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Comer en familia

Comer no es solo el medio de alimentarnos sino uno de los actos sociales más importantes de la especie humana. Desde que tenemos constancia, los humanos hemos comido acompañados, bien con la familia, o con otros miembros de la tribu o de la comunidad. Comer a solas solo ocurría en circunstancias excepcionales, como en viajes en solitario, prisioneros o ermitaños. Sin embargo, en la sociedad actual, cada vez más gente vive sola, y comer a solas ya se ve como algo normal.

Hemos adquirido la costumbre de dar la comida a los bebés a solas, separados del resto de la familia. Esto nos puede parecer práctico y eficiente cuando estamos muy ocupados, porque toda nuestra atención está centrada en el bebé, tardamos menos y sentimos que el bebé come mejor y más rápido.

Sin embargo, para los bebés, comer con el resto de la familia tiene muchas ventajas:

• Pueden imitar y aprender mejor cómo masticar y tragar.

• Van a ver la variedad de alimentos en la mesa como algo natural, aunque de momento no coman todo.

• Aprenden que la comida es un acto social y placentero.

• No reciben tanta presión para comer. El bebé es un miembro más de la familia, no el protagonista. Es más fácil que coma según su apetito real.

Las niñas y niños más mayores, que comen acompañados, tienden a comer más despacio y a sentirse satisfechos antes, lo que ayuda a prevenir el sobrepeso. Es mucho más probable que acepten comer alimentos nuevos si los ven una y otra vez en la mesa familiar. Además, es la mejor manera de que aprendan a preparar menús equilibrados, especialmente si, además de compartir la mesa, colaboran en la cocina.

Cuando la comida se lleva a cabo en un ambiente relajado y distendido, esta tranquilidad permite a muchos niños abrirse y compartir sus miedos y preocupaciones de una forma más espontánea y natural.

Mantener una conversación atenta y respetuosa durante la comida enseña a los niños a escuchar a otros, a hablar con confianza en sí mismos y a ser escuchados, lo que les facilita ser capaces para hablar mejor en público, en otros contextos.

Tener comidas o cenas especiales (por ejemplo, el “viernes de pizza”) es un ritual que estrecha lazos familiares y promueve la salud emocional.

Aunque la vorágine de la vida moderna nos haga creer que no tenemos tiempo para comer juntos, cualquier ocasión en que lo hagamos, incluso si solo es posible durante el fin de semana, tiene tantos beneficios que compensa de sobra el tiempo extra que le tengamos que dedicar. No nos olvidemos de transmitir a nuestros hijos el inmenso valor de comer en familia.

Miriam Martínez Biarge, Médico Pediatra, www.mipediatravegetariano.com|miriam@mipediatravegetariano.com

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