Escritos desde la Sala, N°23

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ARCHIVOS / Juan Camilo Escobar Villegas

Pensar una Biblioteca Digital Patrimonial para la Biblioteca Pública Piloto de Medellín 1

Juan Camilo Escobar Villegas2

Ahora bien, ¿Es posible formar un internauta investigador que aproveche lo que los analistas bibliotecarios le ofrecen y a la vez proponga la incorporación de nuevas o diferentes informaciones para las fotografías? En conclusión, ¿se puede formar una comunidad investigativa que interactúe electrónicamente para mejorar las fichas de registro de los archivos patrimoniales de la BPP?

Presentación Las memorias del mundo son tal vez incontables. No obstante, actualmente es posible clasificar los lugares de memoria desde una teoría de la historia que permita conectar fuentes documentales unas con otras y que a su vez considere las especificidades de cada una de ellas. Dicha teoría, que es a su vez una perspectiva analítica y metodológica, ha venido conociéndose en las dos últimas décadas como historias conectadas.

Las anteriores reflexiones permiten poner en movimiento una serie de consideraciones metodológicas con el fin de crear formas investigativas de acercamiento y valoración a los documentos de la Biblioteca Digital Patrimonial de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín, en espacial para su importante archivo fotográfico reconocido por la UNESCO como Registro regional de memoria del mundo.

Leer en contexto, observar relacionalmente, conectar lo desconectado, mirar más allá de lo local, considerar lo fútil y lo trivial, argumentar estructuralmente, interesarse por los orígenes documentales, por sus usos, sus autores y propietarios, configurar rutas de circulaciones iconográficas, registrar fechas y nombres en fichas y elaborar prosopografías a partir de los archivos históricos son algunas de las prácticas investigativas que es necesario poner en marcha al momento de acceder a ellos.

Las joyas de la BPP o los documentos históricos como lugares de memoria Para conocer las complejas historias conectadas del mundo es importante que los historiadores no desechen ningún rastro dejado por las sociedades humanas. Todos los sentidos son necesarios para realizar este ejercicio de reconstrucción histórica, pues los investigadores deben leer, oír, tocar, sentir y apreciar cuanto haya quedado como vestigio, ruina, archivo, práctica, leyenda o gesto de los humanos. Al entrar en contacto con los archivos y contextualizarlos estos se

1 Algunas de estas reflexiones han sido presentadas en la Cátedra Ernesto Restrepo Tirado, en octubre 2015, organizada por el Museo Nacional de Colombia. El Museo Nacional y la Biblioteca Pública Piloto han estado de acuerdo en publicarlas en sus respectivos medios internos. También debo agradecer a mi colega Adolfo León Maya Salazar, quien me ha acompañado desde el año 2004 en muchas de las reflexiones que aquí aparecen. 2 jcescoba@eafit.edu.co Historiador, profesor titular le Departamento de Gobierno y Ciencias Políticas de la Escuela de Humanidades en la Universidad EAFIT. Director del grupo de investigación Sociedad, Política e Historias Conectadas.

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Juan Camilo Escobar Villegas / ARCHIVOS que, acompañada de teorías analíticas y metodologías rigurosas, permiten conocer, explicar, comprender y escribir historias del mundo. La Biblioteca Digital Patrimonial de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín está conformada por numerosos documentos que representan estos lugares de memoria y su misión es conservarlos, protegerlos, clasificarlos, describirlos y ponerlos al servicio de investigaciones que permitan comprender el presente y trazar el futuro por medio del conocimiento crítico del pasado.

Bibliobus. Autor: Fabio Restrepo / Archivo Fotográfico bpp

convierten en joyas documentales que brillan cada vez que se conectan, se explican y posteriormente nutren una narrativa histórica. Las joyas de la BPP se han pensado como lugares de memoria3 y se han clasificado en seis grupos.

Fondos fotográficos e iconográficos Este es el fondo más interesante de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín. En particular por su archivo fotográfico, cuyo número de documentos en diferentes formatos lo ha catalogado como uno de los más importantes del mundo. La BPP sigue buscando archivos fotográficos en Antioquia para salvarlos de su desaparición. Fotógrafos en ciudades pequeñas poseen negativos y positivos que guardan la memoria visual de los procesos de mundialización y globalización en una escala local pequeña. La fotografía es hoy una acto masivo que cualquier persona lleva a cabo; sin embargo, sigue siendo un arte que implica una original combinación entre técnica, gusto, observación y creación.

Fuentes arqueológicas u objetos propiamente materiales. Fuentes escritas o documentos manuscritos, impresos o digitales. Fuentes iconográficas o documentos visuales. Fuentes orales o documentos sonoros en vivo o registrados. Fuentes audiovisuales o la combinación de sonido e imagen en movimiento. Fuentes gestuales o maneras inmateriales de cultura en el cuerpo y sus movimientos. Ellas forman un hexágono documental que ha venido siendo producido por las sociedades modernas y contemporáneas de manera masiva. Para un investigador de las sociedades humanas la tarea es indagar por la presencia de estos diversos tipos de fuentes que pueden dialogar entre sí. En síntesis, los investigadores consideran de gran valor histórico un fragmento arquitectónico, un manuscrito, una pintura rupestre o una fotografía, un canto, una película o una danza. Representan fuentes primarias, materia prima 3 La noción aparece a finales del siglo XX en la siguiente obra: Pierre Nora, director, Les lieux de mémoire, Paris, Gallimard, 1984, 3 vols.

Biblioteca Pública Piloto de Medellín. Autor: Fabio Restrepo / Archivo Fotográfico bpp

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ARCHIVOS / Juan Camilo Escobar Villegas Ahora bien, los fondos iconográficos de la BPP también conservan y ponen su atención en la adquisición de otras producciones culturales de gran importancia para el patrimonio visual. En efecto, allí encontramos caricaturas de la vida política, pinturas, dibujos, grabados e ilustraciones que revelan una significativa tradición de las llamadas bellas artes en Antioquia, logotipos, postales, estampillas, afiches y avisos publicitarios que representan otros nichos de lo visual. Pero también mapas, planos, croquis y otras producciones cartográficas con las que se mide y simboliza el territorio. El ser humano ha sido visual antes que escritural. Por eso las portadas de libros, las carátulas de discos, los cabezotes de periódicos, los membretes y sellos de gobernantes y comerciantes, o las firmas y los exlibris que revelan la propiedad y el uso de variados documentos hacen igualmente parte del patrimonio iconográfico de la BPP.

pila, guarda, estudia y ofrece lo que otros han producido. Ella es también productora, creadora, promotora y gestora de eventos que han aglutinado importantes pensadores y artistas de Antioquia y otras partes del mundo. Por eso sus fondos sonoros y audiovisuales se nutren desde el nacimiento de esta institución a mediados del siglo XX con grabaciones, películas, videos y documentales que se estrenan en sus instalaciones por primera vez. Conciertos, entrevistas, conferencias, debates, emisiones radiales, programas televisivos han sido realizados en sus auditorios y en sus salas. La fonoteca de la BPP es un archivo en crecimiento, un fondo documental vivo que patrimonializa reuniones intelectuales que en ocasiones no se pueden volver a ejecutar por la singularidad de sus actores o por la muerte de sus protagonistas. La voz y la gestualidad de ellos cobran gran importancia no sólo por el prestigio de cada uno sino también por la congregación singular que se logra alrededor de un tema específico. La voz de Estanislao Zuleta o Luis Antonio Restrepo, importantes intelectuales de la ciudad y el país hacia los años 70, ha quedado como un tesoro en los archivos orales y sonoros de Colombia.

En conclusión, estudiar y analizar fuentes iconográficas implica poner atención a la raya, la puntuación, la coloración, la luminiscencia, el trazo del pincel y la configuración espacial, puesto que sin ellos no son posibles los íconos ni las imágenes. El bastidor y el retablo que afirman y presentan una imagen, el acetato que la fija y la arroja sobre el telón como una historia, la piedra o el mineral en que se forja o el cuerpo en que se inscribe son algunas de sus bases de presencia. La imagen está vigente en medio de la humanidad porque comunica y da sentido a las relaciones sociales y porque permite explicarlas y comprenderlas en su devenir.

La oralidad es pues una práctica que se sigue ejerciendo en las sociedades modernas y es necesario registrarla gracias a las tecnologías sonoras inventadas en el siglo XX. Esta compleja e inmemorial forma de propagación de tradiciones y sapiencias es respetada en la BPP tanto como un viejo manuscrito o un antiguo mapa. En términos generales, la palabra oral es una fortuna que conservan los venerables ancianos de muchas sociedades sin o con escritura.

Archivos sonoros y audiovisuales La BPP es una institución dinámica que no simplemente reco4


Juan Camilo Escobar Villegas / ARCHIVOS La mezcla de iconografías y oralidades ha sido también una vieja práctica humana, incluso antes del cine y la televisión. Las marionetas, los títeres, el teatro de sombras, los rituales religiosos o las tragedias griegas y romanas fueron audiovisuales sin cámaras ni micrófonos eléctricos. La cámara oscura que renacentistas y modernos de las revoluciones científicas usaron para divertirse fueron asimismo actos audiovisuales. Esa fraternidad legendaria entre sonidos e imágenes ha generado piezas artísticas y patrimoniales que hoy buscan un lugar en los salones de la BPP. Las familias hacen videos caseros, los profesionales de los medios elaboran diariamente pequeños clips para acompañar sus noticias y crónicas y los gobernantes registran cada segundo del día y la noche en las calles de las ciudades.

Las historias conectadas son una perspectiva de análisis histórico apropiada para los tiempos de mundialización y globalización, para estos últimos cinco siglos de fenómenos planetarios producidos por un gran número de conexiones entre personas, de circulaciones de modelos culturales, políticos o económicos, de transferencias de diversos patrones sociales. No obstante, dichos modelos no siempre se repiten de acuerdo con el “patrón original” porque en el tránsito de un lugar a otro experimentan cambios con el fin de adaptarse a los medios sociales donde llegan. Lo que obliga a distinguir mundialización de globalización. Desde esta perspectiva de análisis no es pertinente hablar de influencias, de influenciadores e influenciados, de creadores e imitadores. No. Son preferibles otras nociones, otra dinámica que permita ver en las diferentes formas de globalización y mundialización actos de creación gracias a procesos de difusión, recepción, apropiación y adaptación que remplazan la vieja categoría vertical, unidireccional y etnocéntrica conocida como “influencia”. En efecto, cuando los traductores, los lectores y los profesores intervienen los libros que circulan por los continentes crean a su vez nuevas ideas. Los archivos personales que reposan en la BPP poseen entonces un carácter patrimonial porque representan la vida y la obra de personas conectadas con el mundo, de sujetos que no han estado de espaldas a lo que sucede fuera de sus lugares de nacimiento, de gente que está inserta en circuitos dinámicos de circulación de formas de pensar, sentir y hacer la vida, de individuos que producen, difunden y a la vez reciben, se apropian y adaptan sensibilidades,

Archivos personales Interesarse por las historias de los intelectuales de Antioquia implica investigar los libros leídos, los profesores que les han enseñado, los viajes realizados, los escritos, las obras y las instituciones que han creado. De esa forma es posible empezar a conocer que entre antioqueños y otros grupos regionales del planeta ha habido vínculos, conexiones, lazos que permiten comprender mejor las historias del mundo. A esta manera de investigar y analizar las personas y los problemas de una ciudad, de una región o de un país, se le ha llamado historias conectadas. Es decir, procesos, cambios y transformaciones que para comprenderlos exigen que el investigador levante su mirada más allá de los horizontes regionales y/o nacionales, hacia los espacios intercontinentales en los cuales han circulado las ideas y las personas desde finales del siglo XV. 5


ARCHIVOS / Juan Camilo Escobar Villegas

Biblioteca Pública Piloto de Medellín. Autor: Gabriel Carvajal Pérez / Archivo Fotográfico bpp

representaciones mentales y prácticas cotidianas siendo cosmopolitas sin necesariamente saberlo.

Ahora bien, para dar un orden en el tiempo que el calendario occidental ha hecho primar en el mundo moderno y contemporáneo, se propone una división cronológica, y al mismo tiempo temática, como la siguiente:

Fondos de época Los documentos patrimoniales se pueden y se deben clasificar cronológicamente. La mayor parte de los existentes en la BPP se ubica en el periodo posterior a las luchas de independencia contra España, es decir cubre los 200 años de vida republicana. Anteriores al siglo XIX se encuentran unos pocos documentos, pero sobresalen entre ellos la obra Las siete partidas del rey don Alfonso el Sabio, dos diccionarios de las lenguas española y francesa que fueron publicados en Bruselas y Madrid, un texto en sueco impreso en Estocolmo, unas obras completas de Molière (1622-1673) reeditadas en París por los hermanos Garnier a mediados del siglo XIX y algunas otras obras en español de los tiempos coloniales. Esta pequeña muestra de publicaciones es señal de la existencia de conexiones entre letrados neogranadinos y otros euroamericanos puesto que en ella se encuentran editores de París, Madrid, Londres, Quito, Barcelona y Leipzig por ejemplo.

1. Tiempos prehispánicos (antes de 1492). La BPP no ha buscado convertirse en un museo o en un archivo para piezas de carácter arqueológico, pero es importante que mantenga esta puerta abierta para cumplir más cabalmente su misión. 2. Siglos de dominación colonial (1492-1810). En Medellín existen otros importantes archivos que conservan documentación de estos tres siglos de control hispánico, no obstante la BPP también puede cuidar y organizar este tipo de documentos. 3. Luchas independentistas (1810-1830). A partir del inicio de las guerras de independencia los documentos patrimoniales de la BPP empiezan a crecer en número. 4. República de Nueva Granada (1830-1858). Después de la muerte de Simón Bolívar los 6


Juan Camilo Escobar Villegas / ARCHIVOS procesos republicanos continúan y se consolidan en medio de conflictos y guerras civiles comandadas por antiguos militares de las luchas de independencia.

tramatar fueron consignas que alentaron a muchos colombianos durante estos años. El país se desangró debido a odios partidistas y a polarizaciones ideológicas y religiosas que impulsaban la muerte de los adversarios políticos.

5. Confederación Granadina (1858-1863). Mariano Ospina Rodríguez inicia su mandato con una nueva constitución en 1858 en la que crea el nombre Confederación Granadina con el fin de fortalecer el federalismo, pero defender la religión y la educación controlada por la iglesia católica.

10. Frente Nacional (19581974). La receta frente-nacionalista tiene algunos opositores en medio de las élites que la formulan, pero logra imponerse por 16 años. El mundo asiste a lo que se ha conocido como guerra fría y en Colombia la vía armada para hacer una revolución socialista y comunista se ve legitimada por el cierre político que crea el Frente Nacional. Las ideas marxistas, el psicoanálisis y el existencialismo permiten el surgimiento en Medellín del nadaísmo, una propuesta rebelde y contestaría que hoy se conserva en forma de archivos en la BPP. En 1976 muere un gran poeta nacido en Medellín: León de Greiff. De él se conservan fondos documentales de gran interés para comprender los procesos de modernización en Colombia.

6. Estados Unidos de Colombia (1863-1886). Este periodo se ha conocido también como el Olimpo Radical en la historia de Colombia y la Constitución de 1863 es la única que no invoca a “Dios” en su preámbulo ni en su articulado. 7. Hegemonía conservadora (1886-1930). El paso del siglo XIX al XX fue comandado en Colombia por el partido conservador en guerra contra el partido liberal durante mil días. Esta época se inició también con una nueva constitución política y su nombre retomó el que se había usado en el Congreso de Angostura de 1819: República de Colombia.

Fondos institucionales Se propone para esta agrupación una división en tres tipos de documentos: primero, los documentos de estado; segundo, los documentos civiles o provenientes de instituciones económicas, cívicas, instituciones políticas no estatales e instituciones culturales; tercero, los documentos de archivos familiares.

8. República liberal (19301946). La división del partido conservador para las elecciones presidenciales de 1930, quizás producida por su incapacidad para administrar las nuevas condiciones socioeconómicas, políticas y culturales, le permitió al partido liberal ganar el control del estado e instaurar una perspectiva modernizante de la administración gubernamental.

Debido a este triple origen de producción de documentos, los investigadores, historiadores y científicos sociales cuentan con mejores elementos para conocer su contexto de creación y al mismo tiempo me-

9. Época de la Violencia (19461958). Matar, rematar y con7


ARCHIVOS / Juan Camilo Escobar Villegas jores posibilidades para comprender la complejidad de los fenómenos históricos a que se refieren.

El primero, el cuadripartito, se refiere a cuatro grandes campos temáticos de estudio cuando estamos ante una sociedad humana: lo económico, lo social, lo político y lo cultural. Esta clasificación es bastante común en las ciencias sociales cuando se trata de teorizar sobre lo que es una sociedad. Con este ordenamiento es posible proponer una idea estructural y sistémica de las sociedades humanas. Estructural porque dichas cuatro partes crean una forma cuadrada en la que existe todo lo humano. Y sistémica porque entre las partes se establecen relaciones de dependencia y determinación, de tal forma que una variación en una parte muy posiblemente cree efectos sobre las otras tres, sin ser dichos efectos los mismos ni de la misma intensidad en todos los tiempos y lugares. Corresponde al científico social verificar qué partes son más dominantes en un tiempo determinado y en una sociedad específica. Igualmente descubrir cuáles son los complejos circuitos de relaciones entre dichas partes con el fin de evitar las miradas unidireccionales y deterministas con las que se simplifican las fuerzas transformadoras y estabilizadoras de las sociedades humanas.

La historiografía clásica privilegió durante el siglo XIX los documentos oficiales, aquellos que se producían por la burocracia de un estado determinado y que daban la sensación de ser más importantes que los otros debido a la cercanía a las instancias del poder político. Primaba en esos archivistas e investigadores una definición de estado que dejaba por fuera las demás instituciones civiles. Actualmente, los investigadores aprecian tanto un informe de un gobernante como una carta de un padre a un hijo o un contrato de trabajo entre un obrero y un empresario. Por ello los archivos empresariales, organizacionales, y los archivos familiares tienen un singular espacio de acogida en la BPP. Es posible que ciertos archivos institucionales tengan documentación clasificable de manera simultánea en los tres fondos institucionales, pues una misma persona puede guardar en sus archivos familiares, documentos empresariales y estatales. Tal es el caso del poeta León de Greiff. Documentos temáticos

El segundo esquema, el tripartito, es aquel que divide la totalidad social en formas de hacer, sentir y pensar la vida, la muerte y el mundo. Esta división temática también ha sido un capital epistemológico que las ciencias sociales han construido a través de los últimos dos siglos. Este esquema es igualmente estructural y sistemático, pero puede combinarse con el anterior para posibilitar así una expresión como la siguiente: formas de hacer, sentir y pensar lo económico, lo social, lo político y lo cultural. De dicha imbricación se derivan al menos quince

Los principios teóricos que dirigen esta clasificación provienen de un esfuerzo por introducir orden en la clasificación de la totalidad social, es decir, una corta pero a la vez englobante clasificación que pueda incluir todo aquello que los seres humanos hemos hecho desde los orígenes de los procesos de hominización hasta la actualidad. Para ello se ha dividido dicha totalidad social en dos esquemas: uno cuadripartito y otro tripartito.

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Juan Camilo Escobar Villegas / ARCHIVOS elementos que podrían orientar una clasificación temática para todos los documentos de una biblioteca o un archivo misceláneo.

mapa, plano, portada libro, carátula disco, publicidad, afiche, cabezote periódico, membrete, exlibris, sello, firma). ORALES Y SONORAS: grabación audio y sonido (conferencia, entrevista, radio, música, discurso, sermón, etc.). AUDIOVISUALES: cine, televisión, documental, video, conferencia, debate. GESTUALES: postura y movimiento del cuerpo, forma de mirar, mueca, tono de voz, olor y forma de asepsia, pedos, llantos y risas, silencios, sonido de la voz (grito, silbido, estornudo, eructo, muletilla). 10. CAMPO TEMÁTICO (económico, social, político, cultural).

En consecuencia, la ficha que se elabora para cada documento tiene una casilla denominada campo temático que da cuatro opciones y otra casilla llamada temática específica en la que se ofrecen quince opciones para agrupar documentos de la BPP. El formato básico es entonces el siguiente: Ficha técnica dinámica para la Biblioteca Digital Patrimonial de la BPP en Medellín: 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7.

