Sierra de Gata Onírica. Historias, leyendas y anécdotas por Chuchi del Azevo

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

PRÓLOGO

Hay infinidad de motivos para bucear y redescubrir la historia más oculta y silenciada de buena parte del territorio extremeño. Un país, un reino, una entidad geográfica y humana mil veces troceada, repartida y esquilmada que desgraciadamente ha sido ignorada, ninguneada y maltratada por dos estados, el español y el portugués; cuyas élites económicas e intelectuales se han encargado a lo largo de los siglos de menospreciar el pasado glorioso del país extremeño; que es el heredero: de la Lusitania de Viriato; de la Emérita Augusta latina de Plinio; del Reino Aftásida, con Ibn Marwan como representante máximo; o de aquellos desheredados que realizaron la mayor gesta militar de la humanidad, aniquilando dos de los mayores imperios totalitarios y criminales que ha conocida el ser humano al otro lado del Atlántico.

En memoria de mi padre

En ese periplo infinito en el que llevo sumergido media centuria descubro el libro Sierra de Gata Onírica de mi compañero, amigo y paisano CHUCHI del Azevo. Un libro que; a pesar de la juventud de su autor, nació en un simbólico Viernes Santo de hace veintiocho años en un bello paraje de la población del Azevo, plasma a través de pequeños microrrelatos la historia, las anécdotas y las diversas de leyendas del rincón más noroccidental de Extremadura, Sierra de Gata. Muchos de estos relatos vieron por primera vez la luz en un pequeño periódico comarcal del que, como se hacía en el antiguo Egipto con los faraones desaparecidos, su nombre ha sido borrado; atribuyéndose la autoría de dichos relatos personajes sin escrúpulos y depredadores intelectuales; que es una de las especies que más ha proliferado en las tierras extremeñas en los últimos tiempos, CHUCHI del Azevo, con un conocimiento profundo sobre la historia de Sierra de Gata y sus gentes, realiza en este su primer trabajo una compilación y una adaptación de hechos históricos, leyendas y anécdotas que una vez adaptados y relatados en pequeñas narraciones se las ofrece al lector para que a éste le resulte más amena y comprensiva la historia y la idiosincrasia de un territorio y unas gentes que han luchado por su supervivencia a lo largo de los siglos. Además, el autor en algunos de estos textos se atreve a plasmar con gran sensibilidad la lengua local extremeño-leonesa, que él ha conocido de primera mano; tanto en el hogar familiar, como en su devenir diario con las gentes de las localidades serragatinas. Reflejando la realidad de una lengua, casi extinta, el leonés de la transierra extremeña, que ha sido eclipsada por la otra lengua serragatina elevada a los altares de las filologías hispanas, A Fala.

Jesús C. Rodríguez Arroyo Economista, escritor e historiador 2

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INDICE -Crónicas del contrabando en Sierra de Gata pág.7 -Un vals corrido, una partida de rayuela y tabaco picao pa jumar pág.7 -Hernán Centeno “El Travieso”, señor del castillo de Rapapelo pág.9 -Las cabras de la Cervigona pág.10 -El Conde Armengol de Urgel y sus caballeros catalanes en la conquista de Sierra de Gata pág.11 -Confesiones de un maquis de Sierra de Gata pág.12 -¡Qué vienin los maquis! pág.12 -Una juventud sacrificada en las últimas guerras coloniales pág.13 -De iluminados, eremitas, santos y ascetas pág.15 -El Eremita pág.15 -El cuento de Cañamón pág.17 -El encuentro, dos acebanos ante Francisco Franco pág.18 -Myke Tyson combate contra Holyfield en la TV de Acebo pág.19 -Un pícaro acebano pág.19 -Serragatinos en los centros comerciales de Madrid pág.20 -De viaje al Azevo pág.21 -La hebraica Gata y Nebrija pág.22 -La casa encantada pág.23 -Dos arrieros lagarteiros pág.24 -El Latrocionio pág.25 -Ahorrando para el ajuar pág.27 -Una partida de cartas interrumpida pág.28 -Pasando la Muga pág.30 -Subasta de mulas pág.31 -El Licenciado Vidriera y el vino de Descargamaría pág.32 -De caballeros y cimarrones gateños en la defensa de Ciudad Rodrigo pág.32 -Una generosidad mal entendida pág.33 -Historias de usureros, prestamistas y gente necesitada pág.35 -Una trampa mortal en el camino pág.36 -Pasar más hambre que un maestro de escuela pág.37 -La leyenda del hermafrodita de la villa de Gata pág.39 -¿Por quién doblan las campanas de Salvaleón? pág.39 -Una fanfarronada bastante cara pág.41 -Una historia de San Martín de los Vidrios pág.42 -¿Una leona en Sierra de Gata? pág.43 -Ensabanaos pág.44 -Santurrones germánicos pág.45 -Levitando pág.46 -San Francisco de Asís pág.47 -Un embarazo repudiado pág.48 -Leyendas de princesas encantadas, miramamolines y tesoros ocultos en la arabesca Sierra de Gata pág.49 -El púlpito de los lobos pág.50 -El príncipe y la pastorcilla pág.51 -El gallo áureo pág.52

-Don Columbano -Unos lingotes de oro -En la consulta del oftalmólogo -El hidalgo Pablo Pérez llega a Hoyos -Viriato -Del cuartelillo al calabozo -La leyenda de la aldea de Perales del Puerto -Pobreza léxica -Un espontáneo en el mundo -Un asalto con rehenes -El engaño -Bilingüe -La maestra de Acebo -Fatela -Escuela de brujería -Aculturación -Erotismo -Abraham Zacuto -Un amor pétreo -Un desahucio -Una escultura singular -Un título de grande de España y una boda regia -Galerna -Jueves Santo luctuoso -Piedras Salutíferas -¡Viva Don Carlos María Isidro! -Una travesía inconclusa por el Aqueronte -Vivir a crédito -Geraldo Sem Pavor -La decadencia serragatina -El hombre serpiente -Torvisco -De visita a la Girafa -Antes muerta que sin silla -Ibn Marwân -En la botica -Aventureros del XVI -Reliquias de santos -Reunión de mitrados -Rodil. Sarsfield, el Empecinado y el cura Merino -Menstruación -En la casa cuna -La herencia -Una noche en el cine -Zelinda -La cena de Navidad -Baño de la cochina -Príncipe Bura

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pág.53 pág.55 pág.56 pág.57 pág.58 pág.59 pág.60 pág.62 pág.62 pág.63 pág.64 pág.65 pág.66 pág.67 pág.69 pág.70 pág.71 pág.72 pág.74 pág.75 pág.77 pág.78 pág.79 pág.79 pág.80 pág,81 pág.82 pág.83 pág.84 pág.85 pág.87 pág.89 pág.90 pág.91 pág.91 pág.92 pág.93 pág.95 pág.96 pág.97 pág.97 pág.98 pág.99 pág.100 pág.100 pág.101 pág.102 pág,102 5

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-Milana -Bazarelli -La casa grande -Un bastón abandonado -Campanas por dehesas -Francisco Montejo -Mezquita mágica -Un día de pesca -Semiramis -Gusen -Los Once de San Martín de Trevejo

pág.103 pág.104 pág.105 pág.106 pág.106 pág.107 pág.108 pág.109 pág.109 pág.110 pág.111

CRÓNICAS DEL CONTRABANDO EN SIERRA DE GATA Era noche cerrada en Acebo, una densa niebla cubría todas sus calles; impidiendo ésta ver más allá de un metro de distancia. Aun así, Emiliano y su cuñado Macario se habían arriesgado a entrar en el pueblo con una pesada carga de azúcar, café y pan a sus espaldas, traído todo ello desde el vecino Portugal. Ambos habían recorrido decenas de kilómetros desde Idanha a Velha donde habían pagado la mercancía con una carga llevada hasta allí de wolframio, que habían sacado de contrabando de la mina la Juliana. La operación prometía convertirse en un éxito sin precedentes y ambos sabían que la parte más dura ya la habían superado; ya que habían dejado atrás a los temibles guardiñas portugueses; agentes de la autoridad de gatillo fácil que no se conformaban con la requisa de la carga. En una de las callejas, cerca del Arenal, decidieron hacer un alto en el camino, uno de ellos se quedó vigilando la carga; mientras el otro hacía una última exploración del camino a casa. Al rato estaba de vuelta, tomaron de nuevo las mochilas con la preciada carga y en un santiamén estaban en el interior de la casa de Emiliano. La mujer de éste y sus hijos estaban impacientes esperándole. En cuanto se quitaron las mochilas, los hijos, la mujer y la cuñada procedieron a sacar la mercancía y a esconderla en los sitios más insospechados, dejando para lo último el azúcar. Mientras tanto, Emiliano y Macario, llenaron una jarra de vino, cortaron un chorizo y un chusco de pan con el fin de cenar algo. En ese preciso instante un estruendoso aporreamiento en la puerta de la casa puso en alerta a todos; un escalofrío les recorrió el cuerpo, ninguno esperaba visita alguna esa noche. Emiliano con un gesto le indicó a su esposa que preguntase quién venía a estas horas; ella obedientemente se dirigió hasta la puerta y preguntó con voz temblorosa: -¿Quién es? Al otro lado se escuchó una voz firme que gritó secamente: -¡Guardia Civil, abran la puerta! En ese momento Macario y Emiliano casi se añusgan con el sorbo que acababan de darle al vaso de vino. La cuñada de Emiliano y los hijos de éste cogieron el azúcar sin saber dónde esconderla. Emiliano y Macario ante el dilema y el peligro de que descubriesen toda la operación les indicaron finalmente que la echasen en las tinajas de agua, mientras ellos procedían a saltar por una de las ventanas traseras de la casa para que no les encontrasen. Al poco rato la mujer de Emiliano abría la puerta y dirigiéndose a los guardias les preguntó: -¿Qué se les ofrece a estas horas? -Venimos a informarles para que tomen todas las precauciones necesarias ya que hemos sido informados de que en la zona se cree que hay un grupo de maquis; en el supuesto de que viesen algo sospechoso es obligatorio que nos informen lo antes posible, ya saben que encubrir y ayudar a esos delincuentes está penado con la muerte. -Muy bien- dejo caer mediante un suspiro la mujer de Emiliano. Así lo haremos si realmente vemos algo extraño. Los agentes se dieron la vuelta y protegidos con sus capotes invernales se dejaron perder entre la espesa niebla. Al fin la mujer de Emiliano pudo cerrar la puerta y entre las risas de todos los presentes se prepararon para beber durante los próximos días agua azucarada y preparar su tradicional café de puchero con esa agua dulzona. Agosto 2012

UN VALS CORRIDO, UNA PARTIDA DE RAYUELA Y TABACO PICAO PA JUMAR Mientras sonaban los acordes de un vals corrido, que era interpretado por un grupo de aficionados a la música, en uno de los populosos villorrios serranos; una juventud resignada a 7

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las múltiples carencias de la época que les tocaba vivir bailaba desaforada. Ellas buscando a sus príncipes azules y ellos a la futura madre de sus hijos y compañera eterna. Como mandaban los cánones de los tiempos las parejas bailaban en sintonía, con una mano agarrada y la otra por encima de la cintura; mientras algunos de ellos dejaban colgar de uno de sus brazos un bastón al que le daban infinidad de usos. Entre otros convertirlo en arma defensiva en las frecuentes reyertas que se daban en este tipo de bailes populares. Joaquín observaba tranquilo a los que bailaban mientras apuraba su último cigarro. El día había sido ajetreado con la pastoría de cabras bajo un sol abrasador; por ello esa noche prefería ver, lo que popularmente se denominaban, los toros desde la barrera. Pasada media hora echó mano a su petaca en la que guardaba su tabaco de liar para hacerse un cigarro antes de irse a casa; pero la misma estaba vacía. Rápidamente oteó el horizonte buscando una cara conocida, hasta que por fin sus ojos se clavaron en uno de los jóvenes que jugaban a la rayuela en la plaza del pueblo. Con un silbido estruendoso y un ademán de su cabeza le indicó que viniese. -Dimi, ¿Qué quieris? -Mira a ver dagal, acercati encá la tía Jorca y cómprami dos realis de tabacu picau y un librillo de papel de jumar del Rey de Espadas. Toma aquí tienis las perras, y no tardis que me tengu que ir prontu. Los adultos como Joaquín tenían por costumbre, cuando necesitaban alguna cosa, aprovechar la buena disposición de los más jóvenes para encargarles algún recado; mientras ellos seguían disfrutando de algunos de los placeres que les permitían sus ratos de asueto. Goyín corrió todo lo que pudo, pues tampoco quería que sus amigos acabasen la partida sin estar él presente. En menos de un minuto se encontraba enfrente de la casa de la tía Jorca y dando un salto penetró en el interior de la misma. -¡Tía Jorca! ¡Tía Jorca! –gritó varias veces entre los muros de la humilde vivienda de una mujer astuta, de pequeña estatura, que comerciaba con todo aquello que caía en sus manos. -¿Quiené? –preguntó la mujer mientras hacía acto de presencia desde la más profunda oscuridad de una habitación que tenía en los bajos de la casa. -Soy Goyín, tía Jorca. Esqui traigu un mandau del Joaquín, el trevejano; paqui me venda dos realis de tabacu picau y un librillo de Rey de Espadas. -Pos llegas en güen momentu, acabu de terminar de llenar el sacu con el tabacu que me ha traio el Aguaor y antiel me traju el Emiliano los librillos de Portugal; pero no se lo cuentis por ahí a naidi, no vaya a ser que me enchirolin, que tó estu es de contrabandu. ¿Y Tú no Jumas? ¿Ya tienis edad pa jumar, ¿no? -¿Y las perras, ondi están? A ver si es qui lo dais gratis –le contestó rápidamente Goyín, sin pararse a darle más explicaciones a una vieja interesada en hacer un nuevo cliente; y cogiendo lo que le había encargado Joaquín emprendió rápidamente de nuevo una carrera para finalizar el mandao y poder así incorporarse de nuevo al juego con sus amigos. -Toma aquí tienis –y sin pensárselo se dio media vuelta con la intención de irse sin pedir nada a cambio. -¡Aguarda! Ten un pocu de tabacu paqui lo jumis con los tus amigus –Y abriendo el paquete le echó un puñado de tabaco en la mano. ¿Quieris un papelillu pa liarlu? -¡Quéhacer! ¡Pos claru! que si no me toca liarlu con las hojas de las mazarocas o alguna candelita de los nogales, y ya sabis que con esa yerba se te poni un mareu que pareci que unu se ha bebiu una arroba de vinu. Goyín cogió las dos cosas y salió corriendo al medio de la plaza para finalizar la partida de rayuela con sus amigos. Al poco rato se fueron, él y sus amigos, detrás de la iglesia y se liaron un par de cigarros con la propina que Joaquín le había dado; fue el final de una noche iniciática de un tórrido verano del año 1940.

HERNÁN CENTENO, "EL TRAVIESO", SEÑOR DEL CASTILLO DE RAPAPELO1

Octubre de 2012

Era media tarde y las calles del Azevo se encontraban tranquilas, hasta que un castañear de herraduras sonó cada vez más intenso, y rompió con la parsimoniosa quietud de las callejuelas intrincadas de la población. En ese instante, un par de hombres espigados asomaron al quicio de la puerta, de uno de esos grandes caserones habitados por gentes de realengo y acaudaladas fortunas. Uno de ellos se giró y, dejando atrás el umbral de la entrada, trancó suavemente la puerta; mientras el otro aguardaba impaciente a medida que el ruido del trotar de los caballos se hacía cada vez más cercano. La intranquilidad del guardián desapareció en el instante mismo en el que divisó a lo lejos la figura de dos jinetes, a los que seguía un carruaje con el escudo del Ducado de Alba. -Ya han llegado -gritó el servicial asistente; mientras éste abría la puerta. Desde el rellano de la escalera le contestó una voz femenina -en un poquinino baja el amu, dili que esperin, estamus acabandu de vestirlu. La manera de hablar de las gentes de estas tierras le continuaba llamando la atención al fiel servidor; a pesar de los años que llevaba conviviendo con ellos. Salió de nuevo y sujetando la brida del caballo de uno de los jinetes les comunicó que en breve bajarían al señor; mientras les ofreció una jarra de agua fresca, que acababa de sacar de una de las tinajas que se guardaban en el sótano de la casa, para que el agua se mantuviese fría. -Es de agradecer, el camino desde Coria ha sido largo y con este dichoso polvo trae uno la garganta reseca -contestó el jinete. El otro caballero, junto con el cochero y una persona del servicio del Ducado de Alba, que también venía en la comitiva, se acercaron a beber. En ese preciso instante asomó por la puerta, tumbado en una parihuela y acompañado de su hijo, el excelso caballero Dº Fernán Centeno, conocido entre los miembros de la Corte por el sobrenombre de “El Travieso”. La senectud y los avatares de su vida habían hecho mella últimamente en su salud; y por ello su amigo el Duque de Alba decidió que lo poco que le quedase de vida, a su leal y fiel servidor, los debería pasar éste en las mejores condiciones posibles en su palacio de Coria. Por dicho motivo había ordenado desplazar este séquito para transportar al guerrero y político; quien en otros tiempos conquistó desde su fortaleza de Rapapelo el castillo de Trevejo y el de Eljas; se enfrentó al hermano del Clavero de la Orden de Alcántara, Dº Hernando de Monroy; y aseguró el trono para la Reina Isabel La Católica, enfrentándose a las tropas portuguesas que asolaron estas tierras y las de la vecina Salamanca, que las pretendían para Dª Juana la Beltraneja. Al ínclito paladín, Dº Fernán Centeno, le hubiera gustado pasar estos últimos días de su vida en la acogedora población del Azevo; en la que residía desde que los Reyes Católicos le asignaron una renta vitalicia de 30.000 maravedís por su fidelidad y los servicios prestados a la Corona; pero su estado de salud lo hacía inviable. Mientras lo introducían sus sirvientes en el carruaje expiró con fuerza, y con la poca energía que le permitían sus pulmones olió por última vez la fragancia del azahar de sus naranjos. Acto seguido giró su cabeza para ver, por entre el hueco que dejaban los que le transportaban, el azul del cielo que se desdibujaba por entre la silueta de su gran amada Jálama; en cuyas cumbres tantas veces había galopado y guerreado, era consciente de que sería la última vez que la vería. Una pequeña sensación de ansiedad le recorrió por la garganta, pero sabía que todo era cosa de ese destino que tan bien se había portado con él a lo largo de toda su vida. Entre los sollozos del personal, que en estos últimos tiempos le había asistido; los enviados del Duque de Alba cerraron las puertas del carruaje y dieron la orden de comenzar el viaje. La llegada a Coria de Fernán Centeno sería cuestión de horas, quizás días; así finalizaría la historia de uno de los personajes más bizarros que se han engendrado estas recias tierras.

1 Relato inspirado en el Estudio de Dº Gervasio Velo Nieto: “Hernán Centeno: El Travieso señor del Castillo de Rapapelo en Sierra de Gata”. Revista de Estudios Extremeños 1958

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LAS CABRAS DE LA CERVIGONA2

EL CONDE ARGENGOL DE URGEL Y SUS CABALLEROS CATALANES EN LA CONQUISTA DE SIERRA DE GATA3

Antonio y Timoteo llevaban un par de horas andando desde que salieron de Acebo; atrás habían dejado el Pozo del Tío Borracho y el Regato Pedrero en un día que prometía ser de los más calurosos de un tórrido verano. A su llegada a las Fegas decidieron hacer un receso debajo de una imponente higuera que se encontraba a los pies del prado de la Monja; bajo su sombra se sentaron sobre dos magníficas piedras a la vez que sacaban de sus zurrones un trozo de pan y de tocino que les servirían de almuerzo. Antonio le ofreció su bota de vino a Timoteo después de haber bebido un buen trago. Mientras Timoteo alargaba su brazo para cogerla Antonio le preguntó: -¿Sabes que significa Cervigona? -No -respondió desinteresadamente Timoteo. -Pues Cervigona significa refugio del ciervo; ya que la palabra viene del latín cervy, que significa ciervo, y del italiano gonna, que significa abrigo o refugio. -Pues muy bien -fue toda la respuesta que le dio Timoteo a Antonio y que reflejaba el desinterés de éste por los asuntos culturales. Transcurrida una media hora reanudaron su marcha por intrincadas veredas, y caminos angostos, que serpenteaban las laderas de un monte pizarroso; a la vez que cruzaban una y mil veces el cauce de un río de aguas cristalinas. Al cabo de un buen rato llegaron a un imponente desfiladero conocido por el nombre de la librería; ya que la colocación caprichosa de las grandes lajas de pizarra simulaban los cantos de los libros de una inmensa y majestuosa librería. Fue en ese sitio donde Timoteo y Antonio decidieron preparar sus escopetas de caza, con las que pretendían matar a unas diez o doce cabras salvajes que habitaban entre los acantilados de ese gran salto de agua, que se conocía por el nombre de La Cervigona. -Es curioso el origen es estas cabras, ¿Verdad? -preguntó esta vez Timoteo a un concentrado Antonio. -Realmente curioso –respondió Antonio. Es increíble que una cabra preñada se le pierda entre estos riscos a un pastor, y que éste no sea capaz de localizarla, y que con el paso del tiempo esa cabra para un macho y una hembra, y que transcurridos varios años se hayan reproducido entre ellas y hayan dado lugar a las diez o doce cabras actuales que nos han asegurado los pastores del pueblo que existen aquí. -Pues sí, yo todavía no doy crédito –contestó un circunspecto Timoteo-, espero que no sea una broma de los del pueblo, porque si no la vamos a tener -terminó sentenciando. Antonio se levantó y con un gesto le indicó a Timoteo que reanudaban la marcha. Cuando llegaron a los pies de la catarata de agua iniciaron una lenta escalada sobre un terreno inestable y peligroso. A medio camino de su ascenso Antonio localizó a la primera cabra y con una señal de su mano se la enseñó a Timoteo, quien le respondió con una inmensa sonrisa. Al poco rato los cazadores comenzaron a disparar sus escopetas mientras las cabras caían abatidas una tras otra. Una vez cazados los doce ejemplares de los que habían hablado los pastores del pueblo, Timoteo y Antonio, las fueron sacando con una cuerda. Por medio de ésta las fueron izando a una zona en la que les esperaban unos vecinos de la población de Acebo con unas caballerías con las que las transportarían hasta ese pueblo. Al final de la dura jornada Antonio y Timoteo se encontraban exultantes entre los vecinos de esa población, quienes los consideraban unos héroes por la gesta que habían realizado ese día y que ninguno se había atrevido a llevar a cabo.

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La puerta del gran salón palaciego se abrió con su habitual chirriar de bisagras, inmediatamente el Rey de León, Fernando II, entró con su séquito y acto seguido sus fieles paladines tomaron posiciones arremolinándose entorno al improvisado trono del recién conquistado palacio moro de la ciudad de Alcántara. Kantara-ass-Saif o puente de la espada como denominaban los árabes al puente que los romanos construyeron para vadear el río y que servía a su vez para identificar a la ciudad que, hasta hace pocos instantes, había estado en su poder. Entre los presentes se encontraban caballeros templarios, nobles de la recién creada Orden de Julián del Pereiro, algunos vecinos cristianos de la conquistada villa de Alcántara, un nutrido grupo de religiosos y por último el Mayordomo Real por el que Rey Fernando sentía especial predilección, el Conde Armengol de Urgel. Caballero que procedente de la llamada Marca Hispánica había roto con la tradición familiar de servir a los nobles catalanes, decidiendo hace muchos años servir al Rey de León. Grandes habían sido los servicios que el Conde Armengol había prestado al Rey leonés, por ello el monarca cada vez que tenía ocasión le premiaba con aquello que estuviese en su mano. Esta vez no iba a ser menos, el noble catalán junto con sus hombres, todos caballeros catalanes breados en mil batallas, habían luchado con coraje y valentía desde que partieron de la Corte Leonesa. Habían transcurrido casi tres meses desde esa salida en la que se internaron en tierras extremeñas atravesando el peligroso puerto del Perosín; cerca de allí tuvieron que presentar batalla a las aguerridas tropas moras, que parapetadas tras las murallas de la inaccesible fortaleza de Santibáñez o San Juan de Máscoras, les impedían el avance. Su destino último era Alcántara, ciudad que los moros habían convertido en el mayor presidio de la zona. Una vez frente a las murallas de esa villa los primeros en atacar fueron los templarios, a los que los atrincherados seguidores del Profeta ocasionaron bastantes bajas. El segundo ataque lo llevaron a cabo las tropas del Pereiro, y mientras éstos intentaban penetrar en el interior del recinto amurallado mediante unas escalas fijadas en los muros de las murallas; el Conde Armengol de Urgel, junto a Berenguel Arnal, Beltrán de Tarascun, Arnal de Ponte, dio el golpe de gracia a la asediada ciudad abriendo una brecha en la muralla con una catapulta instalada cerca del acceso principal a dicha población. Inmediatamente su hermano Galcerán, auxiliado por Arnal de Savangia, por Pedro de Belvis, por Bernal de Midia y por Ramón de Villalta, penetraron en el interior dando mandobles a diestra y siniestra. Y ante la ferocidad del combate y del envite de aquellos diablos rubios y pelirrojos los muslimes decidieron enarbolar la bandera de la rendición. La fortuna se había aliado con ellos pues las tropas cristianas se encontraban extenuadas ante los sucesivos combates a los que se habían tenido que enfrentar. Por ese motivo el Rey Fernando estaba tan agradecido a su Mayordomo; ya que gracias al ahínco y a la vehemencia de él y de sus tropas se habían ahorrado infinidad de vidas. El Rey leonés intentó sin embargo ser lo más equitativo posible y por ello decidió en ese acto ceder las fortalezas de San Juan de Máscoras y de Milana, junto a las tierras de Baldarrago, a los caballeros del Temple; y la magnífica villa de Alcántara a su querido Armengol de Urgel, al que nombró capitán de la misma desde ese preciso instante para que la defendiese en un futuro ante el previsible contrataque islámico que se avecinaba.

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Relato inspirado en el escrito del párroco de Payo, Dº Manuel Sousa Bustillo, “Jálama y su Comarca”

Junio de 2012

Relato inspirado en el libro de Alonso Torres Tapias: Crónica de la Orden de Alcántara, Tomo I.

Abril de 2012

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CONFESIONES DE UN MAQUIS DE SIERRA DE GATA

-¡Lo primero, cálmate! coge a las niñas e iros al dormitorio, cierra todas las puertas, todas las ventanas y apaga las luces. Yo me quedaré en esta habitación cerca de vosotras y del teléfono; en principio no tiene que pasar nada, me han dicho que vienen huyendo desde Santibáñez el Alto; parece ser que la otra noche entraron en el pueblo y retuvieron durante un buen rato al médico, al alcalde, al secretario y a un teniente del ejército, llevándose un botín de 59.000 pesetas, ropas y comestibles. -¿Pero…? ¿Quiénes son esas gentes? -Bueno, parece ser que dicen que es un grupo de republicanos a los que llaman “la Partida del Francés” y que están actuando por todo el norte de la provincia de Cáceres. -¿Pero son peligrosos, Jesús? -No sé…., pero si aparecen por aquí te ruego que guardes la calma. Si es cierto que se han llevado lo que me han dicho por teléfono no creo que se acerquen; no querrán ser vistos. -¡Madrita mía!, ¡Madrita mía!, ¡Señor…..! Ezequiela se echó las manos a la cabeza mientras unas lágrimas se deslizaban por sus mejillas; Jesús la abrazó fuertemente y le susurró al oído: -No va a pasar nada, tranquilízate y ahora haz lo que te he dicho. La madre compungida abrió la puerta y se dirigió al comedor. Cuando entró, las dos niñas estaban jugueteando, las cogió lentamente por los brazos y se las llevó al dormitorio, cerró la puerta, la ventana y apagó las luces; según le había indicado su marido. Jesús se quedó sentado frente al teléfono; el tiempo fue transcurriendo sin que él y Ezequiela pegaran ojo en toda la noche. Al fin llegó el alba y los maquis no hicieron acto de presencia; la calma se apoderó definitivamente de la casa-alojamiento de los trabajadores de la central eléctrica de la Cervigona; aunque a Ezequiela le duraría el susto bastante tiempo. Mientras tanto los últimos restos de la agrupación guerrillera del Francés, 1ª agrupación Centro-Extremadura, 12ª División, conseguirían encontrar una senda por la Cervigona para poder llegar a Navasfrías y así huir al extranjero.

Elisardo Ferrera llevaba tres días en una celda inmunda de la prisión de Plasencia, situada ésta en la calle del Rey número ocho, cuando se le acercó para hablar con él un individuo misterioso que no había parado de observarle desde que llegó al presido. -Hola, ¿Qué tal? - le inquirió un sujeto taciturno y mal encarado. -Pues te puedes imaginar -le respondió Elisardo-, intrigado éste por la amabilidad de su compañero de presidio a quien todo el mundo, hasta los guardias, rehuía. - Se dice que eres de Santibáñez el Alto, ¿Es cierto eso? -¿Quién lo pregunta? -le respondió de nuevo el joven Elisardo. -Un amigo -le susurró espontáneamente el maqui-, quien conoce bien lo que últimamente ha pasado en tu pueblo. -¿A qué te refieres? -A algo que me gustaría que la historia el día de mañana narrase; ya que seguramente en tu lugar debería estar aquí otro paisano tuyo que parece ser que tiene buenas agarraeras entre los funcionarios del Ayuntamiento de tu pueblo. -¡Eh…! ¿Qué insinúas? ¿Es que sabes quién me ha denunciado? -No, pero tú estás aquí por querer dar de alta al partido comunista en tu pueblo y sin embargo el que facilitó la entrada hace varios meses de un grupo de maquis en Santibáñez el Alto está libre como el cuco. -¿Cómo sabes tú que los maquis entraron en mi pueblo? -Muy sencillo porque yo era uno de ellos. -¡Qué me dices! -Lo que oyes. Éramos un grupo de diez y el que nos facilitó la entrada es uno que luego se ha hecho la víctima; pero la realidad es que fue él el que nos dijo a qué casa teníamos que ir y a quién teníamos que secuestrar y pedirle dinero por su rescate. Elisardo se quedó pensativo un buen rato, no daba crédito a lo que le estaba contando aquel hombre enigmático que no tenía nada que perder; pues dentro de unos días lo iban a fusilar. No quiso seguir preguntando y ni tan siquiera quiso seguir en compañía de aquella persona; quien una vez más le venía a confirmar aquel dicho tan famoso en Sierra de Gata: Quien tiene padrino se bautiza y el que no se queda moro. Noviembre 2012

¡QUÉ VIENIN LOS MAQUIS!

Jesús, su mujer, Ezequiela, y sus dos hijas estaban a punto de comenzar la cena, cuando de repente sonó el teléfono que estaba en la habitación contigua; el padre se levantó dejando en la mesa el plato recién puesto de sopa. Mientras Jesús atendía la llamada, Ezequiela y sus dos hijas fueron apurando la sopa. Era tarde y la madre no quería que se acostasen las niñas recién comidas. Al poco rato Jesús hacía acto de presencia en el salón, con un leve movimiento de su cabeza le indicó a su mujer que le siguiese; ésta entendió que algo sucedía y que esa llamada nada tenía que ver con las habituales que solía atender su marido. Cuando ambos entraron en la habitación donde se encontraba el teléfono, y una vez que Jesús cerró la puerta, su mujer rápidamente le preguntó: -¿Qué ocurre, Jesús? -Bien, acaban de llamar del cuartel de la guardia civil de Hoyos para decirme que tome las medidas oportunas en la central eléctrica porque es probable que anden cerca un grupo de Maquis. -¡Bendito sea Dios!, ¿Cuándo se va a acabar todo esto?

Noviembre 2012

UNA JUVENTUD SACRIFICADA EN LAS ÚLTIMAS GUERRAS COLONIALES4 Joâo iba dando sus últimos pasos por una ladera con un amplio desnivel, había dejado atrás la peligrosa zona conocida por el nombre de La Librería en la Cervigona y procuró pasar lo más alejado posible por la minicentral eléctrica que se encontraba instalada allí, entre aquellos cerros; y que gracias al agua de esa cascada generaba luz para varios pueblos de Sierra de Gata. Su lento jadear se volvía cada vez más forzado, le costaba respirar y mantenerse en pie; comenzaba a notar que perdía el conocimiento. Por fin decidió guarecerse debajo de unas jaras, cerca de la orilla del río; extenuado dejó caer su cuerpo, ya casi inerme, bajo la sombra que le proporcionaba el matorral. La boca la tenía seca, pero era incapaz de acercarla al cauce del río para beber algo de agua; mientras se recuperaba un poco le vinieron a su cabeza bellos recuerdos de su Lisboa natal, el Chiado alto, Belem, la Baixa Lisboa, el Convento de los Jerónimos, las deliciosas natas con las almorzaba cada mañana y por último la imagen de su querido Fernando Pessoa. ¡Cuántas veces había leído y recitado sus versos a la luz de una vela, mientras alguien canturreaba un fado a lo lejos!; sin embargo, era incapaz de recordar la cara de su madre, su querida madre. ¿Dónde se encontraría ahora?, ¿Qué estaría haciendo la pobre?, 4 Relato en memoria de aquel joven anónimo portugués cuyos restos fueron hallados en Acebo en la década de los sesenta, y que falleció por negarse a colaborar con las ideas imperialistas que dominaron durante siglos a las sociedades de unos países europeos en plena decadencia.

Octubre 2012

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Chuchi del Azevo

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

seguro que le estaba buscando desesperada por todos los rincones de Lisboa. Su mano lentamente se fue resbalando por su abdomen ensangrentado, el orificio de bala que con tanto ímpetu intentaba taponar al final quedó libre y un borbotón de sangre tiñó la tierra de un rojo ocre hasta alcanzar el azul cristalino del agua del arroyo. Joâo Silveira de Menezes era un joven luso espigado de complexión delgada, muy sensible a la vida y antibelicista convencido; por eso cuando el gobierno portugués le llamó a filas para combatir en Angola decidió huir, como muchos otros jóvenes portugueses, por la frontera hispano lusa; pero a Joâo le sorprendieron los guardiñas portugueses en el mismo límite fronterizo y aunque le hicieron varios disparos de advertencia decidió continuar con su fuga; prefería caer en el intento de evasión a participar en una guerra colonial que tan sólo beneficiaba a unas pocas familias de privilegiados compatriotas. Al final uno de los carabineros lusos que le descubrió decidió apuntarle y cual si de una pieza cinegética se tratase disparó su arma acertando premeditadamente en el blanco humano sin remordimiento alguno; aun así no pudieron apresarle. Deambuló durante días herido en el abdomen; intentado adentrarse lo más posible en tierras españolas para evitar de esa manera su captura; pero poco a poco se fue desangrando hasta que al final el esfuerzo por huir y el calor sofocante ayudaron a acabar con su vida lejos de su amada Lisboa; en un rincón apartado de esta ruda Sierra de Gata. Martín se encontraba como de costumbre con su pastoría de cabras por la serranía más noroccidental de Acebo, cuando de repente echó en falta a su perra. -¡Chiqui…!, ¡Chiqui….!, ¿Ondi andas? Al poco la perra aparecía con un trozo de tela en la boca; una tela con un estampado de llamativos colores. Colorido nada común por estas tierras extremeñas que se debatían entre el blanco y negro casposo de una España con múltiples carencias. -¿Y ésto?...... ¿A ver? ¿De ondi has sacao ésto? Mientras tanto la perra le miraba con sus inmensos ojos marrones moviendo el rabo como si esperase algo a cambio; hasta que después de un rato se dio la vuelta y salió corriendo de nuevo en dirección al río. Martín la siguió todo lo rápido que pudo, saltando de canchal en canchal, a riesgo de tropezar y magullarse; ya que intuía que algo extraño pasaba y que la perra se lo quería enseñar. Por fin la alcanzó y tirándole del rabo la sacó de debajo de una tupida jara, no quería que ninguna alimaña pudiese herir a su preciada perra. Con la segureja que siempre llevaba al cinto desbrozó la maleza y cuando ya había clareado todo lo que pudo el terreno apareció ante él el rostro demacrado y con la mirada perdida en el infinito del joven Joâo. La tétrica estampa le hizo dar varios pasos hacia atrás, no se atrevió a moverlo; de repente su cabeza se quedó bloqueada con los viejos relatos de asesinatos durante la guerra civil española que había escuchado en su casa a los más mayores. Transcurridos unos minutos consiguió mover sus músculos y articular los primeros pasos hasta que logró emprender una rápida carrera para avisar en el pueblo del luctuoso hallazgo. Hasta el lugar se desplazaron infinidad de funcionarios, e incluso alguno de ellos portugués, que certificaron la muerte y la identidad del desgraciado joven, que como si de un apátrida se tratase fue enterrado en una fosa común de cualquier campo santo de Sierra de Gata. El último deseo de Joâo nunca se pudo cumplir, él siempre quiso que como epitafio en su tumba figurasen los versos de su amado Fernando Pessoa. Si después de yo morir quisieran escribir mi biografía no hay nada más sencillo. Tiene sólo dos fechas la de mi nacimiento y la de mi muerte. Entre una y otra todos los días son míos.

