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B USA Ilustraciones: Martha Rich

REVISTA FEMINISTA DE CREACIÓN Y ENSAYO Nº 2. Marzo 2015 Distribución libre y gratuita ISSN 2386-8430


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B USA

REVISTA FEMINISTA DE CREACIÓN Y ENSAYO

BLUSA Nº2 www.revistablusa.com revistablusa@gmail.com Responsables de la edición: Carmen G. de la Cueva y Sara Herrera Peralta Lugar de edición: Sevilla (España) y París (Francia)

Carmen G. de la Cueva es periodista, feminista, editora y poeta. Ha vivido en Alemania, México, Praga y Londres. Dirige la web sobre literatura y feminismo La tribu de Frida: www.latribudefrida.com Dirección y Edición Biografías y Narrativa

Sara Herrera Peralta es poeta y diseñadora gráfica, autora de una decena de poemarios, aficionada al baile flamenco y la fotografía, viajera incansable, no se fía de las personas que nunca sonríen. www.saraherreraperalta.com Dirección, Edición, Diseño y Maquetación Poesía, Traducción, Ilustración y Especial de la casa

Alba González Sanz es licenciada en Filología Hispánica y Máster en Género y Diversidad por la Universidad de Oviedo, donde hace su tesis. Ha publicado los poemarios Apuntes de espera (Torremozas, 2010) y Parentesco (Suburbia, 2012). www.albagonzalezsanz.es Feminismo


Patricia Sánchez es licenciada en Humanidades y doctoranda en Comunicación. En horario de oficina, se dedica a comunicar sobre Europa y un mar sostenible; a tiempo completo, busca la poesía allí por donde va. http://instagram.com/passtiche Fotografía y Música

Cristina Oñoro Otero es licenciada en Filosofía y doctora en Teoría de la Literatura. De niña le encantaba leer e inventar mundos imaginarios y ha tenido la fortuna de poder dedicarse de adulta a ambas pasiones. Actualmente trabaja en la Universidad de Estrasburgo. Relecturas feministas

María Fernanda Ampuero escribe narrativa de ficción y de no ficción. Su obra ha sido traducida al inglés, portugués, alemán, inglés e italiano. Ha publicado Lo que aprendí en la peluquería (2011) y Permiso de Residencia (2013). Prepara un libro de crónicas sobre la crisis española y una novela. Forma parte de antologías de cuentos como Huellas en el mar (Miami, 2014) u Ómnibus (Madrid, 2013). http://www.fronterad.com/?q=blog/2809 Crónica

Agustín Galli es sociólogo por la Universidad de Buenos Aires, Máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Torcuato Di Tella y Máster en Política comparada Mundo Musulmán, por Sciences Po Paris. Residió en Egipto, Siria y el Líbano, y actualmente lo hace en París, donde realiza trabajos de investigación sobre Siria y el Líbano. Oriente

Aloma Rodríguez es licenciada en Filología Hispánica. Ha publicado tres libros: París tres (Xordica, 2007), Jóvenes y guapos (Xodrica, 2010) y Solo si te mueves (Xordica, 2013). www.alomasimpe.com Maternidad


Soy feminista Es muy importante decir estas palabras en voz alta. «Soy feminista.» Si os cuesta hacerlo, incluso con los pies en el suelo, yo me preocuparía. Quizá sea una de las cosas más importantes que una mujer dirá nunca. Caitlin Moran ¿Qué pensarías de nosotras si te sugiriésemos que probases tu propia sangre menstrual? Esa es una de las experiencias que Caitlin Moran nos relata en Cómo ser mujer un descarado manual de supervivencia publicado hace un par de años que intenta derribar algunos de los tópicos que rodean al feminismo. La idea no es suya, la recoge de Germaine Greer, autora de La mujer eunuco. No dudamos de que Moran quiere escandalizar a sus lectoras para luego proponernos algo más sencillo y menos escatológico. ¿Qué? Subirnos a una silla y gritar aquello de SOY FEMINISTA. ¿Lo harías? Nosotras acabamos de hacerlo. BLUSA es nuestro particular grito.


No queremos que se te pase por la cabeza ni un solo segundo la idea de que no deberías hacerlo. Si quieres, puedes no subirte a una silla, pero levántate y dilo en voz alta. Aunque estés en el metro leyéndonos desde tu Smartphone. Levántate y dilo. Y si eres un chico, mejor, hazlo ahora mismo. Lo dice la propia Moran: un hombre feminista debería estar subido a una silla para que nosotras pudiéramos brindar por él con champán. Probablemente es una de las cosas más importantes que cualquier mujer debería decir. Mucho más importante que decir te quiero, incluso mucho más importante que cualquier observación inspirada por la culpa (estoy a dieta o estoy gorda o no me gusto nada). Hay algo que está por encima de todo, el hecho de saberte igual que cualquier hombre. Y como igual, quieres el mismo sueldo, las mismas oportunidades, la misma libertad. Nosotras no pretendemos hacerte sentir culpable, pero si no eres capaz de levantarte y decirte a ti misma que eres feminista, hay algo que va mal. Corren los años 80 y Germaine Greer sale por la televisión diciendo que es feminista. Y usa la palabra liberación y feminismo sin sarcasmo ni peligro. Por entonces, una Caitlin Moran de quince años la ve. Ve que otra mujer habla con orgullo y autoridad en la televisión de feminismo e igualdad con toda la naturalidad del mundo y ella misma se planta en el espejo. Soy feminista, se dice, y la palabra hace que la cabeza le dé vueltas y vueltas de la emoción. Hay algo que Greer y Moran comparten y a lo que aspiramos desde BLUSA, escribir y reflexionar sobre el hecho de ser mujer como los hombres cantan sobre el hecho de ser hombre A TODO VOLUMEN. Venga, no tengas miedo, súbete a la silla, en el feminismo entramos todos.

Carmen G. de la Cueva

Sara Herrera Peralta


Feminismo. Re-visiones

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Relecturas feministas

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Poes铆a

15

Traducci贸n

20

Ilustraci贸n

28

Fotograf铆a. Reveladas

42

Narrativa

52


Crónica. Ella, la crónica

58

Música. Sin arreglos

62

Maternidad. Sermadre hoy

68

Mujeres de Oriente

70

Writing a Woman’s Life. Biografías

77

Especial de la casa. ZAZ

84


A las armas Alba González Sanz

I. Desayuno con periódicos La foto del nuevo Gobierno griego. La foto de Teresa Rodríguez, candidata a la presidencia de Andalucía por Podemos, desnuda en una playa. El robado fotográfico de un beso entre Pablo Iglesias y Tania Sánchez. Los titulares sobre Tania Sánchez. Ridiculizar las palabras de Ada Colau cuando dice feminizar la política. La foto del nuevo Gobierno griego. Se suceden los links, los comentarios, los análisis, pero todo resulta torpemente familiar. Grecia está lejos de consumar un proceso de cambio revolucionario, como lejos también está España de ese momento. Pero, en ambos escenarios mediterráneos, alguien ha prendido la mecha. No me interesa en estas páginas hablar del tipo de cerillas, del alcance posible de la explosión. Me interesa pensar qué sucede tras esa luz primera, cuando la palabra “poder” deja de ser aquello a alcanzar y se convierte en aquello a gestionar. Qué sucede en el proceso, quiénes, por qué, con qué consecuencias, dan rumbo a ese proceso. Blusa · 8

Hay en la memoria de los libros y la carne una foto siempre mal encuadrada, que se deja apartada del álbum principal, que no todo el mundo encuentra, a primera vista, relevante. En esa foto están las francesas que movilizaron París hasta Versalles pidiendo que los precios de los alimentos más básicos no fuesen la razón de la muerte de sus familias. Luego sucedió la revolución, la asamblea, el cierre de los clubes de mujeres, la guillotina a la que dijo derechos de la mujer y de la ciudadana. Están las egipcias que ocuparon Tahrir para después encontrarse con su policía practicándoles pruebas de virginidad. Estarán las Colau, Sánchez, Rodríguez con apellidos griegos, pensando quizás en estas cosas. Estamos sentadas en la mesa de un barlibrería cerca de una playa. Somos proceso. La conversación entremezcla el pequeño juego de tronos de estos días de elecciones municipales, candidaturas de unidad popular, trabajo incansable, Telegram fastidiosamente


activo. Algunas de las mujeres que más quiero y admiro se han echado a la espalda un peso más: pensar el común, trabajar por él. Por ahora, esquivan la fotografía que las desenfocará. Por ahora, aquí, la historia no se ha repetido. Se está repitiendo, no hay duda, no hay más que rozar las páginas de los periódicos que ya manchan, manipulan, desenfocan. Pero por ahora somos proceso. Mujeres en política. Mujeres en los cambios. Mujeres en los frentes. Cae la noche con lluvia persistente y pienso en la humedad de las trincheras. ¿Qué sucede en el proceso de la revolución? Al llegar a casa, antes de dormir, rescato de la estantería un libro que combate el desenfoque contando, precisamente, cómo tuvo lugar en esta tierra: Mi guerra de España, de Mika Etchebéhère1. II. La traición por el miedo a lo posible El período comprendido entre 1931 y 1936 fue de especial importancia para la historia legal de las españolas. Más allá del derecho al voto, consignado en la Constitución republicana, una serie de medidas ayudó a elevar a la categoría de persona a la mitad de la población del país. El divorcio, el matrimonio civil, la investigación de la paternidad, el acceso libre a la educación, la ampliación del mundo profesional, la consolidación de un nuevo modelo de mujer moderna en sintonía con otros países del entorno, la presencia de las mujeres en todo tipo de organizaciones políticas, pensando y haciendo por construir nuevos mundos posibles. La guerra cortó de raíz todo eso pero, paradójicamente, abrió el escenario de la revolución: la posibilidad no ya de restaurar la forma que tuvo en esos años la Segunda República española, sino de trascenderla a través de ideologías de raigambre socialista y anarquista. En un primer momento, antes de la regularización del Ejército republicano bajo un mando único, las organizaciones sindicales y políticas fueron las encargadas de montar columnas, abastecer tropas, preparar la resistencia en las ciudades y plantear al gobierno la necesidad de dar armas al pueblo y de enfrentar convenientemente el ataque recibido. Tampoco es cuestión de estas páginas extenderse en los devenires de ese asunto,

pues a dónde quiero llegar es al proceso, a sus protagonistas. Al papel que las mujeres desempeñaron en esa lucha teniendo en cuenta de dónde se venía. La Segunda República quiso subirlas al tren de la Modernidad dándoles derechos y una nueva presencia en la esfera pública. En los primeros meses de la guerra, no faltaron mujeres en los frentes. Mika Etchebéhère fue una de ellas y fue, durante unos meses cruciales previos a esa unificación del Ejército republicano, capitana de una columna del POUM. Una de las pocas mujeres que, en esos seis años, tuvo mando de tropa. Argentina, casada con Hipólito Etchebéhère, llegó a Europa en 1931 para hacer la revolución pero no pudo ser en Alemania. Con base de operaciones en París, el matrimonio se plantea un viaje a España para recorrer Asturias y analizar lo sucedido tras la Revolución de octubre de 1934 y la fuerte represión que desató el gobierno. Llegan a Madrid en julio de 1936. Sin apenas tener tiempo de instalarse, estalla el conflicto que determinará sus vidas: se ponen a las órdenes de su organización, se van al frente. Hipólito, formado política y militarmente, está al mando de un grupo de hombres en los que Mika también se integra. De miliciana, sin embargo, pasa a tomar el mando. Su esposo muere en un combate intrascendente, en una acción suicida que la deja, por consenso, al frente del grupo. Extranjera, viuda. Mujer, claro. Mi guerra de España es el relato del proceso y lo es desde una perspectiva excepcional, pues como escribía Laura Casielles en una reciente reseña en La Marea “en un relato profunda aunque quizá inintencionadamente feminista, Mika pone en juego la pregunta por las bases de la autoridad, la pregunta por cómo aplicar la coherencia, la pregunta por la razón de la escritura”.

