Soliluna. Cinco años de vivencias literarias

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SOLILUNA

CINCO Aテ前S DE VIVENCIAS LITERARIAS


UN PRETEXTO PARA CONTARNOS… Autor: Pizarnik

Se cerró el sol, se cerró el sentido del sol, se iluminó el sentido de cerrarse. Llega un día en que la poesía se hace sin lenguaje, Día en que se convocan los grandes y pequeños deseos diseminados en los versos, reunidos de súbito en dos ojos, los mismos que tanto alababa en la frenética ausencia de la página en blanco (...)


Justo al oriente de Medellín se alzaría La Ladera, un sector de pastoreo en el siglo XIX, que ya en el XX, emperezaría a poblarse con personas de otros lugares que iban llegando a Medellín llenas de ilusiones y esperanzas, vislumbrando en este lugar, un espacio de oportunidades. Su transformación fue gigantesca, no solo en población, sino en espacios. Se pasó de tener la Cárcel Celular de Varones de Medellín a instaurar el Parque Biblioteca León de Greiff desde el 17 de febrero del 2007; de tener grandes caseríos a construir un sinnúmero de barrios que marcarían la historia de la ciudad. Y con el Parque Biblioteca León de Greiff o La Ladera, como es coloquialmente conocido por sus habitantes, se instauró además de los barrios y sus culturas, el Club Literario Soliluna, consolidando hoy, un espacio que promueve la lectura, la escritura, la memoria, el patrimonio, la formación, el esparcimiento, el acceso a la información y el encuentro entre los ciudadanos como un potenciamiento a la creación de una ciudadanía solidaria, crítica y participativa, como lo promueve el Plan de Lectura de la ciudad. Son muchas las trayectorias de clubes, tan completas y variadas como las del Club Literario Soliluna, en donde sus modalidades de encuentros literarios y discursivos son tan vitales y coherentes, como el devenir de cada ser humano que frecuenta el Parque. Resulta sorprendente en verdad, la disciplina y la dedicación con la que este Club ha ido enfrentando los disímiles retos de todos y cada uno de los géneros de la literatura hacia la escritura. Este Club -en especial- se ha convertido en una familia que se moviliza toda al mismo compás. Unos, en ocasiones, hacen la melodía y otros el acompañamiento; otros sueñan al unísono y ayudan a afinar a los que aún están disonantes. Son una gran orquesta en la que cada uno a su manera interpreta su instrumento: vida y experiencias.


Han recorrido y explorado consciente y sistemáticamente las diversas modalidades discursivas, artísticas y narrativas, en especial en sus formas breves e intermedias con el fin de permitirse intervenir y modificar sus pensamientos a partir de textos breves y poesía en diferentes tonos, y hoy, como pretexto de sus cinco años de encuentros sabatinos, estos apasionados deciden realizar una muestra humilde de los pequeños universos quiméricos que han plasmado en sus hojas de papel y en sus cuadernos abultados, textos llenos de primeras personas, de vivencias, de deseos, de erotismo, textos que año tras año han nutrido con estratagemas ficcionales que recogen de los diversos ejercicios y talleres creativos, que realizan dentro y fuera del Parque Biblioteca. Poderosas razones son estas, sin duda, para celebrar el proyecto del Club Literario Soliluna a través de los breves escritos que han alimentado con su ingenio. Como sabrán algunos de ustedes, este no es un proceso fácil, pues el tema de publicación amateur es un asunto inverso a la difusión de material escrito por personas más diestras en el tema. En efecto, con un magnífico entusiasmo que admiro, se recoge parte la producción del Club, esperando que en un futuro no muy lejano, se pueda dedicar todas las energías creativas a explorar otros formatos de mayor extensión y complejidad, para sacar de allí una nueva producción de sueños, recuerdos e imaginarios que permitan reafirmar el proceso del Club y su voluntad en la palabra escrita, leída y vivida. El rizoma de creaciones y miradas estéticas sobre el contexto y su transformación apenas comienza, sus escritos de cinco años son el resumen de lo que está por trascender y multiplicar, es la posibilidad compartida con ustedes de los encuentros con el asombro y el dejarse permear por lo que ya la costumbre ha teñido de normal. La invitación es a hablar, a dejar salir y dejar


entrar lo que sea que pueda permitirle ver la vida con otros lentes y desnudarse ante las m煤ltiples miradas del otro y dejarse reescribir por sus ojos.

Luisa Fernanda Agudelo C. Gestora de Fomento de Lectura y Escritura Parque Biblioteca Le贸n de Greiff, La Ladera


SOLILUNOS, MARINEROS DE AGUAS LITERARIAS

Sí. Parece que es así, que el tiempo ha pasado por entre los tres grandes vagones de color rojo que se ven desde una de las laderas de Medellín y se han convertido en el hogar del Club Literario Soliluna, y que al igual que en un nacimiento que está por generarse, el reloj osa detenerse para tatuar en el tiempo el gran acontecimiento: ¡Cinco años, sesenta meses, mil ochocientos veinticinco días, cuarenta y tres mil ochocientas horas! Ese es el tiempo que ha transcurrido y que hoy nos invita a celebrar cinco años de encuentros de vidas, experiencias, sueños, miedos, nostalgias, ausencias, risas, locuras, pasiones, días de sol y de lluvia, tardes coloridas y grises, noches bohemias y aristócratas que se adhieren en una amalgama de cumpleaños. Ha sido difícil. ¿Quién dijo que crecer, aprender y mantenerse era fácil? Muestra de esto, son los sueños, los retos, los avances, retrocesos, esperanzas, desilusiones y muchas sensaciones más, que han acompañado este proceso vital y evolutivo del Club. Ya cruzaron una meta: un lustro… Es mucho tiempo, porque cuando el Parque Biblioteca León de Greiff, más conocido con el alias de “La Ladera”, llevaba dos años de funcionamiento se hacían lecturas en voz alta o por teléfono, se promocionaban las colecciones en las visitas guiadas o se “capturaban” usuarios con el fin de que se inscribieran al sistema de préstamo de materiales bibliográficos y ayudas audiovisuales; pero en ese entonces, el promotor de lectura Leonardo Urueta decidió darle un toque mágico e invitó a los más inquietos por lectura y la escritura a formar parte de un club de lectoescritura. Club que le dio un toque de vitalidad a la biblioteca, porque con de esta propuesta llegaron los amantes de las letras, escritores