DE ILUMINADOS, EREMITAS, SANTOS Y ASCETAS5 Ya estaba casi todo, lo poco que tenían, guardado en las banastas de corteza de castaño que adquirieron el día anterior en San Martín de los Vinos; cuando alguien llamó a la puerta del Convento de Santiago. Fray José de Gallegos, se levantó y sin dudarlo abrió la puerta. Ante él se encontraban el representante de los vecinos del Azebo, junto a un nutrido grupo de vecinos de esa población; que se habían desplazado hasta Cerro Moncalvo, para ayudar a los monjes franciscanos a su traslado, hasta la nueva sede del Convento de Santiago en esa humilde población de Sierra de Gata. Aunque la noche se les había echado encima, y ese mes de noviembre de 1595 era de los más fríos de los últimos años, la comitiva emprendió la marcha en el preciso instante en el que Fray Nicasio, el monje más veterano del Convento, trancó para siempre la puerta. Entrada que tantas veces había franqueado desde que llegó a ese humilde cenobio. A la cabeza de la procesión se situaron los monjes que, portando un gran crucero y luminosas antorchas, iban guiando por intrincados senderos al resto de los miembros del acompañamiento. Cuando se encontraban a mitad de camino, por el cerro de la Atalaya, un intenso vendaval, junto a una espesa niebla se apoderó del grupo; y todos ellos, temiendo que las antorchas se apagasen por los vientos ciclónicos, se apresuraron a proteger las llamas de las mismas para no quedarse a oscuras en medio del monte. Cada vez les era más difícil avanzar y algunos empezaron a especular con la idea de abandonar la tarea del traslado conventual; pero en ese preciso instante uno de los monjes, Fray José de Gallegos, comenzó a tararear el Bíblico Salmo 50, el popularmente conocido Miserere: Miserere mei, Deus,/secundum magnam misericordiam tuam./Et secundum multitudinem miserationum tuarum,/dele iniquitatem meam./Amplius lava me ab iniquitate mea:/et a peccato meo munda me./Quoniam iniquitatem meam ego cognosco:/et peccatum meum contra me est semper……

Inmediatamente todos los asistentes le secundaron y como si de un milagro se tratase las llamas de las antorchas no se vieron afectadas por los vivos vientos serranos. Así continuaron un largo trecho, hasta que por fin llegaron a la antigua Ermita de San Sebastián, que se encontraba a unos escasos cien metros del casco urbano del Azevo. Ese terreno era el que los vecinos de esa localidad les habían regalado a los monjes franciscanos para que refundasen su nuevo Convento de Santiago. Entre los asistentes llamó la atención lo acaecido y todos estuvieron convencidos de que habían asistido a un milagro. Decidiendo entre ellos, desde aquel día, que el Miserere sería su canto procesional obligatorio en sus ritos religiosos. Marzo de 2012

EL EREMITA6 En la falda de la sierra más occidental de Extremadura, Jálama, existió hace muchos años una Ermita, la Ermita de San Casiano, rodeada por un frondoso bosque y de majestuosas rocas que formaban intrincadas cuevas. Vivía en dicha ermita Martín un buen anciano, que según contaban los que lo conocieron perteneció a distinguida y recia familia cacereña.

5 Relato inspirado en el libro de Fray José de Santa Cruz: Crónica de la Provincia Franciscana de San Miguel, parte I. Y en el cuento Miserere de las Leyendas de Gustavo Adolfo Becquer,

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Relato inspirado en el escrito del párroco de Payo, Sousa Bustillo, “Jálama y su Comarca”

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Chuchi del Azevo

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

Es curiosa la historia de Martín el ermitaño y además de interesante, provechosa a los lectores. Voy a contarla: los padres de Martín tuvieron dos hijos, el nombrado y José. Martín y José eran genios muy opuestos. Mientras el carácter del primero era díscolo, atrevido, temerario, el de José se distinguía por su obediencia y sencillez. Ocurrió un día que Martín, desoyendo los consejos de sus padres, propuso a su hermano que le acompañase a una cacería. José le advirtió, una y más veces, que no era procedente tal propósito por desconocer ambos el manejo de las armas de fuego. No debió convencerse Martín y cuando llegó la puesta de sol salieron los dos hermanos provistos de flamantes escopetas y otros efectos necesarios. Internáronse en un espeso monte. Eligieron dos sitios de aguardo, por donde, según Martín, debían pasar algunos Corzos. En actitud expectante estuvieron los dos hermanos poco más de media hora, cuando, el ruido de pasos, hízole suponer a Martín que se acercaba alguna pieza. No se engañaba. Dos hermosos ciervos miraban a poca distancia de él. Martín montó precipitadamente la escopeta, sonó un disparo al poco rato, se oyó un ¡Ay…! Lastimoso producido por una leñadora. La bala había atravesado un brazo a la pobre mujer, cuya presencia pasó inadvertida para Martín en el momento crítico del disparo. Poco tiempo después Martín prometía ante un cuadro de la Virgen una penitencia como expiación del delito que su imprudencia le hizo cometer. Transcurrió mucho tiempo desde aquel suceso. Martín se convirtió en ermitaño de San Casiano. Se mantenía de las limosnas que recogía en los pueblos inmediatos; si bien en algunos eran muchos los que especulaban con la gran fortuna que poseía. En una desapacible tarde de invierno. Una imponente tormenta se formó en el espacio. Martín, entre rayos luminosos y rugientes truenos, se postró de rodillas ante un crucifijo, que pendía en las paredes de una cueva próxima a la Ermita y cuando fue a levantarse cuatro manos hercúleas le sujetaron por el cuello. El ermitaño se incorporó como pudo y se encontró frente a frente con dos hombres que le dijeron: venimos por tu fortuna o por tu vida. Mi fortuna -contestó el anciano- la tengo despreciada hace muchos años, y mi vida le pertenece a Dios. ¡No mientas! -dijo uno de aquellos hombres. Venimos por tu tesoro y si nos lo niegas morirás sin remedio. Pasaron algunos segundos de silencio que fueron interrumpidos por Martín, quien con una sonrisa de mártir exclamó: ¡Pues bien señores, salid de esta cueva y os enseñaré el lugar en el que guardo mi tesoro! -¿Conocéis el corpulento árbol llamado Matusalem, que hay al terminar el puente de los gitanos? -Sí -afirmaron los facinerosos. -Pues meted la mano en el hueco que hay en dicho árbol y encontraréis el tesoro que tengo. -Si nos engañas -se atrevió a decir uno de aquellos hombres- pagarás con tu vida. -Os juro que no -replicó Martín. Los bandidos tomaron la dirección que el Ermitaño les había indicado. La tormenta se encontraba en su clímax; aun así, los facinerosos marcharon a toda prisa. Al llegar al puente, que les había indicado Martín, los truenos y relámpagos se sucedían cada vez con mayor frecuencia, y la lluvia se tornó en un caudal torrencial que arrastraba cuanto encontraba a su paso. Al día siguiente el ermitaño se dirigió al árbol Matusalem, estuche de su tesoro. ¡Gran sorpresa recibió el pobre viejo! Al pie del árbol había dos cadáveres carbonizados por una chispa eléctrica. Postróse de rodillas Martín y rezó por ellos. Y metiendo después la mano por el hueco del árbol Matusalem, sacó un libro con tono de pergamino en cuyas tapas se leía: Tesoro del Alma

EL CUENTO DE CAÑAMÓN7 Se encontraba la señoa Nastasia jaciéndoli la comía al su mario Tanasio, el cual se hallaba laborandu el campu de la su familia, cuandu el dagal de ambus le insistiò a su mairi que le dejasi acarrear la comía a su pairi. La Nastasia no estaba ella mu convencía, tenía muchus devaneus en la mollera, no le gustaba que al su dagal le pudiesi pasar algu; ya que era mu caniju y cualquier cosa poía sucederli en el campu. Al final accedió y le diju a Cañamón que poía llevarli la merienda a su pairi. Cañamón enganchó el morral con los alimentus encantao y salió trancandu la puerta de la casa ruidosamenti, mientras silbaba una melodía aprendía del su agüelo. Cuandu iba tarareandu la canción por el campu, justu cuandu cruzaba por el prau del tío Catalinu, el buey de los Chamuscaos lo engulló a la vez que pastaba la hierba fresca regá con el rocíu del alba. Por la tardi la Nastasia jue al encuentru del su mariu y del su dagal; cuál jue la su sorpresa cuandu le preguntó al Tanasio por Cañamón y ésti le respondió que no sabía ná, que entovía estaba esperandu que el Cañamón o ella le trajesin las viandas, ya que estaba muertu de jambri. La Nastasia casi se marea de la noticia, los sus devaneus se habían cumplíu, el su dagal se había perdiu. Al mismo tiempu unu de los Chamuscos dio el avisu en el puebru que una una jauría de lobus le habían matau el su buey. Los vecinus se dividieron en dos grupus, unu se dirigió a buscar a Cañamón y el otru partió para darli caza a los lobus. ¡¡¡Cañamón!!!!, ¡¡¡Cañamón!!! - gritaban los vecinus del puebru por todos los vallis. Pero Cañamón seguía sin dar señalis de vida. De repenti en la lejanía se escucharun varios disparus, los otrus vecinus habían dao con los lobus y los habían abatiu. Cuandu llegaron al puebru la desolación continuaba porqui Cañamón seguía sin aparecer, su mairi lloraba desconsolada. Mientras tantu aquellus vecinus que habían matao a los lobus decidieron jacer unus tamboris con las tripas de las alimañas para así intentar localizar con el redobli de los mismus a Cañamón, por si se hubiesi queao dormiu en algún lugar del campu. De nuevu emprendieron la búsqueda al sonio de los tamboris por vallis, praus y vereas: ¡¡¡Porroponpon, Porroponpon!!! ¡¡¡Porroponpon!!! ¡¡Aquí está Cañamón!!!

Una frágil voz se escuchaba salir del interior del tambor cada vez que se le jacía sonar a ésti. Los vecinus se decidieron a abrirlu y allí se encontraba el diminutu Cañamón que se había salvao milagrosamenti de haber siu alimentu de los güeyis y de los lobus.

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Este cuento, escrito en una lengua popular desgraciadamente ya desaparecida, el Alto-Extremeño/Leonés de Sierra de Gata, era con el que nos entretenía en nuestra infancia a mis hermanos y a mí nuestro padre.

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

EL ENCUENTRO, DOS ACEBANOS ANTE FRANCISCO FRANCO8 Emeterio y Jesús llevaban una hora andando bajo un sol abrasador; era el mes de julio, el día de Santiago para ser más exactos, patrón de la Nueva España. Ambos venían desde la población del El Pardo con los víveres necesarios para pasar la semana en la concesión minera de estaño que explotaban, con el permiso de Patrimonio Nacional, por encima del villorrio de Mingorrubio. La pista forestal se les estaba haciendo eterna, cargados con dos sacos a sus espaldas curtidas por el inclemente sol de un verano castigador, sus pasos se volvían cada vez más lentos. Cuando se encontraban en lo alto de un teso el ruido de un motor les alertó de la proximidad de algún vehículo, que con un poco de suerte les podría acercar unos cuantos kilómetros a su destino y así evitarles la penuria de tener que seguir a pie. Emeterio y Jesús decidieron campar los sacos con los víveres en el suelo y en el instante en el que divisaron al primer Land Rover Jesús se posicionó en medio del camino y con el brazo en alto comenzó a hacerle señales para que parase. Emeterio mientras tanto observaba la llegada de los todoterrenos y los gestos de su hermano; hasta que en un momento dado se percató de que aquellos que venían en esos land Rovers eran personajes importantes. Se abalanzó sobre su hermano y de un empujón lo sacó de la carretera. -¿Qué jacis? ¿Estas farto? -¿Peru qué cojonis pasa, Emeterio? En ese mismo instante pasó el primer todoterreno con un militar al mando de una ametralladora MG que se les quedó mirando fijamente. A continuación, les sobrepasó el segundo vehículo a toda velocidad y Emeterio, blanco como la cera, le espetó a su hermano:

-¡Gracias, Señor no golverá a pasar!, no sabíamus que juesi el Generalísimu respondieron los dos serragatinos con voz quebrada. Los escoltas se montaron en el todoterreno y partieron a toda velocidad; al tiempo que Emeterio y Jesús cogían los sacos con los víveres y corrían como almas que llevaba el diablo por entre la espesura del Monte del Pardo. No sin que antes Emeterio soltase una gran carcajada y le dijese a su hermano: ¡Y los comunistas intentadu jacerli una emboscá too los días a Franco para matarlu y nosotrus casi lo matamus de un sustu!

MIKE TYSON COMBATE CONTRA HOLYFIELD EN LA TELEVISIÓN DE ACEBO La noche prometía, eran muchos los vecinos de Acebo que se habían reunido en uno de los bares de Acebo para ver el combate de boxeo entre Mike Tyson y Holyfield. El local parecía un fumadero clandestino de Nueva York, en los que comenzó su carrera pugilística uno de los boxeadores más controvertidos de la historia. En uno de los asaltos Mike Tyson le soltó un tremendo derechazo a Holyfield, que el cámara de televisión recogió en un primer plano televisivo. Una de las espectadoras del bar, al ver tan soberano golpe, no pudo por menos que expresar de manera histriónica el siguiente comentario: -¡Atií…..! ¡Pu si lleva un tatuaji de Mau en el brazo! A lo que una amiga que se encontraba con ella en el bar, viendo el enfrentamiento entre aquellos dos amos del cuadrilátero, le replicó lo siguiente:

-¡Qué es Franco con el ñeto, Ostias! Jesús se quedó mudo; no sabía qué hacer, ni qué decir. Los sudores les corrían a ambos por todo el cuerpo, mientras un escalofrío les paralizó. El último de los Land Rover paró en seco frente a ellos; de él descendieron dos militares fornidos y de unos dos metros con caras de pocos amigos. -¿Quiénes sois vosotros?, ¿Qué hacéis aquí? -Miri Usted, nosotrus somus mineros, del puebru del Azevo, de Cazris y estamos trabajandu en una mina de Mingorrubio -contestó un Jesús atemorizado. -¡A ver, venid aquí los dos! -les ordenó el más mayor de ellos.

-¡Hay que jodersi, lo famosa que se ha hechu esa cerveza! La anécdota no pasó desapercibida para el resto de los parroquianos que se encontraban alrededor de ellas en el bar viendo ese combate de boxeo mítico; los cuales de inmediato inundaron el local con una estruendosa carcajada que todavía se escucha en la lejanía de la cima de Jálama.

UN PÍCARO ACEBANO El militar los obligó a ponerse detrás de una espesa vegetación de jaras; mientras él llamaba desde su vehículo a la central de Patrimonio Nacional para confirmar lo que aquellos dos individuos le habían relatado.

-¡Amos, dati prisa que es pa hoy! -le gritaba el pairi al hijo desdi lo altu del tejao.

Tanto Emeterio como Jesús permanecían inmóviles en el lugar que aquel escolta de Franco les había indicado. Emeterio miró a su hermano y le dijo:

El dagal iba to lo rápido que poia el probitu; pero pa sus treci añus esi trabaju de reparar los tejaos del pruebru era muchu pa él. Sin embargu su pairi no poia jacerlu solu y tampocu poia contratar a un obreru, el negociu no daba pa tantu. Mientras cargaba y cargaba las tejas en una caja que su pairi subía al tejao con una garrucha, el probitu dagal renegaba de esi trabaju tan escravu que le había dao el destinu.

-¡Aquí nos comín hoy los buitris, Jesús!

-¡Echami ahora la Perfecta ! -le indicó su pairi desde la cubierta.

Al poco rato el militar regresó hacia ellos y con un tono de voz castrense les ordenó: -Podéis seguir adelante, me han confirmado que efectivamente sois mineros que trabajáis en donde me habéis dicho; pero que sea la última vez que os veo por aquí y menos intentando echarle el alto al coche del Generalísimo. 8

Tradición oral

El dagal rebuscó entri las tejas y asió una de ellas a la cual el pairi le había hecho un bujero en la metá que luegu había rellenau con barru del mismu color. La pusu en la caja con el restu de las tejas y su pairi las subió hasta el tejao con la garrucha. Una vez arriba colocó a La Perfecta entre el restu de las tejas y pasaos los días, pairi e hiju, terminarun la reparación de otru tejao más en El Azevo.

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

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De esta manera el pairi se aseguraba trabaju cada dos o tres añus; ya que la lluvia mohina que caía habtualmenti en el puebru iba disolviendo el barru y la gotera golvía a aparecer al cabo de los añus, pero en otru lao del tejao. Hasta que pasao el tiempu el dagal en una indiscreción se lo chismeó a las sus amistades de juegu y el puebru terminó enterándosi de las artimañas de su pairi y los dos se quearon sin trabaju. Cosa de la que siempri se alegró el dagal, porqui esi oficiu de reparar tejaos era un oficiu mu escravu y peligrosu, según opinaba él.

Al rato apareció "Zaca el de Masa" acompañado de un vigilante de seguridad por uno de los pasillos. -¿Pero ondi te has metiu? llevamus la metá de la tardi buscandoti. -¡Tooó!¿Pues ondi me voy a meter? viendu los relojis, ¿Habéis vistu too los que tienin? -Anda tira palanti que es pa darti de ostias y no parar hasta que llegasemus a casa. -Gracias señorita por su ayuda -le dijo Toni a la encargada de información del centro comercial. Cuando iban saliendo por la puerta a Zacarías todavía le dio tiempo para hacer una brillante reflexión que despertó las risas de todos aquellos que le escuchaban:

SERRAGATINOS EN LOS CENTROS COMERCIALES DE MADRID Corrían los años ochenta cuando llegó una nueva oleada de serragatinos a la provincia de Madrid atraídos por el trabajo en la construcción de un empresario de la Comarca que buscaba nuevas oportunidades para su negocio. En uno de esos descansos de fin de semana un grupo de ellos decidió acercarse a uno de los centros comerciales que acababan de abrir por Colmenar Viejo. Una vez en ese templo del capitalismo cada uno se desperdigó por los diferentes pasillos deslumbrados por la multitud de objetos que se almacenaban en baldas y estanterías. Después de dos largas horas comenzaron a reunirse en una de las salidas del centro comercial para volver a su lugar de alojamiento.

-¡Cagondiola, mira que jay cosas aquí! -le decía uno de los obreros al hijo del dueño de la empresa. -¡Tooó, pu craru! es que estu es el futuru, es comu en América, ¿No lo has vistu en las películas? Al poco ya se encontraban todos en la puerta del centro comercial, menos uno de ellos. -¡Venga…, tos pal cochi! que ya es tardi y mañana nos espera un día duru. -Aguarda un minutu Toni que falta Zacarías. -¿Ondi se ha metiu ese gilipollas? venga que ca unu vaya por un lau a ver si lo encontramus.

-Y mira que son listus los de esti comerciu que hasta sabían mi nombri y me han avisau por la radio que tienin porqui no me encontrabais.

DE VIAJE AL AZEVO En cierta ocasión una familia acebana se decidió a realizar su habitual viaje estival a Acebo contratando los servicios de un particular que se ganaba la vida llevando y trayendo gentes de Sierra de Gata a Madrid. La familia había preparado las maletas y todos los jachiperris el día antes para que no se les olvidase nada y así pasar lo más a gusto posible las vacaciones de verano en su pueblo. A las 7:00 horas, tal y como habían convenido con el conductor, éste se presentó en el domicilio de sus clientes. No tuvo que esperar porque toda la familia se encontraba nerviosa desde hacía media hora en el portal del edificio con todos los tarecos preparados para montarlos en el coche. -¡Buenos días! -saludó el cabeza de familia con efusividad. -¡Buenos días! -contestó el conductor-, vamos a ir cargando las cosas en el coche.

Después de veinte minutos de búsqueda infructuosa se volvieron a reunir en el mismo lugar. - ¡Ná!, ni idea ondi se habrá metiu esti tiu. - Lo peor es que se está haciendo tardi y ya verás mañana. - Amos a buscar a alguien del comerciu que sea capaz de echarnus una manu. Todos se dirigieron al puesto de información y a la chica que se encontraba allí le pidieron ayuda. - Buenas tardes señorita. - Buenas tardes caballero, ¿En qué puedo ayudarles? -Verá Usted es que hemus perdiu a un compañeru que venía con nosotrus y por más que lo buscamus no semos capacis de encontrarlu entri tanta genti. ¿Nos poía ayudar? - Bien, dígame el nombre y le llamo por megafonía. -Él se llama Julio, pero tos nosotrus lo llamamus Zacarías y lo conocemus como “Zaca el de la Masa”. Si Usted le avisa por el moti seguru que apareci. -Bien, vamos allá. ¡Zaca el de la Masa!¡Zaca el de la Masa! sus amigos le esperan en información -se escuchaba en todo el centro comercial una y otra vez por megafonía ante la atenta mirada de los clientes que no entendía lo que ocurría.

Poco a poco las maletas, cajas y enseres fueron acoplándose en el automóvil. Cuando ya parecía que habían acabado, el miembro más pequeño de la familia apareció frente al conductor y a su padre con la jaula del canario. -¡Pero Guillermo! ¿Ondi vas con el pájaro? ya te dije que se lo dejasis a la vecina. -Pero papá es que yo me lo quiero llevar al pueblo y si él no va yo tampoco. -¡Hay que jodersi con el jodio dagal, lo caprichoso que ha salió! -refunfuñó el padre delante del conductor. -¿Y no tienen a nadie a quién dejárselo? -preguntó el conductor con voz preocupada. -¡Qué va….!, la vecina a la que se lo íbamos a dejar se ha ido sin avisar. Y el crío es que ha salido igual de caprichoso que mi suegro. La madre, que se encontraba comiendo una perronilla con su hija pequeña, escuchó el comentario de su marido y casi añusgándose, en un ataque de rabia, le quitó la jaula a su hijo Guillermo de las manos y le espetó a su marido que el pájaro iba con ellos a Acebo. El conductor y el cabeza de familia no se atrevieron a contradecirla y ella roja como un tomate y respirando con dificultad, porque aún no había conseguido masticar del todo la perronilla, puso la jaula en la baca del coche y la ató fuertemente con una cuerda. -¡Ya está solucionao el probrema! ¿Habéis visto que rápido lo he arregrao?

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

Todos se metieron en el automóvil y comenzó un largo viaje, que en aquella época duraba unas cinco horas. Sobre las doce y media llegaron al pueblo del Azevo. Hacía un día perfecto, soleado y con una temperatura perfecta. De inmediato todos se bajaron del coche y comenzaron a sacar las maletas y todos los jachiperris que llevaban. Guillermo se subió al asiento del coche y desató la jaula de la baca. Cuando puso el pie en el suelo pudo comprobar que la jaula estaba vacía. De inmediato se fue a su padre y a su madre y enseñándoles la jaula y les preguntó: ¿Dónde está el pájaro? Los padres se quedaron mudos y Guillermo no recibió contestación alguna; aunque con el tiempo comprendió que durante el trayecto del viaje la fuerza del aire arrancó a su mascota con violencia de la jaula que había sido atada a la baca del coche.

Mosé de Gata se dirigió parsimoniosamente hasta la judería de Gata y una vez allí tomó el camino que le llevó directo a la espléndida Sinagoga de la localidad. En el umbral de la puerta de Ésta le esperaba desde hacía tiempo Yom Tov, el Samás de la misma, quien con una leve reverencia le saludó y le indicó que entrase en el interior del Recinto Sagrado. Dentro del mismo le esperaban Samuel Leví, Jacob Arrueste, Yuda de Alba, Israel Saulí y Salomón Arroyo; es decir lo más granado de los mucaddeim de la Aljama de Gata.

LA HEBRAICA GATA Y NEBRIJA9

Mosé de Gata era un prestigioso dayyan judío de la aljama de Coria sobre quien recayó la desagradable obligación de llevar una mala noticia a sus hermanos de Fe de la Aljama judía de Gata. A pesar de que llevaba mucho tiempo viviendo en Coria a Mosé le gustaba volver de vez en cuando al pueblo que le vio nacer y en el que pasó la mayor parte de su existencia. En ese rincón apartado de esa serranía limítrofe con el reino de Portugal Mosé había dejado grandes y prestigiosos amigos, tanto cristianos como judíos, sobre todo entre los intelectuales que por aquel entonces abundaban en Gata y que impartían clases en la Academia del Maestre de la Orden de Alcántara, D. Fray Juan de Zúñiga y Pimentel, y que era dirigida por el eminente Antonio Nebrija. Con este último se encontró camino de la plaza mayor de Gata. Don Antonio Nebrija y él habían mantenido elocuentes y apasionados debates jurídicos en infinidad de ocasiones. -¡Buen día tenga su señoría! -saludó efusivamente D. Antonio Nebrija a un atribulado Mosé de Gata. -Es un placer encontrar de nuevo a Vuecencia -respondió el ínclito D. Mosé. -¿Qué le trae por estos lares serranos desde la Coria señorial? -inquirió un Nebrija intrigado por la visita inesperada de su amigo, el prestigioso juez judío que administraba las leyes hebreas en el Bedin de Coria. -Traigo una Ordenanza Real de sus Majestades Católicas para los integrantes de la Aljama de esta población y me temo que no va a ser motivo de alegría alguna para ellos -respondió con tono alicaído un Mosé de Gata abatido. -Bien amigo, entiendo que el deber le apremia y que la carga que trae para con sus hermanos le angustia, por tanto, continúe su señoría con su camino y en otra ocasión tendremos posibilidad de departir -sentenció un Nebrija comprensivo.

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-Bien heme aquí como imagináis con una desagradable noticia -comenzó su exposición un Mosé de Gata distante. Sabéis que la guerra para la toma de Granada está llegando a su fin; pero la Corona de sus Majestades Católicas necesita de nuevos recursos económicos para mantener y dotar de material bélico a sus tropas, por lo que ha acordado un nuevo repartimiento correspondiente al impuesto de los castellanos de oro para finalizar dicha guerra y a esta Aljama os ha correspondido veintidós castellanos y medio. Todos se miraron apesadumbrados, hasta que Samuel Arroyo, el más anciano de todos ellos, se decidió a responder a su paisano Mosé de Gata: -Intuíamos que tu visita nada bueno podría significar, y desde luego no nos equivocábamos. Nos gustaría poder hacerle llegar a sus Majestades que esta Aljama está exhausta y que son muchos los impuestos que llevamos pagados desde hace años; pues desde el año de mil cuatrocientos y sesenta y cuatro hemos tributado por el Servicio y Medio Servicio a la Corona de Castilla tres mil setecientos diez maravedíes y la nueva cantidad que se nos ha asignado sospechamos que no será la última; por ello desearíamos que fuese revisada a la baja, pues de lo contrario vemos peligrar la subsistencia de nuestra gente. -La situación está cada vez más complicada para los miembros de nuestro pueblo y es probable que una vez expulsados los moros de Sefarad los siguientes seamos nosotros; ya que en el fondo los cristianos viejos no dejan de considerar que nuestro pueblo fue el culpable de que los moros llegasen a su querida Hispania. No obstante, intentaré hacer llegar a sus Majestades vuestra petición. Mosé de Gata, una vez transmitida la noticia, se despidió con una fría reverencia de los mucaddeim de Gata. A la salida de la Sinagoga estrechó cariñosamente la mano de Yom Tov y con paso firme se alejó por las intrincadas calles de la judería, hasta que su figura se difuminó a lo lejos.

LA CASA ENCANTADA Llevaban dos horas en una de las orillas del regato del Carrobispo esperando el poder entrar por la zona del huerto a una de las casas de la calle del Palacio en Acebo. Era una casa especial, se rumoreaba que se encontraba encantada y que el espíritu de una mujer que fue ajusticiada por la Inquisición merodeaba por sus estancias. La pandilla de Bárbara estaba intrigada desde hacía bastante tiempo por dicha historia; por eso habían decidido comprobar si ese rumor era cierto. En total los que se habían animado a entrar en la casa eran cinco; a última hora se habían rajado Montse y Nacho quienes no veían claro el allanamiento de morada para comprobar la existencia de un fantasma en el que no creían.

Relato inspirado en el libro de Marciano de Hervás: Documentos para la historia de los judíos de Coria y Granadilla.

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

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Una vez dentro de la casa recorrieron todas las estancias de la misma iluminándolas con sus potentes linternas. Finalmente decidieron instalarse en lo que parecía ser el salón de la casa; allí depositaron sus cámaras de fotos, algo de comida, varias botellas de whisky y de Coca Cola que habían llevado para pasar la velada.

DOS ARRIEROS LAGARTEIROS10

Mientras las horas pasaban y todo permanecía en una calma absoluta, Curro introdujo su mano en una de las mochilas y sacó una extraña tabla de madera. -¿Qué os parece si jugamos a la Ouija para darle más emoción a todo esto? -preguntó un Curro siempre dispuesto a tomarse a sorna cualquier cosa por muy seria que ésta fuese. Ninguno de sus amigos respondió, pero todos admitieron con su pasividad el que Curro instalase la Ouija en medio de todos ellos y comenzase con las tradicionales preguntas. Mientras todos los presentes, como manda la tradición, presionaban son sus dedos la parte superior de un vaso invertido sobre un tablero lleno de letras, Curro iba mascullando, una tras otra, las típicas preguntas que haría que dicho artilugio los pusiese en contacto con los seres del más Allá, pero el vaso después de cada pregunta nunca hacía amago de moverse.

Por el Puerto de Perales bajaban dos arrieros de Eljas con sus mulos cargados de los productos más variados de Castilla, que los habían obtenido mediante trueque por aquel otro que más apreciaban los castellanos y leoneses de aquellas tierras altas; el deseado aceite serragatino, el oro líquido de estas tierras extremeñas que estos dos lagarteiros llevaban décadas subiendo a los pueblos de Salamanca y Ávila. El descenso por el puerto era tortuoso y lento; ya que el gran desnivel del mismo les impedía a ellos y a sus mulos transitar por él con celeridad y continuamente debían ajustar la carga para que ésta no se perdiese por uno de los múltiples barrancos que asomaban por los miles de curvas que hay a lo largo de todo su recorrido. En una de ellas, a mitad de camino, y desde donde se podía apreciar en toda su inmensidad la montaña de Jálama, Felipe, el arriero más joven de los dos, le dijo a su compañero de viaje y negocios: -Alfredo, ¡Quién tuviera un montón de billetis como Xálima!

-¡Oye vamos a dejar esta chorrada de una vez! -soltó exasperada Mónica, a quién el jueguecito le estaba empezando a comer la moral-, ¿Por qué no nos tomas unas copas?, para eso hemos traído el whisky, ¿No? Borja se levantó de un brinco, era lo que llevaba horas esperando oír, y en un instante abrió la botella de Johnnie Walker, cogió un vaso de litro de plástico lo llenó de hielo y vertió un cuarto de la botella en el vaso, rellenando el resto con Coca Cola. En menos de cinco minutos el vaso de litro se encontraba vacío; acto seguido alguien decidió poner algo de música en un viejo radio cassette que habían traído, mientras José liaba un peta con maría de la zona. Al poco rato comenzaron las risas, los besos entre las parejas, y las charlas filosóficas; al tiempo que Borja se levantaba de nuevo, después de darle la última calada al peta, y rellenaba una vez más el vaso de whisky-cola, la noche prometía; pero esta vez decidió hacer una combinación especial; se metió una mano en el bolsillo y extrajo una pequeña bolsa con unos diminutos papeles, partió uno de ellos que llevaba impresa la imagen de la Pantera Rosa y lo introdujo en el vaso, lo movió bien y les dio de beber a todos sus colegas. Pasada una hora y mientras todos ellos se reían de una manera escandalosa comenzaron a oírse portazos y unas escalofriantes pisadas en el piso superior; todos ellos se pusieron en pie como pudieron o, mejor dicho, como los vapores etílicos y las drogas les permitieron. Uno tras otro se decidieron a subir al piso de arriba, mientras una voz agónica emitía desde lo más alto del edificio unos dolorosos gritos de dolor. Cuando estaban llegando al rellano de la escalera, un golpe de aire gélido les abofeteo las mejillas, al tiempo que las puertas de las habitaciones de los pisos inferiores comenzaban a cerrarse y a abrirse sin motivo aparente. Borja giró el pomo de la puerta y sigilosamente la abrió, la imagen que vieron fue dantesca y cuando ésta se desplazaba lentamente hacia ellos todos echaron a correr escaleras abajo. La última de todos ellos, Mónica, tropezó con un bidón que anteriormente no se encontraba en las escaleras, mientras algo, según creía ella, la sujetaba por el pelo. Al fin Borja tuvo que subir a buscarla; pero ya era tarde el estado delirante en el que se encontraba por lo que ella vio esa noche, real o no, la acompañaría a lo largo toda su vida. Agosto 2012

-¡Hombri¡ - contestó Alfredo- ¡Pidi pa salir de pobri!. ¿Quién me diera un montón de ayudas tan grandi comu Xálima y tuos lus sacus que se pudieran coger con ellas cheus de billetis? Felipe se quedó meditabundo y comprendió claramente que tanto él como su compañero de viaje y de negocios llevaban esa vida por su carácter ambicioso e inconformista con la situación y la realidad que les había tocado vivir. Con el paso del tiempo ambos se convirtieron en prósperos hombres de negocios y amasaron dos grandes fortunas, con las que seguramente la Diosa Xalamati les quiso obsequiar a ambos por los bonitos piropos con los que la deleitaban a ella y a su morada cada vez que estos arrieros descendían por el Puerto de Perales.

EL LATROCINIO -Ahí está bien guardado –les dijo Emiliano a sus dos hijos. Acababan de esconder diez kilos de wolframio en una oquedad de la mina en la que llevaban trabajando un mes. -Mañana, de madrugada, a eso de las cinco, venimos; lo recogemos y lo llevamos a Ciudad Rodrigo donde he quedado con un tratante que se lo vende a los alemanes y lo pagan bien.

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Relato inspirado en el escrito del párroco de Payo, Samuel Sousa Bustillo, “Jálama y su Comarca”.

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

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-¿Pero…, habrá que mezclarlo con las piedras que hemos untado con aceite y quemado al fuego para que parezcan mineral?- preguntó el más joven de los hijos de Emiliano. -¡Por supuesto!; pero eso lo haremos mañana cuando repartamos los tres sacos que llevaremos cada uno de nosotros. Emiliano y sus vástagos se marcharon a casa con la seguridad de que el mineral que habían escondido en la mina estaba a buen recaudo. A las cinco de la mañana, como había ordenado el cabeza de familia se encontraban al pie de la mina. El hijo mayor entró con una lámpara de carburo en la mina, mientras Emiliano y su hijo menor le esperaban a la entrada del yacimiento. Al poco rato se escuchó desde el interior de la galería un: -¡Me cago en…….!, ¡Algún hijo de su madre nos ha robado! –era el grito de rabia de Simeón cuando descubrió que el mineral no se encontraba donde lo habían escondido. Emiliano y su hijo menor se quedaron pálidos; lo primero que les vino a la cabeza era que tal vez Simeón se hubiese confundido de sitio. Cuando éste asomó su rostro vampírico desde el interior de la galería éstos entendieron que no había lugar a equívocos; les habían robado el mineral, que tanto esfuerzo les había costado reunir, delante de sus narices. Pasaron varios minutos hasta que fueron capaces de reaccionar.

Su ritmo cardíaco aumentó, mientras su respiración tomaba una cadencia cada vez más corta, hasta que al fin les alcanzaron. -¡Alto ahí si no queréis que hagamos con vosotros una chancina! -¡No tío Emiliano! –respondió uno de ellos-, ¡Por Dios…, que nosotros somos unos mandaos! -¿Unos mandaos……?, ¿De quién….? –les preguntó un Emiliano irritado, mientras él y sus hijos les amenazaban con la segureja, el calabozo y las jocis. -El tío Calerno nos dijo que nos daría una buena cantidad por hacer este trabajo. -Me lo imaginaba –les respondió Emiliano-. Ese cabrón envidioso no para de joderme desde hace años. Vamos dejad los sacos de mineral ahí y alejaros no sea que me arrepienta y paséis a ser comida de los lobos. Los dos jóvenes hicieron lo que se les ordenó Emiliano y se alejaron lo más rápido que pudieron; sabían de primera mano los arrestos que tenían los miembros de esa familia. Esta vez Emiliano y sus hijos habían conseguido que su negocio de contrabando de mineral acabase como lo habían planeado. Septiembre de 2012

-Los ladrones no deben estar lejos. ¿Alguno de vosotros ha contado anoche algo en el pueblo? -Padre, me parece que la culpa la tengo yo; anoche se lo conté a mis amigos mientras jugábamos a las chapas. -¡Buf…..!, tienes que aprender que si quieres acompañarnos estas obligado a una discreción absoluta; pues de lo contrario todos nos jugamos la cárcel. El chico no sabía dónde meterse, su indiscreción había causado un gran perjuicio económico. Deseaba que la tierra se lo tragase, era incapaz de soportar las miradas de su padre y de su hermano. En ese instante Emiliano les ordenó: -¡Venga!, tú coge la segureja y tú el calabozo; creo que sé quiénes son y por dónde van. Los dos hermanos cogieron las herramientas que les indicó su padre; mientras éste cogía unas jocis. Los tres emprendieron una rápida marcha por veredas y caminos con dirección a lo que se conocía por el nombre de Puerto de Castilla y que conducía a El Payo. A mitad del recorrido divisaron la silueta de dos hombres que iban cargados con un par de sacos y marchaban a toda velocidad. -¡Ahí van! –les indicó Simeón a su padre y a su hermano. -¡Venga, ya son nuestros!

AHORRANDO PARA EL AJUAR ¡Colchas!, ¡Tolhas de mesa!, ¡Teciados!, ¡Sábanas! Así solía despertar la valverdeña tía Cadiada a los vecinos de Acebo el tercer sábado de mes. Con una cesta a la cintura y otra encima de la cabeza donde portaba el género que ofrecía a las amas de casa y a las mozas casaderas; recorría, la pobre mujer, la nada desdeñable distancia desde Valverde del Fresno hasta Acebo durante varios días; haciendo pequeñas escalas en los pueblos de San Martín de Trevejo, Villamiel y Hoyos, antes de llegar a su destino final. Anastasia solía esperar impaciente su llegada, y más este mes que había conseguido una buena cantidad de mineral en una de las minas del arroyo Jocino. Su esfuerzo le había costado, y varias noches en vela; ya que su hermano y ella se habían desplazado hasta esa mina por la noche y siempre después de finalizadas sus tareas en el campo. La explotación minera pertenecía a un vecino de Acebo y ellos acudían a la luz de la luna al rebusco o a explotar alguna veta de mineral olvidada sin que el dueño de la misma se enterase. La última parada de la tía Cadiada en Acebo siempre la hacía a la altura del Crucero del Cristo, enfrente de la Ermita del Cordero Bendito. Allí, sobre los pequeños peldaños del Crucero exponía sus artículos y de inmediato se veía rodeada por un séquito de féminas a las que se les iluminaban los ojos al contemplar las telas que esta mujer solía conseguir en los pueblos limítrofes de Portugal. Anastasia en cuanto escuchó los gritos y el revuelo en el barrio del Cristo, se dirigió a la alacena de su cocina y cogió el mineral que había envuelto el día anterior en un trapo viejo. Salió de la casa con sus dos kilos aproximados de wolframio y en menos de dos minutos se encontraba entre el bullicio que la presencia de la tía Cadiada solía levantar en esta barriada acebana. Este rincón apartado de este pueblo era de los más rentables para esta pequeña mujer valverdeña; pues muchas de las mujeres que allí vivían solían hacer lo mismo que Anastasia, ir al rebusco del mineral para luego canjearlo por algún artículo del que se enamorasen.

