CURSO 2011-12
DEPARTAMENTO DE LENGUA ESPAÑOLA Y LITERATURA
| IES ZOCO
ANTOLOGÍA DE POEMAS PARA 2º ESO
Antología poética 2º ESO Dpto. Lengua Española y Literatura. IES Zoco (Córdoba)
SELECCIÓN DE POEMAS 2º ESO EL LIBRO DE BUEN AMOR De cómo murió Trotaconventos y de cómo el arcipreste hace su planto denostando[1] y maldiciendo a la muerte. ¡Ay Muerte! muerta seas, muerta, y mal andante mataste a mi vieja, matases a mí antes; enemiga del mundo, que no tienes semejante de tu memoria amarga no hay quien se espante.
en ti es todo mal, rencor y despecho. El oír y el oler, el tañer, el gustar, todos los cinco sentidos tú los vienes tomar; non hay hombre que te sepa del todo denostar, cuando eres denostada ¿dónde te vienes acostar?
Muerte, al que tú hieres, te lo llevas con velmez[2], al bueno y al malo, al rico, y al refez[3] a todos los igualas y los llevas por un prez[4] por papas y por reyes no das una vil nuez.
Tiras toda vergüenza, deshaces hermosura desadornas la gracia, denuestas la mesura, enflaqueces la fuerza, enloqueces la cordura, lo dulce haces hiel con tu mucha amargura.
No compruebas señorío, deudo[5], ni amistad, con todo el mundo tienes continua enemistad, non hay en ti mesura, amor, ni piedad si no dolor, tristeza, pena y gran crueldad.
Desprecias lozanía[8], el oro oscureces, deshaces la hechura, alegría entristeces mancillas la limpieza, cortesía envileces, Muerte, matas la vida, al mundo aborreces.
No puede huir de ti nadie, ni esconderse, nunca existió quien contigo pudiese contender[6] Tu venida triste no se puede entender, desde que vienes, no quieres a nadie atender.
(…) ¡Ay mi Trotaconventos, mi leal verdadera! Muchos te seguían viva, muerta yaces señera, ¿a dónde te me han llevado? no sé cosa certera, nunca torna con nuevas[9] quien anda esta carrera.
Dejas el cuerpo yermo a gusanos en fosa el alma que lo puebla, te la llevas de priesa, Nadie está seguro de tu carrera aviesa[7], de fablar en ti, Muerte, espanto me atraviesa.
A Dios merced le pido que te dé su gloria, que más leal trotera nunca fue en memoria, te haré un epitafio escrito con historia pues si a ti no viere, veré tu triste historia.
Eres en tal manera del mundo aborrecida que por bien que lo amen al hombre en la vida, en punto que tú vienes con tu mala venida todos huyen de él luego como de cosa podrida.
Daré por ti limosna, y haré oración, haré cantar misas, y daré oblación[10] la mi Trotaconventos ¡Dios te dé redención! El que salvó el mundo ¡él te dé salvación!
(…) Los ojos tan hermosos los pones en el techo, los ciegas en un punto, no tienen en sí provecho enmudeces el habla, haces enronquecer el pecho
Arcipreste de Hita
[1] Injuriar gravemente, infamar de palabra [2] Vestidura que se ponía debajo de la armadura [3] Barato, que vale poco [4] Honor, estima, consideración [5] Parentesco
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[6] Luchar [7] Torcida, fuera de toda regla [8] Viveza y gallardía nacidas del vigor y robustez. [9] Noticias [10] Ofrenda y sacrificio que se hace a Dios
Romance Del Enamorado Y La Muerte anónimo siglo XV Un sueño soñaba anoche, soñito del alma mía, soñaba con mis amores que en mis brazos la tenía. Vi entrar señora tan blanca muy más que la nieve fría. - ¿Por dónde has entrado amor? ¿Cómo has entrado mi vida? Las puertas están cerradas, ventanas y celosías. - No soy el amor, amante: la Muerte que Dios te envía. - ¡Ay, Muerte tan rigurosa, déjame vivir un día! - Un día no puede ser, una hora tienes de vida. Muy de prisa se calzaba, más de prisa se vestía; ya se va para la calle, en donde su amor vivía. - ¡Ábreme la puerta, blanca,
ábreme la puerta niña! - ¿Cómo te podré yo abrir si la ocasión no es venida? Mi padre no fue al palacio, mi madre no está dormida. - Si no me abres esta noche, ya no me abrirás querida; la Muerte me está buscando, junto a ti vida sería. - Vete bajo la ventana donde ladraba y cosía, te echaré cordón de seda para que subas arriba, y si el cordón no alcanzare mis trenzas añadiría. La fina seda se rompe; la Muerte que allí venía: - Vamos, el enamorado, que la hora ya está cumplida. Anónimo
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AMAR ES ESTO
SONETO DIFÍCIL Es el amor, según abrasa, brasa; es nieve a veces, puro hielo, hielo; es a quien yo pedir consuelo, suelo, y saco poco de su escasa casa. Es un ardor que a quien traspasa, pasa, y como a veces yo pasélo, sélo; es un pleito do no hay apelo, pelo; es del demonio que le amasa, masa. Tirano a quien el Cielo inspira ira; un ardor que si no se amata, mata; gozo, primero que cumplido, ido. Flechero que al que se retira, tira; cadena fuerte que aun de plata, ata; y mal que a muchos ha tejido nido.
Desmayarse, atreverse, estar furioso, áspero, tierno, liberal, esquivo, alentado, mortal, difunto, vivo, leal, traidor, cobarde y animoso. No hallar fuera del bien centro y reposo, mostrarse alegre, triste, humilde, altivo, enojado, valiente, fugitivo, satisfecho, ofendido, receloso. Huir el rostro al claro desengaño, beber veneno por licor suave, olvidar el provecho, amar el daño. Creer que el cielo en un infierno cabe; dar la vida y el alma a un desengaño, ¡esto es amor! quien lo probó, lo sabe.
Francisco de Quevedo
Lope de Vega
Osar, temer, amar y aborrecerse, alegre con la gloria atormentarse; de olvidar los trabajos olvidarse; entre llamas arder, sin encenderse;
MIRÉ LOS MUROS DE LA PATRIA MÍA Miré los muros de la patria mía si un tiempo fuertes, ya desmoronados, por la carrera de la edad cansados, por quien caduca ya su valentía.
OSAR, TEMER, AMAR Y ABORRECERSE
con soledad entre las gentes verse, y de la soledad acompañarse; morir continuamente; no acabarse; perderse, por hallar con qué perderse;
Salime al campo: vi que el sol bebía los arroyos del yelo desatados, y del monte quejosos los ganados, que con sombras hurtó su luz al día.
ser Fúcar de esperanzas sin ventura, gastar todo el caudal en sufrimiento[s], con cera conquistar la piedra dura,
Entré en mi casa; vi que, amancillada, de anciana habitación era despojos; mi báculo, más corvo y menos fuerte;
son efetos de Amor en mis lamentos; nadie le llame dios, que es gran locura: que más son de verdugo sus tormentos.
vencida de la edad sentí mi espada. Y no hallé cosa en que poner mis ojos que no fuese recuerdo de la muerte.
Francisco de Quevedo
Francisco de Quevedo
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LUIS DE GÓNGORA ROMANCE DEL FORZADO
porque si es verdad que llora
“Amarrado al duro banco
mi cautiverio en tu arena,
de una galera turquesca,
bien puedes al mar del sur
ambas manos en el remo
vencer en lucientes perlas.
y ambos ojos en la tierra,
Dame ya, sagrado mar,
un forzado de Dragut,
a mis demandas respuesta,
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en la playa de Marbella,
que bien puedes, si es verdad
se quejaba al ronco son
que las aguas tienen lengua.
del remo y de la cadena:
Pero, pues no me respondes,
“¡Oh sagrado mar de España,
sin duda alguna que es muerta;
famosa playa y serena,
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aunque no lo debe ser,
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teatro donde se han hecho
pues que yo vivo en su ausencia.
cien mil navales tragedias!
¡Pues he vivido diez años
Pues eres tú el mismo mar
sin libertad y sin ella,
que con tus crecientes besas
siempre al remo condenado,
las murallas de mi patria,
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a nadie matarán penas!”
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coronadas y soberbias,
En esto se descubrieron
tráeme nuevas de mi esposa,
de la religión seis velas,
y dime si han sido ciertas
y el cómitre mandó usar
las lágrimas y subiros
al forzado de su fuerza.”
que me dice por sus letras;
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Luis de Góngora
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Antología poética 2º ESO Dpto. Lengua Española y Literatura. IES Zoco (Córdoba)
A CÓRDOBA ¡Oh excelso muro, oh torres coronadas de honor, de majestad, de gallardía! ¡Oh gran río, gran rey de Andalucía, de arenas nobles, ya que no doradas! ¡Oh fértil llano, oh sierras levantadas, que privilegia el cielo y dora el día! ¡Oh siempre glorïosa patria mía, tanto por plumas cuanto por espadas!: si entre aquellas rüinas y despojos que enriquece Genil y Dauro baña tu memoria no fue alimento mío, nunca merezcan mis ausentes ojos ver tu muro, tus torres y tu río, tu llano y sierra, ioh patria, oh flor de España! Luis de Góngora
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Marica y la tuerta;
HERMANA MARICA
Y si quiere madre Dar las castañetas, Podrás tanto dello Bailar en la puerta;
Hermana Marica, Mañana, que es fiesta, No irás tú a la amiga Ni yo iré a la escuela.