y otros personajes que le dieron a la lectura y a la escritura, el lugar de eje esencial en la vida de las personas. Según su fundador, el promotor de lectura Leonardo Muñoz Urueta: “Esta historia comenzó el miércoles veintiocho de enero de 2009 a las cinco de la tarde y, como todo barco que se hace a la mar, empezó con un viento suave. Pocos integraban el Club, su fortalecimiento se tardó alrededor de dos años, pero quizás, ese fue el tiempo necesario para que además de Leonardo, Daniela, Edilma y Estibenson, llegaran otros apasionados por la lectura y la escritura”. Este grupo apenas gateaba cuando ya quería correr: fortalecer su identidad y encontrar un nombre, fueron los primeros pasos que este Club de lectoescritura comenzó a dar. ¿Nombres? ¡Cantidades! De muchos tipos y muchas formas... Largos, cortos, compuestos y descompuestos. Entre ideas, discusiones de gusto y el pasar del tiempo, se tomó una decisión: SOLILUNA… ¿Por qué Soliluna? La respuesta está en las vidrieras del Parque Biblioteca León de Greiff, que con la complicidad de los sábados, permitían ver el sol de la tarde reflejando sus rayos en los rostros de quienes disfrutaban de los encuentros. Pero también había otras oportunidades en las que la luna regalaba una majestuosa aparición, y fue así, casi sin darse por enterados, que la consciencia de ver estas maravillas los volcó a elegir el nombre. Llegar a este acuerdo fue difícil, pero el día en que el Club se llamó SOLILUNA, se hizo una marca en la memoria de todos los asistentes y como si fuese un bautizo, el hecho quedó registrado en un acta. De allí en adelante, este chiquillo literario respondería solamente al nombre del: Club Literario Soliluna. Al club llegaron nuevos navegantes. Los próximos en alistarse fueron Miguel, Pablo, Alexander, Kelly, Elkin, Froilan, Ofelia, Sti-


ven, Orfa, Yalila y otros más que les acompañaban en algunas sesiones, pero cuyos nombres no quedaron grabados porque sus visitas se fueron con el viento a parajes desconocidos. Cada sábado representaba una aventura literaria cuando al caer de la tarde, de los libros llegaban invitados como Cherub, Pizarnik, Mérida del mar o Juan Rulfo, entre otros. Entre historias y personajes, los “Solilunos” recordaban de manera especial, la aparición de “la esfinge”, un pequeño baúl en el que zambullía sus manos y esperaban que el azar les asignara unas preguntas para salpimentar sus encuentros, romper el hielo y avivar la hoguera de los colores, sabores, preferencias. Y aunque cada vez se unían más navegantes a esta exploración, también hubo otros que desembarcaron más temprano para explorar otras tierras dejando su huella y su presencia en los corazones de esta tripulación literaria, que siempre los espera de regreso y que siempre deja entreabierta la puerta de cristal del salón de los encuentros, con la esperanza de que algún día, esos exploradores intrépidos y arriesgados decidan pasar nuevamente a saludar. Así como los tripulantes de este Club pueden ir y venir, los capitanes también. Después de navegar cuatro años a bordo del Club Literario Soliluna, el capitán Leonardo Urueta, cedió su timón a nuevas capitanas que buscaban navegar hasta que un día llegó Viviana Sánchez, una intrépida promotora de lectura que los motivó para virar la embarcación hacia la literatura infantil. Reavivó el amor de los “Solilunos” por sus encuentros. El Parque Biblioteca León de Greiff conquistó el Club Literario Soliluna de otra forma: atrajo personas, conocimientos, dinámicas de participación, y sobre todo, vidas, pues logró la transformación de muchos seres que antes llevaban una vida corriente y que ahora gracias a este espacio de encuentro, resinifica-


ban su propia vida en las letras. A cada detonante de escritura creativa respondían arrumes de palabras, frases, oraciones y párrafos que hoy cuentan sus historias, y que muchas de ellas ya han sido premiadas en diferentes concursos y certámenes. Cada día es un espacio de transformación que se evidencia cuando las historias de vida confluyen en una tarde de sábado. Prueba de ello, una ama de casa que lucha con la rutina del valioso quehacer hogareño y comparte su pasión por escribir; una abuela de 83 años, disfruta de contar historias en las que se mezclan la fantasía y la realidad, sus amores y desamores, su salida de Ituango hacia Medellín, escondida en un costal junto a su hermana, cuando subidas en un árbol, contemplaban con horror como lo que fue una próspera finca, se reducía a cenizas, luego de que asesinaran a su padre. Esta abuela, con sus relatos y picardías, es del agrado de los asistentes. Llega muy cumplida a los encuentros en los que puede estar, toma su bastón, se pone su pañoleta, lleva la sombrilla para no dejarse intimidar por la lluvia, y con su hija -o sin ella-, se dirige a la biblioteca León de Greiff para pasar un buen rato con el Club. Esta es apenas una historia. Hay más. Por arte de magia o por fuerza del deseo, el Club se fortaleció con el ingreso de nuevos participantes: Sócrates, Sherezada, Hypatía, Diana, Luz Enith. Ellos se dejaron atrapar por el encanto de SOLILUNA y por el deleite que les generaba tan maravilloso lugar que evoca parte de la historia de Medellín y que pasó de cárcel a biblioteca. Una nueva integrante llegó como capitana de la tripulación: hoy el club sigue construyendo su historia de la mano de la nueva promotora de lectura, Luisa Agudelo, de quien los “Solilunos” aprovechan su energía y las propuestas de escritura que les brinda.