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

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-¡Bom día! –saludó la tía Cadiada a la joven Anastasia con su tradicional expresión luso-extremeña.

servían a unos y a otros para las más diversas actividades; y al fondo del inmenso salón, una rústica barra hacía las veces de púlpito al encargado de Baco.

-¡Buenos días! –le respondió la joven- ¿Qué cosas guapas nos traes esta semana?, ¿Te acordaste de la colcha que te encargué la semana pasada?

Emiliano y Macario pasaron lentamente por entre las mesas; cuando se aproximaban a la que se encontraban sentados el jefe de los Carabineros y el anterior alcalde de la localidad, éste último les hizo un gesto indicándoles que se sentasen. Emiliano y Macario no lo dudaron y sentándose uno enfrente del otro dieron comienzo a la ansiada partida. El Jefe de Carabineros fue el encargado de repartir los naipes.

-Claro que sí moza, mira aquí la tienes. Y alargándosela con su mano se la entregó a la joven, que enseguida procedió a analizar con las yemas de sus dedos la tela y con la uña de su pulgar el estampado de la colcha. -¿Cuánto pides por ella? -¿Qué tienes para ofrecerme a cambio? –respondió ágilmente la tía Cadiada. -Mira aquí tengo unos dos kilos de mineral que yo creo que es lo que vale esta colcha. Esta vez Anastasia no se paró a regatear; ansiaba la colcha que era la última prenda que le hacía falta para su ajuar. -Es mu poquino moza –le respondió la hábil comerciante valverdeña-, es una colcha muy buena; algo más me tendrías que dar, sabes que lo vale y además sabes que el precio del mineral cada vez está más bajo. -¡Vamos mujer! –le respondió una indignada joven-, con todo lo que te he comprado hasta ahora no me vas a dar la colcha por el mineral que te he traído; después del trabajo que me ha costado. Y haciendo ademán de irse, amagó con recoger la tela que envolvía el mineral. -¡Espera! –le espetó la valverdeña-. ¡Venga, qué le vamos a hacer! unas veces se gana y otras se pierde; ya que he venido hasta aquí cargada con la colcha no me voy a ir otra vez con ella, quédatela y si eso el mes que viene me traes un poquito más de mineral y en paz. Una pletórica Anastasia cogió la colcha y despidiéndose de la tía Cadiada regresó rápidamente a su casa para ver cómo quedaba la colcha encima de una de las camas de su hogar. Por fin Anastasia había conseguido uno de sus mayores deseos, completar el ajuar para su futura boda.

Llevaban cerca de una hora jugando y la fortuna se había aliado con Emiliano; sin embargo, habían acordado entre todos que esta mano sería la última de esta partida. En el centro de la mesa había unas cinco mil pesetas, una cantidad de dinero desorbitada para ese terrible año de posguerra que era 1946; pero a Emiliano, a Macario, al Jefe de Carabineros y al antiguo alcalde les gustaba jugar fuerte; por ese motivo nadie, salvo otros contrabandistas locales, se atrevía a sentarse a jugar con ellos. En ese preciso instante hizo acto de presencia en el salón el actual alcalde, un ser odiado por todos, el típico arribista que había coqueteado con todas las tendencias política de los años treinta para convertirse en la actualidad en un firme defensor del actual régimen. Cuando vio a los cuatro tahúres, sus ojos sanguinolentos se le salían de las órbitas y de cuatro zancadas se puso a la altura del Jefe de Carabineros, a quien con tono crispado espetó: -¡Vergüenza le debería dar a Usted estar juagando con estos contrabandistas que con sus actuaciones arruinan a la Hacienda Pública Nacional! El Jefe de Carabineros no sabía dónde esconderse y tan sólo fue capaz de musitar: -Bueno……., verá Usted….. -¡Calle! -le interrumpió el crispado alcalde-. Venga recojan los naipes y váyanse si no quieren que avise a la guardia civil para que los detengan a todos. Los cuatro callaron, no querían ningún tipo de enfrentamiento con tal personaje, del que conocían su carácter totalitario y vengativo. Mientras se levantaban de las sillas Emiliano alargó su mano para recoger las cinco mil pesetas que estaban encima de la mesa; pero en ese momento dicho alcalde le ordenó: -¡Deje ese dinero encima de la mesa, queda requisado por la autoridad municipal!

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Pero Emiliano no estaba dispuesto a permitir que le quitasen de esa manera tal cantidad de dinero, y mientras el Jefe del Consistorio hacía ademán de requisar el dinero Emiliano replicó:

UNA PARTIDA DE CARTAS INTERRUMPIDA Al final Emiliano y Macario liquidaron con el comerciante y los vecinos de Torre de Don Miguel la operación de contrabando que había sido intervenida por la guardia civil. Todos habían salido ganando a pesar del contratiempo en el que se vieron envueltos. Con una buena cantidad de dinero en los bolsillos se dirigieron por entre las intrincadas calles de la Torrita a uno de los casinos de la plaza del pueblo; para disfrutar de lo que más les gustaba a los dos, una partida de gilé. El casino presentaba el aspecto habitual de un sábado por la tarde; una densa nube de humo de tabaco lo invadía todo; las mesas colocadas de manera anárquica por todo el salón

-¡Eso será por encima de mi cadáver!, dese por satisfecho con habernos interrumpido la partida, el dinero es otra cuestión. Y cogiendo los billetes con su mano izquierda los introdujo en uno de sus bolsillos; mientras con la mano derecha asía el cuchillo que siempre llevaba en la parte trasera de su cintura. Antes de hacerles abandonar el salón; el alcalde, y ante la humillación sufrida delante de todos, amenazó al Jefe de Carabineros y a su predecesor con unas palabras que los dejó gélidos: -Sepan Ustedes que de todo esto tendrá noticias el Gobernador Civil de la provincia de Cáceres. 29

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

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Los cuatro le dieron la espalda y dejándole solo ante la mirada atónita del resto de clientes salieron por la puerta, intentando olvidar el incidente con un individuo al que despreciaban la mayor parte de los vecinos de la localidad.

SUBASTA DE MULAS

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PASANDO LA MUGA Emiliano había terminado como de costumbre la partida de tabas con sus amigos; se despidió de ellos y tras una larga carrera llegó a su casa, en el otro extremo del pueblo. Su madre le estaba esperando en la cocina con un gran cuenco de leche migada, que sabía que era lo que más le gustaba a su ojito derecho. El joven Emiliano no tardó ni un santiamén en apurar la deliciosa cena que su madre le había puesto encima de la mesa de la cocina. La leche de cabra había saciado su apetito y su fuerte sabor le adormeció la boca durante un buen rato. De inmediato comenzó con sus habituales bostezos, hasta que poco a poco la somnolencia se fue apoderando de él; pero el afán por pasar los últimos minutos del día junto a su madre vencía su voluntad de irse a acostar. Hasta que su madre, como buena madre que era, le daba un enorme beso y lo achuchaba de forma cariñosa entre sus gruesos brazos; entonces, sólo entonces, Emiliano entendía que su hora de dormir había llegado. En una habitación, al fondo de la casa, dormían él y sus dos hermanos pequeños en una misma cama. Se desvistió todo lo rápido que pudo y de un salto se introdujo en el camastro, procurando no despertar a los más pequeños de la casa. Al poco rato los tres retoños roncaban rítmicamente; mientras la madre terminaba de hacer las últimas tareas domésticas. Al cabo de varias horas la casa se encontraba en un mutismo absoluto, y así fueron transcurriendo las horas; hasta que un fuerte golpe y unas pisadas en el sobrao de la casa, que hacía las veces de pajar, despertó al joven Emiliano. Éste se levantó lentamente e inconscientemente se armó de valor y saliendo por la puerta de la cocina que daba al corral de la casa fue subiendo poco a poco las escaleras de madera que conducían a la parte superior del gran caserón familiar. La luna llena de aquella fría noche del mes de enero le permitía ver todo como si lo alumbrase con una de aquellas velas que su madre siempre guardaba en una de las alacenas de la despensa de la casa. Cuando por fin llegó al sobrao una voz áspera le dejó gélido: -!Rapaz tranquilo!, ¡não se preocupe!, ¡nós somos amigos de seu pai!, ¡têm vindo a fazer negócio com ele! Emiliano entendió rápidamente que el individuo escondido era portugués y a golpe de vista pudo contar a otros diez más que se protegían del frío con unas gruesas mantas de lana. Enseguida le vino a la cabeza que su padre se traía con aquellas gentes alguno de sus típicos tratos que de vez en cuando le reportaban a la familia pingües beneficios. Bajó pausadamente por las escaleras y por si acaso, una vez dentro de la casa, cerró la puerta con el doble pestillo. Cuando se metió en la cama se acurrucó lo más que pudo al lado de sus hermanos pequeños, que a esas horas dormían como auténticos discípulos de Morfeo. Al día siguiente, cuando se despertó y bajó al corral de la casa, pudo comprobar que no había nadie en el sobrao y tampoco se encontraban los diez sacos de mineral que su padre había ido acumulando en ese lugar de la casa en el último mes. Octubre de 2012

Habían transcurrido quince días desde el encontronazo con los guardias civiles y Emiliano y Macario habían procurado pasar lo más desapercibidos posible; aunque eran conscientes de que eran observados y sus pasos controlados. A pesar de ello seguían con la idea de recuperar las mulas y la mercancía a la más mínima oportunidad, y parecía que iban a tener suerte; pues los guardias del cuartel de Acebo habían recibido instrucciones de sus superiores del cuartel de Perales del Puerto para que sacasen a subasta todos los bienes decomisados. Emiliano y Macario pensaron durante ese tiempo cómo pujar en la subasta y evitar que nadie más se hiciese con unos bienes que consideraban de su propiedad. Al final llegaron a la conclusión de que lo mejor que podían hacer era buscar a un tercero que hiciese de testaferro para que pujase en la subasta por las mulas y la mercancía; mientras ellos se encargaban de hacer correr el rumor, o advertencia, para que nadie más hiciese ofertas en esa puja. Costumbre que solía ser habitual entre los contrabandistas de la localidad. Ese testaferro o testaferros serían: por un lado, el comerciante que iba a vender la carga en su establecimiento y al que al final habían convencido para que pujase por la misma, y por otro lado unos vecinos venidos de Torre de don Miguel que se encargarían de realizar una oferta por las mulas. A la hora convenida el alguacil del Ayuntamiento de Acebo hizo sonar su corneta convocando a todos los interesados a la subasta que iba a tener lugar en los soportales del Ayuntamiento de la localidad. No era la primera subasta que se hacía en ese lugar; ya que en los años previos a la guerra civil sus ciclópeas columnas fueron testigos mudas de numerosas ventas de productos y bienes decomisados a la infinidad de contrabandistas que operaban desde Acebo; que por aquellas fechas fue el centro más importante de contrabando de toda Sierra de Gata; ya que después de la guerra le había arrebatado ese privilegio Torre de don Miguel. La asistencia al acto fue multitudinaria, la tensión se mascaba en el ambiente y la duración del mismo se preveía larga. Las miradas intimidatorias de advertencia de los contrabandistas hacia el público asistente provocaron que más de uno abandonase la subasta; sin embargo, esas advertencias iban dirigidas al guía de un grupo contrabandista rival, del que sospechaban era el confidente de los agentes. Lo primero que se subastó fue la mercancía y el comerciante de la localidad no tuvo problemas para hacerse con la misma; ya que tan sólo recibió una única oferta, la suya. En cambio, las mulas, que parecía que sería lo que menos ofertas recibiesen, se convirtió en el objeto deseado de ambos grupos rivales de contrabandistas. Por ese motivo se habían personado los dos vecinos de Torre de don Miguel, para evitar que esas mulas cayesen en otras manos que no fuesen las suyas; ya que realmente esos animales se los habían arrendado a Emiliano y a Macario para realizar ese trabajo. Estas acémilas eran unos équidos especialmente entrenados por ellos para detectar la presencia de agentes uniformados cuando se las usaba en tareas de contrabando; por este motivo los torrezneros tenían un interés especial en ellas. A su vez los guardias del cuartel de Acebo estaban deseando deshacerse de las mismas; ya que ninguno de ellos se atrevía a acercarse a los animales, porque cada vez que lo intentaban eran recibidos con una lluvia de coces, que al que cogiese desprevenido le dejaba varios de baja. Finalmente, las normas no escritas entre contrabandistas finiquitaron la subasta de las mulas a favor de los dos vecinos de Torre de don Miguel. Los guardias sospechaban que la

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

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misma estuvo controlada desde un principio por aquellos que perdieron la carga; pero no pudieron hacer nada al respecto, ya que no había manera de demostrar los vínculos entre unos y otros.

Campo, Andrés Pérez de Herrasti, quien se encontraba sitiado en Ciudad Rodrigo por las tropas francesas.

Con el tiempo Emiliano y Macario recibieron el dinero que le correspondía por ese trabajo; aunque en esta ocasión se les descontó el dinero que se había pagado en la subasta por la mercancía y las mulas.

El día anterior no fueron necesarios grandes discursos, ni palabras emotivas para estimular la adhesión a la milicia gateña. Los vecinos, jóvenes y mayores, ardían en deseos de venganza. Quien más, quién menos había sufrido en sus carnes los desmanes de los gabachos; y si uno se daba una vuelta por la población, los rescoldos de las casas incendiadas y de los templos sagrados todavía se encontraban vivos.

Agosto de 2012

EL LICENCIADO VIDRIERA Y EL VINO DE DESCARGAMARÍA11 Allí se embarcaron en cuatro galeras de Nápoles, y allí notó también Tomás Rodaja la extraña vida de aquellas marítimas casas, a donde lo más del tiempo maltrataban las chinces, robaban los forzados, enfadan los marineros, destruyen los ratones y fatigan las maretas. Pusiéronle temor las grandes borrascas y tormentas, especialmente en el golfo de León, que tuvieron dos, que la una los echó en Córcega y la otra los volvió a Tolón, en Francia. En fin, trasnochados, mojados y con ojeras, llegaron a la hermosa y bellísima ciudad de Génova, y desembarcándose en recogido mandrache, después de haber visitado una iglesia, dio el capitán con sus camaradas en una hostería, donde pusieron en olvido todas las borrascas pasadas con el presente gaudeamus. Allí conocieron la suavidad del Treviano, el valor del Montefrascón, la ninerca del Asperino, la generosidad de los dos griegos Candia y Soma, la grandeza del de las Cinco Viñas, la dulzura y apazabilidad de la señora Guarnacha, la rusticidad de la Chéntola, sin que entre todos estos señores osase parecer la bajeza del Romanesco. Y habiendo hecho el huésped la reseña de tantos y tan diferentes vinos, se ofreció de hacer parecer allí, sin usar de tropelía ni como pintados en mapa, sino real y verdaderamente, a Madrigal, Coca, Alaejos, y a la Imperial más que Real Ciudad, recámara del Dios de la risa; ofreció a Esquivas, a Alanís, a Cazalla, Guadalcanal y la Membrilla, sin que se olvidase de Ribadavia y de Descargamaría. Finalmente, más vinos nombró el huésped, y más les dio, que pudo tener en sus bodegas el mismo Baco.

DE CABALLEROS Y CIMARRONES GATEÑOS EN LA DEFENSA DE CIUDAD RODRIGO12

Las mujeres entre sollozos abrazaron a padres, hijos y hermanos, mientras los más pequeños jugaban entre las piernas de los adultos a franceses y españoles con espadas y escopetas de madera. Pocos regresarían de aquel enfrentamiento, tan sólo el insigne jefe de la Milicia Gateña junto a unos cuantos leales; quienes jamás perdonarían a los ingleses, y en especial al Duque de Wellington, el que en el último instante les dejasen abandonados a merced de las tropas imperiales; impidiendo al general británico Robert Craufurd, quien se encontraba en Gallegos, el que partiese para auxiliar a las tropas españolas que defendían a sangre y fuego la fortaleza inexpugnable de Ciudad Rodrigo.

El Tío Vitorio estaba que trinaba; su mujer, la Tía Eleuteria, había agotado su paciencia; lo que empezó siendo un acto de generosidad se había convertido en un derroche sin sentido. El Tío Vitorio era un afamado pescador de río acebano que había hecho de esta tradición una forma de vida. Con sus trasmallos y con el ambui no había pez, por muy grande que éste fuese, que se le resistiese; ni por muy profundo que fuesen los charcos o por muy inaccesibles que fuesen éstos. De los pescadores de Acebo, había varios, era siempre el que más y mejores peces capturaba en los intrincados ríos de Sierra de Gata. Pero esa buena fortuna se trocaba cada vez que llegaba a su casa con las capturas del día. Su mujer, la Tía Eleuteria, tenía por costumbre regalar los mejores peces a vecinos, familiares y amigos, dejando los más pequeños y peores para la venta, por lo que todo el esfuerzo del Tío Vitorio se iba al traste; ya que las ganancias cada vez eran más pequeñas.

Relato de Miguel de Cervantes: El Licenciado Vidriera.

Julio de 2012

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Alzó la vista a lo lejos y divisó un borrón en el horizonte, eran los restos de la Torre Almenara, pensó por un instante en aquellos aguerridos caballeros de otros tiempos que parapetados tras los muros de esa torre defendieron hasta el último instante esa posición de las razzias de ejércitos foráneos. Acto seguido se incorporó y con voz atronadora dio la orden de ponerse en marcha y de despedirse de los familiares.

UNA GENEROSIDAD MAL ENTENDIDA

Junto a la fuente, en la que fue esculpida el águila Bicéfala del escudo de Carlos I como agradecimiento por el apoyo a la Corona de la leal Villa de Gata en la guerra contra los Comuneros, Guerra Hontiveros observaba como los voluntarios de la milicia gateña preparaban sus pertrechos, con el objetivo de acudir a la llamada de auxilio lanzada por el Mariscal de

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Guerra Hontiveros era consciente de que esta convocatoria llegaría más tarde, o más temprano; sobre todo, desde que meses atrás había mantenido una reunión clandestina a las afueras de Gata con el Empecinado y el Cura Merino; en la que le anticipaban el duro enfrentamiento que se libraría en Ciudad Rodrigo con el apoyo de tropas británicas y portuguesas.

Relato inspirado en el libro de Marcelino Guerra Hontiveros: Apuntes Históricos acerca de la villa de Gata.

El Tío Vitorio nunca le quiso decir nada a su mujer, estaba profundamente enamorado de ella y no le quería dar disgusto alguno, por ello ideó una artimaña para ver si era capaz de hacerla ver en el error en el que estaba incurriendo.

Marzo de 2012

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

Una mañana, quizás de las más calurosas del verano, le dijo: HISTORIAS DE USUREROS, PRESTAMISTAS Y GENTE NECESITADA

-Eleuteria, estoy pensando que sería bueno que hoy me acompañases de pesca. -¿Y eso? -preguntó extrañada la generosa mujer. -Tengo que ir lejos y voy a necesitar algo de ayuda; las pozas donde tengo por costumbre pescar tienen pocos peces este año, y me temo que el ir sería en vano, por ello estoy pensando desplazarme más lejos, a las Potras. -¿Y no tienes a algún compañero de faena que te acompañe? -preguntó ella intentando evadir una tarea que intuía que le iba a desagradar. -Si llamo a alguien para que me acompañe tendré que partir con él las capturas y el día no será nada rentable. Con esa respuesta el Tío Vitorio le dejaba entrever cuál era el fin principal de tanto sacrificio. -¡Bueno……¡, si no queda otro remedio te acompañaré- respondió con resignación la pobre mujer.

Emiliano y Felicina llevaban toda la noche sin poder dormir, uno de sus hijos había enfermado de sarampión y las intensas fiebres no le bajaban. El médico del pueblo, que tenía por norma atender a las gentes más humildes de la localidad; aunque no tuviesen dinero para pagarle, les había dicho que era necesario que le administrasen unas medicinas; pero Emiliano llevaba bastante tiempo sin poder cruzar la frontera a Portugal y traer mercancía que pudiese generarle algún ingreso. Además, Feliciana había agotado los escasos ahorros que tenía guardados en una pequeña caja de metal que escondía en la alacena de la cocina. Por tanto, ni uno ni otro contaban con recursos para adquirir las tan necesitadas medicinas. -Hay que hacer algo Emiliano, no soportaría que mi niño se muriesi porqui no hubiésemos podio pagar unas medicinas. -No sé……., ya no sé de óndi sacar dinero; he agotao to los recursos, no sé a quién le pueo pedir ayuda –sentenció un Emiliano apesadumbrado. -Yo había pensao acudir a la tía Simona. ¿Qué te pareci?

Una vez que el tío Vitorio preparó todos los aparejos de pesca, le dio a su mujer el covanillo donde iban los ambuis. Él llevaría los trasmallos, que era lo más pesado de todo. La marcha se inició temprano y durante horas anduvieron por veredas y caminos inaccesibles. Una vez en el río, le dijo a su esposa que empezase a machacar el ambui y que una vez hechas las bolas las dejase a sol para que se secasen. Cuando el tío Vitorio volvió, su esposa no paraba de sudar; había conseguido triturar todo el ambui y había hecho unas doce bolas, las suficientes para capturar todos los barbos y bogas de una gran charca que había visto.

-Sabes de sobra que no soy partidario de pedir prestao a esas sanguijuelas, no son personas serias y a la mínima te la juegan; pero me temo que esta vez no me quea más remedio que resignarmi. Feliciana tomó su toquilla y esquivando como pudo los charcos que se habían formado en las empedradas calles con la reciente lluvia corrió todo lo que pudo hasta que llegó a la casa de la usurera. Golpeó con sus nudillos enrojecidos por el frío el portón de la vivienda hasta que detrás de ella se escuchó una vocecilla.

Con un gesto le indicó a Eleuteria que le siguiese, una vez en la charca levantaron un par de paredes con los trasmallos y con el tercero, él por una punta y su mujer por la otra, comenzaron a barrer el río. La cesta no paraba de llenarse de peces y Eleuteria le decía a su marido una vez tras otra que ya era bastante, que no iban a poder con tanta pesca; pero el tío Vitorio quería aprovechar este día de fortuna.

-¿Quiené? –preguntó una vieja enjuta, cejijunta, con una larga cabellera trenzada que le llegaba hasta la cintura y misteriosamente vestida de negro.

Al final de la jornada habían capturado unos setenta kilos, incluso en los trasmallos había caído algún galápago que era lo que más repulsión le daba a Eleuteria. El tío Vitorio empezó a llenar los sacos, que habían traído, con la pesca obtenida. Una vez llenos le dio el más pequeño a su esposa, portando él el de mayor tamaño. El regreso a Acebo fue una auténtica tortura para Eleuteria.

La puerta se abrió lentamente y desde el interior Simona le indicó que pasara.

Cuando llegaron a la casa el tío Vitorio le dijo a su esposa que fuese a avisar a sus vecinos, familiares y amigos para darles alguno de los peces que habían capturado y así celebrar el éxito de un día tan provechoso; a lo que la Tía Eleuteria, con un desagradable tono de indignación, respondió: -¡De eso nada¡. Con lo mal que lo he pasado como para regalar ahora el pescado. El tío Vitorio se dio la vuelta con una amplia sonrisa en su rostro y con una sensación de satisfacción difícil de explicar; por fin había hecho comprender a su mujer que ellos vivían de ese trabajo y que regalar los frutos de tanto sacrificio en nada les beneficiaba.

-Soy yo, tía Simona, Felicina; quería hablar con Usted de un asuntu -respondió una joven Feliciana decidida a toda costa a salvar a su retoño.

-¿Qué es esi asuntu que te traí hasta mí moza? -Verá tía Simona –le costó pronunciar a Feliciana- tengo al más pequeño de mis hijos enfermo de sarampión y Don Cosme ha dicho que para salvarlu es necesario que compremus unas medicinas que le curin, peru no tenemos dineru pa ello; Emiliano no ha podio cruzar en mesis a Portugal y yo he agotao tos lo mis ahorros. -¿Y cuántu os jaci falta? -Pues con unas cien pesetas sería suficiente -Feliciana aprovechó para pedirle un poco más de lo que costaban las medicinas, por si la cosa empeoraba y era necesario llevar al bebé a algún sitio para que lo curasen. -Esu es muchu dineru pa los tiempus que corrin; ya sabis que cobru de interesis la metá de lo que prestu y que en un mes me lo tenei que devolver.

Junio de 2012

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

-Sí, sí, conozco toas las condiciones y las acepto, no se preocupi -respondió a toda prisa una Felicina impaciente por conseguir el ansiado dinero. La tía Simona metió su mano en un bolsillo de su faltriquera y sacó un pequeño pañuelo que desató lentamente y con sus manos temblorosas desenrolló un fajo de billetes dándole a Felicina la cantidad que ésta demandaba. Las mujeres se despidieron y a la joven le faltó tiempo para ir a la botica y comprar las necesitadas medicinas. Los días transcurrieron y el dinero se fue evaporando poco a poco; ya que ante la mejoría del bebé el resto del capital se dedicó a cubrir otras necesidades imperiosas de la familia. Parecía que la suerte cambiaba, incluso Emiliano tenía previsto cruzar a Portugal para hacer uno de sus tradicionales negocios y así poder devolverle a la tía Simona los intereses y el dinero prestado. Pero transcurridos quince días desde que éstos recibieron el préstamo la vieja usurera se presentó en casa de Feliciana y Emiliano. -¡Feliciana, moza! ¿Estás en casa?

Varios días antes, como era usual en ellos, habían planificado la acción en el rincón de un bajo de Acebo que hacía las veces de taberna y cuyo dueño atendía al apelativo de tío Ratón. Esa reunión no pasó desapercibida para uno de los muchos soplones con los que la autoridad local contaba en la población; quién al final, nadie sabe muy bien cómo, consiguió enterarse de todo el plan de ambos contrabandistas; informando, éste, en detalle a las fuerzas de seguridad radicadas en la villa de las pretensiones de ambos paisanos. Después de dos días desde su salida de Acebo y de haberse internado en tierras portuguesas, Emiliano y Macario se encontraban de vuelta hacia la localidad en la que residían con una preciada mercancía que ya tenía comprador; un comerciante local que, a buen seguro, ganaría una cuantiosa cantidad de dinero con la venta de dicho género en su establecimiento. Cuando ambos creían estar a salvo de peligro alguno, y mientras descendían por una de las veredas que atravesaban una zona conocida por el nombre de la Jabonera, aupados a lomos de sus dos poderosas mulas a las que habían fijado la pesada carga, un grito les alertó de que habían sido descubiertos:

-Sí esperi un momento, ¿Quién es? –preguntó dubitativa Feliciana, a quien la voz le sonaba, pero no era capaz de ponerle rostro a la misma.

-¡Alto a la Guardia Civil! -retumbó entre el silencio de la noche y el a veces esporádico silbido del viento entre las ramas de los árboles.

Cuando Feliciana abrió la puerta y ante ella apareció el rostro de la usurera se quedó pálida; sabía de sobra que esa visita nada bueno podía acarrear.

Evidentemente ambos sabían que si les cogían a ellos se jugaban bastante más que si las fuerzas del orden tan sólo decomisaban la carga, por ello decidieron picar espuelas y con sus afilados cuchillos cortaron las cuerdas que fijaban la mercancía al lomo de sus mulas. Pero esta vez la Guardia Civil no estaba dispuesta a dejar escapar a estos dos contrabandistas, detrás de los cuales llevaba mucho tiempo. Para ello los guardias habían diseñado una estratagema que consistía en darles el alto, como habían hecho, una vez se encontrasen en medio de la vereda que conducía al camino vecinal principal, y ante la posible huida de los mismos habían tendido una cuerda de un árbol a otro a lo ancho del camino que, en el caso de una huida al galope, como habían realizado, los desmontaría a ambos de las mulas. Así fue como sucedió tal y como lo habían planeado los agentes; a los pocos metros de su huida al galope un fuerte golpe en el pecho los desmontó a ambos de la grupa de sus mulas, quedando por segundos inconscientes en el suelo.

-Dígami tía Simona, ¿Qué se le ofreci? -Pues verás moza vengu a que me devuelvas lo que te presté y por supuestu los correspondientis enteresis. -Peru…… esu no es lo que habíamos habrao –respondió alarmada e indignada la joven-, no ha pasao el mes, ¿Cúmu quier que se lo devuelva si yo no he podio vender las puntillas de encaji y Emiliano no ha podio pasar a Portugal? -Esu no es mi probrema moza, si no tienis el dinero me tendrás que dar algu a cambiu y si no ya sabis al chirolu. La vieja no espero la respuesta de una Feliciana afligida y alargando su mano le arrancó del cuello un precioso collar de oro de bellas bolas decoradas con finas filigranas que la tradición orfebre salmantina había popularizado entre las mujeres de este norte de Extremadura. Y mientras lo guardaba en su faltriquera abandonó el lugar dejando a una enmudecida Feliciana que sólo hacía que pensar en la advertencia de su marido.

Los guardias civiles en ese instante emprendieron una frenética carrera hacia ellos con sus armas cargadas y dispuestos a apretar los gatillos al más mínimo intento de fuga; pero Emiliano y Macario no tardaron en recuperarse y como viejos zorros que conocían el camino que pisaban como la palma de su mano se desvanecieron en la oscuridad de la noche por entre la espesura de la vegetación; mientras los guardias civiles disparaban sus armas por donde creían que habían huido sin más resultado que varios cartuchos gastados, dos espléndidas mulas requisadas y el decomiso de una valiosa mercancía . Esa jornada finalizó para Emiliano y Macario con un estrepitoso fracaso, pero afortunadamente ambos habían salvado la vida y evitado su captura, más adelante se ocuparían de averiguar quién les había delatado y sobre todo intentarían recuperar las mulas y parte de la carga.

Septiembre de 2012

UNA TRAMPA MORTAL EN EL CAMINO Una paz inusual se había apoderado de toda la población de Acebo y ese ambiente bucólico, con el que el invierno de Sierra de Gata lo embriaga todo, permitía a los más bizarros actividades económicas tan arriesgadas como el contrabando. En esa tarea, como de costumbre, se encontraban de nuevo Emiliano y su cuñado Macario. Esta vez estaban decididos a pasar una buena carga de café portugués y tabaco delante de las mismas narices de las fuerzas de seguridad fronterizas de ambos países.

Agosto de 2012

PASAR MÁS HAMBRE QUE UN MAESTRO DE ESCUELA Don Antonio Florido era un individuo todopoderoso en la provincia de Cáceres; como inspector de educación recorría todos los colegios de la provincia para supervisar que las escuelas cumpliesen la normativa vigente.

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

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Rechonchete, con unas gafas de carey redondas, que le aportaban un aire de intelectualidad, y siempre vestido con un traje negro inmaculado; su presencia en los centros educativos imponía una tensión al no siempre fácil mundo del magisterio.

LA LEYENDA DEL HERMAFRODITA DE LA VILLA DE GATA13

En cierta ocasión con motivo de su visita a un centro educativo de reciente creación en Sierra de Gata se encontró la escuela completamente vacía; ni los alumnos, ni el maestro se hallaban en la misma y eso que era media mañana. Miró su reloj de bolsillo y se sentó en una de las sillas del pasillo mientras apoyaba su cabeza contra la pared. El tiempo transcurría más lento de lo habitual y su paciencia se agotaba a medida que el minutero daba vueltas y vueltas en la esfera de su reloj. Por fin decidió levantarse y yendo de una esquina a la otra del pasillo fue pasando el rato, hasta que un enorme griterío se escuchó a la entrada del edificio, eran los alumnos de la escuela que después de un buen rato hacían acto de presencia. Uno a uno fueron pasando delante de él mirándole con cara de extrañeza. El último en aparecer fue D. Serafín, un profesor de escuela rural que había dado tumbos por infinidad de colegios hasta que al final le destinaron a este apartado rincón extremeño. -¡Hombre ya está usted aquí, ya era hora! ¿Qué…., ha salido con los alumnos al campo a darles una clase de botánica, imagino? D. Serafín se quedó pálido al verlo, había oído del mal carácter de dicho individuo; por ello decidió contar la verdad más absoluta a riesgo de una sanción, ya le daba todo igual después de tantas vicisitudes pasadas.

María Miguela llevaba un par de horas sentada a la entrada del Ayuntamiento de Gata esperando que alguien saliese a darle alguna información sobre la revisión médica a la que estaba siendo sometido su novio, el mozo Martín Picado. Cercada por la curiosidad de sus vecinos, intentaba parecer lo más tranquila y serena que sus nervios le permitían; aunque a una persona discreta como ella este tipo de situaciones le generaba tal estado de ansiedad que si no fuese por el profundo amor que sentía hacía Martín habría huido de la localidad a la mínima ocasión que tuvo. El tiempo parecía no pasar en esa mañana calurosa de un verano, el de 1743, que se prometía convertir en un año horribilis para María y Martín. Al fin el chirrido de las bisagras de la puerta principal del Consistorio anunció la salida y la decisión de aquellos que se arrogaron el papel de jueces en las lides del amor. María se incorporó, aunque le costaba mantener el equilibrio de sus piernas, los nervios le recorrían todo el cuerpo. El primero en salir fue el médico cirujano de Acebo quien la miró y con un simple gesto le indicó que el resultado de su exploración médica confirmaba todas las sospechas. María quería que la tierra se la tragase, pero aun así aguantó estoicamente la salida del Provisor y Vicario Capitular, Dº José Marín Palacios, detrás del cual salía su novio Martín.

-No exactamente, venimos de ir al rebusco. El Vicario se giró hacia María y delante de todos los presentes le dijo: -¿Al rebusco? –pregunto extrañado D. Antonio. -El médico ha confirmado con su exploración lo que era vox populi en esta villa de Gata, y es que su novio, aquí presente, adolece de una anomalía sexual que le impide procrear; ya que padece de hermafroditismo. Por tanto, dispongo, a partir de este preciso instante, que ni Usted ni Martín se vuelvan a ver ni en público ni en privado, bajo amenaza de excomunión y de ello se quedará encargado de dejar constancia por escrito el párroco de esta localidad.

-Sí, de las minas a buscar restos de mineral para luego venderlo. -¡Pero….pero….! es Usted un insensato. No sabía que ahora además de profesor Usted se hubiese convertido en minero y encima se lleva a los alumnos, ¿No le da a Usted vergüenza? -Ninguna Señor, si con mi sueldo de maestro me llegase para vivir no me vería en la necesidad de tener que dedicarme a una tarea que no me agrada lo más mínimo. Y por supuesto si me quiere sancionar haga lo que Usted crea conveniente, pues me liberará totalmente de esta profesión y podré dedicarme plenamente a la otra que me es bastante más lucrativa y así al menos tendré que dejar de escuchar que gano menos que un maestro de escuela.

María sólo fue capaz de emitir un pequeño grito de dolor, todos sus planes e ilusiones se iban al traste en pocos minutos. Buscó con su mirada el rostro de su amado para al menos poder despedirse, pero Martín rehuyó ese encuentro visual, se encontraba avergonzado y se sentía culpable. -¡Siempre te querré Martín! -al fin pudo gritar libremente María. Mientras Martín seguía, como si de un cordero degollado se tratase, a aquellos que habían decido cual debería ser su conducta sexual y sentimental a partir de ese momento.

D. Antonio movió su característico bigotito Cifesa y después de un largo silencio sentenció: -Bien las cosas están como están y tampoco quiero perjudicarle a Usted porque una vez haya tenido que simultanear su profesión con otra para poder llenar la perola de su casa; pero que no me vuelva a enterar que este hecho se repite. Y girándose tomó la dirección hacia la salida dejando perplejo a un Serafín que pensaba que su carrera como docente había finalizado.

¿POR QUIÉN DOBLAN LAS CAMPANAS DE SALVALEÓN?14

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Octubre de 2012

Relato inspirado en el libro de Marcelino Guerra Hontiveros: Apuntes Históricos Acerca de la Villa de Gata.

Abril de 2012

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

Era una excursión largamente preparada por la pandilla veraniega de Lucía, José, Lourdes, Fran y Nacho. Ellos y sus amigos habían planificado durante todo el año hasta el más mínimo detalle. El día que se lo dijeron a sus padres más de una madre puso el grito en el cielo; pero al fin todos consiguieron el visto bueno familiar, aunque muchos padres pensaron que aquello era el inicio de una independencia definitiva de unos hijos que se encontraban ya en plena pubertad.

Cuando apenas llevaban una media hora acostados se comenzaron a oír unos ruidos metálicos atronadores. La mayor parte de los excursionistas pensaron que Fran les quería gastar una broma con alguna grabación que hubiese traído; pero cuando se asomaron a la entrada de sus tiendas de campaña y se encontraron con un Fran fuera de sí que recogía todos sus aparejos a toda velocidad, los demás al verle le imitaron. Huyendo todos ellos despavoridos del lugar. En una hora y media escasa estaban de vuelta en Valverde del Fresno, un recorrido que anteriormente habían tardado tres largas horas en recorrer.

El sitio lo había elegido Fran que era un gran aficionado a la arqueología y conocía de la existencia de las ruinas de la villa de Salvaleón por un libro muy antiguo del historiador Gervasio Velo Nieto que se conservaba en casa de su abuelo Enrique, en Valverde del Fresno. A todos les había parecido estupenda la elección, era un paraje lo suficientemente apartado para que nadie les molestase. Llegaron al ocaso de un caluroso día de junio, en pleno solsticio de verano. Lo que les restaba de luz diurna les dio para montar las tiendas de campaña en el interior de lo que Fran consideraba el recinto amurallado de la antigua ciudad de Salvaleón. Aunque el día había sido extremadamente caluroso, Nacho y José encendieron una pequeña fogata con algunos restos de leña de jaras y escobas que encontraron en los alrededores; para así poder asar unos chorizos y unas salchichas, mientras unos y otros contaban historias de miedo. El último relato de terror lo contó Fran que mezcló, como solía ser habitual en él, una historia de miedo con una historia local. El relato en cuestión lo comenzó Fran de la siguiente manera ante la atenta mirada de sus amigos de acampada: Salvaleón, ciudad sobre la que nos encontramos, fue destruida hasta sus cimientos en cierta ocasión por las tropas moras antes de que cayese en poder de los cristianos. Estos últimos durante cierto tiempo la volvieron a habitar y la reconstruyeron, hasta que con la derrota de Alarcos de nuevo cayó en manos de los musulmanes, quienes se sorprendieron de verla otra vez en pleno apogeo. Con el tiempo las tropas cristianas la asolaron de nuevo y los seguidores del Profeta, ante el miedo de que la población cayese en manos del rey cristiano Alfonso IX, la destruyeron una vez más; arrojando las campanas de su única iglesia a las aguas del río Basádiga. Mientras la morisma la destruía; las tropas cristianas y las musulmanas se enfrentaron en una encarnizada batalla, quedando los cuerpos, de ambos bandos, insepultos durante décadas. Se dice que los espíritus de aquellos caballeros medievales cada cierto tiempo, en la noche de San Juan para ser más precisos y cuando las campanas que duermen en el río suenan, se despiertan y vagan cuan ánimas en pena por el recinto amurallado de Salvaleón a la espera de que algún mortal dé humana sepultura a sus restos. Con el final de la historia de Fran se produjo un silencio sepulcral y nadie quiso decir nada. Un tenso escalofrío les recorrió a todos por el cuerpo, hasta que Nacho rompió ese silencio que se respiraba en el ambiente y dijo: -¡Bueno!, muy chula la historieta de terror de Fran; pero yo creo que ha llegado la hora de irse a dormir, y de un salto se puso en pie y se fue a su tienda de campaña. Todos los demás le imitaron y uno a uno fueron entrando en sus respectivas tiendas de acampar.