1) Editado por la desaparecida Alikornio en 2003, la traducción española de la autobiografía de Mika Etchebéhère ha sido recientemente publicada por el proyecto social Cambalache (Oviedo, 2014). 9 · Blusa


III. Literatura, identidad nacional y género Su relato combina la narración de la gran política con la vivencia del combatiente. Su mirada, su escritura, se vuelca sobre sí en ese escenario y no teme preguntarse por el sexo en su contexto: Mika Etchebéhère se sabe mujer y es consciente hasta el dolor de lo que eso implica. La imagen de la capitana repartiendo jarabe para la tos en la trinchera, preocupándose de que no falten el café, el tabaco o el alcohol, las comidas calientes para las largas guardias bajo los disparos. El estado de la ropa, la salud, los niños que juegan a la guerra. La capitana que se yergue en el relato y ante sus camaradas como un ser asexuado para así ganarse el respeto y la confianza de los campesinos, mineros y obreros a los que manda. Como en la novela de Almudena Grandes, Inés o la alegría, donde la figura de Pasionaria se explora en esa clave de virgen obrera que la eleva a los altares políticos desposeyéndola de su condición femenina, Mika Etchebéhère explica en realidad la aguda conciencia de ese negarse en parte para poder ser proceso y construir revolución. La mujer desprovista de su sexo puede mandar tropa porque renuncia a parte de sí, se hace madre, imagen política de patria, república o libertad. Mika sabe todo esto y relata el combate contra el espejismo. Hay una causa mayor. Todo eso es necesario. Duraron poco las mujeres en los frentes y están sepultadas bajo imágenes si no desenfocadas, falsamente construidas. Los estereotipos fáciles de putas y monjas de una película como Libertarias, el empeño de la dictadura por desaparecer todo atisbo de mujer libre en el imaginario colectivo español desde 1939. Entre las medidas que toma el gobierno republicano tras los primeros meses del conflicto –y que en ello funciona especularmente como los sublevados– está la de retirar a las mujeres de la primera línea de batalla y mandarlas a la retaguardia a realizar las labores de cuidados, maternales, médicas, que son propias de su sexo. ¿Es que acaso las mujeres no pueden luchar por la revolución, por su patria, por el común con todos sus deberes y derechos? Blusa · 10

Durante varias semanas, hace unos años, alguien puso frente a mí esta pregunta. Mi directora de tesis, la profesora Carmen Alfonso García, imparte una asignatura a la que le robo título para nombrar este epígrafe. En sus clases analiza el papel de las españolas en la construcción del Estado y su imaginario político en distintos momentos históricos. Uno de ellos es la Guerra Civil y se concreta en este debate. Mujeres en el frente. Mujeres en lucha codo a codo por un mundo posible, nuevo, en el que el sexo deja de ser factor de opresión junto con la clase. Pero en ese camino, se las pospone. La mujer no puede luchar por la patria como un hombre, debe hacerlo como mujer. Como se espera de esa categoría inexistente. Asexuadas, maternas. Las heridas, las vendas, las niñas y los niños al exilio en Europa. No el fusil. ¿Casualidad? La respuesta para aquel entonces está en investigaciones como la de mi maestra, en las palabras de Mika Etchebéhère, de sus contemporáneas. Al fin y al cabo, a pesar de esas medidas que dieron a las españolas dignidad política, el propio sistema se imponía forzosamente al progreso. Una vanguardia consciente impulsa el cambio que la sociedad, la estructura, la prensa, torpedea de forma incansable. El país no estaba en su conjunto preparado para que “mujer” fuese otra cosa que las imágenes conocidas. En estado de excepción, puede permitirse que una mujer tome las armas pero Mika evidencia que ni siquiera en una guerra eso es completamente así pues andados unos meses no queda una sola miliciana en el frente. En todo caso, en el proceso o tras la hipótesis de victoria, la participación femenina desaparece de las políticas porque el poder se resitúa para no moverse un centímetro en lo que toca a la mitad de la población que ha de administrarlo o, en realidad, padecerlo. Noche cerrada, de lluvia fina otra vez, tras mi ventana. 139 mensajes sin leer en un Telegram que silencio para no crisparme. A pesar de las icónicas fotos de milicianas que conservamos, de las Trece Rosas, de los relatos


que han llegado de entre el olvido, la mayor parte de ellas, su verdadera participación, el alcance de su presencia en el proceso, pertenece a la sección de fotografías desenfocadas de la historia. Las mujeres no pudieron luchar como mujeres por su patria. ¿Podemos las mujeres, hoy, participar del proceso sin ser pospuestas? ¿Tenemos memoria de las que antes lo intentaron? ¿Sigue siendo necesario vestir traje discreto, no alzar pecho alguno? ¿Se abrirá aquí otro escenario posible? Invoco a Mika antes de dormir para que visite en sueños a las mujeres que quiero y admiro y se han echado a la espalda pensar el común para que las alumbre y susurre que su ejemplo bien puede ser prevención. Que es viejo el cuento de luchar y luchar para que al final la foto sea la del “nuevo” Gobierno griego. Que importa el proceso. Que por ahora, sólo por ahora, aún somos proceso.

Mika Etchebéhère 11 · Blusa


Un regalo para toda la vida Cristina Oñoro Otero

Hace ya algunos años, Elvira Lindo publicó un artículo en El País, irónicamente titulado «Madres perfectas», que desató las iras de muchas mujeres. El pecado que cometía en aquellas polémicas líneas era someter a crítica los discursos, tan en boga en nuestros días, que presionan a las madres de ambos lados del Atlántico para que se entreguen en cuerpo y alma a la crianza de sus criaturas. Frente a la ideología de la «maternidad total», que ella percibía in crescendo en las nuevas generaciones, defendía Lindo a las mujeres reales, humanas, que no viven la maternidad de forma simplista –como una secta en la que hubiera que tomar posiciones irrevocables–, sino como un conjunto de intensas experiencias marcadas la mayoría de las veces por la ambigüedad y las contradicciones. Blusa · 12

«En mi memoria están esos cuentos de Alice Munro en los que aparecen madres que leen incansablemente mientras dan de mamar y a menudo piensan en esa otra vida que se están perdiendo», escribía Elvira Lindo en aquel artículo que corrió como la pólvora y que pronto se convirtió en trending topic en foros sobre lactancia. ¿Mujeres leyendo incansablemente mientras dan de mamar?, pensé yo, rodeada de pijamitas de bebé, mientras una sonrisa iluminaba mi rostro de embarazada de siete meses. Como la mayoría sabrá, en las publicaciones sobre maternidad actuales existen dos modelos de madre antagónicos y enfrentados que se han declarado una guerra sin cuartel. Por un lado, estarían las madres que


conciben la lactancia como una religión y, por otro, las madres que se decantan por los biberones y la libertad que conllevan; de un lado de la trinchera, pelearían las mujeres que dan su vida por sus pequeñuelos y, del otro, las mujeres que están deseando recuperar su vida de antes; madres que sacrifican sus mejores años profesionales en bajas eternas frente a madres que retoman aliviadas su trabajo a las pocas semanas de dar a luz. Nunca me he sentido identificada ni con unas ni con otras. Ni con la leche league ni con las ejecutivas que taconean en la oficina como si nada hubiera ocurrido. Y la razón es muy sencilla: ninguna de esas dos madres antagónicas es real. Se trata de abstracciones idealizadas y estereotipadas que sólo sirven para dividir a las mujeres. En cambio, desde que supe de su existencia, sentí una simpatía inmediata por esas madres que leían incansablemente mientras daban de mamar. A pesar de ser personajes de un cuento, enseguida me parecieron infinitamente más reales y humanas. Pero, ¿qué estarían leyendo las mujeres de los cuentos de Alice Munro?, me preguntaba yo, rodeada de pijamitas, mientras avanzaba en el artículo de Elvira Lindo. ¿A Virginia Woolf, que nunca supo lo que era un bebé? ¿O un poema de Sylvia Plath, que metió la cabeza en el horno con sus hijos en la habitación de al lado? ¿O tal vez uno de esos cuentos de Edith Wharton en los que abundan las madres malignas? ¿O quizás Mujercitas, una novela falazmente infantil en el que los padres son completamente prescindibles? En otras palabras: en el libro que estaba leyendo, ¿la lectora de Munro encontraría madres como ella, atrapadas en sus mismas contradicciones? ¿Se vería reflejada en sus historias? Y, lo que es aún más interesante, ¿darían de mamar las mujeres de esos libros? Quién sabe. En realidad no sabemos casi nada de las mujeres que amamantan ni tampoco de las que leen. Y sabemos todavía menos de las que hacen las dos cosas al mismo tiempo. Los estereotipos se han apoderado de ellas desde la noche de los tiempos, no sólo en las publicaciones y modas actuales. No hay más

que echar un vistazo a la historia del arte para encontrar cientos de ejemplos de mujeres idealizadas que dan de mamar embelesadas, como en los cuadros impresionistas de Renoir. Y lo mismo podríamos decir de las mujeres lectoras. Ahí está también ese libro tan famoso, Las mujeres que leen son peligrosas, donde la idealización y embelesamiento de la letraherida no es menor que en aquellas. A juzgar por tantas imágenes, parece que los hombres han sentido idéntica fascinación por las mujeres que dan de mamar y por las que leen. Pero, que yo sepa, no existen reproducciones en las que encontremos mujeres que hagan las dos cosas a la vez. Mujeres enfrascadas en un libro –y en esa vida que se están perdiendo– con un niño al que aman apasionadamente agarrado a su pecho. Si me gusta tanto esta imagen es porque dibuja a una madre contradictoria, distraída y concentrada al mismo tiempo, en la que vemos multiplicarse las ambigüedades: al leer mientras da de mamar, la madre alimenta, pero también sueña; está cerca de su hijo, pero también transita por tierras remotas; se hace presente con su cuerpo, pero también se aleja con el poder de la imaginación. ¿Acaso una madre no es exactamente eso? ¿Una mezcla paradójica de sueño, alimento, imaginación y deseo? Siempre tan cerca y, sin embargo, eternamente inalcanzable. Además, me parece una imagen poderosa porque sugiere muchas preguntas divertidas e interesantes. ¿Se filtrará en la leche lo que está leyendo la madre? ¿Será ése un conducto eficaz para transmitir metáforas, personajes, realidades inventadas? ¿La sensación de fusión que conlleva el acto físico de amamantar en este caso se prolongará en el acto imaginario en el que están involucrados madre e hijo? ¿Podemos afirmar que están leyendo juntos? 13 · Blusa


Si así fuera –si uno pasara por la leche lo que está leyendo del mismo modo que pasa la nicotina o el alcohol– habría que pensarse muy seriamente lo que una va a leer cuando amamante. En ese caso sí que sería muy peligrosa una mujer leyendo. Si así fuera, la elección de los libros sería entonces tan decisiva como el color del primer pijama. ¿Pero qué digo? Sería infinitamente más importante. ¿Rosa, blanco o azul? parecería una pregunta estúpida frente a la importancia radical de estas otras: ¿Jane Austen o las Brönte? ¿Christine de Pisan o Colette? ¿Simone Weil o Simone de Beauvoir? ¿Virginia Woolf en el minuto uno, a ser posible Al faro, desde el «piel con piel»? Cuando el 14 de febrero de 2013 nació mi hija, yo me llevé al hospital, además de los pijamitas, un novelón de casi mil páginas. Middlemarch, escrito por George Eliot –pseudónimo de Mary Anne Evans– en 1874. Ni la presión de las matronas con aspecto vikingo ni las amenazas veladas de los pediatras tuvieron el poder que tuvo ese libro para motivarme en la difícil tarea que me disponía a emprender. En cuanto llegaba la hora de la toma y me colocaba a mi hija en el pecho, abría instintivamente el libro y me disponía a enfrascarme incansablemente en su lectura. Enseguida volaba de mi realidad, transportada por la imaginación de George Eliot a la Inglaterra victoriana y a las aventuras vividas por Dorothea Brooke, su maravillosa heroína. Mil páginas leídas en lapsos de media hora –quince minutos del pecho derecho y quince del izquierdo– ocho veces al día durante cinco meses. Blusa · 14

Creo que hay pocos momentos de mi vida que se puedan comparar en felicidad y plenitud a las horas que pasé leyendo Middlemarch. Esas horas inolvidables que pasé con mi hija –a la que llamé Leo– mientras leíamos juntas una de las obras maestras de la historia de la literatura. No sé si la leche materna es realmente tan buena e imprescindible para crecer sano como quieren hacernos creer algunos pediatras. Pero de lo que estoy completamente convencida es de que, para el desarrollo de su imaginación, el verdadero regalo será haber recibido a George Eliot desde su primer día de vida.


Teresa Soto Teresa Soto (Oviedo, 1982) es autora de los libros de poemas Un poemario (Rialp, 2008, Premio Adonáis), Erosión en paisaje (Vaso Roto, 2011) y Nudos (Arrebato Libros, Madrid, 2013). Ha vivido en Estados Unidos, Italia, Egipto y Líbano. Actualmente reside en Madrid. Fue incluida en la antología de Antonio Jiménez Morato Poesía en mutación (Alpha Decay, 2011).

La espina dorsal del ave frágil en el cuadro del biólogo mi cuerpo asustado mío vuestro tan lejos de aquí.

Porque eres hilo de oro y tiro de ti pero no te deshago y tiro de mí y te acercas con todas tus distancias la de la geografía, la de la lengua, la del secreto. (poema inédito)

(poema inédito)

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Luci Romero Luci Romero 1980 (Cabra, Córdoba) Mi primer poemario, titulado Autovía del Este (2008), ya ubicada en Valencia, donde, posteriormente inicié la coedición de la colección de plaquettes de poesía ilustrada Flechas de Atalanta, aunando la obra de cinco poetas y el trabajo de un ilustrador. En 2010 recibo el premio La Voz+Joven, y en 2012, publico El Diluvio con ediciones Amargord. Incluida en antologías como la editada por La Bella Varsovia, Sais, diecinueve poetas desde La bella Varsovia. Participo semanalmente en el magazine cultural de radio “Café con vistas” en radio Klara (Valencia), los sábados por la tarde, gestionando la sección de literatura. En la actualidad, desde hace casi dos años y junto a mi socio, gestiono la librería Bartleby en la ciudad de Valencia. www.circuloconcentrico.blogspot.com

La mujer que habla con dos voces [Desdoblar una mujer, hacerla polvo y raíz desprotegida. Sumar días, con la frecuencia con la que lavas tu cuerpo.] Pronombres vacíos. La mujer desdoblada se rinde [me rindo] y no soporta [y no soporto] los desenlaces que llevan al cuerpo como reducto de vigencias. Se rinde [me rindo] y no te llama [y no te llamo] ahora, ni será [seré] piedra. Un sintagma obsoleto. [No me hables de la voz que ruge, ni de los imperios desaparecidos. No, abórdame con cánticos que sepan a la carne de la que me desprendo.] El verbo no te roza. La mujer que habla con dos voces. Asombrada una, silábica otra. (poema inédito)

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El animal salvaje No existe la epopeya. No existe como lo que era -como esa manera de ennoblecer la historia-. ¿Dónde se refugian los héroes de nuestra infancia? Y yo, respondo: - Migran de un estado a otro. O en realidad, se esconde bajo la alfombra. Nos resulta tan fácil pensar dónde hemos estado, aunque todo forma parte de un acuerdo. Algo pactado en nuestras pesadillas. Y me digo a mi misma: - No existe limpieza en el futuro, porque no la hay en la historia que lo alimenta. En el fondo, seguimos siendo una parte de aquel animal salvaje. (poema inédito)

