Mi familia Yo, era el hijo de Domingo Belgrano y Perí conocido por Pérez, natural de Onella, y de doña María Josefa Gonzáles Casero, natural también de Buenos Aires. La ocupación de mi padre era comerciante, y como le tocó el tiempo del monopolio, adquirió riquezas para vivir cómodamente, y dar a sus hijos la mejor educación de aquella época. Mi padre, se dedicaba al comercio de la plata, cueros de vaca, lana de vicuña, azúcar, yerba mate, ponchos, tabaco, vinos y otros productos, también practicaba contrabando, además, compraba y vendía esclavos, cosa que yo no estaba nada de acuerdo. Yo tuve 13 hermanos en total, 5 hermanas que todas se casaron con comerciantes, 1 hermano que fue sacerdote, 2 que fueron militares, 3 administradores y 1 comerciante.
Mi infancia Yo, Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano nací en Buenos Aires el 3 de junio de 1770, en mi casa paterna, a metros del Convento de Santo Domingo, donde aprendí a leer y a escribir. Fui bautizado por el sacerdote Juan Baltasar Maciel y Laicosqueta, en la Catedral de Buenos Aires. Mis padres son Don Domingo Belgrano Peri conocido por Pérez, natural de Onella y mi madre Doña María Josefa Gonzáles, natural también de Buenos Aires.
Mi juventud Me llamo: Manuel José Joaquín del corazón de Jesús Belgrano, nací en Buenos Aires el 3 de junio de 1770. Durante mi juventud, fui enviado por mi padre a estudiar Derecho en una universidad española. Regresé a Buenos Aires para desempañarme en el Gobierno colonial y, desde ese momento,
mostré una gran producción por el desarrollo de la economía y la educación.
Mis estudios Mi nombre completo es: Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, aprendí a leer y escribir en el convento de Santo Domingo, estudié en el Colegio de San Carlos, y luego en 1786, me fui con mi hermano Francisco a España, ingrese a la Universidad de Salamanca en la carrera de Derecho. Tres años después, recibí el diploma de Bachiller en Leyes de la Universidad de Valladolid. En 1790 fui designado presidente de la Academia de Derecho Romano, Política Forense y Economía Política de la Universidad de Salamanca. En 1793 me recibí de abogado y en ese mismo año, ya en Buenos Aires, fui designado a los 23 años como primer Secretario del Consulado. Un año después, traducí al Español las Máximas generales del gobierno económico de un reino.
Gala, Ana y Rafa
Belgrano Militar Yo, Manuel Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano nací en Buenos Aires el 3 de Junio de 1770.Estudié en el colegio de San Carlos y luego en las Universidades de Salamanca y Valladolid (España) A fines de 1793 el gobierno encomendó las responsabilidades del consulado a un joven de 23 años que, acababa de recibirse de doctor en Leyes De España: Manuel Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano. Las medidas que tomé favorecieron el comercio de Buenos Aires y es probable que a comienzos del siglo XIX, de haber existido las encuestas de opinión, hubiera obtenido altos porcentajes de imagen positiva. Sin dudas, el cargo me calzaba a la perfección. Sin embargo, las invasiones inglesas torcieron mi destino. Fui nombrado capitán y participé al frente de mis hombres en la Defensa de 1807.Regresé luego a sus actividades de escritorio hasta que en 1810 participe activamente en la semana de Mayo e integré el primer gobierno patrio. Debí calzarme otra vez el uniforme y comandar una expedición para convencer (por las buenas o por la fuerza) a los vecinos paraguayos de que debían plegarse a la revolución porteña. Aquella expedición fue un fracaso desde el punto de vista militar, lo que confirma que aún debía acumular experiencias en tácticas y estrategias. El gran episodio, el más célebre de mi existencia, tendría lugar en Rosario, a orillas del Río Paraná donde me encontraba alistando la defensa contra las incursiones navales de los realistas. Yo armé dos baterías que debían cañonear a cualquier barco enemigo que osara cruzar por allí. Por aquel tiempo, las provincias Unidas del Río de la Plata aún no habían declarado su independencia de la Metrópoli. Por lo tanto, los dos bandos permanecían al Reino de España y utilizaban las mismas insignias. En un acto de gran osadía para el momento político, solicité autorización para que la tropa utilizara una escarapela diferente de la que las tropas realistas usaban. Llego el tiempo del célebre y sacrificado Éxodo Jujeño, la histórica marcha defensiva y la posterior decisión de presentar batalla en las afueras de Tucumán, cuando los propios Tucumanos me apoyaron para que no retrocediera un paso más. El 24 de septiembre de 1812 a las ocho de la mañana, minutos antes de que 1800 patriotas se enfrenten a 3.000 realistas, montaba mi caballo de pelaje rosillo. Con tanta mala suerte, que al sonar el estampido del primer cañonazo, el manso caballo se asustó y yo fui a parar al piso. Los soldados que observaron la escena, paisanos muy supersticiosos, sintieron que era un mal presagio. Sin embargo la fortuna estuvo del lado de los patriotas. Fue entonces que yo alcancé el mayor índice de popularidad de mi vida y confirmé mi estrella cuando repetí el triunfo en Salta, el 20 de febrero de 1813. El ocaso militar de mi comenzó en los reveses de Vilcapugio (1/10/1813) y Ayohuma (14/11/1813) entregué la comandancia del ejercito a José de San Martín y termino arrestado en Luján, mientras en Buenos Aires los juzgaban
por sus derrotas. Reasumí el mando del diezmando ejército del Alto Perú que ya ocupaba un lugar secundario, frente al despliegue del sanmartiniano de los Andes.
