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El asesinato de la niña por Esteban Aguetti
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a mirada vacía de aquellos ojos muertos parecían buscar algún consuelo en el rostro cubierto de transpiración del comisario Guzmán, y él, sentía que no tenía respuestas para ofrecer sosiego a aquella alma desvanecida. Su carrera de policía se había convertido en un suplicio ni bien había empezado. A sus espaldas estaban los oficiales, todos hombres de más de treinta años que llevaban por lo menos 2
diez en el cuerpo. Y en torno a la siniestra escena, una muchedumbre curiosa y ávida de morbosos detalles que juzgaba cada movimiento. Y en medio, el sargento, de apenas veintidós años, acomodado en un alto cargo gracias a las influencias políticas de su padre. Y él transpiraba copiosamente un sudor frío que le cubría la frente y los pómulos mientras observaba de arriba abajo el cuerpo inerte, pequeño y grotesco de una niña de trece años que yacía tirada en plena vereda
a mitad de la madru- alejado. gada. Guzmán se puso en El comisario se aga- pie, hastiado, ya de chó y llevó su dedo mal humor. Se dio la índice hasta el pro- vuelta y ordenó a los fundo y oscuro hue- agentes que disperco que se abría como saran al gentío. Éstos un ojo en medio del miraron desafiantes pecho de la niña. Tal al joven comisario. como temía, no había Temió que fueran a ni rastro de sangre, desafiar sus órdenes, como todo el resto pero finalmente los del pálido y arrugado agentes empezaron a cuerpo. Sólo una es- mandar a dormir a la pesa baba transparen- muchedumbre. te recubría los bordes de la herida. La La cabeza del sarmisma escena que en gento se perdía en los siete últimos ase- una brumas intentansinatos. Pero éste era do armar las piezas rompecabezas diferente. Las vícti- del mas anteriores habían y algo, ahí donde la sido todas políticos gente se retiraba a reimportantes y habían gañadientes, insistía sido asesinados a la en impedirle concenvera de algún camino trarse en aquello que 3
respuesta, y la obtendría esta noche, de un Alzó la vista por en- modo u otro. cima de los hombros de dos oficiales que ─Tengo que hablar se aprestaban a usar con el comisario ─inla violencia contra al- sistía Elal, con voz guien que se resistía a cada vez más desesirse. El comisario oyó perada─ ¡Por favor, su nombre pronun- es sobre los asesinaciado varias veces y tos! cada vez más alto y se acercó a ver de qué En ese mismo momento, una mano se trataba. apareció en el hombro del policía que apretaba fuertemenEl machi te el brazo de Elal. El agente se volvió Los policías se prey se encontró con el paraban para darle rostro del comisario. una golpiza, y Elal ya Inmediatamente los la sentía venir. Pero dos policías se aparno podía dejarlo ahí. taron y, con miradas Había viajado mucho hostiles, se alejaron para llegar hasta ahí, a la orden de seguir para encontrar una lo atormentaba.