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Carmen Juan Carmen Juan nació en Alicante en 1990. Estudió Humanidades en la Universidad de Alicante y el Grado Profesional de flauta en el Conservatorio “Guitarrista José Tomás”. Fundó y dirigió durante dos años Salitre Revista Cultural. Como narradora ha publicado cuentos en varias antologías. Junto a Anna Roig forma Le mot le plus doux, dúo artístico que une poesía y collage. La pareja publicó [po-co] en 2013. Amar la herida, su primer poemario, obtuvo el VII Premio de Poesía Joven “Pablo García Baena”. www.carmenjuanromero.wordpress.com

I dije volarán mil pájaros se posarán en tu puerta traerán el mensaje nunca la mentira las alas están podridas las alas están cansadas se posarán en tu puerta con un mensaje con una plaga con una infección letal sin vuelo nada sobrevive y las alas están podridas y vendrán a detenerse en tu puerta y de sus picos gastados un lamento marinero II ma ‘s e ‘n cluasag dhuit a ghaineamh ma ‘s e leabaidh dhut an gheamainn bebería de tu corazón la sangre bebería de sus corazones minúsculos el veneno

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III dije se te inundará la casa de aves muertas los huesos de los pájaros suenan a invierno al quebrarse los huesos de los pájaros no guardaban órganos vitales bajo las alas el canto fúnebre bajo las alas la advertencia nunca la mentira [yo habría volado habría navegado me habría arrastrado hasta tu puerta] (poema inédito) He yacido días animales Alejandra Pizarnik

1. He yacido días animales. Etcétera. 2. De modo que cada lunes era la oración. De modo que decía Lunes, Alejandra, lunes. Lunes y tan poca fuerza ni para yacer la fuerza ni para yacer animalando, sabes, con el rugido y con las garras de la defensa despiertas ya antes de las pestañas porque tras la batalla y la herida la bestia se agotó de sangre se agotó de viento se agotó de yacer trescientos treinta y nueve días y yace aun así uno más por si mañana, sabes, por si mañana el bosque, etcétera.

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3. De modo que me rascaba la animalidad de los pezones, de modo que negaba el mamiferismo diciendo Tengo una jaula de aves dentro del pecho. Aves que se están muriendo asfixiadas. Sé que tengo una jaula de aves hecha de hueso y que los pájaros se me mueren. Porque no me picotean la carne desde dentro con furia, porque no se molestan en intentar abrirme la piel para huir en bandada. Han empezado a oler. Los pájaros enfermos huelen pequeño. Tengo el pecho lleno de pájaros encerrados que agonizan sin hacer ruido. No soy madre de mil pájaros: los estoy ahogando. 4. De modo que la tierra sobre la herida, la tierra sobre la bestia que yace. La bestia pensando haber enterrado a su presa sin verse el propio lomo cubierto y alguien sin rostro tendiendo la mano que salva, tendiendo la mano pero desde abajo. 5. He sobrevivido a días yacientes, tiene la bestia manchas de sangre y barro en el costado aún abierto. Alguien bello, sin rostro, se aproxima, primero la mano desde la tierra, luego la boca, luego la lengua lame la herida limpia la herida cuida la herida y quién es si no es víctima y no es verdugo y quién es si no es la bestia y no es la presa, si tiene tierra en las uñas pero es de haber forzado la jaula. Quién si hoy el aire y los pájaros saliendo, etcétera. (poema inédito)

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Dorothea Lasky

Traducción: Berta García Faet Dorothea Lasky nació en 1978 en St. Louis, Missouri (EEUU). Es autora de los poemarios Awe (2007), Black Life (2010), Thunderbird (2012) y Rome (2014). www.dorothealasky.com Berta García Faet nació en 1988 en Valencia (España). Es autora de los poemarios Manojo de abominaciones (2008), Night club para alumnas aplicadas (2009), Introducción a todo (2011) y Fresa y herida (2011). www.bertagarciafaet.com

¿Qué es peor? Qué es peor – un hombre barato o un canalla Qué es peor – un hombre que come dedos o un hombre que no come dedos Qué es peor – la postura del perrito o por detrás No, en serio, qué es peor – su cara o la cara del individuo Quiero decir que qué es peor – conocerte o saberlo después No saber nada Oh Cocodrilo Sólo quiero los ojos Hasta mis ojos ¿Qué es peor? No tenerlos nunca

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Tenerlos sólo en parte ¿Qué es peor? Estar esperando sin fin Estar esperando sin fin Qué es peor – nada o nada Qué es peor Qué es peor que nada Qué es peor No, en serio, qué es peor

Me acuerdo por la mañana Me acuerdo de aquella mañana cuando me dejaste Me acuerdo de que era mediodía cuando nos fuimos Sólo me acuerdo de conducir Y conducir en la semi-oscuridad y tu cara En las sombras naranjas que tu abuelo construyó Y yo en el espejo en la sala del hospital, la del principio En esa silla donde me senté, con ese forro de cuadritos desteñidos Desde ahí llamé a mi amigo Que me dijo que soy una corona funeraria Y quién lo iba a saber qué es lo que hice No le creí pero debí haberle creído Eras tan brutal Nunca estabas húmedo Ahora vienes a mi calle al amanecer y me abrazas Hay cosas que quieres decirme pero no me las dices Hay cosas que quiero decirte pero ya te las dije Hace un año, o dos, o cinco, cuando nos conocimos A veces pensaba que sabías que te amaba Nunca lo supiste Nunca estuvimos Yo morí Tú moriste Eso es todo

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Lila Me siento vacía Como siempre me he sentido Porque en mi vida pasada Me quemaron hasta matarme Porque en esta vida Tú me dijiste que soy una mala poeta Como si a mí me importara la poesía Lo más mínimo Como si no sólo me importara El perrito En su cama Durmiendo por toda la eternidad a mi lado Las lilas florecen En el borde de la madera Camino por las calles rayadas de césped Hasta que llego a un limonero Qué flor más comestible y más en blanco Es la lila Es como si tu cara Estuviera dentro de mí O en ese árbol Rayado de blanco Y dentro de tu corazón Un violeta encendido, un verde encendido Es como si yo te hubiera hecho creer En mí otra vez Es como si tú fueras consciente de que yo soy tu amor verdadero Es como si no fuera necesario que yo fuera consciente En esta vida Todo lo que fuiste para mí Fue esa flor

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Tristeza Me siento De hecho más allá de mí En plan más allá de mí En plan sé mi más allá En plan en serio Acuérdate del sentido del yo El aire alimonado en el profundo verano Acuérdate de la mirada La mirada que no significaba nada Acuérdate de la nada Que significaste para mí Tú con tu pelo castaño No hay nada peor Que una cabeza llena de pelo castaño ¿Qué podría ser peor Que una cabeza Llena de pelo castaño? Preferiría quedarme totalmente sin pelo A ver tu pelo Tan suelto y oscuro y tan brillante

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¿Por qué es triste un ratón? Por qué son tan tristes los ratones, con sus caras lloronas Y por qué me clavan esa esquirla de tristeza Para que los vea Para crear el estado de ánimo de su escabullimiento No lo sé No lo sé Me siento segura cuando no están Cuando están todo es horrible En plan que podría pasar cualquier cosa ¿Sabías que el universo Se desdobla un millón de veces abajo y por debajo De la escala de nuestra existencia? Más de un millón de veces Es asombroso Me hace darme cuenta De lo tonta que soy De lo boba que soy asustándome tanto Aquí hay ratones a nuestra escala Y el universo abajo y por debajo Y por encima Y aviones Y lugares que modifican la escala del cielo Son sólo animales dentro de animales Y ser humano no es nada Es un constructo de nuestra creación Dejando a un lado los constructos, quiero asesinar a todos los ratones Quiero asesinarlos y apagar de un soplido su tristeza Y quiero lanzar sus cuerpos por el aire E impedirles que duren Una tristeza eterna y expuesta del ser Como cuerpos humanos muertos Y la tristeza eterna Del cuerpo que se hace mundo Qué palabra podría transferirle a un ratón Para que supiera cómo no siento Nada. ¿Qué palabras podría decir a una escala nanométrica Para que me oyera? Nada. Serán silencio ¿Qué palabras podría decirle al oscuro macrocosmos Que da vueltas sobre mi cabeza? Nada. Estoy mareada. Estoy mareada dentro de su magnitud Mi cuerpo es tan pequeño que puede que ni siquiera exista

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Frente a todo esto, hablo bajito Frente a todo escribo palabras en alto Coloreo las páginas del libro Que en realidad es la pared Cuando los cuerpos a mi lado tiemblan yo Me asusto Quiénes son los fantasmas A quién amo a pesar del hecho De que nunca le entenderé Tampoco él me entenderá nunca Luces luminosas dan vueltas en algún otro macrocosmos Los seres queridos, que son fantasmas, los seres queridos Mis seres queridos giran en espirales sobre mi cabeza Y estoy tan sola Y estoy tan sola aquí Pensando en la idea de los fantasmas Pensando en la idea de la humanidad, que es una idea cruel La humanidad es una idea cruel pero no triste Las ideas de los animales son tristes, pero sólo porque No son como las mías, y no sé cómo admitirlo Y tener un parche suavecito en el ojo y en el hueso Es un tipo de tristeza de la que nunca te recuperarás Y tener voz es llegar a no tener voz algún día Y eso es horrible Y eso es aún peor que llegar a no tener cuerpo jamás otra vez En vez de estar triste, pienso En la muerte Dormiré con ratones Y haré que me suban por las piernas y las manos Y abriré mis ojos para que encima pongan sus ojos Y abriré mi boca Para que puedan subir y meterse Y hacer un nido Qué inapropiado sería ser un hogar de ratones Tomar su tristeza Y por lo tanto negarla Y cancelar toda mi humanidad Estando ellos en mi interior Y no permitiría que nadie los matara Si me habitaran por dentro Ni siquiera yo. Ni siquiera me dejaría a mí misma matarlos

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Ni a ti No te dejaría llevártelos Con tu tristeza cruel Y ya no sentiría la presión de tener que ser humana Y modificar mi comportamiento de ratón Que es dulce Que sólo desea amar y vivir Y nunca marcharse (poemas traducidos del libro Rome, W.W. Norton & Company, 2014)

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Martha Rich Martha Rich es una artista residente en Filadelfia. Estudi贸 en el Art Center College of Design de Pasadena y ha trabajado para clientes como Rolling Stone, LA Times, LA Weekly, Country Music TV o Euro RSCG. Dibuja, pinta y mezcla ilustraciones con palabras y mensajes. Compagina su obra creativa con clases en distintas Universidades de Arte. www.martharich.com

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Freedom Wigs: Sketchbook Expressionism and Other Personal Things, de Martha Rich (Murphy Design). Disponible online en su p谩gina web: www.martharich.com

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Turistas en un sueño. Nicole Arcuschin Patricia Sánchez

El poema “A pesar de su dolor, otro día” de Anne Carson empieza La niebla del río se dispersa y comienza/sobre las otoñales piedras del molino, avanza con restos de hojas que resplandecen mientras ella se despierta en el otro extremo de la ciudad en un cuarto pequeño y cálido para sentenciar en su último verso Yo, como siempre, ida. Podría ser este intensísimo poema en el que la autora divide su pensamiento entre sus circunstancias y las de de Ella, entre dos espacios: el urbano y el río, una transcripción lírica del trabajo fotográfico de la argentina Nicole Arcuschin. En él, la mirada de la propia fotógrafa se define al desdoblarse en la mujer que retrata y en la naturaleza como contraposición a una ciudad que duele. Blusa · 42


Naturaleza y Mujeres California, Escocia, Formentera, Argentina… Nicole es una viajera en búsqueda de aquellos espacios donde pueda fotografiar una naturaleza pura que, como ella cuenta a Blusa, para ella “es un imán” y no puede encontrar en Buenos Aires, donde vive. Hay dos motivos constantes en el trabajo de Nicole: las mujeres y la naturaleza. “Tengo algo fuerte con las mujeres, lo femenino, y siento una gran fuerza cuando se complementan, siento que van de la mano y se conectan fuertemente haciendo más viva la foto.” Los rostros de las mujeres de Nicole Arcuschin son pozos profundos. Retrata a mujeres de belleza lánguida, con la mirada ausente, perdida hacia lo lejos. A menudo, una parte de sus facciones queda oculta o su contorno queda difuminado como en sfumato. Delante de ellas, se suceden las preguntas inevitablemente: ¿qué temen?, ¿de qué huyen?, ¿cuál es la razón de su indolencia?, ¿qué hecho inexplicable, casi violento, las aboca al medio de la nada?, ¿recomienzan su vida en estos boques?, ¿huyen de lo gris?, ¿se baten contra tanta incertidumbre?, ¿se conocerán?, ¿se tocarán?, ¿podrán abrazarse y darse consuelo? En algunas de sus imágenes más potentes, utiliza fondos oscuros, desaturados, sobre los que el sujeto emerge con fuerza (y no sólo figuras humanas, también otros elementos del medio ambiente como un árbol o una cascada), como de entre las tinieblas, rodeado de un halo de misterio. Cuestión de expresarse En su forma de hacer, Nicole parece compartir la queja ¡Siempre hay que aparentar la posesión de un fin! de la poeta también bonaerense Alejandra Pizarnik, a quien también une, por cierto, el desapego por la ciudad que las vio nacer y crecer (ese siento que mi lugar no está acá) y la determinación vital por crear. Al reflexionar sobre el sentido de su propia fotografía, explica a Blusa: “es una manera que deja expresar lo más natural que hay dentro de mí que a veces es inconsciente y puedo verlo pasado el tiempo”.

