“UN VIAJE POR
EXTREMADURA CON
SAMUEL EDWARD COOK”
S a m u e l E dw ard C o o k
Abril de 2012 "DÍA DEL LIBRO"
PRESENTACIÓN
Foto portada: Juan Gil Montes Edita: Caja de Extremadura Dep. Legal: CC-000347-2012 Composición e impresión: Imprenta “La Victoria” C/ La Merced, 5 - PLASENCIA
Respondiendo a un compromiso hace ahora doce años entre la Caja de Extremadura y los jóvenes escolares de nuestra región y a la llamada de atención que a todos -instituciones y ciudadanos- nos convoca la celebra ción del Día del Libro, ve ahora la luz una nueva publicación de nuestra preciada y apreciada colección que intitulamos Visiones de Extremadura. La complicidad establecida entre nuestra institución y los destinatarios de este librito a través del libro, encierra algo más que liturgias de efeméride; busca profundizar en el conocimiento de nuestro pasado, poniendo a dis posición de nuestra sociedad escritos, textos inéditos o poco conocidos de autores españoles o extranjeros que nos descubren la Extremadura preté rita base para conocer cómo somos y asimismo como ayuda para proyec tar nuestro futuro sin errores. Añádese la defensa de la letra impresa, del libro sin el adjetivo digital, el que se corresponde con nuestra tradición cultural y que en estos tiempos que corren se siente en grave desventaja en relación con la cultura audiovisual dominante. En fin, una apuesta a favor del debilitado hábito lector que pesa sobre Extremadura. La Obra Social de Caja de Extremadura asegura con esta acción su fidelidad con nuestra tierra en respuesta a la confianza que le otorgan sus clientes y toda la sociedad extremeña. Sin ellos, no sería posible dotar recursos para actividades sociales, desarrollo regional, empleo y cultura. La publicación de este año conmemorativa del Día de la Cultura y del Patrimonio Histórico-Artístico que la Confederación Española de Cajas de Ahorro (CECA) ha hecho coincidir con el día 23 de abril, nos ofrece una visión de la Extremadura de la primera mitad del siglo XIX relatada por el ilustre viajero inglés Samuel E. Cook a quien debemos la puesta en explotación de la mina de fosforita de Logrosán. Cobra más actualidad nuestra publicación en estos momentos en que se multiplican las iniciati vas de prospección y reexplotación mineras en general y particularmente en Extremadura como respuesta a una mayor demanda de los mercados internacionales.
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Es nuestro deseo que los lectores de esta nueva publicación parti cipen de los objetivos que la impulsan y le concedan idéntica favorable acogida que han venido dispensando a las anteriores entregas de esta nues tra colección. VÍCTOR M. BRAVO CAÑADAS PRESIDENTE D E CA JA D E EX TREM A D U R A
PRÓLOGO “Viaje a Extremadura con Samuel Edward (Cook) Widdrington” “M e enteré que el Dr. Daubeny había ofrecido a la Sociedad A grícola de Gran Bretaña proseguir en el propósito de examinar la curiosísima y única form ación de fosfo rita que desde hace mucho tiempo se sabe que existe en Extremadura con la idea de determinar si tal mineral podría ser importado como sustituto de los hue sos, que traemos desde los lugares más lejanos y que dism inuyen cada año. El principal elem ento de esta fosforita, de la que no tenem os descripción en la que basamos, nos lleva a la suposición de que podría ser factible importarla para uti lizarla en nuestra gran y, cada día en aumento, demanda agrícola. Bajo estas cir cunstancias m e ofrecí a acompañar al Dr. Daubeny, juzgando que él no había esta do en España y que el conocimiento de una persona bastante bien fam iliarizada con el país y la gente, podría serle útil... ” Así confesaba en 1842 la razón y el propósito de su viaje a Extrem adura (segundo de sus viajes por España entre 1829 y 1832) y que definitivamente hubo de posponerlo hasta la primavera de 1843 el capitán de navio inglés Samuel Edgar Cook aunque para entonces ya prefería lla m arse Samuel Widdrington al haber adoptado el apellido materno. En efecto, Logrosán y sus depósitos de fosforita constituyeron el motivo cen tral del viaje realizado por Samuel Cook acompañando al comisionado Dr. Daubeny, profesor de Botánica y Química en Oxford, para estudiar si podrían ser explotados para su exportación a Inglaterra como fertilizantes. Los yacimientos de fosfatos de Logrosán eran conocidos desde la época de Carlos III aunque no es hasta 1864 cuando se empiezan a solicitar los perm isos de investigación y de explotación, si bien en la práctica, hasta 1900 no comienzan las labores, como con secuencia de las divergencias habidas entre la Sociedad General de Fosfatos y los propietarios de los terrenos. Es precisamente a partir de esta visita del Dr. Daubeny y de W iddrington en 1843 como cabe interpretar el inicio de las prospecciones sobre este yacimiento, su estudio científico y sondeos previos a su explotación. Cabe esta deducción de la lectura del relato viajero que editamos pero tam bién de las declaraciones que el Sr. M inistro de Fomento D. Francisco Luxán y Miguel Romero, natural de Madrid pero de procedencia paterna de Castuera, realizó en el palacio de las Cortes Españolas el 12 de junio de 1857: ‘En un pueblecito de la p m vincia de Cáceres escondido entre las derivaciones de las fragosas sierras de las Villuercas acaba de hallarse una riqueza agrícola importantísima; una mina, no de preciosos metales, no de hulleros yacim ientos, sino de fosfato tribásico de cal. ’’ De otro lado un natural ilustre de Logrosán, el teósofo M ario Roso de Luna, cuya familia se contaba entre los propietarios de los terrenos por los que corrían los filones, se hace eco de los experimentos del Dr. Daubeny para transformar la fos forita en superfosfato, condición indispensable para ser fertilizante vegetal. De la exploración que realizaron durante la visita de los terrenos de la familia Luna se extrajeron las suficientes muestras que fueron transportadas en muías hasta el puer to de Sevilla para su traslado a Inglaterra. Pero no menor resultaba para nuestro viajero inglés su interés por llegarse hasta
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Guadalupe que atesoraba todavía en aquel momento obras de Zurbarán “no daña das ni tocadas”, y que a su juicio debieran llevarse al Museo del Prado antes de sufrir el aciago destino de la biblioteca, casi desaparecida. El relato del viaje, como el de otros tantos viajeros ingleses de la segunda mitad del siglo XVIII en lo que se conoce como la m oda del” Gran Tour”y de todo el XIX, constituye una fuente inapreciable de información sobre Extremadura, sus tierras y poblaciones y el modo de ser y vivir de sus habitantes. A él debemos infor mación preciosa sobre la naturaleza y cualidades de los materiales líticos, la rique za ornitológica de nuestras dehesas- resulta sorprendente la observación de los modos de nidificación de la urraca, el rabilargo o el tordo- o una relación taxonó mica de la jara con la descripción de las diversas especies de este arbusto, infor maciones que nos revelan su vasta cultura en los ámbitos de la geología, la botáni ca y la ornitología, y que se acompasan con su sensibilidad hacia el arte como reve la su admiración por Trujillo que le pareció, a pesar de su ruinoso estado, una vieja ciudad de gran belleza, o por el Monasterio de Guadalupe que explica con consi derable detalle. Y todavía es capaz de emocionarse ante el espectáculo que la natu raleza le ofrece, por ejemplo, en los desfiladeros de la sierra de Guadalupe o el puerto de Miravete. Particularmente curiosa y destacable resulta la detallada prosopografía de los extremeños en general y en particular de los habitantes de la zona de las Villuercas. En fin, un relato lleno de sabiduría pero también de múltiples observaciones y juicios de valor sobre la explotación económica de estas tierras y la mejora de sus comunicaciones. Un paisano y contemporáneo, viajero por España y Extremadura como él, Richard Ford resume muy cabalmente el carácter, la actitud y el estilo de nuestro autor en una reseña de “Spain and the Spaniards in 1843”, el relato de Widdrington, publicado en 1844: “E l capitán Widdrington no se sentó a escribir, en el estudio de su casa, para dedicarse a menospreciar aquello que nunca viera, ni a dogm atizar sobre cuestiones que desconocía, sino que consagró m uchos años a explorar y visitar personalmente lugar p o r lugar, tomando apuntes y m idiendo cada m onumento. Su estilo retrata al autor; en su lenguaje, singularmente llano, conciso y sin adornos, todas las páginas revelan buen sentido, dotes de observa ción y seriedad profesional, am or a lo bello y un deseo insobornable de obtener y comunicar información precisa. S u segunda obra detalla los fru to s de una visita posterior a la Península tras un intervalo de diez años, y al igual que la primera deberá ser incluida, de hoy en adelante, entre las obras clásicas sobre España. ” Porque compartimos la declaración y la valoración que Ford hace sobre la per sona y la obra de Cook-Widdrington nos ha parecido oportuna y conveniente la incorporación de su relato viajero a la colección “Visiones de Extremadura” y difundirlo de nuevo (ya lo habían hecho con anterioridad Ma Dolores Maestre y Jesús A. M arín Calvarro) para que sea conocido especialmente por nuestros jóvenes escolares con quienes la Obra Social de Caja de Extremadura desea compartir la celebración del “Día del Libro” de este año. TEÓFILO GONZÁLEZ PORRAS A B RIL DE 2012
“UN VIAJE POR
EXTREMADURA CON
SAMUEL EDWARD COOK”
SPAIN AND THE SPANIARDS, IN
1843.
IIY
CAPTAI N S. E. W I D D R I N G T O N , K.N. K.T.S..
K.R.S., F.C.S. AiiTiion o r
SK ETCH ES
im S P A I N , 1.1 I8J9-3D -JI-.U .
IN TWO VOLUMF.S.
V O L . I.
LONDON: T. & W. B O O N E , 29, N E W
BOND
STREET.
1844.
Samuel Edward Cook, hijo de “la rica heredera Sarah Widdrington”.
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De Sevilla a Madrid por Extremadura Dejé Sevilla en abril de 1831, poco después del estableci miento de servicio de una diligencia a Badajoz, que por enton ces estaba comenzando a operar, y todo lo relacionado con ella se hallaba en un precario estado de transición. Anteriormente no había alojamiento en el camino pero ya se estaba procu rando, así que viajamos aceptablemente. No obstante esa ini ciativa no se siguió con entusiasmo ya que el éxito del experi mento parecía dudoso y era una empresa diferente de la Real Asociación de Madrid. El paisaje carece por completo de interés mostrando únicamente llanuras inhóspitas y deprimen tes. Sierra Morena, en esta parte, carece de los rasgos que generalmente caracterizan a esta cordillera. Nos encontramos con un gran número de toscos carros, cada uno de ellos tirados por una pareja de tristes bueyes, viajando hacia Sevilla. Provenían, según comprendí, de los alrededores de Ciudad Rodrigo e iban cargados de sacos de cereal que se transporta ba periódicamente en esta época y que se cambiaba por sal y otros artículos. El viaje les lleva seis semanas y regresan en buen estado aunque se encontraban lejos de él en este momen to. El tiempo se regula por el pastoreo ya que acampan a los lados de la carretera y se alimentan en el sitio donde paran. Casi nunca o nunca entran en los pueblos; viajan en grupos y acampan en tomo a hogueras al estilo de los gitanos. Pasamos por el camino de la Albuera que, como en muchos otros, difí cilmente se aprecian las huellas que, por supuesto, se espera marquen tal escena. Badajoz se halla sumida en el abandono y se ha con vertido en una ciudad de provincia de cuarta clase en vez de en la capital de esta magnífica provincia a la que representa. Esta parte de España, según he comprendido, se recobró par cialmente de las consecuencias de la guerra debido a las enor-
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mes ganancias de los propietarios de ganado vacuno y muías para alquilar; pero desde el último cambio esa prosperidad temporal ha desaparecido por completo y probablemente nunca más vuelva ese antiguo esplendor. Hay todavía unos cuantos cuadros de Morales, natural de la zona, que de algún modo se habían conservado. El terreno hasta Mérida aparece completamente despejado y se halla sólo parcialmente culti vado aunque por naturaleza es de lo más fértil. Está situado en las orillas del Guadiana, con grandes posibilidades de riego, y aparece levemente accidentado con onduladas colinas y valles. Las ruinas romanas de Mérida incluyen un circo, que para mí se iguala con el de Máximo de Roma; un teatro; un anfiteatro, que posee lo necesario para admitir agua, a lo que se llama naumachia; dos puentes, uno de enorme longitud sobre el Guadiana, parcialmente moderno y habiendo sido reparado siguiendo el modelo original; un edificio al final de aquel, que parece haber sido la ciudadela y es el resultado de diferentes épocas. En su centro hay dos largas rampas que des cienden al Guadiana aparentemente con la finalidad de apro visionarse de agua, una construcción excepcional y uno de los mejores restos romanos en Europa. La parte cercana al río, que baña un lado de este edificio, parece ser completamente roma na. La parte más baja es un llamativo sótano que sobresale y que está flanqueado por pequeñas torres a muy corta distan cia. Las demás partes parecen ser obra principalmente de moros, pero están construidas con los materiales originales. A un lado una torre que sobresale ha sido sacada, separada del cuerpo y conectada por un puente, un tosco atentado contra la construcción original de las defensas. Cerca del Guadiana se ve una puerta de granito y por encima de ella una lápida de mármol con una maravillosa ins cripción en árabe colocada sin duda alguna en agradecimiento al profeta en el momento de la conquista de la ciudad. El doble pasaje en el centro, que conduce al lecho del río, no tenía otra finalidad que la de proporcionar agua. La cantería es esplén
dida y el mármol se combina con el granito. Ahora la comuni cación entre la parte más baja con el río está interrumpida ya que el agua (en el interior) estaba clara a diferencia de la del río que iba muy crecido; pero la acumulación de deshechos impedía saber si existía una fuente en el lugar o el agua pro venía de filtraciones. La ciudadela estaba materialmente des truida y un espacioso convento construido en una parte de ella había saltado por los aires en la guerra de la Independencia. Existe sin embargo un templo, incrustado en una casa privada, con suficientes restos como para hacerse una idea del conjun to. Parece que había sido períptero, con seis columnas en la parte delantera y siete en los flancos de estilo Corintio. Las columnas son de granito, con la peculiaridad poco común de que los capiteles habían sido labrados en el mismo material. Todavía perdura el esqueleto de un magnífico arco de triunfo pero todos sus adornos arquitectónicos han desaparecido. El teatro ha sido utilizado recientemente como plaza de toros. Los acueductos son mezcla de ladrillo y granito pero, con alguna insignificante excepción, todos los edificios del lugar son de esta última roca que se consigue fácilmente en los alre dedores mientras que el mármol debe ser traído desde muy lejos. La ciudad está decayendo rápidamente debido al dete rioro de la industria del merino, de la cual es un importante centro, y a la insalubridad del ambiente en verano pues todo el territorio es propenso a la malaria. Este año cayeron lluvias intensas al final de la primavera, de una duración desacostum brada, seguidas de un frío verano con lo que la enfermedad y mortalidad fueron extraordinarias. Después de una depresión extrema la industria de la lana había mejorado y los mercados se habían recobrado de su torpor. Todavía se escuchan fuertes quejas de la ruina causada a estas tierras fértiles por la Mesta; pero parece que los tribunales empiezan a ceder y que las deci siones en casos de litigio se inclinan más del lado de sus opo nentes que en tiempos pasados. Desde Mérida cogí la diligencia, atravesando un paisa je si interés pero de una gran riqueza natural, hasta Trujillo. Dormimos en Jaraicejo que se halla en los desfiladeros que
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conducen a las tierras altas, a la izquierda del Tajo. Hay unas terrazas desde donde se observa una vista magnífica de gran extensión sobre colinas y valles, hacia Sierra Morena. Al día siguiente cruzamos el puerto de Miravete, un atrevido paso y desfiladero por encima del Tajo, desde donde se aprecia una espléndida panorámica desde el valle del río hasta la magnífi ca cadena de la Sierra de Gata y Sierra de Gredos, extendién dose hasta Almaraz, tan celebrado en la guerra de la Independencia, y que no ha sido nunca reconstruido. Al ir el Tajo muy crecido se detuvieron los carruajes y se obligó a los pasajeros a cruzar en una especie de tosca balsa con grave riesgo de ser arrastrados río abajo. Dormimos en una posada unas cuantas millas más adelante y al día siguiente llegamos a Talavera, a donde deberíamos haber llegado el día anterior si no hubiera sido porque el recorrido normal de la diligencia había sido interrumpido por la falta de un buen transbordador en Almaraz.