Y al son del adufe Cantará Andrehuela: No me aprovecharon, madre, las hierbas.
Pondraste el corpiño Y la saya buena, Cabezón labrado, Toca y albanega.
Y yo de papel Haré una librea Teñida con moras Porque bien parezca,
Y a mí me podrán Mi camisa nueva, Sayo de palmilla, Media de estameña;
Y una caperuza Con muchas almenas; Pondré por penacho Las dos plumas negras
Y si hace bueno Trairé la montera Que me dio la Pascua Mi señora abuela,
Del rabo del gallo, Que acullá en la huerta Anaranjeamos Las Carnestolendas;
Y el estadal rojo Con lo que le cuelga, Que trajo el vecino Cuando fue a la feria.
Y en la caña larga Pondré una bandera Con dos borlas blancas En sus tranzaderas;
Iremos a misa, Veremos la iglesia, Darános un cuarto Mi tía la ollera.
Y en mi caballito Pondré una cabeza De guadamecí, Dos hilos por riendas;
Compraremos dél (Que nadie lo sepa) Chochos y garbanzos Para la merienda;
Y entraré en la calle Haciendo corvetas, Yo y otros del barrio, Que son más de treinta;
Y en la tardecica, En nuestra plazuela, Jugaré yo al toro Y tú a las muñecas
Jugaremos cañas Junto a la plazuela, Porque Barbolilla
Con las dos hermanas, Juana y Madalena, Y las dos primillas,
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Salga acá y nos vea; Bárbola, la hija De la panadera, La que suele darme Tortas con manteca, Porque algunas veces Hacemos yo y ella Las bellaquerías Detrás de la puerta.
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GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER
Volverán las oscuras golondrinas Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar, y otra vez con el ala a sus cristales, jugando llamarán;
RIMA XXXVIII
pero aquellas que el vuelo refrenaban tu hermosura y mi dicha al contemplar; aquellas que aprendieron nuestros nombres, esas... ¡no volverán!
Los suspiros son aire y van al aire. Las lágrimas son agua y van al mar. Dime, mujer, cuando el amor se olvida, ¿sabes tú adónde va?
Volverán las tupidas madreselvas de tu jardín las tapias a escalar, y otra vez a la tarde, aun mas hermosas, sus flores abrirán; pero aquellas cuajadas de rocío, cuyas gotas mirábamos temblar y caer, como lágrimas del día... esas... ¡no volverán! Volverán del amor en tus oídos las palabras ardientes a sonar; tu corazón, de su profundo sueño tal vez despertará; pero mudo y absorto y de rodillas como se adora a Dios ante su altar, como yo te he querido... desengáñate, ¡así no te querrán!
RIMA XXX
Asomaba a sus ojos una lágrima y a mi labio una frase de perdón; habló el orgullo y se enjugó su llanto, y la frase en mis labios expiró. Yo voy por un camino; ella, por otro; pero, al pensar en nuestro mutuo amor, yo digo aún: —¿Por qué callé aquel día? Y ella dirá: —¿Por qué no lloré yo?
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RIMA XXI ¿Qué es poesía?, dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul. ¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? Poesía... eres tú. RIMA XII
Es tu boca de rubíes purpúrea granada abierta que en el estío convida a apagar la sed con ella, Y sin embargo, sé que te quejas porque tus ojos crees que la afean, pues no lo creas. Que parecen, si enojada tus pupilas centellean, las olas del mar que rompen en las cantábricas peñas.
Porque son, niña, tus ojos verdes como el mar, te quejas; verdes los tienen las náyades, verdes los tuvo Minerva, y verdes son las pupilas de las hourís del Profeta.
Es tu frente que corona, crespo el oro en ancha trenza, nevada cumbre en que el día su postrera luz refleja.
El verde es gala y ornato del bosque en la primavera; entre sus siete colores brillante el Iris lo ostenta, las esmeraldas son verdes; verde el color del que espera, y las ondas del océano y el laurel de los poetas.
Y sin embargo, sé que te quejas porque tus ojos crees que la afean: pues no lo creas.
Es tu mejilla temprana rosa de escarcha cubierta, en que el carmín de los pétalos se ve al través de las perlas.
Que entre las rubias pestañas, junto a las sienes semejan broches de esmeralda y oro que un blanco armiño sujetan.
Y sin embargo, sé que te quejas porque tus ojos crees que la afean, pues no lo creas.
* Porque son, niña, tus ojos verdes como el mar te quejas; quizás, si negros o azules se tornasen, lo sintieras.
Que parecen sus pupilas húmedas, verdes e inquietas, tempranas hojas de almendro que al soplo del aire tiemblan.
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FEDERICO GARCÍA LORCA Romance de la luna, luna
que ya siento sus caballos.
La luna vino a la fragua
-Niño, déjame, no pises
Con su polisón de nardos.
mi blancor almidonado.
El niño la mira, mira.
El jinete se acercaba
El niño la está mirando.
tocando el tambor del llano.
En el aire conmovido
Dentro de la fragua el niño
mueve la luna sus brazos
tiene los ojos cerrados.
y enseña, lúbrica y pura,
Por el olivar venían,
sus senos de duro estaño.
bronce y sueño, los gitanos.
-Huye luna, luna, luna.
Las cabezas levantadas
Si vinieran los gitanos,
y los ojos entornados.
harían con tu corazón
¡Cómo canta la zumaya,
collares y anillos blancos.
ay, como canta en el árbol!
- Niño, déjame que baile.
Por el cielo va la luna
Cuando vengan los gitanos,
con un niño de la mano. Dentro de la fragua lloran,
te encontrarán sobre el yunque
dando gritos, los gitanos.
con los ojillos cerrados.
El aire la vela, vela.
-Huye luna, luna, luna,
El aire la está velando
http://dientedeleontextos.blogspot.com/2011/08/romance-de-la-luna-luna.html Dirección del Blog Diente de león, con versiones musicales del poema.
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Preciosa y el aire. Preciosa tira el pandero y corre sin detenerse. El viento-hombrón la persigue con una espada caliente.
A Dámaso Alonso Su luna de pergamino Preciosa tocando viene, por un anfibio sendero de cristales y laureles.
Frunce su rumor el mar. Los olivos palidecen. Cantan las flautas de umbría y el liso gong de la nieve.
El silencio sin estrellas, huyendo del sonsonete, cae donde el mar bate y canta su noche llena de peces.
¡Preciosa, corre, Preciosa, que te coge el viento verde! ¡Preciosa, corre, Preciosa! ¡Míralo por dónde viene! Sátiro de estrellas bajas con sus lenguas relucientes.
En los picos de la sierra los carabineros duermen guardando las blancas torres donde viven los ingleses.
Preciosa, llena de miedo, entra en la casa que tiene, más arriba de los pinos, el cónsul de los ingleses.
Y los gitanos del agua levantan por distraerse, glorietas de caracolas y ramas de pino verde.
Asustados por los gritos tres carabineros vienen, sus negras capas ceñidas y los gorros en las sienes.
Su luna de pergamino Preciosa tocando viene. Al verla se ha levantado el viento que nunca duerme.
El inglés da a la gitana un vaso de tibia leche, y una copa de ginebra que Preciosa no se bebe.
San Cristobalón desnudo, lleno de lenguas celestes, mira la niña tocando una dulce gaita ausente.
Y mientras cuenta, llorando, su aventura a aquella gente, en las tejas de pizarra el viento, furioso, muerde.
Niña, deja que levante tu vestido para verte. Abre en mis dedos antiguos la rosa azul de tu vientre.
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ARBOLÉ, ARBOLÉ...
CANCIÓN DEL JINETE
Arbolé, arbolé seco y verdé.
Córdoba. Lejana y sola.
La niña del bello rostro está cogiendo aceituna. El viento, galán de torres, la prende por la cintura. Pasaron cuatro jinetes sobre jacas andaluzas con trajes de azul y verde, con largas capas oscuras. «Vente a Córdoba, muchacha». La niña no los escucha. Pasaron tres torerillos delgaditos de cintura, con trajes color naranja y espadas de plata antigua. «Vente a Sevilla, muchacha». La niña no los escucha. Cuando la tarde se puso morada, con luz difusa, pasó un joven que llevaba rosas y mirtos de luna. «Vente a Granada, muchacha». Y la niña no lo escucha. La niña del bello rostro sigue cogiendo aceituna, con el brazo gris del viento ceñido por la cintura.
Jaca negra, luna grande, y aceitunas en mi alforja. Aunque sepa los caminos yo nunca llegaré a Córdoba. Por el llano, por el viento, jaca negra, luna roja. La muerte me está mirando desde las torres de Córdoba. ¡Ay qué camino tan largo! ¡Ay mi jaca valerosa! ¡Ay, que la muerte me espera, antes de llegar a Córdoba! Córdoba. Lejana y sola.
ES VERDAD ¡Ay qué trabajo me cuesta quererte como te quiero! Por tu amor me duele el aire, el corazón y el sombrero.
Arbolé arbolé seco y verdé.
¿Quién me compraría a mí este cintillo que tengo y esta tristeza de hilo blanco, para hacer pañuelos? ¡Ay qué trabajo me cuesta quererte como te quiero!
