tan necesaria actualmente para estas zonas de montaña. Los impactos negativos más significativos son: • Explotación de la naturaleza con infra y supraestructuras turísticas sobrepasando la capacidad de carga. • Ruptura del equilibrio de vertientes provocada por la erosión del suelo. • Especulación del suelo forzando la explotación del campo y de la tierra. • Declive de la agricultura, y como consecuencia, pérdida de recursos paisajísticos y culturales que podrían ser aprovechados para la diversificación turística. • Alteración de la fauna, desapareciendo algunas especies de gran valor. • Tráfico de alta densidad los fines de semana y períodos vacacionales.
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• Contaminación atmosférica (coches y remontes). • Problemas en la eliminación de residuos. Evidentemente, estos impactos ambientales acaban a su vez influyendo en la propia actividad turística, aumentando los riesgos a los turistas y residentes por alteración de vertientes (aludes), degradando los recursos imprescindibles para el turismo (agua, paisaje) o generando una congestión que acaba repercutiendo negativamente en la satisfacción de los turistas (atascos, tiempos de espera largos en los remontes, etc.). Por tanto, el control de los impactos en las nuevas implantaciones para el esquí, así como la corrección de los problemas ya existentes no sólo es una necesidad desde el punto de vista físico, sino que es también un factor indispensable para la imprescindible renovación que deben experimentar estos centros de cara a mantener su posición en el mercado turístico. Pero, a su vez, el esquí se puede ver notablemente afectado por un fenómeno ambiental de carácter más general, como es el calentamiento global de la atmósfera. Según los últimos estudios publicados, la cota de nieve subirá considerablemente los próximos años, y la capa acumulada será menos espesa y durará menos tiempo. El impacto económico que se puede esperar es muy importante, sobre todo en estaciones situadas a altitudes inferiores. Por ejemplo, se prevé que las pérdidas para el turismo suizo pueden llegar a 2.000 millones de dólares (Keller, 1998). C) Impactos sociales El desarrollo de los centros turísticos invernales ha desencadenado un grave conflicto con la población local, creando dependencia y pérdida de la identidad cultural. Además, esta dependencia cultural suele ir acompañada de otra de tipo económico, puesto que el turismo invernal ha ido sustituyendo a la mayor parte de las actividades tradicionales que constituían la base productiva de las sociedades de montaña. Las inversiones exógenas y la compra de los campos y pastos obligó, en muchas regiones, a que los locales tuvieran que buscar otros trabajos y que abandonaran la actividad tradicional, quedando relegados en la mayor parte de los casos a mano de obra barata en la estación de esquí. El resultado es que, en determinadas zonas o grupos sociales, se ha diagnosticado un cierto rechazo de las poblaciones locales hacia los turistas,
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que en muchas ocasiones han derivado en graves problemas de convivencia. Pero, por otra parte, y gracias a la actividad turística, muchas de estas regiones han podido subsistir a la despoblación a que estaban condenadas, y la población local ha encontrado en el turismo una alternativa para aumentar el volumen de ingresos mensuales. Sin embargo, hay un hecho muy importante que limita la evolución económica positiva de la población local y un paralelo rejuvenecimiento de su estructura demográfica, como es la marcada estacionalidad que reduce la demanda de empleo a épocas muy puntuales. Actualmente se aprecia un interés muy elevado por parte de los turistas por aprender de las tradiciones locales y degustar los productos elaborados en la zona vacacional. Este hecho ha propiciado la recuperación de antiguos negocios y la puesta en valor de las tradiciones locales que se encontraban en peligro de desaparecer. La mayor parte de las estaciones están reaccionando ante estos hechos, ofreciendo productos más complejos que ya no se apoyan sólo en la actividad deportiva, e integrando cada vez más a la población local, sus costumbres y tradiciones como parte del atractivo: es decir, se pasa a demandar, y por tanto a vender, no sólo el esquí sino el conjunto de la naturaleza y sociedad de montaña, lo cual ofrece mayores oportunidades de promoción a los residentes habituales.
5.2.4. Principales destinos a escala mundial Dentro del conjunto de deportes de invierno el esquí es todavía la práctica más habitual y popular (actualmente se contabilizan 70 millones de esquiadores). Este mercado está relativamente concentrado, siendo Europa líder en estancias (en 1997 representaba una cifra de 7,6 millones de vacaciones, 57 millones de pernoctaciones en el extranjero y un gasto de 5.400 millones de euros generado por estas estancias (Pauchant, 1998). En segundo lugar se sitúa América del Norte (con las Montañas Rocosas como foco principal) y en tercer lugar encontramos Japón (figura 5.4). Uno de los métodos utilizados para saber qué importancia tiene el esquí en un país es analizar el número de sistemas de cable y remontes de todo tipo. Francia, Austria, italia, Suiza y Alemania disponen de más de 1.500 instalaciones, dato muy significativo teniendo en cuenta que Europa es la primera poten-
35 30 25 20 15 10 5 0 Europa
América del Japón Otros Norte FIGURA 5.4. Estimación: millones de llegadas en 1996-1997. Fuente: EIU Travel & Tourism Analyst.
cia mundial en deportes de invierno. A continuación le sigue América, donde destacan Estados Unidos y Canadá, lo que es una clara muestra de que los principales destinos de esquí, dado el número de inverCUADRO 5.1. Remontes mecánicos por países País
Total
Francia Estados Unidos Austria Japón Italia Suiza Alemania Eslovaquia Canadá España Australia Argentina
4.014 3.801 3.473 3.065 2.894 2.101 1.670 1.094 950 351 139 102
Fuente: OITAF (1993).
siones que requieren, se localizan sin excepción en los países desarrollados (cuadro 5.1). A nivel mundial encontramos más de 2.000 centros turísticos de invierno localizados en casi cuarenta países, con miles de zonas esquiables o aptas para practicar deportes de invierno. Los que se detallan a
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Capítulo 5: Turismo en espacios de montaña y naturales
continuación disponen de áreas e instalaciones para poder satisfacer las necesidades de los turistas: – América: Argentina, Bolivia, Canadá, Chile, Estados Unidos y Groenlandia. – Europa: Alemania, Andorra, Austria, Bulgaria, España, Finlandia, Francia, Gran Bretaña, Grecia, italia, Leichtenstein, Noruega, Rusia, Eslovaquia, Eslovenia, Suecia y Suiza. – África: Leshoto, Marruecos y Sudáfrica. – Asia/Pacífico: Australia, Japón, india, Corea, Nueva Zelanda, Pakistán y China-Taiwan. – Oriente Próximo: israel y Turquía.
5.2.5. Expectativas de futuro El turismo de invierno ha alcanzado ya su nivel de madurez en el ciclo de vida del producto en la mayoría de países y regiones especializadas en nieve, disminuyendo de forma considerable la demanda de este producto. Por tanto, el monocultivo del esquí pierde atractivo, dando paso a un nuevo segmento y a turistas más exigentes y experimentados, que buscan productos alternativos y más complejos (figura 5.5). Nos encontramos, pues, en una fase de estabilización o saturación de la demanda, y ante una posible substitución del producto de nieve por otros. Los principales factores que han influido en este cambio en los mercados son: • Envejecimiento de la población, siendo los principales clientes de los deportes de nieve generalmente menores de 35 años. • Limitación del poder adquisitivo. • Menos fidelidad a un destino concreto. • Preferencias hacia los productos de bienestar. • Preferencia por la práctica de actividades más contemplativas. • Clientes más exigentes y formados. • Apertura de nuevos destinos (aumento de oferta global). • Condiciones climáticas. Para responder a estos cambios, los centros turísticos de invierno deberían contar con unos espacios de actividades recreativas de nieve y una oferta complementaria más amplia. La reordenación del centro de las estaciones, la modificación de la imagen de los edificios y la mejora en las instalaciones son actuaciones a realizar de inmediato en muchas estaciones
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de esquí, ya que se aprecia un alto nivel de obsolescencia. Una especialización en el mercado, ofreciendo productos específicos para las nuevas demandas, y un elevado grado de calidad en la gestión e infraestructuras, facilitaría el aumento de las estancias en muchos centros turísticos. Las tendencias de futuro pronostican tres tipos de estaciones: • La estación de altura, al pie de las pistas, modernizada y con oferta de productos complementarios. • El pueblo estación, cercano a las zonas de nieve, con variada oferta de buenos productos de naturaleza y de bienestar, así como con instalaciones más modernas y diversificadas. • Parques de nieve y ocio, que con ayuda de la tecnología moderna se podrán situar fuera del entorno natural de alta montaña típico de este tipo de deporte. Éste es el caso de Japón y algunos países europeos, que cuentan con centros cubiertos para la práctica del esquí localizados en zonas urbanas, con lo que se acercan más a los parques temáticos que a las verdaderas estaciones de nieve.
5.3. Turismo deportivo y de aventuras en la naturaleza El turismo deportivo y de aventuras en la naturaleza es muy reciente en su consideración como sector objeto de producción y comercialización turística regularizada, pero muy antiguo en cuanto a sus orígenes. Éstos podrían retrotraerse hasta los grandes exploradores y viajeros decimonónicos de la misma manera que el Grand Tour se considera antecedente de formas turísticas más clásicas. A pesar de realizarse en el medio natural poco o nada transformado, se trata de un segmento en el cual el fin no es estrictamente el contacto con la naturaleza, sino la búsqueda de experiencias y emociones intensas en las que el esfuerzo físico y el riesgo se encuentran presentes. Como reacción a la vida constreñida de las ciudades, en donde se concentran la mayor parte de los habitantes de los países desarrollados, se buscan los espacios naturales abiertos o los escenarios grandiosos de alta montaña; y frente a una existencia generalmente muy regularizada, en la que prácticamente nada queda al azar, determinados sectores de la socie-
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Parte II: Los tipos de turismo
Estilo de vida
Deportes de invierno
Servicios ofertados 1890 OCIO
Deportes en hielo y trineo para minorías
DEPORTES
Esquí en pistas señalizadas, plenamente equipadas y cubiertas de nieve
1960
Cambio de las estaciones de verano en estaciones de invierno.
Estaciones plenamente funcionales para esquiar.
Popular
1990 AVENTURA
Esquí, snowboarding, carving, senderismo de invierno
Actividades de estación con fines de espectáculo.
Simulación y riesgo
2010 DESCANSO
Descubrimiento y contemplación de la naturaleza, puesta en forma
Retorno al ritmo de vida antiestrés.
Tranquilidad
AVENTURA
Esquí en todas sus formas tradicionales y nuevas
Continuidad y búsqueda de aventura.
Especializado FIGURA 5.5. Evolución de los deportes de invierno, de la oferta de productos y servicios turísticos (ampliado de Keller, 1998).
dad ansían en su tiempo de ocio actividades de gran intensidad que rompan totalmente con lo cotidiano.
5.3.1. Tipología y características del turismo de aventuras La manera más habitual de clasificar los deportes de aventuras es en función del recurso natural que utilizan como soporte o elemento para el deslizamiento (Juan, 1996), con lo cual tendríamos actividades terrestres, acuáticas, aéreas y de nieve o hielo: • En cuanto a las terrestres, predominan claramente el senderismo o el trekking. Ambos hacen
referencia a desplazamientos pedestres, pero generalmente el primer término se restringe a paseos cortos y suaves mientras que el segundo es utilizado por las agencias especializadas para calificar recorridos largos, de varios días, y generalmente en media o alta montaña, por lo que pueden requerir una complejísima organización. También se incluyen otras formas de recorrido mediante animales (paseos y rutas a caballo) o por medios mecánicos, generalmente los 4 × 4 que se utilizan bien como elemento de apoyo o bien para los recorridos por grandes espacios como el desierto o las selvas, inspirados sin duda en los rallys como el que atravesando todo el Sáhara tiene su final en Dakar,
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Capítulo 5: Turismo en espacios de montaña y naturales
la capital senegalesa. Por último, tanto la altitud como las profundidades de la Tierra son otro de los referentes clásicos del uso deportivo de la topografía y el relieve. Actividades como la escalada y la espeleología, con enormes diferencias según los distintos niveles de dificultad, son una de las prácticas deportivas que más turistas mueven, tanto a nivel nacional como internacional. • También los deportes de aventura acuáticos son enormemente variados, y posiblemente los que más rápido están evolucionando en los últimos tiempos. En este grupo se podrían incluir desde el piragüismo en sus distintas modalidades, los descensos por aguas bravas en botes de diferente configuración (rafting, hidrospeed, etc.), deportes de vela en agua dulce y salada o específicamente marinos como el surf, hasta el buceo e incluso el espeleobuceo. • Las actividades aéreas, como el parapente, ala delta, ultraligeros, planeadores, globos aerostáticos, etc., se pueden diferenciar según el vuelo sea libre o bien se realice con motor. En el primer caso la relación con la naturaleza es muy superior a la del segundo, ya que se requerirá un relieve desde el que iniciar el vuelo, como por ejemplo los bordes de los páramos o la ladera de una montaña; mientras que si se cuenta con un motor lo que se necesitan son infraestructuras artificiales desde donde despegar. • Finalmente, la nieve o el hielo, directamente relacionados con grandes trekkings o con la escalada, marcan el nivel máximo de dificultad de recorrido. Los glaciares de montaña en las grandes cordilleras del mundo, o los de cúpula de Groenlandia y la Antártida, han visto en los últimos tiempos llegar a turistas ansiosos de medir sus fuerzas en las condiciones más extremas. Pero también hay formas más suaves como el esquí de travesía en media montaña, que frente a su homónimo alpino no requiere ni grandes pendientes ni fuertes nevadas, ni por supuesto elementos mecánicos, por lo que sí podría considerarse una actividad sostenible y alternativa. Como puede verse, el conjunto de actividades y deportes de naturaleza o aventuras es muy extenso, y está en continuo crecimiento. Así, algunas
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como el senderismo, los paseos y rutas a caballo o la propia caza pueden considerarse tradicionales, dado que en realidad no son más que una evolución de prácticas habituales de las sociedades para trasladarse o procurarse alimento, pero que han ido perdiendo su carácter obligatorio para acabar convirtiéndose en actividades recreativas desde hace ya algunas décadas. Por el contrario, otras son de reciente aparición, utilizan elementos técnicos muy complejos y creados especialmente para su realización (alas delta, parapentes, botes neumáticos, etc.), y cada vez requieren una mayor especialización por parte de sus practicantes. Esta diferencia impone a su vez formas de comercialización muy distintas, así como una mayor o menor especialización territorial en función de los recursos requeridos. Las más complejas y de mayor riesgo se han conformado desde un principio como productos específicos y únicos en torno a los cuales gira todo un viaje, dado que requieren generalmente de monitores y guías especializados, de un equipo que no está alcance de cualquiera y de espacios muy determinados para su desarrollo, pues no pueden realizarse en cualquier lugar. El resultado ha sido que determinadas áreas naturales se han ido especializando en la oferta de este tipo de productos, concentrando a operadores turísticos de aventura como por ejemplo ha sucedido en las zonas pirenaicas de la Sierra de Guara y el río vero (Huesca) o de Arán o Pallars Sobirà en el río Noguera Pallaresa (Lérida), para actividades acuáticas como el barranquismo, el descenso de cañones o el rafting. Por el contrario, las actividades más tradicionales y menos complejas pueden realizarse prácticamente en cualquier lugar y de forma espontánea, dado que lo más que necesitan suelen ser un espacio natural medianamente conservado y una red de caminos practicable. De todos modos, existen lugares que por su grandiosidad, calidad, conocimiento y/o exotismo se han ido configurando como escenarios privilegiados a nivel nacional o internacional para deportes muy variables en su grado de complejidad como el senderismo o el trekking, caso de los Pirineos, los Alpes, los Andes y, por supuesto, el Himalaya. Muy habituales son las denominadas expediciones multi-aventura o multi-actividad (Juan, 1996), recorridos en los cuales se combinan distintas actividades deportivas y de ocio, con alojamientos móviles y vehículos todo-terreno de apoyo: los denominados raids. Una forma sendentaria de esta misma
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Parte II: Los tipos de turismo
modalidad muy habitualmente comercializada es una base fija (campamentos, albergues, refugios, etc.) en la cual se centraliza el alojamiento y el abastecimiento, y a partir de la cual se realizan salidas. Sin embargo, la mayor diferencia en los productos, formas de comercialización y espacios utilizados por el turismo de aventura se establece en relación con el grado de intensidad y las vivencias que deseen experimentar los turistas. Según J. M. de Juan (1996), se pueden distinguir las siguientes categorías: • Productos de aventura suave, muy ligeros en duración, esfuerzo y requerimientos técnicos, por lo que son aptos para cualquier público. Normalmente no constituyen la motivación principal del viaje, sino que son complementarios de otros servicios, como por ejemplo hoteles, colonias de vacaciones, campamentos, etc.; o bien se realizan como actividad recreativa de tan sólo unas horas desde el domicilio habitual. • Productos de aventura media, en los que se da un equilibrio entre riesgo y seguridad, esfuerzo y confort. Combinan actividades de gran dureza y riesgo relativo con servicios de lujo (en alojamiento, transporte, comidas, etc.), por lo que su precio suele ser elevado. Frente a los anteriores, al ser productos específicamente elegidos, deben desarrollarse en destinos que cuenten con los recursos adecuados para su práctica, por lo que ya no se desarrollan en las cercanías de núcleos de población o turísticos sino en cualquier área, con lo que adquieren en muchas ocasiones un carácter de turismo internacional. • Productos de aventura dura o extrema. Se desarrollan en los lugares más inhóspitos y aislados de la Tierra, con grandes dificultades técnicas, climáticas, topográficas, etc., y con una duración media o larga. La motivación es la realización de hazañas deportivas en las que el riesgo no está ni mucho menos controlado, aun cuando en ocasiones puede existir un interés científico como razón principal. No se trata de productos que figuren en los catálogos de los touroperadores, sino que se organizan por los propios practicantes, que sí suelen contratar vía agencia determinados servios complementarios, como el viaje, el alojamiento en
los lugares de acceso, etc. La Antártida, el Polo Norte o Groenlandia, la escalada en las más altas cumbres, o recorridos a medio camino entre la competición y la aventura como el Dakar o el Camel Trophy son los destinos y actividades más usuales. Son los propios practicantes los que deben conocer su capacidad para soportar determinados riesgos o sacrificios, ya que a partir de un cierto nivel lo que se planteaba como una experiencia satisfactoria puede resultar muy negativo. Pero, en última instancia, es el touroperador el que debe valorar el deseo y la capacidad de los turistas, ya que si se unen los riesgos del entorno con los procedentes de la impericia del grupo, lo que debía ser un peligro controlado puede acabar en accidente (Priest, 1991). Por tanto, es habitual que los operadores que ofrecen este tipo de productos, al menos a partir de un cierto nivel, sean día a día más especializados y menos generalistas.
5.3.2. Destinos y recursos del turismo de aventura Como se ha apuntado más arriba, prácticamente cualquier espacio natural es susceptible de acoger actividades deportivas de naturaleza, sobre todo aquellas que no requieren recursos demasiado específicos, por lo que recorrer los principales destinos a nivel internacional resulta imposible. Además, con esta modalidad sucede lo mismo que con el ecoturismo, pues si bien gran parte de los recursos más espectaculares y apetecidos se encuentran en países subdesarrollados, los destinos más importantes están en los desarrollados, pues es ahí donde se concentra la demanda. La clasificación más usual apunta a una división de los destinos atendiendo a los recursos (Juan, 1996). Así, habría destinos de jungla o selvas tropicales, que se recorren generalmente penetrando a partir de las vías fluviales como el Amazonas, Orinoco, Congo, etc. En este caso, su vinculación con el ecoturismo y el turismo étnico es muy directa, ya que lo habitual es que el interés se centre en la contemplación y el conocimiento de la propia selva, su fauna, e incluso determinados grupos humanos que en ella habitan. Sin embargo, en ocasiones los recorridos fluviales tienen una vertiente más deportiva y de aventu-
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ras que ecoturística, como por ejemplo los descensos por el Yukón (entre Canadá y Alaska), el Colorado en el Gran Cañón (Arizona, Estados Unidos), o en decenas de ríos pirenaicos y alpinos; llegando al extremo del rafting por el Zambeze en las cercanías de las cataratas victoria. Otro de los destinos de aventura más demandados son los desiertos. En este caso los recorridos son realizados habitualmente en 4 × 4, aunque cada vez es más habitual el uso del camello como rememoración de las grandes caravanas que los atravesaban en la antigüedad. Sin duda, el Sáhara es el que más turistas atrae, tanto por su carácter mítico derivado de su tamaño y de la multitud de viajeros que lo han recorrido a lo largo de la historia, como por encontrarse en las cercanías de Europa, uno de los mayores emisores turísticos. Son relativamente habituales los recorridos que le atraviesan de norte a sur, pero también existen rutas más temáticas como caravanas en camello en el sur de Argelia, en torno a Tamanraset y la cordillera de El Hoggar, o las zonas tuareg en el norte de Níger. Otros desiertos que concitan un importante interés son el de Namibia, los americanos o el Centro Rojo australiano, como oferta muy habitual en los recorridos de gran duración por Australia. Por el contrario, desiertos asiáticos como el Gobi o el Takla Makán se encuentran más alejados de los grandes centros emisores, aun cuando cuenten con referentes históricos muy atractivos para el turismo de aventuras como la Ruta de la Seda. Finalmente, la montaña es el destino principal para una enorme cantidad de productos y viajes de aventura, que pueden ir desde marchas suaves hasta las grandes hazañas del alpinismo, cuyo referente principal son los picos por encima de ocho mil metros de la cordillera del Himalaya. Pero fueron los Alpes los primeros que atrajeron escaladores de cierta entidad, como lo prueba el hecho de que al final diesen nombre a todo un deporte como es el alpinismo; y que los primeros clubes de montaña, salvo del Alpine Club de Londres, apareciesen en los países que se reparten este enorme sistema (El Schweitzer Alpen Club de Suiza, el Club Alpino italiano y el Club Alpino Francés). Además de alpinismo, existían denominaciones específicas para cada cordillera, como andinismo o himalayismo, sin embargo, en la actualidad el término alpinismo se utiliza de forma genérica para definir la escalada y el montañismo en cualquier lugar del mundo. Evidentemente, esta preeminencia de los Alpes
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se debe a que se encuentran en el centro del continente donde se desarrolló este deporte, y en la actualidad en torno a los principales países emisores de turismo en general, y de turismo de aventuras en particular: Alemania, Francia, italia, inglaterra, etc. Por idénticas razones, este destino de gran espacio para el turismo de aventuras lo comparten los Alpes, aunque a una escala más pequeña, con otros sistemas montañosos europeos, como los Pirineos, Alpes Dináricos, Apeninos, etc.; y particularmente con algunos de escasa envergadura pero muy cercanos a grandes ciudades, como el Sistema Central o la Costero Catalana en el caso español. Una situación parecida se ha producido en las grandes cordilleras de América del Norte, como los Apalaches o las Montañas Rocosas entre Canadá y Estados Unidos, que además cuentan con grandes ciudades en sus cercanías y algunas prácticamente en su interior (Calgary, Denver, Salt Lake City), así como un importante número de estaciones de esquí. Pero, como ya se apuntó, hoy día cualquier gran sistema montañoso, por muy alejado que esté de los centros de demanda, es destino para las grandes hazañas, dado que por sus características, para este tipo de turistas la distancia o los problemas derivados de la ausencia de infraestructuras no son inconvenientes insalvables. Los grandes sistemas asiáticos como el Himalaya (Everest, Nanga Parbat, Annapurna, etc.) o el del Karakorum (K2, Broad Peak), con picos por encima de 8.000 m, atraen anualmente a decenas de miles de escaladores o de simples senderistas de un cierto nivel, que han hecho de países como Nepal, Pakistán, la india o China importantísimos destinos de aventuras, cada día más preparados y especializados en este tipo de flujos. Algo similar ocurre en los Andes, muchas de cuyas cumbres superan los 6.000 m de altitud (Aconcagua, Huascarán, etc.), o con los grandes macizos africanos como las Ruwenzori, el Atlas (muy frecuentado ya que se encuentra cerca de Europa) o los grandes volcanes del Rift, con el Kilimanjaro y el Monte Kenia a la cabeza. Finalmente, también las últimas fronteras heladas como la Antártida, el Ártico o Groenlandia están empezando a convertirse en destinos de turismo de aventuras, con viajes en barcos rompehielos, recorridos por los glaciares y ascensiones a picos helados.
5.4. El ecoturismo
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El término, como apuntan la mayoría de los autores, es muy reciente. También es novedosa su irrupción como fenómeno de una cierta importancia cuantitativa, por mucho que se haya visto en apartados anteriores cómo se pueden rastrear preocupaciones ecoturísticas muy atrás en el tiempo. De hecho, como se comentó, más que determinadas actividades lo que define al ecoturismo son las preocupaciones y actitudes de sus practicantes, lo cual sólo ha sido posible a partir de un cierto grado de maduración social, económica y cultural que ha situado el interés y la preocupación por la naturaleza y el medio ambiente como elementos irrenunciables en las sociedades avanzadas.
5.4.1. Requisitos y características del viaje ecoturístico No todo el turismo en la naturaleza es ecoturismo. Los requisitos básicos que debe cumplir para poder se considerado como tal serían los siguientes (véanse Azócar, 1995; Fernández de Tejada e iniesta, 1999, y Pérez de las Heras, 1999a y 1999b): • El destino son espacios naturales bien conservados, con el fin de conocerlos, apreciarlos, disfrutar de ellos y entender los valores ambientales y culturales que poseen, así como los peligros que potencialmente les acechan. Como se comentó en un epígrafe anterior, no es imprescindible que se trate específicamente de espacios protegidos, aunque hay autores que sí lo consideran necesario. • En cuanto a sus repercusiones en el destino, el ecoturismo no sólo no tiene que degradar, sino que ha de favorecer de forma directa o indirecta la conservación de los recursos; así como proveer beneficios para las sociedades locales que han de participar en el proceso de producción y venta de los servicios turísticos. En breve, debe ser sostenible desde el punto de vista ambiental, cultural y económico. • Desde el lado del turista, debe favorecer una nueva ética en las formas de relacionarse con la naturaleza y una mejor educación ambiental, lo que a largo plazo repercutirá positivamente en la conservación de los valores ambientales en cualquier lugar del mundo.
Pero a pesar de su escasa vida como fenómeno de cierta relevancia social, territorial y económica, ha adquirido una pujanza que otros segmentos turísticos tardaron mucho en alcanzar. Según datos de Pérez de las Heras (1999b), unos cincuenta millones de personas al año se movían internacionalmente a finales de los noventa observando en mayor o menor medida los valores arriba recogidos. Y hay que hacer hincapié en la idea de que esos requisitos se cumplen de forma muy diferente, ya que los tipos de ecoturistas y su grado de compromiso son enormemente diversos; heterogeneidad que obliga a realizar una clasificación que quizá no fuese tan importante en otros segmentos en donde las diferencias en los intereses y en la selección de destinos vienen establecidas principalmente por motivos económicos. Generalmente se distinguen cuatro tipos de ecoturistas a partir de la clasificación que hizo K. Lindberg en 1991: • Ecoturistas con fuertes tendencias ecologistas, investigadores o miembros de un viaje organizado específicamente para estudios ambientales. Se trata de visitantes muy interesados que buscan recursos o elementos específicos allí donde se encuentren, y que realizan tareas de investigación o de conservación e incluso labores de descubrimiento y de apertura de nuevos mercados. • Ecoturistas interesados en la naturaleza, que sin una formación específica buscan espacios de alto valor ambiental pero no por motivos profesionales. • Ecoturistas suaves, que ocasionalmente eligen este tipo de destinos en busca de nuevas experiencias o de vivir aventuras en lugares exóticos, y que se interesan sólo por los lugares más conocidos como grandes hitos paisajísticos y la fauna y flora más espectacular, generalmente en espacios protegidos de renombre nacional o internacional. • Finalmente, ecoturistas casuales, que realizan algunas actividades o visitas ecológicas por su popularidad y espectacularidad, pero de manera incidental o formando parte de un circuito con otros intereses o motivaciones, como por ejemplo el desierto en un viaje a Marruecos o el Gran Cañón del Colorado en uno a Estados Unidos. En cuanto a la elección de destino, para los ecotu-
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ristas menos entregados tan sólo cobrarán importancia los recursos más espectaculares, conocidos y de fácil y cómodo acceso desde los lugares de residencia o desde los centros turísticos convencionales. Aquellos que se han convertido en hitos que casi podrían considerarse ya un tópico turístico, como el iguazú desde São Paulo o Río, el parque nacional Sequoia desde las grandes urbes californianas, cortos recorridos por la selva tropical desde Cancún, o el Teide desde los centros litorales de sol y playa de Tenerife. Por el contrario, a medida que aumenta el interés cada vez se escatimarán menos esfuerzos para acceder al lugar en el que se encuentre el animal, el tipo de vegetación, el ecosistema o el paisaje que se desea contemplar. Si partimos de la base de que hay más ecoturistas suaves que entregados, y de que éstos a su vez también querrán conocer los destinos ecoturísticos más habituales, puede colegirse que la distribución de este tipo de visitas es muy irregular. Encontramos desde destinos que podrían considerarse masivos (lo cual es en sí mismo una contradicción, ya que la masificación suele implicar degradación e impide un correcto acercamiento a los valores naturales), principalmente en los países desarrollados y visitados generalmente en forma de day-trip o en vacaciones de corto radio de acción (con un claro ejemplo en algunos parques nacionales norteamericanos y europeos), hasta lugares de excepcional valor pero difícil acceso que sólo son puntualmente visitados por algún científico. Por último, la diversidad de intereses y el convencimiento de los practicantes conlleva también una diferenciación en la infraestructura y el equipamiento necesario para el acceso y la estancia en el destino. En principio, el ecoturista más ocasional sólo admitirá medios de transporte cómodos y alojamientos convencionales, mientras que el más entregado estará dispuesto a realizar un gran esfuerzo físico y a prepararse técnicamente, admitiendo a su vez formas de alojamiento alternativas o de escasa confortabilidad. En cuanto al modo de acceso, hay que tener en cuenta que algunos de estos espectáculos de la naturaleza, principalmente los paisajísticos, pueden ser fácilmente accesibles por medios de transporte convencionales o específicos, como sucede con algunas grandes cimas dotadas de telesillas o telecabinas, principalmente de los Alpes, los Andes o las Rocosas (como los de l’Aiguille du Midi en los Alpes, el que desde la venezolana ciudad de Mérida asciende has-
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ta más de 4.600 m, o el del ya citado Teide). Pero, por el contrario, en otras ocasiones, ya sea por su localización y la ausencia de infraestructuras, o porque como sucede con los animales suelen rechazar el contacto humano, se requieren medios de transporte mecánico especiales (por ejemplo 4 × 4 o lanchas) e incluso un esfuerzo físico y una cierta preparación técnica por parte del turista (prácticas como el senderismo, montañismo, alpinismo, recorridos en piragua, canoas, bicicletas, caballos, largas esperas nocturnas, etc.), que en algunos casos alcanzan un alto grado de exigencia y sirven como forma de selección de la demanda. Es decir, determinados productos ecoturísticos son al mismo tiempo necesariamente de aventuras, aun cuando el fin sea alcanzar un objetivo puramente natural, pudiendo hablarse de destinos de ecoaventura (Juan, 1996). En cuanto al alojamiento, puede ir desde el hotel más convencional como los que rodean algunos grandes parques nacionales de los países occidentales o los que se sitúan junto a hitos paisajísticos como las cataratas del Niágara, hasta formas alternativas como cabañas (los famosos lodges de los grandes parques africanos y americanos, cuyo significado literal es refugio o casa del guarda, pero que actualmente en el lenguaje turístico designa un alojamiento alternativo integrado en la naturaleza), alojamientos móviles como tiendas de campaña o simplemente la estancia al aire libre, pasando evidentemente por formas de hospedaje compartidas con algún grupo cultural autóctono en una mezcla de ecoturismo y turismo étnico o basado en la comunidad local (Community-based tourism). Los primeros y más convencionales suelen ser los alojamientos típicos de recursos naturales que se visitan en forma de day-trip, volviendo a continuación a un área turística tradicional, mientras que los alternativos son imprescindibles en aquellos viajes en los que el turista se sumerge en el área natural, donde incluso puede estar prohibido construir alojamientos en caso de tratarse de un espacio protegido. Pero esto no implica la ausencia de lujo y comodidades, al menos en los destinos más consolidados en los que algunos lodges estables e incluso campamentos itinerantes alcanzan altos niveles de sofisticación. De todas maneras, resulta imprescindible que estas infraestructuras y servicios cumplan unos requisitos mínimos de integración ambiental, pues de otro modo no podría hablarse de ecoturismo, ya que la sostenibilidad es un requisito imprescindible. Construcciones simples con estilos, elementos y materiales de la
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zona; situadas en lugares apartados donde no interfieran el paso de los animales o sus zonas de alimentación y abrevadero, así como donde no provoquen impactos paisajísticos; y el establecimiento de programas de reciclaje y recogida de basuras con el fin de no contaminar, son algunas de las condiciones imprescindibles (Pérez de las Heras, 1999) no sólo para no degradar los recursos y permitir la sostenibilidad, sino también para asegurar la satisfacción de los ecoturistas. Pero el cumplimiento de las demandas de los ecoturistas implica una oferta de infraestructuras y servicios algo más compleja que la dirigida exclusivamente a cubrir sus necesidades básicas. Equipamientos como centros de visitantes o de interpretación en los que obtener información sobre los recursos que se van a visitar y los comportamientos que deben observarse; la dirección de guías especialmente preparados, locales a ser posible, y que conozcan perfectamente el territorio y las costumbres; y la existencia de oportunidades y lugares para relacionarse con la población de la zona y donde comprar los productos que fabrican cumplen una importantísima función en dos sentidos: por un lado, contribuyen a la formación de los turistas y a aumentar su educación ambiental; y del lado del destino, favorecen la sostenibilidad y ayudan a la población autóctona a obtener beneficios de la actividad turística. De hecho, la participación activa de la población local, no sólo como mano de obra generalmente barata o como parte de los atractivos a contemplar, sino como partícipe o copartícipe del desarrollo turístico, es una condición casi indispensable para el buen funcionamiento de un destino ecoturístico. La escala pequeña a que suele moverse el ecoturismo, frente a las grandes cifras de las modalidades turísticas más convencionales, permite que las iniciativas locales con poco capital y formación tengan cabida en el desarrollo de la actividad, y de este modo asegurar que al menos una parte de los beneficios servirán al progreso de la zona y que se reinvertirá en la conservación de los recursos.