Preparativos para el viaje a Extremadura y ruta Almaraz-Trujillo Mientras estábamos ocupados en hacer estas pesquisas no habíamos descuidado el objetivo final de nuestro viaje. Había estado en constante comunicación con las autoridades con respecto a la ayuda que podríamos necesitar y a la infor mación que esperábamos obtener. Después de haber hecho todo tipo de averiguaciones y de haber registrado la biblioteca y otras fuentes, nos encontrábamos más o menos en la misma situación en cuanto al conocimiento real de la extensión y localización de la fosforita que cuando salimos de Inglaterra. Entre versiones escritas y orales teníamos todo tipo de posibi lidades para formamos una opinión del probable estado de for mación: los cambios que registraban las vetas, los lechos, la formación primaria y secundaria, los pequeños depósitos o montañas enteras y pueblos construidos de este mineral. La máxima autoridad de Madrid y la que me dio toda la informa
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ción en su poder manifestó que creía que había un filón o v en el granito. Llegamos muy pronto a la conclusión, entre estas afirmaciones discordantes y como nadie había nunca visitado el lugar, de que a falta de una información fidedigna debíamos permanecer con nuestras mentes en el feliz estado de ese nuevo ministro que declaraba que su mente era como una hoja de papel en blanco, lista para cualquier tipo de impre sión. Estaba convencido, lo que se demostró ser cierto, de que toda la superestructura de estos informes, muchos de los cua les eran totalmente fabulosos, se había forjado con los escasos materiales dejados por Bowles quien viajó hace casi un siglo y dejó los datos que le permitieron recoger tanto los productos químicos utilizados como el saber de la época. En este feliz estado de ignorancia, agradable hasta el punto que permitía que todo dependiese de nuestra propia investigación, nos pre paramos para partir. Era asimismo satisfactorio ya que mos traba, independientemente del valor de la roca, que el Dr. Daubeny había tenido razón al proponer un examen personal de la misma. La mejor información que conseguí fue por medio de la condesa de Mina quien, tan pronto como mencioné el objeto de mi viaje, me recomendó que hablase con el señor Luján que era de Extremadura y sabía mucho de su geología y de otros muchos asuntos; creía además que poseía algunos fósiles. En consecuencia, logré una entrevista con él y en una hora, que fue el tiempo máximo que me atreví a robar a una persona que estaba tan ocupada, obtuve información más valiosa de su provincia natal que de todas las demás fuentes juntas que había consultado en Madrid. Los fósiles que pose ía carecían sin embargo de interés y como todos los demás no había estado en Logrosán por lo que era bastante desconoce dor de la situación de la fosforita. Con lo que me dijo me fue posible hacer los planes finales con las autoridades. A pesar de mi deseo de una segu ridad y ayuda totales, había decidido solicitar muy poco y darle al gobierno los menores problemas posibles ya que
tenían bastante que hacer y se hallaban bajo una estrecha y maligna vigilancia en todo lo que concernía a los ingleses. Estaba bastante satisfecho con los informes que decían que la provincia se hallaba en general en su estado normal de tranquilidad y que el cuadrante que me preocupaba más al sureste de Logrosán, hacia La Mancha, se encontraba también tranquilo. Esta última región, incluso después de la guerra, había continuado siendo el escenario de operaciones del mayor grupo de bandidos que habían aparecido en Europa desde la edad media bajo el nombre de Ejército del Centro de Don Carlos. Y aunque sabía que su pequeña organización militar había desaparecido hacía tiempo y que el grupo se había dispersado tenía el temor de que todavía merodeasen por allí algunos destacamentos. Y como eran asesinos así como ladrones y estaban acostumbrados a todo tipo de rapiña y vio lencia parecía adecuado tomar todas las precauciones necesa rias para nuestra seguridad en caso de que nos los encontráse mos. Teníamos cartas para las diversas autoridades de todas las provincias ya que no era seguro adonde nos llevaría nues tra investigación y que el Dr. Daubeny deseaba particular mente seguir la formación en cualquier dirección que nos con dujese lo más cerca posible del Tajo, para que hubiese una mayor facilidad a la hora de la exportación. También solicité que se escribiese a todos los alcaldes de los pueblos de los alrededores para pedir su ayuda en caso de que la necesitáse mos. Una razón para ello era que en mis viajes anteriores supe de un robo que aconteció en las cercanías de un lugar y cuan do las víctimas se dirigieron al alcalde para que hiciese algo para arrestar a los ladrones se encontraron con que estaba echando la siesta y no se le podía molestar. La consecuencia fue que cuando se despertó y hubo reunido a los realistas, algunos de los cuales eran seguramente los autores del robo y que habían elegido ese momento a propósito, cualquier perse cución estaba fuera de lugar. Un día en una fiesta surgió la discusión sobre la con veniencia de ir armados o no en ese tipo de expediciones.
Había variedad de opiniones. Algunos sostenían que la pose sión de armas podría acarrear mayores males al inducir a los ladrones a emboscarse y a disparar sin avisar y sin que antes que comenzaran las operaciones se concediese la socorrida alternativa de “¡a tierra! ¡boca abajo!”. Hay una gran verdad en este razonamiento en lo que concierne a bandidos normales como los mencionados con anterioridad, los de Valencia, lo que queda de los salvajes de Cabrera y tal vez algunos de los grupos catalanes, que son igual de malos. En el caso de encontramos con bandas de este tipo por supuesto que ninguna persona prudente arriesgaría perder su vida sin otro motivo que el de salvar un pequeño equipaje o unos cuantos dólares. Pero en lo que se refiere a un viaje ordi nario, dos o tres mosquetes en el grupo asegurarán el paso libre y sin molestias en cualquier lugar y reducirán con mucho las posibilidades de ser robados en la mayor parte de España donde los rateros en pequeños grupos son fácilmente reduci dos. Esta es mi opinión, extraída de mi corta experiencia y conociendo el país, y los hechos probarían su exactitud. En consecuencia, las armas formaron parte de nuestro equipo. Yo había traído un revolver conmigo y el Dr. Daubeny compró uno que se lo dio a un criado que contratamos para que se lo guardase, el cual había servido cinco años en el ejército de la reina durante la guerra y había sido licenciado debido a las secuelas de las graves heridas recibidas en la batalla de Chiva en Valencia, unas de las actuaciones de Cabrera. Dividimos nuestro equipaje, dejando la mayor parte en Madrid y la otra se envió a Sevilla. Además de las recomendaciones oficiales teníamos algunas cartas privadas para los lugares que esperábamos visi tar, y nos prometieron otras pero no se nos enviaron lo cual sucede a veces en Madrid. No se nos olvidó el importante tema de las finanzas. El plan que seguí durante mis viajes anteriores fue el de enviar una carta a la casa principal en Madrid donde se centraban mis operaciones. De allí me dieron cartas de recomendación y órdenes, en caso de que lo necesi tase, para todos los lugares con los que se correspondían; y si
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se necesitaba algo más lo suministraba al instante el corres ponsal local más cercano. Siempre seguí este modelo y se lo recomendaría a cualquier extranjero que tuviese la intención de quedarse en España ya que estas cartas son a menudo de gran utilidad en regiones remotas. Y siempre me encontré a la gente muy amable y servicial incluso cuando no necesité ayuda financiera. Mis viejos y apreciados amigos los Balmaseda se habían retirado de los negocios durante la guerra civil pero su actividad la continuaba un sucesor, el señor Santiago Goya y Co., cuyas atenciones fueron igualmente ilimitadas y eficaces. El Dr. Daubeny fue menos afortunado y en parte por mi culpa. Pensé que en los lugares poco frecuentados del país dos vías podrían ser mejor que una y que en caso de que un correspon sal fallase o no fuese tan diligente o activo como el otro, podría ser reemplazado por la otra parte. Con esta idea sugerí a la empresa O ’Shea a la que les fue especialmente presenta do por su banquero de Londres. Como siguió exactamente la misma rutina que yo debería haber sido atendido igualmente bien. Pero en Córdoba, el negociante a quien se le recomendó se negó a darle dinero contra las órdenes de pago a pesar de que ya se había cobrado en Madrid, y sin una carta de presen tación que le había conseguido cuando habíamos partido de Almadén se habría visto retrasado y en grave aprieto. En Sevilla se nos remitió a la empresa Agreda, viejos amigos míos y el establecimiento más importante allí. El responsable me dijo que como me conocía y se lo había presentado le daría el dinero pero que de otro modo no se lo habría dado. No sé cómo sucedió pero pasó como he dicho. Y sirva esto para pre venir a aquellos que puedan adoptar el mismo modelo, que es el mejor, para que se aseguren de que sus cartas están én con diciones y sus indicaciones se siguen correctamente. Fue por supuesto muy desagradable para el Dr. Daubeny e incluso mucho más para mí mismo que fui la causa inocente al reco mendarle a aquella gente. Hay dos maneras de utilizar este plan: una es sacando una gran cantidad de dinero en Madrid y luego simplemente
retirando órdenes de pago por la cantidad. Esta fue la que se adoptó en este caso y es probablemente la mejor para un viaje corto, ahorrando problemas y dinero. Pero si se trata de un viaje de larga duración, como los que he hecho en el pasado, es mejor llevar una carta de la empresa de Madrid para sus corresponsales, permitiéndoles cobrar los cheques de la mane ra habitual. Creo que los banqueros del país prefieren este modo de trabajar aunque siempre se ven obligados a enviar las cuentas a Madrid para que la oficina principal las negocie allí. Dejamos Madrid muy temprano en la diligencia de Badajoz, habiendo sacado billete hasta Trujillo donde íbamos a llegar la noche del tercer día. La distancia es sólo de 41 leguas y debería ser posible recorrerla en mucho menos tiem po pero la carretera es mala y la administración la peor de España. Nunca habían sido muy buenos pero ambos han retro cedido bastante desde que viajé en la línea en 1831. El carruaje no se llena casi nunca y, según me infor maron, los escasos beneficios se los come un enjambre de empleados. Teníamos sólo dos caballos de tiro o relevos de muías para cada día de trabajo. Y el modo de trabajar era empezar alrededor de las dos de la mañana y continuar hasta donde el primer tiro pudiera llegar; luego parábamos para desayunar y después el siguiente tiro se enganchaba al carrua je siguiendo hasta el momento de parar por la noche por lo que casi nunca podíamos dar un paseo. Todo se hallaba en una escala proporcionada: el carruaje espantoso, de pequeñas dimensiones, dividido en dos compartimentos y sin cupé. Estaba muy lleno y nos encontrábamos muy apretados. El grupo sin embargo era gente agradable y simpática. Mi veci no de enfrente, un propietario de Badajoz y uno de los hom bres mejor informados que me encontré en España, era de la vieja escuela y conocía a Lord Hill y a otros oficiales de aque lla época. Nada puede ser más sombrío que el paisaje en esta carretera durante leguas y leguas. Los pueblos están mal cons truidos y muy distantes los unos de los otros; sin embargo, la tierra es fértil y hay signos de mejora en la agricultura. Las
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mujeres estaban arrancando las malas hierbas del cereal, una práctica útil que he visto en unas cuantas partes de España. Hay algunos sitios que con un poco de cuidado por parte de los propietarios podrían adquirir un aspecto diferente. Los campos en algunos lugares están cercados, una práctica com pletamente nueva que está comenzando en muchas partes de España y de cuyas considerables ventajas se están dando cuenta. A la derecha según avanzábamos aparecían las magní ficas vistas de las montañas del sistema central que formaban el fondo de un bonito escenario de bosques de encinas, alcor noques y otros árboles. En esta zona el terreno difícilmente podía ser sobrepasado en belleza natural y fertilidad. Pero a excepción de un cortijo, granja o lugar de caza aquí o allí esta espléndida región, cuyo clima es si no el mejor de España casi el mejor y el terreno adecuado para cualquier tipo de produc to, es ahora un desierto deshabitado. El cultivo consiste en trigo, centeno, cebada y garban zos, la legumbre del país; hay abundancia de vino y aceite y no se necesita nada más sino un buen gobierno que ayude a la mano generosa con la que la providencia ha esparcido sus regalos por esta bella región. Cenamos en Talavera en día de mercado, que a pesar de ser la capital natural de la mejor parte de este espléndido valle, se halla incluso en peores condiciones en las que se encuen tran los pueblos miserables de esta región, pobre, en decaden cia y deplorable y que todavía no ha participado en ese movi miento visible en la mayor parte de los otros lugares bajo el nuevo orden de cosas. El pillaje y la devastación de la guerra civil no se pueden poner como excusa ya que el valle del Tajo sufrió comparativamente poco. Pasamos por una magnífica finca de los monjes del Escorial que se hallaba en ese momento en venta. Es princi palmente monte o bosque y está valorada en tres millones de reales pero seguramente producirá el doble de esa suma o entre 50 y 60.000 libras. La carretera era muy mala a lo largo de todo el camino
pero empeoró mucho más a medida que nos acercábamos al paso del Tajo ya que frecuentemente la cruzaban anchas zan jas de desagüe. El modo normal de atravesar estos sitios es que el mayoral, cuando se acerca a ellos, acelera el paso de las muías y hace que el carruaje salte por encima. La primera vez que esta operación se llevó a cabo, cuando la parte delantera entró en el desagüe, nos vimos proyectados hacia arriba como cohetes y nuestras cabezas golpearon el techo con gran vio lencia. Después, por supuesto, aprendimos la lección y nos agarramos bien cuando el paso ligero nos indicaba lo que iba a suceder. Todo el equipaje y otros objetos depositados en el techo eran desplazados y rodaban sobre nuestras cabezas como el trueno en un teatro de provincias. Al tercer día desayunamos en Almaraz, en una posada muy mala como todas las que hay en esta carretera y luego seguimos hasta el transbordador del Tajo donde nos vimos retrasados algún tiempo. Se embarcó a la diligencia sin difi cultad pero en el sitio exacto de desembarco, en el lado opues to, una gran galera estaba varada en un banco de arena forma do por el río durante una reciente crecida y hasta que desapa reciese presentaba un obstáculo infranqueable para el desem barco de nuestro vehículo. El mayoral a cargo de la galera había intentado conducir su rígida máquina por la parte más empinada de la orilla y, después de enterrar las ruedas delan teras más allá de toda posibilidad de extracción, había desun cido su tiro y descargando una parte de la carga se había mar chado tranquilamente a “descansar” en las cabañas de la parte de atrás. Los numerosos pasajeros que estaban sentados en sus equipajes a la sombra, que el rigor del sol hacía agradable, me dijeron que llevaban allí ya tres horas. Nuestro mayoral habiendo desembarcado su tiro se puso tranquilamente a trabajar para arreglar el eje principal que estaba gravemente dañado por las sacudidas de la mañana anterior. Unos cuantos barqueros hercúleos, cuya negligencia al no poder limpiar el lugar de desembarco había causado tanto retraso estaban echando, de manera deliberada, peque ñas cantidades de arena con sus grandes manos en
