INTRODUCCIÓN GuayabalyAndo es una actividad que desarrolla la idea de co-creación desde diferentes espacios de diálogo a través del reconocimiento del territorio y las memorias locales. El proceso de los encuentros semanales tiene como finalidad la alfabetización de medios digitales, utilizando metodologías participativas para la producción de contenidos locales que pretenden alimentar al Sistema de Información Local (SIL) del Parque Biblioteca Manuel Mejía Vallejo, Guayabal. Esta publicación da cuenta del ejercicio de identificación y creación de historias de la Comuna 15 que se inició con la construcción de una línea de tiempo y con la escritura y grabación en audio de los relatos propuestos por los participantes. El material recopilado sirvió de insumo para identificar las anécdotas que ilustran este fanzine. Queremos agradecer de manera muy especial, a todos los participantes de GuayabalyAndo por su disposición y aportes a este proceso: a Vilma Gutiérrez Zapata, Luz Marina Gómez, Guillermo León Díaz, John Jairo Vélez, Gloria Ines Correa Ospina, Jaime Valencia Ossa, Mario Fernández, Isabel Londoño Gutiérrez, Eddy Rodríguez Herrón, Miguel Gómez Aristizábal, Gloria Patricia Rojas, Luis Fernando Vásquez, Juan José Acosta, Bárbara del Socorro Ospina Cano, Jorge León Gaviria y Beatriz Toro Arango.
A N E C D O TA R I O
Sob revivir, ¡Qu é ca mello! P o r : Bá rba ra Os pin a Can o. Hi st oria : Julio Mejía Lond oño. Nací en el Barrio Antioquia, en el año 1949. Estaba el aeropuerto; en sus inicios no existía la estructura que hoy vemos como tal. Este espacio era una manga, estaba lleno de caballos y vacas. Yo recogía la boñiga y los huesos, y los vendía en la fábrica de abonos INCA, ahora Cruz Roja. Me levantaba temprano y vendía el periódico Sucesos Sensacionales y luego iba a limpiar los aviones. También, les vendía a los trabajadores del aeropuerto horchata de arroz y tajadas de piña. Ayudaba a sacar las maletas y a lavar los carros en las afueras del aeropuerto. Los conductores me enseñaron a manejar taxi. Yo recogía las basuras de los aviones y sacaba los sánduches buenos y cosas que botaban y dejaban los pasajeros para llevárselos a mis hermanos. Como el trayecto era más bien largo por una manga que había que atravesar, ahí nos atracaban otros muchachos para robarnos las cosas, entonces me tocaba pelear por ellos. Ahora en esta manga están la Biblioteca, el colegio Ángeles Custodios, la Escuela Juan Pablo II y Piamonte, Alcalá y Barrio Santa Fé No.3.
M ujer de ar ma s tom a r P o r : V ilma G ut iérrez Zapata A la memoria de María Resfa Zapata Patiño 1938 – 2016 Transcurría el año 2001 cuando en la Comuna 15 - Guayabal, dos mujeres de 35 y 60 años que trabajaban en un pequeño restaurante de comidas caseras, ubicado en el San Pablo, madrugaron a la una de la mañana para preparar el desayuno a los trabajadores que conducían los camiones de la empresa Transportadora Comercial Colombia. A esa hora era muy oscuro el espacio comprendido entre las calles 17A y 19 de los dos barrios paralelos a la quebrada La Guayabala, porque no existían lámparas en el sector; esto se prestaba para que muchos indigentes y ladrones aprovecharan la oportunidad para salir a delinquir. Un día, en el que mi mamá y yo abrimos el negocio temprano, entró un ladrón y nos encerró diciendo que nos dirigiéramos al baño, pero antes de que le entregáramos todo lo que teníamos, mi mamá, que era una mujer de temperamento fuerte y de tomar decisiones rápidas, cogió un cuchillo carnicero que antes yo había dejado caer en la bandeja del molino por cobardía y fobia a la sangre - imaginaba cómo el cuchillo de una hoja ancha, que yo recién había afilado, se introducía en su carne - Mi mamá solo me reprochó diciendo: “bruta”, lo cogió y se enfrentó al solitario ladrón; ella, agarrando con fuerza el cuchillo y mirándolo fieramente le dijo: “Si venís armado (pues el sujeto en mención no había sacado ningún arma y solo nos amenazaba con palabras), sacálo pues que si hoy es mi día me muero o si no te tenés que morir vos”. El sujeto, al escuchar semejante amenaza y no tener cómo responder, fue retrocediendo de espaldas hacia la puerta y chillando decía: “No, señora, no me mate”. Mi mamá, ya envalentonada, se le iba acercando con el cuchillo amenazante, y le dijo para ahuyentarlo: “Te largás ya de aquí o te morís. Te vas y que yo nunca más te vuelva a ver por aquí”. El sujeto abrió la puerta como pudo y salió corriendo, perdiéndose en la oscuridad de la mañana y cruzando la esquina de la calle para nunca más volver…
M e rcedes Sierra : la a m a zon a d e la n o c h e P o r : G uillermo L eón Gaviria Entre los muchachos de más edad, rondaba el rumor de que la señora Mercedes Sierra de Pérez salía a montar a caballo “a pelo”, completamente desnuda. Como eran los más ociosos, lo comentaban entre ellos y se reunían para planear cómo ir a comprobar si eso que se decía, era verdad. Los curiosos, iban a gatearla y, al parecer a ella no le importaba porque los viajes que hacía por Europa la habían convertido en alguien deshinibida.