Confiados en que los buenos deseos de la gran familia que se ha formado siga creciendo, -porque aún queda mucho camino por recorrer y muchas historias por construir y contar-, se recuerdan las palabras de Benedetti: “Aunque hoy cumplas trescientos treinta y seis meses, la matusalénica edad no se te nota cuando, en el instante en que vencen los crueles, entrás a averiguar la alegría del mundo, y mucho menos todavía se te nota, cuando volás gaviotamente sobre las fobias”… El viento sigue soplando y los navegantes del Club Literario SOLILUNA siguen dispuestos a poner su vida en ello con la esperanza de seguir cosechando buenos frutos y experiencias al lado de sus compañeros de viaje. ¡Buen viento, buena mar, buena marea y buenas letras para los años que vendrán! Club Literario Soliluna



UNA CASA DE PALABRAS

Llega un momento en la vida en que cada uno de nosotros quiere encontrar un refugio. Y es entonces cuando se despierta esa imperiosa necesidad de construir un hogar para encontrarse con la belleza, para que nuestra alma por medio de las palabras viaje a tierras lejanas. Así nació el Club literario Soliluna, en una tarde de enero del año 2009, como un sincero deseo de querer vivir doblemente por medio de las palabras en el Parque Biblioteca León de Greiff- La Ladera. - Buenas tardes, joven. Era la primera vez que lo veía en la sala. Era alto, delgado, de piel blanca como la luna y de ojos color avellanas, y de cabello negro como los genios de las mil y una noches. Él estaba detenido ante un estante de libros de poesía y ante esos títulos de poesía parecía ensimismado. Al escuchar mi voz, me dirigió su mirada y con voz amable me contestó, buenas tardes. - Discúlpame que haya interrumpido tu lectura - le dije- Es que quiero decirte que dentro de poco vamos a reunirnos en un club de lectura. Me preguntaba si aceptarías acompañarnos en la primera sesión en donde leeremos autores de la literatura universal. - Claro que sí, me respondió con una sonrisa. Luego nos dijo que su nombre era Stevenson Rojas Lopera, y que le gustaba leer poesía y escribirla. Además decía que en las iniciales de su nombre y apellidos estaba el nombre de un escritor que le gustaba leer, Robert Louis Stevenson. Así como él, invité voz a voz a otros usuarios. La primera sesión conversamos sobre la idea de crear un espacio que fuera como nuestra de casa de las palabras. Empezamos con la lectura de poetas como Fernando Pessoa, Gabriela Mistral, Alfonsina Storni, Meira Del mar. Cada uno de nuestros encuentros se llenaba de palabras nuevas, y de tanto leer poemas, cuentos


nos fuimos animando a escribir nuestras historias. Ahora cada sábado a las cinco de la tarde cuando las salas de lectura parecen ser cubiertas desde sus grandes ventanas de vidrios, por un manto ámbar por la puesta del sol que se ve a lo lejos en las montañas. El club literario Soliluna, -ese nombre nació como la promesa de encuentro que se da la luna y el sol,- y es testigo de nuestro encuentro con las palabras. Puedo decir que el Club literario Soliluna nació en el preciso instante en que hubo una primera mirada amable, unas buenas tardes, un apretón cálido de manos, porque una de las bondades de la literatura, y de esta comunión de soledades, es que se van creando lazos de manera inevitable, de palabra en palabra, de alma a alma y en especial, cuando en cada encuentro, se dice como un – ábrete sésamo- en esta tarde vamos a leer…

Autor, Leonardo Jesús Muñoz Urueta. (Empleado de COMFAMA, trabaja en el Parque Biblioteca Presbítero José Luis Arroyave Restrepo, San Javier, en donde realiza lecturas por teléfono).



--- --DE NUESTRO PUテ前 Y LETRA Los integrantes de SOLILUNA comparten sus letras, creaciones e inspiraciones. Aquテュ, una muestra de las obras de este Club Literario.


EL EQUIPO DE MIS AMORES

Don José era un campesino afable y bonachón que conversaba a diario con sus vecinos y se preocupa por su familia. Fue por esto todos se sorprendieron el día en que lo vieron discutiendo acaloradamente con Ramiro, el dueño del único granero que había en el pueblo. Don José vociferó, le gritó a Ramiro por haber preguntado cuál fue el resultado del partido. ¡¡¡Eso a usted no le importa, no sea metido!!! ¡¡¡Pregunta para fastidiarme, porque sabe que mi equipo perdió!!! Semejante disgusto le produjo taquicardia a Don José. Sintió que su garganta se le sacaba y fue tanto el sofoco, que las mejillas se tornaron de un color rojo granadilla. -“Mire Ramiro”, dijo Don José con una calma que más bien parecía una tormenta reprimida. –“Yo a usted le tengo mucho aprecio, pero no sabe el malestar que me produce el hecho de que se meta con mi equipo”. Don José, abandonó el granero echando chispas y hasta olvidó el pan y los huevos que debía llevar a su casa para el desayuno, pero quince días después, con los ánimos calmados, volvió donde Ramiro. -“¿Qué más, como le ha ido?”, dijo Don José maliciosamente y sin esperar respuesta, prosiguió: -“¿Qué tal la goleada que le metieron a su equipo, hombre”. Nada más de escuchar esto, Ramiro se quiso salir de la ropa, se puso rojo como la granadilla, le dio taquicardia, y para rematar, se le cayeron los cuatro pelos que aún le quedaban. –“Vea Don José”, dijo, “yo a usted lo aprecio mucho, pero no voy a permitir que se alegre porque mi equipo ha perdido.” El encuentro entre estos dos hombres parecía una tormenta reprimida...


Autora, Edilma Guzmán Soy una ama de casa a quien la rutina del valioso quehacer hogareño no ha logrado apartar de los libros y su pasión por escribir. Cuando llegué al Club, hace 5 años, ya traía en mi alma la semilla un tanto germinada en el campo de la escritura, producto de la lectura y las correcciones recibidas en el taller del maestro Manuel Mejía Vallejo, en el club literario Soliluna y en el taller de creación literaria del Parque Biblioteca San Javier.