UNA FANFARRONADA BASTANTE CARA -¡Dame otra copa de coñac! –le ordenó Tomás al tío Julio; uno de los muchos taberneros de Torre de don Miguel. -Ya has bebido bastante Tomás; déjalo, es mejor que te marches a casa, seguro que te está esperando la Juana con los críos. Además, más vale que guardes el dinero no sea que lo vayas a necesitar más adelante. Tomás era uno más de los números jornaleros reconvertidos en mineros de Torre de don Miguel que habían pasado de la escasez más absoluta a ganar en un solo día miles de duros. Hombre corpulento, Tomás contaba 25 años por aquellas fechas y a pesar de su juventud ya tenía cuatro preciosos retoños. Como muchos otros sabía lo que era trabajar duro desde joven y de igual forma lo que era mendigar un jornal; por eso ahora no daba crédito al maná que brotaba a borbotones de las entrañas de la tierra. Al principio guardaba algo del dinero que ganaba; pero luego se dejó arrastrar, como muchos otros, por la dinámica de gastarse lo ganado en el día en vino, licores y excesos; ya que la experiencia le decía que tan sólo se tenía que levantar de nuevo y picar durante toda una jornada en la mina para bajar, una vez más, con los bolsillos repletos de dinero. Aun así, la Juana y los niños seguían padeciendo las mismas necesidades de antaño y a ella no le quedaba más remedio que pedir fiado en el comercio y la tahona, a sabiendas de que los comerciantes locales se aprovechaban de gentes como ella; apuntando el género y el pan fiado con el sistema que denominaban popularmente de tenedor; si compraban un pan el avispado comerciante les apuntaba dos o tres, según la familia que fuese. -¿Necesidades, Julio? –preguntó alterado Tomás- eso lo pasarás tú que no tienes lo que hay que tener para picar; yo sólo tengo que levantarme mañana y seguro que gano más que tú en todo el día detrás de la barra de este cuchitril. -¡Pues se acabó! –le respondió ofendido el tabernero- a faltar a otro sitio, si no sabes mear aquí tampoco bebes y si no te gusta el sitio ya sabes donde tienes que ir….; a ver si te admiten en el casino de los ricos del pueblo. Tomás cogió su hatillo y en tono amenazante y sujetándole la mirada al tabernero con sus ojos vidriosos le retó con un: -¡Ahora verás!

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Relato inspirado en el libro de Gervasio Velo Nieto: Coria la Reconquista de la Alta Extremadura.

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

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Con un andar que evidenciaba su estado etílico salió por la puerta de la taberna; mientras el tío Julio se asomaba por el ventanuco intrigado por ver que haría semejante individuo.

-¡Ya está bien de tantos vinos!, ¡Ya se podían acabar!

Tomás cruzó la plaza de Torre ante la atenta mirada de un joven Luis que jugaba con sus amigos a las chapas. Finalmente, el minero entró en el casino del pueblo; pero al poco rato el camarero del mismo lo sacaba a empujones.

-A eso andamos, mujer…., a eso andamos…..

A lo que su marido, el tío Felipe, contestó sarcásticamente:

Ante tal contestación ella se dio por vencida, a la vez que los parroquianos de la boiga continuaron degustando los caldos del Dios Baco.

-¡Venga desgraciado muerto de hambre, lárgate de aquí! -Mi dinero es tan bueno como el de los señoritos –le balbuceó un Tomás cada vez más beodo- ahora vais a saber todos los de este pueblo quién soy yo, desgraciados. Y caminando hasta el centro de la plaza sacó un puro que acababa de comprar en el casino y colocándoselo en la boca lo encendió usando un billete de quinientas pesetas. Aquella noche, como solía ser habitual, la Juana y sus cuatro vástagos tuvieron que repartirse para cenar un chusco de pan y el caldo de una sopa de hierbas recogidas en la orilla de un regato próximo al pueblo.

Las horas pasaban y el tío Felipe y sus amigos continuaban con un vinito tras otro; al mismo tiempo que los ánimos de su mujer se encendían cada vez más, hasta que ésta ya no lo pudo aguantar y se dirigió de nuevo a la boiga. Con los pies mojados por esa lluvia cadenciosa y por pisar esos regatillos de agua tan típicos de San Martín que recorren unas calles empinadas y que con esa niebla eran difíciles de predecir llegó a la boiga; pero esta vez se decidió a entrar. Una vez en el interior, y sin articular la más mínima palabra, cogió la botella de vino y la rompió contra el suelo saliendo a continuación de la boiga. Mientras el tío Felipe, ya desde la puerta y para que le escuchase su mujer que iba dando algún que otro traspiés por la calle, le dijo al tabernero: -Bueno, José, ya sabes nuestro refrán: el que rompe paga.

Septiembre de 2012

UNA HISTORIA DE SAN MARTÍN DE LOS VINOS15

De esta manera acabó un curioso día de vinos en la población mañega que hace siglos tuvo por nombre San Martín de los Vinos.

Una espesa niebla se había apoderado de San Martín de Trevejo desde bien temprano. Había ido descendiendo lentamente por el Puerto de Santa Clara, extendiéndose por el Castañar de los Ojestos hasta cubrir en su totalidad todas las calles de San Martín. A la niebla se le había unido una lluvia mohina que incrementaba la sensación de humedad del ambiente. El toque final a los sentidos lo aportaba el olor a leña de encina que salía por las chimeneas de unas casas especialmente diseñadas para este clima serrano.

¿UNA LEONA EN SIERRA DE GATA?16

A pesar del ambiente los hombres y mujeres mañegas no habían descuidado sus quehaceres. Uno de ellos era el tío Felipe que en su fragua aparentaba ser el mítico Vulcano y entre chispas y martilleos en su yunque daba forma a los más indómitos hierros. El tío Felipe tenía por costumbre hacer un breve receso a media mañana en su trabajo para acudir a una de las muchas boigas de vinos y así refrescar el gaznate abrasado por el calor de la fragua. Su mujer le recordaba insistentemente que el vino y las mujeres extraviaban los sentidos; pero él sabía que su mujer se refería al vino y las mujeres malas. Ese día la visita y la corrobra se estaban prolongando más de lo normal, quizás porque ese tiempo melancólico invitaba a ello. La mujer del ío Felipe preocupada ante la larga ausencia de su marido decidió personarse en la boiga y asomándose desde la puerta de ésta les soltó a los del interior:

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Don Gaspar Revuelta había llegado al café-casino de Payo hacía un buen rato, se sentó en una mesa cerca de una de las ventanas que daban a la calle; mientras la Julia le traía su habitual café de puchero portugués con la copita de aguardiente y el ejemplar del diario ABC que recibían siempre a esa hora de la mañana. Comenzó a ojear el periódico; leyendo los titulares de las noticias, hasta que por fin se detuvo en la sección de sucesos, que era la parte de la prensa que más le gustaba. Había finalizado las clases en la escuela hacía un buen rato. El día había sido un poco estresante; Juanito, el hijo de la Tomasa, que era el alumno más revoltoso que tenía, le había amargado toda la mañana y a pesar de haberle dado varios capones en la cabeza y castigado en cruz de cara a la pared ya no pudo controlar al resto de los alumnos que habían imitado a su compañero de aula. Por fin apuró la copa de aguardiente, cerró el periódico, se levantó y dirigiéndose a la barra golpeó ésta con el canto de una moneda de cinco pesetas para advertir a la Julia que le cobrase. -¿Qué…ya de regreso, Don Gaspar?

Relato inspirado en el libro de Domingo Frades: Coria y Sierra de Gata, Paisajes Milenarios. 16

Relato inspirado en la noticia publicada en el diario ABC el 25 de junio de 1969

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

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-Pues sí Julia, ya es hora de llegar a casa y olvidarme del día que me han dado esos diablos; sobre todo el puñetero Juanito, no hay quien lo meta en cuerda derecha. -¡Bueno Don Gaspar, si es un niño! ¿Qué quiere Usted? Si tenían que estar por ahí jugando y se pasan los días encerrados. -Ya, pero tienen que aprender lo máximo posible ya que el mundo es cada vez más complicado y les van a exigir mucho. Bueno Julia, lo dicho, hasta mañana.

Según lo que ha llegado hasta nuestros días; los Ensabanaos eran personas que en un momento dado habrían realizado alguna promesa de carácter religiosa, por algún motivo desconocido. Oculta la personalidad de estos penitentes bajo una gran sábana blanca, y guiados en la oscuridad de la noche por la luz de un pequeño farol, a la vez que se protegían con un gran bastón o porra, estos personajes anónimos se dedicaban a recorrer algunas calles de los núcleos urbanos evitando encontrarse con sus convecinos; hasta llegar al destino fijado en su penitencia. Si en algún momento alguien intentaba identificarlos, ellos defendían su anonimato con todos los medios a su alcance; por este motivo, y por el secretismo que les envolvía, la mala fama pronto se cebó en ellos.

-Hasta Mañana D. Gaspar y conduzca con cuidado. -Venga, nos vemos mañana, gracias. D. Gaspar caminó hasta su viejo Seat 600 que siempre dejaba aparcado cerca de la escuela. Le costó varios minutos arrancarlo; quizás porque el pobre ya llevaba varios miles de kilómetros recorridos con sus ruedas. El trayecto por la carretera que cruzaba íntegramente el Puerto de Santa Clara se le volvía monótono; siempre el mismo paisaje anodino que no le aportaba nada, como le sucedía con su aburrido trabajo. Su conducción se fue relajando mientras su mente se evadía con pensamientos gratificantes para él; era la parte del día que más le gustaba, perderse en historias alucinantes que le permitían ser y estar donde le apeteciese. De repente a la salida de una de las curvas de esa carretera apareció ante él la silueta de un animal, justo en medio del pavimento. Instintivamente pisó a fondo el pedal del freno, el coche se detuvo bruscamente; mientras un rugido ensordecedor espantó a los pájaros que se encontraban en las copas de los árboles. Don Gaspar se quedó gélido al observar delante de su vehículo lo que él creía que era una leona, no se atrevió a apearse del auto; aunque inconscientemente cerró la ventanilla del mismo. El animal rápidamente abandonó la carretera y se internó en la frondosidad del bosque. Al instante Don Gaspar arrancó de nuevo el vehículo, esta vez lo consiguió al primer intento, y pisando a fondo el acelerador emprendió una rápida huida; aquello que acababa de ver era una magnífica y esbelta leona en plena Sierra de Gata. ¿Quién había podido traer a ese animal hasta allí?, ¿Cómo podía andar suelto un animal tan peligroso por aquellas tierras? Las preguntas le bloqueaban, no era capaz de pensar; sin darse cuenta al cabo de una media hora se encontraba frente a las puertas del Cuartel de la Guardia Civil de Hoyos, el subconsciente le había llevado hasta allí para denunciar el asombroso encontronazo. La noticia rápidamente corrió como la pólvora por los pueblos de la Comarca. En los días siguientes las partidas de voluntarios para dar caza a tan exótico animal se convirtieron en multitudinarias; surgiendo versiones para todos los gustos: que si se había escapado de un circo, que si era el animal de compañía de un veterano portugués de la guerra de Angola, etc. etc. aunque al final se confirmó que lo que vio el excelso maestro Don Gaspar no fue ni más, ni menos que un perro de grandes dimensiones.

Por lo general solían aparecer en épocas de grandes celebraciones religiosas o en fechas de gran exacerbación católica. Esta figura de un gran valor antropológico, está muy cercana a todos esos ritos y rituales que se viven durante la Semana Santa; por lo que se podría decir que el Ensabanao es un personaje de transición, cercano a los Nazarenos de las procesiones religiosas de Semana Santa.

Su figura también sirvió para atemorizar a mujeres y niños, al igual que se hacía con otros seres de nuestra mitología serragatina; como el tío sacasebo, el tío del saco, el tío camuñas, el sacamantecas y los conocidos como gamusinos. Se cuenta la anécdota de un tabernero de una población de la comarca que, en un momento de descanso, en una noche estival de las fiestas patronales de agosto, fue interrumpido su estancia en el mundo de Morfeo por la aparición en su local de dos Ensabanaos. Debió ser tal el susto que se llevó este trabajador del Dios Baco que estuvo a punto de caerse de la silla en la que dormitaba; una vez recuperado de tan traumática visión, desempolvó su escopeta de caza y salió como un poseso por las calles de la localidad para dar caza a uno de esos ejemplares de esa mítica especie serragatina; que a buen seguro sería digno de estar en su sala de trofeos. Acebo 2009

SANTURRONES GERMÁNICOS17 Otto era uno de esos gigantones soldados teutónicos que llegaron a estas tierras de la mano del Emperador Carlos I de España y V de Alemania. Rubio, con una piel blanca mortecina y unos enormes ojos grises era el terror de sus enemigos; sobre todo cuando esa mole humana entraba en combate blandiendo su afilada espada. Llevaba ya algún tiempo por estas tierras de Coria y de Sierra de Gata cuando un buen día, nadie sabe muy bien el motivo, decidió cambiar de vida y hacerse monje. Es lo que tiene andar por estos lares seráficos, que uno puede sentir la llamada Divina en cualquier momento. A parte de hacerse monje franciscano decidió cambiarse el nombre, a partir de ese momento se llamaría Padre Cuneo. Aunque se desvinculó del ejército nunca perdió el contacto

ENSABANAOS Nadie, o casi nadie los ha visto y sin embargo forman parte de la tradición oral de algunas localidades de nuestra comarca.

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Relato inspirado en el escrito del párroco de Payo, Dº Samuel Sousa Bustillo: “Jálama y su Comarca”.

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con sus antiguos compañeros de batallas y durante mucho tiempo siguió instruyendo a los soldados de su nacionalidad que se encontraban acantonados en Coria.

se habían visto perturbadas. Por no hablar del descenso en sus ingresos por las misas que le encargaban los vecinos del pueblo y de las que hasta entonces tenía el monopolio absoluto.

Hasta el final de sus días su vida transcurrió de pueblo en pueblo de esta serranía altoextremeña; aunque siempre, al atardecer, procuraba estar de vuelta a su nuevo hogar, el Convento de San Miguel en San Martín de Trevejo.

Cuando se iban acercando a la Cruz del Humilladero observó que la gente se arremolinaba entorno a algo. Mediante empujones se abrió paso entre sus parroquianos; quienes observaban atónitos como Fray Mateo Iulian rezaba, frente a la citada Cruz, suspendido en el aire.

Poco a poco su vida se fue agotando hasta que una noche de invierno y después de una vida intensa, ésta llegó a su fin. Sus hermanos conventuales y sus vecinos mañegos decidieron enterrarlo en la iglesia del Convento, más concretamente en el lado de la Epístola. Los años transcurrieron y entre aquellos que lo conocieron nunca se olvidó sus penitencias, apostolado, méritos y virtudes. Ya en el año del Señor de 1675 su tumba fue abierta y se encontró su cuerpo incorrupto, siendo trasladados dichos restos en loor de santidad.

-¡Bendito sea el Señor! –exclamó el Presbítero, mientras se santiguaba a toda prisa. Dº Remigio había leído y escuchado muchas veces hablar de la capacidad de levitar que tenían aquéllos considerados como Santos; pero jamás pensó que llegaría a verlo en esta vida terrenal. Inmediatamente se arrodilló y ordenó a todos los presentes que hiciesen lo mismo que él y que le acompañasen en el rezo del Rosario; ya que sencillamente lo que estaban viendo era la prueba manifiesta de que los milagros existían.

LEVITANDO18 Santiago, el joven sacristán del presbítero de la parroquia del Azevo, corrió todo cuanto pudo hasta llegar a la sacristía de la Parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles. Sin pedir permiso, entró de dos zancadas; mientras Dº Remigio, el párroco, se giraba asustado, preguntándole alarmado: -¿Se puede saber qué pasa para entrar de esta manera en la Casa del Señor?, ¿Es qué alguien ha robado Xálama?

SAN FRANCISCO DE ASÍS19 En el horizonte, como si de un espejismo se tratase, se veía cada vez más cerca la silueta de dos hombres; que pobremente vestidos se acercaban hacía la cueva que habitaba, ya desde hacía varios años, Juan; el eremita de Descargamaría. -¿Qué se les ofrece a Ustedes en un día de tanto calor como el de hoy? -preguntó el ermitaño.

Santiago creía que el corazón se le iba a salir por la boca; hasta que al fin, apoyado sobre la mesa de la Sacristía, pudo empezar a articular alguna palabra, entre jadeo y jadeo.

-Buen día -respondió uno de ellos-; mientras el más joven se cobijaba bajo la sombra de un castaño. Venimos de muy lejos, concretamente desde Ciudad Rodrigo; aunque él viene desde más lejos todavía, exactamente desde la ciudad del Apóstol, de visitar las reliquias del Santo. Al internarnos por estas tierras nos hemos quedado maravillados de la belleza de las mismas, parecen el Jardín del Edén.

-¡Dº Remigio……!, ¡Tiene Usted que acompañarme, tiene que ver lo que está sucediendo! -Vamos tranquilízate, toma un vaso de agua y explícate de una vez, que me estás asustando –le ordenó Dº Remigio a su pupilo.

-Pues sí, es una tierra excepcional, abundante en agua y rica en frutos; cualquier cosa que uno plante se multiplica por tres -respondió humildemente el eremita.

Santiago dio dos sorbos al vaso de agua y mientras se secaba el sudor de la frente, le dijo a su Maestro:

Cerca de la cueva observaron los viajeros una pequeña cascada de agua, que convertía los alrededores de la misma en un pequeño vergel. El más anciano de los dos preguntó:

-Fray Mateo Iulian está rezando en el aire. -¿Cómo que está rezando en el aire? –le espetó Dº Remigio.

-¿Cómo se llama esa torrontera de agua?

-Sí, Pater –contestó Santiago, sin entender muy bien todo lo que estaba sucediendo.

-El Chorro del Águila –precisó el ermitaño. En ese instante el más joven, que hasta entonces no había hablado, dijo:

Dº Remigio tomó la Biblia y ordenó a Santiago que le acompañase. En su cabeza sólo había un pensamiento; desde que los franciscanos habían llegado al Azevo su paz y tranquilidad

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Relato inspirado en el libro de Fray José de Santa Cruz: Crónica de la Provincia Franciscana de San Miguel

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Relato inspirado en el libro de Domingo Domené: Historia de Sierra de Gata.

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-Allí al Chorro del Águila arderá siempre un hacha encendida, allí se servirá a Dios siempre. Ambos, el eremita y el viajero, Pedro, entendieron el mensaje profético del joven San Francisco de Asís, que así se llamaba el otro caminante. Y en aquel mismo instante en ese lugar se iniciaron las obras, como anteriormente se había hecho en San Martín de Trevejo y en Gata, para construir un nuevo convento, el de Santispíritus de Valdárrago. Con ese ya eran tres monasterios los que el joven San Francisco de Asís llevaba fundados en Sierra de Gata, el de San Miguel en San Martín de Trevejo, El Hoyo en Gata y ahora el de Santispíritus en Descargamaría. Posteriormente el Santo dejó a su fiel acompañante Pedro con la hercúlea tarea de poblar ese cenobio. Una vez finalizada la labor encomendada, el fiel seguidor de Asís se trasladó cerca de ese último convento y fundó a orillas del arroyo Meacera, en Torrecilla de los Ángeles, un último monasterio bajo la advocación de Nuestra Señora de los Ángeles, en el que finalmente sería enterrado.

El chirriar de las bisagras oxidadas de la puerta la hizo incorporarse e intentar coger a su bebé; pero la niña fue arrebatada por el abuelo quien con una navaja cortó el cordón umbilical y se la entregó a su esposa, que inmediatamente desapareció de la cuadra. El padre en ese instante le propinó una última paliza a Casilda, mientras de su boca emanaban todo tipo de insultos y cuando finalizó de soltar todo tipo de improperios le advirtió que no volvería a ver a la niña; porque ya lo había arreglado todo para entregarla en adopción en una buena casa de Plasencia; donde se encargarían de cuidarla y educarla, dándole un futuro mejor que el que ella le podría ofrecer. Casilda rompió en lágrimas, después de tanto sufrimiento y desengaños, ahora le robaban a su pequeña. Durante años la buscó por Plasencia; siempre tuvo la esperanza de encontrarla, pues su hermana le dijo que era muy rubita y aparentemente tenía los ojos azules y una mancha en una de las mejillas; que a buen seguro ere fruto de alguno de los múltiples golpes que a su madre le propinó su abuelo. Silda, como pasó a ser conocida por conocidos y familiares, con los años se casó y tuvo descendencia; pero jamás se olvidó de su primera hija.

UN EMBARAZO REPUDIADO Casilda se guarecía en un pequeño rincón de la bodega, a oscuras, entre excrementos de caballerías y restos de comidas de animales; ya iba para nueve meses su encierro forzado y casi estaba a punto de dar a luz.

Aquella bebé, repudiada por trasnochados conceptos de honra, cuando fue adulta y cuando su madre llevaba ya bastantes años fallecida, apareció un buen día en el lugar que la vio nacer para buscar a su familia materna. Tras mucho indagar, por fin los encontró, pudiendo reunirse con sus hermanastros y hermanastras que la trataron durante el tiempo que estuvo con ellos como una más de la familia; repitiendo las visitas periódicas al pueblo y manteniendo con sus familiares una fluida correspondencia hasta el día de su fallecimiento.

Durante todo ese tiempo había sufrido infinidad de palizas a manos de su padre, ante la indiferencia de su madre y hermanos. El padre se había tomado dicho embarazo como una deshonra en la familia y en cuanto se enteró del mismo la encerró en la bodega y salió a buscar por todo el pueblo al novio de su hija que la había dejado preñada; pero éste evitó hacerse responsable del futuro ser vivo que vendría al mundo y en cuanto pudo sacó un billete para la Argentina huyendo como alma que lleva el diablo. Casilda tuvo que asumir durante ese periodo de encierro la brutalidad y oposición de su familia y el desengaño amoroso de alguien de quien pensaba que era el amor de su vida. Esa mañana sonó de nuevo el crujir de las escaleras de madera que conducían a la bodega y como pudo intentó ocultarse lo máximo posible protegiendo su vientre; para que cualquier golpe que le propinasen no lastimase al bebé, como ya había ocurrido en alguna otra ocasión. Esta vez, afortunadamente, era su hermana la que venía a traerle comida y a interesarse un poco por su estado. No quiso hablar, estaba muy débil y quería reservar todas sus fuerzas para cuando viniese el momento del parto.

LEYENDAS DE PRINCESAS ENCANTADAS, MIRAMAMOLINES Y TESOROS OCULTOS EN LA ARABESCA SIERRA DE GATA20 Cuenta la tradición oral que durante los miércoles, jueves y viernes de Pasión sale de su refugio subterráneo, situado entre las inmensas moles graníticas ubicadas en la parte más occidental de Sierra de Gata, conocidas por el sobrenombre de Torres de Hernán Centeno, la hercúlea y encantada nieta del fiero y temido gigante Fierabrás. En esas tres noches, a la luz de las estrellas, todos aquéllos que se han atrevido a aguardar la aparición de esta hermosa y fornida Princesa moruna han observado con gran asombro como el entretenimiento preferido de esta noctámbula vecina nuestra consiste en jugar a los malabares con esas Rocas Caballeras que adornan ese hermoso paisaje de nuestra querida Sierra de Gata.

A media noche comenzaron las contracciones y poco a poco el dolor fue siendo cada vez más agudo y aunque no paró de gritar de dolor, allí no apareció miembro alguno de su familia para asistirla.

Es tal la velocidad que llegan a tomar esas titánicas rocas al ser arrojadas al espacio por las fornidas manos de la misteriosa Princesa, que más de uno de esos intrépidos vouyers nocturnos han huido a toda velocidad por entre los intrincados riscos y tupidos matorrales por miedo a ser alcanzados por alguna de esas ciclópeas rocas.

Transcurridas dos horas se escuchó un pequeño llanto de un bebé cubierto de sangre y aún con el cordón umbilical que le unía a su desdichada madre.

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Casilda permanecía extenuada, tirada en el suelo mientras el ser vivo que había venido al mundo en una bodega, rodeado de excrementos y bestias no paraba de gimotear.

Leyenda inspirada en el libro de Dº Publio Hurtado: Supersticiones Extremeñas.

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

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Una vez finalizado ese periodo de tiempo nuestra misteriosa Princesa deja en su lugar sus objetos de juego y regresa a su acostumbrado refugio en el que espera la llegada de algún apuesto Príncipe, que la libere del encantamiento al que fue condenada en la época de la morisma, cuando la humanidad raramente habitaba estas tierras.

EL PRÍNCIPE Y LA PASTORCILLA22 Ese día, Ángeles, había llevado a pastar al rebaño de cabras de la familia a un lugar de Jálama, al que solía ir por estas fechas del año, cuando el estío era inclemente con las personas y los animales. La jornada se presentaba como una más de las muchas de las que había vivido desde que era niña; pero el destino le tenía reservada, esta vez, una increíble sorpresa.

EL PÚLPITO DE LOS LOBOS21 En un paraje de Villasbuenas de Gata, que se conoce desde antiguo por el nombre de Púlpito de los Lobos, la tradición oral asegura que existe bajo tierra una gran bóveda sujetada por cuatro colosales áureos guardianes sarracenos. En el centro de estos cuatro seguidores del Profeta hay una escandalosa cantidad de monedas de oro; que aquéllos que la han visto se lamentan de no poseerla. Allá por 1884 ó 1885 algunos vecinos de Sierra de Gata, que habían escuchado el relato a los que aseguraban haber estado en esa bóveda, decidieron constituir una sociedad para la localización de ese magno tesoro. Como no sabían la ubicación exacta se pasaron varios meses cavando por aquí y por allá, hasta que decidieron contratar los servicios de un enigmático zahorí. Éste con sus herramientas encantadas les indicó, a los miembros de la Sociedad, el lugar exacto donde se encontraba el preciado tesoro.

Nada más llegar al prado del Chorrito de en Medio, sus cabras se repartieron por toda la extensa finca buscando los brotes más tiernos de una hierba escasa; mientras que ella, como tenía costumbre, se dirigió hacia unas rocas ciclópeas entre las que se solía cobijar de los fenómenos atmosféricos. Sin haber terminado de campar el morral, y sus pertenencias; descubrió, con gran asombro, un bazar de ricas telas y bellos objetos de oro y plata; todo ello adornado con abundante orfebrería; tras de lo cual se encontraba un apuesto príncipe oriental con una servicial fémina. Ángeles, no pudiendo resistir su codicia, tomó una pequeña jarra de oro; mientras sus ojos se iluminaban al sentir el frío entre sus manos del áureo metal. -¡Deja eso en su sitio, aún no te lo has ganado! - exclamó el encantador príncipe. Sin más se levantó y sonriéndole, le dijo con voz aterciopelada:

Pero antes de que comenzasen a cavar les advirtió que dicho tesoro se encontraba a una profundidad de unos pocos metros de la superficie del lugar, por lo que su localización no era muy difícil. Aunque debían tener en cuenta que si durante el tiempo que transcurriese la búsqueda alguno de ellos dudaba de la existencia del mismo, éste se hundiría de nuevo en una distancia similar a la que se encontraba actualmente. Los asociados cavaron, y cavaron, y los meses transcurrieron; y allí no aparecía ningún objeto de oro. Decidieron realizar una última prospección y juraron por lo más Sagrado que nadie dudaría; así estuvieron otro mes y el tesoro siguió sin aparecer. En ese momento comenzaron los reproches entre unos y otros; con acusaciones de falta de fe. Al poco de comenzar las recriminaciones, a uno de ellos le dio por pasar a las manos, y la tangana que se lío llegó a tal punto; que la única recompensa que obtuvieron estos buscadores de oro fue un sinfín de huesos quebrados, y algún que otro punto de sutura en sus tercos cráneos. Además, la sociedad la tuvieron que disolver, y los hasta entonces asociados dirimieron sus diferencias en los juzgados de la ciudad de Plasencia. La avaricia les dejó en la ruina y con el cuerpo molido a golpes, además de convertirse en motivo de chanza durante años en aquellas poblaciones donde residían.

-Vuelve de aquí en un año, pero tú sola, y de esa forma todas estas riquezas serán tuyas. Mientras tanto en aquel cerro que hay a tu espalda podrás encontrar otro tesoro de menor tamaño; pero que cubrirá tus necesidades durante este año. Ángeles se giró rápidamente para ver a qué cerro se refería y cuando se tornó de nuevo para preguntar al príncipe el sitio exacto; éste, su acompañante y las magníficas riquezas ya no estaban; se habían esfumado como por arte de magia. La pastorcilla encerró el ganado y se fue hasta el pueblo a toda prisa. Cuando llegó a casa contó a sus familiares y amigos lo sucedido, nadie daba crédito a lo que la adolescente relataba. Aun así, al día siguiente el cerro señalado por el benefactor príncipe era un hervir de gentes que con picos y palas aguijoneaban al recio montículo. Pasados varios días las gentes desistieron de lo que ellos creían una locura transitoria de una joven pastorcilla. Sin embargo, se cuenta que una familia de San Martín de Trevejo continúo con las excavaciones, dando con el tiempo con el preciado tesoro. Ángeles volvería al año a su cita con su ensoñado príncipe oriental, pero no pudo evitar que sus familiares y amigos se empeñasen en acompañarla; por lo que, ante el incumplimiento de lo pactado, el aristócrata oriental declinó aparecer. Perdiendo Ángeles, en el triste plazo de un año, dos magníficas fortunas que le habrían cambiado su humilde situación económica.

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Leyenda inspirada en el libro de Dº Publio Hurtado: Supersticiones Extremeñas.

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Leyenda inspirada en el libro de Dº Publio Hurtado: Supersticiones Extremeñas.

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

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EL GALLO ÁUREO23

DON COLUMBANO24

Cuentan los más sabios del lugar que allá, en la localidad de Eljas, los moros en su precipitada huida, ante las razzias de los ejércitos cristianos comandados por aquel rey hispano llamado Ordoño I, escondieron un inmenso tesoro de ricas telas tejidas con finos hilos de oro y plata; adornadas, éstas, con exquisita pedrería: rubíes, diamantes, etc…..

D. Columbano era un cillerano de mundo, se había pasado la plenitud de su juventud viajando por todo el globo terráqueo. Conoció el Amazonas; desde allí viajó por los Mares del Sur, donde hizo una gran fortuna con el aceite de copra. Más tarde cansado de su vida de mercader colonial lo abandonó todo y convivió durante mucho tiempo con los temibles piratas Malayos. Hasta que alguien le habló de las maravillas de Persia y Egipto, lugares a los que se dirigió dejando mujer, hijos e infinidad de amigos.

El lugar escogido por los discípulos del Profeta para ocultarlo fue una fuente llamada de los Haberes o Habeleras y como guardián del mismo se ofreció voluntario el príncipe AlHakim. A quien el taumaturgo Abdel Azîm convirtió en un bello gallo de áureos plumajes; adornado todo él con amatistas y zafiros. Alrededor de su cuello le impuso un collar con doce cascabeles cincelados en platino. Bajo esa apariencia, Al-Hakim, debería proteger las grandes riquezas que su pueblo se veía obligado a abandonar en tan precipitada huida. Jamás volverían a buscarlas, pero el ínclito príncipe permaneció fiel a su juramento y en ese estado permanece aún hoy en día como protector de tan codiciado tesoro. Son muchos los que dudan de la existencia, tanto del tesoro, como de tan asombroso gallo; pero la tía Compón, vecina de Sierra de Gata, pudo comprobar que la historia era cierta. Aún hoy en día algunos recuerdan sus lamentos quejándose de su mala suerte. La tía Compón era una de esas viejas sabias que había heredado ese conocimiento milenario, que sólo está disponible para unos pocos elegidos, y que se transmite oralmente desde que el mundo es mundo. Sus manos y el conocimiento de las plantas eran con lo que sanaba a sus convecinos; por ello pasaba largas horas todos los días en el campo, seleccionando aquellas hierbas que le servían para sus remedios caseros.

En Persia visitó los Zigurats y la tumba del Rey Darío, allí aprendió de primera mano la escritura cuneiforme. Un buen día vio una caravana que se dirigía hacia occidente y se unió a ella; pero cuando llegó a Egipto se quedó cautivado de tanta belleza, permaneciendo en la tierra de los Faraones durante diez largos y fructíferos años. Tiempo en el que conoció la tradición egipcia de la momificación y la elaboración de papiros. Cumplido su medio siglo de vida decidió que era hora de volver a la tierra que le vio nacer, Cilleros, un pueblecito en el corazón de Sierra de Gata. Se instaló a las afueras de la villa; haciéndose construir una hermosa casona que llenó de inmediato con todos los recuerdos de sus años de trotamundos. Pero además D. Columbano era un gran bromista y su humor ácido no tenía límites. Había observado desde que llegó a Cilleros que en esa población se contaban infinidad de historias de hallazgos de tesoros ocultos y que la mayor parte de sus vecinos estaban obsesionados con toparse con alguno de ellos. El origen de tanto desatino era un individuo, D. Trifón, de carácter irascible y poseedor de una gran fortuna; que según él procedía de su capacidad de encontrar los tesoros que los moros escondieron hace siglos en estas tierras.

En una de esas salidas campestres, y ya cerca de la fuente de los Haberes, se le apareció el deslumbrante bípedo. La tía Compón en un instante vio resueltos todos sus problemas económicos y como si de una funambulista se tratase saltó de piedra en piedra detrás del gallo; mientras éste hacía lo mismo intentando evitar su captura por aquella vieja enigmática.

Ante tanta ignominia un buen día decidió gastarle una broma a ese sujeto tan pretencioso, que además tenía atemorizado a buena parte del vecindario. Para ello concibió un plan; con sus conocimientos adquiridos en las tierras del lejano Oriente escribió una especie de libro con caracteres árabes, en un papel similar al de los papiros egipcios. El citado incunable, una vez finalizado, lo humedeció y escondió en un arcón de la bodega de su casa, para que cogiese olor a moho. Transcurrido un tiempo lo sacó y secó al calor de las brasas de su chimenea; de tal forma que el libro fue cogiendo un color parduzco y cierto olor a viejo.

A cada intento de la vieja, el plumífero gallo le respondía con un intenso quiquiriquí; hasta que, ya agotada la pobre tía Compón, el escurridizo gallo desapareció como por arte de magia, quedándose la pobre mujer sin el ambicionado tesoro.

Una vez que su aspecto a antigualla era bastante creíble lo escondió cerca de una de las fincas de D. Trifón, dejando una parte del mismo al descubierto para que lo encontrase el incauto arrogante.

Entre sollozos llegó al pueblo, siendo interceptada camino de su casa por dos de sus vecinas, que alarmadas le preguntaron el motivo de sus lloros. A lo que ella les relató lo ocurrido.

Los días fueron pasando hasta que una mañana soleada el soberbio D. Trifón llamó a la puerta de D. Columbano. Éste se dirigió a la misma y mientras abría el pestillo de la entrada supo que su treta había surtido efecto. -¿Qué se le ofrece en esta apacible mañana, D. Trifón?-inquirió el universal cillerano.

Sus vecinas no daban crédito a lo que contaba la desdichada tía Compón; ya que era de dominio público que para capturar a tan áureo gallo tan sólo era necesario echarle un poco de agua sobre su cresta, mientras el animal hacía su característico y onomatopéyico quiquiriquí. De esa manera se conseguía el ambicionado tesoro y además finalizaba el encantamiento del príncipe Al-Hakim.

-Verá Usted –respondió el incívico vecino- esta mañana, cerca de la finca que tengo de la Ermita de Navelonga, en una de las tumbas excavadas en la roca, he encontrado este

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Leyenda basada en el libro de Dº Publio Hurtado: Supersticiones Extremeñas

Leyenda basada en el libro de Dº Publio Hurtado: Supersticiones Extremeñas. Mayo de 2012

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

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UNOS LINGOTES DE ORO25

manuscrito, que parece ser que está redactado en la lengua de los adoradores del Profeta. -¿Y, por qué me lo cuenta a mí? - le respondió con aire desinteresado D. Columbano. -Acudo a Usted, porque algunos amigos me han confesado los grandes conocimientos que adquirió su Señoría en su largo andar por el Mundo; y por el poco aprecio que tiene Vuecencia por las riquezas terrenales. Por todo ello creo que me puede ayudar a descifrar lo que en este libro dejaron escrito los muslimes. -¿A cambio de qué?- preguntó el bromista serragatino. -¡Bueno!, como sé que Usted no le tiene querencia a las riquezas de este mundo, le ofrezco a cambio mi amistad y mis servicios. -¡Bien, así sea! –exclamó el trotamundos. Venga Usted de aquí en dos días y le diré lo que he conseguido descifrar de este manuscrito. A los dos días exactos D. Trifón se personó en la morada de D. Columbano; aunque éste ya le estaba esperando, y en cuanto le vio le ordenó: -¡Acompáñeme!. D. Trifón, como si de un Ángel que va al Olimpo de los Dioses, le siguió sin preguntar, hasta llegar al lugar exacto en el que había hallado el libro. Allí el heredero del saber arábigo le dijo: -Dice el manuscrito que en este sitio todo hombre bienintencionado y amante de estas tierras que invierta en ellas las riquezas aquí halladas, encontrará un bien muy preciado a pocos metros del suelo. -¡Yo soy el elegido! -exclamó D. Trifón-. Amo estas tierras y llevo mucho tiempo invirtiendo mis dineros en dar trabajo a estas gentes -aseveró el cínico pretencioso de las riquezas de Alá. Allí dejó cavando D. Columbano a tan embustero y obseso de riquezas; hasta que un buen día, transcurrido bastante tiempo, volvió al lugar. En él encontró exhausto al demente D. Trifón, quien entre balbuceos tan sólo le dijo: -No existe tesoro alguno….¡Me has engañado! A lo que el trotamundos replicó: -Nunca los hubo, pero tú se lo hiciste creer a tus paisanos. Tampoco te he engañado y por tanto el trato sigue en pie, tienes mi amistad; el bien más preciado en estas tierras. Y a cambio exijo lo pactado, tus servicios. Así es que en adelante comienzas una nueva vida.