5.4.2. Principales ecodestinos del mundo El ecoturismo, actividad novedosa y reciente como ya se ha visto, ha alcanzado sin embargo de forma muy rápida un enorme crecimiento y una significativa presencia dentro de los flujos internacionales. A
pesar de esto, la mayoría de los viajes ecoturísticos siguen siendo internos, por lo que necesariamente se concentran en los países desarrollados, donde existe una demanda turística solvente y donde la naturaleza es más escasa y, por tanto, más apetecida durante el tiempo de ocio. Sin entrar en la compleja discusión sobre el significado del concepto del subdesarrollo o sobre el establecimiento de umbrales para la clasificación de los distintos países en el Primer o el Tercer Mundo, se acepta la clasificación más habitual que encuadra a Europa, Estados Unidos, Canadá y algunos países asiáticos y de Oceanía (Japón, Australia, Nueva Zelanda) en el bloque de países del Primer Mundo, y al resto en el Tercero; aunque se es consciente de los problemas que esto conlleva en relación con algunos países de la antigua Europa del Este y con los más desarrollados de América Latina (Argentina, México, Brasil, etc.) y Asia (los denominados dragones asiáticos). Pero si la existencia de una demanda mayor en el Primer Mundo que en el Tercero es algo común al resto de los segmentos turísticos, no lo es tanto el hecho de que los mejores y más buscados recursos se encuentren precisamente en el Tercer Mundo, dado que allí el nivel de transformación y de degradación de la naturaleza ha sido menos intenso que en los países desarrollados. Esto supone que la mayoría de los flujos ecoturísticos de carácter internacional se dirijan desde los países más avanzados económicamente hacia los menos desarrollados, fenómeno que no se da en el turismo cultural o en el de sol y playa. Efectivamente, en estos últimos segmentos los recursos se encuentran repartidos de forma más o menos equitativa, por lo que en la distribución final de los flujos tienen un enorme peso aspectos como los mejores servicios, infraestructuras, accesibilidad y niveles de seguridad con que cuentan las zonas más avanzadas. Sin embargo, en el ecoturismo la distribución de los recursos más espectaculares y de mayor calidad es muy desigual a favor de los países denominados subdesarrollados, con lo que se compensan los déficit que puedan existir y el encarecimiento que supone la distancia. El resultado es que en el Primer Mundo encontramos numerosas áreas naturales que presentan aprovechamientos turísticos más o menos intensos e incluso claramente masivos, pero no un país que en conjunto pueda considerarse un destino ecoturístico. Por el contrario, en el Tercer Mundo hay grandes zonas e incluso estados que se están con-
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solidando claramente como ecodestinos para el turismo internacional, como por ejemplo Kenia, Costa Rica, Ecuador o Nepal. Tres elementos se consolidan día a día como los más apetecidos y buscados por los ecoturistas: los paisajes espectaculares, principalmente los ligados a la alta montaña, donde habría que incluir los volcanes o los relieves contrastados, como grandes cañones y los saltos de agua; la selva tropical, debido a su frondosidad, la diversidad de su fauna y vegetación y, sobre todo, al carácter misterioso y de peligro que la acompaña; y la fauna, especialmente la de las grandes sabanas africanas, dadas las facilidades para su contemplación derivadas de su abundancia y lo abierto del territorio. Por el contrario, otros espacios o recursos como los grandes humedales, los enormes espacios forestales de coníferas del norte de América y Europa, o los desiertos, tienen aún una relativamente escasa aceptación, lo que supone que raramente se consideren destinos ecoturísticos países de gran potencial como Finlandia, Marruecos o Argelia. A) Ecoturismo en el Primer Mundo El nivel de vida alcanzado en estos países, unido a la degradación de la naturaleza y la creciente preocupación ambiental les ha convertido en grandes demandantes de turismo ecológico. También son grandes oferentes, pero casi exclusivamente de carácter interno, dado que sus recursos no son lo suficientemente espectaculares como para atraer demandas externas. Quizá la excepción sean algunos grandes espacios naturales fronterizos en los que es habitual saltar de un país a otro, como por ejemplo los Alpes o los Pirineos; y por supuesto Australia, que pese a su nivel de desarrollo conserva una imponente riqueza natural no sólo por su grado de conservación sino sobre todo por su excepcionalidad y su carácter endémico, lo que le ha convertido en un gran ecodestino de ámbito internacional. Las mayor parte de los recursos del Primer Mundo se corresponden con paisajes espectaculares, donde la alta montaña, los glaciares e incluso los volcanes representan un papel importante (en el caso español, los parques más visitados son los relieves volcánicos del Teide y Timanfaya, seguidos de los de montaña de los Picos de Europa y Ordesa), dado que la fauna de gran tamaño o bien se ha extinguido o es muy difícil de ver; excepción hecha de las aves, espe-
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cialmente las migratorias, que mueven a un importante número de turistas interesados por la ornitología hacia humedales emblemáticos como Doñana, la Camarga o el gran delta del Danubio. Para la observación de gran fauna en los países desarrollados hay que dirigir la mirada hasta algunos parques norteamericanos donde aún es posible ver mamíferos de gran tamaño como osos negros y bisontes (Yellowstone), osos blancos (Churchill, Canadá), focas (en la zona del San Lorenzo, Canadá) o numerosos animales acuáticos (como caimanes o manatíes en los Everglades de Florida); y por supuesto a Australia, donde marsupiales como los canguros o los koalas se han convertido en uno de sus principales reclamos turísticos (véase Pérez de las Heras, 1999a). En Europa, una zona de intensa humanización, los principales destinos suelen coincidir con los espacios protegidos, dado que es ahí donde se concentran los recursos naturales de mayor calidad y más conocidos, aun cuando en ningún caso puedan considerarse espacios naturales o vírgenes. De modo general son espacios que se visitan durante un día, a pie, y en los que no es posible la pernoctación en su interior salvo en refugios, situándose el alojamiento en los alrededores. Sin embargo, la diversidad de situaciones que se acogen bajo la denominación de parque nacional supone una enorme variedad de posibilidades en cuanto al modo de aprovechamiento y gestión turística, que queda resumida en la figura 5.6. Como puede verse, se encuentran desde parques nacionales que están totalmente rodeados por estaciones turísticas (como podría ser el Teide, en la isla de Tenerife, gran parte de cuyos tres millones de visitantes son turistas que llegaron hasta la isla movidos por sus recursos climáticos y de ocio) hasta algunos que funcionan, sin serlo, como verdaderas reservas integrales, dado que no tienen ninguna infraestructuras ni están abiertos al turismo. Entre ambos extremos encontramos parques que tienen núcleos habitados en su interior, otros que cuentan con alojamientos turísticos convencionales y finalmente algunos en los que tan sólo hay refugios o pequeñas zonas de acampada. Sin olvidarse de aquellos en los que la entrada no es libre sino previa reserva, e incluso pago, y guiada por personal del parque o empresas especializadas (caso de Doñana, por ejemplo), hasta la situación contraria de parques con entrada libre y tan cerca de grandes núcleos de población que casi se han convertido en áreas de recreo, sin ninguna especialización turística deriva-
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I. Cerco Turístico a un Parque Nacional Ejemplos: Vanoise, Ecrins, Teide, Doñana
II. Buen equipamiento turístico: Parque Nacional permanentemente habitado. Ejemplos: Ojców, Abruzzes
IV. Un sólo núcleo turístico en el Parque. Ejemplos: Stelvio, Plitvice
V. Equipamiento turístico reducido VI. Equipamiento turístico reducido, pero (refugio); buen equipamiento en la vecindad de una ciudad o aglomeración periferia. de más de un millón de habitantes. Ejemplos: Engadine, Forêt Bavaroise, Ejemplos: Kampinos, Dunes de Picos de Europa, Ordesa, Kennemer Sierra Nevada
VII. Nigún equipamiento turístico: Parque Natural = Reserva natural Ejemplos: Paklenica, Spitzberg, Cabrera
III. Importantes equipamientos turísticos en el Parque Nacional. Ejemplos: Hautes Traty slovaques, Basses Tatry
Ciudad o aglomeración de más de un millón de habitantes
Ciudad
Carretera
Estación turística
Refugio
Carretera de montaña
FIGURA 5.6. Modelos esquemáticos de ordenación turística en los parques nacionales de Europa. Modificado a partir de G. Richez (1992).
da de la calidad de sus recursos. Una situación parecida a la europea la encontramos en Japón, donde el alto nivel de urbanización supone una enorme presión turística sobre sus prin-
cipales espacios protegidos; aunque la sensibilidad y el modo de acercamiento a la naturaleza de los japoneses, derivado en cierta medida de las religiones budista y sintoísta, sea muy diferente del europeo,
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como lo demuestra el hecho de que su gran símbolo religioso sea el monte Fuji Yama. Destacan los parques nacionales de la isla de Hokkaido, el parque nacional Bandari-Ashai o los situados en los Alpes Japoneses, con el parque nacional Nikko a la cabeza al encontrarse muy cerca de Tokio. Por el contrario, la vida salvaje en Estados Unidos y Canadá aún no se encuentra tan restringida y transformada como en Europa, y existen espacios protegidos de gran tamaño que no están rodeados de zonas habitadas (el parque nacional de Wood Buffalo, en Canadá, tiene casi 4,5 millones de Ha). El resultado es que todavía es posible sumergirse totalmente en áreas poco o nada transformadas en busca del contacto con lo salvaje, pernoctando en el interior de los parques y moviéndose por algunos con vehículos dado su gran tamaño. Además, como se apuntó arriba, aún se conservan lugares en los que es posible contemplar fauna salvaje de gran tamaño. Sin embargo, al igual que en Europa, los principales atractivos siguen siendo lo que se viene denominado espectáculos de la naturaleza (caso de la montaña como el parque nacional Great Smokey Mountain de los Apalaches, el más visitado de Estados Unidos, o el Monumental valley, inmortalizado en innumerables películas del oeste), los cañones (Gran Cañón del Colorado), la vegetación espectacular (parque nacional Sequoia, en California) o los saltos de agua (Cataratas del Niágara). Como afirma M. Pérez de las Heras (1999a), quizá el principal problema de los espacios protegidos norteamericanos sea su éxito, dado que se han convertido en la principal atracción turística por delante de Disneyworld y de Las vegas, lo que genera importantes problemas de congestión y de insatisfacción de los turistas en muchos de ellos. La causa de esta reputación como destino turístico (más de trescientos millones de visitas al año a fines de los noventa en Estados Unidos) radica en su calidad, así como en la excelencia de los servicios turísticos y de información que ofrecen, a pesar de lo cual son un recurso de carácter básicamente interno. Por último, Australia, y en menor medida Nueva Zelanda, son los únicos países desarrollados cuya imagen turística internacional se encuentra directamente unida a la naturaleza. Bien sea de un modo exclusivo, o bien en relación con recursos culturales o profesionales, lo cierto es que la mayoría de los viajes internacionales por Australia incluyen motivaciones que en mayor o menor medida pue-
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den calificarse de ecoturísticas. De hecho, incluso los principales resorts de playa, como los de la Costa Dorada o la Gran Barrera, se encuentran rodeados de espacios protegidos de gran valor y espectacularidad que actúan al menos como oferta complementaria. La enorme variedad de sus climas y paisajes, que van desde el tropical húmedo al desértico, pasando por el mediterráneo; pero sobre todo su fauna (canguros, koalas, cocodrilos, ornitorrincos, etc.), la mayor parte de la cual tiene un carácter endémico, han convertido a este enorme país en uno de los paraísos turísticos ligados a la naturaleza. Más de quinientos parques nacionales, muchos de ellos calificados de Patrimonio de la Humanidad, suponen una oferta imposible de abarcar en su totalidad. Como ejemplo de los espacios más reconocidos, se podrían citar la Gran Barrera Coralina, la mayor del mundo, y Ayers Rock y los Montes Olga, los enormes monolitos rocosos que son el gran atractivo del parque nacional Uluru, en la árida zona interior denominada Centro Rojo. B) Ecoturismo en el Tercer Mundo Como se apuntó, los países del Tercer Mundo presentan una innegable ventaja comparativa frente al Primer Mundo en variedad, cantidad y calidad de sus recursos naturales. Además, el ecoturismo les ofrece una gran oportunidad a nivel nacional para capitalizar sus recursos naturales sin necesidad de destruirlos, así como para favorecer el desarrollo local apoyándose en proyectos de pequeña y mediana escala que no necesiten de grandes inversiones (Carter y Lowman, 1994). De manera general, y frente a lo comentado para el Primer Mundo, en los países del Tercero el ecoturismo es principalmente internacional. En algunos casos la motivación ecoturística puede ser sólo una parte del viaje, como los más habituales recorridos por Tailandia, que combinan exotismo, atractivos urbano-culturales y de playa con visitas a la selva tropical; o de Brasil, donde se mezcla el cosmopolitismo de Río y São Paulo y la arquitectura contemporánea de Brasilia junto con ecodestinos tan diversos como espectáculos de la naturaleza (iguazú), zonas húmedas muy ricas en fauna (el Pantanal) y selva tropical (Amazonas). incluso existen países que a pesar de contar con increíbles recur-
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Parte II: Los tipos de turismo
sos naturales, éstos representan tan sólo un papel marginal en la imagen que transmiten internacionalmente como destino turístico. Por el contrario, algunos países han basado toda su estrategia turística en la promoción del ecoturismo, con lo que su imagen se encuentra totalmente ligada a este segmento: Costa Rica, Panamá, Kenia o Nepal podrían servir como ejemplos paradigmáticos. De hecho, algunos autores (vera Rebollo et al., 1997) hablan de “ecoturismo de masas” para referirse a países como Kenia, dada la enorme cantidad de turistas que atraen, pero también a la imagen tan especializada que transmiten. Latinoamérica es la zona del mundo que más está apostando por el desarrollo del ecoturismo. Países del istmo como Costa Rica, Belize o Panamá presentan una imagen muy ligada a la naturaleza, principalmente por la promoción de sus espectaculares parques nacionales de selva, de gran riqueza fáunica y botánica, así como los volcanes, las playas tropicales y los cayos o arrecifes coralinos. Seguramente sea Costa Rica donde mejor organizado se encuentra este tipo de turismo, con una buena gestión de sus espacios protegidos, eficaces redes de promoción especializadas, una oferta de alojamientos específicos de calidad y, sobre todo, una amplia red de guías, en muchos casos nativos, que permiten a los visitantes un perfecto aprovechamiento de los recursos turísticos. incluso existen reservas privadas, generalmente de fundaciones, que amplían considerablemente la gama de posibilidades y actividades turísticas (Pérez de las Heras, 1999a). En Sudamérica, aun cuando los recursos sean excepcionales, prácticamente ningún país tiene una imagen tan especializada como los arriba citados, siendo más habitual la combinación de atractivos variados, entre los que la naturaleza puede representar un papel importante pero raramente único. Quizá la excepción sea Ecuador, que tiene en las islas Galápagos posiblemente el hito ecoturístico más importante del mundo, no sólo por su riqueza sino por su importancia en la historia de la ciencia, al ser uno de los lugares que inspiró a Darwin la teoría de la evolución. Se trata de un archipiélago volcánico declarado parque nacional, cuyo principal atractivo es la fauna (iguanas y tortugas gigantes, avifauna, etc.), y que atrae a varias decenas de miles de turistas al año que generan importantísimos beneficios económicos tanto para la población como para el Estado ecuatoriano, pero que están empezando a afectar al equilibrio
ecológico. Sin embargo, ni éste es el único destino del país, ni todas las zonas presentan una organización del ecoturismo tan dirigida por el Estado ni tan importante cuantitativamente en visitantes e ingresos; multitud de proyectos se reparten por las zonas andinas, volcánicas o de selva amazónica, la mayor parte de los cuales se apoyan en fundaciones, comunidades indígenas y en la pequeña escala, frente a la masividad de las Galápagos. En el resto del subcontinente americano, tres son los recursos o hitos fundamentales del ecoturismo, la mayor parte de los cuales se reparte por varios países. Sin duda, el principal es la selva amazónica y los grandes cursos fluviales que la atraviesan como principal vía de penetración. El país que mayor superficie amazónica acoge es Brasil, con Manaos como uno de sus principales puntos de entrada, pero también es significativa la importancia turística que presenta para Perú (con iquitos como ciudad umbral hacia la selva), venezuela o Colombia. El segundo de los grandes hitos de la naturaleza sudamericana son los humedales, a la cabeza de los cuales hay que situar los Llanos venezolanos y el enorme Pantanal entre Brasil, Bolivia y Paraguay. Como señala M. Pérez de las Heras (1999a), se trata de uno de los lugares de América de mayor riqueza fáunica, y donde más fácil es de observar dada la topografía totalmente plana: roedores gigantes como el capibara, reptiles como yacarés o anacondas, y aves como el jabirú o los grandes loros son habitantes de estos espacios y su principal atractivo turístico. Finalmente, la alta montaña andina, que recorre de norte a sur la zona oeste del subcontinente, se ha convertido en otro de los escenarios fundamentales para el turismo de naturaleza, combinado evidentemente con el de aventuras y el deportivo. Perú, Colombia, Ecuador, Bolivia, Chile o Argentina comparten este enorme sistema montañoso, y todos ellos cuentan con importantes espacios protegidos o grandes áreas de indudable interés, como el gran altiplano entre Perú y Bolivia en que se aloja el lago Titicaca. Los espacios protegidos que concitan la atención de los turistas son innumerables, por lo que a modo de ejemplo se citan dos de la zona de la Patagonia en el sur continental: el de Los Glaciares, en Argentina, donde destacan los glaciares Perito Moreno o el Fitz Roy; o el parque nacional chileno de las Torres del Paine. Pero el sur del continente americano es también el punto de partida habitual para el que es el destino ecoturístico más selecto, espectacular y reciente: la
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Capítulo 5: Turismo en espacios de montaña y naturales
Antártida. Las visitas se realizan generalmente en barcos, y sus atractivos, aparte del mito que acompaña al continente helado, se centran en sus espectaculares paisajes y en la fauna, entre la que destacan los pingüinos, las focas y el avistamiento de ballenas. El volumen actual de turistas se sitúa aproximadamente en los tres mil al año, que sin duda se irán incrementando de forma rápida a pesar de la dureza del viaje; el reto estriba, por tanto, en favorecer el conocimiento de un espacio de indudable interés pero primando la conservación de sus valores naturales. África es el destino ecoturístico mítico por excelencia; mito que se ha ido alimentando al menos desde el siglo xix con los relatos de los viajeros, exploradores y cazadores que fueron abriendo este continente a la curiosidad y el conocimiento de los europeos. Sin embargo, también es el continente más inestable, lo que se convierte en un claro elemento de rechazo que imposibilita el total desarrollo de sus potencialidades turísticas. De todos formas, existen al menos dos Áfricas en cuanto a su aprovechamiento turístico. La parte norte, cuyo referente principal es lo árabe, se encuentra bastante desarrollada turísticamente dada su mayor estabilidad y la cercanía a los mercados europeos. Sin embargo, los segmentos turísticos imperantes son el cultural y el de sol y playa, mientras que espacios como el desierto del Sáhara, los oasis o las altas cumbres del Atlas no han auspiciado un desarrollo ecoturístico intenso, sino más bien de aventuras o como complemento a los recorridos culturales. Por el contrario, el África subsahariana es vista en gran medida como un enorme parque nacional donde los enormes mamíferos africanos se siguen moviendo a su antojo (Pérez de las Heras, 1999a). De hecho, la contemplación de esta fauna de gran tamaño, sobre todo la de las extensas sabanas, es el principal recurso del continente. El mayor desarrollo hasta hace relativamente poco se había centrado en Kenia, un país relativamente estable y con una increíble riqueza fáunica en sus grandes parques nacionales (Amboseli, Tsavo, Masai-Mara). Sin embargo, en los últimos tiempos le están surgiendo importantes competidores con situaciones parecidas en recursos, como Bostsuana, Zimbabue, Namibia o Sudáfrica, en zonas como el Kalahari o el delta del Okavango. Un caso especial en cuanto a la contemplación de la fauna es el de los míticos gorilas de montaña, que atraen, a pesar del peligro que
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la zona conlleva, a varios miles de personas hacia la zona de Uganda, Ruanda y el este de la actual República Democrática del Congo. El otro gran recurso ecoturístico de África, aunque menos reputado en este continente que la gran fauna, es la selva tropical, que sin embargo prácticamente se encuentra cerrada al turismo por una situación de inestabilidad casi crónica en el país que mayor superficie concentra: la República Democrática del Congo. Otros lugares más seguros donde acercarse a estos ecosistemas tropicales en África son los numerosos espacios protegidos de los países más estables de la Costa de Guinea, en los que también se pueden contemplar grandes mamíferos aunque no en la cantidad que en el este o el sur del continente, o bien en las montañas que se sitúan a gran altitud por encima de las sabanas herbáceas del este, como el Kilimanjaro o las Ruwenzori. Finalmente, los países menos desarrollados del Asia sólo recientemente se están abriendo al ecoturismo, a pesar de que algunos de ellos presentaban importantes flujos de turistas atraídos por otros recursos y motivaciones, como las culturales, étnicas, aventura o negocios. Así, destinos de gran peso turístico como la india, Tailandia o indonesia sólo muy recientemente están empezando a incorporar a sus recorridos espacios o recursos naturales, entre los que destacan la selva tropical (con la enorme isla de Borneo como representación más excepcional) o fauna como los tigres, elefantes (india) o los varanos de Komodo (indonesia) Pero quizá uno de los casos más excepcionales de la situación hasta ahora vivida en Asia sea el de Nepal, un pequeño país situado en el Himalaya y que ha atraído tradicionalmente un importante turismo ligado a la naturaleza, pero con una motivación más deportiva y de aventuras que ecoturística. Sin embargo, en los últimos tiempos se está abriendo a un público menos especializado desde el punto de vista deportivo, incapaz de subir a cualquiera de las altas cumbres pero deseosos de conocer la alta montaña himalaya, sus paisajes, vegetación, relieves, glaciares, etc., a través de trekkings de mayor o menor dificultad, pero cuya motivación no es exclusivamente deportiva. Un ejemplo puede ser el del Área de Conservación de Annapurna, en donde el turismo ligado a la naturaleza es una actividad tradicional pero no necesariamente sostenible hasta ahora, y en donde en los últimos tiempos se está intentando evolucionar
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6 TURISMO URBANO Gerda K. Priestley y Joan Carles Llurdés i Coit
Turismo urbano: aspectos generales Algunos productos y destinos Turismo urbano en España Reflexión final: el futuro del turismo urbano
6.1 6.2 6.3 6.4
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Parte II: Los tipos de turismo
6.1. Turismo urbano: aspectos generales Las transformaciones que recientemente experimentan las ciudades son una de las diversas consecuencias del cambio de su modelo económico, y un claro ejemplo del nuevo contexto de terciarización que se está imponiendo a escala mundial. Este hecho provoca que los entornos urbanos sean progresivamente más idóneos para el desarrollo de actividades de ocio y turismo. De hecho, el turismo siempre ha existido en la ciudad, desde sus inicios en la era del llamado Grand Tour, que recorría algunas de las principales ciudades de Europa, y cuyos objetivos primordiales eran culturales y educativos. Además, a lo largo de la historia las grandes capitales siempre han sido focos de atracción de visitantes. De hecho, hoy día, las ciudades grandes son el destino turístico más importante del mundo, pero se ha dedicado mucha menos atención a su estudio y seguimiento que a otras formas de turismo. Una posible explicación de esta deficiencia es que el turismo no suele ser el principal componente de la economía urbana. Éste es el caso, sobre todo, de las grandes ciudades, mientras que en el otro extremo se encuentran las pequeñas y medianas ciudades históricas, donde el turismo acapara la estructura económica. Como consecuencia, una de las principales dificultades en el análisis del turismo urbano es la identificación del turista en la ciudad, puesto que es muy difícil separar el visitante que viene para trabajar del que viene por placer, en tanto que utilizan los mismos servicios y, frecuentemente, combinan ambos objetivos en su visita.
6.1.1. Hacia una definición Ante todo debe aclararse una consideración semántica: ¿el turismo urbano trata del turismo en las ciudades o de las ciudades? La diferencia es que el turismo en las ciudades es más limitado en ámbito, mientras que el turismo de las ciudades abarcaría además la ciudad como fuente emisora (por ejemplo hacia residencias secundarias) y como lugar de paso (lugar de entrada y distribución, un aspecto de especial importancia en las grandes capitales del Tercer Mundo). Estos tres elementos constituyen las funciones de la ciudad, por lo que se les debe incluir en un estudio del turismo urbano. Pearce (1981) resume en forma de diagrama este concepto (figura 6.1).
FLUJOS de población
FUNCIÓN emisor
La gran ciudad
Zona de excursiones
Zona de vacaciones Zona de turismo de fin de semana y 2ª residencia
Desde el extranjero
Punto de entrada / salida Centro - hacia destino principal (nacional, regional, local)
Desde la región Destino principal Centro - hacia punto de salida / entrada local
Visitas por la gran ciudad Excursiones
Circuito turístico
Flujo hacia la ciudad
Flujo desde el extranjero
Flujo hacia la región
Centro turístico
Flujo hacia el extranjero
FIGURA 6.1. Los flujos turísticos en torno a la ciudad. Fuente: Elaboración propia a partir de Pearce (1981).
6.1.2. Los elementos de atracción a la ciudad Los elementos que hacen atractivas las ciudades son básicamente dos: las funciones especializadas y la amplia gama de servicios que ofrecen, aunque de hecho no existen dos ciudades idénticas y, por lo tanto, en algunas predominarían algunas funciones extremamente especializadas, por ejemplo. Las Vegas, ciudad que tradicionalmente ha basado su atractivo en las funciones lúdicas del juego y el espectáculo (Blank, 1996). Así, esta gama de servicios incluye:
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Capítulo 6: Turismo urbano
• Actividades comerciales, financieras e industriales, que atraen a los visitantes no sólo por asuntos relacionados directamente con el trabajo, sino también por ferias, congresos, etc. • El mero hecho de albergar una población numerosa estimularía el desarrollo de muchas actividades recreativas, culturales y artísticas, a la vez que atraería a muchos amigos y parientes de visita. • Los servicios personales necesarios para atender la población (abogados, cuidados médicos, etc.). • Focos de comunicaciones de entrada y distribución, tanto de ferrocarriles y carreteras como de transporte aéreo. Esta función es de gran importancia en países carentes de una estructura jerárquica urbana bien desarrollada, en los que predomina una única ciudad que aglutina todas las funciones urbanas del país.
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A estas funciones básicas se pueden sumar servicios especializados que no siempre están presentes, como por ejemplo los relacionados con las funciones político-administrativas (organismos internacionales, sedes de gobierno, etc.). La figura 6.2 recoge estos elementos de atracción de las ciudades e indica también las relaciones consecuenciales entre éstos. Como ya se ha mencionado, en las ciudades coinciden diversos tipos de usuarios: la población local y la de la región colindante y los turistas, sin olvidar aquellos que las visitan por motivos laborales. Sin embargo, no todos ellos aprovechan los servicios de igual manera y en igual medida. La figura 6.3 resume el uso que hacen los usuarios de los recursos disponibles en la ciudad, y subdivide la ciudad en áreas o sectores funcionales. Se ha de entender dichos sectores como conceptuales más que físicos, e incluso no todos los sectores estarían presentes en todas las ciudades (aunque a veces coinciden con distritos claramente
Elementos básicos
Elementos consecuentes
Elementos lúdicos relacionados
Población
Servicios personales Visitas de familia/amigos Actividades/eventos comunitarios
Actividades recreativas al aire libre eventos culturales, deportivos y espectáculos
Negocios manufacturación comercio
Compras
Funciones adicionales (no siempre presentes
Ferias congresos reuniones
Visitas a recursos interesantes (edificios, monumentos, museos, etc.)
Sedes administrativas / sedes de gobierno Servicios, alojamiento y restauración Focos de comunicación (aéreo, ferrocarril, carreteras) FIGURA 6.2. Los elementos de atracción de las ciudades. Fuente: Elaboración propia.
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Parte II: Los tipos de turismo
Usuarios (demanda)
Residentes de ciudad o región
Visitante (de placer)
Visitante (congresos y ferias)
Visitante (trabajo)
Enlaces funcionales
Recursos
Monumentos históricos
Museos, Teatros, galerías de arte espectáculos, conciertos
Clubs nocturnos, discotecas
Cafés, restaurantes
Tiendas, comercios
Oficinas
Ciudad histórica Ciudad cultural Ciudad de vida nocturna Ciudad de compras/comercial Ciudad turística FIGURA 6.3. Áreas funcionales en la ciudad turística. Fuente: Elaboración propia a partir de Burtenshaw et al. (1991).
delimitados). Un ejemplo de esta concentración sería el West End de Londres, donde se agrupan la mayor parte de los teatros destacados, o también el “Paseo del Arte” (museos) de Madrid; en cambio, los edificios modernistas de Barcelona se encuentran repartidos en un amplio radio la ciudad. En el análisis del turismo urbano también es importante tener en cuenta tres características específicas de esta clase de turismo. En primer lugar, las actividades turísticas de una ciudad existen en un contexto más amplio, el del turismo de la región en la que se ubica la ciudad, o incluso en el contexto de un país entero, como puede ocurrir en el caso de aquellas naciones de pequeñas dimensiones. De este modo, la ciudad se convierte en centro de un ámbito mayor. Segundo, y aparentemente contradictorio, las ciudades pueden formar redes funcionales, independientemente de su entorno regional. Un ejemplo de esta circunstancia sería el de las pequeñas ciudades históricas de Lieja (Bélgica), Aquisgrán (Alemania) y
Maastricht (Países Bajos), que juntas forman un claro producto turístico que ignora por completo su entorno geográfico. Finalmente, el denominador común del turismo en ciudades, salvo aquellas muy especializadas, es la variedad de la oferta y la demanda, ya que los usuarios de dicha oferta no son únicamente los turistas.
6.1.3. Los componentes del producto Para que la ciudad pueda atraer muchos visitantes antes ha tenido que transformarse en un “producto” turístico. Así, Jansen-Verbeke (1986) ha agrupado los componentes del producto “ciudad como centro de ocio, en tres categorías (figura 6.4): • Elementos básicos, como un entorno adecuado para el ocio y unos lugares específicos de uso turístico, lúdico o recreativo.
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Capítulo 6: Turismo urbano
• Elementos secundarios, adicionales o de soporte, que en muchos casos son esenciales, como el alojamiento y servicios de restauración. • Elementos condicionantes, sobre todo el acceso y la accesibilidad, que incluyen la existencia de aparcamientos adecuados, junto con una infraestructura de oficinas de información, planos, señalización, visitas organizadas, etc.
ELEMENTOS BÁSICOS LUGARES ESPECÍFICOS
ENTORNO ADECUADO
(que ofrecen actividades orientadas hacia el ocio)
(actividades basadas en los recursos)
- actividades culturales - diversiones - espectáculos - fiestas - grandes acontecimientos
Medio urbano - elementos históricos • edificios, monumentos • objetos de arte - parques, zonas verdes - puertos, canales, ríos, costa Aspectos sociales y culturales - costumbres, "folklore" - lengua - modo de vida cotidiana
ELEMENTOS ADICIONALES - hoteles, restaurantes - comercios, tiendas - mercados, mercadillos
ELEMENTOS CONDICIONANTES - accesos, accesibilidad, aparcamiento - infraestructura turística F
FIGURA 6.4. La ciudad como centro de actividades de ocio. Fuente: adapatado de Jansen-Verbeke (1986).
Al examinar algunos de estos componentes con más precisión, es más que evidente la importancia de que la ciudad se identifique con una imagen de lugar agradable para vivir, no sólo para visitar (por ejemplo, debe disponer de un animado centro histórico bien conservado, limpio, cuidado, seguro, etc.). Por otro lado, el alojamiento es un servicio básico puesto que permite que se realice la estancia (la esencia misma del turismo). En cuanto a la estructura hote-
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lera, existen tres diferencias importantes entre la de la ciudad y la de los centros turísticos de playa: en primer lugar, en la ciudad tiende a seguir las pautas (en cuanto a ubicación y tipo) dictadas por otras funciones, tales como el comercio, la administración, los centros de negocios, el recinto ferial, etc., mientras que en la costa la localización hotelera es la base del turismo. En segundo lugar, y precisamente por la misma razón, suele requerir personal con un mayor nivel de formación. Finalmente, la demanda sufre menos altibajos a lo largo del año, lo que repercute positivamente en su rentabilidad y el empleo. En lo que se refiere a la restauración, no hay que olvidar la importancia de su contribución a los ingresos, que según los casos puede llegar a ser del 15%. Resulta difícil, por no decir imposible, separar estadísticamente las compras turísticas de las compras por necesidades de la población local. Obviamente su importancia como componente de los atractivos de la ciudad es variable. Puede tener una influencia marginal o nula (en la visita a una ciudad cultural como Florencia), o en el extremo opuesto, llegar a ser un objetivo primordial de la visita (caso de los numerosos malls norteamericanos como el de Edmonton, o anteriormente a la existencia de la Unión Europea, las excursiones desde Dover –Inglaterra– a Calais –Francia– para hacer compras libres de impuestos). En todo caso, el “ir de compras” aparece como un elemento significativo de la experiencia turística (Shaw y Williams, 1994), y en este sentido el “ambiente” que se crea en la zona comercial es un factor importante de cara a la atracción de turistas. Este ambiente debería incluir algunos de los siguientes elementos: zonas peatonales –incluso ajardinadas–, decoraciones callejeras, escaparates y fachadas atractivas, combinación de bares, restaurantes y animación callejera, aparcamientos, etc. Existen casos donde la mejora del centro comercial de ciertas ciudades en declive industrial ha servido de función catalítica para su oferta cultural, como ha ocurrido en la ciudad británica de Manchester (Law, 1996a). Por otra parte, no se debe subestimar la contribución del comercio: por ejemplo, un estudio realizado en 1992 por el English Historic Towns Forum averiguó que el 75% de los visitantes a las ciudades históricas combinaban las visitas a los monumentos y edificios de interés con las compras. No obstante, una oferta no es tal a menos que se pueda acceder a ella, y esto implica la existencia de accesos adecuados así como también de servicios que
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Parte II: Los tipos de turismo
faciliten la accesibilidad. Las autopistas, ferrocarriles y aeropuertos otorgarían lo primero, mientras que los trenes de alta velocidad o una red de vuelos regulares directos desde muchos lugares de origen proporcionarían lo segundo (por ejemplo, la construcción de un aeropuerto cerca de Reikiavik, capital de Islandia, durante la Segunda Guerra Mundial, fue fundamental para el despegue del turismo en esta ciudad). Una amplia red de vuelos a una determinada ciudad ayuda no sólo a la expansión económica (fuente indirecta de la demanda turística), sino que también incentiva la celebración de ferias y congresos internacionales, así como los paquetes turísticos a un buen precio. Finalmente, cabe recordar que sin el conocimiento previo de la existencia de una atracción turística y la información adecuada, no existiría ningún producto. Tanto el conocimiento y la difusión que dan lugar a la formación de una imagen como la posterior provisión de información, son factores fundamentales.
6.1.4. Las motivaciones del turista urbano Es evidente que los visitantes atraídos por las ciudades responden a perfiles cada vez más diferenciados y solapados, donde las “barreras” entre unos y otros acostumbran a ser difusas. Por lo tanto, y a diferencia de otros productos turísticos más convencionales, en el caso del turismo urbano no existe un único motivo de atracción, sino que éstos se entremezclan (Vera y Dávila, 1995). Por otro lado, también es evidente que las motivaciones de los visitantes están muy estrechamente ligadas a las atracciones que ofrezcan las ciudades, las cuales se pueden agrupar en cinco categorías: • Negocios, que incluyen un elemento de trabajo que no es de carácter turístico, pero que también comprende la asistencia a ferias y congresos, con un componente en parte turístico. • Cultura, entendida en su sentido más amplio, para incluir no sólo los espectáculos, festivales, museos y exposiciones, sino también edificios, monumentos y cualquier otro elemento que integre el patrimonio cultural. • Visitas a los familiares o amigos, un motivo significativo en cualquier destino, y frecuentemente olvidado en el estudio del turismo. • Actividades destinadas a proporcionar una satisfacción o a cubrir una necesidad perso-
nal, en los ámbitos de la salud, religión o educación (incluyendo cursos, cursillos o visitas educativas). • Deporte, bien participativo o, para asistir a acontecimientos deportivos, y las actividades habituales de ocio (compras, gastronomía, etc.). Además, la demanda del turismo urbano está aumentando constantemente, debido principalmente a dos factores: primero, las tendencias generales del sector turístico favorecen su crecimiento; y segundo, el turismo urbano se adapta bien a estas tendencias. Así, las principales tendencias generales del sector turístico son: • Preferencias “post-fordistas”, que apuntan hacia la diversidad de las atracciones solicitadas y la elección de un viaje “hecho a medida” desde un “menú” general. • Segmentación del mercado turístico, que favorece la elaboración de productos cada vez más especializados. • Aumento del nivel cultural entre la población de los países desarrollados, que se manifiesta en un mayor interés por visitar lugares con una oferta cultural. • Aumento de la población mayor que, con más tiempo libre y medios económicos para viajar, también demuestran tener más deseos de visitar lugares y no tanto de descansar. • Tendencia a repartir las vacaciones anuales en períodos cortos, que permiten realizar “escapadas” de pocos días a lo largo del año. Los rasgos específicos de las ciudades encajan y se adaptan bien a dichas tendencias generales. Pero además, las ciudades presentan algunas ventajas específicas como: • la creciente importancia de congresos y ferias como actividad económica desde hace más de una década, que se concentra en las ciudades; • el fácil acceso, sobre todo por avión, a las ciudades importantes, al disponer de un servicio de vuelos regulares frecuentes y con una gran amplitud de orígenes; • las ofertas de fin de semana en la mayoría de las ciudades, en las que el principal mercado son los negocios que, obviamente, se concentra entre los lunes y viernes;
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Capítulo 6: Turismo urbano
• la atracción que supone la animación de la ciudad para la población joven; • la menor dependencia en la ciudad del factor climático que el turismo de playa, circunstancia que permite el alargamiento de la temporada turística, incluso a lo largo de todo el año en muchos casos.
6.1.5. Una tipología de las ciudades turísticas Como consecuencia directa de las motivaciones que estimulan el mercado turístico, los potenciales turistas se sienten atraídos hacia determinados tipos de ciudades. No obstante, la gama es muy amplia y se resume a continuación, citando entre paréntesis algunas de las ciudades que pertenecerían a cada una de las categorías: • Grandes ciudades metropolitanas (Londres, París, Nueva York, Hong Kong, Sidney) • Capitales: administrativas (Bruselas, Berlín, Washington DC, Viena) culturales (Roma) • Ciudades históricas o amuralladas: grandes (Atenas, Ámsterdam, Boston, Filadelfia, Nueva Orleáns) medianas o pequeñas (Venecia, York, Warwick, Canterbury, Brujas, Aigües Mortes, Dubrovnik, Charleston) • Ciudades monumentales o de interés arquitectónico (Granada, Pisa, Brasilia) • Centros culturales o de arte (Florencia, Salzburgo) • Ciudades industriales o comerciales: de interés histórico (Stoke-on-Trent) con centro urbano regenerado (Manchester, Glasgow, St. Louis) centro de congresos (Chicago, Atlanta, Detroit, Ginebra, Birmingham) con la zona portuaria revitalizada (Baltimore, Ciudad del Cabo) • Centros de ocio construidos para tal fin: parque de atracciones (Orlando) juegos de azar (Las Vegas) • Centros de peregrinaje (La Meca, Jerusalén, Lourdes, Santiago de Compostela, Fátima) • Balnearios y centros hospitalarios (BadenBaden, Rochester)
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• Centros educativos (Cambridge, Salamanca) • Centros de sistemas de transporte: puerta de entrada del país (Reikiavik, Helsinki, Bangkok, Auckland) escala o “hub” de rutas aéreas (Singapur) parada para cruceros (Génova, Reikiavik, Barcelona) • Ciudades de playa (Monte Carlo, Cannes, Alicante, Benidorm, Miami, Mar del Plata, Punta del Este) • Centros de deportes de invierno (Klagenfurt, Innsbruck, Andorra la Vella, Grenoble) Las grandes ciudades multi-funcionales, con una amplia gama de servicios y de atracciones específicas, así como con un elevado grado de accesibilidad, concentran una parte significativa de la demanda. También los grandes centros de congresos y ferias generan flujos importantes, coincidiendo a menudo con la categoría anterior. La combinación de arquitectura, monumentos y cultura es el tercer atractivo más importante, y también coincide muchas veces con la oferta de las dos categorías anteriores. No obstante, una función específica, o única en algunas ciudades, es suficiente para generar flujos importantes; esto es notable en el caso de las ciudades de peregrinaje, donde el ejemplo paradigmático es La Meca, ciudad de obligada visita para los musulmanes (Page, 1995). Se incluirían las ciudades de costa que son el centro de una región turística donde predomina el turismo de sol y playa, puesto que sirven de centros de distribución y de alojamiento, y a la vez reciben muchas visitas de las personas alojadas en los alrededores. Asimismo, por la misma razón, se cerraría la lista con las ciudades que constituyen el foco de regiones de los deportes de invierno.
6.1.6. Los factores y las estrategias implicados en el desarrollo del turismo urbano La promoción de forma generalizada de la ciudad como un destino turístico se remonta realmente a la década de los ochenta, como resultado de dos factores. En primer lugar, el turismo era una actividad que manifestaba no sólo un rápido crecimiento sino también una fuerte diversificación hacia formas y productos que la ciudad estaba capacitada para proveer. La mayoría de las ciudades ofrecían, además, las necesarias condiciones de acceso y accesibilidad, y así
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Parte II: Los tipos de turismo
pudieron aprovechar esta circunstancia para sacar una mayor rentabilidad a sus instalaciones hoteleras, pensadas para los negocios y, por lo tanto, a menudo infrautilizadas en fines de semana y períodos festivos. Las ciudades se convirtieron así en destinos atractivos, tanto por sus prestaciones como por su competitividad en términos de precio. En segundo lugar, la desindustrialización de numerosas ciudades, antaño poderosos centros económicos, condujo a una pérdida de empleo en masa, y al consiguiente declive socioeconómico. Éstas encontraron en el desarrollo del turismo un sector idóneo para reemplazar la actividad industrial (Law, 1996a). En estos casos, no se ha considerado el turismo como una panacea de los problemas urbanos, sino una solución para algunos de ellos. Así, con un planteamiento adecuado, el turismo sería capaz de beneficiar no sólo a la gente directamente implicada en el sector, sino también al conjunto de la ciudadanía. Las ciudades industriales británicas de Manchester, Glasgow y Birmingham, que crecieron enormemente durante la Revolución Industrial, para después entrar en declive en los años setenta, son un ejemplo destacado de esta tendencia y una buena muestra de la contribución potencial del turismo en este tipo de situaciones. Tanto Manchester como Glasgow han basado su oferta turística en la cultura y el comercio, mientras que Birmingham (en el centro geográfico de la zona industrial y comercialmente más desarrollado de la Gran Bretaña) ha apostado por potenciar el sector de ferias, convenciones y congresos. De forma similar, en Estados Unidos, Atlanta ha desarrollado un importante sector turístico, basado en la provisión de amplias instalaciones para congresos y eventos deportivos de alto nivel. Otro ejemplo americano es la ciudad de Boston, donde durante la década de los ochenta se creó un verdadero distrito de congresos en torno al auditorio ya existente, añadiendo 5.000 plazas hoteleras, un centro comercial y enlazando el conjunto con accesos peatonales, todo ello en una zona de la ciudad cercana al distrito histórico (Law, 1994). Otra iniciativa, que se repite en algunas ciudades costeras con un considerable éxito, es la remodelación de sus instalaciones portuarias para transformarlas en zonas de ocio y restauración, que atraen tanto a la población local como a los turistas. Destacan entre otras, las iniciativas de Ciudad del Cabo (República de Sudáfrica), Baltimore y Savannah (Estados Unidos de América), Londres (Reino Unido), y Barcelona para el caso español.