El porqué de su fotografía y el porqué de fotografiar a mujeres parece surgir del mismo impulso que el misterio que plasma en sus instantáneas: “Es algo que está bastante escondido dentro de mí, como un secreto que aún tengo que descubrir”. Lo que sí sabe es quién la acercó “a lo puro”, como ella misma lo denomina: fue su perro Santino: “Me hizo conectarme con todo lo que siento hoy e hizo que pueda ver con otros ojos; claro que también fueron los viajes, las películas, a veces me siento dentro de una de ellas.” Ciertamente hay algo cinematográfico en el trabajo de Nicole Arcuschin, que también se dedica profesionalmente a la realización audiovisual; sus protagonistas se dirían recién salidas de una escena de Wim Wenders o de Lars Von Trier, aparecen deambulando por parajes salvajes sin un motivo concreto, somnolientas pero vigías como turistas en un sueño, tal y como se titula el libro editado en 2014 con una selección de sus fotografías. Estéticamente en su trabajo también resuena la fotografía estadounidense de los años 70, con William Egglerton como exponente, a quien Nicole Arcuschin confiesa como gran influencia. A través de sus imágenes, el objetivo de Nicole es bien sencillo: le gustaría que pudiésemos apreciar y sentir aquello en lo que no hubiésemos reparado: “hacer volar con los sentimientos y la imaginación,“ o, como rezan los versos de J. Tanizaki que inauguran el libro de Nicole …hundir en la sombra lo que resulta demasiado visible y despojar su interior de cualquier adorno superfluo. Futuro Hoy en día Nicole Arcuschin emprende precisamente de nuevo “un viaje en el que deposito mucha esperanza del que salgan cosas lindas y una nueva mirada para el 2015. Sería una serie que se llamaría «bosques nevados» pero esperemos a ver qué pasa después del viaje y adónde me lleva el futuro.” 43 · Blusa


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Adentrarnos en el universo de Nicole, como en el poema de Anne Carson, es entregarnos a una mirada que no busca esconderse sino plasmar una unión: la de quien inmortaliza con quien es retratada. Una mirada romántica, bien delimitada en una gama cromática contenida que sólo cede ante la luz natural, una mirada que a veces quiebra y otras resiste, pero siempre seduce; una mirada en la que abandonarnos y admitir, como lo hace Carson, que no importa qué se diga del tiempo/ la vida va en una sola dirección,/ es un hecho y resplandece. Para quien desee dejarse envolver por el misterio dulce de Nicole, los productos con sus fotografías, que incluyen su libro de fotos pero también calendarios del año 2015 y hasta postales y tarjetones pueden obtenerse en nicolearcuschinfotografia.tiendanube.com o verse en instagram/nicolearcuschinph. Su e-mail de contacto es info@nicolearcuschin.com

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Elvira Navarro Elvira Navarro (1978) ha publicado los libros complementarios La ciudad en invierno (Caballo de Troya, 2007) y La ciudad feliz (Mondadori, 2009), y la novela La trabajadora (Random House, 2014). Es autora del blog Periferia: www.madridesperiferia.blogspot.com

La vida social me horroriza Demasiado a menudo se tiene la idea de que a los escritores, por andar todo el día enredados con las palabras, les encanta conversar. En las becas para escritores suelen exigir al becario presencia en las actividades, y también que comparta su trabajo con el público mediante aburridas lecturas. A los escritores los invitan a dar charlas y conferencias, y como en cualquier ámbito, se les supone interés por conocer e intercambiar pareceres con sus compañeros de “profesión”.

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No sé cómo lo llevan la mayor parte de los escritores, pero a mí la vida social me horroriza. Uno de los motivos por los que escribo es no tenerme que comunicar hablando. En una ocasión, mi terapeuta me obligó a llevar una libreta, a la que yo titulé “La libreta de hablar”, para apuntar mis intentos de acercarme a la gente hablándoles yo primero, cosa que también me prescribió. Odio todo lo que tiene que ver con la vida social, como el tabaco, el alcohol, la comida, no por sí mismos, sino porque abuso de ellos al no saber qué hacer cuando estoy con gente ante la que me siento obligada a hablar. Al reunirme con desconocidos, o con meros conocidos, mi único deseo es que la conversación acabe cuanto antes para salir corriendo. Si las circunstancias me lo impiden, comienzo a sentirme como cuando era niña y mis padres me mandaban a un campamento: desamparada y triste. Atrapada. Muy a menudo, esos desconocidos me parecen encantadores e inteligentes, y admiro su capacidad para compartir con los demás. En estas reuniones el único elemento desagradable y discordante soy yo. Siempre que me marcho, además de estúpida tengo la impresión de haber resultado egoísta y grosera, pues llego a mi casa llena de historias que seguramente utilizaré en mis libros, historias que ellos me han contado para remediar mi incómodo silencio, mientras que yo no les he dado nada.

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Estefanía González Estefanía González (Asturias, 1970) estudió Filología Hispánica, Lingüística, en la Universidad de Oviedo y durante bastante tiempo se prodigó en internet, donde tuvo varias vidas. Ha publicado recientemente dos poemarios: Hierba de noche (Gravitaciones, 2013) y Raíz encendida (La Baragaña, 2014).

La ecuatoriana sí La ecuatoriana estaba en la cola de la panadería. A su lado había un viejo muy alto con la cesta en la mano. Le colgaban los pantalones de tergal como si no hubiera un cuerpo bajo las perneras. Tenía gafas de pasta y camisa de rayas y en la piel de la calva, fina como papel, unas heridas amarillentas. Tenía un bastón, también, colgado del mismo brazo del que colgaba la cesta amarilla del súper. La ecuatoriana se pidió para sí misma un bollo suizo relleno de jamón y queso. Luego una barra de cuarto. Miró al viejo y dijo:

—Voy a coger otra para mañana.

Él asintió con la cabeza.

—Ahora por aquí —y se dirigieron a la pescadería.

Resulta que otro viejo más iba en la comitiva de la ecuatoriana. Un viejo parecido al primero, pero más gracioso, con un sombrero blanco de tela y un bigotito blanco de cepillo. El viejo número dos no llevaba nada, pero no parecía sentirse incómodo. Solo la seguía, al lado del otro.

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—¿Usted no tiene que ir a comer a su casa? —dijo ella al segundo viejo.

—Todavía no —rezongó él, terco.

—No hay sueldo que pague esto —dijo la chica, malhumorada.

Cuando salieron, ella siempre delante y los dos viejos detrás, insistió:

—Y ahora, ¿no se va a ir a su casa?

—No hay nadie —dijo él, desafiante, mirando al suelo.

—¿Cómo que no hay nadie?

—No. Como con vosotros.

—¿Otra vez?

—Sí. No hay nadie en mi casa.

—¿Usted que dice, Jaime? —preguntó la chica gritando al oído del viejo número 1. —Bueno. —Se encogió de hombros. Miró un segundo al viejo número dos. —Vale, anda. —Ay, qué pesadez... Tengo que hablar yo con su hijo, Adolfo, esto no puede ser. ¡Estoy harta! ¡Completamente harta! La chica llevaba vaqueros y sandalias con plataforma. Era baja y no tenía caderas. Tenía la piel morena y luminosa, la nariz aguileña y una leve sombra sobre el labio. —Además, ¡no tengo comida! ¿Qué le doy? ¿Otra tortilla francesa? ¡Se le va a quedar cara de tortilla francesa! —Sí. Sí, una tortilla francesa. Que me gustan mucho —decía el otro mirando hacia abajo. Daba la impresión de que la dentadura se le salía con facilidad. Daba la impresión de estar también de mal humor. La chica tropezó con el bordillo de la acera y se retorció un tobillo. Toda la compra rodó por los suelos. Naranjas, manzanas, las dos barras de cuarto y las rajas de merluza que acababa de comprar. Y el bollo suizo. La gente que venía en frente y la que venía detrás se arremolinó

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alrededor de ellos tres. La chica se apoyaba en un coche con una mano y se acariciaba el tobillo retorcido con la otra. Alguien pisó el bollo. Se desesperó. Se puso a recoger todo, pero el tobillo le dolía mucho. Los dos viejos apenas si se habían movido. Intentaban dar a las naranjas con sus bastones temblorosos para que no se alejaran demasiado. El viejo número dos tenía más estilo y acercó una manzana hacia sus pies.

—¿No pueden hacer algo?

Una naranja se metió bajo un coche.

—¡A la mierda! ¡Ya me cansé de ustedes dos! ¡No me pagan por cuidar a dos viejos sino a uno! ¡Y así no puedo vivir, con ustedes dos pegados a mi culo todo el santo día! Estaba muy enfadada, y esta vez era en serio. Cuando terminó de recoger todo, soltando maldiciones por su boca normalmente silenciosa y dulce, echó a andar muy rápido y ellos quedaron atrás, como dos perritos recién nacidos y casi ciegos.

Se miraban sin decir nada. Miraban al suelo y se volvían a mirar.

—Vaya, hombre —dijo el viejo número uno. —Es todo culpa tuya.

—¡Yo no hice nada! Yo venía detrás.

—Pero está enfadada por tu culpa.

—¡Mentira! ¡Eso es mentira! ¡Conmigo está mejor que contigo, qué sabrás tú!

—¡Es mía!

—¡Mi hija le va a ofrecer más dinero que tu hijo!

—¡Vete a la mierda! ¡Búscate una para ti! ¡Es mía!

—¡Eso ya lo veremos!

De repente la chica apareció nuevamente tras la esquina. Venía hacia ellos seria pero ya no estaba enfadada. Tenía cara de resignación. Llegó a donde estaban y, sin decir nada, los miró. Se dio la vuelta y empezó a andar más despacio para que pudieran seguirla.

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—Rapacina… —llamó viejo número dos.


—¿Qué quiere? —Se detuvo y giró hacia él con la cabeza inclinada. Él miraba al suelo y daba vueltas al bastón.

—Seré bueno, de verdad…

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Por qué tú tienes que conocerlas a ellas María Fernanda Ampuero

Nelly Bly Décadas antes de que el periodista Günther Wallraff se calzara la cabeza de turco y se sumergiera en el mundo de la inmigración en la Alemania de 1970, en sus industrias y en sus políticas laborales para luego escribir sobre eso y causar el revolú mediático sobre las condiciones de trabajo de los extranjeros, ella ya había hecho algo parecido con un hospital psiquiátrico. En plan, «cuando tú vas, yo ya he vuelto». Antes incluso de que el siglo XIX se convirtiera en XX, de que las mujeres votáramos, de las guerras que abrieron en canal el mundo no una sino dos veces, de Elvis, de Franco, de Fellini, de James Bond; ella había recorrido el mundo sola para contarlo. Piénsenlo, tenía vagina. Blusa · 58

Hablamos no de los veintes, ni los treinta, ni los cuarenta, ni los cincuenta, ni los sesenta ni de los setenta, década en la que los estadounidenses se enamoraron –y pareciera que inventaron por la fanfarria- el llamado periodismo gonzo, es decir, encubierto, y un grupo de machos muy machos como Hunter S. Thompson, se infiltraran en todos los mundos posibles –Miedo y asco en Las Vegas, sexo, drogas, rock and roll, todo eso- no a nivel profesional, sino a nivel usuario. Oh señor Thompson, ochenta años antes hubo pionerísimas que hicieron aquello de «hacerse pasar por» para contar la historia en primera persona. Con un par. Hablamos de finales del siglo XIX, principios del XX. Tiempos en los que las mujeres no contaban. Literalmente: no contaban.


Nelly Bly (de nacimiento: Elizabeth Jane Cochran. Pensilvania, 5 de mayo de 1864-Nueva York, 27 de enero de 1922) era una mujer brillante, incansable, valientísima. Una reportera increíble. La imagino entrando a la oficina del editor a diario para proponer temas arriesgados, novedosos, del mundo real. Cuando, harto supongo, el editor la relegó a la sección Mujer -mascarillas, recetas, quitar manchas, ya saben- del diario de Pittsburgh donde trabajaba, decidió mudarse a Nueva York donde un tal Joseph Pulitzer -¿de qué me suena este tío?- quien, al parecer, tenía olfato para el talento, decidió enviarla a hacer un reportaje que cambiaría no sólo la carrera de Nelly, sino la historia del periodismo. Sí, la historia del periodismo. El periodismo gonzo nació ahí. En una isla había un asilo psiquiátrico para mujeres del que se decían cosas terribles. No es necesario ser muy fantasioso, han pasado dos siglos y el tratamiento de la salud mental todavía no es todo lo humano que debiera. Pero en aquella época: lo inenarrable. O, mejor dicho, lo atroz, pero narrable.

Hacía falta una mirada, una voz.

Nuestra periodista se hizo internar – fingió locura, se volvió paciente psiquiátricapara luego poder contar las condiciones en las que ahí vivían –sufrían- las personas con enfermedades mentales.

Es una historia de terror.

El reportaje -tremendo, sobrecogedor, dolorosísimo- está recogido en el mítico libro del periodismo Ten days in a Mad House, y la convirtió en una reportera famosa. Tanto que fue elegida entre todos sus colegas, hombres desde luego, para realizar y contar el viaje imaginado por Julio Verne en La vuelta al mundo en ochenta días. Ojo: una chica, en 1890. Nelly Bly fue, además de todo eso, la primera

Nelly Bly 59 · Blusa


mujer en navegar el mundo sin la compañía de un hombre. Convencida de que las cosas tenían que cambiar, reportó los eventos de la convención de 1913 a favor del sufragio femenino. Y, por si fuera poco, abrió camino a las reporteras bélicas: durante la Primera Guerra Mundial informó desde el frente del Este.