CÓDIGO. AÑO DE PRODUCCIÓN. ÉPOCA A LA CUAL SE REFIERE. TÍTULO(S) Y SUBTÍTULO(S). AUTOR (ES). LUGAR(ES) DE PRODUCCIÓN. EDITOR(ES), PROMOTOR(ES), PRODUCTOR(ES). 8. TIPO GENERAL DE DOCUMENTO (ARQUEOLÓGICO, ESCRITO, ICONOGRÁFICO, ORAL O SONORO, AUDIOVISUAL, GESTUAL). 9. TIPO ESPECÍFICO DE DOCUMENTO: ARQUEOLÓGICOS: OBJETO PERSONAL (bastón, pipa, reloj,

11. TEMÁTICAS ESPECÍFICAS: ECONÓMICAS. Geografías. Oficios.

Infraestructuras. Sensibilidades económicas. Representaciones mentales económicas. SOCIALES. Grupos humanos. Gestualidades. Sociabilidades. Sensibilidades asociativas. Representaciones mentales de la sociedad y de las formas de sociabilidad. POLÍTICAS. Gobiernos y gobernantes. Proselitismos. Tensiones políticas. Sensibilidades políticas. Representaciones mentales de lo político y la política. CULTURALES. Educación. Ciencias, artes y letras. Sistemas de valores. Sensibilidades culturales. Representaciones mentales ante las distintas formas de cultura. 12. FONDO INSTITUCIONAL: documento de estado, documento civil (institución económica, cívica, política no estatal, cultural) y documento de archivo familiar.

sombrero, medalla, diploma, juego, etc.), OBJETO DE CASA: (puerta, porcelana, adorno, vasija, álbum, etc.), objeto de ciudad (banca, señal, nombre calle, etc.), objeto institucional y/o de trabajo (herramienta, mueble, diploma, moneda, billete, etc.). ESCRITOS: manuscrito, mecanuscrito, digituscrito, impreso (libro, capítulo, prólogo, reseña, hoja suelta), partitura, grafiti, estadística, gráfica, periódico, revista, folleto, separata, suplemento, catálogo, dedicatoria, comentario al margen. ICONOGRÁFICOS: foto, caricatura, pintura, dibujo, grabado, ilustración, logotipo, escultura, instalación, postal, estampilla,

13. CONTEXTO DE PRODUCCIÓN. 14. RESUMEN Y DETALLES PARTICULARES. 15. SOPORTE MATERIAL DE EXISTENCIA. 16. IDIOMAS.

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ARCHIVOS / Juan Camilo Escobar Villegas senta, pero está montando también una política de consulta para que los usuarios e investigadores de su plataforma puedan ayudar a mejorarla. Se trata de abrir una base de datos interactiva en la cual se puedan sugerir nuevas referencias y nuevos datos que mejoren la ficha técnica de un documento patrimonial que, con frecuencia, carece de información precisa con la cual se pueda comprender mejor sus procesos de producción y circulación.

17. DIMENSIONES O DURACIÓN. 18. UBICACIÓN FÍSICA Y/O DIGITAL. 19. PROCEDENCIA (compra a; do-

nación de, producción BPP).

20. IMAGEN DIGITAL DOCUMENTO. 21. ENLACES A OTRAS FUENTES CONECTADAS 22. ENLACE A SU TABLA DE CONTENIDO (si la posee).

Por último y como se insinuó antes, la BPP ha puesto en marcha una ficha como la que aquí se pre-

Casa de ciegos y sordomudos Fotógrafo: Anónimo / Archivo Fotográfico. Biblioteca Pública Piloto de Medellín.

Francisco Velásquez y compañeros Fotógrafo: Benjamín de la Calle / Archivo Fotográfico. Biblioteca Pública Piloto de Medellín.

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Humberto Barrera Orrego / ARTE

De ectoplasmas, urracas y hagiografías No se sabe cómo llamarían misiá Susa Cardona y don Chepe Cano a su hijo primogénito, Francisco Antonio, por allá en su infancia yarumaleña. Posiblemente lo habrán llamado Pacho, o Pachito, un hipocorístico común en Antioquia; tanto, que así le escribía hace 200 años don José Manuel Restrepo a su cuñado Francisco Montoya, que por entonces comerciaba en Jamaica. Documentos de la época dicen que, de puertas afuera, los paisanos del pintor en ciernes lo llamaban Canito, no solo porque era menudo de talla, sino también para diferenciarlo del papá. Mauricio Restrepo Gil recoge la tradición de que la familia Cano vivió en un arrabal al oriente de Yarumal, en la actual carrera 21, entonces un callejón sin empedrar y un lodazal en temporada de lluvias, en la casa señalada con el número 13-59, que fue reemplazada por un palomar de cemento. Dice también Mauricio que el niño recibió nociones de lenguaje y aritmética en la escuela de don Antonio Osorio, padre de Miguel Ángel, el futuro Barba Jacob. Las crónicas señalan que, años después, al maestro lo llamaban Paco, apelativo que tal vez comenzó durante su viaje a Europa, porque no es habitual entre nosotros, en tanto que en España, donde estuvo visitando el Museo del Prado (visitó otros países y otros museos) y se prendó del retrato de Juan Martínez Montañés salido de la mano de Velásquez, es pan de cada día. “Don Paco” suena a señor que fuma en pipa; “don Pacho” puede ser (sin ánimo de menoscabar) el señor del granero de la esquina. Sea como fuere, el niño Canito, que desde su más temprana infancia

Autorretrato. Museo Universidad de Antioquia

mostró afición por labrar muñecos de madera y de arcilla y pintar monicongos, pronto empezó a ayudar a los gastos de la casa pintando cuadros de santos para sus familiares y conocidos, que tal vez le darían algo de calderilla por tan devotas obras. Se conoce un san José pintado por Canito a sus diez y seis años, con mano más bien torpe. Es de suponer que su mamá le habrá inculcado la fe del carbonero típica de la cultura antioqueña de la época, tan imbuida del padre Astete y de inciensos y procesiones, tal como aparece diseccionada sin misericordia en el “San Antoñito” de Tomás Carrasquilla. En el libro que Química Amtex le dedicó al pintor aparece bajo el número 56 un retrato de su madre, doña María Jesús, enteca, digna, fatigada y añosa, con un rosario al cuello y un libro en la diestra, que bien podría ser la Historia sagrada u otro texto pío (en aquellos días, la santa madre Iglesia prohibía terminantemente a sus fieles la lectura de la Biblia). Es un buen retrato (saldrían otros mejores del pincel de Cano), y no sabemos si es también una protesta muda 11


ARTE / Humberto Barrera Orrego por tanta religiosidad como debe de haber recibido en su hogar. El testamento del artista, en particular el pasaje que alude a la madre, parece corroborar este aserto. Por otra parte, no había mucho qué hacer en el pueblo de las tres efes —un mote por demás injusto: hay pueblos más feos o más fríos y más faldudos y con mucho menos carisma—. No había colegio: el que quisiera y pudiera estudiar tenía que trasladarse a Medellín o a la Ciudad de Antioquia. No había luz eléctrica (pero tampoco la había en la Bella Villa). Un muchacho despierto buscaría hacerse amigo del cura, el médico o el juez para que le prestaran libros de sus bibliotecas: Virgilio, Petrarca, las Florecillas de san Francisco. Nada de novelas francesas o ensayos de librepensadores condenados al infierno del Index librorum prohibitorum. Los menos ambiciosos se enrolaban en las filas conservadoras para ser carne de cañón en una de tantas guerras civiles que desangraron el siglo XIX. Pese a haber nacido entre las “rastrojeras y helechales” que plagaban el alto Boquerón, campo del combate de Chorros Blancos, Canito era un adolescente ávido de saber, dueño de unos llamativos ojos verdes, y pronto trabó amistad con varios miembros del Club de los Amigos, una asociación que buscaba el aseo y ornato de Yarumal y fundar una biblioteca pública. Su amistad fructificó en el encargo de labrar en arcilla un busto de Bolívar para conmemorar el primer centenario de su nacimiento, así como en la ilustración de las portadas y viñetas de las tres copias que se elaboraban de cada número del periódico manuscrito Los Anales del Club. Pero Cano tenía miras más altas. Frisaba en los diez y ocho años de

edad cuando resolvió radicarse en Bogotá. La guerra de los radicales contra el presidente Rafael Núñez frustró su deseo, y se quedó en Medellín esperando que amainara la tormenta, hospedado en casa de Melitón Rodríguez Roldán, empresario de pompas fúnebres casado con Mercedes Márquez Cano, prima hermana del joven Francisco Antonio. Éste derivaba el pan diario de hacer de todo, era una suerte de hombre orquesta, pero más que nada vivía de dibujar retratos de los difuntos que llegaban a la funeraria, porque la fotografía era una ilustre desconocida en las montañas de Antioquia. Las artes funerarias de la era victoriana, cuyos servicios compraban los ricachones de Medellín, eran a la vez suntuosas y aterradoras: vano intento de negar la cuchilla igualitaria de la Parca. Palios de varas rematadas por plumas de avestruz teñidas de negro, cascadas de crespones negros, catafalcos pontificios de terciopelo negro, ciriales y cristos de plata batida, ángeles adustos con un dedo sobre los labios. Un remanente de todo aquel esplendor son los ostentosos mausoleos del Cementerio de San Pedro. Don Melitón era un hombre muy caritativo. Me contaba doña Gabriela Arango de Méndez, nuera del renombrado fotógrafo Melitón Rodríguez Márquez, a la que tuve el placer de conocer hacia 1988 en la Fotografía Rodríguez —que abría sus puertas en el No. 54-27 de la carrera El Palo—, que el hombre que se ganaba la vida con la muerte ajena le preguntaba cada día a una de sus hijas4 cuánto necesitaba 4 Los hijos de don Melitón Rodríguez Roldán fueron, no en orden cronológico: Horacio Marino, Luis Melitón, Rosa, Mercedes, Gabriela, Paulina, Amelia, Rafaela y María Luisa. (Datos amablemente proporcionados por don Gilberto Martínez.)

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Humberto Barrera Orrego / ARTE

Pero, muy pronto, una nube negra se cernió sobre la familia Rodríguez Márquez y su negocio funerario. Por aquellas calendas llegó a Colombia, algo trasnochada, la moda del espiritismo, y Medellín no podía ser la excepción: había que probar la novedad de las “mesas giratorias” (Virginia Woolf hace en Flush una encantadora descripción de tales prácticas). Don Melitón y su mujer pronto organizaron reuniones espiritistas en el local de la agencia funeraria, situada seguramente en su casona de la carrera Cúcuta, a las que concurrían varios amigos y parientes, ávidos de emociones prohibidas, en medio de la siniestra escenografía del recinto. Francisco Antonio sin duda asistió a tales sesiones, y quizás también, llevado del ejemplo de sus primos, habrá leído algunas obras

de Allan Kardec y del delirante ex seminarista Eliphas Lévi, graduado de nigromante. A partir de tales experiencias, la vida y las creencias de Cano dieron un giro de 180 grados, y no solamente por causa de las doctrinas mismas. Quién sabe qué lengua devota le llevó el chisme al obispo Bernardo Herrera Restrepo, que, báculo en mano y ardiendo en ira santa, lanzó rayos y centellas de excomunión desde el púlpito de La Candelaria —entonces la catedral— sobre los aterrorizados feligreses y ordenó que no le dieran encargos a la funeraria de Rodríguez y que nadie les vendiera alimentos, lo que equivalía a una condena a muerte a fuego lento. Esta medida tan poco evangélica puso en aprietos a la familia del empresario de pompas fúnebres, e hizo que Canito cuestionara la validez de una religión que predicaba el amor de Dios mientras ponía en práctica métodos más propios del padre Torquemada que del modesto carpintero de Nazaret. De esta manera, los Rodríguez comenzaron a pasar apuros y afugias. No perecieron de hambre porque algunas

Rebeca. Museo de Antioquia

para el gasto del día siguiente. Luego formaba varios montoncitos con las monedas sobrantes, las envolvía en papel de estraza y al anochecer, embozado en su ruana, arrojaba los breves paquetes por los postigos de las ventanas de familias pobres vergonzantes.

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ARTE / Humberto Barrera Orrego personas caritativas, al amparo del crepúsculo, dejaban jíqueras con panela, granos, hortalizas y otros víveres en el zaguán de su casa, devolviendo así el favor que otrora les había hecho don Melitón a familias menos favorecidas. La situación se prolongó hasta el advenimiento del quinto obispo de Medellín, Joaquín Pardo Vergara (más tarde primer arzobispo de la ciudad), el cual levantó la excomunión y obró con tan tierna solicitud, que el lunes 23 de abril de 1894, ante el altar de la ermita de la Veracruz, presenció el matrimonio del futuro pintor con su prima segunda, María Sanín Márquez, como si se tratara del enlace de una de las familias más empingorotadas. Uno de los testigos fue José Ignacio, el hermano menor de Canito.

El Cristo del Perdón. Museo de Antioquia

Francisco Antonio Cano viajó a Europa a mediados de 1898 con un auxilio del Congreso de la República en compañía de su amigo Luis Zea Uribe, médico de veinticinco años de edad que planeaba especializarse en psiquiatría en varias universidades europeas, y de la esposa de éste, Clorinda Hernández. Sus tertulias a bordo del buque que los trasladó al otro lado del charco deben de haber sido apasionantes. Lo cierto es que veinticinco años después, el psiquiatra Zea Uribe publicó en París un libro polémico, Mirando al misterio, que versa sobre doctrinas vetadas por la Iglesia, como el espiritismo, la reencarnación, el karma y otros asuntos esotéricos. No es este el lugar para exponer las penurias y aprendizajes de Cano en París y otras capitales de Europa. Su estancia fue fructífera y aprendió que el mundo era más ancho que el angosto círculo de Yarumal, Medellín o Bogotá. Descolló en géneros como el retrato, bodegones con torrentes de rosas y paisajes idílicos, en los que sus progresos son notorios. Entre el número de sus retratos sobresalen el de la angelical Concha Ospina Vásquez, hija del presidente Mariano Ospina Rodríguez, y el del general Juan Pablo Restrepo, participante en la Guerra de los Mil Días, anciano y calvo: se pueden contar uno a uno los pelos de su barba nevada. Por el contrario, sus pinturas del género religioso son artificiosas, carentes de alma, como si se tratara de disfraces de Navidad o Semana santa en vivo. Igual cosa puede afirmarse de sus óleos de tema histórico, no sé si porque estaba harto de guerras civiles o porque los asuntos “patriotas” lo convencían menos que los religiosos. Luego de lo que presenció en la funeraria de la carrera Cúcuta, la actitud de Cano frente a las religiones 14


Humberto Barrera Orrego / ARTE

La Virgen de los Lirios. Colecci贸n Privada

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ARTE / Humberto Barrera Orrego cambió radicalmente. Así lo manifiesta sin pelos en la lengua, acorde con su estilo, en el testamento que redactó “a los sesenta y siete años y un día de haber venido al mundo”: “muero fuera de toda religión porque no pude entrar a ninguna, que todas las de que he podido tener idea me son igualmente respetables, que creo firmemente en que uno es algo más que materia”, etc. Tal vez su único cuadro religioso que puede calificarse de magistral sea el Corazón de Jesús de 1905, pintado probablemente a raíz del accidente en que perdió la vida su hermano José Ignacio al caer de un andamio en mayo de aquel año, mientras decoraba la fachada de un edificio en el Parque de Berrío. En aquel óleo, Jesús tiene unos ojos límpidos “como acabados de pescar del fondo del mar” (el portentoso símil es de Virginia Woolf), y es innegable que sus labios gustaron el vino áspero de las bodas de Caná. Está cercano, es de carne y hueso, pero a la vez es una epifanía como la que presenciaron Cleofás y su compañero, tal vez el evangelista Lucas, durante la cena luminosa del villorrio de Emaús. En mi opúsculo F. A. Cano: de Yarumal a París, refundición de un artículo publicado en la revista Yesca y pedernal de agosto de 2002, expuse mi tesis sobre el escepticismo imperante en las pinturas religiosas de Cano a causa de sus vivencias espiritistas en casa de don Melitón Rodríguez Roldán, y di a conocer mi apreciación de que el Corazón de Jesús de la referencia es un autorretrato de Cano, que en 1905 contaba casi cuarenta años de edad. Pro-

fundamente abatido por la muerte trágica de su único hermano de padre y madre, plasmó en el lienzo su estupor ante el misterio de la divinidad y la muerte. Otros cuadros suyos de tema hagiográfico parecen parodias, algo así como los retratos que hizo Goya de la familia de Carlos IV: llevados de la necesidad, ambos pintores plasmaron lo que se les pedía, pero hay en su obra un dejo de parodia, de sarcasmo: expresión del fuero soberano del artista. En el mismo opúsculo divulgué datos hasta entonces desconocidos por los biógrafos del Maestro: el nombre y el rostro de su mujer, María Sanín Márquez, y las fechas de nacimiento de sus cinco hijos, bautizados en la iglesita de la Veracruz, dos de los cuales murieron párvulos. Pero no faltan las urracas parlanchinas que se adueñan de todo lo que brilla para vestirse con arreos ajenos y darse coba. Ciertos “investigadores” han proclamado sin pudor a los cuatro vientos mis hallazgos y no han tenido la hidalguía de dar el crédito, como si fueran ellos los descubridores. Por suerte, tarde o temprano los arreos usurpados dejan en evidencia a los impúdicos depredadores. Conviene recordar estas cosas cuando el calendario señala el sesquicentenario del nacimiento del augusto pintor yarumaleño, cuyos restos yacen a dos metros de profundidad, “sin señal de sepultura ni insignia”, según su última voluntad, en el Cementerio Central de Bogotá. Su cuerpo se habrá disuelto lentamente bajo un dosel de raíces vivas, pero parte de su alma pervive en un puñado de obras espléndidas.

Imágenes tomadas del libro: “F.A. Cano: De Yarumal a París” Humberto Barrera Orrego/2008.

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Mauricio Restrepo Gil / CARICATURA

Ecos de una exposición

Entre el 19 de junio y el 29 de agosto de 2015, en la Sala El Mundo de la Biblioteca Pública Piloto, estuvo expuesta al público la muestra titulada “Panorama de la Caricatura en Antioquia en el siglo XX”, organizada con base en el Fondo de Caricatura de la Sala Antioquia. La exposición consistió en: una muestra gráfica compuesta por 23 paneles de 1.70 cm de alto por 1.20 de ancho, con reproducciones de las caricaturas seleccionadas, y cuyos originales, negativos de ellas o reproducciones en periódicos, se conservan en la Sala Antioquia en los diferentes formatos que recoge la colección; un catálogo de 91 páginas con reproducción de parte de las caricaturas incluidas en la exposición, y textos de Luz Posada de Greiff y Jairo Morales Henao sobre los caricaturistas y periódicos regionales que difundieron mucho el género, y una muestra documental con libros, revistas, álbumes, libros artificiales y caricaturas sueltas. El diseño de la exposición y del catálogo fue obra de José Gabriel Baena, muerto poco antes de que se inaugurara la muestra y comenzara a distribuirse el catálogo. Fue el último trabajo que hizo José para la Piloto, la ciudad, la región y el país. Aún no salimos del estupor que nos produjo su muerte. Los periódicos El Mundo, El Colombiano y su suplemento dominical Generación, publicaron artículos sobre la exposición, incluyendo material con reproducción de muestras de su componente gráfico. 17


CARICATURA / Mauricio Restrepo Gil Este trabajo, que se venía preparando y ambientando desde casi veinte años antes –con la aparición regular de artículos sobre el tema en Boletín Cultural y Bibliográfico Escritos desde la Sala–, tuvo repercusiones tal vez más significativas que las mencionadas hasta aquí. Hijos, nietos y conocidos de los caricaturistas incluidos, llegaron a la Piloto para ver la exposición. Como resultado del agrado que tuvieron al ver la exposición, algunos de ellos se aproximaron a la Sala Antioquia y como gesto de estímulo y agradecimiento, ofrecieron donar copias de caricaturas poco conocidas de sus antepasados, conservadas por ellos en sus archivos familiares, promesa que algunos ya cumplieron. El eco más significativo ha sido, sin embargo, la recuperación, acogida en estas páginas, de un caricaturista olvidado de Yarumal, Pablo Emilio Puerta, activo en ese municipio en las primeras décadas del siglo XX, debida a nuestro colaborador sobre temas de la música popular, Mauricio Restrepo Gil. Que este paso sea el comienzo de una recuperación vasta de caricaturistas olvidados de nuestros municipios. Se ha fortalecido la conciencia sobre el valor cultural del trabajo del caricaturista y acerca de la importancia del Fondo de Caricatura de la Sala Antioquia de la Biblioteca Pública Piloto. El editor

Pablo Emilio Puerta, primer caricaturista Yarumaleño La tradición de la caricatura yarumaleña es muy limitada, sin embargo, podemos rescatar algunos pocos ejemplos: Enrique Mery, Emilio Euse, Sergio Tulio Sierra y Pablo E. Puerta.

Pablo Puerta en su juventud

Pablo Emilio Puerta nació en Campamento el 16 de septiembre de 1889, en el hogar de don Rubén María Puerta Tamayo, próspero comerciante, quien sentó sus reales en Yarumal a fines del siglo XIX, y de la ilustrada matrona Zoila Rosa Gómez Acebedo, quien escribía artículos literarios en los periódicos de la época. Fueron sus hermanos: Luis Carlos, Jesús María, Herminia —casada con el comerciante Paulo 18


Mauricio Restrepo Gil / CARICATURA

Muy joven viajó a Medellín, donde adelantó estudios secundarios y los complementó con formación en fotografía y pintura. Poco después, junio de 1910, se fue a estudiar a Bogotá, donde estuvo por una corta temporada.