La estrategia de desarrollo del turismo urbano basado en Law (1992 y 1994), se resume en la figura 6.5. Previo a un análisis del potencial turístico de la ciudad, que permita identificar los “puntos fuertes” y las “oportunidades”, se inicia un programa de inversiones en una oferta primaria, que en la mayoría de los casos consiste en revalorizar los principales atractivos existentes (museos, edificios históricos, monumentos, etc.), junto con la mejora general del entorno urbano. En este sentido, el sector público juega un papel fundamental a la hora de determinar la estrategia a seguir, ya que por un lado, la gran mayoría de los espacios y edificios de interés turístico suelen ser de propiedad pública y, por otro, detenta el poder de decisión. No obstante, la intervención del sector privado también es necesaria, tanto para la financiación de proyectos como para la gestión y comercialización. Las actuaciones sobre el tejido urbano deben ir acompañadas por un plan de marketing adecuado, que suele requerir la presentación de una nueva imagen. En este sentido, destaca la contribución que la nominación como sede olímpica de 1992 ha tenido en el auge turístico de Barcelona, que goza ahora de una imagen renovada, más desenfadada y alegre, reemplazando la anterior, mucho más industrial, comercial, seria y aburrida (De Delás, 1995). El posterior aumento del número de visitantes genera ingresos y empleo que pueden, asimismo, crear un clima que favorezca la inversión en el establecimiento o la expansión de otras actividades económicas, tanto las destinadas al consumo turístico como de otro tipo. A la vez, el nuevo clima económico permite la ampliación de las instalaciones y servicios destinados a la población local y, de forma general, el mantenimiento del entorno urbano. El orgullo del ciudadano por su ciudad también suele incrementarse, completando de este modo su regeneración física, económica y social. No obstante, las necesidades e inquietudes de la ciudadanía no siempre coinciden con las de los turistas, por lo que es recomendable diseñar una política turística global y una gestión separada y diferenciada. En el caso de ciudades que han basado su demanda turística en un número reducido de atractivos, o incluso en un único producto, se han aplicado estrategias para diversificar su oferta, ser más competitivas y aumentar la demanda, para así alargar la temporada o proporcionar una mayor rentabilidad a los servicios que ofrecen. Tal es el caso de Las Vegas, fundada como centro lúdico, con numerosos casinos de
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Capítulo 6: Turismo urbano
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Potencial turístico
Inversión general (servicios públicos)
INVERSIÓN en atracciones y mejoras del medio
Mantenimiento, mejora y provisión de instalaciones para la población local
MARKETING
Nueva imagen
Aumento población
VISITANTES
INGRESOS
INVERSIÓN ADICIONAL en atracciones y mejoras del medio
Orgullo ciudadano
Expansión de otras actividades económicas
EMPLEO
REGENERACIÓN física, económica, social
FIGURA 6.5. La estrategia de desarrollo del turismo urbano. Fuente: Elaboración propia a partir de Law (1994).
juego y espectáculos. Esta oferta se ha diversificado a lo largo de los años hasta incluir numerosos campos de golf; pero sobre todo, el conjunto se ha hecho atractivo para la organización de congresos y convenciones, por lo que esta actividad constituye actualmente un componente importantísimo del turismo en Las Vegas. La ciudad de Orlando, con apenas importancia como destino turístico antes del establecimiento del complejo de parques temáticos de Disney World y Epcot Center en sus alrededores, atrajo en primer lugar otros equipamientos lúdicos. Posteriormente se ha convertido en un centro de congresos muy importante, sobre todo a partir de su gran accesibilidad, la existencia de una infraestructura hotelera adecuada en volumen y calidad, y el complejo Disney como un valor añadido. Un caso diferente es el de Atlantic City, un antiguo destino de sol y playa de alto nivel, que después de un período de declive ha visto revitaliza-
do su atractivo sobre la base del juego y los congresos, convirtiéndose en el “Las Vegas” de la costa este norteamericana. También cabe señalar que la adecuada organización y marketing de servicios básicos como la salud y la educación pueden ser comercializados en forma de productos turísticos. Ya se ha indicado en el apartado 6.1.5 la existencia de ciudades con una cierta especialización en estas funciones, que pueden ir desde tratamientos médicos especializados y chequeos exhaustivos hasta estancias para el relajamiento, recuperación del estrés y tratamientos de adelgazamiento. En cuanto a las visitas educativas, varían desde cursos de formación en diversos niveles hasta viajes de estudios. Finalmente, los acontecimientos especiales (festivales, exposiciones especiales y grandes acontecimientos como Juegos Olímpicos), constituyen una estrategia de desarrollo turístico importante, aunque
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Parte II: Los tipos de turismo
arriesgada, dado el coste elevado necesario para la inversión, previa al evento. En contrapartida, la principal contribución se traduce en: • Atraer a un gran número de visitantes (a veces en temporada baja). • Atraer a algunos turistas que en circunstancias normales, no vendrían. • Aumentar el prestigio de la ciudad. • Mejorar su imagen. • Revalorizar las atracciones existentes. • Favorecer la repetición de visitas. • Estimular la regeneración urbana. En este aspecto, los Juegos Olímpicos de 1992 hicieron posible estos objetivos en el caso de Barcelona, y en cambio la Expo 2000 de Hannover fracasó en la mayoría de ellos.
6.1.7. Los impactos negativos y positivos Los aspectos positivos del turismo para la ciudad han sido expuestos a lo largo de los apartados precedentes. Se pueden resumir en los siguientes términos: • Genera beneficios económicos. • Contribuye al desarrollo económico y crecimiento urbano en general. • Conduce a la creación de empleo. • Permite el desarrollo de funciones de ocio que son aprovechadas por la población local. • Inicia y constituye, a la larga, una regeneración urbana. • Estimula la planificación. No obstante, su contribución no se limita a estos aspectos positivos, sino que también puede generar ciertos impactos negativos. Entre ellos destacan: • La degradación urbana donde se sobrepasa la capacidad de carga. • La congestión de los centros históricos debido a la concentración de los visitantes. • El aumento del precio del suelo. • La desviación de la inversión pública de las necesidades básicas de la población. Unos ejemplos concretos ilustran estas situaciones. Aun teniendo en cuenta las dificultades que supo-
ne la definición de la capacidad de carga, se pueden reconocer síntomas de colapso en los accesos, largas colas en las entradas a los monumentos y museos, y la insuficiencia de los servicios de restauración y alojamiento como elementos indicativos de una sobrecarga. En asociación directa, y frecuentemente presente en los mismos lugares, aparece el problema de la congestión en los centros históricos de las ciudades (Jansen-Verbeke, 1986; Ashworth y Tunbridge, 1990). Tales problemas no son frecuentes y generalizados en las grandes ciudades, diseñadas y acostumbradas a absorber grandes flujos de personas. En cambio, sí lo son en aquellas ciudades pequeñas, diseñadas para el uso por un número reducido de personas, y donde el turismo es el principal generador de visitantes, y más aún en las ciudades históricas. En estas últimas, los edificios de mayor interés suelen concentrarse en un sector céntrico con una superficie reducida y de difícil acceso a través de calles estrechas. En estos casos, la situación se complica con el predominio de excursiones de un día, bien porque los visitantes no tienen interés en profundizar en el conocimiento del lugar, bien por la insuficiencia de la oferta de alojamiento. En consecuencia, a la concentración espacial hay que añadir la concentración horaria, con lo que la población local tiene que sufrir las molestias del ruido, bullicio y pérdida de privacidad. Además, precisamente por su carácter histórico, los monumentos y edificios antiguos suelen ser frágiles, llegándose a deteriorar con gran facilidad. La ciudad de Venecia sufre desde hace tiempo algunos de los síntomas de sobrecarga y la consecuente degradación urbana, que se suman a una serie de problemas medioambientales de tipo general, como son: el hundimiento del suelo, combinado con el aumento del nivel del mar; la contaminación de las aguas de la laguna en que se encuentra; y la contaminación de la atmósfera (Van der Borg, 1992 y 1995; Van der Borg y Costa, 1993). A pesar de su papel como capital de la región del Véneto, que ha experimentado un crecimiento económico importante desde 1960, el centro histórico de Venecia (con una superficie total de 700 Ha) ha sufrido una disminución constante de su población en el mismo período. Los 175.000 habitantes de 1951 se redujeron a 78.000 en 1990, y a 65.000 a finales de los años noventa, aunque acudían a la ciudad unos 47.000 diariamente para trabajar (Van der Borg, 1995). Mientras tanto, la demanda turística no ha dejado de aumentar de forma espectacular, sobre todo gracias a los excursionistas que se alojan en los
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Capítulo 6: Turismo urbano
centros turísticos de las costas cercanas o en Padua (a unos 40 km), con una oferta hotelera claramente más económica (cuadro 6.1).
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Así, se estima el número óptimo en un poco menos de 10.900 excursionistas diarios, aunque se acepta que en días de mayor afluencia en agosto, se pueda admi-
CUADRO 6.1 Demanda Turística en Venecia 1952-2000 Año 1952 1963 1978 1987 1992 1996 2000*
Turistas
Pernoctaciones
Estancia media
Excursionistas
500.000 760.000 1.061.000 1.130.000 1.209.000 – 1.540.000
1.200.000 1.731.000 2.180.000 2.490.000 2.680.000 2.950.000 3.491.000
2,40 días 2,28 2,05 2,20 2,21 – 2,26
– – – 4.100.000 5.947.000 – 6.261.000
* Estimación basada en un crecimiento bajo. Fuente: Elaboración propia a partir de Page (1995), Van der Borg (1995), Wöber y Grabler (1997) (para datos de 1996).
El crecimiento del excursionismo en detrimento del turismo de estancia ha causado impactos negativos en el tejido urbano que no han sido compensados por los beneficios económicos. Dada la particularidad de la localización de Venecia, definida como una “ciudad-isla”, se ha calculado su capacidad de carga diaria con cierta exactitud, en función de variables como la superficie, la población residente y pendular, la capacidad de alojamiento y aparcamiento, y la población que depende económicamente del turismo (Canestrelli y Costa, 1991). A la capacidad total de alojamiento hotelero y extra-hotelero, se le tiene que sumar el número de excursionistas adicionales que pueden soportar las infraestructuras, según los criterios enumerados (cuadro 6.2).
CUADRO 6.2 Capacidad de carga turística de Venecia
tir a un máximo de 25.000 personas. El número de visitantes reales en la época en que se hizo el estudio de Canestrelli y Costa ya era 4,1 millones, que distribuidos a lo largo del año daría un promedio diario de 11.233 personas, algo más de la cifra óptima calculada. Sin embargo, esta circunstancia se ve agravada por la fuerte concentración de los visitantes en el mes de agosto, cuando se registran máximos diarios del orden de 37.500 visitantes. El problema no es tan sólo la superación de esta capacidad total, sino que además hay que tener en cuenta la mala distribución de la demanda, de modo que la capacidad de carga se ve ampliamente superada durante gran parte del año, hecho que ocurre desde hace mucho tiempo, tal como lo demuestra el cuadro 6.3.
CUADRO 6.3 Superación de capacidad de carga en Venecia, 1987-2000
Capacidad diaria Concepto
Capacidad excedida teórica
hoteles 9.780 extra-hotelero 1.460 excursionistas 10.857 (óptima) 25.000 (máxima)
1987
Estimación 2000*
real en 1990 9.780 1.460 11.233 (promedio) 37.500 (promedio agosto)
Fuente: Elaboración propia a partir de Canestrelli y Costa, 1991.
25.000 40.000 60.000 100.000
en 156 días en 216 días de los que 22 de los que 110 de los que 6 de los que 16 – de los que 7
* Estimación basada en pautas de crecimiento de principios de los años noventa. Fuente: Canestrelli y Costa, 1991.
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Parte II: Los tipos de turismo
Para hacer frente a esta situación, la política municipal se ha concentrado en algunas medidas disuasorias: el establecimiento de un sistema de cupos y reservas para los autocares turísticos; la retirada de la candidatura como sede para la Expo 2000; e incluso se ha llegado al extremo de realizar una campaña publicitaria de carácter negativo, tal como se observa en el texto adjunto.
dad provoca un aumento del precio del suelo. De esta forma, la población local se encuentra abocada al mantenimiento de un sector de su ciudad del que rehúye o es rechazada, una situación que además genera a veces un cierto malestar social. También surgen conflictos sociales en ciudades de grandes dimensiones en el momento de definir las prioridades de inversión. Por ejemplo, mucha gente
Una campaña para mostrar la fealdad de Venecia
Las autoridades venecianas han contratado al célebre fotógrafo Oliviero Toscani, autor de las polémicas campañas Benetton, para realizar una campaña publicitaria con el objeto de desalentar a los potenciales turistas que van a pasar el día a la famosa ciudad de los canales. Espantado ante los daños causados por los 12 millones de visitantes anuales a su ciudad, Massimo Cacciari ha optado por una táctica directa para desalentar a los visitantes diarios y atraer a una clientela más rica y sofisticada, dispuesta a pasar dos o tres noches allí. […] “Venecia necesita visitantes inteligentes, no los turistas que la invaden, cogen aquello que desean y se van dejando tras de sí toneladas de basura”, dice. Las autoridades venecianas detestan a los turistas que pasan cinco horas en la ciudad, prácticamente no dejan allí ningún dinero y permanecen, en promedio, veinte minutos admirando los bellos apartamentos del palacio de los Dogos. El resto del tiempo lo pasan caminando entre la Plaza San Marcos, las calles vecinas, atascando el transporte público y dejando tanta
En cambio, ha aplicado también iniciativas positivas, como la introducción de un abono válido para la admisión a todos los museos de la ciudad durante seis meses, con el fin de intentar atraer turistas repetidores y con mayores inquietudes culturales y que se animen a pernoctar en la ciudad. De hecho, seguramente en este caso la demanda excesiva de excursionistas ha contribuido más al declive urbano de Venecia que a su desarrollo. Además de los ya citados, existen otros impactos negativos que se relacionan con aspectos económicos. Primero, gran parte del coste de mantenimiento de los edificios en las ciudades históricas recae sobre la administración local; segundo, la concentración de los atractivos y servicios en la zona céntrica de la ciu-
basura en su camino que los pocos venecianos que viven en el centro histórico (apenas 68.000) deben pagar altísimos impuestos para su limpieza. Toscani aceptó la propuesta con entusiasmo y se dio de lleno a su trabajo. “Fotografié los turistas pero también los carteristas, las palomas muertas en los canales, las ratas, los graffiti en las paredes de los palacios. Venecia produce tanta fealdad como belleza. Es la primera vez que la administración de una ciudad está dispuesta a mostrar la verdad, aunque duela.“ Toscani intenta también mostrar las malas costumbres de los propios venecianos, desde los vándalos que recorren los canales con lanchas a toda velocidad, creando olas que carcomen los cimientos de los palacios, así como las amas de casa que tiran su basura en las callejuelas, o peor aún, en los canales. Por otra parte, las célebres palomas de San Marcos erosionan los monumentos y provocan suciedad y enfermedades. Fuente: Revista Lecturas, 24 de mayo de 1999, n.° 2.459, p. 112.
puede preferir y apoyar actuaciones que aporten beneficios sociales inmediatos a aquellas iniciativas que estimulen la demanda turística, a la vez que beneficios indirectos, más duraderos pero a más largo plazo. En Birmingham (Inglaterra), hubo muchas críticas cuando se aprobó una elevada inversión en el Palacio de Congresos municipal, necesario para estimular el mercado de convenciones y congresos, al considerar que suponía la desviación de fondos necesarios para la reparación de los colegios. También fue criticada en Glasgow (Escocia) la inversión en salas de conciertos y museos para albergar adecuadamente las actividades relacionadas con el año de la “Ciudad Europea de la Cultura”, argumentando que dicha inversión no favorecía los sectores de población más necesitados.
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Capítulo 6: Turismo urbano
6.2. Algunos productos y destinos 6.2.1. El mercado de congresos y ferias en Europa y América del Norte Tal como se ha indicado en el apartado 6.1.4, durante las últimas décadas se ha registrado un aumento significativo en el número de viajes relacionados con los negocios, como resultado principalmente de la globalización de la economía, junto con la emergencia de un gran número de organizaciones y asociaciones internacionales (Law, 1994). Esto incluye el desarrollo no sólo de viajes estrictamente comerciales o técnicos, sino también de las ferias, congresos y convenciones, es decir, de lo que se podría llamar el subsector más turístico de los viajes de negocios, de tal forma que casi se dobló durante la década de los ochenta (cuadro 6.4). Y dada la dificultad de delimitar la frontera entre trabajo y ocio en estos casos, se suele considerar como una actividad turística. Se celebran diariamente actos de diversos tipos y dimensiones, aunque a continuación se analizan sólo los eventos de carácter internacional, ya que son los más relevantes en el estudio del turismo urbano y, además, están mejor documentados que los de ámbito local.
CUADRO 6.4 Congresos internacionales en el mundo 1930-1990* Año o década 1930s 1950s 1960s 1970s 1979 1989 1990
Número anual de congresos* 194 1.272 1.934 3.931 4.345 8.207 8.559
* Para ser considerado como congreso internacional se exige un número de 300 participantes y un mínimo de extranjeros del 40%. Fuente: Union of International Associations (UIA), Bruselas, citado en Law (1994).
Actualmente existe una fuerte competencia entre las ciudades para albergar congresos internacionales, sobre todo aquellos que atraigan un gran número de participantes, porque ofrecen ciertas ventajas significativas con respecto al turismo puramente de ocio. En primer lugar, se estima que los asistentes a
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un congreso gastan 2,5 veces más que un turista medio; además, en muchos casos asisten con acompañantes, que de otro modo no hubiesen visitado el lugar y, con frecuencia alargan su estancia durante algunos días más. Por último, en estos casos la estacionalidad afecta en menor medida la demanda que en muchos otros tipos de turismo. No obstante, existen ciertos requisitos para albergar congresos internacionales que incluyen principalmente: la existencia de una infraestructura básica en forma de un palacio de congresos, amplio y equipado con tecnología puntera; la disponibilidad de alojamiento suficiente de alta calidad (teniendo en cuenta, que se requieren muchas habitaciones de uso individual); acceso fácil y rápido a la ciudad; un destino atractivo y llamativo, a la vez que también una buena imagen. Dichos factores ejercen una fuerte influencia en el desarrollo del mercado de congresos, que como resultado, tiende a concentrarse en las grandes ciudades multi-funcionales (París, Londres, Berlín o Nueva York), capitales políticas (Bruselas, Viena, Roma, Madrid o Washington D.C.), focos de comunicaciones (Singapur), importantes centros de actividades económicas (Ginebra, Hong Kong), junto con algunas ciudades que se han especializado por haberse equipado con las infraestructuras necesarias (Las Vegas, Chicago, Atlanta o Birmingham). Los congresos internacionales tienen lugar mayoritariamente en Europa. En 1990, Europa acogió un 61% destacando Francia y el Reino Unido con un 9% cada uno. En América del Norte, se celebraron un 14,3% (Estados Unidos 10%) y un 12,9% en Asia (según datos de UIA). No obstante, durante la década de los noventa, España y Alemania han aumentado en importancia, siendo nuestro país el que ocupa actualmente la segunda posición detrás de Estados Unidos (cuadro 6.5). La importancia de España se debe fundamentalmente a la revalorización de los atractivos de Madrid y Barcelona. Por su parte, en el caso alemán, su economía boyante y la reunificación política han contribuido a una expansión de su mercado de congresos. No obstante, estos datos no revelan la gran importancia del mercado de congresos en América del Norte, donde muchos eventos con un gran número de asistentes no están clasificados como internacionales debido al predominio de estadounidenses entre los asistentes. Se calcula que existen entre 22.000 y 25.000 asociaciones en Estados Unidos, de las cuales el 80% organizan reuniones anuales. Si a esta cifra se añaden todos los eventos corporativos,
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Parte II: Los tipos de turismo
se llega a más de un millón (1991), con 80,8 millones de asistentes (Law, 1994). De hecho, en muchas de las ciudades norteamericanas, la principal motivación, además de visitar a familiares y amigos, son los negocios, incluyendo congresos, convenciones y ferias (Blank, 1996). A diferencia de Europa, el patrimonio histórico norteamericano es limitado, debido a su corta historia urbana y al predominio de construcción en madera, con mucha menor durabilidad que la piedra utilizada en Europa. Por lo tanto, con la excepción de las ciudades históricas de Boston, Filadelfia, Nueva Orleáns, Charleston y Savannah, y las grandes ciudades de Nueva York y Washington D.C., la principal fuente de atracción de la mayoría de las ciudades estadounidenses son los eventos asociados con los negocios: ferias, congresos y convenciones. Hacia 1950, sólo Nueva York y el gigan-
CUADRO 6.5 Congresos internacionales por países, 1997-1999 País
1997
Estados Unidos 223 España 138 Reino Unido 185 Alemania 147 Francia 134 Italia 129 Australia 129 Finlandia 74 Países Bajos 124 Japón 91 Canadá 79 Austria 67 Suecia 71 Brasil 43 Hungría 39 Noruega 58 Dinamarca 65 Suiza 63 Bélgica 69 Rep. Corea 40 Sudáfrica 36 Israel 39 Grecia 51 Tailandia 43 Portugal 43 Otros países 633 TOTAL 2.813
1998 233 165 179 162 146 132 109 86 115 112 77 94 102 50 44 43 87 59 66 47 49 56 48 33 73 590 2.957
Fuente: ICCA Statistics (1999), http://www.icca.nl.
1999 200 156 153 149 129 113 103 100 97 90 79 78 75 73 71 64 61 53 50 48 45 42 40 38 37 482 2.626
te industrial de Chicago disponían de instalaciones adecuadas para congresos a gran escala, pero en las siguientes tres décadas se construyeron instalaciones adecuadas, casi siempre con dinero público, en la gran mayoría de las ciudades grandes, de modo que hoy día más de cien ciudades compiten en este segmento de mercado (Law, 1994). Actualmente, las diez ciudades que atraen más convenciones son, en orden descendente, las siguientes: Nueva York, Dallas, Chicago, Atlanta, Las Vegas, Washington D.C., Orlando, San Francisco, Anaheim (sede de Disneyland, California), y St. Louis. La organización de ferias está más claramente relacionada con los negocios y el trabajo, pero igualmente se puede incluir como un componente del turismo de las ciudades. Su ubicación es más restrictiva que los congresos, limitándose a los grandes centros industriales y de negocios que generan esta necesidad. Como consecuencia, los recintos feriales se concentran en estos lugares. Los equipamientos, además, exigen ciertos requisitos específicos que imponen restricciones adicionales. Tanto el recinto necesario como la capacidad de alojamiento es mucho mayor que en el caso de los congresos, y se requiere acceso para equipamientos de grandes dimensiones al recinto, y también para un gran número de personas en un espacio reducido de tiempo. Es, por tanto, un subsector mucho más especializado que el turismo de congresos. En Europa, Alemania es el país líder en el sector de ferias, siendo tres los factores que favorecen su liderazgo: su importante desarrollo industrial, que aparece como el principal generador de la demanda de ferias; su ubicación central en esta parte de Europa, fuertemente desarrollada económicamente; y su buena conectividad, tanto por vía aérea como por carretera, factor este muy ventajoso para el traslado de equipamientos de gran volumen, frecuentemente presentes en las exposiciones. En 1963, existían tres recintos feriales en toda Alemania (Fráncfort/Main, Hanover y Colonia) y se celebraron tan sólo cinco ferias. En 1993, eran quince las ciudades que disponían de instalaciones con 102 ferias y más de 9 millones de visitantes; ahora bien, el crecimiento no se ha detenido puesto que en 1995 se celebraron 306 ferias en 21 ciudades, aunque esos tres centros originales, junto con Dusseldorf y Múnich, continúan siendo los más importantes. En Estados Unidos, la ubicación de las grandes ferias sigue pautas similares a las europeas, predo-
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Capítulo 6: Turismo urbano
minando las ciudades industriales de Chicago y Cleveland, siendo también importantes ciertas ciudades motoras de la economía como Atlanta, Houston, Nueva York, Detroit y Dallas (Law, 1994). Sin embargo, existe una diferencia significativa, como es la presencia de unos destinos turísticos de tipo lúdico entre los diez primeros: Las Vegas (tercero), Anaheim (octavo), Miami (undécimo), y Nueva Orleáns, que podría interpretarse como un tipo intermedio. El reclamo de las actividades lúdicas complementarias es, por tanto, evidente.
6.2.2. La distribución de la demanda, la oferta de alojamiento y las motivaciones de los visitantes en Europa Si hay dificultades para conseguir estadísticas completas y fidedignas de la demanda en el turismo en general, este problema se multiplica en el caso del turismo de ciudad. Muchas ciudades no realizan estudios de la demanda, y en aquellos casos en que se llevan a cabo, existe la dificultad añadida de separar el uso turístico de los servicios de los otros usos. La Federación de Oficinas de Turismo de Ciudades Europeas (FECTO) realiza periódicamente un estudio de las ciudades miembros de este organismo, que reúne las ciudades turísticas más importantes del continente. Tienen derecho a ser miembros de FECTO las ciudades con más de 100.000 habitantes y 3.000 plazas hoteleras que además dispongan de instalaciones para realizar congresos, organicen eventos culturales y dispongan de un cierto patrimonio histórico y monumental. Basándose en sus trabajos (Wöber y Grabler, 1997), se pueden identificar el perfil del turista de ciudad y la dimensión de la demanda de este tipo de turismo en Europa. El turismo de ciudad en Europa ha registrado un importante aumento desde 1984, aunque se vio frenado en los años 1990-1991 durante la llamada “Crisis del Golfo”, cuando se redujo la demanda de los norteamericanos, británicos y japoneses (véase figura 6.6). Los diversos grandes acontecimientos de 1992 (sobre todo Juegos Olímpicos y Exposición Universal de Sevilla) estimularon una recuperación temporal de la demanda, aunque la tendencia no se generalizó hasta los años 1994-1995, para verse frenada otra vez en 1996, año en el que se registró una reducción del orden del 1,9%.
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Millones de pernoctaciones 310 300 290 280 270 260 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 FIGURA 6.6. Demanda de turismo de ciudad en Europa, 1984-1996* (*83 ciudades miembro de FECTO). Fuente: Elaboración propia a partir de Wöber y Grabler (1997).
El predominio de Alemania y el Reino Unido como generadores de la demanda (cuadro 6.6) es el que les corresponde por la dimensión de su población y el fuerte desarrollo de su economía, si bien la unificación de las dos Repúblicas alemanas explicaría también el aumento significativo de los flujos desde este país. La disminución de la demanda por parte de los británicos se explica por factores económicos. En cuanto a los visitantes no europeos, las cifras confirman la gran importancia del turismo de ciudad para los mercados estadounidense y japonés. El análisis de las ciudades individuales es aún más precario. En primer lugar, no todas las ciudades europeas están incluidas en el estudio de FECTO, aunque sí aquellas con una demanda significativa y/o un interés declarado en promover el turismo. En segundo lugar, varias ciudades no facilitaron datos sobre la oferta de alojamiento y, finalmente, en algún caso (de los que el más significativo es Londres), FECTO rechazó algunos de los datos facilitados por ser difícilmente creíbles. Sin embargo, un análisis detallado del cuadro 6.7 revela ciertas características del destino para los turistas de ciudad. En primer lugar, es claro el predominio de Londres y París, dos grandes ciudades multifuncionales, seguido de Roma, que reúne las funciones de capitalidad y a la vez de ciudad monumental por excelencia. Aunque no se duda de la veracidad de los datos facilitados por las oficinas de turismo correspondientes, puede haber una diferencia de criterio en su recogida. De hecho, otros análisis colocan a Londres y París en una situación más pareja que, en opinión de los autores, se ajustaría más a la realidad. La
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Parte II: Los tipos de turismo
CUADRO 6.6 Pernoctaciones totales en ciudades europeas* según país de origen, 1987-1996 Pernoctaciones (en millones)
País de origen 1987
1996
Alemania 37,9 Reino Unido 50,8 Francia 27,6 Estados Unidos 25,1 Italia 22,4 España 13,5 Japón 6,3 Suecia 6,5 Suiza 6,0 Países Bajos 4,8 Austria 4,1 Australia / N. Zelanda 5,5 Bélgica 2,7 Dinamarca 3,3 Noruega 2,4 Grecia 3,2 Canadá 4,2 Portugal 2,3 Polonia 3,8 Finlandia 2,2 Hungría 4,1 Otros orígenes 44,1 TOTAL 283,0
47,0 44,1 28,2 25,5 20,9 14,8 11,0 8,6 6,4 5,6 4,8 4,5 3,6 3,5 3,4 3,2 3,1 2,6 2,4 2,2 1,7 48,1 295,0
* 83 ciudades miembros de FECTO. Fuente: Wöber y Grabler (1997).
demanda turística de Malta es, en realidad, de sol y playa y lo mismo ocurre, en gran medida, en el caso de Niza. Las demás ciudades donde se registraron más de dos millones de pernoctaciones corresponden evidentemente a las diversas categorías identificadas en el apartado 6.1.5. Por regla general, en las ciudades donde los viajes de negocios constituyen una parte importante de la demanda de alojamiento, predominan los flujos interiores, mientras que las que cuentan con atractivos propiamente turísticos atraen a un mayor porcentaje de visitantes extranjeros. Otro estudio de 35 ciudades europeas (Grabler et al., 1996) reveló que las tres razones principales de las visitas fueron: profesionales (46%), incluyendo ferias y congresos; ocio (27%); y visitas a amigos y parientes (8%). Esto contrasta con Estados Unidos, donde predominan las visitas a familiares (entre 30 y 40% en la mayoría de los casos) y las visitas profesionales en porcentajes parecidos, mientras que el ocio sólo constituye
un componente significativo en ciudades reconocidas como destinos específicos (Orlando, Las Vegas, etc.). Los datos presentados no son definitivos, pero se puede constatar que existe una demanda constante para el turismo de ciudad en Europa, y que no se trata de una moda pasajera. Por regla general, las ciudades no sufren los problemas de los núcleos de costa, donde su crecimiento puede restarles atractivo. Al contrario, las grandes ciudades multifuncionales y las capitales que ofrecen una amplia gama de servicios generan la mayor parte de la demanda.
6.2.3. Londres y París, los destinos predilectos de Europa Son diversos los factores que explican el predominio de Londres y París como destinos turísticos: su dimensión y capacidad de alojamiento; su capitalidad; el predominio en sus respectivos países, no sólo actual sino a lo largo de muchos siglos, que ha permitido la acumulación de servicios, funciones y riqueza monumental y patrimonial en ellas; y, finalmente, su función como principales puertas de entrada al continente europeo por vía aérea. Así, ambas reciben anualmente más de diez millones de visitantes extranjeros, que generan el 63% de las pernoctaciones totales de París y el 68% de las de Londres (Tuppen, 1996; Bull y Church, 1996). No obstante, no sólo predominan como destinos predilectos entre las ciudades europeas, sino también como destinos turísticos en sus respectivos países. Las pernoctaciones hoteleras en París representan el 27% de todas las pernoctaciones de Francia, y en Londres el 37% de las realizadas en el Reino Unido. El predominio de Londres en su país es tal que la mitad de los extranjeros sólo visitan esta ciudad, y sus visitantes generan el 58% de todos los gastos turísticos del país. En Francia, la situación es similar, pues existen 12.000 monumentos registrados y 1.000 museos, aunque sólo ocho de ellos (y todos en la capital francesa) reciben más de un millón de visitantes anualmente.
6.2.4. El turismo cultural en Europa La larga historia de la construcción de Europa ha dejado un patrimonio histórico y cultural de gran envergadura, que no se limita a las grandes capitales sino que también se distribuye entre ciudades de
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CUADRO 6.7 Oferta y demanda hotelera 1996-1998 y tendencias de demanda 1987-1996 en las ciudades europeas* Ciudad
Londres París Roma Malta Madrid Dublín Niza Berlín Viena Praga Manchester Barcelona Múnich Toulón Edimburgo Milán Glasgow Estocolmo Moscú Atenas Amsterdam Budapest Hamburgo Copenhague Lisboa Fráncfort Bruselas Venecia Colonia Lyon Oslo Dusseldorf Helsinki Ginebra Zúrich Florencia Sevilla
Pernoctaciones 1996 (millones) Total
Extranjeros (% del total)
62,7 26,0 13,5 10,7 8,8 8,4 8,3 7,4 7,3 6,9 6,8 6,3 6,2 6,1 6,0 5,9 5,5 5,3 5,3 5,1 4,5 4,5 4,2 3,4 3,4 3,1 3,0 3,0 2,7 2,5 2,3 2,1 2,0 2,0 1,8 – –
47,5 (75,8%) 18,0 (69,2%) 9,3 (68,9%) 10,2 (95,3%) 4,0 (45,5%) 5,8 (69,0%) 5,3 (63,9%) 2,0 (27,0%) 6,3 (86,3%) 6,0 (87,0%) 2,6 (38,2%) 4,2 (66,7%) 2,5 (40,3%) 2,1 (34,4%) 3,8 (63,3%) 3,2 (54,2%) 1,6 (29,1%) 1,8 (34,0%) 3,8 (71,7%) 3,6 (70,6%) 4,2 (93,3%) 3,9 (86,7%) 0,9 (21,4%) 2,4 (70,6%) 2,4 (70,6%) 1,7 (54,8%) 2,9 (96,7%) 2,5 (83,3%) 0,9 (33,3%) 0,5 (20,0%) 0,9 (39,1%) 0,8 (38,1%) 1,3 (65,0%) 1,7 (85,0%) 1,5 (83,3%) – –
Aumento 1987-96 (%)
–13,7 25,0 12,0 15,1 7,4 –15,1 – 27,6 23,6 45,2 1,6 52,0 3,6 – –6,4 26,7 70,0 64,5 10,8 –6,4 39,6 –50,4 34,5 26,6 11,9 4,6 19,9 29,3 34,9 –1,2 50,7 27,1 33,0 –13,2 –14,1 – –
Pernoctaciones 1998 (millones)
Plazas hoteleras 1998 (miles)
– – 13,9 – 9,9 – – 8,3 7,7 8,1 – 7,4 6,9 – – 5,4 7,9 4,0 – 7,8 – 4,6 4,5 2,8 4,3 3,6 – – 2,8 – – 2,3 2,3 2,1 2,0 6,3 2,6
– 72,6 69,4 – 59,6 – – 52,4 40,2 76,0 – 28,6 37,5 – – 29,4 7,6 20,8 – 30,9 – 35,6 27,0 13,8 22,6 22,4 – – 13,8 – – 15,7 – 12,9 9,7 31,5 25,3
* Ciudades que registraron más de 2 millones de pernoctaciones en una de las fechas (según datos disponibles). Fuente: Wöber y Grabler (1997), http://tourmis.wu-wien.ac.at/info/fecto.htm y http://visiteeuropeancities.com.
dimensiones varias. Los recursos culturales más apreciados son los que corresponden a la época medieval y renacentista, localizados en las capitales y ciudades más importantes de los siglos xIV al xVI. Así cuatro ciudades del antiguo Flandes (Brujas, Gante, Amberes y Lovaina) y seis ciudades del nor-
te de Italia (Florencia, Milán, Bolonia, Perugia, Siena y Ravena) figuran entre las más importantes (Richards, 1996). Como dato indicativo, las ciudades de arte belgas acaparan el 40% de los turistas extranjeros en el país mientras que el 92% de la demanda en estas ciudades es de origen extranjero. Solamen-
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Parte II: Los tipos de turismo
te Brujas recibe más de tres millones de turistas al año (Vanhove, 1995), mientras que en Italia el turismo cultural supone aproximadamente el 33% de todo su turismo (Van der Borg y Costa, 1996). Una consecuencia secundaria de la existencia de preferencias ya establecidas es la enorme dificultad para el establecimiento de nuevos destinos culturales. Esto obligaría a unas inversiones muy fuertes (caso de Fráncfort), o una nueva atracción puntera, como podría ser el Museo Guggenheim de Bilbao. De forma similar, la existencia de un destino preferido perjudica la demanda turística en otras ciudades cercanas; Ámsterdam eclipsa a Rótterdam y Edimburgo durante muchos años ha hecho lo mismo con Glasgow. Por otra parte, estas ciudades de menor renombre en cuanto a su oferta cultural, se encuentran muchas veces relegadas a la demanda de los excursionistas que se desplazan desde su destino principal durante el día. El ejemplo más ilustrativo de esto en nuestro país es el de las ciudades castellanas de Toledo, Ávila y Segovia, eclipsadas por Madrid. Existen muchas dificultades para aislar las estadísticas relativas a la demanda del turismo cultural de otros motivos de viaje, aunque se estima que alrededor del 11% de los viajes turísticos realizados en Europa responden a intereses culturales como principal motivación (la demanda de viajes culturales en Europa se ha más que duplicado desde 1970). Estrechamente relacionado con esto es el gran aumento en el número de museos y galerías de arte que ha habido en toda Europa desde ese mismo año, existiendo hoy día algunos altamente especializados, como el Museo del Diseño en Londres y el de los Dibujos Animados de Bruselas. El público es cada vez más exigente, con lo que los museos “generalistas” ya no gozan de tanta aceptación, con la notable excepción de los grandes Museos Nacionales, como el de Londres. No cabe duda de que se ha registrado un fuerte aumento del peso económico del turismo cultural, y que éste ha ganado prioridad en las estrategias políticas de muchas ciudades, regiones e, incluso, países, donde se incorpora como parte integral de su regeneración turística y económica (Gratton y Richards, 1996). No obstante, desde finales de la década de los ochenta, la oferta ha crecido en mayor proporción que la demanda en términos relativos, con lo que tiene lugar un aumento de la competencia entre destinos y algunas atracciones pierden parte de su anterior popularidad. Hay que tener en cuenta que el turismo cul-
tural es un sector de mercado algo elitista y, por tanto, más reducido que otros segmentos. Y aunque está creciendo, también hay indicios de que está perdiendo cuota de mercado, puesto que el turismo en su totalidad registra pautas de crecimiento más altas (Richards, 1996). La misma Unión Europea ha hecho una “promoción” del turismo cultural por medio de la creación de la “Ciudad Europea de la Cultura”, un nombramiento anual otorgado desde 1985 (cuadro 6.8). En sus orígenes, el objetivo principal era el de difundir la idea de una cultura común europea, pero en la práctica, los contenidos suelen tener un acento marcadamente internacional, de alto nivel, sin una identidad específica y con un excesivo énfasis en lo local y folclórico. En general, cada ciudad ha utilizado la ocasión como un vehículo para su propio desarrollo económico o de su región y, al igual que ocurre con motivo de otros eventos especiales (como los Juegos Olímpicos), ha servido para atraer a un gran número de nuevos visitantes y contribuido a mejorar la imagen de algunas ciudades (por ejemplo Glasgow).