UN BUEN TRABAJO

Duván regresa a su escritorio y nota en la pantalla de su computador que el archivo que estaba digitando, no está como lo había dejado. Mira a sus compañeros y todos están trabajando en lo suyo. Lo único raro que percibe, es que Óscar tiene una sonrisita mientras lo mira de reojo. Los informes que Duván había presentado anteriormente también tenían algunos errores que él no había cometido, y por culpa de esto, ya había tenido varios llamados de atención de sus superiores. Duván vuelve a mirar a Óscar y cree haber encontrado al responsable. Óscar también podría ser el responsable de decir algunos comentarios mal intencionados sobre Duván, pues últimamente, sus amigos están muy evasivos con él. Su jefe camina hacia él y le dice: “No soportamos más incompetencia de su parte”. Le entrega una carta, da media vuelta y se va. Duván abre la carta. Es su despido. Contiene la respiración. Apenas puede creerlo, pero no entiende bien qué pasa. Lo primero que hace es mirar a Óscar y ve que este se sigue riendo mientras ve la pantalla de su computador. Un volcán empieza a hacer erupción en el interior de Duván, pero hace un gran esfuerzo y se contiene. Es la hora del almuerzo. Todos salen. Duván se acerca a Óscar y le dice que el jefe lo está esperando en el baño. Óscar sale al baño. Duván toma su pisa papeles y camina detrás de el. Ambos se encuentran en el baño. Duván golpea a Óscar con el pisa papeles en la frente. Este cae al suelo y Duván se monta sobre él, pone sus manos en su cuello y lo aprieta con fuerza, mientras observa serio y frío los ojos de Óscar que se hinchan y se ponen rojos.


Después de un rato, cuando ve que Óscar no se mueve, lo suelta y se para. Se mira en el espejo del baño y una sensación de tranquilidad recorre su cuerpo. No entiende el porqué de la sensación, pero después de pensarlo un momento, se dice: “Es por hacer un buen trajo”. Duván sale del baño hacia las oficinas. Pasa por el computador de Óscar y ve en la pantalla un video de humor sobre caídas de personas. De pronto, oye unos gritos que viene del baño: “¡Mataron a Óscar!, ¡mataron a Óscar!”. Duván vuelve a mirar el video en la pantalla del computador y comprende lo que ha hecho.

Autor, Miguel López Nací a finales de los ochenta en Medellín. Mi gusto por la lectura lo adquirí en la a adolescencia con el libro “Nuevos casos en el Triángulo de las Bermudas”, un libro que ya no me gusta pero que me sumergió en el océano de la lectura, donde vivo desde entonces y donde pienso morir y vivir eternamente. El gusto por la escritura llegó más tarde, a los 20 años cuando escribí, por molestar, un texto sobre mi profesor, no fue la gran cosa pero me gustó la experiencia. Desde entonces, cada vez que tengo la chispa de la creatividad, intento escribir y aunque todavía me falta mucho por aprender, el solo hecho de hacerlo es un placer para mí.


BALADA DEL FUEGO

Desnúdame cuando mi alma borde de llamas tu piel Desnúdame cuando mi boca sedienta bese tus poros Desnúdame cuando mi aliento te roce y no puedas respirar Desnúdame cuando la aurora grite su ámbar al anochecer Desnúdame cuando el viento roce mis pechos y mi boca roja quiera ceder Desnúdame cuando mis gritos borren el amanecer Desnúdame cuando te bese la boca con pasión desmesurada Desnúdame cuando mi cuerpo lúbrico te moje Desnúdame cuando mi silencio recorra tu piel mojada Desnúdame cuando mis caricias recorran lo prohibido Desnúdame cuando mis manos no encuentren salida Devórame cuando ya no tenga ropa que lo impida Devórame cuando mi alma quiera amarte Devórame cuando mis besos se rieguen en tu sexo Devórame cuando tus extremidades inunden mi concavidad Devórame ahora inmersa en tu onírica mente Arráncame la piel con esos labios que muerden la carne Porque solo una noche, hay solo una, en toda una eternidad.


Autora, Daniela Tobón En el 15 de diciembre de 1992 nació Daniela Tobón Agudelo, Daphne Poe, poeta y diseñadora gráfica de Medellín, Colombia. Ha publicado con las revistas “Puesto de combate” y “Babel”, ganó concurso de poesía con la Corporación Diáfora, tiene varios libros inéditos, como “Blasfémico amor”.


NO LO PIENSES DOS VECES

Me mira de reojo, empieza a caminar más rápido. ¿Pensará que la estoy siguiendo?, ¿pensará que soy un ladrón? Aprieta más fuerte su bolso, se echa la bendición, porque ve la esquina sola y oscura. Se baja de la acera, ¡se cayó! Se dobla un tobillo, llora y grita por el dolor ¿Qué hago?, ¿qué hago? Correr hacia ella lo más rápido que puedo, la paso por encima con un gran salto y sigo corriendo para que no se preocupe más, ahora sabrá que no soy un ladrón y que no la estaba siguiendo.

Autor, Pablo Cardona Nací en Medellín el 28 de junio de 1992. Soy estudiante de Artes Plásticas de la Universidad de Antioquia. Llevo un poco más de tres años asistiendo al grupo de literatura Soliluna.


HAY COSAS

Hay cosas que se llevan en el alma, Hay cosas que se llevan en la mente, Hay cosas que se llevan en la piel, Hay cosas que llevamos y no sabemos por qué hacen parte de nosotros, Hay cosas que llevamos por siempre Porque son un secreto

Autora, Luz Enith Cano. Un ser inquieto, con sed de conocimiento, Un ser convencido de que los libros son definitivamente unos amigos muy interesantes. Un ser que es madre, empleada, estudiante, amiga. Un ser creativo, guerrero, luchador, Un ser que siente la música en especial el Latín jazz.