La creación de la bandera Yo nací en Buenos Aires el 3 de junio de 1770.En 1812, yo para diferenciar a mis soldados pedí permiso al triunvirato para usar una bandera celeste y blanca. Me lo autorizaron el 18 de febrero, pero no me conformé. El 27 de ese mes creé la bandera celeste y blanca antes de las baterías y artillerías que denomino libertad e independencia. Ese día la hice izar por primera vez en frente del Río Paraná. Los colores fueron elegidos por el cielo, otros sostienen que fueron tomados por el manto de la inmaculada Concepción, la virgen de Lujan. Pero estos colores, tal vez fueron elegidos por que la dinastía de los Borbones (Fernando VII) otorgaba una condecoración importante: la orden de Carlos III; era celeste y blanca, y allí surgió el color del penacho de los patricios y, seguramente, la escarapela. Yo ordené a mis oficiales y soldados jurarles fidelidad a la bandera diciendo: juremos vencer a los enemigos interiores y exteriores y la América del Sur el templo de la independencia y la libertad. En el año 1939 por primera vez se celebro el día de la bandera en Argentina eligiéndose el 20 de Junio, día de la fecha de mi fallecimiento.
Rocco, Tomás, Santiago, Thiago, Julia y SofíaH..
Belgrano y la economía Belgrano no trabaja con unidades “horas hombre” sino atendiendo a las particularidades de una encomia monetaria, donde hay movilidad de capitales entre los países, tipos de cambio y tasas de interés. La teoría monetaria de Belgrano es esclarecedora respecto a la circulación del dinero en tanto facilita el comercio. Tres conceptos acerca de la profundidad de su pensamiento en materia económica: el papel de la demanda en la formación del precio la productividad y cómo y porqué el valor del producto determina el valor económico del factor (trabajo o costo de producción) El comercio resultaba de importancia vital para la agricultura. Sostuvo que el valor de la producción agrícola crece cuando se han removido los obstáculos al comercio. Esos obstáculos consistían en: a) la ignorancia del pueblo; de ahí su insistencia en crear escuelas públicas donde se enseñara matemáticas, castellano, latín, dibujo y las cuestiones prácticas inherentes a la actividad agrícola, mercantil y a la navegación, b) la falta de comunicaciones adecuadas, tanto internas como externas, bregando permanentemente por la construcción de caminos, puentes, muelles, canales, etc.; c) la falta de libertad para comerciar.
El comercio “El comerciante debe tener libertad para comprar donde más le acomode, y es natural que lo haga donde se le proporcione el género más barato para poder reportar más utilidad”. Yo estaba convencido de que era necesario desarrollar más la agricultura haciendo nuevas industrias porque la ganadería concentraba las riquezas en pocas manos. Yo expuse mis ideas monetarias en varios artículos aparecidos en el Correo de Comercio. Ni la agricultura ni el comercio serían, así en ningún caso, suficiente a establecer la felicidad de un pueblo si no entrase a su socorro la oficiosa industria; porque ni todos los individuos de un país son a propósito para desempeñar aquellas dos primeras profesiones, ni ellas pueden sólidamente establecerse, ni presentar ventajas conocidas, si este ramo vivificador no entra a dar valor a las rudas producciones de la una, y materia y pábulo a la perenne rotación del otro: cosas ambas que cuándo se hallan regularmente combinadas no dejarán de acarrear jamás la abundancias y la riqueza al pueblo que las desempeñe felizmente. Las restricciones que el interés político trae al comercio no pueden llamarse dañinas. Esta libertad tan continuamente citada, y tan raramente entendida, consiste sólo en hacer fácil el comercio que permite el interés general de a sociedad bien entendida. Lo demás es una licencia destructiva del mismo comercio.
Belgrano y la educación Yo comencé a difundir mis ideas en las memorias del Consulado, que eran los informes que debí presentar todos los días sobre la actividad desarrollada por la institución. En esas memorias, yo incluí artículos sobre la educación. Me preocupaba como se aburrían los chicos en las escuelas, por culpa de la enseñanza atrasada y repetitiva. Yo proponía que los alumnos aprendieran los conocimientos, no que los repitieran como loros. Yo insistí en que la educación debía ser gratuita y obligatoria y que debía estar a cargo del Estado, para que los habitantes del Virreinato, sin distinción de clases ni sexos, pudieran estudiar y convertirse, con el tiempo, en hombres y mujeres libres. Pero a la corona española no le gustaban nada esas ideas revolucionarias. En 1799, una orden del rey disponía el cierre de la Academia de Dibujo fundada unos meses antes por mí. El texto de la decisión oficial decía que en caso de sobrar dinero debería usarse para socorrer a la Corona y no para la instalación de escuelas. Estaba claro que, para la metrópoli, la función de las autoridades era evitar que los americanos se educaran y tomaran conciencia de su condición de sometidos. La educación del pueblo fue unas de mis principales preocupaciones.