CUADRO 6.8 Ciudades Europeas de la Cultura, 1985-2002 Año 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002
Ciudad Atenas Florencia Ámsterdam Berlín París Glasgow Dublín Madrid Amberes Lisboa Luxemburgo Copenhague Tesalónica Estocolmo Weimar Santiago de Compostela Oporto Rótterdam Salamanca Brujas
País Grecia Italia Países Bajos Alemania Francia Reino Unido Irlanda España Bélgica Portugal Luxemburgo Dinamarca Grecia Suecia Alemania España Portugal Países Bajos España Bélgica
Fuente: Elaboración propia a partir de Richards (1996) y http://fp.thesalmons.org/lynn/world.heritage.html.
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Capítulo 6: Turismo urbano
6.2.5. Las ciudades de peregrinaje Antes que nada, habría que hacer una distinción entre dos tipos de visitantes a las ciudades de peregrinaje (Page, 1995): • Los “peregrinos”, cuya motivación es la meditación y la plegaria, tanto para su salvación como para su curación en caso de sufrir alguna enfermedad. La mayoría de estos visitantes muestran poco interés en los aspectos históricos o culturales, a no ser que estén directamente relacionados con la religión. • Los turistas religiosos, interesados por el contexto histórico y cultural del lugar, aunque también suelen participar en algunos actos religiosos.
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puesto por campamentos y casas de religiosos), superada en Francia tan sólo por París (Eade, 1992), recibiendo entre cuatro y cinco millones de visitantes anualmente, la mayoría de ellos llegados en avión. El santuario francés se divide en dos zonas muy diferenciadas: una dedicada al culto, donde se concentran la iglesia, las fuentes, las grutas y los baños; y otra formada por el centro urbano en la que se localizan los servicios comerciales (bares, restaurantes y tiendas de recuerdos). Atiende, por lo tanto, a peregrinos de ambos tipos. Por último, hay que mencionar también el hecho de que para muchas personas Lourdes constituye una escala en una ruta europea de peregrinaje, siendo Fátima (Portugal) el otro centro principal.
6.3. El turismo urbano en España Por otra parte, ciertos centros religiosos se convierten en atracciones turísticas seculares. Éste es el caso de numerosas catedrales (Westminster Abbey en Londres, la Sagrada Familia en Barcelona), pero también de ciudades enteras (Jerusalén o Santiago de Compostela). En la religión musulmana, el peregrinaje forma parte de las obligaciones de sus practicantes, y ciudades como La Meca y Medina (Arabia Saudí), Kairouan (Túnez) se han convertido en el destino de millones de creyentes. La Meca es especialmente importante, ya que todos los practicantes del Islam deben visitarla como mínimo una vez en su vida. Este peregrinaje, denominado “Hajj”, reúne aproximadamente dos millones de peregrinos en la ciudad saudita durante el último mes del calendario islámico. Por su parte, la cifra de visitantes a Jerusalén es similar (2,3 millones en 1999), aunque en este caso se reparten a lo largo del año. Sin embargo, en algunas culturas donde el peregrinaje no constituye un deber ineludible, la religión también genera unos flujos importantes. Por ejemplo, en Polonia hay aproximadamente 500 centros de visitas religiosas (aunque no todos son ciudades) que mueven cifras superiores a los seis millones de personas (el 15% de la población total del país) (Page, 1995). Por su parte, Lourdes (en el sudoeste de Francia), se ha convertido desde mediados del siglo pasado en uno de los más importantes centros de peregrinaje de la fe católica. Y hoy día, es tanta su importancia que su capacidad de alojamiento se acerca a las 100.000 camas (aunque más del 60% está com-
6.3.1. Aspectos generales En España, y de acuerdo con los últimos datos disponibles, sólo siete áreas metropolitanas tienen más de 400.000 habitantes, de las cuales tres superan el millón (Madrid, Barcelona y Valencia). En un país donde el turismo, sobre todo el basado en el modelo de sol y playa, ha tenido un papel fundamental en la estructura económica nacional, y en el que 15 de sus 21 principales ciudades se localizan en su litoral, el ejercicio de distinguir entre destinos “auténticos” de turismo urbano y aquellos otros con una oferta monopolizada por los recursos litorales, presenta serias dificultades. Así, por ejemplo, Las Palmas de Gran Canaria dispone de playas completamente copadas por hoteles y al mismo tiempo es un importante centro comercial y portuario. Por otro lado, y como resultado del amplio legado heredado de las diferentes culturas y civilizaciones antiguas establecidas en la Península Ibérica, encontramos ciudades costeras donde también es posible practicar otros tipos de turismo, además del sol y playa (Barcelona, Tarragona, etc.). Hasta muy recientemente, no se ha prestado mucha atención al desarrollo del turismo urbano en España, y aun existen muchos problemas para una implantación territorial mayor. En este sentido los motivos son comprensibles, puesto que desde la introducción de la actividad turística en España, las inversiones públicas (en infraestructuras, promoción, etc.) han sido orientadas casi exclusivamente a la satisfacción de las demandas del turismo de sol y playa. Así,
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Parte II: Los tipos de turismo
los aeropuertos situados en el litoral o en sus cercanías están mucho mejor equipados que aquellos que sirven a las ciudades del interior (con la lógica excepción de la capital, Madrid). Por otra parte, la red de autopistas se diseñó en su momento para acercar el turismo extranjero europeo a la zona mediterránea, y solamente durante los últimos años ha mejorado notablemente la conexión del litoral con el interior. En cuanto a las comunicaciones por vía férrea, en muchos casos son las líneas de ferrocarriles del interior las que están en peor estado de conservación y mantenimiento, mientras que la Administración nacional parece que se inclina por destinar más esfuerzos hacia aquellas actuaciones de mayor envergadura y prestigio. Un claro ejemplo de esto es la primera línea de alta velocidad (AVE), que unió Madrid con Sevilla y que fue inaugurada con motivo de la Exposición Universal de 1992. En cambio, la aprobación de los tramos Madrid-Valencia y Madrid-Barcelona es muy reciente. En otro orden de cosas, las actuaciones hechas en materia de planificación y promoción han seguido un camino similar, existiendo claramente una mayor preocupación por el litoral. El Plan Marco de Competitividad del Turismo Español (Ministerio de Comercio y Turismo, 1992), más conocido como Plan Futures, aplicado desde 1993 (y también el anterior Libro Blanco del Turismo Español) puso mucho énfasis en las actuaciones orientadas a la mejora y reconversión del turismo costero. Por su parte, la promoción institucional ha sido diseñada de tal manera que muchas veces el producto de sol y playa (bajo diferentes imágenes y eslóganes) y todo aquello relacionado con la “innovación” y una nueva oferta (campos de golf, puertos deportivos, etc.), han sido omnipresentes. Si bien éste ha sido el contexto más habitual, también es cierto que en la última década la situación muestra síntomas de cambio, de modo que el turismo urbano empieza a tener la consideración que realmente merece a tenor de su creciente importancia. Un primer ejemplo de este nuevo “clima” data del año 1994 con la firma de un acuerdo entre el Ministerio de Cultura y la Secretaría General de Turismo (TURESPAÑA), con el objetivo de poner en marcha un circuito urbano turístico (con un proyecto piloto centrado en Madrid). Otro ejemplo son los esfuerzos del denominado Spain Convention Bureau (una iniciativa de la Federación Española de Municipios y Provincias), creado en el año 1984 con el fin de promocionar las ciudades españolas como sede para la
organización de congresos, convenciones y viajes de incentivo, y que cuenta actualmente con 32 ciudades miembro (véase figura 6.7). Evidentemente se podrían citar otras actuaciones orientadas a una expansión del turismo urbano. Sin embargo, son muchos los que opinan que el momento de inflexión tuvo lugar en 1992, cuando coincidió en España la celebración de varios acontecimientos de talla mundial: los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Exposición Universal de Sevilla, sin olvidar tampoco la capitalidad de la Cultura Europea de Madrid. Estos tres acontecimientos supusieron un fuerte estímulo, no sólo para el turismo de sus respectivas sedes sino también para la promoción del turismo español en general, y sirvieron para demostrar dos cosas: una, que España en su conjunto, y las ciudades españolas en particular, estaban capacitadas para organizar actos de tal magnitud, y dos, que el país podía ofrecer algo más que no solamente sol y playa como reclamo turístico. Los datos de la nacionalidad de los visitantes a las 21 ciudades más pobladas de España en el período 1992-1994 apoyan claramente esta opinión: entre el 58 y el 90% eran de procedencia española en todas las ciudades, con la excepción de Barcelona (37,9%) y Palma de Mallorca (40,6%) (Priestley, 1996). Dichos datos muestran el poco peso que tenía el turismo de ciudad en los flujos turísticos internacionales. Así pues, no cabe duda de que desde entonces muchas ciudades han hecho un gran esfuerzo por atraer a un mayor volumen de visitantes. En este sentido, quizás el caso más destacado sea el de Bilbao. A finales de la década de los ochenta, Bilbao era una ciudad industrial con claros síntomas de declive económico y urbanístico, y varios factores han contribuido a estimular la afluencia de visitantes. En primer lugar, la administración trabajó en un plan estratégico para el futuro desarrollo de la ciudad, que incluyó un nuevo polígono industrial y de negocios y, sobre todo, una operación de regeneración urbana para hacer más atractiva la ciudad, y poder relanzar en cierta medida su economía. Así, las autoridades municipales lograron un acuerdo en 1992 con la Fundación Guggenheim, para la localización de un museo en la ciudad. Los planes también previeron un nuevo sistema de Metro (abierto en 1995), la remodelación del aeropuerto, un paseo peatonal sobre el río Nervión y la total reconversión de la zona portuaria en oficinas, viviendas y centros comerciales, todo ello con la intervención de arquitectos de primera línea.
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Capítulo 6: Turismo urbano
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FIGURA 6.7. Ciudades miembro del SCB y ciudades más pobladas. Fuente: Elaboración propia.
Relacionado con el esfuerzo efectuado en este ámbito, Bilbao también fue designada en 1997 como sede de la “Agencia Europea de Salud e Higiene en el Trabajo” de la Unión Europea. No obstante, el factor más importante de esta transformación ha sido, sin lugar a dudas, la apertura del Museo Guggenheim, convirtiéndose inmediatamente en la principal atracción de la ciudad, tanto o más por la singularidad del edificio que por la calidad de sus exposiciones. Para completar la nueva oferta, en 1999 se inauguró el Palacio de Congresos y Música, con un auditorio principal para un aforo para
2.165 personas, y con una vocación tanto lúdico-cultural como de apoyo al sector de congresos vinculados con las funciones tradicionales de la ciudad. Finalmente, en 1998 el ayuntamiento de Bilbao también se había afiliado al citado Spain Convention Bureau, señal de su anterior falta de reclamo turístico. Los resultados, en términos de visitantes, han sobrepasado las expectativas iniciales. La previsión para el primer año de funcionamiento del Museo era de 450.000 visitantes cuando la cifra real superó 1.300.000 personas, haciendo del Guggenheim el segundo museo más visitado del país, después del Prado. Así, el núme-
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Parte II: Los tipos de turismo
ro de turistas en Bilbao creció un 27% durante 1998, aparecieron nuevos mercados (Israel y Japón) y aumentó el número de norteamericanos y europeos (54,8 y 30% respectivamente). La capacidad de alojamiento ha aumentado ligeramente de 2.246 habitaciones (1994) hasta las 2.510 (2000). Por su parte, la ocupación hotelera actual es de aproximadamente el 80% y se estima que unas 1.000 nuevas plazas hoteleras de 4 y 5 estrellas entrarán en servicio antes de finales del 2002. Si es evidente que el elemento catalizador ha sido el museo, también es cierto que sin la realización de otro tipo de actuaciones, se podría poner en peligro la posibilidad de mantener esta tendencia alcista a largo plazo. En cuanto al estudio del turismo en las ciudades españolas en general, el principal obstáculo para su análisis es la ausencia de suficientes estadísticas como para poder realizar comparaciones y obtener conclusiones sólidas. Entre los problemas podríamos destacar los siguientes: la no diferenciación entre el turismo urbano de otros tipos de turismo (por tanto, la no diferenciación de las motivaciones de los turistas); la escala territorial de los datos (provincial, regional, etc.); y la enorme variación en la calidad y detalle de las estadísticas (según la importancia de la ciudad o incluso en función de la importancia que le otorga al turismo la autoridad correspondiente). Por tanto, en muchos casos las estadísticas son incompletas, no comparables, de escasa credibilidad y, además, suele transcurrir mucho tiempo desde el momento de la recogida de datos hasta su publicación. Por otra parte, y para añadir más dificultades, también hay que tener en cuenta que algunas estadísticas (por ejemplo las de ocupación hotelera) no reflejan fielmente la importante contribución que en determinados casos hacen los excursionistas al turismo urbano, puesto que éstos, por definición, no pernoctan en la ciudad implicada. Éste podría ser el caso de ciertas ciudades del Mediterráneo (como Barcelona, Tarragona y Palma de Mallorca por citar tres capitales provinciales). En esta línea, algunas ciudades de interior con un patrimonio monumental y cultural de prestigio (Córdoba, Granada o Gerona) también reciben visitas de turistas alojados en los núcleos turísticos masificados del litoral, como consecuencia de su relativa proximidad.
6.3.2. Turismo en las ciudades más pobladas Tal como ya se ha señalado, las actividades económicas de aquellas ciudades relativamente grandes
generan inevitablemente importantes flujos de visitantes relacionados con los negocios y los servicios que ofrecen (véase figura 6.7). En este caso se cifra en más de 250.000 habitantes aunque existe un problema de definición de los límites de las ciudades. Así, si se consideran las áreas metropolitanas la población de algunas ciudades aumenta, con lo que habría cambios en la jerarquía. En el caso español, como ya se ha mencionado, se ha de añadir la función de destino de sol y playa o “veraneo”, poco habitual en las ciudades de esta dimensión. La oferta hotelera muestra claramente estas características (cuadro 6.9). Evidentemente, la concentración de plazas en Madrid y Barcelona es la que corresponde por su tamaño y multifuncionalidad. En cambio, la dimensión de la oferta en Palma de Mallorca, Las Palmas de Gran Canaria, Alicante, Vigo y San Sebastián, relativamente amplia en comparación con su población, es indicativo de su papel como ciudad de playa o veraneo. El resto de ciudades con una elevada oferta de alojamiento son de tipo monumental o histórico (Sevilla, Granada o Córdoba). No obstante, existen dificultades en la disponibilidad de datos fidedignos para analizar la demanda turística de las mismas ciudades, circunstancia que obliga a remitirse a un estudio publicado en 1996 (Priestley, 1996). Aunque las estadísticas no se encuentran actualizadas, son adecuadas para identificar las principales características en cuanto a los atractivos que ofrece cada ciudad y, por lo tanto, las motivaciones de los visitantes (cuadro 6.10). La falta de datos de pernoctaciones en algunas ciudades también obliga a realizar estimaciones sobre la demanda. De acuerdo con esto, y basándose en los datos de ocupación hotelera (o en su defecto, la oferta hotelera para aquellos casos en que dichos datos no son disponibles) junto con los datos referentes a congresos, ferias (número de eventos, número de asistentes y los equipamientos disponibles), ha sido posible confeccionar un esquema que combina las principales motivaciones de las visitas con el volumen de los visitantes (véase figura 6.8). Las ciudades se han clasificado en orden descendente según el volumen de la demanda, mientras que las motivaciones figuran en diferentes recuadros; el recuadro exterior corresponde a la motivación más generalizada, es decir, los negocios o el trabajo, que genera visitas a todas las ciudades. Las demás motivaciones se agrupan en tres grandes bloques que son: el ocio (relajación, playa y paisaje del entorno); los
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Capítulo 6: Turismo urbano
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CUADRO 6.9 Oferta hotelera en las ciudades más pobladas de España, 1999 Ciudad
Población áreas metropolitanas 1991(miles)#
Madrid Barcelona* Valencia Sevilla Bilbao Málaga Zaragoza Palma de Mallorca Valladolid Granada Murcia Las Palmas Alicante Santa Cruz A Coruña Córdoba Cádiz (puerto) Vigo San Sebastián Gijón Jerez de la Frontera
4.531,6 3.133,8 1.343,8 952,7 874,3 638,5 615,8 376,4 363,0 361,1 358,9 347,7 336,5 316,6 314,5 309,2 277,9 276,6 275,1 260,3 253,7
Población ciudades 1999 (miles)# 2.879,1 1.751,4* 739,4 701,9 357,6 530,6 603,4 327,0 320,0 244,8 353,5 354,8 272,4 213,0 234,4 311,7 142,4 283,7 179,2 268,0 182,7
Plazas hoteleras
53.445 34.698 8.909 14.113 4.157 3.039 6.359 35.720 s.d. 9.549 s.d. 6.785 5.750 s.d. 4.244 4.752 16.263 4.395 3.869 s.d. s.d.
# Las discrepancias sustanciales que existen entre los datos de 1991 y 1999 se deben a los diferentes ámbitos que abarcan los respectivos datos. Se han incluido los datos de 1991, ya que el estudio que permite realizar un análisis detallado se basa en las estadísticas de 1991. * El dato se refiere a Barcelona y L’Hospitalet de Llobregat. Fuente: Instituto Nacional de Estadística de España, 1992 y 1999.
congresos y las ferias (las ciudades donde estas últimas son una motivación importante se marcan con un asterisco); la arquitectura y la cultura. Se ha añadido una categoría adicional para dejar constancia de la importancia que tiene el deporte en algunos casos concretos (principalmente los circuitos de carreras automovilísticas), y que supone un componente importante de la demanda turística de Jerez de la Frontera.
6.3.3. Las ciudades históricas El tardío desarrollo del turismo de las ciudades históricas obedece tanto a las tendencias generales ya descritas que han operado en el turismo, como a los factores coyunturales del turismo español. En cuanto al primero, la preferencia generalizada de los turistas por destinos de sol y playa y la concentración del turismo urbano en las grandes ciudades multifun-
cionales dominaron los flujos turísticos. Los factores específicos adicionales que fueron importantes en el caso de España incluyen la política estratégica de apoyo al turismo de costa, tanto en inversión como en marketing, desde los sectores privado y público, y las infraestructuras viarias y hoteleras frecuentemente deficientes en el interior. Así, entre las ciudades con mayores volúmenes de visitantes, dominaban las costeras y las del interior que se podían visitar en una excursión de un día desde los destinos turísticos de costa (por ejemplo Granada, Córdoba, Tarragona e incluso Barcelona) o desde Madrid (Toledo, Ávila, Segovia). No ha sido hasta la década de los noventa que la frecuentación turística de las ciudades históricas se ha visto incrementada enormemente, con la mejora notable de la red de autovías y autopistas, y la rehabilitación o realce de los conjuntos históricos urbanos. A lo largo de la historia de España, se ha ido construyendo un patrimonio arquitectónico tan variado
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Parte II: Los tipos de turismo
CUADRO 6.10 Principales atractivos de las ciudades españolas más pobladas* Ciudad
Arquitectura y edificios históricos
Museos y galerías de arte
Cultura y eventos deportivos
Ferias y congresos (a)
Centro regional (b)
Madrid Barcelona Valencia Sevilla Bilbao
** *** * *** *
*** ** * – **
* * – ** –
*** *** *** ** **
*** * * *** –
Málaga Zaragoza Palma de M. Valladolid Granada Murcia Las Palmas Alicante
– ** ** * *** – – – –
– * – * * – – – –
* – – – * – – – –
– ** * * ** – * ** –
– – * – – – – –
Santa Cruz La Coruña Córdoba Cádiz Vigo San Sebastián
– – *** – – –
– – * – – –
– – * * – –
– * * – – *
– ** – – ** *
Gijón Jerez de la Frontera
* **
– *
– ***
* *
* *
Otros atractivos
– Sede JJ. OO. Gastronomía. – Universidad, Sede europea (c). – – – Universidad. – – Sol y playa Instalaciones para stages deportivos, Sede europea (d). – Gastronomía. Gastronomía. – Gastronomía. Gastronomía, Playa. Playa. Hípica, Jerez.
* El número de asteriscos (de 1 a 3) indica la importancia relativa de cada atractivo. (a) Todas las ciudades están afiliadas al Spain Convention Bureau, con la excepción de Valladolid. (b) Proporciona alojamiento para visitantes al entorno de la ciudad. (c) Agencia Europea de Salud e Higiene en el Trabajo. (d) Oficina Europea de Marcas Registradas, Diseño y Armonización de Modelos. Fuente: Elaboración propia a partir de Priestley (1996).
como valioso. Destacan entre otros los restos de los diversos pueblos invasores, como los romanos (Mérida o Tarragona) y los árabes (la Alambra de Granada o la mezquita de Córdoba), además de las numerosas ciudades medievales amuralladas (véase figura 6.9). No obstante, salvo contadas excepciones, los flujos turísticos hacia las ciudades históricas han sido escasos, como ya se ha señalado anteriormente, y sólo ha sido durante los últimos años que este mercado se ha podido desarrollar. Así, muchas ciudades han realizado actuaciones urbanísticas y de restauración significativas (como Cáceres, Mérida y Tarragona) y paulatinamente han ido solicitando su catalogación como
parte del Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Así, de un total de 690 elementos catalogados en la actualidad, 36 se ubican en España, de los cuales 12 corresponden a la totalidad o una parte significativa del núcleo histórico de las ciudades (Segovia, Santiago de Compostela, Córdoba, Ávila, Toledo, Cáceres, Salamanca, Cuenca, Alcalá de Henares, Mérida, Tarragona y Granada); y otros son elementos ubicados en ciudades (Burgos, Barcelona, Teruel, Sevilla, Valencia, Elche y Lugo). Como ejemplo de contraste, en Estados Unidos sólo 18 elementos están catalogados, y 12 son conjuntos paisajísticos, en comparación con los 4 de España.
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Capítulo 6: Turismo urbano
Negocios Ferias (*) congresos
Cultura, arquitectura
Madrid *
Ocio (relax, playa, paisaje)
Barcelona * Sevilla *
Palma de Mallorca Granada Valencia * Zaragoza * Bilbao Alicante Las Palmas
Córdoba
San Sebastián
Deporte Deporte
Vigo
Volumen total relativo
La Coruña Jerez de la Frontera Málaga
Gijón Murcia
Valladolid
Santa Cruz Cádiz
FIGURA 6.8. Volumen y motivación de los flujos turísticos en las ciudades más pobladas de España. Fuente: Elaboración propia a partir de Priestley (1996).
6.3.4. Madrid En el contexto económico actual de globalización, las metrópolis se han convertido, por el simple hecho de serlo, en focos de atracción de visitantes, y si además tienen el rango de capital política de Estado y poseen recursos diversos (cultura, arte, espectáculos, etc.), su imagen de destino turístico queda inevitablemente reforzada. En este sentido, la ciudad de Madrid (y también por extensión, la Comunidad de la cual también es capital) se presenta como un destino turístico muy diferenciado del conjunto español. En primer lugar, muchas de las personas que visitan Madrid no son turistas puesto que no pernoctan, sino que están de paso. Segundo, ni siquiera una gran mayoría de los que sí pernoctan lo hacen por motivos estrictamente turísticos sino que tiene mucho que ver con su actividad profesional. Este hecho, que repercute favorablemente en la captación de más ingresos y en la reducción de la estacionalidad, tam-
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bién incide negativamente en una menor estancia media del turista. Tercero, su condición de centro político, administrativo y financiero del país determina una gama de desplazamientos y duraciones muy variada. Finalmente, la ciudad actúa también como puerta de entrada a España y Europa, a la vez que inicio de itinerarios turísticos por el territorio nacional. Por todo ello, se podría afirmar que entre el ocio y el negocio, los viajeros a Madrid presentan una amplia gama de matices que dificultan enormemente su caracterización, y así se entiende que sea una tarea muy compleja el pretender crear una única “imagen de marca” que reúna en un solo producto toda la oferta madrileña (Valenzuela, 1999a). Hay que decir también, en lo que respecta a las funciones de planificación y promoción del turismo, que Madrid juega con ventaja respecto al resto de ciudades españolas; no es gratuito el hecho de que exista una coincidencia de intereses y de esfuerzos entre las autoridades municipales, el gobierno autónomo (que abarca la provincia homónima) y los principales departamentos gubernamentales en materia de turismo, las sedes de los cuales se localizan precisamente en Madrid. Tradicionalmente, las funciones políticas, administrativas y comerciales que ha ejercido Madrid han centrado las motivaciones de sus visitantes. Este tipo de demanda es un reflejo de los principales recursos turísticos que tiene la ciudad, puesto que el segmento de negocios y congresos (entendido en un sentido muy amplio, con reuniones, convenciones, incentivos, seminarios, ferias, etc.), sigue siendo el más importante, y se ha consolidado en los últimos años como uno de los valores seguros de la oferta turística de Madrid. Así, la infraestructura para estos eventos se compone de un Palacio de Congresos situado en el centro financiero de la ciudad; y el Parque Ferial Juan Carlos I, cercano al aeropuerto y situado en el denominado “Campo de las Naciones”, la zona de servicios más grande de la capital, que incluye hoteles de elevada calidad, campos de golf y extensas zonas ajardinadas, así como también un segundo Palacio de Congresos inaugurado en 1992. Madrid se ha convertido en uno de los destinos líderes para esta clase de turismo, ocupando en 1999 el tercer puesto en el ranking de ciudades sedes de congresos internacionales en todo el mundo, mientras que un año antes ya fue el número uno. En este año se contabilizaron un total de 2.671 reuniones de todo tipo (un 54,13% más respecto de 1998), y más de
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Parte II: Los tipos de turismo
FIGURA 6.9. Ciudades UNESCO de España. Fuente: Organización UNESCO.
548.000 asistentes (un ligero incremento del 0,41% respecto al año anterior), y un impacto económico en la ciudad cifrado en más de 78.000 millones de pesetas (Ayuntamiento de Madrid, 1998 y 1999). Con un poco más de detalle, se observa cómo el apartado de convenciones y viajes de incentivo es el que ha crecido más (+62,8%), siendo éste un aspecto aún más relevante en lo que respecta a las convenciones de empresa (+111,86%), que pasaron de 725 a 1.536 en el período 1998-1999 (Ayuntamiento de Madrid, 1998 y 1999) (cuadros 6.11 y 6.12). Estas cifras resultan fácilmente
comprensibles si se tiene en cuenta que Madrid ha sido elegida últimamente para la celebración de actos de talla internacional, como una Cumbre de la OTAN y una Asamblea del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. Por otra parte, hay que destacar también el sector de los viajes de incentivos, sobre todo internacionales, que también viene experimentando un crecimiento significativo a pesar de que Madrid no ha sido hasta bien recientemente un destino preferente, frente a otros con mucha mayor tradición (París o Roma, o
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Capítulo 6: Turismo urbano
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CUADRO 6.11 Turismo de reuniones en Madrid 1997-1999
Reuniones* Asistentes
1997
1998
Aumento 1997-98
1.334 342,9
1.733 546,2
29,91% 59,28%
1999 2.671 548,5
Aumento 1998-99 54,1% 0,4%
* Congresos, conferencias y simposios, seminarios, cursos, convenciones, viajes de incentivo. Fuente: Ayuntamiento de Madrid, 1998 y 1999.
CUADRO 6.12 Congresos y asistentes, Madrid 1997-1999 Tipo de evento
1997
1998
Aumento 1997-98
Congresos Asistentes
298 160,6
431 194,6
44,63% 21,13%
436 192,1
Congresos nacionales Congresos internacionales
195 103
234 197
20,00% 91,26%
273 163
Seminarios, Jornadas y Cursos Asistentes
227 53,5
323 62,7
42,29% 17,11%
410 64,3
26,90% 2,6%
Viajes incentivo Asistentes
189 21,0
254 31,0
34,39% 47,65%
289 35,6
13,70% 14,70%
Convenciones Asistentes
620 107,6
725 257,8
16,93% 139,04%
1.536 256,4
111,80% –0,50%
Convenciones nacionales Convenciones internacionales
469 151
489 236
1.212 324
147,80% 37,28%
4,26% 56,29%
1999
Aumento 1998-99 1,16% –1,30% 16,60% –17,25%
Fuente: Ayuntamiento de Madrid, 1998 y 1999.
incluso Andalucía y Cataluña). Sin embargo, se trata de un segmento muy beneficioso por la mayor duración de la estancia (5-6 días), el tamaño de los grupos (100-120 personas) y un mayor gasto por persona (Valenzuela, 1999a). Sin duda, el principal responsable en este aspecto es Ifema (Institución Ferial de Madrid), puesto que, hoy por hoy, organiza certámenes tan relevantes como el Salón Internacional de Turismo (Fitur), la Feria Internacional de Arte Contemporáneo (Arco), la Feria Internacional de la Informática, Multimedia y Comunicaciones (Simo), la Semana del Regalo, Joyería y Bisutería, la Feria del Tiempo Libre (Expo-Ocio), etc., entre otros muchos (Aragonés, 1999). Así, no resulta gratuito que Madrid sea la provincia con mayor número de restaurantes de lujo del país, circunstancia que confirmaría la importancia alcanzada por este tipo de viajes y turistas. En este sentido, hay que mencionar también el papel que tiene el aeropuerto de Barajas, que además
de los vuelos nacionales, acoge también un gran número de carácter internacional y transoceánico, siendo éste un factor cada vez más determinante. Las cifras también son elocuentes: en 1997 movió un volumen de 17,5 millones de pasajeros (el 20,7% de todo el tráfico aéreo español). Aun así, la necesidad de hacer frente a las previsiones de un crecimiento de este tipo de tráfico ha hecho plantear el reto de mejorar las deficiencias de operatividad y capacidad de acogida, con la ampliación de las instalaciones (por ejemplo, la construcción de una tercera pista, una nueva torre de control y una nueva terminal). A esta infraestructura de comunicación habría que añadir también la relativa al alojamiento. En cifras absolutas, Madrid dispone de un equipamiento hotelero solamente superado por provincias altamente especializadas (como Baleares, Gerona y Málaga), y también por Barcelona, debido sobre todo al impulso que supuso la celebración de los Juegos Olímpicos en la capital catalana, al contrario del efecto que tuvo
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Parte II: Los tipos de turismo
la Capitalidad Cultural para Madrid en ese mismo año (cuadro 6.13). Sin embargo, destaca que esta última haya mantenido un ritmo de crecimiento de su planta hotelera muy regular, lo que favorece que tenga unas instalaciones modernas y avanzadas. Además, son los establecimientos de 4 estrellas los que más han crecido, lo que es coherente teniendo en cuenta la mayor clientela de turistas de negocios y de touring. Sin embargo, una deficiencia observada es el hecho de que este crecimiento no se ha dado en el segmento de los hoteles de 2 y 3 estrellas, dirigidos a un tipo de turismo urbano de nivel medio.
reducido y estos últimos están ganando un mayor protagonismo (un 54,38 frente al 45,62%, respectivamente), lo que indicaría un incremento del ocio como principal motivo de viaje (Ayuntamiento de Madrid, 1998 y 1999; Valenzuela, 1999a y 1999b). A pesar de que el amplio segmento de negocios y congresos sigue siendo el dominante en el mercado turístico de Madrid, también es cierto que durante los últimos años los esfuerzos para ampliar la oferta han tenido como objetivo principal reforzar su imagen como “Ciudad de las Artes”, basada en su numerosa oferta museística y especialmente en sus colecciones
CUADRO 6.13 Oferta hotelera en Madrid: número de establecimientos y habitaciones, 1991-1998* 1991 1 5* 13 4* 36 3* 41 2* 13 1* 8 TOTAL111
2 4.185 7.562 4.651 1.011 279 17.688
1992 1 13 38 42 17 13 123
1993 2
4.026 7.820 4.798 1.082 337 18.063
1 7 50 48 14 6 125
1994 2
1.371 11.504 5.283 1.080 250 19.488
1996
1997
1998
1
2
1
2
1
2
1
2
6 55 43 14 4 122
1.010 12.581 4.599 1.077 185 19.452
6 56 46 13 4 125
1.013 12.798 4.852 1.063 185 19.911
6 59 42 14 5 126
1.013 13.592 4.246 1.135 253 20.239
8 56 43 13 4 124
1.730 12.547 4.293 1.058 185 19.813
* Sin datos para 1995. 1– Establecimientos. 2– Habitaciones. Fuente: Anuario Estadístico (varios años). Ayuntamiento de Madrid.
Por otra parte, la distribución espacial de los hoteles madrileños hace que en todos los puntos de la capital, y especialmente en los centros estratégicos (cercanías al aeropuerto, palacios de congresos, museos, etc.), se halla al alcance del viajero un volumen de alojamiento significativo (Díez Clavero, 1995). Precisamente es este tipo de clientes el que ha incidido positivamente en un aumento de la ocupación hotelera (del 39 al 52,4% entre 1993 y 1997), además de que ésta se comporta de forma bastante regular a lo largo del año, habiendo por tanto una escasa estacionalidad y una fluctuación mensual no tan acusada como en el turismo de litoral. En conjunto, según cifras de turistas alojados en establecimientos hoteleros durante los últimos años (cuadro 6.14), se observa un crecimiento progresivo hasta alcanzar los 5,4 millones en 1999, con una pequeña “crisis” en los primeros años noventa, y una pernoctación media de 2,15 noches. Sin embargo, cabe destacar que la diferencia entre turistas nacionales y extranjeros se ha
permanentes de arte. Así, la decisión de otorgarle la Capitalidad Cultural de Europa en 1992 no se puede considerar, en absoluto, como una elección sin fundamento. Además, existe el valor añadido de que tres de sus principales colecciones se encuentran muy cercanas una de otra, como son el Museo del Prado, el Centro Nacional de Arte Reina Sofía y la colección ThyssenBornemisza (una de las colecciones privadas más grandes del mundo). Por tanto, la iniciativa de configurar una oferta museística integrada (el denominado “Paseo del Arte”), en torno a estos tres centros, indicaría una apuesta municipal por la importancia de la cultura y el arte en el turismo, a la vez que una estrategia encaminada a la creación de una auténtica “imagen de marca” del producto turístico “Madrid”. En este campo, otro aspecto a destacar ha sido la reutilización de inmuebles antiguos con fines culturales y de ocio, como reflejo de una de las iniciativas más comúnmente aplicadas en la revalorización turís-
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Capítulo 6: Turismo urbano
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CUADRO 6.14 Movimiento de viajeros alojados en establecimientos hoteleros. Comunidad de Madrid, 1985-1999 Españoles
Extranjeros
Año
Valor absoluto (miles)
%
Valor absoluto (miles)
%
Total
1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999
1.970,3 1.921,9 2.064,3 2.159,2 2.325,9 2.519,9 2.460,9 2.289,4 2.211,8 2.440,9 2.522,5 2.584,8 2.751,4 2.810,4 2.962,5
59,1 60,4 60,2 60,1 60,4 63,4 66,8 60,6 61,0 59,7 58,8 57,2 57,1 55,7 54,3
1.369,8 1.258,5 1.361,6 1.431,0 1.524,1 1.455,6 1.222,4 1.490,0 1.411,5 1.645,6 1.766,5 1.940,5 2.063,3 2.236,1 2.485,3
40,9 39,6 39,8 39,9 39,6 36,6 33,2 39,4 39,0 40,3 41,2 42,8 42,9 44,3 45,6
3.331,1 3.180,4 3.425,9 3.590,3 3.850,0 3.975,6 3.683,3 3.789,6 3.623,3 4.086,6 4.289,1 4.525,3 4.814,7 5.046,6 5.447,9
Fuente: Ayuntamiento de Madrid (1998 y 1999); Valenzuela (1999b).
tica de las ciudades. Así, por ejemplo, estos dos últimos museos citados se encuentran respectivamente en un antiguo hospital del siglo xVIII y en el Palacio de Villahermosa. Es por todo ello que a veces se afirma, y con razón, que esta extensa oferta museística constituye una verdadera “Historia del Arte Mundial”. La condición de Madrid como capital política y residencia oficial de la monarquía española desde el siglo xVI explica la gran concentración de museos en su casco antiguo. Por ejemplo, más de la mitad de los 72 museos existentes en el municipio de Madrid se concentran en esta parte de la ciudad, aunque únicamente cuatro de ellos presentan cifras de visitantes considerables (aparte de los tres citados anteriormente, también el Palacio Real, a pesar de los condicionantes restrictivos que impone en las visitas el mantenimiento de su función representativa), demostrando el efecto que en la formación de la imagen turística ejercen dichos museos (cuadro 6.15). Resulta, pues, lógico que sobre éstos exista un particular énfasis en la difusión de la información turística de la ciudad (a través de guías, folletos, oficinas de información). Por otra parte, también los numerosos edificios asociados con la función de capitalidad de Madrid (por ejemplo el Palacio Real y las Cortes), junto con su casco
antiguo y una variada oferta de actividades culturales (ópera, zarzuela, galerías de arte), deportivas (fútbol) y de espectáculos (teatros, toros, etc.), completarían los recursos artísticos y museísticos de la ciudad. Seguramente las actuaciones de renovación urbana que se han iniciado desde los años ochenta sean lo más significativo de cara a la revalorización del atractivo turístico de la ciudad, de la misma manera que también lo han sido en el caso de Barcelona y de otras muchas ciudades con un núcleo histórico valioso. Se ha conseguido así una rehabilitación de edificios destinados a usos residencial y monumental, y de espacios públicos, con lo que se dignifica la imagen formal y se gana en atractivo turístico (Valenzuela, 1999b). Por último, no habría que olvidar que la ciudad también actúa como un centro de distribución para los turistas que realizan excursiones a los monumentos y ciudades históricas que se encuentran en su radio de influencia, y que puede superar los 200 km de distancia. Esto incluiría entre otros el Monasterio de El Escorial, el monumento del Valle de los Caídos, las ciudades monumentales de Aranjuez, Ávila, Segovia, Toledo y Salamanca (las cuatro últimas declaradas Patrimonio de la Humanidad) o municipios rurales de gran atractivo como Chinchón.
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Parte II: Los tipos de turismo
CUADRO 6.15 Visitantes a los principales museos de Madrid, 1995-1999 (en miles) Museo
1995
1996
1997
1998
1999
Museo del Prado C. A. Reina Sofía Palacio Real Museo Thyssen Museo de Cera Museo Arqueológico Museo de la Ciudad Museo América Museo Bellas Artes Museo Sorolla Museo Cerralbo Museo Romántico
1.573,9 727,6 733,7 433,6 345,0 192,5 180,0 74,2 39,1 39,9 15,6 14,3
1.868,7 875,3 709,6 503,0 486,0 192,9 163,0 66,7 52,0 44,0 20,3 13,9
1.709,7 858,3 768,1 538,2 207,0 203,4 185,0 61,2 46,0 46,7 23,4 15,6
1.760,2 1.013,2 807,7 650,0 215,0 194,9 183,5 76,1 43,1 51,4 22,9 15,9
1.827,7 1.274,4 829,0 715,0 – 184,7 – 120,1 39,5 56,9 23,8 24,7
Fuente: Ayuntamiento de Madrid (1998 y 1999); Consejería de Presidencia y Hacienda de la Comunidad de Madrid (2001); y Patrimonio Nacional.