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.. Baladilla de los tres ríos ¡Ay, amor que se fue y no vino! Guadalquivir, alta torre y viento en los naranjales. Dauro y Genil, torrecillas muertas sobre los estanques. ¡Ay, amor que se fue por el aire! ¡Quién dirá que el agua lleva un fuego fatuo de gritos! ¡Ay, amor que se fue y no vino! Lleva azahar, lleva olivas, Andalucía, a tus mares. ¡Ay, amor que se fue por el aire!
El río Guadalquivir va entre naranjos y olivos. Los dos ríos de Granada bajan de la nieve al trigo. ¡Ay, amor que se fue y no vino! El río Guadalquivir tiene las barbas granates. Los dos ríos de Granada uno llanto y otro sangre ¡Ay, amor que se fué por el aire! Para los barcos de vela Sevilla tiene un camino; por el agua de Granada sólo reman los suspiros.
Prendimiento de Antoñito el Camborio en el camino de Sevilla A Margarita Xirgu
Antonio Torres Heredia, hijo y nieto de Camborios, con una vara de mimbre va a Sevilla a ver los toros.
El día se va despacio, la tarde colgada a un hombro, dando una larga torera sobre el mar y los arroyos.
Moreno de verde luna anda despacio y garboso. Sus empavonados bucles le brillan entre los ojos.
Las aceitunas aguardan la noche de Capricornio, y una corta brisa, ecuestre, salta los montes de plomo.
A la mitad del camino cortó limones redondos, y los fue tirando al agua hasta que la puso de oro.
Antonio Torres Heredia, hijo y nieto de Camborios, viene sin vara de mimbre entre los cinco tricornios.
Y a la mitad del camino, bajo las ramas de un olmo, guardia civil caminera lo llevó codo con codo.
Antonio, ¿quién eres tú? Si te llamaras Camborio, hubieras hecho una fuente de sangre con cinco chorros.
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Ni tú eres hijo de nadie, ni legítimo Camborio. ¡Se acabaron los gitanos que iban por el monte solos! Están los viejos cuchillos tiritando bajo el polvo.
lo llevan al calabozo, mientras los guardias civiles beben limonada todos. Y a las nueve de la noche le cierran el calabozo, mientras el cielo reluce como la grupa de un potro
A las nueve de la noche
Muerte de Antoñito el Camborio (A José Antonio Rubio Sacristán) con aceituna y jazmín. ¡Ay, Antoñito el Camborio, digno de una Emperatriz! Acuérdate de la Virgen porque te vas a morir. ¡Ay Federico García, llama a la guardia civil! Ya mi talle se ha quebrado como caña de maíz.
Voces de muerte sonaron cerca del Guadalquivir. Voces antiguas que cercan voz de clavel varonil. Les clavó sobre las botas mordiscos de jabalí. En la lucha daba saltos jabonados de delfín. Bañó con sangre enemiga su corbata carmesí, pero eran cuatro puñales y tuvo que sucumbir. Cuando las estrella clavan rejones al agua gris, cuando los erales sueñan verónicas de alhelí, voces de muerte sonaron cerca del Guadalquivir.
Tres golpes de sangre tuvo y se murió de perfil. Viva moneda que nunca se volverá a repetir. Un ángel marchoso pone su cabeza en un cojín. Otros de rubor cansado encendieron un candil. Y cuando los cuatro primos llegan a Benamejí, voces de muerte cesaron cerca del Guadalquivir
Antonio Torres Heredia. Camborio de dura crin, moreno de verde luna, voz de clavel varonil: ¿Quién te ha quitado la vida cerca del Guadalquivir? Mis cuatro primos Heredias Hijos de Benamejí. Lo que en otros no envidiaban, ya lo envidiaban en mí. Zapatos color corinto, medallones de marfil, y este cutis amasado
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Antología poética 2º ESO Dpto. Lengua Española y Literatura. IES Zoco (Córdoba)
Mariposa del aire
Mariposa, ¿estás ahí?re pudiera
Mariposa del aire
qué hermosa eres,
qué hermosa eres,
mariposa del aire
mariposa del aire
dorada y verde.
dorada y verde.
Mariposa del aire,
Mariposa del aire,
¡quédate ahí, ahí, ahí!...
¡quédate ahí, ahí, ahí!...
No te quieres parar,
No te quieres parar,
pararte no quieres.
pararte no quieres.
Mariposa del aire
Mariposa del aire
dorada y verde.
dorada y verde.
Luz de candil,
Luz de candil,
mariposa del aire,
mariposa del aire,
¡quédate ahí, ahí, ahí!...
¡quédate ahí, ahí, ahí!...
¡Quédate ahí!
¡Quédate ahí!
Mariposa, ¿estás ahí? Hombre
udiera
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ANTONIO MACHADO A UN NARANJO Y A UN LIMONERO
Naranjo en maceta, ¡qué triste es tu suerte! Medrosas tiritan tus hojas menguadas. Naranjo en la corte, ¡qué pena da verte con tus naranjitas secas y arrugadas!.
que barren los vientos de la adusta sierra, hijos de los campos de la tierra mía?
Pobre limonero de fruto amarillo cual pomo pulido de pálida cera, ¡qué pena mirarte, mísero arbolillo criado en mezquino tonel de madera!
¡Gloria de los huertos, árbol limonero, que enciendes los frutos de pálido oro, y alumbras del negro cipresal austero las quietas plegarias erguidas en coro;
De los claros bosques de la Andalucía, ¿quién os trajo a esta castellana tierra
y fresco naranjo del patio querido, del campo risueño y el huerto soñado, siempre en mi recuerdo maduro o florido de frondas y aromas y frutos cargado!
A UN OLMO SECO Antes que te derribe, olmo del Duero, con su hacha el leñador, y el carpintero te convierta en melena de campana, lanza de carro o yugo de carreta; antes que rojo en el hogar, mañana, ardas en alguna mísera caseta, al borde de un camino; antes que te descuaje un torbellino y tronche el soplo de las sierras blancas; antes que el río hasta la mar te empuje por valles y barrancas, olmo, quiero anotar en mi cartera la gracia de tu rama verdecida. Mi corazón espera también, hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera.
Al olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluvias de abril y el sol de mayo algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina que lame el Duero! Un musgo amarillento le mancha la corteza blanquecina al tronco carcomido y polvoriento. No será, cual los álamos cantores que guardan el camino y la ribera, habitado de pardos ruiseñores. Ejército de hormigas en hilera va trepando por él, y en sus entrañas urden sus telas grises las arañas.
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XI
LA SAETA Dijo una voz popular: Quién me presta una escalera para subir al madero para quitarle los clavos a Jesús el Nazareno?
Yo voy soñando caminos Yo voy soñando caminos de la tarde. ¡Las colinas doradas, los verdes pinos, las polvorientas encinas!...
Oh, la saeta, el cantar al Cristo de los gitanos siempre con sangre en las manos siempre por desenclavar. Cantar del pueblo andaluz que todas las primaveras anda pidiendo escaleras para subir a la cruz.
¿Adónde el camino irá? Yo voy cantando, viajero, a lo largo del sendero... —La tarde cayendo está—. En el corazón tenía la espina de una pasión; logré arrancármela un día; ya no siento el corazón.
Cantar de la tierra mía que echa flores al Jesús de la agonía y es la fe de mis mayores !Oh, no eres tú mi cantar no puedo cantar, ni quiero a este Jesús del madero sino al que anduvo en la mar!.
Y todo el campo un momento se queda, mudo y sombrío, meditando. Suena el viento en los álamos del río. La tarde más se oscurece; y el camino se serpea y débilmente blanquea, se enturbia y desaparece.
VOY CAMINANDO SOLO Mi cantar vuelve a plañir: «Aguda espina dorada, quién te volviera a sentir en el corazón clavada.»
Allá, en las tierras altas, por donde traza el Duero su curva de ballesta en torno a Soria, entre plomizos cerros y manchas de raídos encinares, mi corazón está vagando, en sueños... No ves, Leonor, los álamos del río con sus ramajes yertos? Mira el Moncayo azul y blanco; dame tu mano y paseemos. Por estos campos de la tierra mía, bordados de olivares polvorientos, voy caminando solo, triste, cansado, pensativo y viejo.
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CXXXIII
Hoy nos dice la campana que han de llevarse mañana al buen don Guido, muy serio, camino del cementerio.
LLANTO DE LAS VIRTUDES Y COPLAS POR LA MUERTE DE DON GUIDO Al fin, una pulmonía mató a don Guido, y están las campanas todo el día doblando por él ¡din-dan!
Buen don Guido ya eres ido y para siempre jamás... Alguien dirá: ¿Qué dejaste? Yo pregunto: ¿Qué llevaste al mundo donde hoy estás?
Murió don Guido, un señor de mozo muy jaranero, muy galán y algo torero; de viejo, gran rezador.
¿Tu amor a los alamares y a las sedas y a los oros, y a la sangre de los toros y al humo de los altares?
Dicen que tuvo un serrallo este señor de Sevilla; que era diestro en manejar el caballo, y un maestro en refrescar manzanilla.
Buen don Guido y equipaje, buen viaje!... El acá y el allá, caballero, se ve en tu rostro marchito, lo infinito: cero, cero.
Cuando mermó su riqueza, era su monomanía pensar que pensar debía en asentar la cabeza.
¡Oh las enjutas mejillas, amarillas, y los párpados de cera, y la fina calavera en la almohada del lecho!
Y asentóla de una manera española, que fue casarse con una doncella de gran fortuna; y repintar sus blasones, hablar de las tradiciones de su casa, a escándalos y amoríos poner tasa, sordina a sus desvaríos.