Ahí es nada.

1934. El mundo se rompió e hizo crac unos años antes, en 1929. Magda Donato, disfrazada, mimetizada con las personas más necesitadas de Madrid, hace fila fuera de un comedor social. Se ha vestido con harapos, se ha pintado arrugas con carboncillo, se ha puesto el pelo como una pajarera. Su estampa bordea la locura como sólo lo puede hacer la estampa del hambre, su prima hermana.

Que nadie vuelva a decir que Hunter S. Thompson inventó el periodismo gonzo. Magda Donato La gente la recuerda más por su trabajo como actriz y como dramaturga. De hecho,
 en México, a donde la llevó la Guerra Civil, se creó, tras su muerte, el Premio Magda Donato con el fin de reconocer la mejor obra del año. Pero Magda Donato (de nacimiento: Carmen Eva Nelken. Madrid, 6 de febrero de 1898- México, 3 de noviembre de 1966) era una magnífica cronista que se metía hasta los huesos en las historias que cubría.

Magda Donato

Cosmopolita, políglota, hija de alemán y de francesa, Magda había viajado y había tenido trato con la gran intelectualidad española de la época. Con diecinueve años empezó a trabajar en El Imparcial, donde decidió cambiar su nombre para desvincularse de la poderosa estampa de su hermana, la política, escritora y crítica de arte Margarita Nelken.

El empleado me ha cogido un brazo suavemente; me habla con extremada dulzura; todo en él respira una infinita compasión hacia la pobreza mía, pobreza de mi fealdad (labios blanqueados y nariz enrojecida, cabello desgreñado y alguna que otra arruga discretamente sombreada; pobreza de mi falda, un tanto deshilachada; de mis viejos zapatones, de mi abrigo raído, de mis medias negras zurcidas.

Las chicas Nelken eran tela. Tela marinera.

Debe de pensar: «¡Qué cosas se ven por aquí, Señor!».

Comprometida con el feminismo y el movimiento republicano, Magda Donato tenía una enorme conciencia social como demostraría más tarde en sus artículos de Estampa, El Liberal y La Tribuna. Uno de ellos, «En la cola de los hambrientos», recogido en el libro Maestros del Periodismo (Eduardo del Campo, editor. Los Libros de FronteraD, 2014) es de una sensibilidad que deslumbra, que duele. Es

Su compasión visible me enternece; y me alejo conmovida, segura de que ha debido de encogerse de hombros, amargamente, y murmurar: «¡Miseria!».

A lo suyo le llamaban «periodismo vivido».

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La crónica de Magda Donato conmueve por su cercanía, por ese periodismo a pie de calle, de negro debajo de las uñas, de oídos que mecanografían el hablar de la gente. Su manera de contarnos sobre esos dignísimos hambrientos y las malditas decisiones políticas que los llevaron allí nos llenan de dolor y de hambre de justicia. Hay que ser de metal para que esto no te traspase de adentro hacia afuera: ¿Y aquellos dos ancianos –viejo matrimonio tembloroso– que se ayudan uno a otro para subir la escalera del patio, para andar y hasta para comer? ¿Y aquella mujer que tirita bajo su abriguito de lana ya transparente, con cuello de piel completamente pelada? ¿Y aquel hombre flaco y pálido, cuyos dedos de los pies han atravesado ya los zapatos?

Pero no tiene ni para confeccionar esas sopas de ajo que tanto le gustan; y aunque tuviera, tampoco se las podría comer en su casa, porque no tiene casa; la desahuciaron esta mañana.

*Los textos completos se pueden leer en www.fronterad.com

Pero ésos no hablan. También hay que estar muy, muy desconectado de la realidad para que todo lo que narra Magda Donato de aquellos años treinta no nos suene de hoy, 2015, de mañana, de pasado mañana, de ese comedor social en la Plaza Jacinto Benavente por el que paso a veces y me avergüenzo de mi café con leche, de mis galletas. Ahí sigue el viejo matrimonio tembloroso, la mujer que tirita, al hombre pálido y flaco. Los mismos. Entonces tragas espeso y dices: hay que volver a escribir esta crónica. La de Magda, que es la nuestra. Es el mismo maldito comedor, la misma maldita crisis, los mismos malditos políticos. Nada cambia, joder. Esto, repito, se escribió hace más de ochenta años: Una muchacha suspira: —¡Ay!, unas sopas de ajo con lo ricas que son! ¡Y comérselas en casa! Pero ésos no hablan.

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Foto: V铆ctor Garrido Blusa 路 62 Blusa 路 74


Entrevista a Sole Parody Patricia Sánchez

Si el folk es raíz y lo electro futuro Le Parody (le par<ó>dy) tiende un puente entre medias y lo cruza para traerse de un lado y otro piezas con las que fabricar sus canciones. Entre lo tecnológico y lo melodramático, usando sílabas en castellano, estructuras sin estribillo y sólo instrumentos que quepan en una maleta de mano (un ukelele, un sampler lleno de beats, glitches, trozos de películas, pedales), así define su música Le Parody en su tumblr. Quienes hemos tenido la suerte de ir a uno de sus conciertos damos buena cuenta de que es una experiencia en la que disfrutamos de una de esas mezclas inusitadas: dejarse llevar por una melodía folkie, que los pies golpeen rítmicamente el suelo, intentar adivinar en qué escena de qué película aparece ese diálogo y que durante unos días frases como La felicidad es la ausencia de dolor se repita constantemente en nuestras cabezas. Sole Parody es la voz y apellido de este proyecto musical pero trae consigo un bagaje en otros ámbitos artísticos que sin duda es lo que conforma la originalidad de Le Parody. Soledad Sánchez Parody es licenciada en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid y desarrolla su actividad creativa no sólo en el ámbito de la música sino también de la poesía y la fotografía. Ha recibido becas de la fundación Solomon Guggenheim (Colección Peggy Guggeheim de Venecia, Italia), del instituto IES (Los Angeles, USA), y una beca de colaboración en el departamento de Dibujo II de la facultad de BB.AA. de la UCM, entre otras. Ha formado parte de diversos proyectos como Pene Wanna Have, Mamut y Proyecto Personal. Ha publicado el libro “De esperar a que se aparte” (Eds. Trashumantes, Valencia, 2008), trabaja como fotógrafa por encargo y ha participado en numerosas exposiciones colectivas de fotografía y obra gráfica. Al poco de ponernos en contacto con ella supimos, además, que actuará en la inauguración de Centrifugados, primer encuentro de literatura periférica, en Plasencia, el 13 de marzo. 63 · Blusa


Sole, ¿cómo crees que el público recibe ese sonido tan propio e innovador? Quizás lo que definió el sonido de Le Parody fue que no hice las canciones a partir de objetivos estilísticos, “quiero que suenen así”, sino a partir de premisas bastante funcionales, “voy a hacer canciones con esto que tengo a mano”. Usar instrumentos pequeños para poder salir a tocar fácilmente a otras ciudades, cantar en mi idioma y con mi acento, porque así es como pienso y como me expreso, no componer estribillos, porque ¿para qué repetir lo que ya he dicho? Cosas así, como normas de un juego. Porque la creatividad es infinita y eso puede agobiar mucho, necesitaba acotarme el terreno. Luego lo de que resultara algo innovador fue una sorpresa. Yo no tenía planeado que fuera así. Y es curiosísimo que suene como algo “propio” porque hay muchos ritmos copiados, samples reciclados, y muchos trozos de melodías sacados de temas populares. El público creo que lo recibe muy bien. Hemos vivido momentos increíbles en muchos conciertos. Hemos recibido mensajes de gente muy conmovida con el disco. Todo a muy pequeña escala, pero muy intenso, muy de verdad. Hay algo que no consigo explicarme, quizás ocurre porque todavía tenemos esta cultura reaccionaria heredada del franquismo, no sé, y es que hay como un prejuicio, un miedo infundado de “esto la gente no lo va a entender”, “no hay público en España para esto”, que son frases que me han dicho intermediarios (managers, programadores), pero luego a “la gente” se lo pones y le gusta. Hemos tocado para todo tipo de público: en salas convencionales de música indie y en festivales de músicas del mundo, en las fiestas de un pueblo pequeño de Sevilla, en un centro de mujeres migrantes del barrio donde vivo en Madrid, en una okupa en Londres, en un hotel de lujo... “La gente” es más abierta de lo que quieren hacer creer quienes nos dicen qué tenemos que escuchar. Si algo le gusta, le gusta. Y si no, pues no. Lo que pasa es que no todo el mundo se pone a buscar cosas nuevas. Así que si a la gente sólo le pones delante a Melendi, pues sólo van a escuchar Melendi. Blusa · 64

El cine y la literatura están muy presentes en tu trabajo. ¿Cuáles son tus referencias?, ¿cómo vertebran tu propuesta musical? Están muy presentes en mi trabajo porque están muy presentes en mi vida. Creo que por un lado están las influencias que te vienen dadas (las cosas que te toca vivir, la educación que te toca recibir), y luego todas estas otras influencias que puedes elegir.: películas, libros, música, bailes. La peor pesadilla que me puedo imaginar es vivir con la cultura censurada. Crecí rodeada de literatura, en mi familia materna se lee muchísimo. Lo de aficionarme a ver películas vino más tarde, hasta los veinticinco, poco antes de ponerme a hacer canciones como Le Parody, había visto poquísimo cine. Pero de pronto me enganché y ya no podía parar. Las películas te construyen mundos, te multiplican la experiencia vital. Me alucinó tanto este descubrimiento que por eso le puse a CÁSALA la coletilla de “soundtrack” (sound track, separándolo, para que tuviera más significados). Porque me gusta pensar en el disco como en la banda sonora de algo, de mi vida de entonces, o de la vida de quien lo escuche. Mis referencias son bastante amplias. Leo y veo todo lo que me voy encontrando. De vez en cuando me engancho a alguna peli y entonces la vuelvo a ver una y otra vez, como quien va a ver a un amigo. Me pasa con El bueno, el feo y el malo, que la veo tres o cuatro veces al año, y en la época en que estaba componiendo las canciones de CÁSALA me pasaba por ejemplo con 24 hour party people, y por eso hay trozos de esa y de otras películas metidos en las canciones.


Foto: Bego帽a Olabarrieta

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Para ti, ¿cuál es el primer resorte que se activa para empezar a componer una canción? Depende mucho de la etapa en que una esté. Por lo menos en mi caso, los resortes que me hacían componer canciones a los once años no son los mismos que los que se activaron cuando empecé a componer el disco nuevo que estoy terminando ahora. Pero en ambos casos, en el fondo, siempre hay un componente de placer. Me da mucho placer componer canciones. Hacer que suenen las cosas, cantar. Un placer muy inmediato. Luego la cosa se pone difícil, y a veces se atascan los procesos, y se sufre y te preguntas para qué estas haciendo eso. Pero ese resorte del principio es muy poderoso, el empuje que te da, si lo alimentas, te lleva hasta el final, y ahí vuelve a aparecer otra vez el placer, de pronto la canción está terminada y piensas, guau, lo hice, salió. ¿Con qué empeño nace tu música? No lo sé bien. Pensar en los paraqués me lleva a terrenos existenciales desagradables, así que prefiero entenderlo como algo que es así porque sí. No hago música con ningún empeño concreto. La hago porque la hago, porque es lo que me ha tocado hacer en la vida. ¿A qué te refieres cuando te denominas punk feminista? Hay cosas que comparten ambas filosofías (la punk y la feminista), el DIY (hazlo tú misma), y ese lema que usábamos tanto en Ladyfest (un festival de cultura feminista, en cuya edición de Madrid de 2013 participé): “esto está sucediendo sin tu permiso”. Son los mantras que me repito para funcionar y para combatir el perfeccionismo que me sale a veces. No esperar a que alguien venga a hacerlo por ti, no esperar a que te den permiso para hacerlo. No es que mi música ni mi estética sean punk, obviamente, cuando uso esos adjetivos estoy hablando más bien de una actitud. Blusa · 66

¿Crees que hay una forma de hacer música específicamente femenina?, ¿cuál es tu experiencia como mujer en la escena musical actual? Es complicado responder a esto, porque no creo que “femenino” y “mujer” estén ligados. Es verdad que las mujeres tenemos en común estructuras y roles aprendidos, y supongo que todo esto influye en los procesos creativos. Pero dentro de esto hay tantas vivencias culturales, sociales, educacionales, afectivas... distintas que me resulta imposible generalizar. Por ejemplo, qué tiene que ver la música de Estrella Morente con la de Lady Gaga. Y las dos son mujeres “muy mujeres”, digamos. Otra cosa distinta es lo que supone gestionar la música que haces siendo mujer. El mundo del poder sigue siendo de los hombres: la política, las industrias. Y ahí está incluida la industria musical, con su aplastante mayoría de técnicos hombres, periodistas hombres, directores de discográficas hombres, programadores de festivales hombres... De todas formas, aunque hay que ser muy consciente de eso, en mi caso concreto, quizás porque me he movido más por el underground, la experiencia es muy buena. En general me siento bien tratada, que se me toma serio, que si se me valora por algo es por la música, que se respetan mis decisiones técnicas. Las cosas están cambiando. No podemos obviar la última pregunta: ¿para cuándo un nuevo disco de Le Parody? Está ya en camino. Está siendo muy lento, por distintas situaciones personales y por otras que no dependen de mí, pero en algún momento de este año deberíamos poder sacarlo. Espero que más pronto que tarde.