El hombr e sin ca b eza P o r : G uille rmo León Gaviria Cuando era joven, me tocaba estudiar en un sector conocido como Tenche, donde quedaba el matadero municipal; hoy en día ese lugar es UNE, la planta telefónica y la 30 con la 65. En ese tiempo no había carreteras y la quebrada que cruzaba ese sector llegaba hasta lo que se conocía como Manga la Palma, donde mucha gente convergía para ir a recoger los desperdicios del ganado, como los entresijos y todo lo que sobraba de los animales del matadero, ya que lo regalaban. En este sector, Manga la Palma, rondaba constantemente un rumor: se decía que allí espantaban, que salía un cura sin cabeza y, por ello, la gente que pasaba por ahí, sobre todo en las horas de la noche, siempre estaban con tensión y miedo. Pasó el tiempo y en el año 72, por devenires de la vida, yo conseguí una novia cerquita de este sector. Y descubrí que este rumor, del que tanto se hablaba, era producto del juego y la diversión de unas personas que se disfrazaban con el fin de espantar y corretear a la gente. Eso era lo que en realidad pasaba, todo era un invento malicioso y pícaro que las personas a fin de cuentas se creyeron. Los habitantes de Manga la Palma, eran conocidos porque saludaban a las personas con la frase “hola, amigo mío, como estas”, y los muchachos del lugar, luego de sus juegos en la manga, salían en la noche a divertirse con sus maliciosas picardías.
Pe rsecució n en la jeep eta P o r : G uillermo L eón Gaviria Guayabal tenía espacios muy grandes, entre esos las mangas y el aeropuerto. Se decía que en algunas partes se podían recoger elementos que botaban de los aviones, y muchos jóvenes salían a recogerlos. Yo también llegué a atravesar las pistas del aeropuerto, pero era por ahorrarme los pasajes cuando me mandaban al otro lado de San Bernardo Rincón. A mí nunca me cogieron, pero a varias personas les pasó que los perseguían por todas las pistas y cuando los cogían los castigaban obligándolos a lavar los baños hasta que cerraban en la noche. Todos para evitar las consecuencias de violar la restricción que existía en la pista, éramos muy atentos a que no estuvieran por ahí la jeepeta el carro tipo Willys de la vigilancia o, a que estuviera lo suficientemente lejos para que no nos alcanzara.
El j ar dín del a m or P o r : G lo ria Pa t ricia Rojas Jim énez En el año 1976 , cuando tenía aproximadamente 10 años vivía en el sector de las Acacias, Campoamor, lugar en el que llevo 46 años. En esa época vivía con nosotros Aydee, una sobrina de mi mamá quien tenía amores con el Joe Arroyo, el famoso cantante de salsa. Recuerdo que salíamos y recorríamos la comuna como ahora no es necesario: por la calle 7 para ir al aeropuerto porque no existía la prolongación de la 10, pero ya estaba el jardín de la calle 10 con la carrera 65, el “Jardín del amor” al que nos invitaba el Joe cuando llegaba a la casa de visita. En medio del jardín había una máquina que bombeaba agua que circulaba como pequeños riachuelos y, muchos árboles frutales. Este lugar, que conserva una roca de Aburráes de más de 2500 años de edad, fue punto de encuentro de rituales religiosos de nuestros antiguos aborígenes, también lo fue para algunos amores furtivos pues el Joe, en esa época, estaba casado con Adela y tenía dos hijas. Sin embargo, era amor lo que ocurría cuando él andaba en su bicicleta y me daba palomitas por Campoamor, por la Avenida Guayabal, por la calle 10 y finalmente en el jardín. No volvimos a saber nada de él hasta que fue su deceso hace ocho años. Solo conocíamos su triunfo en la música y su paso por la costa.
L as vacas de Ja el P o r : G lo ria Pa t ricia Rojas Antes de que llegaran marcas como Colanta y Proleche, la leche que tomábamos en casa era la de las vacas de doña Jael, quien tenía una propiedad en la carrera 58 con la calle 10. En esa época entre la 10 y la calle 14, los lotes eran usados únicamente para el pastoreo de las vacas. Recuerdo con horror las veces en las que tenía que ir por la leche, porque esa casa olía a mucha boñiga. El progreso trajo la ampliación de la 10, para lo que la Alcaldía de Medellín compró algunas propiedades. La apertura de los dos carriles entre otras transformaciones que estaba teniendo la zona, sedujo a la industria, la cual se fue instalando y adueñando de las terrenos que alguna vez solo fueron alimento para vacas. El sector textilero tomó muchos de los lotes y otros sectores industriales comenzaron a notar que por allí era un buen lugar para instalar fábricas y empresas, también porque se había fundado la ruta 142 de Transporte Maya, Guayabal. Entre las casas que se vendieron estaba la de Jael, así que se acabó la venta de su leche. Antes de esto, logró pagarle la universidad a sus hijos quienes cuidaron de ella después. Nosotros no tuvimos que volver a soportar el mal olor de sus terrenos para comprarle la leche, pero ahora agradezco porque gracias a la leche de sus vacas, mis tres hermanos y yo crecimos sanos.