¡Oh fin de una aristocracia! La barba canosa y lacia sobre el pecho; metido en tosco sayal, las yertas manos en cruz, ¡tan formal! el caballero andaluz.
Gran pagano, se hizo hermano de una santa cofradía; el Jueves Santo salía, llevando un cirio en la mano —¡aquel trueno!—, vestido de nazareno.
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RETRATO Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, y un huerto claro donde madura el limonero; mi juventud, veinte años en tierra de Castilla; mi historia, algunos casos que recordar no quiero. Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido —ya conocéis mi torpe aliño indumentario—, mas recibí la flecha que me asignó Cupido, y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario. Hay en mis venas gotas de sangre jacobina, pero mi verso brota de manantial sereno; y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina, soy, en el buen sentido de la palabra, bueno. Adoro la hermosura, y en la moderna estética corté las viejas rosas del huerto de Ronsard; mas no amo los afeites de la actual cosmética, ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar. Desdeño las romanzas de los tenores huecos y el coro de los grillos que cantan a la luna. A distinguir me paro las voces de los ecos, y escucho solamente, entre las voces, una. ¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera mi verso, como deja el capitán su espada: famosa por la mano viril que la blandiera, no por el docto oficio del forjador preciada. Converso con el hombre que siempre va conmigo —quien habla solo espera hablar a Dios un día— mi soliloquio es plática con este buen amigo que me enseñó el secreto de la filantropía. Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito. A mi trabajo acudo, con mi dinero pago el traje que me cubre y la mansión que habito, el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
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Y cuando llegue el día del último viaje, y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontraréis a bordo ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar.
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Soñé que tú me llevabas
La Virgen habló: Déjala que beba, San Cristobalón.
Soñé que tú me llevabas por una blanca vereda, en medio del campo verde, hacia el azul de las sierras, hacia los montes azules, una mañana serena.
Sobre el olivar, se vio la lechuza volar y volar. A Santa María un ramito verde volando traía. ¡Campo de Baeza, soñaré contigo cuando no te vea!
Sentí tu mano en la mía, tu mano de compañera, tu voz de niña en mi oído como una campana nueva, como una campana virgen de un alba de primavera. ¡Eran tu voz y tu mano, en sueños, tan verdaderas! ...
Donde quiera vaya, José de Mairena lleva su guitarra. Su guitarra lleva, cuando va a caballo, a la bandolera. Y lleva el caballo con la rienda corta, la cerviz en alto.
Vive, esperanza, ¡quién sabe lo que se traga la tierra!.
Apuntes, consejos, proverbios y cantares (Selección) Sobre el olivar, se vio la lechuza volar y volar. Campo, campo, campo. Entre los olivos, los cortijos blancos. Y la encina negra, a medio camino de Úbeda a Baeza.
Moneda que está en la mano quizá se deba guardar: la monedita del alma se pierde si no se da.
Ayer soñé que veía a Dios y que a Dios hablaba; y soñé que Dios me oía... Después soñé que soñaba.
Por un ventanal, entró la lechuza en la catedral. San Cristobalón la quiso espantar, al ver que bebía del velón de aceite de Santa María.
¿Dices que nada se crea? No te importe, con el barro de la tierra, haz una copa para que beba tu hermano.
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¿sueñas con tu manantial? ¿Dices que nada se crea? Alfarero, a tus cacharros. Haz tu copa y no te importe si no puedes hacer barro.
Abril florecía Abril florecía frente a mi ventana. Entre los jazmines y las rosas blancas de un balcón florido, vi las dos hermanas. La menor cosía, la mayor hilaba ... Entre los jazmines y las rosas blancas, la más pequeñita, risueña y rosada su aguja en el air?, miró a mi ventana.
En santo Domingo, la misa mayor. Aunque me decían hereje y masón, rezando contigo, ¡cuánta devoción!
Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar.
Poned atención: un corazón solitario no es un corazón.
La primavera ha venido, nadie sabe cómo ha sido.
La primavera ha venido. ¡Aleluyas blancas de los zarzales floridos!
¡Oh Guadalquivir! Te vi en Cazorla nacer; hoy, en Sanlúcar morir.
Un borbollón de agua clara, debajo de un pino verde, eras tú: ¡qué bien sonabas! Como yo, cerca del mar, río de barro salobre,
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JOSE MARÍA PEMÁN
ENTRE LOS GERANIOS ROSAS ¡Entre los geranios rosas, una mariposa blanca! Así me gritó la niña, la de las trenzas doradas: -corre a verla, corre a verla, que se te escapa. Por los caminos regados del oro nuevo del alba, corrí a los geranios rosas, ¡y ya no estaba! Volví entonces a la niña, la de las trenzas doradas. «No estaba ya», iba a decirle. pero ella tampoco estaba. A lo lejos, ya muy lejos, se oían sus carcajadas. Ni ella ni la mariposa; todo fue una linda trama. El jardín se quedó triste en la alegría del alba, y yo solo por la sola, calle de acacias. Y esto fue mi vida toda: una voz que engañó el alma, un correr inútilmente, una inútil esperanza… ¡Entre los geranios rosas, una mariposa blanca!
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MANUEL ALTOLAGUIRRE
Las barcas de dos en dos,
A Federico García Lorca. Las barcas de dos en dos, como sandalias del viento puestas a secar al sol. Yo y mi sombra, ángulo recto. Yo y mi sombra, libro abierto. Sobre la arena tendido como despojo del mar se encuentra un niño dormido. Y la estela de su marcha abierta al igual que un libro. Y yo leyendo en los muros del ángulo de su huida los imposibles estímulos.
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EMILIO PRADOS Vega en Calma (Cártama, 3 de agosto)
CANCIÓN MÍNIMA
Cielo gris. SOBRE la playa: tú, piedra, ¡chinita blanca!
Suelo rojo... De un olivo a otro
Y sobre el cielo: la noche que pasa y pasa y te mira, ¡chinita blanca!
vuela el tordo. (En la tarde hay un sapo de ceniza y de oro.)
La sombra que pasa y pasa...
Suelo gris. Cielo rojo..
Está el silencio contigo, chinita blanca,
Quedó la luna enredada en el olivar.
pero no con el olvido.
¡Quedó la luna olvidada!
¡Alguien que te vio te canta, chinita blanca! Y pasa la noche y pasa estrella a estrella y te mira, ¡chinita blanca! Y se va la noche y canta. Y pasa el mundo contigo, chinita blanca... Pero el que te vio, te canta: "¡Chinita blanca, en tí vivo!" Y en su voz tu muerte acaba.
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LUIS CERNUDA Si el hombre pudiera decir lo que ama, Si el hombre pudiera decir lo que ama si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo como una nube en la luz; si como muros que se derrumban, para saludar la verdad erguida en medio, pudiera derrumbar su cuerpo, dejando sólo la verdad de su amor, la verdad de sí mismo, que no se llama gloria, fortuna o ambición, sino amor o deseo, yo sería aquel que imaginaba; aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos proclama ante los hombres la verdad ignorada, la verdad de su amor verdadero.
MANUEL ALCÁNTARA
Ocurre que el olvido, antes de serlo, fue grande amor, dorado cataclismo; muchacha en el umbral de mi egoísmo, ¿qué va a pasar? mejor es no saberlo. Muchacha con amor, ¿dónde ponerlo? Amar son cercanías de uno mismo. Como siempre, rodando en el abismo, se irá el amor, sin verlo ni beberlo. Tumbarse a ver qué pasa, eso es lo mío; cumpliendo años irás en mi memoria, viviendo para ayer, como una brasa, porque no llegará la sangre al río, porque un día seremos sólo historia y lo de uno es tumbarse a ver qué
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JUAN RAMÓN JIMÉNEZ Novia del campo amapola
El viaje definitivo
Novia del campo, amapola, que estás abierta en el trigo; amapolita, amapola, ¿te quieres casar conmigo? Te daré toda mi alma, tendrás agua y tendrás pan. Te daré toda mi alma, toda mi alma de galán. Tendrás una casa pobre, yo te querré como un niño, tendrás una casa pobre llena de sol y cariño. Yo te labraré tu campo, tú irás por agua a la fuente, yo te regaré tu campo con el sudor de mi frente. Amapola del camino, roja como un corazón, yo te haré cantar al son de la rueda del molino; yo te haré cantar, y al son de la rueda dolorida te abriré mi corazón, ¡amapola de mi vida¡ Novia del campo, amapola, que estás abierta en el trigo; amapolita, amapola, ¿Te quieres casar conmigo? Juan Ramón Jiménez
Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando. Y se quedará mi huerto con su verde árbol, y con su pozo blanco. Todas las tardes el cielo será azul y plácido, y tocarán, como esta tarde están tocando, las campanas del campanario. Se morirán aquellos que me amaron y el pueblo se hará nuevo cada año; y lejos del bullicio distinto, sordo, raro del domingo cerrado, del coche de las cinco, de las siestas del baño, en el rincón secreto de mi huerto florido y encalado, mi espíritu de hoy errará, nostáljico... Y yo me iré, y seré otro, sin hogar, sin árbol verde, sin pozo blanco, sin cielo azul y plácido... Y se quedarán los pájaros cantando.
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se ennegrecen; los pinares se alejan; todo está gris melancólico y fragante.
LLUEVE SOBRE EL CAMPO VERDE Llueve sobre el campo verde... ¡Qué paz! El agua se abre y la hierba de noviembre es de pálidos diamantes.
