Apollo 11, un viaje a la Luna.
El hombre ha via jado a todos los rincones de la Tierra. Pero su via je m谩s importante fue el que le sac贸 de ella.
El primer hombre en la Luna.
Desde el principio de los tiempos,
el hombre ha mirado a la Luna preguntándose qué era esa bola blanca que gira a nuestro alrededor. Mientras la observaba y pensaba, se le ocurrió la idea de poder llegar hasta ella. Podría ser capaz de alcanzarla? Y así fue como se lanzó a poner, ¡un pie en la Luna!
Realizar un via je destino la Luna, es y era
muy difícil, especialmente, en aquella época en la que los hombres se lo propusieron por primera vez. Había que construir una nave muy potente que escapara de la gravedad de la Tierra, aterrizara en la Luna y permitiera a los astronautas salir de la nave, recoger muestras y regresar a la Tierra. En fin… ¡Misión imposible!
En esos años, únicamente dos países
eran capaces de lograr semejante hazaña, Estados Unidos y la Unión Soviética, que había tomado la delantera en la carrera espacial con la puesta en órbita del primer ser vivo, la perra Laika y; después, con el primer hombre, Yuri Gagarin.
Ante esta situación, el presidente
americano, John F. Kennedy, se guardaba “un as en la manga”. En 1962, anunció que transportaría un hombre a la Luna antes de finalizar la década.
Para ello, destinĂł una gran cantidad de dinero a la NASA, cuyos cientĂficos, ingenieros, astronautas y mĂŠdicos emplearon todas sus fuerzas, traba jo y conocimientos para conseguir hacer realidad las palabras de su presidente.
Los preparativos duraron 7 años.
Durante este tiempo, calcularon la potencia necesaria que debía tener la nave, la distancia que recorrería, el lugar de la Luna donde aterrizaría e incluso las maniobras que debería realizar para conseguirlo. También prepararon los experimentos que llevarían a cabo y seleccionaron un grupo de astronautas para la misión.
Los astronautas
tuvieron que someterse a duros entrenamientos y pruebas médicas como preparación para el via je lunar. Y el 16 de julio de 1969, se fijó la fecha para iniciar la misión Apollo 11, sin duda, una de las misiones más importantes para la historia de la humanidad.
La cuenta atrĂĄs acababa
de comenzar, llenaron la nave de combustible, iniciaron el ordenador de abordo, que tenĂa menos potencia que un telĂŠfono actual
y los tres astronautas elegidos para la misi贸n subieron abordo: el comandante Neil Armstrong y sus ayudantes el coronel Buzz Aldrin y el teniente coronel Michael Collins.
La nube de fuego
desprendida por los motores ocultó la nave a los espectadores, que desde todos los rincones del mundo observaban asombrados el despegue que difundían por televisión. Poco a poco la nave “Saturn V” comenzó a tomar altura y velocidad, alejándose en el cielo de Cabo Cañaveral, lugar de la Tierra desde donde ponían rumbo al espacio, rumbo a la Luna.
Al ver cómo la nave se alejaba en el cielo,
el centro de control de la operación en Houston estalló de alegría. Uno de los momentos más peligrosos de la misión, el despegue de la nave con los tanques llenos de combustible, se había conseguido con éxito aunque pronto volvió la tensa calma. Éste era solo uno de los retos que debían superar, todavía no podían cantar victoria, era demasiado pronto.
Segundos después
del despegue, los tanques vacíos de la primera combustión se desprendieron cayendo al mar. Los segundos tanques, ya estaban en marcha impulsándoles cada vez más rápido y más lejos de la Tierra. Cuando el segundo tanque se vació, dio paso a la tercera fase, alcanzando la nave una gran velocidad.
De repente, los astronautas empezaron
a sentir que flotaban, que ya nada les mantenía fijos a sus asientos. El “Saturn V” había entrado en la órbita de la Tierra, se encontraba en la zona de ingravidez y comenzó a dar vueltas a su alrededor cogiendo una gran velocidad que les permitiría salir disparados hacia la Luna.
Tras verificar los astronautas
su localización, el centro de control les comunicó una nueva orden, tenían que iniciar el segundo momento peligroso de la misión, la inyección trans-lunar.
Entonces, orientaron la nave en la direcci贸n
correcta que les transportar铆a a la Luna. Aceleraron hasta alcanzar los 45.000km/h saliendo de la 贸rbita terrestre, destino la Luna.
Ya sin tanques de gasolina, el módulo
lunar fue perdiendo velocidad poco a poco atraída por la gravedad de la Tierra y, posteriormente, recuperándola atraída por la gravedad de la Luna, lo que les indicaba que ya se encontraban más cerca de su objetivo.