En lo más recóndito de Sierra de Gata, Félix y sus amigos jugaban como el resto de los niños de su edad. Entre travesuras, retos y juegos, que se fraguaban en el inocente mundo de su imaginación, se fueron alejando del casco urbano de la población en la que vivían; hasta llegar al sitio conocido por el nombre de las Cabeceras. Allí se encontraron de repente con la entrada a una cueva de la que jamás habían oído hablar. Parados, cuan estatuas pétreas, frente al acceso a lo que parecía el inframundo, ninguno se atrevió a articular palabra; hasta que Félix, el más temerario de todos los que integraban ese grupo de adolescentes, les propuso averiguar lo que podía existir en el interior de dicha cueva. Sin iluminación y rodeados de una oscuridad misteriosa fueron avanzando durante varios minutos a lo largo de la gruta hasta que se toparon con un pequeño haz de luz que iluminaba un diminuto rincón de la cueva. Ese hilo de luz penetraba por un pequeño hueco del techo de la cavidad y el reflejo en las paredes rocosas de la misma desprendía un color verde esmeralda intenso. En el centro de ese lugar, casi mágico, sobresalía del suelo una inmensa roca que, a modo de púlpito, parecía querer atraerles hasta ella. Félix se fue acercando poco a poco, mientras el resto de sus amigos le observaban con inquietud; temerosos de que en cualquier momento pudiese aparecer algo o sucederles cualquier desgracia eran incapaces de volver por donde habían venido, si no era acompañados por el coraje de su amigo. La luz tenue parecía querer susurrarle algo al chico y con un fuerte magnetismo la gran roca que emergía del suelo le fue atrayendo hasta ella. Una vez frente a la misma la observó respetuosamente y mientras sus amigos tenían clavadas sus miradas en él; éste comenzó a moverse alrededor de la gran mole pétrea, hasta que pasados varios minutos se giró y sosteniendo entre sus manos cinco enormes barras doradas gritó: -¡Chicos somos millonarios! Sus amigos no daban crédito a lo que veían, Félix asía fuertemente entre sus dedos cinco barras de oro. En ese mismo instante y sin que nadie diese instrucciones al respecto todos salieron corriendo de la cueva como almas que lleva el diablo; temían que alguien les hubiese descubierto y que el dueño de ese áureo tesoro saliese tras ellos para recuperar lo que unos intrépidos chicos le habían quitado. La carrera hacia el pueblo fue apoteósica y una vez allí dieron cuenta de su hallazgo a familiares y amigos. La noticia corrió como la pólvora e inmediatamente se presentaron en el domicilio de Félix las fuerzas vivas de Eljas, a cuyo frente se encontraba el alcalde de la localidad; que inmediatamente se encargó de requisar el tesoro y enviarlo al Gobernador Civil de la provincia para que fuese depositado en el Banco de España. Aunque luego fueron muchos los que intentaron localizar dicha cueva, e incluso Félix y sus amigos trataron de indicar la ubicación exacta de la misma, ésta jamás volvió a ser vista y tampoco se volvieron a encontrar más tesoros de este tipo en la milenaria Eljas. Son muchos los que especulan a día de hoy si aquello que les sucedió a Félix y a sus amigos es una leyenda o si

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Relato basado en la noticia aparecida en la prensa regional de la época en el año 1939.

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realmente dieron con un tesoro que las huestes cristianas o musulmanas escondieron en una de sus precipitadas huidas.

EL HIDALGO PABLO PÉREZ LLEGA A HOYOS26

EN LA CONSULTA DEL OFTALMÓLOGO

Doce meses había tardado en llegar a su localidad natal, Hoyos, desde que salió del Perú. Atrás dejaba amigos e inmensidad de propiedades que había ido acumulando en sus conquistas por tierras americanas junto a sus antiguos jefes de batalla, Gaspar de Loaysa, Francisco Pizarro, etc.

María había pedido cita para llevar a su madre al oftalmólogo; ya que ésta no paraba de quejarse porque cada vez veía peor y María temía que en cualquier instante pudiese sufrir un percance por la falta de visión.

La llamada de la tierra y la añoranza por los lugares que le vieron nacer pesaban más en el ánimo de Pablo Pérez que todo el éxito y riquezas logradas en sus mil y una hazañas y aventuras por las tierras hostiles del Nuevo Mundo.

Ambas se encaminaron por la calle Arenal de Madrid, hasta que llegaron a un edificio cercano a la Iglesia de San Ginés. A la altura de esta iglesia emblemática de Madrid la madre de María, la tía Restituta, le dijo a su hija:

Antes de entrar en Hoyos dio la orden al cochero, que le había traído hasta aquí, que parase el carruaje; y al criado que fuese a por el hatillo que venía en la parte trasera del carromato. En cuanto regresó el criado, Pablo tomó el hatillo y se ocultó detrás de unas jaras. Salió al poco rato, y ante la mirada atónica del cochero y el criado les preguntó a ambos:

-Hija, cumu esti jombri me curi le pongu el ciriu más grandi que encuentri al primer santu vea en esta igresia.

-¿Qué tal?

-¡Amus madri…, no sea usted tan pesimista! -le contestó María en un fuerte arrebato.

Estos no pudiendo contener su asombro, exclamando a continuación: -¡Su Excelencia parece un pordiosero!, ¿Dónde pretende ir así?

Después de un rato en la sala de espera, la secretaria del especialista las hizo entrar en el despacho del oftalmólogo.

-Dentro de poco lo comprenderéis -les dijo. Mientras tanto dad marcha atrás y volved por el otro camino que conduce al pueblo. Esperadme en la fonda que había cerca de la antigua ermita.

-Bueno, explíquenme qué es lo que les sucede - les inquirió el oculista. -Pues miri señor hemus veniu porqui mi madri tien probremas de visión -respondió María al médico. -¿Y qué es lo que le ocurre exactamente señora? -le preguntó el oftalmólogo directamente a la tía Restituta. -Pues verá usted señor, yo es qui tengu un dolor de bollagas que me tien comía la moral, porqui es qui no pueu jacer ná -contestó la tía Restituta al especialista de la vista.

Sin más, tanto el cochero como el criado obedecieron las instrucciones dadas por Pablo; a la vez que éste se adentraba por las estrechas y oscuras calles de la población, hasta llegar a una humilde vivienda de una sola planta. Tres veces llamó a la puerta hasta que alguien se decidió a abrirla. Ante la luz tenue de un pequeño candil la dueña de la modesta morada preguntó al inesperado visitante: -¿Quién es Usted?, ¿Qué quiere a estas horas?

El médico se quedó perplejo, hasta el momento había ido entendiendo lo que ambas mujeres le iban diciendo; pero ese término de bollagas para él era totalmente nuevo y no era capaz de entenderlo.

A lo que Pablo Pérez contestó con voz aterciopelada: -Soy yo, Lucia. Tu primo Pablo.

-¿Bollagas……? -preguntó el hombre con voz sorprendida. -¡Por Dios! –exclamó Lucia. Pero si vienes hecho un pordiosero. ¿Para eso tanto empeño en ir a las Indias, para volver muerto de hambre?

-Mi mairi quier decir ojos -respondió rápidamente María.

-Bueno, Dios lo quiso así –contestó con gesto circunspecto. ¿Podría quedarme en tu casa hasta que encuentre algún medio de vida? –preguntó con voz entrecortada, mientras hacía ademán de entrar.

La duda estaba aclarada y de esa manera el oftalmólogo pudo realizar el diagnóstico correctamente y enviar a la tía Restituta al especialista para que le operase de unas simples cataratas.

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Relato inspirado en el libro de Domingo Domené: Historia de Sierra de Gata.

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-De eso nada –contestó Lucia con voz imperativa. Demasiada carga tengo ya como para echarme otra más encima; y menos la de un muerto de hambre como siempre has sido tú –sentenció Lucia. Acto seguido cerró la puerta dejando a Pablo a la intemperie de una gélida noche serrana. Al día siguiente Hoyos amaneció más inquieto de lo habitual, las calles eran un continuo ir y venir de personas. Lucia al ver ese trajín de gentes preguntó a un grupo cercano a su casa:

se encontraban próximas a esta población; y puede que de vez en cuando viniese a descansar a este bello pueblo que es hoy en día Acebo. En el fondo quien no se consuela es porque no quiere, los portugueses tienen a su Viriato y nosotros al nuestro. -Bien, si eso le satisface, pues perfecto- le respondió el turista. Quien molesto por la interrupción del lugareño abandonó el lugar con la certeza de que durante una hora había contemplado un retazo de la historia prerromana de Sierra de Gata. Mayo de 2012

-¿Qué ocurre, Timoteo? –dirigiéndose al que lideraba el grupo. -¡Parece mentira Lucia! –exclamó con alegría el tal Timoteo. La fortuna ha llamado a tu puerta y tú no te has enterado todavía; tu primo Pablo Pérez ha regresado del Perú y se dice que ha traído tal fortuna que son muchos a los que ya ha obsequiado con algo. Algunos dicen que dio con el Dorado y que con ese oro, plata y piedras preciosas que ha traído piensa construir un hospital y un convento, aquí en Hoyos. Lucia apesadumbrada se dio la vuelta y cerrando la puerta comenzó a llorar de manera ininterrumpida; quedándose todos los vecinos sorprendidos ante la inesperada reacción de su interesada convecina.

DEL CUARTELILLO AL CALABOZO Venancio andaba, de aquí para allá, en una de las habitaciones de la casa; justo cuando entró su esposa encontrándose todo revuelto. -¿Se pué saber qué es lo que buscas? -le preguntó la esposa. -Pues que no sé ondi cojonis he puestu el carné de identidad -le respondió Venancio. -Si es qui no tienis cabeza, craro cumu tó lo dejas manga por hombro, pues luegu no sabis ondi ponis las cosas -le recriminó Aurora.

VIRIATO Un personaje anónimo, uno de esos muchos turistas que en los cálidos días de agosto aparecen por estas tierras, llevaba cerca de una hora observando maravillado los dos rostros de seres humanos que habían sido labrados en el recio granito de Sierra de Gata siglos atrás; y que desde la humilde fachada de una pequeña casa del barrio de la Torrita de Acebo se muestran desafiantes a los que las contemplan. Francisco tenía curiosidad por lo que ese inesperado visitante pudiese opinar de esas caras, por lo que al final se animó y acercándose a él le inquirió: -¿Son realmente enigmáticas, verdad?

-Güeno ya aparecerá si quier y si no que le den por culu -contestó muy ofuscado Venancio. Cogiendo la zamarra y la cayá salió por la puerta de casa, dando fuertes taconazos por cada peldaño de la escalera que pisaba, camino de la tená donde guardaba las borregas. El final del día llegó y Venancio apareció de nuevo en casa, después de una jornada laboral a la intemperie por los campos de Sierra de Gata para que sus ovejas pastasen la mejor hierba posible. En cuanto se sentó a la mesa Aurora se dirigió a él con un tono imperativo. -Ya pués buscar el dichosu cané de identidá porqui lo necesita el dagal pa presentarlu en la escuela, pa no sé qué asuntu.

El forastero giró levemente su cabeza, sin perder de vista los rostros graníticos, y le respondió escuetamente:

-¡Hay que jodersi con el putu carné! mañana iré al cuartelillu de la guardia civil a ver si me puen jacer unu nuevu - respondió Venancio harto de la situación.

-Enigmáticas y arcaicas. -Ciertamente -respondió Francisco. Hay quien afirma que en este lugar estuvo la morada de Viriato y que esas cabezas tendrían un origen celta relacionado con dicho general hispano-lusitano. -Todo puede ser posible –respondió el viajero- aunque eso sería robarle protagonismo a la población portuguesa de Viseu; en donde dicen que vivió y luchó Viriato en uno de sus múltiples enfrentamientos con las legiones romanas. -No es esa mi intención –murmuró Francisco entre dientes- aunque es posible que no sólo hubiese existido un único Viriato; o que éste tuviese la capacidad de recorrer toda la serranía norte de la actual Extremadura hasta la Sierra de la Estrella en Portugal. Teniendo sus bases logísticas en las ciudades de Caurium, Aeminium e Interamnia que

Llegada la mañana, a primera hora, se montó en el coche de su amigo Tomás y se dirigieron al cuartelillo de la guardia civil de Hoyos. -Güenus días agenti -saludó Venancio al guardia civil de la puerta. -Buenos días -le respondió el agente de la ley. Venancio entró en el cuartel y pasó a una estancia en la que se encontraba el responsable del acuartelamiento y otro agente que hacía las funciones de administrativo. -Buenos días, ¿Qué necesita? - le preguntó el oficial al mando.

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-Pues verá agenti, es qui he extraviaú el carné de identidá y necesitu jacermi unu nuevu porqui el dagal necesita presentarlu en la escuela pá no sé qui asuntu -respondió Venancio al oficial.

-Ahí la tiene doctor, no sabemos qué le sucede. La recogí en el cruce del camino entre Cilleros y Perales, tirada entre unas jaras. Al principio pensé que estaba muerta, pero al girarla respiró y decidí socorrerla trayéndola hasta el pueblo.

-Bien, empecemos pues. Nombre, apellidos, dirección etc....

-Hiciste bien, si la hubieses abandonado es muy probable que ahora estuviese muerta. El doctor la examinó durante un largo rato y después de un silencio inquietante se dirigió al marido y a su mujer explicándoles el estado de la paciente:

-Venancio Sánchez Iglesias, calli......... Sin dejarle terminar de proporcionar los datos que el teniente de la guardia civil le había solicitado, éste le respondió con tono marcial: -Pues va a ser que le voy a tener que detener.

-Esta mujer está bastante grave, pero quizás con los cuidados adecuados pueda sobrevivir. Mi consejo es que la atendáis mientras esté con vida. Le daréis regularmente una poción que os haré para ella e iremos viendo cómo evoluciona.

Venancio se quedó perplejo ya que pensaba que era una broma que le estaba gastando el oficial; pero lo cierto es que sobre él pesaba una denuncia de un vecino del pueblo de la que no tenía conocimiento de su existencia. Aquella noche y varios días más Venancio durmió en el calabozo del cuartel; aunque cuando salió libre lo hizo con el carnet de identidad en vigor.

Ambos asintieron y se entregaron a dicha tarea con gran esmero; ya que en sus manos se encontraba la vida de uno de los seres vivos que el Señor había decidido poner en este mundo.

LA LEYENDA DE LA VIEJA Y LA ALDEA27

La vieja antes de partir para su hogar les quiso agradecer a sus salvadores el que la hubiesen librado de la muerte y para ello reunió en torno a la mesa de la cocina al matrimonio, al médico y a algunos representantes públicos de la población, para a continuación decirles:

El arriero quedó sorprendido con la imagen que tenía ante sí, no daba crédito a lo que acababa de encontrar. Dio vueltas y más vueltas, mientras un escalofrío le recorría el cuerpo; no sabía muy bien qué hacer, si huir de la manera más sigilosa posible o afrontar lo más prudentemente que pudiese la situación. Por fin se armó de valor y penetró entre la espesura de la vegetación hasta que encontró el rostro de la anciana, cuyo cuerpo inanimado permanecía tumbado en el suelo boca abajo. Consiguió incorporar su cabeza entre sus brazos y en ese preciso instante la mujer expiró violentamente, como si quisiese absorber todo el oxígeno de su alrededor. Rápidamente el arriero la levantó y asiéndola entre sus manos la montó en la grupa de su mula. Al atardecer ya se encontraba en su casa de la pequeña aldea de Perales del Puerto. Introdujo a la moribunda en su hogar y encargó a su mujer que la atendiese lo mejor que pudiese, mientras él buscaba un médico que la pudiese salvar. La esposa la aseó y la recostó en el camastro cerca del fuego de la chimenea, sin dejar de observarla detenidamente. La vieja respiraba con dificultad y cada poco expulsaba por la boca, entre vómitos y vómitos, un líquido pardo maloliente. La mujer del arriero lo primero que pensó es que la enferma sufría una intoxicación provocada por el consumo de alguna mala hierba o alguna seta venenosa y que de ser así poco tiempo de vida le quedaría. Al fin, después de un largo rato, llegó el arriero con un médico local.

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Pasaron los días y las semanas y la anciana fue mejorando hasta que se recuperó totalmente. El médico siguió su evolución de cerca y cuando ya estuvo repuesta totalmente liberó al matrimonio de la ardua tarea encomendada.

-Quiero expresaros mi máxima gratitud porque de no haber sido por vosotros yo ahora estaría muerta. Como sabéis he vivido siempre junto a otros vecinos más en el poblado que se encuentra alrededor de la Ermita de la Virgen de la Peña; los cuales, me he enterado por vosotros, se encuentran todos muertos. Parece ser que el agua con la que cocinamos la cena de aquel día se encontraba en mal estado y ello nos provocó una fuerte intoxicación que ha llevado a la muerte a algunos de mis parientes. Lo triste además de esos fallecimientos ha sido la denegación de auxilio por parte de los paisanos de Hoyos y de Cilleros, a los que les supliqué ayuda. Probablemente si me hubiesen socorrido, como habéis hecho vosotros, mis parientes y vecinos estarían ahora con vida. Yo soy la que menos merecía salvarse de todos los que allí morábamos, soy mayor y me queda poco tiempo en este mundo, pero el destino lo ha querido así y de igual forma yo quiero reconoceros vuestra sensibilidad y amor por el prójimo, porque todos somos criaturas de Dios. Por ello, y teniendo en cuenta que ya la única dueña de todas esas tierras en las que habitábamos, desde que se las cedió a nuestros antepasados el Rey de León, soy ahora yo; dispongo desde este instante que el día que muera pasen a ser propiedad de todos los vecinos de Perales del Puerto y de esa manera os sirvan a vuestros intereses y necesidades. Con el tiempo la anciana falleció en una pequeña casa de Perales y tal y como fue su deseo las tierras alrededor de la Ermita de la Virgen de la Peña pasaron a ser propiedad de los vecinos de Perales del Puerto que las convirtieron en una amplia dehesa.

Relato inspirado en la leyenda anónima de la aldea de la Dehesa de Arriba de Perales.

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POBREZA LÉXICA

Entre un río de sangre y restos de placenta asomó a continuación el pequeño cráneo de un varón, al que con gran esfuerzo el sanitario trajo a un mundo hostil; pero a la vez sencillo en sus formas.

A las doce en punto, como todos los días, Eustaquia se disponía a salir de su hogar para dar uno de sus paseos matutinos. En el momento de abrir la puerta de su casa las bisagras chirriaron estrepitosamente porque Eustaquia se negaba a engrasarlas; ya que, según ella, de esa manera le servía como alerta por si alguien entraba en su domicilio sin permiso estando ella dentro.

Margarita fue la primera en expresar su alegría por la llegada de sus dos sobrinos y porque el sufrimiento de su hermana hubiese acabado por fin. Cuando todos los familiares se disponían a abandonar la habitación de la parturienta para que el médico finalizase su asistencia y su familiar pudiese por fin descansar, el doctor con voz socarrona les advirtió: -¡Alto, que viene de camino un espontáneo!

Su vecina, que la observaba a través de la mirilla, al escuchar el crepitar de las bisagras abrió su puerta velozmente y asomando medio cuerpo por entre la misma y el marco de la entrada la espetó como de costumbre:

Todos se quedaron lívidos; no eran dos los hijos engendrados por María y Pedro, sino tres. Un caso atípico para un tiempo en el que en este país, y más concretamente en este rincón extremeño apartado del progreso, las necesidades eran la norma y no la excepción.

-¡Ya estamos como todos los días! -¡Toó, pues no salgas!¡Qué pareci que lo únicu que estás es esperandu a ver cuandu salgu por la puerta!, huelicagajonis -le contestó Eustaquia irritada. -¡Vaya lo que tengo que aguatar de esta adefesio! -¡Toó, es que pareci que na más estás a ver qué es lo que hagu, mujer! Por cierto ¿Qué significa esu que me has llamao? -Pues nada que vas hoy muy elegante, hija. -¡Ah! Pues muchas gracias mujer, ya era hora que no te metiesis conmigu comu jacis habitualmenti y me jiciesis un cumpriu. Eustaquia cerró la puerta de su casa mientras su vecina se metía dentro de su domicilio con una risa socarrona.

UN ASALTO CON REHENES28 Más de seis horas llevaba el maquis en Santibáñez el Alto y la situación parecía complicarse cada vez más. A las afueras del pueblo un grupo armado de unos ocho individuos mantenía apresados a doce vecinos de la localidad; entre los que se encontraba hasta un teniente de infantería al que habían sacado de su casa a punta de pistola. Esa noche de un tres de septiembre de 1945, todavía con un calor sofocante, un grupo de maquis de la partida del Francés y comandada por Compadre se habían atrevido a realizar una incursión armada a la antigua población que fue cabeza de la encomienda de la Orden de Alcántara en estas tierras. Los vecinos fueron sorprendidos mientras cenaban en sus domicilios, primero capturaron al alcalde y al secretario del ayuntamiento y luego a todo aquel que se fue cruzando en su camino. Asaltaron varios comercios de la localidad para proveerse de provisiones y al final se decidieron por exigir al resto de los vecinos un rescate por sus paisanos. Los prisioneros permanecían de pie atentamente vigilados por cinco maquis fuertemente armados con armas cortas y bombas de mano; mientras tres más esperaban la llegada a esta zona, conocida por el nombre de Calvario, del vecino o vecinos de la localidad que deberían traer el rescate.

UN ESPONTÁNEO EN EL MUNDO Llevaban horas en la habitación entre gritos de dolor que salían de la garganta irritada de una mujer, a la que poco a poco se le agotaban unas fuerzas que luchaban contra unos dolores que ni el más bregado de los hombres de estas tierras podría resistir. Margarita observaba desde un rincón de la sala con una palangana en la mano y unos paños en la otra. Esperaba las indicaciones del médico del pueblo que había venido al domicilio de su hermana a asistir un parto poco habitual en estas tierras olvidadas de un país sumido en la decadencia más absoluta. Primero vio la luz una deliciosa fémina, que al vislumbrar los primeros destellos titubeantes del clarear candeal comenzó a gimotear frente al gineceo que acababa de abandonar. Mientras era cobijada al calor de unos paños blanqueados a la luz natural del estigio serragatino y del amor de los parientes que la recibieron en brazos; el médico se esforzaba por aliviar del esfuerzo a una madre que todavía no había finalizado la ardua tarea reproductora que la naturaleza le había encomendado.

-Parece que se retrasan Compadre -le dijo uno de los guerrilleros al líder del grupo. -Pues de ser así preparaos para la chancina que se va a liar -contesto Compadre. Éste había sido sargento en el ejército y por extrañas circunstancias se echó al monte liderando una partida de hombres encuadrada en la décima segunda división de la primera agrupación del Ejército Guerrillero de Extremadura, dejando atrás a mujer e hijas en su localidad de origen, Descargamaría.

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Relato inspirado en el sumario 132735 legajo 2831 del Archivo Histórico Militar de Defensa.

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-¡Se acerca alguien! -advirtió al grupo uno de los guerrilleros. Era Timoteo, un adolescente de la población que se había ofrecido como voluntario entre los vecinos para llevar el dinero recaudado en la colecta a los maquis. Pasó entre los tres guerrilleros y acercándose al líder del grupo, sosteniéndole la mirada le dijo: -Aquí tienen todo el dinero que hemos conseguido recaudar para que liberen a nuestra gente. Compadre tomó la bolsa que le ofreció el chico y abriéndola para ver su contenido le preguntó:

Quedaba poco para que Sr. Saladier hiciese acto de presencia, como todos los meses, para llevarse el wolframio que tenía apalabrado con Emiliano y que con tanto esfuerzo éste y sus hijos habían arrancado de las entrañas de Jálama. Transcurridos unos diez minutos el mayor de los hijos apagó el fuego y retiró la caldera en la que había quemado unas enormes piedras, con una mezcla de aceite y grasa, para que adquiriesen un color negruzco similar al wolframio. No quería que quedase rastro de lo que habían hecho y para que la artimaña saliese mejor, introdujo las piedras quemadas en la mitad del saco en el que había empezado a introducir el preciado metal. -Buenas noches, ¿Tenéis preparado el cargamento? -preguntó con tono áspero el Sr. Saladier, en medio de la espesa niebla de la noche.

-¿Cuánto hay? -Esu paeci. Pue comprobarlu usted si quier -contestó Emiliano. -54.600 pesetas, es todo lo que hemos podido reunir. -Pues te vas por donde has venido y buscáis de dónde sacar el resto del dinero que os hemos exigido o de lo contrario éstos no verán el amanecer.

-No hace falta, ya sabéis que si me engañáis, con dejaros de comprar es suficiente; por no deciros que automáticamente os denunciaría por contrabandistas e intentar robar al gobierno del Generalísimo. Y teniendo en cuenta las ideas políticas que habéis tenido os podéis imaginar dónde acabaríais.

-Señor, en el pueblo no queda dinero ni para escribir una carta; así es que o libera a los prisioneros o efectivamente los tendrá que asesinar y sobre ustedes caerá el peso de la ley en un futuro.

-Nusotrus no queremus líos; solamenti trabajar y ganarnus un jornal decenti, de una forma honrá.

-¿El peso de la ley…..? La ley somos nosotros y esta actuación se debe a las instrucciones que desde Francia nos han hecho llegar los dirigentes de nuestro partido; que en breve llegarán a España con el apoyo de aquellos que han vencido al fascismo en Europa, y que acabarán también con el que todavía impera aquí.

Los dos acompañantes del Sr. Saladier cogieron los dos sacos y los pesaron en una báscula que llevaban en el remolque de un pequeño camión.

-¡Soltadlos! -ordenó Compadre a sus compañeros mientras se echaba la bolsa de dinero al hombro y sostenía su ametralladora Thompson con la mano derecha.

-Bueno pues parece que esta vez te vas a ganar un buen dinero Emiliano. A 16,25 pesetas el kilo, te dan 1.625 pesetas. Más vale que hagas caso del cantar que ese ciego de Perales recita por los pueblos y lo inviertas bien.

Los prisioneros corrieron despavoridos por entre los canchales; mientras Timoteo observaba desde lo alto de la muralla del castillo de Santibáñez como los guerrilleros desaparecían poco a poco por entre las sombras bamboleantes de unos árboles agitados por la brisa nocturna. Esta sería la última vez que Timoteo vería a los guerrilleros; ya que a los pocos meses la partida de Compadre sería exterminada en su totalidad entre Santa Cruz de Paniagua y Pozuelo de Zarzón.

-Cien kilos entre los dos sacos Sr. Saladier.

-Esu lo tengu craru, esi dineru es pá comprar unus chotus y un buen prau. Al poco rato y después de echar un cigarro a la puerta del cobertizo, Saladier y sus empleados se alejaron en la penumbra de la noche. Mientras tanto Emiliano y sus hijos entraban de nuevo en el cobertizo de la majada y frente a la tímida luz de un candil jerrumbroso, uno de sus hijos le preguntó:

EL ENGAÑO29 -¿Y por quí no hemus metiu más? -¡Amus dagalis! ¿Cúmu va el mineral? -preguntó Emiliano a sus hijos. -Quea lo qui está en el fuegu y con esu se llena el sacu -respondió el mediano de los rapaces.

-No convien abusar, el Sr. Saladier sabi que le hemus engañau, peru es que él va a engañar a los americanus y a los ingresis y se va a sacar sus buenas perras; asinqui cuantu más mineral mejor pá tos.

29 Relato inspirado en la tradición oral. Miles de kilos de wolframio fueron arrojados al Océano Atlántico por los aliados, después de haber pagado precios astronómicos por ellos; con el único fin de que no cayesen en manos de los nazis.

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

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Un buen día se encontraban caminando Josefa y Antonia por las calles del pueblo, cuando se detuvieron un instante frente a una de las pocas cabinas de teléfono que había en las calles de la localidad. En uno de los cristales de las puertas de la misma alguien había colocado un cartel que anunciaba lo siguiente:

….se esconde en un rincón, frente a ella y calle adelante viene una mujer en cueros, entre dos hombres con escopetas en las manos; la mujer trae la cara desfigurada por la sangre y las magulladuras, y escalerones en el pelo al rape; los hombres le golpean costillares y nalgas con las culatas de sus armas obligándola a caminar, cae ella derribada; la levantan, la arrastran, los pechos de la mujer brillan en carne viva, despellejados, asados; lleva las manos atadas a la espalda, de su culo mana un agüilla amarillenta, que le corre piernas abajo en débiles ragajales; los hombres, embozados, le lanzan fieros vozarrones, y también a las casas, y al aire, obligando a que se cierren en silencio los postigos entreabiertos de puertas y ventanas…..

ESTÉTICA TAMARA Corte y teñido de pelo Manicura

Jesús insiste y le pregunta una y otra vez a su homónimo de noventa y cinco años sobre la identidad de aquella mujer que trajeron a Acebo, en un día aciago, para asesinarla; después de cometer sobre su cuerpo infinidad de fechorías:

Depilación de piernas, axilas e ingles. Las dos amigas leyeron el cartel detenidamente y con cierta dificultad; y una vez finalizada la lectura del mismo, Antonia le puntualizó a Josefa: -¡Vaya con la dagala! al final se empeñó y ha conseguio montar el negociu que ella quería. -Es qui es mu lista, ha saliu a la su genti, que son mu comerciantis; fijati, pon en el cartel que sabi ingrés y tó.

-¿Pero, quién era esa mujer?, ¿Cómo se llamaba? -¡Pues la Juana, era la Juana……! -¿Pero, de dónde era?, ¿De qué pueblo la trajeron? -A la Juana la trajeron de Peñaparda, era peñapardera. -¿Pero esa mujer es la que llaman la maestra de Acebo? -¡Claro, la Juana, la Juana…..de Peñaparda! -contestó fatigado y por última vez el anciano al interesado por la identidad de una mujer anónima, ochenta años después de su asesinato y desaparición.

LA MAESTRA DE ACEBO30

-¡Por favor, te lo suplico, mátame a mí; pero deja a mis hijos! -Ya es tarde, te lo hubieses pensado antes; ahora tenemos nosotros la sartén por el mango. La situación que se vivía en la plaza de la localidad salmantina era de una tensión extrema, ninguno de los vecinos de la población se atrevía a salir a la calle o asomar su cara por los ventanucos de las viviendas. Juana y sus hijos habían sido sacados a empujones y a golpes de culatas de fusil de su vivienda hasta el centro de la plaza del pueblo; mientras eran rodeados por los miembros de las milicias falangistas de la localidad y de los pueblos de alrededor. El olor a sangre embriagaba el ambiente y las alimañas que habían capturado a sus presas no estaban dispuestas a soltarlas hasta darse el festín que creían merecerse. Las horas transcurrieron entre sollozos y humillaciones, hasta que los miembros de la familia fueron montados en un camión con destinos diferentes. La escena se volvería a repetir con toda su crudeza en el lado extremeño de esa serranía.

30 Relato inspirado: en la investigación de la memoria histórica en el Rebollar de Ángel Iglesias Ovejero. En la obra literaria de Jesús Alviz: Concierto de Ocarina. En el testimonio oral de “Pistolero”. En la poesía de Indio Zammit publicada en el libro: Movimiento Obrero y Represión Fascista en Sierra de Gata (1931-1936).

La misa había finalizado ese domingo y los asistentes a la misma iban saliendo uno tras otro; muchos de ellos con sus uniformes militares y de las milicias nacionales, a rebosar de condecoraciones obtenidas en dudosos actos de moralidad. Uno de los más exaltados y violentos de todos aquellos asistentes al evento religioso desfiló por el centro de la plaza ante la indiferencia del resto de las personas que allí se concentraban; mientras unos y otros murmuraban a escondidas criticando la actuación de dicho individuo y la camarilla que iba con él. -Me han dicho que ayer apareció el cadáver de una mujer tirado cerca del Parador del Fraile en Villasbuenas de Gata -le dijo Gerardo a los que se encontraban alrededor suyo en la plaza ese domingo. -Sería la mujer esa que trajeron esta semana al pueblo y que le hicieron todas esas salvajadas mientras la tuvieron aquí -contestó uno de los allí reunidos. -Parece ser que después de haberle hecho todo lo que le hicieron, la han matado y han arrojado su cuerpo a una cuneta con un cartel entre sus piernas que dice “Carne fresca”. -¡Por Dios……! -exclamó una de las mujeres que escuchaba la conversación y que luciendo un impoluto uniforme de falangista huyó despavorida.

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

-Teso Almanzor.

entre hojas secas, el pelo de la maestra.

Antonio se sentó al lado de su nieto, le cerró el libro y comenzó con un relato que él había escuchado de boca en boca a los mayores de su pueblo. Con un tono suave y una voz melódica le fue desgranando como el gran caudillo musulmán Almanzor en el año 957 llegó a Coria y desde allí, cruzando el puerto de Almazay, se dirigió a Santiago de Compostela donde arrasó la ciudad y apresó a todos sus habitantes, a los cuales les hizo desmontar las campanas de la catedral para trasladarlas hasta a Alandalus. En el camino de vuelta los presos descendieron por el puerto de Almazay cargados con las pesadas campanas, al son de los tambores y el chasquido de los látigos cimbreados por las tropas de la Mauretania que acompañaban a los árabes llegados de Siria a la península Ibérica ya hacía bastantes siglos.

Pensamientos marchitos enterraron su cabeza. Las venas bien atadas, en nombre de Jesucristo un palo por la vagina, seccionados los pechos

Cuando acabaron por fin el descenso del puerto de esta estribación montañosa, Almanzor ordenó un alto para hacer uno de los rezos diarios a los que los seguidores del islam estaban obligados.

se los comen las hormigas en la cuneta……..

Una vez finalizado el rezo las tropas islámicas se pusieron en pie y rodeando al gran caudillo musulmán comenzaron a gritar:

FATELA31 Antonio estaba con su nieto llegado de Madrid hacia unos días para pasar el verano en el pueblo, como era la costumbre habitual de esa España que acaba de acariciar su llegada a la democracia. El mayor placer de Enrique era acompañar a su abuelo a la huerta; ya que era la mejor manera de pasar el día en el pueblo. Allí veía animales, plantas y herramientas de labor que en una ciudad como Madrid no se podían encontrar.

Fath Allah -Abuelo ¿Qué significa eso? -Enrique, eso es como luego ha pasado a llamarse este sitio en el que estamos, Fatela; la Victoria de Dios.

Llegada la tarde y casi ya a punto de recoger toda la cosecha para transportarla hasta el pueblo, como ordenaba el final de un día de labor, Antonio alzó la mirada y pudo ver a su nieto Enrique sentado bajo la parra que cubría la entrada de la casa de labranza con un libro entre las manos. -¿Qué lees, Enrique?

-¡Vaya historia! Pero seguro que te la has inventado. -Enrique déjame tu libro. Antonio cogió el libro, buscó entre sus páginas y después de un rato localizó lo que buscaba, y devolviéndole el libro a su nieto le dijo:

-Un libro de historia de España que me dijeron que tenía que leer este verano. -¡Ummm…! ¿De historia? A mí me encanta la historia. ¿Qué etapa de la historia de España estás leyendo? -La Reconquista.

-Mira, lee lo que pone en estas páginas. Enrique cogió el libro y leyendo atentamente las páginas que le había indicado su abuelo se quedó perplejo, no daba crédito a lo que leía. Todo lo que le acababa de contar su abuelo estaba recogido en las páginas de ese libro.

-¡Vaya! Es una etapa muy interesante de caballeros, princesas, castillos y lances a vida o muerte. Aquí lucharon musulmanes y cristianos durante siglos y por aquí pasaron grandes jefes de uno y otro bando. -¿Sí?

ESCUELA DE BRUJERÍA32 Sobre el milenario altar de piedra de granito, que representaba la herpetóloga cabeza de una divinidad ancestral de estas tierras; las jóvenes novicias habían ido colocando todo tipo de alucinógenos, tal y como les había ordenado su guía espiritual. Allí se podía ver estramonio, amanita muscaria, cáñamo, beleño, adormideras y la endémica petrónica; toda una suerte de

-¿Habla ese libro de Almanzor? -Creo que sí. Espera lo busco. Mira aquí habla de él. -¿Sabes cómo se llama la montaña que está frente a tus ojos?

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-No 31

Relato inspirado en el libro de Dº Publio Hurtado: Supersticiones Extremeñas.

Relato inspirado en el libro de Manuel Terrón Albarrán: El Solar de los Aftásidas.

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

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hierbas alucinógenas que prometían permitir un viaje a un mundo paralelo, que daría por concluido el proceso de formación de aquellas brujas del norte de Extremadura.

-Sí, esu pareci, que está un poquinu nubrau y se barrunta lluvia. -¡Ahí va la ostia! Esto no es nada pues; si hubieses visto el mes pasado, eso sí que era mal tiempo. ¡Cagón Dios,,,,!, no paraba el puto txirimiri; casi nos salen aletas como a los arrainak.

Tras una pequeña danza ritual entorno al altar, en la que la instructora de estas jóvenes aprendices de brujería recitó una milenaria oración en una lengua ya desaparecida, todas ellas fueron consumiendo poco a poco algunas de las hierbas aportadas. Cada una de ellas eligió aquella que mejor la podía llevar al trance; una vez consumidas unieron sus manos y formando un círculo casi perfecto frente al altar comenzaron a agitar sus cabezas entre espasmos y palabras inconexas.

-¿Y tú de dónde eres, pues? -¿Yo…?, de un puebru de Cazris, cerca de Salamanca. He veniu unus días a ver a la mi hermana, que llevaba muchu tiempu sin verla.

