La Dignidad Humana Obtenida por el Cuerpo

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Pedro Urrutia Albisua

Pedro Urrutia Albisua

La Dignidad Humana Obtenida por el Cuerpo.

Introducción.

La historia de la humanidad, ha vivido en diferentes momentos de su desarrollo, etapas en las que se han “roto” ideológicamente y por largos periodos de tiempo el equilibrio antropológico que existe entre el cuerpo, la psique y el espíritu. Desde la antigua Grecia hasta el postmodernismo, hemos sido testigos como humanidad, por un lado, del nacimiento del hedonismo de Aristipo de Cirene y de Epicuro, en donde la búsqueda del placer aprueba al cuerpo en todos sus deseos y huye del dolor como del peor enemigo. Y por otro lado, del puritanismo nacido en Inglaterra, en donde la máxima autoridad es Dios mismo, interpretada por una religiosidad rigurosa y hostigante. Dentro de ambos pensamientos tan extremos, se han vivido históricamente una gran cantidad de variantes en estos temas, que van desde las más racionales hasta las más irracionales, y desde las más exageradas hasta las más ligeras. Pero siempre con la característica de despreciar o al cuerpo, o al alma. o al espíritu, según el pensamiento del que se trate.

Para poder discernir sobre la dignificación del ser humano a través de su cuerpo, en necesario verlo y analizarlo desde todos los ángulos intelectuales y desde todas las funciones que ofrece en cuanto a servicio y utilidad al ser humano. Por esto último, la ciencia antropológica es el apoyo idóneo y más importante para lograr de este discernimiento una ubicación clara del cuerpo en la conformación del ser humano.

La antropología como ciencia, nos habla de la existencia de una igualdad, y, a la vez de la necesidad de buscar un equilibrio entre el cuerpo, el alma y el espíritu. Pero para mala fortuna de la antropología, el tema del cuerpo humano de manera aislada, no se le presenta en “bandeja de plata”, ya que se presenta la dificultad de que en la mente de las personas, a mayor o menor grado, el hedonismo le ha dejado mala fama al espíritu, y el puritanismo le ha dejado mala fama al cuerpo. En ocasiones, por más que el estudioso de la antropología desee equilibrar su cuerpo con su alma y con su espíritu, la cultura en la que fue educado le va a dar una discreta inclinación preferencial hacia uno de estos tres elementos humanos. Este fenómeno cultural ha logrado en la mente de las personas, que cuando alguien discurre sobre la dignidad

humana encontrada en la fuerza del espíritu, piensen en el deber de tenerle cierto desprecio al cuerpo, o por lo contrario, lo sienten como ofensa a este. Y cuando alguien discurre sobre la dignidad humana encontrada a través del cuerpo, piensen en cierta necesidad de ignorar un poco al espíritu, o bien lo sienten como ofensa para este. Ya sea que se viva dentro de una u otra de estas posturas, la parte psicológica también aparecerá en el escenario de la vida del ser humano manifestando su inconformidad alterando de manera negativa sus emociones y motivaciones.

Composición corporal Pues bien, Se conoce por cuerpo humano a la estructura física y material con la cual estamos compuestos los seres humanos. Su organización estructural consiste en una jerarquía de niveles compuesta de aparatos, los cuales están integrados por sistemas, que a su vez se componen de órganos, y estos de tejidos, componiéndose estos de células, que a su vez se componen de moléculas, y estas de átomos. Todos y cada uno de estos niveles cumpliendo una función específica, en un lugar específico.

Pero más allá de toda esta complejidad anatómica, su perfecta orquestación fisiológica nos invita a admirarlo con unos ojos que no se conforman con ver simplemente un cuerpo físico ocupando un lugar en el espacio, ya que aparte de su morfología, nos atraen sus movimientos, sus reacciones, sus instintos, su expresiones, pero sobre todo, el conjunto de todas estas cualidades actuando simultáneamente y desembocando en una extraordinaria belleza en la plenitud de la naturaleza humana. Esta naturaleza humana que también nos muestra la paradoja de presentar en cada ocasión cuerpos iguales y a la vez siempre diferentes, incluyendo su clásica firma que lo va a caracterizar como “único e irrepetible”. La vida contenida en el cuerpo humano y la gracia que le ha dado su propia naturaleza, lo hacen ser más que un conjunto multimillonario de átomos bien ensamblados. El cuerpo humano nos hace vivir junto con él, la doble realidad física de fortalecemos con sus fortalezas y debilitamos con sus debilidades.

Funciones corporales antropológicas.

Más allá de las funciones fisiológicas que mantienen al ser humano dentro de la vida, y de las que no podemos ni menospreciar ni dejar de apreciar en cuanto a la dignificación humana, conviene resaltar por ahora las funciones corporales antropológicas.

El cuerpo es el elemento sensible del fenómeno antropológico. Por el cuerpo captamos sensiblemente toda la cosmología, y por el cuerpo somos

captados dentro del cosmos. Vivimos con él, lloramos con él, reímos con él, sufrimos con él, gozamos con él, nos alegramos y nos entristecemos con él, en pocas palabras, hacemos todo con él y nada sin él. Entre todas estas innumerables actividades y posibilidades que el cuerpo nos presenta, hay una en la que no podamos evitar el descubrir una de sus partes más dignificantes a favor de toda la antropología humana, y es la capacidad de contagiarle a un nuevo ser la vida misma. Vida que será depositada con sus emociones, con sus sentimientos, con sus motivaciones, con su libertad, y capacidad de amar, en otro cuerpo, y de la misma manera que la de sus progenitores, será el digno instrumento de manifestaciones completamente humanas y trascendentales.