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minúsculos cestos y vaciándolos pausadamente en el río a una cierta distancia del lugar. Mientras hacían esto tuvimos mucho tiempo para contemplar el paisaje alrededor. El noble río, de un color verde oscuro, fluía entre grandes rocas cubiertas de jaras y otras plantas hermosas iluminado por un sol brillante en un cielo sin nubes. Los trabajos de los españoles contrasta ban con el esplendor de la naturaleza. La galera estaba varada y nuestro mayoral ocupado con su loco vehículo que se encon traba en condiciones escasamente mejores que aquella. Hileras de carros tirados por bueyes, muías y asnos estaban llegando a ambos lados del río y esperaban pacientemente el desenlace. Había un grupo de casas, a las cuales no se había colocado ni un solo tejado, con la pretensión de ser un pueblo fundado hacía muchos años por el Príncipe de la Paz, Godoyville como se decía en los “States”. Una escolta ham brienta y desaliñada esperaba para conducimos a través de las montañas. Al noble puente, todavía por reparar aunque había sido destruido hacía 30 años y era una de las arterias del reino, lo sustituía ahora un minúsculo puente flotante para llevar a los merinos al otro lado. Un rebaño muy grande de estos ani males correteaba por las rocas de camino a sus pastos de vera no en Castilla la Vieja, con su mayoral, zagales y perros, seguidos sin duda alguna a una distancia prudencial por los lobos listos para devorar a los rezagados. Estos objetos de la naturaleza y el arte estaban agrupados tan bien y eran tan com pleta y exclusivamente españoles que resultaba imposible no sentirse sorprendido por ellos. Esto se lo comenté a mis com pañeros de viaje quienes, como todos los españoles educados, eran profundamente sensibles al absurdo y al ridículo de su propio país si se les presenta de manera adecuada. Se sumaron con entusiasmo a la idea y estuvimos de acuerdo en que" cual quiera que fuesen los cambios que habían tenido lugar en otros sitios no habían penetrado en Extremadura. Era la España antigua, impasible e inalterable. Finalmente el banco de arena empezó a ceder bajo el trabajo liliputiense de los enormes Carontes y las autoridades respectivas después de tener una reunión se pusieron de acuer-
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do para enganchar los dos tiros juntos y de este modo limpiar el paso del estorbo que lo bloqueaba. Esta operación duró casi una hora y sinceramente esperábamos que acabaría al romper se los ameses y causando más retraso. Sin embargo afortuna damente tan solo dos de las dieciséis muías que había en la hilera podían trabajar juntas así que la presión en el aparejo equivalía a muy poco y después de proferir una sarta de improperios la engorrosa máquina se movió hacia las rocas, que era el lugar que habían elegido para dirigirla, y desde allí se la condujo a la carretera. El banco que había causado todo este retraso debía haber estado en aquel lugar al menos desde hacía tres o cuatro semanas y todos opinábamos que se había dejado allí a propó sito para favorecer la venta de bacalao, coñac y delicadezas similares que se guardaban en las miserables cabañas adjun tas. La arena era exactamente igual que la del mar, de granos grandes, casi pura y perfectamente limpia y sin duda la había arrastrado el Alberche, un afluente importante que habíamos cruzado cerca de Talavera. Este río y el Tiétar, que desembo ca en el Tajo un poco por debajo de Almaraz, recogen el agua de esta parte de la gran cadena central formada principalmen te de granito y que con seguridad suministra el cuarzo del que se compone en general la arena. Después de muchos planes y consideraciones el gobierno había decidido reconstruir este famoso puente siguiendo la estructura original que era robusta y majestuosa aunque los arcos no pertenecían a la forma moderna mejora da. El tiempo de los contratistas era por supuesto limitado y casi había expirado sin que se hubiese hecho nada para arre glarlo excepto la recogida de algunas piedras; lo que .quedaba por ver era los pasos que se darían para obligarles a cumplir. En general la fórmula que se usaba en tales casos es la de dejar las reparaciones a individuos o compañías de accionistas a quienes se les pagaba con el peaje recaudado en el puente, siendo dicho peaje la misma cantidad que se pagaba anterior mente al transbordador. No me enteré de la razón por la que no se cumplía el
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contrato, lo cual sucede con mucha frecuencia, pero probable mente fue que las partes se habían dado cuenta de que habían hecho un mal negocio y de que el coste necesario para com pletar las reparaciones se había calculado por debajo de la suma establecida. La comunicación con Plasencia, Coria y otros lugares del país más al sur parte desde Almaraz así que algunos de los pasajeros nos dejaron allí. Eran jóvenes de buena familia y sus parientes vinieron con caballos y criados para llevárselos. Nos describieron la carretera como muy mala y casi intransitable excepto para los caballos y, además, hay que cruzar una alta cadena de montañas antes de llegar a Plasencia que no es segura en general como casi todos aquellos alrededores, pues los pastores que cuidan de los merinos y de otros rebaños en sus emplazamientos de verano en el sistema central dan cobi jo a los ladrones. Hay también comunicación directa con Guadalupe y Logrosán para los cuales este es un buen acceso desde Madrid. Sin embargo, la carretera es muy mala y poco frecuentada. Además teníamos varias razones para elegir Trujillo como punto de partida de nuestra ruta. Almaraz es un pueblo miserable que en su misma posi ción de importante cruce de varios caminos y en una región tan magnífica cualquier otro reino hubiese construido una noble ciudad que ocuparía ese lugar. La carretera al otro lado del Tajo es excelente y muy pronto ascendimos el puerto de Miravete, uno de los pasos de montaña más agrestes de España, con fama de lugar de salte adores, con vastos bosques y despoblados por todas partes lo cual encaja de modo admirable para su finalidad. Nuestra escolta compuesta de soldados regulares se las arreglaba para ir al mismo paso que nosotros y aunque después de atravesar el puerto el ritmo se aceleró muchísimo lograron en realidad llegar a Jaraicejo, el lugar del relevo, al mismo tiempo que la diligencia. La mayor parte del camino hasta el paso es a través de jarales o tierra cubierta dejaras, un término árabe la jara y que
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está muy bien aplicado a la tierra favorita de la tribu en la que acabamos de entrar. Había cuatro tipos en flor: la jara común, una clase grande de color blanco sin manchas, una de color blanco más pequeña que creía que era la Libanotis y la de color violeta de nuestros jardines. Había hermosa aulaga en flor en las partes más soleadas; la retama o escobera de varias clases y otros arbustos más pequeños completaban esta intere sante colección. Después que hubimos pasado el puerto y empezamos a descender se sucedían extensos bosques, princi palmente de encinas, y el panorama en dirección a Guadalupe era extremadamente hermoso. Me alegré una vez más de ver en los bosques donde los árboles se acercaban a la carretera a la urraca azul con su movimiento vivaz y su bellísimo plu maje pues desde que entré en España había visto muy poco de la ornitología que mereciese la pena. No me había encontrado con esta especie en el valle del Tajo aunque era común en los alrededores de Madrid y la vi por primera vez en los alrede dores del Escorial. Pasé por esta zona del país en 1831 pero con un tiempo muy malo y en una estación sombría e incle mente por lo que estaba muy contento de hacer una segunda visita en unas condiciones más favorables. Cambiamos el tiro en Jaraicejo que anteriormente era el lugar para dormir pero había sido sustituido por una localidad mejor, Trujillo, y esta era la única mejora que se había hecho en la carretera. El paisaje comenzó a mejorar después de que abando namos este horrible lugar, cuyo único objeto decente es un pobre convento de monjas ahora en ruinas situado en una magnífica posición y que cuenta con excelentes vistas. Trozos de terreno sembrado de cereal aparecían entremezclados con el bosque y la maleza y, a medida que nos acercábamos a Trujillo, el campo presentaba el aspecto desnudo y despejado que los cultivos producen generalmente en esta parte del país donde el gozo del campesino reside en ver sus terrenos sin árboles ni cercados. La geología del distrito que habíamos atravesado varia ba muchísimo, con grandes depósitos de desechos y de mate ria reciente que ocupaba la primera parte de la región después
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de Madrid. A esto le sucedía el granito y en Almaraz masas de pizarra recubiertas por formaciones recientes conforman la garganta del Tajo. En las montañas de Miravete hay roca de cuarzo con bloques de serpentina desgajados en pequeños tro zos que parece que han caído desde una elevada formación a la derecha, con pizarras dispuestas para un rápido examen. Mas cerca de Trujillo pizarra y rocas ígneas surgían de debajo de una materia más reciente que cubre una gran parte de la superficie. Encontramos una amplia y excelente posada regentada por una respetable señora. Es una posada realmente española, limpia y cómoda, una de las mejores del reino. El único defec to estaba en las ventanas acristaladas ya que había muy pocas y la mayoría se cerraban con contraventana de madera. Habíamos llegado sin tener ningún accidente que era más de lo que razonablemente se podía esperar dado el estado del vehículo. Me dijeron que cada viaje a Madrid suponía una reparación completa de los carruajes los cuales la necesitaban de sobra pero que habíamos tenido suerte al poder utilizar el servicio de la compañía pues no se esperaba que durase mucho. La diligencia viaja una vez a la semana y la mensajería o galera rápida con los mismos tiros también una vez, a un precio más barato pero tardando el mismo tiempo. Cuando empezó a funcionar esta diligencia había líneas de Badajoz a Sevilla y Lisboa pero Don Miguel y la guerra civil habían ter minado con estas dos y la línea principal se esperaba que las siguiese. Me dijeron que durante todo el tiempo la ruta con Lisboa permaneció abierta pero que tan sólo los mensajeros, los hombres en viaje de negocios así como a los extranjeros se les veía en ella y que casi nadie de las clases altas había ido a ver la capital de España.
Trujillo Trujillo ocupa una majestuosa y elevada posición en un extenso promontorio formado por un montículo de granito como si hubiese sobresalido entre las pizarras que forman la base de la región. Cuenta con una fértil y extensa llanura y está rodeada por cadenas y altos picos de colinas y montañas en todas direcciones. La ciudad moderna ocupa la ladera este del montículo; el oeste y el norte son zonas escarpadas y de fácil defensa. En la cima de la cresta en el norte se sitúa una fortale za romana y la parte central y el oeste están ocupados casi por completo por los restos de edificios públicos y privados. Algunos pocos están todavía habitados pero la mayor parte se hallan en ruinas debido a las sucesivas desgracias del lugar pero principalmente a las operaciones de los ejércitos invaso res en la guerra de la Independencia. La parte alta de la ciudad, que se llama la villa, parece haber sido la residencia principal de las clases alta de la socie dad en el pasado pero algunos han muerto y otros han emigra do a posiciones más bajas y más cómodas en la base de la coli na. El examen de las ruinas es extremadamente interesante: la parte principal de la arquitectura es del periodo normando y algunos fragmentos incluso se parecen al bizantino o al estilo que imperaba en Europa antes de la implantación del arco oji val. No pude apreciar nada claramente árabe pero el fuerte en la parte oeste, que había sido volado por los franceses, tenía algo de su impronta. La iglesia de Sta. María está en esta parte de la ciudad; tiene una torre de estructura lombarda, de la cual sospecho que era originalmente toda la iglesia, pero ha sido reconstruida en un estilo más moderno, ligero y mejor de arquitectura ojival; una puerta de entrada se parece bastante al estilo inglés tem prano con columnas descendentes el arco plano y hay una ven tana circular en la parte oeste. En la parte alta y norte hay dos ventanas ojivales y una puerta que está ahora reforzada. Me dijeron que esta iglesia había sido dañada por terremotos y que
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también había sufrido por la voladura de un polvorín para que no cayese en manos de los franceses sin que la gente se diese cuenta que el agua hubiese cumplido igualmente bien el mismo cometido. Tuve ciertas dificultades para encontrar al sacristán pero al fin lo distinguí en la parte alta de uno de aquellos antiguos edificios tocando el piano y envió a su hijo, un chico muy inteligente, con las llaves. La villa está rodeada en el oeste por una muralla de considerable solidez que corre a lo largo del montículo domi nando el lado escarpado de la colina y una vasta extensión de terreno más allá de ella. Caminando por fuera encontré el esqueleto de la hermosa iglesia conventual de Sto. Domingo, al parecer de 1400, y fue imposible no sentir verla en aquella condición aunque su situación, al estar bastante alejada de la población habría hecho que su conservación fuese difícil en aquellos tiempos. No había sido destruida pero se había caído por causa del tiempo y por la falta de reparación. El arco de Santiago, donde hay un relieve aceptable del santo a caballo, es la entrada principal a la villa desde la ciudad y muy cerca se encuentra una torre de aspecto normando que está unida a una pequeña iglesia, recientemente reparada, con una puerta puramente normanda sin demasiados adornos y ventanas cir culares. En la parte opuesta de la puerta hay una torre de altu ra considerable que se estrecha hacia la cima donde hay una parte de estilo más bien árabe. Pertenece a la casa del duque de Noblezas y su entrada y parte más baja es de diseño nor mando pero la parte frontal y la más alta son más bien de esti lo Tudor. Cerca de ésta se encuentra un curioso edificio con una alta torre y arcos similares a la forma Tudor si bien de una mayor antigüedad que la de esta época. Junto a este hay un pulcro pórtico bastante moderno, del mejor estilo y forma clá sicos, introducido por Rodríguez en el siglo pasado. La alberca es una cisterna o charca profunda y a cielo abierto llena de agua de una apariencia no demasiado atrayen te que se limpia muy de vez en cuando. Se dice que es de ori gen árabe pero es más probable que sea de origen romano. No