El lugar donde se encontraban estas adoradoras de las fuerzas oscuras se alcanzaba a ver desde la localidad de Torrecilla de los Ángeles y cuando, cada lustro, se producía esta reunión iniciática de brujería los vecinos de la localidad permanecían atrincherados en sus casas con un miedo que algunos no eran capaces de superar el resto de sus vidas. El tiempo transcurría y las brujas, aunque físicamente se encontraban en Torrecilla de los Ángeles; su estado de trance, provocado por el consumo de esos alucinógenos y por el ritual milenario que la encargada del grupo había llevado a cabo, les permitió viajar de manera extracorpórea hasta Barahona, en la provincia de Soria, para juntarse con el resto de las brujas de Castilla y Extremadura. Allí danzaron, gozaron y adoraron a los Dioses de su religión ancestral y allí fueron consagradas como brujas ese grupo de novicias de brujería de Sierra de Gata; pero en su regreso a su cuerpo físico algo salió mal o algún Dios de los que ellas adoraban decidió jugarles una mala pasada o ponerles una difícil prueba para finalizar su consagración. Una fuerte racha de viento huracanado, combinado con una inusual tormenta eléctrica, rompió de manera violenta el círculo formado por las brujas y cada una de ellas fue drásticamente expulsada de la localidad de Torrecilla de los Ángeles; mientras el púlpito era elevado a los cielos por esos vientos huracanados, transportándolo cientos de kilómetros hasta la Dehesa de Arriba de Perales del Puerto. Allí fue hundido en la tierra de tal manera que durante siglos quedó oculto; a la vez que las hechiceras de nuestra serranía lo buscaron con ahínco para continuar con los ritos iniciáticos de las brujas serragatinas y para de esa manera no ser ellas las últimas de una raza, que en otra etapa de la historia de la humanidad dominaba las tierras de nuestra comarca y que ahora corría el peligro de extinguirse.

ACULTURACIÓN El cielo estaba plomizo, tal y como solía amanecer en esta parte de Euskadi, cuando Facundo y su hermana salieron por el portal del edificio de aquella barriada obrera de Andoain. Ambos se dirigieron al parque donde solían reunirse los sábados por la mañana buena parte de aquellos jubilados que en los años sesenta emigraron a esta zona de Euskadi. Ya ociosos acostumbraban a pasar las mañanas contando historias de los lugares de origen o vivencias de la zona de acogida. -¡Buenos días a todos! - saludó la hermana de Facundo a los allí reunidos.

-¡Me cago en San Dios…! Igual que yo, que soy también de Cáceres; de Ibahernando. -¡Pues vaya una casualidad hombri!, por el habra pensaba yo que eras de por aquí, no creía que juesis extremeñu.

EROTISMO33

El hombre y la mujer se acariciaban en la oscuridad de la habitación en la que se encontraban, ella le atusaba el pelo de la cabeza mientras el penetraba por la blusa con sus frías manos hasta rozar con sus dedos los pezones endurecidos de sus senos. Ella cada vez respiraba más aceleradamente, llevaba buscando este encuentro durante meses y él hasta la fecha la había esquivado. Pero ella no se dio por vencida, sabía de otras mujeres, algunas amigas suyas, que habían mantenido relaciones íntimas con él y todas ellas le habían relatado su virtuosismo como amante, y la bella estrella del firmamento serragatino no quería dejar pasar esa oportunidad. No quería ser esa mujer resignada en la que se habían convertido las mujeres de su familia; muchas de las cuales tenían que soportar a unos varones que en el aspecto sexual dejaban bastante que desear, y que sólo servían para presumir de su virilidad en las tabernas y fondas de medio pelo de esta localidad a medio camino de ningún sitio. Por fin él decidió dar el asunto por finiquitado y sabiendo que la única manera de hacerlo era consumar el acto con ella, procedió a arrancarle las enaguas de manera violenta a la vez que ella buscaba su miembro insistentemente. Como si de un saco lleno de plumas se tratase la elevó en sus brazos del suelo hasta tumbarla en la mesa que frente a ellos se encontraba. A los pocos segundos consiguió quitarle las últimas piezas de la ropa interior que la muchacha llevaba, a la vez que ella se incorporaba y le mordisqueaba los lóbulos de las orejas. Los escalofríos corrían una y otra vez por el cuerpo de ambos a medida que las manos de ambos descubrían zonas erógenas de uno y otro con sólo rozarlas. Los movimientos de ambos eran cada vez más acelerados; él lamía su cuerpo como si de un dulce se tratase, a la vez que ella le cogía la cabeza y la dirigía hacia su clítoris. Él se resistió cuanto pudo, pero al final hubo de ceder, sabía que ella era de esas mujeres que querían experimentar, que querían sentir, romper

-Kaiso, egunon -respondieron unos y otros al saludo. -¡Vaya día la ostia!

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-¡Me cago en San Dios!, ¡Todos los días igual!

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Relato inspirado en el libro de Domingo Domené: Historia de Sierra de Gata (Cáceres)

-Es que no cambia el tiempo ni para la ostia. 70

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

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con un sexo tradicional y arcaico en el que sólo disfrutaba el hombre. Ella había dado ese paso, del que era consciente, que marcaría un antes y un después en su vida y en la relación futura con los hombres.

Por fin llegó a la casa del astrólogo; era ésta un antiguo palacio en desuso de la Orden de Alcántara que el Maestre había ordenado acondicionar para su amigo y asesor. Antes de golpear la aldaba de la puerta se paró ante ella, respiró hondo y observó el arco de medio punto y el cordón labrado en piedra que lo adornaba y que expresaba el pasado religioso de la casa. Por fin se animó a cumplir el cometido que le había llevado hasta allí. Al poco rato la puerta se abrió y el rostro de una joven iluminado por un pequeño candil de aceite le preguntó por el motivo de su presencia en una noche tan desagradable. Alonso le entregó el mensaje del Maestre y transcurrido un tiempo la figura de un hombre enjuto, con una luenga barba y una capa que cubría una ceremonial túnica cruzó el umbral de la puerta, no sin antes besar la Mezuzá, y sin indicarle nada más a Alonso comenzó a andar bajo la lluvia torrencial; esquivando una y otra vez los riachuelos que bajaban en tromba por las empinadas calles de Gata.

Tanta fogosidad, le produjo una de las erecciones más intensas jamás vividas a un hombre capaz de contar sus conquistas a cientos. Esa chica era especial y él lo acababa de descubrir, por fin decidió dejarse llevar por el momento y su lengua recorrió todas las partes de ese bello Monte de Venus; mientras con la punta de su lengua estimulaba un clítoris que enloquecía a la mujer hasta límites desconocidos; impregnando todo su sexo de una lubrificación que les permitió a ambos una consumación, mientras se mantenían fijamente la mirada. Cualquier experiencia que le hubiesen contado sus amigas se quedaba corta; aquello era mejor de lo esperado, pero ella quería llegar más lejos de lo que las otras mujeres que habían yacido con este adonis habían llegado. Le empujó y le obligó a abandonar su cuerpo, él se extrañó e incluso estuvo a punto de preguntar si es que había hecho algo qué a ella no le hubiese gustado; era ahora él el que quería continuar, lo necesitaba, ninguna mujer con las que había estado le había provocado tal estado; pero ella se bajó de la mesa, se desprendió del resto de su ropa y totalmente desnuda se puso de espaldas a él; se apoyó sobre la mesa con sus manos a la vez que desplazaba sus piernas a derecha e izquierda. El varón comprendió inmediatamente lo que demandaba su amante y acercándose lentamente a ella la penetró una y otra vez, al mismo tiempo que le mordisqueaba la nuca. Ambos deseaban que ese momento no pasase, el sudor de ambos se mezcló en sus cuerpos mientras la intensidad del acto los llevó al clímax. Fue entonces cuando las fuerzas de sus piernas les fallaron, y ambos cayeron al suelo acariciándose de nuevo; mientras la gelidez de las baldosas del suelo les provocaba a ambos intensos escalofríos por aquellas partes del cuerpo que las rozaban y que aplacaban el calor de unos cuerpos jóvenes y fogosos. Transcurrido un largo silencio ambos se levantaron y comenzaron a vestirse rápidamente, tenían miedo de que alguien pudiese entrar en la sacristía y los descubriesen. Él se puso su hábito de monje de nuevo y ella se arregló lo mejor que pudo para volver a seguir siendo la mujer discreta y pura por la que la tenía toda la población; aunque ella tenía claro que jamás se volvería a confesar con tan magnífico amante como el de esa tarde.

Alonso se encomendó a todos los Santos conocidos, temía que el mago, astrólogo y astrónomo anulase su voluntad e hiciese con él lo que quisiese, por ese motivo le seguía a distancia, pero sin perderlo de vista; por fin llegaron al palacio del Maestre, la puerta estaba abierta y un sirviente les esperaba a la entrada. Abraham se quitó la capa marcada con su roel burdeos, que denunciaba públicamente su credo hebrero; se atusó el pelo mojado y sin preguntar nada se encaminó a las escaleras, las cuales subió con cierta dificultad hasta llegar a la última planta. -Buenas noches Rabí -se escuchó desde el fondo de la habitación. -Buenas noches Señor -contestó el Rabino. -Por fin he conseguido que terminasen el trabajo que había encargado a los pintores que traje desde Salamanca ¿Qué te parece Abraham? El Maestre asió con sendas manos dos candelabros que se hallaban encendidos en una mesa y alzándolos iluminó la inmensa bóveda recién decorada del palacio. Abraham recorrió la estancia con la cabeza erguida, como si estuviese leyendo el firmamento. -¿Qué opinas? -preguntó de nuevo el Maestre a su amigo y asesor. -Es una esfera celeste perfecta, están todos los signos zodiacales y los planetas.

ABRAHAM ZACUTO

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Alonso caminaba circunspecto bajo la lluvia por las calles empinadas de la villa de Gata, se dirigía de mala gana al barrio del Torrejón; lugar en el que residía el judío Abraham Zacuto, a quien su amo, el Maestre de la Orden de Alcántara, Don Johan de Zúñiga y Pimentel, le había ordenado que avisase para que se personase de manera presta en su palacio de esta villa de Sierra de Gata. Alonso había escuchado todo tipo de relatos sobre este judío llegado a Gata desde Salamanca de la mano de su amo. Le tenía pánico, pues eran muchos los que le calificaban de mago nigromante capaz de subvertir la voluntad de las gentes a su antojo.

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-La he ordenado pintar para que de manera confidencial me puedas instruir en la astrología y en la astronomía, ciencias en las que eres versado; pero además para que la puedas utilizar en el trabajo que te he encomendado y que sé que ya has comenzado a escribir; ese Tratado Breve en las Influencias del Cielo, y que espero puedas terminar de escribir en estas tierras de Jálama, que serán nuestra morada definitiva amigo. Abraham asintió y haciendo una pequeña reverencia se retiró dejando al Maestre solo en la habitación contemplando la magnífica esfera celeste que había ordenado pintar. El rabino no quiso contradecir a su Señor, pero sabía por las estrellas y el zodiaco que ni su Señor ni él finalizarían sus días en estas tierras; ya que los signos le habían anunciado en la carta astral del Maestre que éste acabaría sus días en Sevilla y que él yacería finalmente fuera de Sefarad, obligado por la intolerancia y el desconocimiento de una sociedad envidiosa e idólatra.

Relato inspirado en el libro de Marciano Martín Manuel: Abraham Zacuto, Astrólogo de Don Juan de Zúñiga..

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

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UN AMOR PÉTREO35 Las tropas cristianas del Rey Don Alonso retornaban desde Alcántara de una de sus múltiples razzias por tierras ismaelitas; cuando descubrieron en un monte rocoso, del territorio de la Vetonia, una inmensa fortaleza que era una de las joyas abaluartadas que los moros poseían en estas tierras y que con el tiempo pasaría a ser la Estremadura Leonesa. El Rey se decidió a tomarla con el empuje brioso de sus soldados, que estaban deseosos de mostrarle su valor. Los moros la defendieron todo lo bien que pudieron; pero al fin la fortaleza cayó en manos de las huestes cristianas, quienes permitieron a los supervivientes abandonarla con vida. El olor a sangre y a madera calcinada recorría todo el recinto amurallado y los cadáveres se amontonaban por las calles y en el interior de las viviendas; era un espectáculo dantesco que se incrustaba en la retina del Rey y de sus generales mientras estos recorrían el trayecto que les conducía hasta la torre del homenaje. Justo cuando se disponían a flanquear el umbral de la entrada que permitía el acceso al patio de armas el Soberano ordenó a sus acompañantes que se detuvieran. Él y los aristócratas que le acompañaban desmontaron de sus caballos y entre el humo que salía de los edificios de los alrededores se acercaron a la figura humana que habían divisado a lo lejos. La anciana se encontraba sentada sobre una inmensa roca y de vez en cuando soltaba una carcajada espeluznante que atemorizó a esos aguerridos soldados curtidos en mil batallas. -¿Por qué no te has ido con los demás? -preguntó el Rey. -¡Jaaa, jaaaa, jajaaa! -fue la única respuesta que obtuvo el magno soberano a su inquisitorial interés. El Rey y sus acompañantes observaron detenidamente a la anciana y cuando levantaron la vista y el humo desapareció se descubrió ante ellos dos inmensas esculturas de piedra, a uno y otro lado del pórtico. -Anciana, ¿Qué son esas dos figuras de piedra que hay a tu derecha e izquierda? Tenía entendido que el Islam prohibía la representación de las figuras humanas.

que sea capaz de recitar, en una noche de eclipse lunar, el verso que he dejado labrado en uno de los sillares de piedra que he ocultado en la fachada de una de las casas de esta aldea. En ese instante el sol se apagó y una inmensa neblina, mezclada con humo, lo invadió todo de nuevo y a continuación la vieja dejó de estar presente, había desaparecido sin dejar rastro. Todos miraron a uno y otro lado; pero allí sólo permanecían inmóviles las dos figuras pétreas del moro y la mora como las había denominado la vieja hechicera. El regio Alonso ordenó a sus tropas que desmontaran pieza a pieza aquellas dos figuras humanas de piedra, a las que consideraba un engendro del mal y que sus restos fuesen esparcidos por los edificios de la villa; para que jamás se pudiesen unir y el fin del hechizo de la vieja fuese llevado a cabo y así el moro a la mora retornasen a su estado humano. Desde entonces el sexo de ambos se encuentra a uno y otro lado de la puerta principal de acceso a la fortaleza de Santibáñez el Alto, también conocida por San Juan de Máscoras. Mientras los rostros hieráticos de ambos decoran la fachada de una vivienda de la localidad, permaneciendo éstos atentos a los moradores de la villa y a los visitantes de la misma con la esperanza de que se apiaden de su desdicha y alguno de ellos se digne a recitar el verso escrito en piedra oculto en alguna de las paredes de una de las casas de esta población serragatina. Son unos cuantos hasta la fecha los que han localizado la piedra con el versículo y que han intentado romper, en una noche de eclipse lunar de Sierra de Gata, con el maleficio; afrontando el reto de leer los versos grabados en la piedra que dejó allí grabados la hechicera; pero la erosión y el desconocimiento de la lengua islámica se lo ha impedido a todos ellos. Y mientras tanto el moro y la mora observan impasibles el paso del tiempo y como su amor continúa siendo imposible.

UN DESAHUCIO

-Mamá, mamá; la señora que está aquí todas las tardes y que no nos deja jugar en el huerto viene la calle arriba con un señor muy bien vestido.

-Schusss, ¡Silencio desdichado, que os observan y os escuchan! Son el moro y la mora. -¿El moro y la mora? -Ella es una princesa de estirpe imperial, descendiente de la realeza siria, y su amado en cambio posee la sangre impura bereber del norte de Ifriqiyya. Ambos habitaban en esta fortaleza y su amor lo mantuvieron oculto hasta que el envidioso y advenedizo contador del reino, quien aspiraba al trono, lo descubrió y lo denunció al padre de la princesa. A quien, como comendador de los creyentes, no le quedó más remedio que castigar esa relación prohibida entre esas dos razas del islam. El Emir se puso en contacto conmigo y yo me encargué de crear el maleficio que los convirtió en piedra e impedirá dicha relación por los siglos de los siglos. El hechizo sólo se romperá cuando llegue alguien

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Relato inspirado en el libro de Torres Tapias: Crónica de la Orden de Alcántara. Y en la tradición oral de Santibáñez el Alto

La hija pequeña de Angélica anunciaba un desastre familiar mayúsculo que ella estaba previendo desde hacía ya bastante tiempo. Una de las usureras más poderosas del pueblo, a quien llevaba pidiendo dinero prestado desde hacía casi un año, venía acompañada del notario público de Sierra de Gata. Angélica intentó guardar serenidad, pero sabía lo que se le venía encima. Por la mala cabeza de su marido, uno de los hombres de las familias más ilustres de Sierra de Gata, era probable que todos sus temores se hiciesen realidad. Su marido era un jugador empedernido que había desatendido la gestión de todos los bienes heredados de su familia; ya que para él no existía más obligación que pasar el día en el casino del pueblo apostando y fanfarroneando de su pasado ilustre y de sus amistades de Salamanca y Cáceres; mientras su patrimonio iba menguando y siendo malvendido para hacer frente a los gastos domésticos y a su vicio obsesivo de los naipes. Durante todo ese tiempo Angélica había luchado por salvaguardar todo lo posible los bienes de la familia; pero como solían decir por estas tierras: De donde se quita y no se pon, pronto se le ve el hondón.

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

Al principio la usurera fue la que le ofreció ayuda. Era una vieja andrajosa que olía a sus presas a lo lejos; eran muchos los que en el pueblo le habían pedido dinero prestado y habían perdido alguna propiedad o algún objeto de valor; ya que ella siempre se encargaba de fijar unos interesas desorbitados y jamás respetaba los plazos establecidos de devolución. Esa artimaña la había hecho rica y propietaria de grandes fincas e inmuebles. Luego fue siempre Angélica la que recurrió a ella para que le prestase dinero con la esperanza de que su marido vendiese alguna finca y así devolverle lo prestado e ir tirando poco a poco hasta que la situación se remediase. Pero la adicción al juego de su esposo era más fuerte que cualquier otra cosa y llegó un momento en el que ya tan sólo contaban con un único bien, la enorme casa solariega en la que residían ella y sus hijos.

pone en estos recibos que me has ido firmando y te echarán a ti y a tus hijos a la calle con una mano delante y la otra detrás. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo, blanca como el azahar que florece en los naranjos de los huertos de Sierra de Gata y con las lágrimas brotando de sus ojos asintió con la cabeza y se sentó en la mesa de la entrada dispuesta a entregar a la vieja usurera el último bien de la familia; sintiéndose como una doncella ultrajada y engañada por un falso caballero que se hubiese llevado su honra.

UNA ESCULTURA SINGULAR36 La usurera a sabiendas de que Angélica jamás le podría devolver el dinero prestado le siguió dando financiación y poco a poco se metió en la casa a convivir con la familia y aunque Angélica protestaba no podía hacer nada para que se fuese. La usurera con cierta ironía le recriminaba a la sufrida cabeza de familia el que protestase por su presencia, cuando le debería dar las gracias ya que, según ella, estaba cuidando de sus hijos. -Angélica, hija, ¿Dónde estás? La dueña de la casa bajó las escaleras con lágrimas en los ojos y posicionándose lo más firme que pudo enfrente de la vieja, le espetó: -Me imagino que ya ha llegado el día y que viene a reclamar lo que tanto ha planificado durante todo este tiempo y que yo no he sabido ver hasta este preciso instante. -No hija, esto es muy sencillo yo te he ayudado cuanto he podido, casi como una madre; es más he cuidado hasta de tus hijos, como si hubiese sido su institutriz; pero ha llegado el momento que me devuelvas los dineros prestados y los réditos y si tú o tu esposo no podéis hacer frente a ello pues tendremos que buscar otra solución. -Pero la última vez quedamos en que le devolvería todo pasado el verano, cuando mi familia pudiese vender unos inmuebles que tienen donde viven y me enviasen el dinero, es sólo cuestión de esperar tres meses más como habíamos acordado. -¡Ay, hija! Lo siento yo no puedo esperar todo ese tiempo porque el dinero si no se mueve se evapora y menos si hay que esperar a cobrar dependiendo de lo que hagan terceras personas. Como veo que no vas a poder cumplir tu palabra y pagarme lo que me debes el acuerdo queda roto y yo no tengo porque respetar el plazo del tiempo que acordamos; así es que por eso he hecho llamar al señor notario para que escriture esta casa a mi nombre como pago por las deudas que me debes.

El Concejo estaba reunido desde hacía un buen rato y a él asistía lo más granado de la sociedad acebana. Sus miembros estaban debatiendo la compra de una talla religiosa que sustituyese a la que se acaba de quemar en la ermita del Cordero. La noche anterior una de las muchas velas que los devotos encendían para pedir algún milagro se había caído al suelo y había conseguido prender fuego a una de las telas que cubrían uno de los reclinatorios de la ermita; devorando el fuego, en pocos instantes, todo el edificio de madera en el que se encontraba uno de los nazarenos más adorados de toda la comarca. Por fin se llegó a un acuerdo en el Concejo Municipal; facultarían a dos vecinos de la localidad para que comprasen una talla nueva de un nazareno en uno de los talleres de imaginería de Valladolid y para ello les entregaron la cantidad de diez mil maravedíes. Ambos vecinos se desplazaron hasta la capital castellana; a la que tardaron en llegar dos días, en lo que fue un viaje tortuoso por caminos y veredas endiabladamente en mal estado. Nada más llegar preguntaron por el taller más importante de tallas religiosas de la localidad y una vez localizado el mismo se desplazaron hasta él lo más rápido que pudieron. Una vez allí le expusieron a la persona que les recibió lo acontecido en su localidad y el deseo de hacerse con una talla nueva. El dueño del taller les enseñó todas las esculturas que allí tenía del tipo que ellos buscaban; pero todas ellas costaban más de lo que tenían presupuestado y autorizado por el Concejo. Cuando ya se encontraban a punto de abandonar el taller el dueño del mismo les requirió de nuevo. -¡Aguardad! Puede que podamos llegar a un acuerdo. Venid, pasemos a la parte de atrás del taller, puede que tal vez os interese lo que os voy a enseñar.

-¡Pero…, eso es un robo! Esta casa vale mucho más, es de las mejores del pueblo y usted los sabe. -Bueno pues la pones en venta y me devuelves lo que debes.

Ambos se miraron y se hicieron un gesto con los hombros que denotaba cierta sorpresa, pero al fin decidieron seguir las indicaciones del artesano.

-Pero para eso me tiene que dar tiempo, una casa de este tipo no se vende de la noche a la mañana.

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-Bien yo te la compro, liquidamos lo que me debes y te doy cinco mil duros más para que puedas hacer la mudanza y puedas alquilar otra casa. Es la mejor solución que te puedo ofrecer, de lo contrario te denunciaré a la guardia civil por lo que me debes según

Relato inspirado en el testimonio de mi buen amigo Vicente Calderita, concejal del Ayuntamiento de Acebo durante la Transición, que halló este dato en el desaparecido archivo municipal de Acebo. Enero 2021

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

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-Mirad esta escultura, si os interesa os la doy por el dinero que me habéis ofrecido. La esculpí para una cofradía sevillana; pero como está tallada en madera de peral y tiene un color de cara que a ellos no les ha gustado, porque dicen que parece un poco judío, se han negado a comprármela.

Unas y otras se miraron sorprendidas y en un abrir y cerrar de boca las carcajadas acallaron a los comentaristas que retransmitían la boda por la cadena de televisión que la estaba emitiendo. La anécdota y el chascarrillo, después de todo el tiempo transcurrido, se recuerda con gracia y sorna por la ingenuidad que algunos de nuestros paisanos muestran en ciertas ocasiones.

-Pues……. No es exactamente lo que buscamos porque nosotros queremos un Cristo que porte una cruz y éste…….. -Ya entiendo. Este es un Ecce Homo por eso está atado a esa columna. Pero si ese es el único inconveniente yo me encargo de buscar una solución. Venid mañana. Tal y como quedaron con el escultor, ambos se presentaron puntualmente al día siguiente. El artesano los recibió y los condujo de nuevo al reservado del taller. -Mirad, aquí tenéis lo que buscabais. Le he desmontado el brazo y se lo he puesto en posición para que sostenga la cruz. ¿Qué os parece? Los dos vecinos se miraron, observaron de nuevo el Cristo y durante un instante enmudecieron; mientras el escultor los observaba con cierto brillo en los ojos. -Por nosotros vale -contestó uno de los vecinos del Azevo. -Os lleváis una escultura especial, yo es a la que más cariño le he cogido y me alegra que al fin pueda cumplir su función religiosa. Os la haré llegar lo antes posible para que los vecinos de la localidad de donde venís la puedan adorar y pedir milagros como se estila en nuestra tradición religiosa. La talla llegó tal cual se había comprometido el escultor y desde ese día tiene una ermita entera para él solo; a la que asisten todos los devotos de la localidad para pedirle todo tipo de parabienes al Nazareno más ilustre y querido de Sierra de Gata; El Cordero Bendito.

GALERNA

En cierta ocasión un vecino de una población de Sierra de Gata se decidió a visitar a unos parientes que residían en la localidad guipuzcoana de San Sebastián. Él estaba muy interesado en hacer algo de turismo y sobre todo visitar la playa de La Concha, el monte Urgull y los bares de pintxos de la parte vieja de la ciudad. Los parientes, tal y como marcan las normas de cortesía, realizaron todo un dispendio para agradar al sobrino y que se fuese con la mejor sensación posible de Donosti. Después de dos días visitando la ciudad y a algunos amigos que residían en poblaciones de los alrededores se animaron a pasar con el pariente, llegado de tierras del interior, el día en la playa, y ello a pesar de que el tiempo no acompañaba. Después de varias horas de viento y frío, desde la megafonía de la playa se escuchó un mensaje de advertencia a los bañistas: -¡Atención, atención! Se ruega a los usuarios de la playa que abandonen la misma debido al mal tiempo y a que se aproxima galerna. Todo el mundo se levantó y procedió a recoger sus enseres; mientras que al turista llegado de una tierra con la mayor extensión de playas fluviales de la Península Ibérica le dio tiempo a puntualizar lo siguiente: -¡Ay que jodersi, hasta aquí conocin a la Lerna!

UN TÍTULO DE GRANDE DE ESPAÑA Y UNA BODA REGIA El día transcurría con la monotonía habitual de los festivos de estas tierras. Mientras, un grupo de mujeres se reunían en uno de los bares de la localidad para ver el magno evento de la boda real de la Infanta Cristina con el deportista de élite Iñaki Urdangarín. Los comentarios fluían sin cesar; desde las críticas por la vestimenta de ambos, hasta la idoneidad del lugar elegido, pasando por la elegancia de los muchos asistentes llegados de uno y otro lado. Entre comentario y comentario se coló uno sobre los presentes que iban a recibir el joven matrimonio:

Las risas duraron todo el día y hasta él se reía del juego de palabras y de la relación entre la palabra que identificaba el mal tiempo de la mar con el mote de una de las vecinas más populares de su pueblo.

JUEVES SANTO LUCTUOSO37 Los vecinos de Villasbuenas de Gata caminaban en procesión hasta el Calvario en la noche de Jueves Santo, cuando una de las campanas de la torre de la iglesia comenzó a tocar a

-Pues tengo entendido que el padre de la Infanta les va a obsequiar con un ducado. El silencio se instauró entre el grupo de mujeres, hasta que a una le surgió la necesidad de realizar una apreciación basada en una de las más profundas reflexiones.

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Relato inspirado en el libro de Jesús Montero Blanco: Villasbuenas Señorío de los Fonseca.

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-¡Mmmmm, y qué un Ducado….! ¡Si esa por lo menos fuma Winston! 78

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difuntos. Los vecinos indignados se dirigieron a la iglesia con la idea de descubrir al que se estaba atreviendo a realizar tal acto de irreverencia.

-Aguarda mi niña, ten paciencia. Sí, las he traído conmigo. -¿Cuántas conseguiste?

Buscaron y buscaron por todos los rincones del recinto sagrado, pero no consiguieron dar con la persona que se había colado en el mismo y había hecho tañer la campana con semejantes acordes que no les traían nada más que malos presagios.

-Pues si no recuerdo mal…., diez en total. -¡Vamos entra! ¿A qué esperas?, sube arriba y déjame verlas.

Algunos decidieron pasar la noche en el interior de la parroquia con la idea de desenmascarar al emboscado, si es que aún permanecía oculto. Otros decidieron quedarse con la idea de elevar sus plegarias al cielo para que la guerra acabase pronto y sus familiares regresasen sanos y salvos; y algunos, los menos, para realizar un acto de Fe que sirviese de desagravio por el mancillamiento que el templo divino había sufrido.

Los dos se encaminaron al salón de la primera planta; una vez dentro, ella cerró la puerta con llave para que nadie del servicio pudiese entrar, ni pudiese escuchar lo que estaban hablando. Tomás se acercó a la mesa y vació un pequeño saquito de tela que llevaba en uno de los bolsillos de la pelliza de cuero.

La noche transcurrió entre rezos del rosario y padres nuestros, y llegada el alba los que aún quedaban en el interior de la parroquia decidieron marcharse a casa.

-Pues aquí están Ángeles, las famosas piedras sanadoras y milagrosas de las que dices has oído hablar.

Ese día un soldado del Real Ejército de Extremadura, destacado en la frontera portuguesa, en primera línea de fuego, hizo acto de presencia al galope en la plaza del pueblo y disparando repetidas veces su mosquetón congregó a todos los vecinos. Con lágrimas en los ojos y voz compungida transmitió el luctuoso suceso acaecido la noche anterior.

-¡Qué maravilla Tomás....! Pensaba que la curandera a la que acudí con mi problema me había engañado y que esa leyenda de estas piedras sanadoras que existían en Villasbuenas de Gata era un cuento de viejas curanderas y vendedores de crecepelo. Según me contó la tía Compón parece ser que ya desde muy antiguo las mujeres de la localidad y de la Comarca buscaban esas piedras porque una vez pulidas emergían de ellas unas cruces como las que los caballeros de la Orden de Juan de Malta lucían en su pecho. Esas piedrecitas las portaban esas mujeres colgadas de sus collares; ya que se les atribuían poderes como la contención de los sangrados, remediar la esterilidad y acabar con la carencia de leche materna. Por este último motivo te envié a buscarlas, porque creo que es la última opción que tengo ya que ningún especialista me ha dado solución a mi problema.

Las tropas portuguesas, rompiendo el acuerdo establecido entre las tropas hispano-lusas, fusilaron sin previo aviso a los integrantes de un batallón español que tenían como prisioneros, entre los mismos se hallaban varios vecinos de Villasbuenas de Gata. Los gritos de dolor y la rabia inundaron la plaza del pueblo y muchos juraron venganza eterna a esos portugueses criminales, que en un acto de traición y cobardía habían segado la vida de algunos varones de la población. Desde aquel suceso esta población serragatina tiene el privilegio de tañer la campana el día de Viernes Santo.

-Mummm…… Por probar yo creo que no se pierde nada, total el gasto tampoco es que haya sido excesivo. Se las compré a una vecina de Villasbuenas de Gata por la mitad del dinero que me entregaste y también me contó que su familia tenía la tradición, desde hacía siglos, de venderlas y que eran los únicos que sabían dónde se podían encontrar.

PIEDRAS SALUTÍFERAS38 Doña Ángeles estaba nerviosa, llevaba horas esperando la llegada de su criado anunciada hacía días; pero éste parecía retrasarse más de la cuenta y a ella le urgía; ya que le debía traer un objeto encargado por ella, que podía poner fin a su incapacidad de alimentar a su recién nacido con leche materna. Por fin sonó la campanilla de la puerta. En un abrir y cerrar de ojos bajó las dos plantas de la casa palaciega en la que habitaba y ni tan siquiera le permitió al ama de llaves abrir la puerta; giró la llave de la cerradura y abrió el enorme portalón de madera de roble que protegía la entrada de la vivienda. Ante ella se encontraba Tomás, su sirviente de confianza, que la había cuidado como un padre desde que ella tenía uso de razón.

-Bueno Tomás encárgate de pulirlas y la que mejor impresión te dé me la traes para ponérmela en el collar cuanto antes y que sus efectos milagrosos comiencen de inmediato. Tomás cogió las piedras y salió del salón con dirección al almacén aledaño a las cuadras donde tenía todas las herramientas que le permitirían aflorar las enigmáticas y sanadores cruces. ¡VIVA DON CARLOS MARÍA ISIDRO!39 -Parece que se retrasa el Excelentísimo Don León de Argos -murmuró uno de los reunidos en el Consistorio de San Martín de Trevejo.

-¿Las pudiste conseguir Tomás?

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39 Relato inspirado en el libro de Juan Pedro Recio Cuesta: Entre la Anécdota y el Olvido la Primera Guerra Carlista en Extremadura (1833-1840).

Relato inspirado en el libro de Fray Francisco de Coria: Descripción e historia general de la Provincia de Extremadura.

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

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-Un poco de paciencia, por favor -le respondió el más anciano de todos los regidores del concejo. El tiempo fue pasando y los allí concentrados cada vez se impacientaban más; pero por fin se escuchó en la calle la voz del cochero que anunciaba la llegada del tan esperado Corregidor de Sierra de Jálama. Al instante se abrió la puerta del salón de actos en donde se encontraban reunidos los cinco regidores de San Martín de Trevejo. -Buenos días Señores -saludó el Corregidor con voz marcial.

Tancino se tumbó de nuevo sobre la orilla a la espera de la llegada del barquero. Cerró los ojos y su respiración pareció detenerse; el tiempo transcurrió dominado por Cronos, mientras el resto de los espectros deambulaban a su alrededor. Los pitidos eran cada vez más agudos, a la vez que oía como alguien rascaba la superficie de arena que se encontraba por encima de él. Por fin un golpe de aire fresco penetró por su nariz parecía que iba a recuperar el aliento; pero en ese instante unos dedos forzaron su maxilar inferior hacía abajo y extrajeron el óbolo, ya casi oxidado, de su boca. De nuevo la tierra comenzó a caer sobre su cabeza y al instante todo se silenció. Se encontraba de nuevo en el inframundo rodeado de espectros.

-Buenos días Don León -contestaron al unísono los allí concentrados. -Voy a ser muy breve porque la situación es crítica y el País corre un serio riesgo si no actuamos con rapidez y lealtad. El felón que hoy yace bajo tierra pretende usurpar, en un último acto de vileza, el trono a su legítimo dueño, Su Majestad el Rey Don Carlos María Isidro. Por ello es necesario, hoy más que nunca, que Sierra de Gata, con todas sus poblaciones y todos sus vecinos al frente, nos opongamos a ese latrocinio que pretende imponernos una soberana que no es la legítima heredera. -¡Viva el único Rey legítimo de las Españas, Don Carlos María Isidro! -gritaron todos los asistentes. A continuación, todos ellos reflejaron con su firma, en el acta redactada por el escribano del Consistorio, que los allí reunidos tan sólo reconocían como Rey de España al hermano del inefable Fernando VII; quien se encontraba exiliado en Portugal reuniendo a un poderoso ejército para derrocar a su sobrina. La declaración pública no pasó desapercibida para los isabelinos locales quienes lo denunciaron a las autoridades militares locales que enviaron al coronel Domingo Losada para que fuesen detenidos. Los cinco regidores de San Martín fueron apresados y llevados a la prisión de Alcántara, allí fueron torturados hasta que reconocieron su hecho y su arrepentimiento. Mientras tanto, el Corregidor de Sierra de Jálama consiguió huir a Portugal poniéndose a las órdenes del rey de los carlistas españoles.

UNA TRAVESÍA INCONCLUSA POR EL AQUERONTE

Un ambiente onírico lo envolvía todo alrededor de Tancino, no sabía muy bien dónde se encontraba; flotaba sobre la superficie, sus piernas eran ligeras como el aire y un olor a humedad lo inundaba todo. Gemidos, lloros, quejidos, frases y palabras inconexas era la música que armonizaba a los cientos de espectros que rodeaban a Tancino. Al poco de estar allí pudo comprender que había abandonado el mundo terrenal y que se encontraba cerca de la orilla del Aqueronte, junto a todos aquellos que estaban en su misma situación. Al intentar emitir una palabra notó que algo metálico se hallaba bajo su lengua, introdujo sus dedos en la boca y sujetando el objeto con el pulgar y su dedo índice lo extrajo y pudo comprobar que era un óbolo. Lo volvió a introducir en su boca y la cerró con fuerza para que no se extraviase; sabía que lo necesitaría, era la tarifa que Caronte le iba a cobrar para cruzar el río Aqueronte y poder tener paz eterna.

Al fin un fuerte oleaje mecido por unos vientos lanzados por Eolo permitió la llegada del ansiado Caronte. El viejo andrajoso se bajó de la barca y empezó a examinar a todos los allí reunidos. Vueltas y vueltas entre los espectros para elegir a aquellos que pudiesen montar en su barca. Por fin Caronte se decidió y entre los elegidos se hallaba Tancino. Éste aguardó su turno y cuando se disponía a subir a la barca Caronte se colocó frente a él y con un simple gesto, alargó su brazo y exigió su tarifa. Tancino introdujo sus dedos en su boca para extraer la moneda y pagar al barquero, pero ésta no se encontraba allí, se la habían robado. El pitido, la retirada de la arena, la mandíbula forzada; ahora le cuadraba todo. Los hombres terrenales, los que aún transitan por el mundo de los vivos, habían excavado su sepultura en la que sus familiares le habían enterrado y le habían robado con una máquina diabólica la moneda con la que debería pagar al barquero y que de no ser así le condenaría a vagar por el valle de los muertos, hasta que Caronte decidiese transportarlo gratuitamente hasta la otra orilla.

VIVIR A CRÉDITO Hoy era un día de alegría en casa de los Bujíos, el cabeza de familia acababa de llegar, después de tres meses, de la mina de wolframio en la que trabajaba en lo alto de Jálama. La llegada era ansiada desde hacía semanas porque los pocos ahorros que tenía la madre se habían agotado hacía días y la familia llevaba viviendo de prestado de forma agónica y las deudas se acumulaban en los comercios de alimentación de la población. Al padre no le dio tiempo ni a sentarse a la mesa de castaño que estaba en frente de la chimenea, de lo que simulaba ser la cocina-salón de la humilde morada en la que habitaba la familia. Metió la mano en el bolsillo interior de la chaqueta raída con la que se abrigaba del intenso frío y sacó de él un fajo de billetes de quinientas pesetas. En total los tres meses de trabajo a destajo y en unas condiciones de semiesclavitud le habían supuesto unas ganancias de cuatro mil pesetas. La madre y la hija mayor no esperaron a que el extenuado minero se sentase en la destartalada mesa y se sirviese un vaso de vino de pitarra. Se pusieron las toquillas y la madre escondió el dinero en el bolsillo interior de la faltriquera. Las dos se encaminaron en dirección al comercio del tío Ángel, que era en el que sabían que la deuda era más considerable. Madre e hija entraron en la tienda sigilosamente, no querían llamar la atención; ya que querían liquidar la deuda que tenían de la manera más discreta posible. Al fin se quedaron solas con la mujer del dueño. -¿Cómo andáis?