LA VERDAD SOBRE OSAMA

Jenny Leydi, alias la Muppets, fue quien nos sacó de la duda. Quizás en estos tiempos, donde pocas cosas son tabú, no sería intrigante saber los gustos sexuales del profe. Pero para entonces, como los gay tenían muy bien guardada las llaves del closet, a todos nos causaba cierta piquiña dilucidar la homosexualidad o no del profesor. Cuando decimos todos, nos referimos a los alumnos de 9º2, y cuando decimos el profe, hablamos de Juan Diego, alias Osama, nuestro director de grupo, quien nos dictaba informática. Le decíamos Osama, a sus espaldas, porque tenía una barba negra como los árabes, no tan larga como el del álgebra de Baldor, pero sí la más abundante que conociéramos. Ese apodo nos gustaba mucho, ya que el año anterior habían derribado las Torres Gemelas de New York, y Estados Unidos, con su gran poder mediático, nos vendió la idea de que el líder de un agrupación llamada Al Qaeda, Osama, un hombre más barbudo que el profe, era el responsable. Así que bautizar con un sobrenombre tan “original” a Juan Diego, nos daba la categoría de legítimos estudiantes. Osama, el nuestro, era alto, o mejor dicho larguirucho, flaco como la briza, con unos pequeños lentes que hacían más negros sus ojos negrísimos. Debía tener más de 40 años, porque ya se le empezaba a asomar una calva en la mitad de la coronilla. Vestía casi siempre de jean, que combinaba con camisas manguilargas de botones. Era bipolar: A veces llegaba sonriente, con sus pequeños dientes de piraña, y en otras ocasiones lo encontrábamos con el ceño tan fruncido que daba espanto mirarlo a la cara. Pese a sus cambios de humor tan drásticos, el primer semestre de ese año lectivo, con Osama como jefe de grupo, fue vertiginosamente bueno. El itinerario de diversión comenzó


con un paseo al Parque de las Aguas. Otro día subimos hasta el Morro, arriba en Cuatro Esquinas, para deslizarnos en un plástico bañado de agua con jabón. Después visitamos el Parque Norte de diversiones, el aburrido museo de Botero, la ilusionante Universidad de Antioquia, el Jardín Botánico, la recién estrenada biblioteca en la Avenida la Playa... Por último, con el otro noveno, realizamos una parrillada en una finca en el municipio de Barbosa. Ese fue el evento que desató nuestra intriga. Porque mientras descansábamos tirados en una manga, después de saltar en la piscina, jugar billar y devorar toda la carne recién salida del carbón, uno del otro noveno se acercó y en un susurro malicioso nos dijo: “Cuidado con ese profesor, que es como marica y, si se descuidan les da por las nalgas”. Al ver nuestras caras de sorpresa, se fue riendo a carcajadas. Hasta entonces jamás lo habíamos notado, pero era bien extraño que un cuarentón con plata no tuviera esposa ni novia ni amante ni hijos. Antes, sin malicia, tocamos el tema y nos conformamos con saber, que Osama todavía vivía con su madre. Que cuando era más joven intentó ser cura de la Iglesia Católica. Que decepcionado por todas las mañas que vio en sus superiores, se transformó en un ateo recalcitrante. Que según él, amaba la docencia como a la vida. Pero ahora, con la nueva información, mil conjeturas asaltaron nuestras mentes. Empezando que Osama pagaba la mitad de los costos de nuestras salidas. Cada semana, estuviera o no contento, nos traía algún tipo de dulce. En sus días buenos nos trataba con una amabilidad excesiva, claro, tanto a los hombres como a las mujeres, pero ¿qué clase de profesor hace ese tipo de cosas? Para nosotros todo cuadraba. Ex-cura, soltero y amable: tenía que ser gay.


Entonces algo en nosotros cambió. Ese instinto ancestral, que nos lleva a repugnar lo diferente, a creer que lo nuevo es maligno, que lo que no es igual a nosotros está contra nosotros, logró que nuestros ojos se fijaran en el profesor y no lo viéramos como un ex-cura, sino como un profano. Que no lo tomáramos como un soltero, sino más bien, como un asechador y nosotros su objetivo a cazar. Que lo que profesaban sus hechos no era amabilidad, simplemente nos estaba cultivando en su huerta, para llegado el momento de la siega devorarnos de un mordisco. En el bus de regreso se podía respirar el recelo hacía el profe. Menos mal que Osama estaba en los días de buen humor, así que sonriente se limitaba a mirar el paisaje por la ventana, ajeno a los ojos que lo contemplaban con disimulo. Cerca de los charcos de Barbosa, el profe hizo detener el bus. Nos mostró la casa finca que era propiedad de su familia, y propuso, para después de las vacaciones de medio año, que en el siguiente paseo acampáramos allí todo un fin de semana. Nadie se atrevió a decir que no, pero de inmediato todos empezamos a buscar excusas para no acudir al “Matadero”, nombre que le dimos a la casa finca. Durante las siguientes dos semanas, previas a las vacaciones, el Matadero se transformó en nuestro mito preferido. En tono de broma y de chisme, inventamos toda clase de historias, donde al final el protagonista, que por lo general era un adolescente, terminaba en una cama, desnudo, boca abajo y con Osama sobre él. Éramos tan crueles, que situábamos al profe en la categoría de depredador sexual, que perpetraba todas sus fechorías en su guarida del Matadero. La única de nosotros que lo defendía, era Jenny Leydi, alias la Muppets. Muppets era otro de esos sobrenombres clandestinos que tampoco podíamos decirle directamente a su usuaria. Ya que