Y en el ocaso doliente surgen vagas claridades malvas, rosas, amarillas, de sedas y de cristales...
Se apaga el sol; de la choza de la huerta se ve el valle más verde, más oloroso, más idílico que antes.
¡Oh la lluvia sobre el campo verde! ¡Qué Paz! En el aire vienen aromas mojados de violetas otoñales.
Llueve; los álamos blancos
PLATERO Y YO I - Platero Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro. Lo dejo suelto y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas. . . Lo llamo dulcemente: "Platero?", y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe en no sé qué cascabeleo ideal . . . Come cuanto le doy. Le gustan naranjas, mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar, los higos morados, con su cristalina gotita de miel . . . Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña . . .; pero fuerte y seco como de piedra. Cuando paso sobre él, los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo: -Tiene acero . . . Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo.
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RAFAEL ALBERTI y sobre el viento una vela! Se equivocó la paloma Se equivocó la paloma, se equivocaba. Por ir al norte fue al sur, creyó que el trigo era el agua. Creyó que el mar era el cielo que la noche la mañana. Que las estrellas rocío, que la calor la nevada. Que tu falda era tu blusa,
Me digo y me retedigo Me digo y me retedigo. ¡Qué tonto! Ya te lo has tirado todo. Y ya no tienes amigo, por tonto. Que aquel amigo tan sólo iba contigo porque eres tonto. ¡Qué tonto!
que tu corazón su casa. (Ella se durmió en la orilla, tú en la cumbre de una rama.)
Y ya nadie te hace caso, ni tu novia, ni tu hermano, ni la hermana de tu amigo, porque eres tonto. ¡Qué tonto! Me digo y me lo redigo...
Si mi voz muriera en tierra... Si mi voz muriera en tierra llevadla al nivel del mar y dejadla en la ribera. Llevadla al nivel del mar y nombradla capitana de un blanco bajel de guerra. Oh mi voz condecorada con la insignia marinera: sobre el corazón un ancla y sobre el ancla una estrella y sobre la estrella el viento
La niña que se va al mar ¡Qué blanca lleva la falda la niña que se va al mar! ¡Ay niña, no te la manche la tinta del calamar! ¡Qué blancas tus manos, niña, que te vas sin suspirar! ¡Ay niña, no te las manche la tinta del calamar! ¡Qué blanco tu corazón y qué blanco tu mirar! ¡Ay niña, no te los manche la tinta del calamar!
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NOCTURNO Toma y toma la llave de Roma, porque en Roma hay una calle, en la calle hay una casa, en la casa hay una alcoba, en la alcoba hay una cama, en la cama hay una dama, una dama enamorada, que toma la llave, que deja la cama, que deja la alcoba, que deja la casa, que sale a la calle, que toma una espada, que corre en la noche, matando al que pasa, que vuelve a su calle, que vuelve a su casa, que sube a su alcoba, que se entra en su cama, que esconde la llave, que esconde la espada, quedándose Roma sin gente que pasa, sin muerte y sin noche, sin llave y sin dama.
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MANUEL MACHADO de feroces guerreros, y una voz inflexible grita: "¡En marcha!" El ciego sol, la sed y la fatiga... Por la terrible estepa castellana, al destierro, con doce de los suyos -polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga.
ANDALUCÍA Cádiz, salada claridad; Granada, agua oculta que llora. Romana y mora, Córdoba callada. Málaga cantaora. Almería dorada. Plateado Jaén. Huelva, la orilla de las Tres Carabelas... y Sevilla.
RETRATO Esta es mi cara y ésta es mi alma: leed. Unos ojos de hastío y una boca de sed... Lo demás, nada... Vida... Cosas... Lo que se sabe... Calaveradas, amoríos... Nada grave, Un poco de locura, un algo de poesía, una gota del vino de la melancolía... ¿Vicios? Todos. Ninguno... Jugador, no lo he sido; ni gozo lo ganado, ni siento lo perdido. Bebo, por no negar mi tierra de Sevilla, media docena de cañas de manzanilla. Las mujeres... -sin ser un tenorio, ¡eso no!-, tengo una que me quiere y otra a quien quiero yo.
CASTILLA El ciego sol se estrella en las duras aristas de las armas, llaga de luz los petos y espaldares y flamea en las puntas de las lanzas. El ciego sol, la sed y la fatiga Por la terrible estepa castellana, al destierro, con doce de los suyos -polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga. Cerrado está el mesón a piedra y lodo. Nadie responde... Al pomo de la espada y al cuento de las picas el postigo va a ceder ¡Quema el sol, el aire abrasa! A los terribles golpes de eco ronco, una voz pura, de plata y de cristal, responde... Hay una niña muy débil y muy blanca en el umbral. Es toda ojos azules, y en los ojos. lágrimas. Oro pálido nimba su carita curiosa y asustada. "Buen Cid, pasad. El rey nos dará muerte, arruinará la casa y sembrará de sal el pobre campo que mi padre trabaja... Idos. El cielo os colme de venturas... ¡En nuestro mal, oh Cid, no ganáis nada!" Calla la niña y llora sin gemido... Un sollozo infantil cruza la escuadra
Me acuso de no amar sino muy vagamente una porción de cosas que encantan a la gente... La agilidad, el tino, la gracia, la destreza, más que la voluntad, la fuerza, la grandeza... Mi elegancia es buscada, rebuscada. Prefiero, a olor helénico y puro, lo "chic" y lo torero. Un destello de sol y una risa oportuna amo más que las languideces de la luna Medio gitano y medio parisién -dice el vulgo-, Con Montmartre y con la Macarena comulgo... Y antes que un tal poeta, mi deseo primero hubiera sido ser un buen banderillero. Es tarde... Voy de prisa por la vida. Y mi risa es alegre, aunque no niego que llevo prisa.
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Salvador Rueda La sandía Cual si de pronto se entreabriera el día despidiendo una intensa llamarada, por el acero fúlgido rasgada mostró su carne roja la sandía.
CONCHA LAGOS
Carmín incandescente parecía la larga y deslumbrante cuchillada, como boca encendida y desatada en frescos borbotones de alegría.
la luna tira cristales
POR JUGAR Por jugar
en el mar. Por jugar vino la niebla, le puso su delantal.
Tajada tras tajada, señalando las fue el hábil cuchillo separando, vivas a la ilusión como ningunas.
-Si quieres seguir brillando, El cielo habrás de limpiar. La luna, como es tan limpia ,
Las separó la mano de repente, y de improviso decoró la fuente un círculo de rojas medias lunas.
no dejaba de frotar. Limpia que limpia que limpia, hasta que volvió a brillar. Por jugar, Todos los peces querían cristales de luna y sal. Cristales les dio la luna a los peces de la mar. Si fuera luna y tú mar, cristales de amor te diera, por jugar
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JORGE GUILLÉN
El Mar es un olvido El mar es un olvido, una canción, un labio; el mar es un amante, fiel respuesta al deseo. Es como un ruiseñor, y sus aguas son plumas, impulsos que levantan a las frías estrellas. Sus caricias son sueños, entreabren la muerte, son lunas accesibles, son la vi da más alta. Sobre espaldas oscuras las olas van gozando
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MIGUEL HERNÁNDEZ Volverás a mi huerto y a mi higuera, por los altos andamios de las flores pajareará tu alma colmenera
Elegía a Ramón Sijé (En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como el rayo, Ramón Sijé, con quien tanto quería.)
de angelicales ceras y labores. Volverás al arrullo de las rejas de los enamorados labradores.
Yo quiero ser llorando el hortelano de la tierra que ocupas y estercolas, compañero del alma tan temprano.
Alegrarás la sombra de mis cejas y tu sangre se irá a cada lado, disputando tu novia y las abejas.
Alimentando lluvias, caracolas, y órganos mi dolor sin instrumentos, a las desalentadas amapolas
Tu corazón, ya terciopelo ajado, llama a un campo de almendras espumosas, mi avariciosa voz de enamorado.
daré tu corazón por alimento. Tanto dolor se agrupa en mi costado, que por doler, me duele hasta el aliento.
A las aladas almas de las rosas del almendro de nata te requiero, que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero.
Un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal te ha derribado. No hay extensión más grande que mi herida, lloro mi desventura y sus conjuntos y siento más tu muerte que mi vida. Ando sobre rastrojos de difuntos, y sin calor de nadie y sin consuelo voy de mi corazón a mis asuntos. Temprano levantó la muerte el vuelo, temprano madrugó la madrugada, temprano está rodando por el suelo. No perdono a la muerte enamorada, no perdono a la vida desatenta, no perdono a la tierra ni a la nada. En mis manos levanto una tormenta de piedras, rayos y hachas estridentes, sedienta de catástrofes y hambrienta. Quiero escarbar la tierra con los dientes, quiero apartar la tierra parte a parte a dentelladas secas y calientes. Quiero mirar la tierra hasta encontrarte y besarte la noble calavera y desamordazarte y regresarte.
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La carne aleteante, súbito el párpado, y el niño como nunca coloreado. ¡Cuánto jilguero se remonta, aletea, desde tu cuerpo!
Nanas de la cebolla La cebolla es escarcha cerrada y pobre. Escarcha de tus días y de mis noches. Hambre y cebolla, hielo negro y escarcha grande y redonda.
Desperté de ser niño; nunca despiertes. Triste llevo la boca. Ríete siempre. Siempre en la cuna defendiendo la risa pluma por pluma.