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

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-¡Por fin ya llegó! ¡Madrita mía, vaya racha!, ya no podíamos más. -Sí, parece que hoy han venido todos los hombres que han estado trabajando en la mina de Jálama. -¡Vamos allá! ¿Dime cuánto es lo que debemos de los panes todos estos meses? La hija tenía en su cabeza contabilizados todos los panes que se habían llevado a crédito durante todos estos meses; porque algunas amigas que habían pasado por la misma situación que ellos le habían contado que en ese comercio te fiaban, pero cuando ibas a liquidar la deuda siempre te cobraban algún pan de más. La mujer del tendero sacó la libreta, pasó las hojas, buscó el mote de los Bujíos en el encabezado de las mismas y por fin la puso sobre el mostrador. Sacó un lápiz del cajón y empezó a sumar, mientras madre e hija la observaban con cierta alegría por poder liquidar su deuda por fin. -Pues en total suman treinta panes; a una peseta cada pan, hace un total de treinta pesetas. -¿Pero………..? Eso no está bien; han sido en total veinticinco, no treinta; señora Encarna. -Te equivocas jovencita. Son treinta, los tengo aquí perfectamente anotados. La madre le dio un pisotón y con una mirada coactiva le ordenó que se callase. Sacó el dinero del bolsillo de la faltriquera y pagó lo que la tendera le exigió, y madre e hija salieron musitadamente del comercio. -Madre nos ha robado, ¿Por qué me ha dicho que me callase? Si parece que ha apuntado los panes con un tenedor y no con un lápiz. -Hija por eso no me gusta a mi llevar fiado nada, porque luego estos buitres se cobran los réditos. Procura siempre tener algo de dinero ahorrado si puedes, para que estos carroñeros no se aprovechen nunca de ti. Las dos subieron la cuesta de la calle en dirección a la carnicería, con la sensación asumida de que volverían a revivir la misma situación en ese otro comercio.

GERALDO SEM PAVOR40 Corría el año 569 de la Hégira cuando las tropas almohades campaban a sus anchas por buena parte del solar hispano. No hacía mucho tiempo que acababan de firmar una frágil tregua con Alfonso VIII de Castilla y con el rey Alonso Henriques de Portugal, lo que les permitió dirigir todos sus esfuerzos contra el reino de León regentado por Fernando II.

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Las tropas almohades llegadas a Sierra de Gata desde Alcántara eran una mezcolanza de personajes de la más diversa índole. Bereberes, árabes y tropas cristianas de los distintos reinos peninsulares, formaban parte de un ejército que acababa de conquistar Cáceres, Alburquerque y Alcántara. Los espías del rey leonés en esta tierra de nadie, en la que se había convertido Extremadura, le avisaron de que un poderoso ejército musulmán se dirigía a la recién fundada Ciudad Rodrigo, devastando todo lo que encontraban a su paso. Fernando II se acantonó en la ciudad con todas las huestes que pudo reunir a la espera de la llegada de esos infieles que pretendían doblegar al poderoso reino que él regía con mano de hierro. El polvo y un sol abrasador de un septiembre maldito castigaba a las tropas almohades que subían por el único paso natural por estas tierras, el puerto de Almazay. Al frente de ellas, y rodeado de los generales agarenos, iba uno de los guerreros cristianos más temidos a ambos lados de la frontera que separaba los reinos cristianos y musulmanes, Geraldo Sem Pavor. Fernando II de León ya se había enfrentado a este mercenario cuando le arrebató buena parte de sus territorios extremeños y que según su opinión siempre estaba dispuesto a ofrecer sus armas a aquellos que mejor pagasen; aunque todos sabían de sobra que era un súbdito leal del rey portugués. Geraldo se entendía bien con los musulmanes, había quien decía que de hecho nació bajo la fe islámica, para luego, en su juventud, convertirse al cristianismo y que incluso hablaba perfectamente la lengua de Mahoma. Su alianza con los almohades era un servicio más al rey luso; ya que tenía un carácter más estratégico que económico, pues la idea era que todas estas tierras quedasen bajo el control definitivo del rey de Portugal una vez derrotado el rey leonés. Poco a poco los caballos, los bueyes, los carros y las tropas de infantería, con su recua de esclavos fue desapareciendo en el horizonte de este puerto natural; que seguía el trazado de los antiguos Césares romanos, que lo diseñaron y lo llamaron Vía Dalmacia. Una vez desdibujada la silueta del último hombre que componía esa columna militar; salió de su escondrijo una familia de aldeanos que moraba cerca de ese camino y cuya estirpe había visto y sufrido el paso de los ejércitos de uno y otro lado cada vez que estos habían decido enfrentarse. No sintiendo ninguna predilección por ninguno de ellos; ya que siempre fueron víctimas de los saqueos, violaciones y destrucción que esas tropas traían consigo. Como si nada hubiese ocurrido sacaron sus cabras del pequeño corral improvisado y el padre les indicó a sus dos hijos varones que las llevasen a pastar por la serranía como de costumbre; mientras él, la madre de éstos y las hermanas rescatarían los pocos alimentos y enseres domésticos de que disponían en el chajurdón que habitaban y que habían escondido en una cavidad cercana para que no se los robasen unos ejércitos cuya práctica habitual era el pillaje.

LA DECADENCIA SERRAGATINA

Hoy he quedado con mi amigo José en la gasolinera de La Fatela. Lugar este último convertido en la puerta de entrada y salida de Sierra de Gata, que ha visto a lo largo de los milenios idas y venidas de las gentes más diversas.

Relato inspirado en el libro de Armando de Sousa Pereira: Geraldo Sem Pavor.

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

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José es una persona que el destino, a mi entender, le jugó una mala pasada al situarlo en un contexto social en el que no termina de encajar plenamente. De mentalidad avanzada sabe apreciar a la vez las tradiciones y la raigambre de las capas sociales de rancio abolengo de la comarca. Su placer por la lectura, en concreto la poesía, las buenas costumbres y el saber estar; unido todo ello a su formación académica le hubiesen situado en otro trabajo en cualquier otro lugar; pero su pasión por la Tierra y por la familia le ha atado a este sitio del que muchos otros han huido despavoridamente. -¿Qué tal José? He venido lo antes posible como me dijiste para que no nos interrumpiesen.

de la chimenea se atusaba el pelo, hasta que éste quedaba totalmente ennegrecido por el hollín. Un buen día salió como de costumbre a los comercios de la localidad con su pelo recién teñido de manera casera; pero el día, que había amanecido nublado, amenazaba lluvia y cuando se encontraba a medio camino de la panadería un fuerte trueno, seguido de un electrizante relámpago sacudieron a la localidad y la lluvia comenzó a caer a borbotones sin que le diese tiempo a refugiarse. Al instante el tinte casero cubrió toda su cara y las canas plateadas emergieron a uno y otro lado de su cabellera. -¡Vaya relato José! La verdad es que en cada rincón de la Sierra hay infinidad de historias bellas y anecdóticas de tiempos remotos en los que estas tierras estaban pobladas por gentes de poderío y que con los siglos vinieron a menos.

-Buenos días, escritor; te estaba esperando...Pasa para dentro. Entramos en la gasolinera los dos, él pasó detrás del mostrador y sacó de un cajón un viejo álbum con algunas manchas en la tapa principal.

-Es el destino, no hay nada eterno. La decadencia y la senectud más tarde o temprano nos llega a todos, otra cosa es que la sepamos aceptar -sentención un José resiliente con el destino que le había tocado vivir.

-Ya verás, vas a alucinar con lo que te voy a enseñar. Seguro que tú sabes apreciar estas cosas. Mira. Abrió el álbum y comenzaron a aparecer ante mí fotografías que relataban la historia de una de las estirpes más longevas y prestigiosas de una localidad de Sierra de Gata.

EL HOMBRE SERPIENTE41

-¡Joder….! ¿De dónde has sacado esto José? -¿A qué estás flipando? Pues mira, lo encontré tirado en un contenedor de obra, al lado de la casa que están reformando en la plaza del pueblo. Es de la familia que la habitó durante años, y ya sabes que eran, como dicen por aquí, de lo mejorcito del pueblo. Las fotografías retrataban la vida burguesa de esa familia, cuyos descendientes con el tiempo se fueron alejando del pueblo, llevados a otros sitios por sus trabajos de clase media; y los viejos recuerdos conservados en el hogar familiar acabaron abandonados a su suerte, hasta que una mano culta los rescató del olvido y de la destrucción. -Mira a mí la que más me gusta es esta. ¿Has visto que pose tan interesante tiene? -¿Quién es la que aparece en la foto? -Es la hija pequeña del dueño de la casa, que era un militar de aire muy marcial y que perdió a un hijo en la guerra de Marruecos. Mira este es el hijo.

Los chicos habían acudido puntuales al río de San Martín de Trevejo para quitarse los calores del estío. Entre aguadillas y saltos de trapecista desde las orillas del arroyo pasaban el rato; mientras la pesquera que les servía de pozo de baño se iba llenando con otros críos del lugar acompañados de sus padres o familiares más cercanos. A media tarde apareció allí un hombre de mediana edad, solo y con un ropaje un tanto inusual para esas fechas y esos calores; ya que protegía la parte superior de su cuerpo con una camisa de manga larga y la parte inferior con un pantalón de lino blanco hasta los pies. El hombre misterioso se sentó bajo la sombra de un aliso que hundía sus raíces en el cauce del arroyo y comenzó a observar a los allí reunidos, mientras se liaba un cigarro. Los adolescentes del pueblo se salieron del agua, alejándose varios metros de la pesquera y de donde se había sentado el enigmático individuo. Uno de los chicos de la localidad agarró la mano de otro de los que se encontraba a su lado indicándole con un gesto de su cabeza que le siguiese. Una vez todos juntos se arremolinaron entorno a Juan, el más mayor de ellos que le había indicado a su primo llegado de Madrid que le siguiese.

-¡Ah…! Por eso está la placa en la fachada, ya decía yo. Claro es de los que murieron en la batalla en el Monte Arruit. -Debe ser. La hija tiene una anécdota muy interesante. Cuando yo era pequeño coincidí con ella por las calles. Ella era un poco deficiente, pero le gustaba arreglarse mucho; siempre con sus vestidos traídos de Salamanca y sus adornos de aguamarina. Una vez a la semana solía ir a la peluquería. Con el tiempo el bienestar económico del que gozaba la familia fue desapareciendo; pero ella seguía haciendo todo lo posible por mantener la imagen que había tenido tiempo atrás. Las rentas de las fincas desaparecieron y los sueldos de sus familiares mermaron y ella tuvo que recortar gastos superfluos como el peinarse una vez a la semana en la peluquería. Pero se las ingenió para hacer desaparecer las canas que con el tiempo habían aflorado en su cabellera. Con un tizón

-¿Qué es lo que pasa Juan?¿Por qué nos hemos salido del agua y venido hasta aquí? -Escuchad, ese que está ahí es al que llaman el hombre serpiente. -¿Qué…..?¡Venga……!

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Relato inspirado en el libro: Fala e Cultura d´os tres lugaris.

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

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TORVISCO42

-Que sí Ignacio, que aquí en la Sierra tenemos a los hombres serpientes y ese es uno de ellos, ¿Por qué te piensas que ha venido vestido como viene con el calor que hace? -Pues por cualquier motivo, lo mismo se quema con el sol, o tiene un cuerpo deforme que no quiere enseñar. Por cualquier cosa, eso no significa que sea lo que tú dices. -Ves, pues tú mismo acabas de responderte. Escucha, según cuentan los viejos del lugar se han dado casos de algunas mujeres, casi siempre esposas de los pastores, recién dadas a luz que vivían en las majadas que por la noche cuando dormían y tenían al recién nacido entre sus brazos se colaba en el chozo un bestardo que acudía al olor de la leche materna y serpenteando poco a poco se introducía por el ropaje de la mujer mamando del pecho. Mientras, al bebé le introducía su cola en la boca para que no llorase; ya que así creía que mamaba del seno de la madre. A esos niños, cuando se hacen adultos, les comienzan a aparecer escamas como a la de los reptiles y por la noche se les ven los ojos de los ofidios y la lengua bífida como a la de las culebras. Ignacio se quedó mirando a su primo Juan y a todos los demás con cierta cara de incredulidad; aunque aceptó de buena gana el fin del baño y el volver al pueblo para pasar el resto de la tarde jugando al escondite por las calles y callejas de la localidad. Al caer la noche comprendió que tenía que volver a su casa para asearse, cenar y acostarse; si no quería que sus padres le castigasen, como le sucedió hacía unos días cuando perdió la noción del tiempo y se quedó jugando a las chapas con sus amigos del pueblo, mientras su madre le buscaba por todos los rincones y casas de familiares y allegados. Al girar la esquina para adentrarse en la calle donde se encontraba su casa se chocó con una persona que venía en sentido contrario y a la que no había visto acercarse porque iba entretenido dándole patadas a una lata de refresco caída en el suelo. -¡Dagal… Ten más cuidado y mira por dónde vas, que te vas a hacer daño!. -¡Perdone!, no le había visto. En ese instante alzó la mirada y se quedó blanco como la pared encalada de la casa que estaba a su diestra. -¡Mamá…….socorro!¡El hombre serpiente que me quiere atrapar!

La picadura de la abeja le había desencadenado una alergia al niño que a la madre le comenzó a preocupar cuando el sarpullido provocado por el jerrojonazo del insecto empezó a ennegrecer y a supurar un pus maloliente, todo ello acompañado de una calentura febril. La mujer con una profunda desesperación buscó auxilio entre los vecinos; ya que su depauperada situación económica le impedía solicitar los servicios del facultativo oficial de la localidad. Recorrió durante un buen rato la barriada humilde en la que vivían ella y su familia en busca de alguna ayuda que pudiese salvar a su pequeño; pero el resto de sus vecinos eran tan pobres o más que ella y en lo económico poco podían hacer y de todos era sabido que Don Timoteo no ejercía su profesión si previamente no se le pagaba. Para este alumno de Hipócrates el único código a seguir era el del argento. En la última casa que visitó y después de lanzar una llamada de auxilio que corría el riesgo de caer en oídos sordos, como todas las demás, una voz envejecida por el tiempo y desde lo más profundo de la oscuridad le espetó: -¡Trae aquí al dagal! Era la tía Jacinta, una anciana a la que los más viejos de la villa le atribuían poderes mágicos. Durante muchos años ejerció de sanadora local hasta la llegada de Don Timoteo como médico al pueblo; éste se encargó de denostarla y fue el culpable de que no pudiese volver a ejercer sus conocimientos de medicina natural, que había heredado de sus antepasados y que hundían sus raíces en la historia de la humanidad. Don Timoteo la vio desde el principio como una competencia y sabía que si quería tener el negocio en exclusividad de la medicina en la población ello pasaba por impedir que Jacinta siguiese sanando a los vecinos con sus remedios naturales; por ese motivo cuando uno de los pacientes de la sanadora falleció él se apresuró a acusarla de asesinato y de denunciarla en el juzgado con el apoyo de la familia del fallecido. Jacinta fue condenada a varios años de presidio y desde entonces jamás volvió a usar sus conocimientos para sanar a nadie. Pero ahora la situación había cambiado ella sabía que su final estaba próximo y que la vida de ese niño estaba en peligro, la madre había dejado pasar demasiado tiempo y esa calentura o salía del cuerpo del chico o éste fallecería de inmediato. Rosa titubeó, pero cuando la hija de Jacinta le abrió totalmente la puerta y le indicó que entrase, ella y su hijo se sumergieron en la oscuridad de la vivienda hasta llegar a una pequeña habitación en la que la sanadora permanecía sentada en una desvencijada silla e iluminada por un pequeño haz de luz que penetraba por un diminuto vano abierto en la pared.

El chico salió despavorido mientras el hombre estalló en una sonora carcajada; comprendió rápidamente que los dagales del pueblo ya le habían vuelto a gastar la misma broma a otro de los que vienen aquí a veranear, como hicieron el año pasado con el sobrino del tío Jenaro. Aunque él si conocía realmente a uno de esos hombres serpientes que contaba la tradición y que además era pariente cercano de este último dagal; pero el pobre incauto lo ignoraba.

-Has dejado pasar mucho tiempo y tu hijo está en un serio peligro. He escuchado lo que le has contado a mi hija y si el chico no tolera bien las picaduras de las abejas puede llegar a morir. Ahora lo más importante es expulsar de su cuerpo esa calentura que le puede matar. Yo ya no puedo moverme bien, pero te voy a decir lo que tienes que hacer. Vas a ir al campo más cercano y vas a arrancar una planta de torvisco, con la raíz incluida, y la vas a traer aquí cuanto antes.

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Relato inspirado en libro de Dº Publio Hurtado: Supersticiones Extremeñas.

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

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Rosa obedeció y cumplió con el mandato de la sanadora. A la media hora estaba de vuelta en la casa de Jacinta con la planta de torvisco, tal y como le había pedido ésta.

ANTES MUERTA QUE SIN SILLA

Jacinta le indicó que dejase la planta en medio de la habitación y que a continuación ella danzase con el pequeño hasta que ambos cayesen al suelo extenuados. Rosa volvió a obedecer a la curandera, dentro de su desesperación no le quedaba otra. Después de casi una hora ambos se desplomaron al suelo y en ese instante Jacinta se levantó como pudo de la silla y se acercó hasta la planta de torvisco pronunciando muy cerca de ella unas palabras en un idioma ancestral, ininteligibles para Rosa y para los que se encontraban en la habitación. Para finalizar el acto Jacinta colocó sus manos sobre el torvisco y a continuación le ordenó a la planta que cuidase de la fiebre que allí le dejaba. Al poco rato la fiebre y la calentura habían desaparecido del cuerpo del niño, Rosa no sabía cómo agradecerle a la curandera que hubiese salvado a su hijo. Jacinta permanecía sentada en su vieja silla mientras Rosa se deshacía en agradecimientos y elogios; la sanadora por fin sabía que se podía ir dignamente de este mundo, su honra había sido rehabilitada y lo más importante para ella es que había salvado una vez más una vida, tal y como juró hacer cuando sus antepasados le transmitieron sus conocimientos curativos.

Un suceso luctuoso sucedió en la localidad, los vecinos se arremolinaban entorno a la puerta de la vivienda de una de las vecinas más castizas de la localidad. Unos entraban, otros salían; unos lloraban y otros le daban el pésame a familiares y allegados. Mientras, Juan y Tomás tomaban la última ronda de vinos encá La Rosaura. Una vez apurado el último trago los dos se dirigieron a la casa de la fallecida para expresar sus condolencias, tal y como mandaban las normas de buena convivencia y vecindad. A su llegada saludaron a los allí presentes e inmediatamente entraron en la vivienda para dar el pésame al hijo y a algunos familiares de la fallecida. Cuando llegaron a la habitación, en la que tenían el cuerpo de la fallecida, se quedaron lívidos; pensaron que se habían pasado con la ronda de vinos de ese día. No daban crédito a que la muerta se encontrase sentada en una silla con un rigor mortis hierático y que nadie hubiese movido un solo dedo para trasladarla a una cama. Les dieron el pésame a los familiares y salieron todo lo rápido que pudieron. Una vez alejados de la vivienda rompieron en carcajadas, mientras uno de ellos le decía al otro: -¿Has visto…..? Se ha muerto como dice la canción. ¡Antes muerta que sin silla…..!

DE VISITA A LA GIRAFA

IBN MARWÂN43

Dos serragatinas decidieron un buen día hacer un viaje fuera de Extremadura, sentían envidia de que todas sus vecinas contasen maravillas de los lugares que visitaban con sus maridos y familiares por toda la geografía española cuando se iban de vacaciones, y ellas no querían ser menos.

Los Baranis de las tierras de Quriya y de Lâydanyâ acompañaban en su huida desesperada de las tropas emirales al rebelde Ibn Marwân. Esta tribu bereber había ayudado al rebelde ismaelita en la toma y conquista de Mérida; pero la superioridad numérica del ejército del Emir los había desalojado por la fuerza de la antigua metrópolis de los Césares romanos en la actual Ispaniya agarena.

Barajaron varios sitios durante unos cuantos días y por fin se decidieron por una capital de provincias; de la que habían oído hablar de la belleza de sus monumentos y del carácter amable, divertido y extremadamente juerguista de sus gentes. Pasadas las semanas llegó la fecha de su salida, se montaron en el autobús que las llevaría a la estación de tren de Cañaveral y desde allí a la siguiente estación, donde tomarían el ferrocarril que las conduciría hasta su destino. El viaje duró todo un día, con su noche incluida; que transcurrió en un vagón dormitorio de un tren de Renfe ya decadente por aquellas fechas. A las diez en punto de la mañana habían llegado a su esperado destino. En la estación de tren tomaron el primer taxi que encontraron. -Buenos días zeñoras, uztedes dirán a onde quieren que laz lleve. -Pue verá Usted lo primerito que queremus ver es la Jirafa de Sevilla. -¿Cómo dicen uztedes? ¿Será La Giralda de Zevilla? ¿No creo que hayan venió Uztedes hasta Zevilla pa ir a ver la jirafa del Zoo.

Los heridos se contaban por centenares y a duras penas eran capaces de caminar, pero el terror a caer en manos de sus enemigos les hacía sacar fuerzas de lo más profundo de su ser. Habían vivido y escuchado las terribles torturas a las que eran sometidos todos aquellos que caían en las manos del Emir, y eran conscientes de que con ellos y sus familiares no tendrían piedad alguna, y menos después del apoyo prestado a ese cabecilla que les había prometido librarles de la tiranía de esos árabes que se consideraban superiores a ellos. A duras penas consiguieron pasar el río Tajo por el puente de Qantara Es-Saif, buena parte de sus pertenencias quedaron esparcidas por el cauce del río; junto a sus pertrechos militares, caballerías moribundas y todo tipo de joyas y cofres repletos de oro y plata que les impedían avanzar. Después de varias jornadas llegaron a los restos de la población abandonada de Antaniya, la antigua Egitania romana; que aún conservaba sus murallas y los restos de un templo dedicado a los dioses romanos, junto a una gran basílica cristiana; en la que los antepasados de Ibn Mârwan practicaron un primitivo cristianismo ibérico. Todos esos restos de edificaciones, de una ciudad antaño esplendorosa, les servirían a todos ellos de protección para

-Esu jombri, esi edificio que es tan famosu y bonito aquí en Sevilla. Una vez aclarado el mal entendido el taxista emprendió la marcha y las dos serragatinas por fin comenzaron a disfrutar de la magia de la capital hispalense.

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Relato inspirado en el libro de Jesús Meneses Jiménez: Ibn Marwân, El Gallego.

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

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hacer frente a las tropas emirales; si es que al final éstas decidían adentrarse tan en el interior de esa tierra de nadie en la que se había convertido este territorio, otrora próspera tierra de labor.

-Y… ¿Cómo se usa eso? -Pues muy sencillo señora, le quita el envoltorio y esta es la cápsula que se introduce una ahí para contener el sangrado.

EN LA BOTICA La tía Jenara llevaba pocos días en Donosti. Al final cedió a las presiones de su hija para que la visitase a ella y a su familia porque este año no podrían ir al pueblo como todos los veranos; ya que ella y su marido se habían quedado sin vacaciones.

-¡Claro….! ¡Ahora lo entiendo…..! ¡Así tenéis las ganas de joder que tenéis todo el Santo Día! ¡Vaya unos putones……….! -¿Pero señora…..? Señora…..

Después de desayunar todos juntos, la tía Jenara le preguntó a su hija por la botica más cercana de la casa, se quería acercar a comprar unas aspirinas. Ella sin las aspirinas no era nadie, tenía la costumbre de tomarse media pastilla todas las mañanas por recomendación del boticario del pueblo y las que traía consigo estaban a punto de acabarse.

El escándalo fue mayúsculo en la farmacia y al final tuvo que intervenir la Ertzaintza que procedió a la detención de la tía Jenara, la cual pasó varias horas en la comisaria, hasta que su hija y su yerno la fueron a buscar.

Siguió las indicaciones de su hija y al girar la calle vio la cruz verde iluminada que le anunciaba la existencia de una farmacia, tal y como le explicó su hija. -Kaixo, Egun on. La tía Jenara se quedó circunspecta no sabía muy bien que decir, para ella no era extraño el euskara, se lo solía escuchar a sus nietos cuando estaban en su casa del pueblo; pero seguía sin entender ni una sola palabra de las que oía después de tantos años. Por fin se decidió y se dirigió a la manceba de la botica. -Buenos días moza. La empleada de la farmacia enseguida comprendió que la cliente era una erdaldun y de inmediato cambió de idioma. -¿Qué tal señora? ¿Qué necesita? -Pues quería una caja de aspirinas. -Sí, un momento, ahora se la traigo. En ese preciso instante entró en la farmacia una nueva clienta que se dirigió directamente a la otra dependiente que se encontraba en la esquina opuesta del mostrador.

AVENTUREROS DEL XVI44 Ismael estaba obsesionado con hacer algo grande en su vida y así poder pasar a la historia. Su excelente forma física, su duro entrenamiento diario era el camino emprendido para realizar una gesta humana que le permitiese salir en los periódicos y en la televisión. Un buen día se encontraba tomando un desayuno en una cafetería de Coria; cuando uno de los camareros colgó en la pared un pequeño cuadro con una noticia aparecida en un periódico de los años veinte, en la que se homenajeaba a un vecino de Coria llamado Isidoro Mellado, quien había recorrido durante ocho años el mundo en bicicleta. Ismael leyó la noticia con muchísimo detenimiento y de inmediato cogió sus cosas dejando el desayuno a medio terminar; se montó en su automóvil, dirigiéndose a su pueblo a la mayor velocidad que pudo. En todo el trayecto una idea le rondaba en la cabeza, intentar emular a alguno de los grandes conquistadores o aventureros que realizaron gestas increíbles en América y para que le asesoran quien mejor que Don Higinio; el párroco de su pueblo, que era un enamorado de los conquistadores extremeños. Aparcó su coche justo detrás de la iglesia y entró en la misma por la puerta del Evangelio, que a esa hora solía estar abierta. Una vez dentro se dirigió a la Sacristía; allí estaba como de costumbre Don Higinio, con su mesa repleta de libros y legajos antiguos en los que se sumergía durante horas buceando en la historia local, siempre con el objetivo de encontrar algún hecho o personaje que sacar a la luz. -¡Buenos días Don Higinio!

-Kaixo

-¡Buenos días Ismael! ¿Qué te trae por aquí?

-Kaixo. Tampax Kutxa bat nahi nuen

-Bien quería consultarle un asunto. Como bien sabe Usted tengo la idea, desde hace mucho tiempo, de emprender un viaje por el mundo; más bien un reto de superación y para ello llevo mucho tiempo preparándome física y mentalmente. Estaba pensando en realizar alguna expedición por alguno de los lugares que fueron conquistados por nuestros paisanos en América: el Amazonas, Perú, México, etc…… pero para ello necesito que alguien como Usted me asesore y me ayude a planificar una ruta que atraiga la atención de los ojos del mundo.

La tía Jenara no le quitaba ojo a la joven y la curiosidad innata de la mujer la llevó a preguntarle por el uso de esa caja. -Joven y eso que ha comprado…. ¿Para qué sirve? -¡Ah!, hola.., es para la regla señora, me voy a la playa y lo necesito para ponerme el bikini. -¿Pero……? Con la regla una no se puede bañar….

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Relato inspirado en el libro de Vicente Navarro del Castillo: Epopeya de la Raza Extremeña en Indias.

-Ya, pero con esto sí. 92

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-Yo encantado de ayudarte Ismael, pero me da que eliges malos tiempos para emular las gestas de nuestros antepasados. Hoy en día la visión distorsionada de aquellos hechos que se han encargado de imponer la cultura anglosajona y un marxismo decadente hace que toda esa etapa de la historia de Extremadura y América sea repudiada por unos y por otros. -Bueno evidentemente no voy a ir a matar a personas, ni a conquistar países; más bien lo que quiero es sentir y poner de manifiesto las dificultades que aquellas personas, con unos medios muy rudimentarios, tuvieron para explorar parajes que aún hoy en día, con los medios que tenemos, entrañan un gran reto. -Mira Ismael siempre se ha hablado de los grandes conquistadores y de sus hazañas, pero en la conquista de América hubo muchos otros personajes que también destacaron y algunos de ellos eran de nuestros pueblos de Sierra de Gata. Lo que sucede es que cuando vais a la escuela los programas de educación sólo se preocupan de explicaros una visión generalista de la historia de España o de Extremadura y ningún maestro se preocupa de investigar y de explicar a sus alumnos esa historia con los personajes locales o con los restos arqueológicos que aún se conservan en estos pueblos.

De San Martín de Trevejo: Alonso Lorenzo pasó a México en 1524, participó en la conquista de Nueva Galicia en 1530, pasó a la baja California con Hernán Cortés en 1535. Asistió a la pacificación de Nueva Galicia en 1541 y en 1542. De Santibáñez el Alto: Alonso Rodríguez desde 1535 a 1547. Fue encomendador de Nueva Galicia en cuya pacificación intervino. De Villamiel: Juan Obregón, se enroló en la expedición de Hernández de Soto a la Florida el 26 de febrero de 1538. De Villanueva de la Sierra: Francisco Gutiérrez pasó a Costa Rica en la expedición de Diego de Artieda en 1575. -¿Qué……cómo te has quedado? De piedra, ¿A qué sí…? -¡Madre mía….., y yo pensando que en estos poblachos no había nada de nada! ¿Me deja el libro Don Higinio? Quiero apuntar los datos y a ver si soy capaz de decidirme, porque la verdad es que hay dos o tres expediciones que me son muy sugerentes.

En ese momento Don Higinio se levantó y se dirigió a su extensa biblioteca y desempolvando un ejemplar de la misma se lo dio a Ismael. -“Epopeya de la Raza Extremeña en Indias, por Vicente Navarro del Castillo” -Sí, Ismael eso es cuando aún nos consideraban una raza, hoy en día no somos nada más que unos parias en un país que nos desprecia. Al final del libro tienes un índice toponímico, échale un ojo y a ver qué descubres.

-Pero con vuelta, que ese libro no hay manera de conseguirlo y por desgracia desde las instituciones extremeñas nadie ha tenido interés en reeditarlo. Ismael salió de la sacristía camino de su casa totalmente asombrado; llevaba años programando su gran hazaña, recabando datos de personajes y lugares; y resulta que sus antepasados más cercanos habían participado en unas hazañas dignas de los mejores aventureros de la humanidad, y para él eran totalmente desconocidas. RELIQUIAS DE SANTOS45

Ismael abrió el libro por donde le dijo el párroco y comenzó a leer en voz alta: De Eljas: Antonio García pasó a Costa Rica en la expedición de Diego de Artieda en 1535. De Gata: Pedro Durán pasó a México en 1524, participó en la conquista de Cipotecas y Mixes. Fue vecino y fundador de Cipotecas y encomendero de Queabichi. Fray Francisco de Gata pasó a Filipinas en los últimos años del S. XVI. Fue el primer franciscano que construyó la primera calzada y puentes de Filipinas. Francisco Gutiérrez, estaba en Cuba en 1518, pasó a la conquista de Méjico con Hernán Cortés en 1519. Conquistador de Zacatula y Metines, expedicionario a los mares del Sur. De Hoyos: Francisco Martín, pasó a Santo Domingo en 1534 y murió en el Perú en 1548 ajusticiado por los pizarristas y haber apresado al Virrey Blasco Núñez Vela en Añaquito. Pablo Pérez, Se estableció en León (Nicaragua) donde fundó un hospital. Pasó después con Pizarro a la conquista de Perú, regresando a España. Poco después obtuvo carta de hidalguía. Fundó en Hoyos un hospital para pobres, a los que cuidaba personalmente, y el 1 de septiembre de 1558 el convento de S. Francisco de Sancti Spiritus. Marcos Veas Durán nació en 1510 pasando a Perú en 1534 y a la conquista de Chile con Almagro en 1535. Volvió a Cuzco en 1537 y a la conquista de Chile con Valdivia en 1540. Fue fundador de Santiago de Chile en 1541.

En cierta noche de gran oscuridad y de una intensa nevada del año 1601 uno de los franciscanos del convento de Santiago de Acebo había acudido a Robleda a participar en el Jubileo local. Pero además de ese fin, tenía otro objetivo en mente; que no era otro que trasladar el cuerpo del santo devotísimo de Dios y Lego del Convento de Ciudad Rodrigo Fray Francisco Cuadrado al convento de Santiago de Acebo, el cual había sido enterrado en Robleda tras su muerte. Para ello se adentró en la iglesia de la localidad salmantina con otros monjes del convento y una vez allí procedieron a abrir el sepulcro. Cuando consiguieron quitar la tapa del mismo, y ya tenían medio cuerpo extraído; se escucharon infinidad de voces atronadoras desde el coro de la parroquia que los acusaban de asalta tumbas. Los monjes intentaron calmar los ánimos de los crispados robledanos, pero la tensión fue en aumento y a alguno le llovió sobre sus espaldas una buena cantidad de garrotazos y golpes que le dejaron el cuerpo magullado. Mientras tanto el guardián del convento del Azevo intentaba que los vecinos entrasen en razón. Por fin la muchedumbre se calmó y el representante máximo de los monjes acebanos les explicó que tan sólo pretendían trasladar los restos del santo franciscano al lugar donde ellos consideraban que debía reposar, el convento de su localidad.

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Relato inspirado en escrito del párroco de El Payo Dº Samuel Sousa Bustillo: Jálama y su Comarca.

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Los vecinos se negaron en rotundo a que el santo milagrero abandonase su lugar de reposo; ya que desde que fue enterrado en la localidad todo habían sido parabienes y no estaban dispuestos a renunciar a ello.

RODIL, SARSFIELD, EL EMPECINADO Y EL CURA MERINO47

Los monjes les imploraron repetidas veces durante toda la noche, e incluso les ofrecieron compensaciones a cambio; pero los vecinos se mantuvieron firmes en su decisión. Al final suplicaron por llevarse tan sólo la cabeza del santón; y de esa manera compartir las buenaventuras del devoto del Señor entre los dos pueblos, y que al menos en el convento que fundó el Santo pudiese existir una reliquia del mismo para que ésta fuese así venerada. Pero sólo obtuvieron de los robledanos la misma respuesta que les habían dado durante toda la noche; indicándoles con las garrotas, de manera pedagógica, la salida del pueblo.

Las casas de Gata se encontraban todavía humeantes, el archivo municipal había sido calcinado y los objetos de plata y oro de la iglesia fueron pasto del saqueo de las tropas gabachas. Mientras tanto las gentes de orden de la Villa se iban reuniendo poco a poco en casa de Dº Pedro Hontiveros, uno de los personajes más ilustres y con mayor ascendiente social de la población. El reloj de pared del salón de la casa de tan excelso vecino iba marcando los cuartos y las horas de un día en el que la tensión se mascaba en el ambiente. El primero en entrar en el salón fue Jerónimo Merino, el conocido cura Merino. Detrás de él Juan Martín Díez, El Empecinado, y por último el general Rodil. Todos se quedaron sentados alrededor de la chimenea; bebiendo un trago de vino y comiendo un poco de queso, junto a algunos embutidos locales, entre los que predominaba la morcilla de calabaza.

REUNIÓN DE MITRADOS46 Los carruajes habían quedado al pie del castillo de Eljas, desde allí los vehículos no podían avanzar hasta lo alto de la sierra. Del coche más lujoso descendió el Obispo de Ciudad Rodrigo, de semblante serio y enjuto de carnes se subió a uno de los caballos de un salto, en otros tiempos había sido un excelente jinete y su destreza a lomos de los equinos era bien conocida en toda la Diócesis. Sin esperar a los demás picó espuelas y tras un breve relincho del caballo comenzó a trotar por callejas y veredas hasta lo más alto de la cumbre de la sierra. Él siempre había sido el primero en llegar y el último en irse y desde luego con tan ilustres comensales con los que había quedado en reunirse pretendía que todo siguiese siendo igual. Después de una larga carrera, no exenta de algún peligro y caída que otra, él y toda su modesta corte de sirvientes y ayudantes alcanzaron la cima y procedieron a montar los enseres donde sentarse; colocando los alimentos que habían llevado con ellos en lujosas vajillas asistidas por cuberterías de plata.

El tiempo parecía más espeso de lo habitual y la demora del cuarto visitante estaba sacando de sus casillas a los allí reunidos. Por fin a las doce en punto de la noche la puerta del salón se abrió y el capitán Sarsfield entró en la sala; se quitó el capote y el sombrero empapados por el agua de la lluvia y dio las buenas noches a los presentes; mientras intentaba entrar en calor acercando sus manos a las llamas de la chimenea. Cuando ya había entonado el cuerpo bebió un buen trago de vino, junto a un pedazo de queso. Una vez saciada su sed y su hambre introdujo su mano en la bandolera y extrajo de ella un documento firmado por el Duque de Wellington, que había establecido su cuartel general en la localidad de Fuenteguinaldo. En dicho documento pedía el apoyo a todos los presentes y a las fuerzas que comandaban para que acudiesen en su ayuda ante el próximo enfrentamiento que tendría lugar en Ciudad Rodrigo. La noche fue larga y los allí presentes debatieron durante horas el desarrollo de la guerra y los males que habían llegado a la Patria de la mano de un dictador criminal como era Napoleón. Al alba todos abandonaron la casa y en el futuro volverían a verse las caras, pero en bandos enfrentados.

Poco a poco fueron llegando el resto de los invitados. Por un lado, el Obispo de Viseu, por otro el Obispo de La Guardia y el último en llegar el mitrado de Alcántara. Cada uno de ellos se colocó en un lado de la cima, que no era otro que la porción de terreno sobre la que ellos detentaban su jurisdicción eclesiástica; sin que ninguno de ellos invadiese el terreno del otro. Los celos por demostrar su poder sobre el suelo terrenal los llevaba a este tipo de prácticas, en las que los egos personales rivalizaban obviando la doctrina de la Iglesia y las enseñanzas de Cristo.