lo creamos inspirados en una serie televisiva con ese nombre, en la que uno de sus personajes, la Cerdita, tenían la nariz redondeada, igual a la de Jenny Leydi. Y aunque todos coincidíamos que esa nariz la daba una tierna belleza, nadie se atrevía a decírselo directamente, porque ella tenía una personalidad sensible, por lo menos cuando se trataba de defenderse a sí misma, tanto que no era capaz de salir a la calle sin maquillaje. Pero cuando se las daba de defensora del profe, usaba hasta vulgaridades de las grandes. Claro, una niñita contra un salón entero tenía todas las de perder. Pero ella seguía fiel a la idea que el profesor era todo un varón. La explicación que nos dimos del por qué la Muppets nunca se acopló a nuestro pensamiento, fue que ella jamás se sintió parte del salón, ya que era repitente. Según nos contó, porque a mitad del año anterior, cansada del maltrato de su madre, se fue a vivir al municipio Jericó con su papá y se quedó sin estudios. De ahí que sus mejores amigos estuvieran en décimo. Incluido Johnatan, el mejor jugador de microfútbol del colegio, y el muchacho más deseado por todas las mujeres, excepto por la Muppets. Que no hacía caso a las múltiples declaratorias del enamoradizo jugador, sin importarle que este demostrara una fidelidad enfermiza, por una mujer que apenas y lo saludaba. Y eso que Johnatan, tenía una gracia: aparte de enamorarlas a todas, lograba simpatizar con la mayoría de hombres. Al final optamos por ignorar a la Muppets. Que viviera en su mundo, con sus amigos, con su enamorado y con Osama como Dios. Mientras nosotros nos deleitábamos en nuestras malvadas especulaciones. Por eso ninguno se atrevió a invitarla a la salida que programamos a los charcos de Barbosa en las vacaciones. En el fondo sabíamos que no acudíamos allí en plan de paseo. Nuestra intención era pasar, con morbo, por el “Matadero” y comprobar que todas nuestras historias eran verdad.


Una ilusión brilló en nuestros ojos al ver parqueado el carro de Osama en la entrada de la casa finca. ¿Con qué muchacho estará allá adentro?, nos preguntamos. Pero mientras llegábamos a la reja, el entusiasmo se transformó en miedo. Eso de que la multitud fomenta la valentía, parecía no aplicar a nuestro caso, porque el temor a que se desmoronara nuestra verdad nos paralizaba ante una reja que no tenía candado. Después de más de quince minutos de autoanimarnos, decidimos dar el gran paso. Con todo el sigilo que se le puede pedir a un grupo, nos acercamos hasta la casa finca. Paramos en seco cuando escuchamos aquellos gemidos: esa sinfonía que le daba sentido a nuestras especulaciones, ese chocar de cuerpos que demostraba que estábamos en lo cierto, esa agitación en la respiración de la que tanto habíamos hablado y que precisamente provenía del “Matadero”. Sí, eso era lo que habíamos ido a buscar. La ventana de donde provenía el mágico sonido estaba abierta de par en par. Con solo dar unos cuantos pasos, pudimos visualizar la escena esperada. Solo que en vez de encontrar un muchacho torturado debajo de Osama, nuestros ojos se tropezaron con la cara de la Muppets llena de placer, que cuando nos vio se cubrió el rostro con las manos como si se pudiera tapar el sol de la vergüenza con diez dedos. El profesor, al vernos, también se asustó, el pecado de ser encontrado con una niñita de dieciséis años, lo dejó sin ningún tipo de reacción. Nosotros nos aterrorizamos aún más que ellos, Entonces salimos corriendo en una carrera, como si en ella apostáramos la vida, y solo nos detuvimos cuando estábamos bien lejos de la casa finca. Así que Osama no era gay. Así que por eso la Muppets lo defendía tanto. Así que por eso no le hacía caso a Johnatan. Y con lo bien que nos caía ese muchacho, ahora ¿quién se atrevería a contarle la verdad?


Autor, Elkin Darío Córdoba Mosquera. Me gradué como contador público, pero después de devanarme los sesos pensando durante días, concluí que no invertiría mi vida en algo que no amaba, así que nunca ejercí dentro de empresas (en ocasiones doy asesorías a pequeños negocios). Vivo con la ilusa esperanza de que el destino no me obligue a convertirme en contador. Tomé la decisión de enfocar mi vida a la pasión que me persigue desde niño: la escritura. Por eso he invertido parte de mi tiempo en leer, asistir a clubes literarios, a estudiar, a equivocarme mil veces, y por supuesto, a luchar contra lo hoja de papel en blanco. Guardando la que algún día mis escritos logren llegar a las emociones de muchas almas.


BESOS

Tus besos algodones que se resbalan por mi cara ángeles que rozan mi piel, lluvia que cae sobre mi viento que llega, como el regalo más grande que siempre espero recibir.

Autora, María Eugenia Agudelo Sánchez Poeta nacida en Jardín - Antioquia, en julio de 1968. Licenciada en Educación Básica con énfasis en Lengua Castellana e idioma extranjero, actualmente lidera el ministerio de niños con la Fundación Vida Nueva para Colombia.


LA NINFA POEMA DEL COLOR

Mi amado color es el rosado Yo do ninfa angelical Con mi canasta de pétalos Una niña bella y tímida Y mis padres orgullosos. Todo el barrio pendiente La maestra diligente Mis compañeras divinas La canasta estaba llena Y su perfume y su esencia Hasta el cielo en procesión Humildemente se alzaban. Es un día de esplendor Estaba todo más claro Los ángeles se asomaron Y yo dulce me dormí.

Autora, Ofelia Ruiz (Teresita) Yo ingresé al Club Soliluna por puro accidente hace como tres años, ya que el grupo del cual formaba parte era los Abuelos Cuenta Cuentos de la Biblioteca León de Greiff. Desde el principio me sentí bien, porque desde niña me encanta la lectura y tener muchos libros.


LA CHULA

El término rutina es algo que no se le cruza por la mente, pues le es desconocido. En sus adentros, lo único en lo que piensa es regresar a su casa, reencontrarse con sus hijas y, satisfacer las pocas necesidades que cubre con los escasos billetes que lleva producto de su trabajo limpiando casas, cocinando en ollas ajenas, tendiendo lujosas camas tan distintas a los catres en los que duerme con su familia, además de comer las suculentas sobras que caen de la mesa de sus patrones y que, llorando, divide religiosamente para llevarles algo de comer a sus hijas. La Chula –como la conocen- recuerda hoy más que nunca sus treinta años, treinta de existencia a los cuales no les cuelga felicidad pero sí alegría de vivir. Viene a su memoria el recuerdo de Yohn Fredys, el padre de sus hijas, pero no su primer hombre, sin embargo, el único hasta hoy. John Fredy, era vecino de su barrio, se conocían de toda la vida, habían jugado a las escondidas y habían hablado de sus amores furtivos, cada cual conocía el pretendiente del otro, nunca habían imaginado que ellos en realidad pudieran gustarse algún día –las cosas de la vida, ¿no?-. Todo se desencadenó en la fiesta de quince años de una vecina, estaban en la reunión casi todos los muchachos del sector, todos emparejados y los que no, miraban furtivamente en el alrededor a quién le figuraría la noche. La Chula que también pronto cumpliría los quince, llegó radiante en su minifalda azul, blusa blanca y sandalias blancas, su caminar era de mujer nueva y despertaba deseos que nunca antes había imaginado, su pareja, novio momentáneo, la lucía orgulloso y de vez en cuando miraba a su alrededor para fijarse en quien lo envidiaba y, con una sonrisa de seguridad, reafirmaba lo que había dicho en la tienda: ¡La Chulita… perdería su virginidad esa noche y él sería su único dueño!