En la cuna del hambre mi niño estaba. Con sangre de cebolla se amamantaba. Pero tu sangre, escarchada de azúcar, cebolla y hambre.
Ser de vuelo tan alto, tan extendido, que tu carne parece cielo cernido. ¡Si yo pudiera remontarme al origen de tu carrera!
Una mujer morena resuelta en luna se derrama hilo a hilo sobre su cuna. Ríete, niño, que te tragas la luna cuando es preciso.
Al octavo mes con cinco azahares. Con cinco diminutas ferocidades. Con cinco dientes como cinco jazmines adolescentes.
Alondra de mi casa, ríete mucho. Es tu risa en los ojos la luz del mundo. Ríete tanto que en el alma, al oírte, bata el espacio.
Frontera de los besos serán mañana, cuando en la dentadura sientas un arma. Sientas un fuego correr dientes abajo buscando el centro.
Tu risa me hace libre, me pones alas. Soledades me quita, cárcel me arranca. Boca que vuela, corazón que en tus labios relampaguea.
Vuela niño en la doble luna del pecho. Él, triste de cebolla. Tú, satisfecho. No te derrumbes. No sepas lo que pasa ni lo que ocurre.
Es tu risa la espada más victoriosa, vencedor de las flores y las alondras. Rival del sol. Porvenir de mis huesos y de mi amor.
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ROSALÍA DE CASTRO
Este poema es una traducción de uno de los Cantares galegos. La primera estrofa es un canto popular que se amplifica en el resto del poema. El personaje que habla es un emigrante que está a punto de embarcar hacia América y que se despide con tristeza de si tierra natal, situación que tuvieron que afrontar muchos gallegos en la segunda mitad del siglo XIX.
Adiós adiós que me voy hierbas del camposanto donde se enterró a mi padre hierbas que besé tanto tierra que nos crió. Ya se oyen lejos muy lejos las campanas del Pomal para mi, ¡ay!, desdichado nunca más han de tocar. Ya se oyen lejos muy lejos… cada son es un dolor; me voy solo sin amparo… tierra mía, ¡adiós!, ¡adiós!
Adiós ríos, adiós fuentes
Adiós ríos, adiós fuentes adiós regatos pequeños adiós vista de mis ojos no sé cuando nos veremos. Mi tierra mía, mi tierra, tierra donde me críe huerto que yo labraba, higueras que yo planté. Prados, ríos, arboledas, pinares que mueve el viento, pajarillos piadores, la casa de mi contento. Molino del castañar, noches de luna clara, campanitas timbradoras de la iglesia del lugar. Zarzamoras de las zarzas que yo le daba a mi amor, caminos entre el maíz, ¡adiós para siempre adiós! ¡Adiós gloria!, ¡adiós contento! ¡Dejo la casa en que nací y la aldea que conozco por un mundo que no vi! Dejo amigos por extraños y la vega por el mar dejo, en fin, lo que más quiero… ¡quien pudiera no dejar!
¡Adiós también, mi querida… Adiós quizá para siempre!... Te digo este adiós llorando desde la orilla del mar. No me olvides tu mi amor si muero de soledad… tantas leguas mar adentro… ¡Mi casa ! ¡Mi hogar!
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Deixo amigos por extraños, deixo a veiga pol-o mar; deixo, en fin, canto ben quero... ¡quén puidera non deixar! Adiós, adiós, que me vou, herbiñas d'o camposanto, donde meu pai se enterrou, herbiñas que biquei tanto, terriña que nos criou. Xa s'oyen lonxe, moi lonxe, as campanas d'o pomar; para min, ¡ai!, coitadiño, nunca máis han de tocar. Xa s'oyen lonxe, máis lonxe... Cada balad'é un delor; voume soyo, sin arrimo... miña terra, ¡adiós!, ¡adiós! ¡Adiós tamén, queridiña... Adiós por sempre quizáis!... Dígoche este adiós chorando desd'a veiriña d'o mar. Non m'olvides, queridiña, si morro de soidás... tantas légoas mar adentro... ¡Miña casiña!, ¡meu lar!
VERSIÓN ORIGINAL (EN GALLEGO) Adiós, ríos; adiós, fontes; adiós, regatos pequeños; adiós, vista d'os meus ollos, non sei cándo nos veremos. Miña terra, miña terra, terra donde m'eu criei, hortiña que quero tanto, figueiriñas que prantei. Prados, ríos, arboredas, pinares que move o vento, paxariños piadores, casiñas d'o meu contento. Muiño d'os castañares, noites craras d'o luar, campaniñas timbradoiras d'a igrexiña d'o lugar. Amoriñas d'as silveiras que eu lle daba ô meu amor, camiñiños antr'o millo, ¡adiós para sempr'adiós! ¡Adiós, gloria! ¡Adiós, contento! ¡Deixo a casa onde nascín, deixo a aldea que conoço, por un mundo que non vin!
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JORGE LUIS BORGES De la diversa Andalucía Cuántas cosas. Lucano que amoneda el verso y aquel otro la sentencia. La mezquita y el arco. La cadencia del agua del Islam en la alameda. Los toros de la tarde. la bravía música que también es delicada. La buena tradición de no hacer nada. Los cabalistas de la judería. Rafael de l anoche y de las largas mesas de la amistad. Góngora de oro. De las Indias el ávido tesoro. Las naves, los aceros, las adargas. Cuántas voces y cuánta bizarría y una sola palabra. Andalucía
OCTAVIO PAZ ESCRITO CON TINTA VERDE La tinta verde crea jardines, selvas, prados, follajes donde cantan las letras, palabras que son árboles, frases que son verdes constelaciones. Deja que mis palabras, oh blanca, desciendan y te cubran como una lluvia de hojas a un campo de nieve, como la yedra a la estatua, como la tinta a esta página. Brazos, cintura, cuello, senos, la frente pura como el mar, la nuca de bosque en otoño, los dientes que muerden una brizna de yerba. Tu cuerpo se constela de signos verdes como el cuerpo del árbol de renuevos. No te importe tanta pequeña cicatriz luminosa: mira al cielo y su verde tatuaje de estrellas.
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GABRIELA MISTRAL Besos Hay besos que pronuncian por sí solos la sentencia de amor condenatoria, hay besos que se dan con la mirada hay besos que se dan con la memoria. Hay besos silenciosos, besos nobles hay besos enigmáticos, sinceros hay besos que se dan sólo las almas hay besos por prohibidos, verdaderos.señe a besar: los
ALFONSINA STORNI Dos Palabras Esta noche al oído me has dicho dos palabras Comunes. Dos palabras cansadas De ser dichas. Palabras Que de viejas son nuevas. Dos palabras tan dulces que la luna que andaba Filtrando entre las ramas Se detuvo en mi boca. Tan dulces dos palabras Que una hormiga pasea por mi cuello y no intento Moverme para echarla. Tan dulces dos palabras ?Que digo sin quererlo? ¡oh, qué bella, la vida!? Tan dulces y tan mansas Que aceites olorosos sobre el cuerpo derraman. Tan dulces y tan bellas Que nerviosos, mis dedos, Se mueven hacia el cielo imitando tijeras. Oh, mis dedos quisieran Cortar estrellas.
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PABLO NERUDA Puedo escribir los versos más tristes esta noche Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: " La noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos". El viento de la noche gira en el cielo y canta. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Yo la quise, y a veces ella también me quiso. En las noches como ésta la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito. Ella me quiso, a veces yo también la quería. Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. Y el verso cae al alma como pasto el rocío. Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. La noche está estrellada y ella no está conmigo. Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. Mi alma no se contenta con haberla perdido. Como para acercarla mi mirada la busca. Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos, mi alma no se contenta con haberla perdido.
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Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
RUBÉN DARÍO SONATINA La princesa está triste... ¿qué tendrá la princesa? Los suspiros se escapan de su boca de fresa, que ha perdido la risa, que ha perdido el color. La princesa está pálida en su silla de oro, está mudo el teclado de su clave de oro; y en un vaso olvidado se desmaya una flor. El jardín puebla el triunfo de los pavos-reales. Parlanchina, la dueña dice cosas banales, y, vestido de rojo, piruetea el bufón. La princesa no ríe, la princesa no siente; la princesa persigue por el cielo de Oriente la libélula vaga de una vaga ilusión.
MARIO BENEDETTI Versos en una botella Pongo estos seis versos en mi botella al mar con el secreto designio de que algún día llegue a una playa casi desierta y un niño la encuentre y la destape y en lugar de versos extraiga piedritas y socorros y alertas y caracoles.
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NICOLÁS GUILLÉN "Ay señora, mi vecina" ¡Ay, señora, mi vecina, se me murió la gallina! Con cresta colorada, y el traje amarillo entero, ya no la veré atareada, paseando en el gallinero, pues, señora, mi vecina, se me murió la gallina, domingo de madrugada. Sí señora, mi vecina, ay, señora, mi vecina, domingo de madrugada. ¡Míreme usted como sudo, con el corral enlutado, y el gato viudo! ¡Míreme usted como sudo, con el corral enlutado, y el gallo a coro! ¡Ay, señora, mi vecina; como no voy a llorar si se murió mi gallina!
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ROMANCES Romance de la Jura de Santa Gadea (Anónimo) Esta es una de las escenas más impresionantes de toda la leyenda del Cid. Las palabras del Cid, deseando para el rey la muerte más vil, si se atreve a jurar en falso, tienen una enorme fuerza primitiva En santa Gadea de Burgos, do juran los hijosdalgo, allí le toma la jura el Cid al rey castellano.