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dispersando a la mul- ma. Creo que tengo titud de curiosos que información que le se agolpaban en torno puede ser útil. al cadáver. El oficial miraba de ─ ¿Qué sabe usted arriba abajo al machi, de los asesinatos? que iba vestido con ─inquirió comisario una levita pasada de con una mirada se- moda, unos pantalovera y una postura de nes raídos y una vinautoridad que entre cha que ceñía su largo ambos no llegaban y oscuro cabello y de a convencer ni a un la que pendían inconniño. Pero Elal adop- tables moneditas de tó una postura de su- plata. Su mirada sólo misión y respeto fren- guardaba una incredulidad hostil hacia te al oficial. quien consideraba ─Soy Elal, soy un que no era más que machi y vengo por- un chamán bruto. que en mi comunidad ─Esta vez no fue un fue asesinado el lonco por una criatura político ─dijo el comaligna, y nos ente- misario soltando un ramos de que algunos suspiro─. Fue la hija de sus líderes murie- de un empresario loron de la misma for- cal, don Müller. Ten5
go que ir a darle la abajo. noticia. La mujer que ve─Fue asesinada con nía gritando llegó y un hueco en el pecho se dejó caer en los ─se apuró a decir el brazos de uno de los machi para evitar que policías. Agitada, el comisario se aleja- empezó a balbucear ra─. No hay sangre palabras agolpadas e en ninguna parte pero ininteligibles. la víctima está totalmente desangrada y Guzmán se acercó una baba cubre la he- y el machi lo siguió de cerca. Entonces el rida. policía que agarraba a El oficial quedó ob- la mujer y trataba de viamente turbado calmarlo miró al coante el conocimien- misario con los ojos to preciso que había muy abiertos y dijo: demostrado el machi ─Dice que don Müy se disponía a decir ller está muerto y que algo cuando de pronhay un monstruo en la to un gritó agudo de casa. mujer cortó la noche como un sable. Vie- Inmediatamente el ron que una mujer sargento sacó la pisvenía corriendo calle tola y la amartilló. 6
─Llevala al destacamento ─ordenó el comisario─. Ustedes vengan conmigo. Todos corrieron hasta la casa, que estaba a sólo dos cuadras. Al llegar, la puerta estaba abierta de par en par. El comisario ordenó a sus hombres que rodearan el lugar y entró con dos más. Elal los siguió de cerca y atravesaron un recibidor revuelto. Las puertas al otro lado, que daban a un zaguán, estaban también abiertas. El comisario envió a los dos oficiales a que recorrieran la casa. El machi y el comisario salieron al za-
guán y de inmediato se encontraron con un cuerpo inerte que pendía por el cuello de una soga atada a una de las vigas del techo. Escuchó que el sargento musitaba “don Müller”. El machi se acercó de inmediato hasta el cuerpo. Junto al banquito tirado en el piso, vio un pequeño hueso, una falange humana. Se agachó y la alzó. Una terrible aura de maldad le golpeó el rostro como un ventarrón caliente. Un ruido en la distancia llamó su atención y vio que el zaguán daba a un patio y al fondo de éste había un establo. En la puerta del establo se asomó 7
una figura alta, delgada y con sombrero de copa. Dos destellos rojos brillaron de pronto en el rostro de aquella figura oscura y el corazón del machi dio un vuelco. ─ ¡Es un huitranalhue! ─gritó de pronto Elal y el comisario pareció darse cuenta por primera vez de la presencia del machi─ ¡No lo mire! ¡Vamos! Corrió hacia el recibidor y en el camino tironeó al oficial para que lo siguiera. Atravesaron la sala y en la calle se encontraron con los cadáveres de los policías.
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Continuará…
El niño y el sur Por Emilio Black
El que andubo entre sombras
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rase una vez, en una tierra largamente olvidada, un niño, que vivía en el ignoto tiempo de los enigmáticos druidas y los alegres paganos. Su única familia, era un perro enorme y gris, llamado Sur. Ambos se conocían de hace mucho tiempo, de hecho, Sur había cuidado del niño desde su juventud de encías vacías y ahora que él había crecido,