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lejos de aquí, y no sin cierta dificultad y después de mucho preguntar, divisé una piscina o pantano de tamaño regular y muy bueno que se halla ahora en desuso pero muy poco estro peado y que se podía reparar fácilmente. Hay varios conven tos pequeños en la misma zona pero su venta es difícil y han sido cerrados. El Ayuntamiento, para cumplir con la ley, ha votado para que la villa esté fuera de la ciudad y para que una parte de estos lugares en ruina sea utilizado como Campo santo o cementerio público. Las carreteras y calles son extremada mente estrechas, en algunos lugares labradas en la misma roca granítica, y en un sitio habían tenido que ensancharlas para permitir el paso a los funerales. Además de los curiosos restos que he mencionado se tropieza uno a cada paso con antiguas puertas, parecidas a trabajos ciclópeos o romanos, y algunas de las torres están adornadas con azulejos al estilo árabe. Es difícil imaginar el interés que sentí al vagabundear por la ciu dad en ruinas, que me recordaba las de la Italia antigua y medieval donde todos los periodos y estilos se ven frecuente mente representados. En la parte norte de la cresta, donde ésta termina abrup tamente sobre la llanura en una situación que se corresponde con la que se ha mencionado como la que había sido ocupada por el castillo en ruinas, se alza la fortaleza romana, que está casi completa aunque ha sido reparada en ciertos lugares y añadido algunas defensas, y en la época de la guerra civil se había acondicionado para la defensa. Es más pequeña que la de Mérida aunque muy similar en la forma con pequeñas torres cuadradas en los flancos. Tiene dos torres avanzadas bastante destacadas, parecidas a una mencionada en mi ante rior trabajo y que se hallaba en aquel lugar, formando una especie de defensas exteriores conectadas con el cuerpo del fuerte mediante puentes. Aunque se corresponden en cierto modo con el fuerte principal, las consideré como más proba blemente incorporaciones recientes para el propósito de la guerra moderna. Son sin duda alguna muy antiguas pero no hay datos para concluir el tiempo de su construcción. La parte
romana se compone de grandes bloques irregulares de granito rellenos de pizarra negra y cemento. Las incorporaciones más modernas han extendido considerablemente el tamaño y como tiene una explanada enfrente de la entrada, que es muy alta, sólida y compacta, requiere una fuerza pequeña para su defen sa. Es una construcción útil para tenerla en medio de estas vas tas llanuras, desde donde se controlan varias importantes comunicaciones y carreteras siendo, de hecho, una especie de llave para la región. Se encontraba desguarnecida y nos abrió una especie de centinela medio adormilado que estaba en la puerta exterior y que no hizo preguntas. La parte interior esta ba llena de almacenes y se hallaba cerrada con llave. Aquí no se encuentran bajo el temor de una rebelión y la gente está comprometida con el nuevo sistema ya que de otro modo no sería muy difícil sorprenderlos. En la parte de la ciudad, pero en la zona más alta colin dando con la villa, se encuentra la plaza de forma irregular con soportales y de dimensiones considerables. El escaso comer cio del lugar parece que se lleva a cabo allí y en las proximi dades se hallan los principales edificios públicos y residencias de las clases altas. San Martín, la Iglesia principal, está en una esquina y es de estilo ojival temprano con una sola nave. Hay una ventana redonda en el oeste y las dos de los lados son cir culares en la parte más alta. El techo es de piedra y está bella mente construido. Los arcos que lo soportan son fuertes y a una distancia de unos treinta pies yendo uno solo de lado a lado; las aristas de bóveda se cruzan y otras las atraviesan a intervalos. Es casi llano y está protegido por otro techo por encima que no se ve desde abajo. No pude determinar la fecha de este edificio pero me pareció que era de 1300. Hay algunas curiosas tumbas allí una de las cuales está esculpida en grani to con relieves relacionados con las guerras de los moros; sin duda alguna de algún guerrero que luchó contra ellos pero no pude encontrar ninguna referencia a su nombre. Hay muchas inscripciones lapidarias en el suelo y entre ellas la del con quistador del Perú. El ayuntamiento se halla en un edificio en la esquina opuesta de la plaza con los servicios necesarios y de
un estilo bastante bueno. Cerca de aquí se halla la residencia de los descendientes (pero no en línea directa que está extin guida) del famoso conquistador. Es un edificio espacioso, apa rentemente el más grande ahora en el lugar, pero como la familia estaba ausente no pudimos ver el interior que creo que no contiene nada extraordinario. Hay un pequeño patio donde están pintadas las famosas armas que representan la subyuga ción de los peruanos. Esta casa o palacio carece de pretensio nes arquitectónicas pero a juzgar por el exterior debe ser una residencia mucho más cómoda que cualquier otra del lugar. El inmenso e inacabado palacio que pertenece ahora al duque del San Carlos está en otra esquina de la plaza, cerca de San Martín. Se ha terminado parcialmente o más bien comen zado y es notable por su mal diseño. Un patio enorme y muy alto, con columnas, apropiado solamente para la admisión de muías, forma la parte baja. Y la gran escalinata, sobre la que he oído que se habla mucho, destaca especialmente por el imponente espacio sacrificado inútilmente. Hay un patio inte rior alrededor del cual se sitúan las habitaciones principales que son pequeñas, sencillas y en el verano deben ser insopor tablemente calurosas y casi inhabitables. Los espacios que en este caluroso clima deberían haber sido dedicados a salones habían sido malgastados del susodicho modo por lo que toda la comodidad de la casa se había sacrificado en aras de un inú til ornato. Otra casa más pequeña, en la calle que subía hacia la Villa, pertenece al de Santa Marta, tiene el mismo defecto de planificación en una escala menor. Me sentí muy desilusio nado con la arquitectura de estos palacios que fueron cons truidos con posterioridad a la gran época del arte español cuando éste había declinado considerablemente. Tienen una disposición que he visto en otros lugares en España y que merece la pena mencionar pues podría convenirle a cualquier clima. Por encima de las habitaciones superiores hay un desván abierto y que ocupa toda la planta, con poca altura, que se integra en el diseño y forma parte del alzado con columnas y pilastras regulares; y así lejos de estropear el efecto lo mejo ra a un coste adicional insignificante dándole a la fachada una
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mayor altura. Se utiliza como almacén, para secar la ropa y para otros numerosos usos. El objeto primario aquí es el de evitar el calor pero serviría de igual modo en países más fríos. Al estar techado y con el suelo completamente revestido de madera y terminado con estuco conforma una barrera perfec ta contra el calor o contra el frío pudiendo transformarse fácil mente en una barrera contra el fuego cortando por completo la comunicación entre el tejado y la parte más baja del edificio. Hay muy poco que merezca la pena en la zona de la ciudad por debajo de la plaza aunque esa zona forma la mayor parte del área ahora habitada. Había dos grandes conventos, San Francisco y la Merced, que tienen patios de buena cons trucción, especialmente el primero. Cerca de la posada se hallan las ruinas de una casa noble perteneciente a la familia de Santa Martina que tenía un jardín precioso en la parte delantera. Este edificio, con la mejor arquitectura que ningún otro, fue destruido por los franceses para aprovisionarse de materiales para construir un fortín, y ahora la familia vive en una casa pequeña de la ciudad. Por todas partes se encuentran bellos y sólidos restos así como vestigios de edificios. Muchos son del periodo nor mando y se les ha dado usos diferentes de aquellos para los que originalmente se destinaron. Llevábamos cartas para algunas personas del lugar y recibimos de ellos toda clase de atenciones que pudieron dis pensamos. Una, que se ofreció voluntariamente para servimos de guía, persistió hasta el final pero me di cuenta de que hizo falta toda la fuerza de la cortesía española para inducirle a quedarse mientras yo paseaba por la Villa, y no podía com prender la causa de mi atracción por un lugar que ningún truj i llano pisaría si no fuese estrictamente necesario. El señor Luján, al contrario de la costumbre tan frecuente en las capi tales entre los hombres tan ocupados con asuntos oficiales, se había excedido más que quedarse corto en sus promesas y nos encontramos con que todo el mundo en la región estaba ente rado de nuestro viaje y del objeto del mismo. Tuvimos nume rosos visitantes y recibimos a varios personajes del lugar.
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Sugerí que viésemos al alcalde pero estaba enfermo y no pudo ver a nadie durante nuestra estancia allí. Me quedé sorprendi do al saber que la población de esta ciudad se reducía, en la actualidad, a 4000 habitantes cuando debería ser una capital con al menos diez veces este número. En mi trato con ellos los encontré serios y refinados en sus costumbres y su dialecto extremadamente puro.
Viaje a Logrosán - Fosforita - Guadalupe Cuando tuvimos que prepararnos para nuestro viaje a Logrosán la primera dificultad fue la de conseguir animales que nos llevasen. No había caballos y ni siquiera se sabía de muías con sillas de montar. La única solución que nos queda ba era la de utilizar las que se empleaban en las labores del campo de las cuales las mejores, y de hecho las únicas que pudimos encontrar, eran muy malas. Pagamos un duro por cabeza y día lo cual se consideró, con razón, bastante caro pero no quedaba otra alternativa y tuvimos que sometemos a sus peticiones. Por supuesto que en el precio se incluía la manutención de los animales y el salario del hombre que cui daba de ellos. Temiendo que podríamos tener iguales o mayo res dificultades en Logrosán llegué al acuerdo de que se nos permitiera conservarlas en caso de necesitarlas. Me sorpren dió, en verdad, encontrarme con tal estado de cosas en esta noble provincia que antiguamente tenía fama por criar las mejores muías de España además de tener pastos, grandes extensiones de terreno y forraje para alimentar sobradamente a toda clase de animales. La respuesta que se daba invariable mente, y no había duda de su veracidad, era que la escasez y mala calidad de los animales se debía tanto a la penuria y a los impuestos de los labradores como a las exacciones de las ban das en la guerra civil. Éstas convirtieron en práctica el llevar se todos y cada uno de aquellos animales a los que podían echar mano, bien con la intención de venderlos y convertirlos en dinero, o bien para montar a sus seguidores y convertirlos
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en caballería, una fácil transición con todos los soldados españoles de la mayoría de las provincias. En la última parte de la guerra la mayoría de las expediciones de rapiña que salieron desde los cuarteles de Don Carlos tenían como finali dad principal este tipo de pillaje así como la de secuestrar a los hombres jóvenes y forzarlos a servir en su ejército, no pudiendo conseguir reclutas de ningún otro modo excepto en las pro vincias vascas. La distancia desde Trujillo a Logrosán es de siete leguas. Pronto dejamos el granito de Trujillo y llegamos a las pizarras de la gran formación de Extremadura con una pequeña masa de granito interpuesta. Cruzamos un cortijo o casa de campo medio derruido con el sonoro nombre de La Conquista que fue propiedad de Pizarra. Cerca de allí se halla ba un pueblo horrible y al no encontrar en él ni en otro que atravesamos ninguna posada continuamos hasta una ermita de la que había oído hablar que estaba un poco alejada de la carretera y donde nos paramos para cenar y dar de comer a las muías. Allí vimos una antigua y espaciosa capilla frecuentada durante ciertos días por los campesinos de los alrededores, bien conservada y con un extenso porche abierto o proyección como el de las provincias del norte, la cual nos proporcionó un excelente lugar para nuestros fines. El ermitaño o persona al cargo, que vestía ropas de campesino ya que no se le permitía llevar ropas de capuchino, vivía en una casita cercana y era una persona cortés y servicial. Estaba provisto de una pequeña cantidad de elementos necesarios para atender las necesidades de los viajeros que ocasionalmente visitaban sus dependen cias. Hay un famoso pozo en el lugar, al que sin duda alguna se debe la aparición de la capilla, y cuya parte arquitectónica estaba destruida pero la fuente permanecía allí y el agua era insuperable. Mientras tanto un rebaño de cabras que llegó al mismo tiempo que nosotros nos suministró deliciosa leche. A partir de aquí teníamos la posibilidad de elegir el camino: o el más largo a través de la llanura y practicable para los carros o el más corto a través de las colinas. Nos decidimos por este último como el más prometedor y muy pronto dejando atrás
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las tierras de cereal, nos adentramos en un terreno de jaras y árboles, en su mayoría encinas, que se extendía sin apenas interrupción hasta que alcanzamos el desfiladero en el que se encontraba Logrosán. Cruzando el arroyo que corre por deba jo del pueblo, y que en esta época se hallaba muy crecido, subimos por las accidentadas y abruptas laderas con huertos y terrenos cultivados y entramos en el pueblo por el lado oeste. Habiendo escrito cartas con antelación y dado todos los pasos necesarios vimos que no sólo se había hecho todo lo preciso para recibimos sino que un pequeño grupo había sali do por el otro camino, al estilo español, para damos la bien venida. Fuimos conducidos inmediatamente a una casa que yo había solicitado que preparasen ya que sabía que no habría ninguna posada en condiciones de alojamos. Nos encontramos allí con varias personas, entre ellas el señor Luna de Cáceres, el propietario de la parte principal de la mina que constituía el objeto de nuestro viaje. Se nos condujo a una pequeña pero cómoda habitación, con alcobas o cuartos para las camas y con una ventana de cristal que creo que era la única del pueblo. Después de acom pañamos a nuestros aposentos y de haber intercambiado los cumplidos normales, en vez de continuar mirándonos e ins peccionando todos nuestros movimientos, les oí decir entre ellos con el tacto tan característico de esta gente: “haríamos mejor en marchamos ahora y dejarlos que descansen”. Como el tiempo era bueno (llovió cuando salimos de Trujillo y durante algún tiempo más) y todavía quedaba luz del día, no nos aprovechamos de la amable y considerada sugerencia sino que propusimos dar un paseo hasta la mina. Por supuesto, se aceptó la sugerencia y partimos para un examen preliminar en una procesión bastante numerosa pues mucha gente del pue blo siguió nuestros pasos. Una vez atravesado el pueblo en toda su longitud cogi mos al final un camino que después de cruzar viñedos duran te más o menos media milla nos condujo al lugar. Aquí todas las dudas e incertidumbres se disiparon de inmediato. En vez de montañas, colinas y todas las demás variedades hallamos
una veta simple atravesada por el camino, y por extraño que parezca, de aspecto completamente diferente del de todas las referencias orales y escritas que habíamos consultado ninguna de las cuales se acercaba siquiera a la verdadera posición o a cualquier aspecto relacionado con ella. La parte que está atravesada por el camino tiene siete pies de ancho y habiendo formado una protuberancia debe haber sido muy molesta para aquellos que la cruzaban, pero desde hace mucho tiempo se había allanado con lo que era menos incómoda. Los fragmentos resultantes de la nivelación se habían utilizado para reparar las paredes de los huertos y olivares cercanos y de este mismo material se había levantado la superestructura con la que el pueblo estaba construido. Desde este punto, que se halla cerca del centro, corre diago nalmente a través de la línea del camino en dirección casi sursuroeste norte-nordeste. La parte superior o la que corre sursuroeste está cerca de la superficie y se extiende a través de algunos olivares en dirección al campo abierto dejando un extenso montículo de granito bastante a la derecha y se pierde finalmente entre campos de cereal. Se le sigue la pista fácil mente en esta dirección por el claro pajizo que es su color pre dominante y por la escasez de las cosechas que crecen sobre ella. Esto es fácilmente comprensible aunque deja de ser una curiosa observación sobre una substancia de la que se espera ba que fertilizase la tierra. La roca en su estado natural es muy dura y casi indestructible por los elementos atmosféricos. No pude observar ni la más pequeña aparición de desintegración, exfoliación o descomposición de cualquier clase en los nume rosos fragmentos que desde hacía tiempo habían sido voltea dos por el arado y aparecían dispersos en todas direcciones, ni siquiera en aquellos que recubrían los edificios algunos de los cuales han estado expuestos durante mucho tiempo a las incle mencias del tiempo. El cereal, que ahora se hallaba muy cre cido, hacía imposible seguir la línea más allá de donde desa parece a alrededor de una milla desde el punto de intersección del camino, pero si alguna vez fuese provechoso excavar más en la línea que ahora se muestra creo posible que se debería