Según la revista Diana, publicada en Yarumal, en el número correspondiente al mes de julio de 1909, su director, el poeta, Francisco Jaramillo Medina escribió: “Llamamos gustosamente la atención del público acerca de los admirables trabajos fotográficos que está llevando a cabo el joven Pablo Emilio Puerta. Su labor es digna del más alto encomio. Creemos seriamente que ese joven va a rayar muy alto en los futuros tornos del arte. Si hoy no deja qué desear, mañana será un artista digno de vasto renombre”.

Caricatura Pablo E Puerta

Emilio Acebedo—, María Teresa —casada con el Dr. Gabriel Mejía Osorio—, Elisa —casada con el comerciante José V. Fernández—, Dolores, Celia Rosa, María, Cecilia y Ester.

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CARICATURA / Mauricio Restrepo Gil

Caricatura Pablo E Puerta

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Mauricio Restrepo Gil / CARICATURA tura en Colombia Vol. 3), no surgió por generación espontánea, pues la abuela materna escribía artículos en los albores de este siglo XX y el tío Pablo Puerta fue un dibujante cuyos retratos de los personajes del pueblo adornaban las paredes del Club Social de Yarumal”. La madre de Hernán Merino, doña Celia Rosa, había nacido en Yarumal en junio de 1901, y se casó allá mismo con el señor David Merino, natural de Guarne, el 24 de abril de 1919.

Caricatura Pablo E Puerta

En 1915 realizó una serie de caricaturas, con los personajes típicos y sobresalientes de la población: bobos, ricos, profesionales, músicos, hacendados, bohemios, periodistas y hasta locos, las cuales recogió el doctor Gabriel Mejía Osorio, y luego entregó al famoso Club Yarumal, en donde se exhibieron por años; actualmente, reposan en la Casa de la Cultura del municipio.

Pablo Puerta fue profesor también de algunas escuelas públicas de Yarumal; además, como ya se dijo, tuvo su estudio fotográfico, “Foto Puerta”, en el marco de la plaza de la localidad, y su obra pictórica se hizo presente en telones que adornaron teatros, colegios y algunos locales de comercio. En el decenio de 1920 fijó su residencia en la ciudad de Cali, donde continuó su labor y se supone que allí murió.

La caricatura de Puerta es muy elaborada, sus finos trazos, y el conjunto de técnicas que utiliza: sombra, color y el atuendo de cada uno de los retratados, convierten estos ejemplos raros de la caricatura nacional, en un nuevo filón para el estudio de ésta técnica. Pablo Emilio fue tío de Hernán Merino, caricaturista y dibujante de reconocimiento nacional, cuya obra fue publicada por los principales periódicos y revistas de la época, aproximadamente entre 1940 y 1970, “La inclinación artística de Hernán, (escribió su hermano Javier, en un libro dedicado al caricaturista: Historia de la carica-

Caricatura Pablo E Puerta

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HISTORIA / Eulalia Hernández Ciro

Sentir el archivo: el cuerpo del delito en los expedientes judiciales El Archivo Histórico Judicial de Medellín Eulalia Hernández Ciro1 María Mercedes Gómez Gómez2

Como recordaba el historiador francés Marc Bloch, el conocimiento de los humanos en el pasado –e incluso en el presente– tiene que ser un conocimiento por huellas, es decir, siguiendo las marcas de un fenómeno que nuestros sentidos pueden percibir. Obedeciendo a políticas de la memoria de cada época, según las intencionalidades y usos de la historia y aquellos filtros que deciden qué se conserva o qué no o, incluso a condiciones de azar, algunas de estas huellas reposan en edificaciones y/o dispositivos como los Museos, los Archivos y las Bibliotecas. Otro tanto, como las formas de las ciudades, los paisajes, las arquitecturas, los objetos y las palabras, cuyos usos y significados revelan costumbres, están al aire libre, perviviendo de generación en generación. En ambos casos, más allá de sus contenidos escritos, visuales y auditivos, estas huellas involucran una materialidad que da cuenta de condiciones espacio temporales específicas de producción, 1 Historiadora, Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín. Magíster en Estudios Socioespaciales del Instituto de Estudios Regionales -Iner- Universidad de Antioquia. Estudiante del doctorado en Historia de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. 2 Comunicadora social y periodista, Universidad Pontificia Bolivariana. Historiadora, Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín. Magíster en Estudios Socioespaciales del Instituto de Estudios Regionales -Iner- Universidad de Antioquia. Estudiante del doctorado en Historia de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín.

de circulación y de apropiación. Esta riqueza material, en el caso particular del Archivo Histórico Judicial de Medellín hace que no baste leer, literalmente, los Expedientes y Sumarios que los conforman, sino que precisa dejar que los sentidos, como el tacto, el olfato, el oído y la vista, se comprometan. El olfato detectivesco y la sensibilidad antropológica, deben ser parte del oficio del historiador, para escuchar e interpretar todas las voces y juegos de poder allí participantes. Más allá de «hacer trabajo de archivo», se trata de sentir el archivo. Aproximación emocional y creativa que no diluye el estatuto científico de la historia y la posibilidad del conocimiento del pasado. Así, si en un primer momento evocamos un archivo judicial, pensaríamos que es un arrume de papeles foliados, escritos por medio de un libreto ya conocido donde ofendidos, acusados, testigos, peritos y jueces, a través de fórmulas estipuladas por el universo jurídico, le dan curso a una investigación, y en ello, quizás, no hay mayor novedad; pero cuando traspasamos los expedientes y nos detenemos, lo que descubrimos son seres de carne y hueso, con dramas y con historias, que acudieron a estas instancias para resolver un mal de amores que convertía a las mujeres en la comidilla de la sociedad; y que, además, los jueces, en su carácter más 22


María Mercedes Gómez Gómez / HISTORIA humano, sostenidos en la razón moderna, pero hijos inapelables de su época, estaban mediados por los hábitos y costumbres; y que, asimismo, los testigos contaban sobre los rumores que salían por las puertas y ventanas y corrían por las calles de un lado para otro; entonces, nos ubicamos ya en lo cotidiano como aquello que subyace a la escenografía del orden judicial. A todo ello, si le sumamos las pruebas que en ciertos delitos no obedecían a un arma, sino a las cartas de amor que los amantes a hurtadillas se escribían; a esos retratos que intercambiaban para mantener su imagen constante sobre el amado y a esos relatos que quedan consignados como declaraciones tomadas a sindicados, ofendidas y testigos y que también hacen parte de esta riqueza de acervos documentales, en tanto son una ventana de acercamiento a la oralidad, principal forma de comunicación de los sectores populares que, al igual que la desgravación de las cintas magnetofónicas de investigadores sociales o de la escritura en los cuadernos de campo de los antropólogos, se revelan en el mundo de la palabra hablada. Por los estrados judiciales los testimonios de mujeres y hombres dedicados a la tierra, sastres, zapateros, chapoleras, empleadas del servicio doméstico, maestras, costureras, tenderos, empleadas de almacenes, secretarias, cajeros de banco, prostitutas, tejedores de sombreros, choferes, coristas de iglesia, etc., un sinnúmero de oficios que están inmersos en esa categoría de lo popular, constituyen para el historiador una importante veta de investigación, ya que por la fragilidad de estas fuentes y por las políticas de memoria y conservación, hace más complejo viajar al pasado y acceder a ese universo de los sujetos que, le-

jos de héroes y tumbas, jamás hablaron o escribieron pensando en la posteridad, sino en el acto mismo de la existencia. Fue así como llegamos a la investigación Palabras de amor: vida erótica en fragmentos de papel. De la escritura y los relatos populares en el Archivo Histórico Judicial de Medellín, 1900-1950, desarrollada en el marco de la IV Convocatoria de las Becas Investigación en Patrimonio Cultural de la Secretaría de Cultura Ciudadana. Alcaldía de Medellín 2013. Lo que nos facilitó ver en la ciudad, fue la riqueza de este archivo, donde no solo se despliegan las fuentes necesarias para la producción de una historia institucional sino, además, la potencia para develar el mundo de la vida (Luckmann y Schutz, 1973), es decir, lo que le permite a la historia leer a la humanidad no en los actos excepcionales, sino en esas prácticas que se extienden en la cotidianidad. En este sentido, la historia llega hasta las emociones, sensaciones y sentimientos, así como a las apropiaciones de los discursos de la gente del común, tejiendo una mentalidad que regula el mundo social. Este archivo es un archivo polifónico porque en él reposan múltiples voces que al unísono, se conjugan para desnudar la mentalidad de una sociedad. Los delitos estudiados para desmenuzar ese mundo fueron la seducción, el estupro, el rapto, la corrupción y el incumplimiento de promesa matrimonial en el período 1900—1950, que son un grupo de procesos en los cuales había dos particularidades: la primera, que en la mayoría de expedientes, en las pruebas allegadas, se encontraban cartas de amor y retratos; y la segunda, que la voz de las mujeres allí consignadas, se levantaba 23


HISTORIA / Eulalia Hernández Ciro para hablar de ellas mismas y de sus sentimientos que iban desde la vergüenza y el dolor hasta el placer de su cuerpo. Fueron revisados más de setenta casos en los cuales fuimos descubriendo los modos de cortejo entre las parejas, —donde las cartas de amor eran fundamentales—; las formas de seducción de los cuerpos y hasta las descripciones de sus relaciones eróticas, así como la manera en que esa pequeña intimidad de las parejas se iba desvaneciendo, primero, ante la mirada curiosa de las gentes y luego, expuesta en los juzgados para determinar los delitos que las mujeres o, mayormente sus padres, denunciaban por un engaño masculino que les había costado la honradez a sus hijas, es decir, una virginidad perdida por fuera de la institución matrimonial, porque lo común a estos delitos es, finalmente, el cuerpo femenino como el cuerpo del delito. A manera de ejemplo y para ilustrar qué podemos encontrar en este tipo de expedientes, narraremos brevemente, uno de los casos estudiados y los actores y actrices que intervienen fugazmente en los procesos. A través de esta pequeña narración, apreciaremos el material y lo que a nuestro modo de ver, entraña un valioso archivo para la ciudad, donde reposan historias que aún esperan ser contadas, porque, entre otros asuntos, queda por recomponer esas narrativas que, al mejor estilo de las novelas de folletín, las radionovelas o las telenovelas, son contadas por seres de carne y hueso, sin un libreto previo. Maruja y Mariano, Medellín, 1942 Cincuenta y siete folios escritos a máquina de escribir, que hoy se conservan como el Documento # 12702 en una de las cajas del

AHJM, condensan el Sumario por el delito de Estupro a Mariano Cadavid Montoya, denunciado por Maruja Marín en 1942 ante la Sección de Detectivismo de Medellín. Denuncios, autos, certificados médicos, retratos, oficios, declaraciones, notificaciones, fotos del sindicado y la ofendida, telegramas, son las piezas que componen este sumario y que, entre dos portadas de cartón, guardan historias de amor y de desamor, de lugares de la ciudad y sus alrededores, de representaciones sobre el deber ser de mujeres y hombres, de prácticas cotidianas, entre otros. Maruja, que vivía cerca de la plazuela de San José en Medellín, y que a sus 17 años había trabajado algunos meses como mesera en la cantina del Salón de Radio Córdoba y como taquillera en el Circo España, formuló un denuncio criminal sobre Mariano, por el delito de estupro en la persona de aquella. Este delito consistía en acceso carnal en menor de edad, al que se le sumaba una promesa de matrimonio incumplida. En el primer folio del expediente se encuentra la denuncia de Maruja en la cual contó que, después de repetidas salidas con Mariano, un domingo de aquellos de 1942, la había llamado por teléfono para invitarla a pasear, como era lo usual. Pero ese domingo no fueron a merodear por la ciudad, sino que según la narración de Maruja, ella acompañó a Mariano hasta su oficina, donde la encerró para acceder carnalmente a ella, no sin antes mediar la promesa de matrimonio: «Empezó a pedirme que me le entregara, que no tuviera miedo que él se casaba conmigo y como yo no quisiera, el me cogió y me quitó la bata y luego los pantalones y en una cama me acostó» (AHJM, 12702, 1942: F. 2 V). 24


María Mercedes Gómez Gómez / HISTORIA Así consta en la denuncia interpuesta por Maruja, donde, acto seguido, se establecían las diligencias para avanzar en el proceso, mediante peritajes y testigos, la buena o mala conducta social de los implicados —estos delitos estaban tipificados en el Código Penal como aquellos en contra de la moral y las buenas costumbres— Mientras que se ordenaba hacer las diligencias para esclarecer sobre Mariano Cadavid, cuáles eran «las condiciones que caracterizan la personalidad del procesado al tiempo del sumario; la conducta anterior del procesado; sus condiciones de vida individual, familiar y social, y qué daños y perjuicios de orden moral y material causó la infracción»; a Maruja, se le practicaba un examen médico para establecer si había sido desflorada o no y hacía cuánto aproximadamente, si tenía signos de fuerza y violencia, sí estaba embarazada y cuál era según su fisonomía corporal, la edad de la ofendida. Los médicos del Hospital de San Vicente de Paúl, cumplieron con el examen de rigor requerido por el Jefe de Detectivismo, donde como peritos declararon que no había rastros de violencia, pero si «desgarraduras viejas y totales, desfloración completa. Signos de presunción de un embarazo en curso del cuarto mes […] la edad posible es de unos 17 años» (Ibídem, F. 12 R). Posteriormente empiezan a desfilar por el proceso un sinfín de testigos como vecinos, antiguos jefes y compañeros de trabajo, para pronunciarse acerca de las acciones y reputación de Maruja, sobre la cual recaía ya una duda por su condición de mujer, en tanto una «verdad naturalizada»: Eva como la tentación. Entre esas voces, un locutor de la cantina de Radio Córdoba, antiguo compañero de trabajo, dijo haber observado «buena conducta

como señorita dentro del establecimiento», sin embargo, «por decires callejeros, porque no me consta», se enteró de que Maruja corría sus aventuras con varios hombres. Lo que sí aseguraba, porque lo observó directamente, fue que «a la García le gusta el licor y hace uso inmoderado de él». Otras voces, como las de su jefe en el circo España, declararon durante su desempeño como taquillera que, «me pareció una muchacha de buenas cualidades morales y de magníficas costumbres en sentido general y no la llegué a ver salir del circo con amigos en son de parranda» (Ibídem, F 13 V y 14 R). El juez se debate, entonces, entre las dos versiones: de una mujer que se embriagaba con frecuencia y que no tenía una vida honesta, que acostumbraba frases vulgares y que se le veía a altas horas de la noche y de la madrugada en la calle; y por otro lado, una mujer moderada y apacible, que salía a algunos sitios de distracción como La Primavera y el Jordán, mostrando siempre en ellos, una buena conducta. En el expediente se adjuntaron numerosas fotografías de Maruja, una de ellas, recostada en el carro de Mariano, con el puente de Occidente como fondo, recuerdo de uno de los viajes que emprendieron juntos. Renglón seguido del peritaje médico, el retrato a blanco y negro de Mariano, el cual conservaba como evocación en ausencia del amante. Una vez recogidas las declaraciones, allegadas las pruebas y estudiadas por el juez, se concluyó: «El despacho tiene, pues, como demostrado el elemento material de la infracción. No por eso afirma ni puede afirmar la existencia del cuerpo del delito». Y continúa: «el procesado se dedicó a hacerle el amor, a solicitarle la entrega de su cuer25


HISTORIA / Eulalia Hernández Ciro po, y prometerle que muy pronto se uniría con ella en matrimonio. Es lo cierto, que la presunta ofendida, se entregó al varón, una, dos y más veces. Y cuando se dio cuenta de que este ya no cumpliría sus promesas, formuló el denuncio correspondiente» (ibídem, F 16 V). El caso fue, finalmente, sobreseído por carecer de pruebas suficientes para llevar al ofendido a pagar con la cárcel, con el matrimonio o con una indemnización económica, la falta sobre el cuerpo de Maruja. No obstante este dictamen, el Juez no consideró ni siquiera el dato de que Mariano Cadavid era un hombre casado; mientras los calificativos morales de la conducta de Maruja ocuparon la mayoría de líneas, no mereció ningún comentario la conducta del propio Mariano, ni tampoco sus paseos frecuentes con amigas y amigos, pese a su estado civil. Además de los relatos y declaraciones del expediente, de aquel amorío solo quedaron cuatro vestidos de seda «debidamente confeccionados», un tocador, un escapa-

rate, una radio y unas fotografías -aquellas «vistas» tomadas de los paisajes, recorridos y retratos del ser amado. Imágenes y presentes y retratos que equivalía también, a las palabras, deseos y promesas empeñadas en la correspondencia erótica, como parte del jugueteo amoroso, de ese cortejo de la seducción. De este modo, entre relatos, se van tejiendo historias que se encuentran en el devenir de lo humano; de las instituciones, a los sujetos y de los sujetos al mundo social, en una superposición de capas que se entrelazan en el mundo de la vida, donde emergen otras esferas que se hace más difícil historiar por la escasez de fuentes, ya que para concluir con Simonnet: «la exploración de las intimidades es una tarea difícil: el amor no deja fósiles, y a menudo borra las huellas de sus pasos» (2010: 8), pero en este archivo hay pequeñas huellas, susurros de esas intimidades que quedaron suspendidas en el tiempo, esperando que de los estrados judiciales y del mundo del derecho, pasasen a la historia, para siempre.

Circo España. 1939. Fotografía: Francisco Mejía. Archivo Fotográfico. Biblioteca Pública Piloto de Medellín.

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María Mercedes Gómez Gómez / HISTORIA BIBLIOGRAFÍA Archivo Histórico Judicial de Medellín. Expedientes de estupro, rapto, seducción e incumplimiento de promesa matrimonial, 1900-1950. _______Documento No. 12702. Betancur, Jorge Mario (2013). Déjame gritar. Medellín: Editorial Planeta. Bloch, Marc (1982). Introducción a la Historia. Fondo de Cultura Económico: México. Bourdieu, Pierre (2010). La dominación masculina y otros ensayos. Buenos Aires: Editorial La Página. De Beauvoir, Simone (2013). El segundo sexo. Colombia: Debolsillo. De Rougemont, Denis (2007). El Amor y occidente. México: Editorial Leyenda. Duby, George Et Al (1991). Historia de las mujeres en occidente. La Edad Media. Tomo II. España: Taurus. Foucault, Michel (1998). Historia de la sexualidad. La voluntad de saber. España: Siglo XXI Editores. Giddens, Anthony (1995). La transformación de la intimidad. Sexualidad, amor y erotismo en las sociedades moderna. Madrid: Cátedra. Jelinek, Elfriede (2008). La muerte y la doncella. España: Pretextos.