6.3.5. Barcelona Barcelona es otro claro ejemplo de todo lo que se ha dicho anteriormente, es decir, de cómo la terciarización (en sus más diversas formas) gana terreno en la estructura económica de la ciudad, y también de cómo el sector turístico y de ocio adquiere progresivamente un mayor protagonismo. Así, hay un acuerdo unánime en afirmar que existe un antes y un después de los Juegos Olímpicos de 1992, puesto que la situación anterior a este mega-evento era radicalmente diferente a la que se experimentó después y la que se vive hoy día. En primer lugar, era una ciudad con un escaso reconocimiento internacional y con poco peso en la jerarquía urbana europea. Segundo, anteriormente a los Juegos, Barcelona tenía un importante déficit de plazas hoteleras de tal nivel que sólo la demanda de alojamiento procedente del sector de negocios superaba el total de la oferta. Además, la gran mayoría de visitantes con motivaciones recreativas y de ocio eran excursionistas de los cuales pocos eran los que pernoctaban. En general, la imagen de la ciudad era la de un importante centro comercial e industrial (no turístico), y únicamente digna de una visita superficial y de corta duración. Sin embargo, 1992 representó el inicio de un cambio. La “nueva” Barcelona post-olímpica ha entrado de lleno en el sector del turismo urbano, y ha desarrollado para ello unas estrategias y actuaciones que han comportado un importante salto cualitativo en la forma de vida de la ciudad y en su imagen (Antón
Clavé y López Palomeque, 1997; López Palomeque, 1995). En otras palabras, la promoción internacional y las sucesivas operaciones de renovación urbana han consolidado la función crecientemente turística de la ciudad, a la vez que han permitido situarla en el mapa de las ciudades turísticas de Europa, hasta tal punto que actualmente es uno de sus destinos más importantes y de mayor crecimiento. El primer gran cambio asociado con la celebración de los Juegos Olímpicos ha sido un aumento notable de la capacidad de alojamiento de la ciudad en los últimos años, pasando de poco más de 18.500 plazas (1990) a superar las 29.000 en 1999. En este período, el cambio tuvo lugar a partir precisamente de 1992, cuando ya se superaron las 25.000. Sin embargo, el cambio es aún más espectacular si se compara con el período inmediatamente posterior a la nominación de Barcelona como futura sede olímpica, puesto que el número de plazas era de 15.700 en el año 1987. Además de este crecimiento en números absolutos, también destaca la mayor calificación de los establecimientos, ganando mayor protagonismo los catalogados como 4 y 5 estrellas. Pero lo más significativo de este aspecto es que, aparte de la expansión del sector hotelero para acoger a los turistas del 1992, el número de hoteles y de plazas ha seguido en aumento como resultado de una demanda sostenida y, por tanto, de un mayor número de turistas año tras año. Es decir, las expectativas de negocio por parte del sector se han acelerado (Vilaseró, 1998; Quadrado, 1999) (cuadros 6.16 y 6.17).
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Capítulo 6: Turismo urbano
181
CUADRO 6.16 Oferta hotelera en Barcelona: número de establecimientos, 1990-1997 Categoría
1990
1992
1994
1995
1996
1997
H5* H4* H3* H2* H1* TOTAL
9 30 45 14 20 118
9 43 56 16 24 148
6 46 60 22 24 158
6 47 60 21 26 160
6 48 60 22 26 162
6 50 60 23 26 165
Fuente: Oficina de Turismo de Barcelona (diversos años).
CUADRO 6.17 Oferta y demanda hotelera en Barcelona, 1990-1999 Año
1990 1992 1994 1995 1996 1997 1998 1999
Habitaciones
10.265 13.352 14.830 15.076 15.090 15.273 — —
Plazas
Pernoctaciones (millones)
18.569 25.055 27.542 27.988 28.040 28.770 29.000 —
3,8 4,3 4,7 5,6 6,3 6,9 7,5 7,5
Estancia media (noches) 2,19 2,34 1,76 1,84 2,07 2,47 2,53 —
Ocupación anual (%)
Ingresos (millones ptas.)
71,0 64,0 54,5 63,6 70,9 76,6 81,4 85,0
15.500 14.000 16.800 15.300 15.300 — — —
Fuente: Oficina de Turismo de Barcelona (diversos años).
Por otra parte, si bien los Juegos Olímpicos fueron un fuerte estímulo para la transformación de la ciudad, hay que considerar el hecho de que tuvieron también un efecto catalítico, ya que el proceso de renovación ha continuado. La celebración de este acontecimiento supuso que Barcelona dejara de vivir de espaldas al mar, y redefiniese esta zona como un nuevo espacio residencial y de ocio, abandonando definitivamente su antigua imagen industrial degradada y en declive. Seguramente, la actuación más destacada en este caso fue la construcción de la Villa Olímpica, un complejo de viviendas dotado de zonas ajardinadas, inicialmente destinado al alojamiento de los atletas, para después convertirse en un barrio residencial muy apreciado. La transformación del frente marítimo se completó con varias actuaciones más: primera la recuperación de sus playas para el baño y el ocio (por ejemplo, se pasó de poco más de 1,5 km de playa en 1986 a 4,5 km en 1992); segunda, la construcción del puer-
to olímpico y dos rascacielos (un hotel de 5 estrellas y un bloque de oficinas), además de mejoras en el puerto comercial existente destinadas a la integración del puerto en la ciudad y la ampliación de la oferta lúdica y nocturna. Las obras de renovación y ampliación de servicios en el frente marítimo continúan actualmente. De hecho, está previsto que parte de esta zona acoja la celebración de otro gran acontecimiento como es el llamado Forum Universal de las Culturas 2004. Este proyecto parte de la aspiración del ayuntamiento de la necesidad de organizar un nuevo evento, que genere un efecto similar al que tuvieron los Juegos Olímpicos o al de una exposición mundial. La expansión del turismo que experimenta Barcelona se ve reflejada en los datos de tráfico aéreo. Así, en el año 2000 el aeropuerto registró 19,8 millones de pasajeros (un 13,7% más que el anterior), siendo ésta la cifra más alta (en valores absolutos) de su historia, con lo que se ha convertido en el segundo aeropuerto
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Parte II: Los tipos de turismo
español, superando al de Palma de Mallorca. De seguir este ritmo, la previsión de los 20 millones para el 2003 se avanzaría al 2002. Por otra parte, y siguiendo con el factor de la accesibilidad, hay que destacar también la consolidación del puerto de Barcelona, que se ha convertido en el más importante del Mediterráneo en el segmento de cruceros, desplazando otros puertos con más tradición, como Atenas y Génova (cuadro 6.18).
CUADRO 6.18 Evolución de los cruceros de lujo en Barcelona, 1990-1999 Año
Escalas
Pasajeros
Incremento (%)
1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000
207 227 220 250 290 356 375 417 447 486 —
48.110 32.869 132.807 152.082 174.008 233.389 277.324 359.283 466.268 546.023 600.000
— –31,67 304,04 14,51 14,41 34,12 18,82 29,55 29,77 17,10 9,88
Fuente: Bordas (1999); Peirón (2000).
A su vez, otros recursos turísticos ya presentes en la ciudad se han visto también revalorizados por la nueva imagen internacional que tiene Barcelona. De hecho, hay que tener presente que ésta siempre ha sido atractiva para el segmento del turismo cultural, por su riqueza arquitectónica (que incluiría el barrio gótico y las numerosas muestras de estilo modernista), y una creciente y prestigiosa oferta museística y actividades culturales (Fundación Miró, Museo Picasso, Auditorio, el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona –MACBA–, Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona –CCCB–, Teatro Nacional de Cataluña, Liceo, etc.) (cuadro 6.19). En definitiva, por primera vez (con datos de finales del 2000), Barcelona ha pasado a ser el principal destino para los turistas extranjeros que visitan Cataluña, superando la Costa Brava y la Costa Dorada, tradicionalmente las dos zonas turísticas catalanas por excelencia (El País, 2000). Es evidente que, además de los atractivos patrimoniales de la ciudad, la mejora de la imagen con motivo de los Juegos Olímpicos y la ampliación de la oferta hotelera, ha contribuido también a este hecho la paralela expansión del sector de congresos, recientemente potenciado por la mejora de las instalaciones para celebrar reuniones grandes, con la apertura de un nuevo Palacio de Congresos (cuadro 6. 20).
CUADRO 6.19 Visitas a museos y monumentos en Barcelona, 1998-2000 Museo / Edificio
La Pedrera Templo / Museo Sagrada Familia Museo del F. C. Barcelona Museo Picasso Fundación La Caixa Fundación Miró CCCB Museo Nacional de Arte de Cataluña (Montjuïc y La Ciutadella) Museo Historia de la Ciudad Museo de Cera Museo Marítimo MACBA
2000
1999
1998
Incremento (1999-2000) (%)
1.911.315 – – 1.026.546 567.684 501.925 378.145
1.322.584 1.222.500 1.154.604 1.081.843 305.925 474.810 367.360
1.014.179 1.092.155 927.024 1.000.386 – 439.911 323.523
44,51 11,93* 24,54* –5,11 85,56 5,71 2,93
468.430 – – – 171.784
445.775 266.824 206.517 174.063 156.926
476.424 143.490 190.324 182.407 217.232
5,08 85,95* 8,53 –4,5 9,46
* En estos casos el incremento es de 1988 a 1999. Fuente: Aragay, 2000; Pérez, 2001.
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Capítulo 6: Turismo urbano
CUADRO 6.20 Evolución de la asistencia a congresos en Barcelona, 1987-1998 Año
1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998
Participantes
80.414 60.335 95.268 105.424 168.966 108.464 175.323 159.154 167.593 213.086 217.982 263.835
Variación Anual (%)
Ingresos (millones de pesetas)
– –25,0 57,9 10,7 60,3 –35,8 61,6 –9,2 5,30 27,14 2,29 21,10
– – 14.670 16.240 24.020 17.740 22.080 18.460 23.310 35.090 44.900 53.910
Fuente: Oficina de Turismo de Barcelona y Fira de Barcelona (diversos años).
6.4. Reflexión final: el futuro del turismo urbano La expansión del turismo es un proceso continuo desde hace casi medio siglo. Irónicamente, la mayoría de las ciudades, el primer objetivo de los primeros turistas, quedaron relegadas a un segundo plano durante la gran invasión de las playas en el período de expansión masiva del turismo. En la actualidad, son muchas las ciudades que están haciendo un esfuerzo por recuperar su posición anterior, y no cabe duda de que el turismo urbano está en auge. Contribuye a ello la globalización de la
183
economía y los cambios en las motivaciones y los hábitos de los consumidores, como principales factores. La necesidad de las administraciones públicas urbanas de buscar alternativas a sus tradicionales funciones industriales y comerciales les ha animado a diseñar estrategias de desarrollo turístico que sean capaces de proporcionar, además, beneficios indirectos para la población local en forma de una regeneración urbana. Al contrario de lo que pasa en los destinos de sol y playa, la demanda turística tiende a revalorizar los recursos en vez de destruirlos. Son muchos los que opinan que el turismo puede convertirse en el componente económico más dinámico de la ciudad postindustrial. No obstante, en el caso de las ciudades históricas, el balance entre los beneficios económicos y los impactos negativos no siempre queda tan equilibrado. La revalorización del patrimonio histórico en los últimos años es un hecho innegable y el poder de atracción de estas ciudades es más que evidente. Esta circunstancia obliga a una buena gestión de los recursos para evitar su deterioro y molestias innecesarias a la población autóctona, como resultado de un exceso en la frecuentación. Finalmente, el desarrollo del turismo urbano en España lleva cierto retraso en comparación a otros muchos destinos de otros países con un potencial similar. Así, en el caso español hay que reconocer que los atractivos de sus ciudades son múltiples, y que su patrimonio cultural e histórico goza de una gran riqueza. El turismo urbano está en pleno desarrollo y España debería de tener un lugar privilegiado en el futuro, siempre que sea capaz de gestionar sus recursos.
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7 TURISMO EN ESPACIOS RURALES
y
M.a
María Paz Such Climent del Mar García Carretero
Turismo en espacios rurales Turismo étnico Turismo residencial Conclusiones
7.1 7.2 7.3 7.4
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186
Parte II: Los tipos de turismo
7.1. Turismo en espacios rurales El medio rural se ha convertido en los últimos años en un espacio cada vez más atractivo para la realización de actividades turístico-recreativas, fenómeno que ha contribuido a su revalorización. Gracias a la diversidad de recursos físico-ecológicos y culturales y a la elevada potencialidad de aprovechamientos recreativos, los espacios rurales soportan diferentes manifestaciones turístico-recreativas que tienen en común el deseo del turista de disfrutar de la naturaleza. Entre éstas destaca el turismo rural, en sentido genuino, que goza de una mayor tradición, difusión espacial y demanda, especialmente en estrecha relación con su mayor arraigo en los países desarrollados. Es, asimismo, en estos últimos donde aparece preferentemente la utilización del ámbito rural para la localización de segundas residencias, tanto ligadas a la rehabilitación del patrimonio arquitectónico como a la construcción de nuevas edificaciones, fenómeno que, en cierto modo, podemos relacionar con el turismo residencial. Ahora bien, existen espacios rurales, principalmente en países no desarrollados, que constituyen el hábitat de grupos humanos que han mantenido sus modos de vida tradicionales y conservado su cultura más o menos inalterada, circunstancias que precisamente atraen flujos turísticos, en su mayor parte internacionales, interesados en un conocimiento directo de estas comunidades, dando lugar al llamado turismo étnico del que nos ocuparemos más adelante. No obstante, a pesar de que estas tres manifestaciones turísticas parten de unas premisas, en cierto modo similares, es conveniente puntualizar la diferente connotación que acompaña al turismo residencial, en cuanto a que, en teoría, el grado de implicación de la sociedad de acogida es menor que en el turismo rural y étnico que, en este sentido, se considera como una de las opciones que pueden favorecer un desarrollo integral de estas poblaciones. Esto se enmarca en los planteamientos defendidos en diferentes foros internacionales entre los que destacan las aportaciones de la Conferencia de Manila, organizada en 1980 por la Organización Mundial del Turismo, que traduce la preocupación por los efectos negativos asociados al crecimiento incontrolado del turismo y sienta las bases para lograr su desarrollo equilibrado y respetuoso con los valores culturales y ambientales de las zonas de acogida. Con posteriori-
dad estos contenidos han sido abordados por conferencias patrocinadas, entre otros organismos, por la OMT, sobresaliendo las de Acapulco (1982), La Haya (1989) y, más recientemente, Lanzarote (1995) y Manila (1997). A estas recomendaciones se ajustaría la definición de turismo alternativo propuesta por George Cazes, según la cual, el turista no quiere ser considerado como un mero consumidor, destacando entre las motivaciones de su viaje el rechazo de la banalidad, de la masificación y de la pasividad. Por esta razón, busca destinos no explotados por el turismo de masas, ya que este concepto de turismo alternativo descansa sobre una imagen idealizada de sociedades, consideradas como depositarias de una “cultura auténtica” e inalterada, con las que pretenden mantener un contacto más directo a través de formas de acogida integradas en el medio receptor, utilizando principalmente estructuras de alojamiento de pequeño tamaño y gestionadas por la población local, al margen de las grandes cadenas hoteleras. A la vista de estos planteamientos, el turismo rural y, sobre todo, el turismo étnico, se incluyen plenamente dentro del turismo alternativo.
7.1.1. Dificultades en la interpretación de la noción de turismo rural En un sentido amplio, cabría considerar que el turismo rural concierne a distintas formas de turismo en espacio rural, puesto que el turismo rural presenta modalidades y acepciones diversas según los países. Por ello un intento de aproximación atendería al espacio que ocupa y a las actividades económicas que lo caracterizan, al tipo de alojamiento propiamente rural y a las modalidades de recreación que podrían desarrollarse en él e, incluso, a las relaciones que se entablan entre los turistas y la comunidad receptora. Parte de la dificultad de definir el concepto de turismo rural resulta de la propia complejidad de acotar lo que se entiende como espacio rural según el país del que se trate, ya que no existe unanimidad en cuanto a los criterios utilizados para su identificación. Así pues, no existe una definición generalmente aceptada, sino que varía, según el país, en función de características socioeconómicas, demográficas o incluso físicas; con relación a estas últimas es ilustrativo el caso francés, que distingue entre campo (campagne) y montaña (montagne), mientras que en otros países como España se engloban ambas zonas.
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Capítulo 7: Turismo en espacios rurales
Un concepto que pretende ser más objetivo es el que atañe a la población activa agraria, según el cual el mayor porcentaje correspondería al sector primario, ya que en origen lo que singulariza al espacio rural es precisamente su relación con la actividad agraria; ahora bien, en la actualidad hay que tener en cuenta que muchos espacios han sido abandonados ante su escasa rentabilidad económica y, en otros, ésta ha dejado de ser la ocupación primordial de los propietarios de la tierra. En este sentido, dada la evolución y transformación de estos espacios rurales en los países más desarrollados, con un elevado porcentaje de la población concentrada en grandes áreas urbanas, se tiende a considerar el espacio rural como un complemento de éstas, ligado a nuevas funciones como las recreativas y de ocio de proximidad o la protección del paisaje, al tiempo que acogen un creciente número de viviendas principales cuyos ocupantes se desplazan diariamente a sus puestos de trabajo en las ciudades. Uno de los ejemplos más significativos de este proceso, por su temprana aparición y la importancia de su desarrollo, lo encontramos en la campiña inglesa (Hall y Page, 1999). A este respecto, en países altamente urbanizados como Bélgica, Reino Unido, Alemania o Países Bajos la diferenciación entre urbano y rural está basada esencialmente en el uso de la tierra, por lo que las áreas rurales son sinónimo tanto de espacios en los que puede predominar la agricultura como de aquellos destinados a la conservación ambiental, quedando únicamente supeditadas a la existencia o no de funciones propias de las áreas urbanas (Hoggart et al., 1995). En cuanto a las variables demográficas, la más generalmente utilizada es la población total. Existe un gran número de países que emplean este concepto para definir espacio rural, si bien los umbrales establecidos difieren de unos a otros. Para Italia, Suiza y Portugal, son áreas rurales las que tienen menos de 10.000 habitantes, mientras que en Austria se fija en 5.000. En el caso de España y Grecia se concretan como tales las que no superan los 2.000 habitantes, al igual que en Francia, aunque, en este último país, se toma exclusivamente en cuenta el núcleo de población mayor dentro del municipio; sin embargo, en los Países Bajos, Escocia, Canadá, Australia y Nueva Zelanda este límite desciende hasta 1.000; en Dinamarca, Suecia, Islandia y Noruega a 200 habitantes, y en Irlanda se reduce a 100 habitantes. Lógicamente con esta gran variedad de umbrales es imposible llegar a una definición unánime de espacio rural, ya que tales cri-
187
terios son simplemente designaciones oficiales adoptadas de acuerdo a las peculiaridades de cada país. Más allá de estas aproximaciones basadas en parámetros meramente cuantificables que, a pesar de sus pretensiones de objetividad, no pueden reflejar sino la enorme diversidad del medio geográfico, como ya se ha puesto de manifiesto, se interpretan estos espacios de una forma más flexible, pero a la par más generalizable, a través de indicadores tales como la falta de servicios y equipamientos, el grado de accesibilidad a las zonas urbanas y la deficiencia en las comunicaciones, procesos de despoblación o usos del suelo diferentes. En esta línea, rural se puede identificar con actitudes y consideraciones sociales propias, como un elevado conservadurismo, menores niveles de vida y mayor espíritu colectivo (García Ramón et al., 1995). En el marco de la Comunidad Europea, la política “rural” se basa en la diferenciación de zonas rurales con relación a zonas urbanas, sin embargo, la Comunidad ha evitado establecer una definición explícita de lo que son espacios rurales en Europa; en cambio, mantiene que “en la actualidad no hay ni una delimitación geográfica del espacio rural, ni una definición armónica de la población rural en la Comunidad”, (CEC 1990, tomado de Hoggart et al., 1995). Esta declaración del Comité de la CE confirma que todos los criterios y definiciones reseñadas tienen tan sólo un carácter indicativo y carecen de valor comparativo. No obstante, a “efectos prácticos” las zonas rurales en la Unión Europea se caracterizan por una densidad de población inferior a 100 habitantes por km2, que representa sólo el 17% de la población total y ocupan más del 80% del total de su territorio. Una vez expuesta la diversidad de relaciones, funciones y características que definen el espacio rural dependiendo de los países de que se trate, se pone de manifiesto la distinta manera de entender este espacio en cada uno de ellos que, asimismo, se evidencia en las diferentes aproximaciones a la noción de turismo rural. Ahora bien, lo que realmente tendrían en común las variadas formas de practicar turismo rural sería la revalorización de los espacios rurales y su hábitat (Fiquet, 1992). Se suele identificar el turismo rural, que aprovecha la gran potencialidad de recursos naturales y socioculturales del medio rural para su explotación turística, con el contacto con la naturaleza y el descubrimiento y disfrute de las manifestaciones culturales tales como disfrute del paisaje, historia, artesanía, costumbres y gastronomía de las comunidades
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Parte II: Los tipos de turismo
Antes de proseguir con la exposición de otros aspectos relacionados con el turismo rural, conviene subrayar que, con independencia de la profusión de productos turísticos excesivamente específicos ofertados en el espacio rural, el turismo rural debería cumplir en principio unos requisitos mínimos que, en ocasiones, responden a una aspiración más que a una realidad. Entre ellos se encuentran el alojamiento de pequeña dimensión y de densidad relativamente baja, la rehabilitación y el aprovechamiento del patrimonio construido, la comercialización de productos artesanos propios, el contacto directo entre el habitante rural y el turista, la implicación, en la medida de lo posible, de la población local en la gestión, la revalorización del patrimonio cultural y natural, y el carácter integrado, es decir, en armonía con el resto de actividades económicas (cuadro 7.1). Desde estas premisas, un turismo que aprovechara el potencial de desarrollo endógeno, contribuiría a estimular el desarrollo local, el mantenimiento de la
CUADRO 7.1 Características del turismo rural
AL
AL
TU R
MO RU IS AGROTURISMO
7.1.2. Características del turismo rural
IO
R
TUR
E S PA C
UR
IS
O
EN
producido en masa. No obstante, es necesario señalar que los espacios rurales han acogido desde tiempo atrás grupos de población urbana que mantenían lazos familiares y que regresaban estacionalmente durante sus períodos vacacionales (turismo de retorno), a los que se sumaban otros flujos, menos numerosos, asociados principalmente a la práctica de la caza y la pesca.
R
M
receptoras. No obstante, puede presentar variadas modalidades que se distinguen entre sí según el alojamiento utilizado (granja, vivienda rural, albergue, camping, hostal, hotel, etc.) y las actividades realizadas por el turista, dependiendo de cuál sea la motivación principal que le lleva a visitar este espacio (turismo deportivo, cultural, agroturismo, cinegético, de la naturaleza, gastronómico, etc.). Sin embargo, debemos señalar que toda esta gama de atributos o denominaciones aplicadas a la práctica turística en espacio rural ha venido a complicar más, si cabe, la aclaración sobre la precisión del concepto turismo rural (figura 7.1). Esta gama de posibilidades que ofrece el medio rural está íntimamente ligada al hecho de que a éste, cada vez con más frecuencia, se le asignan funciones de ocio en la sociedad contemporánea. Y por diversas circunstancias, exigencias o cambios en la planificación y venta del producto y, sobre todo, por la evolución de la demanda, ha dado lugar a una multiplicidad de ofertas que pretenden encuadrarse en tipos de productos diferentes en los que el turista interviene más activamente, a pesar de que si nos atenemos al medio geográfico, todas ellas se realizan en el espacio rural. Ahora bien, el desarrollo de estas actividades en el medio rural no implica, necesariamente, su consideración como turismo rural, a no ser que se ajuste a las características que lo definen.
FIGURA 7.1. Esquematización de la actividad turística en el espacio rural. Fuente: Elaboración propia.
• • • • •
Esta coyuntura ha propiciado que todas las actividades mencionadas se consideren como nuevas formas de turismo propias de la sociedad postindustrial, por oposición al turismo de masas tradicional, caracterizadas por una producción de tipo fordista, es decir,
• • • •
Revalorización de los recursos del territorio y aprovechamiento equilibrado de los mismos. Implicación de la población local en la gestión del alojamiento y la prestación de servicios. Oferta no concentrada de pequeña escala. Alojamiento de pequeña dimensión y baja densidad, ligado a la tipología de la vivienda tradicional en el medio rural. Rehabilitación y aprovechamiento del patrimonio construido. Comercialización de productos propios. Acercamiento a la naturaleza. Contacto directo entre turista y población rural. Armonía y compatibilidad con otras actividades económicas.
Fuente: Elaboración propia.
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Capítulo 7: Turismo en espacios rurales
población y el sostenimiento de las actividades tradicionales, puesto que los beneficios deben revertir en la comunidad de acogida. De este modo, estos aspectos estarían fundamentados en las teorías del desarrollo local y sostenible (Hunter, 1997), a las que se asocia estrechamente la planificación del turismo rural, una vez comprobados los efectos positivos que la introducción de estas actividades turísticas han supuesto en zonas con una economía predominantemente agraria. Éste es, por ejemplo, el caso de Austria, país en el que tradicionalmente han coexistido, en áreas como el Tirol, agricultura y turismo como actividades económicas complementarias de las rentas de sus habitantes. Entre los principios que sostienen el desarrollo local destaca, sin duda, la revalorización de los recursos del territorio, entendida como el aprovechamiento integral y equilibrado de todos ellos, tanto naturales como humanos, a partir de la diversificación de las actividades económicas; por ello queda implícita la participación activa de la población local en este proceso. No obstante todo lo anterior, hay que tener en cuenta que por el creciente interés que suscita esta actividad y por los mecanismos propios del mercado, es posible encontrar áreas con especiales características (despoblación, escasa iniciativa local, falta de experiencia, etc.) en las que el turismo rural está gestionado por agentes sociales ajenos a las mismas. Al objeto de fundamentar más el concepto de turismo rural podríamos añadir las motivaciones que, en conjunto, animan al turista, entre las cuales se pueden citar la búsqueda de relajación y tranquilidad, la “vuelta a la naturaleza y a las raíces”, el rechazo del turismo de masas, la posibilidad de conseguir alojamiento a bajo precio, la realización de actividades al aire libre, el contacto con la cultura tradicional y el consumo de productos naturales y de artesanía. La creciente utilización turística del medio rural ha sido fomentada, sin duda, por una serie de factores entre los que se hallan el incremento del tiempo de ocio y la progresiva fragmentación del mismo en los países desarrollados, que permite realizar un mayor número de desplazamientos cortos a lo largo del año; la preocupación de la sociedad por el respeto al medio ambiente y la calidad de vida, es decir, una mayor conciencia ambiental; la necesidad de diversificación del producto turístico para adaptarse a las nuevas exigencias de esta demanda y la incidencia de las políticas de desarrollo regional, orde-
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nación del territorio y protección del medio ambiente, como en el caso europeo. Por ello, en el turismo rural se ha registrado un progresivo incremento de la demanda, con un especial predominio en los segmentos concentrados en las segundas vacaciones y los fines de semana. Aunque por el momento no existan estadísticas que permitan cuantificar los ingresos producidos por este tipo de turismo, indudablemente no se puede obviar su importancia ni las favorables repercusiones tanto económicas como sociales y ambientales que de él se derivan. Respecto a estas últimas sobresalen la recuperación del patrimonio, la fijación de la población local y la conservación del paisaje tradicional y de espacios de alto valor ecológico. El turismo rural se ha convertido en un importante factor dinamizador de la generación de empleo, puesto que su máxima ventaja reside en el hecho de que la relación entre la inversión y la creación de cada puesto de trabajo es más baja en este turismo que en otros sectores económicos e, incluso, respecto de otras modalidades turísticas. Se trata, además, de un empleo de carácter más estable del que podemos encontrar, por ejemplo, en las zonas costeras, ya que teóricamente está sometido a una menor estacionalidad y además se puede simultanear con la práctica de las actividades tradicionales. Al mismo tiempo, la utilización turística del medio rural actúa de motor de arrastre de otros sectores y diversifica la economía local, integrándola en el mundo de los servicios y permitiendo una mejora sustancial en su nivel de infraestructuras y equipamientos (redes de comunicación, transportes colectivos, servicios públicos como suministro de energía eléctrica, abastecimiento, saneamiento y depuración de aguas, recogida y tratamiento de residuos sólidos). Pese a haber resaltado los efectos positivos del turismo rural, no conviene olvidar que existen aspectos conflictivos que pueden derivar de una inexistente o incorrecta planificación de la actividad (cuadros 7.2 y 7.3), sobre todo teniendo en cuenta que el marco de referencia son unas áreas rurales caracterizadas por el delicado mantenimiento de unos paisajes de gran valor cultural y por la evidente debilidad de sus estructuras socioeconómicas. El turismo rural se concibe en muchos casos como un medio de complementar rentas tanto familiares como de la comunidad de acogida en general, una forma de diversificar la economía de estas áreas liberándolas de una excesiva especialización y, por tanto, dependencia agraria.
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Parte II: Los tipos de turismo
CUADRO 7.2 Efectos positivos del turismo rural Sociales • • • •
Fijación de la población local en áreas tradicionalmente regresivas. Mejora de los servicios e infraestructuras del espacio rural. Contactos culturales diversos. Afianzamiento de las diferentes manifestaciones de la cultural local. Económicos
• • •
Dinamización de la economía local mediante la revalorización de los recursos del territorio. Diversificación de las rentas en el espacio rural y generación de empleo permanente o estacional. Estimulación de los contactos comerciales. Ambientales
• •
Mantenimiento y/o rehabilitación del patrimonio cultural. Toma de conciencia de la necesidad de conservación del paisaje tradicional y de espacios de alto valor ecológico.
Fuente: Elaboración propia.
CUADRO 7.3 Riesgos asociados a la introducción del turismo rural •
•
•
•
•
Posibles conflictos tales como presión sobre los recursos o competencia de usos derivados de una inexistente o incorrecta planificación. Monoespeciliazación turística, es decir, tendencia a convertir la actividad turística en la base de la economía, sustituyendo a la anterior actividad agraria, en lugar de favorecer su desarrollo junto a otras actividades económicas propias de la zona. Excesiva “masificación” del espacio rural, dada su fragilidad, con el peligro de la desaparición de los valores humanos y naturales que constituyen su verdadera esencia. Posibilidad de que la actividad no permanezca en manos de gestores locales, sino que sean empresas foráneas las que lo controlen, reduciendo, por tanto, los beneficios económicos para la población autóctona. Modificación del modo de vida y sustitución y pérdida de importancia de las manifestaciones culturales.
Fuente: Elaboración propia.
Así pues, el peligro radica en la tentación de caer en el extremo opuesto, es decir, convertir el turismo rural en la actividad casi exclusiva, relegando el resto a un papel secundario. Con dicho “monocultivo” se enca-
denarían una serie de fenómenos que conducirían a la pérdida de la esencia del turismo rural, traducida en una excesiva comercialización, masificación y desaparición de sus valores humanos y ambientales. Un ejemplo ilustrativo de esta situación podría ser un sector de Las Alpujarras granadinas en el que la llegada masiva de turistas desde la costa ha alterado sus características originales, convirtiendo su oferta en una prolongación de la del litoral (venta de productos manufacturados en lugar de los artesanales) (Calatrava, 1992). A todo ello se sumaría un aspecto ya comentado referente a la penetración de empresas foráneas que se instalarían atraídas por la potencialidad de la zona, y de cuya actividad no se derivarían los mismos beneficios para la población autóctona. De todos modos, la presencia de estos agentes es un rasgo común cuando los recursos humanos de la zona carecen de experiencia, de posibilidades de formación o de medios adecuados que permitan una gestión eficaz de la actividad.
7.1.3. Evolución y elementos del turismo rural A partir de la Segunda Guerra Mundial, el progreso industrial y el paralelo engrosamiento de las clases medias a él asociadas, cristaliza en la consolidación de la denominada sociedad de consumo, que cada vez destina un mayor porcentaje de sus ingresos al ocio y, en concreto, a la práctica de actividades turísticas. Dentro de éstas surgen, aunque de manera incipiente, las primeras formas de aprovechamiento turístico en el espacio rural, siendo éste un fenómeno que, lógicamente, adquiere mayor entidad en los países económicamente más desarrollados, en especial en Estados Unidos, el Noroeste de Europa y Australia, para extenderse, posteriormente, por las periferias próximas. No será, de todas maneras, hasta finales de la década de los ochenta cuando se pueda hablar de una cierta generalización de los procesos de desarrollo turístico en el medio rural. En relación con esta evolución, la aparición de la actividad surge, en principio, como una manifestación espontánea, motivada por la oportunidad de conseguir unas rentas adicionales sin menoscabo de la actividad económica principal y sin necesidad de inversiones iniciales importantes. Así pues, esta actividad se extiende por imitación a medida que se comprueba el beneficio económico derivado de esta uti-
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Capítulo 7: Turismo en espacios rurales
lización del medio rural y conforme aumenta el flujo de visitantes. Con el tiempo, en los países donde el turismo rural arraiga con más fuerza desde su comienzo, dado su elevado porcentaje de población urbana, se plantean, ante la falta de efectividad de la distribución directa, fórmulas de asociación y organización dirigidas a homogeneizar la oferta y a conseguir su más óptima comercialización, hasta el punto de alcanzar su integración en redes de amplia implantación espacial, como en el caso de Francia, en el que la Federación Nacional de Gîtes Ruraux (casas rurales) coordina y controla el desarrollo del turismo rural en el país. Por otra parte, la trascendencia económica del turismo rural ha suscitado, más allá del estricto ámbito local, la intervención de agentes privados interesados en cubrir un mayor espectro de la demanda, en especial la que reclama productos de este tipo, así como de las administraciones públicas encargadas de potenciar el crecimiento económico del territorio, lo cual ha favorecido la introducción de esta actividad en otras áreas que carecían de experiencias de esta índole; en ellas, por tanto, el desarrollo de la actividad turística responde a criterios de planificación y gestión del territorio. Frente al turismo de masas clásico, el turismo rural presenta un modelo de desarrollo más laxo, aprovechando la propia dispersión de los asentamientos de población en el medio rural. Por esto mismo, es un tanto arriesgado hablar de formas de desarrollo territorial ya que, en realidad, dependerá del tipo de poblamiento preexistente en la zona, sea disperso o concentrado en función de los condicionantes físicos dominantes. Ahora bien, es posible identificar diversos establecimientos según el hábitat predominante en cada región que, en principio, responden a la tipología tradicional de la vivienda rural de acuerdo con la actividad económica principal de sus ocupantes en el ámbito en el que nos encontremos. Entre las clases de alojamiento más habituales destacan las granjas, los ranchos, las cabañas, las casas de pueblo, los albergues, los molinos, los refugios, las casas señoriales (pazos, quintas, manor houses, etc.), casas de campo (masías, pallozas, barracas), hospederías, fondas, balnearios, etc. A ellas se añadirían el camping, los campamentos, pequeños hoteles y, en algunos casos, los paradores y las villas turísticas, aunque estos últimos escapan a los principios que constituyen la esencia del turismo
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rural. Con relación a los primeros, aunque aprovechan edificios de considerable valor histórico-artístico (conventos, palacios, monasterios, castillos, etc.), fueron concebidos por las administraciones públicas como actuaciones de carácter puntual y oferta de alta calidad. Por lo que respecta a las villas turísticas, normalmente subvencionadas con fondos públicos y gestionadas por los propietarios o comunidades locales, son promociones o conjuntos construidos ex novo que, aunque intentan mantener el estilo arquitectónico popular, conllevan un mayor impacto desde el punto de vista ambiental y un nivel de interrelaciones con la población rural más tenue. Junto a esta numerosa oferta de establecimientos, se observa, asimismo, una amplia gama de fórmulas de alojamiento. Entre ellas destacan como más usuales el alquiler de habitaciones en casas particulares según el modelo de bed and breakfast generalizado en los países anglosajones y muy difundido en el norte de Europa; la posibilidad de compartir la vivienda con sus ocupantes en el sentido de disfrutar de una convivencia más estrecha que incluye la observación y/o la participación del turista en tareas cotidianas (acercamiento a la cocina tradicional), agrícolas (recolección de cosechas, alimento y cuidado del ganado) y artesanales; alquiler de casas completas; estancia en albergues que ofrecen precios más baratos con dormitorios, acampada en terrenos de granjas que pueden incluir el uso de parte de la casa, etc. Como se desprende de lo mencionado hasta ahora, el alojamiento constituye un componente esencial del producto turismo rural que resulta determinante tanto a la hora de decidirse por practicar este tipo de turismo, como en la elección de las actividades que se quieran llevar a cabo. Así, cuando el turista desee participar activamente en la vida rural optará, con mucha probabilidad, por la estancia en una granja o establecimiento similar, modalidad que se conoce como agroturismo, muy extendida en ciertos países como Italia y Austria. Si, en cambio, su aliciente es recorrer algún itinerario de especial interés (religioso, cultural, gastronómico, etc.), en este caso se alojará en albergues o gîtes d’etape, distribuidos a lo largo de la ruta para cubrir las diferentes etapas del camino. En los últimos años, a la par de los cambios experimentados en la demanda, a la clásica oferta basada casi exclusivamente en el alojamiento se le han añadido una serie de actividades que han enriquecido el producto, tales como paseos en bicicleta, senderismo,
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Parte II: Los tipos de turismo
paseos a caballo, pesca, vela, golf, etc. En suma, un número variopinto de prácticas que, en algún caso, inducen a confundir el turismo rural con la actividad que se practica e, incluso, con otros tipos de turismo más específicos (turismo de aventura, deportivo, de la naturaleza), consecuencia de la excesiva segmentación que se hace del mercado.