Foto: Séverine Bailleux

En http://leparody.bandcamp.com podéis gozar con su disco Cásala y leer textos suyos en http://leparody.tumblr.com

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Aloma Rodríguez

La melena El libro de la matrona decía que hacia el final del segundo trimestre era normal obsesionarse con el aspecto físico. Es el temor a que se deforme el cuerpo y la necesidad de resultar atractiva. Puede que sea algo biológico: mantener la atracción del macho para asegurarse de que se ocupará de la cría. Tampoco en eso me escapé de la norma. Ir cumpliendo una a una las alteraciones de comportamiento que producen las hormonas de las que advertía el folleto que me entregó la matrona —y que fue lo único que me permití leer sobre maternidad— me provocaba dos sensaciones contradictorias. Por un lado, me reconfortaba saber que no estaba completamente loca (o al menos que mi locura estaba descrita y contemplada como seminormal en los manuales) y que algunos de los disparates que se me ocurría hacer o de las obsesiones que me rondaban la cabeza no eran mías en exclusividad: eran de la progesterona y los compartía con casi todas las embarazadas que en el mundo han sido. Por otro, me molestaba saber que esas inquietudes y sensaciones tan íntimas no eran solo mías: eran tan comunes (y casi vulgares) que estaban tipificadas, descritas, agrupadas y jerarquizadas. Incluso la contradicción de mis sentimientos podía no ser más que un síntoma. Así que decidí ir a cortarme el pelo. Se me ocurrió mientras veía al peluquero pasarle el cepillo por el cuello a mi novio. Estaba sentada en una especie de sofá minúsculo, sin respaldo: un banco de sala de espera. Mi novio era el único cliente de la peluquería. Aun así, el peluquero no me había Blusa · 68


dejado sentarme en uno de los sillones con respaldo y apoyabrazos: eran para cortar el pelo. Me miraba las puntas del pelo y tiraba de ellas para quedarme con ellas entre los dedos. Con el jersey deliberadamente grande que llevaba, el embarazo no era demasiado evidente, aunque sí lo suficiente como para tener que haberme comprado meses antes pantalones elásticos y para que toda la ropa que me probaba me quedara ajustada. Podía pasar inadvertida a los ojos de un peluquero y diseñador de interiores, según contó. Miré con más atención los muebles, la ausencia de decoración y la disposición de las luces y los espejos. Me dio cita para dos semanas después. Dudó de mí cuando le dije que no me echaba nada en el pelo —no se creía que se me aclarase sin que yo hiciera nada—, me dijo que tenía el pelo destrozado y que me cobraría 40 euros por cortarme las puntas. Nada más tocar el timbre, me arrepentí de haber ido ahí: mi tripa había crecido considerablemente en muy poco tiempo y el peluquero exmodelo (ahora unas fotos de él de joven mirado a cámara desafiante y seguro de sí mismo rodeaban uno de los espejos) me señalaba y me preguntaba de cuánto estaba. “Seis meses”, respondí. No se lo podía creer, tenía mucha tripa para tan poco, ya no me podía crecer mucho más, se acordaba de una clienta suya cuya tripa de embarazada de nueve meses era más pequeña que la mía de seis… Quería irme corriendo. Me sentía una idiota: había hecho una captura de pantalla de Brigitte Bardot porque quería el corte su corte de pelo y ahora me daba vergüenza enseñársela. Dejé que me lavara la cabeza. Como siempre, me había sentado mal y me dolía el cuello y el agua chorreaba por la espalda. No he aprendido a sentarme bien en los lavacabezas. Los odio. No me dio masaje. Retrasé el momento de enseñar la foto todo lo que pude. Me daba miedo que se riera de mí. Me resultaba bastante ridícula a mí misma. Alargué el teléfono con la foto de Brigitte Bardot. Para mi tranquilidad, me dijo que me quedaría bien y que tenía una melena muy abundante. Le dije que quería la versión que no necesitara demasiada elaboración de ese pelo. Me dijo que me iría bien ese look. Luego siguió hablando de otras embarazadas más delgadas que yo y de melenas más cuidadas que la mía mientras iba cortando mechones pequeños: poco a poco fue apareciendo un flequillo que estaba medido pero que aparentaba naturalidad y dejadez. Me explicó cómo tenía que secármelo para que me quedara bien: me dio trucos sencillos que incluso yo sería capaz de seguir. Cuando llegué a casa me miré en el espejo y comprobé mis temores: no era Brigitte Bardot, más bien me parecía al aspecto que tendría la parodia de Hermione, la amiga de Harry Potter, en Embarazada a los 16. Me soplé el flequillo y dejé que los mechones cayeran desordenados en mi frente. 69 · Blusa


Entrevista a Salwa Al-Neimi Agustín Galli

Salwa Al-Neimi es un personaje encantador. Por su literatura, por su presencia, por sus conocimientos literarios, por sus maneras y su amabilidad. Nuestro encuentro fue en la cafetería del Instituto del Mundo Árabe en París, y nuestra riquísima discusión sobre el mundo y la literatura árabe, sobre la mujer, sobre su obra, sobre las esperanzas que ella mantiene sobre el proceso que se denominó “La primavera árabe” intentará ser plasmado en esta entrevista, como parte una serie de entrevistas y artículos que dará voz a distintos referentes de la mujer árabe/oriental/musulmana. Salwa Al-Neimi nació en la ciudad de Damasco en los años 50 y vive en París donde reside desde hace cerca de 40 años. Poeta, escritora y amante de la literatura árabe, publicó además de recopilaciones de poemas, dos libros, El sabor de la miel, traducido al castellano, entre otras lenguas, y Presqu’île arabe, aún sin traducción a la lengua de Cervantes. El sabor de la miel fue una verdadera bomba literaria cuando se publicó en 2008. Y es que se trataba de una mujer, siria, escribiendo literatura erótico-libertina en lengua árabe. ¿Una novedad? Ni tanto ni tan poco. A partir de la lectura de este libro, intenté, con relativo éxito, bucear en la antigua literatura erótica árabe, y el resultado es que existe, y ha sido prolífera desde la mismísima aparición del Islam. Nombres como el de Mohamed Al-Nefzaoui, Ahmad Al-Tifachi o Ali Bagdadi o incluso Ibn Hazm nos transportan hacia un mundo ignorado por la mayoría de los occidentales propensos a simplificar y encasillar a la cultura arabo-islámica en un conservadurismo y una santurronería. Salwa Al-Neimi nos invita justamente a ir más allá de los preconceptos y simplificaciones, una de las tantísimas funciones de la literatura. Y de la mano de una mujer. Y árabe. Su segunda obra, Presqu’île arabe nos invita a pensar el exilio, la libertad, el lugar del individuo y la realidad del mundo árabe a partir de la situación vivida por generaciones que estuvieron bajo regímenes autoritarios, y donde las primaveras de 2011 representan, aún, una esperanza para la civilización. Y no sólo para los árabes. Es una obra recomendable para todo aquel que haya pasado por alguna forma de exilio. Blusa · 70


Salwa Al-Neimi

Buenas tardes, Salwa Al-Neimi. Si bien para mí fue difícil preparar la entrevista dada la cantidad de inquietudes y preguntas a la que me llevaron sus libros, creo que es necesario que se presente, aunque sea en pocas palabras. Mi nombre es Salwa, soy siria, vivo en París, trabajo, escribo. Escribo poesía, escribo novelas, escribo en árabe. A veces me traduzco yo misma al francés. Miro el mundo, vivo en el mundo. ¿Qué quiere decir para usted ser una mujer? ¿Qué significa ser una mujer árabe? Ser una mujer árabe significa ser una mujer que pertenece a esa cultura. En mi caso, porque esa cultura es mi especialidad, tengo una relación un poco más fuerte, más densa. Hace muchísimo tiempo que vivo en Francia y sin embargo siempre intento mantener mis vínculos con la cultura árabe. Para mí, es mi

vida, mi trabajo, mi escritura. ¿Implica una especificidad el hecho de que yo sea una mujer árabe? No sé, no lo creo. Creo que mi especialización viene del encuentro entre mi historia personal, la cultura árabe y la cultura del mundo que recibí muy temprano en lengua árabe a través de las traducciones. Nunca sentí estar en conflicto personal, nunca sentí que hubiera una contradicción entre mi cultura de origen y París, o cuando he viajado por el mundo. Nunca sentí ni viví un shock cultural, ni siquiera cuando fui a Japón. Quizás porque a través de la lectura pude conocerlo antes de visitarlo. Creo que mi primera cualidad, antes del hecho de ser escritora, es la de lectora. Es por eso que cuando viajo por el mundo, no me siento extranjera. En todas partes me siento como en mi casa. Quizás un poco más en los lugares donde hablo la lengua, o conozco las costumbres. Por ejemplo, cuando me encuentro en París con sirios que debieron partir del país a causa de la revolución y me hablan de manera fuerte del shock cultural, yo no lo viví. Yo nunca sentí ese shock. Quizás porque soy hermética. 71 · Blusa


Quizás porque esa lectura le dio las armas para evitarlo. O quizás porque soy menos sensible. Recuerdo que dos semanas después de llegar a París le escribí a mi familia diciéndole que sentía que había nacido en el primer piso de la Torre Eiffel. Para mi era como estar en mi casa, y sin embargo era la primera vez que venía a este país. Y vine sola, sin mi familia… ¡y tú sabes cómo es la familia árabe! Vine sola, hice mis estudios, luego trabajé, me casé, tuve hijos, etc. Y ahí es donde esto se relaciona con la cuestión del exilio. Te das cuenta de que ya no puedes volver. Ya no es sólo una elección. No puedes volver. Cuando es una elección, es más fácil partir. Hace poco tiempo descubrí un movimiento, una idea, un grupo que se llama feminismo islámico. ¿Cree usted que puede ser una forma de reapropiación de la identidad y de la feminidad por parte de la mujer árabe, musulmana? En sus escritos, usted hace una búsqueda universal de la identidad, el feminismo islámico sería más reductor. No lo sé. No puedo hablar por los otros, cada uno lo hace según su experiencia, su historia personal, su cultura, su saber. Mi relación con la religión es un poco especial, ya que vengo de una familia mixta, mi padre era musulmán y mi madre cristiana. Desde el principio era como si yo debiera elegir, y mi elección era no elegir. Con el tiempo, con mis lecturas, me convertí en a-religiosa. No a una religión, a todas las religiones. Para mí es una cultura, me interesa mucho, leo mucho sobre las religiones. Sobre todo en lo que concierne a la religión cristiana y musulmana, un poco menos sobre el judaísmo, ya que no era parte de mi entorno, pero sigo siendo curiosa. En mi concepción, en mi sistema de valores, la religión es una cultura, no me interesa saber si esto o aquello es o no es lícito, si es Halal o Haram. No conozco eso y no quiero conocerlo. Sí quiero saber de qué se trata por una cuestión cultural, pero no lo aplico en mi vida. Cuando hablamos del Islam, en general, se habla como si todos los musulmanes en el mundo solo actuaran pensando si esto es lícito Blusa · 72

o ilícito. Tú conoces el mundo árabe y no es así, la gente vive normalmente . Cuando hay festividades la gente quizás actúa de manera particular, pero como en cualquier cultura. Pero solo de manera espiritual, no pensando si esto es Halal o Haram. ¡No hay la imagen de que Dios va a venir y enviarnos al infierno! Yo creo, si observo a los países árabes, a la gente que conozco, que no están pensando sobre si esto o aquello lo hizo o lo hubiera hecho el profeta, si está o no está en el Corán. Es muy reductora y simplificadora esa visión. Sin lugar a dudas. Tuve la oportunidad de conocer varios países musulmanes o donde hay grandes poblaciones musulmanas como Siria, el Líbano, Marruecos o la India y es difícil decir que esos musulmanes tienen muchas cosas en común… Es por eso que no me gustan ese tipo de visiones esencialistas, cuando se habla del hombre árabe, de la mujer musulmana… ¿Qué es EL hombre árabe, el hombre musulmán? Yo no lo conozco. Nunca lo conocí. Yo conozco y me encuentro con hombres árabes, con hombres musulmanes… o mujeres… ni yo, ni mi hermana, ni mi madre, ni mi abuela, ni mi bisabuela, no somos iguales. Por eso cuando me hablan de LA mujer musulmana, me digo ¡aaaaahhhh! No conocí eso. Existen los clichés, sí. ¿Y por qué miramos siempre ese lado? Es reductor, simplificador, siempre una mirada negativa, de la mujer maltratada. Cuando mi libro salió, ¿por qué fue un shock? Sobre todo aquí, no en el mundo árabe. Porque les sorprendió que una mujer árabe pudiera hablar de esa manera. Si yo hubiera escrito: “yo, la pobre mujer golpeada, oprimida, maltratada por la familia, me casaron no se a qué edad, mi marido me violó la primera noche”, no hubiera sorprendido tanto. Yo llego y digo otra cosa. Pero es algo que no invento. La narradora de la novela es una parte mía. Cuando llegué a Francia, ya era libre. Pude venir y elegir continuar con mis estudios. Era normal. No es Occidente quien me dio la libertad, yo partí de mi país con una cultura libre. Cuando me muestran imágenes de Daesh (El Estado Islámico) y su maltrato a las mujeres, yo digo


que esa no es mi cultura. Siempre para el otro es más fácil reducir a un cliché. Por suerte, la vida es mucho más compleja. Tengo una pregunta con respecto a su libro El sabor de la miel. ¿Para quién lo escribió? ¿Para usted, para los árabes, para la mujer árabe? Usted sabía que sería visto como una provocación, ¿o no? No era realmente eso. Yo quería hacer un libro sobre los antiguos libros eróticos árabes. Escuchaba siempre que el cuerpo de la mujer en la cultura árabe era aplastado, lo mismo que el placer, etc. Y para mí eso era una aberración, porque yo leí esos libros, y sé qué hay. Leí los dichos (los “jadiz” en árabe), Aghani, Al-Nefzaoui… hay que rendir homenaje en ese sentido a René Khawam, otro sirio como yo, que tradujo esas obras al francés… y creo que buena parte de los que ahora escriben sobre el erotismo árabe, copian las traducciones ya hechas por Khawam. Él tradujo las obras más importantes, incluidas las Mil y una noches, incluso las “noches” más eróticas.

cultura árabe. Y, sobre todo, la libertad sexual. Ligar la libertad sexual a la cultura árabe fue aberrante. Ahora pienso en otros autores árabes modernos, como por ejemplo Alaa AlAswaany, y hay escenas cargadas de sexualidad y erotismo, pero no como en su caso, donde hay un uso libertario del cuerpo. Es eso. Hay algo muy importante, y es que cuando escribo el sexo, cuando escribo el erotismo, no son los valores de la sociedad burguesa, tradicional, elitista, etc. Yo escribo y describo el sexo como algo bello; lo que escribo está escrito en la alegría, creo. El sexo no está prohibido, ni es feo. Encontramos la belleza y la alegría, algo que creo está ligado a la cultura árabe. Por eso para mucha gente fue algo retorcido. Por eso repito lo que dijo un joven sirio, que escribió que Salwa Al-Neimi nos reconcilia con nuestros cuerpos. Porque hay esa relación.