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CRÓNICA / José Raúl Jaramillo Restrepo

La estampida fue de tal magnitud, que varias sillas quedaron rotas –eran como escaños de parque, para seis espectadores—y, al quedar atravesados sus costillares, provocaron que algunos de los asistentes cayeran y fueran pisoteados. Todo ocurrió porque en plena proyección de una película del Oeste, cuando se había desatado un combate entre soldados salidos de un fuerte encargado de controlar esa parte del territorio y un grupo de indios armados con carabinas Winchester, y el jefe estaba sitiado tras una roca desde donde se desprendían pedazos provocados por los disparos de los carapálidas— desde la cual sobresalían su pluma de colores ceniza y blanco y el cañón humeante de su arma—, en ese preciso momento de máxima tensión nuestra —con el solo ruido del proyector y del agua que salía a torrentes del único sanitario del salón—, los no menos de tres docenas de muchachos que cada domingo, en el sofoco de las dos de la tarde, íbamos al Teatro Parroquial, fuimos sorprendidos por una pierna que salió por el cielorraso, en la mitad de la sala, con el consiguiente chorro de polvo de zarzo con telarañas y cadáveres secos de cuanto bicho circula por esas oscuridades. No dudamos de que fuera el jefe apache en su huida; con él ya

Caricatura Obregón

Caricatura Obregón

La película de esa tarde

nos unía un lazo de solidaridad total por su valentía y su habilidad y su defensa solitaria. Lo que no deseábamos -¡claro que no!- era tenerlo entre nosotros, dadas su bravura y el terror que mostraban sus ojos, a más de haberlo visto recargando su arma para continuar resistiendo el desigual asedio del bien uniformado y mejor pertrechado ejército invasor de su tierra. Entre el portero encargado de recibir la boleta de grueso cartón, y el cura Betancur, dueño del Teatro, nos atajaron y convencieron para que regresáramos en calma a continuar viendo la película. Pero ya la función no siguió lo mismo, pues solo nos preocupaba pensar que quien estaba rondando allá arriba pudiera caer de un momento a otro sobre nuestros jóvenes cuerpos. Después de varios días nos dimos cuenta de que había sido alguien que se había logrado colar al local con el ánimo de ver cine sin necesidad de pasar por la taquilla expendedora de los boletos. Una semana después la película nos mostró una historia de amor en un tren que circulaba por valles florecidos con fondo de cordilleras de pedernal, garzas en impecable formación geométrica, y volcanes apagados. Y, para nuestro desánimo, no hubo balacera. 28


Jairo Morales Henao / CRÍTICA LITERARIA

Sin punto final No es fácil reconocer el Manrique de Jaime Espinel, tan actuante en buena parte de su obra (Manrique’s micros y otros cuentos neoyorkinos, Agua de luto, Alba negra, Cárdeno réquiem), con todo y sus guapos y bandidos de barrio, en el Manrique de las páginas de Óscar Duque Cano, en Sin punto final, su primer libro de cuentos (Fondo Editorial EAFIT, 2011). Para utilizar un lugar común, la tela se ha ensombrecido: los mangones, potreros, solares, quebradas y calles anchas y arborizadas en los que jugaban o se asediaban de niños y muchachos los personajes de Jaime, han sido suplantados o cercados por estrechas y empinadas escalas de cemento, se han trocado en peligrosas callejuelas laberínticas, en pasajes asesinos, en muros donde los grafitis han borrado con su lenguaje siniestro la cordialidad con que un potrero miró alguna vez a los habitantes de una calle empeñados en darle con su amor y sudor estatuto de cancha de fútbol; el mismo sol, que era como el sedoso paréntesis de luz que apaciguaba entre guayacanes el regreso resentido a casa de un guapo que en Espinel recién dejaba la cárcel, ha adquirido en Sin punto final un algo angustioso de perro callejero apaleado, refugiándose de una persecución a piedra y garrote limpio, escabulléndose por hendijas, vidrieras y persianas, o ha tomado un cariz de metales amenazantes que transforman en ilusión la idea de protección que se le han asignado los hombres a sus viviendas. En los relatos de Duque Cano ese barrio se ha trasmutado en un lugar opresivo, del que parece querer evadirse el aire y de donde se esfumó hace mucho el último retazo de vida pobre pero mansa, y en él transcurre, no la existencia, sino el

acorralamiento de unos personajes aferrados con ferocidad de náufragos a un horizonte que no les ofrece otra cosa que la subsistencia más precaria, precariedad que incluye la conservación de la vida, pero a la que ellos, cifra de descontenta humanidad, le arañan la dicha magra de una cerveza, un partido de fútbol, un sancocho colectivo, una conversación, un juego de cartas, un programa de tangos, un cuerpo para amar entre muebles sucios y rotos, antes que un balazo o una puñalada los saque de esas calles. Sus personajes, o con más exactitud, el ámbito opresivo en el que son, recuerdan la calle que se inventó Macedonio Fernández, y al hombre que tenía allí su habitación, calle que se volvió tan peligrosa que, alguna vez, al regresar a casa, aquel porteño no la pudo encontrar porque la calle se había refugiado en su casa. La pobreza, el desempleo, el rebusque, todas las formas de la violencia, las bandas delincuenciales, la corrupción, la amenaza directa o tácita, y el peligro subsecuente de perder la vida en cualquier momento por una bala perdida, una liquidación ex profeso, un “error”, son el caldo espeso en el que flotan y jadean los destinos que cruzan estas páginas, y constituyen el hilo desolado que hermana a todos sus personajes y situaciones: al hombre que torturan en “El corredor”, campanero eficaz y leal de la banda de El culibajito, con la prostituta de “La contorsionista”, menos entrampada, más derecha, mirando bien las cosas, que su cliente del momento, ejemplar padre de familia y pervertido secreto, que la conduce a la muerte a manos de su esposo (pudo ser otro cliente) –los dos carecen de escapatoria, y pagan el precio–;

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CRÍTICA LITERARIA / Jairo Morales Henao al muchacho de “Como granos de maíz” con la familia condenada de “Ataúdes de colores”. El narrador protagonista del primero de estos dos cuentos lame la mano de “T”, su tirano y patrón en el rebusque, y quien lo esclaviza, incluso sexualmente, hasta hacer de él poco más que un animal, porque solo de esa manera garantiza techo, un pedazo de pan y la botella de sacol para enajenar el hambre y su ser, abyección que romperá movido por la belleza de una niña de la calle seducida por ese jefe desalmado, liberación por la que pagará, desde luego; el pago de la familia de “Ataúdes de colores” es de otro orden: llega al barrio con su industria siniestra para la que tienen demanda permanente: a diario caen asesinados niños y muchachos, fatalidad colectiva de balas y hambre que muy pronto les llega a ellos y los envía a los mismos ataúdes de los que malviven, y que concluye por dejar a la madre sola, privada de sus hijos, convertida en una amasijo de dolor solitario (no conozco en la narrativa antioqueña de las últimas décadas, una metáfora más exacta y desolada de ese carnaval de muerte que se llevó una generación de niños y jóvenes desde mediados de los años 80 del siglo pasado y comienzos de la nueva centuria): el pago difiere en uno y otro de estos dos cuentos, pero el drama de derrota que atraviesa el tributo es el mismo; idéntico fondo tenebroso hermana también a los vecinos fundadores del barrio, en “El muro”, con el solitario fundador de “Alguien cuida estas calles”; el barrio de los primeros dejó de ser dato afable, recuerdo de los “duros primeros tiempos” de la fundación, cuando hicieron el banqueo en aquella loma para que los muchachos tuvieran su cancha de fútbol y donde levantaron ese muro en el costado norte, pues querían delimitarla y sentirla así más de ellos; pero ahora

se trocó en notificación constante de la abyección que sufren: el muro (donde se anunciaban antes las verbenas populares) pasó a oficiar de tablero en el que se agradece, mes tras mes, a “Don F”, autor de la humillación y el silencio que los cerca y obliga a vivir con la cabeza agachada ante los emisarios de la violencia, los muchachos dueños del barrio, mientras ellos, los veteranos, los fundadores, padecen estupefactos aquella plaga que no solo no vieron venir sino ni siquiera brotar del propio suelo barrial, porque esos niños y muchachos son sus niños y muchachos: parecen provenientes de otro planeta, hechos con otra sangre, con una sangre brutal, asesina. ¿Son estos nuestros hijos, nuestros nietos?, se preguntan sin palabras; esa nueva juventud la sufre igualmen el solitario celador de “Alguien cuida estas calles”, el viejo “cela”, un fósil conmovedor, un anacronismo de los viejos tiempos, de los hombres y muchachos de antes, que son los viejos de ahora, supérstite por completo innecesario ahora que son ya los muchachos quienes a la vez “cuidan” y aterrorizan ese encogido agrupamiento de casas y calles; un estorbo el “cela”, ese solitario radical, como lo es también Manuel, el poeta y pintor que por unas horas le devuelve al muro su vieja dignidad, atrevimiento que paga, como paga su sobrevivencia digna, su resistencia a desaparecer, el viejo “cuidador”. Cáñamo erizado de espinas, angustia, despojo y muerte que hermana a todos ellos –incluido ese perdedor esencial de “El premio”, nada extraño en ese gremio de perdedores que reúne el libro– con el periodista de “Sin punto final”, quien les ha dado existencia literaria, perennidad a sus criaturas (personajes en las calles del Manrique de su infancia y juventud, seres 30


Jairo Morales Henao / CRÍTICA LITERARIA

entrevistos en avenidas y rincones centrales de la ciudad) mientras pasa las horas en su Santa Elena particular de periodista derrotado por las amenazas originadas en sus denuncias sobre la corrupción en “Quincalla”, trasunto obvio de Medellín. Ha “dado el brazo a torcer”. Renuncia al valor, a la honestidad en su ejercicio periodístico, para conservar la vida, convirtiéndose en objeto de doble acoso: por quienes lo amenazan, y por su propia conciencia. Entonces, se da una tregua escribiendo los cuentos que componen el libro. Y al hacerlo, tal vez sin darse cuenta plenamente, encuentra sus pares más ciertos en esos personajes salidos de su pluma de periodista vacante. ¿Cómo pudo ocurrírsele, si es que llegó a pensarlo, que iba a escapar de ese destino común, si su linaje no es otro en el fondo que el de Tarzán, emblema de la banda del Culibajito; que el de Manuel, solo que a diferencia de éste no hace lo que sabe que

debe hacer en la página en blanco del muro de la cancha sino en las páginas del periódico? Como los viejos vecinos de “El muro”, como “El corredor” o los héroes de “Alguien cuida estas calles” y “Como granos de maíz”, él también, en sus orígenes, está hecho de las mismas callejuelas y estrecheces, de silencios iguales, de los mismos techos y manteles escasos de la infancia, de idéntico acoso existencial y provisionalidad económica, y también del canto coral del mundo que todos entonaron en su momento, ese riachuelo de alegrías, no por escasas menos reales. La diferencia es establecida por la palabra, que él posee y ellos (sus personajes) no, pero es precisamente el uso de la palabra, libre y certera en la denuncia de lo que sucede en Quincalla, lo que lo tiene de regreso a esa misma cerrazón en la que viven sus personajes. Una bendición para estos porque ahora tienen quien los cuente y los cante. 31


CRÍTICA LITERARIA / Jairo Morales Henao El título, Sin punto final, dice claramente que la escritura no concluirá ahí. La del periodista, se entiende, alter ego y “quien ha escrito el libro”, un libro literario, no una crónica periodística. Y el lector, hablo del llamado “lector ideal”, aquel genérico en el que piensa todo autor al escribir, espera esas continuaciones, o más bien la fidelidad al oficio que garantice la continuidad de la tarea, pero sin mala conciencia. Quiero decir, que los relatos que prolongarán este primer volumen se deberán elaborar sin la conciencia de pertenecer a un orden menor en el estatuto de la palabra, que sería la literatura, porque el primer rango le estaría reservado al periodismo. No, entonces, un periodista resignado a no serlo más, refugiándose en la literatura de manera vergonzante, pues sabemos que la poesía y la ficción literaria son la mejor perspectiva para quien aspira a otorgarle perennidad y universalidad al sufrimiento, a la humanidad de aquellos seres que le son entrañables. En la buena literatura se le hace esguince a la caducidad y transitoriedad de lo que es la materia de la que vive el periodismo: la actualidad noticiosa, la denuncia que impacta de momento pero que está destinada a ser devorada por la siguiente denuncia. En la literatura, los hechos cantados y contados –inventados con base en la realidad o radicalmente imaginados– conservan su lozanía original, las de ese presente de la creación, que no se arruga como todo “periódico de ayer”, según dice la canción, sino que trasciende la particularidad de lo noticioso porque su horizonte es el símbolo, la universalidad de un drama humano individual. El optimismo redentorista se encuentra desterrado de estas páginas. Los condenados de la tierra, los atrapados sin salida, sucumben, no tienen escapatoria. Otros continuarán sus viacrucis. Muerta

“La contorsionista”, llegará otra a remplazarla en aquella casa de perversiones en el Centro de Quincalla. Muerto en aquella tortura o asesinado posteriormente, El Corredor, y capturado o muerto algún día Tarzán, la banda se recompondrá con otros hombres, o surgirán bandas nuevas, pues nunca faltarán hombres sin otra salida que aquella de la delincuencia; no carecerán nunca esos barrios de familias condenadas a ser barridas, como le ocurre a la de “Ataúdes de colores”; se reproducirán como hongos esas existencias minúsculas y destrozadas, como las del Cuidador y el esclavo de T.; y continuarán encontrándose en esos rincones suburbanos, viejos arrinconados y silenciados por la violencia y los cambios avasallantes, como los de “El muro”. Lo decisivo es que la literatura no los olvide, que los escritores continúen dándole a ese mundo la dignidad literaria, la estatura dramática que alcanzan en este libro de cuentos. Sin punto final completa y actualiza una geografía humana y literaria con acompañamiento de libros que le son contemporáneos como Los pasos de la furia, de Carlos Aguirre (Editorial U de A, 2009) o Buenos muchachos, de David Betancur (Editorial U de A, 2011). Desde luego, el libro de Duque Cano conoce antecesores –y empleo aquí esta palabra no como equivalente de influencias literarias claramente predominantes o únicas, sino más bien como predecesores en tematizar los ámbitos de nuestros barrios– como el ya mencionado en la valiosísima obra cuentística de Jaime Espinel, a la que se podría agregar la de libros como En la parte alta abajo, de Helí Ramírez, y, desde luego, la de ese antecedente ineludible entre nosotros que es la obra de Darío Ruíz Gómez, de manera especial los cuentos cuyas historias ocurren en La Estación Villa. A estos y otros 32


Jairo Morales Henao / CRÍTICA LITERARIA fabuladores les debemos la fundación y conquista del Medellín literario contemporáneo, especialmente el mundo de sus barrios populares y de clase media. Cada uno de estos autores ha realizado su tarea no, por supuesto, como parte de un proyecto colectivo, de un disperso objetivo sociológico, periodístico o político de denuncia, donde la literatura sería solo un instrumento, no una creación autónoma; pero sus relatos, aunque originados en experiencias vitales particulares, y en procesos de formación literarios y de la sensibilidad absolutamente individuales, han compartido de todas maneras unas circunstancias históricas, políticas, sociales y económicas comunes, lo que establece puntos de contacto entre sus obras, proximidades ineludibles impuestas por el mismo ámbito o por ámbitos que se cruzan en el espacio o el tiempo. Uno es el Buenos Aires de Borges y otros los de Sábato, Cortázar, Mújica Láinez, Kordon y Arlt. Pero sus distintas fábulas porteñas cruzan aquí y allá sus coordenadas. En la dirección que acabamos de anotar, Sin punto final amplía el plano literario de Medellín y lo actualiza. Es un silencio más que se rompe, un relato ficticio que nos entrega un conocimiento específico sobre personajes en un lugar igualmente específico, la ciudad y uno de sus barrios, y en un lapso definido de su acontecer. Un conocimiento que es el ofrecido por la literatura acerca de los hombres: el de sus vidas como experiencia total. Conocimiento definido por William Carlos Williams en estos términos: “El cuento no es un recorte de periódico. No es realismo. Es, como todas las formas de arte, tomar los materiales cotidianos (o no) y usarlos para elevar la conciencia de nuestras vidas a niveles más altos por medio del arte: es lograr

decir algo”. También podría expresarse como lo hizo María Esther de Miguel, más breve, pero tal vez más agudamente: “La imaginación permite ver cómo es la realidad del otro lado”. Sin punto final consigue esto. Una realidad cercana a la ofrecida por los autores mencionados como los que entre nosotros se han ocupado de un mundo urbano, histórico y literario, afín al de Duque Cano, y que se encuentra muy, pero muy lejos de lo que eran nuestros barrios promediando el siglo XX, según lo recrea un libro que, además de hermoso y conmovedor, es importante leer por el contraste que establece con la violencia y la degradación recogidas en las páginas que hemos reseñado. Hablamos de El olimpo de mi barrio, el libro de relatos de Fabio Zuluaga Ángel (Editorial Universidad de Antioquia, 2012). Es tanta la distancia entre esos mundos, que el de Zuluaga Ángel (La Mansión) parece mucho más distanciado en el tiempo del Manrique de Duque Cano que lo que en realidad está, escasas tres o cuatro décadas. El contraste entrega una revelación impactante sobre la enormidad de los cambios producidos en ese lapso en Medellín. El vecindario de El olimpo de mi barrio, bajo la luz de esa diferencia, da casi la impresión de mundo de cuento de hadas, de inocentes y atemporales viejos tiempos de los comienzos. El “casi”, y esto agudiza el contraste, es porque los personajes de este libro fueron seres históricos que tejieron los días de la infancia de su autor, y que este trasmuta, con el elixir de la literatura, en su mitología infantil. Una mitología plácida, entrañable. No exenta de la cuota de dolor propio de la condición humana, pero, todos modos, un dolor a otra escala. Eso le fue negado al periodista de Sin punto final por todo lo que hemos señalado. Ninguno de los dos autores podía traicionarse.

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CRÍTICA LITERARIA / Andrés Fernando Giraldo

Da igual horizonte o pared a propósito de La calle por cárcel, de Jorge Iván Agudelo En un ensayo sobre Juan Carlos Onetti1, el escritor Jairo Morales Henao describe el lenguaje de los primeros cuentos del autor uruguayo como un lenguaje “preciso y escueto, aunque no pobre, despojado de raíz de toda inclinación al exceso, a la ampulosidad”; de acuerdo con Morales Henao, el estilo de Onetti se caracterizaría por “un ritmo cortado, que huye de la prolijidad enunciativa y que, por lo mismo, confía tanta materia narrativa al silencio, la ambigüedad y la sugerencia”. Una descripción similar podría hacerse del lenguaje poético de La calle por cárcel. Una de las primeras cosas que llama la atención en la lectura de este libro de poemas es la completa ausencia de amaneramientos y de ampulosidad en el lenguaje y en el desarrollo de los temas poéticos. Se trata de una poesía que rehúsa la palabrería y el exceso y que confía toda su fuerza a la conjunción de un estilo preciso (aunque no por ello carente de sutileza y belleza) y al desarrollo de un universo poético que deja traslucir una poética coherente, la cual da unidad a las diferentes partes del libro. La poesía de Jorge Iván Agudelo es una poesía simple y franca, que se desmarca al tiempo de la solemnidad (ya sea de talante reflexivo o de talante lírico), que busca sus motivos en la tradición y en la reflexión sobre la misma, y del prosaísmo de una poesía que se pretende antipoética, que recurre al tono coloquial y a la cotidianidad. 1 Morales, Jairo. Para llegar a Santa María. En: Revista Universidad de Antioquia, 2009, No. 297.

No hay en La calle por cárcel un tono grave ni patetismos de ningún tipo, pero tampoco ligereza ni descuido deliberado del lenguaje. Es más una poesía que opone a la gravedad una duda distante y burlona, pero descree de los intentos de reducir la poesía al reporte y la anécdota. Derrota (Una foto de Céline) Adelante los hombros caídos una cabeza entre rodillas ¿cuántas hormigas ves surcar el baldosín en tu derrota? El asunto central de La calle por cárcel es (tal vez) la ciudad; la vida en la ciudad e inseparable de ella. Pero no la ciudad vista desde la desconfianza y la negación, sino la ciudad vivida, vista desde sus calles, incluyendo también a aquellos que las habitan: indigentes, gamines, borrachos, prostitutas. La ciudad vivida es en este caso la ciudad contemplada desde una perspectiva particular, subjetiva, y no la ciudad tomada simplemente como ocasión de registros, de las historias y dramas que tienen lugar en ella. No se trata de un simple inventario de ocasiones y perfiles sino de la ciudad distorsionada por los recuerdos, intereses y obsesiones del poeta. En este sentido la de La calle por cárcel es una poesía subjetiva. Incluso en aquellos poemas más descriptivos (como El parque administra sus de34


Andrés Fernando Giraldo / CRÍTICA LITERARIA rrotas, De los audaces y Niños perdidos asaltan calles) se reconoce el tono y la mirada particulares del poeta. Pero un subjetivismo en cualquier caso no de las emociones y tampoco de los pensamientos, sino de la actitud, de las preferencias y manías del que habla a través de los poemas. La derrota, el hastío, la decadencia, el dolor, son elementos que enfatiza y en los que se detiene la mirada que el poeta echa a la ciudad a través de sí mismo; pero el tono que acompaña esta mirada –es de recalcar– no es de patetismo ni gravedad, sino en algunas ocasiones de socarronería y en todo caso de un distanciamiento voluntario. Si en la infancia las botellas fueron valientes soldados ahora se amotinan y atacan a su pequeño comandante. El libro está dividido en tres apartados: ‘La calle por cárcel’, ‘Tumba a ras de mar’ y ‘Los claustros y los días’. En la primera parte

La calle por cárcel

aparece la ciudad con el entramado de sus personajes y lugares: la ciudad vista y recorrida, ocasión del festejo y la felicidad pero también de la muerte y el sufrimiento. Los poemas de esta parte son poemas que se desarrollan en la exterioridad de la calle y en el presente de la vigilia; el parque, el bar, la fiesta son estaciones del periplo que se (nos) propone aquí. Estos poemas pueden verse como el resultado de la actividad de un transeúnte; alguien que se arroja a la calle y sondea la ciudad, sin apartar la mirada del subsuelo de la misma. Los habitantes de la calle, su condición en la ciudad, son ocasión de varios de los poemas del libro; poemas en los que se revela el tono y la mirada del autor: ni denuncia ni sentimentalismo de ningún tipo y tampoco actitud reflexiva; sólo la mirada distanciada pero solidaria del que se rehúsa a pasar de largo pero también a dejarse implicar. Pero además del subsuelo está también la superficie de la ciudad. La diferencia, sin embargo, no parece substancial en estos poemas. Las miserias de la indigencia se compensan con otras miserias propias de la vida holgada, tal vez mayores. La simpatía del poeta se decanta en todo caso hacia los excluidos y los derrotados, en contra del tipo humano satisfecho y obediente, de la disposición de ánimo que uno de los poemas denomina ‘tintas medias’ (pág. 25). No se trata meramente sin embargo de una poesía de la decepción. Además de los guiños de solidaridad hacia los vencidos, hay en algunos poemas una especie de celebración de la ciudad en su pura apariencia y ocasionalidad. Los poemas que constituyen la segunda y la tercera parte, en contraposición a los de la primera, son poemas de la interioridad y del 35


CRÍTICA LITERARIA / Andrés Fernando Giraldo pasado, que se desarrollan dentro de la casa —más aún, de la cama— y en la dimensión del sueño o el recuerdo. En los poemas de ‘Tumba a ras de mar’, la casa y la cama son lugares de un naufragio: el naufragio que representa para el que se recluye la pérdida de familiaridad con el exterior, con la calle; el extravío del que de repente se ve expuesto a sí mismo y a sus recuerdos en el encierro de la casa. La horizontalidad del postrado es la barcaza en que se hunde, su tumba. La soledad, la orfandad, el miedo, el cansancio, la inseguridad son las coordenadas en que se halla el náufrago. Aquí el presente, el día, el cuerpo y lo exterior se disuelven en un vacío nocturno formado por sueño y divagación. La ciudad es perdida y se ve como la costa inalcanzable que fantasea y presiente el náufrago. (…) no hay horizonte que divida la noche de las aguas ni una sirena ni la luz del faro menos la tierra a lo lejos sólo tu cuerpo como una boya inútil o un tronco astillado En “Los claustros y los días” los asuntos predominantes son la infancia y la adolescencia, inseparables de la casa. La infancia representa a lo largo del libro la única posibilidad de redención para el desencanto del transeúnte y la orfandad del náufrago. El hastío y el desconcierto tienen sus contrapesos necesarios en las ‘sagradas visiones de la infancia’, que son evocadas sin embargo con cierto escepticismo: la de aquel que sabe que se trata de una evasión que juega con lo irrecuperable.