hacía lo mismo por el perro en su vejez de colmillos gastados. La aldea en la que vivían era pobre, el hambre era un fantasma tan presente que podía olerse y hedía a angustia, a cadáver. Como compitiendo con la hambruna, El Mal de las Ampollas se había llevado a la otra vida a docenas de hombres y mujeres. Los que quedaban, habían comenzado a abandonar el poblado, ora solos o en pequeños grupos. Preferían hacer frente a las vicisitudes de las 9
bastas estepas que rodeaban el lugar a sentarse a observar como su carne se deshacía en la brisa. El niño ya había visto partir a varios conocidos allí sentado en la soledad de su guarida, justo en la copa de un roble desde el cual dominaba la aldea y gran parte de las estepas. Eran cada vez menos los otros niños que jugaban con él. A medida que pasaban los días, cuando uno no se presentaba a jugar bajo el árbol, todos los demás sabían por qué. Uno a uno la hambruna o la plaga los iba reclamando. Un día jugaban todos bajo el centena10
rio roble y al otro la muerte alineaba sus cuerpos escuálidos en las húmedas tumbas del cementerio o los amontonaba en las piras ardientes que propagaban por toda la aldea aquél amargo humo gris. Hacía tiempo que el gran señor de aquellas tierras había vuelto la espalda a las miserables almas de la aldea. Nadie quería hablar de la hambruna de algún lugar ignoto como aquel, nadie quería hablar de la plaga que cubría de ampollas los rostros de los nadie. Cuando ya no quedaba un alma que jugara con él bajo su
gran roble, fue entonces que llegó una de aquellas noches, esas noches etéreas que salen de quién sabe donde y parecen durar días enteros. Los grillos chirriaban tímidos y abajo, los aldeanos se batían a duelo con sueños de un estómago vacío. El humo de las hogueras aquella noche se elevaba recto hacia el cielo apagado, columnas grises inmóviles de fuegos en los que no se asaba pescado ni res, sino cadáveres. Y el niño pensaba, con los ojos fijos en los tablones ajados del techo de su guarida. Pensaba y masticaba una fina hoja
de hierba, algo para engañar al estómago quien con astucia de zorro viejo se negaba a comprar la ilusión de su cena imaginaria. Junto a su estera de paja, Sur pretendía dormir, a veces gruñía por lo bajo, se levantaba a olisquear el aire y volvía a acostarse después de dar un par de vueltas. Casi como un susurro, una voz se abrió paso entre el silencio, justo cuando el niño caía en el profundo hechizo de los Oneiros. “Síguelo...” dijo la voz. “Síguelo...” Y el niño obedeció.
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¿TODAVÍA LO RECUERDAS? por Sofía Bochi
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na oportunidad aquí en este lugar turbado, puedo apreciar de un momento a otro a mi hijo mirando de forma tenue mis ojos. Recorre mi universo, profundamente. Luego, levemente mueve sus manos hacia mis nudillos, apretando con suavidad, continúa viendo mis ojos, veo cómo sus pupilas se dilatan. Sé que trata de entenderme, entender la situación en la que permanecí. Es por eso que no quiere 12
despegar sus ojos de los míos, no lo hace, no se lo permite, ya está muy dentro de mí, muy profundo. No creo que pueda soportar seguir, pero sigue firme, enclavando su mirada, tiene que detenerse, debe detenerse, se lo exijo pero ignora mis palabras. Por favor hijo tienes que parar, hay sitios ahí ajenos a mí que pueden atraparte. Sólo detente. Cierro mis ojos y logro escuchar una voz meliflua. Permanezco unos segundos con la vista bloqueada, sólo
para que no lo intente de nuevo. Un grito extravagante logra hacer que abra mis ojos y puedo alcanzar a verme hundir en la cama de hospital en la que me encontraba. Todo se hace más pequeño, se aleja. Trato de agarrar la mano de mi hijo pero se me resbala, aunque todavía él la sigue agarrando. No logro controlar. Me supera una centésima de segundo después.
pero solo tengo mis recuerdos; ese espejo roto, el edificio en el que fui meticuloso observador, el pensamiento observando en tercera persona, la gente que herí, ese momento de reflexión y sabiduría en el que comprendí mas allá y mi hijo, la parte de mi que está en esa habitación agarrando mis nudillos con fuerza, todavía logró sentir ese apretón, pero poco a poco se desvanece, me voy alejando de allí, despegando mi existencia de esos apretados nudillos.