Entonces yo escuchaba aberraciones sobre la cuestión… incluso de gente de cultura y lengua árabe. Recuerdo un libanés que presentó un libro en el instituto y dijo que había escrito en francés porque el idioma árabe era incapaz de decir el sexo, y que es una lengua muerta. Y lo escuché no una, muchas veces. Siempre escribí poemas. Tengo publicados cinco recopilaciones. Pero la poesía es algo secreto, es minoritaria, Entonces me dije “hay que escribir un ensayo”. Tomé notas, escribí, etc. Y trabajando sobre una frase del filósofo sufí Ibn Árabi, me dije que debía escribir directamente una novela erótica moderna, de una persona que cuenta su vida, que vive en el mundo. Y el personaje principal de la novela es una personaje que trabaja en una biblioteca, que tiene su vida, como cualquier mujer. Pero al mismo tiempo tiene una relación fuerte con la literatura árabe, con el Islam. Escribe en árabe. En el principio del libro incluso me burlo de mí misma diciendo que voy a volverme famosa… ¡lo cual paso finalmente! En la literatura árabe hay muchísimas secuencias eróticas, pero creo que lo que más llamó la atención fue la relación que establecí entre la libertad ficcional y la

El sabor de la miel, de Salwa Al-Neimi (Emece, 2009). 73 · Blusa


Tengo una pregunta respecto a esto. Usted dejó Siria en los años 70. Esa Siria que dejó en aquella época, ¿era más libre desde el punto de vista del cuerpo que el mundo árabe de hoy? ¿No ve usted una cultura arabo-musulmana que se volvió mas conservadora en los últimos 30, 40 años? Sin duda hubo una regresión. Cuando comparas las películas que podemos ver en los años 60, 70, hubo un retroceso. Pero para mí ese retroceso está relacionado con la política, con los regímenes políticos represivos que encontramos en los países árabes. En Egipto comenzó con Sadat, en Siria, con Hafez Al-Assad, y hace 50 años que están ahí. Es una respuesta de la sociedad a esos regímenes represivos. Hicieron todo para facilitarlo. Los Hermanos Musulmanes, los partidos islamistas penetraron en la sociedad, hicieron su propaganda. Y los regímenes no solamente reprimían a los islamistas, sino a todo el mundo. Y en las prisiones no solo había islamistas, había comunistas, estaba toda la sociedad representada. Y eso lo hicieron todos los dirigentes árabes: Ben Ali en Túnez, etc. Esa regresión la vemos, incluso en la calle, y en todos los niveles. Fue la degradación de toda la sociedad. Incluso la arquitectura. Todo fue reprimido, todo aquello que hacía bello a la sociedad. Cuando volví a Siria tras 17 años en Francia, tienes razón, era una sociedad que había cambiado totalmente. La gente estaba destrozada. Los intelectuales, o estabas con el régimen, utilizando un lenguaje con pelos en la lengua, o te escondás, o querías partir, para evitar caer en prisión. Para mí era fue shock. Y ahora, desde hace cuatro años, con todos los bombardeos y violencia, la situación es insostenible. Sobre su segundo libro, Presqu’île arabe… Estoy contenta de que me hables del segundo libro, todos me hablan solamente de El sabor de la miel y les digo que también publiqué otro y creen que es un libro de geografía… Blusa · 74

Lo leí, y la verdad es que en mi caso la primera vez que vi el libro pensé en Michel Houellebecq por su libro La posibilidad de una isla… (risas) El libro se refiere a Al-Jazeera AlArabiyya (en árabe, la isla árabe, la actual península arábiga, origen del Islam y del pueblo árabe), que es el lugar donde surge la lengua y la tradición árabe. Y si hay un puente entre yo y el mundo, ese puente es la lengua árabe. La pregunta es… ¿por qué usted hace una defensa de la libertad en el exilio? ¿Por qué esa defensa? ¿Y por qué esa defensa del no regreso? Es verdad, como usted dice al inicio del libro, que todos los grandes héroes regresan a su tierra de origen: Ulises, Simbad… Incluso ET (risas) Este libro fue escrito antes de las revoluciones árabes. Yo tengo una relación conflictiva con mi país de origen. No puedo volver ni quiero volver. Sé que si vuelvo es mi elección. Donde estoy, el mundo me pertenece. Intentas construir artificios que te permitan vivir, escribir, respirar. Y mientras escribía, ocurrieron las revoluciones… y todo cambió. Hay otra cosa, existe la posibilidad de otra cosa. Nadie podía adivinar que el mundo árabe iba a sublevarse, nadie lo esperaba. Todo el mundo decía que el mundo árabe no se movía, estaba paralizado… ya no osábamos soñar. Yo siempre decía a mis colegas como broma “Arab is beautiful”. Todo el mundo se burlaba de mí… fue antes de la revolución. Para mí era como buscar cosas, reencantar la arabidad (más risas). Y tengo una amiga y colega tunecina que un día después de la revolución me escribió un sms –mira, ¡tengo la piel de gallina todavía hoy!- que solo decía “Arab is beautiful”. Yo siempre tenía la esperanza, con esa frase, de que las cosas podían cambiar.


Presqu’île arabe, de Salwa Al-Neimi (Robert Laffont, 2013).

En relación a esta última cuestión, “Arab is beautiful”. Teniendo en cuenta los sucesos, la violencia, la represión, ¿sigue teniendo esperanzas? A pesar de todo, y en todos los países, hay algo que pasó, hay algo que cambió. Ya a nivel de las libertades individuales, de lo que se escribe… cuando me encuentro con los jóvenes, sobre todo los jóvenes. La gente de mi generación se queja, duda, grita.. y en general la mayoría del tiempo están con el régimen. Ves a los jóvenes, que no tienen miedo, que están hablando de ellos mismos, que no encuentran problema en decirte “vete al carajo”. Yo considero que eso ya es una enorme revolución. Creo que no vamos a volver atrás. Creo que a nivel de las libertades individuales hay algo que explotó. Es una bomba que explotó. No sé cuánta gente matarán estos regímenes, pero no hay vuelta atrás. Quizás es fácil para mí decirlo por que estoy aquí. A pesar de que hay gente que dice que es el otoño islamista, yo creo que hay algo enorme que está pasando. Y sobre todo cuando me encuentro con los jóvenes.

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Y en su opinión ¿qué rol puede jugar esa nueva literatura libertina/erótica, o redescubrimiento de esa literatura, en el nuevo mundo árabe?. Hace poco entrevisté a Abnousse Shalmani, y ella me decía que en la revolución francesa, la influencia de esta literatura fue importante en la liberación del individuo. El sexo es un tabú. Y no solo en la cultura árabe. En el caso de mi libro, Apple modificó la portada en la edición i-tunes para ocultar una mujer desnuda… el tabú del sexo está en todas las sociedades. La sociedad puritana existe no solamente en nuestros países. Yo creo que cuando el tabú del sexo desaparece, los otros también desaparecen con él. La libertad individual comienza por ahí. Cuando eres libre a ese nivel, muchos obstáculos y cadenas caen. Caen solos. Cuando veo lo que escriben los jóvenes, me digo que nada va a poder volver a ponerles cadenas. La literatura erótica árabe, si la comparas con Sade, es diferente. No existe la violencia sádica. En el caso de los árabes no hay violencia sexual. Sí la astucia, la inteligencia. Blusa · 76

Muchas feministas árabes critican el desarrollo de las revoluciones ya que no hay o no se discute el lugar de la mujer árabe en los regímenes que sucederán al autoritarismo. Estamos en un período de transición y de violencia. ¡Es más, creo que hasta preferiría que la mujer se quede en su casa! Cuando veo a las mujeres kurdas combatiendo, no me genera placer. No considero que eso sea feminismo. Es un fondo de comercio. Nadie dice nada del sufrimiento y el dolor por las que pasa Alepo, y se reivindica la acción de las mujeres kurdas… como si la mujer kurda luchara por la libertad y la mujer árabe solo el Jihad Al-Nikah (jihad sexual). Eso es parte de la propaganda. Conozco muchas mujeres que hacen trabajo humanitario y ayuda y no tienen ninguna visibilidad. Lo prefiero a la violencia. Yo soy una mujer anti violencia y no creo que haya ninguna causa en el mundo que merezcan la violencia. Prefiero que la mujer juegue otro rol, y lo juega, en este período de transición. Tampoco quiero una mujer coartada que aparezca en un gobierno solo como propaganda. No me gusta la mujer que grita “yo soy feminista”. Yo escribo como feminista, vivo mi vida cotidiana como feminista. La mujer coartada, no me interesa para nada. Yo hago las cosas con alegría, no por un slogan.


Marga Gil, el tiempo de los absolutos Carmen G. de la Cueva

- ¿Piensa usted casarse? - Creo que no. - ¿Razones? - Porque no creo en el amor simultáneo de dos corazones. Le explicaré esto que a primera vista podría parecer una paradoja. Yo, por ejemplo, puedo enamorarme de un hombre sencillamente porque me gusta; pero me parece difícil que él al mismo tiempo se enamore de mí, completando así el amor. Me parece que en esto hay siempre un sacrificado. Lo que ocurre generalmente es que uno se enamora del otro, y en fuerza de constancia y de trato llegan a creer en un apasionamiento simultáneo. Yo, como no espero hallarlo, tampoco pienso casarme. (Fragmento de una entrevista que Rosa Arciniega de Granda le hizo a Marga Gil y que fue publicada en Crónica el 19 de junio de 1930). Supe de la existencia de Marga Gil Roësset el pasado octubre cuando llegué por casualidad a un artículo de periódico que hablaba de ella. En él podía verse una fotografía de Marga y quedé fascinada por su belleza. Antonio Lucas, su autor, la definía como “inquilina de un amor desaforado”, de un amor fuera de lo común. Un amor excesivo por Juan Ramón Jiménez, el Nobel. Y tal como leía la triste historia de Marga sentía que la suya y la de Zenobia Camprubí compartían desvelos. Las dos enamoradas de un poeta, sí, pero también de un hombre inseguro, egocéntrico e hipocondríaco. Para contar la historia de Marga quizás deba contar algún detalle sobre la de Zenobia. Por ejemplo, que fue una mujer moderna, culta, inteligente, bilingüe. O que creía en Dios y también en la caridad, por eso fundó una escuela para niños de familias campesinas. O puede que deba contaros que en sus diarios se lamentaba constantemente de la incapacidad de Juan Ramón para ganar dinero. El matrimonio vivió de los empleos de Zenobia durante los cuarenta años que estuvieron juntos. Lo peor fue que ella escribía. Escribía desde pequeña, incluso publicada relatos en revistas norteamericanas, dicen, poderosamente buenos. Y fue ella quien tradujo a Tagore, aunque luego las traducciones se publicasen con el nombre de los dos. ¿Y adónde fueron a parar sus aspiraciones? 77 · Blusa


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Consuelín, me he matado porque no podía ser feliz… y no quería no serlo… es un egoísmo enorme… quizá …el mayor acto de egoísmo que cabe hacer (…) es que… cuando se está muy triste… y lo triste no tiene arreglo… Así acaba la carta que Marga le escribió a su hermana Consuelo la misma mañana en que se suicidó. En ella confiesa que se quiere matar porque no puede ser feliz y no quiere no serlo. Estamos en 1932, Marga tiene 24 años y es una prometedora escultora. ¿Fue un amor desaforado lo que la llevó al suicidio? Cuando Marga Gil Roësset nació en Madrid en 1908, Juan Ramón ya era un conocido poeta modernista. La familia de Marga pertenecía a la alta burguesía de la capital, tenía fuertes convicciones religiosas y morales, pero gozaba de carácter original y único. La madre, Margot, era considerada una mujer bella y romántica digna protagonista de cualquier novela de la época y supo inspirar en sus hijos (Consuelo, Marga, Pedro y Julián) el interés por la belleza. En ese ambiente disciplinado y artístico nació Marga que fue criada expresamente por su madre junto con su hermana Consuelo. Dicen que Marga tuvo problemas al nacer y que fue Margot quien la sostuvo durante meses en sus brazos dándole el aliento que a la pequeña le faltaba hasta que saliera adelante. Cuenta Marga Clark, sobrina de Marga Gil y escritora, en el prólogo a los diarios, que Marga y Consuelo aprendieron a dibujar en el estudio de un pintor granadino, tocaban el piano, hablaban cuatro idiomas y viajaron por Europa visitando importantes museos. Con solo trece años Marga ilustró unos cuentos de su hermana que se tradujeron al francés con el nombre de Rose des Bois. A los quince, Marga ya se dedicaba a la escultura con gran talento, libremente, con su propia voz y su propio estilo. En 1930 con apenas 22 años, Marga gana el Premio Nacional de Escultura con su obra “Adán y Eva”. Faltaban poco menos de dos años para que conociera a Juan Ramón. Cuentan que fue un frío noviembre de 1931 cuando, después de un concierto, el matrimonio Jiménez pudo conocer a Marga que fue presentada por su hermana Consuelo.