Hansel y Gretel Las piedras pisadas son las migajas de un cuento ¿la infancia dejó algún rastro? Pero si la decadencia de la adultez busca redención en la evasión hacia la infancia, la adolescencia no es más que un intento de evasión de ésta. En un caso el camino va de la calle a la casa y al sueño; en el otro del sueño y la casa a la calle. En ambos casos la evasión es señal de malestar, de la carencia de algún elemento unificador que otorgue sentido a las relaciones entre ambos y haga distancia ante la muerte. No es casual que la enfermedad aparezca como la ocasión de ambas fugas –la del niño hacia la calle y la del hombre hacia la casa y el sueño de la infancia–; la mayor cercanía con la muerte, la consciencia de la fragilidad del cuerpo y la contingencia insuperable de la propia situación, mueven el impulso de una redención que al final se sabe imposible. La poesía de La calle por cárcel se despliega a través de una serie de oposiciones: la calle y la casa, el sueño y la vigilia, lo familiar y lo extraño, la infancia y el presente, el encierro y el afuera. Estas oposiciones no se resuelven mediante ningún elemento exterior que medie entre cada una y las concilie —no hay escape posible al juego de evasiones—, sino mediante la consciencia —resultado del ir y venir entre las mismas— de que no existe en último término una diferencia sustancial entre cada oposición. La calle y la casa son cárceles contiguas; la vigilia está hecha de sueños y los sueños de vigilia; la infancia es ansiedad de otro presente cuyo cumplimiento es anhelo de infancia; el enclaustrado sólo aspira a salir y el liberado sólo a enclaustrarse. 36


César Valencia Trejos / PERSONAJES

Otto y su Riosucio del alma César Valencia Trejos1

Narrar, precisar, establecer crítica literaria o historiografíar sobre la Obra y Vida del humanista Otto Morales Benítez, es quizá replicar lo que un número considerable de escritores, investigadores y estudiosos han esbozado sobre este “Maestro de Maestros”: el que enseña a los que enseñan, como lo enunciara el ex presidente Belisario Betancur, al titular su Conferencia en la Academia de la Lengua, en homenaje al doctor Otto al cumplir 90 años de edad. Multitud de rigurosos estudios se han plasmado sobre el pensamiento de uno de los más eruditos colombianos. Sobre el particular se conocen 20 libros y probablemente en el futuro aparecerán otros. Se distinguió por ser uno de los ensayistas más prolíficos, reveladores y rigurosos sobre los distintos asuntos de la nacionalidad colombiana. Enumerar acerca de los logros políticos, académicos, de sus 138 libros y de 41 sin editar, en la modalidad de ensayo, los prólogos a cientos de libros de escritores, de las cátedras, premios y becas que llevan su nombre; de los homenajes que en el Continente y los que en la nación, en diversas regiones le tributaron, es un prolongado compendio.

1 César Valencia Trejos. Riosucio, Caldas 1951. Comunicador Social - Periodista, Fundación Universidad Jorge Tadeo Lozano, Bogotá. Director por 28 años del programa diario de Radio: “POR LOS CAMINOS DE CALDAS”, Director mensuario por 16 años de “EL CAFICULTOR”, Cofundador de la Corporación Carnaval de Riosucio y Presidente de la Corporación Encuentro de la Palabra, durante 17 años.

Se aproximaron más de tres centenares de escritores y periodistas para comentar su Obra citemos ligeramente los títulos y autores de algunos libros editados por estudiosos: Fernando Ayala Poveda: Otto Morales Benítez: la palabra indoamericana; el historiador y crítico panameño Carlos Alberto Mendoza, publicó dos libros: Trayectoria evolutiva del liberalismo y posición de Otto Morales Benítez y el estudio: El Mestizaje e Indoamérica: el mensaje de Otto Morales Benítez. El profesor mexicano Leopoldo Zea dedicó su libro: América como Autodescubrimiento, entre otros, al doctor Otto; el caldense Javier Ocampo López, autor de más de un centenar de libros, escribió su obra: Otto Morales Benítez: sus ideas y la crisis nacional y dedicó al doctor Otto su libro: Historia de la cultura hispanoamericana siglo XX.

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PERSONAJES / César Valencia Trejos El lingüista Óscar Piedrahita González publica Tesis de Otto Morales Benítez: memorias del mestizaje, un libro esencial en el Continente; el profesor universitario Ricardo Sánchez Ángel divulgó El demonio del ensayo en la obra de Otto Morales Benítez; Luis Carlos Adames dio a la publicidad Otto: el periodista que negoció la paz; el historiador nacido en Apía, Risaralda, Albeiro Valencia Llano, publica Otto Morales Benítez: de la región a la nación y al continente. Asimismo, Vicente Landínez Castro, oriundo de Villa de Leiva, nos sorprendió con su libro: “Miradas y aproximaciones a la obra múltiple de Otto Morales Benítez”. Por su parte el historiador, ensayista y político santandereano Antonio Cacua Prada, anunció 10 libros inéditos sobre las reflexiones del doctor Otto. En Bogotá, desde agosto de 2001, sus dos hijos Olympo y Adela, fundaron el Centro para el estudio de la Obra de Otto Morales Benítez, en una antigua casona del barrio La Soledad, con el fin, como lo expresó la Antropóloga Adela Morales de Look: “Mi hermano Olympo y yo hemos decidido establecer este Centro con el afán de interpretar lo que muchas personas han venido manifestando de diversas formas acerca de la necesidad de estudiar una obra tan prolífica y que aporta muchos planteamientos importantes para el conocimiento y entendimiento de nuestra realidad nacional, social, económica y política”. Es decir, allí tenemos el almendro de la investigación sobre la Obra y Vida del doctor Otto. Valdría la pena replicar esta enseñanza con un proyecto que avivemos las gentes de Riosucio, liderado por sus administraciones y dirigentes, alrededor de la casa donde nació el doctor Otto, cuya fachada fuera remodela

por el ingeniero y arquitecto belga Agustín Gooavaerts, reconocido en Medellín por sus edificaciones arquitectónicas. A propósito, hemos abandonado varias construcciones donde deberíamos disfrutar de museos y revelar el valor que encierran nacionalmente los riosuceños entre otros, además, del doctor Otto, Danilo Cruz Vélez, Enrique Becerra Franco, Jorge Gärtner de la Cuesta, Rómulo Cuesta, Ariel Escobar Llanos, Helbecio Palomino Salas, los artistas Buenaventura y Ángel María Palomino, Manuel Antonio Cataño, los periodistas y militares hermanos Díaz Morkum, el compositor de música popular Antonio María Posada Correa y tantos que nos han dado presencia y nos han enaltecido. El empresario manizaleño Eduardo Arango Restrepo, le dijo en un acto académico en Manizales: “Otto, deja de publicar a ver si te alcanzamos tus lectores” y como siempre, el auditorio se llenó de la sin igual carcajada, que acabó con la solemnidad de un acto de trascendencia regional que allí se llevaba a cabo. Esto para ratificar que detenernos en sus realizaciones es extenso. Este inventario es apenas un breve registro de lo que se ha publicado sobre el doctor Otto. En consecuencia, los invito para que nos detengamos en lo que el autor escribió con pasión y generosidad sobre nuestro pueblo, palabras que se escuchan en el Continente y que han hecho conocer el Carnaval, el Encuentro de la Palabra, nuestras expresiones, costumbres, artistas y escritores de este terruño. Vicente Pérez Silva escribió en la introducción del libro Iconografía y fragmentos de prosas de Otto 38


César Valencia Trejos / PERSONAJES Morales Benítez, publicado por la Fundación Universidad Central, en el año de 1995: “Hijo de su provincia a la que ama entrañablemente, no concibe la vida sino en función de la tierra de su origen. Una vida ajustada a los sueños de su infancia y a los preceptos que dimanan del Ingrumá: el cerro centinela de una hermandad progresista y solidaria. Las facetas míticas y las picardías del Diablo de Riosucio, también poblaron su temprana imaginación de mágicos resplandores”. Repetidamente lo acompañó su indeclinable querencia por su terruño, podríamos afirmar que no había intervención o publicación que no referenciara a Riosucio; se sentía orgulloso que lo identificaran con todos nosotros y nuestras expresiones culturales y mentales. En charlas informales con los más importantes personajes de la vida nacional o departamental o con seres elementales, siempre exaltaba a Riosucio y relataba con admirable gracia episodios y anécdotas de célebres seres de esta comarca. Así mismo, quienes han iniciado el análisis de su Obra, coinciden en resaltar su espíritu de provinciano cosmopolita. En su obra Raíces Humanas nos trae una manifiesta síntesis de su origen: “Del minero heredamos un cierto júbilo permanente. Del labrador tomamos una vocación por las acciones colectivas, por los aspectos de la comunidad. Y ese espíritu cívico, que se enciende cuando se trata de declarar nuestro amor a Riosucio. Y de esta amalgama, y de la desconfianza primigenia y recíproca, nos queda el palique buido, la maliciosa interpretación de los hechos que conduce a un apunte sagaz, que concluye en una sonrisa que ilumina la picardía de la con-

versación. Del brillo y abundancia de las fiestas, nos ha llegado la pasión por la música y el diálogo que es proverbial en todo hijo de este sitio. Todavía hay tragos regionales, como el “guarapo”, que nosotros levantamos como símbolo de lo que nos ha dejado una raza de labradores. Su nombre congrega en pasión jubilosa a todo aquel que allí nació, a aquel que de paso por haber vivido con nosotros, supo gustar de los dones y zumos de nuestra bebida regional….”. Y en otro aparte de este libro, escribió: “Todos nos sentimos atados entrañablemente, por un vigor hondo, que nace de una identidad en nuestro destino. Riosucio adquiere una dimensión propia, en la cual se manifiesta el sentido colectivo que preside cada uno de sus hechos”. En el libro Diálogos, resultado de una extensa entrevista publicada en 270 páginas: “Interrogantes sobre la identidad cultural colombiana”, el antioqueño Augusto Escobar Mesa, en una de sus respuestas el Morales Benítez recuerda en varias oportunidades a sus coterráneos: “Mi generación del colegio tenía unos rasgos comunes con nuestra identidad riosuceña que nos permite identificarnos fácilmente. Manejaba una inteligencia chispeante, alegre, con cierta tendencia a la burla, pero sin quejumbres matreras, eran gentes con aptitud para la especulación mental para enfrentar los teoremas y los silogismos, para reclinarse sobre el microscopio o mirar por un teodolito las soluciones que apremia la civilización…No era la actitud de una generación, era la herencia que habíamos recogido en los hogares, en la esquina del diálogo, en la socarrona manera de juzgar el mundo que tiene el riosuceño”. Y más adelante agrega: “También cuentan 39


PERSONAJES / César Valencia Trejos los que vinieron de fuera a nutrir nuestra comunidad con sus conocimientos, con su trabajo con sus experiencias de toda índole. Cuando nacimos como Municipio, los sabios franceses Boussingault y Roulin estuvieron aquí y dejaron enseñanzas, ejemplos. A ellos se les recibió con esplendor porque el oro permitía lujos y derroches en los vinos y en los manjares. Y así ocurrió con todo viajero que por aquí transitó. Ellos trajeron, entonces, voces de otros mundos, mensajes de nuevas experiencias y, especialmente, los escritores, los poetas, los expertos en finanzas u hombres que llegaban a compartir la guerra o el gobierno; en este lugar tuvieron su asiento. Fuimos afortunados porque muchos venían doblados de poetas, ello explica -fuera de la natural predisposición colectiva de mis paisanosel gran ímpetu intelectual que nos golpea y continúa incitando con sus antenas de brillo y de luz a la juventud de mi tierra”. En una lectura en la sesión solemne de la Sociedad Geográfica de Colombia, en agosto de 1998, que tituló “La geografía como factor de integración”, expresó: “Existía una profesora, Purificación Calvo de Vanegas expertísima en sabidurías pedagógicas…ella designaba a Marta, la más bella, para representar nuestro calificado Departamento: el Gran Caldas y luego continuando en la pesquisa de los rostros y cuerpos más armoniosos, aparecían sus límites: el Tolima que era Marina; el Valle, Nohemí; Antioquia Doloritas. Éstas iban rodeando a Marta. Así quedaba la lección infalible, la que no se olvidaría…”. En otro fragmento de esta leyenda puntualizó: “En nuestro Colegio de Varones, don Genaro Bueno Cock llegaba a la hora de cla-

se con pausados y cautelosos desplazamientos. Eran suaves y finas sus maneras de gran señor. Desplegaba sobre el tablero un mapa de Colombia y principiaba a leer los versos que mencionaban los milagros de las montañas, ríos, llanos, ciudades y pueblos remotos. Teníamos que aprenderlos de memoria. Luego, los recitábamos con ímpetu, señalando dónde comenzaba la Sierra Nevada de Santa Marta y cómo había unas regiones extensísimas en el Huila y que eran gloria de nuestros ancestros: San Agustín. Nos hacía entender, entre soneto y elegía, al Chocó con sus lluvias y relámpagos; la Guajira desértica que vigilaba, desde el Cabo de la Vela, el destino nacional. Descendíamos por entre versos pareados hasta la Amazonía, la Orinoquía y el misterio de las selvas de gloriosos follajes”. Continuando esta indagación de textos, en una lectura en la clausura de estudios de bachilleres de la Institución Nacional “Los Fundadores”, que designó como “Mi Colegio de Riosucio: Apuntes para la biografía de una generación de provincia”, una disquisición de elogio al plantel, a profesores y a sus condiscípulos se refirió en los siguientes términos: “Porque este es “mi Colegio”. De aquí no me dejo despojar. Pasé años esenciales de mi vida —los mejores de los sueños — entre su recinto. Claro está que en otro sitio, con muros más pobres, con aulas casi menesterosas, sin espacios para movernos en las horas de descanso. Desconocíamos los campos de deporte. No había lugares de esparcimiento para nuestro ímpetu juvenil. Los servicios mínimos de aseo, apenas se presentían. La luz entraba, por las ventanas modestísimas, llena de una timidez que no le permitía irrumpir con su explosión de luminosidad. 40


César Valencia Trejos / PERSONAJES El moho, un verde inquietante que invadía rincones y algunos trechos de los corredores y paredes, nos hacían compañía. Los asientos eran rudimentarios, muy primitiva su elaboración. Las escalas para ascender al único piso utilizable, traqueaban con nuestros pasos. Sus tablas se arqueaban con humildad y daban, con recato, quejidos que denunciaban la proximidad de su derrumbamiento”. En su libro Líneas culturales del Gran Caldas un compendio que exalta y rescata valores humanos e intelectuales de estos departamentos, declara su afecto por su primigenia tierra: “No puedo pensar la vida sino en función de la tierra de mi origen. A la cual además, como labriego y ganadero, he dedicado tantas horas de unción a sus preceptos telúricos. Con la ventaja que es uno de los privilegios que resguardan mis desplazamientos: ajusté mi vida a lo que soñé desde la infancia: que fueran evidentes las concordancias entre lo que pensaba o lo que predicaba o realizaba… El mío es la infancia; lo que armó y cruzó mi adolescencia…”. El doctor Otto Morales Benítez inauguró en la Universidad Autónoma de Manizales, la Cátedra Caldense, un vibrante y excelso reencuentro con la región, que los dirigentes abandonaron por su avaricia y espíritu centralista, esta exposición fue publicada por el Banco Central Hipotecario en 1984. Es en esta publicación cimera en el examen riguroso de Caldas, en donde cita en repetidas ocasiones a otros autores que fundaron el destino de nuestro Municipio. Allí se puede esclarecer qué dijo Purificación Calvo de Vanegas acerca de nuestra historia; en este tratado se citan los escritos de los científicos franceses

Juan B. Boussingault y Francisco Deseado Roulin, quienes vivieron en Riosucio y sus páginas son otra muestra de la importancia que tuvo nuestra comunidad. En este libro como en otros de sus escritos recalcó lo expresado por el pensador Rafael Uribe Uribe en el Congreso de 1896, de quien reclama la creación del Departamento de Caldas y se enorgullece que propusiera que la capital de nuestro Departamento fuera Pereira, Riosucio o Manizales. Se regocija procurando supremacía a nuestro pueblo como una población de gran jerarquía económica, política, social y cultural. Este libro como constante de su producción literaria, es un emblema de incitación permanente para que estudiemos lo nuestro con más sentido de pertenencia y de identidad local y regional como afluentes de la historia nacional. Como constante pensando en su tierra de origen, esta Cátedra Caldense es otra muestra auténtica de su fervor por su patria chica. Publicó Memorias del Mestizaje en el año de 1984, una Antología de temas relacionados con nuestro Continente, cuestión en la cual profundizó y fundó su teoría general del mestizaje. Él afirmó en sus investigaciones que se había nutrido de Riosucio: “Porque allá lo indígena, lo negro, las colonizaciones, los extranjeros atraídos por la abundancia minera, se fueron amalgamando y han constituido uno de los núcleos étnicos con más opulencia en sus expresiones”. En este libro publicó “Declaración de amor al Diablo del Carnaval”, una de las páginas admirables sobre el Carnaval. Conjuntamente con la Colonia de riosuceños residentes en Bogotá y el Encuentro de la Pala41


PERSONAJES / César Valencia Trejos

bra se publicó: “Facetas míticas del Carnaval de Riosucio”, y posteriormente el autor escribió un texto donde incluye los anteriores dos ensayos y agrega uno nuevo: “Alabanzas del diablo y su Carnaval” que consta de XII capítulos en donde analiza y hace referencias universales del Diablo en las distintas épocas y sociedades. Este ensayo lo dedica a rendir un Homenaje al artista popular Gonzalo Díaz Ladino, quien ha elaborado 11 efigies del Diablo, el Viacrucis de la Iglesia de la Candelaria y plasmado cientos de carteles promoviendo el cine y pinturas de personajes nativos. Detenerse en la interpretación de lo escrito por el Maestro Otto, es un ejercicio intelectual que

valdría la pena que las nuevas generaciones y los estudiosos lo afrontaran y procuráramos otorgar mayor altivez a los raizales. El humanista Otto consignó en varias de sus obras la importancia y papel de la provincia, en donde se halla la esencia de la nacionalidad colombiana, escribió en el libro “Raíces Humanas”: “De allí que sea tan importante vigilar y cuidar la provincia. Cuando ella se ensombrece, vemos que el rostro de la patria se congestiona”, y en el periódico OCCIDENTE en el número 230 de noviembre 7 de 1953, en la página tercera, publicaron el discurso: “Canto de amor a Riosucio”, pronunciado en el Teatro Cuesta con motivo de la coronación de su Ma42