continuar más lejos en esta dirección. En la parte más baja o en la parte izquierda del camino la veta continua en una direc ción descendente hacia el valle por el que fluye el arroyo por debajo del pueblo. En este lado se encuentra bastante más por debajo de la superficie pero se la puede seguir fácilmente por los puntos de referencia donde aparece y por los fragmentos que se hallan en la superficie. El lugar donde desaparece es una tierra pantanosa cubierta de fétida vegetación a la altura de la veta. Enfrente del final de la veta se alza una llamativa cadena de colinas, parte del flanco externo de la Sierra de Guadalupe, cubierta con monte bajo o maleza, restos del bos que que antaño las cubría y algunos de cuyos árboles perma necen todavía en la cima. La situación del terreno hace impracticable por este lado seguir la formación más allá aun que no hay razón para suponer que termina allí donde la per dimos de vista. El pueblo de Logrosán se levanta y está construido en su mayoría sobre una masa de esquisto muy duro y compacto, en su mayor parte negro y con grandes vetas de cuarzo. Los lechos de estas pizarras son casi verticales y corren de sursuroeste a norte-nordeste formando de hecho parte del gran sistema de Extremadura. La veta o lecho de fosforita me pareció que se hallaba en concordancia con estas pizarras y de su observación donde mejor se ve, que es en la intersección cerca del camino, parecía como si hubiesen surgido al unísono. No pude llegar a ninguna otra conclusión. Me pareció bastante independiente del granito y de las formaciones formando por entero parte de la pizarra. La veta es de una profundidad desconocida, su cali dad mejora a medida que se desciende, de acuerdo con los relatos de la gente confirmados por nuestras propias observa ciones. En general tiene seis pies de espesor pero bastante más en la parte más baja; y también parecía que se ensanchaba considerablemente en la parte más alta. No es sin embargo pura en toda su anchura ya que atraviesa sílex y algunos tro zos eran suficientemente duros como para servir como peder nales antes de la introducción de los cierres de percusión. En
algunas partes tiene un aspecto parecido a la calcedonia y recibí un corte en la mano de un fragmento mientras trabajaba con el martillo, tan limpio como si hubiese sido hecho con un cuchillo. Por gran gentileza del Señor Luna se nos permitió excavar o hacer lo que quisiéramos y llevamos cualquier can tidad de mineral que el Doctor Daubeny deseara con vistas a su futuro análisis. Por consiguiente decidimos cargar cuatro muías, calculando cada carga en unas ocho arrobas o 200 libras cuya cantidad se metió en dos fuertes bolsas hechas de basto lino que se fabrica en todos estos pueblos. Debido a tan gran peso las cargas una vez preparadas tenían el aspecto del plomo o de otro mineral pesado. La distancia a Sevilla es de alrededor de cinco días de viaje y el contrato se acordó para transportarlas a tanto por carga incluyendo el regreso por supuesto. Los términos del contrato eran desmesuradamente exagerados y completamente fuera de lugar para cualquier cosa excepto para un experimento, pero no nos quedaba otro remedio: en el caso de que se necesitase cualquier cantidad en el futuro debería ser enviada en carros por la carretera de Mérida. El primer lugar que se nos asignó para excavar se halla ba en un campo de cereal cerca del lado más alto de la forma ción. Después de haber gastado un tiempo considerable con escaso resultado ya que el lecho se hallaba a cierta distancia de la superficie y una dura pizarra ferruginosa se interponía en el camino, decidí hacer parar a los trabajadores y ordenarles que comenzasen más abajo cerca del camino donde había mayor facilidad para trabajar y el mineral parecía ser tan puro como en ningún otro sitio. Cuando se le dijo esto al Señor Luna oí que decía, “ ¡Muy bien! ¡Así sea! Tenía razones para desear que se intentase en el otro lugar”. Parecía totalmente satisfecho y nunca supe cuáles fueron sus motivos, probable mente fue tan sólo que aprovechó la oportunidad de probar un nuevo emplazamiento. Después de que la cantidad requerida hubiese sido extraída, lo cual se hizo rápidamente, seleccionamos las mues
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tras más puras para empaquetarlas y aunque este parecía el mejor lugar para extraer el mineral al menos la mitad era inservible al ser tan silíceo. Las partes mejores tenían una estructura laminada y reniforme violeta y blanca como algu nas sedimentaciones de carbonato de calcio. Es extremada mente fosforescente cuando se pulveriza y se echa sobre car bones o carbón vegetal, y no hay duda de que el descubri miento accidental de esta circunstancia y su aspecto tan dife rente de otras rocas cercanas, condujo originalmente al descu brimiento de su existencia en esta remota y poco frecuentada región. El pueblo está constmido en una especie de llanura descendente entre el cauce del río y un alto promontorio en el suroeste recordándome a las colinas de Malvem. Este monte es de granito, un montículo en una escala más pequeña, como el de Trujillo, y como aquel ha surgido probablemente a través de las pizarras aunque no encontramos información que sol ventase esta cuestión. Caminé por la cima y a lo largo de la mayor parte de la cresta que está cubierta de matorrales y otro tipo de vegetación. El panorama que se ve desde la cima es bastante extenso y distinguí la garganta del Guadiana y un lugar llamado Espíritu Santo que se halla casi a la entrada del territorio de Almadén. La sierra de Guadalupe, al menos la masa principal, estaba oculta por la cresta opuesta a nosotros que forma un flanco de esta según se ha mencionado previa mente. Lejos hacia el este se encuentra una curiosa meseta que corre desde la Sierra hacia el Guadiana y cuya cima, según me dijeron, se encontraba completamente desnuda y privada de vegetación. Éramos muy afortunados al tener el alojamiento que nos había proporcionado la amabilidad del Señor Luna. La familia de La Peña, a quien pertenecía, se hallaba entre las mejores del lugar. El cabeza de familia era un joven de muy buenos modales, extremadamente inteligente y bien informa do de todo aquello de lo que pudiera estar al corriente por cualquier medio, aunque parecía que no había salido casi nunca de este lugar remoto y poco frecuentado nada podía
sobrepasar la amabilidad con la que atendía a todos nuestros deseos. La familia se componía de su madre, su hermana y algu nos parientes que ayudaban en la administración de la casa. Logrosán, es un lugar sucio y mal construido, con calles estrechas e incómodas ya que las masas de pizarra sobre las que descansa sobresalen y hacen que el paso a través de las calles estrechas y mal cuidadas sea excesivamente molesto, y cuando se inundan por causa del agua que viene de las zonas altas se vuelven casi intransitables. Tiene una población de alrededor de 4000 habitantes y es un caso perfecto de ese clase de pueblos llamados labradores, granjeros y trabajadores agrí colas. Hay unas cuantas casas con blasones por encima de las puertas, a las que están adscritos pequeños mayorazgos o pro piedades independientes, pero se distinguen muy poco de las de sus vecinos y parece que exista casi la clase de igualdad entre ellos que tan a menudo se halla en tales lugares de España. No hay tiendas y apenas comercio siendo la única ocupación de las gentes el cultivo de la tierra. Hay tres gran des fincas propiedad del pueblo en la que todos los habitantes tienen una parte; dos de ellas se cultivan y la otra está de monte o bosque para suministrar combustible y pastos. Es costumbre dividir o repartir la tierra arable una vez al año y se echa a suerte cada parcela asignando una a cada hombre que no tiene una yunta de bueyes y dos a aquellos que la tienen. Estas tierras, de hecho, forman la base de su exis tencia y ofrecen un buen ejemplo de uno de los más curiosos y menos conocidos aspectos de la economía española. Es muy evidente que con este sistema las tierras deben estar muy mal cultivadas. Como cada año se cambian por necesidad nadie tiene más interés que el de aprovecharse todo lo que pueda durante su ocupación y hacer lo menos posible en cuanto a mejoras. Sugerí si no sería un plan mejor permitir que cada hombre retuviese su parcela en vez de ese cambio anual por el cual el buen agricultor debe pagar por la mala administración o el egoísmo de su predecesor. Inmediatamente admitieron que este sería un sistema mejor pero que no podía adoptarse sin una ley legislativa y posteriormente habría grandes difí-
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cultades prácticas para llevarla a efecto. Los abusos en la administración de estas tierras comunales son de lo más anti guo de lo más empedernido, de lo más extendido y de lo más incorregible de toda la economía de España. Una inmensa parte de tierra, de cuya extensión no conozco que exista infor me alguno, se ocupa por este sistema. Esta es una causa tanto de la pobreza como de la independencia y dignidad tan cho cante en el porte de campesino español, que es un pequeño propietario por su participación en las tierras comunales y por ello se halla casi por encima de la miseria. Al encontrarse en situación de igualdad con sus vecinos en la distribución y en otras disposiciones que los alcaldes y otras autoridades del lugar acuerdan en las asambleas, y al tener el derecho de ins peccionar y controlar u oponerse a cualquier plan contrario al uso consuetudinario o que no cuenta con su aprobación, el campesino disfruta de muchas ventajas de la libertad recono cidas por la costumbre y completamente ajenas a cualquier derecho político o constitucional. Este sistema emana de la más remota antigüedad y hay muy pocas dudas de que pro venga de las costumbres visigóticas de donde derivan muchas de las libertades tradicionales de España. En la mayor parte de España los pueblos no sólo pros perarían sino que serían extremadamente ricos si su tierras estuviesen bajo una administración adecuada, y nada en toda su economía requeriría mayor cuidado o un examen más aten to por la parte del gobierno que este gran asunto, ni será nin guno más difícil de tratar, aunque lo esté pidiendo a gritos. Una parte de la tierra en la mayoría de los pueblos grandes se alquila y lo recaudado se emplea en hospitales y otros gastos públicos bajo el nombre de “propios” . Otras se alquilan en una especie de renta perpetua, como nuestra propiedad de arren damiento, pero sin multas de las que nunca oí ni un solo ejem plo. Esto lleva a grandes abusos al no haber restricciones en general en cuanto al cultivo y hay una gran cantidad de chan chullos como se puede suponer. En la actualidad hay bastan tes inspecciones contra cualquier conducta incorrecta como se explicará con más detalle en adelante.
En la constitución de Logrosán, si puede usarse la expresión, no hay “propios” o el poder de distribuir parte de las tierras para cualquier propósito, y todo se divide entre la gente. No hay tránsito, ni comercio de ninguna clase aunque toda la tierra en la vecindad es razonablemente fértil y todo debería abundar. Los productos principales en la actualidad son el aceite y el cereal. Se elabora muy poco vino pero de excelente calidad y dicen que la naranja prosperaría en las zonas protegidas lo cual no me ofrece la menor duda por lo que vi en Guadalupe. Hay una iglesia majestuosa sin terminar al borde de la colina y por encima del arroyo, en la entrada oeste del pueblo, que se parece a una catedral comparada con los edificios de alrededor. Es de estilo ojival y muy parecida a la iglesia de Guadalupe siendo probablemente de la misma fecha. Hay un hermoso ábside o media naranja en el lado este y enormes contrafuertes soportan las paredes pero sólo se ha terminado alrededor de la mitad y la tradición del lugar cuen ta que el arquitecto murió prematuramente de algo que no podían explicar. En la sacristía encontré un retablo ojival y en un altar dos estatuas policromadas aceptables. Hay tres o cua tro curas adscritos a ella y creo que dos o tres capillas de desa hogo. Visitamos al alcalde antes de partir pero nos enteramos de que estaba en la cama echando la siesta y el médico, un hombre anciano, estaba enfermo y fuera de combate. Las casas están completamente construidas de ásperas masas de durísima pizarra negra pero algunas de las mejores tenían entradas de granito gris de las colinas de más arriba, a la manera tan común en Trujillo y Valladolid, una especie de romano, mostrando una curiosa desproporción en belleza y solidez con los cuerpos principales de las construcciones a las que pertenecían. Encontramos muy poco de interés botánico en los alre dedores ya que la mayoría de la tierra en un radio de distancia moderado se hallaba cultivada. El Dr. Daubeny envió a dos hombres sucesivamente en direcciones diferentes uno de los cuales era una especie de horticultor empleado ocasionalmen te para recoger plantas para el boticario, pero los dos volvie
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ron con una escasa colección. Un día subí y pasé por encima de la parte más grande de la loma de granito que se encontra ba completamente sin cultivar pero no me encontré con nada de interés. La urraca azul {pica cyaneá) abunda en los olivares y como era la estación aproveché la oportunidad para investigar el modo de nidificación. Con la ayuda de los golfillos del lugar pronto encontré muchos nidos en condiciones, pero la puesta en general todavía no había comenzado y tuvimos algu nas dificultades para obtener huevos. Había esperado una miniatura o al menos alguna construcción análoga al trabajo de nuestra urraca común, su congénere, pero son tan distintos que nunca se supondrá que están relacionados el uno con el otro. El del rabilargo es plano, poco profundo y bastante gran de, colgado generalmente en la bifurcación de las ramas prin cipales de un árbol, igual a la posición que a veces elige el tordo y una altura un poquito por encima de la de un hombre. Está cómodamente revestido y por fuera se halla cubierto de liquen y musgo, al estilo del pinzón, pero mucho peor termi nado que el de ese pájaro. Desde su posición y por la manera en que esta nivelado, no dejando visible ningún lado, no es fácil de detectar a pesar de la sencillez del lugar. Hay cinco o seis huevos, pequeños y con la cáscara muy delgada, de una especie de color oliva sucio pálido con pequeñas e irregulares manchas marrones. Encontré poco más en ornitología que mereciese la pena, y entre un número de pájaros que maté había sólo algu nos de nuestras más comunes currucas. En el camino desde Trujillo, en el bosque de la colina, maté un pequeño hortelano que no conocía y que creo era una de las raras especies del sur de Europa, pero desgraciadamente la piel, junto con otras, se perdió antes de que tuviese tiempo de examinarla con detalle. Cuando hubimos terminado la mayoría de nuestros negocios en Logrosán, nos pertrechamos de muías en este lugar e hicimos una excursión a Guadalupe. Al principio nos dijeron que tendríamos gran dificultad en conseguirlas y me aconsejaron que conservase las que había traído con nosotros.