Me encontraba en un sitio totalmente vacío de contenidos. Solo estaba esa parte de mi que era invisible en esa dimensión, Solo recuerdos fuintento comprender, gaces, como si una 13
tán ahí desde siempre, desde que supuse mi fin, desde ese instante. Todos esos momentos desde que has empezado a percatarte de esta voz no han existido nunca, pero si es así ¿cómo puede ser admisible que residan en estas articuladas palabras? Incluso ¿Cómo es contingente que pueda articularlas? ¿Cómo es que conozco esta forma de transmitir incidentes de los cuáles soy espectador continuamente? Y ¿Cómo puede existir algo aquí, si hay ausencia total? Necesitaba innecesariamente una exPorque hasta donde plicación consciente. logro comprender es- Pronto se me exhibió parte de mi permaneciera atrapada en el lugar en el que me encontraba. Ahora lo comprendo. Todo lo que había pasado, de alguna forma, habían sido pequeños intervalos de recuerdos repitiéndose de forma constante, una y otra vez, infinitamente en la eternidad en la que encuentro, ya no logro asimilar, sólo ser espectador de esta frenética experiencia por la que pasé en todas mis vidas en ese planeta. Incluso ahora dudo de que hayan existido alguna vez, las haya vivido.
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que no necesitaba en absoluto explicación, eso sólo creía deber al momento de masa compacta en el cual me encontraba, ya no me acuerdo cuándo. Ese compuesto de átomos necesitaba razonamiento, explicaciones justificadas de cada interpretación. Pero ya no. Ya no sé lo que se requiere, solo sé que nada alcanzas ni te alcanza. Nada podría descubrir ni olvidar, nada había en la nada. Todas las explicaciones cuando me encontraba conformado por volumen, no servían ni se acercaban al instante de nada en
el que permanecía. Ni siquiera sé si estoy permaneciendo, ya que no hay señales de tiempo alguno, por lo tanto, si es así, nada puede crecer ni morir. Era confuso y obstinado seguir pensando si existía la posibilidad de que no existiera ese pensamiento, me estaba rindiendo ante la posibilidad de no encontrar lo absoluto que tanto habían alardeado en mi aglomerada subsistencia en el mundo en el que fui minúsculo y falaz. Y este es el momento en que cualquier ser que haya habitado en el lugar anteriormente mencionado llegaría al mismo interrogante 15
¿y ahora qué? ¿Qué es lo que llega cuando ya no llega nada? Anteriormente, percibo, no me hubiera imaginado una realidad semejante, quizá ese fue el único error, no prepararme para este peculiar plano, si es que se lo puede llamar así, en realidad ¿Por qué tengo que ponerle un nombre? Como si poder describirla me ayude de alguna forma, aparte de entenderla. De hecho, estas palabras existen en la nada misma. Y ahora, es cuando tú allá te preguntas como puedes percibirlas. Catastrófico para la razón llegar a imaginar algo semejante, 16
porque es técnicamente imposible dicha afirmación. Pero se te olvida que aquí no existe nada de eso, sólo un punto de uno mismo que contiene millones de billones de cosas inservibles en este momento. Para ser un poquito más lógico para ti, es como un átomo en muchos más universos de los que pudimos descubrir en algún momento, ya no sé cuándo. Empiezo a presentir que se han apagado recuerdos alternativamente, no sé cuáles, los siento pero ya no se encuentran aquí conmigo, se encuen-
tran conectados diversamente por todo el conformado de la cosa a la cual soy ignorante.
mentánea algunos y otros siquiera han salido nunca. Pero ese nunca aquí no existe, acá no hay tiempo, no hay nada.