César Valencia Trejos / PERSONAJES jestad Helena Palomino Ramírez, Reina del Civismo de ese año y allí inscribió su flamante consigna: “En defensa de la provincia debemos librar todos los combates”, que se mantiene activa, por la estructura del país y que el Encuentro de la Palabra levantó como su rúbrica. Esta consigna la registra 10 años después en el año de 1963, cuando publicó “Raíces Humanas”, en donde dedicó un amplio capítulo a la Fundación de Riosucio. La pluma de este paladín, quien ejerció la palabra como su destino e itinerario, no descansaba para subrayar sobre su pueblo de origen; en el libro inédito: “Riosucio de Caldas: atalayas desde el Ingrumá” en su primera sección que intituló: “Cuasinotas para un capítulo de memorias infantiles”, se lee: “Mi pueblo, Riosucio en Caldas, tiene acentos sociales muy peculiares. Goza de una personalidad cuajada de dones. Unos dimanan de la forma histórica como se integró. Otros, que se fueron conformando a través de los caracteres de sus habitantes. Ha prevalecido la alegría y cierto afán de comprensión del mundo, sin inclinaciones a lo dramático. Se vive una constante cultura popular que nos conduce, nos despierta y nos compromete…”. En este libro advierte que aspira esencialmente acercarse al sentido de su niñez y quizás al principio de su adolescencia. Este es otro aporte y otra sensatez del hombre universal que no se desprendió de su pueblo. En el libro que cito, describe los aspectos cardinales de una localidad: las calles, los sitios, los barrios, la diversidad de comestibles, las plazas, la galería, las iglesias, los personajes notables de la época, los

periódicos, las hojas volantes, la peluquería, la música, las ferias, el cine, los teatros: Cuesta y Puerta, los artesanos, los arrieros, el civismo, la actividad política, las limitaciones del sexo, de los libros de los escritores riosuceños de la época y detalla una vez cómo era su casa, en fin se detiene con talante sociológica a la vida cotidiana de sus habitantes y fantasías. Es un deleite leer cada página, sus datos, su visión y sobre todo cómo exalta sus múltiples y diversos recuerdos, cómo los matiza con su alegría característica y cómo los enuncia con precisión histórica. Es emocionante encontrar los nombres y apellidos, no sólo de los más notables sino de las gentes elementales, cómo relata la riqueza de las comidas típicas y en general de los artesanos. En uno de los apartes hace la siguiente descripción: “…en la manga de “El Vergel”, al terminar un bellísimo potrero de pasto de micay, había una pequeña y muy limpia casa. Allí vivía una familia. No recuerdo sino el nombre de dos muchachas de deslumbrante belleza: Marina y Julia. La primera, era cercana a mi amistad. Era una mona deslumbrante: bello su rosto, con una cabellera blonda, abundante, con un copete primoroso que “caía para el lado de los sueños”. Su forma era escultural. No tenía una sola forma de su cuerpo que no fuera proporcionada y sensual. Corríamos juntos por la manga; recogíamos los frutos de los árboles que allí se tenían; conversábamos largos minutos al pie de un pozo donde ella recogía el agua para su casa. Sus movimientos eran de un suave y encantador ritmo. Tenía unas manos largas y suaves. Sus piernas espigaban en el encanto de un tor43


PERSONAJES / César Valencia Trejos neado armonioso. Su cuerpo de una riqueza carnal proporcionada para deslumbrar con sus movimientos. No teníamos ni ella ni yo, noticias de las dulzuras del amor y de los sacudimientos que nos puede producir, engolosinándonos…me queda el brillo de su melena cuando el sol caía sobre la frente; la perfección de sus formas -las celebro-, ahora en la lejanía de los años, sus hermosísimos pies atravesando la pradera. Ellos caían sobre el pasto como una dulcísima caricia…Declaro que esa niña me inquietaba. Me gustaba su compañía…”. Otro de los estudios publicados por el doctor Otto es “Teoría y aplicación de las historias locales y regionales”, editado en el año de 1995, por la Universidad de Caldas, que reúne una serie de ensayos, los que examinan la importancia de la microhistoria, la identidad y diversidad cultural de la provincia, los procesos de conformación y expresiones de los pueblos del Gran Caldas y ante todo su particular mirada crítica de las relaciones del Estado central y las comarcas, es quizá el aporte más significativo hecho al quehacer de los “Encuentros de la Palabra”. En este manual en su capítulo X, titulado: “Temas incompletos para formular una teoría aproximada acerca del “riosuceñismo”, que pronunció en la Biblioteca Nacional de Colombia, el 9 de agosto de 1991, como preámbulo a los coloquios de Riosucio, renueva su fervor por lo que él en repetidas ocasiones calificó: “Mi Riosucio entrañable”, escribió como una admirable sentencia de amor filial: “Mi credo riosuceño”, quizá su mayor consagración de identidad con Riosucio.

En uno de sus últimos libros: “Memorias: (De cómo se forma un escritor), aún inédito, retorna una vez más y recaba cómo su pueblo lo formó y le dio aliento para su formación y proyecto de vida. En este libro enaltece a nuestra cultura popular, se detiene en personajes y situaciones, se embelesa con su sabia palabra en ennoblecer a su tierra natal, en las primeras líneas expresa: “Me formé, como muchacho de pueblo, compartiendo múltiples escenas, muchas sin comprenderlas en su intensidad y magnitud. Es que esa, es la condición de vivir en un pueblo. Si se tiene inquietud, uno se vincula a los más extraños acontecimientos. Se desplaza, sin una vigilancia apremiante, por la diversidad de los sitios. Se es una individualidad. No está separado del mundo circundante, como el que crece en las ciudades. Al contrario, el pueblo le ofrece, a uno, los más disímiles medios. Uno, los aprovecha con una inquieta y beligerante curiosidad. Entonces, se participa en lo que atrae y entusiasma. No hay peligros que conduzcan a prohibiciones constantes y amenazadoras. Como en el pueblo hay una convivencia solidaria –la mayoría se conocen o se vive en una relación espontánea− se consiente esa intromisión. Como la diferenciación de clases no es un obstáculo –porque casi no se sienten o padecen- se tiene derecho a ese mundo abierto, lleno de sorpresas en los múltiples aspectos de la existencia. Uno en esa edad incipiente participa, como espectador, del mundo global de las fiestas a las muertes. La misma inquietud de los años iniciales propicia ese ambiente, en el cual no hay posibilidad de inquisición que a uno se le cierre…”. Este libro premonitorio y como preparación para sus últimos días, engrandece nuestra historia por el caudal de sus datos y 44


César Valencia Trejos / PERSONAJES su agraciada forma de narrar los sucesos que le tocó vivir en sus primeros años de existencia. En este libro anuncia igualmente que entregará sus Memorias en lo político, que deben contener sorpresas inimaginables por su cercanía al poder y destacados dirigentes nacionales. En este relato, probablemente podamos conocer más detalles acerca de por qué no se firmó la esquiva paz, cuando estuvo tan cerca de hacerlo. Recordemos que él es uno de los colombianos que más escribió sobre la violencia y planteó soluciones. Cuando integró la “Comisión investigadora de las causas de la violencia” en el Gobierno de Alberto Lleras Camargo, su primera visita la realizó a Riosucio y cuando fue Comisionado de Paz del presidente Belisario Betancur Cuartas, también estuvo allí para reunirse con representantes de las guerrillas. Y tal vez en estas historias nos confiese qué ocurrió en tres ocasiones que no logró ser Presidente de la República. Cuando anunció estas Memorias enfatizó: “Buscaré otra oportunidad para recrear en otras “Memorias”, lo que le dio tanta euforia humana y doctrinaria a mi peregrinar de liberal de izquierda, luchando por la justicia social”. Otra veta para regodearse y colmada de reflexiones y preceptos, son las epístolas que durante largos años dirigió a las diferentes personas organizadoras del Encuentro de la Palabra; en estas cartas, se aprecia la dimensión preferente que le entrega a nuestro pueblo y sus gentes. Allí se puede leer el sentimiento y el respeto que sin desmayo mantuvo el doctor Otto por Riosucio: “Lo que he escrito tiene su raíz en ese sitio del sueño y la esperanza. Pero, además, siempre he proclamado,

con orgullo, mi origen y el nombre de Riosucio lo invoco para que me ampare e impulse. En el país y en el extranjero, mis amigos asocian ese nombre conmigo. Mi obra proclama su orgullo ancestral. Mi vocación es de un devoto del Ingrumá. Me centro en la euforia de lo que me ha entregado mi tierra para mi escritura. Y me solazo proclamándolo”. Al doctor Otto le podemos aplicar a la perfección las palabras de uno de los pensadores más importantes del hemisferio en el siglo XX, a quien él admiró, escribió varios ensayos sobre su obra y con el cual mantuvo una conversación y amistad permanente y fluida, el filósofo Danilo Cruz Vélez, quien en una carta que nos dirigió en julio de 1989, cuando lo invitamos a un Encuentro de la Palabra afirmó: “Yo pasé mi niñez y mi juventud en Riosucio, pero emigré a los 17 años de edad, cuando en 1937 mi familia se fue a vivir a la capital de nuestro departamento. De suerte que hace más de medio siglo que vengo alentando en otras latitudes. Sin embargo, siempre he llevado conmigo ese paisaje presidido por el Ingrumá como el horizonte primigenio de mi vida. Parece que el hombre se instala en el mundo en los primeros años de su existencia y que, después de esta instalación, ya no puede cambiar de mundo. Esto explica que uno, por mucho tiempo que permanezca en una ciudad extraña, nunca pueda borrar ese aire de forastero que lo rodea, y que lo distingue a primera vista de los naturales del lugar. Y ello explica asimismo que nuestro modo de hablar permanezca siempre, por decirlo así, teñido por el paisaje donde nuestra lengua comenzó a sonar, inclusive cuando hablamos una lengua extranjera”.

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PERSONAJES / El editor

José Gabriel Baena, el hacedor (Medellín, 1952 – 2015) No me ha sido posible escribir sobre José como siento que debería hacerlo. Estuvo muy cerca de mí durante más de 20 años de trabajo hombro a hombro en la Biblioteca. A cuánto ascenderá la suma de exposiciones, catálogos, plegables, libros y boletines que hicimos en todo ese tiempo, con Miguel incluido, desde luego. ¡Cómo nos rindió el tiempo! ¡Cómo pudimos hacer tanta cosa, me pregunto ahora que ellos dos no están! Y todo eso mientras cada uno cumplía sus funciones individuales como empleado, escribía lo suyo y compartíamos una bohemia también intensa, de conversación, sueños, proyectos y copas. José es autor de un grupo de novelas muy inteligentes, eruditas, locas y brillantes que, por ahora, le han quedado grandes al medio, que ha preferido salir del paso ignorándolas, pero a las que ya les llegarán sus lectores. Su valor lo garantiza así. Es autor también de una obra periodística voluminosa, aguda, polémica, sarcástica, que algún día será seleccionada y recuperada en libros.

Durante más de dos décadas fue el diseñador gráfico de la Piloto. Libros, exposiciones, catálogos, todo. Diseñó todos los números de este boletín desde el número 1 hasta el 22. Y son incontables en dedicación y en esa dicha que da el trabajo que se ama, las horas invertidas a este medio de difusión de la cultura antioqueña, del pasado y el presente, acogida en estas páginas, trabajo adelantado sin interés distinto a su realización. Bajo su máscara de hombre duro, de ironista de todas las horas, de pesimista de oficio, vivían el poeta y el hacedor cultural infatigable. Necesitaba esa epidermis para proteger una ternura que no le daba respiro y que lo amedrentaba, y que no siempre reprimió, como lo revelan muchas de sus páginas y gestos, como lo que escribió a la muerte de Miguel José, te quedo debiendo el artículo. Todavía estás muy al lado mío para poder hacerlo.

José Gabriel

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Luis Carlos Rodríguez / MÚSICA

Músico Envigadeño: Don Pedro Pablo Santamaría inicial con los profesores Gonzalo Vidal, Germán Posada Berrío y Jesús Arriola, estudios que no interrumpió pese al cierre de la institución por la Guerra de los Mil Días. Al reabrirse la Escuela, continuó su educación musical formal, y fue tan aventajado discípulo, que pronto fue nombrado en la cátedra de instrumentos de viento.

Pedro Pablo Santamarìa

Apenas hoy, después de grandes esfuerzos por rescatar sus obras académicas, se nos presenta un creador de indiscutibles calidades. Pianista, pedagogo musical, director de coros, bandas y orquestas, compositor que se dio a la tarea de cultivar los géneros populares, pero con una innegable intención academicista en su producción original. El maestro antioqueño Pedro Pablo Santamaría es una de las figuras menos conocidas de la historia musical de nuestro país. Pedro Pablo Santamaría Vasco nació en Envigado, el 29 de junio de 1886. Miembro de una familia con profundos intereses en la música (su padre fue por muchos años organista y director del coro en la parroquia de Envigado, y su hermano Jaime fue muy popular director, pianista, gestor musical e impulsor de compañías escénicas en la capital antioqueña). Desde muy niño mostró sus cualidades, facilidad e inclinación para la música, por lo que en la antigua Escuela de Música Santa Cecilia de Medellín, recibió formación

Por decreto del 10 de marzo de 1915, el maestro Santamaría fue nombrado como “Músico Mayor de la Banda Militar del Regimiento # 8 - Girardot”, acantonado en Medellín y dirigido por el maestro Gonzalo Vidal. En 1917, fue confirmado como subdirector de la Banda y nombrado Profesor en el Instituto de Bellas Artes de Medellín. Al suprimirse la Banda Departamental, el maestro envigadeño fundó “La banda Josefina”, que dirigió por dos años, animando gran cantidad de retretas. Desde entonces, su producción original también empezó a llamar la atención del público y de la crítica. Pedro Pablo Santamaría hizo parte de la generación post-centenaria, que vio en la grabación de discos una interesante oportunidad de difundir su trabajo artístico, en las voces y las agrupaciones orquestales que, desde Nueva York, Méjico y otras ciudades del orbe, registraban y difundían la mejor música popular de los creadores americanos. Fruto de ese ambiente, Santamaría logró imponer lo que entonces se llamaron “éxitos de ventas”, piezas instrumentales y vocales de gran popularidad y reconocimiento. Entre ellas, destacó un ciclo de Canciones, sobre textos del poeta y periodista Augusto 47


MÚSICA / Luis Carlos Rodríguez Duque Bernal, uno de los más famosos letristas del Cancionero colombiano. Estas hermosas piezas vocales se han conservado en históricas grabaciones, en las voces de los más famosos cantantes de la época. Evelio Pérez, entre los locales, y Carlos Mejía y Margarita Cueto, entre los extranjeros, fueron sus intérpretes estelares. Se conservan dos de esas canciones del compositor antioqueño Pedro Pablo Santamaría sobre versos de Augusto Duque Bernal en grabaciones históricas, por lo que advertimos las lógicas deficiencias técnicas. Se trata de la danza o habanera titulada Sueño de Ruiseñor en versión grabada en vivo de una audición radial, por el tenor Evelio Pérez, acompañado por la Orquesta del maestro italiano Pietro Mascheroni, y del pasillo Triny, en grabación realizada en marzo de 1929, por el dueto mejicano de Margarita Cueto y Carlos Mejía. En 1924, el maestro Santamaría presentó una obra al concurso musical realizado con motivo de la Feria Exposición Nacional celebrada en Medellín. Era su Sonata para piano en Do mayor, con la que obtuvo el segundo puesto en el certamen. El primer lugar, reservado para una pieza orquestal, fue ganado por el maestro Gonzalo Vidal. Esta interesante partitura fue rescatada del olvido, en el Suplemento Musical de la Revista Universidad de Antioquia, a fines de 1987, en edición facsimilar de una copia manuscrita. En dicha publicación, escribió el maestro Rodolfo Pérez González: “En el tratamiento de la forma sonata con amplio desarrollo, así como en las modulaciones y el tratamiento técnico del instrumento, se descubre Santamaría como compositor de grandes ejecutorias. No cabe duda de que se trata de uno de los más notables ejemplos de la literatura pianística en Colom-

bia y por ende en Antioquia, donde este género ha sido tan escasamente cultivado”. La Sonata para piano en Do mayor del compositor antioqueño Pedro Pablo Santamaría está integrada por los clásicos tres movimientos, propios del género (1. Adagio, 2. Andante y 3. Allegro con brío). Se escuchó en versión de concierto, realizado el 26 de agosto de 1986 en la Sala de Música del Banco de la República de Medellín, por el recientemente fallecido pianista Guillermo Rendón Calderón, registro que conservamos como un tesoro. Otros reconocimientos y distinciones que recibió el maestro Santamaría, fueron los siguientes: En 1934, con ocasión de la inauguración de los equipos transmisores de La Voz de Antioquia, ganó el primer premio en el concurso abierto por la emisora, con su Fantasía en re mayor para piano y orquesta, y un premio adicional con un Bambuco sobre versos de María Luisa Carnelli. Su Danza del Remordimiento fue premiada en el concurso abierto por la UNE, pieza que fue adaptada para el drama Si hablaran los perros de Emilio Franco. En abril de 1937, Santamaría obtuvo un ruidoso triunfo en el concurso abierto para premiar la mejor obra musical sobre el bello himno patriótico La Tierra de Córdoba de Jorge Isaacs, cuando Medellín celebró el centenario del natalicio del poeta (recordemos que a este himno también puso música su maestro Gonzalo Vidal, 30 años antes). En julio de 1937, con ocasión del Segundo Congreso Nacional de Música celebrado en Medellín, ganó el premio único con su composición titulada Chinita, sobre versos del poeta Libardo Parra Toro (Tartarín Moreyra). En 1945, su Himno Oficial constituyó uno de los mejores números del homenaje al centenario del Padre 48


Luis Carlos Rodríguez / MÚSICA Jesús María Mejía. Así mismo, fue ganador del premio “Emilio Murillo” con su Canción Escolar.

Darío Betancur Chavarriaga, guitarra, y Jesús Luis Betancur Mejía, tiple).

En su labor musical, el maestro Pedro Pablo Santamaría fue también organista en las poblaciones de Fredonia y La Ceja y, por muchísimos años, Maestro de Capilla en la Iglesia La Candelaria de Medellín.

Una de las primeras pero más interesantes y desconocidas obras del maestro Santamaría, es su Cuarteto de Cuerdas. Se trata de un verdadero ejercicio académico, en cinco movimientos, siguiendo los cánones clásicos, guiado por Gonzalo Vidal y concluido en octubre de 1917. Concebido inicialmente como un “estudio” para Cuarteto de Cuerdas, como dice en la primera página de la partitura manuscrita original, “el maestro Vidal, después de felicitar a su discípulo y amigo Pedro Pablo Santamaría, declara que este trabajo es la revelación de un talento excepcional, unido a una tenacidad sin precedentes en la historia del Arte en Colombia”. Son sus movimientos: 1. Tiempo de Minuetto; 2. Andante; 3. Allegretto; 4. “Elegía lunar” (Lento), y 5. Allegro Moderato.

En su Catálogo se cuentan unas 120 partituras en total, destacándose, además de las mencionadas y escuchadas, una Fantasía sobre Aires Colombianos; las canciones Toda en mi ser y Amor y brasa, también sobre versos de Augusto Duque Bernal; la danza instrumental Exótica, varios himnos y villancicos; algunos arreglos para banda y orquesta, y un valioso inventario de obras pertenecientes al ámbito de la música religiosa. Santamaría fue actor de significativa importancia en el desarrollo de la vida artística de la ciudad de Medellín, estimuló la práctica de la música coral, participó activamente en las festividades religiosas más importantes y merece una mención especial su desempeño como formador de juventudes. En enero de 1958, Santamaría renunció a su cargo como organista en la iglesia de la Candelaria de Medellín, y dos años después, el 29 de marzo de 1960, falleció en Medellín a los 74 años de edad. Además de las ya mencionadas, se recuerdan el Pasillo Rojo del maestro antioqueño Pedro Pablo Santamaría, que se hizo famoso en interpretación de las más destacadas agrupaciones instrumentales de la primera mitad del siglo XX, y que aún es todo un tema de antología. Fue grabado más recientemente en la impecable versión del Trío Instrumental Colombiano (Jesús Zapata Builes, bandola; Hernán

En el año de 1960, la obra fue interpretada por el Cuarteto de Cuerdas Antioquia, y luego de un injusto olvido, fue rescatado por los organizadores del Festival Internacional Música de Cámara Colombiana, y presentado en dos ediciones de este certamen (octubre de 2004 y agosto de 2006). Quedó registrado en video, en versión de concierto, por el Cuarteto de Cuerdas Santafé (Luis Darío Baracaldo y Francisco Iragorri, violines; Raúl Vladimir García, viola, y Laura Ospina, cello.

Envigado. Calle “Presbítero Cristóbal Restrepo y Vélez”.1915. Fotografía: Melitón Rodríguez. Archivo Fotográfico Biblioteca Pública Piloto de Medellín.