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Pero después de examinarlas dijeron que creían que, aunque estaban en malas condiciones, podrían superar a las de Trujillo así que envié estas de vuelta. Partimos con tres muías, el cria do y nosotros a caballo y un guía a pie. A poca distancia nos seguía otro hombre gordo, alegre y de apariencia bastante sen sual. Tan pronto como vi que se había reunido con el grupo le pregunté quién era y me respondió que el propietario de una de las muías e iba, si no teníamos objeción, a acompañamos a Guadalupe. No podía poner ningún tipo de objeción a esto aunque preveía que algún inconveniente podría resultar de ello y pronto se vio que su objetivo era el de visitar a algunos parientes que tenía en el lugar y llenar su amplio estómago a nuestra costa. La distancia entre Logrosán y Guadalupe es de siete leguas de las cuales tres están en la llanura y cuatro en la sie rra o montaña. Después de pasar los campos de cereal en el este del pueblo entramos en un jaral que, a excepción de unas cuantas parcelas de cereal aquí y allí, se extendía hasta casi el grande y disperso pueblo de Cañamero. Es casi imposible imaginarse nada más bonito que la situación de este lugar, a la entrada de un desfiladero abierto por el que corre un hermoso afluente del Ruecas, con un abundante caudal de agua de la montaña cercana. Una llamativa cresta, que es un contrafuer te de la gran Sierra, corre hacia el este. Todas las posibles combinaciones de paisaje clásico se muestran claramente en la enorme llanura de la Extremadura Alta que se parece a la cam piña de Roma, si bien a una escala mayor, con masas de coli nas y montañas aisladas como el Monte Alban y el Sabine y otras cadenas más amplias, como es todo por aquí. Los prime ros planos son accidentados por naturaleza como los de Frascati y Tivoli, pero el pueblo es miserable y aparece empo brecido entre esta abundancia de la naturaleza como es a menudo el caso en esta desventurada región. Inmediatamente por encima del pueblo entramos en los desfiladeros de la Sierra de Guadalupe y a una corta distancia llegamos al más pintoresco y hermoso paisaje donde un camino salvaje y alpi no bordea el rugiente arroyo Ruecas. Las rocas estaban cubier
tas dejaras, brezos y retamas de muchas clases cuyo efecto era realzado por el color cuarzoso y otras rocas en las que el tiem po había producido las tonalidades más variadas y hermosas. Una legua más arriba el valle se ensanchaba y se volvía menos pintoresco y cruzando el arroyo principal subimos por una rama lateral hasta una elevada y abierta meseta donde algunos campos de cereal hacían variar la escena. Desde esta meseta, que debe hallarse a unos 3000 pies del nivel del mar, se puede contemplar la más extensa y magnífica vista del este de Extremadura y observamos el paisaje que había visto por encima de mí desde las comparativas bajas alturas que se hallan por encima de Logrosán. Después de cruzar este nivel empezamos a bajar a través de una parte de bosque con unos cuantos árboles todavía en pie y pronto avistamos el pueblo y el convento de Guadalupe. Pasamos a poca distancia a la derecha de un hermoso cortijo o granja que pertenecía al convento y que se halla en un lugar precioso cerca de la cima del paso; está construido exactamente a la manera de los de Campagna y la vista gene ral del lugar me recordaron de algún modo la de Cartel Fell en Jedburgh, pero la vegetación es bastante distinta de la de nues tra región hiperbórea y el camino en condiciones muy dife rentes de las de nuestras comunicaciones. Al pie del paso atra vesamos el Guadalupe, que fluye a través de un estrecho des filadero por debajo del pueblo, y torciendo a la derecha por un camino escarpado y en mal estado alcanzamos las calles estre chas y las casas mal construidas del famoso santuario. Cuando hablé con nuestro guía voluntario enseguida insinuó que las posadas en Guadalupe eran muy malas y que podíamos con seguir mejor alojamiento en casas privadas. Di completo cré dito a esta parte de su afirmación y me rendí a su deseo de alo jam os con los familiares que él iba a visitar, que era parte de su plan, y nos condujeron a una habitación muy cómoda y agradable con alcobas que daban a la plaza. Habíamos nom brado a Francisco criado mayordomo, encargándole que supervisase el aspecto culinario con lo que nosotros viajamos
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muy bien y con pocos problemas o pérdida de tiempo; pero por las facturas que nos presentaban sospechaba que habíamos facilitado una juerga a toda la casa y probablemente a algunos de los vecinos, y a la vuelta nunca tuve ocasión de hablar con ninguno de la comitiva sin encontrarles discutiendo sobre sal chichas u otros alimentos o bien con la bota levantada. La fachada de la iglesia y la de los edificios adyacentes del convento de estilo majestuoso se alzan sobre la plaza que se halla inmediatamente debajo de ellos. Se había comenzado a construir una balaustrada en los viejos tiempos que, si se hubiese terminado, habría producido incluso un efecto más magnífico. La vista se ve inmediatamente atraída por la mez cla de torres antiguas con la fachada ojival de la iglesia que le da una forma extremadamente pintoresca. La razón de esto es que el convento surgió a partir de una fortaleza de la edad media y a las torres, que se parecen a las más pequeñas de la Alhambra, se las permitió seguir en pié integrándose en la masa general del edificio. Esto le da a la magnífica construc ción un efecto peculiar y único que no disminuye siquiera por un grupo de edificaciones en la izquierda de los cuales la biblioteca es el principal, con torres redondas y otras formas de arquitectura pintorescas. El conjunto posee cierta variedad a causa de los trabajos llevados a cabo para convertirlo en una fortaleza por las bandas de ladrones de Palillos quienes duran te algún tiempo lo dominaron durante la guerra civil; y la ins cripción “Plaza de Isabel IIa y de la Constitución” completa la mezcolanza de cronologías de la época. El acceso al cuerpo del convento es por la izquierda, entre la masa de edificios mencionados más arriba, y el de la iglesia es diferente por el frente. La entrada principal es a través de un vestíbulo majes tuoso, con un arco árabe simple en la izquierda y allí se halla el sagrario o capilla para administrar los sacramentos a la gente del pueblo, mientras que en una capilla colindante se celebró el primer consejo general en España, 1415, del cual se conserva una especie de representación. El estilo de la iglesia es ojival, de 1400, y es pesado y compacto, como la mayoría
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de la arquitectura ojival española, careciendo de la ligereza y elegancia que nosotros generalmente esperamos en los edifi cios de esa época. La cúpula es octogonal y los capiteles son dorados. Hay una inmensa reja o empalizada de hierro sepa rando la parte de la iglesia que utilizan los monjes de la que utiliza el público, como por otro lado es habitual en estos esta blecimientos; tiene cuarenta pies de alto y fue realizada por alguien de la orden. Esto y el coro o galería, donde los monjes asisten al servicio, dan a la iglesia un efecto pesado y algo lúgubre. En la sillería o asientos de la orden se aprecian bue nas esculturas de los primeros tiempos, de estilo similar al de Perugino. El retablo del altar principal es una masa imponen te de diseño clásico pero totalmente inapropiado con el resto del edificio; está desfigurado por un añadido o interpolación bastante moderna del peor de los gustos que creo sinceramen te que fue incorporada para celebrar la gloriosa restauración de 1823. Inmediatamente colindantes con la iglesia se encuen tran una enorme serie de capillas, sacristías, ante-sacristías y otros edificios que se hallan normalmente en estos estableci mientos. La gran sacristía es una de las mejores de España y es imposible no lamentar la inevitable ruina que se avecina después del gasto que se ha hecho en ella. Hay algunos de los mejores trabajos de Zurbarán que están todavía sin tocar y sin daño, pero se ven muy mal por la disposición de las ventanas y porque la habitación da al norte. Aquí están completamente perdidos y después de mi regreso a Madrid sugerí que se tras ladasen al museo a lo cual contestaron que tal vez se haría; si es así llenarán un gran vacío en aquellas colecciones ya que ninguna de ellas posee un buen ejemplar de ese gran maestro. La tumbas de los reyes, como así les llaman, aunque Dionisio y Doña Juana tenían simplemente sangre real de Portugal y nunca ascendieron al trono, están todavía allí y en perfecto estado, así como la tumba de Doña María de Guadalupe Lancaster y Cardeñas, duquesa de Aveyro, una de las grandes benefactoras de esta fundación. Encima de éstas están el camarín de la Virgen y otros
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lugares usados antaño para guardar las reliquias y las alhajas o adornos enormemente ricos, vestidos, etc., que antes se prendían de la hornacina y que habían sido regalos de varios soberanos o individuos adinerados. La Virgen, me dijeron, tenía no menos de cuarenta vestidos, rivalizando todos ellos en esplendor y magnificencia. Había una custodia con grandes cantidades de otros artículos de plata y ochenta lámparas de plata estaban siempre encendidas. Por supuesto todas estas cosas hace tiempo que han desaparecido y algunos generales franceses y otros que participaron en los despojos de la guerra deben haber obtenido una colección apreciable de artículos valiosos. La habitación o camarín de la Virgen es del peor y menos apropiado de los estilos; fue pintada por Luca Giordano pero la decoración es tan mala que ningún trabajo aceptable puede tener efecto decente y se pierde entre tal masa de desa tinos. Todo el establecimiento es comparativamente moder no, datando de 1330, cuando la imagen o estatua de la Virgen, que originalmente fue traída del este por San Leandro, arzo bispo de Sevilla, y se perdió durante 60 años, fue descubierta de acuerdo con la leyenda en las rocas de esta sierra. Fue una época afortunada para hacer tal descubrimiento y la hornacina adquirió muy pronto una gran celebridad no igualada en gene ral por ninguna otra en la península y es dudoso que incluso la del Pilar de Zaragoza disfrutase de un grado de reputación similar. Inmediatamente detrás del esplendor conjunto de apén dices que se acaban de mencionar se alzan los edificios del convento que son igualmente suntuosos y extensos. Hay dos grandes patios, uno de estilo ojival, el otro decididamente de diseño árabe y en el centro del patio principal se levanta una especie de templo de arquitectura ojival. Estos patios fueron diseñados anteriormente con jardines y todavía existen muchos naranjos que florecen incluso en su estado de abando no, aunque algunos años se hielan en esta elevada región. Cuando todo estaba en orden este lugar debe haber sido un
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perfecto paraíso para los monjes ya que en el invierno apenas se siente el frío y en el verano padecen igualmente poco por el calor, así que la temperatura media durante todo el año es deli ciosa y extremadamente saludable. Las tercianas, que ocasio nalmente se imponen entre las gentes, creo que tienen su ori gen en la poca atención que prestan a su dieta y el uso desor denado de alimento vegetales. Había una espaciosa biblioteca de la cual permanecen los fantasmas y las sombras en forma de los residuos norma les de tales colecciones, todo lo que merecía la pena llevarse hace tiempo que ha desaparecido. En un rincón del gran patio vi una tumba de estilo ojival que estaba estropeada y despro tegida en demasía. No pude evitar comentar que debería ser conservada y me prometieron escribir al jefe político de la provincia al respecto. Al salir de la plaza para torcer a la izquierda después de pasar la entrada principal del convento nos encontramos con una gran cantidad de establos y otras dependencias inmediata mente adjuntas a los edificios principales. Este era el aloja miento para bueyes, muías, caballos, etc., con sus respectivos responsables, los cuales vivían en esta parte construida expre samente para ellos y bajo el cuidado de un monje que era el administrador y administraba ese departamento o más concre tamente la importante oficina de regulación del gasto de forra je en aquel gran establecimiento. El número normal de monjes era alrededor de 65 y en el momento de su disolución estaba bastante lleno. Casi todos sin embargo viven, según fui informado por una persona, un hombre sensato y caballeroso que nos acompañaba y que ahora sirve a la iglesia como cura párroco. Sólo puedo atribuir esta inusual y extraordinaria circunstancia de que estuviese lleno a dos motivos: uno, que debido a su enorme riqueza y a la comodidad inherente a ella se encontraba fácilmente miem bros para llenar las filas vacantes; y por otro lado, que a causa del favor y gran renombre del que este santuario había gozado siempre se esperaba que sobreviviese a otros menos favoreci dos y que a sus habitantes se les permitiese vivir durante otra
generación o dos. ¡Esperanza vana! No sólo se ha suprimido, sino que con la excepción más arriba mencionada, no se encuentra ni rastro de un monje. Los únicos inquilinos son un viejo militar, llamado el gobernador, y su familia, más un sir viente o dos. El viejo militar está encargado de las llaves y vive en los alojamientos del prior. En la época de su fundación, a mitad del siglo catorce toda la sierra no era más que un gran bosque. El nombre (Valle de los lobos) se lo dieron los árabes para mostrar esa particu laridad en aquellos tiempos y, de la actualidad, no hay escasez de ese nocivo animal. Después del milagroso descubrimiento de la imagen, como cosa normal en estos casos, la primera operación fue la de construir una ermita o pequeña capilla que gradualmente creció hasta convertirse en un enorme complejo y permaneció intacto hasta la invasión francesa. Fue dotado sucesivamente con varias propiedades hasta tal punto que los fondos, en tie rra de labor, bosques, pastos, rebaños de ovejas, bueyes y otros ganados y casas incluyendo la vajilla, alhajas y otras propie dades personales, se valoraron en alrededor de un millón de libras esterlinas. Creo sinceramente que era el monasterio más rico de España. Sus rebaños eran tan numerosos que incluso el Príncipe Esterhazy podría concederles el rango de Príncipes Pastores que le fue denegado a Lord Leister. Hace cincuenta años, según los escritores españoles, poseían 80.000 ovejas, 3.000 bueyes y una proporción similar de otros animales. Creo que ninguna de sus grandes posesiones se han vendido todavía y estaban deseosos de que una compañía inglesa lo comprase todo. Si fuera posible efectuar tal compra y ponerla bajo una administración adecuada con una colonia activa e industriosa, no hay duda de que podría dar que hablar. Las tierras podrían ser vendidas muy baratas puesto que habría poca competencia o ninguna y existe todo lo necesario para formar la base de un principado. Me recordaba mucho la serranía de Ronda. Una alta mole de considerable altura en el centro es el núcleo desde el cual parten arroyos en todas direcciones, una parte hacia el tajo y la otra hacia el Guadiana. En los afluentes del primero