Pero ese poquito de ignorancia se va Sólo trato de expliapagando. Ya en este carles un poquito esta momento no recuer- nada indescriptible, do lo que significa, que es prácticamente se que era algo pero imposible llegado el ya no tiene sentido. punto del estado de El infinito universo masa en el que te ende universos no se cuentras. No creo que compara siquiera un logres entender en alpoco al estado en que gún momento, pero me encuentro en este recuerda que aquí momento, existe sólo no existe nada, ni siuna cosa y millones quiera mi creencia. de billones más, pero Ya no sé si pueda setodos en ese estado, guir explicando esta en el mismo frene- nada de infinitos unisí de nada, están ahí, versos del ya no me se encuentran es este acuerdo qué. Puelugar de forma mo- do calcular con este 17
consumido de infor- cuerdo, solo percibo maciones que dentro que se ha ido algo de poco ya no que- constantemente, fudará nada. Me con- gaz, leve. Sólo queda vertiré en esta nada. este sonido y milloPero si recuerdas, nes de billones más. aquí no existe tiem- Sólo queda nada, si po, no existe nada. aún lo recuerdas, reY me surge un con- cuerda. flicto de ya pequeñas Un momento, coinformaciones recomenzó a aparecer lectadas; si aquí no algo, no sé dónde, existe tiempo ¿Cómo sólo se va conformanse puede desgastar do alrededor mientras este pensamiento el va radiando una cecual solía tener en lestial conglomerasu totalidad ya no ción peculiar. Sigue me acuerdo cuándo? su rumbo de forma ¿Cómo puede haber perfecta y anormal. nada? Si estoy aquí Cada vez que avany billones de milloza en ese peculiar nes de cosas más. movimiento gira en Era una clase totalequilibrada propormente diferente de ción una y otra vez, nada. Si aún lo rea la medida exacta. cuerdas, yo ya no re18
Todos se yuxtaponen, giran de la misma forma del extremo que continúa avanzando. No te confundas, no nos domina ni controla, somos parte de eso cuyo extremo está llegando al inicio. Dos lados se arriman y forma una especie de óvalo mientras se estira infinitamente, lleva toda su conformación consigo y ¿Todavía lo recuerdas?
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Destino inexorable por Marisel Funes
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levaban varios días acampando en esa tierra hostil. El suelo rocoso y árido solo cambiaba tras la polvareda que desataban los vientos rebeldes. Aguardaban al enemigo desde dos lunas atrás. El agua que traían se estaba agotando, así como también las provisiones; y cazar no era una opción, dado que los pocos moradores del campo de batalla eran escorpiones y escarabajos. A lo mejor un roedor raramente 20
aparecía, pero no era carne suficiente para los soldados cansados. Bajo el sol abrasador el sudor corría por sus rostros y se mezclaba con el polvo siempre presente. La armadura pesaba y agotaba los ya agarrotados músculos incluso antes del combate. Kurman sentía la adrenalina apoderarse de su cuerpo, más por miedo que por emoción. Oyeron un cuerno potente, sabiendo el avance del enemigo, se prepararon para la guerra. Lanzas y espadas fueron endere-
zadas en coordinación cuasi perfecta. Cada hombre tomó su posición. El silencio fue quebrado por las cuerdas de los arcos al tensarse, seguido por el silbido de las saetas al perforar el aire inquieto. Algunas traspasaron la brecha entre escudos y los guerreros caían frente a sus compañeros. El arenisca se teñía de rojo mientras el choque del hierro retumbaba haciendo eco en todo el territorio. El campeón de los enemigos, Miónicus había arrasado con casi toda la primera línea de defensa. Y del segundo batallón no se escuchaba
mucho, Kurman veía una terrible derrota en ciernes y con ella su misma muerte. Lo cierto es que no había sido su decisión unirse a esta batalla pero aun así el destino lo trajo hacia la lid. Por medio palmo no le rebanan el cuello al distraerse viendo rodar la cabeza de un amigo. Cayó de espaldas y rodó sobre piedras hasta salir de su alcance justo en el momento en que la espada rayaba el suelo. Aprovechando esos segundos y que su contrincante ya no poseía yelmo, arrojo polvo a sus ojos y rápidamente se ubicó detrás de él. Y el filo 21