MENSTRUACIÓN48 La familia de Tarsicio se encontraba muy concentrada en las labores del campo. En Valverde del Fresno había llegado la hora de sembrar los campos y mientras los varones de la familia cañeaban el huerto, las féminas se encargaban de ir preparando los plantones de las hortalizas que ese año querían recolectar. Luisa, la adolescente de la familia, no se encontraba excesivamente bien, y a los mareos que sufría desde hacía unos días ahora se le juntaban ahora unos dolores inmensos en el vientre;

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Relato inspirado en el libro de Dº Marcelino Guerra Hontiveros; Apuntes Históricos acerca de la Villa de Gata.

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Relato inspirado en el libro: Fala e Cultura d´Os Tres Lugaris.

Relato inspirado en el libro: A través de Sierra de Gata, El País del Aceite del Oro.

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pero sabía que la familia no podía prescindir de su ayuda y la pobre estaba haciendo todo el esfuerzo por finalizar la tarea iniciada al alba.

fue llevado al hospicio de Cáceres; para dejarlo en el torno del convento y que las monjas del mismo decidiesen su futuro; que muy posiblemente sería acabar trabajando de pastor para alguna familia hurdana; que más que como un hijo adoptado lo trataría como si fuese un siervo de la gleba.

En un momento dado se acercó al río a por un poco de agua; mientras llenaba el cántaro un ligero hilillo de sangre le comenzó a correr por entre las piernas. Asustada soltó el cántaro que se quebró en mil pedazos y salió corriendo despavorida hacia donde se encontraban los demás. Cuando corría por entre los peñascales asomó la cabeza un enorme lagarto de color verde turquesa que al olisquear la sangre con su lengua bífida salto presto detrás de la adolescente. El hermano, al ver la persecución a la que era sometida su hermana por tan despiadado saurio, armó la onda, que siempre portaba consigo cuando cuidaba de las cabras por las crestas de esta serranía, y lanzándole una certera pedrada lo dejó patas arriba. Tranquilamente lo cogió del suelo por el rabo y se fue hasta donde se había concentrado la familia. -¡Vaya, parece que ya tenemos a otra mujercita en casa! Y parece que el que nos lo ha descubierto ha sido uno de esos lagartos chupasangre que tanto os persiguen a las mujeres cuando os ponéis con el mes. La adolescente entró en casa con el resto de las mujeres de la familia, quienes la instruyeron en los parabienes del cuerpo femenino; al tiempo que los varones despellejaron al lagarto y lo asaron al fuego, degustándolo con un buen vino de pitarra.

EN LA CASA CUNA49 Era el octavo hijo que daba a luz la Juana, todos ellos del amo para el que trabajaba; uno de esos personajes que pululaban por los pueblos de Sierra de Gata que todavía ejercían el derecho de pernada. Como en otras ocasiones ella quería quedarse con el recién nacido, pero su situación económica se lo impedía. Soltera, sin recursos y con la oposición, tanto de su familia, como de la del amo al que servía desde su adolescencia. Estas jóvenes eran seleccionadas normalmente por las esposas de los señores a los que servían y muchas de ellas, al igual que las familias a las que pertenecían, eran conscientes de que al final el amo mantendría relaciones sexuales con ellas. La relación era consentida por ambas partes, sin que la adolescente pudiese decidir en ningún momento. La Juana había asumido su situación desde hacía mucho tiempo y en su corazón se iban clavando las espinas de esos ocho hijos que había ido teniendo que abandonar en los hospicios de Cáceres y Ciudad Rodrigo. En su cabeza había una obsesión permanente y es que sus hijos, cuando fuesen adultos, no llegasen a casarse; pues creía fervientemente en la idea de que si se mezclaba la sangre sus descendientes saldrían con alguna tara; por este motivo a los chicos los enviaba al hospicio de Cáceres y a las niñas al de Ciudad Rodrigo.

LA HERENCIA50 Las fuerzas francesas acababan de abandonar la población de Valverde del Fresno en dirección a Ciudad Rodrigo, donde estaba previsto que se fraguase un importante combate entre las fuerzas anglo-españolas y las gabachas. El pequeño destacamento de caballería se desvió unos cuantos metros del camino en busca de agua para sus caballos y para ellos mismos; a lo lejos divisaron un manantial de agua cristalina, era la Fontiña. Alrededor de la fuente se encontraban unas niñas jugando a los chapuzones, cuando éstas vieron llegar a los militares franceses pararon con su juego. Los soldados desmontaron de sus caballos y uno de ellos se los llevó al abrevadero mientras el más alto de ellos, con su poblado mostacho rubio y sus penetrantes ojos azules, fijó su mirada en la niña más mayor de todas. Le traía un recuerdo lejano de un familiar muy querido para él al que había perdido en una de esas enfermedades que habitualmente asolaban Europa. Sin pensarlo dos veces ordenó a los que le acompañaban que montasen a caballo y en un movimiento inesperado cogió a la niña por la cintura con una mano y con la otra le tapó la boca. Una vez inmovilizada y ante los ojos atónitos de todos los allí presentes la montó en la grupa de su caballo; a la vez que ponía el pie en el estribo y saltaba sobre su silla de montar, picando unas espuelas que hizo que su caballo emprendiese una galopada violenta. Durante años nada más se supo de aquella niña, ni de sus raptores; nadie pidió rescate alguno y una vez finalizada la guerra toda esperanza de recuperarla se perdió para sus familiares. Transcurrido el tiempo llegaron dos abogados a Valverde del Fresno interesándose por la familia Sevillano. Muchos se cuestionaban por el interés de estos letrados, llegados desde tan lejos, por esa familia de Valverde. Por fin se descubrió el misterio; parece ser que lo que estaban buscando era a los herederos de una extensa fortuna que la Duquesa de la Vega del Pozo le había dejado a esa familia valverdeira. Los abogados se reunieron con ellos y les explicaron todo el proceso que debían llevar a cabo para poder obtener la herencia; pero uno de los miembros, a quien la curiosidad no le dejaba pensar, se interesó por la citada Duquesa y el motivo por el que ellos fuesen elegidos para beneficiarse de tamaña fortuna. Los abogados se miraron y el más mayor de ellos asintió con la cabeza; fue entonces cuando el otro les confesó que la Duquesa era aquella niña a la que raptó un capitán del ejército invasor francés en la Fontiña; cuyos familiares eran ellos, la familia Sevillano.

Don Salustiano, como en otras ocasiones, ya había preparado todos los papeles de su último hijo con la Juana y con la ayuda de una alcahueta, vecina de Villamiel, el recién nacido 50 49

Relato inspirado en el libro: Fala e Cultura d´os Tres Lugaris.

Relato inspirado en el libro de Anselmo Iglesias: Yo, Expósito en las Hurdes.

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

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UNA NOCHE EN EL CINE

Dos de esos galanes competían por el amor de Zelinda, dos galanes que eran hermanos, y que desde pequeños habían sido educados en la rivalidad. Uno de ellos era el señor de la torre Almenara y el otro del castillo de Santibáñez el Alto.

El cinematógrafo por fin había llegado a los pueblos de la sierra. Uno de los empresarios locales, con un instinto comercial que todos los demás envidiaban, decidió reformar una de las tenadas que poseía para adaptarla a una sala de proyecciones. Esa noche todo el pueblo estaba excitado, era una novedad que muy pocos se querían perder, se iba a proyectar una película sobre la vida de uno de los mejores toreros que había existido en el país. La sala de proyecciones se fue llenando y a los pocos minutos todos los bancos se encontraban ocupados. El tío Venancio, como se había colocado el primero en la cola, se pudo sentar en uno de los primeros bancos. Él no se quería perder detalle de aquella película, era un enamorado de la lectura y desde pequeño había leído en los periódicos la infinidad de películas que se proyectaban en las grandes ciudades y como alguno de los libros que había leído habían sido llevados al cine. La película comenzó a la hora señalada por D. Cipriano, que así se llamaba el empresario y emprendedor de esa época. Los asistentes eran incapaces de parpadear ya que no se querían perder detalle alguno, mientras el tío Venancio le comentaba en voz baja a su mujer las escenas que iban saliendo. Ya casi al final de la película el actor principal lidiaba un toro en una plaza de toros, durante varios minutos la película recogió todo el arte y los lances de la tauromaquia; pero en uno de los fotogramas el director del filme decidió jugar con las perspectivas de las cámaras y es en ese instante cuando una de ellas filmó la imagen del toro saltando al tendido. La imagen daba la impresión de que el toro se salía de la pantalla y creyendo que el morlaco les iba a empitonar es cuando el tío Venancio se levantó despavorido y gritándole a su mujer le dijo:

Zelinda se dejaba querer por los dos, manteniendo una discreción total; pero al final se decidió por el señor del castillo de Santibáñez, quien la agasajó y colmó de regalos; todo ello sin que su hermano se enterase. Pero un buen día Zelinda le informó a su amado que aquello ya no podía continuar así; ya que iba a tener un hijo de él. Ambos acordaron irse de la comarca e iniciar una nueva vida en otro lugar donde pudiesen disfrutar plenamente de su amor. Por fin llegó el día de partir, sólo unos pocos sabían de su marcha; pero alguien informó también al otro pretendiente. Éste lleno de ira por la traición de ambos decidió tomarse la justicia por su mano y formando un pequeño ejército se dirigió a Villasbuenas. Cuando llegó a la población una delación envidiosa le informó que los amantes habían huido en dirección a Perales del Puerto. Sin pararse a descansar y darle de beber a los caballos salió en su busca, y cerca del paraje conocido por el nombre de las Potras les dio alcance. Allí después de un duro enfrentamiento el hermano, y padre de su futuro sobrino, cayó al suelo desde el caballo golpeándose la cabeza con una roca, quedando inerte en el acto. Zelinda se salvó y desde entonces muy pocas veces se la vio por la villa; tan sólo se la podía encontrar, a buen seguro, en el lugar y el día en el que murió su amado; cuando depositaba en ese sitio maldito un ramo de rosas rojas, acompañada siempre de la mano del fruto de su amor. LA CENA DE NAVIDAD La familia de Emiliano había estado criando un magnífico gallo para comerlo el día de Navidad. El gallo tenía un plumaje lustroso, fruto de la buena alimentación en la que habían colaborado todos los miembros de la familia.

-¡Felisa corre que ese toro nos va a matar! El tío Venancio no se esperó a que su mujer le siguiese, la carrera que emprendió fue tan rápida que no le dio tiempo a escuchar las carcajadas de los asistentes al acto; y mucho menos los comentarios maledicentes de su mujer, que se consideraba abochornada por el ridículo que le había hecho pasar.

ZELINDA51 En Villasbuenas de Gata vivía una familia de origen mudéjar cuya hija era de las más bellas del lugar. El hogar de todos ellos era la casa de la mujer panzuda, una casa que guardaba infinidad de secretos y que nadie sabía su origen; lo cierto es que la misma siempre había pertenecido a los antepasados de esa familia. La joven deslumbraba con su belleza. Su tez amarronada se iba volviendo cada vez más caoba y brillante con los soles del estío y sus ojos de color verde esmeralda conquistaban los corazones de los galanes más recios de la comarca.

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Por la mañana la mujer de Emiliano se levantó como de costumbre por esas fechas y comenzó a preparar unos dulces; arroz con leche y rosquillas de anís, que era lo que más le gustaba a toda su prole. A la vez que iba cocinando, les fue poniendo el desayuno de leche migá a los hijos que iban apareciendo por la cocina. Como su marido había llegado tarde esa noche, pues al parecer había estado de moraga, y no quería molestarle; ya que sabía del mal genio que gastaba cuando no le dejaban dormir, le encargó al hijo mediano que fuese al corral y trajese el gallo para matarlo e irlo desplumando. Al poco rato el dagal estaba de vuelta en la cocina sin el gallo y sorprendido le espetó a su madre: -¡Madri, pu si el gallu no está!. -¡Cúmu no va estar…! Se habrá escondiu en algún sitiu. -Que no madrí, que no está, que ya he mirau por toos laos y no está. En ese preciso instante el cabeza de familia apareció en la cocina y todos se le quedaron mirando. Algo les rondaba por la cabeza a los allí presentes, pues no era la primera vez que sucedía algo así.

Relato inspirado en el Libro de Jesús Montero Blanco: Villasbuenas de Gata, Señorío de los Fonseca.

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

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Cerca de una de las antiguas minas de wolframio se le extravió un cabrito y siguiendo su rastro por la cavidad llegó hasta el final de un pasadizo, pero del cabritillo no había rastro alguno.

-¿Tú sabis algu del Gallu? -Sí, que nos lo comimus anochi.

Justo cuando se decidía a dar por perdido al animal escuchó un pequeño balar que venía del otro lado de una pared. Comenzó a quitar piedras hasta que pudo introducir su cuerpo y pasar al otro lado.

-¿Peru si era la cena de la Navidad? ¿Y ahora qué cenamus? -Tenía que convidar a los civilis porqui mañana voy al contrabandu y necesitu que hagan la vista gorda cuandu pasi por la Regollá caminu de casa con el cargamento de café y azúcar que me aguarda en Portugal. -Pues ná…, ya se ha dichu too….. Aleandro mira a ver si pues salir pal monti y cogis algún coneju o una liebri pa cenar esta nochi, porqui si no comeremus na más que los dulcis.

-¿Pero cómo es posible que el animal haya entrado aquí? -se preguntó. En ese instante, un intenso olor a incienso penetró por su nariz y delante de él apareció la figura de una persona que sostenía entre sus manos al animal, la cual portaba unas vestimentas orientales de gran belleza y lujo. -¿Buscas esto?

-No se preocupi madri esu está jechu. -¿Pero quién es usted y qué hace aquí? Aleandro cogió su macuto y llamó a su fiel perro, marchando ambos al monte a toda velocidad. A media tarde estaba de vuelta con dos imponentes conejos de monte. La alegría, cuando entró en la cocina enseñando sus trofeos de caza, inundó a todos los presentes; esa noche por fin cenarían a gusto. Y el que más a gusto cenaría sería Aleandro, quien era un fiel devoto del conejo que preparaba su madre con tomate y cebolla.

-Soy el príncipe Bura, Comendador de los creyentes, a quien un genio malvado encerró en esta cueva hace mucho tiempo por no ceder a sus pretensiones. -Mire señor yo sólo quiero recuperar al cabritillo y le prometo que me iré y no le diré a nadie que usted está aquí.

BAÑO DE LA COCHINA -Te propongo una cosa joven, te compro el animal por todas las monedas que se encuentran en esa salvilla de oro y así saldremos ganando los dos; tú serás rico y yo tendré una compañía que alivie mi soledad.

Existía un porquero en Villasbuenas de Gata que poseía una magnífica piara de cerdos. Entre todos ellos criaba una cerda que se encontraba muy afectada por un reuma que al animal no había manera de quitarle, ni con los brebajes más ocurrentes.

-¿No me estará engañando? Un buen día comían los cerdos cerca de un manantial; cuando el porquero observó como la marrana enferma de la piara se sumergió en un lodazal verdoso, cerca del regato donde él y el resto de los cerdos sesteaban. El porquero mantuvo la mirada atenta por que el resto de los gorrinos ni se acercaban al lodazal, mientras la cerda se revolcaba una y otra vez.

-No, de verdad necesito compañía y ya que tú no te puedes quedar, al menos déjame al animal -Venga trato hecho.

Durante días la marrana se comportó de la misma manera; pero algo cambió, el reuma fue desapareciendo del animal y éste cada vez caminaba más rápido, llegando a aventajar a alguno de los más jóvenes de la piara.

Germán cogió las monedas y la salvilla de oro y salió corriendo de la cueva, justo cuando el pasadizo se tapiaba de nuevo; quedando el príncipe Bura encerrado tal y como había dictado ese genio malvado con su encantamiento.

El porquero comprendió de inmediato que el cieno verdoso y maloliente de esa charca tenía un poder medicinal y así se lo hizo saber a todos los vecinos de su localidad, quienes poco a poco hicieron del mismo uno de los balnearios más atípicos del entorno y de toda la provincia de Cáceres.

PRÍNCIPE BURA

MILANA53 Los ejércitos imperiales del Rey Carlos I por fin habían conquistado la fortaleza de Milana. Antiguo castillo levantado por el prior caballero de la Orden de Alcántara Fray Domingo, el de la mano manca, sobre lo que pudo ser una antigua urbe de los césares romanos o quizás alguna aldea agarena.

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Germán había llevado sus cabras a pastar como de costumbre a los pies de Jálama. El día era tranquilo y las cabras se movían al ritmo que marcaban el tintineo de sus chocallos.

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Relato inspirado en el libro de Dº Publio Hurtado: Supersticiones Extremeñas.

Relato inspirado en el libro de Publio Hurtado: Castillos, Torres y Casas Fuertes de la Provincia de Cáceres.

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

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El capitán imperial, al mando de las tropas, dio orden de ejecutar a todos los prisioneros por su deslealtad y rebeldía al poder real; unos fueron decapitados, otros colgados de las almenas y aquellos que se encontraban heridos y no se podían mover simplemente acuchillados en el suelo.

A los famosos yanqueses Que les molieron el cuerpo En la cárcel del partido Don quijote estuvo preso Y después en Rocinante Tomó las de Villadiego El astuto Sancho Panza Quiso volver a Trevejo Pero los de Villamiel Lo hicieron picapedrero Allí no ha pasado nada A pesar de estos sucesos Villamiel sigue en el hoyo Trevejo sigue en el cerro Pese al bravo D. Quijote Es como en pasados tiempos Villamiel el propietario Y Trevejo el jornalero D. Quijote hoy se dedica A cazar algún conejo Y su escudero a vender Rosquillas y caramelos Cuando desde Jálama veo El castillo de Trevejo Me recuerdo de aquel verano Que pasé entre analfabetos El cura y el sacristán Cantábamos en el templo Oyéndonos las paredes Que repetían….. el eco Aquel año hice una boda y….. para mejor recuerdo doce duros de consumo me cobró el ayuntamiento

A más de uno de los milicianos que acompañaban a las tropas reales se les hizo muy duro el tener que ejecutar a sus vecinos y parientes. Entre los prisioneros había lugareños de todas las localidades de Sierra de Gata, y aunque la milicia real procedía fundamentalmente de las poblaciones de San Martín de Trevejo, Gata y Villamiel, en este pequeño rincón que era Sierra de Gata todos ellos se conocían o mantenían vínculos familiares. Los bandos antagónicos ya llevaban tiempo con las armas desempolvadas y aquellos que pretendían imponer el poder real eran continuamente cuestionados por aquellos a los que se les había pasado a conocer recientemente como comuneros. Tensiones económicas, fiscales, rechazo a la influencia de consejeros foráneos y represión religiosa y racial fueron algunos de los motivos que llevaron a estos vecinos de Sierra de Gata a rebelarse contra el poder real; y a acantonarse en esta vieja fortaleza con la esperanza de hacerse fuertes y salvar su vida. Cuando ya nadie quedaba con vida el asistente de campo del capitán real le entregó una nota traída por un mensajero desde Coria; en la que se daban por enterados de la toma de la fortaleza y le ordenaban la demolición total de la misma, para evitar que en el futuro se convirtiese de nuevo en cobijo de rebeldes que se opusiesen al poder real. A los pocos días de su conquista, la fortaleza Milana, que tantos envites había resistido, fue demolida hasta sus cimientos, no quedando de ella nada más que un vago recuerdo de lo que fue; convirtiéndose en el campo santo de todos aquellos comuneros que lucharon contra el poder omnímodo de un rey venerado por la historia. BAZZARELLI54 Más de ocho horas llevaba de pie al sol, sin poder moverse y con una sed que ya le estaba provocando delirios. Sentados ante él se encontraban tres miembros de las milicias nacionales de la localidad vecina, dispuestos a coserlo a balazos en cuanto intentase moverse. Sus vigilantes se la tenían jurada desde hacía mucho tiempo, un tiempo en el que les dio muchos dolores de cabeza con sus reivindicaciones políticas y económicas que llegaron a soliviantar a los vecinos de la aldea contra los poderosos que detentaban el poder local. Para muchos de ellos era un cura profundamente comunista, para otros simplemente un arribista que sólo miraba por sus intereses.

La humillación y la tortura fue soportada con estoicismo por el párroco; aunque tardó en recuperarse de las quemaduras del sol, de la insolación y de una deshidratación criminal, pero todo eso sería ya en su nuevo destino de Sexmiro.

Uno de sus guardianes comenzó a tararear una breve melodía, cuando otro de sus captores se lanzó por los vericuetos de la rapsodia con el siguiente romance:

LA CASA GRANDE55 Megalomanía de un loco o más bien de un enamorado; el caso es que ahí está, una casa con tantas ventanas y balcones como tiene el año.

Don Quijote fue a la sierra Para deshacer entuertos Y de escudero tenía Al dulcero de Trevejo En Villamiel tropezaron Disfrazados de aceiteros

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Parece ser que Cupido tuvo un certero flechazo en el corazón de un joven cillerano, quien quedó prendado de la belleza de una sirena de la Sierra. Éste le envió cartas de amor, una y otra vez; pero ella se resistió, no mostrando interés alguno por el adinerado pretendiente.

Relato inspirado en la tradición oral de Trevejo y en el escrito de Dª Samuel Sousa Bustillo: Jálama y su Comarca.

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Relato inspirado en el libro de Dª Samuel Sousa Bustillo: Jálama y su Comarca.

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

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Cansada de tal persecución un buen día le contestó con bastante desdén imponiéndole una condición: Seré tuya cuando tengas construida una casa como la mía.

regalársela. La campana en cuestión era una de aquellas que Almanzor les arrebató a los cristianos en Santiago de Compostela y les obligó a transportar hasta sus dominios; pero ésta en concreto, una vez pasado el puerto de almazay, decidió que permaneciese en estas tierras.

El bello doncel no se amilanó y sobre el terreno que compró, a precio de oro en el centro de la villa, comenzó a construir un magnífico palacio como los que había visto en los guías de viaje de Italia. A la vez que la obra avanzaba, su pecunio minoraba, y llegado el final de la obra comprobó como su fortuna se había evaporado por un mal de amores. Enterada Leonor, que así se llamaba la pretendida, de la ruina del postulante de sus amores no quiso volver a saber nada más de él. Casándose al poco tiempo con otro hacendado millonario que habitaba por estas serranías; al mismo tiempo que el joven cillerano abandonaba la localidad, roto por el amor, y arruinado por la mujer fatal a la quiso con locura.

Los peraliegos aceptaron de buen grado el obsequio y a cambio cedieron a las villajuaneros la dehesa del Rincón. Es por este motivo por el que en la Sierra se escucha esta pequeña coplilla: Zahinos de Villasbuenas Dignos de la Inquisición Cambiasteis la voz de Cristo

UN BASTÓN DE ABANDONADO

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Por la dehesa del Rincón.

Corría el año 1642 cuando las guerras entre Portugal y España estaban en su máximo apogeo en la comarca de Sierra de Gata. Las tropas portuguesas arremetieron con una ferocidad desmedida las defensas que el ejército castellano había levantado alrededor de San Martín de Trevejo. El Maestre de Campo del tercio que defendía la población, D. Nicolás Ornalte, cabalgaba entre las trincheras en las que se protegían sus hombres; dando órdenes a diestra y siniestra e insuflando ánimo a los aguerridos combatientes. La lucha fue larga y penosa para los portugueses, que perdieron en el fragor de la batalla unos trescientos soldados. Ante tamaño desastre el general portugués que dirigía las tropas, D. Nicolás de Meneses, abandonó precipitadamente su posición de mando con dirección a Eljas. En la huida desordenada, de tan insigne militar temeroso de ser capturado o muerto por unas tropas castellanas envalentonadas, olvidó abandonado su magnífico bastón de mando de caña de India claveteado de adornos de plata y a unos hombres heridos o muertos en el campo de batalla.

CAMPANAS POR DEHESAS57 Un incendio devastador consumió la población de Perales del Puerto, destruyendo las llamas todo cuanto se encontró a su paso. La Semana Santa estaba próxima y la iglesia había quedado arrasada por el fuego y sus campanas fundidas por el intenso calor que los retablos y la estructura de madera de la parroquia produjeron.

FRANCISCO MONTEJO58 La partida de los carlistas comandados por Francisco Montejo se estaba moviendo con total impunidad por el norte de la provincia de Cáceres y había convertido a Sierra de Gata en su lugar predilecto de actuación. Las tropas reales defendían como podían todas estas localidades de los asaltos continuos a las que eran sometidas por unos grupos insurgentes que rozaban en algunos casos el bandolerismo más puro y tradicional de estas tierras. Aquella noche la plaza de Perales del Puerto se encontraba iluminada por una magnífica luna llena, que con su luz descubría todos y cada uno de sus rincones. El contingente local del cuerpo de carabineros, recién creado, hacía guardia desde primera hora; ya que les habían avisado que habían visto merodear por las proximidades a varios individuos sospechosos que podrían pertenecer a la partida de los carlistas comandados por Francisco Montejo. Mientras uno de los carabineros liaba un cigarrillo se escuchó el trotar de varios caballos, inmediatamente dejó todo en el poyo en el que se encontraba sentado y aproximándose a una de las entradas de la plaza gritó: -¿Quién vive? A lo que uno de los jinetes contestó con vehemencia:

Los peraliegos se lamentaban de su mala suerte y de no poder celebrar una efeméride tan señalada. Los lamentos pronto llegaron a oídos de la vecina población de Villasbuenas de Gata, cuyos vecinos se compadecieron de la desgracia sufrida por sus hermanos serragatinos y como a ellos les sobraba una campana en el campanario que estaban construyendo decidieron 56

Relato inspirado en el libro de Publio Hurtado: Castillos, Torres y Casas Fuertes de la provincia de Cáceres.

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Relato inspirado en el libro de Jesús Montero Blanco: Villasbuenas de Gata, Señorío de los Fonseca.

-Carlos V.

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Relato inspirado en el libro de Juan Pedro Recio Cuesta: Entre la Anécdota y el Olvido, la Primera Guerra Carlista en Extremadura 1833-1840.

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

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Los carabineros buscaron algún sitio que les sirviese de parapeto; pero al que lanzó el alto a los jinetes no le dio tiempo a llegar; ya que una descarga de tercerolas lo dejó tendido en el suelo con el impacto de cuatro balas.

Mientras los adultos tomaban el tentempié José y Tomás se dedicaban a tirar piedras al río intentando hacer alguna ranilla con las mismas. Cuando su padre y sus tíos acabaron de almorzar se pusieron manos a la obra triturando el ambui en las cazoletas que sus antepasados habían labrado en el duro granito del río. Luego las dejaron secar para que se endurecieran y así poderlas usar para embarbascar el agua y ambuar a los peces.

UNA MEZQUITA MÁGICA59 Mucho tiempo llevaba andando por el monte Julián cuando en lo alto de un cerro divisó un edificio que jamás había visto allí. La curiosidad le invadió; pues la estructura de lo que veía era extremadamente rara, no se parecía en nada a los edificios típicos de la zona. Poco a poco llegó a la cotorina de la montaña donde resplandecía de manera inusual la construcción. En un principio pensó que podía tratarse de una pequeña ermita olvidada de los vecinos de Villamiel; pero a medida que se acercaba comprobó que la construcción tenía una decoración arabesca que la hacía todavía más extraña. Por fin se animó y abrió la puerta; una vez dentro pudo observar que el recinto se asemejaba más bien a los lugares de rezo de los musulmanes. Varias veces preguntó para saber si alguien se encontraba en su interior, no obteniendo respuesta en ninguna de las ocasiones; por lo que decidió salir de nuevo al exterior. Una vez fuera, rodeó el edificio y éste cada vez le recordaba más a las mezquitas musulmanas. En la parte posterior del mismo contempló un magnífico enrejado que protegía una de las ventanas y encima de él divisó una enorme cabeza de un ser extraño. El misterio cada vez se hacía denso y al intentar alejarse del enrejado cayó al suelo al tropezar con la tapa de una tinaja que sobresalía del suelo. La destapó sin saber claramente lo que se iba a encontrar y pudo ver que estaba repleta de solimán; al lado de ella había otra tapa y al quitarla el destello del oro le cegó de inmediato. Julián vació su mochila y procedió a cargarla con las joyas y monedas que había en la tinaja. Una vez repleta la mochila regresó a Villamiel y al día siguiente se levantó temprano para seguir con el transporte de oro y joyas que allí habían quedado; pero jamás volvió a encontrar a la benefactora mezquita, ni a sus tinajas repletas de áureos presentes.

UN DÍA DE PESCA José y Tomás estaban emocionados, su padre les había prometido un día de pesca con sus tíos y unos amigos en uno de los ríos de la sierra. Esa noche se acostaron pronto porque su padre les dijo que para poder ir tendrían que madrugar. A las cinco de la mañana ya estaban todos en pie, vestidos y desayunados. Salieron de casa en su viejo Renault Seis para encontrarse con el resto de la expedición; ya que para ellos era eso una expedición a un río auténtico, con peces de grandes dimensiones, serpientes y tortugas enormes; como las que veían en los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente. A medio camino de su destino hicieron una pausa cerca de un regato, donde uno de sus tíos arrancó con un sacho unas raíces que les dijo las usarían para pescar. Una vez en el coche, con el fruto de su cosecha, se dirigieron al cauce del río y adentrándose en una zona bastante recóndita camparon todos sus achiperris y decidieron ponerse almorzar. 59

Relato inspirado en el libro de Dª Publio Hurtado: Supersticiones Extremeñas.

A media tarde los cobanillos se encontraban repletos de todo tipo de peces: barbos, truchas, bordallos, bogas, etc. Pero aún les quedaba una inmensa roca que les servía a los peces de guarida y ninguno de los presentes quería dejarla sin pescar. Extendieron a su alrededor dos trasmallos y su tío Jesús se dispuso a introducir bolas de ambui en las cuevas en las que se guarecían los peces. Al instante comenzaron a caer en las redes infinidad de peces, pero la sorpresa fue cuando un enorme galápago quedó atrapado en las mismas. José y Tomas se entretuvieron jugando todo el tiempo con el animal hasta que llegaron al pueblo. En casa de uno de sus tíos repartieron las capturas y el abuelo de los jóvenes, cuando vio el enorme galápago, enseguida ideo la cena de esa noche; que todos disfrutaron en mayor o menor medida.

SEMIRAMIS60

Había llegado el día, y después de años de duelo la familia estaba deseosa de ir al acto al que acudirían los representantes más ilustres de la provincia de Cáceres y de la localidad de San Martín de Trevejo. Empero los demonios y los traumas de una guerra maldita nublaban el raciocinio y el equilibrio emocional del pater familias. Por fin consiguió incorporarse del catre en el que descansaba de su largo periplo en aquel buque inmundo en el que le trajeron de vuelta a España. Hacía años que no dormía sobre un jergón en el que su espalda se sintiese cómoda y sus riñones descansasen de una tensión que había dañado su corazón irremediablemente. La última vez que estuvo en una cama decente fue antes de ir al frente, en un acuartelamiento improvisado en medio de las puertas de lo que más adelante llegaría a convertirse en el inframundo para él y todos sus camaradas. El menor de sus retoños entró en la habitación y cogiéndole de la mano le obligó a ir hasta el salón de la casa en donde le esperaban el resto de la familia. A duras penas se mantuvo en pie mientras su mujer, madre e hija le iban vistiendo para que fuese lo más decente a ese acto protocolario que con tanta emoción aguardaban todos menos él. Sobre el traje inmaculado, que su mujer se había encargado de guardar durante sus años de ausencia en un armario, no prendía ninguna de sus condecoraciones de guerra, tan sólo desprendía un olor a naftalina que le recordaba a sus camaradas caídos en combate. Los minutos se alargaban como si de una goma elástica se tratasen, mientras los discursos de unos y de otros se sucedían en el tiempo. Él permanecía en pie ajeno a todo su alrededor; toda aquella parafernalia frente al atril colocado delante de la iglesia, desde el que unos pusilánimes soltaban su veneno incendiario, le resultaba muy familiar. Primero lo vivió en España, cuando una vez acabada la guerra se dejó seducir por aquella verborrea anticomunista que le llevó a alistarse de nuevo en otro conflicto bélico; aquella precipitación le obligó a escuchar sermones cargados de racismo desde el púlpito del nacionalsocialismo que le convencieron de una superioridad moral y racial que se truncó cuando fue capturado, junto a 60

Relato inspirado en el libro de Domingo Domené: Historias de Hombres y Pueblos de Sierra de Gata.

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SIERRA DE GATA ONÍRICA (HISTORIAS, LEYENDAS Y ANÉCDOTAS)

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cientos de camaradas en la batalla de Krasni Bor y acabó con sus huesos en el gulag de Karaganda. En ese lugar maldito, ideado por una mente enferma, fue donde coincidió con otros cientos de españoles de toda índole: republicanos, socialistas, anarquistas, fascistas y comunistas caídos en desgracia, como el célebre y laureado Valentín González “El Campesino”; y donde se dio cuenta del maniqueísmo de charlatanes y vendedores de crecepelo como los que tenía ahora enfrente de él, que con sus diatrabas envenenaban a unos y a otros.

ordenó al Kapo que obligase al preso a obedecer la orden o de lo contrario ese día sería el final para ambos. El kapo golpeó a Pedro sin piedad, pero éste se mantuvo firme en su decisión; al final uno de los SS que había perdido la apuesta se levantó y desenfundó su luger disparando ésta sobre los tres presos, los cuales quedaron inertes en el acto.

Por fin el picapedrero comenzó con la labor para la que se le había contratado y su nombre fue borrado del lienzo exterior de la parroquia de San Martín de Tous. Desde ese preciso instante había dejado de ser uno de los miles de mártires anticomunistas, miembros de la División Azul, que había combatido en la Unión Soviética y a los que se les había dado por muerto. Su regreso en el buque Semiramis le había devuelto a la cruda realidad de una España quebrada por el dolor y con un futuro bastante incierto.

Los cuerpos fueron recogidos por los otros presos del campo, mientras uno de ellos certificaba la muerte de los mismos, e inscribía sus datos en un formulario que debía ser entregado al oficial al mando de la administración del campo de exterminio de Gusen. En la ficha de Pedro escribió con firmeza su nombre y apellidos, fecha de nacimiento, su población de origen en España, Valverde del Fresno (Cáceres), y los datos sobre su defunción. Cuando acabó introdujo las fichas en un sobre y las dejó caer en un buzón de la barraca de la administración del campo para que al día siguiente fuese recogida por el personal de la misma. Así acaba el largo periplo para una persona que hacía bastantes años que había abandonado el soleado sol de Sierra de Gata para acabar sus días en una tierra inhóspita de corazones gélidos de humanidad. LOS ONCE DE SAN MARTÍN DE TREVEJO62

GUSEN61 Con toda seguridad la humanidad ha tenido a lo largo de su existencia lugares siniestros en los que los seres humanos han sufrido todo tipo de vejaciones; pero muy probablemente, en los últimos instantes de este periplo por el tiempo terrenal de una especie animal como la humana, jamás seamos tan conscientes del nivel de violencia ejercido contra nuestros semejantes como la practicada a mediados del siglo XX en el corazón de la cristiana y culta Europa. Pedro fue apresado en Francia durante una de las miles de redadas que practicaba la policía por aquellas fechas en el país republicano por excelencia y defensor de los derechos del hombre. De aquello ya hacía bastantes meses; ahora sobrevivía como podía entre la inmundicia y el horror ejercido por unos individuos cultos y aburguesados a los que una influencia sectaria les había enseñado cual era el camino correcto para la supervivencia de su especie. Derrumbado anímicamente, torturado psicológicamente y maltratado físicamente Pedro se negaba una y otra vez a obedecer las órdenes de los Kapos del campo. Sus principios le llevarían a la tumba, pero eso lo decidió hace muchos años en una España llena de desigualdades y de injusticias, ahora aquellos escalones que transitaban por la inhumanidad más absoluta le habían sobrepasado y le habían llevado a decidir poner fin a su existencia en esta etapa de la humanidad de la que nada quería recordar. Uno de los Kapos le entregó una pala y siguiendo las instrucciones del comandante del campo le ordenó que con la misma decapitase a otro preso que lucía, al igual que él, un triángulo azul con una S estampada sobre el mismo; cosido sobre su roído uniforme de presidiario. Pedro dejó caer la pala ante la atenta mirada de los guardianes del campo y del Kapo, mientras el otro preso permanecía arrodillado frente a él ofreciéndole su esquelético cuello para por fin liberarse de esta pesadilla que le había tocado vivir.

El fuerte San Cristóbal de Pamplona era el lugar en el que aquellos once mañegos permanecían recluidos después de haber sido capturados en su población de origen por las fuerzas afines a los militares golpistas durante un duro enfrentamiento armado a los pies de Jálama. Llevaban allí bastantes meses encarcelados y la hambruna, los malos tratos y el intenso frío los estaba minando; por ese motivo se animaron a unirse a la fuga que varios cientos de presos republicanos tenían preparada para llevarla a cabo el 22 de mayo de 1938. Los días pasaban lentos y los integrantes de esa evasión cada vez se mostraban más impacientes; los nervios se encontraban a flor de piel y en alguna ocasión las discusiones enrarecían el ambiente entre los presos. Los organizadores de la fuga se esforzaban en pedir paciencia y discreción; pues no querían que todo se viniese abajo por una tontería después de tantos meses de planificación. Por fin llegó el día y la fuga se produjo tal y como estaba planeada y entre los casi ochocientos presos de esa prisión inmunda que se fugaron ese día se encontraban once de los treinta y cinco mañegos allí encerrados. Los evadidos tenían por objetivo Francia y a pesar de su debilidad física consiguieron dispersarse por los bosques y montes navarros; aunque la mayoría de ellos fueron capturados como conejos acorralados por perros de presa. Junto a todos ellos también fueros apresados aquellos mañegos fugados que un día aciago fueron deportados a ese presidio como si de vulgares criminales se tratase. De los once mañegos que se evadieron, tres de ellos fueron asesinados vilmente durante huida, y otros dos más murieron en la enfermería del fuerte. Hoy en día forman parte de esa memoria colectiva que cada cierto tiempo los recuerda, junto a sus compañeros de fuga, en esas tierras navarras que tantas atrocidades vieron durante la guerra civil; e incluso algún grupo de rock les ha dedicado recientemente una magnífica canción.

Ninguno de los allí presentes quería creer lo que veían, hasta la fecha ese acto de degradación humana siempre había dado el resultado esperado por parte de quienes lo ordenaban y había pasado a convertirse en un motivo más para apostar. El SS al mando le 61

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Relato basado en la documentación del archivo Arolsen.

Relato basado en el libro de Félix Sierra e Iñaki Alforja: Fuerte San Cristóbal, 1938. La gran fuga de las cárceles franquistas

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Chuchi del Azevo

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Chuchi del Azevo


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