Bianca, Francisco, Lautaro, Joaquín, Valen. Clara y Malena
Mi participación en la semana de Mayo:
Cumplí un rol protagónico en la revolución de Mayo y fui nombrado vocal. En 1816 voy participar activamente en el Congreso de Tucumán. Morí en la pobreza el 20 de Junio de 1820 en Buenos Aires asolado por la guerra civil que llegué a tener ese día tres gobernadores distintos. Ya seriamente enfermo de hidropesía, ésta misma enfermedad me llevó a la muerte el 20 de junio de 1820 llegué a Buenos Aires en plena Anarquía del año XX. Yo participe en la declaración de la independencia y en el momento de discutir la forma de gobierno, me sumé a la mayoría de los diputados que proponían la monarquía. 1820: Visité a mi hija en Tucumán y partí a Buenos Aires. 20 de junio: Muero en mi casa paterna, frente al Convento de Santo Domingo. 25 de mayo: Dejé mi secretaría del consulado. 25 de mayo. Primera junta del gobierno. Fui nombrado vocal, el 22 de Septiembre. Deberé dejar el cargo para asumir el mando de la expedición al Paraguay con el cargo de general en jefe.
PRESIDENTE: Cornelio Saavedra, Potosí, militar y comerciante SECRETARIO: Mariano Moreno, abogado. SECRETARIO: Juan José Paso, abogado. VOCAL: Manuel Belgrano, abogado. VOCAL: Juan José Castelli, abogado. VOCAL: Juan Larrea, España, comerciante. VOCAL: Domingo Matheu, comerciante. VOCAL: Miguel de Azcueña, militar y comerciante. VOCAL: Manuel Alberti, sacerdote.
Belgrano y el periodismo Yo pensaba que mis ideas eran buenas y quise compartirlas con todos. Para difundirlas, en 1801 participe en la creación del primer periódico que se conoció en Buenos Aires, llamado el Telégrafo Mercantil. En mis páginas, yo e Hipólito Vieytes, escribimos artículos que proponían el fomento de la agricultura, la industria y el comercio y resaltábamos el valor de la educación como principal medio de progreso. Yo estaba de acuerdo con las ideas liberales que planteaban la apertura de la economía y la libertad de comercio, pero advertía sobre los peligros que podía traer no ponerle límites a la entrada de productos importados, que lógicamente perjudicarían el desarrollo de la industria local. En la época, las tertulias eran espacios apropiados para mostrar en sociedad las cualidades de las jóvenes casamenteras y para arreglar su matrimonio. El matrimonio de las hijas de las familias de la elite era una cuestión de importancia, ya que de esa manera, se controlaban los destinos de la descendencia. Por eso, en los arreglos matrimoniales el amor era lo de menos. Sólo en algunos casos, se iniciaba una relación amorosa, tal es la historia de Belgrano y María Josefa Ezcurra. En una de las tertulias que frecuentaba, conoció a María Josefa Ezcurra en 1802, cuando él había regresado a Buenos Aires. Era la mayor de la familia Ezcurra. Ella había contraído matrimonio con Juan Esteban Ezcurra, que, disconforme con los ideales de la Revolución de Mayo, regresó a la península ibérica y dirigió sus negocios desde allí. Estuvieron casados durante nueve años; ella quedó en Buenos Aires gozando de las libertades de una viuda sin hijos Luego de la creación de las baterías sobre el río Paraná para impedir el avance de los realistas y de enarbolar por primera vez la bandera de la patria, Belgrano regresó a Buenos Aires. Se encontraron nuevamente y se enamoraron, él tenía algo más de cuarenta años y ella tan sólo veintisiete. Cuando le ordenaron a Belgrano partir hacia el norte para comandar el ejército patriota, el amor hizo que María Josefa lo siguiera por Salta, Tucumán y Jujuy sin temer a los peligros a los que se enfrentaba. Sin embargo, temía a la opinión de los miembros de la sociedad cuando conocieran que ella no respetaba las rigurosas normas éticas de la época ya que, sin estar casada con Manuel Belgrano estaba esperando un hijo de él. En 1812, Belgrano y María Dolores Helguero tuvieron un primer encuentro. Él habría quedado prendado por la hermosura de la joven y le habría prometido
matrimonio. Debido a los trajines de la guerra, debieron distanciarse pero cuando se reencontraron, vivieron un intenso romance. Paulina, Camila, Sofía. C, Mora, Kiara, Santiago R.F