de su puñal desgarró la yugular. Manó un torrente de sangre del cuerpo antes de caer. Pero aún no se hallaba a salvo, el joven guerrero se encomendó nuevamente a su Dios y apretó su puñal de la suerte evadiendo más estocadas de adversarios. Quedaban muy pocos de los suyos, como pensó desde un principio, su pueblo debió aceptar una tregua ya que no podían ganarles; y menos en contra de Miónicus… Le quedaba una última jugada, que sería tal vez su vida o su muerte. Tras un tajo superficial en su lateral, que apenas atravesó la 22
cota de mallas, giró y cayó de bruces gritando sobre otros cuerpos. E imploró con todas sus fuerzas que lo diesen por muerto, ya estaba exhausto, si seguía luchando moriría de todas formas. Así es como sintió que alguien lo movía para saber si reaccionaba y él fingió ser un despojo, un cadáver. Algo atravesó su armadura, con la fortuna de dar en el blanco al pequeño libro que tenía oculto en su cintura. Quizás el arma de ese soldado estaría lo suficientemente manchada en sangre como para notar que ningún líquido salía
del cuerpo. Lo cierto es que las voces y las luchas comenzaron a escucharse más lejos… hasta que al fin llegó el silencio. Por breves segundos el campo de batalla se convirtió en un cementerio, tanto por muertos como por la falta de sonido, más imperioso aún que el mismísimo estruendo de la contienda. La brisa polvorienta traía consigo el lamento de la muerte y el olor pútrido de sangre y sudor al sol. Más allá comenzaron los vítores por la victoria, la mayoría hacia Miónicus por obviedad. Se los oyó marcharse hacia el río Zucnios a
beber y darse un merecido refresco tras semejante escaramuza. Si bien no fue demasiado larga, había mucho en juego y bastantes bajas en su propio ejército. Los pasos cansados se arrastraron lo suficiente como para que Kurman reaccionara con rapidez, el tiempo del que disponía era efímero, en cualquier momento enviarían a un vigía cuidar de su botín y él debería escapar antes de que eso ocurriese. Con un terrible calambre se enderezó y corrió como pudo hasta una saliente rocosa para ocultarse. Algunas heridas san23
graban pero no eran la prioridad del momento, así es que continuó avanzando lo que las fuerzas le permitieron hasta lo que parecía una gran piedra de barro. Allí descubrió la abertura hacia una caverna, y dadas sus posibilidades de huir en el territorio sin comida ni agua y herido decidió entrar y esconderse de sus enemigos. Mientras más adentro más oscuro y menos veía. Hasta que llegó a un punto en que estaba a ciegas tanteando la piedra resbaladiza. Tardó bastante tiempo en notar eso, pero cuando lo hizo derivó su pensamien24
to en la siguiente lógica: si está resbaloso debe haber moho, y si es así, también tiene que haber agua en las proximidades. Mientras avanzaba pensaba en sus compañeros caídos, sus familias esperándolos en vano y él, el único que aún vivía no tenía a donde volver. Poco a poco comenzó a divisar una extraña luminosidad algo verdosa y a oír el correr de algún riachuelo subterráneo. Pese a la emoción, caminaba lento para no despertar a lo que sea viviese ahí dentro, si bien no los veía, escuchaba sus movimientos y siseos cercanos. La verdad
que la idea le aterraba así que intentaba desviar el pensamiento de su mente. Varios pasos hacia adelante se encontró con una maravilla impresionante. Algo que alguna vez de niño escuchó en las leyendas y que se creía totalmente inventado. Bajo la luz tenue de unas setas de amplia cabeza se observaba un islote atiborrado de oro, piedras preciosas y joyas. Las plantas crecidas hacían brillar aún más el tesoro con su fosforescencia antinatural. Alrededor un arroyo tranquilo circulaba. Kurman no podía creer en lo que veía y a riesgo
de que fuese su imaginación se enjuagó el rostro. Probó el agua y su sabor era bueno. Bebió hasta casi ahogarse y se echó contra la piedra a lavarse las heridas. Se desarmó, cortó lo que quedaba de su armadura de cuero para sacársela, y con la sobrevesta armó vendajes y torniquetes para los cortes. Ligero se durmió ahí mismo. Horas más tarde, jamás supo cuántas exactamente, dado que no había ningún espacio que diera al exterior; despertó y se convenció de que todo era real. Pero para sobrevivir debía salir de allí. Se sacu25