Para lograr el cometido, le proporcionó un trago largo de ron y acto seguido la obligó a tomarse una cerveza, en suma, a la Chula le pasó lo mismo que le sucede a una jovencita cuando se le va mano en alcohol: perdió el control y se acostó con su pareja en un pringoso catre del único hotel de los alrededores: “No me olvides”, en “No me olvides” ya la cantidad de virtudes perdidas podían constituir una marca imborrable, por donde quiera que se le mirase, y no todos los coitos de buena voluntad -hay que aclarar-, como le sucedió a la Chula cuando reaccionó a lo que acababa de suceder. Se sintió sucia, violada, humillada. Su pareja le arrancó las bragas de un manotazo, no tuvo la decencia de quitarse los pantalones, la clavó contra el catre, le introdujo su hombría y ella perdió toda la magia, se sacudió de alguna manera a los ronquidos de placer de su compañero que no la tuvo en cuenta para nada. Huyó del local en cuanto pudo, en su carrera se encontró con Yohn Fredys a quien le contó su mala experiencia, despertando en su joven amigo solidaridad, quien en un arranque de caballerosidad fue en busca del violador, lo encontró en una esquina próxima al sitio de la fiesta, le espetó el acto, mas el otro por el contrario se vanaglorió y lo desafió, pues no le permitiría a nadie meterse entre él y su mujer. Yohn Fredys desenfundó una navaja, le dio un tajo en un brazo, otro en un pómulo y un pinchazo en la barriga que hizo que el contendor corriera por su vida, pues se dio cuenta de que su rival lo que quería era ejecutarlo. A partir de esa noche, La Chulita y Yohn Fredys fueron inseparables, tuvieron su primera hija a los diez meses exactos, se fueron a vivir a otro sector de la ciudad mientras la Chula fabricaba arepas en la casa y Yohn Fredys hacia mandados en el “Hueco”. De la pieza primera, pasaron a un pequeño apartamento en


un barrio humilde de la ciudad, el cual tenía una cocina que era sala y comedor, la alcoba se separaba por una mampara de madera, y a veces colgaban de dos clavos una cortina como para recrear más espacios, compraron un televisor y todo indicaba una vida feliz… Sin embargo, ¡los pobres no tenían derecho a la felicidad!, se lamentó la Chula con su madre, el día que aprehendieron a Yohn Fredys, dizque por una moto robada, él siempre alegó desconocer el origen del aparato, lo único que iba a hacer era un mandado al “Hueco”; el juez no le creyó y lo encerró durante trece largos meses en la cárcel de Bellavista. En ese período, la Chulita fue obligada por Yohn Fredys a dejar de utilizar cualquier método de anticoncepción, lógicamente terminó embarazada de su segunda hija, que nació al tercer mes de Yohn Fredys haber recobrado la libertad. A partir de ese momento la vida de esta parejita sufrió un cambio radical, el hombre regreso al “Hueco” a rebuscarse la vida, pero el dinero no aparecía, por más esfuerzos que realizara. Y sí. Yohn Fredys desarrolló un deseo desmedido por el licor y las drogas, sufrió la paranoia propia del consumidor de estupefacientes, la escasa producción de las arepas y su rentabilidad mantenían en pie la economía familiar, sin embargo Yohn Fredys un día le echó el ojo a estos dineros y empezó a asaltar los lugares donde su mujer lo guardaba religiosamente. Cuando la Chula se cansó de la situación hubo una discusión álgida, botó al marido de la vivienda y se dijo que era mejor vivir sola que mal acompañada. Mas Yohn Fredys regresó un día que su mujer había salido a entregar su producción llevando consigo a las niñas, como no encontró dinero arrastró con el televisor, una plancha y una olla de presión, los únicos lujos que poseía la vivienda. Tras regresar a casa y darse cuenta de lo sucedido, la Chulita le


compartió su desgracia y pena a su madre, quien en un gesto de solidaridad materna y generosidad, le dio a su hija la construcción que, con el nombre de segundo piso había edificado en su rancho, se fueron a vivir allá ella y sus dos hijas con el sueño y propósito de iniciar una nueva vida. Un día cualquiera a una hora que no interesa, le llegó la noticia de que el padre de sus hijas había sufrido heridas en una riña con el hombre que la había violado y estaba en el hospital, herido de muerte. La Chula, argumentando que era el padre de sus hijas, lo fue a visitar día a día mientras se recuperaba. En el transcurso del tiempo, el hombre, nada ingenuo, le hizo promesas de reformarse: -ahora que vi la muerte cerca, me quiero reformar y ser el padre que mis hijas necesitan, y el compañero que deseas- y bla, bla, bla… Siempre las mismas palabras. Tras negociaciones con su madre, esta aceptó que el yerno fuera a vivir a su casa, previo paso por la casa que regentaban unos hermanos de no sé qué confesión, pero aseguraban que Jesús era el camino y que lo ayudarían a alejarse del pecado. El hombre aceptó y cuando terminó la cuarentena y fue declarado salvado, fue a casa de su mujer y a los nueve meses nació su tercera hija. Con más bocas que alimentar, la Chula tuvo que redoblar los esfuerzos en su pequeña industria y hasta conseguir quien le ayudara con las tareas. La nueva ayudante, era un tanto ligera de pasos: ¡zorra!, dijo la Chula, después que la encontrara en su cama al lado de su marido. Ahí fue Troya… hubo golpes hacia la casquivana y puñalada al infiel, el matrimonio definitivamente se fue al carajo y desde ese día nunca más volvió con su marido. Desde entonces, han transcurrido tres años desde esa enojosa escena, se dedicó a la bebida por despecho, perdió la industria por depresión y si no fuese por su madre, no tendría dónde


