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Representaciones pictรณricas para el Bicentenario
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La Independencia por Henri Stein (1903) Unos años antes, en 1903, Stein quiso acometer un óleo que reconstruyera la jura de la Independencia. Quería lograr una obra documentada. Para eso escribió a Tucumán, al doctor Luis F. Aráoz, hombre cultivador del pasado, y le solicitó datos. Aráoz se los proporcionó en abundancia. Usó las tradiciones de su familia y los recuerdos del anciano abogado tucumano Fernando S. de Zavalía. Intercambiaron sabrosas cartas que publicaría en 1967 el historiador Ricardo CailletBois. Al parecer, Stein envió un boceto, sobre el cual Aráoz iba haciendo correcciones, a la vez que marcaba errores del óleo de Blanqué para no reiterarlas. Le explicaba, por ejemplo, la forma de las sillas y el asiento que tenían. Le advirtió que no había en el salón “arañas ni linternas”, porque las sesiones fueron diurnas. Le dijo que la mesa presidencial debió estar revestida de “damasco carmesí”, como era de uso en esos tiempos. Describió físicamente al congresal Pedro Miguel Aráoz, quien “vestía de levita larga, medias con liga y hebillas de oro, así como en los zapatos”, aunque “seguramente en la sesión del Congreso estuvo vestido de sotana”. Con gran diligencia, Araóz hizo averiguaciones en los conventos de Santo Domingo y de San Francisco, que habían facilitado muebles en 1816. Advirtió a Stein que no colocara capas de abrigo a los congresales, porque ese día fue “sin una nube y muy templado, primaveral”. Le dijo que debía representar a Laprida con la mano en el corazón, actitud que era “de verdad histórica”. Le indicó también detalles del salón y la disposición de las ventanas. Esto aparte de suministrarle numerosos otros datos de gran interés, como que la Independencia se juró a las dos de la tarde. Finalmente, Stein ejecutó su cuadro. Tiene como novedoso que se ven varias sillas, cosa que no ocurre en otras pinturas. En suma, los datos de Aráoz fueron completos y minuciosos. Lo que no sabemos es si quedó contento con la pintura de Stein.
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La Independencia por Léonie Matthis En algún momento de la década de 1920, Léonie Matthis, artista francesa radicada en la Argentina y especializada en la reconstrucción histórica, pintó una curiosa representación de la jura de 1816. Su cuadro no había sido reproducido en libro, lo que lo convertía en desconocido. En 1977, el coleccionista Miguel Alfredo Nougués lo donó –con muchos otros valiosos objetos antiguos al Museo Histórico Provincial “Nicolás Avellaneda”. En su pintura, Léonie Matthis representó el 9 de julio de una manera totalmente distinta. La gran protagonista de la escena es la puerta de entrada al salón, trabajada con todo detalle, incluido el embaldosado de piedra del zaguán. Del recinto, se divisa sólo una mitad. Los congresales aparecen vistos de lejos, como una mancha de levitas y sotanas, manos en alto. Sólo se ve una esquina de la mesa de la presidencia, sin ocupantes. La pintura revela, fuera de duda, un pincel inspirado, que buscó y logró una .representación diferente, sin que le faltase el clima de la famosa declaración.
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La Independencia por Antonio González Moreno En 1941, el diario "La Prensa" llamó a un concurso, para la ilustración histórica de su edición del 9 de julio de ese año. El premiado resultó el pintor Antonio González Moreno (1896-1968) y su acuarela se publicó, impresa en colores y a toda página, como tapa de la segunda sección del diario. Llevaba al pie un pequeño esquema para identificar a los retratados. La ilustración muestra el sector de la presidencia del Soberano Congreso de Tucumán, en el momento en que se proclama la Independencia. Se advierte que el artista se documentó en los retratos existentes, para pintar a 16 de los 29 congresales que estuvieron en la sesión. Las figuras más notorias, de frente y al centro, son el presidente Francisco Narciso de Laprida, el secretario Juan José Paso (encorvado y leyendo el acta) y fray Justo Santa María de Oro. Entre estos dos, mira de frente Mariano Boedo. Desde la izquierda, están José Darragueyra, Pedro Ignacio de Castro Barros y, de espaldas, con uniforme militar y el bicornio en alto, José Ignacio de Gorriti. En el bloque de la derecha, se distingue a Tomás Godoy Cruz, a Tomás Manuel de Anchorena, de perfil, con sombrero y bastón en la mano. En su hombro se apoya Pedro Medrano. Detrás de este, Pedro Ignacio de Rivera y Fray Cayetano Rodríguez. Asidos a los barrotes de la ventana, Eduardo Pérez Bulnes y Mariano Sánchez de Loria. Sobre el ángulo izquierdo, Antonio Sáenz habla con Esteban Agustín Gazcón. El aire triunfal del conjunto respeta los cánones usuales de la pintura histórica argentina. No es la única ilustración que reconstruyó el 9 de julio de 1816; pero sí parece ser la más exitosa, dada la frecuencia con que se la reproduce hasta hoy.