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POESIA / Jesús Botero Restrepo

El Imperio de las cosas supérstites

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A Jesús Alonso, mi hijo, el gran compañero de un buen trecho de este viaje. En treinta años o mucho menos, un tercio de centuria a lo sumo, En treinta años breves como el palpitar de una ala de mariposa, habrá muerto el deseo y las pieles suaves que me circundan estarán cubiertas, desde adentro, con una impalpable capa de polvo. Los ojos, sometidos antes a centenares, a miles de llamadas y convocatorias, yacerán llenos de una espera que nunca termina y esas pieles u otras, mejores, se hallarán lejanas como estrellas en su estricto y nudo color inolvidable. El tacto no podrá recorrer nunca más sus acostumbradas colinas, sus indubitables valles, sus tácitos desiertos, porque el tacto mismo, las manos estarán fijadas como raíces a la sólida redondez de la tierra, a la granulosa materia que ha venido reclamándolas desde siempre.

1 (Revista Universidad de Antioquia, Medellín, núm. 217. Jul-sep 1989, pp.53-55.)

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Jesús Botero Restrepo / POESIA Los oídos que escucharon la canción que alguna vez se creyó (en una tierna tarde única nunca repetida, nunca siquiera bosquejada de nuevo) la sola voz de corazón (¿era Gardel, era Lara o esa mujer que llamaba Margarita Cueto o era quién? ¿O era simplemente el tiempo diluyéndose y cantando su interminable canción, el tiempo enrollándose como sierpe eterna, tan inasible e inacabada como el mismo oro triste del atardecer, como los caminos, como los ríos, como la sombra y como la noche?) esos oídos ya no podrán escuchar ya nada porque mediante sonidos ajenos, mediante el estruendo del jazz, las bocinas de los carros o el estallidos de las bombas, los ablandarán, los fragmentarán hasta el punto del silencio. Y la tristeza y el amor y la melancólica dulzura de estar vivo rodeado de seres desesperadamente amados y a quienes no se desearía nunca abandonar serán nada, apenas soplo, una nube de verano o una silenciosa lluvia que desciende con miedo y con ansiedad sobre una tierra seca ¿Y los perfumes? ¿Y el agónico frenesí aromado de la rosa? ¿Y el gélido punzón de la estrella de la madrugada? ¿Y las voces que uno solo escuchó? ¿Y el trenzarse de las manos, de los ojos, de los labios, del alma y la soledad qué serán, donde se hallarán entonces? Una tierra como la luna rodeará todo eso, una tierra-voz-sorda, una tierra -sonidohueco, una tierra-solamente-tierra, una tierra- serenidad al fin involucrará todo el pasado, lo demolerá, lo volverá un puñado simple de polvo.

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POESIA / Jesús Botero Restrepo Y las noches de la luna y la serenata de Beethoven al medio día de un día cualquiera sofocante y distinto y las notas del piano como pétalos de una margarita blancos o de luto que se van deshojando sin fin, carecerán de apoyo en el aire muerto, en el extinto recuerdo y en el vivo olvido que se repite. El “buenos días” lo dirá otra boca para otro oído, El “feliz noche , mi amor” rebasará los lindes de la noche y de otros rostros para transformarse en la paloma dela arca que nunca regresa voluntariamente o que se extravió a pesar de que quería regresar.

Sólo quedarán las cosas supérstites: El zapato sin habitante en donde se refugian al fin los caracoles, el pañuelo que recogió un lloro solitario, la casa habitada pero vacía, el sol que dora los tejados, que bruñe las playas para alguien útiles, para alguien ya desuetas, el sol que calienta los caminos sin un determinado caminante y que abofetea sin cansarse el rostro múltiple y renovado del mar.

Y las noches íntimas, Y la piel de los lugares secretos. Y los luctuosos ámbitos en donde se cuece la pasión del hombre al mismo tiempo que el devenir y las desgarradoras estocadas de la esperanza, serán nada frente a la tapa de la botella que se consumió y que queda rodando sin oficio en el montón de basura, en la calle fantasmal y polvorienta, en el último rincón del mundo, cuando la fiesta hace años está concluida o frente a la guitarra de féminas caderas que sonó entonces pulsada por dedos febriles y cuyas cuerdas estruja ahora no se sabe sin con rabia o con desprecio

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Jesús Botero Restrepo / POESIA el dedo único del viento, del viento perdido entre túneles interminables o prisionero simplemente del azar.

Los símbolos del banquete se resisten a morir, no así el protagonista, ¿Por qué? ¿Será la calidad fútil de una mirada, del parpadeo de una estrella. de voraz orgasmo, lo único que concluye en sí mismo, que se cierra sobre sí mismo como un resorte ciego? ¿Y Beethoven termina en Beethoven? ¿ Y la serenata? al final de la serenata? ¿Y la tarde del sol, la playa, el bronce animado, el camino y la melancolía se borran siempre con la tinta de la noche o con el tímido avance del atardecer?

En cambio la piedra, el zapato, la corbata que se aflojó para el momento del éxtasis, la llave que dejó de usarse, el relicario y la luna sin miradas que la busquen con asombro, el tablón del náufrago, el silencio, el tren quito en la quita estación, el jet móvil que cayó en el bosque y la luz, todos vacíos. siguen reinando en un mundo hosco y extraño, opaco y deslustrado, como si el tiempo no existiera para ellos.

Mas a pesar de la quietud, el frío y la rabia inexpresada de las cosas supérstites o que sobrepasan la vida del hombre y de que éste o sus huesos podrían adosarse a ellas con algún amor por una eternidad, no hay por qué atenerse sino a esas dualidades fugitivas del tiempo y el río (el tiempo que vuela y el río que corre desoladamente) en la luna y las fogatas ( la una que brilla y las otras que arden en las noches de un solo hombre) 53


POESIA / Jesús Botero Restrepo del sonido y la furia que se producen cuando ese hombre siente que puede ser desalojado de su reino. Porque la vida auténtica supera todas esas cosas que merodean en torno al ser y que a ratos perecen vivir una vida sin orillas ni formas y ellas valen porque el hombre las quiso, porque las amó en una tarde desesperadamente, en una mañana habitual o porque las odió y las signó al fin con su olvido. Y los ávidos sentidos no enviarán más mensajes de ellas el cerebro y el cerebro mismo que una vez por lo menos creyó entender a Eliot o a Joyce descifrar a Ezra Pound o a Mallarmé, se habría vaciado en la tierra y su recipiente será a su vez otra cosa más lanzada a una árida duración.

Dejémoslas entonces ahí en su esplendorosa resistencia, en su casi eterna inviolabilidad, en su quieto o móvil vivir estólido, en el ámbito difunto cargado de deseos incumplidos simbolizados en el roble que cae en medio de la tempestad y que correo la humedad y el viento.

O en la cápsula espacial guardada en el museo o en la pequeña cápsula que pulverizó los sueños de un hombre o en el aro esponsales o en la gloria herrumbrosa de la espalda o en la estatua donde se refugian las últimas golondrinas de cada verano.

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Jorge Alberto Naranjo / POESIA

Octúbridas* Luz tempestaria, soplanares arduos, brumiones, brumas, vendales y húmides -así llegó hasta el final octubre-. Aramas turbulentas, tórpidos. Len solanares, lum tempestánteros clinaba el rayo. Clangor lejano de la tromba plúmbea. Los tempestantes expulsaban culmas por sus bocas véndricas. Y poco a poco se fue nublando: nublar de nubes, neblar de niebla, nublos, neblinas y neblinares. La lluvidera se encajó allá arriba. Después se vino por cascadas de agua e iban llegando con la llonorosa taracatrones. Y había en el fondo como un son quejoso. Se deformaban las acuotensas y las fibraba al pasar del viento. Serpiente véndrica furor de véndalis silbar y ul ules. Y juches, juches. Los soplanares arrastraron moles. Luz tempestaria vendal, brumiones. La clina estránsita sesgado el cielo preñado de húmides; Todos los seres de la tempestad Se convocaron al final de octubre, y en la lluvideras y nubosarias cayó su pena sobre el gayplanar. Se fue en las aguas del mes de octubre, se fue en las aguas, se perdió en el mar.

*Este poema se publicó en el N° 22 de este boletín, pero salió incompleto por razones ajenas a la voluntad. Nos resarcimos de ese error publicándolo en su integridad.

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FOTOGRAFÍA / Pablo Guerrero

Club Fotográfico Medellín Historia A principios del año 1955 la Unesco, entidad dependiente de la ONU, creó la Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América Latina. Fundador y primer director fue el doctor Carlos Víctor Penna, quien desarrolló innumerables actividades culturales y artísticas como actos inaugurales de la Biblioteca, entre los que sobresalió una exposición de fotografía bajo la acertada dirección de un comité integrado por el Reverendo Padre Andrés Ripol O.S.B., don Joaquín Jaramillo Sierra, don Antonio García Hernández y el doctor Gonzalo Restrepo Álvarez. A este acto se le dio el carácter de concurso instituyendo el

trofeo “Biblioteca Publica Piloto de Medellín” que se otorgaría cada año al ganador del primer puesto. La primera exposición se llevó a cabo en la Biblioteca a principios del mes de mayo con resultados sorprendentemente satisfactorios por la calidad de los múltiples y magníficos trabajos que se presentaron. El jurado calificador estuvo integrado por el Padre Andrés Ripol, Joaquín Jaramillo y don Antonio García. El ganador del primer premio fue el ingeniero Julio Restrepo de León a quien se le asignó el trofeo elaborado en plata y diseñado por el arquitecto John Sierra R. el segundo premio lo obtuvo Colin Stanley y el tercero Pablo Guerrero.

Trofeo Club Fotográfico

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Pablo Guerrero / FOTOGRAFÍA

Brujería - Hernán Escobar

El resultado tan grato de la exposición por el contenido de arte y cultura, sumando el fogoso entusiasmo de los participantes en las mismas, sembró la inquietud de crear un club fotográfico que recibió el nombre de Club Fotográfico Medellín (CFM) el día 15 de mayo del mismo año de 1955. Los socios fundadores fueron 25, a saber: Alberto Arango, Horacio Álvarez, José María Betancur, Enrique Bial, Edwin Bridge, Luis E. Correa, Antonio García, Fernando Gómez, Pablo Guerrero, Raúl Isaza, Joaquín Jaramillo, Marco A. Lalinde, Juan G. Londoño, Bernardo Maya, Octavio León Mesa, Miguel A. Montealegre, Enrique Montoya de G., Samuel Piedrahita, Gonzalo Restrepo, Álvaro Restrepo, Julio Restrepo, Carlos Restrepo, Enrique Rosenhain, John Sierra y José Tejada. Su primer presidente, el doctor Gonzalo Restrepo Álvarez. Desde aquel día hasta la fecha, 60 años, la actividad del Club ha sido permanente y siempre en grado ascendente. Algunos pormenores: se han llevado a cabo reu-

niones semanales ininterrumpidas y siempre con denodado entusiasmo de donde han nacido ideas para concebir programas de gran interés: Concursos mensuales permanentes con temas dados. Tres Bienales en su primera década, 1960, 1963 y 1966 otorgando el Gran Trofeo CFM, ganadas en su orden por Gonzalo Restrepo, Pablo Guerrero y Joaquín Jaramillo. Estas Bienales fueron exhibidas exitosamente en México, Perú, Brasil, Argentina y Canadá. Se han desarrollado exposiciones públicas de carácter local y proyección regional y nacional. Han tenido lugar 30 Salones Colombianos de Fotografía y tres Bienales a partir de 1998 en el actual período. Las exposiciones públicas del Salón Colombiano se complementan con recorridos itinerantes en las principales ciudades del país. En el ámbito internacional el CFM ha tenido la iniciativa de promover su obra en el exterior y es considerado como el más importante aporte al desarrollo y difusión de la fotografía colombiana. Para ello suele atender invitaciones y participaciones en diferentes acontecimientos como competencias, convenciones y exposiciones mundiales que tienen lugar en los cinco continentes con resultados halagüeños como distinciones, premios, publicaciones y reconocimientos de meritorias entidades fotográficas del

Bodegón - Edwin Bridge

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FOTOGRAFÍA / Pablo Guerrero

Peregrino - Gonzalo Restrepo

mundo. Resaltan éxitos en Francia, Inglaterra, España, Suiza, Alemania, Austria, Argentina, Brasil, Japón, China, Rusia, entre otros. El CFM es considerado el decano de los clubes fotográficos de Colombia gracias a los méritos y programas anotados, pero no es menos valedera su dimensión internacional que muchísimas satisfacciones le han deparado gracias a su afiliación a la Fédération internationale de L’Art Photographique (FIAP).

La Federación Internacional del Arte Fotográfico es un movimiento nacido oficialmente en 1947, dirigido a mejorar las técnicas y elevar el estado de la fotografía a un común lazo cultural y artístico entre las naciones mediante el intercambio de ideas y contribuyendo con sus asociaciones internacionales a la paz del mundo. El Congreso FIAP es el evento más importante en su estructura teniendo lugar cada dos años y cada vez en un país diferente. La FIAP es manejada por una junta directiva o

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Pablo Guerrero / FOTOGRAFÍA directorio elegido por el Congreso y cada uno de sus funcionarios es asesorado por comisiones de especialistas en los diferentes campos. Existen asociaciones afiliadas en gran número de países y extendidas sobre ambos hemisferios y se celebran reuniones representativas y cambios de puntos de vista en asambleas periódicas. La Federación organiza una exposición internacional Bienal y hace circular mensualmente boletines entre sus miembros. Estos boletines dirigen la atención hacia materias de interés artístico y técnico en la prensa fotográfica y proporcionan a sus miembros informes regulares del trabajo de las ramas y comités. Las copias del salón bienal circulan para su exhibición en las sociedades afiliadas de todo el mundo, con el objeto de permitir no solamente a los fotógrafos sino a todos los ciudadanos de cada nación conocer algo de las actividades de otras naciones, en un idioma visual que pueden entender todos. La Federación publica un anuario de fotografías representativas que sintetizan la exposición bienal.

La FIAP fue fundada por el doctor Maurice Van de Wijer, belga, quien desde 1946 estableció lazos entre diferentes asociaciones fotográficas nacionales a través del mundo. El primer Congreso, acto oficial de la fundación de la FIAP, tuvo lugar en Berna, Suiza, en 1950, con la participación de 10 países. Los idiomas oficiales son el francés y el inglés, aunque sus textos también son traducidos al alemán y español. La FIAP es una federación internacional cuyos afiliados son los miembros corrientes de las federaciones nacionales de fotografía. Cuenta con más de 85 asociaciones nacionales de los cinco continentes y representa los beneficios de más de un millón de fotógrafos individuales. La FIAP estimula en grado sumo la fotografía entre la juventud. También garantiza su patrocinio o sus auspicios hacia eventos fotográficos internacionales. Solamente la aceptación en estos eventos avala el otorgamiento de distinciones artísticas FIAP. Los premios honoríficos FIAP son altamente apreciados

Paisaje - Juan Ernesto Correa

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FOTOGRAFÍA / Pablo Guerrero y deseados en todo el mundo. Los otorga a los fotógrafos que con su trabajo demuestren una excelente e impecable técnica y un altísimo nivel artístico. Confiere igualmente distinciones honoríficas o títulos a personalidades que, por su dedicación y entrega, hayan contribuido eficientemente a la influencia de la FIAP en el mundo y a la promoción del arte fotográfico. Es satisfactorio anotar aquí que tres miembros del CFM han sido distinguidos con títulos FIAP, a saber: Gonzalo Restrepo Álvarez y Joaquín Jaramillo Sierra con el título Hon EFIAP, Honorable Excelencia FIAP, en gratitud a sus labores realizadas en desarrollo de la fotografía, y Pablo Guerrero con el título AFIAP, Artista FIAP, en reconocimiento a sus esfuerzos y a su excelente trabajo fotográfico de meritorio valor artístico. Igualmente han recibido esta distinción Gloria Elena Restrepo y Carlos Arango. La FIAP dispone de un importante patrimonio que es considerado como una gran fototeca que conserva y detalla las huellas

del arte fotográfico universal. Este patrimonio está dispuesto en el Musée de L’Elysée, en Lausana, Suiza, que garantiza y enfatiza el archivo fotográfico FIAP. Este patrimonio pertenece en propiedad a la FIAP quien puede disponer de él en cualquier momento. Ya son varios los socios del Club Fotográfico Medellín que con obras variadas han contribuido a este patrimonio, cosa que de por sí enorgullece a sus autores y engrandece el prestigio del Club a nivel internacional y de esta manera determina el alto grado fotográfico que se cultiva en nuestra ciudad de Medellín. La historia del Club Fotográfico Medellín es indudablemente muchísimo más extensa pero en aras a la brevedad de este espacio se ha extractado lo esencial con el ánimo de hacer un reconocimiento a la eficiente labor cultural y artística que la fotografía ha deparado a Medellín, a Antioquia y a Colombia, en sus 60 años de vida. Pablo Guerrero, AFIAP Medellín 15 de mayo de 2015

Paraíso - Libertus Poling

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Diego Molina / NARRATIVA

Venganza Toma aire hasta donde el volumen de sus pulmones se lo permite. Su asistente y esposa, da la señal y dos hombres corpulentos lo dejan caer en el tanque lleno de agua, cierran herméticamente la tapa de acero y un telón cae ante el público.

una llave con la que logra abrir los candados que mantienen unidas sus piernas. Es libre de moverse. Burbujas. 15 segundos. Se sumerge hacia el fondo, en la esquina inferior derecha se encuentra la llave con la que abrirá la puerta metálica. Busca…14 segundos, 13 segundos, 10 segundos. Ella no pudo olvidarla, piensa.

Tiene 60 segundos para escapar. Comienza deshaciendo con los dientes una costura deliberadamente suelta de una manga de la camisa de fuerza. 50 segundos. Se libera un poco de la tensión. Con la mano derecha busca en su cabeza, saca una pequeña llave y abre el candado que lo mantiene atado a las cadenas con pesas que lo hunden en el fondo del tanque. Falta de oxígeno. 30 segundos. De entre cada media obtiene

Afuera, su asistente sonríe satisfecha y pide aplausos estridentes para el escapista. Adentro, mientras los segundos se escapan, 2,1,0. Houdini recuerda los ruidos de pasos y el viento colándose por una puerta entreabierta que sintió la noche anterior cuando se amaba con Marie.

