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Chellinos centenarios Salvador Costa Gómez

Natalia Talón Madrid

Esta entrevista se realizó el 23 de octubre de 2022. 7 días después, Salvador Costa falleció. Sirvan estas palabras como homenaje póstumo a una larga vida de trabajo sin descanso, pero rodeado de una gran familia y mucho amor.

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Salvador Costa Gómez nació hace la friolera de 100 años: el 15 de septiembre de 1922. España estaba inmersa en la guerra del Rif, Pío XI era proclamado Papa, en Egipto se descubría la tumba de Tutankamón y en enero de ese mismo año se administró la primera inyección de insulina. El padre de Salvador había sido peluquero, pero con el tiempo y ya casado, su esposa y él decidieron abrir una tienda de ultramarinos; la tienda de la tía Adriana y del tío Salvador que regentaron hasta su jubilación. La tienda estaba situada en la calle Joaquín Navarro que posteriormente se convertiría en la actual calle Higueral.

Salvador iba al colegio que entonces se encontraba en la calle Santo Domingo número 7. El edificiofue una donación de Joaquín Navarro al ayuntamiento de Chella que lo transformó en colegio. La escuela era mixta pero la enseñanza se impartía por separado. Los maestros tenían sus propias dependencias en el colegio. A Salvador le gustaba mucho jugar a raspall de pequeño y sobre todo al fútbol del que sigue siendo un gran aficionad, sobre todo del Valencia CF.

A los 13 años tuvo que dejar de estudiar para colaborar en la economía familiar. Su hermano Benjamín al ser más pequeño pudo continuar estudiando y se convirtió en abogado años más tarde.

Su hermana Zoraida estaba muy mimada y sus padres le compraron un piano, aquello fue todo un acontecimiento en Chella.

Salvador se libró de la guerra civil por los pelos. Cuando finalió la contienda él tenía 17 años. Su padre sí que estuvo durante un año en el frente pero volvió ileso de la guerra.

A finaes de los años cuarenta Salvador y sus amigos Blai y Bogues se hicieron cargo del cine y teatro El Cid. Entre semana la entrada costaba una peseta y era gratis para las mujeres, el finde semana el precio era de dos pesetas para todo el mundo. El local era propiedad de la tía Heredia, la tía María y la tía Petra.

Salvador dice que el invento que más le impactó siendo joven fue la radio. Su familia tuvo una radiogramola y a veces hacían fiesas en su casa con los amigos, bailaban y escuchaban música.

Salvador y Pepita se casaron en 1956, fruto de esa unión nacieron sus hijos Savador y María José.

En 1962 fue festero. El suyo fue el último año en que las fiesas las organizaban cuadrillas de amigos de diferentes edades. Su festera era muy jovencita, una chellina llamada Pilar Insa Conca. La presentación tuvo lugar en la pista Alegría de la Huerta, en la calle doña Liduvina, el local de Charrón que servía de cine de verano y de pista de baile.

La reina de las fiesas se llamaba Priscila, vivía en Navarrés y su padre era el dueño de los autobuses Granero. En noviembre de 1962 emigró a Alemania porque tenía conocidos instalados allí. Primero trabajó cargando maletas y equipajes en la estación de trenes, más tarde entró en la fábrica de televisores Telefunken.

Cuando volvió a Chella siguió haciéndose cargo de la tienda que había sido de sus padres junto a su esposa Pepita.

En 1965 Salvador y Pepita iniciaron una nueva aventura, se trasladaron a Valencia y regentaron el bar Levante hasta el año 1988. Tuvieron que trabajar muchísimo. Dice Salvador que los 10 primeros años no descansaron ningún día de la semana ni cogieron vacaciones. Gracias a su esfuerzo pudieron comprarse un coche, un piso y pagar el traspaso del local. Estuvo cuatro años sin venir a Chella. Después empezó a cerrar un día a la semana y a disfrutar de un mes de vacaciones al año.

En 1977 murió su mujer y Salvador estuvo viudo durante cinco años, tiempos que recuerda con gran pesar, dice que fueron los más tristes de su vida.

En 1982 contrajo matrimonio en segundas nupcias con Adelaida Talón Granero que también era viuda y madre de Vicente, Maria Ángeles y Alberto. Ambos siguen felizmente casados.

En 1988 Salvador se jubiló y volvió a su pueblo, donde reside desde entonces en la calle San Roque, número 31. Salvador es un hombre de buen carácter muy querido por sus familiares y amigos. De trato fácil y buen conversador, no se arrepiente de nada y considera que ha tenido una buena vida y ha sido muy feliz a lo largo de toda su existencia. �

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