7.1.4. Turismo rural en los países desarrollados La mayor parte del turismo rural se centra en los países de Europa Occidental, Norte de América, Australia y Nueva Zelanda que, lógicamente, son los que presentan un desarrollo económico más elevado y grandes aglomeraciones urbanas, y donde, en consecuencia, el turismo en áreas rurales goza de mayor tradición a tenor de una demanda más numerosa dirigida hacia estos espacios. Este fenómeno se ha visto reforzado conforme ha aumentado el tiempo de vacaciones y, sobre todo, la tendencia a distribuir en períodos más cortos a lo largo del año su disfrute, así como al incremento del parque automovilístico, al deseo de escapar de la congestión de las grandes urbes o a la búsqueda de ofertas turísticas que garanticen un contacto más directo con la naturaleza. En este sentido, es reseñable que se trata de turismo predominantemente doméstico, ya que, por una parte, el espacio rural ha sido el medio receptor tradicional de la actividad recreativa y de ocio de los habitantes de estos países, a veces favorecido por el menor peso de otros tipos de turismo y por lazos familiares que propician los flujos de retorno y, por otra, por el propio condicionamiento que impone el factor tiempo disponible con relación al desplazamiento, a lo que se añade un menor gasto económico por el, en principio, más bajo nivel de vida de las áreas rurales. Sin embargo, no todos los espacios rurales reúnen condiciones suficientes para acoger este tipo de turismo, porque a veces no basta con disponer de un entorno de calidad ambiental y ofertar la propia ruralidad, sino que también, cada vez más, se impone la necesidad de aprovechar factores externos que actúen como focos de atracción para el turista, (es decir, ferias, fiestas, patrimonio histórico-cultural, áreas de interés natural como parques naturales, etc.), incluso de poner a disposición del turista la posibilidad de disfrutar de actividades complementarias como puedan ser montar a caballo, pasear en bicicleta, pescar, practicar
deportes náuticos, etc. Un ejemplo es el del lago Lomond en Escocia que, a pesar de los valores paisajísticos que han justificado su declaración como parque regional y disponer de buenos accesos y proximidad a las áreas urbanas, apenas recibe visitantes, ya que carece de otros elementos de atracción (Robinson, 1992). Tanto la delimitación espacial de las áreas que acogen turismo rural, como la cuantificación de la oferta y la demanda entrañan gran complejidad en relación con la cosustancial dispersión de los establecimientos turísticos, debido a la posible ausencia de regulación normativa y a la falta de un control exhaustivo de los mismos, ya que muchos de ellos no se inscriben en los registros oficiales para escapar de una mayor carga fiscal. El turismo rural ha experimentado un importante relanzamiento en las últimas décadas, extendiéndose por otras áreas y otros países, fenómeno impulsado por la demanda creciente de productos alternativos y la continua pérdida de beneficios de la actividad agraria y, por lo tanto, la aparición de políticas dirigidas a favorecer el desarrollo económico de estas zonas a través de la complementariedad de rentas con la introducción de la actividad turística. Dentro de este ámbito, el turismo rural en origen se asocia a la existencia de grandes aglomeraciones urbanas del Noroeste europeo –comprendidas entre Londres, París, Ransdtat holandés y el oeste alemán– y los Grandes Lagos y la costa atlántica de Estados Unidos. A) Europa Este tipo de turismo se manifiesta preferentemente en los países de Europa Occidental, mientras que en Europa Oriental se encuentra en un estadio menos consolidado, ya que hasta principios de los años noventa, de acuerdo con la economía socialista imperante, la actividad turística era planificada por el Estado, poniendo trabas a la llegada de turistas internacionales y reduciendo los flujos domésticos principalmente al turismo social, desarrollado en algunos enclaves por los propios organismos públicos. Poco a poco estos países se van integrando en el mercado turístico mundial y lógicamente se abren posibilidades para el turismo rural, como en Eslovaquia o en el caso de Rumanía, donde el Estado ha aprobado una ley de turismo rural en 1999,
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Capítulo 7: Turismo en espacios rurales
con el propósito de afianzar esta actividad en las zonas montañosas del país, en las costas del Mar Negro y en el Delta del Danubio, en el que, en torno a una Reserva de la Biosfera, el Estado ha puesto en marcha un proyecto de desarrollo turístico basado en la oferta de alojamiento rural en casas particulares de la zona (Hall, 1992). Algo similar sucede en las cercanías del lago Balatón en Hungría, donde la oferta de alojamiento en casas de particulares y en campings es la más numerosa y se complementa con actividades tales como deportes náuticos, montar a caballo y participar en las manifestaciones populares de la cultura magiar o en actividades tradicionales como la vendimia. Dado su mayor protagonismo nos ceñiremos en adelante a los países de la Unión Europea (aunque esta actividad sea también importante en otros países europeos no incluidos en la Unión como Islandia, Noruega o Suiza), en los que desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el turismo rural no ha cesado de crecer, remontándose sus primeras fórmulas de organización a esa fecha, sobre todo en aquellos países donde la actividad presenta un carácter pionero. La mejora de las comunicaciones y el retorno de las poblaciones urbanas al medio rural para disfrutar de vacaciones familiares y, además, asequibles, favorecieron el surgimiento espontáneo de las primeras manifestaciones turísticas en el campo, en países como Austria (Voralberg, Tirol y Salzburgo), Alemania, Reino Unido y Francia, en los que la ligazón entre el mundo rural y esta actividad turística ha gozado de gran tradición, asegurando la supervivencia de muchas explotaciones agrarias. En Francia, en 1948 se inauguró la primera cadena de pequeña hostelería rural (Logis de France) de iniciativa privada con la colaboración de la administración pública y, asimismo, aparecen en la región alpina y las Ardenas las primeras Gîtes Ruraux de France, creándose en 1955 la Fédération Nationale de Gîtes Ruraux de France que más tarde se generalizaría al conjunto del territorio francés. Otros países en los que existe una tradición de turismo en el campo son la República de Irlanda, donde en 1964 se funda la Irish Farm Holidays Association, o Italia con la formación de la Asociación Nacional Agriturist en 1965 y, años más tarde, de las llamadas Terranostra y Turismo Verde que difunden la actividad sobre todo en las regiones del Trentino-Alto Adigio, Toscana y Umbría. En 1965 la Sociedad Alemana de Agricultura tomó la iniciativa para estructurar la actividad turística en el medio
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rural que ya estaba bastante arraigada en Baviera, Schleswing-Holstein, Hessen y Baja Sajonia. A lo largo de los años ochenta asistimos a un afianzamiento del turismo rural que alcanza un elevado grado de madurez en cuanto a sus redes de organización y comercialización en estos últimos países, así por ejemplo en Francia, donde el turismo rural está profundamente arraigado, la demanda de turismo en espacio rural se estimó en siete millones de personas en 1990 (European Travel Monitor). Al tiempo se potencia este turismo en otros países que ya contaban con una incipiente actividad pero menos estructurada, a través de la aplicación de las políticas de desarrollo regional auspiciadas por la Unión Europea, como sucede en Grecia, Portugal y España. Su importancia queda evidenciada por el hecho de que en 1992 un 25% de los europeos pasaran sus vacaciones en el campo. Para conocer cómo se plantea esta actividad turística en cada uno de estos países es inevitable analizar tanto su oferta de alojamiento como su oferta complementaria, aunque esta última no se encuentra demasiado extendida ni bien organizada, excepto en el caso irlandés, que dispone de una oferta de productos turísticos más completa, o en el francés, donde destacan las Fermes Auberges, explotaciones agrícolas que funcionan como restaurantes de cocina tradicional elaborada con productos de la propia granja y que no pueden superar las sesenta plazas. En cuanto a la oferta de alojamiento, la cual por su propia diversidad refleja la heterogeneidad subyacente a la noción de turismo rural, sobresale la gran variedad de fórmulas, tanto dentro de cada país como de un país a otro, debido a los diferentes hábitat rurales, a los objetivos trazados en las políticas de desarrollo rural, y a la ausencia, en algunos casos, de unas directrices que regulen la actividad y se encarguen de fijar criterios de clasificación de los distintos tipos de establecimientos. Toda la extensa gama de alojamientos podría agruparse en cinco tipos: hotelería rural, alojamiento en casas rurales, alojamiento en granjas, pueblos o villas de vacaciones y campings. De estas categorías, los alojamientos en casas rurales y en granjas serían los más genuinos, en el sentido de que están más ligados a la vida rural, mientras que el resto, como tales formas de alojamiento, se pueden encontrar en otros espacios turísticos. Dentro de estas últimas, la hotelería rural está muy extendida en todos los países de la Unión Europea, y
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Parte II: Los tipos de turismo
casi siempre se refiere a pequeños hoteles, posadas y pensiones de gestión familiar situados en un entorno rural atractivo. El modelo que sirve de referencia por su concepción y por ser uno de los pioneros es el de los Logis de France, cadena fundada en 1948 y que, a mediados de los años noventa, agrupaba 160.000 plazas en 5.000 hoteles y más de 500 albergues localizados generalmente en poblaciones con menos de 5.000 habitantes. Al igual que en este país, encontramos también pequeños hoteles en el resto, pero con características peculiares, como en Reino Unido y en la República de Irlanda, país este último donde la hotelería, entre la que sobresalen las Villages Inns Hotels y las más numerosas Guest Houses, supone el 80% del total de la oferta de alojamiento. En Alemania se encuentran hoteles típicos en el campo, de gestión familiar, que ofrecen un grado de confort medio-alto y están en su mayor parte agrupados en la cadena Land Flair. En Bélgica, más del 50% de los hoteles se localizan en el medio rural y en Dinamarca están extendidos los albergues y pensiones familiares, con un mínimo de diez habitaciones (Danish Inn Holidays). Junto a esta hotelería familiar aparecen establecimientos de alta calidad como los Relais et Châteaux en Francia y otros similares en Suiza y Alemania; las Health Farm en Gran Bretaña; las Manor Houses Hotels en la República de Irlanda, castillos, viejas mansiones o residencias de campo con parques, jardines y campos de golf, que ofrecen cocina tradicional; y las Pousadas portuguesas y los Paradores españoles, situados en edificios de alto valor patrimonial, que se deben a la iniciativa del Estado y son administradas bien por empresas públicas o por concesionarios privados. Respecto a las villas o centros de vacaciones, es también el caso francés el que se ha tomado de referencia en el conjunto de países europeos, aunque se trata de un fenómeno reciente que todavía cuenta con escasa representación. Este tipo de actuaciones se relaciona, en principio, con el turismo de carácter social y se localizan, generalmente, en zonas deprimidas, a las que se pretende dotar de infraestructura turística, con la finalidad de servir de motor en el desarrollo de la región, insertándose en una estrategia global de ordenación. Estos proyectos suelen estar financiados con fondos públicos y, en algunos casos, las comunidades locales participan activamente en su gestión. En Francia su origen se remonta a 1959 con la creación de las Gîtes Familiaux, en los Pueblos de Vacaciones Familiares, en las que se implicaron directa-
mente las comunidades locales. Debían estar integradas en el patrimonio construido, su capacidad oscila entre 200 y 500 camas y ofrecen actividades diversas de ocio. En Alemania existen asimismo villas de vacaciones que han experimentado un aumento considerable de la demanda, contabilizándose a finales de los años ochenta alrededor de un centenar financiadas con fondos públicos, regionales o federales y situadas en zonas rurales con problemas de desarrollo. En los últimos años se han creado en España varias villas turísticas en Andalucía como las de Bubión, Cazalla de la Sierra, Grazalema, Fuenteheridos o Priego de Córdoba, dentro del Programa de Desarrollo Integrado de Turismo Rural (PRODINTUR), en el marco del Plan de Desarrollo Integral del Turismo (Plan DIA), con el objeto de dinamizar áreas del interior. El camping es una forma de alojamiento muy extendida en algunos países (Francia, Dinamarca y Países Bajos), mientras en otros como la República de Irlanda, Grecia, Portugal y Reino Unido está escasamente representado. En esta modalidad se incluyen las acampadas en granja o explotación agrícola, limitándose, en este caso, la capacidad de acogida –en Francia no puede superar seis tiendas o veinte campistas–, o bien, la acampada en lugares acondicionados y regulados al efecto que cuentan con servicios sanitarios mínimos. En los Países Bajos es la forma de alojamiento más organizada y es objeto de un estricto control por parte de la Administración. De su oferta total, más del 50% son campings en granjas, sobre todo localizados en el oeste y sur del país, con una capacidad limitada en principio a cinco emplazamientos, para más tarde ampliarse a diez. A finales de los años ochenta se contabilizaban 1.100 granjas en las que era posible la acampada. Más comprometidos con la vida rural son los alojamientos en casas rurales (completas o por habitaciones) y en granjas. Es, sobre todo la primera, la forma de alojamiento preferentemente utilizada en el espacio rural. El alquiler de habitaciones o de casas particulares goza de tradición en Francia, donde en 1955 se fundó la cadena de Gîtes Ruraux para englobar el alojamiento en casas de pueblo, contabilizándose más de 35.805 gîtes en 1994. El éxito de esta fórmula hizo que también se sumaran, posteriormente, las denominadas gîtes d’étape, concebidas especialmente para la acogida de excursionistas y alquiladas por noche. No obstante, el nombre que se ha hecho
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Capítulo 7: Turismo en espacios rurales
más popular para este tipo de alojamiento es el de Bed & Breakfast, fórmula acuñada en los países de habla inglesa, aunque no son específicas de los espacios rurales, extendiéndose también por zonas costeras y áreas urbanas. Esta modalidad ha desbordado el marco de los países anglosajones y se introduce con éxito en otros como Dinamarca y Alemania (Zimmer Frei) y supone el alquiler de una habitación por noches y con servicio de desayuno a cargo del propietario del inmueble. Esta oferta en Austria contribuyó a la expansión del turismo en las zonas más aisladas y supuso una importante reserva de alojamiento para acoger a los turistas en la temporada alta. En este país, a pesar de que el sector se vio afectado por una fuerte crisis a finales de los años setenta, actualmente acaparan el 25% del total de la oferta de alojamiento (Zimmermann, 1995). En la República de Irlanda esta tipología comprende las Country Houses, casas de campo sin terrenos aledaños e incorporadas en la Irish Country Houses Association o en la Friendly Homes of Ireland. Así pues, el sector de B&B (Bed and Breakfast) es uno de los más numerosos en cuanto a oferta, ya que hasta 1991 el Board Fáilte había concedido 3.200 permisos de apertura, lo que representaba un aumento de un 40% desde 1985, casi todos ellos en los condados del oeste, desde Kerry hasta Donegal (Breathnach et al., 1994). En Portugal esta fórmula se denomina turismo d’habitaçâo, y comienza a organizarse en 1979 a iniciativa de la Secretaría de Estado de Turismo que consideraba conveniente diversificar la oferta, al tiempo que salvaguardar de la degradación el patrimonio arquitectónico del país. Comporta habitación y, a veces, comida y está principalmente representado en el norte del país (figura 7.2). La reglamentación permite un máximo de diez habitaciones para alquilar por casa y la oferta llegaba a 150 unidades a mediados de los años ochenta. En 1967 comenzó en España el proyecto Casas de Labranza a través del cual se concedían subvenciones a los particulares para rehabilitar y acondicionar sus casas con objeto de alquilar habitaciones a turistas. Si bien en 1979 se censaban 9.250 casas, el programa no tuvo el éxito esperado, ya que muchos de los beneficiarios no cumplían las obligaciones derivadas de la concesión de la subvención al no incluir en el mercado sus viviendas, por lo que el programa fue interrumpido. Por último, el alojamiento en granjas implica, normalmente, una mayor relación entre el turista y el agricultor propietario, que se traduce en compartir la comi-
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FIGURA 7.2. Distribución de los diferentes tipos de alojamiento de turismo rural en Portugal. Fuente: Cavaco (1995).
da con la familia y en participar en algunas tareas de la granja, por lo que se ha definido como agroturismo. Se entiende, por tanto, que la agricultura debe ser la actividad económica principal, contribuyendo el turismo a complementar las rentas procedentes de la explotación agraria. No obstante, la continuada pérdida de competitividad de la agricultura tradicional y el éxi-
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Parte II: Los tipos de turismo
to de la actividad turística, precisamente introducida para contribuir al mantenimiento de la misma, ha derivado en un proceso de sustitución de una actividad por otra, alterándose en algunas zonas la idea original hasta convertirse, en ocasiones, el agricultor en un “jardinero de la naturaleza”. Una evolución de similares características se observa en el agroturismo en Austria, país en el que esta actividad se desarrolla muy tempranamente y se halla mejor organizada. En 1988 ofrecía 100.000 habitaciones en 14.000 explotaciones repartidas por todo el país, con un límite de diez habitaciones por hacienda y en 1992 el 10% de los agricultores austríacos ofertaban alojamientos turísticos. En Alemania, el fenómeno goza de una larga tradición, con la edición en 1966 de la primera guía que ofrecía alojamiento turístico en 315 granjas. Posteriormente, en 1986 y, gestionadas por AGRARTUR, se alcanzan las 20.000 granjas consideradas como una alternativa de estancias baratas y con un nivel de confort elemental. En Reino Unido también existe una dilatada tradición de recreación y turismo en el espacio rural. Durante mucho tiempo se utilizaron las granjas como alojamiento para realizar actividades que tenían como marco el medio rural, tales como la caza, la pesca y los paseos campestres. Siguiendo el mismo proceso, se introdujeron actuaciones turísticas para mejorar las rentas y esta fórmula alcanza verdadero éxito cuando se generaliza la posibilidad de disfrutar de varios períodos cortos vacacionales a largo del año. A propósito de estas circunstancias se produjo una popularización del alojamiento en granjas porque permitía vacaciones baratas y en contacto con la naturaleza. Este desarrollo se centró, sobre todo, en la zona de los Midlands y en el suroeste (en Devon y Conrnwall el 25% de los agricultores ofrecen alojamiento en sus granjas y un tercio de sus ingresos proceden de esta fuente) y están organizadas a través de la Farm Holidays Bureau que se encargaría de procurar la cualificación de esta oferta con la inclusión de atracciones complementarias como, por ejemplo, la Farm Open Days, promocionada por la Country Comission, y que consiste en practicar actividades típicas del campo, o también el Pick-your-Own, día en el que las familias pueden participar en la recolección de frutos. En 1990 el 20% de las granjas del país tenía algún tipo de relación con la oferta de agroturismo. El agroturismo en la República de Irlanda nace en 1963 impulsado por el Board Fáilte con el objeto de aumentar la insuficiente oferta de alojamiento para
satisfacer la demanda, a la vez que mejorar las rentas agrícolas. Esta actuación tuvo gran éxito y fue continuada con la creación de la Irish Farm Holiday Association que también promueve esta actividad en el oeste del país. A finales de los años ochenta, no obstante, sólo el 2% de las granjas censadas proponían alojamiento turístico, lo que suponía una capacidad total de 2.200 habitaciones. Al igual que en Austria, el agroturismo italiano está bastante estructurado y es la forma más generalizada de turismo en el medio rural. Las primeras manifestaciones surgen con la creación de AGRITURIST en 1965, pero es a mediados de los años setenta cuando esta actividad alcanza su verdadero desarrollo, apareciendo otras organizaciones que se agrupan finalmente en el consorcio denominado ANAGRITUR, bajo el cual se englobarían en 1990 aproximadamente 6.800 haciendas turísticas que ofrecían 90.000 camas. El caso italiano responde a la definición más estricta de agroturismo ya que se considera únicamente como tal cuando el mayor porcentaje de rentas de los agricultores procede de las actividades agrícolas. En Grecia, que cuenta con un alto porcentaje de población activa agraria en relación a la media europea, sólo el 1% de las explotaciones están vinculadas con el turismo y, por lo tanto, es una actividad marginal y nueva para la que se espera un desarrollo futuro más importante. Aunque existen otras fórmulas de alojamiento, las más originales en cuanto a organización y gestión son las cooperativas femeninas de agroturismo, nacidas a iniciativa de la Secretaría General del Consejo para la Igualdad de los Sexos, que pretende regularizar la acogida turística practicada en las islas, al mismo tiempo que implicar a las mujeres en su gestión y contribuir al aumento de sus ingresos. La primera experiencia se llevó a cabo en Petra, en el norte de la isla de Lesbos, basada en la oferta de autenticidad con la venta de productos elaborados en la zona. A ésta le siguieron otras en Chios, Ambelaika o Arachova, en las que cada mujer podía administrar un máximo de cuatro habitaciones. La oferta en 1988 sumaba 250 habitaciones y 500 camas. • Iniciativas de ordenación y creación de oferta de turismo rural Los países comunitarios se han beneficiado de las diferentes medidas de apoyo económico a inversiones en turismo rural y a su potenciación empren-
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Capítulo 7: Turismo en espacios rurales
didas por la Unión Europea, tanto en el marco de la política agraria como de la política regional. En este sentido, la Unión Europea ha incidido indirectamente en la introducción del turismo rural, primero en las zonas desfavorecidas de montaña y, más tarde, cuando se produce la reforma de la Política Agraria Comunitaria, contemplando el turismo como una vía alternativa para el desarrollo de las regiones agrícolas deprimidas. Así, el Reglamento Comunitario n.º 797/85, del Consejo, relativo a la mejora de la eficacia de las estructuras agrarias, modificado por el Reglamento n.º 3808/89, prevé un régimen de ayudas a inversiones en proyectos turísticos complementarios a la agricultura. La línea abierta con este reglamento se completó con el Reglamento n.º 2318/91 que fomenta la diversificación de actividades en el medio rural incluyendo actividades turísticas, cinegéticas y artesanales como medio para mantener a la población en los núcleos rurales en declive. Este propósito ha ido cobrando cada vez más fuerza, conforme se tomaba en consideración la necesidad de alcanzar un desarrollo regional equilibrado, apoyado en la reforma de los fondos estructurales que tiene como meta una mejor coordinación de las ayudas procedentes de cada uno de los organismos financieros comunitarios. A partir de entonces, cada país debe presentar sus respectivos planes de desarrollo regional como punto de partida para el establecimiento de los correspondientes Marcos Comunitarios de Apoyo, en los que se definen los ejes de actuación susceptibles de obtener cofinanciación comunitaria y entre los cuales destaca el turismo para las regiones de objetivo 1 (regiones de menor nivel de renta), 5b (regiones rurales con problemas) y objetivo 6 (regiones con población extremadamente dispersa). Así, por ejemplo, entre 1989 y 1993, se destinaron en el conjunto de Reino Unido, Alemania, Francia y España, 163 millones de Ecus al turismo rural para las regiones de objetivo 1, y 287 millones para las de objetivo 5b. A esta intervención de los fondos estructurales se añade, como complemento de los Programas Operativos, la iniciativa comunitaria de desarrollo local, llamada LEADER (Relaciones entre acciones de desarrollo de la economía rural), en la que se concede al turismo un importante papel como vía de diversificación económica del campo. Queda confirmado el valor del turismo como factor de desarrollo económico a través de este programa LEADER (1991-1994), que partió con un presu-
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puesto de 400 millones de Ecus, correspondiendo su financiación a los tres fondos estructurales (FEOGA Orientación, FEDER y FSE), y a través del cual se constituyeron 217 grupos de acción local, siendo el turismo la actividad principal en 71 de ellos (figura 7.3). Tras el éxito del LEADER I la Comisión Europea ha puesto en marcha el LEADER II (1994-1999) con una dotación de origen comunitario de 1.755 millones de Ecus e, incluso, ya se está perfilando una nueva fase de este programa para llevar a cabo entre los años 2000 y 2006. Desde otro plano, la Unión Europea ha ido poniendo el acento sobre el turismo rural y así la Comisión presentó el documento COM(90) 438 final “Medidas Comunitarias para el Fomento del Turismo Rural” con el propósito de evaluar las medidas destinadas a promocionar el turismo en el medio rural (ayudas a inversiones para la creación de equipamiento turístico derivadas de la aplicación de los Marcos Comunitarios de Apoyo, medidas horizontales contenidas en la regulación de la intervención de los Fondos Estructurales y las contempladas en las Iniciativas Comunitarias, entre las que destaca, además de LEADER, INTERREG, específica para fomentar la cooperación entre regiones fronterizas comunitarias con problemas de desarrollo económico) y de contribuir a una mejor definición de la oferta y comercialización del producto. Para la materialización de estos últimos objetivos, la Comisión estableció un aporte financiero de 5,8 millones de Ecus entre 1991 y 1994. En esta línea una propuesta que cabe señalar por su singularidad es el Programa de Turismo Rural y Desarrollo Insular, patrocinado por la Unión Europea y consistente en asociar turismo rural e insularidad y promover el intercambio de experiencias de turismo rural entre varias islas. Entre las islas que participan en este programa se encuentran La Palma, Cefalonia, Madeira y Cerdeña. La distinta forma de entender el turismo rural en cada uno de estos países se advierte en las respectivas políticas turísticas y en las reglamentaciones e instrumentos que de ellas se derivan. No obstante, lo más frecuente es que la actividad turística surja espontáneamente y a posteriori se articulen las directrices para su ordenación, mientras que en otros casos ha sido la voluntad política la que precede a la aparición de la actividad, tal como sucede en la República de Irlanda, Portugal, Grecia y España o, también, en Italia, aunque en este país las primeras manifestaciones
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Parte II: Los tipos de turismo
FIGURA 7.3. Proporción de la inversión en turismo rural dentro del programa LEADER I de la Unión Europea. Fuente: Cavaco (1995).
de esta actividad turística son más tempranas. En el Reino Unido el tema se aborda desde una perspectiva bastante amplia que hace referencia a la recreación y ocio en el campo, abarcando no sólo las estancias estrictamente turísticas sino también las excursiones o las actividades al aire libre ligadas a la práctica deportiva, ya que nace como respuesta a las necesidades de ocio de la población urbana. Dentro de los organismos públicos con competencias en materia turística se incluyen las tres Comi-
siones para el Campo (Countryside Commissions) de Inglaterra, Escocia y Gales, encargadas de organizar y potenciar la recreación en el campo, y en las que recae, igualmente, la responsabilidad de los Parques Nacionales. A éstas se añaden, desde mediados de los años sesenta, las organizaciones nacionales para el desarrollo económico que han centrado sus esfuerzos en promover el turismo en el espacio rural en regiones como los Highlands and Islands del norte de Escocia, Gales central y Norte de los montes Peninos.
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Capítulo 7: Turismo en espacios rurales
Los espacios rurales desde el punto de vista de la recreación han sido ordenados en distintas categorías para regular el acceso a los mismos. Entre ellos, destacan los Parques Nacionales que cubren el 9% de la superficie de Inglaterra y Gales; Regiones de Gran Belleza; Costas de Destacada Belleza; Derechos de Paso Nacionales y Parques Rurales, en concreto unos 233 parques, algunos de ellos incluidos en tierras abandonadas y diseñados para el disfrute de la población urbana. A pesar de la intervención de estos organismos, la reglamentación del turismo rural es reducida, ya que la actividad surgió de manera espontánea. De todas formas, debido a los problemas del medio rural, el Ministerio de Agricultura británico ha seguido una política de sensibilización de la población para que diversifique sus actividades, siendo el turismo rural una de las posibilidades a tener en cuenta. De acuerdo con este propósito se concibió el Programa de Ayudas a la Diversificación Agrícola, incluido en la denominada iniciativa ALURE de promoción del turismo rural en el Reino Unido. Los Países Bajos y Alemania, como el anterior, no han contado con una política específica de turismo rural. En Alemania no existe regulación para el control de los alojamientos rurales si no superan las siete camas y, sólo recientemente, el Estado ha asumido la comercialización de los productos de turismo rural debido al pequeño tamaño y dispersión de las empresas. Dentro de los países en los que el Estado ha tenido un protagonismo indudable en el desarrollo y regulación del turismo rural, Francia vuelve a ser el ejemplo más ilustrativo. En este sentido, ya en 1955 el Ministerio de Agricultura francés concedía subvenciones a los agricultores para construir y acondicionar alojamientos en sus explotaciones con el fin de ofrecerlas en alquiler a los ciudadanos durante las vacaciones. Desde 1966, el Servicio de Estudios de Ordenación Turística del Espacio Rural (SEATER), organismo interministerial (con representantes de Agricultura y Turismo) ejerce las funciones de promoción, asesoramiento técnico y organización de la oferta. La actividad turística rural ha sido objeto de la puesta en marcha de varios planes nacionales, a través de los cuales, ante todo, se ha homogeneizado la oferta, agrupándola bajo fórmulas o etiquetas concretas para su mejor comercialización. En la República de Irlanda, el desarrollo del turismo rural se relaciona con el apoyo y fomento presta-
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do por las instancias oficiales a nuevas formas de acogida en casas rurales para paliar el déficit en la oferta de alojamiento del país. El principal organismo encargado de la promoción y ordenación del turismo rural en la República de Irlanda es el Irish Tourist Board, aunque el cuidado por conservar y valorizar el espacio rural está muy arraigado en la cultura irlandesa. Si bien ha sido la zona oriental la que tradicionalmente ha tenido mayor peso en la oferta de turismo rural, la administración pública ha procurado la expansión de esta actividad en la zona occidental del país (que desde siempre se ha enfrentado con una baja productividad agraria por la estructura de la propiedad y las condiciones físicas del medio) con la creación de campos de golf, parques de atracciones, cría de ciervos, cotos de pesca y caza, etc. Con este fin, el Departamento de Agricultura y Alimentación ha otorgado subvenciones a esta región desde 1989, pero ha sido la iniciativa comunitaria LEADER la que ha proporcionado un verdadero impulso a la actividad. Esta iniciativa englobaba dieciséis grupos de acción local con una inversión total estimada de treinta y ocho millones de libras irlandesas –de las cuales veinticuatro millones provenían de la subvención comunitaria–, destinada en casi un 50% a proyectos de turismo rural (Keane, 1993). Siguiendo el modelo de organización del turismo rural francés, la región belga de Valonia ha desarrollado el turismo rural como actividad alternativa con el propósito de paliar los efectos de la crisis minera de las zonas hulleras. Estos objetivos son materializados a través de la Oficina de Promoción Turística orientada, sobre todo, a la promoción de la pequeña hotelería representando a todo el conjunto de pequeñas empresas existentes. Asimismo, esta zona alberga un número considerable de villas turísticas, cuya capacidad receptiva total supera, incluso, el volumen de habitantes permanentes en los pequeños núcleos de población, creando ciertos desequilibrios ambientales. En Portugal, la difusión del turismo rural ha sido el resultado de una voluntad política traducida en la concesión de subvenciones. La Secretaría de Estado para el Turismo dispone de fondos económicos que distribuye a particulares y comunidades según el reconocimiento de la utilidad turística de la actividad, pudiéndose beneficiar regiones enteras. Italia dispone de una ley marco de 1985 que regula la actividad agroturística, definida exclusivamente como la recepción y hospitalidad ejercida por los
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Parte II: Los tipos de turismo
agricultores, a través de la utilización de la propia hacienda y en relación con la complementariedad respecto a la actividad agrícola, ganadera o silvícola que deben, de cualquier forma, permanecer como las principales. A esta ley marco, sin embargo, le precedieron unas leyes sectoriales dirigidas también a la regulación de esta actividad como forma de conservar el patrimonio natural y cultural. La primera, en 1973, para Trento y Bolzano, supuso un verdadero e inmediato incentivo para el turismo rural en estas provincias y, más tarde, entre 1975 y 1980, le siguieron las del Véneto, Campania y Lombardía. En España, la administración pública, a través del Servicio de Extensión Agraria y la Subsecretaría de Turismo, inició el Programa de Casas de Labranza en 1967, encaminado a fomentar la oferta de alojamiento rural, pero con el tiempo, esta experiencia se convirtió en una simple habilitación de viviendas para el alquiler en temporada de verano. Así, aunque la guía que se editaba llegó a contar con más de 9.000 casas en 1977, el programa fue decayendo hasta su desaparición en 1986, año en que dejó de editarse dicha guía. Con unos planteamientos diferentes, la Secretaría General de Turismo emprendió actuaciones tendentes a la promoción y comercialización del turismo rural, otorgando subvenciones a fondo perdido a cooperativas, asociaciones y sociedades que presentaran proyectos integrados con un mínimo de oferta de alojamiento, así como de actividades complementarias, primando también los programas de animación turística y de comercialización. En 1984 se concedieron 52,2 millones de pesetas repartidos entre el Centro de Iniciativas de la Sierra de Gúdar y del Bajo Maestrazgo Aragonés; Veratur S.A. en la comarca de La Vera (Cáceres), y la Sociedad de Desarrollo Integral Taramundi en Asturias. Estas operaciones puntuales que nacen con un carácter experimental han logrado la participación de la población local y servido de referencia a otras iniciativas similares. A principios de los noventa, la normativa en materia de crédito turístico se modificó y las competencias con incidencia en el turismo rural se dispersaron entre distintos ministerios, dejando así de lado la posibilidad de que un solo organismo centralizara todos los aspectos relacionados con el turismo rural, siendo asumido en este momento el papel de incentivador del turismo rural por las Comunidades Autónomas. No obstante, la administración central y, concretamente, la Secretaría General de
Turismo a través del Plan Marco de Competitividad del Turismo Español, considera el turismo rural como posible instrumento para la diversificación de la oferta turística española y la descongestión de las zonas costeras. En los últimos años, las Comunidades Autónomas se han interesado, en mayor o menor medida, por la actividad turística en el espacio rural, en algunos casos, para cubrir la creciente demanda de este tipo de productos, crear un mercado turístico fundamentado en la puesta en valor de zonas con alto potencial para su desarrollo o bien complementar la oferta de sol y playa. En 1993, diez comunidades autónomas disponían de legislación sobre alojamientos rurales mientras que en 1996 su número había ascendido a quince. Sin embargo, como cada Comunidad Autónoma establece su propia nomenclatura de acuerdo con las características específicas de su medio rural, resulta difícil identificar productos similares bajo una misma denominación que facilite su comercialización dentro y fuera del país. A principios de 1998, excepto Madrid, el resto de las comunidades autónomas contaba con normativa reguladora de alojamientos turísticos en el medio rural. En conjunto se citan más de veinte tipos diferentes de alojamiento rural, alcanzando la capacidad máxima en hoteles rurales y similares las 60 plazas, mientras que en casas rurales oscila entre seis en Cantabria y quince plazas en Cataluña y Andalucía. Navarra es una de las comunidades pioneras en la creación de una oferta de turismo rural, proceso en el que el gobierno autónomo ha tenido un papel primordial a través de SERVITUR, entidad creada a iniciativa del Departamento de Turismo, que se encarga también de su comercialización. Destaca, asimismo, el caso de Andalucía, con una oferta centrada principalmente en las zonas de montaña y, sobre todo, en los entornos de los parques naturales, cuyo Plan de Desarrollo Integral de Turismo concede un importante papel al turismo rural como factor de desarrollo regional, a través de los Programas de Desarrollo Integrado de Turismo Rural (PRODINTUR). Por su parte, la Comunidad Valenciana aprobó en 1994 un Decreto Regulador del Alojamiento Turístico Rural en el Interior de la Comunidad Valenciana, como respuesta a la aparición de este tipo de oferta, representada por las cooperativas agroturísticas y las actuaciones del Instituto Turístico Valenciano en Morella, pero sobre todo con la aplicación del programa LEADER I en el Alto Maestrazgo, Alto Palancia-Alto
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Mijares y la Montaña Alicantina, y el posterior LEADER II ampliado al Macizo del Caroig, Ademuz y Valle de Ayora.
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ca. En la promoción de estos establecimientos tradicionales se aprovecha el paisaje de la Pampa, además de conceder la posibilidad de conocer las tareas agrícolas o participar en determinadas actividades deportivas (polo, golf, etc.).