El cuerpo es el canal de comunicación con los demás, no sólo en una articulación buco-lingual en la simple pronunciación de palabras, sino en un admirable lenguaje corporal o neuro-lenguaje, en el que se manifiesta el completo y verdadero sentir del ser humano, ese sentir radicado en sus pensamientos, emociones, impulsos, voluntad, miedos, pasiones y demás elementos que lo conforman. Puede comunicar con tan sólo una mirada mucho más de lo que pueda decir o escribir con cientos de palabras. El rostro humano permite con mayor facilidad descubrir la verdad que existe en su ser que la argumentación más compleja y a veces falaz que nos puedan dar. El abrazo de un cuerpo contagia más confianza que un discurso esperanzador, la caricia honesta proveniente de una mano logra tranquilizar al humano más rebelde, el ademán más sencillo concretiza la palabra más abstracta. Y, por si ejemplos como estos no fueran suficientes, el cuerpo manifiesta explícitamente la complementariedad en lo distinto entre dos seres sexuados, entre dos seres que en lo distinto de su cuerpo encuentran la unidad de este mismo en un acto de amor y procreación.

Bioética, dignidad y cuerpo humano Es verdad que la dignidad del ser humano está depositada en toda su antropología, por lo tanto, cuando el espíritu despierta, por ejemplo, su necesidad de libertad, y la psique la anuncia con sentimiento e inquietudes emocionales, es el cuerpo el portavoz de toda esta fenomenología por la que se llega al culmen de dicha libertad. Sin cuerpo seríamos espíritus libres pero sin el mérito de una decisión carnal, con el cuerpo somos libres con el mérito que trasciende hasta lo heroico.

La tecno-ciencia se aventura a manipular la vida humana, unas veces para bien y otras con profundas dudas morales, pero siempre a través del cuerpo humano. Se trasplantan órganos que prolongan vidas o que mejoran la calidad de esta, se hacen procreaciones artificiales, se producen embriones que dan esperanza a la paternidad y maternidad, se desechan los que ya no ofrecen esta esperanza, se experimenta con ellos, se abortan los no deseados,

se manipulan genéticamente, se discute el hacho de clonarlos; a un cuerpo se les puede prolongar la vida pero también se le puede ayudar a quitársela, en fin… ante todas las intervenciones que le podemos hacer hoy a la vida, el cuerpo humano es el medio por el que se ejecuta toda esta tecnología amparada en leyes en las que tal pareciera que el estatuto jurídico del cuerpo humano queda en un segundo plano o bien que su representación es prácticamente inexistente. Esta inexistencia para los juristas, radica en la histórica discusión entre, la posibilidad de un cuerpo con el derecho a todos los placeres, o la de un cuerpo que por buscar placer será condenado a las llamas del infierno. Cuando la anatomía como ciencia penetra en el estudio del cuerpo humano, y descifra su composición orgánica y celular, los juristas lo ven como un ser cosificado y harán legítimo la universalización del derecho fundado en la propiedad privada, es decir, una persona por muy miserable que sea, puede arrogarse el derecho de propiedad de sí y de su cuerpo. Pero ante la biotecnología moderna, se nos ha olvidado voltear a ver una vez más a la regulación acerca de las decisiones que podemos tomar sobre nuestro propio cuerpo.

Sin buscar un justificante que compense la falta de estatuto jurídico para el cuerpo, fácilmente nos damos cuenta que la moralidad no se olvida de otorgarle al cuerpo un estatuto moral que lo ubica en una realidad más justa. Al ser el cuerpo la expresión de la psique y del espíritu, se convierte también en la expresión de la acción valorable en toda la dimensión axiológica del ser humano. El cuerpo en sí mismo mantiene una dignidad ontológica inamovible, pero lo que se haga con él, le dará al ser humano su valor axiológico cambiante, por lo que el cuerpo es en potencia el instrumento de dignificación antropológica de su ser.

Ahora bien, si el cuerpo es en potencia el instrumento de dignificación antropológica de su ser, ¿cómo puede desarrollar esa potencia o perderla? El cuerpo al ser la parte material donde está contenida la vida con sus motivaciones psicológicas y espirituales, lo ponemos en acción dentro de una sociedad que manifiesta su ser y su sentido a través de masas humanas que también es expresadas por la individualidad corporal de cada persona integrante de esta sociedad. El fenómeno social crea estilos de vida, ideas sobre ella, propuestas para vivirla, y es aquí donde se potencializa la capacidad de ser instrumento de dignificación plenamente humana, o instrumento de banalidad axiológica, es en la sociedad en donde nacen ideas en las que se llega a pensar que la imagen del cuerpo vale más que la imagen del ser humano en su integridad antropológica. Estos pensamientos sin equilibrio humanista, pero también sin puritanismos y sin hedonismos llevan en sí mismos una confusión en la más vacía de las apreciaciones corporales. No alejan al cuerpo del dolor pero tampoco lo acercan a un Dios, más bien lo torturan para adornarlo buscando luego adorarlo. Se cree que adornarlo

grotescamente es ensalzarlo. Lo tatúan hasta reducirlo a cartel publicitario o a un lienzo de un arte pictórico cuyo dueño quiere gritar su sentimiento y sólo logra enmudecer tras su disfraz la expresión natural de su esencia. Pero es también las sociedad la que, de la misma forma, impulsa a los seres humanos a darle un sentido a la vida más profundo y trascendente. Por lo que es cada persona con su espíritu humano el que decidirá que potencial le da a su cuerpo, para llevar a todo su humanismo al fin que busca.

Pedro Urrutia Albisua