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hay truchas pero no en los del último, si bien hay peces de muchas clases en ambos ríos. Todavía hay caza en gran abun dancia, aunque según me han contado su cantidad ha dismi nuido en los últimos años. No hay duda de que se pueden encontrar minerales pero los descubiertos hasta ahora no tie nen mucho valor. Los arroyos del Guadalupe y el Ruecas ofrecen agua abundante para la utilización de maquinaria pero se hace poco uso de ella. Visitamos un pequeño molino para forjar hierro donde estaban convirtiendo el cobre en utensilios de cocina de una calidad normal. El cobre para este fin se trae desde muy lejos, incluso desde Andalucía. Este lugar, cuyo aspecto es de lo más común, había atraído nuestra atención aunque creo que representa toda la industria manufacturera de la región. El pueblo está mal construido y las calles son estrechas y sucias; este inconveniente se acredita por la pronunciada inclinación en la que está situado. Los pisos más bajos están ocupados por los establos y otras dependencias; la gente vive en la parte de arriba. Las habitaciones delanteras sobresalen apoyándose en rudimentarias columnas ofreciendo de este modo un cobijo para las personas. En una escala y efecto general me recordaba de algún modo a Einsiedlen en Suiza donde el convento que se eleva por encima de casas diminutas era comparado por un viejo escritor con un gigante rodeado de pigmeos. ¡En Guadalupe los pigmeos están vivos pero el gigante está muerto! Casi todo el pueblo, si no todo, pertenecía al convento y la subsistencia de los habitantes dependía del dinero puesto en circulación por los monjes y de las grandes sumas gastadas por los peregrinos que acudían al santuario. El único sitio cpn vida del complejo en el momento presente es la iglesia que, como parece ser la única parroquia del pueblo, tiene asegura da su conservación. De hecho está exactamente en el mismo estado que antes y casi nada perteneciente a ella ha sido qui tado o tocado. Otro vestigio que también queda es la farmacia que está a cargo de un hombre anciano y respetable proceden te de Burgos que, después de una serie de aventuras y vicisi
tudes consecuencia de las guerras de España, se ha retirado a este aislado lugar. Poseía alguna información sobre el país pero la mayoría de sus conocimientos científicos eran anticua dos como los que se podían aprender en Salamanca en su juventud. Fuera como fuese, se quejaba de que no tenía a nadie con quien conversar sobre tales temas y nuestra com pañía pareció ser un alivio para él. La pregunta que se planteaba ahora era si el gobierno había actuado sabiamente al cerrar este gran complejo de Guadalupe. ¿No habría sido mejor dejar a la compañía la posesión de los edificios y algunas partes de la propiedad pagando una renta por ellas, como se hace en Camaldoli y otras muchas fundaciones de la misma clase que han seguido en sus países respectivos la misma operación de confiscación y supresión? La respuesta parece ser bastante sencilla y nadie que desconozca el país dudaría en darla. Pero en España se encuentran algunas dificultades prácticas sin importancia en el camino. En primer lugar, en la administración española poca renta o ninguna llegaría a manos del tesoro. Todo o casi todo el dinero lo absorbería el pillaje de los ocupantes y el de la administración o las juntas creadas y empleadas par compro bar y controlarlos. El resto sería devorado por los vampiros en Madrid y el estado no sacaría beneficio alguno de todo ello. En cuanto a los posibles resultados de la administración de los monjes la única respuesta que se puede dar es señalar el esta do de su vasto territorio que permanece casi en la misma con dición que lo dejaron. Casi todos los bosques fueron arrasados hace muchos años y el lugar en el que estaba reducidos a la situación de monte bajo adecuado únicamente para mantener ovejas y cabras; y esto no es ningún consuelo para la vista del viajero frugal ni ha sido calculado para dar confianza o inclu so esperanza para el futuro en el caso de que los monjes se vuelvan a hacer cargo. Otra consideración importante y más grave es el carácter político de la compañía. No existe ningu na duda de que si se les reinstaura emplearían todos los medios a su alcance para cambiar la situación presente del gobierno de España; esa finalidad, por lo que se ha dicho del
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lugar, está bien calculada para llevarse a cabo. Estas razones han obrado sobre los ministros que han dispuesto del comple jo y sin duda alguna guiarán también a sus sucesores. La orden era la de S. Jerónimo (Jerónimos), una rama de los Benedictinos, la más rica y respetable de las hermanda des en España, la misma del Escorial con la que en proporción tienen un mayor parecido. Afortunadamente fui capaz de dis tinguir el bosque o la vegetación arbórea de esta interesante región pero con alguna dificultad ya que las sucesivas genera ciones de bárbaros, a la cabeza de las cuales deben situarse los monjes de Guadalupe, lo han hecho casi imposible y de los restos del magnífico bosque que la revestía han dejado tan sólo escasas zonas para guiar al observador. La llanura o el territorio llano en la base de la sierra está ocupada por la encina, el alcornoque (en Logrosán y Cañamero) y el quejigo, un elemento extendido en la botánica española, no descrito y de lo más interesante, del cual se hablará en el apéndice con más detalle. Por encima de estos, a poca diferencia de altitud, está el roble albar de esta gente, el roble negral de los botánicos franceses y éste se halla corona do por el pino rodeno de los cuales hay algunos restos en el cortijo mencionado cerca de la cima del paso entre Guadalupe y Logrosán. Ocupa en esta sierra un lugar precisamente simi lar al que ocupa en la gran cadena central al otro lado del Tajo y en la de la Serranía de Ronda por encima de Marbella. La parte más baja de los pasos entre Logrosán y Guadalupe está cubierta por jaras, brezos y otras plantas her mosas propias de esta latitud y altura. El E. arbórea (brezo) era muy abundante y de ambos colores. Hay una jara amarilla oscuro de gran belleza que no recuerdo haberla visto .en ningún otro sitio. En la cima del paso encontramos la peonía silvestre y algunas orquídeas sumamente bellas, pero la esta ción estaba poco avanzada como para mostrar la vegetación de las zonas más altas. A pesar de que se quejan de su disminución hay gran cantidad de caza de todo tipo, desde el venado hasta la perdiz, y en todas las partes de la sierra. Hay jabalíes, ciervos, tanto
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los más grandes como los corzos, lobos, linces, jinetas, zorros en gran número, y también abundan liebres y conejos. Aunque era una estación del año en la que las perdices no se muestran demasiado vimos muchas en cada jaral. Pregunté por la man gosta pero nadie la había visto o había oído hablar de ella. Este las vicisitudes por las que ha pasado este célebre santuario hay que señalar que escapó por poco de convertirse en una guarida habitual de ladrones a gran escala. Viendo que el santuario de Cabrera de Canta Vieja en Valencia, donde se guardaban a los prisioneros que no eran ejecutados y los fru tos de su pillaje, servía también para su finalidad, Palillos, el general en jefe del ejército del centro que, según supe, fue ori ginalmente un presidiario o convicto, decidió hacer de Guadalupe su fortaleza y centro de operaciones. Tomó pose sión del lugar e hizo algún progreso pero tuvo que abandonar el plan como consecuencia de los controles de que fue objeto tan pronto como el gobierno fúe capaz de dedicarle un poco de atención. No hay duda de que habría sido una posición formi dable para tal fin pero hay muchas dudas sobre si él podría haber conseguido los mismos resultados que los de su herma no de Valencia. Por lo que se ha dicho, la región es accesible y no hubiera existido dificultad alguna en subir artillería y caballería en cualquier momento. Las penurias de los caballos que trabajaban en las montañas de Valencia, debido a la caren cia de forraje y a las malas condiciones de los caminos, fue una importante razón del éxito de Cabrera. Otro obstáculo fue que la gente de Extremadura, y por todas partes de la Sierra de Guadalupe, no estaban dispuestos a apoyar a tales bandidos y habría ayudado de corazón a las tropas de la reina a aplastar los en el momento que fuera; y tampoco hay ricas ciudades en la vecindad para saquear y pedir rescate como es el caso de Valencia. Es una suerte que no consiguieron ni siquiera duran te un tiempo establecerse allí ya que desde esta posición con caballería habrían controlado el valle del Tajo así como los caminos principales hacia Andalucía, y habrían sido incluso un azote más terrible para la región que lo fueron el La Mancha. Había oído los más exagerados relatos sobre las
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Esta gran masa de terreno montañoso podría compa rarse con la de la Serranía de Ronda en Andalucía, a la que se parece en su forma y altura en general, pero no en su geología ni en su flora que son considerablemente diferentes. La zona más alta se encuentra inmediatamente detrás del convento y alcanza una altura de unos siete mil pies. Es una parte de la masa montañosa al sur del Tajo, a cuya zona oriental se la llama en los mapas los montes de Toledo. Se alza imponente desde el Tajo y divide a los arroyos bastante por igual entre este río y el Guadiana. Si alguna vez esta gran región sufriese una transforma ción con una finalidad realmente útil es dudoso que Guadalupe fuese la capital a causa de su confinamiento y de la escasez de tierra laborable cerca de ella. Suponiendo sin embargo que lo fuese, hay cuatro grandes vías de comunica ción, además de las ya mencionadas, que se podrían fácilmen te acondicionar para que fuesen practicables para los carros. La de Talavera de la Reina, por agrestes despoblados y aldeas espantosas habitadas por una serie de gente sin importancia. Este es el camino más directo y corto a Madrid pero es el menos deseable y sería probablemente el más costoso de cons truir con el menor beneficio. El de Ibor, que comunica con Talavera la Vieja por encima de Almaraz y alcanzaría la gran vía de Extremadura por el puente del Arzobispo. Esta es una buena vía, pero del mismo modo que la anterior, tiene la des ventaja de pasar por las Villuercas y la parte más elevada de la
cadena montañosa. El camino de Trujillo: me aseguran que éste, y por lo que he visto de la región tengo la certeza de que así es, se construiría fácilmente y con poco dinero ya que el terreno por el valle es casi llano. Por último, la gran vía hacia el sureste o la que conduce a la Extremadura superior. No hay ninguna clase de dificultad en hacer una carretera en esta dirección pero, dado el estado actual de la región, este objeti vo es de mucha menor importancia de lo que sería si alguna vez fuese habitada y cultivada. La geología de esta cadena, por lo que vi y por la mejor información que pude obtener, es casi enteramente de pizarra y rocas asociadas de la misma clase, con pequeñas porciones de nefrita, pórfido y otras rocas infiltradas. De hecho es parte del gran sistema pizarroso de Extremadura y no hay duda de que las zonas más elevadas han sido empujadas por las rocas ígneas que se muestran en ciertos lugares pero en ninguno en grandes cantidades. La gente que he visto en toda Extremadura, y más par ticularmente la de esta zona, me llamó la atención por tener la apariencia de un antiguo y original linaje diferente de cual quier otro que haya visto en el país. Por supuesto que hay excepciones, pero en general son delgados y bien formados. El cabello, que los franceses llaman moyen, ni rubio ni negro y raramente se ve a algunos de este último color. Las mujeres lo llevan en un moño, recogido detrás de la cabeza muy pareci do a como lo llevan algunas estatuas romanas, y es a menudo tan abundante que sorprende que puedan esconderlo de este modo. Tienen una forma de andar peculiar, irguiendo las cade ras como para hacer que sus ancas o traseros, como los españoles las denominan, se levantasen más arriba de su posi ción natural; sus extremidades son ligeras y bien definidas cosa que se puede apreciar debido a su corta vestimenta y ya que raramente llevan medias. No tienen nada de la personali dad mora, ni tampoco de las provincias del norte. Son lo que podría suponerse que queda de las colonias romanas. Estas observaciones se aplican a la población campesina ya que en las ciudades hay una mezcla de muchas razas.
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malas condiciones del camino a través del paso por encima de Cañamero y en verdad esperaba alguna dificultad allí pero sucedió todo lo contrario. Es simplemente un camino de muías normal en estas montañas pero fírme y duro durante todo el trayecto: lo peor es el descenso a Guadalupe pero es también seguro y únicamente cansado por el paso lento al que te ves obligado a bajar.
Serranía de Guadalupe
Preparativos para el viaje a Almadén - Viaje Talamibias - Espíritu Santo - Ladrones - Almadén Después de nuestro regreso de Guadalupe terminamos nuestra observación sobre la fosforita y enseguida hicimos los preparativos necesarios para enviar la cantidad que el Dr. Dauveny estimó necesaria a Sevilla para su embarque. Luego nos preparamos para salir hacia Almadén, un lugar al que deseábamos mucho visitar. Nos dimos cuenta de que las muías de Logrosán no eran mucho mejor que las de Trujillo a pesar de sus alardes de lo contrario; al Dr. Dauveny le gustaba tan poco el movimiento que suplicó que le diesen un caballo, lo cual hicieron; pero aunque tenía buena aparien cia era bastante peor que su corcel de orejas largas y cuando nos hallábamos avanzando el viaje resultó ser el peor animal con diferencia de la cabalgata. Contratamos al mismo mulero que nos había acom pañado a Guadalupe y que también se comprometió a llevar el animal a Sevilla. Adoptamos la única manera posible en aque lla estación y alquilamos muías para que lo llevasen directa mente a través de la región. Si alguna vez hubiese que trans portar cualquier otra cantidad se debería llevar en carros de bueyes, concertados en Mérida o en un lugar en ese camino donde hay grandes cantidades de ellos. Existe un lugar, creo que Miajadas, donde los carros son el mejor medio de subsis tencia de los habitantes quienes conducen la lana de esta pro vincia a todas partes de España. Estas gentes sólo viajan en grupos, generalmente en gran tropel, y alquilar a uno o dos es difícil y caro a menos que sus convecinos vayan en la misma dirección. Nuestro guía nos fue recomendado como el mejor del lugar ya que conocía los caminos y podía ir por toda España. Era un hombre de aspecto agradable y como le pagábamos bastante por sus muías en vez de caminar cogió otra para él. Le había pedido que llevase un mosquete y cuando partimos, si exceptuamos la mayor parte de las monturas, teníamos un aspecto bastante imponente.