vivir con sus hijas. Pero hoy, hoy después del trabajo, tenía concertada una cita con el amigo que tantas veces le saludó y le decía frases galantes cada vez que la encontraba en su camino a la tienda. Fue un proceso de cuatro meses, requiebros cada vez que la veía, encuentros casuales en la parada del bus, una gaseosa en el Centro de la ciudad, una ida al parque con las niñas, un sincerarse de los fracasos pasados y la promesa de un mañana mejor, pues tenía un buen salario, del que era posible que quedara una parte para prestarle ayuda con la crianza de las hijas. El hombre era mayor, tenía un matrimonio de muchos años que ya sólo podía sostener, por lo que ahora se dedicaba a revivir. Una tarde de encuentros a la luz de una cerveza, él le aseguró a la Chulita que aún conservaba el fuego juvenil en la entrepierna y las ganas de vivir. Por su parte, ella pensó que era hora de rehacer algo de su vida, tener un propósito y quien quita, en algún momento ser la mujer principal de aquel mayor que le prometía seguridad. Y aceptó. Hoy sería la gran noche, él había tenido el detalle de regalarle una falda, pantis sensuales, una blusa de corte moderno y un dinero para dejar en casa con la disculpa de que los patrones la requerían en una finca de recreo que tenían en las afueras de la ciudad. Por fin llegó el momento, fueron a un sitio donde se tomaron unos tragos, se habló del futuro juntos y llenos de nervios se dirigieron a un hotel de paso para disfrutar de este nuevo amor. ¡La vida conoce al pobre!, se lamentó la Chula, su amorío de la noche anterior fue un fracaso, el ímpetu juvenil de su pareja no apareció ni por las esquinas de la cama, fue una noche decepcionante –para él y para ella-. Recordó a Yohn Fredys, que siempre la hizo feliz en la cama. Ahora con este señor no tendría oportunidad para retomar ese camino, ahora la vida tomaba nuevamente otro rumbo, tendría que hacerlo de ahora


en adelante por el dinero, como una puta cualquiera. ¡Qué desgracia, este es el destino para las pobres! Y no sólo el de los pobres de dinero sino de amor!

Autora, Luisa Fernanda Agudelo. Soy montañera de pura cepa. Nací en las riveras del rio Penderisco un ocho de septiembre de los años ochenta en el municipio de Urrao, suroeste antioqueño. Mi vida transcurrió entre el colegio, la casa de la cultura y mi casa. Nunca pensé que mis sueños de infancia un día se vieran tan transformados, pues por curiosidad ingresé a la Universidad de Antioquia y terminé el pregrado de Teatro, carrera no tan bien vista por los profesionales de la familia, pues con esas payasadas pocas aguas de panela podrían resolverse. Y así, demostrando lo contrario, terminé una maestría en Administración de Empresas en la misma Universidad. Una mezcla extraña para muchos, pero interesante. Las letras siempre me acompañaron desde pequeña pero no propiamente en las voces de mis madres, pues no todas contaron con la misma suerte que yo. Los cuentos clásicos eran los que más me sorprendían de niña y no me cansaba de leerlos mil veces; jamás imaginé que las vueltas del destino me pusieran justo en una biblioteca, ya no como lectora desprevenida, sino como promotora de esta pasión. Y aquí estoy, aprendiendo cada día más del mundo misterioso que abarca las letras y la vida.


CRÉDITOS SOLILUNA, Club literario

Daniela Tobón Agudelo Diana Tobar Montezuma Edilma Guzmán Elkin Cardona Froilán Garcés Cardona Hypatía Suaza Velásquez Kelly Jiménez Pérez Luz Enith Cano Ramírez Maria Eugenia Agudelo Miguel David López Ofelia Ruíz Pablo Cardona V Sebastián Tobón Sherezada Suaza Velásquez Sócrates Suaza Velásquez Stevenson Lopera

Gestores de fomento de lectura y escritura

Leonardo de Jesús Muñoz U. Viviana Sánchez P. Mélanny Ospina P. Diana María Ortega P. Luisa Fernanda Agudelo C.

Subsecretaria de Lectura, Bibliotecas y Patrimonio

Shirley Milena Zuluaga

Líder del SBPM

Luz Estela Peña Gallego

Articuladora de fomento de lectura y escritura

Ana María Tobón

Secretaría de Cultura Ciudadana de la Alcaldía de Medellín


Comunicaciones

Nataly Erazo

Diseño gráfico

Alejandra Gómez

Parque Biblioteca León de Greiff con toda su infraestructura y todo su talento humano. Sistema de Bibliotecas Públicas de Medellín

AGRADECIMIENTOS

Agradecemos al Parque Biblioteca León de Greiff por abrir sus puertas durante estos cinco años a un espacio para el encuentro y el diálogo en torno a la literatura y a todo su equipo de talento humano. Al fundador del proceso por creer que todavía es posible soñar con las letras y los mundos imaginados. A todos los promotores por su carisma, entrega y sonrisas al caer la tarde de cada sábado. Al Sistema de Bibliotecas Públicas de Medellín por impulsar este tipo acciones que promueven los encuentros intergeneracionales, de experiencias de vida. A nuestros amigos, presentes y ausentes, a nuestras familias que deben compartirnos entre los quehaceres y responsabilidades del hogar y la pasión de leer, escribir y tertuliar. A los que permanecemos en el club jugándonos la vida, compartiendo genios, risas, locuras, miedos e ilusiones. A todas las personas que de una u otra manera se involucran con este sueño y hacen posible que siga creciendo.



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