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MISCELÁNEA / La pipa del editor

¿Recuerdan las radionovelas? Uno de los aciertos más agradables de la colección bibliográfica Bicentenario de Antioquia fue la edición del guion de la radionovela La secta de los estranguladores, de Alberto Upegui Benítez, realizada por el Fondo Editorial Universidad EAFIT, en 2012. Al primer contacto, y con solo ojear y hojear las páginas con avidez, antes de intentar una lectura, este volumen me sumergió sin transición en dos lugares situados muy atrás en el tiempo: mi casa y la de mi abuela materna, a mediados y fines de los años 50 del siglo pasado. Y al mismo lugar en las dos casas: a la mesa del comedor, porque era allí donde más permanecían las radios (mi madre la trasladaba en los días de planchado de ropa a la piecita casi que diminuta pero cálida, olorosa a ropa limpia y recién planchada). Recuerdo que en otras casas permanecía en la sala, sobre una

mesita alta, arrimada contra una de las paredes, diferentes a la mesa de centro. En un viaje relámpago de la mente al pasado me vi sentado en un taburete, los codos en la mesa o con la cabeza apoyada en los brazos extendidos sobre ella, todo lo cerca posible al RCA Víctor, de pasta marrón oscuro, de mi casa, o a la radio de colores blanco y negro de la casa de la abuela, y cuya marca he olvidado, siguiendo la aventura de una radionovela o de un serial de aventuras con un ansia del mismo orden a aquella con la que devoraba las páginas de Peneca y las novelas de Emilio Salgari, Alejandro Dumas, Julio Verne o Xavier de Montepin. Evoquemos títulos, que todo aquel que pase del sexto piso o haya ingresado al séptimo agradecerá que le recordemos. Renzo el gitano, Kabir el árabe, Las aventuras de Chang Li Po, Los tres Villalobos (me puedo dar el lujo de sacar del cubilete de mi memoria los nombres de su tres protagonistas: Rodolfo, Miguelón y Machito), Reportaje en Túnez y Las aventuras del capitán Silver (han llegado fácil el nombre del grumete, Paco, y el anuncio repetido del capitán en todo programa, como un cabezote: “Que zarpe La lobo de mar”). Pero hubo muchas más cuyos títulos fueron definitivamente al olvido. Lo que no sucedió con su fascinación, que sobrevive en mí como la espuma dorada de tardes y noches cercadas por el riesgo del aburrimiento, cuando cansado de leer y con los amigos desaparecidos de la calle, riesgo conjurado entonces con eficacia por el esplendor de la acción, el misterio, las intrigas, y el suspenso de esas aventuras radiales. Pienso ahora que esas horas de radio las vivía, desde luego sin dar62


La pipa del editor / MISCELÁNEA me cuenta, como una prolongación de mi pasión lectora. Porque la imaginación no funcionaba menos que en la lectura de un libro: razón de la hermandad de sus placeres respectivos, esa sensación inconsciente de que se trataba de lo mismo, en espacios diferentes pero contiguos: leer la aventura u oírla. Todo había que imaginarlo. La voz del narrador y los efectos sonoros con sus indicaciones sobre lugares, atmósferas y acontecimientos, y que precedían o acompañaban la acción y los diálogos de los personajes, cumplían con la misión, más que de ubicar al radioescucha, de ponerlo a soñar (hablo por mí) con lugares exóticos y aventuras que muy probablemente nunca conoceríamos ni nos ocurrirían. Reproduzco una de las indicaciones escénicas que trae el guion de La secta de los estranguladores, particularmente jugosa: Control: ruidos confusos correspondientes a una estación de ferrocarril, pitazos de trenes, ruidos de estos cuando arrancan o llegan, voces de cargadores, “Alcen ese bulto”, “Abran paso, por favor”, “Cuidado, hágase a un lado”. Gentes que se saludan: “Qué tal, amor mío”, “Cuanto tiempo sin verte”, “El carro no espera”,etc…, mezclados con gritos de vendedores: “¡Novedades! Excélsior”, “Edición de la tarde”, “Última hora”, “¡Tacos de maíz! Los mejores”, “A los tacos de Nena”, Ándele, no más, arrímese”. Por último todo se calla y se siente el ruido de una ventanilla de automóvil que se cierra y un carro que arranca. Mixer. Bastaba un momento con voces y sonidos semejantes para echarme a volar. Cascos de caballos

a todo galope y balazos en Los tres Villalobos; la Lobo de mar rompiendo el oleaje en alta mar en medio de una tempestad que le hace difícil dar alcance a la barcaza en la que intentan escapar unos conspiradores de nacionalidad indeterminada, pero en todo caso enemigos de la democracia, como lo ha constatado por telégrafo el capitán Silver; el alboroto de una taberna portuaria a la que una pista ha conducido al sagaz y arriesgado detective chino Chang Li Po, que en el primer instante trata de sobreponerse al bullicio de gritos, voces y brindis, al entrechocar de vasos, a la espesa nube de humo de los tabacos que enrarece todos los semblantes –lejos han quedado las sirenas de los buques–, para constatar si se encuentra allí su sospechoso del momento. De todo esto y más hay sobreabundancia en La secta de los estranguladores. Aventura, viajes por todas las latitudes del mundo, misterio, suspenso, magia, romances, conspiraciones, emboscadas, raptos, asesinatos, y los ingredientes todos del folletín, raíz remota de este tipo de relatos, se mezclan en este guion hasta la truculencia más desbordada. Porque se trataba de entretener, de sacarnos, como lo hacían los buenos novelistas que frecuentábamos, de la modestia y estrechez de nuestra circunstancia, de la normalidad de nuestro horizonte. Al publicar este guion en formato de libro, EAFIT ha hecho más que editar un libro, ha recuperado un fragmento de nuestro pasado y propuesto una tarea: rastrear esos guiones y editarlos. Son parte de nuestro pasado radial, literario y de nuestro pasado de niños y hombres. Somos esas radionovelas como somos lis libros que leímos. Su poder de transportarlo a uno a ese pasado lejano les confiere cierta condición semejante a la de las án63


MISCELÁNEA / La pipa del editor foras, botellas y lámparas de las Mil y Una Noches, que encierran espíritus dispuestos a salir de su encantamiento para hacer de un momento anodino uno deslumbrante. Con esa actitud es que debe leerse este volumen, no con la del dómine repleto de conocimientos literarios, incapaz de suprimir el mohín despectivo por considerar esto un bajo género popular. También constituye esta edición un homenaje a Alberto Upegui Benítez, una de las personalidades más vigorosas y multifacéticas de la brillante generación de escritores antioqueños que incluye a: Manuel Mejía Vallejo, Carlos Castro Saavedra, Gonzalo Cadavid Uribe, Jesús Botero Restrepo, Mario Escobar Velásquez, Alberto Aguirre, Uriel Ospina, Jaime Sanín Echeverri, Regina Mejía de Gaviria, Pilarica Alvear Sanín, Ignacio Isaza, Don Upo, María Helena Uribe de Estrada (recientemente fallecida), generación de la que sobreviven Rocío Vélez de Piedrahíta y Óscar Hernández. Alberto Upegui Benítez fue un sol muy particular de esa generación. Su incontenible personalidad proteica lo condujo a trabajar en muchos filones. Bibliotecario, profesor de literatura, periodista, editor, traductor, columnista, libretista y director radial. Un quehacer tan amplio –aunque conectado todo a su condición de hombre de la cultura– dio como resultado que

mucha de su obra no fuera recogida en libros y viva la condena de la dispersión de las publicaciones periódicas. Afortunadamente, fuera de quienes aún lo recuerdan y admiran, dejó un doliente, su hija, Lía Cristina Upegui, que conservó su archivo y biblioteca, y tuvo el acierto de cederlo a la biblioteca de EAFIT, donde no solo se custodia ese legado, sino que se difunde, como lo muestra esta edición de La secta de los estranguladores. Previamente al guion que hemos reseñado, apareció en 2010, auspiciada por su hija y diseñada e impresa en Editorial Artes y Letras S.A.S., una cuidadosa y magnífica compilación de escritos suyos, muy bien editada, y que ofrece un panorama bastante completo de la amplitud de sus intereses intelectuales. Edición que se debe y puede tomar como un primer paso muy sólido en la tarea, que es de todos, de restituir esta figura fecundante de nuestra cultura al lugar que le corresponde. A quienes nos levantamos como lectores en la sobreabundancia de acción, intriga y misterio de los clásicos del género del siglo XIX ya citados, en las radionovelas que ofrecían lo mismo, y que posteriormente nos sumergimos en la novela negra, se nos hace agua la boca esperando ver editados o reeditados títulos de Alberto Upegui Benítez como El misterio de la casa siniestra o Los crímenes del sótano.

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La pipa del editor / MISCELÁNEA

Don Pastor, de Envigado

Don PASTOR

Durante mi niñez y juventud en Envigado, decir “Don Pastor” era sinónimo de nombrar a Pastor Garcés. El segundo apellido, Londoño, no aparecía en los registros del habla popular, que recuerde. Pero el “Don” que antecedía al nombre no faltaba, hacía parte de éste porque implicaba un reconocimiento, un reconocimiento de señorío, un eco de la acepción antigua de la palabra latina Dominus: señor. De baja estatura, menudo, de movimientos vivos y nerviosos. Pero aun visto desde lejos, irradiaba una energía que hacía olvidar esa condición física. Vestía con atildamiento, de saco y pantalón de paño, camisa de manga larga y corbata. No lo recuerdo de sombrero, un aditamento de la vestimenta masculina que ya tendía a desaparecer por esos años de fines de los 50 y los 60 del siglo XX. Tenía un almacén, el Almacén Ideal, y con su esposa Lucelly Sierra tuvo y crió una familia numerosa, diez hijos. Pero si su vida se hubiera limitado a estos dos componentes, eso no lo habría destacado del promedio de destinos normales que cumplen con la ley natural: nacer, crecer, reproducirse y morir. Y no se le recordaría como se le recuerda, por su familia y más allá de ella, por los envigadeños de entonces, los que hacemos parte de

lo que he llamado en otros textos, “el Envigado profundo”, y con esa expresión aludo a los que no nos arrasó la hojarasca del dinero fácil por encima de lo que fuera, incluyendo el respeto por la vida. Veníamos de otros lugares espirituales, de unas tradiciones que aguantaron, que resistieron con eficacia y en silencio. Ese “Envigado profundo” recuerda a don Pastor porque fue un buen padre de familia y un comerciante honrado, y eso bastaría para hacerlo con aprecio, para justificar su existencia ante los demás. Ser un buen hombre es ya gran cosa. Pero lo recuerda por mucho más que eso. Lo que no tuvo en talla física lo suplió más que sobradamente con dos componentes de su ser de los que estuvo dotado de una manera más que generosa: la bondad y una energía de hacedor de bien y de belleza que no le dio respiro. En él se cumplió de manera cabal aquel pensamiento del escritor francés Gaston Bachelard: “La única plenitud del hombre es trabajar hasta el último aliento de vida”. Trabajar, desde luego, en la línea del bien y la belleza. ¿Qué otra cosa hizo Don Pastor día a día? Que esto que digo son más que frases de alcance exclusivamente personal, lo demuestra un reciente hecho cultural muy significativo: la presentación del libro Tras la senda de Pastor, en el Centro Cultural Débora Arango, en Envigado, el día 26 de noviembre, edición a cargo de sus hijos y diseñada e impresa por Ediciones Mi Libro. Sus descendientes quisieron celebrar de esa manera el centenario de su nacimiento. Es una edición muy bien concebida, estructurada y realizada. Esta última frase quiere decir que el libro es un prisma donde 65


MISCELÁNEA / La pipa del editor se recogen las facetas fundamentales que nuclearon la existencia de Pastor Garcés Londoño (Envigado, 1915 – 1979). El hombre de familia, el hombre cívico, el periodista, el tertuliante, el escritor de cartas, el amigo, el hombre de fe religiosa, el poeta. Perteneció a la Sociedad de Mejoras Públicas de Envigado, de la que fue presidente por un período, y a la que siguió perteneciendo siempre. Hizo parte de la Sociedad San Vicente de Paúl, también hasta el fin de su vida; la huella más destacada de su paso por esa Sociedad fue la erección del Barrio Pío XII (por este y otros logros, en 1977 fue nombrado Presidente Honorario de la Sociedad San Vicente de Paúl de Colombia). La Sociedad Jesús de la Buena Esperanza supo también de su participación. En la actividad de las tres daba salida a su conciencia ciudadana (en el sentido antiguo de la palabra “civitas”, el hombre consciente de pertenecer a una ciudad y obligado por eso a contribuir con el mejoramiento de la vida colectiva), a trabajar por un Envigado mejor para todos, y a su caridad de sello cristiano, que lo obligaba a darle la mano con alegría y decisión a los más pobres. Para un cristiano de su clase, serlo era más que ir a misa. Dicho con más claridad: para él no era bastaba con pertenecer solo a la Sociedad de Mejoras Públicas. Fue un escritor de cartas, esa costumbre aniquilada hoy por el correo electrónico. En esas cartas confluían o se expresaban varias facetas de lo que para él constituía plenitud de vínculo con los seres y las cosas entre los que vivía: su familia (el amor a su esposa requiere mención aparte), los amigos, los problemas múltiples de la vida ciudadana que requerían ajustes o correcciones (la formas de la publicidad comercial, los salarios de los trabajadores, el papeleo impues-

to a padres de familia e hijos para aceptarlos en colegios y escuelas, el estado de calles y fachadas en su pueblo, valorización y avalúo catastral, los absurdos del sistema carcelario, el castigo para las faltas de los niños, el horario nocturno de los cafés, la tramitología y el papeleo, la burocracia, los salarios de “los padres de la patria”, etc.). Esta última correspondencia tuvo salida en la sección “Cartas al Director”, del periódico El Colombiano. En un lenguaje directo pero elegante y respetuoso, manifestaba sus opiniones sobre esos asuntos con un sentido común sobresaliente y una independencia de criterio que mostraban el ideario personal de un hombre libre. En la correspondencia familiar hay una carta conmovedora, que, como dice la frase de cajón, lo pinta de cuerpo entero (página 44 del libro). Próximo a someterse a una operación que ha ocultado a los suyos hasta lo último, se despide porque es una operación riesgosa. Es una página y media admirable. No sabe uno con qué maravillarse más, si con el mucho amor por los suyos, la delicadeza en el trato para con ellos, o con la resignación alegre para esperar la posibilidad de la muerte, resignación resultado de una fe religiosa que lo abroquela contra toda debilidad y toda duda. Y esto no es una retórica. Lean esa carta. Las misivas y poemas dirigidos a su esposa necesitan mención aparte porque son manifestación de algo que no es común: continuó tratándola siempre como si fuera novia, sin que perdiera ante él y los demás estatuto de esposa. Rehuyó el lugar común machista de encerrarla en la casa y rutinizar el vínculo, lo que conduce directa y muy prontamente a la extinción del sentimiento. Hasta el final le cantó y agradeció como si estuviera en la fase del cortejo inicial. Celebraba 66


La pipa del editor / MISCELÁNEA los aniversarios de matrimonio con poemas o cartas que no dejaban de acompañar el festejo familiar. De paso, eso demostraba que para él la escritura era parte consustancial de la vida, debía acompañarla y fijarla, darle perennidad. El libro cuenta, y este es un dato muy significativo de lo que decimos, que aun ya en la madurez de sus vidas, atentos al nada fácil asunto de velar por diez hijos, vinculado don Pastor a tanta actividad, que, como todos sabemos, se desglosan en minucias incontables, no dejó de invitarla los miércoles a comer, y solos. La cortejaba. Le hacía zancadilla a la rutina. Por eso su amor por ella irradia en esas páginas esa frescura de los noviazgos de antes, cuando había romance. “Los hombres de la tinta” llama bellamente Carpentier a escritores, editores, impresores, libreros, periodistas. Don Pastor perteneció también a esa logia en sus variantes de poeta, escritor de temas diversos, colaborador, fundador y director de periódicos, específicamente de Expresión, el periódico que fundó en 1959 y que alcanzó la entrega N° 50, meta explícita desde antes que saliera el primer número. Fue un periódico apolítico, cívico, cultural y exaltador de los valores cristianos y humanos del municipio, la región, el país y el mundo. El periódico da cuenta de la personalidad múltiple de su fundador y director, y es un capítulo importante en la historia del periodismo envigadeño. Desde sus páginas se adelantaron campañas por el bienestar de sus conciudadanos en todos los órdenes, con un espíritu crítico, gran sentido común y respeto por el otro. Nada que apuntara al bien, a una vida sobre bases racionales, podía ser extraño en sus páginas. Si se acerca la lupa a ese periódico, llama la atención la gran capacidad de convocatoria de su

director, y el apoyo que obtuvo de personalidades muy disímiles entre sí, y de contera muestra cómo esos personajes no llevaban sus diferencias a la negación de todo valor en el otro –¡qué distancia con los tiempos que corren!–. Dos ejemplos de mucho significado: se da cabida a una carta de Fernando González en la que propone una segunda edición de la Monografía de Envigado, de don Sacramento Garcés, y que no se había vuelto a editar desde su primera edición, en 1930, y cuyo autor aún vivía y hacía parte del Comité Editorial del periódico. A una apreciación superficial se podría pensar que era casi un contrasentido que un pensador de la talla del “Brujo de Otraparte”, reconocido nacional e internacionalmente, no mirara por encima del hombro una obra tan modesta como la monografía de un municipio (y le hicieron caso, porque en 1965 salió la segunda edición). El otro ejemplo tiene que ver con la pertenencia de Hernando Garcés Uribe al equipo del periódico. Como hombre y como poeta llevaba una vida y adelantaba una obra de muy distinto orden a la de don Pastor, tan hogareña y tan en la órbita de la fe cristiana su poesía. Don Hernando (sobre quien escribí y publiqué en el suplemento literario de El Colombiano hace unos años un texto titulado “La tiza, la copa, la poesía”, como parte de una serie titulada Cartones envigadeños), desde luego, recibía las preferencias de admiración respetuosa y distante de muchacho ya muy lector y que emborronaba en secreto sus primeros poemas, ingenuos y malos. Don Hernando, bohemio y copisolero (era común verlo solo, al pie de un mostrador, la copa a un lado, el semblante abstraído), escribía y publicaba poemas en la órbita de sus admirados poetas malditos: Baudelaire, Rimbaud, Verlaine y Mallarmé, en la del sensual y sombrío D’Annunzio, tam67


MISCELÁNEA / La pipa del editor bién en la del melancólico Silva; más que suficiente, pues, para ganar mis preferencias de muchacho literato (y futbolista y ajedrecista también, afortunadamente). Tanto que sus facetas otras de maestro de escuela y colaborador de la revista de la empresa Coltejer, Lanzadera, donde publicaba páginas de humor y notas de correcciones idiomáticas, poco o nada contaban para mí (ahora las valoro mucho). Pero como dice la frase de cajón: “Los años no pasan en vano”. Sigo admirando a don Hernando, siendo solidario con su quehacer poético y existencial. Pero en mi horizonte cabe la admiración por la existencia de don Pastor, y en el caso de que hablo, porque no viera inconveniente alguno en darle cabida en su periódico a aquel hombre tan diferente a él en los órdenes de la vida y la poesía. Sin mohines ni reservas trabajaron juntos: los acogía el horizonte común y superior de la cultura, utilizada aquí la palabra en su sentido más amplio de plenitud de vida y de vida civilizada. Don Pastor admitía la diferencia como componente enriquecedor, como humanidad integradora. Y este libro que se acaba de presentar en su tierra, En la senda de Pastor, debe su acierto, es decir, su poder de crear interés y admiración en esa vida, a su condición de prisma que cuenta y canta las facetas todas que la hicieron, a no callar ninguna, a haber dejado que, en mucho, don Pastor se dijera desde sus propias palabras (cuya literalidad se respetó por completo) y su quehacer múltiple. Un prisma con un eje: el definido por el sacerdote envigadeño Alberto Restrepo González en las palabras liminares, cuando dice que lo central en don Pastor fue su condición de hombre bueno. Palabras certeras. Solo que esa bondad, como hemos visto, rebasaba lo que en el lenguaje común se conoce por tal. Y aquí le tengo

una sorpresa al lector de esta nota, quien hasta ahora podía creer que leía una reseña convencional. No he hablado del poeta. Escribió versos hábilmente escritos e hilvanados, y también verdadera poesía, aquellos poemas donde discurre una auténtica emoción del mundo, una conmoción ante las honduras de la existencia, ante el dolor y la pena, y también ante las epifanías que se le dan al hombre. El buen lector sabrá cuáles son esos poemas. Y esta corriente de verdadera poesía se conecta con la totalidad de su vida porque es la fuente del amor, el entusiasmo y la generosidad con las que la asumió. Es por eso la estela de su existencia toda su mejor, su verdadero, su gran poema. La que adquirió la expresión versificada es una derivación de ese poema central que fue su quehacer total, su ser. No hay otra manera de mirarlo. Porque… don Pastor pertenecía a esa clase de hombres que fueron definidos muy bien, y casi que con las mismas palabras (lo que no puede ser coincidencia) desde dos lugares tan asombrosamente distantes como lo son un gran jugador de fútbol, Garrincha, el eximio puntero derecho del fútbol brasileño, y la gran escritora Marguerite Yourcenar. En una entrevista famosa, concedida a Álvaro Cepeda Samudio, Garrincha le dijo: “Yo vivo la vida, no dejo que ella me viva a mí”. Y la escritora anotó en la entrevista recogida en el libro Con los ojos abiertos: “Hay dos clases de personas. Aquellas que vienen al mundo y despliegan todas sus potencialidades. El resto es carne de cementerio”. Sobra especificar a qué franja de las aquí resumidas perteneció don Pastor. En esta página no hemos hecho otra cosa que decirlo, que desplegarlo, y con mucha admiración y reconocimiento por esa vida, y con amor por el “Envigado profundo”. 68


DEMOPAZ / Gloria Inés Palomino Londoño

DEMOPAZ

Carlos Gaviria

Ramiro Bejarano, Alfonso Gómez Méndez, Fernán González, Eduardo Montealegre, Nicanor Restrepo Santamaría, entre otros y el registro de las diferentes intervenciones, está disponible en el sitio Web de la bpp.

El pasado 27 de agosto en homenaje que se realizó, en la bpp, en memoria de Carlos Gaviria Díaz recibimos agradecimiento de DEMOPAZ a la Biblioteca Pública Piloto. El pergamino de reconocimiento fue redactado por el Presidente de esta Fundación y allí consignó su última firma oficial; así lo explicó su esposa María Cristina Gómez de Gaviria.

De parte de la bpp expresamos nuestra gratitud y reconocimiento a DEMOPAZ por la importante tarea que ha venido adelantando en estos años, propiciando una reflexión profunda sobre los temas coyunturales de nuestro país y acercando a quienes han tenido la oportunidad de asistir, a estudiar los planteamientos para la democracia y la paz.

El acto de entrega previsto para el mes de marzo fue aplazado en su momento y por ello se realizó en la fecha antes mencionada. La Cátedra DEMOPAZ (2011 -2015) nos dio la oportunidad de escuchar importantes planteamientos a cargo de: Carlos Gaviria Díaz, Rodolfo Arango, Germán Umaña Mendoza, Tulio E. Chinchilla, Alfredo Molano, Héctor Abad Facilolince, Marco Palacios Rozo, Cecilia Orozco Tascón, Ana María Cano, Héctor Rincón, Germán Castro Caicedo, María Jimena Duzán,

Atentamente, GLORIA INÉS PALOMINO LONDOÑO Directora General

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Gloria Inés Palomino Londoño / DEMOPAZ

Reconocimiento de la Fundación Demopaz a la Biblioteca Pública Piloto. Marzo de 2015

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Ăšltimas publicaciones del Fondo Editorial Biblioteca PĂşblica Piloto 2015

Volumen 147

Volumen 148

Volumen 149

Volumen 150

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