dió los escarabajos y otros bichos rastreros que tenía encima e inspeccionó el otro extremo de la cueva. Muchos pasos hacia adelante una luz se filtraba por donde el agua escapaba. Había dos opciones: volver por el mismo camino y arriesgarse a que los soldados aún continúen saqueando o quemando cuerpos y lo matasen, o lanzarse a la corriente y dejar a la suerte el deparar de su vida. Regresó al espacio iluminado e improvisó un morral rústico con el resto de la sobrevesta y de su capa raída, no cabría mucho dentro pero esta26
ría seguro sin pesar demasiado. Lo llenó con su puñal, algunas joyas, oro y piedras. Lo suficiente como para empezar de nuevo. Dejó todo lo demás: cota de malla, yelmo, y espada. No podría cargar tanto si la corriente lo arrastraba al fondo. Caminó hacia el último extremo de piedra y se sumergió. La bolsa le pesaba un poco pero era soportable y podía flotar. Al principio el agua corría pausadamente y el techo pétreo se expandía. Un rato después el riachuelo lo llevaba con violencia contra paredes y rocas golpeándolo en varias
extremidades. A veces llegaba a tomar una exigua bocanada de aire antes de que se hundiera por la misma fuerza del agua que lo sacudía como un trapo viejo. Cuando por fin entre bocanadas observó el sol radiante en un cielo totalmente celeste… la caverna se abría al vacío. Cayó por una cascada y con mucho esfuerzo y dolor luchó hacia la superficie. Hacia un costado castores habían construído el inicio de un nido, Kurman se aferró a los troncos que pudo de un manotazo; estos se desprendieron. Flotó con medio cuerpo
bajo el agua a la deriva casi todo ese día, hasta que el río se volvió manso y los troncos se trancaron en barro. El joven se despabiló un poco de su sopor y gateó hacia la orilla embarrándose íntegro… Recordó el tesoro y sintió terror por haberlo perdido. Pero el nudo de la bolsa estaba intacto. Respiró hondo y se tranquilizó de nuevo. Revisó el terreno que lo rodeaba, árboles, tierra húmeda y la entrada a una ciudad que no conocía. Decidió probar fortuna, no sabía lo que el destino le deparaba, pero si había llegado vivo hasta 27
allí, vivo debía guir.
se-
El viejo cerró el libro, miró ese cúmulo de ojos curiosos y dijo: “y el resto es otra historia.” Ante las quejas de sus nietos, les prometió contarles el resto al día siguiente si se iban a dormir. Y cuando todos se hubieron despedido… Tomó un puñal obsoleto de su vitrina y sonrió.
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La batalla de los cuervos del norte por Roque Merchán
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a hoja atraviesa el torso del guerrero, la sangre se derrama desde ambos lados del cuerpo. Una patada aleja la figura humana y el acero se desprende dejando un destello rojo carmesí que tiñe la boira helada de la noche. A metros del cuerpo inerte, una pierna del tamaño de una pata de oso hace crujir los huesos del pecho de otro guerrero caído mientras el hacha se aleja violentamente de su frente. Poco
a poco van cayendo como agua de lluvia más y más cuerpos sin vida de los nativos de la región de Vinlandia. Los guerreros escandinavos saborean la masacre entretanto centenares de skræligns, como los pueblos nórdicos denominan a los habitantes salvajes, decoran los pastizales y el campo. Una voz grave y poderosa ruge como un trueno. Su séquito vikingo se aproxima a él: una figura gigante de cabellera y barba rubias como el Sol y largas como el océano. Es 29
Mogens, el Gran Oso, bestial y aterrador como úrsido rabioso y feroz. ─¡Recuerden que estamos aquí para vengar a nuestros hermanos caídos a mano de estos salvajes! ¡Hermanos muertos que no son de la estirpe guerrera sino exploradores como Thorvaldr Eriksson, hermano de Leif Erikson, hijos de mi hermano y amigo Erik el Rojo! Navegamos semanas hasta llegar aquí y nos iremos cuando todos hayan sucumbido y podamos despedir a nuestros camaradas ─brama el líder. 30
Erland, avezado en el arte de las runas y poderes místicos advierte un tropel de skræligns avanzando de norte a sur, más allá de las aguas circundantes de Marklandia. Sin pensarlo mucho informa a su líder de la horda, la cual llegaría a donde se encuentran ellos para el amanecer, dentro de ocho horas. Mogens, ni bien se hace eco del avance de la horda enemiga, ordena a sus guerreros abordar su navío para luego zarpar hacia el norte, hacia la tierra de Helluland con el fin emboscar a los insidiosos lugareños.