Jurado había el rey que en tal nunca se ha hallado, pero allí hablara el rey malamente y enojado:
Las juras eran tan fuertes que al buen rey ponen espanto; sobre un cerrojo de hierro y una ballesta de palo:
—Muy mal me conjuras, Cid, Cid, muy mal me has conjurado; mas hoy me tomas la jura, luego besarme has la mano.
—Villanos mátente, Alfonso, villanos, que no hidalgos, de las Asturias de Oviedo, que no sean Castellanos; mátente con aguijadas, no con lanzas ni con dardos; con cuchillos cachicuernos, no con puñales dorados; abarcas traigan calzadas, que no zapatos con lazo; capas traigan aguaderas, no de contray ni frisado; con camisones de estopa, no de holanda ni labrados; vengan cabalgando en burras, que no en mulas ni en caballos; frenos traigan de cordel, que no cueros fogueados. Mátente por las aradas, que no en villas ni en poblado; sáquente el corazón vivo por el siniestro costado; si no dijeres la verdad de lo que eres preguntando, si fuiste ni consentiste en la muerte de tu hermano.—
—Por besar mano de rey no me tengo por honrado, porque la besó mi padre me tengo por afrentado. —Vete de mis tierras, Cid, mal caballero probado, y no vengas más a ellas desde este día en un año. —Pláceme, dijo el buen Cid, pláceme, dijo, de grado, tú me destierras por uno, yo me destierro por cuatro.— Ya se parte el buen Cid, sin al rey besar la mano, con trescientos caballeros, todos eran hijosdalgo, todos son hombres mancebos, ninguno no había cano; todos llevan lanza en puño y el hierro acicalado, y llevan sendas adargas, con borlas de colorado; mas no le faltó al buen Cid adonde asentar su campo.
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Romance de Abenámar y el rey Don Juan
Es éste uno de los romances moriscos más populares, con una base histórica clara: en 1431, el rey Juan II de Castilla llegó ante Granada con el infante moro Abenalmao, que fue reconocido como rey de la ciudad. "El Alhambra era, señor, y la otra la Mezquita; los otros los Alixares, labrados a maravilla. El moro que los labraba cien doblas cobraba al día, y el día que no los labra, otras tantas se perdía. El otro es Generalife, huerta que par no tenía; el otro Torres Bermejas, castillo de gran valía." Allí habló el rey don Juan, bien oiréis lo que decía: "Si tú quisieses, Granada, contigo me casaría; daréte en arras y dote a Córdoba y Sevilla." "Casada soy, rey don Juan, casada soy, que no viuda; el moro que a mí me tiene muy grande bien me quería."
"¡Abenámar, Abenámar, moro de la morería, el día que tú naciste grandes señales había! Estaba la mar en calma, la luna estaba crecida: Moro que en tal signo nace no debe decir mentira." Allí respondiera el moro, bien oiréis lo que decía: "Yo te lo diré, señor, aunque me cueste la vida, porque soy hijo de un moro y una cristiana cautiva; siendo yo niño y muchacho, mi madre me lo decía: que mentira no dijese, que era grande villanía: por tanto, pregunta, rey, que la verdad te diría." "Yo te agradezco, Abenámar aquesa tu cortesía. ¿Qué castillos son aquéllos? ¡Altos son y relucían!
Anónimo del siglo XV.
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JOSÉ DE ZORRILLA ORIENTAL Corriendo van por la vega a las puertas de Granada hasta cuarenta gomeles y el capitán que los manda. Al entrar en la ciudad, parando su yegua blanca, le dijo éste a una mujer que entre sus brazos lloraba: «Enjuga el llanto, cristiana no me atormentes así, que tengo yo, mi sultana, un nuevo Edén para ti. Tengo un palacio en Granada, tengo jardines y flores, tengo una fuente dorada con más de cien surtidores, y en la vega del Genil tengo parda fortaleza, que será reina entre mil cuando encierre tu belleza. Y sobre toda una orilla extiendo mi señorío; ni en Córdoba ni en Sevilla hay un parque como el mio. Allí la altiva palmera y el encendido granado, junto a la frondosa higuera, cubren el valle y collado. Allí el robusto nogal, allí el nópalo amarillo, allí el sombrío moral crecen al pie del castillo. Y olmos tengo en mi alameda que hasta el cielo se levantan y en redes de plata y seda tengo pájaros que cantan.
Y tú mi sultana eres, que desiertos mis salones están, mi harén sin mujeres, mis oídos sin canciones. Yo te daré terciopelos y perfumes orientales; de Grecia te traeré velos y de Cachemira chales. Y te dará blancas plumas para que adornes tu frente, más blanca que las espumas de nuestros mares de Oriente. Y perlas para el cabello, y baños para el calor, y collares para el cuello; para los labios... ¡amor!» «¿Qué me valen tus riquezas -respondióle la cristiana-, si me quitas a mi padre, mis amigos y mis damas? Vuélveme, vuélveme, moro a mi padre y a mi patria, que mis torres de León valen más que tu Granada.» Escuchóla en paz el moro, y manoseando su barba, dijo como quien medita, en la mejilla una lágrima: «Si tus castillos mejores que nuestros jardines son, y son más bellas tus flores, por ser tuyas, en León, y tú diste tus amores a alguno de tus guerreros, hurí del Edén, no llores; vete con tus caballeros.»
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Y dándole su caballo y la mitad de su guardia,
el capitán de los moros volvió en silencio la espalda.
Romance del rey chico que perdió Granada que jamás yo vos vería? Ahora te estoy mirando desde lejos, ciudad mía; mas presto no te veré pues ya de ti me partía ¡Oh rueda de la fortuna, loco es quien en ti fía; que ayer era rey famoso y hoy no tengo cosa mía -. Siempre el triste corazón lloraba su cobardía, y estas palabras diciendo de desmayo se caía. Iba su madre delante con otra caballería, viendo la gente parada la reina se detenía, y la causa preguntaba porque ella no lo sabía. Respondiole un moro viejo, con honesta cortesía, - Tu hijo mira a Granada y la pena le afligía Respondido había la madre , Desta manera decía: - Bien es que como mujer llore con grande agonía el que como caballero su estado no defendía.
El año de cuatrocientos que noventa y dos corría, el rey Chico de Granada perdió el reino que tenía. Salióse de la ciudad un lunes a mediodía rodeado de caballeros, la flor de la morería. Su madre lleva consigo que le tiene compañía Por ese Genil abajo el rey Chico se salía. Pasó por medio del agua lo que hacer no solía; los estribos se han mojado, que eran de grande valía. Por mostrar más su dolor que en el corazón tenía, ya que esa áspera Alpujarra era su jornada y vía, desde una cuesta muy alta Granada se parecía. Volvió a mirar a Granada desta manera decía: ¡Oh Granada, la famosa, mi consuelo y mi alegría, oh mi alto Albayzin y mi rica Alcaicería, oh mi Alhambra y Alijares y mezquita de valía mis baños, huertas y ríos donde holgar me solía! ¿Quién os ha de mí apartado
Anónimo
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SALVADOR DE MADARIAGA ROMANCE DE LA NOCHE La noche tenía frío y se fue al sol con la queja. El Sol, que es buena persona, le dijo:”Pues ten paciencia, y te haré yo una toquilla toda de linda calceta; las agujas, las del tiempo; los dedos, mis rayos sean; la lana un hilo de luz, y la Luna la madeja. Allí donde caiga un nudo he de poner una estrella.”
en el espejo del mar , se quedó tan satisfecha luciendo sobre la espalda una toquilla de estrellas, que se aguantó todo el frío con tal de ir tan peripuesta; y, como es agradecida, se fue a ver al Sol, dispuesta a dar las gracias, muy fina, por aquella gentileza. Pero nunca se encontraban sobre la celeste cresta, porque cuando el Sol subía, ella bajaba la cuesta, hasta que gritando fuerte, a través de toda la esfera, ella dijo:”¡GRACIAS, RUBIO!” Y él dijo: “¡A TUS PIES, MORENA!”
El Sol cumplió su palabra. Cuando terminó de hacerla, la noche quedó asombrada de toquilla tan espléndida. Al echársela a los hombros, la noche, que es friolera, seguía teniendo frío; pero al mirarse, por verla,
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Romance de la condesita esportilla de romera sobre el hombro se echó atrás; cogió el bordón en la mano, y se fue a peregrinar.
Grandes guerras se publican en la tierra y en el mar, y al conde Flores le nombran por capitán general. Lloraba la condesita, no se puede consolar; acaban de ser casados, y se tienen que apartar: —¿Cuántos días, cuántos meses, piensas estar por allá? —Deja los meses, condesa, por años debes contar; si a los tres años no vuelvo, viuda te puedes llamar.
Anduvo siete reinados, morería y cristiandad; anduvo por mar y tierra, no pudo al conde encontrar; que ya no puede andar más. Subió a un puerto, miró al valle, un castillo vio asomar: —Si aquel castillo es de moros, allí me cautivarán; mas si es de buenos cristianos, ellos me han de remediar. Y bajando unos pinares, gran vacada fue a encontrar: —Vaquerito, vaquerito, te quería preguntar ¿de quién llevas tantas vacas todas de un hierro y señal? —Del conde Flores, romera, que en aquel castillo está. —Vaquerito, vaquerito, más te quiero preguntar del conde Flores tu amo, ¿cómo vive por acá? —De la guerra llegó rico; mañana se va a casar, ya están muertas las gallinas y están amasando el pan, muchas gentes convidadas, de lejos llegando van. —Vaquerito, vaquerito, por la Santa Trinidad, por el camino más corto me has de encaminar allá.