Yo me había imajinado que Marga era rubia, como Consuelo, su hermana mayor; y creí entreverla así en la penumbra carminienta de un palco, una mañana de concierto. Aquella tarde Marga era, y era morena pálida, de verdoso alabastro, con ojos hermosos grises, y pelo liso castaño. Sentada tenía una actitud de enerjía, brazos musculosos, morenos, heridos siempre de su oficio duro. Y al mismo tiempo ¡tan frágil! Llevaba el alma fuera, el cuerpo dentro. Le dije al momento: «Amarga. Persa. Fuerte, viril». Españoles de tres mundos 79· Blusa


Esto fue lo que Juan Ramón dijo después de conocer a Marga. No dudemos de que hay deseo en sus palabras. Deseo y admiración por la juventud y el talento. No sabemos qué pensó ella después de conocer a la pareja. Cuentan que admiraba con fervor las traducciones que Zenobia hacía de Tagore y que robaba cualquier ejemplar que encontraba de los libros del poeta en bibliotecas, librerías y casas ajenas y después se los llevaba a su casa. Eran libros que Marga sabía que Juan Ramón buscaba desesperadamente. Unos, porque estaban agotados, otros, porque quería quemarlos para que nadie pudiera volver a leerlos. Hasta cuenta Marga en sus diarios que fingió una enfermedad para entrar en el despacho del doctor Gregorio Marañón y así tener acceso a su biblioteca.

… Pues tus libros, Juan Ramón, los he robado yo… ¡robado!... está muy mal… y es una vergüenza horrible, y una indignidad… pero… no había otro remedo… antes, bien busqué por todos sitios, créeme (…) Me daba mucha vergüenza …pero me ilusionaba tanto llevártelos, que volvería a hacerlo cien y cien veces… El matrimonio quedó tan prendado de Marga que le propusieron hacer un busto de Zenobia y otro de Juan Ramón. Marga solo llegó a terminar el de ella. Desde aquel día, Marga acudiría casi a diario a la casa del matrimonio para trabajar en el busto de Zenobia y charlar con ellos, llevarles flores, libros, regalos y agasajarles con la admiración de una joven promesa. Juan Ramón escribía a su esposa refiriéndose a Marga como “la niña”. Su sobrina, Marga Clark, se pregunta de quién se enamoró Marga, ¿del hombre, del poeta, de lo imposible? Como todos los jóvenes, la escultora vivía en el tiempo de los absolutos. Un tiempo para la creación incansable, para el amor platónico e inalcanzable. Pero hay algo que no sabemos, algo que no nos cuenta ninguno de los artículos que se han escrito sobre ella, ¿la sedujo Juan Ramón? ¿fue él quien le dio esperanzas? La historia de Marga ha permanecido oculta durante 65 años y es justo que ahora que se honra su memoria, se la recuerde como algo más que una joven que se enamoró perdidamente de Juan Ramón. Blusa · 80


Zenobia y Marga vivieron con el poeta un amor destructivo del que no supieron salir ilesas. Zenobia moría de cáncer tres días después de que Juan Ramón obtuviera el Nobel de Literatura sin haber podido ir a Estados Unidos a tratarse porque él no quería dejar Puerto Rico. Marga se disparó un tiro en la sien porque no podía o no sabía vivir sin el amor de Juan Ramón y cargar, además, con la culpa por sentir que traicionaba la confianza de su amiga Zenobia.

La clave de todos mis misterios … reservas … no es más que esto… que te quiero, como te quiero …y que … «Para dar un alivio a estas penas… que me parten la frente y el alma, … una noche» … ¡me mataré! El jueves 28 de julio de 1932 fue el último día de vida de Marga. Aquella mañana llamó a Zenobia para saber si podría verla, pero ella se excusó, tenía otros planes. Entonces salió de su casa con un sobre y un paquete entre las manos y se dirigió a ver a Juan Ramón. Dejó el paquete encima de un velador y entregó al poeta un sobre. No lo leas ahora, le dijo. Y él no lo hizo. Un día pasaría hasta que Juan Ramón se acordase de aquellos papeles. Sabemos que Marga estaba triste porque ya había decidido acabar con su vida. De ella nos quedan unas cuantas fotografías, el talento que dejó en sus esculturas y 68 páginas de diario dedicadas a su amor por Juan Ramón. Ese diario ha permanecido guardado 82 años. Quizá hubiera sido mejor que sus pensamientos dolientes y apasionados no hubieran visto nunca la luz. Quizá estarían mejor custodiados por las manos de su sobrina Marga, empeñada desde joven en conocer la secreta historia de su tía. No sé qué hubiera sido mejor. Pero no dudo de que Marga Gil fue mucho más que una sensible muchachita enamorada de un genio. Quiero pensar que no fue víctima de un amor desaforado sino víctima de la moral católica, capaz de hacer que una joven deseosa como ella sintiera una culpa tan grande por saberse enamorada de un hombre casado. Antes que llegar a defraudar así a los que la querían decidió acabar con todo. Desaparecer.

…Juan Ramón, no te debía dar estos escritos así… desastrosos y malos… pero, como no puedo… no me dejas… ¡decirte todo lo que te quiero!... qué importa que esté mal dicho …importa… la verdad, que yo he sentido tu amor… digo …lo siento … Marga salió llorando de la casa de Juan Ramón y Zenobia con el paquete entre las manos, un paquete que, posiblemente, contendría un revólver. Fue directa a su taller y destruyó la mayor parte de su obra (dibujos, esculturas…) salvo el busto de Zenobia. Cuando terminó de destrozarlo todo, cogió un taxi y se dirigió a un chalet de un tío suyo en Las Rozas. Una vez allí escribió tres cartas de despedida: a sus padres, pidiéndoles perdón; a su hermana Consuelo, admitiendo que no era feliz; y a Zenobia, confesándole su amor por Juan Ramón y pidiéndole perdón «por lo que si él quisiera yo habría hecho».

Mi amor es ¡infinito!….. … la muerte es … infinita… el mar …es infinito… la soledad es infinita … … … yo con ellos Mañana tú ya sabes… yo… con lo infinito… 81 · Blusa


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Cuando Juan Ramón y Zenobia llegaron a la clínica, las manos de Marga estaban tibias y no había muerto aún; entonces Zenobia salió en su coche en busca de un médico de confianza, y Juan Ramón se quedó acompañándola. Él estuvo a su lado hasta que murió y así la recordaría siempre.

Habíamos llegado a las Rozas a las 9 y 1/2, después de buscarla en vano por Madrid. Estaba en la mesa de operaciones de la Clínica de Urjencia Omnia. Un tiro en la cabeza, con la belleza no destrozada, descompuesta. Su mano estaba caliente, latía su pulso. Sangre a borbotones por la boca, la frente vendada de gasa. Una mirada ancha dilatada, salida, pero ¿sin ver? Está enterrada en la Rozas. Un corralillo cuadrado con algunos cipreses. Fue llevada en hombros en su caja blanca llena de rosas. El forense le hizo una autopsia de hora y media y cuando salió llevaba el zapato de lona con sangre de Marga. Pasaban trenes por un lado, coches por otro. La fosa tenía tres metros de honda. A las 8 le echaron la primera tierra, con un ocaso amarillo miel tras el Guadarrama morado. Si pensaste al morir que ibas a ser bien recordada, no te equivocaste, Marga. Acaso te recordaremos pocos, pero nuestro recuerdo te será fiel y firme. No te olvidaremos, no te olvidaré nunca. Que hayas encontrado bajo la tierra el descanso y el sueño, el gusto que no encontraste sobre la tierra. Descansa en paz, en la paz que no supimos darte, Marga bien querida. Españoles de tres mundos

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Entrevistamos a Isabelle Geffroy, alma de ZAZ Sara Herrera Peralta

Isabelle Geffroy es el alma de ZAZ, nombre artístico que dio título también a su primer álbum, lanzado en el año 2010. El tema “Je veux” le lanzó a la fama, éxito que fue compuesto por Kerredine Soltani, productor del mismo álbum con la discográfica Play On. Isabelle Geffroy compuso alguno de los temas del mismo disco, como “Trop sensible”, y compuso con otros artistas otros como “Les passants” o “Le long de la route”. Éxito de ventas, su primer álbum consiguió un disco de diamante. Después de “Recto Verso”, álbum que sacó al mercado en 2013, ZAZ presentó en 2014 su tercer disco: “Paris”, con el que se encuentra estos días de gira por México, Colombia, Argentina, Uruguay, Brasil y Chile. En los próximos meses ZAZ visitará España y dará conciertos en varias ciudades del país, motivo por el cual hemos querido entrevistarla y saber un poco más de su trayectoria, de sus orígenes y de esa mezcla que con su música y garganta, nos transporta de la chanson française al jazz o los ritmos latinos. Blusa · 84


Foto: Yann Orhan

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Foto: Yann Orhan 87 路 Blusa


Comenzaste a estudiar música muy pronto en el Conservatorio, tocabas el piano, el violín o la guitarra siendo todavía una niña, ¿qué recuerdos guardas de tu infancia y qué estaba ya ligado a tu mundo artístico? No te vayas a imaginar que estaba rodeada de un ambiente completamente artístico, mis padres son personas abiertas y pensaban sencillamente que ese contacto con el arte podía ayudarnos a mi hermano, mi hermana y a mí a realizarnos y crecer, lo que ha sido muy cierto, conservo muy buenos recuerdos. También ibas a clases de Kung-fu y has seguido practicándolo después, ¿por qué el Kung-fu? Es una forma de relajarme y de acercarme al lado Zen de las artes marciales asiáticas, una manera también de canalizar mi energía. Lanzaste tu primer álbum a la edad de 30 años. ¿Qué significó para ti? Imagino que hubo algo de sueño hecho realidad pero también muchos años de trabajo y preparación. Formaste parte de varias bandas antes de convertirte en ZAZ. ¿Cuáles son los momentos más gratificantes y los más difíciles de ZAZ en sus inicios?

Tu música es una mezcla de culturas y sonidos. ¿cuál es tu vínculo con la cultura española o latinoamericana? Me gusta mucho la idea de poder hacer de todo, de permitirme las mezclas más inapropiadas. Más concretamente la música hispana, en el más amplio sentido del término, integrando las influencias latinas que permiten este tipo de variedad y mezcla. Hay poesía en las letras de tus canciones. ¿Piensas en algún/a poeta del o de la que te gustaría hablar? No tengo esta visión, funciono a través de toneladas de ideas que me vienen a la cabeza. No tengo ninguna referencia ahora mismo, lo siento. La segunda canción de tu primer álbum, “Je veux”, te hizo conocer el éxito. ¿Cuáles son los orígenes de esta canción? ¿Y cuáles son algunos de tus valores en la vida? Es una canción de la que no soy ni autora ni compositora, sólo su intérprete, pero atención, no reniego en absoluto del título. Es una canción que tiene diferentes niveles de lectura pero es sobre todo un fogonazo sobre nuestra sociedad de consumo y el hecho de que el dinero o el lujo no conseguirán nunca la felicidad ni cambiarán todas nuestras vidas.

Hay muchas preguntas a la vez. Cuando empecé a cantar y a dar conciertos no tenía clara la idea aún de grabar un álbum, cantaba y ofrecía conciertos sin una idea comercial.

El año pasado hiciste una gira por América Latina y en estos días vuelves a varios países, ¿cuándo podremos verte en concierto en España?

Lo más llamativo cuando empezamos grabando el primer álbum y luego seguimos con otro y después un tercero, es que una entra en un sistema de experimentación y reflexión, promoción y preparación del que yo no tenía mucha idea o en cualquier caso no tenía en la cabeza, por lo que ha sido un poco duro someterme a ciertas reglas.

Este verano, de memoria sobre el 21 de julio, en Barcelona y Madrid.

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Hablas en una de tus canciones de mujeres en las calles de Montmatre. La letra de esta canción ¿es autobiográfica?

Soy una mujer y vivo en París…


Cubierta del álbum ZAZ Paris

¿Te declaras feminista? ¿Qué es el feminismo para ti? No me considero una verdadera militante en el sentido político o social del término pero me parece esencial, normal, urgente que todas las mujeres del mundo tengan los mismos derechos que los hombres. El debate no debería ni siquiera existir. Tu último videoclip nos vuelve a hacer soñar con París. ¿Qué significa para ti esta ciudad, siempre presente de una forma u otra en muchas de tus letras? Es un poco especial, mi último álbum es un álbum homenaje a París, retomo con nuevos arreglos canciones que rinden homenaje a esta ciudad.

Si queremos conocer un poco mejor a Isabelle Geffroy, no a ZAZ, a la persona, ¿podrías decirnos el nombre de una ciudad, un lugar, un libro, una película, un/a cantante a quien admiras, un sueño por cumplir? Me quedo de momento con el humor, la ciudad de París y el lugar que nos permite admirar todo: los muelles del Sena. 89 · Blusa


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Foto: Yann Orhan

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