Después de dejar atrás las tierras cultivadas colindan tes con Logrosán entramos en un terreno abierto y a una legua llegamos al Ruecas que cruzamos por un puente rudimentario. Es esta estación en un hermoso y caudaloso arroyo, ya que recoge todas las aguas de este lado de la serranía. En el mapa se le llama el Guadalupe, pero ese arroyo es simplemente un afluente, como ya se ha dicho, y es muy importante para Logrosán ya que su propio riachuelo se seca en el verano. Cuando hubimos cruzado el río subimos por una pequeña cresta y nos mantuvimos a la derecha. Después de haber reco rrido un trecho el guía nos explicó que volviésemos ¡porque se había confundido de camino! De hecho era evidente que sus conocimientos geográficos no alcanzaban más allá de algo más de una legua. La excusa que nos dio fue que el viejo cami no había sido labrado y borrado desde que él había viajado en esa dirección. No fue ningún consuelo comenzar de ese modo, espe cialmente cuando sabía que la mayor parte de nuestro camino a Almadén era del mismo tipo e igualmente difícil de seguir, pero no quedaba más remedio y nos las arreglamos como pudimos. Después de dar la vuelta y retroceder durante una distancia considerable dimos con un camino, a través de jara les y campos de cereales, que resultó ser el verdadero. Poco después de una hora avistamos unos cuantos olivos y la apari ción de rabilargos y urracas azules anunciaba la proximidad de asentamientos humanos. Era el cortijo o caserío del rincón, una granja espaciosa y cómoda, con toda clase de servicios anexos, perteneciente al convento de Guadalupe, con una extensión de terreno cultivado a su alrededor y con abundante pasto. Teníamos poco tiempo que perder y era todavía dema siado temprano para paramos, de otro modo hubiera sido un excelente lugar para cenar; sin embargo los hombres nos die ron instrucciones para el camino que, dadas las condiciones de nuestro guía, nos parecieron especialmente aceptables. Los rabilargos eran los primeros que había visto este año. Llegan en abril y creo que bastante más tarde que algunos de los otros pájaros migratorios. Me sentí feliz una vez más de ver su plu
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maje casi tropical brillando al sol entre los olivos. Este es uno de los muchos ejemplos del gran deseo que siente Temminck por conseguir información fidedigna sobre las costumbres de los pájaros del sur de Europa y más especialmente de España. Dice de este pájaro que frecuenta los extensos bosques. Nunca menciona a España siendo este país, donde abundan más que en ningún otro, en el que viven como la grajilla y parece que prefieren la compañía del hombre. Nunca me los encontré en los bosques sino cerca siempre de los pueblos y aldeas o cor tijos, y desde el momento en que veía uno esperaba que apa reciese un asentamiento. Incluso en Alemania los he visto cerca de la ciudad de Munich. Vi que el quejigo y las especies llamadas por Loudon Q. Cookii, que fue encontrada cerca de Gibraltar, crecían en el cortijo y debajo de una pared el teucrio bicolor, las bonitas especies con hojas verde marino y flores azules que no es rara en la parte cálida y abrigada de esta región. Pero fue la prime ra vez que la había visto en estado silvestre. Desde una elevación por encima del caserío me des pedí de la Sierra de Guadalupe cuya masa central, con majes tuosos contornos, descolla sobre estas llanuras como la de San Cristóbal, en la Serranía de Ronda, lo hace sobre la llanura de la baja Andalucía. En el otro lado, al oeste, hay una bonita vista de la montaña de Navalvillar, una masa bellamente for mada parecida al monte Alban con una forma igualmente buena y un contorno muy similar; es de dimensiones conside rablemente más grandes y se halla mejor desarrollada en este lado que en el de la colina de Logrosán desde donde la había visto la primera vez. Poco después de que dejásemos este oasis entramos en un jaral, el mejor y el más grande que he atravesado. Tiene una extensión de casi 20 millas y es una vasta y casi ininterrumpi da masa de jaras, que tiene en general alrededor de siete u ocho pies de alto, y plantado tan espeso por la mano de la naturaleza que no hay casi sitio para que crezca ningún otro arbusto, ahora se encontraba en plena floración y es imposible imaginarse nada más bello que el efecto producido por las bri-
liantes flores. Unas cuantas de las totalmente blancas estaban entremezcladas y en algunos lugares donde había un sitio des pejado la jara púrpura y la jara rosa modificaban la escena. El teucrio mencionado más arriba, el madroño, el mirto, el len tisco blanco y otros arbustos se veían también ocasionalmen te en los lugares más húmedos y en los cursos de agua. El terreno es casi llano y está cruzado por varios riachuelos cuyo curso de aguas lentas y fangosas así como los desbordamien tos esporádicos hacen extremadamente difícil el cabalgar por algunos lugares. Una serpiente grande y hermosa (la natrix elaphis) se cruzo en mi camino pero después de identificar su especie la deje en paz para que devorase las ranas que abun daban en los alrededores y estaban croando por todas partes. Después de cruzar un curso de agua bastante profundo y embarrado, que las caballerías tuvieron ciertas dificultades en atravesar, subimos una pendiente y salimos de esta curiosa extensión entrando enseguida en un campo de cereal y bosque que indicaba la proximidad de una aldea o pueblo. Pronto lle gamos a las Casas de Don Pedro, un pueblo no muy grande pero razonablemente bueno, perteneciente al duque de Osuna. Encontramos una posada aceptable regentada por un viejo sol dado de estatura gigantesca que nos habló de la guerra de la Independencia y nos sirvió su hija de estatura similar y de ras gos y tipo tan masculinos como el propio veterano. Podíamos elegir ahora: ir a la derecha por puebla de Alcocer o directamente a Talarrubias. Hubiese preferido la pri mera ruta dado el aspecto del pueblo, que se veía claramente, pero la evolución de nuestras caballerías, especialmente la que el Dr. Daubeny montaba, aconsejaba que el ahorro de una legua de distancia fuese un objetivo por lo que nos dirigimos directamente hacia el último lugar. A una legua de las casas cruzamos el Guadiana en un transbordador. El río es aquí una corriente bella y caudalosa, más grande que el Sevem, pero las orillas están completamente desiertas en vez de mostrar los cultivos y la fertilidad que deberían ostentar en un clima como este. Después de atravesar dos leguas de terreno de cereal entramos en el pueblo de Talarrubias que está bien construido,
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es limpio y tiene una pasable extensión. Habíamos pregunta do por una posada en las casas y nuestro anfitrión nos reco mendó a algunos de sus parientes que, nos dijo, eran ricos y tenían camas con todo lo que necesitábamos para alojamos. Pronto dimos con la casa y nos apresuramos hacia allí pero nos topamos con la más grosera y desagradable bienvenida. Dijeron que sólo tenían una habitación pequeña, una especie de pajar sin ventanas, cerca de la cocina y que no tenían camas. Después de pensarlo un poco dijeron que creían que podrían conseguir una que, sin duda alguna, pensaban que ser viría para todo el grupo. Después de este ultimátum nos mar chamos enseguida y haciendo algunas pesquisas encontramos una posada bastante decente con una buena habitación en la planta baja y dos alcobas con camas. La gente era muy ama ble y respetable y el alojamiento tan bueno como cabría espe rar en el corazón de Extremadura, que es una de las peores regiones de España en cuanto a posadas. El único inconve niente era que, como estábamos obligados a tener las ventanas abiertas, los niños del lugar y otros venían en grupos sucesi vos para divertirse observando nuestros movimientos. El vino de esta zona es excelente, una especia de suave malvasía, y me contaron que en algunos sitios al oeste de aquí hacían vinos del mismo tipo, deliciosos pero desconocidos fuera de su loca lidad. Mas tarde oí que cerca hay una mina de cobre y un pequeño establecimiento en el pueblo perteneciente a ella pero en aquel momento no nos percatamos y de todos modos creo que es de poca importancia. Puebla de Alcocer está en frente de este lugar en la ladera de una colina y es bastante más gran de que Talarrubias, con conventos y otros grandes edificios. La colina está coronada por un castillo moro en una posición de lo más prominente y durante la guerra civil había sido repa rado y dispuesto para la defensa. Aquí el terreno es suave mente accidentado con sierras bajas y masas de colinas sepa radas y sería muy pintoresco si no fuese por la inexorable des trucción de la madera y la reducción de todo a un estado de uniformidad monótona y deprimente. Hay una magnífica y llamativa cadena montañosa al norte del Guadiana que había
mos rodeado cuando salimos del jaral. El desfiladero del Guadiana que veíamos claramente es bastante curioso y pare ce ofrecer buenas secciones de la cadena que atraviesa. Salimos de Talarrubias muy temprano ya que teníamos una larga jom ada por delante y las caballerías no habían mejo rado después de atravesar el jaral el día anterior; la condición en la que se encontraban no era la mejor para largas jomadas en esta estación ya que se empezaba a utilizar la hierba y se las privaba del forraje que normalmente se ha gastado antes de que la vegetación de la primavera haga su aparición. Muy pronto entramos en el hermoso y sumamente cul tivado valle del Guadalema cuyos lados se hallaban cubiertos con una estupenda cosecha de trigo y otros cereales. Subimos hasta la parte alta del valle donde se encuentra un pueblecito llamado Espíritu Santo, o más acertadamente Sancti Espíritus, contando con vistas magníficas en todas direcciones. Me ade lanté en mi caballo para hablar con algunas personas que se encontraban fuera y me enteré de que eran el alcalde y otros notables del pueblo. Después de que me indicaron el camino, etc. Me preguntaron, “¿eres francés?”. “ ¡No! Inglés, para ser vir a V.”, que es la habitual y cortés respuesta a tales pregun tas entre todas las clases sociales en España. Enseguida res pondieron, “Oh, ustedes deben ser los viajeros con respecto a quienes hemos recibido órdenes de Madrid. Se nos ha pedido que les prestemos toda la ayuda que necesiten y todo lo que poseemos está a sus ordenes. Le rogamos que entren en el pue blo y que descansen”. Como allí no había nada que ver y tenía mos apenas tiempo suficiente para llegar a Almadén rehusé la amable oferta cuya aceptación, si hacíamos las cosas debida mente, nos habría llevado su tiempo. Cuando estaba hablando con ellos salió una mujer y nos pidió peaje por las muías lo cual me sorprendió mucho ya que no había una carretera sino un simple mal camino. Después de pagarle lo que pedía pre gunté como era que existía un peaje en tal lugar. Me contesta ron que era un antiguo derecho inherente al sitio que es una encomienda de una de las grandes ordenes, la de Calatrava o la de Alcántara, perteneciente a Don Carlos; que la propiedad
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estaba ahora bajo embargo y el peaje era percibido por el gobierno junto con otras rentas. Más allá de este lugar la carretera, o más bien camino, es muy difícil de encontrar o seguir y sin las indicaciones que habíamos recibido habría sido imposible distinguirlo. El terre no es muy accidentado, con zonas de monte, jaral y campos de cereal. Langostas de una especie oscura y pequeña eran muy numerosas y habían destruido casi por completo la hierba y otras plantas herbáceas bajas, pero el cereal prácticamente no lo habían tocado. Cuando habíamos atravesado unas dos leguas de este tipo de terreno bajamos a una pequeña hoya o cuenca al final de la cual había una gran cantidad de adelfas y otros arbustos. Era la primera vez que había visto a estos habitantes del sur. Iba cabalgando en la vanguardia como vigía, ya que esta era la peor parte de la carretera que teníamos que atravesar cuando, a través de un claro en el matorral, vi a tres hombres bajando por un campo de cereal por su lado opuesto. Tuve tiempo de ver que tenían armas de fuego pero no tenían perros ni otros animales de ninguna clase y se les veía muy mal vestidos. También me di cuenta que tenía ventaja sobre ellos y que no me habían visto. Por su aspecto no dudé un solo momento en el tipo de personajes que eran por lo que enseguida se lo comuniqué a nuestro grupo para que estuviesen preparados. Estábamos bastante dispersos y el Dr Daubeny se hallaba en la retaguardia estudiando la flora tan lejos que si hubiésemos sido atacados por los flancos podría haber quedado aislado. Formamos en orden para poder recibirlos cuando saliesen del matorral como esperaba lógicamente que hiciesen. Poseíamos tres armas de fuego y por supuesto si estaban solos no tenía mos nada que temer pero debido a la naturaleza del terreno y a lo que había visto de ellos, su grupo podría haber sido más numeroso y ellos solamente la retaguardia. Después de esperar en silencio durante un momento no los vimos salir del matorral que se hallaba muy próximo y, como hubiese sido muy imprudente por nuestra parte entrar, les gritamos que saliesen. No se les podía ver todavía pero una
voz contesto, “vamos, no nos meteremos con vosotros”. Cabalgamos en su dirección y los encontramos a orillas de un agradable arroyo que discurría por el barranco preparándose para desayunar siendo parte de su futura comida un estupendo pan mucho mejor que el que pudiésemos entrar en los pueblos. El hombre que había contestado era el que estaba más cerca del vado y los otros se hallaban más arriba. Por supuesto que pasamos “en guardia” y nos intercambiamos el simple saludo de ¡V. V. con Dios! Si hubiésemos omitido cruzar este saludo, incluso con el tipo de gente con la que estábamos tratando, nos habríamos arriesgado a que nos considerasen descorteses. Nunca vi dos ejemplares peor encarados en todos mis viajes por España que los dos rateros principales. Eran muy altos, demacrados, mal vestidos y peor adornados; el otro tenía un aspecto menos desagradable. Aquí se encontraba un ejemplo práctico a mi razona miento de viajar armados, mencionado con anterioridad. Si hubiésemos carecido de los medios de defensa habríamos estado a merced de estos individuos. Había también una posi ble aplicación de la orden solicitada para dársela a las autori dades ya que si hubiese sucedido que un grupo más numeroso nos hubiese robado habríamos vuelto inmediatamente a Espíritu Santo y habríamos visitado al alcalde para que envia se a sus mirmidones en persecución. Los rateros volvían evidentemente de alguna de sus expediciones en el ejercicio de su vocación. El guía creía que pertenecían a Talarrubias pero no noté nada en lo que basase su afirmación. No había duda sin embargo de que procedían de alguno de los pueblecitos que habíamos dejado atrás. Dejamos atrás algunos hermosos barrancos con adelfas y otros arbustos entre ellos antiguos y hermosos ejemplares de la fraxinus lentiscifolia a quienes por alguna casualidad se les había permitido permanecer allí y eran extraordinariamente decorativas. Cerca de uno de los arroyos un grupo bastante numeroso estaba desayunando y viajaban en la dirección de la que nosotros proveníamos. El Dr Daubeny sugirió que les informásemos sobre la gente que habíamos visto pero después
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de pensármelo decidí que era mejor no decirles nada. Me habían aburrido una y otra vez con relatos de este tipo en oca siones pasadas y nunca me encontré con los grupos a los que se referían. Son tan tímidos los españoles en general que con toda seguridad habrían dado la vuelta y probablemente por una alarma sin fundamento habrían echado a perder el viaje. En un terreno como el que nos encontrábamos, a menos que estuvieran al acecho, las posibilidades que tenían de ver a los rateros eran muy escasas. Pero basta ya de estos asuntos por hoy; si uno escucha los cuentos que cuentan en los caminos, especialmente si sus guías y otros se dan cuenta de que es un crédulo, podría despedirse de todas las comodidades de viajar en España. Tuve que advertir a mi compañero sobre este tema ya que al no conocer el país se hallaba constantemente dis puesto a preguntar si había ladrones en la carretera por la que el iba. Dos inconvenientes podría posiblemente derivarse del ejercicio de este hábito: hacer creer que se es tímido lo cual anima a los maleantes a tomarse libertades que no se tomarían en otro caso; y si evitas esto puede que caigas en otro gran inconveniente al inducirles a pensar que tienes, utilizando sus palabras, onzas en los bolsillos, es decir, que llevas mucho dinero encima y por tanto que merece la pena reunir a un grupo para aligerártelos. No hay ninguna dificultad en llevar a cabo esto en cualquier parte del sur de España donde en todos los pueblos hay individuos que, aunque no se dediquen a estar regularmente en los caminos, se hallan muy predispuestos a incorporarse a una expedición, y hay siempre alrededor de las posadas una serie de disolutos parásitos recogiendo noticias sobre los viajeros y dispuestos a comunicárselas a aquellos que por sus costumbres saben que podrían utilizarlas con pro vecho. Por esta razón ningún viajero en estas regiones debería hacer preguntas si no es con gran sigilo y cautela sabiendo con quién está tratando y siempre, si es posible, ocultando el cami no que va a seguir y la hora de salida. Cruzamos algunos cortijos en ruinas y otros edificios que figuraban en los mapas como un pueblo pero parecían deshabitados y cenamos al lado de un arroyo en un lugar des
pejado elegido para tal finalidad. Poco después empezamos a recorrer un hermoso tramo del Zújar, río que recoge todas las aguas de esta zona y las de otra zona a una gran distancia en dirección este y las vierte en el Guadiana. En esta ocasión, repleto de agua, de un color azul claro profundo y acompaña do por la cadena montañosa hacia el sur, presentaba un majes tuoso aspecto. Debido a que las rocas retenían parcialmente las aguas parecía tan ancho como el río principal del cual es uno de los afluentes más importantes. Ahora estábamos verdaderamente dentro de los desfi laderos de Almadén y disfrutábamos de la visión de unos pai sajes preciosos.
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A cabóse de im prim ir este libro en los talleres de Im prenta “La V ictoria”, de Plasencia, el día 23 de Abril de 2012, “ D ía del Libro” , al cuidado d e Teófilo G onzález Porras.
COLECCIÓN
“VISIONES DE EXTREMADURA” “Referencias a Extremadura del Maestro Correas y del Médico Sorapán” (2001) “En tren por Extremadura con Gregorio Marañón” (2002) “Un viaje romancesco a Yuste con Ciro Bayo” (2003) “Un viaje a Extremadura con Federico Garcia Sánchiz” (2004) “Extremadura (Badajoz y Cáceres) de Nicolás Diaz y Pérez” (2005) “Viage a Estremadura de Francisco de Paula Mellado” (2006) “Viaje por castillos y monasterios en Extremadura con Federico Carlos Saínz de Robles” (2007) “Extremadura y los extremeños” de Eduardo Hemández-Pacheco (2008) “Por Cáceres de trecho en trecho” de Víctor Chamorro (2009) “Un viaje por Extremadura con Giuseppe Baretti” (2010) “Viaje a Extremadura con Pedro Rodríguez Campomanes” (2011) “Un Viaje por Extremadura con Samuel Edward Cook” (2012)