Pasan los tres y los cuatro, nuevas del conde no hay; ojos de la condesita no cesaban de llorar. Un día estando a la mesa, su padre le empieza a hablar: —Cartas del conde no llegan, nueva vida tomarás; condes y duques te piden, te debes, hija, casar. —Carta en mi corazón tengo que don Flores vivo está. No lo quiera Dios del cielo que yo me vuelva a casar. Dame licencia, mi padre, para ir el Conde a buscar. —La licencia tienes, hija, mi bendición además. Se retiró a su aposento llora que te llorarás; se quitó medias de seda, de lana las fue a calzar; dejó zapatos de raso, los puso de cordobán; un brial de seda verde, que valía una ciudad, y encima del brial puso un hábito de sayal;
Jornada de todo un día, en medio la hubo de andar; llegada frente al castillo, con don Flores fue a encontrar,
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que me diste al desposar. Al mirarla en aquel traje cayóse el conde hacia atrás. Ni con agua ni con vino no lo pueden recordar, si no con palabras dulces que la romera le da. La novia bajó llorando al ver al conde mortal; y abrazado a la romera se lo ha venido a encontrar. —Malas mañas sacas, conde, no las podrás olvidar; que en viendo una buena moza, luego la vas a abrazar. Mal haya, la romerica quién te trajo para acá. —No la maldiga ninguno que es mi mujer natural. Con ella vuelvo a mi tierra; adiós, señores, quedad;
y arriba vio estar la novia en un alto ventanal. —Dame limosna, buen conde, por Dios y su caridad. —¡Oh, qué ojos de romera en mi vida lo vi tal! —Sí los habrás visto, conde, si en Sevilla estado has. —La romera ¿es de Sevilla? ¿Qué se cuenta por allá? —Del conde Flores, señor, poco bien y mucho mal. Echó la mano al bolsillo, un real de plata la da. —Para tan grande señor, poca limosna es un real. —Pues pida la romerica, que lo que pida tendrá. —Yo pido ese anillo de oro que en tu dedo chico está. Abrióse de arriba abajo el hábito de sayal: —¿No me conoces, buen conde? Mira si conocerás el brial de seda verde
quédese con Dios la novia, vestidica y sin casar que los amores primeros son muy malos de olvidar.
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ROMANCE DE LA MISA DE AMOR
Mañanita de San Juan, mañanita de primor, cuando damas y galanes van a oír misa mayor.
lleva un poco de alcohol; así entraba por la iglesia relumbrando como el sol. Las damas mueren de envidia, y los galanes de amor.
Allá va la mi señora, entre todas la mejor; viste saya sobre saya, mantellín de tornasol,
El que cantaba en el coro, en el credo se perdió; el abad que dice misa, ha trocado la lición;
camisa con oro y perlas bordada en el cabezón. En la su boca muy linda lleva un poco de dulzor;
monacillos que le ayudan, no aciertan responder, non, por decir amén, amén, decían amor, amor.
en la su cara tan blanca, un poquito de arrebol, y en los sus ojuelos garzos
Anónimo
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Romance de Fontefrida Fontefrida, Fontefrida
malo, falso, engañador,
Fontefrida y con amor,
que ni poso en ramo verde
do todas las avecicas
ni en ramo que tenga flor,
van tomar consolación,
que si el agua hallo clara
sino es la tortolica,
turbia la bebiera yo;
que está viuda y con dolor.
que no quiero haber marido
Por ahí fuera a pasar
porque hijos no haya, no;
el traidor del ruiseñor;
no quiero placer con ellos
las palabras que le dice
ni menos consolación.
llenas son de traición:
¡Déjame triste, enemigo,
«Si tú quisieses, señora,
malo, falso, mal traidor;
yo sería tu servidor.»
que no quiero ser tu amiga
«Vete de ahí, enemigo,
ni casar contigo, no!»
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FÁBULAS
FÉLIX Mª DE SAMANIEGO La cigarra y la hormiga que alegre en otro tiempo, nunca conoció el daño, nunca supo temerlo. No dudéis en prestarme; que fielmente prometo pagaros con ganancias, por el nombre que tengo.»
Cantando la Cigarra pasó el verano entero, sin hacer provisiones allá para el invierno; los fríos la obligaron a guardar el silencio y a acogerse al abrigo de su estrecho aposento. Viose desproveída del precioso sustento: sin mosca, sin gusano, sin trigo, sin centeno.
La codiciosa hormiga respondió con denuedo, ocultando a la espalda las llaves del granero: «¡Yo prestar lo que gano con un trabajo inmenso! Dime, pues, holgazana, ¿qué has hecho en el buen tiempo?» «Yo, dijo la Cigarra, a todo pasajero cantaba alegremente, sin cesar ni un momento.» «¡Hola! ¿conque cantabas cuando yo andaba al remo? Pues ahora, que yo como, baila, pese a tu cuerpo.»
Habitaba la Hormiga allí tabique en medio, y con mil expresiones de atención y respeto la dijo: «Doña Hormiga, pues que en vuestro granero sobran las provisiones para vuestro alimento, prestad alguna cosa con que viva este invierno esta triste cigarra,
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La lechera Llevaba en la cabeza Una Lechera el cántaro al mercado Con aquella presteza, Aquel aire sencillo, aquel agrado, Que va diciendo a todo el que lo advierte «¡Yo sí que estoy contenta con mi suerte!» Porque no apetecía Más compañía que su pensamiento, Que alegre la ofrecía Inocentes ideas de contento, Marchaba sola la feliz Lechera, Y decía entre sí de esta manera: «Esta leche vendida, En limpio me dará tanto dinero, Y con esta partida Un canasto de huevos comprar quiero, Para sacar cien pollos, que al estío Me rodeen cantando el pío, pío. Del importe logrado De tanto pollo mercaré un cochino; Con bellota, salvado, Berza, castaña engordará sin tino, Tanto, que puede ser que yo consiga Ver cómo se le arrastra la barriga.
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Llevarélo al mercado, Sacaré de él sin duda buen dinero; Compraré de contado Una robusta vaca y un ternero, Que salte y corra toda la campaña, Hasta el monte cercano a la cabaña.» Con este pensamiento Enajenada, brinca de manera, Que a su salto violento El cántaro cayó. ¡Pobre Lechera! ¡Qué compasión! Adiós leche, dinero, Huevos, pollos, lechón, vaca y ternero. ¡Oh loca fantasía! ¡Qué palacios fabricas en el viento! Modera tu alegría No sea que saltando de contento, Al contemplar dichosa tu mudanza, Quiebre su cantando la esperanza. No seas ambiciosa De mejor o más próspera fortuna, Que vivirás ansiosa Sin que pueda saciarte cosa alguna. No anheles impaciente el bien futuro; Mira que ni el presente está seguro.
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El viejo y la muerte Entre montes, por áspero camino, Tropezando con una y otra peña, Iba un Vejo cargado con su leña, maldiciendo su mísero destino. Al fin cayó, y viéndose de suerte Que apenas levantarse ya podía, Llamaba con colérica porfía Una, dos y tres veces a la Muerte. Armada de guadaña, en esqueleto, La Parca se le ofrece en aquel punto; Pero el Viejo, temiendo ser difunto, Lleno más de terror que de respeto, Trémulo la decía y balbuciente: «Yo ... señora... os llamé desesperado; Pero... «Acaba; ¿qué quieres, desdichado?» «Que me cargues la leña solamente.» Tenga paciencia quien se cree infelice; Que aun en la situación más lamentable Es la vida del hombre siempre amable: El Viejo de la leña nos lo dice.
EL CUERVO Y EL ZORRO que tú serás el fénix de sus vastos imperios.» 20 Al oír un discurso tan dulce y halagueño, de vanidad llevado, quiso cantar el Cuervo. Abrió su negro pico, 25 dejó caer el queso; el muy astuto Zorro, después de haberlo preso, le dijo: «Señor bobo, pues sin otro alimento, 30 quedáis con alabanzas tan hinchado y repleto, digerid las lisonjas mientras yo como el queso.» Quien oye aduladores, nunca espere otro premio.
En la rama de un árbol, bien ufano y contento, con un queso en el pico estaba el señor Cuervo. Del olor atraído 5 un zorro muy maestro, le dijo estas palabras, o poco más o menos: «Tenga usted buenos días, señor Cuervo, mi dueño; 10 vaya que estáis donoso, mono, lindo en extremo; yo no gasto lisonjas, y digo lo que siento; que si a tu bella traza 15 corresponde el gorjeo, juro a la diosa Ceres, siendo testigo el cielo,
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TOMÁS DE IRIARTE
EL BURRO FLAUTISTA Esta fabulilla, salga bien o mal, me ha ocurrido ahora por casualidad. Cerca de unos prados que hay en mi lugar, pasaba un borrico por casualidad. Una flauta en ellos halló, que un zagal se dejó olvidada por casualidad. Acercóse a olerla el dicho animal, y dio un resoplido por casualidad. En la flauta el aire se hubo de colar, y sonó la flauta por casualidad. «¡Oh!», dijo el borrico, «¡qué bien sé tocar! ¡y dirán que es mala la música asnal!». Sin reglas del arte, borriquitos hay que una vez aciertan por casualidad.
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