Un león en la s elva d e cem en to P o r : Ma rio F e rná nd ez El zoológico Santa Fe y el Aeropuerto Olaya son los espacios más relevantes de la Comuna 15, Guayabal. El primero es un espacio ecológico, un pequeño bosque en medio de una de las zonas más contaminadas de la ciudad. Vine a vivir al barrio San Pablo, que queda en el costado sur del zoológico, a mediados de los años 70. Por las noches se escuchaban pavorosos rugidos de leones, inusuales en esta selva de cemento. Yo los oía aun viviendo como a 400 metros lineales de donde provenían. Un temor comprensible, en un lugar como estos, es que una fiera se escape y eso fue lo que sucedió como a mediados de los años 80. Un descuido en la maniobra que se usa para alimentarlos y asearles la jaula, causó que un león se escapara. Me enteré después por la prensa, pero no dejaba de tocarlo a uno la noticia por vivir tan cerca y por pensar que si pasó una vez, podría suceder de nuevo. El animal logró alcanzar la calle pero un soldado que patrullaba la zona lo abatió de un disparo. En esa época era normal ver militares en las calles de la ciudad sobre todo en el centro de la misma, en las primeras horas de la noche. De un momento a otro dejaron de escucharse los terribles rugidos nocturnos de los leones, en su lugar empezaron a oírse explosiones, de balas y de pólvora detonante. Ahora alrededor de los muros del zoológico se oyen aves, sobre todo de día.
De l cielo a la tierra : s in ies tro fa ta l P o r : Mario Fernánd ez En diciembre de 1983 por la tarde, estaba yo en lo que hoy es el Centro Comercial Punto Clave esperando un bus para el centro, cuando de pronto veo, en dirección a occidente, una inmensa esfera de fuego que se mantuvo estática unos segundos. La bola ígnea desapareció súbitamente y en su lugar surgió una columna de humo denso y negro. Empiezo a caminar por la calle treinta para averiguar el origen de esta escena. Cuando llego, cerca de la carrera 65, estaba una mujer sollozando al lado de su carro y me dice al pasar: “Casi me cae encima” sin especificar qué era. La quebrada que baja por la 30 traía ya una espuma blanca, la que usaban los bomberos para apagar cierto tipo de incendios. Al llegar a la 65 estaba un campero del periódico El Mundo con unos periodistas bajándose afanados para cubrir el evento; llegaron primero desde su sede ya enterados del evento de lo que yo lo hice. Al final estaban todos los actores de este tipo de acontecimientos: policía, curiosos, carros de bomberos, etc. El periódico El Colombiano tituló al otro día: “Lo que se temía para Medellín”, porque en esa época el Aeropuerto Olaya era el oficial y todo tipo de aviones circulaban por los aires de la ciudad, incluyendo los ruidosos jets, que tenían a habitantes como los del barrio San Joaquín con la audición disminuida. En esa época había el chiste que en Bogotá decían que en Medellín estaba uno en el balcón tomando tinto y pasaba luego un jet que se lo derramaba por el turbión que producía. El lugar del accidente fue donde hoy hay una sucursal de la empresa Tigo - Une. El número de muertos fue poco porque se trataba de un avión de carga de la empresa Tampa y en el lugar donde cayó tampoco había muchas personas. Esta fue la aeronave más grande accidentada hasta el momento en la ciudad, un jet Boeing 707, y lógicamente creó mucha conmoción en las personas y movimiento de la prensa por varios días. Tal vez esto justificó con más razón la construcción de un nuevo aeropuerto fuera de la ciudad.
D e c u en t o en c ue nto:
G U AYA PA R L A N D O E s t e e s u n f a n zi ne producto de la actividad G u a ya b a l yA n d o del Parque Biblioteca Manuel M e j í a Va l l e j o, Gu ayabal M e d ia d o re s : A l e j an d ra Gi ra l d o Morales H e nr y Ba r ro s S i l va E d i c i ó n d e Tex t o s C a r ol i n a Hoy o s A l e j an d ra Gi ra l d o H e nr y Ba r ro s Jessika Cano S t e f an i a M a ru l a nda I l u s tra c i ó n A l e j an d ra Gi ra l d o Di s e ñ o P i l a r F e r re r He r nández P r i m e ra E d i c i ó n , noviembre 2018 G u a ya b a l , M e d e l lín, Colombia Distribución Gratuita