─¡Peleamos con Thor a nuestro lado, nosotros, guerreros del Estandarte del Cuervo! ¡Odín nos guarece! ¡Y si caemos, honrosos iremos con Brunhilda al Valhalla! ─gruñe altivo Mogens mientras desembarca, horas más tarde, de su colosal snekke junto a su iracunda escolta nórdica. La vela del navío flamea y el emblema del cuervo pintado parece aletear por el viento y crascitar por el estruendo de la marcha de los vikingos. Los habitantes de esas tierras son atacados por sorpresa. Un 31
hacha corta el aire al ser arrojada y atraviesa el pecho del rival. Una sangrienta batalla se desata. El fluido rojo salpica el rostro del guerrero que aseste primero el golpe mortal, tiñe el suelo y brota a borbotones de las heridas profundas o de las extremidades faltantes. El cruento combate deja víctimas en ambos lados. Sin embargo, aquellos skrælings muertos comienzan a levantarse, con más fiereza y brutalidad. No hay ataque nórdico que pueda hacer sucumbir a los muertos vivientes sin que estos 32
no dejen de alzarse una y otra vez. La lid se torna a favor de los draugar o no muertos. Mogens, entonces, solicita a Einarr que suene su cuerno, el gjallarhorn. En el navío quedan aún cuatro guardias que al escuchar el clamor del gjallarhorn abren cuatro jaulas. De esas prisiones de metal salen para unirse al combate cuatro berserkers: Hrafn, Ulf, Torger y Agmundr. Erland, mediante un hechizo con runas, libera a las cuatro bestias escondidas dentro de los berserkers,
entonces la contienda de pie. Por otro lado, vuelve a emparejarse. los berserkers caen A lo lejos, un cha- desvanecidos al no mán o angakkuq uti- ser controlados por liza sus artes mágicas el poder de las runas para volver a revivir a de Erland. La pelea los skrælings muertos concluye para ambos cada vez más pode- lados. rosos pero Erland logra verlo. Con fuerza imparable el vikingo arroja su espada atravesándole el pecho y dándole una muerte segura. Con su último aliento, el chamán pronuncia un conjuro en lengua ininteligible. Su cetro brilla haciendo arder a Erland hasta las cenizas. Los ojos del angakkuq se vuelven blancos y su piel se quebraja, así es pues que ya ningún muerto se pone
De los pocos sobrevivientes, los guerreros de la estirpe del Cuervo llevan los cuerpos de sus camaradas al barco mientras que los nativos se adentran a las gélidas arboledas. Camino al navío, varios combatientes nórdicos divisan la silueta de un caballo de los infiernos, el Helhesten. El miedo los inunda al concebir aquel avistaje, tomándolo como 33
un mal presagio. Una vez a bordo del snekke, los sobrevivientes navegan rumbo a sus hogares. Poco a poco los cadáveres despiertan como draugar y atacan a sus antiguos camaradas. La maldición del chaman se cumple y el navío jamás vuelve a destino.
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