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Peinetones en teatro
6 Peinetones en la calle 2
Peinetones en la calle
7 Mujer llevada por ventarrón
Las caricaturas de Hipólito Bacle César Hipólito Bacle (1794-1838) fue un litógrafo suizo que se radicó en Buenos Aires, con su esposa Adrienne, en noviembre de 1828. Aunque se conocen litografías hechas en Buenos Aires desde 1824, Bacle fue el primero en convertirlas en una actividad artística y comercialmente importante. Su obra más importante es Trages y costumbres de la Provincia de Buenos-Aires, editada por él mismo, en Buenos Aires, en 6 cuadernillos de 6 litografías cada una, entre 1833 y 1835. Coloreadas a mano, las láminas ilustran variados aspectos de la vida de la ciudad y la campiña de Buenos Aires, algunas de ellas con marcado tono caricaturesco, como la serie de los peinetones. Junto con Emeric Vidal, Carlos Pellegrini, Adolphe d’Hastrel and Leon Palliere, es uno de los mejores ilustradores de su época. Desde el punto de vista tecnológico sus ilustraciones permiten conocer algunos de los oficios comunes de la época.
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Iglesia de Santo Domingo
9 Un mendigo
Vista del Cabildo
10 El mercado de Buenos Aires Emeric Essex Vidal Emeric Essex Vidal fue un marino y pintor inglés, que vivió entre 1791 y 1861. Su manía era retratar lo que veía en sus viajes con el mayor realismo posible. Fue el primero en reproducir gauchos, indígenas, y personajes de las calles de la ciudad. Su primera visita de 1816, se realizó dentro de un período de dos años (del 7 de mayo de 1816 al 28 de septiembre de 1818) en los que fue destinado a la flota inglesa en el Atlántico Sur, desempeñándose como contador del buque de S.M.B. “Hyacinth”, fondeado en Brasil, y secretario del almirante de la escuadra. Es en este período en el que realiza la mayor parte de las acuarelas por las que fue reconocido. Las acuarelas realizadas por Vidal en su primer viaje, despertaron en ese entonces interés en Gran Bretaña, donde se publicó en 1820, una libro titulado Picturesque Illustrations of Buenos Ayres and Montevideo(Ilustraciones pintorescas de Buenos Aires y Montevideo), editado por R. Ackermann, que incluye una serie de 22 acuarelas realizadas en Inglaterra a su vuelta, sobre la base de las realizadas en su viaje. En ese libro, el editor escribió en la presentación: ...el autor de este trabajo se contentó con bosquejos, originalmente sin vistas a publicarlos, algunos rasgos característicos que presentaban las ciudades de Buenos Aires y Montevideo, y aquellas singularidades en las costumbres, maneras e indumentarias de las gentes en la forma más sorprendente que se les presentaran durante una residencia de tres años en el país. Estos diseños, cree él, resultarán tanto más aceptables a los interesados, cuanto que, a su conocimiento, ninguna ilustración gráfico de esos lugares había sido, hasta ahora, presentada al público.1 Esas láminas publicadas en 1820, fueron utilizadas varias veces en las décadas siguientes para ilustrar publicaciones relacionadas con el Río de la Plata, pero recién en 1946 Vidal fue considerado como precursor de la pintura argentina, al ser incluido brevemente por José León Pagano en su libro clásico, Historia del Arte Argentino.2