B) América El turismo rural como modalidad dentro de la prestación de servicios turísticos tiene una mayor implantación en América del Norte, donde este producto cuenta con una demanda interior en aumento, que lo convierte en un subsector de progresiva importancia a tener en cuenta en el capítulo de ingresos turísticos y que constituye un considerable factor de desarrollo en algunas regiones. Por el contrario, la situación es muy distinta en los países de América Latina, en los que los condicionamientos socioeconómicos no han favorecido la difusión de esta actividad. De hecho, en la mayoría de estos países, considerados en vías de desarrollo, la demanda de turismo doméstico es todavía poco significativa y su desarrollo turístico se ha basado en la oferta de sol y playa y, más recientemente, en los productos ecoturísticos para el mercado internacional, centrado en la riqueza de sus grandes áreas naturales. Sin embargo, no se puede afirmar que no exista alguna manifestación de turismo rural, aunque con una implantación poco relevante, en la mayoría de las ocasiones desatendida por parte de las instancias públicas encargadas de la política turística en los distintos países. Entre las excepciones más significativas se encuentra la llevada a cabo por EMBRATUR en Brasil, organismo que entre sus objetivos dedica especial atención a la promoción del turismo rural, estrechamente relacionado con la oferta ecológica. Esta peculiaridad se advierte también en otros países como Venezuela, Uruguay y Costa Rica, donde se ofrecen actividades de ecoturismo y alojamiento típicamente rural. Cabe destacar asimismo el caso de Argentina, donde se observa un cierto interés de la administración regional en el desarrollo del turismo rural, especialmente en la Pampa bonaerense, donde se ha diseñado un programa dirigido a fomentar el “turismo de estancias”, grandes haciendas dedicadas a la agricultura o ganadería, en otro tiempo utilizadas como residencias de vacaciones de las clases más adineradas. Estas explotaciones turísticas ofrecen un alojamiento de calidad para el turismo nacional e internacional, y se conciben como medio de diversificación económi-
• Estados Unidos y Canadá Al igual que en Europa, el turismo rural en Estados Unidos se plantea como una forma de mejorar la economía de las comunidades rurales y de evitar su despoblación, a tenor de la larga crisis agrícola especialmente aguda en el Sureste, Apalaches, Suroeste y en algunas áreas incluidas en las Reservas de Nativos Americanos del norte y del oeste del país. Fracasados los intentos de solucionar los problemas estructurales de la agricultura, el gobierno federal ha optado por la diversificación económica de las áreas rurales confiriendo un papel primordial al turismo rural. Así, en 1992 el Congreso autorizó la creación de la Fundación Nacional de Turismo Rural, cuyas actuaciones más importantes hasta la fecha han sido la creación de la Red de Información de Viajes y Turismo en Estados Unidos en colaboración con la Universidad de Colorado; el Programa de Promotores Estatales y Regionales, con el objetivo de incentivar la participación de las poblaciones locales en las iniciativas de turismo rural y el programa de Desarrollo de Turismo Internacional en Áreas Rurales, en colaboración con la Oficina Japonesa de Viajes, en los que se diseñan programas de turismo rural en Estados Unidos dirigidos al mercado japonés. Esta misma Fundación Nacional de Turismo Rural ha patrocinado, en colaboración con el Servicio Forestal de Estados Unidos, proyectos piloto de desarrollo del turismo rural en áreas aledañas a tierras federales que cuentan con valores ambientales. También en el marco de la política federal se creó en 1992 la Federal Tourism Task Force, que forma parte del Consejo Nacional para el Desarrollo Rural y de la Iniciativa Nacional para el Desarrollo Rural, e intenta definir el papel del gobierno federal en la promoción del turismo y de poner en marcha proyectos coordinados con otras agencias. Esta política federal se implementa a las distintas políticas estatales. En 1991, treinta estados contaban con programas de turismo especialmente concebidos para las áreas rurales, de los cuales sólo New
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Hampshire y Kansas tienen una línea concreta para fomentar el agroturismo. Otros catorce estados carecían de programas específicos, pero incluían las áreas rurales en su política global de turismo, y seis no contemplaban ningún tipo de política de ayuda al turismo rural. De esto se deduce que en la mayor parte de los estados se considera el turismo rural como un producto a tener en cuenta en la estrategia turística. No obstante, se advierte que en casi todos ellos las propuestas no han pasado de ser simples declaraciones de intenciones, ya que sólo unos pocos estados tienen programas concretos para desarrollar esta actividad y, únicamente, en Alaska y Oklahoma se puede afirmar que el desarrollo turístico rural es un componente de su política turística global. Gran parte de los programas de cada estado ofrecen ayudas y subvenciones a proyectos de turismo rural, comprendidos en planes de desarrollo regional integrado que incluyen asesoramiento de marketing para pequeñas empresas turísticas, conservación y promoción del patrimonio, del medio ambiente y de la cultura local y creación de infraestructuras. Tales programas están dirigidos a áreas con condiciones de partida favorables para el desarrollo del turismo rural, a las que se pretende dotar con una oferta complementaria que refuerce su potencialidad. Actuaciones de este tipo se llevan a cabo en Maryland, a través del Centro de Desarrollo Rural, dirigido a diversificar y reforzar la economía de los condados costeros; en Louisiana, donde el Centro de Desarrollo Rural de la Universidad Técnica de Louisiana ha iniciado un inventario de recursos disponibles en el medio rural; en Carolina del Norte, estado en el que el Programa de Subvenciones para el Desarrollo del Turismo Rural contaba en 1994 con un fondo de 500.000 dólares dirigido a estimular el crecimiento de las empresas turísticas en el medio rural o en Texas, donde la Asociación Tejana para la Recreación Rural, formada por un conjunto de pequeñas empresas, ofrece la posibilidad de contactar con la vida salvaje, explorar el medio y descubrir la Texas rural. Por último, en Arizona en 1993 se creó el Consejo para la Promoción del Turismo y la Recreación con la colaboración de diversas agencias federales, y al año siguiente se puso en marcha un programa piloto en el que participan la Asociación de Turismo de los Indios Americanos de Arizona (tribu Hualapai) y los Primeros Pueblos Consolidados de Mesa. Aunque el turismo rural en Estados Unidos se ins-
cribe en el marco conceptual expuesto, en ocasiones las acciones emprendidas ponen de manifiesto la asunción, en la práctica, de una noción amplia de turismo rural. Esta idea se plasma en la planificación turística de la región del río Gorge, entre los estados de Oregón y Washington, zona tradicional de esparcimiento de los residentes del área metropolitana de Portland, que cuenta con excelentes atractivos naturales. Con este fin se constituyó una Agencia Interestatal, la Columbia River Gorge Commission, que afectaba al desarrollo de trece comunidades rurales, muy interesadas en el proyecto basado en los recursos naturales y culturales. El programa proporcionaba ayudas y subvenciones para la creación de alojamiento rural y oferta complementaria que incluía zonas de recreo, marinas, instalaciones para la práctica de deportes náuticos, etc. Como resultado de la ejecución de esta operación, el turismo se ha convertido en una importante fuente de ingresos, pero también ha generado problemas ambientales como consecuencia de la llegada de un excesivo número de visitantes. Todos los programas de desarrollo del turismo en espacios rurales incluyen, dentro de sus líneas de actuación, el fomento del B&B, la forma de alojamiento más extendida en todo el país y que más ha crecido en los últimos años, tanto en áreas urbanas como rurales. El típico B&B americano se localiza en ciudades pequeñas, de menos de 10.000 habitantes, oscilan entre seis y siete habitaciones y, generalmente, constituyen un ingreso secundario para los propietarios. El mayor número se concentra a lo largo de la región del Pacífico, a la que le sigue el Noreste y las regiones montañosas (figura 7.4), y en ellos se propicia la participación del turista en las actividades locales (Emerick, 1994). Los B&B están representados por la Asociación Americana del mismo nombre y se clasifican en tres categorías que, según su tamaño y por orden decreciente, abarcan las Country Inns, que serían las de mayor capacidad, pero también las menos numerosas; los B&B Inns que, con un menor número de plazas, son, sin embargo, los predominantes y, por último, con una dimensión más reducida encontramos los B&B Homes. La principal cadena de B&B Inns es la Asociación de B&B Inns de Norteamérica que tiene representación en todo el país, con una mayor oferta en la mitad oeste, a la que se añaden establecimientos de esta clase en Canadá, México e Islas Vírgenes. En los últimos años, en el seno de las grandes
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30 25 20 % 15 10 5
Otros
Noroeste
Pacífico
Montañas
Llanuras
Sur Central
Medio Oeste
Atlántico Sur
Atlántico Medio
Atlántico Norte
0 Nueva Inglaterra
explotaciones agrarias del Oeste, como consecuencia de los efectos de la crisis agrícola, los propietarios se han visto empujados a encontrar fuentes adicionales de ingresos, ofreciendo alojamiento turístico, hasta el punto de que en muchas de estas fincas las rentas por turismo suponen casi el 25% del total de los ingresos. Se trata de grandes propiedades en las que los rancheros o agricultores gestionan personalmente una actividad turística apoyada en un fuerte componente ecológico, ya que se prima la agricultura respetuosa con el medio ambiente y el mantenimiento de los recursos naturales. Los estados del norte de las Rocosas tienen en este tipo de turismo una de sus fuentes de ingresos más importantes, con un número de visitantes en aumento, que se explica por el incremento de los flujos de turismo doméstico relacionados con la mayor disponibilidad de tiempo libre, la necesidad de experimentar autenticidad, así como por las fluctuaciones del dólar. Esta actividad cuenta con una fuerte implantación en los estados de Montana, Colorado, Nebraska, Dakota del Norte, Dakota del Sur, Idaho y Wyoming. En este último, las experiencias más serias comenzaron en 1985, y en 1991 se contabilizaban 90 granjas que acogían visitantes y facilitaban la práctica de actividades como pesca, caza, paseos a caballo u observación de la fauna. Una vez comprobado su éxito, el Estado, a través del Servicio de Extensión Cooperativa de Wyoming, ha subvencionado varios programas dirigidos a la creación y mejora de estos ranchos. Paralelamente, en algunas pequeñas comunidades rurales, con el fin de aumentar el nivel de vida de sus habitantes y reducir el desempleo, se han constituido una serie de cooperativas, frecuentemente con el respaldo de la administración local, para emprender iniciativas relacionadas con la creación y gestión de oferta recreativa como clubes de golf, pistas deportivas o delimitación de cotos de caza y pesca. Por lo que se refiere a Canadá, la política del gobierno nacional se centra casi exclusivamente en el desarrollo de estrategias de marketing turístico y en la promoción del turismo canadiense en otros mercados, principalmente en el estadounidense, mientras que las provincias se encargan de ordenar la actividad y también de incentivar la producción turística con ayudas directas. Aunque Canadá no cuenta con una política exclusiva de turismo rural, la actividad turística desarrollada en todas las comunidades rurales del país es
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FIGURA 7.4. Distribución espacial de la oferta de alojamientos de B&B en Estados Unidos. Fuente: Emerick (1994).
muy importante, si bien dentro de ella no se potencia únicamente el turismo rural sino también otras formas de turismo en el espacio rural como turismo cultural, de la naturaleza, aventura, etc. Dentro de las estrategias de las diferentes provincias sobresalen las de Nueva Escocia y la de Manitoba, ambas de mediados de los años noventa (Reid, 1998). C) Oceanía y Japón El estudio del turismo rural dentro de este amplio ámbito geográfico merece especial atención en Australia, Nueva Zelanda y Japón, países más desarrollados de este entorno. • Australia y Nueva Zelanda El gobierno australiano considera el turismo como un subsector de gran importancia en la economía nacional que ha experimentado el más rápido crecimiento de los últimos años. En 1992 supuso el 5,6%
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del Producto Interior Bruto, con un total de visitantes extranjeros que alcanzó los tres millones, cifra que se espera superar ampliamente en los primeros años del tercer milenio. Dentro de esta tendencia global, el turismo rural se plantea como una actividad que puede contribuir significativamente a la mejora de la economía de los espacios rurales al aumentar los ingresos no procedentes de la agricultura, conseguir una mayor diversificación de la base económica regional y multiplicar las oportunidades de empleo. Estos espacios rurales, en el caso australiano, se definen, de forma muy amplia, como aquellos localizados fuera de las grandes aglomeraciones urbanas y, atendiendo a su función predominante, los dedicados a actividades agrícolas y forestales o delimitados como áreas naturales. El turismo rural es, por tanto, una forma de “experimentar” el campo para la población urbana (un 86% del total de la población australiana vive en ciudades de más de 100.000 habitantes), de realizar en él multitud de actividades al aire libre y de consumir productos naturales. Con una definición tan flexible de espacio rural, este tipo de turismo se puede encontrar por todo el país, exceptuando las aglomeraciones urbanas importantes, algunas ciudades de tamaño medio y la región de la Costa Dorada, aunque se incluyan centros de población cercanos al máximo mencionado, percibidos, sin embargo, como rurales. El turismo rural no era una actividad demasiado conocida en la economía australiana hasta finales de los años ochenta, a pesar de que, aproximadamente, el 60% del gasto del turismo doméstico y el 20% del gasto del turismo internacional tienen lugar fuera de las grandes áreas urbanas. Estas cifras se han mantenido estables durante casi una década, pero en los últimos años se ha apreciado un mayor interés por estas formas de turismo y ello, junto a la posibilidad que supone de incentivo económico para muchas áreas rurales, generó una actitud muy positiva del gobierno federal y de los diferentes estados para su promoción. Hasta tal punto se consideró importante que se creó una Estrategia Nacional de Turismo Rural, incluida en la más amplia Estrategia Nacional de Turismo de 1992, complementada con otras iniciativas públicas como la Estrategia Nacional de Ecoturismo, la Estrategia Nacional de Turismo Aborigen y de los Habitantes de Torres Strait, etc. Estas diferentes estrategias de turismo proponían la creación de oferta en áreas en las que esta actividad aún estaba poco desarrollada, su consolidación
en aquellas otras en las que gozaba de mayor tradición como en Queensland o Nueva Gales del Sur, y la mejora, en general, de las condiciones de explotación. En este sentido, se establecieron programas de formación y educación, ya que la mayor parte de las empresas de turismo rural, debido a su pequeño tamaño, tenían poca o ninguna experiencia en la formación y gestión empresarial, a lo que se sumaba la gran diversidad de productos ofertados y su propia naturaleza dispersa en un territorio tan vasto que supone un difícil obstáculo a superar. El empeño fundamental se centraba, por tanto, en dotar de infraestructura adecuada a muchas regiones (medios de transporte, carreteras que facilitaran el acceso a la zona y reduzcan el coste del viaje) y poner así las bases que propiciaran el desarrollo de formas de turismo rural que tienen su expresión más genuina en los moteles rurales, pequeños hoteles, parques de caravanas y alojamiento en granjas y en casas siguiendo el modelo de B&B, de los que existen más de 2.000 en la Australia rural (casi 2/3 de los existentes en todo el país) gestionados por el B&B Council. Los argumentos utilizados para el fomento del turismo rural en Australia son idénticos a los empleados en otras áreas geográficas y entre ellos ocupan un lugar destacado, como potenciales beneficios derivados de esta práctica turística, el desarrollo sostenible, el mantenimiento de los valores sociales, culturales y ambientales de los espacios rurales. Sin olvidar, por supuesto, la preservación de las actividades tradicionales (pesca, agricultura y minería) que no deben desaparecer y que actúan de atractivos adicionales, como ocurre con las visitas a granjas especializadas, tales como la Australian Rice Grower’s Cooperative en Leeton, situada en la zona de regadío de Murrumbidgee, centro de investigación del cultivo del arroz que atrae a muchos visitantes, especialmente japoneses, y desde donde se realizan excursiones a zonas próximas de valor paisajístico. La promoción del turismo rural ha sido, por tanto, una cuestión federal con una considerable intervención de los diferentes estados además de organismos y asociaciones nacionales. A pesar de la elevada responsabilidad que recae en el sector privado para la consolidación del turismo rural, la planificación e investigación, así como la distribución de ayudas conciernen a las diferentes entidades administrativas, tanto federales como estatales. El gobierno federal estableció el programa sobre turismo rural, ya mencionado, que se concebía como el marco de actuación en el que debía inscribirse la
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política global referente a esta actividad, además de encargarse de promocionar el turismo en el exterior. No obstante esta política se interrumpió a partir de 1996 como consecuencia del cambio de partido político en el poder tras las elecciones al gobierno federal. Desde ese momento desaparece el Ministerio de Turismo y el turismo pasó a formar parte de las competencias del Ministerio de Industria, Ciencias y Turismo, incluyéndose como un elemento más en las estrategias de desarrollo económico emprendidas por este ministerio, relegando a un segundo plano la actividad turística frente a la agricultura (Beeton, 1999). Por su parte, los gobiernos estatales y territoriales tienen entre sus objetivos la promoción y comercialización del turismo en cada estado y el desarrollo de oferta complementaria adecuada. Las administraciones locales, por otro lado, se centran en la promoción del turismo rural y en el análisis de las actuaciones más apropiadas, dado su conocimiento de las necesidades de sus comunidades. En esta promoción se incluyen subvenciones y ayudas para la creación de empresas turísticas, infraestructuras mínimas para acogida del turista y organización de cursos de formación dirigidos a los futuros profesionales de la actividad, sobre todo teniendo en cuenta que la dispersión de estos pequeños núcleos y el aislamiento de muchas áreas no favorece la disponibilidad de medios técnicos. Ésta es la línea que sigue la Iniciativa Ayuda Australia, creada en 1994, que llevó a cabo una campaña en las Montañas Azules de Nueva Gales del Sur, en colaboración con la autoridad turística local para crear un paquete integrado en la zona que ofreciera alojamiento, cocina, compras, ferias, fiestas locales, visitas culturales, así como actividades diversas de ocio al aire libre, asegurando unos buenos medios de transporte. Tal como se ha comentado, en los estados de Nueva Gales del Sur y Queensland es donde el turismo rural está más arraigado, lo que se pone de manifiesto en la política turística de ambos. En el primero de ellos, la Estrategia Regional de Turismo de 1994, además de promover zonas como las costas norte y sur, Illawarra, Hunter y Murray, hacía hincapié en el fomento del turismo rural en granjas para el mercado internacional y doméstico, junto al llamado ecoturismo y turismo cultural. En Queensland, por su parte, el Plan de Desarrollo Sostenible para el Turismo proponía incidir activamente en la diversificación de la economía rural con el apoyo del turismo. La importancia del turismo en estos dos estados no sig-
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nifica, sin embargo, que en el resto las políticas de turismo rural estén menos desarrolladas, aunque esta actividad tenga menos difusión. Así, por ejemplo, tanto Australia Occidental como Victoria –esta última a través de su Plan Estratégico de Negocios–, promocionan segmentos concretos, tales como los B&B o las estancias en granjas. En Australia Meridional se engloba el turismo rural con productos ecoturísticos como la visita a Penneshaw o a la isla del Canguro. En Tasmania se potencian zonas de tipo natural como las cataratas del Gorge o Brickendon, además del consumo de productos tan específicos como el rally de Targa o la carrera ciclista de la Gran Tasmania. Por último, en el Territorio del Norte, el Plan Director de Desarrollo Turístico de 1994, incluye el turismo rural entre las medidas de desarrollo para las zonas habitadas por los aborígenes. En Nueva Zelanda, el turismo rural es bastante importante y cuenta con una variada gama de alojamientos, como hostales, pensiones, pequeños hoteles, B&B y campings, a los que se añaden las estancias en granjas, donde la colaboración en las actividades cotidianas agrícolas, tales como el esquilado de ovejas, es muy común. Esta oferta se halla extendida por todo el país, sobre todo en la isla del Norte, la más habitada y, especialmente, en las regiones de Auckland, Rotorua y de la costa Este. El éxito de la expansión de esta actividad está íntimamente relacionado con el mercado doméstico, ya que los neozelandeses son consumidores habituales de este tipo de turismo y eligen, preferentemente, las citadas fórmulas de alojamiento que les acercan a la vida rural, mientras que los establecimientos pertenecientes a las grandes cadenas hoteleras acogen a los visitantes internacionales, como en la península de Coromandel, lugar muy frecuentado por los neozelandeses en sus vacaciones, tanto por sus playas como por su atractivo rural. El turismo rural está muy extendido tanto en la isla del norte como en la isla del sur, principalmente en esta última el turismo rural se relaciona con otras prácticas turísticas aprovechando la gran potencialidad que ofrecen los Alpes Neozelandeses para los deportes de invierno y el paisaje natural para el ecoturismo, destacando como principales focos de recepción de turistas Dunedin y Otago. • Japón Las incipientes manifestaciones de turismo rural
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en Japón se asocian con las áreas de montaña, zonas caracterizadas por una pérdida continuada de efectivos demográficos (a mediados de los años ochenta solamente agrupaban al 4% de la población total), y envejecimiento de los mismos, que han derivado en porcentajes de población mayor de 65 años superiores al 20%. Para remediar esta situación, que ha incidido en la propia crisis de las actividades agrarias y forestales, el gobierno japonés promulgó en 1987 la Ley General de Establecimientos en Áreas de Recreación, con la cual intentaba estimular el desarrollo económico. Con tal fin, en el marco de esta ley se planificaron centros turísticos a gran escala que incluían hoteles, bloques de apartamentos, segundas residencias y oferta recreativa variada con campos de golf, estaciones de esquí, parques temáticos, polideportivos e, incluso, marinas en algunas áreas costeras. Una operación de este tipo se llevó a cabo en Sumiyoshi, al noreste de Tanega-shima, isla subtropical de amplias playas y arrecifes de coral. En ella, la continuada pérdida de población y el decaimiento de la pesca y del cultivo del arroz hizo que las autoridades locales intentaran convertir la isla en un destino turístico, a semejanza de la cercana Okinawa. Se construyó un centro turístico en el sur de la isla y un nuevo aeropuerto, dando paso a un creciente flujo turístico que ha despertado el malestar de los pescadores por el constante tráfico aéreo. Por otra parte, la magnitud de estas actuaciones ha provocado el rechazo de algunos sectores de la población que prefieren ofertas de pequeña escala, de ambiente familiar y alejadas del turismo de masas. No obstante, es costumbre muy arraigada en el pueblo japonés el regreso a los lugares de origen, sobre todo durante las fiestas de la primavera. Relacionados con esta tradición suelen dirigirse flujos desde las áreas urbanas hacia los pequeños núcleos rurales, alojándose en casas de familiares y constituyendo el típico turismo de retorno. La comunidad de Hongu Cho, en la prefectura de Wakayama, es un buen ejemplo de este fenómeno, potenciado también por su carácter de centro de peregrinación y balneario, favoreciendo la difusión del alojamiento en casas de particulares y pequeñas pensiones (Knight, 1996). Más incidencia en el desarrollo del turismo rural ha supuesto la política emprendida a principios de los años noventa por el Ministerio de Agricultura como consecuencia del aumento de las importaciones agrarias derivado de los acuerdos del GATT, dando un claro impulso al agroturismo como fuente com-
plementaria de ingresos para los granjeros. Esta oferta ha favorecido el paso de un turismo contemplativo a otro activo, en el que los visitantes expresan un deseo cada vez mayor en participar en labores diversas, como la recolección de hojas de té u otras relacionadas con la explotación forestal, dirigidas principalmente por las mujeres. Este tipo de turismo se ha concebido como “turismo verde” en la medida en que a la experiencia de la vida rural se suma el contacto directo con la naturaleza.
7.2. Turismo étnico 7.2.1. Aproximación al concepto de turismo étnico En los últimos años el turismo étnico ha cobrado un relativo auge relacionado con el aumento de la demanda de nuevas modalidades turísticas incluidas en el concepto más amplio de turismo alternativo. En este conjunto de nuevos productos turísticos, el turismo étnico, dentro del turismo cultural, constituye una forma peculiar por sus especiales connotaciones y porque el propio objeto de la demanda turística se centra en un grupo humano y su cultura distinta (Pitchford, 1995). Este elemento es fundamental, pues se busca conectar con otros pueblos que ofrezcan costumbres y formas de pensar diferentes a las propias, al no haber experimentado las mismas fases de desarrollo que las sociedades occidentales lo que, en algunos casos, puede interpretarse por parte del turista como un cierto primitivismo y la pervivencia de formas de vida en las que el hombre está en armonía con la naturaleza. Ahora bien, la definición que se ajusta a la idea de turismo étnico partiría de unos presupuestos tan rigurosos que difícilmente se cumplen en la realidad, ya que se trataría de experimentar un acercamiento directo a la comunidad indígena a través de la observación de sus formas de vida y, en ciertos casos, incluso de la participación en algunas de sus manifestaciones culturales (cuadro 7.4). En este sentido, la satisfacción de la curiosidad del turista exigiría un encuentro con un grupo humano cuyas expresiones culturales se hayan mantenido en gran parte inalteradas a lo largo del tiempo, es decir, que no trasluzcan o acusen la influencia de los modos de vida occidentales. Así por ejemplo, un turista que viaja a las selvas del Yucatán, a los Andes o al corazón de África, espera hallar a los
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verdaderos descendientes de los pobladores originarios de la zona, en los que perdura su cultura ancestral. El turista suele tener una idea preconcebida de los rasgos en los que se va a traducir ese primitivismo, como ausencia de medios técnicos y servicios propios del modo de vida de la sociedad occidental, vestimentas típicas, estructuras sociales singulares,
CUADRO 7.4 Características del turismo étnico •
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Interés del turista por conocer las manifestaciones culturales “únicas” y “originales” propias de grupos humanos que conservan sus modos de vida tradicionales. Contacto directo entre el turista y la comunidad indígena receptora. Participación del turista en las actividades cotidianas de estas comunidades, es decir, compartir sus modos de vida. Acercamiento del turista al conocimiento de las relaciones que se establecen entre las comunidades indígenas y el medio en el que viven. Inquietud del turista por aprender y extraer experiencias del intercambio cultural. Requerimiento de grupos reducidos de turistas dada la baja capacidad de recepción de estas comunidades y la necesidad de preservar tanto su identidad cultural como la riqueza natural de sus hábitat. Necesidad de infraestructuras mínimas e integradas en el medio receptor con posibilidad de compartir alojamiento con el indígena. Aspiración, dentro de los principios del desarrollo sostenible, a una gestión integral de la actividad turística llevada a cabo por los propios indígenas, lo que también conlleva, en algunos casos, unas exigencias de comportamiento por parte del turista.
Fuente: Elaboración propia.
economías de autosubsistencia, ritos religiosos en su mayoría de carácter animista, etc. De acuerdo con estas condiciones de partida, el turista se siente atraído por la visión de pueblos primitivos, considerados subdesarrollados según cánones occidentales (Bruner, 1995), puesto que a medida que adoptan pautas de comportamiento propias de una sociedad occidental, regidas por un sistema económico capitalista, se pierde el interés por visitarlos. Por consiguiente, la necesidad de autenticidad obliga a los nativos, con tal de complacer el deseo de los turistas, a enmascarar su evolución bajo manifestaciones estereotipadas que derivan en un
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mantenimiento artificial de algunas de las señas de su cultura, como pueden ser el arte y la artesanía que dejan de responder a su significado social y espiritual original (Mathieson y Wall, 1990) y evolucionan hacia una peligrosa banalización. Esta situación llevada a sus últimos extremos podría conducir a un proceso de aculturación en el que el pueblo indígena perdiese parte de su identidad ante una comercialización excesiva de su cultura, lo que resume Michel Picard cuando afirma que “el turismo da dinero a una sociedad a cambio de explotar su cultura”. Entre los autores que abordan las repercusiones del turismo sobre estos grupos humanos, caracterizados por unas estructuras socioeconómicas vulnerables a la influencia de la cultura occidental, cabe destacar dos tendencias mayoritarias contrapuestas. Una de ellas considera que sobre todo un crecimiento descontrolado de esta explotación turística puede conducir a un deterioro de la cultura (Turner y Ash, 1975) –un ejemplo es el de los maka de Paraguay, grupo indígena nómada del Chaco, que ha perdido sus tierras y vive en una reserva en la que se ofrece al turista una imagen totalmente estereotipada de una cultura gravemente afectada por la progresiva dependencia del turismo–, o al desplazamiento de los habitantes indígenas hacia zonas menos perturbadas como ha ocurrido con los Inuit canadienses y multitud de tribus nómadas africanas (Archer y Cooper, 1995). También en esta línea se situaría la experiencia descrita por Tapuy en la comunidad quechua Capirona de Ecuador, en la que, a una primera etapa caracterizada por el interés de los indígenas de atraer turistas, le sigue otra en la que el entusiasmo decae debido a la introducción de elementos, hasta ese momento, ajenos a la comunidad como alcohol, drogas o prostitución, lo que les obliga a tomar ciertas precauciones como la construcción de los alojamientos para los turistas fuera del poblado (Tapuy, 1995). Otra tendencia, sin embargo, desde una perspectiva diferente, contempla el turismo como un factor que contribuye a la continuidad de unas costumbres que, de otra manera, podrían desaparecer y, por tanto, a su preservación (Dower, 1974). Esta controversia se ilustra en el caso de Bali, en el que para autores como Francillon y Picard, el llamado turismo cultural puede tener impactos tan negativos como el turismo de masas en el deterioro de la sociedad de acogida y, sin embargo, para otros como
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McKean, los intereses del turismo han estimulado la revitalización y expansión de algunos elementos de la cultura tradicional, por lo que destaca la paradoja de que el turismo, además de ser un agente de cambio, está también fuertemente interesado en la conservación de las costumbres y artesanías. Respecto a la comercialización de este tipo de turismo, es difícil encontrar productos diseñados exclusivamente a partir de los componentes que integran el turismo étnico resumidos al principio de este apartado. Habitualmente, de acuerdo con las estrategias de actuación de las empresas turísticas en el lanzamiento de la oferta de sus viajes en el mercado, se incluye el turismo étnico como un elemento más dentro de un paquete más amplio, concebido para satisfacer a un creciente segmento de la demanda interesado por viajes no convencionales, en los que se asocian otros recursos culturales y naturales (históricos, artísticos, religiosos, ecológicos, etc.). En una consideración más amplia, dentro de esta última tendencia se podrían incluir áreas turísticas que por sí mismas tienen un valor cultural incuestionable, grandes civilizaciones que han mantenido sus costumbres más o menos inalteradas a lo largo del tiempo, como India y China, países que además por su extensión superficial y volumen de población atesoran una multitud de formas de expresión singulares diferentes de un estado a otro, manifestadas en la variedad de lenguas, religiones y modos de vida. Estos espacios se han contemplado siempre como destinos de turismo cultural por excelencia, a los que hay que reconocer una alta potencialidad de posibilidades para el desarrollo del turismo étnico. Un ejemplo del aprovechamiento de estos recursos y de su comercialización como turismo étnico específico o, si se quiere, más comprometido, podría ser el de Perú, país con una indudable riqueza arqueológica ligado a milenarias civilizaciones, pero cuya promoción turística pone asimismo en valor la cultura inca que permanece viva entre sus habitantes. Así, dentro de una variada oferta turística se incluye el llamado turismo “vivencial” basado principalmente en el contacto directo con su población al tiempo que incluye la utilización de otros recursos y prácticas recreativas, siendo algunos proyectos promovidos por la Unión Europea y Promperú dentro del Programa Integrado de Apoyo al Sector Turismo (cuadro 7.5). Lógicamente, dada la forma de plantear estos programas, el acercamiento a los diferentes grupos humanos se realiza de manera bastante superficial y,
CUADRO 7.5 Productos de turismo “vivencial” en Perú • Perú Llama Trek
Recorrido a pie de tres días por el Parque Nacional Huascarán en compañía de los campesinos y sus llamas, con visitas a enclaves arqueológicos como Chavín de Huántar y a Comunidades ancentrales como la de los Olleros.
• Valle de las Pirámides de Túcume
Visita a los trabajos arqueológicos del Valle de las Pirámides.
• Agroturismo en Cajamarca
Convivencia con los pueblos agrícolas de los Andes.
• Rutas ancentrales de Ollataytambo
Recorrido a pie a través de yacimientos arqueológicos con la visita a comunidades campesinas de tejedores, antiguas haciendas y templos coloniales.
• Turismo participativo en Urubamba
Participación en las labores agrícolas de los campesinos de Yucay y Pumahuanca y en la recogida de sal de las Salineras de Maras.
• Isla Suasi
Visita a los pueblos Uros del lago Titicaca con la posibilidad de practicar deportes acuáticos.
• Posada Amazonas
Conocimiento de la vida cotidiana de los nativos Ese’ eja de la selva amazónica y observación de aves.
Fuente: Editur, n.° 53.
en muchos casos, limitada a los mercados típicos y a la compra de productos artesanales. Sin embargo, esto no implica la inexistencia de prácticas de turismo étnico más “auténtico”, cuyo propósito primordial sea el conocimiento de la comunidad receptora. Esta última posibilidad es quizás propia de viajes personalizados para grupos muy reducidos, en los que es más fácil profundizar en las relaciones con la otra cultura. Antes de proseguir, conviene señalar que el turismo étnico acapara flujos turísticos minoritarios y no existen estadísticas específicas a escala nacional, y mucho menos internacional, que permitan cuantificar fielmente tanto la oferta como la demanda. Entre las razones que podrían explicar el escaso desarrollo de este tipo de turismo sobresale el hecho de que con frecuencia supone el desplazamiento hacia países leja-
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nos, con el consiguiente encarecimiento del viaje, junto a la propia concepción del paquete turístico, normalmente diseñado sobre largos recorridos y pensado para grupos reducidos. Por otra parte, estos países de bajo nivel socioeconómico e incluidos, generalmente, en el Tercer Mundo o en países en vías de desarrollo, carecen de medios materiales y humanos para articular una política turística con éxito. Esta circunstancia se complica si además se tiene en cuenta la inherente inestabilidad política que existe en los mismos.
7.2.2. El turismo étnico y su distribución espacial Normalmente se asocia turismo étnico con el que se realiza en países del Tercer Mundo, puesto que se supone que el choque cultural es más fuerte como consecuencia del mantenimiento de unas tradiciones y sistemas de valores muy diferentes a los de la cultura occidental. Además, se da la coincidencia de que estas minorías étnicas con una identidad cultural singular y preservada habitan áreas de gran riqueza natural que, en principio, han sufrido, en menor medida, el impacto del desarrollismo económico característico de la sociedades industrializadas, de manera que en muchos casos, a la oferta étnico-cultural se asocia también el disfrute de los ecosistemas propios de esas zonas, tratándose, en algunas ocasiones, de reservas y parques nacionales. Sin embargo, en no pocas ocasiones, las áreas habitadas por estos grupos humanos suelen incluirse en itinerarios trazados sobre largas distancias, y funcionan sólo como una atracción más dentro del recorrido, sin llegar a constituir el destino principal. Por otra parte, en los países desarrollados también es posible realizar este tipo de turismo cuando perviven minorías étnicas que han logrado conservar su identidad cultural a pesar de haber estado sometidas a un intenso proceso de colonización y de marginación, dilatado en el tiempo. Nos referimos a los indios estadounidenses y canadienses, Maoríes de Nueva Zelanda, Aborígenes de Australia, etc., que han sido tradicionalmente confinados en reservas. Mientras que en estos últimos predominan claramente los flujos procedentes del propio país, en los países menos desarrollados son mucho más significativos los flujos internacionales. Por otro lado, conviene reseñar que dentro de la
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cultura occidental hay ejemplos de manifestaciones de turismo étnico que responden a la voluntad de autoafirmación por parte de unos determinados pueblos por lograr el reconocimiento de su propia personalidad cultural distinta a la del resto del país en el que se hallan integrados. Éste sería el caso del País de Gales dentro del Reino Unido, en el que el turismo étnico se utiliza como medio para reafirmar la peculiaridad galesa frente al intento de homogeneización cultural del gobierno británico. Los pilares que fundamentan este turismo están, en principio, constituidos por una conciencia de “sentirse diferentes”, que se plasma sobre todo en su lengua, historia y manifestaciones artísticas propias de la cultura celta. El gobierno regional apoyándose en esta especificidad creó en 1979 el Wales Tourism Board que, entre otros objetivos, destacaba la necesidad de desarrollar el turismo como medio de beneficiar social y económicamente a los galeses, e implícita en este objetivo se hallaba la importancia de conservar la cultura galesa (lengua, música, artesanía, etc.) y su medio ambiente. De este modo el turismo galés se oferta como un producto “exótico” dentro del turismo británico (Pitchford, 1995). Paralelamente el interés por conservar y promocionar su cultura distinta se manifiesta en todo el ámbito cultural celta que abarca también a la República de Irlanda, Escocia o la Bretaña francesa. Asimismo en Europa se hallan otros pueblos con valores culturales específicos que actúan de atractivo turístico como el caso de los Lapones, pueblo que ocupa la región septentrional de Escandinavia. A) Modelos de desarrollo Como ya hemos comentado el turismo étnico no es un producto que se suela ofertar aisladamente sino que se incorpora, con frecuencia, como un atractivo más dentro de un tour que pretende mostrar, de acuerdo con la nueva filosofía turística, culturas poco conocidas desde una óptica diferente. El turismo étnico no se puede comparar en número con otros tipos de turismo de carácter masivo y, por su propia definición, las infraestructuras que lleva consigo han de ser mínimas e integradas en el medio receptor, si es posible utilizando las estructuras existentes o, en caso contrario, reproduciendo las formas tradicionales de ocupación del espacio. Por estas razones es difícil establecer unas características
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comunes extensivas a los destinos en los que se puede realizar turismo étnico. Normalmente debido a su inclusión en circuitos, los turistas se alojan en núcleos que disponen de infraestructuras turísticas de alojamiento más especializadas, creadas para la acogida de otros tipos de turismo, desde los que es relativamente fácil acceder a las zonas donde habitan los grupos humanos objeto de la atención del turista. Este hecho se comprueba en numerosos destinos acondicionados principalmente para el turismo de sol y playa como Cancún, desde donde los turistas se desplazan para visitar las comunidades indígenas del Yucatán; Bangkok para las excursiones hacia el norte de Thailandia o, también, en ciudades como Manaos o Iquitos para visitar la cuenca del Amazonas; Zinguichor y Dakar en Senegal; Madang para contactar con las tribus del Sepik; o Arequipa, Mérida, Cuzco y Lima para la región andina. Gran parte de estos núcleos de población, tradicionalmente dedicados a las actividades primarias, han experimentado en los últimos años un incremento notable de las terciarias relacionadas con la prestación de servicios turísticos dentro de estos itinerarios. En algunas ocasiones se produce una fuerte dicotomía entre el turismo de sol y playa mayoritario y orientado, supuestamente, a un mercado de alta capacidad adquisitiva, y este tipo de turismo que se interesa por conocer otras zonas menos concurridas, que resulta mucho más reducido y, posiblemente, más caro. Esta situación es frecuente en algunas islas del Pacífico, en las que los destinos costeros de playas exóticas y hoteles de lujo son la base fundamental de su oferta turística, pero en las que existe la posibilidad de conocer el interior en viajes personalizados, es decir, que no responden a una organización convencional, en los que el turista planifica su propio viaje, contrata a los guías y se aloja en tiendas de campaña o en la vivienda del indígena. Con frecuencia, la presencia del turista no es completamente aceptada más allá de los enclaves turísticos costeros planificados y controlados por los respectivos gobiernos, y la población de zonas del interior no se siente implicada en esta actividad. Las islas Fiyi y Vanuatu son un ejemplo de esta situación y en ambos casos se intenta limitar la expansión de la actividad turística, aunque en este último país, el Estado recientemente ha adoptado una política de incentivación de pequeños alojamientos en casas de los habitantes en las cercanías de los lugares de mayor atractivo turístico de las islas como el volcán Yasur
o las Playas de Champagne, para captar así a otros segmentos del mercado. Sin embargo, en muchas áreas del Pacífico la situación varía considerablemente. En Samoa Occidental el turismo no ha conocido el desarrollo masivo de otras zonas de la Polinesia, sino que se ha mantenido en unos niveles reducidos, basado, sobre todo, en la hospitalidad de la población local y, por lo tanto, en una oferta de pequeño tamaño y carácter familiar en la que se dispensa un trato directo y personalizado, junto a la posibilidad de asistir a fiestas tradicionales o de adquirir artesanía. Incluso este país cuenta con un Programa Nacional de Ecoturismo para desarrollar proyectos de turismo cultural y ecológico diseñados para la protección tanto de los modos de vida como de la flora y fauna de las islas, de manera que los visitantes se alojan en las propias aldeas y participan en las tareas de desarrollo rural y de conservación del medio. Algo similar ocurre en Tonga, bastante condicionada, por otra parte, por la dificultad de las comunicaciones y su secular aislamiento. El gobierno intenta potenciar el turismo como una importante fuente de ingresos, haciendo hincapié en el trato directo y familiar, pero sin descuidar la preservación y la consideración debida a la propia cultura maorí de la que se sienten profundamente orgullosos, para lo que se editan folletos que informan al turista de la necesidad de respetar las costumbres de la isla y de comportarse adecuadamente. No obstante la dificultad que supone la multiplicidad de formas de desarrollo que este tipo de turismo adopta, podemos intentar clasificarlas según diferentes características atendiendo al nivel de control que los grupos humanos indígenas tienen sobre la explotación de este turismo, a las tipologías de acogida y al grado de planificación. A) Formas de gestión Respecto al primer aspecto mencionado se distinguen dos grandes grupos según la participación de la comunidad se reduzca a un mero sujeto de atracción o bien intervenga directamente en la organización de la actividad turística y en el control de los ingresos generados por ella. Predominan, sin duda, ejemplos en los que tanto la comercialización como las formas de acercamiento a esa cultura se encuentran mediatizadas por agentes foráneos, mientras que los indígenas se limitan a ocupar los trabajos peor remunerados,
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menos cualificados en la oferta de servicios turísticos o a formar parte de las representaciones ceremoniales y festivas. Esta situación se ilustra en los casos de los Aborígenes australianos y, sobre todo, en Bali o las Hawái. En Australia, uno de los alicientes en la visita del Territorio del Norte es el contacto con los Aborígenes de esta zona, aunque esta comunidad minoritaria no se integra en la organización de esta actividad y su relación con los turistas se reduce a la venta de artesanía o al desempeño de la labor de guías y, por tanto, no se benefician de la generación de empleo ligado al turismo, puesto que en los tratos directos con el turista se requiere una formación laboral mayor. A pesar de esto, el gobierno australiano ha elaborado una serie de informes para favorecer la implicación de los Aborígenes en la actividad turística que se considera una fuente de ingresos importante para el desarrollo de este pueblo. Con este propósito se han destinado ayudas para incentivar a los Aborígenes en la creación de empresas de pequeña escala relacionadas con la prestación de servicios turísticos, como pequeños hoteles y otros tipos de alojamiento, pequeñas agencias de viajes que se encargarían de organizar excursiones en su territorio, restaurantes y venta de artesanía, que tendrían su centro de operaciones en los Parques Nacionales de Kakadu, Uluru y Mossman Gorge (Reynols, 1992). Un ejemplo de implicación y control por parte de los indígenas de la actividad turística en el Territorio del Norte es el de la comunidad aborigen de Manyallaluk, que desarrolla experiencias de aventura en sus propias tierras, en las que a través del conocimiento de su medio se familiariza al turista con su cultura. Otro ejemplo de esta tendencia lo encontramos en Bali, un caso sui generis por su temprano despegue que se remonta a los años sesenta, y por su estrecha relación entre los valores culturales y el turismo de sol y playa. En esta isla, en la medida en que se ha convertido en un destino del turismo de masas, la gestión del mismo ha escapado de las manos de la población balinesa, desapareciendo la mayor parte de los pequeños hoteles familiares, absorbidos por grandes cadenas hoteleras, a la vez que los balineses ocupan los trabajos peor remunerados, mientras que los cargos administrativos están acaparados por foráneos a la isla (Wall y Dibnah, 1992). Circunstancias parecidas se observan en el archipiélago de las Hawái, cuyo despertar turístico se relaciona con la imagen exótica de las islas del Pacífico, aunque es su pertenencia a Estados Unidos, lo que ha
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propiciado su conversión en un destino de sol y playa masivo y predominantemente doméstico, en el que el valor cultural y étnico siempre se ha considerado como un elemento de diferenciación respecto a otros centros turísticos. También en estas islas la mayor parte de los negocios turísticos están en manos de foráneos y la llegada de grandes contingentes de turistas ha originado altas densidades de ocupación en las playas de Oahu y Maui, y un fuerte proceso de banalización y pérdida de los valores culturales por parte de la población indígena, entre la que ha surgido un cierto movimiento de rechazo hacia las consecuencias negativas del turismo (Farrell, 1992). En muchas comunidades indígenas se interpreta el desarrollo de sus actividades tradicionales y artesanas como un medio de potenciación de la economía local desde abajo gestionada y hasta cierto punto controlada por ellos mismos. Este segundo grupo comentado correspondería a comunidades que ejercen un mayor control, siempre relativo, sobre la forma en que se desarrolla este turismo, aunque bien es cierto que en ellas el peso de la actividad turística no es tan importante y, por otro lado, se localizan en regiones más aisladas e incluidas generalmente en países menos desarrollados. Hacia estas comunidades los flujos turísticos son más reducidos y las relaciones casi siempre se ciñen a la venta de artesanía en los mercados populares, sin que, en principio, la oferta de alojamiento, cuando la hay, suela formar parte de este producto. Este esquema se ajusta a lo que sucede en algunas comunidades indígenas andinas, como la de los Aymaras en Bolivia, Otavalenos y Salasacas de Ecuador, Mapuches del sur de Chile y los Taquiles del lago Titicaca en Perú que, incluso, desde mediados de los años setenta, se asocian en cooperativas para comercializar sus productos textiles artesanos en el mercado turístico (Ariel de Vidas, 1995). De manera similar se pueden citar las comunidades indígenas amazónicas como la de los Yanomami en Los Tepuyes entre la frontera de Brasil, Guyana y Venezuela; y los pueblos indígenas del Yucatán, Oaxaca, Chiapas y Tabasco, como los Zapotecos, Mixtecos, Lacandones y Chamulas, los cuales acuden a pequeños mercados regionales como los de San Cristóbal de Las Casas (ciudad colonial alrededor de la cual viven aproximadamente un millón de indios de etnias diferentes), San Juan de Chamula, Comitán, Villahermosa o Palenque en los que venden sus tejidos y cerámicas. En este ámbito geográfico sobresalen también los indios Kuna de las islas de San
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Blas en Panamá, que se opusieron en los años setenta al desarrollo turístico impuesto desde el continente, y actualmente llevan a cabo proyectos turísticos gestionados por ellos mismos, entre los que destaca el basado en su cultura y venta de artesanía textil. De igual modo, la Asociación de Conservación y Promoción de las Artes y Tradiciones Populares de Costa Rica tiene como cometido la producción de artesanía para la venta en San José y en el mercado internacional. Estas formas de gestión se aprecian asimismo entre algunas tribus africanas como los Zulús en Sudáfrica, los Bosquimanos en Namibia, los Bantúes en Bostwana, los Masai y Samburus en Kenia, los Asantes en Ghana. Dentro de este conjunto, podemos comentar como iniciativas más representativas los campamentos integrados de Basse Casamance en Senegal, los Rural Artisan Centres en Mudemba y Nguti en la zona del Parque Nacional Korup en Camerún, a través del cual los indígenas venden sus artesanías y, por último, el de la comunidad Masai de Loita en torno a la Reserva de Masai Mara en Kenia, que gestionan el turismo por su cuenta de una manera respetuosa con el medio, proponiendo servicios que precisan una mínima infraestructura. De hecho este grupo se muestra reacio a la práctica de la caza por parte de extranjeros y se opone a la construcción de nuevas cabañas para alojar a los turistas y a la proliferación de todoterrenos y minibuses en la misma. En Asia, siguen este modelo de desarrollo las comunidades de Chiang Mai en Thailandia, los Danis, Lanys y otras tribus del Sepik en Nueva Guinea, los Ibanes de Borneo, y los Toraja en Indonesia. Un caso particular es el de los indios del suroeste norteamericano localizados en los estados de Nuevo México, Utah, Colorado y Arizona que, relegados a sus reservas, han basado parte de su economía desde hace tiempo en la comercialización de productos artesanos como alfarería, joyería, textiles, cestería, etc. Por su prolongado contacto con la población de origen anglosajón la pérdida de identidad cultural ha sido más marcada, aunque por las leyes especiales por las que se rigen, la actividad turística está más controlada. Entre sus centros culturales más representativos destacan la ciudad de Santa Fe, en la que se ubica el Instituto del Arte de América, y Gallup, que se ha convertido en un centro comercial y lugar de reuniones intertribales anuales para la celebración de ceremonias y rituales (Pedrini y Casari, 1990). Otro ejemplo significativo es el del pueblo nómada beduino repartido entre los estados de Israel, Siria, Jordania y Arabia Saudí. Pese al proceso de sedenta-
rización y pérdida de sus modos de vida tradicionales, incluso su confinamiento en áreas determinadas, hay una cierta recuperación de éstos, aprovechando la actividad turística en la zona, así algunos beduinos se han convertido en guías, ofrecen sus tiendas de lana (aunque muchos ya no viven en ellas) y su hospitalidad, además de excursiones en dromedarios a los turistas que llegan a este espacio interesados en conocer el desierto Wadi Run y los focos de Aqaba, Petra o Palmira. B) Formas de ocupación Agruparíamos en primer lugar aquellos conjuntos humanos más cerrados a la influencia exterior y que suelen localizarse en países en vías de desarrollo en los que este turismo, de carácter más blando, todavía se encuentra en un estado incipiente y, como ya hemos comentado, se suele reducir a la comercialización de productos artesanos. En estos espacios lo más frecuente es que los turistas se alojen en ciudades cercanas con un mayor nivel de infraestructuras, desde donde efectúan las excursiones a las zonas habitadas por las comunidades indígenas, no siendo, por
centro turístico circuito turístico
turista
excursiones
• cabecera comarcal • centro de mercado • infraestructuras de comunicaciones • equipamientos turísticos (hoteles, restaurantes, etc.) • servicios públicos
venta de artesanía en los mercados
viajes personalizados Comunidad indígena
• Valor cultural (lengua, religión, artesanía, gastronomía, etc.) • ritos y cultos primitivos • idiosincrasia • estructuras sociales • aislamiento geográfico • mínima dotación de infraestructuras • estructuras de alojamiento escasas • elaboración y venta de productos artesanales
FIGURA 7.5. Relaciones entre los componentes del turismo étnico. Fuente: Elaboración propia.
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tanto, necesaria la creación de estructuras de acogida (figura 7.5). No obstante, también existe la posibilidad de compartir la vivienda del indígena por cortos períodos de tiempo, aprovechando su hospitalidad o bien en infraestructuras acondicionadas al efecto que suelen ser de mínimo impacto y mantienen las tipologías de construcción típicas del área geográfica, tales como cabañas, chozas, tiendas o campamentos. Responden a este modelo los pueblos Zapotecos de México central (Oaxaca), donde se han construido casas rústicas para los turistas, diseminadas por los principales centros representativos de esta cultura. En el Sudeste Asiático también es posible encontrar una oferta de circuitos turísticos que ponen en contacto al visitante con la gran variedad de etnias existentes. Entre los más atrayentes destacan los que recorren Borneo, concretamente los estados de Sarawak y Sabah, en los que se visita el corazón de la isla, donde habitan tribus conocidas como “cazadores de cabezas” y se convive con estas gentes. Se oferta, por tanto, un alojamiento en las típicas “casas grandes” (casas comunales) que se complementa con la participación en la vida tradicional, en los ritos religiosos ancestrales, y en el aprendizaje de sus técnicas de caza y pesca o de elaboración de artesanías. Estos viajes incluyen, generalmente, la visita a las áreas naturales protegidas de la isla, parques naturales como el de Bako, Niah, Kinabalu, Mulu o el de Batang Ai, una de cuyas principales atracciones es la presencia de orangutanes. Este último parque está gestionado por una cooperativa que incluye la participación de los nativos, que reciben los ingresos procedentes de los visitantes a través de los servicios de canoas, alojamiento, venta de artesanía y trabajo de guías, a cambio, localizan sus áreas de cultivo fuera de los límites del parque y actúan como guardias honorarios del mismo. En este sentido, el estado de Sarawak es uno de los que proporcionan una oferta más amplia al turista debido a la diversidad de etnias que conviven en un espacio reducido. El centro receptor más importante es la capital del estado, Kuching, en la que se concentra una variada oferta de alojamiento, restauración y actividades complementarias que incluyen como elemento destacado el “poblado cultural de Sarawak”, concebido para que el turista que no pretende adentrarse en las zonas más alejadas del estado conozca a los diferentes grupos étnicos en lo que se entiende como un “museo vivo”, con casas típicas “habitadas” por actores que representan esce-
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nas de la vida tradicional, ritos y costumbres o fabrican artesanías. Sin embargo, para los turistas que pretenden un contacto más directo con los diferentes grupos culturales de la zona se organizan visitas hacia el interior, generalmente siguiendo el curso del río Rejang hasta la ciudad de Kapit, que actúa como centro de mercado y de alojamiento. En la parte baja del río, más accesible, habitan pueblos ibanes que suelen ofrecer hospitalidad en sus casas comunales, además de productos propios, danzas tradicionales, viajes en canoa por el río o excursiones de trekking por la jungla. En la parte alta del río, los ibanes dejan paso a una gran variedad de tribus, que se conocen genéricamente con el nombre de Orang Ulu, mucho más aisladas y que mantienen unos contactos esporádicos con los turistas, ya que hasta estas zonas sólo acceden grupos muy reducidos. Vietnam es otro destino recientemente explotado por la actividad turística y en él la oferta de turismo étnico se relaciona, igualmente, con la organización de circuitos que llevan a pequeños grupos de turistas desde el Delta del Mekong hasta las cimas de Fan Si Pan cerca de la frontera con China, y les permiten un contacto directo con las tribus de Hoang Lien además de alojamiento en las cabañas de barro típicas de la región. Un proyecto que ha servido de referencia para otras actuaciones es el de la Basse Casamance, en el sur de Senegal, expresión de una nueva forma de turismo integrado, que responde a los intentos de limitar los impactos negativos del turismo en las comunidades indígenas. Se concibieron una serie de unidades de alojamiento de pequeño tamaño, con capacidad para veinte o treinta turistas, que respetaban la arquitectura tradicional de cada zona. Así, en Elinkine se construyeron tres casas rectangulares, mientras que en Enampore eran de planta circular y conservaban el impluvium, elemento más representativo de la adaptación a las condiciones climáticas de la vivienda tradicional de este pueblo. A este respecto, el Parque Nacional Manu en Perú en la región amazónica del país y en el que viven varios grupos indígenas, presenta algunas peculiaridades. Como tal parque nacional se creó en 1973 y cinco años más tarde la UNESCO lo incluyó entre las áreas Patrimonio de la Humanidad. Las visitas están controladas y el único alojamiento en el interior del parque se sitúa en el centro Manu, construido en 1987, que, sin embargo, no es gestionado por los indígenas,
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por lo que sus contactos con los turistas se reducen a vender artesanía y a actuar de guías en la selva. En otro plano, en aquellos destinos que han sido explotados por el turismo de masas (Bali y Hawái): así como en aquellos que todavía se mantienen un tanto al margen de éste, pero localizados en países desarrollados, la mayor demanda ha llevado consigo la creación de complejos turísticos “ex novo” que lamentablemente no siempre respetan las arquitecturas populares, reproduciendo las formas de alojamiento de los propios países de los turistas. Esto se puede comprobar tanto en Bali como en Australia, donde se han creado de la nada centros turísticos para acoger a los visitantes, como el de Yulara (Alice Springs), que ocupa 104 km2, cerca del Parque Nacional Uluru y a 20 km de Ayers Rock, lugar sagrado para los Aborígenes. Esta operación supuso un gasto de 250 millones de dólares, e incluye tres grandes hoteles, aeropuerto y gran área de camping, llegando a recibir 300.000 visitantes en 1993. La construcción la llevaron a cabo varias empresas privadas con el soporte del gobierno del Territorio del Norte que pretendía potenciar el desarrollo a ultranza de la zona con este complejo orientado a complacer las necesidades de ocio del turista occidental. En 1989 Uluru recibió 200.000 visitantes y del total de llegadas internacionales a Australia el 12% se desplazó a la zona. Frente a este complejo turístico la comunidad Aborigen ha creado un pequeño foco en el que recibe a grupos de visitantes reducidos con un nivel de comodidades muy inferior al de Yulara, y en el que se enseñan las formas de vida Aborigen, costumbres y mentalidad y también se les guía en determinadas excursiones por la zona (Mercer, 1995). C) Políticas de planificación y desarrollo Uno de los proyectos más ambiciosos para desarrollar el turismo étnico unido al turismo cultural y ecológico es el de la Ruta Maya, esbozado en principio por National Geographic y asumido actualmente por los gobiernos de los diferentes países que atraviesa. Esta Ruta recorre los estados mexicanos de Yucatán, Campeche, Quitana Roo, Tabasco y Chiapas y las repúblicas de Belize, Guatemala y Honduras. Sus objetivos fundamentales son promover un turismo compatible con el medio ambiente en todo el espacio cultural maya, contribuir a una más eficaz protección de las zonas de interés arqueológico para
evitar el expolio al que se ven sometidas, preservar la selva tropical lluviosa de los impactos negativos derivados de los usos agrícolas y forestales y favorecer, por tanto, un desarrollo sostenible a partir del turismo étnico y del ecoturismo. Sin embargo, el proyecto no está exento de problemas ya que parece dudoso, por lo menos en principio, que la creación de la infraestructura asociada a la introducción del turismo en esa zona, como la construcción de carreteras de acceso y hoteles, no lleve consigo el peligro de acelerar la degradación de un espacio de delicado equilibrio ambiental. A esto se añaden los problemas generados por la revolución de Chiapas en 1994, cuyos protagonistas, precisamente, luchaban por conseguir tierras para el cultivo (Van den Berghe, 1995). No obstante los últimos cambios de la política turística federal comentados anteriormente, la promoción del turismo étnico fue también objeto de atención por parte del gobierno australiano que, dentro del Regional Tourism Development Program (RTDP) orientado al fomento del crecimiento económico y aumento del empleo a largo plazo, incluía el National Ecotourism Program (NEP), establecido como tal en 1994 con el objetivo de la planificación, desarrollo y gestión del ecoturismo en Australia, guiado por los propios operadores turísticos de cada estado. Este programa potenciaba el turismo basado en la atracción de los recursos naturales, fauna y flora y, al mismo tiempo, de los grupos humanos Aborígenes, a través de ayudas económicas y formación para la autogestión. El plan estaba supervisado por la Royal Commission into Aboriginal Deaths in Custody, creada en 1988 y encargada de velar por los derechos e intereses de los Aborígenes, a los que se intentaba ofrecer más oportunidades para el aprovechamiento del espacio en el que viven. Este organismo, junto con el Gobierno Federal, inició una estrategia específica, denominada National Aboriginal and Torres Strait Islanders Tourism Strategy, que pretende impulsar la capacidad de autogestión y suficiencia económica de los grupos Aborígenes. Sin embargo, al mismo tiempo, dentro del RTDP existía un plan del gobierno del Territorio del Norte por el que se destinaba un importante presupuesto económico para la creación del complejo turístico de Battery Hill en Tennant Creek, zona de antiguas minas de oro, para promover el desarrollo económico de la región del Gove Nhulunby y Groote Eylandt. Se desprende así la existencia de dos posturas enfrentadas, una representada por el Gobierno Federal para promover el turismo y que los Aborígenes
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participen en el mismo a través de su gestión, y otra, la del estado del Territorio del Norte, más interesado en un desarrollo a ultranza (como se deduce de los ejemplos de Yulara y del futuro Battery Hill) de este turismo, basado en los atractivos naturales y en los propios Aborígenes, principales recursos turísticos del Territorio del Norte. Con otros presupuestos se diseña el Proyecto para el Desarrollo Turístico de la región de la Basse Casamance en Senegal, desde unos planteamientos que se acercan más a lo que sería el turismo étnico en sentido estricto, y que pretende ser una experiencia integrada cuya principal condición es suscitar el interés de la población, de manera que el proyecto se aproveche de su participación y se convierta en parte integrante de la comunidad (Saglio, 1979). Este proyecto fue concebido por la Agencia para la Cooperación Cultural y Técnica, con la ayuda financiera de la Canadian University Service Overseas y con la colaboración de agencias de viajes especializadas en la comercialización de productos alternativos a pequeña escala, dirigidos sobre todo a jóvenes. En principio, el proyecto abarcaba los países de Benin, Malí, Níger y Senegal, y su puesta en marcha fue encomendada al etnólogo Christian Saglio, con el propósito de favorecer el desarrollo económico de los pueblos y evitar el éxodo de la población joven, introduciendo la actividad turística de una manera integrada, que evitara el desplazamiento de otras actividades económicas y el cambio en el sistema de valores de las comunidades receptoras, ofreciendo al turista la oportunidad de conocer realmente la forma de vida tradicional, fuera de las imágenes estandarizadas difundidas por los canales de comercialización turística. La principal condición residía en la propia construcción, administración y explotación de las infraestructuras de alojamiento por los habitantes, organizados en cooperativas y responsables de la gestión de los “campos” y del reparto de los beneficios. El proyecto, según su concepción original, se llevó a cabo a mediados de los años setenta en la región de la Basse Casamance, donde se crearon cuatro “campos” de este tipo en Elinkine, Enanpore, Baila y Thionckessyl, con una capacidad en conjunto de 100 plazas y una inversión de 40.000 dólares. Los jóvenes son los encargados de organizar las actividades turísticas (alojamiento, comida y excursiones), con la supervisión de una Comisión de Gestión, y los beneficios obtenidos por la explotación del campamento se destinan sobre todo a la inversión en
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otras actividades económicas como al cultivo de la tierra, la cría de animales, pesca, artesanía y a la mejora de los servicios sociales para la comunidad y, en menor medida, a la reinversión en el campamento turístico, dado su bajo coste de mantenimiento y funcionamiento. El éxito de esta experiencia ha animado al capital privado de la región a intervenir en proyectos similares, financiando la construcción de nuevos centros, gestionados también por la población local, como los de Albert Sambou en Diembering y de Malang Badji en Karabane. Igualmente el Estado ha creado centros de acogida de este tipo como el de Santiaba Mandjak y el de Kaffoutien al oeste de Bignona (Saglio, 1979). Una experiencia en principio similar es la promovida por la Asociación de Empleados Kunas en Panamá, ya mencionada en el apartado anterior, que gestionan la reserva en la que viven, se encargan de preservar la vida salvaje, de controlar y restringir el número de visitantes y, como en el caso de la Basse Casamance, los indios Kunas participan en la construcción de un centro de acogida integrado para científicos y turistas en Nusagandi, actuación que recibe el apoyo financiero del gobierno y de la UNESCO (Kleymeyer, 1994). Menos éxito, sin embargo, alcanzó el proyecto que se intentó llevar a cabo en la isla caribeña de San Vicente, en la que el gobierno apostó, en los inicios de la década de los setenta, por una política basada en el turismo indígena e integrado, apoyada en un desarrollo gradual a pequeña escala y con gestión local, aunque problemas de inestabilidad política en el país acabaron con este proyecto (Pearce, 1992). Asimismo en los años ochenta el gobierno peruano intentó consolidar el turismo cultural y étnico en el marco de colaboración de la UNESCO con el Plan Turístico y Cultural de Perú, cuyo objetivo además era extender la agricultura, base de la economía de la región Cuzco-Puno, y proteger los yacimientos arqueológicos incas. Sin embargo, el proyecto se centró excesivamente en salvaguardar las ruinas de Machu Picchu, con la mejora de accesos y la construcción de hoteles (Schlüter, 1995). Conviene destacar, por su singularidad, la iniciativa de la comunidad quechua de Capirona, en la región de las tierras bajas de Napo, en Ecuador, que decidió poner en marcha un proyecto en el que el aliciente más relevante fuera el intercambio cultural entre población local y visitantes y, por lo tanto, en el que también interviene el turista dando a conocer diferentes aspectos de
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Parte II: Los tipos de turismo
su propia cultura. Para su puesta en práctica contaron con pequeños préstamos de la Federación de Organizaciones Indígenas del Napo (FOIN), lo que les permitió organizar la actividad turística por sí mismos y que, de esta manera, los beneficios obtenidos revirtieran directamente en la comunidad, sin pasar por intermediarios. Tras el éxito de esta experiencia, otras comunidades indias del área decidieron desarrollar proyectos similares y, al amparo de los mismos, el FOIN creó en 1994 la Red Indígena de Comunidades del Alto Napo para la Convivencia Intercultural y el Ecoturismo (RINCANCIE) mediante la cual se fomentó la participación de otras comunidades, hasta un total de veinte en la actualidad, que controlan 15.000 Ha de selva; catorce de ellas han construido pequeños alojamientos para acoger a los turistas y la mitad está recibiendo visitantes, como la de Río Blanco. En otros países, las políticas para el desarrollo del turismo se han utilizado como oportunidad para controlar a poblaciones, en ocasiones nómadas, que viven en zonas bastante aisladas, para, así, ejercer sobre ellas un mejor control e integrarlas en la identidad nacional. A este planteamiento se ajusta la política turística del gobierno thailandés respecto a algunos grupos nómadas del norte del país, en contacto con las fronteras de Laos y Myanmar (Birmania), que habían escapado a la supervisión del Estado por su propio modo de vida. Los proyectos de desarrollo turístico han permitido la construcción de infraestructuras de acceso a la zona, junto con otros equipamientos turísticos que facilitan las relaciones de los turistas con estos pueblos, a la vez que contribuyen a fijar en ella a sus gentes (Michaud, 1995). Al mismo tiempo, el gobierno se decidió a finales de los años ochenta a promover a través de la Autoridad Turística de Thailandia el turismo cultural y natural y la producción de artesanía para la venta, incluidas exportaciones (Parnwell, 1993). Aunque planteado para el desarrollo del turismo de masas, uno de los componentes principales de la estrategia turística balinesa es su propia cultura. La política turística en Bali se remonta a la década de los setenta con el Bali Tourism Study, promovido por la ONU, con el propósito de difundir el turismo por toda la isla. Este estudio contemplaba la necesidad de introducir y planificar la actividad turística en la zona de Nusa Dua, ocupada por poblaciones dedicadas a la pesca y a la recolección de cocos, convirtiéndola en un centro turístico de lujo con la creación de hoteles y de todo tipo de servicios. Dicho plan se ha visto superado por el crecimiento del turismo en Bali, concentrán-
dose en el sur de la isla y generando una fuerte presión sobre los recursos naturales y humanos, por lo que se ha intentado poner en práctica otras iniciativas menos agresivas. Entre ellas, el Spatial Arrangement Plan para Bali que identifica una serie de nuevas áreas para el establecimiento de la actividad turística, situadas tanto en el interior como en la costa, para descongestionar la zona sur de la isla. Otra tendencia es la que propone el Bali Sustainable Development Project, con la colaboración de las universidades de Bali, Yogyakarta en Java y Waterloo en Canadá, dentro del cual se favorece una estrategia económica en la que predomina la conservación, y cuyo objetivo reside en provocar la atracción del turista por la herencia cultural y evitar, así, los impactos inherentes al turismo de masas en Bali (Wall y Dibnah, 1992). Por último, cabe mencionar dentro de la pretension de abordar el problema del desarrollo de los pueblos indígenas de una manera global, la Organización para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (IPDN) creada en Ollantaytambo (Perú) en 1997, con el propósito de promover un modelo de desarrollo alternativo, y que integra a miembros de América, África, Asia y el Pacífico. En este foro, una iniciativa, respaldada por el Grupo Internacional de Apoyo al Turismo Sostenible, tiene como objetivo el control del impacto del turismo en las comunidades indígenas que garantice el respeto de la biodiversidad propia de los hábitat de estos grupos humanos.
7.3. Turismo residencial Este concepto que tradicionalmente se ha contrapuesto al de turismo itinerante, hace referencia a una forma de practicar turismo caracterizada por la ocupación o utilización del mismo alojamiento extrahotelero, ya se trate de apartamentos, chalets, bungalows, en propiedad o alquiler, a lo largo de sucesivos períodos vacacionales durante estancias más o menos prolongadas, sea cual sea el tipo de turismo (sol y playa, nieve, rural, etc.) y el destino elegido. Por su propia definición, se incluye, dado el carácter temporal de su ocupación, dentro del fenómeno más amplio de la segunda residencia, relacionada con las actividades de ocio y esparcimiento. Tanto la segunda residencia como el turismo residencial han experimentado una continua expansión a partir de la Segunda Guerra Mundial, estrechamente relacionada con el progresivo aumento de la pobla-
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Capítulo 7: Turismo en espacios rurales
ción urbana, y la consiguiente congestión y falta de espacios libres de uso público para el esparcimiento y la recreación en las ciudades. En este proceso de crecimiento de las segundas residencias incide, asimismo, el aumento del nivel de vida y de la capacidad de consumo, las vacaciones pagadas y la reducción de la jornada laboral, la búsqueda de prestigio y de demostración del status social, la mejora de las infraestructuras de comunicaciones y la generalización del automóvil privado, la oportunidad de realizar una inversión “segura”, el deseo de pasar las vacaciones en familia, el disfrute de la naturaleza y/o la elección de estos alojamientos para el retiro tras la jubilación. Como consecuencia de estos factores, el concepto, ya de por sí amplio, de turismo residencial alberga una gran complejidad que se traduce en las múltiples clasificaciones establecidas según el criterio adoptado para su mejor conocimiento. Atendiendo a la duración de la estancia, estas viviendas se pueden distinguir según sean utilizadas los fines de semana y en vacaciones cortas y/o largas, dependiendo la frecuencia de uso de la distancia que las separa de la residencia principal o permanente, así como de la disponibilidad de medios de transporte rápidos y de buenas infraestructuras de comunicación. Frente al turismo itinerante basado en la prestación de servicios y en la utilización del alojamiento hotelero, el turismo residencial se asocia con la venta de suelo, la construcción y la promoción inmobiliaria (Vera, 1990), de ahí que según su tipología de construcción, encontremos viviendas unifamiliares aisladas que, normalmente, presentan bajas densidades de ocupación del espacio, viviendas adosadas de densidad media y, por último, bloques de apartamentos que suponen una mayor densidad. Otro elemento de diferenciación obedece bien a un proceso de aparición espontánea, dominando en tal caso la autoconstrucción, la dispersión anárquica en el espacio y un deficiente nivel de equipamientos, o bien al resultado de una promoción pública o privada a través de una planificación y ordenación en urbanizaciones, que da lugar a conjuntos residenciales con mejores dotaciones, dentro de los espacios turísticos. La propiedad de estas residencias es generalmente privada, pero existen otras fórmulas como el alquiler, la ocupación de suelo público mediante concesiones administrativas o, incluso, modalidades de tiempo compartido (time sharing), sistema que ha experimentado un importante crecimiento en la última década y que consiste en la compra del derecho de utilización
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de uno o más inmuebles en régimen de tiempo compartido, aunque esta forma de acceso a la vivienda no podría considerarse estrictamente como turismo residencial ya que, a pesar de que asegura la llegada de flujos turísticos, no se establece la misma relación de fidelidad entre destino y turista. En cuanto a su emplazamiento geográfico, se ubican indistintamente en zonas de interior o costeras. Ahora bien, si tenemos en cuenta la funcionalización de usos de estos espacios podríamos distinguir las áreas periurbanas, sobre todo de las grandes ciudades, donde mejor se plasma el fenómeno de ocio de proximidad relacionado con la abundancia de segundas residencias de los habitantes de estos núcleos; las regiones de fuerte especialización turística y, final-
CUADRO 7.6 Características del turismo residencial en diferentes espacios geográficos ÁREAS NAS
PERIURBA-
• • • • • •
ÁREAS DE FUERTE ESPECIALIZACIÓN TURÍSTICA • • •
• ÁREAS RURALES •
•
Fuente: Elaboración propia.
segunda residencia relacionada con el ocio de proximidad nuevas construcciones y urbanización del espacio predominio de vivienda unifamiliar aislada posibilidad de ser absorbidas por el crecimiento de las ciudades elevada frecuencia de uso tendencia a una ocupación más prolongada, ya que las distancias desde el lugar de origen suelen ser mayores integración en urbanizaciones turísticas mayores densidades de ocupación del espacio diversidad de tipologías de construcción (viviendas unifamiliares aisladas, bungalows, bloques en altura, etc.) fuerte relación con el turismo de retorno importancia de la rehabilitación del patrimonio construido, sin olvidar la construcción de nuevas edificaciones baja densidad de ocupación del espacio
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Parte II: Los tipos de turismo
mente, los espacios que podrían ser definidos como rurales (cuadro 7.6). El proceso, en el primer caso, reviste gran complejidad ya que, con frecuencia, se entremezclan distintos usos en el mismo espacio dependiendo de la distancia al núcleo urbano y de sus atractivos naturales y paisajísticos. En el entorno de las ciudades, la aparición de las segundas residencias está directamente relacionada con la proximidad, más que con la calidad ambiental del medio, puesto que el propósito obedece al deseo de escapar de la ciudad y de su congestión. No obstante, es interesante señalar que el factor distancia es relativo y se tiende a medir el desplazamiento por el tiempo invertido a tenor de la disponibilidad de una buena infraestructura de comunicaciones. De esta forma, el radio de influencia de las áreas urbanas se amplía, abarcando espacios cada vez más lejanos y de mayores atractivos. Así, en el caso de los países escandinavos, la distancia media de desplazamiento oscila entre 50 y 60 kilómetros, aunque progresivamente tiende a aumentar tanto el tiempo como la distancia, tal como ocurre en los países de grandes extensiones superficiales, como Estados Unidos, Canadá y Australia, en los que las segundas residencias se encuentran, mayoritariamente, en un radio de desplazamiento de 160 a 240 km. En algunos casos estas zonas se incluyen en regiones de interés turístico y, en consecuencia, coinciden en un mismo espacio segundas residencias para el ocio de proximidad y alojamientos turísticos. La expansión de la segunda residencia es un fenómeno general en torno a las grandes ciudades tanto de los países desarrollados de economía capitalista, como de los países del antiguo bloque socialista, aunque en estos últimos con una menor difusión, condicionada por una planificación más rígida de esta actividad y, en principio, el menor poder adquisitivo de su población. Es precisamente en las periferias más cercanas, que quedan bajo la influencia de las aglomeraciones urbanas, donde se observa, por una parte, la progresiva conversión de las segundas residencias en principales, como puede ocurrir cuando los propietarios de las mismas llegan a la edad de la jubilación y deciden fijar su residencia en dichas viviendas y, por otra, la creación de áreas residenciales de ocupación permanente en un proceso de expansión de la ciudad que permite disfrutar de un hábitat menos denso y bien comunicado con los centros urbanos. Este proceso ha sido analizado por diversos autores, entre los cuales podemos citar
el ya clásico modelo espacio-temporal desarrollado por Ludgren para el caso canadiense (figura 7.6). Manifestaciones similares se detectan en zonas privilegiadas, relativamente cercanas y con atractivos desde el punto de vista natural y paisajístico, que han experimentado un cierto desarrollo turístico conectado en su origen con la consolidación del poder económico de la burguesía y cuya imagen turística, en algunos casos, ha rebasado con el tiempo el estricto marco regional. Dentro de este conjunto sirven de ejemplos, en el caso de Inglaterra, la costa sur bajo la influencia de Londres y la costa este en relación con las poblaciones industriales del Lancashire; las costas francesas del Canal de la Mancha, ligadas a la región de París; las orillas del mar Báltico y los lagos de las regiones meridionales de los países escandinavos; el entorno de los Grandes Lagos y la costa noreste de Estados Unidos, en América del Norte; las costas de Nueva Gales del Sur y Queensland en Australia; regiones costeras cercanas a Santiago de Chile y a Buenos Aires en América del Sur, y la Costa del Ibisco en la República Sudafricana, entre otras. Un proceso que presenta una dinámica diferente es el que tiene lugar en las regiones de fuerte especialización turística, que nacen indiscutiblemente orientadas a la recepción de flujos internacionales. Se trata sobre todo de destinos turísticos “descubiertos” en los años sesenta y conquistados por el turismo de masas internacional en su búsqueda de productos basados preferentemente en la oferta de sol y playa y de deportes de invierno. A medida que estos destinos se consolidan y, de acuerdo con los logros alcanzados por la civilización del ocio, se asiste a la fijación de parte de estos flujos turísticos por el desarrollo del turismo residencial, caracterizado por la utilización de alojamiento extrahotelero. De esta forma se asegura la repetición del destino ya que el turista se convierte frecuentemente en propietario de la vivienda en la que pasará sus vacaciones principales, sin excluir cualquier otro período de ocio. Son, sobre todo, dos grandes regiones turísticas las que mejor reflejan este fenómeno, el Mediterráneo y el Caribe. En el primer conjunto, el turismo residencial, en gran parte asociado a una clientela procedente del norte de Europa, presenta una gran repercusión espacial. Esta forma de alojamiento constituye un elevado porcentaje de la oferta total, muestra de lo cual son las proporciones alcanzadas en algunos de estos países mediterráneos a principios de los años noventa. En España el
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Capítulo 7: Turismo en espacios rurales
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I
Rango de centro urbano
pequeña ciudad
área estable de segunda residencia
distancia hacia áreas potencialmente recreativas
II
pequeña intermedia
área segunda residencia en transición
III
área metropolitana
área de segunda residencia absorbida
nueva área de segunda residencia
FIGURA 7.6. Modelo de Ludgren sobre la aparición de las segundas residencias en relación a la expansión urbana. Fuente: Callizo (1991).
78% del total de las plazas turísticas correspondía a una oferta no regulada, en Italia el porcentaje se elevaba al 83% en alojamientos extrahoteleros, mientras que en Francia era del 76% (Montanari, 1995) (figura 7.7). En el Caribe, aunque el turismo itinerante es sin duda el más numeroso en el flujo global, los propietarios de segundas residencias proceden fundamentalmente de Estados Unidos y Canadá, y su objetivo principal es buscar una inversión rentable y disponer de un marco natural agradable donde retirarse tras la jubilación, ya que se percibe el Caribe como una exten-
sión de Florida. Este tipo de afluencia tiende a concentrarse en urbanizaciones o colonias separadas del resto de la población y, en algunas islas como la de Montserrat, es el modelo de ocupación dominante (Henshall, 1994). Dado el interés que las áreas rurales concitan en este capítulo, es oportuno señalar algunas características de los procesos que atañen al turismo residencial en estas zonas. Al contrario de lo que pudiera parecer por la propia dinámica de los espacios rurales, no se trata de un fenómeno homogéneo, sino que
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Parte II: Los tipos de turismo
FIGURA 7.7. Proporción de residencias secundarias en relación con la capacidad total de alojamiento en Francia. Fuente: Béteille (1996).
reviste cierta complejidad como resultado de la confluencia de distintas motivaciones. En este sentido, las áreas rurales de los países desa-
rrollados se ven involucradas, en mayor o menor medida, en una corriente de retorno de los inmigrantes y sus familiares que buscan la vuelta a sus
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Capítulo 7: Turismo en espacios rurales
lugares de origen en sus períodos vacacionales. Este flujo se ve favorecido por la pervivencia de vínculos familiares, así como por la posibilidad de disponer de alojamiento bien en casas de los parientes, bien por la existencia de viviendas en propiedad o transmitidas en herencia. Aunque no sea generalizable, es evidente que se trata de flujos domésticos en los que, a diferencia de lo que ocurría con la segunda residencia más relacionada con el ocio de proximidad, la distancia no es un factor tan limitante, ya que el desplazamiento está motivado por el deseo de regresar a un lugar con el que se mantienen lazos afectivos. Se desprende por ello que los atractivos del medio, así como los servicios y el equipamiento de ocio, presentan, en principio, menor relevancia en la elección de estas áreas para el disfrute de las vacaciones. Este retorno contribuye, de manera estacional, a la animación de la vida rural de estos núcleos, a la dinamización económica de los mismos y al mantenimiento a lo largo del año de un cierto nivel de servicios. Así pues, la llegada de estos flujos se plasma bien en la construcción de nuevas edificaciones o, en mayor medida, en la rehabilitación de las viviendas ya existentes, lo que redunda en la conservación del patrimonio arquitectónico de las áreas rurales. No obstante, no podemos obviar que, conforme se debilitan los vínculos familiares comentados, este proceso pierde fuerza, en algunos casos, condicionado por el aislamiento y la falta de posibilidades de recreación. Por otra parte, además del turismo de retorno, los espacios rurales son cada vez más atractivos para el turismo residencial de acuerdo con la búsqueda de la tranquilidad y la naturaleza propias de estas zonas y, en algunos casos, por la rentabilidad que supone como inversión inmobiliaria. Por último, igual que para el turismo rural y el turismo étnico, también podemos enumerar una serie de aspectos positivos y negativos asociados al turismo residencial en sentido amplio (cuadro 7.7).
7.4. Conclusiones 1. El medio rural ofrece un escenario privilegiado para distintas manifestaciones turísticas, aunque el turismo rural en su acepción genuina es el que responde a unos criterios de valoración del espacio y de las sociedades rurales que se traduce en una forma de gestión local, un modelo de ocupación no intensi-
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CUADRO 7.7 Aspectos positivos y negativos del turismo residencial Aspectos positivos • • • •
Dinamización económica. Creación de servicios y equipamientos. Generación de empleo relacionado con la construcción y la creación de servicios y equipamientos. Rehabilitación del patrimonio tradicional.
Aspectos negativos •
• •
• • • • •
Aparición de nuevas áreas urbanizadas difusas y separadas de los centros urbanos que precisan dotaciones y servicios públicos y equipamientos. Congestión asociada al aumento de la densidad de ocupación. Predominio de los intereses especulativos ligados a la venta de suelo y a la promoción inmobiliaria sin la necesaria planificación y gestión adecuada. Elevación de los precios del suelo. Introducción de tipologías de vivienda ajenas a las propias de la zona. Estandarización de los diseños de construcción. Alteración del paisaje rural. Conflictos de intereses entre residentes permanentes y temporales.
Fuente: Elaboración propia.
vo y un contacto directo entre la población rural y el turista. De esta manera, dependiendo del grado de intensidad de la relación entre el turismo y el medio rural se observan diferentes formas de aprovechamiento turístico de los recursos de este ámbito. 2. La actividad recreativa ha destacado tradicionalmente entre las funciones características del espacio rural, aunque más acentuada hoy por la renovada necesidad de recuperar el contacto con la naturaleza, por lo que junto a las clásicas vacaciones al lado del mar surge con más fuerza el deseo de realizar vacaciones alternativas por oposición a la masificación de los destinos turísticos consolidados. De esta forma, el turismo rural respondería a motivaciones ecológicas y culturales. 3. A corto plazo es de esperar un mayor desarrollo de este turismo tanto por el creciente interés que suscita en la sociedad, como por la potencialidad con que cuentan las zonas rurales, en el sentido de que son muchos y variados los recursos susceptibles de aprovechamiento turístico. 4. Aunque las expectativas de desarrollo de turis-